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Julio Sosa, ‘El varón del Tango’, fue una de las máximas figuras del tango a nivel mundial.
Poseedor de una típica voz tanguera, Julio Sosa fue el gran culpable de que el tango
sobreviviera a una época donde los nuevos estilos musicales parecía que iban a eliminar el
tango de los públicos juveniles.
Sus padres Luciano Sosa (peón rural) y Ana María Venturini (lavandera) contaban con
innumerables problemas económicos y Julio terminó trabajando muy temprano. No demoró
en llegar a Montevideo y probar suerte allí, donde trabajó de una gran cantidad de oficios.
Estando en la capital Julio tenía la posibilidad de presentarse a cuanto concurso de cantantes
aparecía.
Con la orquesta de Luis Caruso llegó la posibilidad de grabar el primer disco en 1948. En esa
grabación Julio Sosa interpreta cinco temas que le permitirían al año siguiente cruzar el Río de
la Plata y comenzar a abrirse camino en Buenos Aires. Era el comienzo una carrera que lo
convertiría en el último cantante de tango que fue posible de convocar multitudes.
En 1955 pasa a conformar la orquesta de Enrique Mario Francini y Armando Portier, lo que
significó un importante cambio económico en su vida. Con esta orquesta estuvo hasta 1960,
cuando decidió que era el momento de comenzar su etapa solista.
Su primer disco solista también se denominaría de esa manera y sería rápidamente un suceso
en las bateas.
En 1960, además, Julio Sosa presentó en sociedad otra de sus facetas artísticas al publicar el
libro de poesía "Dos horas antes del alba".
Julio Sosa, ‘El varón del Tango’
El repertorio de tangos que interpretó Julio Sosa contaba con una gran cantidad de canciones
que las había interpretado Carlos Gardel. A éstos, ‘El varón del Tango’ le sumaba temas de la
década de 1940 y algunos éxitos perdidos de los años 20’.
Quizá lo que más se le valora a Julio Sosa fue que logró imponer el tango en la juventud en una
época donde la “nueva ola” de géneros musicales parecía haber relegado el tango.
Como actor es posible verlo en películas ‘Buenas Noches, Buenos Aires’ de Hugo del Carril,
donde interpreta y baila ‘El Firulete’ junto a la actriz y cantante Beba Bidart.
‘El varón del Tango’ abandonó el mundo el día 26 de noviembre de 1964 tras haber sufrido un
accidente automovilístico.
• Justo el 31 (1953)
• Bien bohemio (1953)
• Mala suerte (1953)
• ¡Quién hubiera dicho! (1955)
• Abuelito (1955)
• Padrino Pelao (1955)
• Cambalache (1955)
• Seis Años (1960)
• La Cumparsita (por qué canto así) (1961)
• Rencor (1961)
• María (1962)
• Tarde (1962)
• En esta tarde gris (1963)
• Nada (1963)
• Nunca tuvo novio (1963)
• Qué me van a hablar de amor (1963)
• Guapo y varón (1964)
• El firulete (1964)
• La gayola (1964
Hugo del Carril
(Piero Bruno Fontana; Buenos Aires, 1912-1989) Cantante de tangos, actor y director de cine
argentino. Promocionado a finales de los años treinta como el sucesor directo de Carlos
Gardel, intervino en una gran cantidad de películas mostrando su vena de actor dramático y su
indudable talento como cantante. Con una voz afinada, melódica y envolvente, Del Carril
convertía las letras melosas o melodramáticas de los tangos de la época en verdaderas joyas
interpretativas. Gozó de una fama extraordinariamente grande, llenando los teatros en donde
se presentaba y los cines donde se proyectaban sus películas.
Llegó hasta el mismo presidente de la república para conseguir que se le autorizara filmar Las
aguas bajan turbias, probablemente uno de los testimonios más crudos y conmovedores de la
realidad en los esteros del litoral argentino. Realizó algunas películas más y hubo de exiliarse
después de la caída de Perón en 1955. Vivió en México una larga temporada y, cuando pudo al
fin regresar a la Argentina, le fue impuesto el título de Ciudadano Ilustre de la Ciudad de
Buenos Aires.
Alberto Catillo:
Carlos Gardel
Carlos Gardel es sinónimo de tango. Fue compositor, intérprete y aun actor de innumerables
canciones y musicales. Con él, el cadenciado ritmo porteño ganó un aire de romanticismo y dió
vuelta al mundo. Gardel fue un personaje emblemático en vida y lo sigue siendo, potenciado
por la ascendiente proyección afectiva y social de su legendaria memoria.
Carlos Gardel nació Charles Romuald Gardés el 11 de diciembre de 1890, en Toulouse, Francia.
Hijo de padre desconocido, llegó a Buenos Aires con su madre cuando tenía tan sólo 2 años.
