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Josep Gustems, Caterina Calderón. (2002). Eufonía. [Versión electrónica].

Revista Eufonía 25

Enseñanza presencial y virtual en la educación musical

Josep Gustems
Caterina Calderón

La perspectiva de futuro de la enseñanza de la música pretende ofrecer a los alumnos, al igual que en otros estudios, la
posibilidad de elegir entre distintas modalidades de docencia: la presencial, la semipresencial, o la llamada enseñanza
virtual. La primera, ampliamente conocida por todos, implica el intercambio inmediato y directo entre profesor y alumno.
Las restantes, subsidiarias de las nuevas tecnologías, son un aprendizaje esencialmente escrito, asincrónico y diferido. Este
artículo pretende mostrar las ventajas e inconvenientes de estas modalidades de enseñanza en la educación musical,
especialmente en el ámbito universitario.

Palabras clave: Música, UOC, Cataluña, España, UNED, Educación musical, Educación

Eyewitness and virtual teaching in Music Education

The future of music teaching seeks to offer students the possibility of choosing between different teaching methods: the
classroom; the "semiclassroom" and the interactive. The first method is known by everyone and implies direct exchange
between professor and student. The remaining methods, which have appeared with the new techonologies, are essentially
written asyncronous and differed learning. This article aims to show the advantages and disadvantages of these teaching
modalities in musical education, especiallly in universities.

La enseñanza virtual

En los últimos tiempos se ha producido un renovado interés por la enseñanza virtual desde las instituciones educativas.
Buen ejemplo de ello son la creación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) con la propuesta de 11 titulaciones
superiores, o los cursos de música impartidos a través de Internet por las Universidades de la Rioja y Cádiz, entre otras. La
enseñanza no-presencial no es un método pedagógico nuevo, sino que tiene una larga tradición, como es el caso de la
Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), en la que se imparten estudios superiores desde hace varias
décadas. Entre sus características destacan, sin lugar a dudas, su enorme atractivo económico, las posibilidades que ofrece
el espacio intermedia, y las ventajas de espacio y de tiempo que supone, tanto para el profesor como para el alumno.

La enseñanza no-presencial o virtual supone, en comparación con la enseñanza tradicional, una ventaja económica ya que
no necesita de tantos profesionales para impartir las materias (un mismo profesor puede impartir más de un curso
simultáneamente sin el inconveniente de incompatibilidades horarias), no requiere personal para mantener las instalaciones
y, por supuesto, tampoco un aulario donde impartir la docencia.

Asimismo, el espacio intermedia proporciona al alumno la posibilidad de acceder a la información dada por el instructor de
manera ininterrumpida, de poder archivarla, grabarla y, si es necesario, poder editarla. Este medio facilita que los alumnos
puedan acceder a los ensayos y dudas planteados por sus propios compañeros y, a su vez, puedan mantener un diálogo
abierto y continuo con su docente. Además, esta modalidad de enseñanza facilita que el profesor pueda satisfacer el total
cumplimiento de los programas establecidos (ya que los calendarios son "virtuales" y se establecen de forma independiente
del ritmo de trabajo individual de cada alumno). Las evaluaciones sobre los contenidos curriculares pueden ser más
objetivas puesto que se realizan de manera totalmente anónima (el profesor muchas veces no conoce cara-a-cara a su
alumno) asegurando así la máxima ecuanimidad en las calificaciones de las pruebas.

Finalmente, quienes propugnan este tipo de enseñanza enfatizan las ventajas de que disponen los alumnos al poder cursar
las materias sin necesidad de desplazarse a los centros de enseñanza, la posibilidad de crear su propio horario de trabajo
en función de sus intereses y ocupaciones, y disponer de espacios como el "el campus global", "los fórums" o el "chat",
donde los alumnos puedan intercambiar opiniones, plantear dudas, acceder a la información de la universidad, etc. Los
partidarios de la enseñanza no-presencial argumentan que todas estas ventajas suponen, a priori, un enriquecimiento tanto
para los alumnos como para los profesores ya que ambos disponen de más medios, recursos y tiempo, lo que acaba
beneficiando a todos.

