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Manual de oración

Capítulo I

ÍNDICE

Introducción

¿Qué es orar?

¿Rezar es lo mismo que orar?

Cuántos tipos de oración existen

Quienes y porqué deben orar

Cuánto tiempo se debe orar

Nos oye Dios?

Qué pasa con la oración no respondida?

Tiempo para orar y tiempo para actuar

Capítulo II

Enseñanzas Pre-liberación

Capitulo III

Confesión de fe

Bendición a Dios

Para ser llenos del Espíritu Santo

Por malos pensamientos

Por maldiciones

Para perdonar a otros

Por pecados

Por pecados sexuales

Por pecados de ocultismo

Liberación individual o en grupo


Para ministrar

Por la acción de la Palabra

Rompiendo el linaje familiar

Estableciendo el reino de Dios

Por la mañana

Por los alimentos

**************************

Introducción

Hoy trataremos de arrimar la luz del Candelero sobre el tema de “la oración”, que no es otra cosa que:
“hablar con Dios”.

Trataremos de responder a las siguientes cuestiones y preguntas:

¿Qué es orar?

¿Orar es sólo pedir, o es algo más?

¿Rezar es lo mismo que orar? ¿Qué es rezar y qué es orar, sin son diferentes?

¿Porqué debemos orar? ¿Para qué? ¿No conoce Dios nuestras necesidades?

¿Porqué no se limita a obrar en nuestro favor sin esperar a que le tengamos que pedir nada?

¿Es posible que Dios oiga todas las oraciones?

¿Estará Dios, tan grande como es y existiendo problemas enormes en nuestro mundo, pendiente de las
oraciones de cada insignificante mortal?

¿Nos oye Dios? ¿Tienes tú la certeza de que Dios te oye?


¿Alguna vez Dios te respondió de manera milagrosa alguna petición que le hicieras?

Comencemos pues, la cuestión.

¿Qué es orar?

Alguien dijo que la oración es la elevación del alma a Dios para adorarlo, darle gracias, pedirle perdón o
misericordia, así como favores o mercedes. Pero dicho en lenguaje coloquial, orar es hablar. Hablar con
Dios. Buscar su rostro.

¿Orar entonces no sólo es pedir, sino algo más?

Sí. También es darle gracias. Alabarle. Adorarle. Interceder por otros.

¿Rezar es lo mismo que orar?

Rezar es, según el Diccionario de la Lengua Española, recitar la misa, una oración, etc. También dice:
Decir o decirse en un escrito una cosa.

Es decir, leer, aunque sea de memoria un escrito. Esto no tiene nada que ver con la oración que siempre
debe ser algo espontáneo. Fresco. Renovado.

Sin embargo, y por la tendencia natural humana de irnos hacia los extremos, los “evangélicos”
rechazamos las oraciones leídas. Sin embargo, para orar y hacerlo con eficacia debemos ser enseñados. Y
en ése tiempo, hasta que lleguemos a ser capaces de hacer con espontaneidad oraciones efectivas, quizás
sea necesario un manual sobre la oración, o lo que más frecuente hacemos, es imitar las oraciones de los
cristianos que nos rodean. Ambas cosas son útiles en nuestro aprendizaje, aunque hemos de aspirar a un
dominio de la oración que nos permita poder llegar hasta el Trono de Dios de manera espontánea y por
nosotros mismos. Recordemos la oración magistral que Jesús mismo nos dejó como “modelo”.

Se habla de oración de súplica, de perdón, de intercesión, etc.

¿cuántos tipos de oración existen? Y ¿Qué hay de las posturas o lugares en que debemos orar?
En realidad, orar es orar y podemos orar por muchas cosas, de muchas maneras y en diferentes lugares
pero considero que todo lo que sea desgranar, dividir en puntos y subpuntos teológicos la oración es
complicar un asunto que Jesús trató de simplificar y hacer muy sencillo, para que todos pudieran acceder
a la oración y no se entendiera que es algo místico, sólo para gentes elegidas.

Si yo oro y en mi oración pido perdón, estoy haciendo una oración de arrepentimiento, pero seguidamente
daré gracias a Dios por la sangre de Cristo que perdona mis pecados, y entonces ¿estaré convirtiendo mi
oración en otra diferente de acción de gracias?. No. Sencillamente estoy orando. Es decir, estoy hablando
con mi Padre celestial que me ama y desea lo mejor para mí. ¡Porqué complicar eso! Lo normal en las
oraciones del pueblo hebreo era la espontaneidad sin fórmulas esteriotipadas, y la Iglesia Evangélica tomó
ese modelo de oración.

¿Y el Padre Nuestro?

Esa fue una oración modelo, no para repetir como loros y hacerla nuestra única oración. Basta leer el
contexto de ese pasaje evangélico. Si no para enseñarnos cómo orar de forma sencilla, creyendo que Dios
es nuestro “Padre” bueno y no un mal emperador romano. Repetimos que los modelos de oración son
buenos y necesarios “hasta que” aprendemos a orar con espontaneidad y eficacia.

¿Quiénes y porqué deben orar?

Los cristianos y por necesidad. “Si no tienes este espíritu filial nadie puede ser cristiano”. (Esto lo dice el
Diccionario Bíblico Evangélico Vila-Santamaría)

Los hijos tienen necesidad de relacionarse con su Padre. No sólo para sacarle los “cuartos”, sino por
amor.

La oración nunca es una imposición, sino una necesidad y un placer.

Los que no son hijos de Dios no tienen derecho de orar esperando favores de Dios.

Sólo hay una oración que Dios recibe de quienes no son sus hijos, y es la del pecador arrepentido.

¿Cuánto tiempo se debe orar?

Todo el que necesites. Pero recordando que la eficacia de la oración no depende del tiempo que ores.

No obstante, hay pasajes que nos hablan de tres veces al día, otros que nos hablan de orar por la noche, y
otros de orar sin cesar. Yo he oído a predicadores que debemos orar cuando menos el diezmo de nuestro
tiempo. Es decir, si el día tiene 24 h. Debemos orar cuando menos 2, 4 h. Lo que equivale a dos horas y
cuarto diarias.

Yo vuelvo a decir que la oración no es una imposición, y cuando la convertimos en eso, la oración pierde
su sentido. Porque deja de ser espontánea y, por consiguiente, sincera. Quienes tal hacen, convierten la
oración en una carga pesada, difícil de llevar. En esto, como en otras muchas cosas, necesitamos la
dirección del Espíritu Santo. Aunque también, necesitamos un buen oído espiritual y una buena dosis de
humildad y obediencia a esa dirección para no caer en orar sólo cuando “lo sentimos”. Porque entonces
no oraremos nunca, ya que nuestro viejo hombre carnal nunca tiene ganas de orar. Así que los
sentimientos no son buenos consejeros, para fiarnos de ellos. Esto quiere decir que necesitamos algo de
disciplina, de control sobre nuestra carne, pero sin convertirla en esclavitud.