Vivió gran parte de su vida en el barrio porteño del Abasto. Pobre, desde chico hacía pequeños
trabajos para ayudar a su madre.
Empezó a cantar a los 17 años y en 1911 formó un dúo con el cantor uruguayo José Razzano,
quien lo convirtió en el fenómeno musical de la década. El reconocimiento vino en 1914,
cuando empezó a presentarse regularmente en el cabaret Armenonville, en Buenos Aires.
Tras la separación del dúo se producen los primeros viajes al exterior. En el año 1925, Gardel
ya era popular en toda Hispanoamérica. 1927 fue el año de su consagración en Europa,
alcanzando gran éxito en París. Luego llegaría Estados Unidos y el cine. En los estudios de la
Paramount, en Nueva York, filma varias películas que son un éxito y que extienden aún más su
leyenda.
El 24 de junio de 1935 muere en un desastre aéreo, en el auge de la carrera y de la fama, en
Medellín, Colombia.
El mito de Gardel atravesó vigorosamente todo el siglo. Hoy representa un verdadero ícono del
tango y sigue siendo una de las personalidades más queridas de toda la Argentina. Los que lo
siguen suelen decir que él "cada día canta mejor".
Mayores éxitos musicales:
. Mi Buenos Aires Querido
. El Día Que Me Quieras
. Volver
. A Media Luz
. El Choclo
Principales películas:
. Flor de Durazno (1917)
. Cuesta Abajo (1934)
. El Día Que Me Quieras (1935)
. The Big Broadcast of 1935 (1935)
Con Horacio Salgán registró cuatro grabaciones para el sello RCA Victor: "Alma de Loca", "Yo
Soy el Mismo", "Un Momento" y "Siga el Corso". En 1954 siguió grabando con Salgán en el
sello TK otras seis grabaciones, dos de ellas a dúo con Díaz. En 1956, a los treinta años, se
convirtió en el cantor de la orquesta de Aníbal Troilo, de quien fue admirador y entrañable
amigo. Con él grabó 26 temas. Unos años después, ya solista, se volvieron a asociar en dos LP
titulados "Nuestro Buenos Aires" (de obras compuestas especialmente por Armando Pontier y
Federico Silva) editado en 1968 y "¿Te acordás Polaco?", en 1971. El repertorio de Goyeneche
fue muy extenso y variado, los tangos bien antiguos y los más modernos desfilaron en su
trayectoria discográfica.
En Estados Unidos grabó un disco de tangos clásicos ("Volver", "Sur", "La Milonga", "Los Ejes
de Mi Carreta", de Atahualpa Yupanqui) con extrañísimos arreglos jazzísticos de Carlos
Franzetti (pianista y compositor argentino de jazz radicado en EE. UU.). En 1969 grabó "Balada
Para Un Loco", de Astor Piazzolla y Horacio Ferrer, en un acto de audacia artística, luego del
escándalo que el estreno del tema significara y el debate sobre lo que debía ser aceptado
como tango.
Se consagró como solista después de ser cantor de orquesta y el reconocimiento le llegaría a la
madurez de su voz para no abandonarlo hasta su muerte. Fue mítica la colaboración que
Goyeneche prestó al quinteto de Astor Piazzolla durante la breve temporada (mayo de 1982,
en plena guerra de las Malvinas) en el Teatro Regina de Buenos Aires, y de la cual se conserva
registro discográfico. En octubre de 1987 filma la película "Sur", dirigida por Pino Solanas y que
cuenta entre los músicos que lo acompañan al guitarrista Raúl Luzzi y al bandoneonista Néstor
Marconi.
Edmundo Rivero
Este gran artista, representa un caso singular en la extensa galería de cantores de tango. El
registro de bajo, que contenía su voz, era una verdadera rareza en el género y, a la vez, algo
poco apreciado por la pléyade tanguera, acostumbrada a los barítonos y tenorinos. Sin
embargo, la afinación y los coloridos matices de su fraseo, sumado todo ello a un sentimiento
y estilo criollo con reminiscencias gardelianas, lo hicieron un favorito del público y, al mismo
tiempo, el primer caso de una voz gruesa imponiéndose en un momento de extraordinarios
vocalistas.
La primera orquesta que contrató a El Feo fue la de José De Caro, lo cual le posibilitó acercarse
a Julio De Caro, quien le propuso ser su cantor en los tradicionales carnavales del Teatro
Pueyrredon de Flores. Más tarde debutó en la orquesta de Emilio Orlando y, a comienzos de
los cuarenta, lo hizo en la de Humberto Canaro. En esta década ocurrieron, en la vida de
nuestro querido artista, dos acontecimientos fundamentales, con dispares resultados. Hacia
1944 es convocado por el pianista Horacio Salgán para participar en su orquesta, en la que
estuvo hasta 1947. De este periodo no quedaron registros, ya que los empresarios
discográficos le dieron la espalda tanto a la avanzada concepción del tango de Salgán como al
inusual registro vocal de Rivero. Ambos se dieron el gusto de grabar en las décadas siguientes,
ya siendo artistas consagrados.
