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ARTE Y CULTURA

ARTE Y CULTURA

Ignacio Corsini, el cantor preferido de Borges y Gardel


EDUARDO STILMAN

Cultivando un estilo de canto refinado, señorial, casi aristocrático, y sobre todo notablemente afinado,
el cantor Ignacio Corsini rivalizó con Carlos Gardel y Agustín Magaldi en la lucha por el estrellato
máximo de la canción porteña. Mientras los tres vivieron, Corsini fue el más admirado, el único que
nunca debió actuar ante butacas vacías. Pero Gardel y Magaldi murieron trágicamente y jóvenes, y
Corsini (cuyo hijo fue el Dr. Ignacio Corsini, médico cardiólogo) no cumplió con la exigencia que la
necrofilia de la gran ciudad impone para otorgar consagraciones míticas, invariablemente precedidas
por entierros multitudinarios. Tal vez por eso la ciudad de Buenos Aires sigue en deuda con él: de los
cantores que componen la Gran Trilogía, es el único cuyo nombre no engalana una calle. Admirado por
Borges y por el propio Gardel, Corsini sigue demostrando en sus espléndidas grabaciones que es
posible cantar tangos (y mucha otra música argentina) con genialidad y buen gusto.
Rev Fed Arg Cardiol 2006; 35: 251-253

“Gardel es el mejor, Magaldi el más bueno”, decía Ig- ye en exótico comentario del texto. Durante años, su
nacio Corsini antes que las llamas de Medellín consa- popularidad corrió cabeza a cabeza con la de Gardel.
graran el culto del primero, ya convertido en estrella “Esta noche tengo que cantar como nunca, porque esta
cinematográfica y cantor internacional, y de que una aquí Corsini, el único que me hace sombra en Buenos
enfermedad acabara con el otro en el Sanatorio Aires”, anunció el Morocho una noche de 1922 antes
Otamendi de Buenos Aires, negándole oportunidad y de comenzar una actuación en el teatro Solís, de Mon-
tiempo para presenciar cómo su amiga Eva Duarte se tevideo; una fotografía de esa época los muestra com-
convertía en Eva Perón. Sobre Corsini —supuesto ami- pitiendo en amistosa pulseada. Al morir el Zorzal,
go de Gardel al mismo tiempo que su rival en el amor Corsini gozaba de gran renombre en el Río de la Plata
del público— se abatió una fatalidad distinta: lo sobre- (no conoció otros países que Argentina y Uruguay); pero
vivió hasta 1967, cantando y viviendo de la manera diá- sus posibilidades de rivalizar con él ardieron en
fana, señorial, que le ganara el apodo de “el Caballero Medellín, como las de todos los cantores. No habían
Cantor”, y que Celedonio Flores celebró en los versos faltado grescas entre partidarios de uno y otro, y ellos
de Cantor bacán. Nada amigo de la “farra”, de los mismos fueron personalidades diametralmente opues-
desplantes jergales y de toda marginalidad (“No hay tas (en 1927 Corsini grabó el tango Hipólito Yrigoyen,
que confundir bohemia con cheques sin fondos”, solía mientras en 1930 Gardel festejó el golpe de Uriburu can-
decir), cultivó un estilo exquisito que la ulterior sumi- tando las estrofas de ¡Viva la Patria!), pero aparente-
sión del oído del público a las astucias gardelianas tor- mente se profesaron amistad y la más sincera admira-
nó insólito. Abandonó una triunfal carrera de galán- ción: a menudo cenaban, después de sus funciones, en el
cantor con el declarado propósito de convertirse en restaurante “El Tropezón”. Inevitablemente, la historia y
“cantor nacional”, haciendo honor al legado de los el destino artístico de Corsini quedaron referidos a los de
payadores urbanos (son memorables sus versiones de Gardel: en 1936, la revista “El Suplemento” organizó un
Betinoti y El adiós de Gabino Ezeiza) y “desplebeyi- concurso en el que casi un millón de personas, durante
zando” al tango, que incluyó en un amplio repertorio un año, eligió al “Príncipe de la Canción Porteña”; natu-
de milongas, valses y otras canciones criollas; elaboró ralmente, el consagrado fue Ignacio Corsini.
y refinó un canto melodioso que no abusa de lunfardías: Dejó unas 700 grabaciones, pero según los efímeros
cuando acude a ellas, como en El ciruja, Cachadora, o espasmos de veneración que desata en las broadcastings
las letras de Discépolo, su dicción perfecta se constitu- cada aniversario de su muerte, casi su único mérito con-
sistiría en la interpretación de La Pulpera de Santa
Lucía, vals de Héctor Pedro Blomberg y Enrique Maciel
creado a sus instancias, que estrenó y grabó en 1929,
que el Zorzal Criollo prefirió no cantar después de él
e-mail: eduardostilman@gmail.com
La versión digitalizada de este trabajo está disponible en —ni a pedido—, y que ningún rioplatense dejó de es-
www.fac.org.ar cuchar en los últimos setenta años.