Cuando, con sinceridad, buscamos el rostro de Dios y oramos al Padre con sencillez de corazón, unas
veces lo haremos por pocos minutos. Otras, en cambio, por oras. Y aún por días enteros, o noches,
estaremos orando.

¿Para qué? ¿No conoce Dios nuestras necesidades? ¿Porqué no se limita a obrar en nuestro favor sin
esperar a que le tengamos que pedir nada?

Dios es soberano y él ha querido que oremos, o sea, que mantengamos relación continua con él. Quizás
para no olvidar nuestra dependencia de Él. Además, ha condicionado ciertas bendiciones a la oración.

Por ejemplo: la liberación de ciertos demonios (Mateo 17:18-21; 21:22)

De la batalla espiritual hablaremos más adelante.

¿Es posible que Dios oiga todas las oraciones? ¿Estará Dios, tan grande como es y existiendo problemas
enormes en nuestro mundo, pendiente de las oraciones de cada insignificante mortal?

Algo que impresiona cuando estudiamos sobre la oración en el pueblo de Israel, es la plena confianza que
este pueblo tiene en que Dios le oye y responderá sus oraciones. Confianza que tienen basados en la
revelación de Dios en su Palabra.

Los reyes de la tierra, los políticos, etc. Están limitados en lo que pueden hacer y, por consiguiente, hacen
su propia escala de valores y prioridades para atender aquellas cosas que ellos consideran más
importantes y desechan el resto. Pero Dios es “Dios” y él no está limitado por nada ni nadie y puede
atender al mismo tiempo tanto los asuntos que nosotros consideramos importantes como los que
consideramos menos importantes. Las escalas de Dios no son las nuestras. Y él ha prometido responder
nuestras oraciones cuando dijo: ¡Clama a mí y yo te responderé! (Jeremías. 33:39). ¡Los ojos del Señor
están sobre los justos y atentos sus oídos al clamor de ellos! Salmos 34:15.
Pero ¿Nos oye Dios? ¿Tienes tú la certeza de que Dios te oye?

¡Sin duda!. La misma que pueda tener cualquier israelita, o más aún. Porque ellos oraban sobre la base de
sus méritos personales, y nosotros lo hacemos sobre la base de los méritos de Cristo, el Hijo de Dios que
tomó nuestro lugar en la Cruz del Calvario y que nos autorizó a orar al Padre en su nombre
asegurándonos que cualquier cosa que pidiéramos en él, Dios nos la concedería.

¿Total seguridad entonces?

Total. De manera, que muchas veces oramos, no pidiendo, sino dando gracias de antemano por lo que
creemos que vamos a recibir.

¿Alguna vez Dios te respondió de manera milagrosa alguna petición que le hicieras?

Muchísimas. Puedo contar por ejemplo cuando viviendo en Villamartín nos quedamos sin tener para
comer.

Cuando Dios sanó las dos perforaciones pulmonares que sufrí en el año 1986.

¿Qué pasa con las oraciones no respondidas?

¿Porqué ciertas oraciones no reciben respuestas?

Existen diversas causas que pueden hacer que una oración no sea respondida, como por ejemplo, lo que
decíamos al principio: Los que no son hijos de Dios no tienen derecho de orar a Él esperando recibir
bienes de Dios.

También los cristianos pueden poner obstáculos a sus oraciones como el tener problemas matrimoniales
(1ª Pedro 3:7). Amen de que los tiempos de Dios no son los nuestros y la respuesta a nuestras oraciones
puede retrasarse hasta años como en el caso de Daniel. A demás de que debemos tener en cuenta la
soberanía de Dios que puede no responder nuestras oraciones, por no ser de acuerdo a su voluntad o
propósito (1ªJuan 5:14), o no ser bueno para nosotros.

Tiempo para orar y tiempo para actuar

“Entonces Jehová dijo a Moisés: ¿Porqué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen”. (Éxodo.
14:15)
“Entonces Jehová dijo a Moisés: ¿Porqué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen”. (Éxodo
14:15).

En ningún libro de la Biblia se ora por los muertos.

Hay que orar por los líderes:

“Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los
hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente
en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual
quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad”. (1ª Timoteo 2:1-3)

Capítulo II

Enseñanzas Pre-liberación

La Biblia enseña:

“Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el
dragón y sus ángeles.” (Apocalipsis 12:7).

Es difícil para nosotros entender ésta batalla que se desarrolla en el ámbito espiritual. ¿Cómo pueden
luchar seres que no pueden morir? ¿Cómo lo hacen? ¿Cómo se conquistan unos a otros? ¿Porqué luchan?

La respuesta, obviamente, la hayamos de nuevo en la Biblia, no en nuestra imaginación.

Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los
gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.”
(Efesios 6:12).

Este pasaje nos enseña que nosotros estamos involucrados en la batalla espiritual que se desarrolla en los
cielos, o “regiones celestes”. Más bien somos el blanco de esa batalla. Por decirlo de manera que se pueda
entender con facilidad, la lucha de los poderes espirituales, tanto de un lado como del otro, es por el
control en la tierra. El control de la humanidad.
Los motivos de uno u otro bando son bien distintos.

El misterioso plan de Dios ha sido dado a conocer:

“Dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cuál se había propuesto en sí


mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las
que están en los cielos como las que están en la tierra.” (Efesios 1:9-10).

Sin embargo, satanás el “adversario”, se opone al cumplimiento de éste propósito divino. De ahí, la
guerra espiritual.

¿Qué pintamos nosotros en todo esto?

Dios nos ha escogido, por su gracia, para dar a conocer la multiforme sabiduría de Dios al mundo
espiritual:

“A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre
los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, y de aclarar a todos cual sea la
dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas; Para que la
multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada conocer por medio de la Iglesia a los principados y
potestades en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro
Señor”. (Efesios 3:8-11).

De manera que a medida que nos sometemos a Cristo, nuestra Cabeza, Él desplaza y somete a las
potestades de las tinieblas en las regiones celestes.

Cuando la Iglesia anda en “sintonía” con la voluntad de Dios y su Palabra, el Espíritu Santo aumenta su
presencia en el ámbito espiritual y desplaza la influencia del mal sobre la tierra.

Inmediatamente comienzan a sentirse los efectos saludables de tal desplazamiento. La Iglesia es


renovada, restaurado, avivada. Comienzan a suceder cosas sobrenaturales: Sanidades, milagros,
liberaciones, etc. Por todos lados la Iglesia crece fortalecida en el Espíritu.