En el año 1950, comienza su etapa como solista, siendo acompañado por un conjunto de
guitarras que estaba integrado por Armando Pagés, Rosendo Pesoa, Adolfo Carné, Achával y
Milton, en otras ocasiones fue acompañado por la orquesta de Victor Buchino.
Hacia 1965, fue elegido para interpretar las poesías de Jorge Luis Borges, musicalizadas por
Astor Piazzola y llevadas al disco titulado El Tango. En el mismo participaba el actor Luis
Medina Castro recitando obras del poeta. Este espectáculo fue presentado en teatros de todo
el país y del Uruguay.
A fines de la década del 60, lo acompañó el conjunto de guitarras dirigido por Roberto Grela y
que estaba integrado por Rafael Del Pino, Héctor Davis, Héctor Barceló, Rubén Morán y
Domingo Laine. De esta sociedad quedaron inolvidables registros discográficos, como por
ejemplo “Packard”, “Falsía”, “Poema número cero” y “Atenti pebeta”, verdaderas joyas del
género.
Incursionó en el arte de la escritura por medio de dos libros:Una luz de almacén y Las voces,
Gardel y el tango. Hubo un tercer libro que quedó trunco por la desaparición física de nuestro
artista, el cual presentaba un profundo estudio sobre el lenguaje y la poesía lunfarda.
Fue compositor y autor de varios temas, y algunos tangos al modo reo y lunfardo. “No mi
amor”, “Malón de ausencia”, “A Buenos Aires”, “Falsía”, “Quién sino tu”, “Arigato Japón” y “El
jubilado”. Compuso también: “Pelota de cuero” (con Héctor Marcó), “Biaba” (Celedonio
Flores), “La señora del chalet”, “Poema número cero” y “Las diez de última” (los tres con Luis
Alposta), “Calle Cabildo” (D. De Biase), “Acuérdate” (José María Contursi), “Todavía no”
(Eugenio Majul), “Aguja brava” (Eduardo Giorlandini), “Amablemente” (Iván Diez), “Coplas del
Viejo Almacén” (Horacio Ferrer), “Milonga del consorcio” (con Arturo de la Torre y Jorge
Serrano)y “P'al nene” y “Bronca” (con Mario Battistella), entre otras.
En el año 1969, se da el gusto de inaugurar su propia casa de tango: El Viejo Almacén. Por ella
desfilaron innumerables figuras nacionales e internacionales y ocurrieron interesantes
episodios como escuchar a Rivero acompañado por la orquesta de Osvaldo Pugliese, o una
noche cualquiera ver entre los concurrentes a Joan Manuel Serrat, gran admirador del cantor.
Azucena Maizani:
Seudónimo/s: La Ñata Gaucha y Azabache
Cancionista, compositora y letrista
(17 noviembre 1902 - 15 enero 1970)
Lugar de nacimiento: Buenos Aires Argentina
Paralelamente a su labor teatral graba en discos Nacional que empieza a vender sus creaciones
en 1924, después grabaría en discos Brünswick y en Víctor, y empieza a actuar por ese año en
radio, medio que la contó como atracción por más de treinta años difundiendo su voz todas las
emisoras de la capital y amenizando programas de primera calidad por Belgrano, Mitre, El
Mundo, Splendid, Argentina, donde hizo con Lopecito ¿Te acordás hermano? y varias más.
Libertad Lamarque la bautizó La Ñata Gaucha en 1935 y en 1937 escribió la obra Cuando aman
las mujeres que se estrenó en el escenario del Teatro Fénix.
Recorre el país en giras diversas y en 1931 en sociedad con Roberto Zerrillo y bajo la dirección
artística de Mario J. Bellini (buen autor de revistas) dan formas a la Compañía Argentina de
Arte Menor para trabajar en España, debutando el 11 de septiembre en el Teatro Alcázar de
Madrid. Actúa luego en Barcelona, Santiago de Compostela, Teruel, Valladolid, Santander,
Bilbao, Burgos, San Sebastián, Zaragoza, Huesca, Gijón, Alicante, Zamora, Valencia, Palma de
Mallorca y el 14 de abril de 1932 debuta en Lisboa (Portugal), en el Teatro María Victoria,
luego Oporto, Braga, Coimbra y también en Biarritz (Francia) con señalado éxito, siempre con
la misma compañía.
Casi toda América la conoció actuando o cantando en sus escenarios o frente a sus micrófonos:
Uruguay, Chile, Perú, Ecuador, Cuba, México, Brasil, EE.UU., etc.
