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VIDA Y DOCTRINA

DE

JESUCRISTO
VIDA Y DOCTRINA
DE

JESUCRISTO SACADA DE
LOS CUATRO EVANGELISTAS
Y DISTRIBUIDA EN MATERIA DE MEDITACIÓN
PARA TODOS LOS DÍAS DEL ARO
OBRA COMPUESTA EN LATÍN POR EL

P. NICOLAS AVANCINI
TRADUCIDA AL CASTELLANO POR EL

P. DIEGO SALGADO
Y AUMENTADA CON EL BREVE MÉTODO DE ORAR POR EL
P. BUSEO
EL MES EUCARfSTICO POR EL
P. XAVIER LERCARI
Compaii fa de 16844
de la

Y UN SUPLEMENTO CON LAS MEDITACIONES DE LAS


PRINCIPALES FESTIVIDADES DEL ARO

SEXTA EDICIÓN

BARCELONA
IMP. Y LIBRERÍA DE SUBIRANA HERMANOS
CALLE DE LA PUERTAFERRISA, NÚM. 14
1898
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LOS EDITORES

AMOS ä luz la sexta edición de este pre-


cioso libro, cuya mejor recomendación es
su nombre y el gran número de ediciones
y traducciones que del mismo se han hecho. Es
un comentario de los Evangelios, breve, pero
lleno de unción y muy propio para fomentar la
piedad y la devoción.
El Autor divide la obra, dedicando al tiempo
de Adviento todo lo que pertenece ä los misterios
de la Encarnación y Concepción del Hijo de Dios;
al tiempo que va del Nacimiento ä la Septuagé-
sima todo lo que toca á la infancia y puericia de
Jesucristo; desde aquí ä la Resurrección, la Pa-
sión del Señor; y hasta la Pascua del Espíritu
Santo y octava de Corpus lo que es propio de este
tiempo. Por último, después de tratar por ocho
días de los atributos de Dios, emplea los demás
del año en lo restante de la vida de Jesucristo,
sus milagros, sus parábolas y doctrina, casi siem-
pre siguiendo el orden de los cuatro Evangelistas.
Para que nada faltase, la presente edición va en-
riquecida con un mes eucaristico, un breve mé-
todo de orar, y un suplemento que contiene una
meditación sobre las principales festividades del
año. Nada más deseamos, lector benévolo, sino
que te aproveches de esta obrita para mayor glo-
ria de Dios, alabanza de la bienaventurada Vir-
gen María y todos los santos y tu propia santifi-
cación.
BREVE fil gTODO DE ORAR
'POR

EL REVERENDO PADRE BUSE0


DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS

¿QUÉ ES MEDITACIÓN?

A meditación ä la que otros llaman oración mental,


es una fe pla y afectuosa consideración de las co-
¡ sas divinas, con la que es movido el hombre ä ala-
bar ä Dios, seguir las virtudes de Cristo y de. los san-
tos, abrazar el bien y huir eficazmente el mal. He dicho
consideración afectuosa, porque no consiste tan sólo en
el ejercicio del entendimiento, sino también en la mo-
ción de la voluntad, ä favor de la cual somos excitados al
amor de Dios, al odio del pecado y al desprecio de las
cosas vanas y perecederas. De aqui es que el real Pro-
feta, muy ejercitado 'en este modo de orar, exclamaba:
In meditatione mea exardeseet ignis; esto es, se excitará
el fervor y prontitud del ánimo para huir lo dañoso y
abrazar lo útil; despreciar lo temporal y seguir lo eter-
no. En este ejercicio mental pasó Cristo con los disci-
pulos las noches sin dormir entre los montes y desier-
tos. En este ejercicio conferenciaba consigo misma la
8 BREVE MÉTODO DE ORAR
bienaventurada Virgen las cosas que habla oido de Cris-
to, según nos dice san Lucas. En este ejercicio pasó
san Juan Bautista su vida en el yermo, y iras él mu-
chIsimos otros anacoretas. Pasaron por fin en este ejer-
cicio los santos todos, Basilio, Jerónimo, Agustín, Be-
nito, Bernardo, Francisco, Domingo, Ignacio, Javier y
cuantos brillaron por la santidad de sus costumbres y
elevación de su espíritu.

DE LAS PARTES DE LA MEDITACIÓN

La meditación se divide en cuatro partes, que son:


preparación, representación, consideración y coloquio
petición.
1. La preparación es aquel acto con que el hombre
se dispone á meditar. El Eclesiástico c. 18, v. 23, nos
hace sentir su necesidad con estas palabras: Ante ora-
tionem prwpara animan& tuam, et noli esse quasi homo
qui ten tat Deum. Porque si hubieses de tratar con el
rey, el obispo, ú otro príncipe, de seguro mirarías de
antemano lo que debes decirle: ¿cuánto más, pues, has
de mirarlo, debiendo en la oración hablar con el mismo
Dios?
La preparación es de dos clases: remota y próxima.
La remota consiste, 1.° en leer el día anterior la mate-
ria que debe ser objeto de la meditación; recordarla por
la mañana en el momento de dispertarse, excluyendo
.todo otro pensamiento y cuidado; supuesto que la me-
ditación requiere un espíritu quieto y tranquilo. La pró-
xima consiste, I.' en tomar agua bendita y hacer la
sehal de la cruz tan luego como va ä empezarse la me-
BREVE MÉTODO DE ORAR 9
dilación; 2.° estar por espacio de un Padre nuestro y
Ave María pensando y persuadiéndote firmemente que
has de comparecer ante el trono de su divina Majestad,
al que rodean todos los santos, y que luego debes ha-
blar con el mismo Dios; 3 • 0 arrodillarse reverentemen-
te, como si se estuviese en presencia del mismo Dios;
y pedirle en seguida la gracia de referir á su mayor
gloria todas las acciones y pensamientos. Puédese asi-
mismo implorar los auxilios de la Virgen, del ángel
custodio y de los santos á quienes se tenga más devo-
ción, y volver á leer, si se quiere, los puntos de la me-
ditación, para hacerlos más presentes al espíritu.
2. La representación 6 imaginación es aquella con
que el hombre se representa antes los puntos que debe
meditar, esto es, pone ante sus ojos el lugar, personas
y acciones de las mismas, expresadas en el misterio que
debe ser. objeto de su meditación. Como si, teniendo que
meditar sobre la crucifixión de Cristo, se representa el
monte Calvario, ä Cristo clavado en la cruz y ä una in-
numerable turba de personas ä su alrededor. Asimis-
mo, debiendo meditar sobre la muerte, conviene consi-
derarse á si mismo, 6 á otro tendido en cama, pálido y
cercano á exhalar el último suspiro. Pues semejante re-
presentación aprovecha mucho, no sólo para evitar las
distracciones, sino también para excitar movimientos de
dolor, compasión, temor y otros. En esta representa-
ción no se ha de pasar más tiempo que el necesario para
excitarse al amor, penitencia 6 alegría. No obstante, si
la meditación versa sobre un asunto desprovisto de cir-
cunstancias de lugar 6 de personas, después de la pre-
paración, debe pasarse inmediatamente á las considera-
ciones.
IO BREVE MÉTODO DE ORAR
3. La consideración es el acto del entendimiento con
que atiende cuidadosamente el hombre ä todo lo conteni-
do en cada uno de los puntos con vivos deseos de sacar
de alli algún fruto espiritual. Al discurrir sobre las cir-
cunstancias, como cuando se medita sobre algún punto de
la pasión del Seiior, debe mirarse: quién es el que pa-
dece, á saber: el Hijo de Dios, criador de cielos y tierra;
qué es lo que sufre, ä saber: los más atroces tormen-
tos; por quién los sufre: por ti, vil é ingrata criatura;
por qué motivo: para librarte de la eterna condenación.
4. El coloquio ó petición consiste en que, después de
haber considerado todo lo contenido en los puntos de la
meditación, excitándose al amor, -d'olor, ü otro afecto
cualquiera, se pida ä Dios aquel fruto que se desee sa-
car de ella. Ordinariamente acostumbra pedirse mayor luz
para mejor conocerse á si mismo y ä Dios; asimismo puede
pedirse el perdón de los pecados, el dolor de los mismos,
la tranquilidad de espirita, el progreso en las letras ó en
aquellos negocios ä que uno se dedica, y por último
todas aquellas virtudes que pueden hacernos más agra-
dables ä Dios. Puédese dirigir este coloquio ä Dios 6 á
cada una de las personas de la beatisima Trinidad, ä
Cristo crucificado, ä la bienaventurada Virgen, á los
santos patronos 6 á todos juntamente.

DE LOS MEDIOS MÁS CONVENIENTES PARA MEDITAR BIEN

. El primero es un lugar idóneo, esto es, apartado


de todo ruido; es muy bueno que sea oscuro.
2. Tiempo determinado y estable. Conviene, pues, no
mudarlo sino por un justo motivo. La hora más á pro-
BREVE MÉTODO DE ORAR

pósito para meditar es la melena antes de entregarse al


estudio ó bien ä otras ocupaciones. Conviene emplear una
hora entera, á por lo menos media, en la meditación.
3. La posición del cuerpo debe ser modesta y devota.
Es preferible estar de rodillas y si no se puede tan fá-
cilmente, puede levantarse algún tanto, volviendo un
poco después ä arrodillarse. Algunas veces conviene, á
imitación de Jesucristo, principalmente cuando hay al-
guna grande tentación, meditar por breve tiempo te-
niendo inclinado el cuerpo. Por fin se ha de colocar en
aquella posición que más favorezca para tener el espí-
ritu atento y devoto.
4. Cuando al meditar sobre un punto, se sienta uno
fuertemente movido, no hay que pasar á otro, hasta que
se haya quedado completamente satisfecho del primero.
Y si transcurre el tiempo saldado, antes de haber me-
ditado sobre los tres puntos, no hay porque afanarse
para concluirlos; en este caso pueden guardarse para
otra vez, después de haber brevemente repetido aquellos
mismos puntos en los que se encontró tanto con-
suelo espiritual. Muchas veces es útil repetir una misma
meditación, variando únicamente el coloquio.
5. La esencia de la meditación mejor consiste en el
afectuoso ejercicio de la voluntad, que del entendimien-
to; ast pues, hay que advertir que el afecto de la volun-
tad ordinariamente debe ser suave, ä fin de que con la
continuación no se perjudique la cabeza ni el pecho. Con
la divina gracia fácilmente se excitará este afecto, me-
diante una diligente consideración de las personas de la
santísima Trinidad, de Cristo, de la bienaventurada Vir-
gen, no dirigiéndose ä ellos con palabras, sino con el
12 BREVE MÉTODO DE ORAR
corazón, ä la manera que los ángeles en presencia de
su divina Majestad extáticos le saludan continuamente
con el cántico de Santo, Santo, Santo.
6. Si Dios alguna vez concede un afecto más vivo, de
modo que hace prorrumpir en dulce llanto, admitase
humildemente hasta cuando Dios se digne continuarlo.
Mas éste no debe ser dudadero, principalmente cuando
ha sido excitado por uno mismo, ä fin de evitar el per-
judicarse la cabeza. Aprovecha muchísimas veces este
afecto en algunos casos: 1. Al tener que hacer confesión
general de toda la vida, 6 de todo el año, en la que hay
que procurar excitarse á una contrición verdadera y per-
fecta, la que, según los teólogos, sirve para expiar toda
la culpa y toda la pena. 2. Cuando se padece alguna gra-
ve tentación contra la fe, castidad 6 vocación. 3. Cuan-
do se nota frialdad 6 flojedad en el progreso de la pie-
dad 6 vocación. 4. Si, cuando hay que emprender
alguna obra grande para la mayor gloria de Dios, se
halla cerrado el paso con dificultades.
7. Si sucede que en la meditación no se encuentra
gusto ni consuelo alguno, no hay porque desmayar por
esto. Si fuese por culpa propia, á causa de no haber
entrado preparado en la meditación, no hay más que
humillarse, reconociendo la falta y al punto renacerá la
calma. Pero, al contrario, si no fuere por tu culpa, pien-
sa que Dios lo permite, ya para que aprendas que no
está en nuestra mano obtener un tal gusto, sino que
es un don de Dios; ya para que veamos que Dios tra-
ta de probarnos por sí en tan santa obra buscamos
simplemente el puro amor de Dios, 6 más bien la satis-
facción de nuestro amor propio. Y así en tiempo de
BREVE MÉTODO DE ORAR 13
desolación no hay más que decir: no he empezado esta
meditación para encontrar en ella mi consuelo, sino pa-
ra encenderme en el deseo del puro amor de Dios.
8. Si uno se halla agitado por muchas distracciones,
no hay que dejar por esto la meditación: basta pensar
que no hay en ellas pecado, mientras que no sean vo-
luntarias. Al advertir que te distraen, resístelas, por
más que vuelvan de nuevo; no por eso será menos
agradable á Dios tu meditación, que si la hicieses con
la mayor devoción sensible. En estos casos aprovecha
mucho recurrir á los coloquios, y reconocer con sumisión
que nada se puede con nuestras solas fuerzas; 15 bien
acusarse fuertemente en vista de que la debilidad pro-
ducida por los pecados mortales sea la causa de no po-
der hablar con Dios por un breve tiempo, y con esto ex-
perimentarás al punto el auxilio divino.
9. No poco aprovecha para una fructuosa meditación,
al tener ä Dios presente en todas las acciones; hacer
durante el día varias oraciones jaculatorias; leer con
buen ánimo libros espirituales; frecuentar ä menudo la
sagrada mesa, después de confesado; tener familiaridad
con varones piadosos; refrenar los sentidos, principal-
mente la lengua; amar los ejercicios de caridad y de
penitencia y cumplir con exactitud los propósitos hechos
en la meditación.
-
VIDA Y DOCTRINA
DE

JESUCRISTO
SACADA

DE LOS CUATRO EVANGELISTAS


Y DISTRIBUIDA EN MATERIA DE MEDITADAS PARA TODOS LOS DIAS DEL AÑO

DOMINGO I DE ADVIENTO
DE LA GENERACIÓN ETERNA DEL VERBO

PUNTO 1. —En el principio era el Verbo, y el Verbo'


estaba enDios, y el Verbo Dios era (4). Considera que el
Hijo de Dios en si era el Verbo del Padre, consubstan-
cial imagen suya, en quien resplandecen todas las per-
fecciones absolutas, eternidad, inmensidad, etc., que al
Hijo las comunica el Padre: y por esto procede por la
intelección con que el Padre se conoce ä si mismo, y
todo lo que en si tiene. Cree esto con firme fe: adórale,
alábale, glorificale, dale plácemes, ámale, etc. Tú tam-
o ) J'osan., 1.
16 SEMANA PRIMERA
bien has sido criado ä semejanza de Dios. ¡Qué noble!
Mas ahora ¡qué desemejante á tu original! Confiésalo,
confúndete, duélete, piensa en restaurar su imagen.
Como ha sido producida la primera, así se restaura la
segunda imagen de Dios, por el conocimiento del mismo
Dios y actos de fe, ejercitados con frecuencia, por cuya
falta principalmente caemos.
PUNTO H. — Todas las cosas fueron hechas por g l y
sin Él nada se hizo (1). Considera que por el poder del
Verbo de Dios todas las cosas fueron hechas de nada y
se conservan, y sin Él á la nada se volverian. Conoce
con viva fe, que tu y todas las cosas penden as! de Dios.
Ensalza y alaba su poder, convida ä las criaturas, y cree
que ellas también á ti te convidan. Admira que tantas
criaturas posibles fueron dejadas en su nada; y tú, mi-
serable pecador, fuiste sacado de ella. Reconoce cuántas
cosas pudiste con Él, y cuán pocas hiciste. Humillate al
. ver que sin Él nada puedes. Toma con la tuya su mano
omnipotente con sola la cual lo puedes todo; y animate ä
ser magnánimo en cosas arduas y dificiles.
PUNTO HL—Lo que se hizo, en Él era vida (2). Vuelve
de las criaturas al Criador. Considera que todas las co-
sas criadas están en Dios con modo más eminénte y que
en Él tienen un sér vivo y como divino. Estabas tú, pues,
en el Verbo, y eras vida. Pero ¿vives acaso, y tienes en
el Verbo vida divina? ¿Qué dicen tus operaciones, de
quienes se colige la vida? Hallarás por qué le dés gra-
cias, por qué alabar ä Dios, por qué amarle, de qué do-
lerte, confundirte, abismarte, y con qué te alientes á la
confianza.
(I) Joann., 1. (2) !bid.
DE ADVIENTO 17

LUNES
DE LA CREACIÓN Y FIN DEL HOMBRE

I.. Crió Dios al hombre á su imagen y semejanza (1).


Conoce á tu Criador: su eternidad en la esencia, su om-
nipotencia en la creación, su bondad en comunicarse, su
sabidurla en gobernar, etc. Alaba y glorifica al que te
formó. Este es el que te sacó de la nada. De donde has
de colegir, que todo eres suyo. Pero, ¿cuántas veces te
hurtaste á tu Señor? Levántate y vuelve á su posesión,
doliéndote, amándole, resignándote, dice san León. Es-
tampó en ti su imagen por la creación, dale gracias.
Pero dejó en ti libertad, para que te hagas ä su imagen
dice san Basilio. Cotéjate con tu original. Advierte cuán-
to te falte para serle semejante. Propón procurar esto
con más ahinco, en que principalmente faltas. Pide para
ello gracia, etc.
2. Formó Dios al hombre del lodo de la tierra d ins-
piró en su rostro el espíritu de la vida (2). Al alma no-
ble añadió Dios el cuerpo del lodo de la tierra; para que
no te ensoberbezcas demasiado por la nobleza, ni por
la vileza caigas de ánimo. Si eres tan noble, ¿por qué te
abates á cosas tan indignas? Si tan vil, ¿por qué eres es-
clavo de tu cuerpo? Vuelve sobre ti. No cuides tanto de
tu cuerpo. Mide su cuidado por la necesidad, no por el
deleite. Te has de abatir de grado por humildad, antes
que por necesidad seas humillado por reducido ä polvo.
3. Adorarás á tu Señor y á hi solo servirds (3). Este
(1) Gen., I. (2) Ibld., 2. (2) NatIk., 4.
AVANCINI 2
18 SEMANA PRIMERA

es tu fin para que fuiste criado. Conoce al Señor, conoce


d Dios, conócele por tuyo: y por aqui los titules porque
le debes adoración y servicios, que son las potencias y
sentidos que te dió de alma y cuerpo; pues cada cosa
que recibiste de Dios, toda es suya y del todo le está
obligada. Haz reflexión y mira en ti cuán poco has pon-
derado esta verdad; y por lo que has abusado tanto de
tus potencias y sentidos. Duélete de esto, detéstalo, y
prepón, etc. Mira al más alto fin, ä que caminas, sir-
viendo ä Dios; alábale, pues á si mismo se te propone
por premio. Agradécelo, desea, pide gracia, etc.
_
MARTES
DE LOS MEDIOS PARA CONSEGUIR EL FIN

4. En el principio crió Dios el cielo y la tierra (1).


¡Cuánta es la multitud de cosas que te sirven! Unas son
naturales, como el cielo, los , elementos y todas sus per—.
fecciones, los hombres, las artes, las ciencias, las vir-
tudes morales. Otras son sobrenaturales, como Jesucristo
medianero nuestro, sus méritos, los sacramentos, la gra-
cia, los ángeles, los santos, la sagrada Escritura, las
instrucciones, el estado religioso, el catolicismo, etc. Ad-
mira cuántas cosas hizo Dios para II, ingrato y rebelde.
Alaba á Dios en todas sus obras. Conócele para amarle.
Considera cuanto te tiene preparado en el cielo, pues en
el destierro tantas cosas te da.
2. Todo lo pusiste debajo de sus pies (2). Considera el
modo y el afecto con que Dios te dió estos medios. El
(1) Gen, 1. (2) Psalm. 8.
DE ADVIENTO 19
amor con que se complace en hacerte bien, la liberali-
dad con que, sin atender ä la necesidad sola, te da las
cosas también para el regalo. La providencia con que lo
dispone todo en sus tiempos. La sabiduría con que con-
vierte en utilidad los males que juzgabas te servían de
daño. La paciencia con que no desampara al ingrato.
Admira todas estas cosas, predlcalas, ensálzalas, da gra-
cias, y júzgate por indigno de ellas. Aprende de tu Cria-
dor ä ser liberal con El, y constante en su servicio.
Esto esto es lo que no has hecho hasta ahora. Fuiste in-
grato. Duélete, propón, pide gracia.
3. Las cosas invisibles de Dios desde que crió el mun-
do, se ven (1) entendidas por las que formó (2). Consi-
dera que el fin de estos medios es ayudarte ä conseguir
el fin de tu creación. Ayudan, pues, al cuerpo, susten-
tándole, vistiéndole, curándole, recreándole, etc. Al
alma instruyéndola los hombres, iluminando su entendi-
miento, y perficionändole las ciencias; y las virtudes mo•
rales adornando naturalmente su voluntad. Ayudan tam-
bién s obrenaturalmente ä conocer la divina omnipoten-
cia, sabiduría, providencia, bondad, y ä formarse de Dios
un magnifico concepto. Confúndete por haber usado con
tanta flojedad de estos medios. Témelos como castigos y
a cusadores tuyos en el último juicio. Da gracias porque
se te dieron. Desea no ser privado de ellos por tu desi-
d ia. Espéralos de la bondad de Dios. Promete usar de
ellos según la intención' 6 fin con que se te dan.
( 1 ) Secund. P. Corno'. hic (2) Rom., I.
20 SEMANA PRIMERA

MIÉRCOLES
DEL BUEN USO DE LAS CRIATURAS, Y DE LA
INDIFERENCIA ACERCA DE ELLAS

1. Vió Dios todas las cosas que habla hecho y eran


muy buenas (1). Todas las cosas desde su creación eran
unos medios tan buenos para conseguir tu fin, que aten-
diendo al orden de todo este universo, no podian ser pa-
ra ello más á propósito. Buena es, pues, la salud, la en-
fermedad, la honra, la deshonra, las riquezas, la pobre-
za, la aflicción, el consuelo, etc. Però su uso se te ha
dejado ä tu arbitrio. ¿Cómo usaste de ellas hasta aqui?
Para la vanidad, para el deleite de los sentidos, para tu
ruina. Hiciste injuria al Criador, convirtiendo las cria-
turas y trayéndolas al mal: hicistela á las criaturas mis-
mas, abusando de ellas para los errores y pecados: y ä
ti propio te injuriaste; pues por ellas corriste á tu per-
dición. ¿Has errado? Pues confúndete, duélete, suplica,
vuélvete á Dios, confía en El, implora su auxilio, etc.
2. Bienaventurado el varón cuya esperanza es el nom-
bre del Señor, y no miró á las vanidades y locuras fal-
sas (2). Considera el modo práctico de usar bien de las
criaturas, que es éste. 1. Que las refieras á Dios, no sólo
en general, mas en particular también, no á levanidad.
2. Que mires en cada obra en qué •5 de qué modo te
puede aprovechar (!) dañar para tu Ultimo fin. 3. Que
repares al afecto y deseo que tienes en cada una de ellas;
y veas si buscas en ella ä Dios 6 á ti mismo, 6 á la va—
(4) Gen., I. (2) Peala. 89,
DE ADVIENTO 21
nidad, 6 ä las falsas locuras del mundo. Haz reflexión
sobre lo pasado; determina lo porvenir: porque sólo y
absolutamente es necesario que u ges únicamente de las
criaturas para lo que conduce ä tu último fin: ni te es
licita otra cosa. Imprime seriamente en tu corazón esta
verdad.
3. No te apartes cita diestra tati ci la siniestra (1). No
te dejes llevar def afecto más ä la salud, riquezas y hon-
ras, que ä la enfermedad, pobreza y al desprecio; por-
que de la misma suerte, asl esto como aquello te lleva
al fin, para que conozcas, alabes, ames ä Dios, etc. Te
has de poner indiferente. Cualquiera cosa que te venga,
dirigela ä Dios igualmente. Aqui, pues, se ha de vencer
tu propio amor desordenado, y el que tienes ä las cosas
criadas. Duélete de que éste fué el lazo con que fuiste
preso muchas veces; confúndete de esto: horrorlzate del
juicio de Dios que te espera. Sacarás de aquí, aborrecer
lo deleitable, si te daña; amar lo doloroso, si te aprove-
cha. Propón esto: pide gracia para ejecutarlo.

JUEVES
DE LA CAfDA DEL HOMBRE

1. El hombre, estando lleno de honra, no lo enten-


dió: igualdse con los jumentos (2). Verdad es de fe, que
nuestros primeros padres por un solo pecado de des-
obediencia fueron echados del paraíso. Pondéralo. 1. En
cuánta honra estaba el hombre, criado en gracia, exen-
to de la rebeldia de las pasiones, de enfermedades y
(1) Prov. 4. (2) Psalm. 48.
22 SEMANA PRIMERA
trabajos, colocado en un lugar de delicias. Conoce y ala-
ba la liberalidad de Dios. 2. Pondera la ingratitud del
hombre, que antepuso un bocado de la fruta vedada á un
tan serio y fácil precepto. Compara esto con tu ingrati-
tud y detéstala. 3. Cuál fué la pena que le siguió. Todos
los trabajos, las enfermedades del cuerpo, la rebeldía
de las pasiones, la ceguedad del entendimiento, lo de-
pravado de la voluntad, etc. Conoce la gravedad del pe-
cado: detéstala, aborrécela.
2. Todos retrocedieron, y juntamente se hicieron inú-
tiles (1). Considera que un solo pecado se derivó en to-
dos; que todos fueron despojados46 la gracia, inficio-
nados con la mancha original (exceptuando á la santísi-
ma Virgen), hechos hijos de ira y enemigos de Dios.
Y ¿qué es esto? ¡Oh, qué cosa tan tremenda es ser des-
pojado de la gracia, ser de Dios aborrecido! etc. ¿Qué
escondrijos podrán ocultar al pecador para que se libre
de la ira de Dios? Guárdate del pecado que trasciende
todas tus acciones, y las quita la vida moral, que es la
espiritual del alma.
3. La paga del pecado es la muerte (2) así temporal
como eterna: porque por el pecado entró la muerte en
el mundo; par el pecado se formó el infierno. Hubieras
vivido siempre feliz y para siempre bienaventurado, si
no hubieras pecado. Porque zecaste, morirás una y otra
muerte. Pondera los males de la primera, que se han
de acabar: los de la segunda, que han de ser eternos.
Conoce por aquí la gravedad del pecado. Pásmate, dué-
lete, aborrécelo, pide perdón.
(1) Pealm, 18. (2) Rom., 6.
DE ADVIENTO 23

VIERNES
DEL DECRETO Y MOTIVO DE REMEDIAR AL HOMBRE

1. No quiero la muerte del impío, sino que se apar-


te de su camino (1), hecho por el pecado hijo de eterna
muerte. ¡O miserable calda de altura tal ä tan profundo
abismo! Repara de dónde y ä dónde has caldo. Coteja
el estado primero con el del pecado; lo que perdiste
con lo que lograste. Pero Dios no quiere tu muerte:
Nolo mortem peccatoris. Si -esto se te dijera de parte de
un principe cuando estabas ya para salir ä ser quemado
vivo, ¡cuánto te alegrarlas! ¡Qué gracias no le darlas!
¡Qué cosa habria tan dificil, que no prometieses ejecu-
tar por un príncipe de tal bondad! Haz lo mismo con
Dios. •
2. Con caridad perpetua te amé (2). Considera que
la causa de tan piadosa voluntad de Dios para con nos-
otros es su infinito amor. ¡Qué no puede el amor con el
mismo Dios! Mas ¿por qué méritos nuestros? Por ningu-
nos, sino que gl nos amó aun cuando éramos pecadores.
¿Qué harías tú con un enemigo? Venganza infinitamente
mayor tú merecías. Con todo esto te amó Dios, á quien
tenias ofendido. ¡O corazón de hierro, si no amas al que
te ama, amándote El aun siendo su enemigo!
3. Y te atraje ti mi, compadeciéndome de ¿1 (3). Otra
causa de reparar al hombre es la misericordia de Dios.
Había pecado Adán, habla dañado ä todos: estábamos
todos perdidos y condenados. No quiso Dios que perdiese
(1) Ezech., 83. (2) Jerem., 31. (8) 'bid.
24 SEMANA PRIMERA
su fin todo el género humano. Habla pecado Adán, mas
por engaño del demonio, rabioso contra el mismo Dios.
Tomó Dios por suya la causa del hombre. Ten confian-
za, que tomará tu causa como propia contra las tenta-
ciones del demonio.

SÁBADO
DECRETO DE LA ENCARNACIÓN DEL HIJO DE DIOS

1. Considera que Dios podrla remediar al hombre de


otros infinitos modos; mas eligió el hacerlo por vla de
condigna satisfacción. Esta no pocha darla criatura algu-
na, que juntamente no fuese Dios; pofque la injuria era
infinita, y toda otra satisfacción limitada. Pesa por aquí
la gravedad de la ofensa que haces á Dios pecando, y
ten horror de ser su fautor. Si te pide satisfacción de
ella, ¿cómo la darás?
2. Considera que Dios pudo unirse á la naturaleza
angélica y satisfacer en ella por el hombre; mas quiso
unirse ä la humana, para vencer al demonio en la natu-
raleza más flaca, y darnos un redentor visible, y ä quien
pudiésemos imitar. Advierte que fácilmente puede ser
vencido el demonio por el hombre que se une con Dios.
Llégate á Él, para confundir al fuerte: reconoce á tu
redentor, maestro y ejemplar. ¿Podios por ventura es-
perar tanto? Mira no te descamines perdiéndole de
vista.
3. Considera la vileza y miseria de que fué elevado
el hombre á tan grande dignidad. Apreciala, date para-
bienes, ama, da gracias, etc. Justo era que, después de
emparentar con la naturaleza divina, emprendieses una
DE ADVIENTO 25
vida correspondiente ä tu dignidad. Mas ;ay!¿cuál la
has tenido? Avergüenzate. Pésete de haber caldo de tan
alto.

DOMINGO II DE ADVIENTO
EL PADRE DA AL HIJO, Y EL HIJO SE DA Á Sf MISMO
AL MUNDO

1. Así amó Dios al mundo, que le dió á su hijo uni-


génito (1). ¿Quién es el que ama? Dios. 4.,.A quién? A ti
te amó. ¿Cómo probó su amor? Dando á su hijo, y éste
siendo Dios infinitamente amado, por ti, pecador rebelde, •
Y tú ¡cuán nada das, á Dios! Córrete de no desnudarte
del afecto de las criaturas y de ti mismo, y de que no te
das todo al que te dió su propio hijo. Repara cuánta
obligación tienes de hacer esto.
2. Me amó á mi, y se entregó á si mismo por mi (2).
AmiSme, aun viendo que habla de ser ingrato y habla de
dejar frustrada su intención y sus deseos; y se dió ä si
en señal de amor, pudiendo negársete por tantos títu-
los. ¿Qué haces tú por este su amor? ¿Piensas que te
hará salvo, si aún resistes? Date, pues, tú todo, al que
primero se te dió todo á ti.
3. Teniendo la forma de Dios, se anonadó tomando
la de siervo (3). Y ¿para qué se dió el que se te dió ä ti?
Para la pobreza, para el desprecio, para los tormentos,
para la muerte. Todo esto lo hizo tolerable el amor. No
se lo retornas, si huyes estas cosas. Resuélvete á su-
frirlas para atestiguar tu amor.
(1) Joann., 8. (2) Oalat , 2. (8) Philip., 2.

26 SEMANA II

LUNES
EN LA ENCARNACIÓN RESPLANDECEN LA SABIDURÍA,
BONDAD Y OMNIPOTENCIA DE DIOS

1. Me manifestaste lo oculto de tu sabiduría (4).


Halló su sabiduria medio con que se diese satisfacción á
la divina Justicia, traspasando nuestra deuda en una di-
vina persona. Halló modo con que el mismo que era
criador, fuese redentor también, para arrebatar asi nues-
tro amor por muchos titulos. Y con fado frustras las es-
peranzas de Dios, dividiendo tu amor en las cosas cria-
das. Paga ä Dios lo que le debes.
2. Hiciste bondad con tu siervo (2). ¿Qué bondad?
Dióse el Justo por los injustos, el Inocente por los pe-
cadores, el Señor por el siervo, Dios por el hombre. A
éste se unió, no por afecto sólo, sino personalmente. Y
¿podrás si esto crees, amar fuera de Dios otra cosa?
Vuélvete toda á Dios, alma mia, porque Él solo es bue-
no y Él solo digno de amor.
3. Hizo poder en su brazo (3). El Hijo de Dios es
brazo de Dios, que extendió desde el cielo para levantar
al hombre. En este hijo se dejó ver la omnipotencia en-
carnada, que obró tanto, cuanto pudo desear el amor.
Ni pudo éste mandar más, ni más ejecutar aquella. Per-
suádate esta verdad ä emplear en El todo el amor que le
has negado hasta aqui, y ä mostrarlo con las obras todo
lo más que puedas.
(1) Psalm. 50. (2) Ibid. 118. (3) Luo., I.
DE ADVIENTO

MARTES
POR LA ENCARNACIÓN DEL HIJO DE DIOS ES DIOS
APLACADO, LEVANTADO EL HOMBRE, CONFUNDI -
DO EL DEMONIO.

1. Todas las cosas vienen de Dios, que nos reconcilió


consigo por Cristo (1). No puede ser aplacado Dios
ofendido, sino por condonación.6 satisfacción. No quiso
condonar nuestro pecado; quiso que por él se diese sa-
tisfacción por nuestra misma naturaleza, ayudada del
Verbo á ella unido, y por quien sus méritos se elevasen
á infinitos. Teme, alma mía, porque también á ti se te
pedirá satisfacción. Y ¡tan raras veces piensas en esto!
Mas porque tú, por más que, hagas, nada puedes satisfa-
cer, une la nada de lo que haces con el tesoro infinito de
los méritos de Cristo.
2. Levantando de la tierra al pobre, y sacando del
cieno al mendigo (2). Se habla hecho todo terreno el
hombre, ya por el conocimiento, ya por el afecto. No
vela á Dios; así ni le amaba, porque no le percibía por
les sentidos. Hizose por eso visible para levantarnos ä
Dios por el ejemplo y doctrina. ¿Podrán más las cosas
terrenas, y serán más fuertes para llevarte tras si? ¿Irás
á donde ellas te convidan, 6 á donde el Hijo de Dios te
llama? etc.
3. Ahora el príncipe de este mundo será echado fue-
ra (3). Triunfante estaba el demonio por haber echado ä
perder en un hombre á los hombres todos. Un hombre
( 1 ) 11 Cor., 5. (2) Palm. 112. (5) Joann., 12.
28 SEMANA II
solo halló Dios, con quien confundir su soberbia: éste
es Cristo, Dios y hombre. Ast, si un hombre nos perdió,
otro nos salva. Mas esto la humanidad no lo hizo sino
unida á la divinidad. Así no vencerás tú al enemigo, si
no estás unido con Dios. Por ti solo nada puedes; con
El lo puedes todo.

MIÉRCOLES
ES ESCOGIDA MADRE PARA TAN GRANDE HIJO

1. Envió Dios á su Hijo, hecho de mujer (I). Decre-


tada la Encarnación, determinó Dios--no-criar para si un
cuerpo de la nada, sino nacer de mujer; para que, ast
como una mujer ayudé á nuestra ruina, coadyuvase otra
á nuestra redención. Y por esta razón quiso hacerse
hijo del hombre, y nuestro hermano. ¿Cuál es, pues,
nuestra dignidad, pues tenemos un mismo padre con Cris-
to? ¡Cuánta fué la humildad de Cristo, que siendo Hijo
de Dios quiso hacerse hijo del hombre! Conoce aquella,
y pruébala con las obras. Imita ésta, y humillate.
2. Miró á la humildad de su sierva (2). Vi6 Dios des.
de la eternidad todas las mujeres que hablan de ser, y
todo lo que hablan de obrar en cualquier estado. Vió que
la bienaventurada Virgen habla de obrar bien con todas
sus circunstancias; y esto por los méritos de Cristo. Por
eso la amé más (*me ä las demás mujeres. ¿Quisieras ser
amado de Dios? Coopera á su gracia. No se te pase oca-
sión de obrar con ella. ¿Hicistelo así hada ahora? Con-
fúndete, pésete, teme, haz propósitos de hacerlo, etc.
3. Hizo en mi cosas grandes el que es poderoso (3).
(1) Galat., 4. (8) Inc., 1. (8) bld.
DE ADVIENTO 29
¿Qué cosa mayor que ser madre de Dios? Mas ¿de dónde
le vino tal dignidad? De que siempre correspondió á la
gracia invitante, que es la que imita y muestra la vo-
luntad divina. Puedes té también ser madre de Dios
porque el que hiciere la voluntad del Padre, que está en
los cielos, ese es madre mía, dice Jesucristo. ¿Amas
esta dignidad? Haz su voluntad, si la quieres; corres-
ponde á sus interiores llamamientos.

JUEVES
PROM gTESE LA ENCARNACIÓN DEL HIJO DE DIOS

1. Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu


generación y la suya, y ella te quebrantará la cabe-
;A (I). Esto era prometer al Redentor, que librarla á
Adán y á sus descendientes de la potestad del demonio.
¡Qué bueno es Dios! Apenas el hombre peca, cuando
luego le da y ofrece la esperanza del perdón. ¿Por ven-
tura no te di6 á ti la misma esperanza? Y ¿cuántas ve-
ces? ¿Qué agradecimiento, pues, no le debes? ¿Qué
amor? ¿Qué confianza?
2. Entre tu generación y la suya. Esto era prometer
al Salvador de los que después hablan de nacer de Adán.
Esta misma promesa la renovó en adelante por tantas
profecias y figuras, para alentar en la misma esperanza
' l e su venida, pero á ti te lo hizo presente. Y con todo
nAs le servían los que le esperaban, que tú, que ya le
ozas. Confúndete y corresponde en adelante ä beneficio
tan grande.
1) Gen., 8.
3 o SEMANA II
3. El mismo Dios vendrá y nos salvará (1). Esto
creían y decían los pasados siglos. Por eso extendió ä
ellos Jesucristo sus méritos infinitos. No desampara cier-
tamente ä cualquiera que espera en El. ¿Juzgas acaso
que será menos misericordioso contigo después que vino,
si le sirves con fidelidad? Con más abundancia partici-
pas di los méritos de Cristo por medio de los sacramen-
tos, etc. Ofrece siempre estos méritos al eterno Padre.
Estos solamente sean el fundamento de tu esperanza.

VIERNES_,_
ES DESEADO EL REDENTOR DE LOS PATRIARCAS
Y PROFETAS

1. Cielos, enviad vuestro rocio de lo alto, y las nu-


bes lluevan al Justo (2). Quiso Dios que fuese deseado
el prometido Redentor, para que hubiese, para lograr-
lo, alguna disposición de nuestra parte. ¿Qué menos
pudo pedir, para conseguir gracia tan grande, que un
deseo? Mira que quiere venir ä ti Dios. Y ¡qué tibia-
mente le deseas, sabiendo apetecer con tanto ardor otras
cosas! Quiere Dios ser deseado de ti, pues quiere unir-
se contigo. Deja, pues, otros deseos, para emplearte en
este solo.
2. Envía al que has de enviar (3). Considera cuán
ardiente era este su deseo, que noche y día daban cla-
mores ä los cielos, á las nubes, á la tierra para que vi-
niese el que habla de ser enviado. Estos afectos alcan-
zaron que se acelerase la Encarnación. Si atiendes ä lo
(1) bid., 85. (8) !bid. 45. (8) Exod., 4.
DE ADVIENTO 31
flojo de tus deseos, no te quejarás de no ser oido. Có-
rrete de desear con tanto ardor las cosas agradables á
los sentidos, y con tanta tibieza las divinas. ¿Qué te im-
pide? La afición ä las cosas criadas.
3. Hémosle esperado y nos salvará (1). Pasäbanse
los siglos, las desdichas se aumentaban, el Prometido
no venia: con todo eso le esperaban firmes en su espe-
ranza, ast los que vivían, como las almas de los que es-
taban en el limbo. Y la causa era, porque conocian bien
su necesidad y la grandeza del beneficio prometido. De-
searas tú con más constancia, si confiases en Dios, si
ponderases tus necesidades, si conocieses qué bien tan
grande sea tener á Dios. Procura mantener y aumentar
con tales consideraciones tus deseos.

SÁBADO
DE LA CONCEPCIÓN SIN MANCHA DE LA VIRGEN

1. Aún no habla abismos y yo ya era concebida (2).


El pecado original es un abismo que nos sorbia ä todos.
MARÍA fué exenta de caer en él; porque, como dice san
Anselmo, era decente que resplandeciese con tal pure-
za, que después de la de Dios, no se pueda concebir
mayor. Advierte cuánto atiende Dios á lo que le es de-
cente. ¡Oh! ¡si tú atendieses también ä lo que es decente
y justo ä ti, ít tu estado y á tu vocación!
2. Toda eres hermosa, amiga mía, y no hay man-
cha en lí (3). No sólo no hubo pecado en la bienaven-
t urada Virgen, pero ni M'une, ni concupiscencia, ni
(ì) tul., 25. (2) Prov. 8. (8) Cant. 4.
3 2 SEMANA II
mala inclinación; y así con suma tranquilidad y concor-
dia su carne, y los sentidos todos, estaban sujetos al es-
plritu y á la razón. Pero tú, ¿no sientes otra ley en tus
miembros? Alcanzarás paz en ti, si reprimes tus concu-
piscencias y malas inclinaciones; y si te gobiernas sólo
por lo que es razón y espíritu, no por lo que es carne y
solamente sensualidad.
3. En mí está la gracia de todo camino y verdad (1).
Dió en el primer instante Dios á la beatisirna Virgen
mayor gracia habitual que ä todos los hombres y ánge-
les; perfecto 'uso del entendimiento, y conocimiento de
Dios; una voluntad más amante que la de los serafines
todos; gracias muy eficaces, con que desde luego empe-
zó á obrar con la mayor intención. ¡Cuándo empleaste
tú en Dios tu voluntad y entendimiento? ¡Mira de qué
modo! ¡Has por ventura cooperado á las gracias que te
dile ¡Cooperarás en adelante?

DOMINGO III DE ADVIENTO


DE LA NATIVIDAD Y PRESENTACIÓN DE LA
SANTfSIMA VIRGEN

4. Tu nacimiento, 6 Virgen, Madre de Di«, anun-


ció alegría al universo mundo (2). A la santísima Trini-
dad, por hija del Padre, madre del Hijo y esposa del
Espíritu santo. 2. A los ángeles, por ser reina suya.
3. A los hombres, por ser su protectora, para quienes
propiamente es MARÍA, estrella del mar para los que
(I) Ecoll., 24. (2) Ecolee. In Offio.
DE ADVIENTO 33
naufragan, iluminadora de los ciegos y de los que están
puestos en la sombra de la muerte, señora de todos para
que la sirvamos, ä ella, después de Dios, amemos y re-
verenciemos. Alégrate tä también. Reconoce eh- este
nombre sus excelencias y las razones de tu esperanza.
2. Apetece mi alma y desfallece por tus moradas (I).
Joaquln y Ana ofrecen ä Dios su hija con todo afecto, y
se privan con gustos del consuelo que en tal prenda te-
nfan. ¡Oh, qué cosa tan santa es privarse de todo con-
suelo por Dios! ¿Por Ventura lo haces tú también as!?
La Virgen de tres años se apresura ä ofrecerse ä Dios,
sin que la detenga ni edad tan tierna, ni el amor de sus
dulces padres. ¡Qué fácilmente te vales tú, para no ha-
cerlo, de cualquier impedimento! En fin, se ofrece ä
Dios con alegría con voto de castidad perpetua. ¡Qué
devoción ésta tan grande! ¡Qué reverencia! Pero ¿cuál
es tu oferta, que has hecho ä Dios tantas veces repetida?
;Qué fria! etc.
3. Muchas hijas amontonaron riquezas; mas tú á to-
das excediste (2). Considera las virtudes que ejercitó en
el templo. Colase con Dios por la contemplación, amor
y sujeción de su voluntad; amaba al prójimo, y ä las
doncellas compañeras suyas; ayudaba, sufría y se rendía
ä todos; humilläbase, se apartaba del amor de las cosas
de la tierra; en todo se mortificaba, etc. Estás ofrecido
ä tu Dios en su casa, * en su iglesia, en su ley santa:
menester es, que te exijas y ejercites tales virtudes.
(1) Pe. 88. (2) Prov. 81.


AVANCINI
3

34 SEMANA In

LUNES
SE DESPOSA LA SANTÍSIMA VIRGEN CON SAN JOSÉ

1. Quiso Dios que tomase marido la madre que habla


de tener. No lo rehusó la Virgen, ni temió violar su
voto, porque toda se habla entregado ä la dirección de
Dios. No dudaba que la conservarla pura Aquel, cuya
voluntad hacia. Déjate gobernar de Dios, y no tienes
que temer peligro alguno. Examina lo pasado; ordena
lo venidero.
2. Considera las causas de estos desposorios. 1. Por-
que no fuese notada de los hombres por su preñez.
Mira por la fama ajena, en especial de tu madre la re-
ligión. *No desacredites con tus hechos el cristianismo,
la fe santa que tienes. 2. Porque naciendo el Señor
de mujer soltera, no fuese tenido por ilegitimo. Mira
también por tu buen nombre cuando importa para la
gloria de Dios. 3. Para que por algún tiempo se ocultase
el misterio de la Encarnación. Aprende de aqui á cubrir
los partos de tus virtudes.
3. Considera las cualidades del esposo. Descendia de
real casa; mas era un pobre carpintero; justo si, y vir-
gen, para que, como tal, guardase ä. la Virgen. ¡Qué
diversamente del mundo aprecia las cosas Dios! Este
tiene en más la justicia, la santidad, la virginidad; el
mundo la excelencia del linaje, la opulencia, etc. Si
prácticamente juzgases como Dios, no estallas tan pega-
do á lo terreno. Desde ahora siquiera enmienda tu juicio.
DE ADVIENTO 35

MARTES
LA EMBAJADA DEL ÁNGEL A LA SANTfSIMA VIRGEN

1. Envió Dios al ángel Gabriel á una ciudad de Ga-


lilea á la Virgen (1). Pondera quién es el que envia, á
quién envía y á qué persona se hace la embajada. El
que envía es Dios, el enviado es un ángel ä una virgen
pobre, desposada con un carpintero, toda consagrada á
Dios. A tales se digna Dios de enviar legadas de ánge-
les. Tampoco se desdeña de enviar á ti embajadas invi-
sibles de internas inspiraciones. Escúchalas atento, por-
que de Dios vienen. Estimalas y obedécelas, porque son
para tu bien. ;Cuánto mejor fueras, si lo hubieras hecho
hasta aquí!
2. Y entrando á ella el Angel,.la dijo: Dios te salve,
llena de gracia (2). Entró: ¡con qué reverencia! ¡con
qué modestia! ¡con qué compostura! ¡con cuánta menos
tú te llegas al mismo Dios! Alaba á la Virgen; calla ser
ángel. Aprende ä no decir tus alabanzas, si ä publicar
las ajenas. Llámala llena de gracia. Esta es delante de
Dios la única alabanza. Pero tú ¿de qué estás lleno? De
vanidad, de afectos desordenados, etc. •
3. El Señor es contigo: en el pensamiento, en el de-
seo, en el amor. ¡Feliz compañia estar así con Dios!
¡Feliz MARiA, que así estuvo siempre! ¡Oh qué raras
veces estás tú con Dios! Consulta tus pennmientos, afec-
tos y deseos. Pregúntales por dónde vaguean. Recóge-
los, pues, todos en Dios.
L ) Lao., L (2) bid.

36 SEMANA XII

MIÉRCOLES
INTÍMALA EL ÁNGEL EL MISTERIO DE LA
ENCARNACIÓN
1. Oyendo la Virgen lo que la decía el Angel, se
turbó al oir su salutación (1). Se turba, esto es, se con-
funde al oir tan grandes alabanzas suyas, al ver tanto
acatamiento de un ángel. Esta es la primera propiedad
de los humildes. ¡Oh, cuánto distas tú de la Virgen! Te
turbas al oir tus vituperios; te alegras á tus alabanzas.
Ella tiene horror ä las que merece i-y_son tan verdade-
ras; tú buscas las que no mereces, y son tan falsas.
2. No temas, MARIA, porque hallaste gracia con
Dios (2). Una sola razón la da para quitarla todo temor,
esto es, que está en la gracia de Dios. Este es un escudo
inexpugnable. ¿Qué puede temer aquel ä quien Dios
ama? Desea, pues, agradar ä Este, no á los hombres.
Le agradadas más si quisieras agradar menos á éstos.
3. Mira, que concebirás en tu vientre un hijo, y le
llamarás JESÚS. Este será grande, y será llamado hijo
del Altísimo; y reinará en la casa de Jacob eternamen-
te (3). Da parabienes ä la Virgen, de que se la da hijo
tan grande. Adora á tal hijo: reconócelo por Dios, cree
en El, ámale y sujétate ä su imperio.

