Está en la página 1de 7

https://www.educaweb.

com/noticia/2020/04/21/ensenar-tiempos-pandemia-19145/

Enseñar en tiempos de pandemia


Susana Diez de la Cortina,

Filóloga y profesora de Lengua y Literatura de Educación Secundaria en N.S. Loreto, y


directora académica de AulaDiez español online (Madrid)

21/04/2020

Nuestras aulas, hace unos años, se llenaron de pizarras digitales y


ordenadores. Las transparencias y diapositivas fueron barridas por
presentaciones y audiovisuales multimedia que permitían un mayor grado de
interacción de los usuarios con los materiales didácticos. No obstante, en el
fondo, la tecnologización de la enseñanza consistió en un cambio de medios,
no de métodos, ya que los fundamentos de nuestro sistema de educación
presencial seguían siendo los mismos. En el aprendizaje de una lengua, por
ejemplo, el clásico método de gramática y traducción no deja de serlo por utilizar
un diccionario digital en lugar de uno de papel. La enseñanza tradicional,
basada en el método deductivo y, parcialmente, en el inductivo[1], se
caracteriza en esencia por: 

 el estudio (de la gramática, la historia, etc.)


 el uso de la lengua escrita
 el aprendizaje memorístico

 
Esto es lo que se suele fomentar desde las aulas. A partir de la segunda mitad del
siglo pasado, con los enfoques estructuro-conductistas típicos del método
inductivo (más centrado en procesos de estímulo-respuesta enfatizados por la
retroalimentación y el refuerzo) se introducen ejercicios mecánicos, de repetición,
que evitan un exceso de explicaciones teóricas previas, y que parten del supuesto
de que los alumnos aprenden "automáticamente" tras haber realizado un número
suficiente de ejercicios. Todos ellos se sustentan de modo general en:

 el aprendizaje como creación de hábitos


 el uso de la lengua oral
 la introducción del contexto

 
Finalmente, los enfoques por tareas, que se basan en la utilización de modelos
contextualizados, el trabajo con documentos auténticos y el aprendizaje dentro de
un sistema cultural integral, tuvieron también su entrada en nuestras aulas, pero
de un modo más bien testimonial. La enseñanza ha seguido siendo,
metodológicamente hablando, principalmente deductiva, con algunas trazas
inductivas y pequeñas pinceladas de transversalidad descritas –más que
incluidas– en el aprendizaje basado en competencias[2].
 
Sin embargo, nuestros estudiantes sí han cambiado su modo de aprender.
Son nativos digitales: la tecnología es parte de su vida, como para nosotros lo
era la luz eléctrica con respecto a la de nuestros abuelos y abuelas. Sus mentes
no conciben un mundo no tecnologizado, como las nuestras no concebían que
para lavarse hubiera que sacar agua de un pozo con una bomba de agua manual.
El acto de aprender, como el de lavarse, sigue siendo en esencia el mismo, pero
pretender que los nativos digitales aprendan por medio del estudio de libros de
texto, de la memoria y de la repetición es casi como pedirles que saquen el agua
de un pozo para lavarse.

 
"La enseñanza online favorece el acceso a los contenidos y las comunicaciones,
facilita el aprendizaje cooperativo y el intercambio, y al mismo tiempo permite la
individualización de la enseñanza-aprendizaje".

Adoptar un modelo de educación online, aun a causa de una pandemia, es una


oportunidad de acercarse más a nuestros estudiantes adaptando la didáctica.
Esta se ocupa, dentro de la Pedagogía, de establecer los procedimientos más
apropiados para garantizar la transmisión de los conocimientos: técnicas,
actividades, ejercicios, todo aquello que, en cada área, se entiende
como metodología.
 
Ahora bien, aunque la didáctica en ambientes áulicos es bastante distinta de la
que se aplica en ambientes virtuales, en ambos medios el educador, el conocedor
de la materia y el experto en realizar la transposición didáctica (el proceso que
va del "saber teórico" al "saber enseñado")[3], es el docente.
 