Estrena e impone numerosos tangos, siendo en todo momento figura consular de la canción
argentina, llamándosele también El Alma del Tango. No muchas obras, pero compone. En 1928
da a conocer “Pero yo sé”, que es exitoso tango; “La canción de Buenos Aires”, que le grabó en
disco su amigo y colega Carlos Gardel; “Pensando en ti”, gran vals con versos de Celedonio
Flores; “Decí que sí [b]”, famosísima ranchera que, hiciera con Cufaro y Pidemunt; “Adonde
están los varones”, milonga; “Volvé Negro”, es de 1924 y su primera obra; “Aguas tristes”,
“¿Por qué se fue?”, “Dejame entrar hermano”, “En esta soledad”, “Remigio”, ranchera, “Lejos
de mi tierra”.
A Carlitos Gardel lo conoció en 1923 en una cena de camaradería ofrecida por el empresario
del Teatro Nacional Don Francisco Carcavallo a su personal artístico. Demás está decir la
amistad que desde entonces se profesaron estos dos grandes intérpretes.
Cuando el Zorzal filmaba en Nueva York su película El día que me quieras en 1935, le remitió la
carta que se transcribe a continuación y que atestigua aquella amistad: «Querida Azucena:
Recibí tu atenta carta, que agradezco, no sólo por el saludo afectuoso que me envías, sino
también por los buenos deseos que me auguras. Ambas cosas las retribuyo, y que toda la
suerte que ansías para mí, la tengas tú. Pocas cosas tengo que agregar a lo que, seguramente,
sabrás, informada por Armando.
«Trabajando fuerte y parejo. He terminado de filmar una película que creo superior a mis
anteriores, según mi propia impresión y la de algunos productores de aquí; difícil es opinar
favorablemente en este sentido. Estoy, asimismo, contento de mi música, especialmente de un
tango dramático que ha resultado un verdadero acierto. Te lo recomiendo es especial, pues te
viene formidablemente para tu temperamento dramático. Creo y te auguro que harás de él
una buena interpretación. Es especial para ti.
«Mañana, precisamente, comenzamos la segunda película, y una vez terminada, que será en
los primeros días de marzo, haré una rápida gira por Cuba, Puerto Rico, Méjico y Venezuela. La
Paramount me ha dado permiso unos meses para este propósito. Trataré de traerme unos
cuantos dólares que andan por ahí y que dicen me están esperando. Mientras tanto seguiré
practicando inglés, para intervenir en producciones americanas, pues he recibido propuestas
muy tentadoras. Como puedes ver todos mis proyectos son de trabajo y sólo espero que me
acompañe un poco la suerte y la "santé".
«Te agradezco sobremanera las fotos recibidas. Cuenta desde ya con una mía. Con el
amigo Tito Lusiardo te la enviaré. Elegiré la mejor, deseoso de que ella pueda mantener cerca
tuyo toda la simpatía y estimación que te tengo.
«Espero que sigas cosechando los éxitos que justamente mereces y a los cuales estás
habituada. Sabes toda mi admiración para ti como artista, ajena a la gran amistad que te
profeso. Eres la máxima intérprete de nuestras queridas canciones, pues agregas a tus
condiciones de artista, tu incomparable simpatía y tus femeninos encantos. Si alguna vez se te
presenta la ocasión no olvidés este país, donde también puedes triunfar. Reitérote todos mis
buenos deseos para la amiga que desde lejos me envía sus cordiales saludos.
«No creo que pase mucho tiempo sin que me dé una vueltita por mi querido Buenos Aires,
para estrechar la mano de mis camaradas y oírte cantar como en tus mejores tiempos, mi
nuevo tango “Sus ojos se cerraron” (Papusa teneme fe). «Recibe como siempre, el testimonio
de mi invariable cariño y la admiración de artista. Te abraza, Carlos.» La fotografía que le envió
por Lusiardo dice: «A mi gran amiga, Azucena Maizani, con gran cariño. Carlitos». Azucena
Maizani nació en Buenos Aires (Palermo) el 17 de noviembre de 1902 y allí falleció el 15 de
enero de 1970.
Libertad Lamarque:
La niña Libertad comenzó a experimentar el hecho de ser reconocida y halagada por la gente,
pues en años sucesivos para los bailes de carnaval, fue premiada por sus disfraces, en los que
intervenían su padre como hojalatero y su madre para adornar las invenciones de su esposo.
Participó en giras recorriendo ciudades cercanas y muchas veces cantaba en sus actuaciones.
El aplauso obtenido la llevó a memorizar canciones de moda y devino en cancionista de esas
representaciones.
Ya en 1926 sus padres están de acuerdo en que debe tentar suerte en Buenos Aires. No sólo la
acompañan, sino que el comercio de hojalatería es trasladado también. Se mudan a Buenos
Aires instalándose en la calle Paraná 258.
Llevan una carta de presentación de un periodista rosarino para el dueño del famoso teatro
Nacional, don Pascual Carcavallo. Siendo ya una muchacha, la pequeña y simpática figura de
Libertad fue aceptada para el coro y algún pequeño papelito. Obtuvo trabajo por un año y 300
pesos mensuales de sueldo.
