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XXVII Encuentro Latinoamericano sobre el

Pensamiento de Donald Winnicott

“Solo… ¡No puedo!”.

Autora: Lic. Adriana Graciela Mecca1.

APdeBA.
Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires.

Trabajo Presentado en APA - Depto. de Niños y Adolescentes “A. Aberastury” -


JORNADA ANUAL 2017 Adolescencia: "Romeo y Julieta entre el amor y el espanto" (13 y 14
de Octubre de 2017).

Donald Winnicott

7 de abril de 1896 - Plymouth, Devon, Inglaterra


28 de enero de 1971 - Gran Londres, Inglaterra

Frases de Donald Winnicott: Médico pediatra y psicoanalista inglés, autor de


"Escritos de psiquiatría y psicoanálisis" (1957), "El niño y la familia" (1957) y
"Realidad y juego" (1971).

“Para dominar lo que está afuera es preciso hacer cosas, no sólo pensar
o desear, y hacer cosas lleva tiempo. Jugar es hacer”.

“En el juego, y solo en él, pueden el niño o el adulto crear y usar toda la
personalidad, y el individuo descubre su persona solo cuando se muestra
creador”.

1
adrianamecca@yahoo.com.ar – Dpto. N y A – APA.
El paciente M., de 12 años, fue derivado a tratamiento psicopedagógico clínico con
diagnóstico de Debilidad Mental. Su padre manifiesta preocupación por las “crisis” de
agresividad, ante situaciones que le provocaban frustración o desagrado. Se dispersaba
mucho y deambulaba. Los padres se separaron cuando él tenía 4 años. Vivió con su
madre y dos hermanas adolescentes hasta los 11 años, momento en que el padre se lo
lleva a vivir con él y su esposa actual (que rechazaba a M.) y dos hermanitas de 2 años y 6
meses.
Cuando lo conocí, se presentó con las conductas inherentes a un débil mental, con
respecto a la forma de hablar, de mover los brazos y manifestando cierta dificultad
fonoarticulatoria, las que han ido desapareciendo en el transcurso del tratamiento.
Durante dicha sesión, manifestó que le gustaba jugar a las adivinanzas y realizó la
siguiente: -“Un chico, “ootoo” chico, no yo eh!!, que pasa por el agua y no se moja y pasa
por el fuego y no se quema ¿”qué” es?...” y respondió: - “La Sombra”. En la escucha, me
pareció relevante que se refiriera a “un –ooootooo- chico” y en la pregunta se interroga por
el “qué” y no por “quién”…es. Y en la respuesta, pude escuchar “qué” es M., “La sombra”
de quién-quienes??, él parece sentirse así… “no siendo”, no “es”, no habitando en su “ser”.
Frente a los objetos de conocimiento, se angustiaba, aumentaba su ansiedad, se
tensionaba y experimentaba una muy baja tolerancia a la frustración; lo cuál se vincula con
la relación objetal y la respectiva presentación de objeto desde la teoría de Winnicott. Al
respecto, los mismos, se le han ido presentando gradualmente y en la medida de sus
posibilidades, que constituía el momento casi justo para que él mismo pudiera crearlos,
dentro del dominio mágico, omnipotente de su mundo interno y así, iría viviendo breves
experiencias de ilusión a la vez que se iban graduando y aumentando experiencias que
representaban una menor adaptación a sus necesidades para que fuera creciendo en él la
recurrencia de experiencias de desilusión, enriqueciéndose con fragmentos del mundo
externo cada vez más objetivo; proceso básico en la línea de desarrollo, que va de lo
subjetivo a la objetividad y la psicoterapia es un espacio que ofrece la posibilidad de
favorecer el completamiento de experiencias, proceso que se fue desplegando a lo largo
del tratamiento.
M., utilizaba una camioneta de plástico desarmable, como su objeto transicional más
significativo, por medio del cual desarrollaba sus juegos y me asignaba roles que yo
desempeñaba y a través de los mismos iba introduciendo modificaciones para ayudarlo a
resolver algunos de sus conflictos más angustiantes, como son: el desarmarse, la
regresión a estados de no integración, el caer para siempre; la separación, el abandono y
la pérdida de objetos importantes de amor; y sus imposibilidades de un ego débil al cual le
costaba organizar y catalizar ciertas experiencias traumáticas que ha vivido, de privaciones
del medio ambiente. Así, al jugar, podía manipular fenómenos exteriores al servicio de sus
fantasías, y también investirlos de gran significación a través de las mismas; de tal manera
podía exteriorizar las fantasías de su mundo interior, comunicar lo que sentía, lo que