JUEVES
EXPLICA EL ÁNGEL EL MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN

1. Dijo, pues, MARÍA: ¿Cómo puede ser esto? pues


tengo prometido no conocer varón (4). No dijo: no se ha-
(1) Luo., 1. (2) Ibid. (8) Ibid. (4) Bid.
DE ADVIENTO i7
rá, no sucederá esto; sino que pregunta: ¿De qué mo-
do? Insinúa el voto que habla hecho, y un amor mayor
de la pureza, que de la maternidad de hijo tan excelen-
te, estando dispuesta en lo demás á seguir la disposi-
ción divina. Ama la pureza de alma y cuerpo mucho
mejor que hasta aquí.
2. Y respondiendo el Angel le dijo: El Espíritu san-
to vendrá sobre ti, y el poder, etc. (I). Explica el modo
de unirse la virginidad y fecundidad por obra del Espiri-
tu santo, que habla de formar el cuerpo para el Verbo
de Dios. Da parabienes ä IdVirgen, en quien el Espíri-
tu santo obraba este misterio. Procura que El sea solo
el que obre en tu alma con sus inspiraciones, y que no
obren la sensualidad, el amor propio, ni los respetos hu-
manos.
3. Vd aqui la sierva del Señor: hágase en tni según
tu palabra (2). Da su consentimiento la Virgen. Esto
esperaba la santísima Trinidad, los ángeles, los padres
del limbo, los hombres. Pero ¿con cuánta humildad con-
sintió? Ya se vela madre de Dios, y se llama sierva. Por
la virginidad le concibió, y le mereció por su humildad.
Este es el modo de atraer á ti á Dios, humillándote; ad
como le echas de ti si te engríes.

VIERNES
D OTES DEL ALMA DE CRISTO, QUE TOMÓ EL VERBO

1. En el cual están los tesoros todos de la sabiduría y


ciencia de Dios (3). En el primer instante conoció per-
(1) Lao., 1. (2) Ibid. (8) Coloso., 2.
38 SEMANA zzi
fectisimamente todas las cosas naturales, y ä ti también
y tus obras. Pero ¿vi() lo que podia causarle alegria,
acaso tristeza? 2. Todas las cosas sobrenaturales hasta
el mismo Dios. ¡Qué feliz alma aquella! La tuya ¡cuán
infeliz! No ves estas cosas, no; pero ä lo menos créelas
continuamente con actuales actos de fe. Por falta de es-
to, faltas por lo común en lo demás.
2. Tal pontífice convenía que tuviésemos, santo, ino-
cente, sin mancha (1). 1. Por la unión al Verbo fué san-
ta infinitamente, y no pudo crecer más. Tú puedes;
mas no crecerás sino te unes más con Dios. No te uni-
rás, si no te apartas más de las criiiiiras. 2. Fue santa
por una suma gracia sobre todas las criaturas. Mira tu
pobreza. Más rico serias si te unieses más ä Dios.
3. Fué impecable, porque era regida del Verbo. ¡Qué
frágil eres tú! Acaso porque no te dejas regir de Dios.
3. Tuvo complacencia de que habitase en El toda la
plenitud (2). Por la unión al Verbo tuvo todas las virtu-
des sobrenaturales de que fue capaz. ¡Cuánto se agradó
Dios en esta humildad! ¡Qué poco se complace en la
tuya! ¡Qué mucho, si es miserable y pobre! No estuvie-
ron ociosas aquellas virtudes: ya entonces influían en nos-
otros. Pero ¿cuántas veces no has admitido este influjo?

SÁBADO
OFRÜCESE CRISTO AL PADRE ETERNO EN EL PRIMER
INSTANTE DE SU CONCEPCIÓN

. En entrando en el mundo dice: No quisiste (otra)


hostia y sacrificio; pero me dispusiste y (orinaste cuer-
(1) Hebe., 7. (2) Colo., 1.
DE ADVIENTO
39
po. Entonces dije: Mira, que aquí estoy (1). Al Padre
se ofrece á si y sus cosas, el cuerpo, el alma (porque
conoce que de El lo recibió todo) y con una prontitud
extremada. ¡Qué tienes tú, que no hayas recibido de
Dios? ¡Por qué no se lo sacrificas todo? ¡Por qué te con-
sagras á ti, y á tus sentidos tantas cosas?
2. Vesme aquí, que vengo para hacer, Dios mío, tu
voluntad (2). Conoció luego que le decretaba Dios la po-
breza, la ignominia, la pasión, la muerte. Admite pron.
tisimamente en el mismo instante la cruz, traspasando
toda su voluntad en la de Dios. Cotéjate con Cristo en
conformarte con la voluntad divina, en especial en las
cosas arduas. Mira cuánto amas 6 huyes la cruz.
3. Lo que le agrada eso hago siempre (3). Porque su-
mamente le place su gloria y nuestra salud. A esto en-
derezó luego su intención, y ésta fué siempre purísima.
Todo lo pierdes, si no lo diriges ä este fin. ¡Oh! ¡qué
pérdida tan grande hasta aqui has hecho! Lo que en
adelante hicieres sea tan puro, que nada se le mezcle
de sensual.

DOMINGO IV DE ADVIENTO
I.A SANTISIMA VIRGEN VISITA Ä SANTA ISABEL

I. Levantándose MARÍA en aquellos días,


fué con pres-
teza ti la montada (4). Después que concibió á Dios em.-
prende cosas arduas y sublimes. Señal es de que habita
Dios en uno el resolverse á vencer dificultades. Habien-
do concebido á Dios sale en público. Necesitas ocultarte
(1) Hebr., 10. (2) bid. (8) Joann., 8. (1)Lue., 1.
e
40 - SEMANA IV
hasta que el Espíritu de Dios venga ä ti: sin esto no
puedes tratar seguramente con los prójimos. Para librar
ä Juan del pecado, deja su amada soledad. Así se ha de
dejar á Dios por Dios.
2. Saltó de placer el infante en su vientre, y lid lle-
na Isabel del Espíritu santo (1). Estos son los efectos
de la visita de MARIA. Es limpiado el infante, es santi-
ficado, aun antes de nacer profetiza con los saltos; Isa-
bel es iluminada, conoce ä la madre de Dios, la ensalza,
y así ie humilla. Quiso Dios que tuviésemos todas las
cosas por MARIA. A esta Seilora hasle exponer tus ne-
cesidades: de ella has de mendigar.
3. Magnifica mi alma al Señor (2). Al oirse alabar,
refunde en Dios sus alabanzas, y ä si se humilla y abate.
Cualquiera cosa que de Dios te venga, te has de acoger
tú á tu nada. Engrandécele y concibe de El un sentir
muy alto.

LUNES
ES INSTRUIDO SAN JOSÉ EN EL MISTERIO DE LA
ENCARNACIÓN

1. José, pues, su esposo, como fuese justo y no qui-


siese delatarla, quiso dejarla ocultamente (3). Ve em-
'brazada la Virgen, no sabía el misterio. Angústiase; mas
na la zahiere ó echa en cara como delito. Échalo á la
mejor parte. Piensa con todo en dejarla; mas oculta-
mente, para mirar por su fama. Aprende lo 1. A sufrir
las cosas adversas con prudencia; á no murmurar 6 no
(1) Luc., 1. (8) »Id. (8) älatth., I.
DE ADVIENTO - 41
quejarte. Lo 2. A excusar contigo los defectos de otros;
ä encubrirlos con los demás.
2. Aflijiase también la Virgen que conocia la angus-
tia de su esposo; que ella era sospechada de adulterio;
que estaba ä peligro de un repudio. Con todo eso calla
y no se excusa: toda se 'deja en Dios, defensor de la
inocencia. También de los santos se hacen juicios bien
siniestros. Enmudece, si de ti se hicieren. Entrégate to-
do á Dios, quien con su providencia lo ordenará ä ma-
yor bien y provecho tuyo.
3. El Angel del Señor apareció tí José en sueños,
diciéndole: José, hijo de David, no temas en retener ti
MARIA tu esposa (I). Quiere Dios que los justos tengan
tribulaciones, no que sean de ellas oprimidos. Da para
esto socorros divinos cuando faltan los humanos. Ins-
truye ä José en ei misterio de la Encarnación. ¡Cuán
grande fué su gozo, como también el de MARIA! Tanto
cuida Dios de los que en sus manos se ponen.

MARTES -
DEL NACIMIENTO DE SAN JUAN BAUTISTA

1. Parió Isabel al hijo, y oyeron los vecinos que ha-


bia Dios magnificado su misericordia con ella (2).
Lo 1. Librándola del oprobio de esterilidad. Si era
tan deshonrosa la esterilidad corporal entonces, ¡cuánto
más lo será ahora delante de Dios la del espiritu! Mira
que ésta es la tuya. 2. Dándola un hijo que será gran-
de delante del Señor. Sola es grandeza verdadera la que
lo es delante de Dios: ¿para qué buscas otra?
(I) Matlb., I. (2) Lao., 1.
42 SEMANA IV
2. Ditt á luz un hijo, y oyéronlo los vecinos, etc. Con-
sidera las cosas que se siguieron al nacimiento de san
Juan. A légranse los vecinos: unos temen, otros se ad-
miran; suéltase al padre la lengua; es lleno del Espí-
ritu santo; habla, bendiciendo al Seilor; profetiza, etc.
¡Qué de mutaciones hace un farón celoso, si se deja ver
en un pueblo!
3. ¿Cuál juzgais será este niño? Porque la mano de
Dios se veia en él (I). Antevén, y sacan la grandeza de
Juan, que el Angel habla anunciado, de que la mano y
el favor de Dios le asistían. Mas este favor no le hizo
grande con el mundo, sino vil y deiiireciado: él le llevó
al desierto, le hizo alimentarse de langostas, vestirse de
pieles, etc. Por este camino lleva Dios á los que hace
grandes á sus ojos. Por éste has de ir tú, si quieres serio.

MIÉRCOLES
EL EMPLEO Ä QUE ES DESTINADO SAN JUAN

I. Este vino á ser testigo para dar testimonio de la


luz (2). Testimonio can la lengua para que predicase ä
Cristo; testimonio con las obras, sellando su doctrina
con su sangre. Para esto has sido llamado tú también,
para dar semejante testimonio, no sólo con la lengua,
alabándole y predicándole, sino mucho más con las
obras, padeciendo y obrando cosas difíciles por Dios.
Qué has hecho hasta aqui? ¿Qué has padecido? Mira lo
qué en adelante has de hacer.
2. El irá delante en el espíritu y virtud de Elías (3).
(1) Luc., t. (2) Joanu., 1. (a) Luc , 1.
DE ADVIENTO 43
El espirita de Ellas fué celoso, fuerte, fogoso, y en na-
da tímido. Tal fué el de san Juan en el yermo junto al
Jordán, en las ciudades, en la cárcel, en la muerte.
¿Es tal el tuyo por ventura? ¡Qué tibio! ¡Qué débil! ¡Con
cuánta facilidad desmaya!
3. A aparejar al Serior un pueblo perfecto (1). No es
destinado sólo para Herodes, para los grandes, sino
también para adoctrinar ä los de la plebe. Bájate ä los
más viles, porque de ninguno es vil el alma. Todas tie-
nen el mismo precio, que es la sangre de Cristo. Esto
te pide el ejemplo del mismo Jesucristo, esto tu vocación.

JUEVES •
LA EXPECTACIÓN DEL PARTO

1. Deseaba sumamente la Virgen dar ä luz lo que


habla concebido, porque sabia que era dado para la sa-
lud de todos; para que empezase descubiertamente esta
obra. Deseaba por cierto tenerle siempre unido ä sus
entrañas; mas prevaleció el afecto de la. salud de los
hombres. ¿Cuántas veces concibes tú á Dios por medio
de los buenos propósitos? ¡Qué raras veces nace de ti!
Se ha de insistir en llevarlos á ejecución; de otra suerte
serán ociosos. Private algunas veces de algún consuelo
espiritual por servir al provecho de los prójimos; y mu-
cho más te has de privar del deleite y gusto de los sen-
tidos. No se pierde asi ä Dios, mas se da ä luz.
2. Conocida la voluntad de Dios de que naciese Cris-
to, deseábalo la bienaventurada Virgen, para usar tam-
o) Lue., 1.
44 SEMANA IV
bién con g l de los corporales y exteriores obsequios;
para verle, besarle, abrazarle, traerle en sus brazos,
servirle en todo. No sólo has de emplear en Dios tu
afecto, sino también las obras exteriores.
3. ¿Cómo se disponía para este parto? Con intensísi-
mos actos de todas las virtudes. No te has de disponer
con una virtud sola, y ésta flaca, para que nazca en tí
Dios. Es menester que sea con todas, y en grado heroi-
co. ¿Cuántas tienes? ¿Cuántas te faltan? Acostúmbrate
ä las heroicas, que piden una resolución ferviente y
constante.

VIERNES —
LOS BENEFICIOS QUE HIZO CRISTO Ä SU SANTÍSIMA
MADRE MIENTRAS ESTUVO EN SU VIENTRE

I. Trajo ä tal hijo en su vientre sin pesadez, sin do-


lor y sin tedio. Con facilidad se lleva lo que sumamente
se ama. Privilegio fué éste de la Virgen, no tuyo. A ti
se te dijo: Con dolor parirás los hijos (1). Que es decir:
Practicarás tus propósitos con grandes dificultades. Pero
fáciles se te harán, si amas. ¿Te es pesada la, doctrina
de Cristo? Ama; el amor todo lo endulza.
2. Considera qué adornado dejarla Cristo el tálamo de
aquel vientre. El que dió tantas gracias ä la santa. Virgen
en el primer instante de su concepción, ¿de cuántas
juzgas la colmarla por espacio de nueve meses? ¡Qué
luz ä su entendimiento! ¡Qué afectos infundió en su vo-
luntad! Da parabienes ä la Virgen. Pero ¿de dónde te
(1) Gen., 8.
DE ADVIENTO 45
viene tanta ceguedad y tibieza, recibiendo tantas veces ä
Dios? Acaso porque no sufres cele se detenga contigo,
derramándole luego en otras cosas.
3. Considera que los otros hijos reciben la nobleza de
sus madres; porque el parto sigue al vientre. Mas aquí
la madre la recibió del hijo. Es reina ä la verdad de to-
dos, porque es madre del Rey del universo. Por el se-
rás noble, si le dieres' ä luz; esto es, por tus acciones,
si son conformes con las de Cristo; no por tu doctrina,
no por tu estimación y aplauso.

- SÁBADO
JORNADA DE LA VIRGEN el. BELÉN

1. Salid edicto de César (1), aunque nacido de so-


berbia y avaricia; con todo la santísima Virgen venera
en el emperador terreno la autoridad de Dios. No se es-
cosa por su preñez, no por lo rígido del tiempo. ¿Por
ventura no aprenderás de esto ä tener ä tus superiores
en lugar de Dios, aunque te manden cosas difíciles?
2. Salid también José para empadronarse con MA-
RÍA (2). Habla Dios determinado que su hijo naciese po-
bre y despreciado. Para esto dispone que salga el edicto
de César. Por esto se ve en la precisión de ir ä Belén.
Mas encubre con esta precisii5n su voluntad de padecer,
su humildad, paciencia y pobreza. Y ¿qué es lo que yo
hago? Me dejo ver con apariencia de virtud; pero encu-
bro los vicios, amo las comodidades. ;Oh verguenzal
3. Vino á su patria y casa, y los suyos no le recibie-
(1) Lita., 2. (2) DA&
46 NATIVIDAD -
ron (I). Acompaña ä la Virgen, buscando posada por to-
das partes. Repara cuán indignamente es desechada de
todos. Pondera sus sentimientos, principalmente al ver
que los propios no la recibían, acogiendo ä los extraños.
¿Por ventura también tú no echaste tal vez de ti á Dios,
cuando llamaba ä tu corazón? Y ¿ä quién das lugar en
él? Ábreselo, pues, en adelante; ciérralo á la vanidad.

LA NATIVIDAD DEL SEÑOR


1. Sucedió, pues, que estando allí (en el establo de
Belén) se cumplió el tiempo de dar ti luz la Virgen á su
hijo (2). ¿Á dónde? Considera la vireiidel lugar, la es-
tación más fria, el tiempo de la noche; por todas partes
miseria y pobreza. ¿Quieres que nazca Cristo en ti? Hazte
vil, enfriense tus pasiones, ama ocultarte, sé pobre y
humilde. Ama también en ti el Hijo de Dios las mismas
cosas que El escogió para si.
2. Y dió á /uz á su hijo primogénito (3). Considera los
actos de reverencia, humildad, adoración y amor con que
la Virgen recibió á su hijo, y luego le ofreció al Padre
por la salud del mundo. Oye sus gemiditos, mira sus
lágrimas. Pregúntale ¿por qué llora? Oye que te respon-
de, que porque no tiene quien le imite: y determina tú
seguirle.
2. Y le envolvió en pañales (4). Mira la pobreza de la
madre y del hijo. Y le reclinó en un pesebre. Mira como
desde su infancia ama el Hijo de Dios las incomodidades.
Y tú, ¿por qtfé las huyes? Porque no hallaron otro lugar
en las posadas. El que te crió no encuentra para habl-
(1 ) Asna., 1. (2) Luc., 2. (8) lbld. (4) 1b1d.
DEL sEfloR 47
ladón suya lugar en ti; y le halla el que te tiene perdido
quiere perderte.

DÍA. XXVI DE DICIEMBRE


LOS SENTIMIENTOS DE DIOS, DE LA SANTÍSIMA VIR -
GEN Y DE LOS ÁNGELES EN EL NACIMIENTO DE
CRISTO.

4. Contempla que te dice el eterno Padre en el mis-


mo instante del nacimiento. Este es mi amado hijo en
quien yo me he agradado ( i). 2. Que te da ä su hijo y
sus méritos. ¡Qué rico serás con ellos, si de ellos usa-
res bien y te los aplicares! 3. Que el Hijo se ofrece á si
mismo al Padre, víctima por tus pecados. ¡Qué amor
éste tan grande para contigo! ¿Cómo le has merecido?
Ofrécete tit también á Dios en sacrificio.
2. Considera qué gracias dió la bienaventurada Vir-
gen á Dios por beberla conservado su virginidad. Estima
y guarda un tesoro tan grande, que ella tanto apreció.
2. Cómo ofreció su hijo al eterno Padre, como le dió
al mundo, como á ti. Recibe tal don: ámale, foméntale
en ti, usa de él para tu bien.
3. Considera que les fué revelado á los ángeles, y man-
dado lo que estaba escrito en el salmo 96, y refiere san
Pablo (2). Yac/árenle todos sus ángeles. Cree que asistie-
ron allí los ángeles, y admiraron aquella aniquilación, po-
breza, etc. Y con todo no hacia esto Cristo por ellos, sino
por ti. ¡Cuál es, pues, tu obligación, no sólo de admirar,
pero mucho más de imitar este anonadamiento de tu Dios!
(1) Matth., 8. (2) Lao., 2.

48 NATIVIDAD

DÍA. XXVII DE DICIEMBRE


HABIENDO NACIDO, ES ANUNCIADO CRISTO Ä LOS
PASTORES

1. Estaban en la misma región unos pastores en vela,


guardando sobre sus rebaños las vigilias de la noche,
cuando se les apareció el Angel del Señor (1). Ä quie-
nes se revela Cristo? A los pastores, sencillos y humil-
des; cuando velaban y estaban atentos ä lograr la oca-
sión del bien, guardando los rebaños de sus pasiones y
afectos. ¿Tienes por ventura estas calidades para mere-
cer que Dios se te releve?
2. Y la claridad de Dios los rodeó y temieron con
gran temor (2). La luz y conocimiento de la majestad de
Dios causa en el alma un cierto sagrado horror y re-
verencia. ¡Oh cuán poca es tu reverencia para con Dios
en tus espirituales ejercicios! ¡,De dónde procede esto?
De que hay en ti poca luz, y no tienes de Dios un gran-
de aprecio, ni de las cosas divinas. Si las estimas las
reverenciarás.
3. Os evangelizo un grande gozo, que tendrá todo el
pueblo; porque hoy ha nacido para vosotros el Salva-
dor (3). Alégranse los ángeles de nuestro bien. Apren-
de á alegrarte de los bienes de otros. Nos anuncian go-
zo. Las razones de este gozo son: Que nació el Salva-
dor. Que nació para nosotros. Que nació hoy. Es tu
salvador, mas no te salvará sin ti. Es precisa, pues, tu
cooperación.
(1) Lao., 2: (2) Ibld. (8) 'bid.
nar. SEÑOR 49

DÍA XXVIII DE DICIEMBRE


DANSE SEÑALES A LOS PASTORES, Y CANTAN
LOS ÁNGELES

1. Y tendréis estas señas: Hallaréis al infante en-


vuelto en pañales, y puesto en un pesebre (1). Da el
Angel á conocer al Salvador de los pueblos, y ¡,da de El
señas tan viles? Advierte .gue no se halla Dios sino en
la humildad y desprecio de lo terreno. Elige esto para
imitar más á Cristo, aun dado caso que le redundara de
ti tanta gloria por las delicias y por las honras.
2. Y al punto se juntó una gran multitud de la mi-
licia del ejército celestial, alabando d Dios (2). Porque
el Hijo de Dios se anonadé tanto, le honra el Padre por
medio de los ángeles. Cuanto menor cuidado de ti tu-
vieres, tanto mayor le tendrá Dios. Si desechares los
terrenales consuelos, sentirás luego los del cielo. ¿Qué
es lo que alaban los ángeles? La sabidurla del infante,
el poder de un niño tierno, la gloria del que se pone
en tal desprecio. Saca Dios ä luz y manifiesta lo escon-
dido. Déjate todo en sus manos.
3. Gloria á Dios en las alturas, y en la tierra paz d
/os hombres de buena voluntad (3). Sólo á Dios en todo
y por todo se le debe gloria, no ä ti. Si tú para ti la
tomas y atribuyes, te confundirá Dios por hurto de cosa
ajena. ¿Cuántas veces .se la has usurpado á Dios? Vuél-
vele lo que no es tuyo. 2. Se anuncia paz á los hombres
de buena voluntad. La voluntad buena, que es la que
(1) Lno., 2.
(2) 'bid.
(2) !bid.
AVANCIN! 4
50 NATIVIDAD
dirige por las sólidas virtudes, y es pronta, resuelta y
fervorosa, es principio de todo bien y de la paz interior.
Haz reflexión y entra dentro de ti y aprenderás de ti
mismo ser esto bien cierto. Por tanto fórmate esta vo-
luntad, y consérvala.

DÍA XXIX DE DICIEMBRE


LOS PASTORES SE EXHORTAN UNOS A OTROS A IR
VER AL SALVADOR

4. Luego que desaparecieron los ángeles, hablan en-


tre sí los pastores (1) de las cosas que le hablan oido.
No se olvidaron de lo que dijo el Angel luego que des-
apareció, ast como tú lo haces; que pasada la hora de la
meditación apenas piensas después qué ilustraciones has
tenido, qué propósitos has hecho. Entre dia habla con-
tigo de esto, cuando hay ocasión de practicarlos.
2. Pasemos á Belén (2). No fué un puro acordarse
de las cosas que oyeron, sino práctico, de donde sacaron
el ir. Procura que sea tal tu oración en la que te hablas
á ti, que saques siempre pasar, 6 de la imperfección á
la virtud, 6 á grado más alto de ésta.
3. Y veamos este verbo, que fué hecho, que el Señor
nos ha revelado (3) . Quieren experimentar lo que ha-
blan oido. ¡,Cuántas cosas le muestra Dios cuando te
habla interiormente? Estas son las que debes experi-
mentar con las obras. De otra suerte se le frustra á
Dios el fin, á ti el fruto. Si esto hubieras hecho hasta
(1) Lun., 2. (2) 'bid. (8) lbld

DEL SEÑOR ,5
aquí, ¡cuán bueno y perfecto fueras! Tú ä ti mismo te
pusiste el estorbo para serio: sé en adelante espuela que
te incite á alcanzarlo.

DÍA XXX DE DICIEMBRE


VIENEN LOS PASTORES AL PESEBRE DEL SEÑOR

1. Y _vinieron presurosos (1), aunque el Angel no se


lo mandó así. Con todo, porque entendieron que su ida
era agradable ä Dios, tanto más se apresuraron, cuanto
era mayor su deseo. Luego que recibiste la luz y pro-
pusiste, has de apresurarte y lograr la ocasión primera
de obrar. Esto harás si tu deseo es verdadero. Este es
el que siempre has de excitar en tus meditaciones.
2. Y hallaron á MAMA y ti José y al infante, puesto
en el pesebre (2). Considera qué afectos fueron los su-
yos, de sumisión, admiración, alabanza, gozo, etc. Co-
rrespondió el suceso ä la luz que el Angel les di6, por-
que corrieron ä experimentarlo. Däte ahora prisa ä la
obra que propusiste hacer: así hallarás á JESÚS, 15 su
virtud. ¿Por qué hasta aquí no lo has hecho?
3. Viéndolo, pues, vinieron en conocimiento de lo que
se les habla dielao de este niño (3). Habiaseles dicho
sólo, no dado pleno conocimiento. Vieron y conocieron
entonces. No se aprende la virtud sin experiencia. ¡pis-
te ä Dios cuando en la oración te hablaba? Este es el
principio de esta ciencia. Llega á la 'obra; entonces la
sabrás llenamente. Porque no lo hiciste así hasta ahora,
por esto eres tan rudo en esta ciencia.
(1) Lue., 2. (2) Ibid (8)

52 NATIVIDAD

DÍA XXXI DE DICIEMBRE


VUÉLVENSE LOS PASTORES DEL PESEBRE DEL
SEÑOR

1. MARIA, pues conservaba todas estas palabras,


confiriéndolas en su corazón (1). Aquí tienes ä MARIA
santísima, ejemplar de quien medita. Pues lo 1. Con-
servaba las palabras que los pastores decían en alaban-
za de Cristo. ¿Qué conservas tú de lolue Dios te dice?
2. Todas. ¿Por qué no practicas todas las ilustraciones?
3. Conferialas en su corazón. Debes acordarte de ellas
continuamente; y no perder ocasión de ejecutarlas.
2. Volviéronse los pastores glorificando y alabando d
Dios (2). De la conversación con Jesucristo quedaron en
ellos los afectos de la gloria de Dios, que llevaron á sus
ocupaciones. ¡Oh, dichoso tú si sacas de tu meditación
tales afectos, y los ejercitas en tu oficio! ¡Miserable de
ti, si no haces esto! ¡Cuánto en ello perderás!
3. En todas las cosas, que hablan oído y visto (3).
En todo glorifican á Dios. No dejes pasar ocasión alguna
de ejecutar- aquello en que has sido ilustrado. Muchas
ocasiones hallarás, y para tu provecho, si las atiendes:
mucho perderás, si no las reparas, mas para tu dafio.
Y de este 'modo glorificarás á Dios, haciendo el bien que
gl te puso en las manos.
(1) tu., 2. (2) Ibid. (8)

DEL SEROR 53

DÍA I DE ENERO
DE LA CIRCUNCISIÓN DEL SEÑOR

1. Después que se cumplieron los ocho días, para


que fuese circuncidado el niño (1). Jesucristo estaba
exento de la ley, porque no tenia pecado que pudiese
ser borrado por ella. Con todo quiere sujetarse ä una
ley, aunque tan dura.; pero tú fácilmente traspasas las
leyes, aunque tan fáciles; huyes de ejecutar las difIciles.
¿Es esto imitar ä Cristo? Resuélvete ä cosas, aunque
sean arduas. Conocida tienes la volüntalde Dios.
2. Para que Mese circuncidado el niño. Considera
que enseñada de Dios la beatisima Virgen se resolvió ä
sujetar á su hijo ä la ley de la circuncisión. Arnábale
tiernísimamente; sabia cuánto dolor le habla de causar.
No se deja llevar de su grande afecto, porque sabia bien
de Dios la voluritad. Cuando sabes la voluntad de Dios
rompe por tus afectos. ¿Se ha de desagradar el prójimo?
Pero Dios es el que lo manda. 6 A cuál de los dos has
de atender? ¿A cuál has atendido hasta aquí?
3. Para que fuese circuncidado el niño. Considera el
dolor que sintió Jesucristo, pues era tierno infante, de
complexión delicadísima. Este dolor lo previó, porque
tenla uso de razón muy perfecto; y con todo 'eso quiso
obedecer á la ley. ¡Oh cuánto disto de mi JESÚS! Cuan-
do preveo un poco de confusión 6 dolor ¿cuánto lo re-
huso? Pero desde hoy más no lo huiré, antes lo procu-
raré, por imitar más ä JESÚS.
(t) Luc., 2.

54 CIRCUNCISIÓN

DÍA II DE . ENERO
CUALES FUERON LOS FINES QUE CRISTO TUVO'PARA
SER CIRCUNCIDADO

4. Considera que el primer fin que tuvo fué mostrar


que habla tomado cuerpo verdadero y no fantástico; y
que era hombre semejante ä nosotros, sujeto también ä
dolores. Dale gracias por tal dignación. Adora esta hu-
manidad santísima. Pero aprende ä-no_contentarte con
máscara y apariencia de virtud, sino á buscar la verda-
dera. Esta has de probar con la circuncisión que harás
en ti por una mortificación rigida.
2. El fin segundo fué mostrar que era hijo de Abra-
hán, ä quien se dió aquella ley: ni le aparté de ella el
dolor ó la confusión. ¡Eres acaso religioso? * Y á lo
menos ¡no eres cristiano? Pues no lo eres, si no lo mues-
tras y no lo pruebas con la circuncisión de una mortifi-
cación verdadera; si el miedo de la confusión ó dolor te
retrae de las obras propias de la profesión. No lo hagas
ast en adelante.
3. El fin tercero fue para mostrar, aun entonces
siendo tan niño, el amor que nos tenla. Porque es prue-
ba de grande amor padecer por el que amas. ¡Qué amor
es el tuyo que retornas ä tu- Dios? ¡Por ventura padeces
algo por El? ¡Tienes acaso una pronta voluntad y deseo
de esto? ¡Recibes prontamente y con amor las cosas
molestas que se te ofrecen 6 se te mandan? Estas son las
pruebas con que has de mostrar en adelante tu amor.
DÍA III DE ENERO
VIRTUDES PRINCIPALES QUE EJERCITÓ 'CRISTO EN
SU CIRCUNCISIÓN

1. La primera la obediencia. No estaba obligado ä la


ley, y se sujetó ä ella. Y por cuanto la circuncisión era
una protesta de sujeción ä la ley toda, di6 ä entender
que toda la aceptaba para guardarla, aunque fuese difi-
cultosa. Si el Seilor por tu causa recibió un yugo tan
pesado, oor qué tú procuras echar de ti uno tan dulce
como el de la regla religiosa? ¿Por qué le sacudes con-
tinuamente, cuando el fruto . y provecho es tuyo? ¿Dirás
que no te obliga ä pecado? Antes por eso el yugo es
más suave. Abrázale pues. * ¿Eres cristiano? Mira de
qué ley tan pesada te libré Jesucristo. Atiende ä la no-
ble y dulclsima de gracia y:de amor que te ha pues-
to. ¿Por que te la haces tan dificil? ¿Cómo es para li tan
pesada? Porque impones él yugo fuerte del vicio, la carga
insoportable de la maldad. Apärtate ya, y no andes ca-
minos tan dificultosos (1).
2. La humildad. La circuncisión era remedio del
pecado original. Y era prueba de haberle contraldo el
circuncidarse. Cristo ni pecó ni pudo pecar; recibe con
todo la , divisa del pecado. ¡O humildad de mi Dios!
Pero 16 soberbia mlal Soy en la verdad pecador, y ho
quiero parecerlo. Aprenderé ä confundirme por esto de
buena gana, ni procuraré parecer otro del que soy.
3. La caridad, con que se adelantó por ml ä las he-
( 1 ) Sap., 5.
5 6 " CIRCUNCISIÓN -
ridas. Mi amor no le compelió 5 glorias y delicias, sino
llagas y sangre; y esto en la infancia misma. ¡Oh!
¡qué tarde yo le amé! Mas ¡qué tibiamente, aún ahora
le amo; pues rehuso dar pruebas del amor que le tengo,
padeciendo cosas ásperas y duras!

DÍA IV DE ENERO
DE LA IMPOSICIÓN DEL NOMBRE DE JESÚS

4. Fué llamado su nombre JESÚS (I). ¿Cuándo? En


la misma circuncisión, cuando recibió-3a marca de pe-
cador y se humilló infinitamente, entonces Dios le dió
un nombre glorioso, que es sobre todo nombre. Así le-
vanta Dios al que se humilla. Tienes nombre de compa-
ñero de JESÚS. Para-tenerlo dignamente, se compañero
de su humildad.
2. Fue llamado su nombre JESÚS. ¿Cuándo? En la
misma circuncisión. De tal suerte obtuvo el mismo JE-
SÚS tal nombre, que lo logró ä' costa de su sangre. Tie-
nes nombre de compañero de JESÚS. Para tenerlo dig-
namente, es menester circuncidarte; esto es, darte ä la
mortificación, y aun hacerte como muerto. Esto nos pide
nuestro Instituto. ¿HicIstelo as1 hasta ahora? ¿Lo has de
hacer en adelante? Determina el modo. * ¿Eres cristia-
no redimido con esta sangre? Mira que no lograrás el •
fruto de este nombre, sino por medio de una circunci-
sión total de tus apetitos y pasiones.
3. Fué llamado su nombre JESÚS. ¿En qué ocasión?
En la misma circuncisión, que significaba obligarse al
Lue., 2.
DEI. MiÑOR 57
cumplimiento de toda la ley antigua. Tienes el nombre
de quien milita bajo las banderas de Jesús. Mira cuanto
esto te obliga ä la observancia de todas sus leyes. Cada
una de ellas contiene la imitación de JESÚS. * ¿Tienes
nombre y profesión de cristiano? Atiende á como te obli-
gaste en el bautismo ä la perfecta guarda de su ley toda.
¿Cómo la guardas? Examínalo, haz reflexión sobre ello,
determina lo que has de hacer.

DÍA. V DE ENERO
DE LAS CAUSAS DE IMPDNER A CRISTO EL NOMBRE
DE JESÚS, Y OBLIGACIONES QUE POR EL NOS
PONE.

1. Porque Él hará salvo á su pueblo (1). Por eso se


llamó JESÚS, que es lo mismo que salvador. ¡Qué pro-
piamente conviene este nombre ä la persona que signi-
fica! ¿Tienes tú el nombre de secuaz de JEsús? ¿Tienes
acaso el mismo celo diralvar las almas? Repara que tal
nombre sin ejercicio, sólo te servirá de ignominia. *
¿Eres aun sólo por cristiano discipulo de JESÚS? ¿Salvas
las almas á lo menos con tus ejemplos ó con tus gemi-
dos á Dios; iS las pierdes con tus escándalos y perver-
sas persuaciones? Registralo. Excita en ti el celo de su
salvación ä ejemplo de Cristo.
2. Apártese de la maldad el que nombra el nombre
de JESÚS (2). Si san Pablo tiene por cosa indigna que el
que es pecador tome en su boca el nombre de JESÚS,
cuánta más indigna cosa será llevar en si el nombre de
Matih., 1 (2) Timoth., 2.
58 EPIFANIA

JESÚS, y pecar? ésta es la primera obligación que te


impone el que llevas en ti este nombre, que no peques,
aun levísimamente. * ¿No eres cristiano, cualquiera que
seas? Pues considera que eres jesuita, salvo 6 redimido.
Para serio, mira si obras según el apellido que tanto
bien te causa. No lo frustres, no lo desdores con tu len-.
gua y con tus hechos. Examínate acerca de esto, dué-
lete, propón.
3. Todo lo que haceis en la palabra 6 en la obra, todo
lo haréis en el nombre del Señor JESÚS (1). Esta es la
segunda obligación que te pone el mismo nombre; JESÚS
y su gloria sean el principio, el medio y el fin de tus
obras y palabras: ni has de tener ni buscar otros. *
Considera, cristiano, que por no hacerlo asi. pierdes el
mérito de tus obras todas. Cualquiera, la más mínima
es de sumo precio por esto. ¿Cuál es el fin de tus ac-
ciones, de tu vida, etc.? Examinalo, témelo, duélete,
ama, etc.
DÍA VI DE ENERO
DE LA VOCACIÓN DE LOS MAGOS

1. Habiendo nacido JESÚS, ves apii que vienen de


Oriente les Magos (2). Al mismo tiempo- se manifestó á
los judíos por medio de un ángel, y ä los gentiles por la
estrella. Reconoce la bondad de Dios, que ä nadie quie-
re excluido de la gracia, aunque no la merezca, y aun-
que la repugne. Esto has esperimentado tú mismo. Re-
pasa tus primeros años, y lo entenderás bien. Maravi-
llaräste de que te haya asi atendido y favorecido tanto.
(1) Colom., 8. (2) Matth , 2.
DEL SEÑOR 59
Doleráste de tu mala correspondencia. Darásle gracias
por tantos favores. Propondrás, pediräsle gracia para
corresponder mejor.
2. Vimos la estrella (1), ¡qué infeliz fué el estado
de la ciega gentilidad antes de nacer Cristo! Pero ahora .
vió una grande luz. Considera cuál fué el estado de tu
alma en otro tiempo, antes que naciese para ti la estre-
lla de tu vocación. ¿Cuäl es el que ahora tienes? Abo-
rrece el primero, da gracias por el presente. * Mira,
cristiano, 4cuäl eras antes del bautismo? Mira &cuáles
fueron tus antepasados? Repara ¡m' al eres ahora? y i,si
has faltado ä tu vocación del estado de la santidad?
3. Vimos la estrella. Por medio de una estrella los
Ilama . porque eran dedicados ä la contemplación de las
estrellas. As! Dios en el modo de llamar se acomoda ä.
la inclinación de los hombres, y juntamente ilustra in-
teriormente, y dice lo que significa la estrella, y mueve
sus voluntades ä seguirla. Conoce aqui: 1. La necesi-
dad de la gracia, sin la cual no te Ilegaräs ä Dios.
2. Aprende á penetrar las inclinaciones de aquellos
con quienes tratas, para ganarlos por ellas para Dios.
3. Aprende ä subir de las cosas creadas ä las increadas,
como por la estrella los Magos vinieron en conocimiento
del Señor de las estrellas.
DiA. VII DE ENERO
Ds LA COOPERACIÓN DE LOS MAGOS Ä SU VOCACIÓN
1. Hemos visto (2). No sólo tres, sino acaso todos los
demás de aquella región vieron la estrella. Con todo,
(1) Matth., 2. (2) »Id.
6o- SPINANiA
sólo tres la siguieron. Verdaderamente que muchos
son los llamados y pocos los escogidos. ¡Cuántas estre-
llas de divinas inspiraciones te envió Dios! ¡Qué pocas
has seguido! Duélete de esto, teme, ora mucho más, y
por las buenas obras procura hacer cierta tu vocación.
2. Vimos, y hemos venido. El ver fué don sólo de
Dios; el venir lo añadieron ellos de suyo, * ayudados de
la gracia. En vano se da la gracia cuando no hay coope•
ración. Mira que no sea en ti vacía la gracia que Dios te
da. No desprecies una sola, que acaso cualquiera de
ellas puede ser que sea la última.
3. Vimos, y hemos' venido. Erare- ver la estrella y
venir no hay dilación ni tardanza; pues al punto obede-
cieron á Dios, que los llamaba, sin detenerse en ir con
el ejemplo de tantos, ä quienes el cuidado de sus casas,
el afecto de los suyos, las propias comodidades retraian.
Aprende á no dilatar la obra cuando tienes la ilustra-
ción. Rompe las prisiones de los terrenos afectos.

DÍA VIII DE ENERO -


DE LA SALIDA DE SU PATRIA, Y CAMINO DE LOS
MAGOS

1. Vimos, y hemos venido. No ignoran las molestias


del camino, la intemperie de la tierra y del aire; y aca-
so se les proponían otras mayores molestias, y con todo
emprenden la jornada. ¡Gran generosidad! Esta es
siempre necesaria ä los que quieren llegarse á Dios;
porque nunca este camino está exento de molestias. Ten
ánimo y fortaleza, y toma confiado en Dios generosas
resoluciones.
DEL ERROR 6z
2. Vimos, y hemos venido. Emprenden la jornada,
porque son llamados. 44. dónde? No lo saben. Intrépida
y generosamente se eniregan ä la vocación divina:Me-
reció su confianza tener por gula ä una estrella. ¿Cuán-
tas veces temes acometer alguna cosa, porque no sabes
cómo te podrá salir? Cuando crees que Dios lo quiere,
resuélvele, conga: el que te dió el querér te dará el
perfeccionar.
3. Hemos visto. Considera qué sentimientos serian
los suyos por el camino, teniendo siempre ä los ojos el
milagro de la estrella. ¡Qué gracias darian á Dios! ¡Qué
paciencia en las adversidades! ¡Qué deseo de Jesucristo!
¡Qué diligencia para hallarle! Confúndete de que con
tantas ilustraciones tienes tan poco anhelo de Jesucristo,
y un cuidado tan remiso de encontrarle. Dale gracias
por las luces que te da; pide que te d6 más, y esas efi-
caces. Propón seguirlas.

DÍA IX DE ENERO
ENTRAN EN JERUSALÉN LOS TRES MAGOS

4. ¿En dónde está el que ha nacido, etc. (I)? Porque


perdieron la estrella, tienen necesidad de preguntar á
los hombres. Pero ¿qué causa hubo de haber perdido la
estrella? Acaso quiso Dios probar su constancia. Suele
la verdad quitar aun ä los santos los espirituales con-
suelos, y enviarles ceguedad. ¿Qué harás tú en caso tal?
Mira como los Magos no se vuelven; entran en la ciu-
dad llenos de confianza de que Dios les dará medio y
modo para hallarle.
(1) Matth 2.
62 EPIPANIA
2. ¿En dónde está el que ha nacido rey de los ju-
dios (1)? ¡Qué intrépida grandeza de ánimo! En la mis-
ma ciudad sujeta ä Herodes, viviendo y reinando el
mismo hombre ambicioso y cruel, preguntan por el nue-
vo rey, no sin peligro de sus vidas, La viva fe y su de-
seo ardiente les quitaron todo temor de peligro. ¿Cuán-
tas veces tú por ligeros temores, 6 no emprendes por
Dios cosas bien poco arduas, 6 después de emprendidas
las dejas? Confúndete de esto y enmiéndalo.
3. Oyendo esto, se turbó Herodes y toda Jerusalén
con él (2). Túrbase el rey por la ambición del reino que
teme perder. Türbase el pueblo por -respeto del rey, ä
-quien teme irritar 6 causar ofensa. Mira como un afecto
solo ä lo terreno, una sola pasión desordenada turba la
paz del alma. ¿ Amas esta paz? arroja de tu ánimo los
desordenados afectos.

DÍA. X DE ENERO
INQUIERE HERODES A DONDE DEBE NACER CRISTO

1. Y juntando los príncipes de los sacerdotes y los


escribas del pueblo (3). ¡Qué admirable es la providen-
cia de Dios! Herodes malévolo, los sacerdotes perversos
sirven para dirigir ä los Magos. Alaba y glorifica tal
providencia. Pero si quieres conocer la voluntad de Dios
consulta ä tus superiores, sus ministros; y dado caso
que sean malos, nunca Dios permite que yerren en lo
que quiere que ejecutes.
(I) Mate., 8. (2) Ibld. (8) IbId.
DEI. SEÑOR 63
2. Preguntdbales en donde nacería Cristo (1) ¡Qué
piadosa pregunta en la apariencia! ¡Qué depravado afec-
to en el corazón! ¡Qué santos quieren parecer los afec-
tos, aun entre todos los más malos! No permitas que te
domine pasión alguna, pues llegará ä pervertirte el jui-
cio, y hacer que excuses con titulo de virtud lo que sólo
haces por pasión; y cubras con capa de celo lo que sólo
es ira verdadera, etc.
3. Ellos, pues, le dijeron: en Belén de Judá (2). Su-
pieron esta de la Escritura que alegan. Enserian esto á
los Magos; y con todo eso, ellos necios no buscan á
JESÜS, que tenían tan cercano: ¡O ingratos! ¡Cuántas
cosas oyes tú! ¡Cuántas sabes, por las cuales puedes ir
á JEsús! Y ¿por qué no las ejecutas? dañaräte el saber-
las, si no te resuelves á practicarlas.

DÍA XI DE ENERO
TRATA HM/ ODES CON LOS MAGOS

4. Llamando aparte á los Magos, se informó con di-


ligencia de ellos sobre el tiempo de la estrella (3). ¿Con
qué fin? Para colegir de allí el tiempo que tenia el niño,
y encruelecerse de allí contra aquella edad, para acabar
con el Rey. Y advierte aquello: Se informó con diligen-
cia. Si los hijos de maldad buscan con tal diligencia
medios para sus pésimos fi nes, ¿qué no debes hacer tú
para lograr tus fines santos?
2. Id, é inquirid con diligencia de el niño y en ha-
l lándole, me daréis noticia de El (4). Repara como se
(1) Matth., 2. (2) Ibld. (2) 1b1di (4) Ibld.
64 EP !ZANJA-
adelanta la malicia. Ya quiere inducir Herodes ä los Ma-
gos para qui cooperen á su pasión. Esta es la natura-
, leza de las pasiones indómitas: siempre se van y extien-
den á lo peor. Este sea tu pensamiento y determinación,
que te esfuerces á reprimirlas. Repara, pues, cuál es la
que hay en tu corazón, y aplícala con tiempo el cuchillo.
3. Para que yendo, le adore yo también (I). Mien-
tes. Dilo con claridad: Para que yendo yo allá, le pueda
quitar la vida. A tanto llegó por cierto su pasión, que,
para establecer su reino, quiere ver muerto á Cristo.
Indignate contra tal intento, detesta tal impiedad. Pre-
ciso es que quieras tú, para aseguat el reino celestial,
ver sin vida tu amor propio, y muertos tus malos afec-
tos; pues éstos son menos compatibles, con aquél, que
la vida de Cristo con la de .11erodes terreno.

DÍA XII DE ENERO


SALEN DE JERUSALAN LOS MAGOS, Y LLEGAN Ä
BELÜN

I. Los cuales, habiendo oido al rey, se fueron (2).


Considera la solicita con que buscan á Cristo. Aquello
sólo hacen en la corte que les sirve para esto. Buscan
el lugar del nacimiento, sábenlo. Logrado esto, al punto
prosiguen su camino, ni les sufre el corazón detenerse
en ella, llevados de curiosidades. Pero tú ¿cuántas di-
versiones buscas de las criaturas, en el camino que has
emprendido de la virtud? ¿Con cuánta lentitud le andas?
No quiere con seriedad el que lentamente quiere.
(1) Matth,, 2. (2) Ibld.

DESPUES DE REYES 65
2. Y veis aqui que la estrella que habían visto en le
Oriente, iba delante de ellos (1). Llevaron con pacien-
cia y esperanza el haber perdido la estrella; no desisten
por eso de su jornada. Ast los consuela Dios, enviándo-
sela otra vez. Reconoce cuán misericordioso es Dios con
aquellos que al tiempo de la desolación no dejan de ha-
cer cosa alguna con que se adelanten en virtud. No cai-
gas, pues, de ánimo, aunque te falten los consuelos.
Llévalo con paciencia, y espera. Volverá otra vez el Se-
ñor. Ponte todo en sus manos.
3. Hasta que llegando, se pusiese sobre el lugar en
donde estaba el niño (2). ¡A dónde los lleva al fin esta
estrella? ä Dios por cierto, ä quien buscaban; pero tam-
bién ä un vil establo. Repara tú á donde te llevan tus
estrellas ó tus pensamientos. Si ä la vanidad, ä la esti-
mación y cosas semejantes, son fuegos fatuos. Si á lo
vil, que en ti ves, y desprecio de ti mismo, estrellas son
de Dios. Sigue ä. éstas, y ellas te lo mostrarán.

DOMINGO I DESPUÉS DE REYES


DE LA ADORACIÓN DE LOS MAGOS •

1. Y entrando en la casa, encontraron al niño con


MARIA,su madre (3). Considera lo 1. Que estos prin-
cipes no tuvieron asco de la suciedad del establo, no
despreciaron la pobreza 6 debilidad del infante; sino que
conocieron, ilustrados interiormente, que era Dios el
que velan tan niño. Alaba ä Dios, da parabienes ä los
Magos. Ni tengas horror de la pobreza y del desprecio;
(1) Matth., S. (S) Ibld. (8) Ibld.

AVANCINI 5
66 SEMANA 1
porque después que Dios se hizo tan vil por ti, no le
contentarás por medio de la estimación y gloria vana.
Haz reflexión sobre esto. Duélete, desea, pide.
2. Y postrándose le adoraron (1). Postráronse lo
primero, no sólo con el cuerpo por tierra, en señal de
reverencia, sino también con el ánimo en el reconoci-
miento de su nada, conociendo que en todo dependían
de Dios. Después de esto le adoran con perfecto culto
de latria, porque le reconocieron por Dios. Repara ¡qué
aprecio de si excita Dios conocido! ¡qué reverencia! ¡qué
sujeción y rendimiento de los ánimos! ¡qué humildad y
bajo concepto de si en el que le con9ce! Te aventajarlas
en esto, si penetrases bien lo que es Dios.
3. Y postrándose le adoraron. Considera, qué afec-
tos fueron los suyos. 1. Diéronle gracias por haber ve-
nido al mundo á redimirle. 2. Por haberlos traido ä si
por medio de la estrella. 3. Ofreciéronsele por sus más
ínfimos siervos, para servirle perpetuamente. Excita en
ti afectos semejantes, y ofrécete por El á cualquiera
cosa, por ardua que sea.