Por el contrario, cuando la Iglesia es pasiva, indiferente o carnal las potestades del infierno gobiernan
sobre la tierra.
También en este caso los efectos comienzan a producirse: Los matrimonios se rompen, las familias se
disgregan. Aumenta el número de separaciones, divorcios, abortos. La violencia y el crimen crecen
rápidamente y el desenfreno general del pecado se extiende por todo lugar.

Para tener éxito en la batalla espiritual debemos conocer bien la Palabra de Dios. Ella es el manual de
guerra que se nos ha dejado. Y en ella encontramos la clave para la victoria: el sacrificio de Cristo. Su
muerte, resurrección, glorificación y exaltación. Y la aplicación que Dios hace de estas bendiciones en
nuestras vidas.

La victoria comienza con el nombre del Señor Jesucristo en nuestros labios, pero se consuma con la
naturaleza de Cristo en nuestros corazones.

Conozcamos algunos pasajes aclaradores relacionados con la batalla espiritual:

“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere
bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. Y estas señales seguirán a los que creen: En
mi nombre, echarán fuera demonios; hablará nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si
bebieren cosa mortífera no les hará daño; Sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.” (Marcos
16:15-18).

“Y les dijo: Yo veía a satanás caer del cielo como un rayo. He aquí os doy potestad de hollar serpientes y
escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. Pero nos os regocijéis de que los
espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos”. (Lucas
10:18-20).

Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien. Esto es a los que conforme a su
propósito son llamados”. (Romanos 8:28).

“¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿Quién contra nosotros?. El que no escatimó ni a
su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿Cómo no nos dará también con él todas las
cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará?
Cristo es el que murió; mas aún, el que también resucitó; El que a demás está a la diestra de Dios, el que
también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación o angustia, o
persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos
muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes en todas estas cosas somos mas
que vencedores por medio de Aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida,
ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo porvenir, ni lo alto, ni lo profundo, ni
ninguna cosa otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús, Señor nuestro.”
(Romanos 8:31-39).

“Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús”. (2ª Corintios 2:14).
Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de
fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios y llevando
cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, y estando pronto para castigar toda desobediencia,
cuando vuestra obediencia sea perfecta”. (2ª Corintios 10:4-6).

“Porque en otro tiempo erais tinieblas, más ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz (porque el
fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad), comprobando lo que es agradable al Señor, y no
participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas; Porque vergonzoso es
aún hablar de lo que ellos hacen en secreto. Mas todas las cosas, cuando son puestas en evidencias por la
luz, son hechas manifiestas; porque la luz es lo que manifiesta todo”. Efesios 5:8-13).

“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”. (2ª
Timoteo 1:7).

“Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para
destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo. Y librar a todos los
que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre”. (Hebreos 2:14-15).

¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? Ya que el aguijón de la muerte es el
pecado, y el poder del pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de
nuestro Señor Jesucristo. Así que, hermanos míos amados, estén firmes y constantes, creciendo en la obra
del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano”. (1ª Corintios 15:55-58).

“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda
maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.
Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; Y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos
para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; Y no solamente por
los nuestros, sino también por los de todo el mundo.” (1ªJuan 1:9.2:2).

“El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el
Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.” (1ª Juan 3:8).

Diversos tipos de oraciones que pueden servirnos de guía a la ora de comenzar a practicar la oración.
Especialmente, la de guerra.

Este capítulo está inspirado en la oración modelo que nuestro Señor Jesucristo nos dejó. Y que no
debemos repetir "per se", sino tomarla como modelo que nos inspire nuestras propias oraciones.

Capitulo III
Confesión de fe

Querido Padre, yo creo que Jesucristo es tu Hijo, el Hijo de Dios. El Cristo, el Mesías venido en carne
para destruir las obras del enemigo de nuestras almas.

El que murió en la cruz por mis pecados y resucitó de los muertos. Yo deseo vivir solamente en el poder
de la resurrección.

Ahora confieso todos mis pecados y les doy la espalda en arrepentimiento. Te pido que me perdones y me
limpies en la preciosa sangre de Cristo. En su poderoso nombre te lo pido.

Creo que la expiación de mis pecados solamente es posible por medio de su sacrificio. Nunca más trataré
de obtener tu perdón y aceptación por mis propias obras.

Creo que la sangre de Jesucristo me limpia ahora de todos mis pecados. Gracias por redimirme,
limpiarme, justificarme y santificarme por medio de tu obra y de la sangre derramada por mí.

Te doy las gracias, Señor, que puedo dejar a Cristo vivir ahora a través de mí. Amén.

Bendición a Dios

Bendito seas Tú, oh Señor, Dios de Israel nuestro Padre, desde el siglo y hasta el siglo. Tuya es, oh Señor
la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos
y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Señor, es el reino, y Tú eres excelso sobre todos. Las riquezas y la gloria
proceden de Tí, y Tú dominas sobre todo; en tu mano están la fuerza y el poder, y en tu mano el hacer
grande y el dar poder a todos. Ahora, pues, Dios nuestro, nosotros alabamos y loamos tu glorioso
Nombre. (1ª Crónicas 29:10-13).

Para ser llenos del Espíritu Santo

Bendito, Padre Celestial, en el nombre del Señor Jesucristo, deseo caminar en el Espíritu.

Reconozco que sólo cuando él viva la vida de tu Hijo Jesucristo en mí, podré vencer los deseos de mi
carne, y tener victoria sobre mis enemigos espirituales.
Deseo que el Espíritu Santo pueda producir su fruto dentro de mi ser y derramar en mi corazón un gran
amor por el Padre Celestial, por el Señor Jesucristo y por los demás.

Perdóname, Santo Espíritu, por todas las veces que te he afligido o apagado, voluntaria e
involuntariamente.

Capacítame para responder a tu gracia y ser sensible a tu voz. Concédeme el deseo y la capacidad de ser
obediente a tu presencia y a tu bendita palabra.

Dame discernimiento espiritual para evitar ser engañado por falsos espíritus.

Deseo que llenes todo mi ser con tu presencia y me controles y gobiernes por fe. Dejo hoy en tus manos,
Espíritu Santo, mi victoria sobre mi carne dejando que tomes el control y me gobiernes.

En el nombre del Señor Jesucristo, recibo hoy toda la plenitud del Espíritu Santo en todas las áreas de mi
ser. Amén.

Por malos pensamientos

1) Padre Amado, en este día, guarda mi mente de todo mal pensamiento. Que la mente de Cristo (1ª
Corintios 2:16) sea mi mente y me guíe a todo bien.

Soy consciente de que en la mente y el corazón nacen los pecados (Santiago 1:13-15), manifiesto mi
deseo de agradarte y, por consiguiente, no quiero pensar nada contrario a tu voluntad.