pensaba, lo que imaginaba; en definitiva, lo que le pasaba; y por medio del juego y su
respectiva manipulación de objetos y situaciones externas, podría ir enriqueciéndose su
realidad interior y así también, se podía esperar que pudiera ir resolviendo los profundos
conflictos que lo aquejaban.
Al principio, M. manifestaba mucha desconfianza de la terapeuta, dado que por
transferencia proyectaba el tipo de vínculo que había establecido con los adultos hasta el
momento. Para lograr ese sentimiento tan importante de “confianza básica”, me ofrecí
como un objeto, tal vez, también transicional: armado, entero, seguro, tranquilo, dulce a
veces, y otras, cuando era necesario más firme y limitante; de todas formas, me ofrecí
como objeto continente, sedante, afectivo, sostenedor, características que se transfirieron
al espacio terapéutico, que se convirtió en uno digno de confianza para él, para comunicar
sus elementos no integrados, incoherentes; y yo lo esperaba, sosteniéndolo, para que al
aparecer por vía regresiva la dependencia, la utilizáramos para permitirle el desarrollo que
parecía haber quedado inconcluso.
En una sesión en que M. deseaba llevarse un lápiz del consultorio y manifestando
conocer las normas del tratamiento de no poder “llevarse” las cosas del mismo, ante mi
negativa y mediando alguna explicación para reforzar las normas del encuadre, él
comenzó a jugar que se “desarmaba” como “desinflándose”, tirándose sobre mí y
rogándome que le permitiera llevárselo. Lo sostuve con mi cuerpo y mis brazos,
pasándolos por debajo de sus axilas, él se colgaba como un bebé expresándome su
profundo afecto hacia mí. Le manifesté que si él pensaba en mí cuando no estaba en la
sesión, en lo que hacíamos y conversábamos juntos, podría darse cuenta de que me
llevaba en su interior porque yo estaría con él cada vez que pensara en mí y me recordase
y así, nunca nos “perderíamos”, que lo usaría cuando volviese… y poniendo el lápiz en el
lapicero, se retiró sonriéndose.
Así, se ha ido creando un espacio de juego en el cual aparece la regresión a la
dependencia, la que dejo emerger, para trabajarla en el marco psicoterapéutico, bajo el
dominio de los mecanismos de proyección e introyección, que funcionan mejor cuando el
ego, más fortalecido, puede organizar la experiencia y enriquecerse el mundo interior del
paciente. Aquí, puede observarse la importancia del consentimiento de las fases de
dependencia que aparecen a través de la vía de la transferencia. Resultando un elemento
más, regresivo de M., que se tomó en la clínica y se le permitió su desarrollo, que en la
recurrencia de dichas experiencias irían completándose a la manera winnicottiana. La
misma pudo surgir, porque dejé que las cosas siguieran su curso, esperando a ver qué
traía en cada sesión, sosteniendo hasta los silencios.
En dicho contexto, y ante el advenimiento de fin de año y los proyectos para las
vacaciones de verano, su papá y la esposa actual, deciden entre ambos viajar con las
niñas y M. a la costa, sin que mediara una conversación previa al respecto. M., se
angustió mucho y trajo su preocupación al tratamiento, explicitó su enojo por no haber sido
partícipe de la decisión, y argumentaba no poder separarse del espacio terapéutico que se
había iniciado hacía muy poquito tiempo y en el cuál comenzaba a encontrar un espacio
de contención, en donde se sentía escuchado y en donde él tenía un lugar, “su” lugar.
Me pidió que fuera yo quien les dijera a sus padres que no realizaran dicho viaje, él
fantaseaba con quedarse solo en la casa, lo cual no podría posibilitarse dado que no tenía
con quién quedarse, ya que se iba toda la familia. La madre tampoco quería llevárselo con
ella. Ante tal imposibilidad, ya que la esposa del papá era extremadamente inflexible, ante
los deseos de M., éste en un acto totalmente impulsivo, salíó de la silla y tirándose al piso
del consultorio, comenzó a torsionar una cadena de plata que llevaba en su cuello, hasta el
punto tal en que se le hinchaba la vena del mismo y su cara y cuello se sonrojaban; y con
muchísima rabia, impotencia y tensión gritaba: - ”¡Yo no me voy de acá!!!, ¡¡nadie me saca
de acá!! ¡¡¡ porque yo me matooo… me voy a mataaar…!!!. Acto seguido, y viendo la