El trabajo fue continuo, hasta que en 1926 debutó en una obra del género chico —sainete—
integrando un trío vocal con las actrices Olinda Bozán y Antonia Volpe, siendo acompañados
por Rafael Iriarte con su guitarra. La obra era La muchacha de Montmartre de José Saldías.
Su primera interpretación cantando fue “Tanita de la proa”, vestida de marinero junto a la
actriz cómica Olinda Bozán (que grabara algunos temas acompañada por Francisco Canaro). El
patrón se sorprendió al escucharla y le propuso aparecer en el “fin de fiesta” cantando el tango
“Mocosita”, que a la semana fue reemplazado por “Tatuaje” y luego por “Pato”, “La
cumparsita”, “Langosta”, “El ciruja”.
Poco más de dos meses habían pasado y debuta en radio Prieto y enseguida sello Víctor la
contrata a 150 pesos por disco, por lo menos debe grabar uno por mes y en treinta días le
aumentan a 300 pesos. Su primer disco, el 26 de septiembre de 1926, un estilo “Gaucho sol”,
de Santiago Rocca y Atilio Supparo y una tonada “Chilenito”, de Agustín Irusta. Las grabaciones
se suceden ininterrumpidamente, sólo hay un intervalo entre 1934 y 1936.
En 1933, forma parte del elenco de Tango, que es considerada la primera película sonora
argentina. Aunque su debut en el cine se produjo en 1929 en un mediometraje nunca
estrenado donde interpreta el tango “Caminito”. El título del frustrado film fue Adiós
Argentina y que dirigió sólo en un día, el italiano Mario Parpagnoli.
El año 1935, presenta momentos difíciles en la vida de Libertad. Primero un supuesto intento
de suicidio, estando de gira en Chile, donde se habría arrojado por la ventana de su hotel y un
toldo detendría su caída. Luego su marido rapta a su hija y se traslada con ella a la vecina
república del Uruguay. Libertad, a través de un operativo comando, ayudada y acompañada
por varios amigos (su nueva pareja Alfredo Malerba, el músico Héctor Artola y otros) y un
abogado, marchan hacia Montevideo con el fin de recuperar a su hija. Finalmente consigue la
restitución y su vida continúa ya sin tales sobresaltos.
Su vinculación con ese país es tan intensa que hasta la actualidad ha seguido ligada y
realizando trabajos, principalmente en presentaciones en telenovelas y cine, pese a lo
avanzado de su edad.
Sus más de 400 registros discográficos constituyen una cifra no alcanzada por ninguna otra
cancionista argentina y nos da una idea de la importancia de su arte dentro del mundo
tanguero y de nuestra cultura.
Con un estilo nuevo, una voz delicada y un decir por momentos sutil o rotundo, Susana
prescindió de las inflexiones arrabaleras, de los temas machistas o de trazo pasional grueso,
apelando a un repertorio variado, pero cuidadosamente elegido, que mezclaba romanticismo y
mensaje (por ponerlo en nombres de letristas, José María Contursi y Enrique Santos
Discepolo), poesía y protesta (Homero Manzi y Cátulo Castillo).
Atrajo así a un público intelectualizado, incluyendo a una franja universitaria, que a través de
ella revalorizó el tango. Con el paso del tiempo, perdida la frescura inicial y volcada, dentro y
fuera de la Argentina, al tango-espectáculo, con sus desvirtuaciones y estereotipos, Rinaldi fue
adoptando tics y énfasis que resintieron su calidad, aunque afortunadamente en años más
recientes eliminó esos excesos. Más allá de sus vaivenes, el tanguero tradicional argentino
nunca la quiso, haciéndole un injusto vacío, pese a lo cual conservó un público fiel.
La suya es una figura solitaria, que dio y ganó su batalla de elaborada artista popular, librada a
sus propias fuerzas.
Hija de un matrimonio dispar -padre de familia burguesa, madre de extracción obrera-, vivió
una infancia dislocada por sucesivas mudanzas a través de las provincias. A partir de 1949, y
por ocho años, estudió canto de cámara en el Conservatorio Nacional de Música. En 1955
ingresó a la Escuela de Arte Dramático. Dos años después debutaba en televisión, y en 1959
representaba su primer papel en un teatro, en una compañía encabezada por dos grandes
figuras de la escena argentina: Alfredo Alcón y María Rosa Gallo.
Tras un bache, su carrera de cancionista, apoyada por la crítica, cobró enorme impulso y
eclipsó a la de actriz. Cantó en un local donde había estado actuando Piazzolla (en la calle
Tucumán 676), y con él compartió después un ciclo en Michelangelo, un célebre club nocturno
aún vigente, mientras seguía grabando. Es de destacar que registró un disco de cuatro temas
con otro gran vanguardista, Eduardo Rovira, y que en 1970 dedicó todo un long play a tangos
con letra de Homero Manzi. Este fue editado por otro sello independiente y de gran mérito,
Trova, que cinco años más tarde lanzó otro LP de la cantante, íntegramente consagrado
a Cátulo Castillo.