En el nombre de Jesús. Amén.

2) Padre Celestial, rechazo estos malos pensamientos de:.................................... que son contrarios a tu
voluntad y los llevo cautivo, como enseñas en tu palabra, a la obediencia a Cristo.

Decido aceptar sólo pensamientos que estén en armonía con el bendito Espíritu Santo, y con tu Palabra.
Someto mi mente a ellos.

Aplico mi unión con el Señor Jesucristo y su sangre sobre el poder de mi carne que produce estos
pensamientos. Y sobre cualquier demonio que los inspire.

Por la autoridad de Cristo los ato y les ordeno que salgan de mi mente ahora. En el nombre del Señor
Jesucristo.

Cubro mi vida de todo mal pensamiento con su sangre. Amén.

Por maldiciones

En el nombre de mi Señor Jesucristo, reprendo ahora toda maldición rompiendo su poder y me desato a
mí mismo y a mis hijos (sí los hubiere) de todas y cada una de las maldiciones heredadas; Maldiciones
que provengan de otros. Palabras malignas habladas por mi padre, mi madre, mis hermanos o hermanas,
mis abuelos, mis bisabuelos, mis tíos, mi cónyuge; cualquier otro pariente, mis amigos, mis vecinos.
Hechicerías o trabajos de vudú, o cualquier otro similar. Maldiciones en la línea sanguínea y cultura.

Por el poder del Espíritu Santo, rompo todo encantamiento, hechizo, poderes psíquicos, embrujos,
sortilegios, actos mágicos, riegos, ensalmos, rezos, o cualquier otro trabajo similar, que haya sido hecho
en mi línea familiar, o en mí mismo. Por medio de cualquier persona viva o muerta. O de cualquier fuente
psíquica o de ocultismo (incluyendo algún espíritu familiar asignado a mí por satanás durante mi
concepción, nacimiento, o en cualquier otro momento de mi vida. Y que haya tratado de hacerme daño
durante mi vida). O aún debido a mis propios pecados.

Reprendo a todos los espíritus relacionados o conectados a mí o a mi campo de influencia, y les ordeno
que me abandonen, ahora mismo, y no vuelvan. Son enviados, donde Cristo los envía. En el nombre
poderoso del Señor Jesucristo. Amén.

Para perdonar a otros

Padre Celestial, confieso que no he amado correctamente sino que he sentido resentimiento hacia algunas
personas. Y tengo falta de perdón en mi corazón.

Sinceramente, me arrepiento de esto y te pido que me perdones por la sangre de Cristo derramada en la
cruz del Calvario.
Padre, te doy las gracias porque tú eres fiel y justo para perdonar mi pecado y limpiarme de toda maldad.

Confieso que acepto tu perdón y aunque no me sienta perdonado, lo creo y así lo declaro por fe en tu
santa Palabra. Tomo la decisión de apartarme de todo aquello que supone una tentación de pecar contra ti,
Señor, y te ruego que, por el poder de tu Espíritu, me ayudes a vivir una vida de santidad.

Acepto tu perdón por todos mis pecados, y me acepto y perdono a mí mismo. En el nombre del Señor
Jesucristo.

Clamo a ti, Señor, para que me ayudes a perdonarlos completamente.

Ahora, por fe, perdono a:...............................y a:.......................... (nombrarlos a todos, vivos y muertos).

Te ruego, Señor, que los perdones por el daño que me causaron.

Ahora, desde mi posición, en los lugares celestiales con Cristo, ordeno a todos los espíritus de falta de
perdón, resentimiento, odio, raíz de amargura, amargura, venganza, rencor, o cualquier otro parecido o
similar, o asociados a ellos, que se vayan ahora de mi vida donde Cristo los envía y no vuelvan jamás. En
el nombre del Señor Jesucristo.

Tomo de ti y de todos tus poderes ocultos cualquier terreno que estéis exigiendo de mí cuando pequé.
Reclamo este terreno en el nombre de mi Señor Jesucristo que también es vuestro Señor. Lo cubro con la
sangre de Cristo, y cedo todas las áreas de mi vida, incluyendo ésa, al completo control y gobierno del
Espíritu Santo.

En el nombre de tu Hijo Amado, mi bendito Señor y Salvador. Amén.

Por pecados

Bendito Padre celestial, te pido perdón por ofenderte al cometer éste pecado de: ............................... que
ahora confieso, y del que desde este mismo instante me aparto. Te ruego que me limpies por la sangre de
Cristo, tu Hijo, derramada en la Cruz del Calvario. Padre te doy gracias porque Tú prometes en tu palabra
que si yo confieso mi pecado, Tú eres fiel y justo para perdonar mi pecado y limpiarme de toda maldad.
(1ª Juan 1:9).
Me cubro con la sangre de Jesucristo tu Hijo y cedo todas las áreas de mi vida, incluyendo ésta en la que
pequé, al completo control y gobierno del Espíritu Santo.

Confieso que acepto tu perdón y que aunque no me sienta perdonado, lo creo y así lo declaro por fe en tu
Santa Palabra.

Ahora, reclamo la limpieza que es mía a través de la sangre de mi Señor Jesucristo.

Me dirijo a satanás y a todo demonio y tomo cualquier terreno que estén exigiendo de mí cuando pequé.
Reclamo este terreno en el nombre de mi Señor Jesucristo que es también vuestro Señor. En el nombre de
Jesús. Amén.

Por pecados sexuales

Padre del cielo, vengo a ti en el nombre del Señor Jesucristo, creo que la sangre de tu Hijo Jesús me
limpia de todo pecado. Reclamo, con toda humildad, mi libertad de toda impureza sexual que venga a
través de mis ojos, oídos, mi mente, o a través de una real participación en fantasías o actos pecaminosos.
Especialmente, confieso lo siguiente: Estar absorto en deseos y apetitos sensuales e indulgencias a éstos;
Todo anhelo y deseo ardiente por lo prohibido, (deseos malignos); Todo afecto desordenado, toda pasión
y deseo perverso e irrefrenado; Toda participación o promoción de aquello que tienda a producir
emociones obscenas y que busque el pecado sexual y la lujuria.

De antemano, confieso toda comunicación inmunda; Lenguaje obsceno y sucio, conversaciones y chistes;
Música lujuriosa y obscena, baile, poesía, literatura y arte lascivo; Toda pornografía; Todo hecho de
sodomía; Adulterio; Inmoralidad; Fornicación; Masturbación; También todo afecto o apego a filosofías,
religiones, idolatría, y estilos de vida que glorifiquen, promuevan y conduzcan a formas sexuales de
pensamiento, palabra o hecho, contrarias a las normas para los creyentes dadas en la Palabra de Dios.