LUNES
DE LA OFRENDA DE LOS DONES

1. Abriendo sus tesoros, le ofrecieron por dones, oro,


incienso y mirra (2). Testifican su fe con las obras; ni
se ponen vacios en la presencia del que reconocen por
rey; preséntanle lo que tienen más precioso. Ni hay que
dudar que le ofrecieron también lo que por los mismos
(1) Matth., 2. (2) D'Id.
DESPUÉS DE REYES 67
dones se significa. Con el oro la caridad; la devoción
con el incienso; con la mirra la mortificación. ¡Créesle
por Dios? Pruébalo con obras. Ofrécele estos tres mis—
ticos dones. Pero no has de volver á tomarlos después
de haberlos ofrecido.
2. Ofreciáronle dones. Considera cuán agradables le
fueron estos dones al Señor, no por ser preciosos en la
materia, sino porque iban acompañados: lo 1, con viva
fe; lo 2, con piedad; lo 3, con humildad y sujeción;
lo 4, con amor: porque Dios más aprecia el afecto con
que se le da, que cuanto le dés. Cuando ofreces, pues,
á Dios cualquier don, procura que en él sobresalga tu
afecto.
3. Ofreciáronle dones. Considera cómo y con qué co-
rresponderla Dios, y lo qué retornarla por estos dones;
pues es cierto que no puede ser vencido en liberalidad.
Aunque de esto nada consta, con todo es licito conside-
rar que por el oro les retornó aumento de sabiduría y
caridad; por el incienso el de—oración y devoción; por la
mirra incorrupción 6 gracia, con que fuesen preserva-
dos de caer en culpas. Nada darás ä Dios sin recom-
pensa. Cuanto más le dieres, más recibirás. Darás co-
sas viles, recibirás las preciosas.

MARTES
DE LA VUELTA DE LOS MAGOS Ä SUS TIERRAS

1. Y recibiendo respuesta en sueños de que no vol-


viesen á Herodes (1). Perplejos estaban dudando en si
(I) Matth., 2.
68 SEMANA
volverían por el mismo 6 por diverso camino. De creer
es que recurririan á Dios, y que oraban para que los
ilustrase. Enviales Dios un ángel que los enseñe. Consi-
dera y alaba la providencia de Dios, que rige ä los su-
yos. Entrégate todo á El, en especial en las cosas ad-
versas y dudosas, seguro de que estará contigo.
2. Recibida respuesta que no volviesen ti Herodes.
Prontos están, aunque se les señale un camino más lar-
go acaso, molesto y desconocido. Ni hacen caso de la pa-
labra que dieron á Herodes, de volver ä él, cuando Dios
ordena otra cosa. Aprende ä despreciar los respetos y
motivos humanos, cuando Dios 6 el-ifiperior te ordenan
alguna cosa. Por aquel camino debes ir, por el 9ue te lle-
van los superiores, las reglas, * la ley y mandamientos de
Dios. Haz reflexión sobre lo pasado, y ordena lo porvenir.
3. Se volvieron á su región por otro camino (1) . En
el primer camino perdieron la estrella, dieron con He-
rodes, se pusieron en un gran peligro por la palabra
que le dieron de que volverían á él. ¿Qué seria si hu-
biesen vuelto? Hägante cauto tus propios peligros. No
quieras volver más ä donde has experimentado la calda.
Evitando la ocasión, evitarás el peligro. ¿Cuántas veces
has experimentado esto?
MIÉRCOLES
APRENDE DE LA INFANCIA DE CRISTO EL
DESPRECIO DEL MUNDO

1. No querais amar el mundo (2). Así te habla JESÚS


con su ejemplo. Nace en secreto, de noche, sin pompa,
(t) Mattb., 2. (2) 1 Joann., 2.
DESPUÉS DE REYES 69
sin concurso de gente, desconocido ä todos; y nacido no
da noticia de si á los reyes del mundo: sólo se muestra
ä unos despreciados pastores. ¿No es esto querer ocul-
tarse? ¿Para que tú, pues, ansias tanto por ser conoci-
do? Aprende ä ocultarte santamente, y amar la soledad;
ä comunicarte antes á los plebeyos, que á los nobles.
2. No querais amar al mundo. Considera que de nin-
guno fué visitado Cristo de los de Belén, ciudad tan in-
mediata, ni tampoco de los de Jerusalén. No ignoraban
los de ésta que habla nacido, pues hablan certificado ä
los Magos que habla de nacer ah. Permaneció, pues,
en el establo todos los cuarenta dias, despreciado de los
suyos, el que podia obligar y mandar ä todos le hicie-
sen la debida honra. ¿No es esto despreciar al mundo?
Y ¿tú querrás que te aplaudan, que te estimen? ¿Quién
es el que yerra? ¿Tú 6 el Hijo de Dios?
3. No querais amar al mundo. Considera que reci-
bió, si, Jesucristo, el oro de los Magos, y podía procu-
rarse con él mayor comodidad y decencia, por la cual
fuese más estimado y acatado de los hombres, que al
pasar le velan y no hacian caso de El. Pero no quiso.
¿No es esto despreciar al mundo; pudiendo lograr sus
aplausos, no quererles? Pero tú, ¿qué solicito andas por
lograr la estimación 6 por no perderla? Elige el ser
abatido, para imitar más á Cristo.


SEMANA I

JUEVES
APRENDE DE LA INFANCIA DE CRISTO LA HUMILDAD

1. Aprended de mí que soy manso y humilde de co-


razón (1). Así te grita JESÚS desde el establo, desde el
pesebre, desde los pañales. La humildad es descenso á
la vileza. ¡A cuánta se bajó Dios, que es de dignidad
infinita! Illzose hombre, siervo, semejante ä los peca-
dores. Pásmate, dále gracias, ámale. Y tú ¿te atreverás
á ensoberbecerte? Por necesidad te es preciso ä t1 hu-
millarte; pues en realidad eres una éosa-vil. Pondera tu
vileza, y humilla tu corazón.
2. Considera como oculta Cristo en el establo la ma-
jestad de Dios y sus perfecciones': la sabidurla, el poder,
la gloria, las riquezas, etc. Adóralas tú. Admira, alaba,
da gracias á Dios tan humillado. Aprende ä no jadarte,
y á ocultar las gracias que tuvieres.
3. Considera que Cristo escogió las cosas más viles:
por madre una doncella pobre y despreciada, para que
le criase á un oficial, por habitación un establo, por cu-
na el pesebre, por cama el heno, etc. 11 . por ventura
¿desearás lo mejor? ¿Juzgarás que se te debe? Confún-
dete, vil hombre, al ver que Dios así se envileció por ti.

VIERNES
APRENDE DE LA INFANCIA DE CRISTO LA POBREZA

1. Por nosotros se hizo pobre (2). ¿Quién? el Señor


de todas las cosas, en cuya casa . hay gloria y riquezas:
(1) Mattb,, U. (2) II Cor., 8.
DESPUÉS DE REYES
el que da ä todos en abundancia, para su uso nada tie-
ne superfluo. Repara su pobre choza. Pásmate. Estima
la pobreza que tuvo en tanto Dios, que no teniéndola en
el cielo, la vino á buscar en la tierra. Pero echa de ti
superfluidades, para imitar con más propiedad ä JESÚS.
2. Por nosotros se hizo pobre. No sólo carece de lo
superfluo, mas aún no tiene lo necesario. Los pañales
muy comunes, y pocos; por cuna el pesebre; por lecho
el heno; para calentarse, el vaho de unos brutos. Pás-.
mate de un Dios tan pobre. Confúndete de que quieres
ser pobre, mas no padecer falta en algo; y si esto te su-
cede, te inquietas y murmuras. Aprende ä tolerar con'
JESÚS pobre aun la falta de lo preciso.
3. Por nosotros se hizo pobre. No sólo careció de lo
necesario; mas aun lo que tuvo fué vilisimo y desacomo-
dado: el establo á la inclemencia, los pañales comunes,
el pesebre duro, el heno áspero. Aprecia todo esto, y di
con san Bernardo: Cuánto por mi más vil te has hecho,
tanto eres más amado de mi. ¿Por Ventura no te confun-
de esto, que, aunque has dejado el mundo, aún buscas
tus comodidades? Y aunque estés en el mundo ¿no de-
bes apreciar y seguir lo que en el mundo siguió é hizo
Cristo? ¿Cómo has de imitar de otra suerte á JEstis?

SÁBADO
APRENDE DE LA INFANCIA DE CRISTO
LA OBEDIENCIA

I. Humillóse á si mismo hecho obediente (4). El pri-


mer acto de su nacer fué de obediencia; porque nació
(1) Philip.,
72, SEMANA!
estando en su ejercicio, mandado ir de Nazaret ä Belén.
Y ¿quién obedece, y ä quién? El Rey de los reyes ä un
emperador terreno; Dios, al hombre; ä un pecador el
que quita los pecados del mundo.-Repara en cuánto tuvo
Cristo la obediencia. Ni se movió ä no obedecer por ser
tan malo el que mandaba, ni por la dificultad del cami-
no; porque sabia que en esto era glorificado su padre.
Aprende ä estimar y amar la obediencia; ä no atender á
la persona que manda, sino ä Dios, que por ella orde-
na; porque toda potestad viene de Dios.
2. Humilldse hecho obediente. Considera en cuán
'difíciles cosas empezó á ejercer la obediencia; en la hu-
mildad, en una extrema pobreza, en adversidades é in-
comodidades, etc. Sabia que aquella era la voluntad
más excelente, que consiente en todo con la divina.
Aprende ä conocer ä Dios en el superior, y ä ofrecer
para cualesquiera cosas, aun arduas, un perfecto holo-
causto de tu voluntad.
2. Humillóse d si mismo hecho obediente: á su ma-
dre en todo, Öle ponga en su regazo, 6 le recline en el
heno; y lleva bien ser puesto aquí 6 allí, al gusto y vo-
luntad de su madre. Admira la obediencia de Cristo.
Da parabienes ä la felicidad de su madre. Haz ä tus su-
periores tan felices, y déjate mover de ellos ä su gusto.
Gran consuelo es éste de los superiores: parte especial
de la imitación de JESÚS.
DESPUES DE REYES 73 •

DOMINGO II DESPUÉS DE REYES


APRENDE DE LA INFANCIA DE JESÚS LA PACIENCIA

1. Considera 1. Que pudo 'Jesucristo nacer impa-


sible, apartar de si toda aspereza y dolor; pero no quiso:
porque quiso padecer aun en la edad más tierna, aun-
que pudiera diferirlo para otra más robusta. ¿Para qué
pues, te quieres tú tanto, que huyes de toda pena? ta
vida pasada ¿no te obliga ä que te des ä la mortificación
y uses de asperezas?* Y la presente &acaso no las pide,
para que sea la que debe? Bien conoces que ésto es
agradable ä Jesucristo. ¿Por qué lo dilatas?
2. Considera 2. Las incomodidades que padece: el
filo, el mal olor, la pobreza, la herida de la circunci-
sión, la tristeza en el alma por la consideración de tan-
tos pecados, y de su pasión frustrada. Y todo esto, ¿con
qué afecto? Y ¿qué es lo que yo hago, que soy el enfer-
mo, cuando el médico por mi padece tanto? ¿Rehusaré,
por ventura, padecer por Dios, cuando Él busca modos
de padecer por mi?
3. Considera 3. Que inocente y sin merecerlo, pade-
ce. Padecer inocentemente es paciencia de los santos;
padecer por sus culpas, de reos. Tú ni una ni otra tie-
nes. Confúndete. Si se te ofrece padecer algo, advierte
que lo tienes merecido mil veces. Si padeces inocente,
tienes ocasión de mostrar el amor, que se prueba con
duras cosas; logras ocasión de hacerte semejante ä Je-
s ucristo. No ha de ser el discipulo más aventajado que
el maestro.

74 SEMANA II

LUNES
APRENDE DEL INFANTE JESÚS EL AMOR DE DIOS
Y DEL PRÓJIMO

4. El amor se prueba con obras, con que se busca


el bien del amado, aunque sea con la propia incomodi-
dad. Considera, pues, cuáles sean las obras de Cristo,
con que busca la gloria de Dios, aun con grave incomo-
didad suya. Porque supo agradar al Padre toleró las in-
comodidades todas. 2". Llora, movido-dekcelo de la honra
de Dios, por los becados de los hombres, para borrar
los cuales da sus lágrimas, da su sangre. 3. Convida á
que vengan á aquella cueva ä los pastores y ä los gen-
tiles, para darles ä conocer la gloria de Dios. Si amas
ä Dios, muéstralo con obras; primero en ti, después en
otros, procura promover su gloria. Sólo El, á la verdad,
es digno de que ésta únicamente se le dé.
2. Considera que también Cristo probó para con no-
sotros su amor, ofreciendo por nosotros todas aquellas
incomodidades. Dále gracias, y ama á JESÚS. Aprende
á amar al prójimo, y á hacerle bien, no por tu como-
didad, sino por provecho suyo y su salvación. Purifica
tu amor para con los hombres, de modo que por sólo
esto les quieras. Pues esto es ayudar á Cristo en la re-
dención de los hombres.
3. Considera que probó Jesucristo su amor para con
nosotros, recibiendo en si todos nuestros males de cuerpo
y alma: los dolores, las tristezas, los tedios, las penas
que mereclamos, la satisfacción por los pecados que
DESPUÉS DE REYES 75
no podíamos dar. El llevó sobre si nuestras flaquezas, y
tomó para si nuestros dolores. ¿Qué debes al médico
que se hizo enfermo por ti? ¿Qué al fiador que asi por
ti satisfizo? ¿No podrás tä compadecerte siquiera de tu
prójimo? ¿no podrás sufrir ä lo menos sus defectos? -

MARTES
APRENDE DEL INFANTE JESÚS COMO TE AMES
SANTAMENTE

4. Amarse uno ä si santamente, es querer para si el


bien, y no falso y aparente, sino el verdadero y sólido,
que es el eterno. ¿Cuál bien quiso para si JEsüs? No el
sensual, sino el de la gloria de Dios. Ya entonces, en la
infancia misma, tenia impreso aquello: Yo no busco mi
gloria, sino la del que me envió. Coteja con este amor
aquél con qué hasta ahora te amaste. ¡Cuán desorde-
nado! ¡cuán sensual es! Antes, por mejor decir, te
aborreciste; pues te concediste aquello que sólo te apar-
ta de Dios. Corrige, pues, de modo tu amor, que nada
quieras para ti, sino por la gloria de Dios. De otra suerte
te aborreces, te darlas ä tí mismo.
2. Considera que el amor de Jzsús para consigo fué
un puro deseo de cumplir en si la voluntad divina. El,
como hace siempre lo que ä Dios agrada, aun en el pe-
sebre lo hizo. Ningún bien mayor te puedes desear co-
mo el que aquella voluntad sea la regla de tu querer y
obrar. Nunca errarás asi; siempre agradarás á Dios.
¡Qué pocos la miran para seguirla! ¡Qué muchos son
76 SEMANA II

los que tienen sólo por gula lo sensual! Si tä eres de


éstos, duélete y enmiéndalo.
3. Considera que Cristo con este amor santo que se
tuvo, aceptó dolores, humillaciones, pobreza, desprecio;
porque echaba de ver en esto el beneplácito de Dios y
la salud del mundo. De que resultaba, que con este su
amor santo enfrenaba los sentidos y les hacia violencia.
Asi te debes amar: combatir generosamente tus senti-
dos y pasiones, abrazar las cosas humildes, ásperas y
duras; porque ésta es ciertamente la voluntad de Dios.
¡Qué dichoso serias si hubieras hecho esto desde tu ni-
ñez! ¡Qué desgraciado serás si ahera'no lo haces cons-
tantemente!

MIÉRCOLES
JORNADA DE LA SANTfSIMA VIRGEN DESDE BELÉN
Á JERUSALÉN PARA PURIFICARSE

I. Y después que se cumplieron los días de la puri-


ficación (I). Considera cuán cuidadosa fué la Virgen de
cumplir la ley de la purificación que no la obligaba. No
se excusa por su virginidad conservada, ni por la exce-
lencia de su hijo. Sigue su ejemplo, pues cumplió la ley
de la circuncisión, que no necesitaba ni estaba obligado
á ella. Tiene por gloria ser contada entre las inmundas
con falso juicio, después de haber sido reputado asi su
hijo entre los pecadores. ¡O humildad y obediencia,
digna de admiración! ¡Oh, qué diferente soy yo! Soy
delante de Dios pecador, y delante de los hombres me
(I) Luo , 2.
DESPUÉS DE RETES 77
enardezco y falto por un punto de honra. ¡O vergüenza!
Aprende de JESÚS y MARIA.
2. ¡Con qué sentimientos la beatisima Virgen y san
José dejaron el establo, en el cual solo y solamente con
JESÚS tenían sus delicias entre tantas asperezas y una
pobreza suma! En la falta de todas las cosas, un solo
consuelo, pero muy grande, tenian, que era el estar con
JESÚS. Con JESÚS ningún lugar es solitario, ninguna
pobreza dura, ninguna incomodidad molesta. Pero ¿te
son ä ti molestas estas cosas? ¡O amigo! No estás todo
con JESÚS. Mendigas consuelos de las criaturas, mas
sólo aparentes, y desprecias los verdaderos. Dejas la
fuente de agua viva, y te afanas en formarte cisternas.
3. Considera la pobreza de estos caminantes, su mo-
destia, su paciencia cuando son despreciados de los pa-
sajeros y desechados de las posadas. Oye sus piadosos
discursos, llenos de varios afectos para con JESÚS. Miralos
alternando los obsequios con JESúS niño: ya MARIA, ya
José llevándole, etc., con qué reverencia, etc. ¡Ojalá
tengas tú tales afectos, llevando en tu corazón ä JESÚS,
recibido en la Eucaristia!

JUEVES
DE LAS CAUSAS DE LA PURIFICACIÓN DE LA
SANTÍSIMA VIRGEN

1.. Después que se cumplieron los días de su purifi-


cación según la ley de Moisés (1). Siendo cierto que por
(i) Luo., 2.
7 8 SEMANA
muchos títulos estaba la santisima Virgen exenta de la
ley de la purificación, examina las causas por que con
todo esto quiso ser purificada. La primera causa es se-
gún Dionisio Cartujano: Por obedecer á la ley, en que re-
verenciaba al legislador. La perfecta obediencia hace más
de aquello ä que está obligada. ¿Qué importa que no te
obligue ä pecado, si la regla, * si el consejo (5 la ley es
de cosa licita? No quieras llegar á tanto, que no quieras
sino aquello que no puedas dejar de querer sin pecado.
Este es el principio de los que van á caer. Guárdate de
esto. Añade que en esto está el ejemplo de la humildad
_
verdadera.
2. Considera que la segunda causa que el mismo au-
tor señala, es: La imitación de su hijo d quien vid suje-
tarse á la ley de la circuncisión ä que no estaba obliga-
do. Mira el . motivo porque debes, 6 religioso, la regular
observancia; * y tú cristiano, cualquiera que seas, la
práctica de algunos consejos y de todas las virtudes,
aunque no te obliguen á pecado; porque as( imitas me-
jor á Cristo y ä la santisima Virgen. No puedes errar
andando por el camino en que va delante el Hijo de
Dios. Duélete de no haber andado por él. Teme si por
él no caminas. Ama y por él irás.
3. Considera que la tercera causa fué para que la
Madre purísima se purificase más, no dejando, por cier-
to, impureza alguna, sino subiendo y llegando ä una
pureza suma. Asemejóse ast más á la primera regla de
la pureza JESÚS. Por lo que creen los Padres, que su
pureza se aumentó en este misterio, como su virginidad
en el parto. Si no te mueve, 6 religioso, á la observan-
cia de tus reglas, * y á ti, cristiano, al ejercicio de las
DESPUÉS DE REYES
virtudes y actos de piedad, el llegar por este medio ä lo
sumamente puro, muévale siquiera el apartarte de lo
impuro. Repara en ti, y mira cuán enfermo estás. Pro-
cura llegar asi ä lo sumamente puro por un deseo ar-
diente de aprovechar en el camino de la virtud.

VIERNES
DE OTRAS CAUSAS DE LA PURIFICACIÓN

1. Después que se cumplieron los días de la purifi-


cación. Pondera otra causa que da el Cartujano: Para
evitar el escándalo de los judíos. Sablan que habla pari-
do; ignoraban que era madre de Dios. Por no servir de
escándalo la Madre de Dios, no usa de su privilegio.
Aprende de aqui, que has de hacer á veces algunas co-
sas ä que no estás obligado, por no escandalizar ä otros;
que has de omitir también por lo mismo lo que puedes

1
hacer licitamente. Esto es lo que pide la caridad.
Considera otra causa que trae él mismo: Por con-
formarse con las demás mujeres en las cosas lidias y ho-
nestas. No va la Virgen por un camino singular, sino
por el común. No lo andes tú tampoco, y está lejos de
pedir exenciones y singularidades. El- camino común es
más seguro; porque está más probado y firme con las
reglas, leyes y usos, que dicté Dios. Por éste te prece-
dieron los santos. Este has de guardar con constancia.
3. Considera otra causa que da Pedro Blesense: Por
añadir de supererogación á las cosas debidas las que no
debía. No estaba obligada. ¿Luego no has de hacer por
eso nada de aquello á que no tienes obligación? Mu-
chas más cosas ama Dios, que manda. Más agradables
ao SEMANA II
son los servicios que se hacen sin deberse, que los que
por obligación se hacen. Nimiamente eres avaro si no
das más á Dios, que lo que precisamente le debes por
precepto. ¡,Quisieras tú, por ventura, que Dios no te
diese más que aquello á que alguna obligación se im-
puso? ¡Qué miserable! ¡qué pobre serias!

SÁBADO
gtiü VIRTUDES CON ESPECIALIDAD MOSTRÓ EN SU
PURIFICACIÓN LA SANTfSIMA VIRGEN

4. Insinué arriba la obediencia y el amor de la pure-


za; toma ahora, para que la consideres, la humildad.
Vela que habla de ser tenida como una de las demás
mujeres. No cuida de parecer pura, sino de serio. Sien.
do madre de Dios, no se publica por tal. ¡Oh cuánto
distas de esto! ¿Por ventura no quieres más parecer,
que ser buen religioso? * ¿No procuras ser tenido antes
por buen sacerdote, por buen cristiano, que serio? El
ser reputado tal es ajeno y extraño; serlo es cosa intrin-
seca, y que sólo aprovecha. Procura, pues, ser, más que
parecerlo. Ni quieras parecer, sino ser.
2. Considera el ejemplo de pobreza que te did la san-
tisima Virgen. Podla como los ricos ofrecer un cordero,
si hubiera empleado en esto el oro que la presentaron
. los Magos; pero ofreció el sacrificio de los pobres, por-
que vi6 ä JESÚS hecho pobre por nosotros. ¿No escoges
tú para ti lo más honroso? ¿No lo procuras? ¿No te
alegras con lo mejor? Pero esto ¿acaso es imitar ä JESÚS
DESPUÉS DE REYES • 81

pobre? No dudes que tanto más agradable fué ä Dios la


ofrenda de las palomas, cuánto era más humilde. ¿Qué
darás tú á tu Dios?
3. Considera la devoción con que ofreció su hijo, y
la ofrenda al sacerdote. Con qué pureza de intención
acompañó estos dones, con qué caridad, etc. Compara
tu devoción con la suya. Mira cuánto te falta. Penetra
su necesidad en tu vocación. Piensa en los tiempos y
acciones con que puedes unirte más con Dios.

DOMINGO III DESPUÉS DE REYES


POR QUÉ QUISO SER OFRECIDO JESUCRISTO

1. Llevdronle á Jerusalén para presentarle al Se-


flor (1). Considera cómo el Autor de la ley quiso llenar
con la obra lo que con la voz habla ordenado. El legis-
lador'6 el doctor con nada afianza mejor su ley 6 su
doctrina, que con la obra. Muchas cosas dices á otros
de Dios y de la virtud. Pero ¿las haces? No es alabado
de Cristo el que sólo enseñare ift ordenare, sino el que
enseñare é hiciere. Mira, pues, que confirmes con obras
tus palabras. La virtud no consiste en palabras, sino en
obras.
2. Considera que el que vino á ser maestro de la hu.
mildad no dejó pasar ocasión alguna de ejercitarla. Será
tenido por puro hombre como los demás, ligado con la
misma ley del pecado. Pero ¿qué importar? • El Hijo de
Dios más atiende á lo que es agradable al Padre, que
á lo que es para si honroso. Pero tú ¿atiendes acaso 6
lo contrario? ¿Por ventura lo que debes á Dios no lo con-
(1) Lue., 2.
AVANC1NI 6
Si SEMANA III
viertes también en honra tuya? Cuando más miras tú por
tu honra, tanto menos Dios te la procurará, menos te
la concederá; porque dice que su gloria no la dará
otro.
3. Considera que Cristo quiso ser nuestro por dos
titulos. Asi el que habla sido dado por puro don del Pa-
dre, quiso ser comprado en la presentación, como dice
santo Toms de Villanueva. Mira cómo busca y amonto-
na títulos para ser tuyo. Lo mismo has de hacer tú con
El. ¿Cuántos tienes? ¿Cuántos pierdes por tu descuido?
Sé en adelante solicito para ser más de Dios, quelfästa
aqui lo has sido. Todo instante, todaiiiitura te sugiere
..titulos para que lo seas. Cuanto tú fueres más de Dios,
tanto más Dios será de ti.

LUNES
LA MADRE AL HIJO, EL HIJO SE OFRECE A sí
AL PADRE

. Considera cuáles hayan sido los afectos de la Vir-


gen para con Dios (á quien ofrecía esta hostia): de fe,
de adoración, de acción de gracias por todos los dones
que la habla dado, de caridad, de resignación de si mis-
ma. Y después de esto, qué amor para con nosotros,
ofreciendo á su hijo por nuestra salud ä la divina justi;
cia. Da gracias ä la Virgen. Aprende tú también ä ofre-
cer con los mismos afectos esta hostia por tus pecados.
Ofrécete con ésta á ti mismo: todo cuanto eres, todo
cuanto puedes; de otra suerte no serás acepto ni agra-
dable; porque nada es grato á Dios, sino lo que con
Cristo ó sus méritos se le ofrece.
DESPUÉS DE REYES 83
2. Considera cómo se ofreció Jesucristo al Padre,
para promover su gloria y la salud del género humano.
Esto, ¡con cuánto y cuän puro afecto sin comodidad al-
guna suya! Enciende en ti el celo de la gloria de Dios y
de la salud de los prójimos. Ofrécete á ti ä Dios y ä sus
vicarios, los superiores, para cualesquiera cosas, porkli-
ficiles que sean. Aborrece la tibieza pasada. Pide gra-
cia, etc. Conoce y cree, que entonces Jesucristo puso
también en ti los ojos. ¿Cuánto le debes? Puedes retor-
narle la imitación, otra cosa no.
3. Considera cuán agradable fué á Dios esta ofrenda.;
pues la, ofrecía la Madre; el Hijo se ofrecía A bi mismo,
y se ofrecía siendo amadisimo del Padre; ofreciase para
el fin de la gloria de Dios y precio de nuestra reden-
ción. Da parabienes al Padre, á la Madre, al mundo
por haberse hallado una ofrenda que del todo sea ä Dios
agradable. Pondera en cuanto te aprecié Dios, cuánto
te amó. Y ¿qué le puedes retornar sin amor? Este aun
un bruto le corresponde al que se le muestra.

MARTES
DEL ENCUENTRO DEL VIEJO SIMEÓN, Y SU ELOGIO

1. Y este hombre era justo y timorato (1). Hermoso


elogio del santo viejo. La mejor disposición para recibir
en los brazos, y más en el alma á Jesucristo, es la jus-
ticia ó la santidad de la vida, y el temor. La justicia es
la que nos une ä Cristo; unido, le conserva el temor,
(i) tuc., 2.
84 SEMANA UI
cuando no sólo echa fuera el pecado, pero desvía tam-
bién los mínimos lugares de culpas; porque el que teme
al Señor en nada es descuidado. Aprende á tener cui-
dado con los más menudos defectos, si quieres conservar
la pureza de tu alma; no sea que por ellos abras cami-
no à los mayores, y caigas así poco ä poco. La perfec-
ción de la virtud resplandece en las cosas mínimas. ¿Se
ve por ventura en ti esto?
2. Que esperaba la consolación de Israel (1). Sabia
que estaba prometido el Salvador; pero vela que eran
pasados tantos siglos, y muertos en ellos tantos patriar-
cas y profetas que le esperaban. Cciii-totio eso él espe-
raba constantemente. ¡Cuán gran confianza en Dios era
ésta! ¡Qué expectación tan constante! ¿Qué consuelo
esperas tú? No sea, no, el caduco y vano que se halla
en las criaturas. Luego ha de ser el verdadero y santo
en Dios solo. Pero no lo experimentas aún. Aún no pa-
rece que lo has alcanzado. Espera al Señor muy confia-
da y constantemente. Vendrá en la realidad ciertamente
si le esperas con firmeza.
3. Y había recibido respuesta del Espiritu santo que
no verla la muerte sin que viese primero el Cristo del
Señor (2). Mira lo que mereció en su justicia, con su te-
mor y esperanza: esto es, la certeza de ver ä Cristo.
Acaso no se atrevió ä preguntar esto, 6 por humildad,
6 por una confianza cierta; y con todo recibió respuesta.
Algo tienes tú de tal felicidad. Cuantos mandamientos
tienes, cuantas reglas, tantas respuestas tienes tú del
Espíritu santo, de que no verás la muerte, si los obser-
vas con justicia, temor y confianza; porque así está di-
(1 ) tue., 2. (2) Ibtd.
DESPUÉS DE REYES 85
cho: Haz esto, y vivirds. En tu mano está hacerte se-
gura esta promesa.

MIÉRCOLES
TOMA SIMEÓN .4 CRISTO ENTRE SUS BRAZOS

4. Y vino ea espíritu al templo (I). Considera que


el santo Simeón movido del mismo Espíritu, de quien
habla recibido la promesa, corrió al templo con espíritu
fervoroso y sediento, ä la misma hora en que introdu-
cían en él á Cristo. Si se hubiera, detenido en lograr
esta oportunidad, no hubiera visto al Cristo del Señor.
¡Cuánto importa lograr la oportunidad y la gracia que
se te da! No te detengas cuando tienes la gracia; acaso
ésta sea la Última, que no volverá jamás. Muévate á ha-
cerlo esto mismo: que hasta aquí fuiste muchas_ veces
desperdiciador de bien tan grande, de que justamente
debes acordarte con dolor.
2. Y él le recibió en SUS brazos (2). Se le habla pro-
metido solamente el que vería á Cristo; pero ya le toma
también en sus brazos. Más da Dios de lo que promete.
Tú, por lo contrario, más prometes y propones, que
cumples. No seas tan escaso con Aquél que es contigo
tan liberal. En sus brazos le recibió. Por los que (como
dice Hugo) se significan nuestras obras. A Dios se llega
uno con deseos, es verdad, mas no se posee sino con
obras. Yerras, pues, si contento con propósitos, no pa-
sas de ellos á los hechos.
3. Y bendijo á Dios, y dijo: Ahora envía, Señor, á
(1) Lao., 2. (2) IbId.
86 SEMANA III
tu siervo, etc. Considera cuales fueron sus afectos, al
tener en sus brazos al Señor; de fe, de esperartza, de
amor, de agradecimiento, tanto por si, como por todo el
mundo, de resignación, y en particular de deseó de mo-
rir. Con lo que significa, que no le detenta el amor de
criatura alguna, sino sola la esperanza de llegar á ver ä
JESÚS. ¡Alma dichosa, que en ningunas criaturas divide
y emplea su amor, sino que en Dios lo recoge todo!
Esto te pide el fin para que fuiste criado. Desvia, pues,
tu afecto de las criaturas. Tanto te llegas á Dios, cuan-
to te apartas de ellas.

JUEVES
PROFETIZA DE CRISTO EL SANTO SIMEÓN

1. Advertid que Este está puesto aquí para ruina (1).


¿El Salvador para ruina? N aquellos que conocerán,
si, á Dios, pero no le honraran según el conocimiento
que de El tienen; que usaran mal de sus gracias, y
por su malicia no obedecerán a. sus llamamientos. Teme
no sea que á ti también te sirva de ruina, si no te
aprovechas de sus gracias. Duélete de su mal uso y tan
frecuente. Suplica que te las dé eficaces. Propón coope-
rar á ellas. Sea más bien con sus ejemplos y auxilios
ruina de tus pasiones.
2. Y para resurrección de muchos, 6 por mejor de-
cir, de todos, si quieren. Nadie es excluido por Dios de
la gracia de la resurrección. ¡Oh qué bondad ésta de
Dios! Ofendido, ofrece su gracia. Recibiendo tantos agra-
(I) Luo., S.
DESPUÉS DE REYES 87
vies, busca la amistad del que los hace. No quiere la
muerte del pecador, sino que se convierta y viva (1).
Y esto no por su bien y comodidad, sino por la tuya.
Con más veras quiere Dios tu bien, que tú mismo. Que
si con su ayuda te levantas ¿cuántas veces vuelves ä caer
por tu malicia? ¡O vergüenza! Así ya en adelante te has
de levantar, de modo que nunca jamás caigas. Para esto
contén el paso de tus pasiones, para que no te lleven ä
la calda.
3. Y como señal d quien sé contradiga (2). Los suce-
sos de la vida de Cristo mostraron la verdad de la pro-
fecía. Porque ä la verdad: suftjó contra si una contra-
dicción continua de los pecadores. Buscado de Herodes,
para matarle; dispuestos ya, para apedrearle los judíos;
condenada y despreciada su doctrina, estuvo hecho blan-
co de todos los oprobios, calumnias y tormentos. Y tú
también ¿cuántas veces contradijiste ä su vida y ä su
doctrina? Séate, pues, Jcsús de aquí adelante señal, no
ä que contradigas, sino con quien te conformes; ä quien
dirijas tus deseos y tus acciones.

VIERNES
DE LAS COSAS QUE PROFETIZÓ SIMEÓN A LA
SANTfSIlVIA VIRGEN

1. Tu propia alma atravesará uña espada. (3). Repa-


ra como mezcla Dios lo amargo con lo dulce. Habla oido
del santo Sime6n la beadsima Virgen alabanzas y ben-
diciones de su hijo. ¿Qué gozo de esto percibirla? Ya.
(I) Ezeoh., 83. (2) Lug., 2. (2) Ibld.
88 SEMANA ni
oye hablar de la espada, que no su cuerpo, mas habla
de atravesar su alma. Por cierto como madre, y aman-
tisima, de su hijo, no podría dejar de sentir muy amar-
gamente las injurias de hijo tal; porque para el que
ama, la injuria del amado es tormento. ¿Quieres una
señal para saber si amas ä JESÚS? Examina cómo llevas
sus injurias, que así tú como otros le haceis. ¡,Duéleste
de ellas? ¿Las detestas? ¿Las impides, y esto con celo
ardiente? Confla que le amas: y prosigue en enardecerte
contra toda ofensa de Dios.
2. Tu propia alma atravesará una espada. Considera
la causa porque quiso Dios clavar ya por esta profecía,
en la santísima Virgen esta espada,---atin en la infancia
de Cristo. Acaso porque la quiso ä El más parecida;
para que así como El tuvo siempre presente su pasión
desde la infancia, así Ella también estuviese con su me-
moria atormentada siempre. Mira á lo que llegas por la
continua cruz y mortificación: ä la semejanza de Cris-
to.. Crece ä la verdad la virtud cuando con adversidades
se prueba. Por la mayor virtud eres más semejante á
Cristo. ¿Amas tal semejanza? Pues ama la cruz. Re-
suélvete ä esto con grande ánimo: abrázate con ella.
3. Tu propia alma atravesará una espada. Considera
que aquella profecia se cumplió en el mismo punto; pe-
ro más especialmente al tiempo de la pasión de Cristo.
Recorre los tormentos de JESÚS; mira ä la Virgen, que
está presente á la cruz. Piensa cual seria el dolor de la
Madre por tan graves injurias hechas á un hijo tan so-
berano. Pero tú también atravesaste con esta espada á
la Madre cometiendo contra el Hijo tantas y tan graves
injurias. Duélete, y teme la espada de la justa ira de Dios.

DESPUÉS DE REYES 89

SÁBADO
DEL ENCUENTRO DE ANA PROFETISA

I. No se apartaba del templo, sirviendo de dia y de


noche en ayunos y obsecraciones (1). Considera la per-
severancia de esta santa matrona en los dichos ejerci-
cios, que no remitia jamás. No merece nombre de vir-
tud aquella á quien no acompaña la perseverancia. Para
con Dios esta sola es la que se corona. ¿Cómo á esta
corona puedes llegar tá? ¿Cuántas cosas propones?
¿Cuán pocas practicas? Por cualquiera dificultad, aun
mínima, caes de ánimo, etc. Resuélvete ya; se hará
suave lo que tienes por trabajoso.
2. No se apartaba del templo en ayunos y obsecra-
ciones, etc. (2) . Considera después las virtudes de esta
viuda: su castidad virginal y vidual, su exacta obser-
vancia de la ley divina, su frecuente trato con Dios, su
abstinencia rigurosa. Por éstas, pues, mereció conocer
ä JESÚS por Dios verdadero; porque éstas son las vir-

tudes por donde Dios se da del todo á conocer. ¿Quie-


res que se te dé y muestre Dios? Ten el corazón limpio,
cumple sus reglas y preceptos, trata con Dios frecuen-
temente, private de los deleites de los sentidos.
3. Y llegando en esta misma hora (3). Considera
que para esta hora misma estaba destinada esta felici-
dad de Ana; pero de tal suerte, que ella haya de llegar
al mismo punto; de otro modo seria privada de tal con-
suelo. Ast ata Dios sus gracias lt determinada ocasión
(1) Lita., S. (4) Ibld. (8) Ibid.
SEMANA IV
y tiempo, de modo que si en ellos no las logras, jamás
acaso las alcanzarás. Mira, pues, no dejes pasar la gra-
cia que se te da en cualquier punto. Por lo común se
pierden muchas cuando no se hace caso de una sola.
Porque Dios da como encadenadas las gracias, para que
si cooperares á una, merezcas muchas más. Si supieras
que de una sola. dependia tu salvación, ¿qué harías? Y
pende acaso. No seas i pues, negligente y descüidado.

DOMINGO IV DESPUÉS DE REYES


DE LOS AFECTOS Y PLÁTICAS IkE., ANA PROFETISA

I. Y llegando en esta misma hora (I). Considera


cuáles serían los afectos interiores de Ana al conocer
al verdadero Dios debajo del velo de la carne. Qué fe,
esperanza, amor, gozo, acción de gracias, resignación
de si, etc. ¿Tienes tú acaso los mismos afectos con Dios
al reconocerle cubierto con el velo de los accidentes de
pan? Si crees, ¿por qué no tienes con El más reveren-
cia? Si esperas, ¿por qué te congojas por cualquiera ad-
versidad? Si amas, ¿por qué divides tu amor poniéndole
en las criaturas? Si en El te gozas, ¡por qué mendigas
del lodo tus consuelos? Si te das el parabién de un bien
tan grande, ¿por qué fuera de Dios aprecias otro algu-
no? Si te resignas en El, ¿por qué tantas veces te le
vuelves á tomar ä ti mismo? etc.
2. Confesaba al Señor (2). Esto es: bendecía y glo-
rificaba al Señor. Prorrumpían por cierto vehementes
afectos en sus palabras; mas no se dice cuáles fuesen.
(1) Lue., 2. (2) Ibid.
DESPUÉS DE REYES 91
Con todo se puede creer que alabé la bondad de Dios y
la misericordia que usaba con sus siervos, que se admi-
ró de su humildad y aniquilación. ¿De qué proviene que
eres tan estéril en las alabanzas de Dios? Porque le
amas poco 6 tibiamente. Al que ama, nunca le faltan pa-
labras para hablar del amado. Lo que hablas muestra
bien el amor que tienes. Examinate á ti mismo, tus pa-
labras, tus conversaciones; y verás ä donde está tu
afecto, y de donde le has de apartar.
3. Y hablaba de El á todos (1). Y ¿qué hablaba? Sin
duda, que era el Meslas esperado por tanto tiempo. Que
en este Señor solo se hablan de empler sus amores, etc.
¡,Por ventura tu profesión (* cualquiera que seas, pues
eres cristiano, como esta mujer era una pobre .viuda
israelita) y tu vocación no te piden esto mismo: Que des
su conocimiento, 6 inflames en el amor de JESÚS ä todos
los redimidos con' su sangre, sin que te retraigas de
alguno, por pobre y miserable que sea? ¿Por qué razón,
pues, cae del todo te apartas 6 te desdeñas de los más
viles? ¿Acaso es vil un alma, porque la ves cubierta de
una mala capa? ¿Por ventura murió solo el Hijo de Dios
por los que andan engalanados y compuestos? Ninguna
alma es despreciable al celo verdadero. Enciende, pues
en ti este celo de las almas.
LUNES
CRISTO REDIMIDO, SEGÚN LA LEY, CON CINCO SICLOS

1. Para hacer por El según la costumbre de la ley (2).


Aunque no dice el evangelista que la Madre rescaté ä
(I) Lue., 2. (2) Ibid.
9 2 SEMANA IV
Cristo de mano del sacerdote por el precio acostumbra-
do, con todo eso es cierto, que llenó todos los ápices de
la ley; y así también ofreció por él los cinco siclos. Con-
sidera, pues 1. ¿Quién es el que le compra? Es á sa-
ber, la santísima Virgen; no para guardarle para si sola,
si para criarle para nosotros, para que se emplee des-
pués todo en nuestro bien. Debes dar, pues, muchas
gracias ä la Virgen al verla de tu bien tan solicita. Y
¡con qué afectos debes tomar por tuyo al Señor que te
rescata!
2. Considera ¿á quién le compra? Al eterno Padre á
qüien era ofrecido. Nos le habla dakpor la Encarna-
ción; nos le vuelve ä dar 6 nos le vende ahora, buscan-
do nuevos Mulos por qué hacer á su hijo todo nuestro.
Tan solicito es de nuestra salvación, que aún ofrecién-
dosele el Redentor como ofrenda, nos le suelta y vuelve
ä dar otra vez. ¡Oh, si yo lo hiciera as! con Dios! Le
ofrezco tantas veces mi corazón, voluntad y las demás
potencias; mas esto que le doy, lo vuelvo ä tomar lue-
go. Recibid ahora, Dios mío, mi corazón, voluntad, alma
y cuerpo con donación irrevocable; y disponed de todo
ello como fuere vuestra voluntad y vuestro gusto.
3. Considera con qué precio es comprado. Éste es el
que señalaba la ley, cinco siclos. Repara por cuán corto
precio se compra Dios. Aunque es un bien infinito, no te
quiso pedir infinito precio, atendiendo ä tu pobreza. No
te quiso pedir un precio grande, porque no pusieses ex-
, cusas para comprarle. Quiso pedir alguno, para que le
hicieses tuyo con más derecho. Inexcusable eres, pues,
6 hombre, si no compras un bien tan grande -por un pre-
cio tan común y tan corto. Y para esto repara cuántas
DESPUÉS DE REYES 93
veces empleaste más coste y más trabajo en vanidades y
sensuales delicias.
MARTES
HERODES AIRADO

1. Viendo entonces Herodes que había sido burlado


de los Magos (1). Considera aquel Viendo. Hablan pro-
metido si los Magos que volverian ä él. Pero intervino
la disposición de Dios, que les mandó por'el Angel vol-
ver por otro camino. Esto no lo podia saber Heredes; y
con todo tiene por tan cierto, como si con sus ojos lo
viera, que los Magos de propósito le hablan burlado.
Repara cuán torpemente yerra la sospecha. Atrévese ä
escudriñar las intenciones, y tiene por cosa evidente los
sueños que se hace y se finge. No ve, sino anda ciega-
mente. Yerra por eso, estando el ánimo turbado. De-
testa semejante mal; y sé antes ciego para no ver lo que
los demás hacen, que verlo con ojos todos llenos de so,
pechas.
2. Viendo que había sido burlado. El engañador era
el mismo Herodes. Por la simulación habla procurado
engañar ä los Magos. Cuál era él, por tales los juzgó á
ellos. Po& echar ä mejor parte el no volver, y asi se
hubiera turbado menos. Aprendi tú ä portarte de esta
suerte, no sea que lo más recto é inofensivo lo con-
viertas en veneno. ¿Por ventura no querrías que esto se
hiciese contigo? Hazlo, pues, tú con los demás. Se te se-
guirá de aqui una paz grande; porque los juicios sinies-
tros turban los ánimos de muchisimos. Haz reflexión
sobre esto; duélete y prepón.
(1) Mattb., S.
94 SEMANA IV
3. Se airó grandemente (I). Considera que Herodes,
poseido de la ira, tomé el consejo de matar á Cristo,
¡Qué cruel! ¡Qué enorme! La ira nada provechoso acon-
seja. El consejo que dicta la pasión, no puede ser bue-
no. ¿Cuántas veces condenaste lo que can pasión resol-
viste? Aprende, pues, á domar tus pasiones, no sea que
te lleven á consejos de que hayas de tener pena. Mira si
hay alguna en ti, y cuál es la que te domina. Resuelve
los medios qqe has de poner para arrancarla.

DECRETO DE DIOS DE LIBRAR Ä CRISTO DE LA IRA


DE HERODES

1. Considera que diferentes son los juicios de Dios de


los de los hombres. Peligra la vida de Cristo. Podía Dios,
6 hacer morir á Herodes, 6 suavizar su ira, 6 hacer á su
hijo invisible. Determina que huya. ¿Qué medio es éste?
¿Qué contrario ä la dignidad del Hijo de Dios? ¿A cuán-
tas incomodidades expuesto? As! se porta Dios con los
que ama: les decreta cosas ásperas y difíciles. ¿Eres tú,
por ventura, más digno que el Hijo de Dios? Si Dios te
quiere probar con agrias experiencias, ¿de qué te que-
jas? Reconoce que éstos son argumentos de su amor para
contigo, y asi los llevarás más gustoso: te alegrarás y
le darás gracias.
2. Considera cómo quiso Dios que esta fuga se hicie-
se, no á los Magos, entre quienes estaría Cristo con
(1) Matth , 2.
DESPUÉS DE REYES 95
honra veneración, sino á Egipto, á gente bárbara que
aborrecía á los judíos, lejos de los conocidos y amigos.
Así no admitió para su hijo en todo el tiempo de su in-
fancia, ni de los amigos consuelo, ni honra y comodidad
de los conocidos. Y ¿cómo quieres tú ser conocido, es-
timado y honrado y asistido de todas las comodidades?
Si te reconocieses por siervo de Cristo, aborrecerlas es-
to; y antes te alegrarlas de ocultarte, ser despreciado y
afligido. Atrévete á pedir y alcanzar esto de ti para Ile-
garte más á Jesucristo.
3. Considera le que dice el Autor del Impertecto (4):
«Que el Señor, que no se aira hasta el fin, se acordó -
»de los males con que afligió ä Egipto; y por eso envía
»allá á su hijo, y le da una señal de absoluta reconci-
Dliación.» ¡Qué bueno es Dios, que á aquellos ä quie-
nes antes de justicia privó de loa primogénitos, ahora
les envía á su primogénito hijo movido de pura miseri-
cordia! Aprenda el pecador, cuando es castigado de
Dios, ä no desesperar hasta el fin. Antes el mismo cas-
tigar es una cierta prueba de su bondad; porque casti-
ga sin duda ä todo hijo ä quien ama. Tú recibe con hu-
mildad cualquier castigo, y arrójate en los brazos de su
bondad.