Los detractores de este tipo de método pedagógico destacan entre sus inconvenientes la utilización de una comunicación
diferida donde los diálogos suelen ser asincrónicos, sin reacciones gestuales, en un formato preferentemente escrito, y en
los que se potencia prioritariamente el trabajo individual más que el colectivo o el de grupos reducidos (Giménez, 1999).
En este contexto, el docente tiene un difícil papel de moderador y motivador a distancia que facilite la interacción, que
estimule el trabajo y que ayude a la construcción del conocimiento. Los componentes emocionales y de personalidad
propios del trabajo cooperativo, del aprendizaje vicario, de la competitividad, la solidaridad y la empatía de un aula
presencial son minimizados por el medio, que prima antes la adquisición de conocimientos o de habilidades. Otra de las
críticas a la enseñanza virtual es que, en algunas ocasiones, un profesor es quien escribe y organiza conceptualmente la
asignatura, mientras que otro distinto imparte la asignatura, cosa que provoca una cierta descoordinación. Finalmente, los
resultados académicos parecen respaldar la idea que el sistema no-presencial aún presenta algunas lagunas; por ejemplo,
la universidad con menos aprobados de España es la UNED ( 56,6%), frente al máximo del 90,3% de la Jaume I de
Castelló (La Vanguardia, 21-4-2001, pp. 39). Aunque estas cifras sean el resultado de una combinación de distintas
variables, no hay que olvidar las que están sujetas a esta modalidad de enseñanza.

La enseñanza presencial

Por otra parte, quienes defienden la enseñanza presencial enfatizan el valor intrínseco que supone este tipo de método
pedagógico, principalmente mediante la interacción entre profesor y alumnos, y la interacción entre iguales.

En el aprendizaje presencial hay que considerar dos procesos comunicativos: el denominado intercambio proximal y el
distal. El intercambio proximal es un proceso directo, cara-a-cara , recíproco e inmediato entre profesor y alumno. Este tipo
de intercambio no sólo le aporta al alumno información relevante de una determinada materia, sino que también le ofrece
la posibilidad de observar in situ formas o modelos de actuación. Según la PNL (Programación Neurolingüística), la
comunicación entre personas atribuye tanta importancia a los contenidos verbales como a los no-verbales: la postura
corporal, los movimientos, el color de la piel, el movimiento de los ojos, el vestuario, el olor corporal, la respiración... así
como las características de la voz (intensidad, tono, cadencia, volumen, velocidad, ritmo, timbre...), completan el
significado de las palabras empleadas (Falcón, 2000).

La comunicación bidireccional entre profesor y alumnos permite marcos de interpretación conjuntos, estimula a éstos a
participar y expresar sus dudas y preguntas, favoreciendo el pensamiento divergente y la presencia de incongruencias (que
quizás en un medio escrito no se plantearían), y ofrece una retroalimentación constante entre ambos, donde el primero
adapta el contenido al "público" que tiene y el segundo se adapta a la metodología del docente. Asimismo, permite al
profesor introducir elementos básicos en la educación musical como la improvisación en las actividades del aula, la
participación activa del estudiante a través de la discusión, la experimentación o el análisis, etc.

Por otra parte, el intercambio distal entre profesor y alumno se caracteriza por la selección y la estructuración, que realiza
el profesor, de los contenidos y materiales curriculares, así como de los escenarios donde se llevarán a cabo, de la
metodología elegida y de las actividades propuestas. Tanto el intercambio distal como el proximal son necesarios para la
construcción progresiva de los sistemas de significados compartidos entre profesor y alumnos (Onrubia, 1996).

Por un lado, en el aprendizaje presencial se establece una interacción comunicativa entre profesor y alumnos, donde el
profesor no sólo es el transmisor de una determinada información sino que también utiliza recursos para mantener la
atención y motivación de sus alumnos, ofreciendo su reflexión del tema descrito e, incluso, proporcionando puntos de vista
divergentes, todo ello gracias al fruto de sus años de docencia, experiencia e investigación, que enriquecen el contenido
que se pretende enseñar. Todos hemos conocido a maestros que no han sido simplemente transmisores de conocimiento
sino que también han sido mediadores activos en la construcción de nuestro saber; personas que -a veces ni tan siquiera
saberlo- nos han ayudado a despertar nuestra curiosidad por un tema determinado, nos han motivado a seguir estudiando
o a profundizar más en un tema; personas que han marcado un hito en nuestra trayectoria personal y que han sido
capaces de transmitirnos la satisfacción de aprender. Tal y como señala E. Morin (2000):

Enseñar que la información no es el conocimiento, y que el conocimiento exige esfuerzo,


atención, rigor y voluntad.