Además, renuncio a la expresión de éstas filosofías, religiones y estilos de vida en los medios de
comunicación: (radio, televisión, cine, revistas, etc.) arte, literatura y prácticas y actitudes públicas.

Señor, pido que tu Espíritu Santo me revele otras ofensas sexuales que haya cometido en mi vida.
(Mencionar las que se recuerden).

Renuncio al príncipe del sexo desordenado y oculto, y les ordeno a él y a todos los demonios con él
relacionados, que se vayan de mí ahora mismo. En el nombre del Señor Jesucristo. Reclamo todo terreno
que alguna vez le haya dado a satanás en espíritu, alma y cuerpo.

Dedico todo mi ser a Cristo, para ser usado sólo para su gloria. Quiero que el Santo Espíritu tome el
control y dé facultades a cada área de mi vida, incluyendo todas mis funciones sexuales; Que de ahora en
adelante sean usados sólo de acuerdo a tu voluntad. También te entrego todos mis afectos, emociones y
deseos, y pido que sean motivados y controlados por tu Santo Espíritu.

(Ahora echo fuera todos los espíritus identificados por nombre). En el nombre del Señor Jesucristo, los
echo fuera y les prohíbo volver nunca jamás.

Por pecados de ocultismo

Hay que destruir toda literatura y amuleto relacionado con el ocultismo sin importar quien nos lo
proveyera, ni reparar en su valor económico. Y entonces orar.

Señor, confieso que busqué en Satanás y sus demonios la ayuda y dirección que solo viene de ti.

Confieso todo pecado de:....................... y también todos aquellos que ahora no puedo recordar. Le doy la
espalda y renuncio a esos pecados y te pido que me perdones por la sangre de Cristo, tu Hijo, derramada
en la Cruz del Calvario.

Renuncio a satanás y sus demonios, así como a todas sus obras. Les aborrezco a él y a todos sus
demonios. Los tengo por enemigos de mi alma.

En el nombre del Señor Jesucristo, cierro ahora toda puerta para cualquier tipo de práctica de ocultismo.
Y desde mi posición, en los lugares celestiales con Cristo, ordeno a todo espíritu de ocultismo o
relacionado con él, que me abandone ahora mismo. En el nombre del Señor Jesucristo.

Rompo toda amistad y contacto con cualquier persona u objeto que esté relacionado con actividades de
ocultismo.

Ahora hay que expulsar a aquellos demonios que se hayan identificado por nombres.

Liberación individual o en grupo

(Oración personal antes de la liberación).


Querido Padre Celestial: como siervo tuyo, en el nombre del Señor Jesús, vengo a ti a favor de estos hijos
tuyos.

Tú nos has sacado del reino de las tinieblas y nos has puesto en el reino de tu Amado Hijo. Y nos has
hecho reyes y sacerdotes.

La sangre de Jesús fue la paga por nuestros pecados. Ella nos cubrió, supliendo todas las demandas de tu
justicia y santidad.

Tu dices en tu Palabra: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” Y
todos nosotros estamos en Cristo Jesús. Tú no condenas a tus hijos. No los acusas, tú los amas.

Oh, Padre, gracias porque eres nuestro Padre . Gracias porque tu Espíritu en nosotros clama: “Abba
Padre”, “ mi propio Padre querido”. El Espíritu mismo en nuestro interior intercede por nosotros con
gemidos indecibles. Te bendecimos, Padre, porque conoces la intención del Espíritu y respondes a su
clamor debido a que ora conforme a tu voluntad por medio de nosotros.

Señor Jesús, te damos las gracias porque sabemos por tu Palabra que estás a la diestra del Padre
intercediendo por nosotros. También sabemos que todas las fuerzas del mal están sometidas a ti, bajo tus
pies. Sólo tú eres Señor. Con nuestros labios lo confesamos, Señor Jesús, tú eres nuestro Señor. El Padre
te ha puesto por cabeza de todas las cosas sobre la Iglesia, y nosotros pertenecemos a ella.

Gracias, Padre, que cuando pusiste nuestros pecados sobre tu Hijo, clavaste en la cruz, el acta de deuda
mortal que había contra nosotros y así desarmaste a los principados y autoridades malignos que nos
habían esclavizado. Triunfaste sobre ellos.

Todo el reino sobrenatural perverso ha sido derrotado y humillado por ti. Señor Jesús, has expuesto
públicamente a nuestros enemigos derrotados. Tus ángeles y toda la creación contemplaron con gozo la
derrota de esos seres angélicos caídos que se habían rebelado contra tu Padre; los derrotaste y destronaste.

Por el poder que tienes en el cielo y en la tierra, nos has concedido autoridad sobre el reino de satanás y
sus demonios. Y te damos las gracias por ello. Nos has dado autoridad de pisar serpientes y escorpiones,
y sobre toda fuerza del enemigo. Y a demás, nos has dicho que nada nos dañará.

Ahora, pues, en el nombre del Señor Jesucristo, hablo al mundo de los espíritus malos a favor de mis
hermanos que están aquí delante del Señor:

Ordeno a todo espíritu maligno, en el nombre de Jesús: ¡Guardad silencio!. No podéis susurrar nada a las
mentes. Ni tocar los cuerpos, turbar las emociones, ni influir en las voluntades. No podéis hacer nada.
Quedáis atados y debéis permanecer en silencio. Cuando os ordene que os marchéis, lo haréis en
completo silencio y no volveréis más. Deberéis ir donde Cristo os envíe. No podéis acudir a satanás ni
ningún otro poder demoníaco para que os ayuden.

Sello este lugar con la autoridad que tengo en Cristo Jesús, Señor nuestro, y vuestro. Mando a todo
espíritu externo que no esté relacionado con la vida de estos hijos de Dios: ¡Salid ahora mismo de aquí!.
¡Marchaos y no volved más!.

Todo poder demoníaco que nos haya sido asignado para perturbar esta reunión, ¡salga inmediatamente!.
No hay lugar aquí para vosotros. Rompo toda maldición pronunciada sobre nosotros como individuos o
como grupo. Jesús ha llevado toda maldición por nosotros. ¡Fuera de nuestras vidas!. Salid, ahora.

Los ángeles de Dios os están sacando de nuestra presencia.

Padre, tú dijiste que enviarías a tus ángeles, como espíritus ministradores, para que sirvieran a favor de
los que somos herederos de la salvación. También has dicho que el Ángel del Señor “acampa alrededor de
los que le temen y los defiende”. Te pedimos que tus ángeles nos protejan de toda actividad de espíritus
malos del exterior. Ellos no deben intervenir en lo que aquí está sucediendo.

(Repitan conmigo , ahora.)