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Era rubio y sus ojos celestes Corsini ya había grabado más de trescientos títulos;
Corsini llegó con su madre a la Argentina a los cin- decidió abandonar el teatro y seguir su carrera como
co años: sus ojos celestes y cabellos rubios eran típicos cantor solista. En febrero de 1928, acompañado por los
de la Alta Italia, pero su nacimiento había sido regis- guitarristas Armando Pagés, Rosendo Pesoa y Enrique
trado en Sicilia en 1891. A los doce años lo llevaron a Maciel, se presentó en el Astral, y su actuación se con-
una estancia en Carlos Tejedor, donde aprendió el ofi- virtió en el suceso del momento. Afiches con la figura
cio de boyero (bueyero, le gustaba decir) y a tocar la gui- del Caballero Cantor empapelaron calles y tranvías de
tarra; a los diecisiete años vol- Buenos Aires y la radio solici-
vió a Buenos Aires, para vivir tó por primera vez su concur-
en el barrio de Almagro, cerca so: debutó por L.O.Y., luego ra-
de José Betinoti, uno de sus dio Nacional, y poco después
ídolos: pronto comenzó a ac- pasó a Radio Prieto.
tuar y cantar en circos y teatros.
En 1909, deslumbrado por su Y cantaba como una
voz, Pepe Podestá lo contrató calandria
para trabajar en su compañía; A través de esta emisora
Corsini ya noviaba con Victo- Corsini estrenó en abril de
ria Pacheco, actriz y artista de 1929 La Pulpera de Santa Lu-
circo que desposó en 1911. Ac- cía, cuyos versos, publicados
tuó durante casi dos décadas, por Blomberg en “La Nación”
en más de ciento cincuenta pie- un par de años antes, habían
zas teatrales. En 1914 comen- sido entonados en Buenos Ai-
zó a grabar para RCA Victor, y res, Rosario y Montevideo, con
en 1918 se consagró como ac- músicas improvisadas, sin au-
tor-cantor en La piedra del es- torización del poeta. “El verda-
cándalo. En 1922 se convirtió dero creador de La Pulpera de
en ídolo popular al estrenar en Santa Lucía fue Corsini”, diría
el escenario Patotero senti- Blomberg. No sólo eso: al re-
mental. A continuación, sus unir a este autor con su guita-
éxitos como cantor se sucedie- rrista Enrique Maciel, Corsini
ron: el de 1923 fue La canción conformó uno de los binomios
del cabaret; los de 1924, Som- notables de la canción popular,
bras y La garçonniere. En dotando a ésta de un poeta y
1925, su reputación bastaba un tema histórico —el de los
para animarlo a encabezar años de la tiranía rosista— de
una compañía teatral: la con- desacostumbrada jerarquía
formó en sociedad con Grego- (Blomberg y Maciel, muertos en
rio Cicarelli, y representó, en el Ignacio Corsini por Sábat (De la colección del autor) 1955 y 1962, respectivamente,
Apolo 22, obras en una tempo- compusieron más de treinta tí-
rada: una fue Barcos amarrados, de Héctor Pedro tulos). La recepción brindada a La Pulpera de Santa
Blomberg y Pablo Suero. Blomberg era un escritor de Lucía fue impresionante: con más de 200.000 versio-
prestigio, que ya había obtenido el Primer Premio Mu- nes fonoeléctricas y cerca de un millón de ejemplares
nicipal de Poesía dejando en segundo término a de la partitura vendidos, Blomberg festejó el adveni-
Alfonsina Storni, y había merecido la aprobación de miento de una celebridad sorprendente y “la bonita
Lugones. Poeta y cantor se hicieron amigos. suma de setenta mil pesos”.
Los dos años siguientes Corsini actuó con Luis Ya no iba a menguar el éxito de Corsini, que jamás
Arata. En marzo de 1927, durante la representación de vio butacas vacías en las salas o cines en que actuó.
Facha tosta en el Teatro Cómico, cantó Caminito, ya Las emisoras radiales se lo disputaron: actuó en Radio
grabado por Gardel sin repercusión alguna. “¡Bravo, París, en Excelsior, América, Splendid, Argentina,
Ignacio, bravo! ¡Así se canta!”, aprobó estrepitosamen- Stentor, Rivadavia, Buenos Aires. En 1939 cobraba en
te Juan de Dios Filiberto, de pie sobre su butaca, a la Radio Belgrano $ 6.500 mensuales, la suma más alta
que golpeaba frenéticamente con un paraguas. También pagada hasta entonces a un cantor popular. “El señor
estaba presente Gardel, que actuaba como “fin de fies- Corsini es artista exclusivo de Radio Belgrano, no pu-
ta”: en el acto autorizó a Corsini a grabar el tango (su diendo actuar en ninguna otra radiodifusora ni aún en
contrato impedía a Odeón registrar por otros intérpre- los meses de descanso. Figurará en primer término en
tes composiciones registradas por él). la propaganda radial. Actuará en tres emisiones sema-