JUEVES
AVISA EI. ÁNGEL Á SAN JOSÉ QUE HUYA Á EGIPTO

1. El Angel del Señor apareció en sueños á José di-


ciéndole: Levántate, toma al niño y á su madre, y hu-
ye á Egipto (2). Considera las circunstancias del pre-
(1) Hora., 2 (2) Matth , 2.
96 sinsAuA-tv
cepto. 1. Avisa el Angel en nombre de Dios cqpno con
la voz del superior que manda. 2. No ä la Virgen, aun-
que más excelente, sino ä José, como cabeza de familia.
Dios gobierna á la verdad por medio de los superiores,
á quienes asiste, para que no yerren los súbditos.
3. Avisa en sueños. Se ha de interrumpir el descanso
cuando llama Dios. 4. Manda tomar al niño y á la ma-
dre. De las otras alhajas no cuida. Todo tu ajuar y tus
haberes sean Jzsüs y MARIA. 5. Hase de ir ä Egipto,
tierra enemiga, para que JESÚS esté seguro. Lleva ä
bien el que se te señale el paraje donde vivas: no le eli-
jas. Si te parece arriesgado, Dios (a113 lo señaló, lo ase-
gurará.
2. Y estáte allí hasta tanto que yo te lo diga (1). No
se le señala tiempo de la estancia. Deja y remite ä Dios
el tiempo de la ocupación, del lugar, del oficio, de la
aflicción. El tiene cuidado de ti, El lo mudará cuando
convenga. Cuando tft de ti dispones 6 procuras que se
disponga á tu gusto, tanto te eximes y apartas de la
gobernación divina. ¡Cuánta turbación se te sigue de
aqui si no lo alcanzas! Si lo consigues, ¡qué poco méri-
to! ¡qué gran peligro!
3. El cual levantándose tomó de noche al niño y á su
madre (2). Aqui tienes la perfección de la obediencia.
1. Con rendimiento de juicio, aunque se le ofrecian mu-
chas cosas que proponer. 2. Con prontitud de voluntad
en cosa tan ardua y dificil. 3. Con ejecución acelerada
en la misma noche, rompiendo el sueño, dejando todo
lo que tenia. 4: Con alegria, por saber que era la vo -
¡untad de Dios. Examina por esta pauta cuál es tu obe-
diencia.
(1) Mattb., 9. (9) 1b1d.
DESPUÉS DE REYES 97

VIERNES
DE LA JORNADA DE LOS QUE HUIAN Á EGIPTO

4. Y se retiró á Egipto (I). Considera los sentimien-


tos que tendrlan en sus almas Jost y MARIA. Experi-
mentaban las molestias del camino, la intemperie del
aire, la dureza de los hombres, la falta de comida, etc.
Mas en todas estas cosas se recreaban con este solo pen-
samiento: Todo lo hacemos y padecemos por conservar
ä JESÚS la vida. De aqui ¡qué consuelos no les redunda-
ban! ¡Qué dulzura! Toda amargura se les endulzaba
con este pensamiento. Estriba tú ea tus adversidades en
este principio: Por Dios padezco.
2. Considera los sentimientos del alma del infante,
que bien sabia que era buscado para la muerte, siendo
así que habla venido para dar la vida al mismo Herodes.
¿Juzgas que no herla su alma esta ingratitud? Mira no
dés tan ordinariamente semejante motivo de dolor å
Cristo, no correspondiendo ä tantos beneficios y gracias.
Pero podia el niño omnipotente tomar venganza de He-
rodes, y mirar así por su honor, mas no quiso. Luego
es falso aquel principio del amor propio: Que no se ha
de tolerar lo que pone ä riesgo de perder la honra.
3. Considera lo que Cristo padeció en su cuerpo en
este camino. La edad era tierna, el invierno rígido, las
lluvias, las nieves, las posadas viles, y ä veces ningunas,
la pobreza de los padres suma, la barbarie de los hom-
bres, etc. Mas no por necesidad, sino voluntariamente
(I) Matth., 2.
AVANCINI 7
98 SEMANA IV
lo sufría todo. Y ¿yo rehuso padecer aun aquello á que
la necesidad me precisa? ¿Yo á vista de esto miraré sólo
por mis comodidades?

SÁBADO
DE LO QUE JESÚS PADECIÓ EN EGIPTO

1. Considera lo que padeció en su alma. Vióse en


medio de una perversa nación, que negaba á Dios su
culto, que le daba ä los ídolos, ardiendo Él, como ar-
a día, en celo de la gloria de Dios. Por-esto ¡cómo seria
llagada su alma, como quien claramente vela lo que era
Dios, y cuánta la gravedad de sus ofensas! ¡Con cuánto
afecto ofrecía su propia vida para que se desterrase el
pecado! ¡Qué poco celo tengo yo, á quien no sólo te
llagan los pecados ajenos, mas ni aun apenas los pro-
pios! Enciende en ti este celo; y atiende principalmente
á que tus obras no desagraden á Dios.
2. Considera lo que Cristo en si padeció. La falta no
sólo de cosas superfluas, sino también de las necesa-
rias. El desprecio de los hombres, no siendo tenido
más que por hijo de un oficial. Y esto no lo padecía por
necesidad el Rey de la gloria, sina por voluntad y con
gozo, sabiendo que en esto agradaba al Padre. Lastf-
mate de la ceguedad de los egipcios por no conocer ä
JESúS. Repara no sea la tuya parecida ä la de éstos.
Admira y alaba la paciencia de Cristo. Mas no tengas
pereza en imitar lo que gustas de alabar.
3. Considera el dolor que tuvo JESÚS, compadecién-
dose de otros. 1. A la verdad, de su santísima madre
DESPUZS DE REYES 99
y del santo José, ä quienes vela que por su causa su—
frian aquel destierro; el cual dolor fué sin duda ä la
medida del amor que les tenla. 2. De los niños inocen-
tes, que por su causa también eran cruelmente despe-
dazados. Aprende ä tener compasión de los ajenos males,
especialmente de aquellos que, estando aún en la ino-
cencia, son muertos con la espada de un Herodes, ó de
algún mal compañero. Cuanto trabaja la maldad por
pervertir ä éstos, tanto has de procurar tú traerlos y re-
ducirlos al bien.

DOMINGO V DESPUÉS DE REYES


LA MATANZA DE LOS INOCENTES

I. Enviando, mató los niños que habla en Belén (I).


Considera lo I. La crueldad sangrienta de Herodes.
Quiere matar ä uno solo, y ä todos da la muerte. ¡Oh!
lä lo que lleva una pasión sola de ambición! I6, por me-
jor decir, cualquiera, si no A vence! Trae ä la memo-
ria las caldas que una pasión sola te causa; y aprende
con tu mismo daño ä oprimida, para que ella no te
oprima ä ti. Ni lo has de dilatar, porque crece con el
tiempo.
2. De dos años abajo (2). Considera la cautela que
tuvo Herodes para ejecutar tal maldad. Porque lo I, no
los mató por su mano, sino que envia ministros para
esto, para que si le culpan, pueda imputarles ä ellos el
exceso. 2. Hizo matar ä todos, para que más ciertamen-
te muera el que él quena. 3. No sólo hizo morir los
(1) Matth., 2. (2) 161d.
¡00 SEMANA V
niños de Belén, en donde le hablan dicho haber nacido,
sino también los de todos sus contornos. 4. No sólo los
que hablan nacido •desde el tiempo en que apareció la
estrella, sino también los que antes de ella. No permi-
tas que los hijos de las tinieblas sean más cautos para
obrar el mal, que tú para evitarlo. Pon toda cautela pa-
ra que no se te pase parte alguna de bien, no sea que
se te vaya entrando el mal.
3. Considera los admirables consejos de Dios, que usa
y se vale de las mismas maldades de los hombres para
sacar el bien. Porque, como observa san Juan Crisós-
tomo (1): Acaso estos niños no ha ga-ti-11e ser buenos.
Luego les fué gran beneficio la muerte acelerada. Fuera
de esto, esta crueldad, divulgada en Roma, sirvió para
que se publicase la venida del Mesías, y el culto que le
hablan dado los Magos. Aprende ä usar de los males
para fines tan buenos, ä ti saludables, y ä Dios gloriosos.
Grande imitación es ésta de Dios, y ganancia grande
para ti.
LUNES
ES AVISADO SAN JOSÉ QUE VUELVA DE EGIPTO

. Muerto, pues, Herodes (2). Considera ä Herodes,


que con la muerte de Cristo procuraba asegurar su rei-
no, lo perdió con su muerte propia. Es Dios justo. Di-
simula por algún tiempo los pecados, mas al fin, cuando
menos se piensa, los castiga. Teme, si pecaste, ó para
que no peques, la justicia, ya que cuando pecas no amas
la bondad.
(1) Horn., 0. (2) Mata, 2.
piesputs DE REYES zoz
2. El Angel del Señor apareció en sueños á José en
Egipto (I). Considera la providencia de Dios, que lue-
go da parte á José de la muerte de Herodes. ¡,Cuánto
juzgas se alegrarla san José al ver el gran cuidado que
de él tenia Dios? ¿Cuánto se confirmó en su confianza?
Alaba tú también la providencia divina. Arroja tus cui-
dados en el Señor. Entrégate á El para que te gobierne.
El tendrá cuidado de ti, y verás los felices resultados
que tiene lo adverso que te aflige.
3. Levántate y toma al niño y su madre, y ve á la
tierra de Israel (2). Era dilatada la tierra de Israel. No
le determina el Angel ä qué lugar de ella haya de ir.
Acaso para que José recurra otra vez á Dios para saber
su destino. Alégrase Dios por cierto de nuestra más
frecuente comunicación con su Majestad. Por eso no de-
clara de una vez todas las cosas que quiere hagamos
nosotros. Da, pues, á Dios este gozo; recurre á El mu-
chas veces. Este es el camino de unirte á El más y más.

MARTES
DE LA VUELTA DE EGIPTO

1. El cual levantándose, tomó al niño y á su madre,


y se vino á la tierra de Israel (3). Considera la igual
prontitud de José y de la santísima Virgen en todas co-
sas, ya por ir, ya para volver de Egipto. Ni por otra
causa les es agradable la vuelta, sino el ser ä Dios agra-
dable. Ni les desagradarfa tampoco el permanecer allf
(I) Mate., 2. (2) Ibld. (8) Ibid.
102 SEMANA V

más tiempo, aun entre miserias y trabajos, Ni fuera gus-


to de Dios; porque estaban con toda indiferencia pen-
dientes de cualquiera insinuación suya. Pero la tuya, ¿qué
indiferencia es? Eres moroso en hacer lo que te orde-
nan: todo lo que puedes le rehusas; deseas lo que no
puedes; juzgas del bien y del mal, asi como á él estás
afecto ó desafecto; finges no poder lo que no quieres; pi-
des como que se te debe, aquello de que gustas; reci-
bes como injuria si, cuando lo pides, se te niega, etc.
2. Pero oyendo que reinaba en Judea Arqueta° en lu-
gar de Herodes su padre, temió ir allá (1). Considera
que nada ä la verdad tenla que tem-ér—José en Judea;
pues ya eran muertos los quebuscaban la vida del niño.
Pero tenia José lo que tienen las conciencias delicadas:
temen aun en la seguridad, no sea que pierdan ä JESÚS.
¿Tienes té acaso también semejante solicitud de • esto
mismo? Pero ¡qué necesaria entre tantus peligrosl Qui-
tada ésta; todo lo perdiste, 6 por mejor decir, te per-
diste á ti mismo. Vela, etc.
3. Habitó en una ciudad que se llama Nazaret (2).
No escogió Cristo, para vivir, á Jerusalén, corte del rei-
no y muy populosa, sino ä Nazaret, lugar humilde, del
cual también por desprecio hé llamado nazareno. Este
es el genio de Cristo, elegir siempre id más humilde.
;Qué diverso es el tuyo! Injuria haces á Cristo, si bus-
cas cosas contrarias ä las suyas. Tanto más ensalzas á
Cristo, cuánto más te abates ä ti.
(1) Matth., 2. (2) %Id.

DEsEuts DE REYES 103

MIÉRCOLES
DE LA SUBIDA DE CRISTO CON SUS PADRES
AL TEMPLO

1. Iban sus padres todos los años d Jerusalén (1).


Considera que san José tuvo siempre esta piadosa y cons-
tante costumbre de ir al templo para orar: lo hacia por
cumplir con la ley, que obligaba ä esto á los varones to-
dos. Mira con qué cuidado observa la ley, y cierto con
una constante y santa costumbre. * ¡Oh, si así observa-
ses tú la ley de Dios, en especial en lo que te manda de
ir á orar, y adórarle.en su templo! Advierte cómo vas y
estás eil él. Y ¡ojalá que tú, i5 religioso, llegaras ä tal
costumbre de la regular observancia! Una piadosa ces.
tumbre no es mera costumbre, sino constancia. Para lle-
gar á ésta, considera todo lo que haces, y hazlo regu-
lado por tu ley y por tu regla. ¡Oh qué mejor serias si
así lo hubieras hecho desde el principio de tu vocación!
2. Iban sus padres. Considera que no sólo san José •
sino también la santísima Virgen iba al templo, aunque
ella no estaba obligada, por ser sólo esta ley para los
hombres. Mas porque era obra santa, en que se daba ä
Dios culto, bastó para que se moviese ä hacerla. Dema-
siadamente Mezquino es para con Dios el que no hace
sino aquello á que tiene obligación. Si Dios lo hiciera
contigo as!, ¡qué miserable serias! Luego recibiendo tú
de Dios tanto de pura liberalidad, razón es le vuelvas
algo de pura supererogación. ¡Ilicistelo así hasta ahora?
(1) Lue., 2„
104 • SEMANA V
¿Lo has de hacer en adelante? Pues determina qué cö-
sas han de ser, cuándo, con qué afecto.
3. Considera que Cristo iba también en compañia de
sus padres, ya para cumplir la ley, ya para adorar á su
eterno padre en su casa en el tiempo señalado de la pú-
blica veneración. ¡Dichosos padres con la compañia de
hijo tan grande! ¡Dichoso tú, si siempre tienes ä JESÚS
contigo! ¿Qué consuelo puede faltar con JEsús? Repara
bien con cuánto fervor y espíritu se apresura al templo
este niño. Excitalo en ti semejante cuando vas ä los es-
pirituales ejercicios, ä asistir á las cosas divinas.

JUEVES
DE LA MISMA SUBIDA AL TEMPLO

1. Subiendo ellos d Jerusarén según la costumbre (I).


Considera que al volver José de Egipto temió ir á Jeru-
s-alén, porque reinaba allí Arquelao; mas reinando aún
allí mismo ¿por qué no teme el ir ahora? Porque ahora
se trata de dar culto á Dios; y en tales casos se ha de
dar á Dios lo que se le debe con fortaleza de ánimo, ex-
peliendo todo temor. Así al que teme á Dios, ningún
mal le podrá venir. Cuando tú procuras rendirle tus ob-
sequios, El te dará seguridad.
2. Considera que Cristo subió al templo ä los doce
años de su edad, es á saber, cuando empieza á mostrar-
se cabal el juicio, según la opinión común de los hom-
bres. Para mostrar luego en la primera edad que todos
sus cuidados y pensamientos se enderezaban y miraban
(I) Lile., 2.
DESPUÉS DE REYES 105
sólo al puro obsequio de Dios. 10h! si hubieras seguido
este ejemplo desde tu juventud, ¡qué feliz seria tu con-
dición! ¡Qué seguro el estado de tu alma! Duélete de
haber venido tan tarde. Pero á lo menos ahora obra sé-
riamente y con gran resolución lo que toca *al servicio
divino, y deja ya la tibieza.
3. Contempla la modestia, la reverencia, los afectos
de estos divinos señores que ast venian al templo; las
gracias que daban por los beneficios hechos á ellos, y al
universo mundo; qué fervorosas eran sus súplicas para
alcanzar para los hombres gracias congruas; qué agra-
dables eran ä Dios sus ofrendas, etc. Coteja tu compo-
sición de cuerpo al tiempo de orar con la suya; el reco-
gimiento de tu espirita, el fervor de tu alma, etc. Re-
para en lo que faltas, y enmiéndalo.

VIERNES
QUÉDASE EL NIÑO JESÚS EN EL TEMPLO

1. Cumplió el tiempo cuando se volvían (1). Consi-


dera que los padres de JESÚS no quisieron, aunque bien
podían, volverse ä Nazaret ä su casa antes que se aca-
base la solemnidad de los ázimos, que duraba siete días.
Así quisieron guardar la ley hasta el menor ápice. Sea
también éste tu cuidado, en especial en las cosas que
tocan al divino culto. No quieras ofrecer ä Dios un sa-
crificio no entero, 6 quitarle algo del tiempo. Lo que
quitas ä Dios ¡ä quién lo das sino á tus sentidos? ¡Que-
rrás haber hecho esto cuando se te acaben los dfas de
tu vida?
(1) Lao.,
106 SEMANA V
2. Se quedó el niiio JESÚS en Jerusalén (1). Considera
el afecto con que iba JESúS á las cosas divinas, el cual,
cuanto era de su parte, quisiera quedarse siempre en la
casa de su padre, y por este fin dejar ä su misma ma-
dre, aunqtie de Él sumamente adiada; porque los obse-
quios de Dios ä todos se han de anteponer. De lo cual
has de aprender ä estimar los ejercicios espirituales que
te prescriben las reglas; * las acciones de culto y pie-
dad con Dios, que la ley te manda; y antes les has de
añadir algún tiempo, * y más frecuencia, como en ado-
rar y llegarle ä Dios por la oración y sacramentos, cuan-
do se te permite 6 puedes, que quitárselo 6 dejarlo por
una omisión y pereza reprensible.
3. Y no lo conocieron sus padres (2). Aunque Cristo
no ignoraba que su ausencia habla de causar un extraño
dolor ä sus padres, quiso hurtárseles con todo: Para
mostrae (dice Beda) que tenia en los cielos otro verda-
dero padre, ä °quien sólo estaba sujeto en lo que obraba
como salvador, sin respeto de la carne y de la sangre.
Aprende ä desnudarte del amor de los parientes y ami-
gos, cuando has de obrar según tu vocación; * cuando
has de darte ä Dios, 6 en el estado más perfecto, 6 'en
santos ejercicios. Ignoran éstos lo que es espíritu, y son
un estorbo grande para sus obras. No puedes ser discí-
pulo de Cristo, si en lo que toca á esto no aborreces al
padre y d la madre (3).
(I) Lao., 8. (2) 514. (8) Lao., 14.

DESPUÉS DE REYES 107

SÁBADO
BUSCAN LOS PADRES AL NIÑO PERDIDO

4. Pensando cada uno que iba con el otro, anduvieron


una jornada (1) . Podrá parecer cosa muy extraña que
pudiese la madre separarse del hijo, que sumamente
amaba. Pasó con todo por ello, por entender que otros
gozaban de su divina presencia, y que El los atraia ä si
con la suavidad de sus costumbres. Así por buscar el
provecho de otros se privé con gusto de aquel Señor en
quien grandemente se recreaba. Reconoce y saca de
aquí tu caridad. Qué pocas incomodidades padeces, y
cuán contra tu gusto, por-el bien de otros. Sabe que,
para poder servir al prójimo, has de dejar á Dios algu-
nas veces.
2. Buscábanle entre los parientes (2). ¿Coa qué
gencia? ¿con qué tristeza? ¿con qué resignación al mis•
mo tiempo, porque no ignoraban que El era Dios, y nada
podia hacer que no fuese bueno? ¿con qué suspiros ä
Dios? ¿con cuáles á Jzsiís?. Mas con todo eso no le ha-
llaban entre los deudos. Sabe que no se halla Dios entre
los parientes, entre los afectos de la sangre y de lo sen-
sual, entre los consuelos de los amigos. Disipan éstos,
no recogen hacia Dios los afectos. Tanto quitas ä Este,
cuanto á aquéllos das.
3. Y no hallándole, volvieron á Jerusalén (3). Con-
sidera cuales fueron los sentimientos de los que volvían.
A la verdad de dolor; pero de unión también con la yo-
(1) Lno., 2. (2) Ibld. (9) Ibld.
T08 SEMANA VI
'untad divina; porque no ignoraban que esto se hacia
con altísimo consejo, para encender en ellos mayores
deseos de si, y darles ocasión de merecer, y también es-
peranza de hallarle. Conoce y advierte, que Dios aparta
su rostro también de aquellos que muy especialmente
ama. Si se apartó de ti, vé ä Jerusalén, procura una in-
terior paz, y búscale con los mismos afectos.

DOMINGO VI DESPUÉS DE REYES -


ES HALLADO EN EL TEMPLO ENTRE,
„ —LOS DOCTORES

4. Halldronle en el templo (1). Es creible que en


ninguna otra parte de Jerusalén le buscaron tanto como
en el templo. Argüiati que alli estaba, en donde sabían
tenia el afecto. Aprende, pues, á buscar á JESTYS en el
templo; esto es, en la oración. No se halla ä la verdad,
en la tierra de los que viven deliciosamente (2). No en el
lecho de las delicias de la carne, no en las calles ni en
las plazas (3) de las distracciones del mundo; antes bien
aquí es donde se pierde. No te vuelvas, pues, en tus
aflicciones á las criaturas, sino ä la oración, al recogi-
miento interior de tu espirita. En él hallarás á Jesús.
2. Sentado en medio de los doctores, oyéndoles y pre-
guntándoles (4). Mira otra vez en donde es hallado Cris-
to: entre los doctores. Ninguno es bastantemente sabio
para sí en las cosas del alma. Gran sabiduría es pregun-
tar y oir al director del espíritu. Preguntar para saber,
oir para ejecutar. Es confundido en su sabiduría el des.
(1) Luo., 2. (2) Job., 28. (8) Cant., 8. (2) lato., 2.
DESFIJES DE REYES I09

cuidado aun en saber de este modo, y el presumido de


que sabe bastante. Más seguro caminarás con gula, que
solo, por esta infestada selva del mundo. Así pues: Oye,
hijo mío, la enseñanza de tu padre, para que se añada
gracia d tu cabeza (1).
3. Se asombraban todos los que le oían, sobre su pru--
dencia y sus respuestas (2). Vela la Madre los aplausos
y la admiración. de todos. Mas, aunque viendo al Hijo
concibió en su alma un gozo extraño, le templó su ma-
ravillosa modestia; pues al ver tantos aplausos, no hizo
con liviandad extremos de alegría, ni se declaró por su
madre, siendo así que de esto la podía redundar alguna
parte de su gloria. ¿Acaso tú lo haces también así? ¿No
das ä entender bien lo que te puede traer alabanza de
los hombres? ¿No te jactas de ello alguna vez? ¿No ha-
blas con gusto de tu prosapia, de tus hechos? Mendigas
así una alabanza vana, y pierdes la verdadera.

LUNES
LAS PALABRAS DE LA MADRE AL HIJO HALLADO

1. Hijo ¿cómo lo habeis hecho así con nosotros (3)?


Habla la primera la Madre; porque el afecto del amor,
dice Simón de Casia no se pudo contener más. Llámale
hijo. Esto era conocido de todos. No le llama Dios, que
era de los demás ignorado. No quiso pronunciar palabra
que redundase en alabanza suya. Aquél ¿cómo así? no
es de reprensión, dice el Cartujano, sino una piadosa
(1) Prov. I. (8) Luo.. 2. (8) Ibld.
IZO SEMANA VI
queja. Muestra el dolor que tuvo, y no inquiere curio-
samente su causa. ¿Cómo lo hiciste así con nosotros? No
dice conmigo, para significar el dolor en que la acompa-
ñaba su esposo; y para que de esto también le tocase ä
José su alabanza; pues mostraba amar al que ientla per-
't'ido. Aquel así, exprime la grandeza del dolor, como
la del amor, aquel así amó Dios al mundo (1). Repara
como en palabras tan pocas nos propone tanto que imitar.
2. TU padre y yo doloridos (2). Toma la primera la
Virgen la vez de hablar ä Cristo. Contando lo que hicie-
ron, da la primacia ä José. Aquello fué efecto del amor:
esto de humildad y reverencia con el iitie-era cabeza de
la familia. Como era humildísima, dice san Agustin, no
se le anteponía, ni por su dignidad, ni en el orden de
nombrarse. Esto puedes procurar seguramente: Que te
aventajes ä todos en el amor para con Dios. Mas en lo
demás has de ceder ä todos con humildad y reverencia,
no tanto en las palabras, cuanto en el vil interior apre-
cio de ti mismo.
3. Te buscábamos con dolor (3). Significa que bus-
caban remedio ä su dolor. No paraban precisamente en
dolersé de haber perdido á JESÚS; mas pasaban á bus-
cár el alivio de su pena. No basta sentir haber perdido á
JESÚS, si no pones diligencia en hallarle. Por eso se re-
tira tal vez, para que le busques. Deléitase con - el afán
de quien ansia por hallarle, y encontrado da el gozo col-
mado y lleno. No caigas, pues, de ánimo si le perdie-
res; sino búscale y le hallarás.
(I) Joann., 3. (2) Loe., 2. (8) Ibld.
DESPUÉS DE REYES

MARTES

LA RESPUESTA DEL HIJO A LA MADRE

1. ¿Para qué me buscabais (1)? No son palabras éstas


de reprensión, que es como si dijera: No habla necesi-
dad de buscarme; porque no casualmente, sino con al-
tísimo consejo me desvié de vosotros. Ni por eso fué vana
la diligencia en buscarle; pues muchas cosas, aunque
precisas no sean, son loables por el piadoso afecto con
que se hacen. ¡Qué suavemente y con qué amor pro-
nunciaría esto! ¡Qué suavidad causaría en sus padres!
Bien merecía ésta su anhelo. Si has perdido ä JEsüs y
el gusto de la oración, juzga que es altísimo consejo;
remítete con humildad ä su gobierno; búscale con el
mayor deseo que puedes: el tiempo del consuelo ya lle-
gará.
2. ¿No sabíais que es conveniente que Yo me ocupe en
las cotas que son propias de mi padre (2)? Esta inte-
rrogación tiene fuerza de afirmar. Es decir: Ya sabíais.
Bien lo sabían por cierto, y por eso allí le buscaron.
Muestra con ella también el afecto grande que tenía ä lo
que pertenecía ä su padre. Enseña que por esto se ha
de dejar al padre y ä la madre. Quiere decir que esta
deuda es la que sobrepuja ä todas. Imprime esta verdad
en tu alma, y resuelve, cuando se hace la causa de Dios,
romper con todo lo que bien quieres.
3. Y ellos no entendieron la palabra que les habló (3).
No se le revelaron de una vez ä la santísima Virgen to—
(1) Lao., 2. (2) Ib1d. (8) Ib1d.
I 12 SEMANA VI
dos los misterios de Cristo; mas ast como siempre creció
en gracia, as • crecía también en la inteligencia de los
misterios. No entendió, pues, entonces por qué Cristo
en aquella edad mostró su sabiduría entre los doctores.
Pero con todo no se propasó ä preguntar más; porque
oyendo que era obra de la voluntad del Padre, al punto
quedó serena y quieta. Aprende ä rendir tu juicio. Ni
es á la verdad necesario alcanzar la razón de todo lo que
Dios y los superiores hacen y disponen de ti. No lo quie-
ras investigar; pues de otra suerte turbarás la quietud
del alma. Séate esto bastante: Dios lo quiere.

MIÉRCOLES
DE LA PARTIDA DEL TEMPLO

1. Y bajó con ellos (1). Haz cuenta que oyes contará


JESÚS las cosas que le hablan pasado en aquellos tres
días. Atiende á la Virgen con qué änsia oye y observa
con el corazón todas sus palabras. Aprende ä bajar ä tu -
propio conocimiento. ¡O rígida soberbia! dice san An-
tonio (2), que presumes volar sobre la altura de las nu-
bes! Baja, te ruego, porque JESÚS baja, no tanto con el
cuerpo del alto lugar del -templo, cuanto con el alma
por la humildad.
2. Y estaba sujeto á ellos (3). ¿Quién? ¿A quién? El
Criador á la criatura, el Señor al siervo, Dios al hom-
bre. ¡O admirable obediencia! «Córrete, ceniza sober-
»bia, dice san Bernardo (4). Dios se humilla, tá te en-
(1) Lee., 2. (2) Serm. Infraect. Epiphan. (3) Lue., 2.
(4) Hola., 1, ni>. Mime set,
DESPUtS DE REYES 113
»salzas. Si te desdeñas, 6 hombre, de imitar el ejemplo
»de otro hombre, no será, cierto, indigno de ti seguir á
»tu hacedor.» ¿Es más vil en tu aprecio el superior, no
es tan noble, no tan docto como tú? ¿Por ventura le ex-
cedes tanto en nobleza y sabiduria, cuanto Dios al hom-
bre? Ejemplo te did de esto: siguele.
3. Y estaba sujeto á ellos. ¿En qué cosas? ¿De qué
manera? En cualesquiera cosas, las más viles. La oficina
de un oficial de carpinteria, nada contenta de lustre. Tia
fácilmente concebirás qué cosas eran las que hacia. Pe-
ro las hacia con prontitud, humildad y exactamente; ni
sólo por un dia, más hasta los treinta años de su edad.
¿Se te ordenan ä ti viles y abyectos oficios? Nada es vil
lo que se hace á imitación de Dios, que nada hace vil y,
haciéndolo, le quita la vileza. Sea tu lustre hacer cosas
bajas y humildes, si tienes por mayor honra asemejarte
ä Cristo muy de cerca. No te desanime el tiempo. Re-
suélvele generosamente á ser abyecto en la casa de Dios
toda la vida. *Si vives en el mundo, mira que Cristo á
los ojos de él se hizo despreciable por ti. ¿No te em-
plearás siquiera en obras de caridad humilde, que ilus-
tran al más noble cristiano? ¿No serás en algo discípulo
de tal maestro?
JUEVES
DE CÓMO APROVECHABA CRISTO EN LA EDAD,
SABIDURfA GRACIA

1. El niño JESÚS pues, crecía en edad (1). Podía to-


mar una naturaleza robusta y en la edad varonil, como
(1) Lua,
AVANCINI 8
11 4 SEMANA VI
habla criado á Adán. Quiso tomar la de infante, y pasar
por las edades todas para servir de ejemplo ä toda edad.
Crecía en edad y fuerzas, para hacerse robusto y pade-
cer por mi las cosas más penosas. Con este fin sustenta-
ba el cuerpo. ¡Ay de mi! ¡Qué lejos estoy de esto, que
sustento el cuerpo para las delicias, no para el servicio
de Dios! ¡No para hacer y padecer por Dios cosas difí-
ciles! perdonadme, Señor: yo me enmendaré á vuestro
ejemplo.
2. Aprovechaba en sabiduría y gracia (I). Lleno es-
taba de sabiduría y gracia desde el primer instante de su
concepción, tanto que no se le podia, aumentar. Mas en
lo exterior parecía crecer á proporción de la edad, ä la
que en los ojos de los hombres acomodaba la sabiduría
y la gracia. Sepas que al paso que creces en edad, de-
bes crecer en gracia y sabiduría. Creciste en los años:
¡qué poco en la virtud! Aprendiste las ciencias humanas:
de la gracia y de la virtud apenas tocaste los rudimentos.
¿Cómo te podrás valer cuando se te pida cuenta, no de
cuánto, sino de cómo hayas vivido? ¿No de lo que hayas
aprendido, sino de lo que hayas hecho?
3. Para con Dios, y para con los hombres (2). Por-
que hacia y mostraba obras más excelentes siempre, con
que se conciliaba la estimación de los hombres; y eran
eximias para aumentar la gracia de Dios, si fuera capaz
de este aumento. Ast en todo juntaba el agrado de Dios
y la edificación de los hombres. Hazlo así tú, para agra-
dar á Dios con tus obras; y para que los que las ven glo-
rifiquen al Padre, que está en los cielos. Vanidad es, si
miras solamente á los hombres: si á solo Dios, algo es; si
ä Dios y ä los hombres á un tiempo, es lo más excelente.
(t) Lno., 2. (2)111d.

DESPUÉS DE REYES IS

VIERNES
DE LO QUE CRISTO HIZO HASTA LOS TREINTA AÑOS

I. Considera lo I. Que en sentencia de muchos au-


tores gastó Cristo estos arios en altísima contemplación.
Piensa, pues, que Él trató entonces con el Padre el ne-
gocio de la humana reparación, dispuso la Iglesia mili-
tante, lloró los pecados de los hombres, aplacó la ira
del Padre, oró por el perdón, etc. No dudes que tú y
tus pecados estuvieron presentes en aquella contempla-
ción. No merecias esto. Sólo fué propio de aquella bon-
dad el haberse acordado de ti. Traspasa en ésta todas
tus deudas. Duélete, pide perdón por medio de aquellas
lágrimas. Mira que in adelante le sirvas de gozo, no de
dolor.
2. Considera lo 2. Que con su conversación era el
consuelo de su madre sangsima y de san José. La cual,
es creible que seria por lo común de la bondad-de Dios,
de su misericordia, de la obra de la Redención que habla
venido á obrar. Imagina cuál seria el gusto, cuáles los
afectos de los dos. Aprende cuál debe ser la materia de
tus conversaciones, con que des al prójimo algún con-
suelo, ó le inspires piadosos afectos. De otro modo da-
rás en hablar cosas dañosas, 6 perderás el tiempo. i,Ri-
cistelo asl hasta aqui?
3. Considera lo 3. Que trabajaba con sus manos.
Sienten graves autores, que ejercitó la carpintería. De
aquí se puede creer, que ayudaba k'san José ä ganar
z 6 SEMANA VI
el sustento. Tan trabajosa vida tuvo JESÚS. Y con todo
no ä Él, sino á ti se dijo: en el sudor de tu rostro come-
rcie el pan. Y ¿tú amarás el ocio? Ni se le daba por no
predicar aún ni hacer milagros por la salud de los hom-
bres. Juzga que hace bastante, haciendo lo que sabe
que es lo que quiere Dios. Aprende á hacer lo que la obe-
diencia te manda, aunque te parezca que no haces nada,
que los superiores no te ocupan en lo que piden tus
talentos. Haces bastante, si haces lo que sabes que agra-
da á Dios por medio de la obediencia.

SÁBADO
QUÉ VIRTUDES SE COLIJAN DE LA JUVENTUD
DE CRISTO

1. Considera que siendo dispuesta la vida de Cristo


para la muerte de cruz, quiso mostrar en si un ejemplar
correspondiente de una virtud fuerte y austera. Y lo 1,
de humildad. Porque amó ser desconocido; ocultó la di-
vinidad, sabiduría y la potestad de hacer milagros. Re-
tiróse ä Nazaret, desconocido de todos en una humilde
choza; ejercitó oficios despreciables, etc. Examina como
te portas tú en estas cosas. ¿No te jactas de tu ingenio 6
de tu saber? ¿No apeteces ser conocido y nombrado? ¿No
huyes del retiro? ¿No tienes horror á las cosas viles? ¡Qué
poco te pareces ä Cristo!
2. La segunda virtud es la obediencia. 1. Para con
Dios, porque siempre hacía lo que le era agradable; en
tanto grado, que respecto de El todas sus obras eran
una pura obediencia. Estima esta virtud, cuyo precio
quiso Cristo añadir á todas sus obras. Esto puedes imi-
DESPUÉS DB REYES 117
tar en todas cuantas en tu vocación ejercitas. De cierto
sabes que Dios y los superiores las quieren. * Esto lo-
grará cualquier cristiano en su estado y ministerios, ha-
ciendo lo que es justo, y con recta intención todo lo que
hace. 2. Para con los hombres. Estaba sujeto á ellos:
no en cosas honrosas, que no las habla, sino en cosas
viles, con constancia, prontitud y alegria. Cree ser cosa
muy sublime el obedecer, pues Cristo lo ejercitó cons-
tantemente por tantos años. Examina cuál sea tu obe-
diencia, no sólo de obra, sino de pronta voluntad y ab-
negación de juicio.
3. La tercera es una continua paciencia en la pobre-
sa, aun en la falta de las cosas necesarias, en los traba-
jos, en los desprecios. Este camino tuvo por el mejor,
y ä Dios más agradable, y as! éste eligió. ¡O juicios
errados de los hombres, para quiénes tal género de vida
es el inayor de los males! Cuando rehusan padecer pier-
den sus almas, que sólo se poseen por la paciencia. Y
¿qué es lo que padeces ti'? ¡Qué ligero! ¡Qué nada, si
lo compraras con lo que padeció Cristo! Mira á qué te
resolverás ä vista de esto.

DOMINGO DE SEPTUAGÉSIMA

DECRETO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD DE gua


MUERA CRISTO

I. ¿Qué hacemos (I)? Considera que te hallas pre-


sente en el consejo de la santIsima Trinidad, que con-
(1) Joann., 11.
z 18 SEMANA
sulta si se ha de dejar perder al hombre, como lo tenia
merecido, i5 si habla de ser redimido con la muerte de
un hombre que fuese Dios. Imagina que sale de allí la
divina justicia ponderando la enormidad del delito.
1. Porque el hombre tuvo á Dios en nada, traspasando
su precepto. <2. Porque el precepto era fácil de obser-
var. 3. Porque esto lo hizo de pura malicia, estando tan
iluminado, fortalecido con gracia, y sin rebelación de
pasiones. 4. Porque no se movió con el rigor de la pena
impuesta, si lo traspasaba, ni con el ejemplo de los án-
geles. De lo cual saca que no merece misericordia sino
justicia. Conoce por aquí la gravedad del pecado. Detés-
talo. Teme justicia.
1 Imagina que se presenta la misericordia, que
aprueba lo que alegó la justicia; mas que entra excusan-
do al hombre por ser frágil, compuesto de barro, ten-
tado del demonio, y esto en desprecio ÿ odio de Dios.
'2. Que aboga para que -no se pierda, porque así todo
el género humano habla de quedar perdido. Que no así
se hablan perdido los ángeles todos. Que quedarla triun-
fante el demonio, si todo hombre era condenado. Que
Dios se alzarla sólo con el nombre de rígido, y no de
misericordioso, cuando hasta entonces no habla tenido
lugar ni uso la misericordia, ni le habla de tener des-
pués. Que convenía, en fin, que la divina bondad se
aplacase. Reconócele y pórtate como necesitado de esta
misericordia. Invócala, alábala. Da gracias por la que
contigo ha usado. Espérala mayor en adelante.
3. Conviene que muera un hombre para que no pe-
rezca toda la gente (1). Considera que esto es lo que re-
(1) Joann., 11.
DE SEPTUAGÉSIMA 119
suelve la santísima Trinidad, que siempre se inclina
más ä la misericordia que á la justicia. Pues ä la ver -
dad, el ser justiciero lo tiene de nuestra malicia; mas
el ser misericordioso lo tiene de su bondad. ¡Oh cuánto
conviene para manifestar la gloria de Dios y para la sa-
lud de los hombres! Conoce, adora, alaba, teme ofender
esta bondad, espera en ella. Pero ¡cuál será para con
ella tu obligación! ¡Cuánto la debes amar! ¡Cuánto la
debes servir!

LUNES
EL CONCILIO DE LOS FARISEOS CONTRA CRISTO

1. Juntaron los pontífices y fariseos concilio, y de-


cían: ¿qué hacemos (I)? ¡,Quiénes se juntan? Los ene-
migos de Cristo, los envidiosos de su gloria, por los mi-
lagros que hace, porque es honrado de la plebe. ¿Qué
sana sentencia se puede esperar de unos jueces ciegos
de pasión y de envidia? ¿Con qué fin se juntan? Para
coger á JESÚS con engaño y darle la muerte. ¿Merecía
esto Jesucristo, que por todas partes anduvo haciendo ä
todos bien? ¿Qué harías si te hubieres hallado en aquel
concilio? ¿Con qué celo te enardecerías contra aquellos
malvados? Pues vuelve contra tí estas flechas. Tú has
conspirado contra El muchas veces. El amor propio ha
convocado contra El el concilio de las pasiones. Cuan-
tas veces á éstas satisfaces, tantas sentencias contra
Cristo. Y ¿esto merece por tantos beneficios como te ha
hecho? ¡O ingratitud!
(I) Joann., 11.
120 SEMANA
2. Este hombre hace muchas señales (1). Ni se dig-
nan siquiera de tomar su nombre en sus bocas. En con-
cepto tan vil le tienen. Este es el principio de caer, no
apreciar ni hacer de Dios un altísimo concepto. Confiesan
que hace cosas grandes y prodigiosas, y con todo prosi-
guen en querer perder ä JESÚS, porque temen de esto
el detrimento del reino y bien temporal. En más tienen
esto, que á Dios. ¡O necedad! Pero tuya. ¡Cuántas
veces tuviste tú á Dios, si no por vil, ciertamente no por
tan grande como pide su excelencia! ¡Cuántas antepu-
siste á El los viles contentamientos de tus pasiones!
Arraiga esta verdad en ti: que tu único bien es amar ä
Dios y servirle á El solamente.
3. Conviene que muera un hombre (2): inocente 'pro-
feta, obrador de milagros, el Mesfas, sin oirle y sin ser
convencido del delito. Y ¿con todo eso conviene que
muera para que todo el reino no se pierda? ¡O perver-
so! No conviene por tu sentencia, sino por la de Dios,
que usa de tu impfo decreto para bien del género hu-
mano. Éste es el .genio de Dios: sacar lo mejor y más
excelente de cosas pésimas. Bien le puedes imitar tú,
si sacas humildad de tu desprecio, de las aflicciones pa-
ciencia, de las criaturas alabanza de Dios. Así para los
que á Dios aman se convierten en bien todas las co-
sas (3).
(1) Joann., 11. (E) 'bid. (a) Rom., 8.
DE sineuactsniA 121

MARTES
LA CENA QUE DIERON Á CRISTO EN BETANIA,
MARTA Y MARfA

1. Hiciéronle, pues, allí una cena, y Harta se la


servía (1). Esta cena se hizo en casa de Simón leproso,
después que Lázaro resucité, en obsequio de Cristo y
agradecimiento suyo. Marta por esto, aun en casa ajena,
la servia. El que ama, en todas partes toma ocasión de
servir al amado. Ningún lugar ni casa le es extraña por
esto; en ellos toma gustosamente aun los oficios propios
de los criados. Pero á ti ¡cuántas ocasiones de esto se te
pasan? Si amaras, andadas á cara de ellas en cualquier
lugar, en todo tiempo. Si siempre hubieras hecho esto,
¡qué colmado de méritos estadas! No lleves ft mal que
otros estén sin trabajo y en descanso, y té andes fatigado
en ministerios. * Que otros sean felices, té desgraciado;
que otros estén en abundancia, tú en pobreza; otros en
alegria, tú entre penas. A unos se les da un modo de
merecer, ä otros otro. Este es el que ä ti te conviene.
En éste agradarás á Dios.
2. María tomó una libra de nardo pístico precioso,
y ungió los pies del Señor, y los limpió con sus Cabe-
110s (2). Ya antes en su conversión habla ungido los pies
de Cristo. Úngelos ahora en agradecimiento de haber
resucitado á Lázaro. Pondera la humildad de la que en
presencia de otros se arrojó á los pies de Cristo, el des-
(I) Joazin., 12. (2) bid.
122 SEMANA.
precio de si, el amor, la acción de gracias con que con-
sagra ä Dios lo que tenla más precioso. Atiende ä la com-
placencia de Cristo, y á la estima que hace de tal acción.
Ofrécele tú también no obras comunes y de ningún pro-
vecho, sino preciosas, hechas con un lleno 6 interior
afecto, pues recibes de Dios cosas de tanto precio.
3. Y la casa se llenó del olor del ungüento (1). So-
mos buen olor de Cristo (2); ó por lo menos debemos
serio. El olor de nuestras buenas obras es la edificación
del prójimo. La excelente virtud de un religioso, * de
un padre de familia llena toda una casa de este olor; y
la de un ejemplar cristiano toda una república. Cuanto
mayor eres tanto más has de procurar darlo. Los ejem-
plos de los mayores atraen ä los menores, llevándolos
tras si. Debes, pues, reparar más, y advertir si puede -
quejarse de ti Dios, y decirte: Heder hiciste nuestro
olor. Lo que sucederá, si ä otros das malos ejemplos,
con los buenos los engañas.

MIÉRCOLES
LA MURMURACIÓN DE LOS DISCÍPULOS POR HABER
DERRAMADO LA MAGDALENA EL UNGUENTO

1. Viendo, pues, esto los discípulos se indignaron,


diciendo (3). Murmuraban de la prodigalidad é indis-
creción de la Magdalena, los que no reparaban al afecto
con que lo hacia. Nunca faltarán quienes juzguen sinies-
tramente de las virtudes de los justos: hablan de ellas,
(1) Joann., 12. (2) 11 Cor , 12. (8) Matth., 26.
DE SEPTUAGÉSIMA 123

echändolas ä mala parte, 6 por ignorancia, 6 por mali-


cia. Aun los buenos forman sus censuras con celo tal vez
indiscreto. Y ¿qué será si es contra los superiores? Si
quieres ser buen religioso,* buen cristiano, debes hacer
el ánimo ä esto. Mira á los juicios de Dios, desprecia los
de los hombres. Estos ven lo de fuera, Dios el corazón.
Guárdate, pues, de interpretar mal los hechos de los
otros, cuando los puedes echar ä buena parte.
2 Dijo uno de sus discípulos, Judas hcariotes (1) .
San Mateo y san Lucas dicen que fueron más los que
murmuraron. San Juan, que sólo Judas. San AgustIn
los concuerda, diciendo que con • et dicho de Judas se
movieron los demás. Así un solo murmurador atrae de
ordinario á todos los de un corro ä que lo sean. Guár-
date 1 de empezar; guärdate de proseguir tú, si otro
empieza. Ad lo harás, si te acostumbras ä interpretar
bien las acciones de los otros.
3. Porque pudo este ungüento venderse en mucho, y
darse á los pobres (2). Advierte la capa con que cubrió
su maldad. Como si tuviera mucho cuidado de los pobres
el que era ladrón, y sólo miraba ä la coyuntura de hur-
tar, vendiéndose el ungüento. Ast por lo común se vis-
ten las pasiones viciosas. Airaste. y quieres que parezca
celo. Tienes amistades particulares, y quieres se tengan
por caridad. Te derramas en los consuelos de las cria-
turas, y quieres que esto parezca un. trato muy fructuo-
so. Pero con esta capa no te encubrirás ä Dios.
(1) Joann., 12. (2) Matth., 26.

¡24 SEMANA

JUEVES
DEFIENDE CRISTO A LA MAGDALENA

1. Mas advirtiéndolo el Señor, dice: ¿Para qué sois


molestos á esta mujer? Pues á la verdad hizo una buena
obra conmigo (1). Siempre es JESÚS abogado de Marta
contra el fariseo, que la notaba de pecadora (2). Contra
Marta que la acusaba de ociosa (3). Aquí contra Judas,
que murmuraba de ella. Mira como siempre la virtud
tiene por patrono ä Dios. ¡Qué consuelo tendría con esto
la Magdalena, aún principiante en -el camino de la per-
fección! Porque han de afligirte los siniestros juicios de
los hombres, sus murmuraciones, sus censuras, ¿has de
dejar acaso por eso la virtud? De ningún modo. Prosi-
gue en obrar bien. Confia; tendrás ä Dios por defensor.
Tiempo vendrá, en que la verdad se descubra con mayor
consuelo tuyo.
2. Porque siempre teneis pobres con vosotros, mas
á mi no me tendréis siempre. Y á la verdad ungiendo
ésta mi cuerpo, lo hizo previniendo mi sepultura (4).
Desata la razón de la murmuración, tomada del cuidado
de los pobres. No descubre la intención que tenia Judas
de hurtar, que conocía bien el Seilor. Para que apren-
das ä no defenderte, echando ä otro en cara otra culpa.
Alaba después la intención de la Magdalena, que se an-
ticipé á ungir su cuerpo (5), por haber aprendido 6 de
la conversación con Cristo, 6 de la ilustración del Espí-
ritu santo, que no habla de ungirle después de muerto.
(1) Matth., 26 (2) Lao., 7. (8 »Id., 10. 0» Mattb., 26.
(5) Marc.,- 14.
DE SEPTUAGBSIMA125
Agradan, pues, ä Dios los obsequios adelantados, para
los que no ha de haber ocasión después. Estima por
eso toda gracia; no pierdas cualquier ocasión de ella,
porque no sabes si después vendrá.
3. En cualquiera parte, en donde por todo el mundo
se predicare este evangelio, se dirá lo que ésta hizo
para memoria suya (1). Callaba la Magdalena á la mur-
muración de Judas. Pero repara como el Señor excita á
los fieles todos á que la alaben. Tanto le agrada el si-
lencio humilde entre las calumnias. Otra vez habla un-
gido á Cristo la Magdalena (2). No se promete á aquella
obra la memoria de los siglos, porque era de quien em-
pezaba aún el camino de la virtud: prométese si ä esta
unción, porque era de quien habla aprovechado en ella
tanto, que subió hasta la cabeza de Cristo, que bañó con
el ungüento, habiéndose quedado antes y no pasado de
los pies. Allí sus afectos eran sólo purgativos, aqui uni-
tivos. El empezar es preciso, el ir adelante de gran loa.
Mira, pues, no cejes ya que empezaste; añade nuevos
aumentos cada dia.

VIERNES
PREDICE SU PASIÓN AL SUBIR Ä JERUSAL1b1

1. Estaban, pues, en el camino, subiendo á Jerusa-


lén, y JESÚS se les adelantaba, y ellos se pasmaban (3).
Debió de ser apresurado el caminar de Cristo para cau-
sar tanto pasmo á los discípulos. ¿Qué causas, pues,
Mattb., 44. (2) Luo., 7. (ß) Marc.. 10.
I 26 SEMANA
tuvo para esto? 1. Para mostrar con cuán pronta volun-
tad iba á padecer. Para hacer milagros iba al paso or-
dinario, á la pasión conk paso presuroso. El amor le daba
alas. ¡Qué lento soy yo! y aún ¡qué rebelde á lo que es
penoso! ¡O Señor! llévame en pos de ti. 2. Para mos-
trar que iba delante ä los trabajos y dolores. ¿Cómo,
pues, quieres tú ir delante en las honras, en las deli-
cias? ¡Cuánto distas del espíritu de Cristo! Admirale
con los apóstoles al verle ir delante; pero siguele tam-
bién con ellos.
2. Mirad que subimos d Jerusalén, y el Hijo del hom-
bre será entregado ð los príncipes di-los sacerdotes (1).
Muchas veces en otras ocasiones predijo su pasión ä los
apóstoles; ahora se lo repite. ¿Por qué tantas veces?
L Porque lo que uno ama, siempre lo tiene en la me-
moria, y habla con gusto de ello. No tienes tú en la me-
moria la pasión de Cristo, porque no amas padecer. Con
todo tienes de padecer como necesariamente. No quie-
ras padecer al modo de los brutos. Para padecer más
suavemente, acuérdate del paciente JESÚS. 2. Para ani-
mar á sus disclpulos con su ejemplo á padecer algo al
tiempo que subían con El. Ha de padecer precisamente
el que sube con Cristo á la virtud, 6 á la Jerusalén ce-
lestial; pero no solo: tiene ä Cristo consigo, cuya me-
moria sola suaviza cualquiera pena.
3. Y ellos nada de esto entendieron (2) . Aún estaban
pegados ä lo terreno, y tenian en mucho lo que el mun-
do estima, las delicias, las honras, la gloria, etc. Te-
nían horror al desprecio, ä las afrentas, á las penas. Un
alma aficionada ä las cosas de la tierra, no alcanza lo
(1) Matth., 20. (2) Lao., 18.
DE SEPTUAGÉSIMA 127

que Dios solo aprecia. ¿De qué proviene que estás tan
seco en la meditación de la vida y muerte de Cristo? De
que no aprecias ni amas los desprecios, las aflicciones,
sino las honras, las vanidades, los deleites de los senti-
dos. Llora tu insipiencia, y aprende ä padecer del maes-
tro más excelente; porque: No es mayor el discípula que
el maestro (1).