Sabes, Padre, que sufrí abusos siendo niño. Sabes que procedo de una familia rota. Mis padres no me
criaron como debieron. Desde mi más tierna infancia hubo problemas en mi vida: Sexuales, de rencor, de
vergüenza, de sentimientos de indignidad y rechazo. Oh, Padre, perdóname por esas dimensiones
negativas de mi vida.

Sabes que con sólo escuchar el nombre de algunas personas se produce una reacción contraria dentro de
mí. Personas que pecaron contra mí: me hirieron, abusaron de mí sexual, física, religiosamente.... Ahora
te confieso mi pecado reaccionario, mi amargura, resentimiento e incluso odio y rabia contra tales
personas.

Detengámonos un momento y dejemos que Dios traiga algunos nombres a nuestra mente.

Decidamos perdonar a esa gente uno por uno en silencio. No os retraigáis. Recordar lo que dijo Jesús: “Si
no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”. También
expresó: “Cuando estéis orando, perdonar, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre
que está en los cielos os perdone a vosotros”. Este es un principio del reino de Dios.

Si viene a tu mente el nombre de alguna persona que te hizo algo tan horrible que llevas años luchando
con la ira y el rencor, tal vez no sientas emocionalmente que puedas perdonarle, como Dios ordena. Eso
es comprensible y es causa de la grave herida emocional que has sufrido. La sanidad de tus emociones
vendrá con el tiempo, pero ahora puedes empezar a obedecer el mandamiento de Dios decidiendo
perdonarlo.
Si puedes aceptar que, muy probablemente, las personas que te causaron daño habían sido ellas mismas
víctimas del abuso de otros, eso te ayudará. No los absuelve de su responsabilidad, pero a menudo, los
que han abusado de ti fueron víctimas del abuso de otros. El ciclo del pecado debe romperse y tienes que
hacer que eso suceda ahora mismo. El Espíritu Santo que mora en ti te ayudará a hacerlo. Repite
conmigo.

Padre, perdona a: (Menciona los nombres que te vengan a la mente).

No sabían lo que estaban haciendo. Y aunque lo supieran, perdónalos. No sabían que estaban repitiendo
un ciclo de pecado. Padre, escojo por la fe perdonarlos ahora mismo.

Tal vez, hayas sido culpable del mismo tipo de pecado contra otros. Estabas tan resentido con tus padres,
hermanos, abuelos, tíos, u otros parientes; o con la persona que te cuidaba cuando eras pequeño; o con tu
amigo, o vecino; o con gente de una determinada raza, un grupo étnico o una clase social distinta; o quien
quiera que sea, que tú, a la vez, has derramado tu ira sobre otras gentes.

Todos vamos a orar en silencio durante unos momentos. Pídele al Espíritu Santo que te recuerde aquellos
que necesitan tu perdón. El Señor, por su Espíritu, traerá otros nombres a tu memoria durante el día de
hoy, mañana y los siguientes días. Puedes seguir decidiendo perdonarlos.

Ahora repitan conmigo esta oración:

Querido Padre, escojo perdonar a todas estas personas cuyos nombres me has traído a la memoria, y a
cada uno de aquellos que seguirás haciéndome recordar en los próximos días. He estado resentido contra
ellos. Les he odiado. He tenido amargura hacia ellos. He imaginado que le sucedían cosas malas por
haberme lastimado tanto. Padre, perdónalos. Ellos mismos fueron víctimas de pecados cometidos contra
ellos en su infancia, a través de su linaje familiar o por otra gente pecadora. Los perdono a todos sin
excepción; Especialmente a esa persona que tanto daño me hizo. He luchado durante años con mi
incapacidad y/o mi falta de voluntad para perdonarla, a ella y a los demás, pero ahora lo hago, por la fe, y
por el poder de tu Espíritu Santo. Mas aún, Señor: Por la fe escojo amarlos con tu amor. Yo no tengo ese
amor en mí mismo, pero tu amor por mí puedo extenderlo a ellos en mí. Quiero que sean redimidos; no
deseo que vayan al infierno. Que tu gracia trabaje en sus vidas, si todavía viven, y los traigas al
arrepentimiento por el mal que han cometido; Como tú has hecho conmigo. Deseo que ellos te amen.

Quizás también has abusado de tus seres queridos, de tu cónyuge, de tus hijos o padres, o de otros, y
quieres ahora pedir a Dios que te perdone. Hazlo en silencio.

Padre, tú conoces todos mis pecados desde la infancia. Confieso y renuncio a mis pecados sexuales y de
todo tipo, tanto en la práctica como en pensamiento e imaginación. Límpiame. Te lo ruego por la sangre
de Cristo, tu Hijo.
Confieso y desecho mis pecados de ira, orgullo, obstinación, amargura, rechazo, vergüenza, deseos de
ganar, contiendas, divisiones, ambiciones mundanas... Estoy avergonzado, Oh Señor, de todo este mal.
He pecado contra ti y te pido, que me perdones. Renuncio a todos mis pecados.

Querido Padre, confieso que también yo he pecado contra otras personas, de la misma manera que
pecaron contra mí. Reconozco que he sido causa de dolor para otros, y me arrepiento de todo corazón.
Los he confesado y los rechazo. No quiero tener nada que ver con ellos.

Te pido que me perdones por el sacrificio de Cristo Tu Hijo en la cruz del Calvario en mi favor.

Deseo ser puro. Quiero ser tuyo. Tú has dicho en tu Palabra: “Sed santos, porque Yo soy santo”. Quiero
que así sea. Reclamo promesa de que si confieso estos pecados, como he hecho, tú eres fiel y justo para
perdonármelos y limpiarme de toda maldad. La sangre redentora de tu Hijo Jesucristo está siendo
aplicada en este momento a mi vida. Estoy siendo lavado, ya no soy culpable. Cristo se hizo responsable
de mi maldad y pagó por ella. Estoy libre. Gracias, Padre, bendigo tu maravilloso nombre.

Ahora, vamos a romper toda actividad demoníaca que esos pecados hayan traído a tu vida. Relájate. No
luches contra nada que suceda en tu interior. No vas a ser avergonzado. Nada te va a dañar.

Yo voy a hablar como representante. No intentes analizar lo que está sucediendo. Simplemente escucha y
permite que el Espíritu de Dios haga lo que quiera hacer.

Jesús dijo: “Yo, por el Espíritu de Dios, echo fuera demonios...”. Por su Espíritu Santo que mora en ti,
Jesús va a expulsar a esos inquilinos ilegales que hay en tu vida. Va a romper su vinculación con
cualquier área de tu vida. Los enviará a donde quiera que vayan, ya que no existe razón alguna para que
sigan asociados contigo. Sólo pueden vincularse a tu vida en función del pecado, pero ya hemos quitado
esa base. Simplemente escucha y relájete.