Ella y su marido, el bandoneonista y director Osvaldo Piro, abrieron en 1971 el café concert
Magoya en Mar del Plata, el principal balneario de la Argentina, sobre el Atlántico.
Rinaldi se consolidó, así como una exitosa cantante escénica, tanto en locales pequeños como
en grandes espectáculos, mientras incursionaba como actriz de cine. En 1976, ya instaurada en
el país una nueva dictadura militar, debutó en París, ciudad en la que terminó radicándose en
1989 y desde la cual ya había logrado convertirse en la más importante voz internacional del
tango.
Mercedes Simone:
Fue, para muchos, la más importante voz femenina que dio el tango, o al menos la más
representativa y ecléctica. Lamentablemente, su discografía es relativamente escasa, al menos
en relación a su trascendencia, agravado esto por la irregular calidad de su repertorio, en el
que mezcló el tango, la milonga y el vals porteño con diversos géneros campestres o exóticos,
vinculados a su proyección continental. Su apogeo se situó en las décadas del 30 y del 40.
Principal destinataria de su arte era la amplia clase media urbana, a la que brindaba su estilo
emocional pero refinadamente contenido. Concordantemente, rehuyó el repertorio lunfardo
(argot de Buenos Aires) y cultivó un romanticismo ingenuo.
Mercedes Simone nació en Villa Elisa, pequeño pueblo desde donde su familia se mudaría a la
cercana ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, donde comenzó a cantar en
el coro de su colegio. De adolescente fue vendedora de tienda y luego, al emplearse en una
imprenta, conoció a quien sería su marido, el guitarrista-cantor Pablo Rodríguez, quien los
fines de semana recorría los pueblos cercanos para ganar algún dinero adicional con su arte.
Radicada en Buenos Aires, fue contratada para actuar en varios teatros, donde la descubrieron
gerentes de Radio Nacional (que más tarde se llamaría Belgrano), por cuya onda actuó durante
seis años. Al disco llegó el 15 de diciembre de 1927, grabando los tangos “Estampa rea” y “El
morito” para el sello Victor, con acompañamiento de guitarras. Grabó en total más de 240
temas para diversos sellos: el mencionado Víctor y también Odeon, Sonolux de Colombia, T.K.
y H y R. Actuó en radios y escenarios de todo el continente, alcanzando especial popularidad
en México, Colombia, Venezuela, Cuba, Chile y Brasil.
Simone perteneció a la rica generación de cancionistas surgidas a mediados de los años 20, un
grupo jamás emulado que señaló el comienzo de la historia de la mujer en el tango.
Relativamente para la misma época surgieron cantantes como Azucena Maizani, Rosita
Quiroga, Libertad Lamarque, Ada Falcón y otras, con tesituras muy diferentes. De entre todas
ellas, Simone se distinguió como la más universalmente tanguera. Con su equilibrio, su registro
de mezzo-soprano, su ritmo lento y su perfecta dicción adquirió las dimensiones de un
modelo.
Entre sus versiones antológicas pueden destacarse “La marcha nupcial” y “Milonga
sentimental” de 1932; “La última cita”, “Mía” y “Cuatro palabras” de 1933; “Esta noche me
disfrazo” y “Esquinas porteñas” de 1934; “Será una noche” y el vals “Náufrago” de 1936;
“Milonga triste” de 1937; “Abandono”, “Caricias”, “Carnaval de mi barrio”, “Vieja amiga” y
“Media vida” de 1938; “Claudinette” de 1942; “Barrio de tango” y “Garúa” de 1943, y “Cada
día te extraño más”, “Verdemar”, “Motivo sentimental” y “Otra noche” de 1944. Simone fue
acompañada en sus grabaciones, y en diversas emisiones radiales, por integrantes de la
Orquesta Típica Victor, por el Trío Típico dirigido por Sebastián Piana, por la orquesta de Juan
Carlos Cambón, por la de Cristóbal Herreros en Colombia y por la orquesta de Emilio Brameri.
También grabó con las orquestas de Franciso Lomuto y Adolfo Carabelli.
Tita Merello:
Tita no necesitó crear un personaje. En sus más de setenta años de trayectoria artística,
simplemente recurrió a expresar, los matices de su propia vida, entregando al público lo
peculiar de su personalidad.