Lo que hemos visto estos días es que nuestros docentes, expertos sin duda en
sus asignaturas y en la didáctica de las clases presenciales, de la noche a la
mañana se han visto abocados a manejarse en esa otra didáctica online para la
que no todos estaban preparados, dejando ver, además, su propia formación
oculta: "las estrategias metodológicas y didácticas que se han ido sufriendo,
experimentando y asimilando a lo largo de la propia biografía, a partir de la
infancia, de los años de estudiante y que, cuando se es profesor o profesora,
pueden aparecer de forma inconsciente".[4]

Al igual que ocurre con los estilos de aprendizaje, donde lo presencial favorece lo
teórico y visual, esa formación oculta tradicional puede influir negativamente al
abordar la enseñanza online. Sin olvidar lo más importante: en la modalidad
online, el otro agente activo del proceso, el alumno, tiene que involucrarse libre
y voluntariamente en su aprendizaje, lo cual se opone al modelo de nuestras
aulas, basado en la autoridad y en la obligatoriedad.

 
La enseñanza a online consiste en un modelo "mediado", es decir, que utiliza el
ordenador u otros dispositivos como medio de comunicación e intercambio de
información entre personas: estudiantes y profesorado. Su éxito depende de
cómo estén ambos involucrados, pero también de los materiales didácticos, y de
un buen modelo pedagógico, basado en los principios de aprendizaje
activo, colaborativo, autónomo, interactivo, integral, con actividades o tareas
relevantes y creativas, y una evaluación continua y educativa.
 
Este modelo "mediado" de la enseñanza online favorece el acceso a los
contenidos y las comunicaciones; facilita el aprendizaje cooperativo y el
intercambio, y al mismo tiempo permite la individualización de la enseñanza-
aprendizaje: el estudiante ve aumentada su autonomía y controla su propio
ritmo y horario. Además, dado que el ordenador integra múltiples herramientas
(textos, imágenes, vídeos, audios) el alumno puede desarrollar a la vez diversas
habilidades a través de una gran variedad de ejercicios y actividades; estos
admiten la repetición según las necesidades del estudiante sin presiones externas,
y con ello reducen la inhibición, rebajan el miedo a intervenir y la ansiedad
producida por el temor a cometer errores.

 
La tecnología permite correcciones y feedback inmediatos y personalizados. Pero
también presenta ciertos riesgos: la dispersión, la sensación de soledad y la
de que el esfuerzo que debe hacerse es excesivo. El docente debe velar por
minimizar esos riesgos, tanto en grupo como individualmente: también para él
supone un esfuerzo nada desdeñable. Pasa a ser facilitador, orientador,
supervisor, moderador, examinador, motivador, evaluador, e incluso técnico de
soporte. Dispone de enorme libertad a la hora de poner ejemplos, dar
explicaciones, aclarar dudas, crear itinerarios didácticos, proponer tareas o
debates, etc. No obstante, esa libertad no se aviene con la rigidez de las
programaciones de aula y los libros de texto, ni es fácil dar continuidad y
seguimiento a lo que se venía haciendo en clase en una plataforma online. El
paso del aprendizaje en las aulas al online durante el confinamiento no
supone el paso del modelo presencial al virtual.

 
Una crisis como la que estamos viviendo a causa de la pandemia de COVID-
19 desde que se produjo el cierre de los colegios sin que hubiera, por parte de las
autoridades educativas, tiempo suficiente para poder establecer directrices o
elaborar un mínimo plan de acción, nos confronta precisamente con aquello que
no es esencial para poder realizar acciones tan elementales como lavarse o
aprender.
 
Yendo, pues, a lo esencial, en cualquiera de sus modalidades el proceso de
enseñanza-aprendizaje consiste en un intercambio de información y
habilidades entre personas (en el que, si es a distancia, debemos tener muy
presente la brecha digital que existe aún en el alumnado). Dichas personas son
en gran parte estudiantes en una etapa de escolarización obligatoria, y
profesorado poco experto en el manejo de medios virtuales; y la información que
han de intercambiarse viene contenida, básicamente, en libros de texto. Difícil
tránsito.
 
Cómo adaptar la enseñanza obligatoria presencial a un sistema online
 
Como docente con muchos años de experiencia en ambientes virtuales, tuve muy
claro desde un principio que el objetivo no podía ser un cambio en el
paradigma educativo, sino continuar, como fuera posible y manteniendo pautas
parecidas de trabajo, el curso presencial interrumpido por una angustiosa
emergencia sanitaria. A apenas un trimestre del final del año académico, ¿qué se
puede hacer para adaptar la enseñanza obligatoria presencial a un sistema
online?
 