SÁBADO
PREPARACIÓN PARA LA SOLEMNE ENTRADA
EN SER USALÜN

I. Y subiendo Jasüs d Jerusalén tomó consigo los


doce discípulos (2). No ignoraba Cristo que hablan de-
terminado los judíos: Cogerle con engaño y matarle (3).
Quiso con todo esto entrar en Jerusalén con solemni-
dad, y con aquella pompa que del Mesías estaba predi-
cha por los profetas. 1. Para mostrar que El era el ver-
dadero Mesías, y dar así ocasión de ser conocido, y no
tuviesen excusa si como á tal no le veneraban. Dios ä
todos á la verdad da gracias . pero no todos las reci-
ben. Ten cuidado de aceptar 'las que te reparten: teme
si las dejas por negligencia. 2. Para mostrar que no po-
dían los judíos poner en ejecución la muerte decretada
por ellos, si no fuera ésta su voluntad. De Dios pende
todo lo que determinares. Entrégate, pues, en todo ä su
gobierno.
2. Id ei aquel villaje que está en frente de vosotros, y
luego hallaréis una jumenta atada y su jumentillo con
(1) Mallh., 10. (2) Madi , 20. (8) Marc., 14.
118 SEMANA
ella: desatadla, y traédmela. Si alguno os dijere algo,
decidle que el Señor tiene de ellos necesidad (I). Mues-
tra su divinidad expresando las cosas ausentes. Cree que
no está ausente de ti. Adórale, ámale, témele. 2. Ejer-
ce el dominio que tiene en todas las cosas criadas. Y tú
á éste estés sujeto. Deja que domine en ti. Cuando te
avisa por el movimiento interior que quebrantes tu ape-
tito, que sujetes tu voluntad, que moderes tu lengua,
juzga que éstas son aquellas jumentas, y que sé te dice:
El Señor las necesita. ¿Le negarás acaso esto?
3. Yendo, pues, los discípulos, hicieron como el Se-
ñor les mandó, y trajeron la jumenTiy-el jumentillo (2).
Obedecen los apóstoles perfectamente, como les mandó;
ni se ponen á replicar en algo. Igual fué la prontitud
del dueño de los jumentos; porque, en oyendo que el
Señor los necesitaba, ni inquiere quiénes son los que
los llevan, ni el señor que los envia, ni la causa, ni el
tiempo. Repara aqul en unos y otros la voluntad de ha-
cer lo que ä Dios agrada. Examina qué buena sea la tu-
ya, qué pronta á las buenas sugestiones. Disponla más
para que sea mejor.

DOMINGO DE SEXAGÉSIMA
LA TRIUNFAL ENTRADA DE CRISTO EN JERUSALÜN

4. Pusieron sobre ellos sus vestidos, y le hicieron


sentarse sobre ellos. Y gran muchedumbre de gente ten-
día por el suelo sus vestiduras (3). Considera los obse-
(1) Matth., 91. (2) Ibld. (SI bid.

DE SEXAGÉSIMA 129
quios de los discípulos, y lo que en su honra hace la
turba, como nota el texto. ¿Quién movió ä esto ä la
turba, que no ignoraba que los príncipes se hablan con-
jurado contra Cristo, sino Dios que mueve los corazo-
nes, y los alienta contra el temor? ¿Qué podían esperar
de JESÚS pobre, y de unos pobres discípulos? Antes si
podían temer la indignación de los príncipes. Sólo les
movió el aprecio que hablan hecho de Cristo por sus mi-
lagros y en especial por el reciente de la resurrección
de Lázaro. ¡Ohl si concibieras un grande aprecio de
Dios ¡qué obsequios no le harías! ¡Qué fuertemente pe-
learías contra tí mismo y contra los conciliábulos de tus
pasiones!
2. Clamaban diciendo: Gloria al Hijo de David. Ben-
dito sea el que viene, etc. (I). Considera como esta tur-
ba juntó tres cosas, con que se perfecciona la devoción
verdadera. El corazón (5 el afecto con que se aficionaba
é iba acompañando ä Cristo, la lengua 45 las voces con
que le alababa, las manos 6 las obras con que cortaba
los ramos. No es devoción verdadera la que no tiene es-
tas tres cosas; porque si ä Dios no da éstas, no le da
todo lo que somos. Coteja la tuya con ésta. Mira si las
palabras y las obras proceden del afecto; si obras así
como hablas; si la voz es de Jacob y las manos de Esaa.
Todo serás de Dios, si juntas estas tres cosas.
3. Mira que tu rey viene para ti (2). Imagina que
eres convidado ä ver este espectáculo. Mira que es tu
rey por todos títulos. Débesle, pues, sujeción. Vie-
ne para ti. Esto es: para tu bien, en el cual ha de em-
plear todos sus pensamientos, sus afectos, su vida, su
(I) Mata',, 21. (2) Ibld.
AVANCINI 9
130 SEMANA
sangre; para enriquecerte ä ti pobre, defenderte en tan-
tos peligros, elevarte ä un reino á ti, vil y miserable.
Ábrele, pues, las puertas de tu corazón, para que entre
en él este rey de gloria. Conoce su afecto. Adórale co-
mo ä rey. Ofrécele tu entendimiento, tu voluntad y to-
dos tus afectos.

LUNES
LAS CONVERSACIONES DE LOS FARISEOS
LLENAS DE ENVIDIA

1. ¿No veis como nada aprovechamos? Ved como todo


el mundo se va tras El (1). Considera la envidia de los
fariseos. Los que deseaban ver á Cristo muerto, ;qué
mal llevaban el verle aclamado! Pero deben confesar
que nada aprovechan. No te desanimes si eres envidia-
do. Nada aprovechará; sólo sentirá su pena el envidio-
so. No quieras envidiar tampoco, para que no seas ator-
mentado. 2. Dicen más de lo que es verdad: Que todo
el mundo le sigue para acrecentar más su rabia. Pero
¡ojalá que así fuese! Váyanse tras El los infieles, los he-
rejes, los judíos. Sé tú el primero de todos. Si otro lo-
gra aplauso y tiene séquito, tú no le envidies.
2. Algunos, pues, de los fariseos le dijeron: Maes-
tro, reprende á tus discípulos (2). Advierte la sagacidad
de la envidia, que queriendo impedir los aplausos de
Cristo, se atreve á pedir al mismo Cristo que FA los
Llámanle maestro, para conseguir por adula-
ción lo que piden. ¿Qué pretenden? Que reprenda ä
(I) Joann., 12. (2) Lao., 19.
DE SEXAGÉSIMA 131
los disclpulos. ¿Por qué? ¿Es acaso malo el aplaudir al
Senor? Pero la envidia no tiene ojos para ver lo justo;
aun lo piadoso y santo desaprueba. Lejos esté de mi tal
pasión, y toda otra que pervierte y ciega el sentido.
3. A los cuales dice: A vosotros os digo, que si éstos
callaren, las piedras hablarán (1). El sentido de esto
es: Que éstos no callarán, porque son movidos de Dios;
pero si callasen, podfa Dios excitar hombres de corazón
el más duro, para que le diesen gloria. No hay corazón
tan duro, que no pueda Dios mover y ablandar. Puede,
pues, obrar esto en el mio. Pero yo lo he resistido y
estorbado hasta aqui. ¿Qué es lo que hice? ¿Cuántas ve-
ces quiso El? ¿Cuántas yo he resistido? Teme; porque
el corazón duro lo pasará mal en el dia último (e).

MARTES
LLORA SOBRE LA CIUDAD DE JERUSALÉN

1. Viendo la ciudad lloró sobre ella (3). ¿Qué quie-


ren decir las lágrimas en la mayor fuerza de los aplau-
sos? Ve á Jerusalén, y en ella á todo el mundo. Ve los
pecados de todos; también los tuyos. Ve que su pasión
cederla en ruina de muchos por su propia malicia y cau.
sa. Podia salvarnos absolutamente; pero quiere que
cooperemos ä sus gracias. Nos perderemos, si no usáre-
mos de ellas. Repara si le has dado tú alguna ocasión
de que llore sobre ti. Reconoce su amor para contigo.
Mas no basta, si tú no cooperas.
(1) Lao., 19. (2) Booli., 8. (8) Luo., 19.
132 SEMANA

2. Si conocieses tú también; y á la verdad en este


dia, que se ordena para tu paz (1). Da ä entender que
la causa de su llanto es la ceguedad de aquel pueblo que
no le reconoce por Mesías; de donde proviene el odio,
la envidia, la ingratitud y todo el mal. Por esto trabaja
el demonio, para introducir esta cegitedad en nuestros
corazones, para que no conozcamos cuán gran bien es
la gracia de Dios, y cuánto mal el pecado; para que no
atendamos ä las inspiraciones de Dios, y las sigamos. Y
esto en este tu dia, es ä saber,.de esta vida, que es el
dia nuestro, al que se seguirá el dia del Señor. Mira,
pues, cómo empleas tu día, para qife—no puedas temer
el del Señor. Llora tu ceguedad antigua, y al fin abre
los ojos para conocer las gracias que se te dan para la
vida eterna.
3. Vendrá dia sobre ti en que te cerquen tus enemi-
gos, etc. (2). Profetiza la destrucción de la ciudad por
los pecados cometidos, en especial contra Cristo. Los
pecados, ä la verdad, son las causas de todas las mise-
rias, y preparan la materia de la divina venganza. En
este suceso se representa la miseria del hombre en el
punto de la muerte, que usó mal del tiempo de la visi-
tación y de la gracia. Cercaránle sus enemigos los de-
monios; congojaränle los pecados pasados; darán en tie-
rra con sus grandes y vanos designios, etc., porque no
usó bien del tiempo de su visitación .. Pondera cuánto
importa usar de la gracia mientras hay tiempo.
(1) Lila., 19. (2) bid.
DE SEXAGÉSIMA 533

MIÉRCOLES
HACE CONCIERTO JUDAS CON LOS PRfNCIPES
DE ENTREGAR /I. CRISTO

1. Entonces fué uno de los doce, que se decía Judas


Iscariotes, á los príncipes de los sacerdotes (1). Enton-
ces: después que entró en él la codicia del dinero con la
ocasión de la efusión del ungüento, 6 cuando supo que
se hablan juntando los principes en odio de Cristo. Uno
de los doce: constituido en dignidad apostólica. Judas:
es nombrado, para que no se sospeche de los demás.
Iscariotes: porque nadie piense de Tadeo. A los prínci-
pes de los sacerdotes: aborrecedores de Cristo, con
intención de darle la muerte. Mira ä lo qué llegan las
indómitas pasiones del ánimo. I. Ardla Judas en avari-
cia. 2. De aqul se hizo murmurador del ungüento de-
rramado. 3. Entonces empezó á aborrecer á Cristo. 4. A
venderle por precio ajustado. 5. No á un amigo, mas á
enemigos capitales. Teme, por tanto, tus pasiones, y
aplicalas la segur de la mortificación.
2. Y les dice: ¿Qué me quereis dar, y yo os le en-
tregaré (2)? ¡Cuántos y cuán preciosos géneros propone
este perversisimo mercader en el Hijo de Dios! Mas
¡cuán poco los estima, que su precio lo deja al arbitrio
de los inicuos compradores! ¡Qué ni aun siquiera se dig-
na de nombrarle por su nombre Jzsús! ¡Ah! ¡cuántas
veces le estimaste tú en más vil precio! Pero ¡en cuán-
to mayor te apreció El á ti, pues por ti se dió á si y su
(1) Mate., 26. (2) bid.
1 34 SEMANA
vida! ¡O bruto, si más no le estimas! ¿si más no le
amas?
3. Pero ellos le señalar& treinta monedas de pla-
ta ( 1 ) precio de un jumento, 6 de un esclavo vilisimo.
¡Qué vilipendio este de Dios! pero con más alto consejo
fué vendido por tan poco. Quiso El hacernos preciosos
con la vileza de su precio, dice san Paulino (2). El es
para nosotros mds precioso por esta misma vileza, que-
riendo ser en poco apreciado, para que todos le compren.
Si no puedes dar por Dios cosas grandes, da las peque-
ñas: da el cuidado de cosas muy menudas. Con gusto
se te vende ä ti por esto.

JUEVES
LA CENA PASCUAL

1. Id á la ciudad á tal hombre y decidle: Quiero en


tu casa celebrar la Pascua (3). El pobrísimo JESÚS, ni
aun para celebrar la Pascua tiene comodidad suya pro-
pia. ¿Quieres tú, por ventura, tener toda comodidad, no
sólo para las cosas espirituales, mas aun fa r a las tem-
porales también? A aquel padre de padre de familia sólo
le insinua su gusto: Quiero en tu casa celebrar la Pas-
cua; y él luego al punto le admite, y anda fervoroso en
su obsequio. ¿,Te basta á ti, por ventura, entender sólo
el gusto de Dios, de tus mayores, de las reglas, de los
preceptos? ¿Asientes acaso al punto? ¿Es necesario, tal
vez, obligarte ä ello con castigos aun serviles? Asi pier-
des el precio de la obra.
(1) Matth , 26. (2) Ep. 4. (8) Mattb , 26.
DIS•SEXAGÉSIMA ' 135
2. Con deseo he deseado comer esta pascua con vos-
otros (1). ¿Esta -pascua? ¿Esta que es la última de su
vida? ¿A la que se seguirerespúés una acerba pasión y
muerte infame? Por eso sin duda, porque sabia que des-
pués de ella habla de seguirse aquella muerte, ä que
por tu amor aspiraba siempre. Cuanto más vecino está
á la pasión, tanto muestra mayor gozo. Si crees amar á
Cristo, y rehusas padecer, te engañas á ti mismo. La
prueba del amor es el padecer, en especial si` es con
alegria y con deseo antecedente. ¡Oh, qué delicado eres
tú! No corresponderás ä los deseos de Cristo, si no los
concibes semejantes.
3. Considera cómo Cristo observó aqui todas las ce-
remonias de la ley, y contemplaba lo que estaban sig-
nificando. En el cordero muerto, desollado, asado,
se miraba ä si mismo, como habla de ser muerto, deso-
llado ä azotes, y consumido con el fuego del amor. En
ser partido, sin quebrantarle los huesos, que El habla
de ser deshecho ä penas, mas que sus huesos hablan. de
quedar enteros. En la apresuración de los que comían
el apresurado furor de sus enemigos. En lai lechugas
agrestes, la amargura de su hiel. En el báculo que te-
nia en las manos, su cruz. Piensa cuáles serian los afec-
tos del Señor, que á todo esto se ofrecía; y resuelve te-
nerlos semejantes.
(1) Luo., 22.
136

VIERNES
EL LAVATORIO DE LOS PIES

I. Sabiendo que el Padre habia puesto todas las co-


sas en sus manos, levankise de la cena, g empezó á la-
var los pies (1). ¿Qué conexión es ésta? Sabe que todo
estaba puesto en sus manos, y ¿empezó á lavar los pies?
Para que entiendas cuánta sea la humildad, entiende
cuánta sea la majestad del que se humilla. ¡,Puedes ima-
ginarla por ventura mayor? Pondera-tu vileza; y con
todo rehusas ser humillado. Todas las cosas fueron
puestas en sus manos; pero tú algo le quitas, porque no
le das tus pies, esto es, tus afectos. ¿Por dónde va-
guean? ¿Acaso no andan tras las huellas de los rebaños
11 de las criaturas? Recógelos; ponlos .en sus manos, para
que los lave del polvo y suciedades que se les pegan de
las criaturas, y con su mano los limpie.
2. Levántase de la cena, deja sus vestidos, toma una
toalla, previene agua, lava, limpia el. Todo lo hace
solo. ¿Por qué no admite alguno de los discipulos para
que le ayude? Para cosas honrosas, para la filiación de
Dios, para la herencia del reino, para la potestad de ab-
solver y lanzar demonios, admitió compañeros; para la
humillación previno ä todos, que ni podían pensar tal.
Ast, obran los verdaderos humildes. No eres humilde,
as!, si no te adelantas en prevenir ä todos en los minis-
terios más abyectos. Pero tú acaso ni aun te fatigas por
seguir á otros en ellos, sino perezoso te los estás miran-
(1) Joann , 18. (2) 1b1d.
DE SEXAG$SIMA 137
do. Créeme, que algún día los estarás viendo -de lejos,
cuando delante de ti vayan al premio, y te dolerás ya
tarde.
3. Llegó, pues, á Simón Pedro, etc. (1). Reconoce
por una parte Pedro su vileza, por otra parte la majes-
tad de Dios. Pásmate: Señor, ¿tú me lavas á mi los
pies? Pondera cada palabra de por sf. Señor de todas las
cosas y mío. Tú, en quien está el poderío y el imperio'.
A mi, siervo y pecador villsimo, etc. Pásmate, pues, de
que tantas veces haga JESÚS 10 mismo contigo; tantas
veces te bañe, no con agua, sino con su sangre, 6 con
la gracia por los méritos de esta sangre misma. Mas tie-
nes tanta necesidad de ésta, que si no te lavare, no ten-
drás parte con El. DI pues con Pedro: Señor, no sólo los
pies de los afectos, sino la cabeza de mis pensamientos,
y las manos de mis obras, para. que sean lavadas, y todas
limpias en vuestro acatamiento.

' SÁBADO
AMONESTACIÓN HECHA A LOS DISCfPULOS DESPUÜS
DEL LAVATORIO

1. gSabeis lo qué he hecho con vosotros? Si Yo,


pues, lavé vuestros pies, siendo vuestro señor y maestro,
vosotros debeis también lavaros los pies unos á otros (e).
Con la pregunta los procura hacer atentos. 1. Cosa ä la
verdad dignísima de atención es la humildad de Cristo.
2. Explica con la voz lo que primero mostró con el
ejemplo. Eficacisimas son las palabras del que enseña
(1) Joann., 18. (2) Ibid.
138 SEMANA
cuando 4as animan las obras. 3. Es argumento fuertísi-
mo: yo lavé, luego vosotros también debeis. Yo ä vos-
otros, luego vosotros unos ä otros de la misma suerte.
Repara que bien concluye de lo que es más á lo que es
menos. 4. Aquí se llama señor y maestro, para persua-
dir más eficazmente. ¿Qué dirás tú ä estas razones?
Tronco eres, si no te convences; piedra, si no te
mueves.
2. Ejemplo por cierto os he dado, para que así como
Yo lo hice, así vosotros lo hagais (1). Repara á lo que
miran los hechos del Señor: á servirte de ejemplo.
Cuanto por ti es, quitas la vida ä los hechos de Cristo,
si no los imitas, porque los privas de su fin; pues los
ejemplos dejan de ser ejemplos cuando les falta la imita-
ción. No hagas tal injuria á tan divinos ejemplos. Pon-
dera también que Señor tienes tan bueno, que no te po-
ne ä ti yugo, que El primero no llevase. ¡Qué buen
maestro que, para atraerte más suavemente, ejecuta
primero que enseñe con la voz! Para poder más obrar
bien, mira en cada acción particular al ejemplo de Cris-
to, para hacerla como El la hizo. Esta es la breve, cier-
ta regla de la perfección.
3. Si sabeis estas cosas, bienaventurados seréis, si las
hiciereis (2). Doctrina clara es, que no es bienaventura-
do el que sabe muchas cosas, sino el que ejecuta lo que
sabe. No es cosa grande, por cierto, conocer la virtud,
sino obrarla con ahinco, dice Cirilo Alejandrino (3). No
es bastante, pues, que sepas los ejemplos del Señor.
Ese mismo saber es una cierta obligación de imitarlos;
porque según san Lucas (4): El siervo que sabe la vo-
(1) Joann., 18. (2) MI& (3) Lib. 9 in Joann., c. 9. (4) Lile., 12.
DE QUINCUAGÉSIMA 139
luntad de su Señor, y no obra según ella, será muy
castigado. Pondera tú cuántas ilustraciones tienes, cuán-
to conocimiento de los bienes. ¡Oh! si obraras según
él, ¡qué feliz serias!

DOMINGO DE QUINCUAGESIMA.
LA INSTITUCIÓN DE LA VENERABLE EUCARISTÍA

1. Recibid y comed, éste es mi cuerpo (1). Lo pri-


mero cree con viva fe, que la carne, la sangre, el alma
de Cristo, su divinidad, y todo lo que es Dios, están en
la santi.sima Eucaristía, 6 en fuerza de las palabras,
por concomitancia. Admira la sabiduria de Dios, que
halló un modo tan nuevo de comunicársenos. Asómbra-
te y alaba á la omnipotencia, que en un momento con
sola una palabra pone todas aquellas cosas debajo de las
especies de pan y vino. Reconoce el infinito amor con
que esto hace. Como el Padre amó de tal modo al mun-
do, que le di6 á su unigénito hijo, de la misma suerte
el Hijo así nos amó, que se nos di6 á si mismo, para
estar con nosotros hasta que se acabe el mundo. ¡O ad-
mirable y amable Dios! ¡Cuán gran beneficio es para ti,
hombre desconocido, el haberte tenido presente, para
hacerse hombre por ti! Pero ¡cuánto mayor es el que
venga á ti como si viniere de nuevo al mundo, trayendo
consigo todas las cosas, que trajo entonces á él! ¡Qué
volverás en retorno'ä tal Señor!
2. El Señor JESIÍS en la noche en que era entregado,
(I) Matth , 26.
5 40 SEMANA
tomando el pan, etc. (1). Considera el tiempo de esta
institución. Era aquel mismo en que se ponían asechan-
zas ä su vida, en que hervía contra El el odio de los ju-
díos. Así las aguas de las persecuciones no pudieron
apagar el fuego de su caridad. Así también nos ama
cuando somos sus enemigos. En fin, los tormentos cer-
canos, la cruz, la infamia, no separaron de tí ä Cristo,
antes le estrecharon más por este sacramento de altor.
¿Quién, pues, nos separará de la caridad de Cristo? ¿La
tribulación? ¿La angustia? ¿El hambre? etc. (2). Con-
cluye con grande y ardiente amor: En todas estas cosas
venceré por amor de Aquél que me uta,
3. Y comiendo ellos, tomó JESÚS el pan (3). Consi-
dera los convidados que tuvo: es ä saber, los apóstoles,
y entre ellos según la sentencia más común, también
Judas. 10h, que diversidad de los que gustaban de este
convite! Aquéllos con el cuerpo que acompañaba ä un
espíritu de ardentísima devoción, éste con el cuerpo so-
lo, y con el änimo.atento ä la entrega de Cristo. Atiende
ä aquella fiera, que no se ablanda con este bocado de
amor. Y repara cómo se encadenan las maldades,
cuando la pasión de que se originan, no sé reprime con
tiempo.

LUNES
INSINÚA CRISTO EN LA CENA QUIEN ES EL TRAIDOR

1. JESÚS se turbó en espíritu, y dijo: De verdad os


digo, que uno de vosotros me entregará (4). Esta turba-
ción fué una vehemente tristeza. Su causa era la atroci-
(1) 1 Cor., 11. (2) Rom., 8. (8) Marc., 14. (4) Joann., 18.
DE QUINCUAGÉSIMA
dad del crimen que iba ä cometer Judas, un apóstol, un
doméstico suyo. ¡Qué no hace por apartarle de la me-
ditada maldad! Muéstrase sabedor de la traición que ha-
bla de cometerse, para que Judas vea que no está oculto
su delito. No nombra al traidor, por no infamarle, por
no concitar contra él ä los demás discipulos, para que
haciéndosele manifiestamente un cargo tal, no se haga
mäl. descarado. Cuando nada aprovecha da señas del
traidor: El que moja conmigo la mano, etc. Dirlgele el
Ay de la eterna condenación. ¡O bondad de Dios! ¡O
dureza del pecador! ¡O Señor! no se endurezca mi co-
razón ä tantas inspiraciones como también ä mi me en-
viais.
-
2. Y se entristecieron mucho, y empezó cada uno á
decir: ¿Por ventura soy yo, Señor (I)? El decir: Uno de
vosotros, á todos turba, dice san Juan Crisóstomo (2).
¿Por qué? No porque sus conciencias se lo dijesen, sino
por la incertidumbre de la humana mutabilidad, dice
san León (3). Aunque ni lo hablan pensado, temlan
fragilidad. No confies de ti, pues, con demasia. Cayó
Pedro, que sobradamente fiaba de si. 2. Temiendo que
fuese menos cierto lo que cada uno en si registraba, dice
el mismo san León. Aunque uno no sepa de si mal al-
guno, no por eso está justificado. Teme tú también y dl:
Limpiame, Señor, de mis pecados ocultos (4). Atrévese
el descaradlsimo Judas ä preguntar lo mismo. ¿Qué no
haces tú por no hacerte sospechoso? ¡Qué mansamente
respondió Cristo! Tú lo dijiste. No dijo: Tú, malvado;
tú, pérfido, etc. ¿Qué respuesta das tú al que te ofen-
de? ¿con qué palabras? ¿con qué ceño? ¿con qué voz?
(I) Matth., 88. (8) Rota. 71 In Jet" (8) Semi. 7 de Pan.
(4) Psalm., 18.
1 4 2 SEMANA
3. Salióse luego al punto: Era ya noche. Yen sa-'
liendo (Judas) dice JESÚS: Ahora es clarificado el Hijo
del hombre (1). No le permitió Satanás, que habla en-
trado en él, que aguardase ä la oración: Temiendo no
encendiese en su alma alguna centella, y le trajese á
mas sanas determinaciones, dice san Cirilo. Mira cuánto
procura el demonio apartar de la oración ä los que tien-
ta. Y saca de aquí, qué remedio tan eficaz deba ser la
oración. 2. Luego que salió Judas fué Cristo lleno de
claridad. Separado de allí el pésimo Judas, y quedán-
dose con hl los santos, dice san Aestin (2); como si
una sola mala presencia ofuscase la gtórie de Cristo. Tú,
pues, que vives entre santos; *tú, que vives entre fieles,
llamados ä la santidad por Dios, y que deben ser imita-
dores suyos, date ä la virtud, no sea que tu vida ofusque
la gloria de Cristo.

MARTES
LA CONTIENDA DE LOS DISCÍPULOS

1. Contendían entre sí cuál de ellos pareciase ser el


mayor (3). Sabedores de la muerte del Maestro inqui-
rían cuál de ellos parecía el mayor, para que fuese
' maestro de los demás, dice Eutimio. ¡Qué presto se mu-
dan nuestros afectos! poco antes se entristecieron mu-
cho, porque Cristo habla de ser entregado; ya caen en
ambición. Mira no seas tú tan inconstante en el bien.
Los afectos sin consistencia son propios de una virtud
enferma. 2. ¿Quiénes contienden? ¿También en la es-
(1) Joann., 18. (8) Tm«. 68 In Joann. (8) Luo., 88.
DE QUINCUAGÉSIMA 143
cuela de Cristo hay contiendas? ¡Debajo del Maestro de
humildad? 3. ¿Cuál era la materia de la porfía? Quien
pareciese delante de los hombres; no-quien en realidad
fuese mayor. ;O vanidad! ¿Quiéres tú parecerlo 6 serio?
2. El que es mayor entre vosotros, hágase como el
menor (1). Esta es la medicina para curar la ambición;
porque los contrarios se curan con los contrarios. ¿Te
tienes por el más excelente en el oficio, en el poder, en
la ciencia, etc.? hazte como el menor. Así lo estableció
Cristo por ley. Esto está afianzado con su ejemplo. Yo
pues, estoy en medio de vosotros como quien sirve. Unos
sólo parecen ser mayores; los que se humillan realmen-
te lo son. ¿Crees esta verdad? ¿Y por qué no se din-.
gen á ella tus afectos? ¿Por qué anhela tu ambición al
lugar, al cargo, á la cátedra, al oficio, etc., más hon-
rosos?
3. Y Yo dispongo á vosotro como me dispuso á mi
mi padre el reino (2). Toma tú este motivo para domar
la ambición, para seguir la humildad. El Padre dispuso
á su hijo el reino por medio de la humildad y de la cruz:
Humillóse á si mismo... Por lo cual le exaltó y le dió
el reino (3). El Hijo de la misma suerte te dispone ä tí
el reino. Dispónelo como en testamento y última volun-
tad, contra la cual no es licito ir. Son pues engañosos
los principios contrarios- á éste; y aquéllos son los que
has seguido hasta ahora. Es ciertísimo aquello: El que
se humilla será exaltado (4).
(1) Litc., 22. (2) ibid. (8) Philip., 2. (4) Leo., 14.

1 44 SEMANA

MIÉRCOLES
EL SERMÓN DE CRISTO SOBRE CENA

1. Cómo me amó mi padre, así os amé Yo. Perma-


neced en mi amor (1). Largo es el sermón, y dignisimo
de que siempre se lea. Tres cosas principalmente se
tratan y encomiendan en él. 1. El amor de Dios, y no
cualquiera, sino permanente y constante. Para obligar-
nos á éste, nos propone el amor que nos tiene. Os amé
graciosamente, sin méritos vuestrosz.-Como me amó á
mi el Padre con amor tan puro, tan intenso. ¿Por ven-
tura no pide con derecho ser amado el que ast te ama?
Y ¿qué señal de amor le darás? una sola pide: Si me
amais, guardad mis mandamientos. ¡Qué cosa tan fácil!
Sus mandatos no son pesados. ¿Das esta serial en la
guarda de las reglas? * ¿Dasla en la observancia de la
ley, en el cumplimiento de tu cargo, de las obligaciones
de tu estado? ¿Qué fruto sacará el que ast ama? 1. Me
le manifestaré á mi mismo. 2. Mi padre le amará.
3. Vendremos á él, y en él haremos mansión. Pondera
todas estas cosas.
2. Un mandato nuevo os doy: Que os ameis unos á
otros como Yo os amé (2). Lo segundo encomienda el
-amor del prójimo. Si éste falta, no puede haber amor
de Dios (3). Mandato nuevo, en que se funda la ley nue-
va que es ley de amor, en la cual bajá la cabeza Cristo:
Todos somos un cuerpo, y cada uno es miembro de otro (4).
Nuevo, no por la novedad de amar, sino de amar como
(1) Joann., 18. Joann., 18. (8) 1 Joann., 4. (4) Rom., 12.

DE QUINCUAGÉSIMA 145
El amó, graciosamente aun ä los enemigos, con propia
incomodidad, por tormentos hasta la cruz para salvar-
nos. ¡Oh, cuánto distas de esta perfección! Si quieres
ser su discipulo, enciende en tí tal amor. Ésta es la se-
rial que pide de los que aman en su escuela. En esto co-
nocerán todos, que sois discípulos míos, si hubiere entre
vosotros una mutua caridad.
3. Pedid y recibiréis (1). Lo tercero encomienda la
oración. 1. Aviva la confianza de alcanzar: Cualquiera
cosa que pidiereis, yo 08 la haré. 2. Aumenta la con-
fianza para pedir al Padre: Si pidiereis al Padre algu-
na cosa, que es bueno y es poderoso. 3. Enseña que lo
que se ha de pedir sea algo, como dice san Agustín (2):
Que no sea sin respeto, y dirigido á la vida eterna.
4. Enseña que se ha de pedir en su nombre, ó por sus
merecimientos, que, como dice Ruperto (3), son en los
que necesariamente ha de estribar y encaminarse toda
oraciln. 5. Que lo que se pide se dirija á gloria de Dios:
Para que sea glorificado el Padre en el Hijo. Si obser-
vares exactamente estas condiciones, alcanzarás lo que
pidieres.

JUEVES
CONSUELA CRISTO Á. LOS APÓSTOLES

1. No os dejaré huérfanos, vendré á vosotros (4). Con-


suela ä los apóstoles, tristes por su partida, prometién-
doles su auxilio, pronto siempre en toda tribulación. Si
Dios está contigo, ¿quién podrá algo contra ti? No te
(1) Joann , 18. (2) Ti. 102 in Joann. (8) Lib. 12 in Joann.
(4) Joann., 14.
AVANCINI 10
146 SEMANA
dejará, si tú primero no le dejares. Perseverará en ser
padre, si no dejas tú de ser hijo. Aunque te deje en de-
solación por algún tiempo, y te ponga en aflicción, de
ahl ä poco le verás, y se alegrará tu corazón. 2. Los
anima con la esperanza del premio eterno: En la casa
de mi padre hay muchas mansiones; y yo voy á apare-
jaros el lugar. Corta es cualquiera tribulación; pero tal
vez se le promete un eterno peso de gloria. Pon los ojos
en éste, no sea que faltandote el ánimo desfallezcas.
2. Porque no sois del mundo, sino que Yo del mundo
os escogí, por esto el inundo os aborrece (1). Repara
otro consuelo; porque es señal de la-elección divina, si
tienes que padecer. A los que reprueba, permite que
vayan siguiendo las sendas de los rebaños, ó de sus de-
lectaciones. Añade: El mismo Padre os ama porque vo-
sotros me amásteis. Cuarto consuelo: Porque las aflic-
ciones son prendas del amor de Dios para con nosotros.
¡Qué mayor consuelo puedes pedir, que saber que te
ama Dios!
3. Si á mi me han perseguido, también á vosotros os
perseguirán (2). Lo quinto propone su ejemplo para con-
suelo: A mi me aborreció primero que á vosotros: Pero
Confiad; Yo vencí al mundo. Vosotros también le ven-
ceréis, porque yo peleo con vosotros. Sexto. Finalmen-
te: Vuestra tristeza se convertirá en gozo, la alegrla del
mundo en lamentos eternos. ¡Cuánto mejor te es em-
prender el camino, cuyo término es perpetuo gozo! As-
pira para esto ä las espinas, ä la cruz.
(1) Joann., 15. (S) lbid.

DE QUINCUAGÉSIMA 147

VIERNES
ORACIÓN DE CRISTO AL PADRE POR LOS DISCÍPULOS

1. Padre santo, guarda en tu nombre d, éstos que me


has dado, para que sean una misma cosa, así como Tú
y Yo (1). Por unión de caridad perfectIsima para que
sean una misma cosa, como las personas de la Trinidad;
ya que no por naturaleza, ä lo menos por entendimien-
to, juicio y voluntad: Lo mismo sientan, lo mismo quie-
ran. Mira que sea tal tu caridad. 2. No pido que los sa-
ques del mundo, i5 libres de tribulaciones; porque quie-
ro que ellos padezcan aän por mi nombre: Sino que los
libres del mal, esto es, del pecado. Se, pues, más cui-
dadoso de huir del pecado, que de la cruz y de la aflic-
ción. 3. Santifícalos en la verdad, por la gracia del Es-
pirita santo, para que sean ministros idóneos del evan-
gelio. Pero tú también para ser tal, * tú para lograr el
fruto de la fe y de la instrucción apostólica, trabaja coo-
perando ä la gracia; ni seas santo con ficción, sino con
verdad.
2. Tuyos eran y tú me los has dado, y guardaron tu
palabra (2). Éste es el primer motivo de orar por ellos.
De parte de Cristo, porque el Padre se los había enco-
mendado. De parte de los discípulos, porque guardaron
las palabras de Dios, 6 la fe, 6 la ley; y la gracia de
Dios no se inutilizó en ellos. Y por esto se hicieron dig-
nos de que por ellos orase. ¿Quieres experimentar ä
J ESÚS abogado tuyo para con Dios? mira que digas con
(1 1 .Toann , 17. (e 111d.
148 SEMANA
verdad: Tuyo soy yo. Y después de esto, que la gracia
de Dios no sea en ti inútil. El segundo motivo es: Soy
en ellos clarificado, porque me glorifican delante de los
hombres. ¿Acaso tú también glorificas á Dios con el
afecto, con la palabra, con la obra?
3. Pero no ruego sólo por ellos, sino también por
aquellos que han de creer en Mi por sus palabras (1).
Cree que oró también por ti, á quien tenla presente, co-
mo comprehensor en la esencia divina, en cuanto viador
por la ciencia infusa. Tendrá efecto la oración si tú no
resistes. ¿Qué oró, pues, por ti y por todos? 1. Que todos
sean entre si una misma cosa por la-caridad. 2. Como
Tú, Padre, en Mi, y Yo en Ti; para que también ellos
sean en nosotros una misma cosa por medio de la cari-
dad para con Dios. Pidió, pues, para ti este duplicado
amor. ¡Oh, qué feliz serás si lo tienes! Mas no lo ten-
drás, si no arrojas de ti otro amor que sea sensual.

SÁBADO
SALE DEL CENÁCULO PARA EL HUERTO, Y PREDICE
EL ESCÁNDALO DE LOS DISCfPULOS

1. Y en saliendo, iba según su costumbre al monte


de los Olivos (2). Sale Jesús de aquella ciudad, antes
de El amada, adornada con tantos beneficios, de El con
lágrimas llorada, pero que no usó de sus gracias. ¿Quién
no temerá ser desamparado de JESUS aun entre los mis-
mos beneficios? No te hacen seguro porque se te dan,
(I) Joann., 17. (2) Uta., 22.
DE QUINCUAGÉSIMA 149
sino porque correspondes ä ellos cuanto puedes. Iba se-
gún su costumbre; que ésta tenla para apartarse del bu-
llicio, para orar; la que no dejó, aunque sabia que ala
se habla de hacer su prisión. Aprende ä no admitir es-
torbos en tus espirituales ejercicios, mucho menos ä
pretextarlos 6 buscarlos.
2. Entonces les dice JESÚS: Todos padeceréis escán-
dalo en mi esta noche (1), por el temor y pusilanimidad
con que me desampararéis ä mi, vuestro pastor, cuando
veais que sucede todo lo que os he anunciado. Una cosa
es pensar de las prisiones, de la muerte; otra cosa ver
ya presente el peligro. Apenas amedrentan á alguno los
males que están lejos; mas los presentes aun ä los fuer-
tes quebrantan. Aunque en mil meditaciones propongas
padecer tormentos y duras penas, consérvate aún en te-
mor, y no fies de ti, sino de la gracia solamente.
3. Mas respondiendo Pedro, le dice: Aunque todos
se escandalicen en ti, yo nunca me escandalizaré (2).
Esto dijo Pedro con su acostumbrado fervor, aunque no
junto con humildad. El que confía de si, promete mucho
con jactancia, nada hace, y -cae en graves cosas. Por
tanto Pedro I. Contradice á Cristo, que es primera ver-
dad, y esto no una sino repetidas veces. J. Resiste con
pertinacia ä Cristo, cuando más seriamente.le anuncia
la calda. 3. Trae á los demás pon su ejemplo á que to-
dos hablasen de la misma suerte. Debla decir: Dame
gracia para que aunque todos padezcan ese escándalo,
nunca llegue yo á negarte, dice Origenes (3). No confies,
pues, demasiado en tus buenos afectos, que á un ligero
viento se mudan; pero fúndalos en la gracia de Dios.
1) Matth., 28. (2) Ibid. (8) Nom. 85, in Matth.
150 SEMANA 1

DOMINGO I DE CUARESMA
LA TRISTEZA, TEDIO Y PAVOR DE CRISTO EN EL
HUERTO

1. Empezó á afligirse y estar triste (1). Ni podia te-


mér ni entristecerse, porque verdaderamente era bien-
aventurado, si no hubiese dado licencia ä estos afectos
de ocupar el alma. Exceso fué éste de caridad, que de
su voluntad quiso que fuese afligida aquella parte que no
podian atormentar sus contrarios. Las causas de esta
tristeza fueron: 1. La viva repreiaitación de todos y
cada uno de sus tormentos y muerte ignominiosisima.
Las cosas que habla de padecer por partes, todas jun-
tas las padeció su alma en este tiempo. Recogeré yo
también en un manojo toda su pasión, para tener siem-
pre en mi corazón este hacecillo de mirra. 2. La viva
representación de todos los pecados y el corto fruto de su
pasión. Tú, pues, también has sido causa de esta tristeza,
Cristo se entristecia por ti, porque tú te holgabas en co-
sas pésimas. Cuanto deleite te diste ti, tanto diste ä Dios
de tormento. ¡Ah! No sea más; no sea que se queje de
ti, diciendo: ¿Qué utilidad saco de mi sangre (2)?
2. Entonces les dice: Triste está mi alma hasta po-
nerme á punto de muerte (3). En palabras prorrumpe
la fuerza de la tristeza, acaso para buscar algún consue-
lo, ó por ventura para dar muestra de lo que sólo esta-
ba oculto en el ánimo, y no podla ser conocido de los
apóstoles. Mi alma, que actualmente goza de la visión
beatifica, con quien no puede compadecerse algún dolor,
(1) Matth., 26. (2) Pealm. 29. (9) Matth., 26.


DE CUARESMA 55 L
con todo padece una gran tristeza. Asómbrate, Jesu-
cristo para padecer hace milagros sobre la naturaleza.
¡O amor! ¡O deseo de padecer! Pero ¿,á quienes descu-
bre esta su tristeza? A aquellos mismos que tuvo por
compafieros de su trasfiguración. Conoce por aquí que ä
los que da Dios espirituales consuelos, ä esos prepara
para grandes penas y dolores. Aprende á no sólo estar
con Cristo en el monte Tabor, sino en el monte Olivete
en la agonia.
3. Sufrid aquí y velad conmigo (1). Puedes aquí
considerar los remedios que puso Cristo ä su tristeza.
Porque lo primero descubrió esta su aflicción ä los dis-
cípulos. parece que se siente alivio en el dolor, si se
descubre ä un amigo. mismo experimentarás esto,
si das cuenta de tus tentaciones al director de tu alma.
Como es dificil el remedio para las llagas que se encu-
bren, así es muy fácil para las que se manifiestan. 2. Aco-
gerse á la oración. Estaos quietos aquí mientras yo voy
allí y oro. No engalla un vicioso amante ä la hija de un
rey, si ella confiadamente clama ä su padre. El ladrón
si es descubierto ä voces, luego huye. Si eres tentado,
pues, no te vuelvas ä las criaturas, sino ä Dios.

LUNES
LA ORACIÓN DE CRISTO EN EL HUERTO

1. Padre si es posible pase de mi este cáliz (2). Es-


ta es la primera parte de la oración. Ora como hombre,
confesando el horror de tan acerba muerte. Y por ven-
(I) Matth. 26. (2) 'bid.
152 SEMANA I
tura también por el deseo de acabar cuánto antes su pa-
sión, como le fué revelado ä santa Catalina de Sena.
Acaso no pide que pase de El solo aquel cäliz, sino, co-
mo dice san Hilarlo (1): Que el cáliz que se acerca á El
pase á otros también para que como El le bebe, así le
beban otros. Juzga, pues, que Cristo te le ofrece. DI
confiadamente: Recibiré el cáliz de la salud. Y porque,
aunque el espíritu está pronto, la carne es flaca, añade:
E invocaré el nombre del Señor (2).
2. Pero no sea como Yo quiero, sino como Tú (3).
Esta es otra parte de la oración. Si pidió como hombre
ser libre de la muerte, lo pidió ineficazmente; y ahora
por la voluntad racional, sometida ä la voluntad divina,
corrige la natural. Si pidió por el amor de padecer
cuanto antes, aun en esto se resigna. Si finalmente,
para que otros también gusten de aquel cáliz, remite al
Padre los que hayan de ser, y la medida de lo que El
les ha de dar. Aprende ä corregir con la razón la incli-
nación natural de tu apetito. Aprende ä dejarte en todas
cosas en la voluntad divina.
3. Retirose otra vez, y oró la tercera, diciendo las
mismas palabras (4). Interrumpe dos veces la oración
por el cuidado de los discípulos, que dormían ä vista de
su peligro, para exhortarlos ä la oración, y ä buscar el
remedio de la pusilanimidad que hablan de tener. Al-
terna el ejercicio de la oración y de la caridad. Así lo has
de hacer tú. Luego que tratares con los hombres, vuél-
ve ä Dios. Alguna vez se ha de dejar la oración, para
socorrer al prójimo. Las obras de caridad son más exce-
lentes que las de piedad. Ora, diciendo lo mismo tercera
(1) Cap. 81 In Mate. (2) Psalm, 115. (8) Mate., 28. (4) lbid.
DE CUARESMA 153
vez. No es inútil ni estéril la oración en que repites mu-
chas veces los mismos afectos.

M'ARTES
LA AGONfA Y SUDOR DE SANGRE DE CRISTO

1. Y puesto en agonía oraba más prolijamente (1).


Era esta una lucha que tenla la parte inferior de la hu-
manidad con la superior, que absolutamente quería y se
recetaba ä si misma la muerte. Aprende de aqui ä lu-
char siempre con la razón y hombre superior contra el
inferior, y ä negarte aquellas cosas que son propias de
lo sensual, y ä querer aquéllas que sólo dicta la razón.
Y esto no lo has de hacer flojamente, sino, ei necesario
es, con agonla. Aprende también ä insistir más en la
oración, cuando eres más tentado. Para que te ayude
Dios ä vencer.
2. Y se hizo su sudor como gotas de sangre, que co-
rria hasta la tierra (2). ¡A qué llegó por mi causa Dios!
ä ser digno de lástima. Enfermedad es da y, para ser
yo curado, suda el médico. Clamaba la tierra de mi al-
ma venganza por mis pecados, ni . yo podía esperar otra
cosa. Rociala JESÚS con la sangre de su clemencia, para
que clame misericordia (3). ¡Misericordia, Dios mio!
Habla plantado ä mi alma como viña suya escogida; mas
porque se hizo estéril, la riega con su sangre. ¡Oh cuán-
to me amaste, Dios mío! ¡Qué mal que te retorno! Tú
derramas la sangre, y yo ¿te negaré mi sudor?
(1) Matth., 26. (2) lbid. Rupert., llb. 12 et Vict. Misericordia.
1 54 SEMANA I
3. Se le apareció un ángel del cielo, confortándo-
le (1). Este es el efecto de una prolongada oración. Si
estas afligido, persevera en orar, y Dios te enviara coma
á un ángel la interior consolación. Consolábale, no ins-
truyéndole, sino alabando su fortaleza, sabidurla .y obe-
diencia para con su padre, su caridad para con los hom-
bres, la gloria que de su pasión habla de redundar
Dios, la alegria que hablan de tener los ángeles, etc. Y
¡con cuánta humildad recibe esto el Criador de la cria-
tura! Aprende á consolar á los afligidos, aun con ala-
banzas. Aprende á no despreciar con soberbia los obse-
quios de los menores.

MIÉRCOLES
VISITA CRISTO DESDE LA ORACIÓN A LOS DISCÍPULOS

1. Y vino á sus discípulos y los halló dormidos. Y


dice d Pedro: ¿Así no has podido velar una hora con-
migo (2)? Visita el Señor ä los apóstoles, para ver si ve-
laban ú oraban, como les habla mandado. Se han de vi-
sitar los súbditos. No debes tú llevar mal el que te visi-
ten. Hallólos durmiendo. Aquellas grandes promesas de
Pedro pararon en sueño. ¡Qué de veces también las tu-
yas! ¡Cuántas veces te causa hastio el tratar con Dios
una hora sola! ¡Cuántas no velas aun una hora, para
atender al cumplimiento de tus propósitos! Si te repren-
den, calla con Pedro, El que otras veces en responder
fué pronto, viéndose confundido, calla.
2. Velad y orad para que no entreis en tentación (3).
Instaba el peligro de que por miedo de los judíos nega-
(1) Lao., 22. (8) Matth., 26. (8) 'bid.

DE CUARESSMA 55
sen los apóstoles ä Cristo, 6 le desamparasen. Por eso
les avisa Cristo, que velen, que oren. Ve aquí la mejor
defensa contra las tentaciones: la vigilancia, 6 la aten-
ción, y la oración. Está en vela, y obra atentamente con
reflexión y consideración. Faltas en muchas cosas, por-
que obras y hablas inconsideradamente. Ora. A la ten-
tación va el que no va á la oración, dice san Pedro Cri-
sólogo (1).
3. Entonces vino á sus discípulos, y les dice: Dormid
ya y descansad. Mirad que ya llegó la hora y el Hijo
del hombre será entregado en manos de los pecadores (2).
Por ironia les dice: Dormid ya. Como si dijera: Os amo-
nesté con tiempo ä prevenir los peligros; mas ahora ved
que ya se acerca la hora en que he de ser entregado, y
en que fuera justo que vosotros me defendieseis. ¿Qué
haréis sin defensa ahora? No habeis querido velar con-
migo, y orar; os dejafé, pues, en manos de vuestro con-
sejo. ¡O Señor! no suceda esto conmigo, que me dejeis
á mi solo arbitrio. Cierta seria asi mi perdición. Quiero
velar y orar con Vos, para acometer as! á vuestro lado
á los peligros.