No tuvo maestros. Tuvo abandono temprano, calle y tristeza, donde forjó la prepotencia que la
caracterizó toda su vida, fiel reflejo de los papeles que le tocó interpretar en el teatro y en el
cine. No nació para cantar. De joven decía con humor tangos reos. Más adelante, a medida que
su repertorio se fue ampliando, al intentar sostener las notas, desafinaba. Pero tenía ángel y
era aceptada por su público, tanto es así, que de varios temas realizó creaciones inolvidables y
de tal magnitud, que ninguna otra cantante se atrevió a incluirlos en su repertorio sin salir mal
parada.
El tango “Arrabalera” —del film del mismo título, basado en la obra teatral de Samuel
Eichelbaum Un tal Servando Gómez—, “El choclo”, “Se dice de mí”, “Pipistrela” y “La milonga y
yo”, que fuera creada especialmente para ella por el autor y compositor Leopoldo Díaz Vélez,
también para una película, son emblemas de su repertorio.
Bajita, morocha, de bellas piernas, labios gruesos y sensuales, y ese gesto de mirada insinuante
y provocadora, de quien todo lo sabe y todo lo ofrece. Esa era ella y su personaje. Y así fue.
Buscó todo con rabia, exultante, consiguió muchas cosas, pero también perdió.
Fue registrada como Laura Ana Merello, nacida en la calle Defensa 715, el 11 de octubre de
1904. Hija de Santiago Merello de profesión cochero. Extrañamente no figura en su partida el
nombre de su madre. Cuatro años más tarde una muchacha uruguaya llamada Ana Gianelli o
Ganelli, se reconoce como su madre en la misma partida de nacimiento. Su padre ya había
fallecido con sólo 30 años de edad.
«Yo conocí el hambre. Yo sé lo que es el miedo y la vergüenza.», con estas frases comenzó el
relato de los duros momentos vividos en el asilo donde pasó sus primeros años.
«Mi infancia fue breve. La infancia del pobre es más breve que la del rico. Era triste, pobre y
fea». Ya más grande, declaró sin pudor, «Haber hecho la calle».
Llega al escenario al enterarse que se necesitaban coristas en un teatro cercano el puerto, de
esos característicos que vemos en las películas, frecuentado por marineros y gente del bajo
fondo. En este momento viene a mi memoria Marlene Dietrich, aquella alemana bajita,
sugerente, de hermosas piernas y desenfadada, los mismos atributos que la Merello, en el
film El ángel azul donde intentaba cantar en un turbio cafetín y provocando el amor irracional
de un serio profesor.
Tiempo más tarde pasó a ser una vedette y la bautizaron La Vedette Rea. En esta condición
estrena la obra Leguisamo solo, creada por el director musical de la compañía, un italiano
acriollado amante del turf, Modesto Papávero, y resulta un notable éxito.
Un famoso crítico teatral que la conoció antes de los años '30 dijo de ella: «Es una de las
actrices más temperamentales, más fogosas y de carácter más fuerte de la escena nacional, a
la par que es muy pícara, muy rápida para las réplicas, muy inteligente, e interpreta los tangos
como actriz. Cada tango es una pequeña obrita de teatro».
Comenzó en el cine con el cine mismo. Aparece en la primera película sonora argentina
reconocida como tal, Tango, del año 1933. Otras posteriores apariciones suyas fueron de
«segunda damita joven», pero de personalidad opuesta a la primera actriz que hacía el papel
de cándida y con quien, en definitiva, se quedaba el galán, todo en un marco de comedia.
Pero cuando en 1937 filma La fuga se revela como actriz dramática, desconcertando a
productores y directores, por su naturalidad, su expresión y su desenvoltura.
Con el tiempo y en pleno desarrollo de sus éxitos actorales es requerida por el teatro, la
televisión y por la radio, medio, este último, en el que continuó hasta su vejez. Ya era Tita de
Buenos Aires.
Como cancionista llegó al disco en el año 1927, para el sello Odeon, con dos temas: “Te
acordás reo” (de Emilio Fresedo) y “Volvé mi negra” (de José María Rizzuti y letra de Fernando
Diez Gómez). En el año 1929 pasa a la Victor donde graba 20 temas, destacándose “Tata
ievame p'al centro”, “Che pepinito” y “Te has comprado un automóvil”.
Luego de un largo paréntesis vuelve a los estudios de grabación, en el año 1954, de la mano
de Francisco Canaro, siendo esta su época consagratoria. Allí surgen discos inolvidables como
“El choclo”, “Se dice de mí”, “Arrabalera”, “Niño bien”, “Pipistrela” y “Llamarada pasional”,
éste último dedicado a Luis Sandrini y del cual es autora.
En las décadas del sesenta y del setenta graba más de cuarenta temas, con las orquestas
de Carlos Figari y Héctor Varela.
Todo lo hizo con ímpetu arrollador. Fue mujer de muchos hombres, pero siempre reconoció un
solo amor, el del actor Luis Sandrini (fallecido en 1980), con el que vivió alrededor de una
década y quien luego la abandonara por una actriz más joven, Malvina Pastorino (fallecida en
1994).