Por otra lado, el aprendizaje entre iguales favorece el surgimiento de procesos cognitivos compartidos a través de
instrumentos simbólicos como los sistemas de signos y símbolos (Vigotsky, 1979), el establecimiento de códigos orales y
escritos, la transmisión de la tradición y del conocimiento, el uso del diálogo en la construcción de los conceptos y normas
sociales, y las capacidades afectivas como: la formación del autoconcepto, la representación mutua, la creación de la
autoestima, así como la creación de atribuciones causales y expectativas implicadas en las condiciones intrapersonales del
alumno (Miras, 1996). Todos estos procesos ayudan al alumno a mantener sus objetivos, a proseguir sus estudios a pesar
de las posibles dificultades o pequeñas frustraciones que pueda encontrarse a lo largo de la carrera, a saber automotivarse,
a dejarse influenciar por el entusiasmo y esfuerzo de otros...

Tanto el proceso de interacción profesor-alumno como el aprendizaje vicario son componentes básicos del aprendizaje
presencial, en los que la comunicación verbal y no-verbal son elementos importantísimos. El primero de ellos -el lenguaje
verbal- favorece la autorregulación de las propias acciones, determina formas de mediación semiótica y representa un
elemento esencial en la construcción de nuestro conocimiento (Onrubia, 1996). El segundo -la comunicación no-verbal-
constituye otro elemento característico de este tipo de enseñanza que nos permite matizar el contenido de los mensajes y
adquirir habilidades de empatía e interacción personal más allá de los aprendizajes. Muchos contenidos expresados en el
lenguaje no-verbal forman parte de las actitudes y del desarrollo del llamado currículum oculto. Ambos tipos de
comunicación son esenciales en la elaboración y reconstrucción de nuestro conocimiento experiencial. Tal es así que
Jacques Delors afirma (1999, p. 72):

Nada puede sustituir el sistema de educación formal. No hay nada que sustituya la relación de autoridad, y a la vez de
diálogo, entre profesor y alumno.

En el caso concreto de la música la interacción entre profesor y alumno, y la interacción entre iguales permite a los
estudiantes sentirse vinculados emocionalmente con sus compañeros, deshinibirse mediante la expresión personal y
mejorar su autoconcepto y seguridad mediante la aceptación por parte de los demás. Los procedimientos habituales en el
aprendizaje musical tienen que ver con informaciones provenientes de la propia ejecución, con la imitación de modelos
(aprendizaje vicario), con informaciones procedentes del control en los estados fisiológicos, y mediante la persuasión y
reestructuración racionales (Olivares, Méndez y Maciá, 1997, p. 116). El desarrollo de dichos procedimientos a través de la
enseñanza musical está directamente vinculada con las emociones, que condicionarán y potenciarán las experiencias en el
aula (Caballer y Giménez, 1995, p. 103). Para Serafine, la transmisión oral y la interacción que se produce en el aula de
música son esenciales para la enseñanza de la música debido a su propia naturaleza, que escapa a la adquisición mediante
libros o computadoras (Lacárcel, 1995, p. 54). La sensación de plenitud y confianza conseguidas en las actividades de
expresión musical colectivas hace que esas vivencias tengan un valor más allá del puro rendimiento académico. Otros
aportes del trabajo presencial pueden ser la superación del "miedo escénico" tan temido por los alumnos de música, el
desarrollo crítico con la ejecución propia y ajena, y la creación de una conciencia personal y colectiva con la que poder
compararse (Rogoff, 1993).