JUEVES
SALE AL ENCUENTRO 11 LAS TURBAS Y MINISTROS

1. Levantaos y vamos de aquí. Mirad que ya se acer-


co el que me entregará (3). Son palabras de quien con
ansia desea las prisiones y la pasión. ¿De dónde tan ani-
moso ahora ä la presencia de los ministros, el que poco
Serm. 48. (8) 8latth., 88. (8) %id.
156 SEMANA I

antes ä la consideración sólo de estas cosas empezó ä te-


ner tedio, á temer y á estar triste? Reconoce aquí la
fuerza de la oración y de la perfecta resignación en la
voluntad de Dios. Si usares de este medio, saldrás in-
trépido al encuentro á aquello que más temías. Pues por
esoi faltas en el tiempo de la tribulación, porque con la
meditación no te dispones para ella. Porque no la reci-
bes como venida de la mano de Dios. Y por eso cuando
viene la hora huyes.
2. Aún no había acabado de decir esto, cuando vino
Judas, uno de los doce (I). ¡Oh, ä lo_que se propasó la
indómita pasión de Judas! De la avariefá-pasó ä ser la-
drón, de ladrón ä aborrecer ä Cristo, de aborrecerle ä
venderle, de venderle á ser traidor y gula de los que le
prendieron. ¡Infeliz hombre aquél á quia una sola pa-
sión domina! No son necesarias muchas para perderte.
Aún una sola es muy poderosa para esto. Una sola ä
muchas otras convoca. Aplica la segur á la raíz. Aunque
seas religioso tienes mucho que temer. Judas era uno
de los doce.
3. El que le entregó, pues, les dió la contraseña di-
ciendo: Aquél á quien yo besare, ése es, cogedle (2).
Repara la industria de la malicia. Prevé que no le han
de conocer fácilmente. Sabe que en otra ocasión se sa-
lió de entre los que querían apedrearle, otra de entre
los que querían levantarle por 1.4; y para que aquí no
se les escape, avisa que le lleven con cautela. ¡Ojalá que
tú obraras el bien con tanta cautela y reflexión! ¡Ojalá
que tú le llevaras con cautela para no perderle, echán-
dole de tu corazón!
(1) Matth., 26. (2) Ibid.

DB CUARESMA 157

VIERNES
DEL ÓSCULO DE JUDAS

1. Y llegándose á Él prontamente, dijo: Dios te sal-


ve, Maestro, y le dió ósculo (1). Llega con prontitud:
cuanto descaradamente, tanto con más disimulo. Con el
rostro risueño, con el ánimo envenenado. A él que po-
nia asechanzas mortales á él mismo ofrece la salud, dice
Victor Antioqueno (2). Llama maestro ä aquel de cuya
escuela se apartaba con perfidia. Bésale, atreviéndose d
convertir la setial más excelente del amor en órgano del
diablo, como dice san Ambrosio (3). Si tú hubieras visto
esto, ¿cuánto hallarlas que reprender en sus palabras,
y en sus acciones y hechos? Y con todo eso ¡cuánta mal-
dad se ocultaba debajo de ellas! No basta que des sólo
señales exteriores de buen cristiano ó religioso. Mira no
sea que allá dentro quede el veneno escondido. No te
reprenderán, no, los hombres; pero serás juzgado de
Dios, á quien todas las cosas están patentes.
2. Y JESÚS le dijo: Amigo, ¿á qué has venido (4)?
Amigo le llama, para hacerle amigo. Pregúntale á qué
viene, parä que entrando dentro de si, conozca la gran-
deza de la maldad que ejecuta. ¡O infinita misericordia
de Dios! ¡Qué dejas por hacer para reducir ä un peca-
dor! No le llama ladrón, malvado, sacrIlego; no atiende
ä lo que merecía el horrendo pecado de Judas, sino á lo
que era propio de su bondad. Si así acaricia á un tal
(1) Matth., 28 (2) In Marc. (8) In Lao., 82. (4) Marth., 28.
158 SEMANA
enemigo, ¿qué hará con uno que le es siervo fiel? ¿Cómo
te portas tú con aquel que te ha ofendido?
3. ¡Judas! ¿con ósculo entregas al Hijo del hom-
bre (1)? ¿A qué fiera no hubieran ablandado estas voces,
pronunciadas con tanto amor? Repara una inenarrable
misericordia, dice Eutimio, pues hasta que fuó entrega-
do tuvo cuidado del traidor. Aún tienta ponerle delante
lo enorme de su maldad, para que piense lo que debe
hacer. ¿Qué hubieras hecho tít en caso tal? Si Dios, de-
jándosete ver, te hubiera dicho cuanto pecabas: ¿Qué
es lo que haces? ¿Entregas al Hijo del hombre? sin duda
volcerlas en ti, conteniéndote. Mas aunque no le veas
con los ojos, le debla ver con tu espiritu Cuando te ve-
nia al pensamiento, y decirte ä ti mismo: ¿Qué vas ä
hacer? Mira que es pecado, que es ofensa de Dios. Y
¡cuántas veces te decla esto el corazón! Pero ¡cuánto te
has obstinado!

SÁBADO
MUFZSTRASE CRISTO A LAS TURBAS Y MINISTROS

1. Sabiendo, pues, todo lo que habla de venir sobre


El, se pié hacia ellos (2). Hablan venido las turbas lle-
nas de furor, ya Judas habla dado la sefial coti el ósculo;
an todo no acometen, como hablan concertado, sino
que se están inmobles, y Judas estaba con ellos. No po-
dían, porque aún no lo permitía JESÚS. Por eso se en-
caminó á ellos. Mostró que por más que hiciesen El lo
podía impedir; mas que el padecer le era voluntario. Y
( 1) L. no., 22. (2) Joann., 18.
DE CUARESMA 159
no sólo esto, sino que con ánimo generoso se ofrecía ä
ello. Imita tal ejemplo. La paciencia forzada no es propia
de hijos de Dios. El que no acomete cosas difíciles, huye
las fáciles y ordinarias.
2. Y les dijo: ¿A quién buscais? Respondiéronle: A
JESÚS Nazareno. Dijoles JESÚS: Yo soy. Pero luego que
dijo: Yo soy, revolvieron hacia atrás, y cayeron en tie-
rra (1). Pregunta ya segunda vez, no para saber, el que
todo lo sabe, mas para que respondan y pronuncien:
JESÜS Nazareno, y por tal dignidad de su persona co-
nozcan la enormidad del delito. .10 bondad de Dios, que
con tantas artes nos buscaisl Conoce tú la dignidad de
aquella persona, no tanto para no ofenderla, cuanto pa-
ra buscarla más ansiosamente. El que no busca ä Dios,
se pierde ä si mismo. A una sola voz: Yo soy, y no de
amenaza, no fulminante, caen hacia atrás. Así son tra-
tados los que buscan á Dios para perderle. ¿Qué será
cuando tronará en el juicio con aquella voz: Yo soy
Aquél ä quien tú tan indignamente trataste? Procura,
tú, pues, buscarle ahora con obsequios y con amor.
3. Si á mi, pues, me buscais, dejad ir d éstos (e).
Muestra el cuidado y solicitud que tiene de los suyos,
para no perder alguno de ellos. Si de pocos tuvo tanto
cuidado, cree que no ha de tener menos de tantos mi-
llares de fieles. Lo que en pocos se hizo, ¿cómo se dejará
por negligencia en muchos? dice Clemente Alejandri-
no (3). Y el que en tal tiempo tuvo cuidado de tan po-
cos , ¿cómo no protejerá á innumerables fieles? Y pues
tú estás debajo de su protección, coda que no te querrá
p erder, si tú ä ti no te pierdes. 2. Mira por la fama de
(1) J'osan., 18. (8) Ibld. (8) Lib. 11, o. 84.
6o SEMANA II
los apóstoles, previendo que los ha de derramar la fuga,
para que parezca que huyeron con alguna causa hones-
ta. ¿Cómo encubres tú los defectos de otros?

DOMINGO II DE CUARESMA
PEDRO DEFIENDE A CRISTO

1. Como tuviese Pedro una espada, la desenvainó,


hirió al siervo del pontífice (1 ) . Dada licencia, echaron
mano á Cristo los sayones. Pedro, llevado del celo, pero
indiscreto, sin ser mandado se pone ä defender ä Cristo,
y por su propia autoridad hiere con su cuchillo; con lo
cual ä si, ä los demás, y aun al mismo Jesucristo ponla
en peligro mayor, oponiéndose ä todos un hombre solo.
Cuán bueno es el celo, tan necesaria es la discreción.
Aun de los afectos buenos se debe templar la vehemen-
cia. El celo se ha de juntar con la caridad, para que no
se convierta en ira 6 en venganza. Si te anima el celo
de defender el honor de Dios, ejercitalo en ti mismo.
Mucho hallarás que herir. Corta en ti lo que no es glo-
ria de Dios.
2. Vuelve tu espada á la vaina. El cáliz que me dió
el Padre, ¿no quieres que yo le beba (2)?. Reprende y
enseña á Pedro, que el cáliz de la pasión, aunque se le
den los hombres, coma ministros, El lo recibia del Pa-
dre, como de primer dador, por cuya providencia se
encamina y rige todo. Nunca has de decir: Este ó aquél
me aflige, me humilla, me hiere la honra, etc., porque
(I) Joann., 18. (9) 'bid.

DE CUARESMA I6I
quien te da este cáliz es Aquél mismo que ä su hijo se
le di6 tanto mayor. Quitas ä Dios la gloria, si atribuyes
á la criatura lo que es sólo propio de Dios. El es, y no
otro, el que humilla y el que ensalza. Sirvate de con-
suelo esto, que el que da el cáliz es padre amantIsimo
tuyo, que no te quiere dañar, sino aprovechar con él.
Acaso como médico quiere con la bebida amarga curarte
de tus dolencias.
3. Y tocando la oreja (de Maleo) le sanó (1). El Se-
ñor, como si estuviera obligado á resarcir el daño que
su ministro habla hecho, sana las heridas de aquel que
habla venido á herir. Vuelve bienes por males. Y ¡qué
de veces lo hizo as1 contigo! Enseñándonos que debemos
ser benéficos con nuestros perseguidores, dice san Juan
Criséstomo (2). Sana la oreja, necesaria para la fe, y.
por consiguiente instrumento para otros divinos deste-
llos. ¡Oh, si sanase tu oído interior para tenerle atento
á sus divinas inspiraciones!

LUNES
LA PRISIÓN DE CRISTO Y FUGA DE LOS DISCfPULOS

I. JESÚS dijo d las turbas: Como á ladrón habeis


con espadas y palos á prenderme. Cada día estaba
sentado con vosotros en el templo, enseriando, y no me
echasteis mano (3). El que estaba ya para ser indigna-
mente preso y llevado con la mayor violencia, no pronun-
cia palabra que no sea decente y propia de su benigni-
dad. Insinúa si, el gravisimo sentimiento de ser tratado
(I ) Lao., 22. (8) Hora. 82 In Joma (8) Matth., 98.
AVANCIN!
I62 SEMANA!!
como ladrón, el que no hizo otras presas que de almas
robadas al demonio. ¡Ojalá que mi alma sea presa vues-
tra! Veisla aquí, Sehor, tenedla por vuestra. 2. Mués-
trales su ingratitud, volviéndole esto en retorno de la su-
blime doctrina que les habla dado en el templo, y ellos
hablan admirado tantas veces. ¿Qué vuelves tú á Dios'
que te habla por medio de sus inspiraciones? 3. Muestra
que no por su fuerza de ellos es cogido, sino por su vo-
luntad propia, y cuando El quiere. Y por eso estando
para prenderle dijo: Ésta es vuestra hora, decretada por
el Padre, en la que me entrego en vuestras manos. De
este modo desata mis maldades, porlas- que yo me en-
tregué en las manos del demonio.
2. Entonces se llegaron, echaron mano de JESÚS, y
le prendieron (1). Acometen al Cordero como feroces
lobos. Pondera su crueldad. Le arremeten y asen con
osadía, le arrancan los cabellos, golpéanle, échanle en
tierra, le arrastran, le aprietan con sogas y cadenas las
manos, el cuello, el pecho. ¿Quieres saber la causa?
Cristo, nuestro Señor, aliento de nuestra boca, fué pre-
so por nuestros pecados (2). Tú con tus pecados tejiste
las sogas, fabricaste las cadenas. De ti se queja en el
salmo 118: Las sogas de los pecadores me rodearon.
Pero teme. Tiempo vendrá en que el fuerte Sansón
rompa las ataduras: Y entonces Dios, Señor de las ven-
ganzas, obrará libremente (3). Pon tú, pues, prisiones
á tus manos, para no extenderlas ä la maldad.
3. Entonces desamparándole los discípulos todos, hu-
yeron (4). Ya no se oyen aquellas voces: Vamos noso-
tros también, y muramos con A (5). Y aquéllas: Aunque
(4) Matth., 28. (9) Threa., 4. (8) Peala). 98. (4) Matth., 26.
(b) Jaman., 11.
DE .CUARESMA 163
sea preciso morir contigo, etc. Todos, sin exceptuar al-
guno, ni el celoso Pedro, ni Juan el amado. Dejdndole,
siendo su señor y maestro. Huyeron, por librarse cada
uno del peligro. Colige de esto ä quien amaron: ¿á si 6
ä Cristo? El primer incentivo de dejar uno ä Cristo es el
amarse ä si. Aprende ä no fiar de tu fervor y de tus pro-.
pósitos. De ordinario faltas en la ocasión, cuando te pro.
mellas antes muchas victorias. Prueba con los hechos
las resoluciones ele tomas.

MARTES
JESI3S ES LLEVADO PRIMERO A ANAS

1. Y le llevaron d Ands (1). Lo que se ejecutó en


este camino más piadosamente lo alcanzarás con el afec-
to que con el discurso. ¡Qué espectáculo tan diverso del
que entra hoy en Jerusalén, que poco ha fuél ¡Qué va-
riables son los afectos de los hombres! De la alegria pasan
al furor, de las alabanzas ä las afrentas, de los obsequios
ä los oprobios. Y ¿fiarás de los hombres? Todo lo que
pudieres imaginar de molestias corporales y de injurias
contra el honor, cree que todo se hizo contra el Señor de
la majestad. Compadécete. Conoce que tú eres la causa.
Dúelete. Y cuando contemplas ä JESCIS callando ä todo,
aprende á digerir con silencio santo injurias mucho me-
nores, 6 que acaso lo son en tu aprensión solamente.
2. El pontifice, pues, preguntó á JESÜS acerca de su
doctrina y de sus discípulos (2). El reo, el culpado,
e xamina al que es su verdadero juez'. Está delante del
(i) Joann., 18. (2) IbId.
164 SEMANA

que es reo en pie el modestisimo JESÚS: ¿con qué modes-


tia? Mas ¿con qué soberbia? ¿con qué injurias? ¿con qué
irrisión es examinado? ¿con qué modo es despreciada
su doctrina? Dios es juzgado de los hombres, el Justo de
los pecadores: Tenga yo, pues en nada, si soy juzgado
de los hombres (1). Merece que yo tolere en mi los jui-
cios de los mejores, el que, siendo inocente, sufrió los
juicios de los malos. La caridad, que es paciente y todo
lo sufre, hará que yo no caiga.
3. Respondió JESÚS: Yo públicamente hablé al mun-
do, y nada enseñé á escondidas. ¿Qué me preguntas?
Pregúntaselo á aquellos que me oyeron-(2). Siendo pre-
guntado en dos puntos: de los discipulos, y acerca de
la doctrica, á lo primero calla . porque los disclpulos con
su fuga ninguna reputación le ' daban; por lo presente
nada bueno podla decir de ellos; cosa mala no quiso.
Aprende de aquí ä hablar cautamente del prójimo. Calla
lo que no es para su recomendación. Mira que no sirvas
de confusión á tan grande maestro tuyo. Mas para dis-
culpar su doctrina, libremente y sin miedo alega la fama
pública. Yo públicamente hablé. A esto se atreve quien
tiene en si el testimonio de la buena conciencia. Tam-
bién podrás tú esto mismo siempre, si obrares como si
estuvieses á vista de todo el mundo.
(1) 2 Cor., 4, (2) Joann., 18.


DE CUARESMA 165 '

MIÉRCOLES
DE LA BOFETADA DE CRISTO

I. Uno de los ministros dió una bofetada á JESÚS


diciendo: ¿Así respondes al pontífice (I)? Considera
la gravedad de esta injuria. Hiere un hombre vil: es
herido el Hijo de Dios. Se le da una bofetada con mano
cruel, y como piadosamente se cree con una manopla
de hierro por el ingrato Maleo, ä qüien poco antes ha-
bla sanado la oreja, según siente san Juan Crisósto-
mo (2), en aquel rostro en quien desean los ángeles
mirarse, en el congreso de los príncipes y sacerdotes,
por una respuesta blanda, verdadera y reverente; es
alabado el que hiere, escarnecido el herido. Ni se ven-
ga con todo eso el Señor, pudiendo. Imagina que es
tratado así un rey terreno por un esclavo; ¿qué supli-
cios no se le aparejarán? ¡O bondad! ¡O paciencia de mi
JESÚS! Y ¡yo sufro con tanta repugnancia cualquiera
palabra, (S una mínima confusión, mereciéndolas tanto
más y mayores!
2. Respondió JESÚS: Si he hablado mal, da testimonio
de ello; pero si bien ¿por qué me hieres (3)? Habla el
Señor al recibir la bofetada, cuando después calló ä los
azotes, ä las espinas, ä los clavos. Enseñó con esto, que
se realza la paciencia con el silencio; con aquello, que
no pierde la paciencia su alabanza, si la respuesta es
blanda y humilde, como era la de Cristo. Si eres inju-
riado, mira que guardes una de estas cosas. 2. Habla
(1) Joann., 18. (2) Hm., 28 in Joann (8) Joann., 18.
166 SEMANA II
bien el Señor, y con todo eso le hieren. Paga los delitos
de mi lengua. Cuando hablo mal me echa en cara con
razón: ¿Por qué me hieres?
3. Y le remitid Ands atado á Caes, pontífice (1).
Considera aquí, como arriba en el martes, punto 1, to •
dos aquellos géneros de injurias que se hicieron á Cristo
en este camino á la casa de Caiths. Repara la confusión
de Cristo, acompañada de soberanos afectos con los
que todo lo °free% por tu salud al eterno Padre. Com-
padécete de sus penas. Indignate contra ti, que eres la
causa de todas ellas. Duélete, dale gracias, etc.

JUEVES
DE LOS FALSOS TESTIMONIOS CONTRA JESÚS

1. Pero los príncipes de los sacerdotes y todo el con-


cilio buscaban algún falso testimonio contra JESÚS, para
entregarle á la muerte (2). Su principal intención era
dar á Cristo la muerte, otra no incurrir con el pueblo
en la nota de que JESÚS fuese muerto con un injusto
juicio. Los que debían, pues, impedirlos, buscan falsos
testimonios: Paliando las asechanzas con apariencias de
tribunal, dice Victor Antioqueno (3). ¡Cuántas cosas se
palian con capa de virtud! ¿No haces tú lo mismo al-
gunas veces? ¿Sólo, por ventura, contento con la apa-
riencia de las cosas, cuidas menos de la substancia?
Correräse algún dla el velo de tus obras, y aparecerán
lo que son.
(4) Joann., 18. (2) Matth., 28. (8) In Nato., 14
DE CUARESMA 167
2. Y no lo encontraron, habiendo concurrido muchos *
testigos falsos (1). 10h, que inocente es la vida de mi
Jesús! No sólo no encontraron delito unos hombres tan
maliciosos en Cristo, pero ni sombra suya. Bien dijo
Orígenes: Ni color se hallaba contra JESÚS, que pu-
diese dar cuerpo á las mentiras. Tan limpia fué la vida
de JESÚS, y tan del todo irreprensible. ¡Oh, si tu vi-
da fuese tal, que el falso acusador de los hermanos na-
da encontrase en ti que tuviese apariencia de pecado!
Si ahora estuvieras para morir, ¿piensas si por ventura
lo hallarla?
3. Y levantándose el principe de- los sacerdotes, le
dice: ¿No respondes algo á tantas cosas como éstos con-
tra ti testifican (2)? Admirate del silencio de JESÚS,
que aun el mismo mal juez admiró. Inquiere la causa.
¿Por qué callais, JESÚS mio? 4. No necesitan respuesta
los cargos que por si mismos se destruyen. Y no concor-
daban entre si sus testimonios (3). Los cuales con las
costumbres y la vida se refutan bastantemente. Repara
aqui cuan fuerte defensa sea la bondad é inocencia de
la vida. Por cierto en vano te excusas con palabras,
cuando te acusan tus hechos. 2. Satisface Cristo con su•
silencio por el hablar necio de Adán, que diö excusas
de su pecado (4), dice san Jerónimo (5). Tu harás que
omita cargos y reprensiones, si te excusas con la en-
mienda y excelentes obras de la vida. Así conseguirás,
habiendo sido culpado, que te de por inocente.
(I) Mattb., 26. (2) IbId. (8) Marc., 14. (4) Gen,
5) In Marc, 14.

168 SEMANA II

VIERNES
ES CONJURADO CRISTO POR CAIFÁS, Y LE CONDENA
DE BLASFEMIA

1. Y el príncipe de los sacerdotes le dice: Yo te con-


juro por Dios vivo, que nos digas, si tú eres Cristo, el
Hijo de Dios. Y El respondió: Tú lo dices: Yo lo soy (1).
El sacerdote muestra en lo de fuera amor de la verdad;
más en realidad sólo pretende una calumnia. Porque si
Cristo calla ä esto, será tenido, y aun-se le convencerá,
de que menosprecia ä Dios; si niega, de engañador é
impostor del pueblo; si afirma, de blasfemo. No le seria
al Señor dificil salir de estos aprietos: con todo eso ca-
llando ä otras cosas, afirma ser el Hijo de Dios, aunque
sabe que por esto ha de ser condenado ä muerte. Repara
con cuánta libertad conviene confesar ä Dios y defender
su honor cuando peligra. Deja el miedo de ilusión y de
tus comodidades cuando se trata la causa de Dios 6 de
la virtud. ¿Qué importancia tiene el vivir si ésta con
traición se abandona?
2. Día vendrá, en que veais al Hijo del hombre sen-
tado á la diestra de kt virtud de Dios, y venir sobre las
nubes del cielo (2). Insinúa sus dos venidas; una hu-
milde en carne mortal, cuando se llama hijo del hombre;
otra en majestad, cuando venga á juzgar. Para que se-
pan los soberbios sacerdotes, que han de ser juzgados
de Aquél que ahora tan impiamente juzgan. Entonces
El estará sentado. en majestad, ellos en pie, llenos de te-
(I) Mate., 26; Maro., 14. (2) Matth., 26.
DE CUARESMA 169
mor. Tia, que inicuamente juzgas ä tu hermano, acuér-
date que después serás juzgado con justicia. Para no te-
mer al Juez en su trono, ama ä tu hermano, que repre-
senta aquí su persona. Para no temer al que está sen-
tado ä la diestra, no trates ä tu hermano siniestramente.
3. Entonces el príncipe de los sacerdotes rasgó sus
vestiduras diciendo. Blasfemado ha. ¿Qué os parece! Y
ellos dijeron: Reo es de muerte (1). Repara otra vez
cubierto aquel crimen con apariencia de piedad. Muestra
su dolor el pontífice, con romper, según la costumbre
de aquella gente, sus vestidos, porque oyó su pretendida
blasfemia. Mejor le fuera romper de dolor su corazón,
que sus vestiduras. Uno es el que moteja de blasfemia
lo que se dijo con la mayor santidad, y todos claman
ser reo de muerte. Para que tú algún dia no entrases
en juicio, Dios se hizo reo por ti. ¿Qué sentimientos,
juzgas, serian los del alma de JEsús? Imítalos cuando
son censurados tus dichos y tus hechos.

SÁBADO
DE LAS INJURIAS QUE SUFRIÓ CRISTO AQUELLA
NOCHE

1. Entonces le escupieron en el rostro, y le hirieron


con bofetadas (2). Gravísimo género de contumelia es es-
cupirle ti uno en la cara. Mira, Señor, al rostro de tu
Cristo. Reconoced la figura de vuestra substancia. Este
es vuestro hijo, á quien coronasteis de gloria y honor.
Estas son invenciones mías. Escupí en ef rostro de Cris-
to todas las veces que manché mi alma con pecado. És-
(1) Matth., 26. (2) Ibld.
170 SEMANA II

ta, á la verdad, fue criada á semejanza de Dios. Haced,


Señor, que yo limpie estas salivas, que limpie las más
pequeñas manchas de mi alma. Aprenderé de aquí ä
imitar vuestra paciencia, si alguno me echare en cara
cualquiera falta, 6 me dijere calumnia alguna. Bastan-
temente me convence de esto la razón. Mas ¿qué no debo
hacer, yendo Vos delante con tal ejemplo?
2. Y le cubrieron y herían su rostro, y le pregunta-
ban diciendo: Profetízanos quien es el que te hirió (1).
Ignorancia atribuyen á la sabiduría. Tú ¿cómo llevarlas
esto? Y ¿quién eres tú? ¿Quién Dios? Juzgan que no los
ve Dios, que es el que escudriña los corazones. Ast pro-
curas tú encubrir con alguna capa tus maldades ä los
hombres y no te importa que Dios las ve. Velalo todo
el Señor, y podía castigar, señalando al que le hería.
¿Cómo te quejas y te sientes, si sólo te tocan? siendo
así que tú hieres ä Dios y calla. Dilata el hablar para
que vuelvas en ti. Y si no lo haces, te dirá algún día:
Tú me heriste con aquel pecado en tal lugar, en tal
ocasión. ¿Qué dirás tú, que de esto te burlabas? Dios ve
y juzgará.
3. Y le decían otras muchas cosas, blasfemando (2).
Imagina las mayores injurias que pudieres concebir, pro.
pias de una turba de gente descarada y soez, deseosa
de complacer ä sus príncipes. fogueada con el vino, ins-
tigada del demonio, no refrenada con la presencia de al-
guna persona de autoridad. ¿No os defendeis, JESÚS mío?
Y ¿así os poneis en manos de los pecadores? Pero yo
ni an las vuestras siquiera me resigno. A la verdad, tan
necesario es esto como querer la salvación. Desde ahora,
(I) Suc., 22. (2) ald.
DE CUARESMA 171
pues, me pongo y estaré todo en vuestras manos. Si
mehiriereis por mano de ajenas lenguas, y de hechos
y acciones de otros, nunca de Vos me apartaré.

DOMINGO III DE CUARESMA


DE LA PRIMERA NEGACIÓN DE SAN PEDRO

1. Pedro, pues, le seguía de lejos (1). ¿Le seguía?


Era esta acción propia del amor. De lejos: del temor.
Ya el temor habla entibiado el fervor, y reducido á se-
guirle con flojedad. Aqui está el principio del mal. Tan-
to á la ruina te acercas, cuanto caes del fervor en el
servicio divino. Cuanto más lentamente caminas, tanto
más de ti se aparta Aquel á quien sigues. Cada dia, pues,
has de andar renovando tu espiritu.
2. Estaba, pues, Pedro con ellos en pie, y calentán-
dose (2). Pedro estaba fuera sentado (3). Repara el afec-
to de un lento seguir. 4. Está en pie, y finalmente llega
ä tal estado, que deja la virtud comenzada. 2. Está sen-
tado, y como descansando en su propio cuerpo. 3. Ca-
liéntese; porque está poseida el alma de un extremado
frio, y queda casi helada apartándose de Dios. j, Por ven-
tura estas cosas no estimulan al fervor del espiritu? Mas
para fomentar éste, no te mezcles con la turba y compa-
ñeros que no gusten ni tengan trato con Dios. Pedro
sea el que te muestre cuánto peligro hay en esto; por-
que al fin: El que ama el peligro perecerá en él (4).
3. Y se llegó d él una criada, diciendo: Tú también
e stabas con JESÚS galileo. Pero él negó delante de todos,
O) Matth., 28. (2) Jaman., 18. (8) lbld. (4) Eooli., 8.
172 SEMANA III

diciendo: No sé lo que dices (1). ¿Tan malvado hombre


es JESÚS, que tenga por cosa indigna un apóstol el Con-
fesarle? Estando Pedro entre los demás apóstoles con-
fesó ä JESÚS por hijo de Dios vivo; estando entre los
malos disimula conocerle. Mira ä lo que lleva la compa-
ñia y trato con los malos. 2. Cayó Pedro ä la voz de una
criada. Por criada entiende los deleites de los sentidos.
Cae torpemente el que da oidos ä éstos. Acerca de esta
verdad pregüntate ä ti mismo.

LUNES
DE LA SEGUNDA Y TERCERA NEGACIÓN
DE SAN PEDRO

L Vióle otra criada, y dice: Este también estaba


con JESÚS Nazareno. Y segunda vez negó con juramento
que no conocía tal hombre (2). A la segunda negación
añadió el juramento. Ast por un pecado se abre camino
ä otro mayor. Evita los menores para que no caigas en
los más graves. Dicho es de la Verdad: El que desprecia
lo ligero, poco á poco caerá. ¿No conociste, Pedro, al
hombre que te levantó en las aguas? ¿Al que confesaste
hijo de Dios? ¿De quién has visto tantos milagros, etc.?
;Qué fácilmente mudamos los acuerdos! Cuando está
fervoroso el espiritu, aspiramos ä la muerte por Cristo.
Cuando se entibia, una criada, una leve tentación nos
derriba. Nadie confie de si, mas con temor y temblor
procure obrar cada uno su salud.
2. Los que presentes estaban decían á Pedro: Tú
también eres de ellos. Pero él empezó á maldecirse y
(1) Matth., 26. (2) Ibid.
DE CUARESMA 173
perjurar, que no conocía tal hombre ( I ). ¡Con qué ruina
tan grande cayó la columna de la Iglesia! Esta pena
tienen los que anticipadamente de sí confían, para que
dejados ä su poder y arbitrio, experimenten lo poco que
pueden por si. Consérvate pues en temor de otra suer-
te presto se te arruinará tu casa (2). Por 'librarse Pedro
de una ligera deshonra negó ä Cristo. ¿Cuántas veces
tú por un tal temor, 6 por un humano respeto has hecho
lo mismo, sino con la voz, con los hechos ciertamente,
avergonzándote de las obras de virtud? Teme aquello:
El que se corriere de mi, de este tal se correrá el Hijo
del hombre (3). Tan mala es la vergüenza de lo bueno;
como es bueno avergonzarse de lo malo.
3. Y luego cantó el gallo; y se acordó Pedro de lo que
le había dicho JESÚS; y saliéndose fuera lloró amarga-
mente (4). ¡O misericordia infinita de Dios! Estando
aún hablando y pronunciando las palabras de su nega-
ción, mira ä Pedro como olvidado de sus penalidades,
mira por la salud del siervo, que sobre todo le afligía.
¡Cuántas veces, Señor pudiéndoos airar contra mi, os
acordasteis de vuestra-misericordia! ¡Me sugeristeis me-
dios, habiendo caido, para levantarme! Y yo ¿no os
amaré, i5 buen JEstis? Pero no os amo bastantemente,
si no me duelo de vuestras injurias, y las lloro. Empeza-
ré, pues, ä llorar con Pedro y nunca cesaré.
(I) Marc., 11. (2) Ecell., 27. (8) Lao., 9. (4) Maltb., 28.
1 74 SEMANA II!

MARTES
ES LLEVADO CRISTO A PILATOS

1. En amaneciendo, pues, juntaron concilio los prín-


cipes de los sacerdotes, y los ancianos del pueblo contra
JESÚS para entregarle á la muerte (1). Este es el ter-
cer concilio, peor que los primeros. En el primero no
convinieron todos; en el segundo se dudó; en éste con-
vienen todos en una sentencia de muerte. Ast por sus
grados suben las maldades. Tú guárda1e de la primera:
ast no llegarás ä la segunda. Con los implos consiente
el que entra con ellos en consejo. El que consulta ä sus
pasiones, asiente fácilmente ä lo que le dictan, aunque
sea contra Jzsüs. De mañana se hace este consejo. Los
hijos de las tinieblas confunden á los hijos de la luz, que
velan menos para conservar ä JESúS, que aquéllos para
perderle. Tú toma muy de mañana consejo con tus po-
tencias, para ver cómo has de servir ä JESÚS, 6 Cómo
has de acabar con tus pasiones, que son las que te le
hacen perder.
2. Y levantándose toda aquella multitud le llevaron
á Pilatos (2). Poco ó nada durmió aquella turba, que
gastó toda aquella noche en irrisiones contra Cristo. Mas
por el odio que le tenla, y deseo de complacer ä los
prIncipes, lleva con gusto la incomodidad de estar en
vela. ¿Tienes tú acaso tanta prontitud de servir y agra-
dar ä Cristo? Levántase toda la multitud. ¿Cómo tú,
cuando todos se levantan de mañana y ponen á las
(1) l'UU., 27. (2) Lue., 28.
DE CUARESMA 175
puertas de la Sabiduria eterna, te entregas ä un sueño
nada necesario? De mañana sale Cristo ä su obra que el
Padre le impuso: sal tá también ä la tuya.
3. Y ellos no entraron en el pretorio, per no conta-
minarse (I). ¡O malvada religión! Guías' ciegas, que
cuelan un mosquito y se tragan un camello (2). Más
cuidan de la pureza legal y externa, que de la interior:
como que era gran delito entrar en el pretorio de un
gentil, que prohibia la ley; y no fuese maldad alguna
procurar á Cristo la muerte. Sobre lo cual dice Ruperto:
Os guardais de contaminaros exteriormente, entrando
en el pretorio, y ¿no temeis mancharos horriblemente en
lo interior, procurando un homicidio? Tal es el cristiano
que sólo procura parecer bueno en lo exterior, y no ser-
lo en realidad. ¿Qué hará cuando empezare Dios á es-
cudriñarlo (3)?

MIÉRCOLES
LA DESESPERACIÓN DE JUDAS

1. Viendo entonces Judas que le habían condenado,


movido de dolor, volvió los treinta dineros, diciendo: pe-
qué entregando la sangre del Justo (4). Al entregar ä
Cristo no creía le hablan de condenar, sino que habla
i le salir de aquel lance por milagro. Sucedió todo lo
contrario. Ahora finalmente conoce la gravedad de su
Aqul tienes el ejemplar de un hombre, que antes
de cometer la maldad la tiene por cosa ligera; mas des-
pués que la cometió reconoce su miseria. Así te ciega el
d emonio para que peques, y después te abre los ojos
(1) Joann., 18. (9) Matth., 28. (8) Roca., 2. (4) Maph., 27.
176 SEMANA UI
para que desesperes. No hubiera pecado Judas si hu-
biera atendido á aquel: Amigo, zá qué has venido? No
pecarlas tú si oyeras primero los latidos de tu concien-
cia, las inspiraciones de Dios.
2. Mas ellos dijeron: ¿Qué tenemos nosotros con eso?
Allá te lo hayas tú (1). San Pascasio dice (2), que di-
jeron esto, insultándole y haciéndole burla. Esta es la
paga de aquellos que por ganar la gracia de los hom-
bres, desprecian la de Dios, ofendiéndole: que sean
despreciados y burlados por aquellos mismos por cuya
causa pecaron. Tú ten en más la gracia de Dios, aunque
pierdas la de los hombres. Si quia-res agradar á los
hombres, no serás siervo de Dios. 2. Si eres sacerdote,
no deseches ni trates con tan mal modo al penitente an-
gustiado que llegue á desesperación.
3. Y Judas, arrojando en el templo el dinero se fui;
y partiéndose de allí se colgó de un lazo (3). ¡Mira ä lo
qué va un apóstol de Cristo! ¡Quién creerla tuviese tal
fin la avaricia de un interés tan corto! As t toma fuerzas
una pasión si no se ataja al principio. Está en vela por
eso, y teme de ti mismo. Ligero es el principio de todo
mal.

JUEVES
ES 'LLEVADO CRISTO Ä PILATOS

1. Salió, pues, Pilotos á ellos á fuera, y les dijo:


¿Qué acusación (mis contra este hombre? Respondié-
(1) Matth., 87. (2) Lib. 12 in Matth. (8) Mattb., 27.

DE CUARESMA 177
ronle. Si éste no fuese malhechor no te le entregaría-
mos (1). Entabla bien el juicio preguntando. Pero por
cuanto lidia con una turba, con dificultad podrá salir
bien de tal lucha. Lo que toca á Cristo no se ha de tratar
con la turba de nuestras aficiones. Nunca les faltarán ä
éstas quejas contra la virtud. 2. Todas las cosas hizo
bien, decían antes (2); ahora le llaman malhechor. ¡O
ingratitud! ¿Eres murmurado si obras bien? mira á la
paciencia y humildad de tu JESÚS. No vuelvas otro tanto,
ni procures que otros digan de ti: Bien lo hizo iodo;
sino el mismo Dios ä • su tiempo. 3. La palabra malhe-
chor no dicé un solo género de maldad, mas todas las
comprende. Y ¿tal es el Hijo de Dios? ¡O injuria inau-
dita! Adora su inocencia. Alégrate si es reprobado el
bien que hicieres. Así con más piedad imitarás á Cristo.
2. Dijoles, pues, Pilatos: Tomadle allá vosotros, y
juzgadle según vuestra ley (3). ¡Qué maldad es ésta de-
jar al acusado al antojo y voluntad de sus acusadores y
enemigos! ¡Qué desprecio tan grande de Cristo es éste,
como si Él fuese tal, que nadie se digne de juzgar su
causa! Compadécete de JESÚS despreciado. Dijéronle
entonces los judíos: A nosotros no nos es licito dar á al-
guno la muerte. Y con todo eso ya le matais con el odio
y con la lengua, con que pedís que su muerte se lleve á
debida ejecución. ¡Qué santidad es esta vuestra! Dios
no puede ser burlado. Ve lo oculto del corazón, aunque
no se manifieste en la obra. Diré siempre que la pasión
me incite ä hacer algo injurioso contra Dios: No me es
licito á ml dar á JESÚS la muerte; arnaréle, si, y le re-
verenciaré.
(1) Joana, 18. (8) Maro., 7. (8) Joann., 18.
AVANCIN1 12
178 SEMANA zu

3. Comenzaron, pues, á acusarle, diciendo: 1. A Éste


hemos encontrado pervirtiendo y amotinando á nuestra
gente (1). Él vino ä levantarnos del lodo; Él curé los
leprosos, sanó los enfermos, enseñé ä obedecer ä los
superiores. ¡Esto es pervertir y amotinar, 6 enseñar y
poner paz? 2. Prohibiendo pagar el tributo al César.
El que Claramente habla mandado, dar al César lo que
era del César. 3. Diciendo que Él era rey. Él (fue huyó
para que por tal no le levantasen. Repara qué delitos
tan falsos se proponen. Oyelos Cristo: no los interrum-
pe, no los excusa, no echa en catea su ingratitud y fal-
sedad ä la malvada turba. ¿Häcesle,....1(_1 ast con quien te
acumula 6 descubre algún defecto? ¿Te portas acaso asi
con un buen superior que te amonesta? Date ä JESÚS
para que te vuelva ä si. Dale tu corazón por tributo.
Adórale y venérale por tu rey.

VIERNES
EXAMINA . PILATOS Ä CRISTO

1. JESÚS, pues, se presentó en pie delante del presi-


dente (2). ¿Quién? Dios, criador de todo, el juez de vi-
vos y muertos. ¿Delante de quién? De un juez malvado.
Para ser examinado, aguardando como reo la senten-
cia. A tanto se abatió la suma santidad 6 inocencia. Y
tú ¿ä qué esperas para no abatir tu soberbia? Está JE-
sds en pie, ¿con qué confusión? Pero también, ¿con qué
constancia de ánimo? ¿con qué modestia? I,con qué su-
(1) Uta., 28. (2) Matth., 27.
DE CUARESMA 579
misión? ¿con qué reverencia al juez, aunque perverso?
Aprende lo que debes hacer cuando te humillan, cuando
estás delante del superior que te reprende.
2. Y le preguntó el presidente diciendo: ¿Eres tú
rey de los judíos? Dicek JESÚS: Tú lo dices (1). Por
juego y burla pregunta el presidente; seriamente y con
verdad responde Cristo. Como tal le has de creer tú y
todos, y tenerle por rey de tu alma: á Éste te has de
ofrecer y tus continuos obsequios para siempre. Y tú,
traidor, ¿te has atrevido á tomar á otro por rey de tu
alma, y á decir: No quiero que Este reine sobre mi (2)?
¿Has osado servir como á reyes ä tus depravados afectos?
¡Oh, qué crueles te han dominado! Desecha sus estimu-
los, y diles resueltamente: No serviré. Romperé sus pri-
siones, y sacudiré de mi su yugo (3).
3. Respondió Dilato*: Tu gente y pontifices te me
han entregado. ¿Qué es lo que has hecho (4)? Yo respon-
deré por ti, JESÚS R110. Todo lo hizo, y nada hizo. Lo
que es bueno y santo lo hizo todo. Repara en todos sus
hechos. Lo que es malo y perverso, ni lo hizo, ni en Él
se halla. Por Vos bien sé, Seflor, responder. Mas si me
preguntais á mi: ¿Qué es lo que has hecho? aqui paro y
me confundo; porque veo cuánto abusé de los talentos
que me habeis dado, cuán inútil en mi fué por mi negli-
gencia vuestra gracia. Para que algún dia no se me haga
esta pregunta tan dura: ¿Qué es lo que has hecho? an-
tes de hacer alguna obra me preguntaré cuidadosamen-
te ä mí mismo: ¿Qué es lo que haces?
(1 ) Matth , 27. (2) Leo., 19. (8) Jer. 2. (4) Joann., 18.

18o SEMANA III

SÁBADO
CONTINÚASE EL MISMO EXAMEN

1. Respondió JESÚS: mi reino no es de este mundo (1).


No niega ser rey del mundo, pero niega que reine del
modo con que reinan los reyes del mundo, con pompa
y aparato de armäs. ¿Cuál es, pues, el modo de su rei-
nar? con pobreza, con desprecio, obediencia, humildad,
cruz. Consiguió con esto que toda criatura le doblase la
rodilla. Yo la doblo también, y os reconozco por rey rolo
en vuestra vileza: ésta abrazo por Vos. No puede ser vil
el que es ä Vos semejante.
2. Note Pilaba: ¿Luego rey eres tú? Respondió JE-
StiS: Tú lo dices que yo soy rey (2). Segunda vez pre-
guntado confiesa ser rey. La constancia y la verdad
siempre hablan lo mismo. Y yo, Señor, también os creo
y os confieso por rey, y diré siempre: Rey mío y Dios
mio sois Vos. Si me acomete alguna pasión para domi-
nar mi alma, diré: Mi rey sois Vos. Para esto naci yo
también, para dar con obras testimonio de esta verdad;
y siempre lo daré constantemente.
3. Note Pilotos: ¿Qué es verdad? Y diciendo esto es
salió (3). Saludable pregunta es ésta. ¡Ojalá que hubiera
esperado! Y tú pregunta continuamente: ¿Qué es ver-
dad? Mas escucha la respuesta. Muchas cuestiones te
mueve ä ti el amor propio, mago de las almas; muchas
Dios acerca de la abnegación y menosprecio de ti mis-
(1) Joann., 18. (2) Ibld. (2) Ibid.
DE CUARESMA 181
mo, etc. Pregunta: ¿Qué es verdad? Quita la máscara ä
las cosas, atiende ä las verdades práctieas. 2. Guárdese
de un fervor pasajero el que empieza á desear el bien;
mas luego se va, y no persevera en el propósito de lo que
conoció, según dice Hugo Victorino.

DOMINGO IV DE CUARESMA
ÚLTIMAMENTE ACUSADO ES REMITIDO A HERODES

1. Salió á los judíos, y dijo: Yo no descubro en Él


causa alguna (1). Tal testimonio se debla á la inocencia.
Porque ¿qué cosa digna de castigo se podia hallar en
Aquél que no hizo pecado, ni tampoco lo pudo hacer?
Pero yo muchas causas encuentro en El para que mue-
ra; porque sé que puso el Seitor en El la maldad de to-
dos nosotros (2). Registro en Él mis delitos, que mere-
cen la muerte. En mi está la culpa, en Él el amor y la
pena. Detesto lo que yo hice; amo lo que Él ha hecho;
doyle por ello infinitas gracias. Nada añadiré en adelan-
te á la causa que le di para padecer tanto, antes la qui-
taré.
2. Y los sumos sacerdotes le acusaban en muchas co-
sas. Pero Josós nada más respondió, de modo que se ad-
miró el presidente (3). ¿En muchas cosas? De todo ha-
cen fe con su autoridad, no con prueba alguna. Y JESÚS
calla no por necesidad, sino por virtud. El silencio es
defensa elocuente de la inocencia, cuando habla la vida.
Vive de tal suerte, que aunque contra ti se puedan de-
(1) Joann., 18. (2) h., 58. (8) Marc., 16; Matth., 27.
z 82 SEMANA p.?
cir muchas cosas, nada se pueda probar. Callando tú,
perore por ti tu.vida.
3. Luego que conoció que era de la jurisdicción de He -
rodes, se lo remitió á él (1). Ni quiso condenar al que no
podía, ni absolver al que debla. Temía librar al Señor;
quiso eximirse del conocimiento de su causa, sin cuidar-
se de lo que ejecutasen con Él. Tal es el amor propio,
que deja la causa de Dios por hacer la suya. ¿Quién es
más? ¿Tú 6 Dios? Si de uno y otro se ha de tratar la cau-
sa, ¿cuál has de tener en más? Mas mira que ésta es cosa
que sin duda has de hacer cada dia.

LUNES
ES BURLADO CRISTO DE HERODES

1. Herodes, viendo á Jesús, se holgó mucho; porque


mucho tiempo había que deseaba verle; y esperaba que le
diese d ver algún milagro (2). ¿Por qué no muestras al-
gún prodigio, 6 buen JESÚS, al que tanto desea cono-
certe? Porque no es deseo de algún piadoso y devoto
afecto, sino de curiosidad. Como dice san Gregorio (3):
No buscaba aprovechamiento, sino la admiración de al-
gún milagro ó muestra de alguna ciencia peregrina.
Mira no sea que en la meditación y libros devotos bus-
ques más el saber que ocuparte en piadosos y sólidos
afectos. 2. No hace milagro el Señor porque, como di-
ce san Ambrosio (4): Huía la fantasía. Tú, que juzgas
que sabes mucho, aprende esto también, ä no jactarte.
(1) Lao., 28 (2) Ibid. (8) In Job. 81. (4) Lib. 10 In Lno.
• DE CUARESMA 183
Argumento es en uno de pequeñez, querer parecer
grande.
2. Preguntdbale de muchos modos: mas Él nada le
respondió (1). Mese milagro: hácese y no se conoce.
Calla JESÚS entre las calumnias y acusaciones tan graves.
Este es un gran milagro que el mundo no conoce ni ad-
vierte. 3. Con obrar un prodigio puede ganar la gracia
del rey y de todo el palacio. No lo hace. Otro milagro es
éste. Puedes tú también hacer tales prodigios. Despre-
ciado, calla; entre los oprobios, no abras tu boca; ama
ser confundido y humillado por amor de Cristo, y has
hecho una cosa admirable. Huye el favor de los grandes,
y obraste un milagro.
3. Has Herodes le despreció con sus soldados, y le
burló vistiéndole vestidura blanca (2). La eterna Sabidu-
ría de Dios es humillada hasta- darle el nombre é insig-
nias de locura, para curar mi soberbia, con que nimia-
mente solicito busco ser estimado. Reconozco:Señor,
vuestro amor para conmigo, con el que quisisteis parecer
un fatuo. Haced que yo sea infatuado con esta necedad,
con que escogisteis lo que parece necio y loco al mundo.
2. La blanca- vestidura testigo es de vuestra inocencia.
Esta misma es la que yo perdí en el paraiso. Vos la ha-
beis hallado, para restituírmela por la gracia. Os doy
gracias, Señor, por tal hallazgo. Procuraré por tanto
conservarla en su pureza, para que, vestido con decen-
c ia, pueda ser admitido ä las bodas del Cordero.
(1) Lile., 28. (2) Ib1d.
184 SEMANA IV

MARTES
ES POSPUESTO Ä BARRABÁS

1. ¿A quién quereis que os deje libre? ¿A Barrabás


JESÚS (1)? Compáranse la impiedad y la santidad, la
maldad y la inocencia, el santo y un ladrón, Dios y un
pecador. Aquél, á quien si con un seraffn se le igualara,
se le hada grande injuria. Toda comparación .dice algu-
na igualdad. De donde se saca, que sólo se dice de Cris-
to que no es peor que el que es pésinn, Pilatos sli!o una
vez hizo á Cristo esta injuria. Tú tantas se la hiciste,
cuantas opusiste á su amor el de las criaturas, cuantas
tuviste en más seguir tus apetitos que no la ley de Dios.
¿Qué has hecho?
2. Mas los príncipes de los sacerdotes y los ancianos
del pueblo persuadieron á la chusma de los populares,
que pidiesen á Barrabás (2). Barrabás tiene patronos,
JESÚS ninguno. Hazte tú patrón de Aquél ä quien ten-
drás por abogado con el Padre. Defiende en toda ocasión
la virtud. Persigue á Barrabás. DI á tu alma: Barrabás
sea crucificado; mi más fuerte y fiera pasión sea morti-
ficada; viva sólo JESÚS en mi alma.
3. Exclamó, pues, toda la turba, diciendo: Quita de
ahí á ese, y suéltanos .1 Barrabás (3). Si fué injuria
grande comparar ä Cristo con Barrabás, ¿cuánta seria
la de posponerle á este perverso? Sufre el sumo Dios
ser asf apreciado y puesto en el ínfimo Lugar; y ¿el
polvo se indignará si le aplican al oficio más humil-
(1) Mate., 26. (2) IbId. (8) Lue. 28.
DE CUARESMA z85
de? ¿Te indignas contra aquella plebe sin juicio? Y ¿cómo
no haces lo mismo contigo todas las veces que antepones
las cosas de la carne álas del espíritu? ¿la honra del
mundo ä la Dios? ¿tu juicio al juicio de los superiores?
¿No es ésta una injuria clara?