«Mi mejor personaje es el mío. Una actriz dramática se llora a si misma cuando interpreta un
personaje teatral».
Obtuvo premios como actriz, pero lo más importante es el reconocimiento del público, que se
mantiene hasta la actualidad y que la consagró como un símbolo de la mujer del tango y de
Buenos Aires.
Rossana Falasca: (27 abril 1953 - 20 febrero 1983) - Humboldt (Santa Fe) Argentina
Su historia artística no difiere de la mayoría de las cancionistas del tango. En ella la excepción
fue su apresurado final en pleno auge, en un accidente automovilístico.
La música y el canto estaban en su casa, el padre Ado Falasca era sastre y cantor melódico,
actuaba en dúos y luego tuvo su propio conjunto. Cuando Chany —como llamaban a Rosanna
— cumplió los diez años, el papá advierte que canta muy bien, que no tiene voz de niña
chillona, que lo hace con una natural impostación. Muy pronto la incorpora a su grupo musical
y a las giras de los fines de semana por pueblos vecinos. Más tarde también, actúan en radio y
en canales de televisión de las provincias de Córdoba y Santa Fe.
El cine también aprovecha de su éxito, no con las características del treinta y el cuarenta
cuando el tango era lo central y todo giraba alrededor de alguna letra, su presencia es
requerida para compartir elencos con rostros de la televisión, con músicos melódicos y con
otros que hacían rock, teniendo el rol de hacer algún tema con sabor a tango.
Si bien no nació como cantora de tangos —llegó a él por casualidad— el tiempo la definió
como tal. Actuó en tres películas más, de esas rápidamente olvidables, pero un par de ellas con
buena repercusión de público en los países que había visitado en sus giras. También dejaron
un buen resultado económico. Fueron: Arriba juventud, en la que hacía pareja con un tal
Palolo, adolescente galán olvidado inmediatamente; Siempre fuimos compañeros (1972),
dirigida por el actor Fernando Siro, con el cantor pop Donald, que se hizo en la ciudad
balnearia de Mar del Plata (400 kms. al sur de Buenos Aires) y finalmente, en 1976, Te necesito
tanto amor, dirigida por Julio Saraceni y haciendo rubro con el cantante melódico Elio Roca.
Su carrera marchaba muy bien, asistía a todo festival que se hacía en la provincia de Buenos
Aires y cosechaba público. Más adelante forma parte de una movida que se llamó Cruzada
joven del tango junto a María Graña, Rubén Juárez, Reynaldo Martín y otros. Se trató de un
intento fallido de reinsertar el tango en los jóvenes.
Sus dotes para la canción ciudadana no presagiaban una revolución, un movimiento de
multitudes, pero su tono grave y cálido, su atrayente figura física y su personalidad superaban
cualquier desliz. Además, estaba en un período de formación.
En 1971 graba para el sello Diapasón acompañada por la orquesta de Luis Stazo, entre los
temas se destacan los tangos: “Amor de verano” y “Bajo mi piel”; el vals “Dos corazones”, el
éxito del momento “Balada para un loco” y el clásico “Sin lágrimas”. El mismo año, pero con la
orquesta de Lito Escarso y para el mismo sello registra “Rondando tu esquina”, “Más solo que
nunca” y “Madreselva”, entre otros.
En el año 1975 es contratada por la empresa EMI-Odeón, junto con la orquesta de Raúl
Garello, donde hace varios tangos clásicos, entre estos: “El último organito”, “Pero yo sé”, “La
última curda” y “Nostalgias”.
Por último, en 1982, con la empresa discográfica Polydor graba sus dos últimos larga duración
con el acompañamiento de Orlando Trípodi dirigiendo su orquesta y su cuarteto, entre otros
registros están, “Sur”, “El pañuelito”, “Bien criolla y bien porteña” y “La cumparsita”. Y fue en
ese mismo año que comenzó a correr el rumor de sus problemas de salud. En el mes de
noviembre la operan de una grave enfermedad. Enterada de las noticias publicadas dijo en un
reportaje: «¡No tengo cáncer!». Lamentablemente el mal avanzaba con rapidez.
Su última presentación fue en la tradicional Botica del ángel, de Bergara Leumann.
Alguien le ofreció una quinta en Don Torcuato —a treinta kilómetros de la Buenos Aires— para
que se repusiera. Fue inútil, allí falleció. Volvió muerta a su querido pueblo de Humboldt y allí
está su mausoleo y una calle con su nombre.
Unos diez años más tarde un señor bien mayor, cabello blanco, de hablar suave, se presentó
espontáneamente en un programa radial Siempre el tango. Era Ado Falasca, su padre. No quiso
reportajes, sólo venía a entregarme un casete con diez temas cantados por su hija. Pasaron
unos pocos minutos y se fue. Simplemente, era un respetuoso intento que no se olvidara el
nombre de su hija.