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PROGRAMA

MAESTRIA EN DERECHO PENAL


Y PROCESAL PENAL

PRODUCTO No.02
Análisis de la Sentencia casatoria 413-2014 - Lambayeque

INTEGRANTES:

Jose Salazar Effio

DOCENTE:
Víctor Raúl Vivar Díaz

LIMA – PERÚ
Análisis de la Sentencia de la sentencia casatoria 413-2014- Lambayeque

I. ANTECEDENTES

práctica de
La Casación 413-2014, Lambayeque, es equívoca, ha dado lugar a la
un procedimiento no regulado por el CPP. Así, se habilita a la Fiscalía
Superior a sostener un objeto punitivo, no obstante que este extremo
quedó firme con la conformidad del Fiscal Provincial. Con ello se
afectan varios principios, centralmente el principio de congruencia
recursal, pues los jueces superiores se pronuncian respecto de un objeto
penal no impugnado por la Fiscalía Provincial, utilizando como vehículo
la pretensión impugnatoria del objeto civil interpuesta por el actor civil o
al agraviado.

II.ANÁLISIS CONCRETO DEL CASO

Configurado un conflicto punitivo, se materializa una contradicción entre: i) el


interés punitivo estatal expresado en la persecución punitiva, y ii) el interés
libertario expresado en la oposición o resistencia del imputado. Son intereses
contrapuestos: por un lado, se pretende el castigo del imputado; por otro, el
imputado se resiste/opone al castigo. Este conflicto debe ser resuelto, en un
Estado democrático de Derecho, en el marco de la ley procesal, configurada
desde la Constitución y la Convención Interamericana de Derechos Humanos,
conforme a derecho, única forma legítima de resolver el conflicto punitivo. Así, la
ley se erige en el límite al poder punitivo.

Sin embargo, el concepto poder punitivo presenta cierta indeterminación, y dado


que su resultado se expresa materialmente en castigo y dolor del imputado,
entonces existe necesidad de controlar su ejercicio para evitar cualquier atisbo de
arbitrariedad; empero, no se puede controlar lo etéreo, difuso o meras
abstracciones; solo se controla lo que tiene definición o materialidad; de ahí la
necesidad de determinar el modo como se configura el poder punitivo y su
ejercicio.

En efecto, el ejercicio del poder punitivo se concreta en actos específicos


realizados por personas investidas de titularidad punitiva, que ejercen el cargo de
fiscales y policías, y por personas investidas de jurisdicción para adjudicar
castigo. Los operadores punitivos están vinculados —conforme a su rol— al
ejercicio del poder punitivo y por ello expresan un interés punitivo estatal; pero,
ese interés debe tener cobertura legal, para controlar el desborde del pulsante
voluntarismo punitivo individual. Así se manifiesta la dimensión de la ley procesal
como límite garantía; y materializa la tensión entre la ley procesal como límite-
garantía para controlar la pulsión del poder punitivo.

La toma de posición para asumir como postulado, que el principio de legalidad


procesal opera como garantía límite, es central. En ese orden, es cuestionable
pretender encontrar el fundamento y la ratio de la persecución punitiva en la ley
procesal. La ley no es fundamento del proceso punitivo, la ley es su límite; la ley
es garantía limitante del proceso punitivo. Esta es la opción constitucional, y por
consecuencia, está prohibida la analogía fundamentada en la ley penal y en las
normas que restrinjan derechos, pues la ley penal no es fundamento sino límite.
En ese orden, el art VII, numeral 3, del Título Preliminar del CPP, establece la
prohibición de interpretaciones extensivas y de la analogía, precisamente porque
la ley penal no es fundamento sino límite; la ley penal solo es fundamento si
favorecen la libertad o los derechos del imputado. La ley procesal es una garantía
central; es un medio jurídico-institucional de Derecho Público que la Constitución y
la ley contemplan para hacer posible el ejercicio controlado del poder punitivo y el
ejercicio de los derechos y libertades de los imputados.

La garantía de la ley procesal —legalidad procesal— es el medio por


excelencia que los operadores jurisdiccionales aplican para impartir castigo.
La legalidad procesal modula la tensión contradictoria entre la pretensión
punitiva y la resistencia libertaría del imputado. Opera como una garantía
límite a la emotividad punitivista del operador penal, pues no se debe
impartir castigo fuera de un límite legal como contexto de garantía. La
emotividad de la “malas personas” o “buenas personas”, tienen un límite
infranqueable en la garantía de la legalidad penal. Son ajenos al proceso
penal, cualquier tipo de “emotividades punitivas”, “justicia mediática”,
“sentimientos de justicia colectiva”, “moralidades críticas”, “creencias
religiosas”, “justicia popular”, etc. Los jueces penales son nombrados
para decir derecho conforme a ley procesal penal, no conforme a sus
pulsiones o sentimientos intensificados por vivencias punitivistas, por más
intensas que sean estas.