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nales de una hora de duración, comprometiéndose a Pulpera de Santa Lucía por última vez, y se alejó de los
estrenar ocho canciones mensuales, como mínimo”, bises y aplausos para siempre. Desde entonces, su dis-
estipulaba el contrato, firmado por Jaime Yankelevich, creción y bonhomía no siempre sirvieron para ocultar
el magnate que había donado el ataúd de caoba que la melancolía que lo embargaba. Murió en 1967 en su
guardaba los restos de Gardel. Corsini era luminaria casa de la calle Otamendi 676, en cuya sala lució siem-
de las embajadas artísticas que la emisora enviaba al pre, arriba del piano, una foto dedicada de puño y letra
interior, acompañado por Mercedes Simone, Fernando por el Zorzal Criollo: “A mi amigo Ignacio Corsini, el
Ochoa, o Dora Davis. En uno de estos viajes, el tren que gran intérprete de las canciones de mi tierra. Su admi-
los conducía tuvo que detenerse en Oncativo: una mul- rador, Carlos Gardel“. Otro admirador de Corsini fue
titud ocupaba las vías y el andén exigiendo que Corsini Jorge Luis Borges. Gardel y Borges no están solos: una
cantara, a lo que se accedió. Interrupciones de esta na- minúscula capilla de iconoclastas persigue devotamen-
turaleza se volvieron frecuentes. te los más raros registros fonográficos del Caballero
El 28 de mayo de 1949, en su presentación de despe- Cantor, con la atrevida idea de que éste fue el Rey, no el
dida por Radio Belgrano, Ignacio Corsini cantó La Príncipe de la Canción Porteña.

La creatividad consiste en permitirse cometer errores. El arte consiste en


saber elegir los errores en que hay que insistir.
ROBIN GREEN

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