No tengas miedo. Permite que el Espíritu Santo haga lo que quiera hacer. Si sientes cosas extrañas dentro
de ti, no te preocupes por ello. No tiene porqué suceder nada, pero si sucede, no temas. Recuerda la
promesa de nuestro Señor: “Nada os dañará”. No dependas de los sentimientos, relájate en la presencia
del Señor. Deja que El Espíritu aplique a tu vida lo que vamos a realizar juntos.

(Oro yo solo).

En el nombre del Señor Jesucristo, me levanto como representante de mis hermanos. Tomo lugar junto a
ellos en el trono con Jesucristo. Hablo y hablamos, a cualquier enemigo de Cristo, a cualquier poder
demoníaco que haya sido asignado y asociado a nuestras vidas. A todos vosotros, espíritus malos que han
llegado a través del linaje familiar: vuestro derecho a afligir nuestras vidas ha sido destruido. Hemos
confesado los pecados de nuestros ascendientes. Todos los que hayan entrado a causa de una maldición
sobre ellos en nuestras vidas, sabed que dicha maldición ha sido rota.
Cualquiera de vosotros, poderes demoníacos, que os hayáis asociado a nuestras vidas mediante el abuso
del que fuimos objeto siendo niños, o aún adultos, no tenéis ya ningún lugar aquí. Hemos perdonado a los
que nos lastimaron.

Como siervo de Dios, entro en el mundo espiritual y ahora mismo, en el nombre del Señor Jesucristo, os
echo fuera de nuestras vidas. Rompo vuestra vinculación a nuestras vidas por causa de pecados que
hayamos cometido; Tienen que salir ahora. Ya no cuentan con ninguna base para permanecer en sus
vidas.

En el nombre del Señor Jesucristo os ordeno que os vayáis ahora mismo y en absoluto silencio, del
mismo modo en que entrasteis, y no volváis más. Id a donde Jesús os envíe y no se os permite volver
nunca jamás.

Ahora estamos siendo liberados.

Quisiera que todos vosotros oréis en voz alta conmigo: Gracias, Padre querido. (Repitan cada frase) Te
bendigo por haber perdonado mis pecados. Espíritu de Dios, hoy te bendigo, te alabo y te doy las gracias
por haberme liberado. Cualquier cosa que había en mi interior, se ha ido sigilosamente, igual que entró. Y
todo lo externo a mi vida ha sido dejado sin efecto.

Las ataduras con que me había estado enfrentado han sido rotas y mi libertad se manifiesta ahora y
seguirá manifestándose aún mas en los días venideros.

Gracias Señor Jesús, porque en tu Palabra prometiste: Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente
libres”. Señor, te doy gracias por haberme hecho libre ahora. Quiero simplemente adorarte, acercarme a
ti. Te ruego que te acerques más a mí ahora.

Querido Padre Celestial. (Repitan) Levanto mi corazón a ti en estos momentos y te adoro. Oh, Dios, te
amo. Tú eres mi Padre. Tú no me juzgas, ni me condenas. Yo te pertenezco. Me has llamado a ser tu hijo.
Me has separado de este mundo. Me has sacado de las tinieblas y puesto en el reino de la luz, de tu Hijo
Jesucristo. Te adoro.

Gracias, Padre, porque soy libre. Te bendigo. He sido liberado de las ataduras que tenía en esas áreas de
mi vida, las cuales he traído delante de ti.

Te doy gracias porque mi interior ha sido cambiado y ahora puedo sentir el fluir de tu Espíritu, la libertad
para ir al mundo y enfrentarme a aquellas fuentes de tentación sin ser arrastrados por ellas. Tu Espíritu me
ha hecho libre. Bendito sea tu maravilloso nombre.
Haz de mí el hijo que quieres que sea. Pido todo esto en el nombre de tu amado Hijo, el Señor Jesucristo,
y para tu gloria. Amén.

Para ministrar

Padre, celestial, te doy gracias porque puedo dirigirme a ti por el camino nuevo y vivo que Cristo abrió,
rompiendo el velo que nos separaba.

En primer lugar quiero adorarte y alabar tu nombre. Por tu grandeza y tu poder inigualable.

Te ruego que, por el poder del Espíritu Santo, me muestres si hay algún pecado escondido en mi vida.

(Si lo hubiere:) Te confieso que he pecado contra ti en:......................... ..............................


y .......................... Reconozco que mi pecado me separa de ti, cosa que no deseo. Por ello lo confieso y
declaro estar de acuerdo contigo en la maldad de mi pecado.

Te pido que me perdones por la sangre de tu Hijo Jesucristo derramada en la cruz del Calvario.

Rompo toda atadura que pueda haber en mi vida como consecuencia de mi pecado. Cierro toda puerta al
enemigo. Y por el poder del Señor Jesucristo tomo mi posición junto a él en los lugares celestiales sobre
todo principado y potestad de las tinieblas.

Me vuelvo contra todo espíritu inmundo y los echo fuera de mi vida. Y les prohíbo volver. Los envío
donde Cristo los envía.

Ahora, Señor, voluntariamente, me pongo bajo el Señorío de Cristo y pido que el bendito Espíritu Santo
de Dios me capacite para cumplir mi ministerio. Por el poder de Dios declaro que soy ministro
competente del nuevo pacto y que toda gloria derivada de mi labor corresponde únicamente a Dios.

En el nombre poderoso del Señor Jesucristo. Amén.

Por la acción de la Palabra


Padre Celestial, nos regocijamos en tu verdad. Te damos las gracias por tu Palabra inspirada, fundamento
de nuestra fe y guía de nuestra alma. Te rogamos que tu Espíritu Santo que la inspiró, inspire ahora
también a tu siervo que va a compartirla.

Tu conoces nuestras vidas y nuestras necesidades más íntimas. Háblanos a todos, dándonos tu dirección
específica para cada situación en particular.

Que tu Palabra, penetre hasta lo más profundo de nuestra alma y, como bisturí divino, opere en nuestro
interior haciendo aquello para lo que tú la envías.

Que penetre en nuestro espíritu, controle nuestra mente, actúe con energía y estabilice nuestras
emociones.

Deseamos aplicar tu verdad a nuestra vida. Deseamos depender de tu poder para vencer todos nuestros
enemigos.

Para tu gloria, te lo pedimos en el bendito nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Rompiendo el linaje familiar

Padre, venimos juntos ante ti como representantes de nuestro linaje familiar y confesamos todo pecado
pasado y presente de los que somos culpables como familias y en los que tenemos parte por pertenecer a
un linaje rebelde.

También confesamos de un modo general las decisiones pecaminosas que hemos tomado, y las
actividades que han abierto las puertas a la actividad demoníaca en nuestras vidas.

Te agradecemos que nos escuches y que nos perdones. Agradecemos y aceptamos tu perdón ahora.