La tentación, y lo más fácil, hubiera sido poner tareas y dejar que cada
estudiante se hiciera cargo por un tiempo de su formación como
autodidacta: continuar avanzando en solitario, cada uno con sus textos, separado
y en casa. Muchos profesores lo planificaron así en las dos primeras semanas de
confinamiento. Pero al ampliarse el periodo de alarma se vio la necesidad de
avanzar contenidos y evaluarlos.

 
 

"La tecnología aplicada a la educación permite correcciones


y feedback inmediatos y personalizados. Pero también presenta ciertos riesgos: la
dispersión, la sensación de soledad y la de que el esfuerzo que debe hacerse es
excesivo. El o la docente debe velar por minimizar esos riesgos".

En una situación de confinamiento, los materiales en soportes físicos no resultan


de utilidad para ello, porque no permiten la interacción. Lo prioritario, pues,
era buscar un canal y un espacio para esa interacción. El último día de clase
antes del cierre de los colegios había que tomar tres decisiones urgentes:
 

1. Determinar el canal de comunicación. Tras cierta confusión inicial, de


entre las múltiples posibilidades online, la mayoría de los docentes optó por
la más simple: el correo electrónico. El solo hecho de pedir a los
estudiantes anotar el email del profesor o profesora para facilitarle la cuenta
de correo con la que fueran a trabajar esos días permitía lograr dos cosas
importantes: la primera, mantener la interacción con todos y cada uno de
los estudiantes desde el mismo día del cierre; y la segunda, que fuera el
propio alumnado el que se involucrara, en lugar de tener que acudir a los
listados oficiales de los colegios, donde lo que aparecen son las cuentas de
casa o de los trabajos de los padres y madres.

2. Fijar el espacio de reunión que sustituya al aula, es decir, crear una


comunidad virtual que permita mantener la cohesión de los grupos, la
participación de todo el alumnado y un cierto ambiente de seguridad y, en lo
posible, de "normalidad" (sin olvidar lo angustioso de la situación sanitaria).
El tablón de una plataforma virtual (ya pública, como EducaMadrid, y de
libre acceso, como Classroom o Moodle) sirve como "pizarra" donde
realizar prácticas comunes. Por último, en un centro educativo hay
"pasillos", "patios de recreo" o "cantinas". Es tarea del docente procurar, en
lo posible, que la comunicación del alumnado con él sea lo más parecida a
esas breves entrevistas de pasillo (para explicar por qué no han podido
entregar una tarea a tiempo o acceder al aula virtual por unos días) de
forma privada; así como para favorecer momentos de distensión en el
grupo, como los que se producen entre los cambios de clase, o en el patio.
Un aula virtual no es un jocoso chat grupal, pero debería canalizar también
fórmulas para el descanso, la distensión y la jovialidad en el grupo.
 
3. Establecer los recursos didácticos. Dar continuidad al trabajo de clase
utilizando los libros de texto habituales sería lo obvio, pero ¿los tendrían
todos los alumnos? ¿Habrán tenido tiempo de llevarlos consigo o estarían
las cajoneras y taquillas llenas de fotocopias, manuales, cuadernos y libros
abandonados en la estampida? Y aunque la mayoría los tuviera consigo,
habría un porcentaje de estudiantes a los que el estado de alarma hubiera
dejado confinados en segundas residencias o pueblos, o con sus
progenitores no custodios en los casos de separación familiar, algunos
podrían estar enfermos…

Ante tal abanico de posibilidades, lo más razonable es unificar y hacer uso


de materiales específicos para esa situación, fáciles de manejar, responder
y evaluar. Porque no se trata de un problema de contenidos, de tan fácil
acceso en Internet: los datos se hallan a un clic de cada mano. Se trata
de salvar lo esencial: personas que se reúnen para pensar, colaborar,
compartir información. Se trata del debate, de las risas, de las bromas.
Eso es lo que estamos aprendiendo a valorar en estos tiempos de
confinamiento.

[1] Según los contenidos del programa Formación Online de Tutores de


Español (FONTE: 7§2).

[2] Orden ECD/65/2015, de 21 de enero, por la que se describen las relaciones


entre las competencias, los contenidos y los criterios de evaluación de la
Educación Primaria, la Educación Secundaria Obligatoria y el Bachillerato.

[3] Contenidos del programa Formación Online de Tutores de Español (FONTE:


7§2).

[4] J. Díaz-Corralejo (2004): Aportaciones de la Didáctica de las lenguas y las


culturas. En Vademécum para la formación de profesores. Madrid, SGEL.

También podría gustarte