situación, salí de mi asiento, y me tiré al piso con él, lo tomé en mis brazos, él depuso su
actitud, se colocó en posición fetal, abrazado a mí y yo sosteniéndolo así en mis brazos lo
mecía como si fuera un bebé, al tiempo que le manifesté la importancia que para mí tenía
su persona, su vida y su ser; le hablé de todos sus aspectos positivos y valiosos, del amor
que se había construido en su interior y que desplegaba en el vínculo terapéutico. Le
expliqué que lo recuerdo cuando pienso en él, manifestándole que lo sostengo, que él es
reconocido por mí y sigue siendo en una “continuidad existencial” en tanto que es objeto
de mi preocupación. Así, pude “sostenerlo” y él pudo “integrarse” a través de reflejarse en
mí, ofreciéndome como objeto muchas veces silencioso pero “presente”; y él empezó a
evidenciar que iba integrándose en él mismo y que empezaba a experimentar y a expresar
el sentimiento de: “Yo soy”, “yo existo” y “estoy aquí”, en tiempo y espacio.
Aquella experiencia, había puesto en evidencia a ese niño suicidado por la falta de
continencia familiar, donde ninguna de las dos familias le dieron lugar para Ser, para que
pudiera desarrollarse y crecer.
Así, comenzó a trabajarse en el tratamiento, la unión-separación para poder
elaborarla; para que pudiera comprender y experimentar a través del vínculo terapéutico
que los objetos amados no se pierden por la aparente separación física, que se llevan
dentro… muy profundo, tanto como los que no lo son. Y a partir de dicha construcción y
trabajo terapéutico, el viaje pudo tener su lugar y M. pudo irse, sabiendo que volvería con
toda su experiencia acumulada durante ese mes en que no vendría a sus sesiones y en
las que al cabo de ese tiempo traería para compartirlas y a la vez trabajar sobre las
vivencias y fantasías que le hubiese provocado dicha separación.
A partir de aquí, se desplegaron juegos a través de los cuáles, M. pudo externalizar
sus experiencias traumáticas e incluir y aceptar una realidad que se basa en el
establecimiento de vínculos basados en la confianza, en el amor y en el respeto mutuos,
permitiendo la aparición y el reflejo, de la regresión a estados de no integración y la
autointegración a la que debió haber sido sometido para no morir de angustia al
enfrentarse a su fragmentado y solitario desarrollo emocional, mediante lo cual pudo
rearmarse en el transcurso del tratamiento.
Mediante el juego de encestar bolitas y ante el temor a la pérdida que emergía con
las bolitas entre los pelos de la alfombra, me pedía ayuda, yo lo “sostenía” en su angustia
ante sus fantasías de ahogo, y se desplegaba toda una escena de juego hasta re-
encontrarse y re-encontrarlas. También, sentados en posición de Buda, jugábamos a
pasarnos una pelota mediante la cual se establecía el conteo uno a uno, a la vez, que se
desplegaba en el espacio intersubjetivo entre ambos, con el objeto transicional, la pelota,
el juego del Fort-Da, poniéndose en juego la relación objetal y la de unión-separación para
poder fortalecer el desarrollo emocional y de los aprendizajes, tanto sistemáticos como
asistemáticos.
El marco terapéutico, ofreció la seguridad para que pudiera establecerse un vínculo
de confianza cada vez más sólido, en un espacio transicional de juegos e interjuegos entre
el mundo interno y la realidad, con el respectivo enriquecimiento de ambos, que le permitió
a M. enfrentarse con sus fragmentos e integrarlos, porque fueron reflejándose en sus
juegos, en un espacio simbólico intersubjetivo entre paciente y terapeuta. Así, pudo
experimentar el sentimiento de “existencia” en un contínuo en el cual, le permitió
reconocerse siendo él mismo, íntegro, lo que le permitió enfrentarse con sus dificultades,
con lo que sabe pero también con lo que no sabe.

"La capacidad para estar solo se basa en una paradoja:


estar a solas cuando otra persona se halla presente". D. WINNICOTT.
- Bibliografía consultada:

- WINNICOTT, D. W. (1958) Escritos de pediatría y psicoanálisis,


Barcelona: Laia.

- WINNICOTT, D. W. (1965) El proceso de maduración en el niño,


Barcelona: Laia.

- WINNICOTT, D. W. (1971) Realidad y juego, Barcelona: Gedisa.

DESCRIPTORES: angustia de separación – confianza básica – espacio transicional –


juego - sostén – integración - ser.

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