MIÉRCOLES
CEDE PILATOS AL FUROR DE LA PLEBE

I. &celes Pilotos: ¿Pues qué he de hacer de dzsús?


Claman todos: Crucilicale (I). El que con demasia cedió
á la turba, ya perdió la dominación. Por la insolencia de
la plebe se intimidé el presidente. Con el temor de éste
se hizo ella más atrevida, de suerte que ya él temía ab-
solver ä un inocente, y pedía como por favor conviniese
en esto una chusma enfurecida. Compadécete de tu JE-
sús en tanta ignominia. Aprende á no ceder á la turba
de tus apetitos en la más mlnima cosa; de otro modo se
hará más insolente, y la voluntad débil para lo bueno.
Pregüntate á ti: ¡,Qué haré, pues, de JEsús? Y respon-
de: Le sacaré de tantas injurias, impidiendo toda ofensa
suya en cuanto pueda. Amaréle cuanto éstos le aborre-
cieron. Honraréle cuanto éstos le deshonraron.
2. Viendo, pues, que crecía más el tumulto, lavase
las manos diciendo: Limpio quedo, y_sin cargo de la
sangre de este justo; vosotros lo veräis (2). Muchas co-
sas tenté Pilatos para librar á JESÚS del furor de la ple-
be; mas al mismo tiempo en todas se buscó ä si mismo,
y por su causa propia atropelló la causa de Cristo. En
(I) Matth., 27. (2) Ibld.
186 SEMANA IV
vano se lava las manos el que manchó el corazón. Y ¿có-
mo quedará sin cargo de una muerte el que por sosegar
un tumulto quitó la vida á un inocente? Aprende 1. A
tener puro el amor de Dios, sin mezclarle con el amor
propio. En lo que hicieres por Dios no mires ä tus como-
didades; de otra suerte vendrás á parar en aquello. 2. No
seas timido en la causa de Dios contra la turba _de las
pasiones; de otro modo siempre te dominarán. 3. No
eches ä otro la culpa de lo que tú ejecutaste.
3. Y respondiendo todo el pueblo dijo: Su sangre ven-
ga sobre nosotros y sobre nuestros hijos (1). ¡O sangre
divina! ¡Qué despreciada eres, como illamás alguno hu-
biera de pedirte! ¡Cómo si no hubieses de clamar al cielo
mucho más que la de Abel! Mas ya, ya tienen los judlos
la pena que pidieron para si. Diré yo más suavemente:
Su sangre venga sobre mi, eón que blanquee mi almá;
y sobre mis obras, que uniré siempre ä ella y ä los mé-
ritos de Cristo.

JUEVES
CRISTO ES AZOTADO

1. Entonces, pues, tomó Pilatos á JESÚS y le azo-


tó (2). Concibe la crueldad de este castigo, por la com -
plexión de cuerpo tan delicado, por el peso y puntas de
los azotes, por la fiereza de los verdugos y número de
los golpes. Pero excedia á todos los tormentos la confu-
sión por la desnudez del . castisimo JESÚS. Ten compasión
de Cristo, deshecho y despedazado. Reconoce ser tú la
(1) Matth., 17, (2) Joann., 19.
DE CUARESMA 187
causa de esto; porque: Sobre sus espaldas fabricaron
los pecadores (1). Aprende ä someterte con gusto ä la
mano dé Dios cuando te hiere, pues por ti se puso gus-
tosamente en las manos de los sayones; y di con El:
Aparejado estoy para los azotes (2).
2. Tomó Pilatos á JESÚS, y le azotó. Pondera las prin-
cipales virtudes que mostró Cristo en sus azotes. 1. Un
eximio amor nuestro; pues recibió en sf los muchos azo-
tes del pecador (3), que eran los que nosotros mereci-
mos. Prueba tú el amor que le tienes, con cosas asi do-
lorosas y tan duras. 2. La humildad por la vileza del cas-
tigo, que era sólo propio de esclavos. Por esto dijo Isaías:
Vimosle despreciado y el mds ínfimo de los hombres (4).
Toma la medida á tu humildad para ver si llega ä lo
más bajo que puede. 3. Una invencible fortaleza; pues
como dijo san Lorenzo Justiniano: Estuvo como un gi-
gante imperturbable. ¿Cómo estás tú en las adversida-
des? Tertuliano dice (5): Semejante paciencia no pudiera
tenerla alguno de los hombres. ¿Cómo te portas tú al
leve golpe de una sola palabrilla? San Ambrosio dice (6):
Provocado con calumnias mantuvo un triunfal silencio.
¿Puedes acaso tú callar también? 4. Una alegre confor-
midad de su voluntad con la divina. Rompiste mi saco,
y me rodeaste de alegría (7).
3. Y le mandó azotar. Considera lo que refiere san
Agustín (8), que movido uno de los presentés de la cruel-
dad de tal suplicio, exclamó ä los demás. ¿Por ventura
le guereis matar antes de sentenciarle? y cortó las pri-
(I ) Psalm., 128. (2) Ibld., 87. (8) ibid., 81. (4) mal., 58.
,5) Lib. de Pat. cap. 8. (6) Sena. 17 lo 1 18. (7)
,S) Serle. , de Pass.
Pealm. 19.
it 88 SEMANA IV
siones con que el Señor estaba atado á la columna; y
que luego cayó en el suelo, envuelto en su propia san-
gre. Llégate tú, y recoge de su seno la sangre, para
que no sea más pisada de tus pies ni de los ajenos. Y
considerando tú ä JESÚS azotado por ti, no quieras tra-
tar ä tu cuerpo suave y delicadamente.

VIERNES
ES JESÚS CORONADO DE ESPINAS

1. Y desnudándole, le envolvieran-en una clámide


roja (1). El Rey de los reyes, el Señor de los que domi-
nan es tratado como rey de burlas. Primeramente le
visten de púrpura, que era divisa de reyes. Mas para
esto le desnudaron, sacándole con violencia los vestidos,
pegados ä todo el cuerpo, no sin agudo dolor. Y ¡qué
confusión tendria otra vez el purisimo JESÚS, quedando
desnudo ä vista dé los impuros soldados! %tenle des-
pués de púrpura por escarnio. Es asi que para Cristo
es ignominia todo lo que el mundo tiene por honra; para
Cristo es honra todo lo que el mundo tiene por ignomi-
nia. Elige tú con prudencia. Retén con constancia lo que
eligieres.
2. Y tegiendo una corona de espinas la pusieron so-
bre su cabeza (2). ¿Con sémejante gloria y honra le co-
ronasteis, Señor? Así es: en el reino de Cristo no hay
otras coronas sino las que punzan. 2. Sal y mira á tu
rey con la corona con que tú le coronaste. Tú te coro-
naste de rosas; mas para JESÚS reservaste sólo las es-
o, Matth , 27. (2) Ihtd.
DE CUARESMA 189
pinas. 3. Tú punzaste su cabeza con tus pensamientos
y juicios. Conócelo, llóralo, compadécete de tu JESÚS,
y oye que te dice: No reconozco por miembro mío, sien-
do yo la cabeza, y coronada de espinas, al que fuere de-
licado.
3. Y una caña en 8U diestra (1), por cetro de mofa
y risa. Y arrodillándose delante de gl le burlaban, di-
ciendo: Dios te guarde, Rey de los judios. Y dábanle bo-
fetadas. Y escupianle, tomábanle la caña, y le herían
la cabeza (2). Pondera estos ultrajes. Penetra los afec-
tos de Cristo. Compadécete de este amantisimo rey.
Ponte como una caña en sus manos. Adórale doblando
tus rodillas y dile: Recibid mil saludos, rey mío. Lim-
piale de las salivas. Admite en su lugar, 6 por Él, sino
bofetadas, otras injurias que se te ofrezcan.

SÁBADO
EL ECCE HOMO

1. Ved que os le traigo acá á fuera para que conoz-


cais, que no encuentro en g l causa alguna (3). Llega
tú también ä este espectáculo. Reconoce que en Él no
hay alguna causa, sino en ti; más que El por puro amor
tomó sobre si tu causa. Repara si aquel rostro es el
mismo que resplandeció en el Tabor. En lo exterior es el
oprobio de los hombres, y el desecho de la plebe (4). En
lo interior: Hermoso sobre los hijos de los hombres (5).
Juzga que se te representa esta imagen para que con-
formes con ella tu vida.
(1) Matth., 27. (2) Ibid. (8) Juman., 19. (4) Pealm. 21.
(5) 111•18., 44.
190 SEMANA V
2. Y les dice: Ecce homo (I), Pilatos á los judíos,
para que movidos á misericordia cesen de pedirle para
la muerte. Considera que te dice el eterno Padre: Ecce
homo: Mira ä este hombre, tú que yacías paralítico y
no tenias hombre; aquí le tienes que curará todas tus
enfermedades. Descübreselas con humill td. Cofia en
este hombre; de los demás en ninguno: no sea que te
eche en cara algún dia: Mira al hombre que no tomó á
Dios para que le ayudase (2). Mira al hombre que cayó
en tí como en un ladrón.y le despojaste, y llenándole de
heridas te fuiste, dejándole medio vivo (3). Ecce homo.
Mira al hombre ä que sólo y siempii--- debes mirar en
todas tus obras.
3. Como le viesen, pues, los pontífices y ministros,
clamaban diciendo: Crucifícale, crucifícale (4). Aún no
se ha saciado la crueldad. A los clamores ailaden razo-
nes. Debe morir según la ley. ¿Por qué? Porque se hizo
hijo de Dios (5). Luego tú, si quieres ser hijo de Dios,
¿debes morir? Sin duda. Ha de morir el hombre viejo,
para que viva el nuevo. Pues date á ti voces, y di: Cru-
cifica al hombre viejo con sus.concupiscencias.

DO-MINGO V DE CUARESMA
SIÉNTASE PILATOS SEGUNDA VEZ CÓMO JUEZ EN SU
TRIBUNAL

I. Oyendo Pilatos este dicho temió más, y se entró


otra vez en el pretorio, y dijo ä JESÚS: ¿De dónde eres
(I) Joann., 19. (2) Pealm., 51. (8) Lile " 10. (4) Joann., 19.
(5) 1111d.
e
DE CUARESMA 191

Tú? Pero Jzsüs no le did respuesta alguna (1). Consi-


dera lo 1, el temor de Pilatos. Deseaba librar á Cristo,
ä quien tenía por inocente; pero temia el tumulto del
pueblo. Ahora que oyó que era el Hijo de Dios, y ve que
sus obras no eran ajenas de lo que se decía de El, teme
más, no fuese que condenase acaso al que en realidad
era tal. Por eso le pregunta: ¿De dónde eres Tú? Si al
principio hubiera desechado aquel temor, no Negarla á
tener una lucha tan peligrosa. El que una vez se rinde
ä una pasión, siempre la experimenta más fuerte. Atá-
jala tit, pues, en sus principios. Pregúntale á ti tam-
bién: ¿De dónde eres tú? para que así conozcas bien á
Dios. 2. Nada le respondió, porque no le dejase ir libre.
¡Tanto te amó! Tanto deseaba perfeccionar la obra de
nuestra redención, que habla tomado á su cargo.
2. Dieele, pues, Pilotos: ¿A mi no me hablas? ¿No
sabes que tengo poder para crucificarle y para librarte?
Respondió JESÚS: No tuvieras sobre mi poder alguno, si
no te fuera dado de lo alto (2). Repara como la soberbia
ahoga otra vez el buen ofrecimiento que tenla de dejar á
Cristo libre. Así se va de una pasión ä otra, y una ayuda
ä otra para la ruina. 2. Pondera la respuesta de Cristo,
y aplícala á ti en toda adversidad:, es cierto que ninguna
puede contra ti alguna cosa, si de arriba no se le da el
poder. Conoce por esto, que todas vienen de lo alto,
aunque Dios para enviarlas use de instrumentos criados.
2. Buscaba Pilotos modo de darle por libre; mas los
judíos daban voces diciendo: Si libras á Éste, no eres
amigo del César (3). Violenta máquina fue ésta para que
perdiese ä Dios, por no perder la amistad del César.
(1) Joann., 19. (9) Ibld. (8) Ibld.

192 SEMANA V

¡Qué inicuamente! ¡Con cuánto desorden! Temió en don-


de no había que temer. Cosa es ésta de cada dla, y que
acaso pasa por ti. Despreciamos ä Dios por conservar á
un hombre por amigo. Pondera cuán malo sea esto.

LUNES "
LA SENTENCIA DE PILATOS CONTRA CRISTO

1. Y dice Pilotos á los judíos: Veis aquí d vuestro


rey. Mas ellos clamaban diciendo: Quita, quítanosle de
delante; crucificale (1). Amortiguase—del todo una fria
defensa; porque aún admite los clamores populares, y
les da oidos. No te defiendes bien de una pasión, si la
atiendes y oyes. Siempre te voceará que no asientas ä lo
mejor, sino á lo de más conveniencia. Tú reconoce por
rey al que ellos claman que se les quite de delante. Dale
tu corazón por solio: ruégale que impere en él como
tal.
2. Ríceles Pilotos: ¿A vuestro rey he de crucificar?
Respondieron los pontífices: No tenemos otro rey sino el
César (2). ¡O ceguedad! Reconocen por rey al César: á
aquél por quien eran despojados de su libertad; mas á
Cristo que venia ä establecerlos en la libertad verdade-
ra, le desechan. ¡Cuántas veces adoras tú al tirano de
tu alma, y desprecias ä Cristo! ¡Oyes como mandatos
sus sugestiones, y los de Éste los menosprecias! Di con
más razón: No tengo más rey que ä Jesucristo.
3. Entonces, pues, se le entregó para que fuese cru-
cificado (3). Considera lo 1, la injusticia de la sentencia;
(1) Joann., 19. (2) Ibld. (8) D'id.
DE CUARESMA 193
pues tantas veces el juez le reconoció inocente, y con
todo esto le condena. 2. Cruel; porque como dice san
Lúcas (1), se lo entregó á su voluntad, esto es, de unos
furiosos y capitales enemigos. 3. Considera que Jesu-
cristo admitió esta sentencia, no como decretada por el
presidente, sino dada por su eterno padre, para la salud
del mundo. Aprenderé de aqui ä entregarme "eón gusto
la voluntad de Dios, que con tanta prontitud se entre-
gó á la voluntad de ellos.

MARTES
LA CRUZ A. CUESTAS

1. Y llevando su cruz salid (2). Considera 1, con


cuán suave afecto abrazó la cruz deseada por tanto tiem-
po. A la verdad, con mucho mayor que san Andrés la
suya deseando llevar en ella todos nuestros pecados.
¡Qué pesada se la hiciste con los tuyos! Admira y dale
gracias por su afecto. Detesta el tuyo, pues te quejas de
que son sobre tus fuerzas las ocupaciones que te dan. *
Que no puedes llevar los trabajos que Dios te. envía, la
falta de salud y de lo necesario para la vida, las perse-
cuciones de los hombres, etc. 2. No le retrae de llevar-
la la infamia de la cruz, que era castigo de ladrones, no
el peso tan desmedido para cuerpo tan debilitado. Estas
son las cosas que por la mayor parte te espantan. Pero
no es infamia seguir á JESÚS. El suplirá lo que te falta
de fuerzas. Y aun te será cosa gloriosa el mismo caer
con la carga.
(1) Lue , 28. (2) Joann., 19.
AVANCIN! 13
1 94 SEMANA

2. Al salir encontraron ri un hombre que se llamaba


Simón. A éste alquilaron para que le llevase la cruz (1).
Simón, aunque forzado, fué participante de la infamia;
y con todo logró la gracia de ser ilustrado, y después la
de la gloria. Si esto concedió JEStiS á un alquilado por
fuerza, ¿qué no dará al que de grado le ayuda ä llevar
su cruz? Júntate á Él, 6 haz las veces de Simón. No te
retraiga su peso, no los juicios de los hombres, no la
confusión. Si padeces con Cristo, con Él reinarás tam-
bién.
3. Seguiale, pues, mucha gente del pueblo y de mu-
jeres (2). ¡Gin cuán diversos afectos!, Unos por burlar-
le, otros por curiosidad, otros por un ificto humano; na-
die para llevar su cruz y seguirle. Tú ä lo que has de
atender es ä seguirle sólo con este afecto. 2. Tomada
una vez la cruz, la llevó constanternsnte hasta el monte
Calvario. Y aunque por todo el camino se ofrecieron difi.
cultades por cansa de su peso, por las fuerzas debilita-
das, la confusión, los escarnios, etc., con todo no la de-
jó. Aprende tú de aquí ä llevar la cruz no sólo tal cual
dia, sino siempre hasta que se te acabe la vida.

MIÉRCOLES
ES JESt5S CRUCIFICADO

1. Y le dieron á beber vino mezclado con hiel. Y ha-


biéndolo gustado; no quiso beberlo (3). Hiel dan ä beber
ä la dulzura de los corazones. Gústalo, para atormentar
su paladar. No quiso beberlo, por no llenar de él aque-
(1) Matth., 27. (2) Lao., 28. (8) Matth., 27.
DE CUARESMA 195
I las entrañas, que no son sino de misericordia. El mun-
do da vino, pero nunca puro. Mezcla con hiel lo mismo
con que deleita. ;Ah! No lo bebas, porque: En el fin
morderá como culebra (1). 2. No bebe el vino porque
está mezclado con hiel. Desagradan las cosas mejores,
porque están mezcladas con otras muy malas. La mala
intención echa ä perder obras muy buenas. Haz éstas de
tal modo, que nada las mezcles de tedio, de hipocresía,
de conveniencia 6 amor propio.
2. Allí le crucificaron (2). 1. San Ambrosio dice:
Sube desnudo ä la cruz. Asi debe subir el que quiere
vencer al mundo, que no busque ayudas del siglo. Nada
trajo al mundo; nada lleva de él el pobrisirno JESÜS. No
ama la cruz el que no ama la pobreza; porque en ella
ninguno pende dignamente, sino el desnudo. 2. Consi-
dera la violencia con que le estiran los pies y las ma-
nos, el dolor por el traspasar de los clavos. Y tú sufre
ser llevado de la obediencia al lugar, al oficio, aunque
te sea penoso y dificil. Tú, cristiano, déjate llevar si-
quiera de Dios ä la cruz de los trabajos y penas que te
envía. Caréala con la suya, y mira si es más penosa.
Deja que te enclave consigo para estar firme en su ser-
vicio y dile: Enclava con tu temor mis carnes (3).
3. Piensa que Cristo dió gracias al eterno Padre por
verse ya en aquella hora en que habla de consumar su
obra. Que se ofreció ä si en sacrificio por los pecados
del mundo, y determinadamente por los tuyos. ¿Con qué
has de corresponder, pues, ä amor tan grande, con que
te amó y se entregó ä st mismo por ti?
3. Y con hl otros dos á los lados, y en medio á JE—
(1) ProV , 28. (2) Luo., 28. Psalm,, 118.
196 SEMANA
SÚS (1). Esto tiraba ä causarle más ignominia, para que
fuese tenido por peor que los peores ladrones. Conside-
ra tres géneros de crucificados: uno pésimo, otro con-
vertido, otro la misma inocencia y el Hijo de Dios. Algu-
na vez les viene su cruz tanto á los justos como ä los
injustos. No quieras ser crucificado como ladrón, 6 dar
motivo para ser puesto en la cruz por tus maldades. No
quieras ser puesto en ella violentamente, y asl sin mé-
rito. Cruclficate con Cristo voluntariamente, con gozo, y
por obediencia.

• JUEVES
EL SORTEO DE LAS VESTIDURAS, EL TITULO DE
LA CRUZ Y LAS BLASFEMIAS

1. Era, pues, su túnica no cosida, toda de una piezq


tejida de arriba á bajo. Dijeron por esto entre sí: No
la cortemos, sino echemos suertes sobre ella (2). Divi-
dieron primero el vestido exterior de Cristo en cuatro
partes. La interior é inconsütil vestidura se guarda en-
tera. Los vestidos de Cristo son los fieles. Rórnpense
los que del todo no están pegados al cuerpo de Cristo.
En quien no hay el fundamento del amor de Dios, tam-
poco hay el amor del prójimo. El que está junto con
Dios, está unido con el prójimo por la caridad. ¿Cuántas
veces has osado hacer lo que no se atrevieron los ju-
dios, pues rompiste esta vestidura de la caridad cristia-
na? DI para adelante: No la romperé más.
2. JESÚS Nazareno, rey de los judíos (3). El mismo
titulo le dan al morir sus enemigos, que le dieron al
(1) Soann , 19. (2) 11)1d. (9)
DE CUARESMA 197
nacer los tres Magos. Así se establece más su poder y
su imperio. Pero ¡ay! No es conocido por rey de aque-
llos que quieren que se borre este nombre. Será con to-
do esto para mi, JESÚS y salvador. Será para mi, naza-
reno y florido, y en los tormentos mismos amable. Para
mi será rey á quien Me consagro, ni admitirá mi alma
otro señor. Para que nunca me baje de la cruz, me en-
clavaré en ella con Cristo con los clavos del temor, del
amor y de la mortificación.
3. Le blasfemaban, echándole en cara la impotencia
de librarse, la pretendida dignidad de rey, la vana «in-
fianza en Dios, y de El la mentida filiación. Todas estas
calumnias cesarían si bajase de la cruz, como ellos de-
cían: Baje ahora de la cruz y creeremos en El (I). Pero
en vano. Antes bien no baja de la cruz porque es el Hijo
de Dios. Es propio de los hijos de Dios perseverar cons-
tantemente en la cruz recibida hasta morir, ya por la
mortificación continua de si mismos, ya por la firmeza,
mayor cada dia, en su vocación, ya por el cumplimiento
exacto de las obligaciones del estado en que los ha
puesto. Mira cómo lo observas, para mostrarte hijo de
Dios.

VIERNES
LA PRIMERA Y SEGUNDA PALABRA DE CRISTO EN
LA CRUZ

1. JESÚS, pues, decía: Padre, perdónalos, porque no


saben lo que hacen (2). Habla en la causa ajena el que
siempre calló en la propia. Y la primera no es de su
(11 Matth., 27. (2) Luo., 28.
198 SEMANA Ir
madre amantisima, sino la de los que le crucificaban.
Pondera de por sí sus palabras. Toma et nombre de
Padre, por moverle ä piedad, y avisarte que es padre,
no sólo de los buenos, sino también de los malos; y tú,
hermano de todos. A ellos. No entiende sólo los que de
presente le crucificaban, sino también los futuros, esto
es, todos los pecadores. ¡Qué no esperarás viendo que
no eres excluido de su oración! No saben lo que hacen.
Excúsalos como puede por su ignorancia; porque en
realidad: Todo pecador es ignorante, ni pondera la gra-
vedad del pecado. Si eres ofendido, ¿qué haces tú? Ora
por los que de presente te ofenden. Perdónalos. Excú-
salos tú también cuanto puedes.
2. Señor, acuérdate de mí, cuando llegares á tu rei-
no (1). El buen ladrón reprende ä su compañero cuan-
do blasfema, confiesa su pecado, da testimonio de la
inocencia de Cristo, cree que Cristo es Dios, y lleno de
confianza le hace esta oración: Señor, acuérdate de mí
cuando llegares á tu reino. Considera lo 1. ¡Qué no
puede hacer en un momento la gracia de Dios aceptada!
2. No pide el ladrón que le libre de la cruz, si%) que
tenga memoria de él. Harto bien está aquél de quien
Dios se digna acordarse. 3. Dos hay al lado de Cristo:
uno se convierte. ¿Quién no tendrá esperanza? Otro se
condena. ¿Quién no temerá aunque esté junto ä Jssús?
3. De verdad te digo: Hoy estarás conmigo en el pa-
raíso (2). ¡Qué benignidad la de JEstis! Concede más
de lo que se pide. 1. Hoy, dice: lo que promete no lo
dilata. 2. Conmigo. ¡Qué consuelo estar con JESÚS!
¿Deseas estar con Él en el paraiso? Está con Él prime.
(1) Luo., 22. (S) lbid.
DE CUARESMA 199
ro en la cruz. A grandes premios no se puede llegar,
sino por grandes trabajos, dice san Gregorio (1). Si
padecieres con Él, con El reinarás.

SÁBADO
LA TERCERA PALABRA Ä. SU MADRE Y .4. SAN JUAN

1. Estaba en pie junto á la cruz de JESÚS, su ma-


dre (2). ¡Qué dolor, juzgas, seria el de la Madre san
ilsima, tue todo su amor tenia únicamente en su hito!
De JESÚS, dice, que no ignoraba ser Dios y hombre.
Cerca, mirándole con sus propios ojos. La cruz: los
tormentos y la mayor infamia. Y con todo eso, estaba en
pie; y con toda su alma ()Necia al Hijo por la salud del
mundo. Leo que estd en pie, dice san Ambrosio, no leo
que llora. Porque el estar en pie añade Anadeo (3), en
aquella amargura de corazón; es argumento de una gran -
constancia. Aprende lo 1, ä estar constante en las ad-
versidades; 2, eón entendimiento y con razón; 3, con
una firme voluntad. Aprende lo 2, ä no amar cosa algu-
na de las cosas criadas, aun los espirituales consuelos,
de tal modo, que, si quiere Dios y es conveniente para
tu salvación, estés luego determinado ä perderlos.
2. Viendo JESÚS á su madre y al discipulo que esta-
ba en pie, dice á su madre: Mujer, ves ahi á tu hijo (4).
Deja ä san Juan en su lugar. Pero, ¡qué comparación
hay entre los dos! ¡Qué consuelo puede ser un puro
hombre respecto de uno que es Dios! No hay duda que
(,) Hom. 87, in Ev. (2) Joann.19. (8) Hom. 5 de Manir. Virg.
4) Joann., 19.
100 SEMANA V DE CUARESMA
la santlsima Virgen siempre miró ä Cristo en san Juan.
Aprende tú ä reconocer á Cristo en tus prójimos. Así
será más firme tu caridad. Mas con los superiores en
especial será más exacta tu obediencia. Pero ¿por qué
da ä Juan ä la Madre? 1. Teofilacto lo atribuye al
privilegio de la virginidad. El que era virgen encomen-
dó á la Virgen ä un virgen. 2. Porque él también estu-
vo constante al pie de la cruz. Tan bueno es, dice el
mismo, hacer compañía á JESÚS paciente, que eleva á ser
hermano suyo. Mira con qué cosas puedes ser hermano
de Cristo é hijo de la Virgen. Titulos tan hermosos se
adquieren con este precio.
3. Después dice al discípulo: Ves ahí d tu madre (1).
San Ambrosio en la Exhortación á las vírgenes dice:
Llamado de Cristo (san Juan) dejó á su padre. A éste se
le entrega la Virgen, que desconoce á los suyos. ¡Qué
consuelo seria el tuyo si se te diese por madre! Pero
podrás tenerla si desconoces por amor de Jesüs ä los
tuyos, y te desnudas de todo afecto carnal para con
ellos. 2. Puedes hacerte hermano de JESÚS, y por con-
siguiente hijo de MARIA, si en todo te acomodas ä la
voluntad de Dios. El que hiciere la voluntad de mi pa-
dre, éste es mi hermano (2). Reclbela, pues, por tuya,
y di: Muestra que eres madre. Pero en correspondencia
muestra tú ser su hijo.
(1) Joann., 19, (2) Matth. 12.

SEMANA SANTA 201

DOMINGO DE RAMOS
LA CUARTA Y QUINTA PPoLABRA DE CRISTO

1. Cerca de la hora de nona clamó JESÚS con grande


voz: Dios mio, ¿por qué me desamparaste (I)? San León
dice: Esta voz no es queja, sino doctrina, con que nos
enseña haber llegado á tal extremo los dolores de Cris-
to, que no quiso suavizarlos con la interna asistencia de
r
Dios. tú ¡cuántos consuelos mendigas no sólo de Dios,
mas aun de las criaturas? Cosa grande es, y muy grande
dice Tomás de Kern pis (2), poder carecer de consuelo,
asá humano como divino; y querer por la honra de Dios
sufrir con gusto la desolación del corazón y nada bus-
carse á si.
2. Para que se cumpliese la Escritura dijo: Sed
tengo (3). Sabia q,ue habla cumplido ya con todo lo que
de El estaba dicho en la Escritura, y sólo le faltaba este
lugar del salmo 68: En mi sed me dieron á beber vina-
gre. Éste, pues, lo quiso llenar ahora. Repara cómo
atiende Cristo ä cumplir el menor ápice de la obedien-
cia. 2. La grande efusión de sangre le causa una sed
mortal. Pero mayor era la que tenla de padecer más y
más. Blosio dice (4): Tuvo otra sed, esto es, de más pa-
decer y de mostrarnos así con más evidencia su amor.
;Oh, si le dieses tu alma con que se la refrigerases!
Examina tu amor para con Dios y la salvación de los
prójimos. ¡Qué deseas tolerar por ellos? * ¡Qué haces?
Matth., 27. (2) Lib. 2, cap. 9. (8) Joann., 19. (4) In Expl.
P ass, cap. 18.
772,

202 SEMANA SANTA


¿Ña ejemplo les das? Mira si los llevas al bien, 6 si los
incitas al mal.
3. Estaba, pues prevenido alli un vaso lleno de vina-
gre. Ellos llenando de él una esponja poniendo al rede-
dor la hierba del hisopo, se la aplicaron á la boca (1).
Con un poco de vinagre 6 hisopo es refrigerado un Dios
sediento y moribundo. Ejemplo tienes de mortificar tu
apetito aun en medio de los trabajos. No juzgues tú que
se te deben fomentos más deliciosos. En la escuela de
Cristo menos se le debe en este mundo al que más tra-
baja. El siervo de Cristo nunca quiere que se le trate
con exenciones y singularidades. 2. Daná Dios sediento,
vinagre los que pasan su mocedad en placeres sensuales«
y mundanos, pero quieren dar ä Dios la vejez, que es
como las heces de la vida. 3. El vaso lleno de vinagre
son los corazones amargos, llenos de rencor é impaciett-
cia. Desocupa este vaso, y llénalo del vino suave de la
caridad.
LUNES
LA SEXTA Y ÚLTIMA PALABRA DE CRISTO
EN LA CRUZ

4. Está todo cumplido (2), lo que el Padre me man-


dó, lo que yo me encargué de hacer. Cosa divina es
perfeccionar lo comenzado. Poca alabanza es el empezar;
la mayor llevar lo empezado ä su perfección debida. No
el que empieza sino el que bien acaba se lleva el pre-
mio. Tú, ¿qué de cosas principias? ¡,Qué pocas llevas
al fin? Imita la constancia de tu Dios, para que puedas
decir también en la última hora: Está todo cumplido:
Joann., 19. (2) Ibld.
SEMANA SANTA 203
lo que Dios me mandó por sus preceptos, lo que admití
por sus consejos, lo que las reglas ordenan, lo que
amonesté la gracia. ¡Qué feliz serás entonces! Pero ¡qué
lejos aún estás- de esto!
2. Padre, en tus manos encomiendo mi espiritu (1).
Pondera las palabras. Padre, que es voz de confianza y
amor. Tú no la puedes usar bien, si no vives como hijo
amante, reverente y obsequioso. En tus manos, en las
que sólo hay seguridad y descanso. Para estar en ellas
para siempre, arrójate en ellas, mientras vives, por una
perfecta resignación de tu voluntad en la divina. Enco-
tniendo mi espiritu, no el cuerpo. Éste ya descansa aquí
en el lecho de la cruz. Aprende ä tener mayor cuidado
del espíritu que del cuerpo. Mas para que el espíritu
pase á las manos de Dios seguramente, mira que el
cuerpo debe estar siempre en la cruz. Éste sólo es el
tránsito seguro; todo otro peligroso.
3. E inclinada la cabeza entregó su espíritu (2). ¡O
misterio sublime! Dios muere. No podrás alcanzar esto,
si primero no comprendes qué es lo que puede el amor.
Y por ti muere. Mira, hombre, cuanto vales para con
Dios. Con verdad dijo el Apóstol (3): Fuisteis compra—'
dos con precio grande, que es la muerte de Cristo. ¿Qué
le retornarás por no ser ingrato? Tú, pues, inclinada la
cabeza con una verdadera humildad, entrégale tu so-
berbio espíritu. 2. Inclina tu cabeza por la obediencia.
hasta que se aparte el espíritu. 3. Inclina tu corazón,
para guardar sus justificaciones (4).
‘1) Luo , 23. (2) Joaon., 19. (8) I Cor., 6. (4) Palm., 118.

204 SEMANA SANTA

MARTES
LOS PRODIGIOS EN LA MUERTE DE CRISTO

1. El velo del templo se rompió en dos partes de


arriba á bajo (1). Para significar que con la muerte de
Cristo estaba rota ya la ley antigua. Obre esto en ti la
muerte de Cristo, que la vieja ley, que es la ley de
miembros, se rompa y acabe en ti. JESÚS muerto es un
argumento eficacIsimo de que se debe matar el hombre
viejo. 2. Se rompió para que ya lo que -era misterioso
y santo, no tuviese sombra alguna. Unas razones frivo-
las son como unos velos con que oscurecemos y encu-
brimos las cosas divinas. Rómpanse aquellas para qüe
percibas mejor éstas. ¿No son por ventura tales las
que ordinariamente cegaron la vista interior de tu es-
píritu?
2. La tierra se movió, y las piedras se partieron (2).
Señales son éstas del dolor que muestra la naturaleza.
Avergüéncese el hombre de no dolerse tanto de la muer-
te de Cristo, cuanto hicieron sentimiento de ella los ele-
mentos. Eres tierra. Mucho ha que esto está ya dicho,
porque amas la tierra. Murió Dios. Aqui debes conmo-
verte y sacudir todo lo que tienes de terreno. No puedes
.condolerte si no amas. Mas no puedes amar ä Cristo, si
fuera de JESUS amas otra cosa. Eres piedra, 6 por el
grave peso de tus pecados, 6 por la dura obstinación de
tu voluntad y juicio. Si la muerte de Cristo te penetra,
rómpete por la contrición.
(1) Matth., 27. (2) 'bid.
SEMANA SANTA 205
3. Y los sepulcros se abrieron (4). En que se mues-
tra que Cristo destruyó nuestra muerte, cuándo por gl
los muertos son sacados de la jurisdicción de la muerte.
Esto mismo obre en ti también la muerte de Cristo.
Abrase y desnúdese del todo el sepulcro de tu concien-
cia ä quien debe abrirse. 2. Ábrase el sepulcro blan-
queado de la simulación, para que aparezca lo que eres,
no lo que finges. 3. Manifiéstese el sepulcro de las ma-
las costumbres, y arrójalas de ti todas, para que en ade-
lante andes en nueva vida.

MIÉRCOLES
DIVERSOS AFECTOS DE VARIOS EN LA MUERTE
DE CRISTO
1. Viendo, pues, el Centurión, que estaba enfrente,
que había expirado, clamando así dijo: Verdaderamente
que este hombre era el Hijo de Dios (2). Del temblor de
los élementos nació temor en el Centurión; del temor un
pensamiento más alto hacia el Autor de ellos: de aquí el
c onocimiento y tan noble confesión. ¡Cuántos advirtieron
lo mismo, pero se quedaron inmobles! Admirable es
Dios en mover los corazones. VI entre tanto aprende de
las cosas que ves obrar en la naturaleza,
ä levantar tu
p ensamiento al Autor de todas, ä confesarle, ä engran-
d ecerle. 2. En la • misma vileza de la pasión le confiesa
por Dios, reconociendo allí una cosa divina. Cierto es
'iue si hay en ti algo de Dios, ha de sobresalir
y probar-
e en la adversidad, y en especial en la ocasión en que
te desprecien.
çi) M alth , 27. (2) Maro., 15.
206 SEMANA SANTA
2. Y toda la turba de los que se habían hallado pre-
sentes á este espectáculo, y vieron las cosas que se ha-
cían, se volvían hiriendo sus pechos (1). La plebe mos-
tré alguna conmoción del ánimo, no los principales de
los sacerdotes. En los soberbios y obstinados, apenas y
rara rez suele haber un buen afecto. Pero de toda aque-
lla plebe ninguno le confesó por Dios. 1. Porque asis-
tían di como d un espectáculo. ¿De qué proviene que
tienes tú tan raro, 6 sólo tibio movimiento sobre la pasión
del Señor? Acaso porque la meditas sólo como un espec-
táculo, no como muestra y prueba de la bondad, amor y
misericordia. 2. Se volvían. Babé r visioiy volverse, ¿qué
aprovecha? Se ha de perseverar á los pies del Crucifica-
do, y siempre con este objeto se ha de apacentar el
ánimo.
3. Estaban, pues, todos sus conocidos de lejos, y l'as
mujeres viendo esto. (2). Estas con tiernas lágrimas llo-
raban la muerte de Cristo. No apruebo que de lejos. De
cerca se ha de mirar la muerte de JESÚS. Pedro cayó
porque le siguió de lejos. No quiera yo apartarme lejos
de JESÚS. Mas, aunque no estaban cerca, con todo eso
all asistlan para que también fuesen vistos. Estaban en
pie con constancia; velan por la contemplación; acercá-
base el alma ä donde no podlan llegar los cuerpos. Per-
severa en la que te has de hacer representación continua
de la vida y muerte de Cristo. •'
(1) Lao., 28. (2) »id.
. SEMANA SANTA 207

JUEVES SANTO
ES ABIERTO SU COSTADO CON LA LANZA

4. Pero llegando d JESúS como le vieron ya muerto,


-no le quebraron las piernas (4). Murió JESÚS antes de lo
que pensaban los judíos. Tal vez se indignaron porque
no podian, como deseaban, ser más crueles con Él. Mas
el amor de Dios aceleré la muerte para perfeccionar
cuanto antes la obra de nuestra redención. ¡Qué feliz se-
rás tú si cuando el demonio 6 el hombre maligno quie-
ren afligirte, te hallan ya muerto á ti, al mundo, ä tus
concupiscencias por una sólida abnegación de ti mismo l
Este es el modo de conservar la integridad de los hue-
sos, esto es, la solidez de las virtudes. De otra suerte
sin mortificación no hay virtud sólida.
2. Un soldado abrid su costado con una lanza (2).
Abierta está la puerta del amor, manantial de todos los
dolores. ttepara cuántos dolores causaste á aquel . Cora
zón, con cuántos pecados le envenenaste; y con todo
;cuánto te amó! Con cuántos caracteres de amor te asen-
tó en el libro de los hijos de Dios! Di6 los pies á los
pecadores, como la Magdalena (8); las manos á los ami-
gos, como Pedro (4); el Corazón le da ä los hijos de
Dios, ä quienes dice (5): Os llevaré á mis pechos. A
vista de esto acuérdate de tu ingratitud y de su amor.
Mírale con amor, para que algún dia no veas con temor
II que enclavaste.
3. Y luego salió sangre y agua (6). Remedios opor-
(I) Joann., 19. (9) Ibld. (8) Lee., 7. (4) Ad. 8. (3) IsaL, 88.
6, baila , 19.
208 SEMANA SANTA
tunos de nuestra salud, cuales son los santos sacramén-
tos con que fuésemos limpios de los pecados y hermo-
seados con la gracia. ¿Es esto, por ventura, también pe-
queña señal de amor? ¡Cuánta es aquel dar por ti hasta
la última gota de su sangre! Por precio tan copioso se
obra la redención, que parece que el hombre vale lo que
vale Dios (1). ¡Oh, qué liberal es Dios contigo! ¡Qué
escaso eres tú con El, pues, por tanta sangre, ni una
lágrima siquiera le das!

VIERNES SANTO--
CONTEMPLACIÓN DE CRISTO CRUCIFICADO

1. ö vosotros todos, los que pasais por el camigo,


atended y reparad si hay dolor semejante al mío (2).
Considera los tormentos de Cristo: 1, en el cuerpo:
Rompieron mis manos y mis pies, contaron todos mis
huesos (3). Desde la planta del pie hasta lo m;is alto de
la cabeza no hay en El sanidad (4). 2. En el alma, por
el desprecio que hicieron de Él. Fui hecho risa del pue-
blo, y su canción.vulgar todo el día (5). Por la infamia
de la cruz en compañia de ladrones, como dijo halas (6).
Fué reputado uno con los facinerosos. Por la falta de
quien se compadeciese de Él y le consolase, como
anunciaron los profetas. No hay de todos sus amados
ni uno que le consuele. Todos sus amigos le desprecia-
ron y se le convirtieron en enemigos, dijo Jeremlas (7)
y David (8): Aguardé á quien se contristase conini-
(I) Eueeb.. Gall., Horn. 8, Necia. (2) Thron., 1. (8) Pulla. 81.
4) 14., 1. (5) Thron., 8. (6) le., 58. (7) Thron., 1. (a) Paalm. 88.
(
SEMANA. SANTA • 209
go, y no hubo alguno; quien me consolase, y no le hallé.
Por la ingratitud- de loi hombres y corto fruto de su
pasión como se quejó pör Isaías (1): ¿Qué es lo que debi
hacer mds por mi viña, y no lo hice? Aguardé á que
me diese uvas, y me dió sólo agraces; y por David (2):
¿Qué utilidad saco de mi sangre?
2. ¿Qué quieren decir estas llagas en medio de tus
manos (3)? Pregúntale esto ä tu JESÚS, y oye que te
responde: Con éstas fui llagado en casa de los que me
amaban. Reconoce este infinito amor por lo que dice
san Agustín (4). «Repara la cabeza inclinada para
»darte ósculo de paz y de amor, el corazón abierto
»para amarte, los brazos extendidos para abrazarte,
»todo el cuerpo puesto patente para redimirte. Consi-
»derad qué cosas tan grandiosas son éstas; pesadlas en
»la balanza de vuestros corazones; y todo se clave en
»ellos el que por vosotros se fijó todo en la cruz. Ver-
» daderamente nos amó, y se entregó ä si mismo por
»nosotros (5).» Imagina que ä ti se te pregunta aque-
llo: Pedro ¿me amas tú? Y di con prontitudi Tú Se-
ñor, sabes que te amo.
3. Por todos murió Cristo, para que los que viven,
ya no vivan para si sino para Aquél que murió por
ellos (6). Este fruto has de sacar de la muerte de Cris-
to: No vivir para ti, ni emplear acción alguna de tu vida
en buscar comodidad, gusto ni honra alguna. A ti te le
debes todo, y todas tus cosas: No sois vuestros, porque
liabeis sido comprados con precio grande (7). «¡Qué
»r etornaré, pues, al Señor por todas las cosas que
(1) Ie., 5. (2) Peelm., 29. (8) Zaohar., 18. (4) Lib. de Vir-
rdt. (5) Epher , 5. (6) II Cor., 6. (7) I Cor , 6.
AVANCINI 14
210 SEMANA SANTA
»me die? dice san Bernardo (1). En la primera obra
»me di6 ä mi mismo, en la segunda ä si; y cuando se
»me dió, me volvió á darme á mi mismo á mi. Por
»dado y vuelto ä dar, me le debo ä mi, y dos veces.
»i,Qué le daré á Dios por habérseme dado ä st?»

SÁBADO SANTO
ES QUITADO CRISTO DE LA CRUZ Y SEPULTADO

1. José, que era él también discípulo de JESÚS, aun-


que oculto por miedo de los judiO4--entrie con osadía á
Pilotos, y le pidió el cuerpo de JESÚS (2). Uno solo
pide el cuerpo de JESÚS, estando puesto en la cruz,
iQué pocos son los que aman ä JESÚS crucificado!
2. Antes estaba oculto por temor; ya se declara por dis-
cipulo de JESÚS, pendiente de un leño. Este es el fruto
de la pasión. No creeré que es en ti vacía, si conoces ä
Dios y le sigues en la confusión y vileza, y esto lo eje-
cutas con osa& y sin recelar peligro alguno.
2. Vino también Nicodemus, trayendo una mixtu-
ra, etc. (3). Dos solos, pues, de todos los discipulos de
Cristo son los que testifican su afecto ä JESÚS crucifi-
cado. Atrévete tá ä ser el tercero. Nota los obsequios
que usaron con Cristo. Bajan el cuerpo de la cruz, lo
embalsaman, lo envuelven en una sábana, y siendo
unos hombres ilustres, llevan sobre sus hombros el
cuerpo de Aquél que fué tenido por tan infame. Mira
como sujetan su nobleza á Cristo despreciado, para que
(1) Traca de dllig. Deo. (2) Natal., 27; Joann., 19; Marc., 16.
(8) Joann., 19.
SEMANA DE RESURRECCIÓN 211

tú al mismo, envilecido por ti, no le niegues tu vileza.


Ejercita los mismos oficios mitos miembros de Cristo,
que son tus prójimos: libra de la cruz á los afligidos
con espirituales consuelos; aromatizalos, volviendo por
su fama; envuelve en la sábana del silencio sus de-
fectos.
3. Y lo puso en su sepulcro nuevo, que habla cavado
en una pella, y revolvió una gran piedra á la puerta
del sepulcro (1). Sepultas en tu corazón ä Cristo cada
vez que le recibes. Sea el sepulcro nuevo en quien no
haya entrado jamás ningún otro sibiestro afecto; esté en
la peña de la inmovilidad y constancia; ciérralo con la
piedra de propósitos eficaces; cércalo de las guardas de
santos pensamientos.

DOMINGO DE RESURRECCIÓN

1. Resucitó al tercer día según las Escrituras (2).


A las cosas tristes se siguen las alegres. Así parece que
lo dispuso Dios, que por asperezas se llegase al lugar
del deleite. Jesticristo envió delante de la gloria de su
resurrección treinta y tres años de penosa vida, y tres
ellas de acerblsima pasión. Así, pues, has de ir tú jam-
bién á la glciria. Si con El mueres, con El vivirás.
2. Yo dormí y tuve un profundo sueño y me levan-
I(' (3). Refiriese el alma de Cristo al cuerpo, para que el
que habla sido compañero de la pasión y dolores, lo fue-
se también de la resurrección y su gloria. En un mo-
mento desaparecen los cardenales y heridas; slguense la
1) Matth., 27. (2)1 Cor., 115. (8) Pealm., 8.
212 SEMANA DE
hermosura y la gracia; mas ¿con qué gozo tan incom-
parable así del cuerpo como del alma? ¿Con qué afec-
tos de amor, de agradecimientos, parabienes, etc., de
los Padres sacados del limbo? Llógate tú ä Cristo con
otros tales; y para que tu gozo sea colmado, únete co-
mo miembro del cuerpo de Cristo ä su alma por Medio
del amor.
3. Como Cristo resucitó de entre los muertos por la
gloria del Padre, así habemos de andar nosotros en vida
nueva (1). Cogerás el fruto de la resurrección de Cristo,
si tomares una nueva 'vida, pero no entrarás en vida Jai,
si no matas al hombre viejo. Ast come no hay entrada
en la vida eterna sino por la muerte natural; así no la
tendrás ä una nueva y perfecta vida, si con . espiritu no
mortificas las obras de la carne (2).