En síntesis, la garantía del principio de legalidad procesal se constituye en


un estándar de racionalidad mínima para que los operadores punitivos
decidan con seguridad. En ese orden, el principio de legalidad recursal
especifica el principio de legalidad procesal; se erige en límite garantía para
el ejercicio de la acción penal con la interposición de la pretensión
impugnatoria. Por tanto, el proceso impugnatorio deberá sujetarse
estrictamente a los límites establecidos en la ley

Acumulación de pretensiones. Es necesario asumir procesalmente que en el

proceso común se conoce dos objetos: un objeto punitivo y un objeto civil. Estos

objetos tienen en común un mismo hecho histórico, empero, un enfoque jurídico

diferente: penal o civil determinante en la construcción de proposiciones fácticas

conforme a los elementos exigidos por el supuesto de hecho penal o civil, y con

efectos punitivos o resarcitorios. Esta acumulación de pretensiones principales

debe destacarse de inicio; no existe una relación de accesoriedad, subordinación

o alternatividad jurídica. Esa conexión entre ambas pretensiones se debe al mismo

hecho histórico; empero se diferencian en su “construcción jurídica en la

configuración jurídica de las proposiciones fácticas.


En ese orden, las partes se vinculan procesalmente a uno de los objetos; y, la
única forma de vincularse a estos objetos es conforme al interés y legitimidad
procesal atribuida por la Constitución y por la ley. El Ministerio Público ejerce por
mandato constitucional la legitimación constitucional del objeto punitivo; en efecto,
corresponde solo al Ministerio Público el ejercicio de la acción penal en los delitos
de persecución pública; no existe posibilidad de extender esa legitimación a otros
sujetos procesales, pues el artículo 159.5 de la Constitución prevé que

Corresponde al Ministerio Público (…) Ejercitar la acción penal de oficio o a


petición de parte” y está desarrollada en el art. 11 del Dec. Leg 052 la Ley
Orgánica del Ministerio Público, y establece que “el Ministerio Público es el titular
de la acción penal pública, la que ejercita de oficio o a petición de la parte
agraviada o por acción popular, si se trata de delito de comisión inmediato o de
aquellos contra los cuales la ley le concede expresamente.

Este dispositivo está desarrollado también en el art. IV del Código Procesal Penal,
que establece en el numeral 1 que “El Ministerio Público es titular del ejercicio
público de la acción penal en los delitos y tiene el deber de la carga de la prueba”,
nuevamente en el art. 60 del CPP, establece que “El Ministerio Público es el titular
del ejercicio de la acción penal, actúa de oficio, a instancia de la víctima, por
acción popular o por la noticia criminal”. En síntesis, el objeto punitivo es de
persecución exclusiva por el Ministerio Público, pues, es quien tiene el monopolio
de la acción penal.

Estructura de la pretensión impugnatoria. Por otro lado, es necesario remarcar que


la pretensión impugnatoria es una pretensión procesal, por tanto, participa de sus
elementos; en ese orden, la pretensión impugnatoria está compuesta por
elementos subjetivos y objetivos. Para el caso, es necesario sentar las bases de
los conceptos procesales que corresponden a los elementos objetivos. Los
elementos objetivos de la pretensión son: i) el petitorio y ii) los fundamentos o
agravios. La pretensión procesal se concreta, de manera excluyente, a dos
efectos: a) revocatoria, y b) nulidad. Cada efecto pretendido, debe tener
coherencia lógica con los fundamentos que lo sustentan. Los fundamentos —
agravios— que corresponden a un efecto jurídico son cualitativamente distintos a
los que corresponden al otro efecto jurídico; los fundamentos de una pretensión
de nulidad se sustentan en razones de invalidez de la relación procesal que
impide a los jueces pronunciarse sobre el mérito o fondo del proceso; los
fundamentos de la pretensión revocatoria, se sustentan en razones de valoración
probatoria, y su objeto es el mérito del proceso, y tiene como presupuesto la
validez de la relación procesal. Por tanto, es un error considerar que las razones
de una pretensión de nulidad puedan fundamentar una pretensión de revocatoria
pues son razones esencialmente distintas. Sin embargo, es una práctica
recurrente. La operatividad de los sujetos procesales ha desnaturalizado la
configuración de la pretensión impugnatoria, pues con frecuencia se propone de
manera alternativa, una pretensión de revocatoria o de nulidad con base en los
mismos fundamentos.

Legitimidad e interés impugnatorio. El proceso impugnatorio debe configurarse


como un debido proceso impugnatorio legal. Este proceso para ser debido –válido-
debe cumplir con requisitos de procedencia y admisibilidad expresamente
previstos en la ley penal. En ese orden, cuando se trata del inicio de un proceso
impugnatorio, requiere de una pretensión impugnatoria configurado en el contexto
de los presupuestos procesales y dentro del marco de los límites legales. Los
presupuestos procesales del proceso impugnatorio están referidos a: i) el interés
procesal o recursal, que se configura con la denominada voluntad
impugnatoria; ii) la legitimidad procesal o recursal, que habilita el proceso
impugnatorio, solo para quién afirme agravios con la resolución judicial de primera
instancia; iii) la delimitación del ámbito de competencia sujeto estrictamente al
ámbito de lo decidido por los jueces de primera instancia; iv) la propuesta en
forma de la pretensión impugnatoria, conforme a las exigencias legales previstas
en el art. del CPP; y v) la capacidad procesal de las partes.