En nuestros días y en el contexto de la sociedad actual, la habilidad para comunicar y expresarse oralmente es también un
valor en alza. La inserción en el mundo social y laboral requiere que los estudiantes sean competentes para presentarse,
organizar y defender sus ideas (Del Río y Sánchez, 1996). Pero si bien a hablar aprende cualquiera, no cualquier forma de
hablar se aprende de forma espontánea: el aprendizaje de los géneros más formales como el debate, la entrevista o la
exposición difícilmente se aprenden sin entrenamiento y práctica guiada (Ruiz y Tusón, 1995). Lo mismo acontece con la
educación musical: en este sentido, la presencialidad es el medio por excelencia donde el aprendizaje por imitación de
modelos musicales puede efectuarse con mayor éxito.

En los últimos tiempos algunas políticas universitarias han fomentado la dedicación prioritaria de los alumnos en la elección
de su primera carrera, con la finalidad de no malgastar recursos -penalizando mediante un incremento de las tasas la
rematriculación de asignaturas o la realización de segundas carreras-. Este sistema ha beneficiado principalmente a los
universitarios más jóvenes que en su formación inicial disponen de tiempo suficiente para dedicarse preferentemente a
estudiar. Ante este "público" cabría preguntarse si es necesario un método de instrucción en el que una de sus máximas
ventajas sea el ahorro de tiempo, tiempo que por otra parte parece disponer este colectivo de alumnos. Además de los
conocimientos teóricos de su profesión, los estudiantes necesitan formarse en aspectos actitudinales, procedimentales y
otros más sutiles, como el currículum oculto, difíciles de incluir en una enseñanza a distancia. Los alumnos más inexpertos,
pues, serían los menos beneficiados de un sistema de enseñanza totalmente virtual.

Otro caso distinto son los alumnos de formación continua o de tercer ciclo, que por lo general, debido a su edad,
experiencia y circunstancias (estudian para tener más oportunidades de encontrar un trabajo, para promocionarse dentro
de su profesión, o como formación complementaria...) serían los más beneficiados de un sistema virtual, ya que disponen
de menos tiempo libre y ya conocen suficientemente su profesión. Este colectivo -mucho más heterogéneo que el anterior-
es quien nutre principalmente la UNED, la UOC o las propuestas semipresenciales (sin olvidar, naturalmente, las personas
que viven en áreas muy alejadas de los centros universitarios).

Conclusiones: "Por la presencia de la razón, o por una razonable presencia"

Queda claro que tanto la enseñanza presencial como la virtual tienen sus ventajas y sus inconvenientes, por lo que quizá la
solución sea racionalizar la presencialidad, es decir, proponer una combinación de ambos sistemas, de forma que se
optimicen los recursos y el tiempo de dedicación a las materias. Si la presencialidad se limita -como en demasiados casos-
a un mero dictado de apuntes, su sustitución por la lectura de documentos "colgados en la red" es fácilmente justificable.
Pero esa decisión no puede ser generalizable a todas las materias, especialmente aquéllas en las que la imitación de
modelos, la corrección, el debate, el análisis en vivo, la participación colectiva y la comparación entre iguales, sean las
actividades más valiosas de la clase (Baget, 1995). La educación musical aporta numerosísimos ejemplos de ello: el canto,
la técnica vocal e instrumental, el conjunto instrumental y vocal, la danza, la didáctica de la música... materias donde los
contenidos procedimentales y actitudinales tienen un relieve superior a los aspectos conceptuales.

A nuestro entender, la enseñanza presencial o no-presencial es una metodología de trabajo;la aplicación de una u otra para
mejorar el sistema debe decidirse mediante un extenso y profundo debate entre todas las partes implicadas (profesores,
alumnos, expertos, gestores...). No estamos ante un nuevo "retablo de las maravillas" sino ante una propuesta de trabajo
que intenta racionalizar el tiempo y la actividad de las personas para hacer que la Universidad pueda seguir siendo un
modelo científico, técnico y humano. Como señala Corbí (2001), los avances tecnológicos no deben forzarnos a
desprendernos de aspectos tan importantes como la calidad de vida y la calidad de relación humana. La universidad, como
su nombre indica, debe ser un modelo de convergencia en un marco de diversidad; respetando la pluralidad y potenciando
el apoyo mutuo en esa maravillosa tarea conjunta que es la reconstrucción del conocimiento.

Y esta tarea, requiere algo más que nuestra presencia...


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