Hermanos no teman por lo que vamos a hacer ahora. Quiero que hablen en voz alta repitiendo las palabras
que diga. Incluso si alguno de los pecados que confieso en nombre de todos no los han cometido,
confiésalo de todas formas. Así ministraremos en beneficio de otros que han experimentado la maldición
de esos pecados.
Querido Padre Celestial, yo soy tu Hijo (Repitan conmigo) Tú me has redimido. Me has sacado del reino
de las tinieblas y me has puesto en el reino de tu Hijo. Has alejado de mí mis rebeliones. Me prometes en
tu Palabra que no te acuerdas más de mis pecados. ¡Te bendigo por ello!.

Padre, vengo delante de ti como representante de mi ascendencia, de mi linaje familiar. Escucha la


confesión que hago de los pecados de mis padres, como enseña la Escritura.

Padre, somos una familia rebelde. Nos hemos rebelado contra tu palabra. Hemos contristado a tu Espíritu
Santo. Hemos servido a otros dioses. Hemos cometido pecados sexuales. Hemos abusado de otros.
Hemos estado dominados por el resentimiento, la envidia, la rabia, la autocompasión, la culpabilidad, así
como por el rechazo, el odio y la amargura. Hemos herido a otras personas. Hemos sido chismosos.
Hemos robado, mentido, y cometido toda clase de iniquidad. Somos un pueblo pecador.

Te pedimos que nos perdones: A mí, a mis padres, a mis abuelos, y demás ascendientes por todos los
pecados que hemos cometido. Te pedimos que canceles ahora mismo la transmisión pecaminosa que has
pronunciado en tu Palabra, cuando dijiste que los pecados de mis abuelos y mis padres se transmitirían
por el linaje familiar hasta la tercera y cuarta generación.

Padre, yo represento a una nueva generación y quiero servirte. Deseo que mis hijos también lo hagan. Te
pido que perdones a los miembros de mi familia. Oro con Jesús, cuando dijo: “Padre, perdónalos, porque
no saben lo que hacen”. En nombre de los que aún están vivos: Perdónalos. Guíalos al arrepentimiento.

En cuanto a mí, Padre, como representante de mi linaje, perdóname por mi participación en los pecados
familiares.

Confieso tu soberanía y poder, y te doy gracias porque la maldición generacional ha quedado rota ahora
mismo. Jesús llevó esa maldición por mí y mi familia.

Estableciendo el reino de Dios

Padre Celestial, te alabo y bendigo tu Santo Nombre, porque Tú eres Soberano y nadie hay por encima de
ti que te pueda hacer sombra.

Declaro que tu voluntad es establecer tu reino entre nosotros. Porque Tu Hijo, mi Señor Jesucristo, nos
enseñó a orar así: “Venga a nosotros tu reino, y hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la
tierra.”

Me someto voluntariamente, y declaro estar bajo tu reino. No obstante, si hubiese alguna área de mi vida
que no estuviese totalmente sometida a tu voluntad, te ruego que, por el poder de tu Bendito Espíritu
Santo, el cual escudriña aún lo profundo de Dios, busque en mi interior y me haga verla y sometarla
también a Ti. De manera que nada en mí quede fuera de tu voluntad y propósito.

Deseo agradarte en todas las cosas. Por ello te agradezco la ayuda que supone para mí el ministerio de tu
Espíritu Santo y el trabajo de los santos ángeles que te sirven en fidelidad.

Señor, quiero que tu reino se establezca, no sólo en mi vida, sino también, en toda área de mi influencia.
Por eso, te suplico que reines también en mi:... familia, hogar, trabajo, tiempo de ocio, etc. Te ruego que
por medio de Tu Espíritu Santo te hagas presente en todas éstas áreas. Toma el control de las
circunstancias, de las personas, de las cosas.
Que todos y todo, queden bajo tu control y reinado.

Como sacerdote tuyo, invoco la sangre de Jesucristo tu Hijo, vertida en la Cruz del Calvario como precio,
más que suficiente, por el pecado de estas personas. Y me acojo a la declaración de tu divina voluntad de
que todas ellos sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad y tu voluntad. Así, pues, despojados
los poderes de las tinieblas del derecho a afligirles, por cuanto sus pecados han sido cubiertos por la
sangre del Señor Jesús, ato a los demonios y toda fuerza del mal y los echo fuera de estas personas, de
estas áreas, y cosas que han sido mencionadas. Por el poder que levantó a Cristo de la muerte y así mismo
me sentó con Él en los lugares celestiales, sobre todas las fuerzas del mal.

Ruego al Espíritu Santo de Dios que ocupe los lugares que esos demonios han dejado vacío. Envía
también ángeles poderosos que mantengan esas casas ocupadas y ayuden a estas personas a permanecer
bajo tu reinado y gobierno.

Reina Tú, Oh Padre. Te suplico que abras los corazones de cada uno de ellos a la necesidad de un
encuentro personal contigo y con tu Palabra. Que comiencen a sentir hambre y sed de Ti; del Dios Vivo y
Verdadero, y que busquen tu rostro.

Padre, te doy gracias porque sé que eres poderoso para hacer todo esto y mucho más abundantemente de
lo que te pido o de lo que puedo llegar a comprender. Hazlo, Padre. Te lo ruego en el nombre del Señor
Jesucristo, para Tu gloria y honra. Amén.

Por la mañana

Te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la Tierra, por tu misericordia y por tu bondad.

Te doy gracias por haber velado mi sueño durante esta noche y por la opportunidad de abrir mis ojos a un
nuevo día.
Dame la sabiduría necesaria para oír y obedecer la voz de tu Espíritu Santo y para no reistirla. Concédeme
el deseo de ser usado como un canal a través del cual, Cristo, pueda ser manifestar su amor a mis
semejantes.

Bendice a mi familia; a tus siervos; y a tu pueblo en el nombre de Jesucristo tu Hijo. Amén.

Por los alimentos

Te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la Tierra, y te doy gracias por estos alimentos fruto de la tierra que
Tú creaste y sustentas con el poder de tu Palabra. Santifícalos, oh Dios, y dalo a todos aquellos que
padecen necesidad. En el Nombre de Jesucristo, Tu Hijo. Amén.

La verdadera adoración es permitir que Cristo tome el control de nuestras vidas realmente, osea la
adoración es un estilo de vida. Nuestra manera de vivir debe ser una adoración constante al Señor; todas
las cosas que hacemos deben ser manejadas por El. Esta es la verdadera adoración y desafortunadamente
hay muy pocas personas dispuestas a darle espacio a Dios. Por eso es que el Padre sigue en la búsqueda
de VERDADEROS ADORADORES.

¿LOS ENCONTRARA?

Nicolás García

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