Dos de los presupuestos legales de procedencia son: i) la legitimidad y ii) el


interés impugnatorio; así está expresamente previsto en el art. 404.2 del CPP, con
el texto siguiente: “El derecho de impugnación corresponde sólo a quién la Ley
se lo confiere expresamente (…)”; en ese orden, el art. 405.1.a) del CPP,
prescribe como requisito de admisibilidad que el recurso: “que sea presentado por
quién resulte agraviado por la resolución, tenga interés directo y se halle facultado
para ello”; por tanto, son exigencias normativas y no extensiones conceptuales
que realiza la dogmática procesal.

LEGITIMIDAD E INTERÉS IMPUGNATORIO DEL ACTOR CIVIL Y EL


AGRAVIADO

El actor civil tiene “facultad” para “interponer los recursos impugnatorios que la ley
prevé”, así se encuentra regulado en el art. 104 del CPP el art. 407.2 del CPP,
establece que “el actor civil sólo podrá recurrir respecto al objeto civil de la
resolución”; la legalidad es expresa y no existe duda que solo está habilitado para
impugnar ese extremo. Empero, es con la sentencia absolutoria o resolución de
sobreseimiento que el órgano jurisdiccional se pronuncia respecto del objeto civil;
entonces, obviamente corresponde impugnar la resolución de sobreseimiento o de
la sentencia absolutoria, pero en estricta correspondencia con la legitimidad
atribuida al actor civil, solo respecto del objeto civil.

Sin embargo, los problemas interpretativos se presentan con relación a los


alcances de la legitimidad del agraviado con la impugnación del sobreseimiento o
la sentencia absolutoria. El agraviado también tiene derecho para interponer
recurso de apelación contra la sentencia absolutoria, así está previsto legalmente
en el artículo art. 95 del Código Procesal Penal: respecto a los derechos del
agraviado en el inciso 1 literal “d” señala: el agraviado tendrá derecho a impugnar
el sobreseimiento y la sentencia absolutoria (…)”, claro está solo respecto del
objeto civil, dado que la legitimidad punitiva de manera exclusiva habilita
únicamente al Ministerio Público para que ejercite la acción penal. El agraviado no
tiene legitimidad para impugnar el objeto punitivo. Si bien es cierto, tiene el
“derecho a la verdad”, empero, este derecho no traduce necesariamente en una
sentencia condenatoria; es suficiente con una sentencia, cualquiera sea su
sentido, que exprese sus razones para efectos de realizar el derecho a la verdad.

Una interpretación literal podría hacer considerar que el agraviado tendría


legitimidad para impugnar incluso respecto del objeto penal. Empero, una
interpretación sistemática y conforme a la Constitución permitía superar cualquier
duda. Por imperativo constitucional, quien ejerce el monopolio de la acción penal,
dentro de los límites de la legalidad procesal es el Ministerio Público. En
consecuencia, ese ejercicio de la acción penal está delimitado en oportunidad y
tiempo; así el ejercicio de la acción penal tiene sus propios límites establecidos en
la configuración de los presupuestos procesales y los límites legales previstos en
la normatividad penal y procesal del art 339 del CPP.

En tal sentido, la Casación 353-2011, Arequipa, de fecha 04/06/2011, en su


fundamento 4.5, reconoce al agraviado legitimidad para impugnar una resolución
que dispone el sobreseimiento del proceso penal; asimismo, señala que “(…) se
advierte con claridad que el agraviado del delito se encuentra en condiciones de
ser un protagonista del proceso penal, encontrándose facultado por el Código
Procesal Penal para participar activamente en el desarrollo del proceso, siendo
necesario que el agraviado actué con todos los derechos y garantías que le
aseguran la satisfacción de su pretensión”, añadiendo que por ello se le faculta
a impugnar el auto de sobreseimiento y la sentencia absolutoria.
III.-CONCLUSIONES. -

La Casación desarrolla las facultades del actor civil en un contexto


acusatorio; así con relación que el Código Procesal Penal, señala a los
sujetos procesales legitimados para que este derecho pueda ser ejercido; y
enuncia las atribuciones del actor civil prevista en el art 104 del CPP,
precisando que también le son atribuidos los derechos que le asiste al
agraviado conforme al art. 95, entre otros, el derecho a impugnar el
sobreseimiento y la sentencia absolutoria. Además, se resalta el claro rol
protagónico que le corresponde al actor civil (Casación N° 353-2011-
Arequipa) En síntesis, se concluye que al actor civil le asiste el derecho de
apelar en resguardo de sus intereses, pues bajo ese contexto está
legitimado para impugnar la sentencia absolutoria.
.

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