LUNES
DE LOS DOTES DEL CUERPO DE CRISTO GLORIOSO

1. Siémbrase en corrupción, levántase en incorrup-


ción (3). El primer dote del cuerpo de Cristo es estar
ya libre de la muerte, de los dolores y llagas: La muer-
te ya no le dominará más (4). ¡,Con qué medios llegó
Cristo ä lograr este dote? Padeciendo y muriendo. A
esto debes llegar tú, que ni en lo próspero ni en lo ad-
verso te dejes arrastrar de algún depravado afecto. Pon-
dera para esto cuán necesario es el ejercicio de la mor-
tificación, * como te lo ordena la ley de Cristo, y en-
(1) Rom., 8. (2) Ibld., 8. (8) 1 Cor., 15. (4) Rom., O.
RESURRECCIÓN 313
carga tanto en mi evangelio; y si eres religioso, tus re-
glas.
2. Se siembra un cuerpo animal, se levantará un
cuerpo espiritual (1). El dote segundo es sutileza, con
que penetró los cuerpos sólidos, que resisten para reci-
bir en si otros cuerpos. Tú penetra las dificultades é
impedimentos que hay en el camino de la virtud. Todo
lo puedes en Aquél que te conforta (2). Mas para esto
es menester también que se siembre (* 6 se sepulte en
la tierra) lo animal, y aquel afán que hay en ti de las
propias comodidades.
3. Se siembra en enfermedad, se levanta en forta-
leza (3). El tercer dote es agilidad, con que en un mo-
mento se movia y estaba á donde queda. 1,Pór ventura
eres tú tan ágil ä las divinas inspiraciones? ¿A la menor
señal de los superiores? ¿Acaso para adelantarte en el
camino de la virtud? i,o quizás para sembrar y coger
frutos copiosos en el conocimiento de tu flaqueza y pro-
pia humillación?
4. Siénzbrase en vileza, se levanta en gloria (4). El
cuarto dote es de claridad, con que resplandeció más
que el sol. Así resplandezca vuestra luz delante de los
hombres que vean vuestras buenas obras (5). Pero no
su cederá, si no siembras en la vileza y abnegación de ti
mismo.
Cor., 16. (2) P12111p., 4. (8) 1 Cor., 15. (4)
5) Matth., 5.
214 SEMANA DE

MARTES
DE LAS CICATRICES DE LAS LLAGAS QUE QUEDARON
EN EL CUERPO GLORIOSO

1. ¿Qué quieren decir estas señales en medio de tus


manos (I)? Eusebio Emiseno dice (2), que por eso re-
tuvo las llagas en el cuerpo glorioso: Para que la cla-
ridad de la gloria no ofuscase la causa de la misma glo-
ria. Quiso que para siempre constase, que por las llagas
habla comprado la gloria. Si éste--es- el precio de la
gloria ouäl podré mostrár algún dl, yo que tanto rehu-
so padecer? Convino que Cristo padeciese y que asi en-
trase (3). 1/ ¿qué? ¿Para ml se ha de allanar otro ca-
mino?
2. No me olvidaré de ti. Mira que te he escrito en
mis manos (4). Otra causa de retener las cicatrices de
las llagas, es para que sirvan ä Cristo de *intitulo re-
cuerdo de su amor para con nosotros, por quienes quiso
padecerlas, y lea en ellos el precio de nuestra salud, y
prosiga siempre en amarnos, ya que le tenemos tanta
costa. Eternamente, pues, quiere JESÚS _tenerte en su
memoria. Acuérdate de tu Salvador. Mas no te acorda-
rás continuamente, si no olvidas las criaturas que impi-
den la memoria de Dios.
3. Y le verán todos los hombres y los que le llaga-
* ron (5). La tercera causa es, para mostrarlas en el úl-
timo dia á los condenados, echarles en cara la crueldad
Zaohar,, 18. (8) Horn. 10 Pu*. (8) Lao., 24. (4) bid., 49.
(5) Apoo ,
RESURRECCIU 225
con que con 'sus pecados le crucificaron, la ingratitud
con que no correspondieron ä tanto amor. También para
mostrarlas á los bienaventurados por toda la eternidad,
para que se gocen de amor tan singular, como se echa
de ver en sus cicatrices. ¿De qué modo las verás tú?
¿acaso con confusión? ¿6 por ventura con gozo?

MIÉRCOLES
APARUESE 45. SU MADRE SANTfSIMA

1. El que me ama será amado de mi padre, y yo le


amaré y me le manifestaré á mi mismo (1). Que se le
apareciese Cristo á su madre, no lo dicen los evange-
listas; pero se tiene por cierto, parque la amaba más
que ä todos; y mucho más que de todos era de Ella
amado. El que ama corre al amado como á su centro.
¿No percibes aún que se te manifiesta Cristo por medio
de tantas ilustraciones? Es que acaso no amas bastante-
mente. A los que le aman se manifiesta JESÚS.
2. Según la multitud de mis dolores tus consuelos
alegraron á mi alma 92). Considera cuál seria el con-
suelo de la Viren al ver ä su hijo. Para alcanzarle
pondera la grandeza de los dolores que tuvo en su pa-
sión; porque los consuelos se dan ä medida de las pe-
nas. Cuántos puedes tú esperar, coligelo del rigor de tu
m ortificación, y de las aflicciones que toleras.
3. Mi alma se liquidó luego que habló el amado (3).
Considera cuántas serian las ansias de la Virgen al es-
perar la resurrección de su hijo; cuälerserlan al verle
( t ) Joaan , 14. (2) Palm 98. (8) Cant, 6.
2 16 SEMANA DE'
ya resucitado sus afectos de humildad profunda, devo-
ción, adoración, parabienes de la obra hecha ä costa de
tantas penas, de alegria del triunfo de su resurrección,
de amor, etc.; los que todos nacen del encendido deseo
de JESÚS. ¿No experimentas éstos en ti? Excita en ti un
deseo ardiente de ver y conocer ä Dios, y se seguirán
los demás.
JUEVES
VAN LAS SANTAS MUJERES AL SEPULCRO DEL SEÑOR

. El primer día, pues, de la sana vinieron al


sepulcro llevando los aromas que habían preparado (1).
Considera la diligencia de aquellas santas mujeres.
1. Compran aromas. Ya no tenlan ni cuidaban más de
lo que podia servir á la vanidad. 2. Forman y preparan
el ungüento, aunque sablan que ya habla sido ungido
por José y Nicodemus, mirando sólo á lo que ellas de-
blau hacer, no á lo que otros hiciesen. 3. Salen muy de
mañana, sin reparar en la incomodidad de la oscuridad
de la noche; y acaso el dolor las quitarla el sueño en
toda ella. 4. Van al sepulcro sin miedo de los guardas;
porque el amor las estimulaba. Amas de veras ä JESÚS,
si le haces semejantes obsequios.
2. Y decían entre si: ¿Quién nos revolverá la pie-
dra (2)? Ponderan las dificultades que habla en la obra
que hablan emprendido; reconocen que no tenian fuerzas
para vencerlas. Con todo eso no ceden, sino prosiguen
en ella. Advierte de dónde nace la constancia en el bien,
de la confianza que da y procede del amor. Haz tú siem-
(1) Luc., 24. (2) Marc., 16.
RESURRECCIÓN 217
pre esta reflexión: ¿Quién me revolverá la piedra de es-
ta tentación, de esta dificultad, de este impedimento?
para que no te coja desprevenido y caigas. Cofia en
Dios, cuando en ti no sientes fuerzas, y prosigue cons-
tantemente en la obra comenzada.
3. Y sobrevino un gran terremoto, y vieron removida
la piedra (1). Mira como la Providencia divina ayuda la
constancia y la confianza. Con el terremoto se revuelve
la piedra, huyen los guardas, que era lo que sólo podia
impedir la obra premeditada. Con tales veras asiste Dios
ä los que le buscan. Quita los impedimentos exteriores
que ponen los hombres ü otras circunstancias; los inter-
nos de los hábitos malos y viciosas costumbres; ahuyenta
los demonios, nuestros enemigos. Pondera cuántas veces
has experimentado esto, y persevera en el bien: ten en
Dios confianza.

VIERNES
INFORMAN LOS ÁNGELES A LAS SANTAS MUJERES DE
LA RESURRECCIÓN DE CRISTO

1. Respondiendo, pues, el ángel dijo á lasMujeres:


Vo querais temer; porque sé que buscais á Cristo, que
loé crucificado (2). Repara otro consuelo que da Dios á
los que temen, pero con todo le buscan con solicitud.
Mas ¿por qué no han de temer un terremoto? ¿A un
angel ä manera de relámpago? Porque buscan á Jesús
c rucificado. A éstos envia Dios sus consuelos. Pero tú
c arecerás de ellos cuando te buscas á ti, ä las criaturas,
y otra cualquiera cosa fuera de ksús, y éste crucificado.
1) Matth., 22; Marc., 18. (2) Matth., 98. 40,
218 SEMANA DE

2. No está aquí: resucitó como lo dijo (1). Buscan ä


JESÚS en el sepulcro. Podían dolerse de que no estuvie-
se en él. Pero si amaban ä su buen JESÚS, debían ale-
grarse de que hubiese resucitado glorioso. ¿A dónde
buscas tú á JESÚS? ¿en tus comodidades? ¿en las criatu-
ras? ¿en los deleites de los sentidos? ¿Cuántas NéCeS te
responden las divinas ilustraciones: No está aquí? ¿Cuán-
tas veces en vano y con tu daño, le buscaste en estas
cosas, y aún no désistes?
3. Venid, y ved el lugar en donde estaba puesto el
Señor. Y entrando, no hallaron el cuerpo del señor JE-
SÚS (2). Amor era aquél ton que bustaban á JESÚS; pero
sensual aún, por el fin de verle, tocarle y ungirle. Por
eso no le encontraron. Ha de ser buscado ton amor pu-
ro. Examina tus intenciones si son puras, si miran sólo
á JESÚS, si acaso tienen alguna mezcla de amor propio.
No encontrarás con intención así mezclada ä Aquél que
sólo con una muy pura quiere ser hallado.

SÁBADO
SON REPRENDIDAS LAS MUJERES Y ENVIADAS el LOS
APÓSTOLES CON LA NOTICIA Di LA RESURRECCIÓN

• 1. Como ellas, pues, temiesen é inclinasen sus ros-


tros á la tierra, las dijeron: ¿Para qué buscais entre
los muertos al que vive (3)? Merecían ser reprendidas,
porque no creían en los ángeles, que con claridad las
mostraban lo que era realidad. A éstas imitan los que
en cosas aun santas, no se dejan guiar del padre espi-
(1) Mate., 28. (2) lbid.; nao., 24. (8) Luc., 24
RESURRECCIÓN 219
ritual, y se aferran en su propio juicio. Buscan á JESÚS,
ä quien quieren entregarse; mas entre los muertos, con
su juicio y amor propio. All! está JESÚS ä donde no hay
cosas de ti.
2. No está aquí sino que resucitó (1). Dan una señal
infalible de que resucitó, pues dicen: No está aquí. No
se prueba con argumentos nuestra espiritual resurrec-
ción; pero si, si el ángel verdadero, no la pasión lison-
jera, te dice: No está en esta imperfección, en este des-
ordenado afecto, en esta pasión, en la antigua tibieza
del espiritu. Alégrate si la tienes de este modo; si así
no es, procura-que sea.
3. Yendo con prontitud, decid 4 aus discípulos que
resucitó (2). Esto ordenan los ángeles ä las mujeres en
nombre de Cristo. Pero no merecían los apóstoles que
tan feamente le hablan desamparado, nuevas tan felices /
y alegres. Atendió el Señor solamente ä lo que le pedia
su amor, no á lo que pedían los méritos de ellos. Ama
aun ä los que lo desmerecen. Esto es lo que nie consue-
la ä ml, que soy tan indigno del amor de mi Señor. No
entreis, Señor, en juicio con vuestro siervo, sino hacedlo
conmigo según vuestra misericordia.

DOMINICA IN ALBIS
DAN Ä LOS APÓSTOLES LAS MUJERES NOTICIA DE LA
RESURRECCIÓN

1. Decid á sus discípulos y á Pedro que resucitó (3).


Prueba de más tierno afecto expresar á Pedro por su
(I) Lao., 24. (2) Matth., 28. (8) Marc., 16.
220 SEMANA
nombre. Era cabeza de los demás. A éste honra Cristo.
Habla amado más que los otros á JESÚS, por eso se dolla
más que ellos; y as t su amor con amor se /o paga. No
cesaba de llorar su pecado. Por eso levanta al triste con
tan amorosa demostración. Pondera tal bondad. Ámala,
pon en ella tu esperanza. No te desamparará aun cuan-
do por fragilidad pecares.
2. Y les parecieron delirios sus dichos y no los cre-
yeron (I). Lo que las mujeres anuncian era lo mismo
que Cristo habla dicho antes ä los apóstoles. Concuer-
dan en todo con el dicho del Maestro, y con todo eso no
las creen. Imitas ti la incredulidait'de los apóstoles
cuando desechas como vanas las divinas inspiraciones;
cuando los avisos de los superiores, los que te parecen
escrúpulos; y los remordimientos de tu conciencia, que
los reputas por delirios. Atiende y óyelos, pues por elfos
te gula Dios. Pierdes el camino si no los sigues.
3. Maria Magdalena vino á Simón Pedro, y al otro
discípulo que amaba á JESÚS, y les dice: Llevaron al
Señor del sepulcro y no sabemos donde le han puesto (2).
No había dicho el ángel: Le llevaron, sino resucitó. El
ímpetu acaso del amor 6 del dolor la hizo que no aten-
diese con cuidado. Aun ä buenos afectos no menos que
al viento, se les debe poner peso. Cuando turban la ra-
zón inducen y traen á error.
(I) Lao., 24. (2) Joann., 20.
DESPUÉS te PASCUA 221

LUNES
PEDRO Y JUAN VAN CON APRESURACIÓN AL
SEPULCRO

1. Salió, pues, Pedro y el otro discípulo, y vinieron


al sepulcro (1). Quieren certificarse de la nueva que les
dieron las mujeres. No se dejan llevar del ejemplo de
los otros, que no creyeron. Atienden. No ä lo que hacen
los demás, sino á lo que con prudencja se debe hacer.
Comprende la necesidad de esta regla y síguela.
2. Corrían, pues, los dos juntos (2). El amor los in-
citaba á correr. Éste no entiende de tardas determina-
ciones. Distan bien poco querer con lentitud y no que—'
rer por mucho tiempo servir y darse ä Dios. El que ama
las cosas divinas va ä ellas volando. ¿Corres tú á éstas,
6 vas arrastrando? ¿Quieres en ellas hacer progresos?
Ama. Tanto adelantarás cuanto amares.
3. Aquel otro (discípulo) corrió más que Pedro, y
llegó primero al sepulcro, pero no entró en él (3). San
Jerónimo dice (4): Juan, levantado con las alas de la
virginidad, corrió delante. Porque cuanto más esta vir-
tud se aparta de la carne, tanto más se acerca ä Dios.
. No entra primero Juan. Honra en Pedro la dignidad
de cabeza. Ni repara en él que haya negado á Cristo, y
que él estuvo constante al pie de la cruz. Aprende de
aquí lo que debes usar con tu superior, aunque imper-
fecto. Lo mismo usarás con el prójimo, si mirares en él
ä Cristo.
Joann., 20. (2) Ibld. (8) Ibld. (4) In c. SS.
222 SEMANA I

MARTES
APAle.CESE CRISTO A SAN PEDRO

1. Volvióse Pedro, admirando consigo lo que había


sucedido (1). Habla visto Pedro el sepulcro vacío. Apär-
tase de Juan, y solo consigo medita lo que habla visto.
La mejor disposición para ver ä Dios y penetrar las co-
sas divinas, es apartarse aun con el cuerpo, y mucho
más con el afecto, de las criaturas. Ama Dios la soledad
del alma pues tiene dicho: Llevaréla d la soledad y la
hablaré al corazón (2).
2. Resucitó el Señor verdaderamente y se apareció á
Simón (3). Aparecióse, no ä Juan, que estuvo constante
al pie de la cruz, sino ä Pedro que habla huido y negä-
dole. Ast anima Dios ä los pecadores penitentes, para
que no desfallezcan. Ast muestra cuanto aprecia las lá-
grimas de un penitente. ¿Cuáles serian aqui los afectos
de san Pedro? ¿Cuál la confusión por la culpa cometida?
¡Qué dolor! ¡Qué lágrimas! Excita los mismos en ti,
postrado ä los pies de JESIiS.
3. Se dejó ver á Celas (4). No echa en cara Cristo su
pecado ä Pedro, sino que con gran suavidad le consuela.
Aprende la benignidad con que debes recibir ä un pe-
cador contrito, la caridad con que has de olvidar las
injurias que tu prójimo te ha hecho. Espera de Dios lo
mismo que con él hicieres; pues dice: Si no perdonareis
á los hombres, ni vuestro Padre os perdonará (3).
(1) Lao., 24. (2) Os., 2. (8) Lao., 24. (4)1 Co,., 15 (6) Math., 8.
DESPUES DE PASCUA 223

MIÉRCOLES
LA MAGDALENA JUNTO AL. SEPULCRO

1. Maria, pues, estaba fuera en pie junto al sepulcro


llorando. Y llorando así, se inclinó y miró al sepul-
cro (1). Considera las señales del amor. Está en pie
junto al sepulcro. Llora. Mira de continuo deseosa de
ver al Señor. Puédese decir otra vez de ella: Amó mu-
cho (2). Examina el cuidado con que •ta buscas á Dios.
¿Estás, por ventura, firme en los propósitos? ¿Te due-
les por lo que perdiste? ¿Consideras acaso en dónde y
cómo le encontrarás?
2. Y vid dos ángeles sentados, vestidos de -blanco (3).
San Cirilo dice (4): Cuando persevera llorando junto al
sepulcro, es ayudada con voz de ángeles, para conocer á
Cristo. Para lograr la asistencia de los ángeles 6 las es-
pirituales ilustraciones, no has de tener escasa y tibia-
mente la hora de la meditación. Has de perseverar en
ella con atención y afecto. Has de llorar también la pro-
pia ceguedad.
3. Dicenla: Mujer ¿por qué lloras? Ella les dice:
Porque llevaron á mi Señor y no sé en donde le han
puesto (5). La causa de su llanto es el haber perdido á
JESÚS. Causa la más excelente y única digna de lágri-
mas. Mas si ella llora porque se lo llevaron contra su
voluntad, y sin saberlo, ¿qué es justo que hagas tú á
quien, entendiéndolo y queriéndolo, tus pasiones y ma-
los afectos te robaron á JESÚS tantas veces?
(1) Joann., 110. (8) Lao., 2. (8) Aman., 20.
(4) L. )2 In Ju ma n, o. 45. (5) Joann., 20.

234 SEMANA I

JUEVES
APARÜCESE CRISTO DISFRAZADO A. LA MAGDALENA

1. Volvidse hacia atrás y vid ti JESÚS que estaba en


pie, y no sabia que era JESúS (1). Cuando la Magdalena
busca ä JESÚS le tiene á sus espaldas. Advierte que no
está lejos de los que de todo corazón le buscan. Mas di-
simula á veces su presencia, para que no advirtamos
que está presente JESÚS, antes juzguemos que nos tiene
desamparados. Pero miremos hacia-xträs 6 al éxito de
nuestras aflicciones, y alli veremos ä Dios.
2. Dicela JESÚS: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién
buscas (2)? Dragón Hostiense dice (3): Ocúltase, para
ser más ardientemente buscado; y buscado, ser hallada
con gozo; y hallado, ser guardado con solicitud.
2. Pregunta, no porque ignore, sino porque se deleita
de vernos á veces afligidos de sus deseos. Si te parece
que Dios te ha desamparado, búscale con mayores an-
sias: éste es el modo de hallarle.
3. Dicele (Maria): Señor, si tú le has llevado, dime
d donde le has puesto, y yo le llevaré (4). Repara la
fuerza del amor, que pensando sólo en Cristo, apenas
advierte lo que dice. Llama Señor á un hombre vestido
con el traje vil de hortelano. Si tú le has llevado. ¿A
quién? No lo declara, como si cualquiera que encontraba
estuviese advertido de sus afectos. Bien sabia cual habla
sido el furor de los judios, y dice, que ella le llevará,
en donde quiera que esté, sin algún temor de peligros.
(I) Joann., 26. (2) bid. (8) De Sacian. Passion. (4) Joann., 20.
DESPUÉS DE PASCUA 225
Tan animosa la hizo el amor y tan resuelta. ¿Qué lejos
estás de tales resoluciones, porque distas mucho de este
amor?

VIERNES
MANIFIASTASE CRISTO .Á. LA MAGDALENA, Y LA
ENVfA Á LOS DISCfPULOS

1. Mula JESÜS: María. Ella volviéndose le dice:


Maestro (1). En esta sola palabra de Cristo, Maria y
en esta sola de Marta, Maestro, se encierran grandes
afectos. En la de Cristo de benignidad, suavidad, afa-
bilidad, familiaridad. En la de Maria, de reverencia,
humildad, adoración, amor, gozo. El por una palabra
sola es conocido; ella con sólo otra da ä entender que le
conoce. Ast con pocas palabras habla mucho Dios al
hombre; así el hombre con pocas dice muchas cosas ä
Dios. Ocúpate mis en pensar en Dios, que en hablar
de ÉL
2. Dicela JESÚS: Aro quieras tocarme (2). Pondera la
causa porque prohibe tocarle, que fué para templar el
demasiado fervor con que se arrojaba ä sus pies. Este,
ä la verdad, le habla disminuido no poco el respeto.
Quiere Dios ser amado, pero también acatado con re-
verencia. Por lo tanto ast como debes ser familiar ä Dios
por una intima unión y comunicación con El, as! debes
ser reverente, tanto en la postura corporal exterior,
cuanto en la interior composición del ánimo.
3. Iré á mis hermanos, y diles: Subo á mi padre y
vuestro padre (3). Deseaba Marta explayar sus afectos ä
(1) Joann., 20, (I) !bid. (8) lbld.
AVANCINI 15
2 26 SEMANA I
los pies de Cristo; pero el Señor consolar cuanto antes ä
los suyos. Por eso la prohibe llegarse á El y la remite ä
los discípulos, ä quienes, para expresar su amor, _llama
hermanos. Repara cuánto agrada á Dios, que te prives
de los espirituales consuelos, para consolar á algún afli-
gido. Tiene cuidado de significarles su subida. Y vues-
tro padre; para que empiecen ä pensar en su partida, á
disponerse ä llevarla bien, y á confiar en Dios, y que se-
pan que es en el afecto padre.

SÁBADO

APARÉCESE A LAS OTRAS MUJERES

1. Mira á JESÚS que las sale al encuentro y las di,


ce: Recibid salud (1). &Malas alcanzado la Magdalena
y &bolas como habla visto al Señor. Sentianse de no
haber perseverado junto al sepulcro; deseaban también
ver ä Cristo. Estando así dispuestas, las saluda el Señor
primero. Tan benigno es Dios con los que le desean y
obsequian. No dilatará el consolarte, si tienes de Él un
deseo serio. Un deseo tal es el principio de toda per-
fección.
2. Ellas, pues, se llegaron, besaron sus pies y le
adoraron (2) . Pondera el gozo, reverencia y sus dulcí-
simos afectos á los pies de Cristo. Poco antes habla apar-
tado de sus pies ä la Magdalena; ya la admite con las
demás ä que los bese. No da todo el consuelo á un tiem-
po; algunas veces lo dilata: dalo ä los que perseveran,
mas en el tiempo que le place. A ti te pertenece insistir
(1) Matth., 28. (2) Bid,
DESPUÉS DE PASCUA 127
en el bien: deja á Dios el cuidado del tiempo en que te ha
de dar el consuelo. No faltará ä los que lo desean y es-
peran de Él.
3. Rícelas entonces: no vierais temer; id, decid á
mis hermanos que vayan á Galilea, que allí me ve.
rcin (1). Pondera la suavidad de sus palabras, ya ä las
mujeres, ya ä los apóstoles, desertores suyos poco an-
tes. Pero cree que mucho más suave era su ánimo; pues
á la verdad ninguna aversión concibió contra ellos, aun-
que gravemente öfendido. Juzga tú también que el que
te ofendió es tu hermano; trátale con dulces palabras y
afecto verdadero. Señálales, para que le vean, la Gali-
lea, país quieto y libre de tumultos. Para gustar de Dios,
apártate del estrépito del mundo, de las vanidades de
tus pasiones.

DOMINGO II DESPUÉS DE PASCUA


JÚNTASE CRISTO A LOS DISCfPULOS
QUE VAN A. •EMACTS

.Repara que dos de ellos iban á un villaje que 8d


llamaba Ematis (e). Tristes por la muerte de Cristo,
dudosos de su resurrección, buscan algún desahogo y
consuelo en una casa de campo. Conviértense á las cosas
sensuales los que deblan aguardar las divinas. El pro-
metido tercero dia ya era cumplido; añadiéseles el testi-
monio de las mujeres, de Pedro y Juan. Con todo duda-
ban éstos. ¡Qué poco sufridos somos en aguardar al Se-
ñor, que por tantos años nos sufre! ¡Qué fácilmente nos
volvemos ä los consuelos de los sentidos! Guárdate de la
(1) Matth., 28. (2) Lao., 24.
228 SEMANA II
demasiada tristeza. Si te acometiere alguna, no busques
el remedio de las criaturas. Aguarda al Señor, y te le
dará.
2. Y ellos hablaban entre si de todo lo que había
acaecido. Y sucedió, que hablando y preguntando mutua-
mente, el mismo JESÚS allegándoseles, iba con ellos (1).
Descaminadas iban las ovejas: asiste luego alli la cari-
dad del Pastor, para que no se pierdan. Disimula el
traje, para disponerlos primero ä recibir el consuelo ce-
lestial; pues cierto es, que quiere qué nos dispongamos
para recibir sus gracias. Métese entre ellos cuando ha-
blan de su pasión. Tanto agrada al Señór que nos acor-
demos de su muerte. Acostúmbrate ä hablar no cosas
vanas, sino divinas, para tener á JESÚS por compañero
de' tus caminos.
3. Eran impedidos sus ojos para no conocerle (2). Lo
mismo se hacia en lo exterior que en lo interior se obra-
ba. Ni le conocían con los ojos corporales, ni tampoco
con los de la fe. ¿De qué causa eran impedidos sus ojos?
Es creible que de la demasiada tristeza, que por lo co-
mún confunde el ánimo. Está presente Dios á los de co-
razón afligido; y aun cuando nos toca no creemos que lo
esté. Entonces se ha de afirmar el ánimo con la fe. Sa-
bio es Dios, lo conoce; omnipotente, puede; es bueno,
quiere asistirnos. Aguarda pues; obra varonilmente;
confórtese tu corazón.
(1) Luo., 24. (2) 'bid.
DESPUÉS DE PASCUA 229

LUNES
INQUIERE CRISTO LO QUE PLATICAN

1. ¿Qué pliiticas son éstas (les dice JEstis), que tra-


tais entre vosotros y estais tristes? Y respondiendo uno,
le dijo: ¿Tú solo eres el peregrino en Jerusalén que no
ha sabido lo que ha sucedido en ella (I)? Pregunta lo
que tan bien sabia: Para que descubriesen la llaga y
recibiesen el remedio; dice Teofilacto. Advierte la be-
nignidad de Cristo. 2. Porque gusta que se renueve la
memoria de su pasión, da la ocasión de hablar de ella.
Refiere, pues, á tu Dios por acción de gracias lo mu-
cho que ha padecido por ti. ¿Qué pláticas son las tu-
yas? De las cosas que tienes en el corazón. Examina
cuáles sean: si divinas, si sólo humanas. En fin, no en-
cubras las llagas de tu alma, si quieres recibir el re-
medio.
2. A los cuales dijo: ¿Qué cosas? Y dijeron: De
JESÚS Nazareno, etc. (2). Pregunta como quien ignora,
como olvidado ya de sus tan atroces injurias. ¿Por
Ventura te olvidas asi de las tuyas tan ligeras? 2. Pre-
gunta: ¿Qué cosas? Como si toda su pasión fuera cosa
tan ligera, que se le hubiera ya borrado de la memoria.
El amor que te tiene tan excesivo, le representa como
de poca monta lo mucho que hizo por ti. Corto es, pues,
mi amor para con JESÚS, cuando juzgo que hice muchas
cosas por El. Animaréme ä hacer más, y con todo me
tendré por un siervo inútil.
(1) Lno., 24. (2) Ibid.
230 SEMANA II
3. Nosotros, pues, esperábamos que había de redi-
mir á Israel (I). Descubren la Haga de una corta fe.
No creían, á la verdad, que aquella misma muerte de
Cristo era el medio de la redención. Si no puedes al-
canzar los consejos de Dios en los acontecimientos hu-
manos, confórmate con ellos. Lo que Dios determina es
sobre todo lo mejor; y suele alcanzar el fin de sus con-
sejos por los medios que ä nosotros nos parecen con-
trarios al mismo fin.

MARTES
REPRENDE CRISTO Ä LOS DOS DIICÍPULOS POR
INCRADULOS

4. Y El les dijo: O necios, y de corazón tardo para


creer (2). Reprensión acerba, más sin indignación al-
ma. Llámalos necios, no por afrenta, sino por oficio
de caridad. Hazlo así, si corriges. Tómalo ast, si eres
corregido. Tú también eres tardo de corazón, para
creer prácticamente lo que Cristo padeció; pues aunque
crees con el entendimiento, no crees con la obra é imi-
tación.
2. ¿Por ventura no convino que Cristo padeciese
tanto, y que así entrase en su gloria (3)? Dase la causa
de la reprensión, que es porque no creían bastantemente
esta verdad. Créela tú. Convino por la necesidad de la
satisfacción, por la utilidad de la redención, por la
fuerza de su amor para con nosotros, por el ejemplo de
la imitación. Convino que Cristo padeciese; ¿tú te exi-
mirás de mortificarte? y á la verdad, para entrar en su
(1) Lita., 24. (2) Ibld. (8) Ibld.
DESPIAS DE PASCUA 23 1
propia gloria. Y tú ¿sin cruz podrás entrar en la que es
ajena?
3. Y empezando desde Moisés por todos los profetas,
les explicaba en todas las Escrituras las cosas que de
Él estaban dichas (1). Advierte los modos con que se
les insinuaba. 1. Hablándoles suavemente. 2. Repren-
diéndolos. Usa tú también de éstos con aquellos que
tratas, si son de corazón duro. Escucha á doctor tan
grande que te enseña. Coteja lo que enseña, interpre-
tando, con lo que ejecutó con la obra. Y lo que tú ense-
ñas, confírmalo con los hechos.

MIÉRCOLES
DANDO A ENTENDER CRISTO QUE QUIERE PROSEGUIR
ADELANTE, ES CONVIDADO DE LOS DISCÍPULOS

1. Y acercándose á la villa, á donde iban, y. Él dió


muestras de que pasaba adelante (2). Habla determi-
nado quedarse con ellos; pero da ä entender que pasa
adelante. No porque quería esto, dice san Bernardo (3),
sino porque quería oir: Quédate, Señor, con nosotros.
Quiere Dios concederte gracias, pero quiere ser rogado
con deseos. No te quejes de la falta que tienes de ellas,
si de las tales ningunos son tus deseos, 6 son tibios.
2. Da muestras Dios que se retira de ti; pero no se va,
pues dice: Con él estoy en la tribulación (4).
2. Y le obligaron diciendo: Quédate, Señor, con no -
sotros, porque anochece (5). Convidan á un hombre
(1) Luc., 24. (2) bid. (8) Serm. 47 lo Cant. (4) Paalm. 90.
(5) Luc., 24.
232 SEMANA II
desconocido: tú ni al que conoces le ruegas con serie-
dad que se quede, antes bien acaso le das muestras de
que se vaya. Obliganle con deseos santos, que al mismo
Dios le hacen una cierta violencia. Añaden razón para
ello: Porque anochece. Antes bien ya salta para ellos el
día, porque ya los iluminaba la exposición de la Escri-
tura. Mas para ti anochece, porque este mismo día lo
confuides con la noche. Obligale, pues, ä que se quede
contigo, haciéndote ä ti violencia, siquiera por este día,
como si fuese el último de tu vida.
3. Y se entró con ellos (1). ¡Oh, 'qué dicha, tener al
Señor por huésped! ¡Qué honoríficamente juzgas tú le
recibirían, aun cuando les era desconocido, si no con
esplendidez de regalos, ä lo menos de afectos! Es justo
creer le darían el primer lugar; que le sirvieron con so-
licitud. ¿Quién tiene el primer lugar en tu estimación y
amor? ¿Tú mismo ó Dios? Mira ä tus obras. Repara
como te has en las tentaciones.

JUEVES
ES CONOCIDO CRISTO AL PARTIRLES EL PAN

1. Partió el pan y se lo daba; y se les abrieron los


ojos y le conocieron (2). Creen san Agustín (3) y san
Juan Crisóstomo (4), que Cristo consagró en esta oca-
sión el pan, y los comulgó, y que le conocieron as!.
Este es el efecto de la sacrosanta Eucaristía, iluminar
los entendimientos para penetrar las cosas divinas. Y
(1) Lee., 24. (2) Ibld. (9) Serm., 140 de Temp.
(4) Semi., 17, Imperf.
DESPUÉS DE PASCUA 233
recibiendo tú ésta tantas veces, ¿cómo eres tan torpe
para las cosas divinas? Jan hábil para las sensuales?
Tal causa tendría su efecto, si no lo impidieses tú.
Quita, pues, los impedimentos.
2. Y El desapareció de sus ojos (1). ¡Por qué no
aguardaba ä recibir de ellos lo que suele seguir al co-
nocimiento: la adoración, la acción de gracias, los obse-
quios, etc.? Muéstrase, y luego desaparece. Para que
sepas que los divinos consuelos no son duraderos en
esta vida. Antes bien te los quita Dios, para ejercitarte
en paciencia, en humildad, en longanimidad. Cierto es
que no conviene que duren mucho.
3. Y se dijeron mutuamente: ¿Por gentura no nos
ardía el corazón en el pecho cuando nos hablaba en el
camino (2)? Las palabras de Cristo, dice Origenes,
encendían sus corazones en el amor divino. Lees libros
devotos, meditas lo que Cristo te enseña, oyes santas
exhortaciones: Dios es el que te habla; serás encendido
si no resistes. Pero ¿cuándo dicen que eran encendidos?
No al partir el pan, cuando fe comieron, mas ,s1 en el
camino, cuando aún estaba oculto. También los descon-
suelos (cuando se te esconde Dios) te deben servir para
esto, es ä saber: para inflamarte en deseos, en amor,
uniéndote más con Dios por afectos, etc.
VIERNES
APARÉCESE Á. LOS DISCÍPULOS ESTANDO JUNTOS

1. Siendo tarde, y estando cerradas las puertas, en


donde estaban juntos los discípulos, vino JESÚS (3). A
(1) Lue., 24. (S) /bId. (8) Ibld.
234 SEMANA II

donde no hay disposición, tarda Dios. •Aän no creían


después de haberles enviado varios mensajeros, que les
persuadiesen la resurrección, para disponerlos por ellos
y avivar así sus deseos. Por eso viene tarde, porque
tarde se dispusieron. Para ser visitado de Dios, pon la
disposición debida. Estando cerradas las puertas. No
entra Dios en el corazón si las puertas de los senti-
dos no están cerradas. Se disipa el espíritu cuando los
sentidos no están guardados, cuando los afectos á las
criaturas vaguean sin freno y sin reparo. Atiende bien,
y mira como están guardadas las_puertas de tu co-
razón.
2. Vino Jisirs y se puso en medio (1). Para que
igualmente le viesen todos, como gula, maestro, pastor
y protector de-los suyos. En donde están dos •5 tres
congregados en su nombre, alli está Él presente. Junta,
pues, las potencias de tu alma en la oración, cierra las
puertas de tus sentidos, y luego vendrá ä ti como guía,
para que hagas propósitos animosos; maestro, para en-
señarte verdades sólidas y seguras; pastor, para con-
solarte; protector, para librarte de tus enemigos. Y por-
que gusta del centro 6 lugar medio, le has de poner tú
en medio de tu corazón, para que nada más que á El
estimes, ames y temas.
3. Y les dijo: La paz sea con vosotros. Yo soy, no
querais temer (2). Palabras todas de singular consuelo.
La paz sea con vosotros que antes habla prometido,
que nos adquirió con su pasión. Es Dios de la paz. Ten,
pues, tú paz con Dios, por la conformidad de tu volun-
tad con la suya; con el prójimo, por medio de una ca-
(1) Lao., 24. (2) 'bid ; Joann., 20.
DESPUÉS DE PASCUA 235
ridad paciente, benigna, no hinchada, etc.; contigo,
por la mortificación de tus desordenados afectos. «Yo
»soy, añade san Pedro Crisólogo (1), el que os llamó
»por la gracia, elegí por el perdón, os sufrí por la pie—
»dad y os llevó por el amor, y ahora sólo os admito por
»pura benignidad.» Decid, Señor, también á mi alma:
Yo soy. Y si se levantaren guerras contra mi, no teme-
rá mi corazón (2).

SÁBADO

ESTANDO CONTURBADOS Y LLENOS DE PAVOR, LES


MUESTRA LAS CICATRICES DE LAS LLAGAS

1. Conturbados, pues, y despavoridos, juzgaban que


veían algún espíritu (3). «Los discípulos, aún rudos 6
» imperfectos, dice Beda, no creen que podía resucitar
»al tercero dia. Juzgan, pues, que veían algún espí—
))ritu 6 fantasma, aunque ya hablan oído: Yo soy.»
¿Cuántas veces juzgamos nosotros, 6 nos mentimos,
que los santos dictámenes y verdades prácticas son ilu-
siones? Y es porque tenemos la dificultad del obrar; y
e ntonces nos engañamos mucho más. ä nosotros. ¿Por
Ventura no has temido tú así? ¿Temerás así, acaso, en
adelante?
2. Y El les dijo: ¿Para qué os turbais y suben á
v uestros corazones tales pensamientos (4)? No aprueba
Cristo que se turben y teman en las cosas repentinas.
Por eso los corrige amigablemente. Los acaecimientos
( 1 ) Serm , SI. (2) Pealm., 18. (8) Im«., 24. (4) Ib1d.
2 36 SEMANA ;u
repentinos prueban un ánimo constante y que siempre
estriba en Dios. Para que nada te suceda de improviso
con que te conmuevas, acostúmbrate á prevenirlo todo,
y ä estar antes armado para ello. Si esto hubieras he-
cho, ¿cuántas dificultades hubieras gloriosamente venci-
do, á las que torpemente te rendiste? Para conseguir
esto, se ha de purgar del todo el amor propio.
3. Mirad mis manos y mis pies, para que veais que
soy yo mismo (I). Esto dijo, para quitarles el temor y
para afirmar su fe. ¡O benignidad de Cristo! Venera
tú el santo costado, las manos y los pies traspasados.
Ten presente este espectáculo por todoel tiempo que
puedas. Y si te espanta alguna dificultad, 6 has de en-
trar en algún cargo pesado, * si te amenaza algún es-
tado de miseria y tribulación, mira aquellas heridas,
acerbas antes, ahora llenas de gloria; y espera que
también tus llagas y adversidades se te han de conver-
tir en gloria.

DOMINGO III DESPUÉS DE PASCUA


COME CRISTO CON LOS DISCfPULOS

1. No creyendo ellos, y aun admirándose por el


gozo, les dijo: jeneis aqui algo que comer , (2)? Re-
para de cuántos modos se insinúa JESÚS ä los suyos,
para que crean que es Él. Envlales quienes le anuncien.
Él se da á ver, oir y palpar; y aun aqul, aunque glo-
rioso en su cuerpo, pide de comer, para reducir ä los
incrédulos. La salud de las almas no se logra con un
(I) Lue ‚24. (2) Ibid.
DESPU$S DE PASCUA 157
medio solo; se han de tentar muchos, aun para enmen-
dar la tuya. No desmayes si no aprovechas con uno. El
celo de tu salud y de la ajena ejecutará esto y te suge-
rirá muchos medios.
2. Ellos, pues, le presentaron parte de un pez asa-
do, y un panal de miel (1). La pobreza de los disclpu-
los no tenla más que presentarle. Pusiéronle lo mejor
que tenían. Haz cuenta que JESÜS te pide de comer:
¿qué le darás? Dale lo mejor que tienes; dale ä 41 mis-
mo, pero asado con la interior y exterior mortificación.
De otro modo no puedes ser del gusto de Dios. Pero
añade la miel de una pronta voluntad en su servicio, y
de una pura intención; que si las obras carecen de esta
salsa, son insipidas por Dios.
3. Alegrdronse los discipulos por haber visto al Se-
ñor (2). Hablanle visto, por cierto, luego al entrar; pero
después de más larga conversación se alegran. Acaso
porque no les echa en cara su torpe huida. Y por esto
al ver tanta benignidad, cobran esperanza de los bienes
que antes les prometió. La benignidad que aqul usó con
los discfpulos, la usó contigo, fugitivo tantas veces.
Puedes alegrarte y esperar más bienes de un tan be-
nigno Dios. * Si quieres en Él alegrarte, conversa mu-
cho con Él.

LUNES

DECLÁRALES EL SENTIDO DE LAS ESCRITURAS


1. Éstas son las palabras que os hablé; porque es
preciso se cumpla todo lo que estd escrito (3). Habla de
(I) Lao., 24 (9) Joann., 80. (8) Luo., 94.
238 SEMANA III
su pasión y su muerte, mostrando que no hablan suce-
dido casualmente, sino por el decreto de Dios. Y lo que
Dios decreta, es necesario que se cumpla. Persuádete
que si padeces algo, es decretado por Dios. No te opon-
gas pues, porque es preciso se cumpla. Ojalá hubieras
hecho esto siempre.
2. Entonces les abrid los sentidos, para que enten-
diesen las Escrituras (1). No sólo para que las enten-
diesen ellos, sino para que también nos declarasen ä
nosotros, como maestros, su sentido. Mas ¿en qué con-
siste que con un maestro tan excelente no percibimos aún
el sentido de las Escrituras y de la 'doctrina de Cristo?
El amor propio y los afectos desordenados nos ciegan.
Éstos, pues, se han de arrancar. ¿Por ventura no son
éstos los que te ofuscaron hasta aqul?
3. Y les dijo: Porque así está escrito, y así convenía
que padeciese Cristo (2). Pondera aquel Mi: con tanto
amor ä los hombres, por la obediencia ä su padre, por
la necesidad de la satisfacción. Convenía padecer: por-
que fué decretado, porque lo elegí y acepté con gusto.
¿Qué dices tú ä esto? ¿Quieres satisfacer por tus peca-
dos? Conviene padecer. ¿Quieres obedecer al Padre?
Conviene padecer.
. MARTES
DALES EL ESPfRITU SANTO Y LA POTESTAD DE
ABSOLVER

1. Dijoles, pues, segunda vez: la paz sea con vos-


otros. Como ins envié á mi el Padre, también á vos-
otros os envío (3). Créalos apóstoles y legados suyos.
(1) Lao., 24. (2) Ibid. (8) Joann., 20.
DESPUSS DE PASCUA 239
Envialos eón el mismo fin con que fué enviado del Padre,
para la salud de los hombres. Quiere que la obren con
el mismo amor con que la obró El, hasta derramar su
sangre. ¿Qué cosa tan grande es cooperar con el Hijo
de Dios ä la salvación de las almas? Esta vocación te
pide tanto celo, cuanto tuvo Cristo. ¡Qué lejos estás de
él! Mete que por este celo padezcas muchas cosas. Esto
merece Dios. Esto se merece el precio de una sola
alma.
2. Habiendo dicho esto, sopló y les dijo: Recibid al
Espíritu santo (1). Sopló, para que sepamos que as! co-
mo un soplo de Dios dió vida y vigor natural ä Adán,
as! por el Espiritu santo se da vida y vigor sobrenatu-
ral. ¿Tienes tú por ventura esta vida? A la verdad,
tantas veces quiso dártela, cuantas ilustró tu entendi-
miento con santas inspiraciones. ¡Qué grande serás si
admites estas influencias!
3. Los pecados de aquellos que perdonareis, se les
perdonan (2). Reconoce el amor de Cristo para con nos-
otros. Es Dios de nosotros ofendido, y da poder á los
hombres para reconciliarnos como Él. ¡Qué fácil hace el
perdón! Po& después de su pasión desamparar á los
que naufragan; pero les da la segunda tabla. Aprecia
este beneficio hecho ä la Iglesia. Y si te sientes ligado
con pecados, usa de este remedio con grande esperanza
del perdón.
(1) Joann., 20. (2) !bid.
240 SEMANA III

MIÉRCOLES
LA INCREDULIDAD DE SANTO TOMÁS APÓSTOL

1. Tomás, uno de los doce, no estaba con ellos cuan-


do vino JESÚS (1 ). Habla oido á los discIpulos, que de
vuelta de Emafts contaban que hablan visto al Señor, y
porque no creía, se apartó. Careció por esto de este
consuelo de la presencia de Cristo. Cometió, pues, dos
faltas: antepuso su juicio al de los que lo aseguraban,
aparthse de la comunidad. Guárdate-kis una y otra. El
primer camino para el error es el juicio propio. Está
presente Cristo ä los que estän unidos en caridad. Au.
séntase de los que con lesión de la caridad son singula-
res. Examina cómo te has en esto.
2. Dijéronle, pues, los otros discípulos: Hemos visto
. al Señor (2). Pero Tomás, pertinaz en su juicio, no
creyó primero á dos, ni ahora ä todos, y acaso • también
á la santísima Virgen. Así del mal que una vez hemos
comenzado, nos precipitamos en otro mayor. Evita,
pues, los principios de los males, y arranca sus ralees.
¡Oh, si siempre hubieras hecho estol
3. Mas él les. dijo: Si no viere en sus manos las se-
ñales de los clavos, si no metiere mis dedos en él lugar
de los clavos y mi mano en su costado, no creeré (3).
Así protesta para mantener su juicio. Y ¿cuántos males
proceden de aquí? Incredulidad con pertinacia, soberbia
de quien prefiere su juicio al de todos, presunción, se-
ñalando á Dios el modo de su conversión. En esto vi-
(1) Joann , 20. (2) Ibid. (8) Ibld.
DESPUtS DE PASCUA 241
no á dar un apóstol. Por más que seas, teme: y con hu-
mildad rinde tu juicio ä quien debes.

JUEVES
APARÜCESE CRISTO 21. LOS DISCÍPULOS, PRESENTE
SANTO TOMÁS

1. Después de ocho días, estaban segunda vez dentro


los discípulos, y Tomás con ellos. Vino JESÚS, cerradas
las puertas (1). Por ocho clip duró Tomás en su incre-
dulidad; y hubiera persistido en ella más, si no viniera
Cristo al remedio. Ast podemos caer y perseverar en el
mal, sin levantarnos de él, sino es por la misericordia
de Dios. ¿Cuántas veces has experimentado esto? Ama,
pues, esta bondad. 2. Buscaba ä uno, y vino á todos,
para que el que delante de todos habla pecado, se levan-
tase delante de todos. Para que el que á todos habla
contristado, á todos los alegrase. Y tú as t debes dar
buen ejemplo ä los que, y en las cosas en que, hiciste
ver el mal.
2. Vino JESÚS, cerradas las puertas (2). Habla de
t ratarse de la culpa de Tomás, y
de ella habla de ser
corregido. No quiso el Señor para esto, que las puertas
estuviesen abiertas, sino que todo se tratase á ellas ce-
rradas. El buen padre en el retiro de su casa corrige al
hijo malo para no infamarle. Ten tú cuidado también de
la fama ajena, y no abras la puerta de tu boca para da-
ñarla tal vez.
3. Se puso en medio, y dijo: La paz sea con vos—
(I) Joann., 20. (2) Ibid.
AVANCINI z6
242 SEMANA
otros (1). Como si dijera: Cuando estoy en medio hay paz.
De otro modo no puede haberle. Por eso no la tienes tú.
Ten por cierto que si JESBS no está en medio y no es
El solo el centro de tus acciones, nunca puedes tener
paz. No quieras, pues, ponerte á ti mismo por centro 6
fin de tus acciones.

VIERNES
LAS PALABRAS DE 'CRISTO A TOMÁS Y DE TOMÁS
CRISTO

1. Dice, pues, ri Tomás (2). ¿Por qué se vuelve á uno


solo? Están presentes otros más dignos: Pedro, Juan, y
según se cree, la santlsima Virgen, y sólo habla á To-
más, para dar á entender que sólo vino por su causa. No
atiende á la dignidad de muchos, sino ä la necesidad de
uno solo. ¡Qué amante! ¡Qué benigno es Dios! Tú te
apartarlas de uno que acabase de ofenderte. Aprende
á hablar benignamente, aunque no te lo ruege, al que
te ofendió. Esta es la marca de los que son hijos de
Dios.
2. Mete aqui tu dedo, y registra mis manos, etc. (3).
Muestra que es Dios y que estaba presente cuando To-
más hacia sus protestas. Si esto hubiera Tomás 'pensa-
do, hablarla con más cautela. Toma tú este remedio de
la divina presencia, para obrar y hablar cautamente.
2. Condesciénde en todo con las cosas que Tomás había
dicho. Añade con todo el aviso: Y no quieras ser incré-
dulo. Con esta suavidad ha de ser tratado un pecador.
(1) hann , 20. (2) lbId. (8) !bid.
DESPUÉS Da PASCUA 243
Pero también de modo, que con la reprensión quede en-
señado.
3. Respondió Tomás, y dijo: ¡Señor mío y Dios
mio (1)! Grandes afectos encerró en pocas palabras. Ni
el dolor, ni el amor le permitían hablar mucho. El do-
lor por la culpa; el amor al ver tanta benignidad en
Cristo, cuando merecla su indignación. Sefior le llama,
ä quien teme; Dios, ä quien ama. Conoces tú, ä la ver-
dad, que Cristo es tu señor; tu Dios; pero aún no le
miras como tu Dios y señor. Si es señor, ¿cómo no te-
mes ofenderle? Si es Dios, cómo no le amas sobre todas
las cosas?

SÁBADO
APARÜCESE CRISTO Á LOS DISCfPULOS EN EL MAR
DE TIBERfADES

1. Diceles Simón Pedro: Voy á pescar. Dicenle: Va-


mos también nosotros contigo (2). Maravillosa concor-
dancia es la de la caridad. Muestra uno su voluntad y
todos asienten ä ella. No quieras destruir la unión de la
caridad cuando la acción es licita y honesta. Admirable
es la fuerza del ejemplo, especialmente en un superior,
porque los súbditos ä su ejemplo se van. Si eres súbdi-
to, tienes los ejemplos de los mayores que seguir. Si
eres superior, tienes muchos ä quienes lleves con tu
ejemplo.
2. Y suben d la nave, y en aquella noche nada pes-
raron (3).Por disposición divina sucedió que nada co-
giesen aquella noche; para que aprendiesen que sin
Joann., 20. (2) Joma., 21. (11) lbid.
244 SEMANA IV
JESÚS nada podían, por más que trabajasen; y que en la
noche del pecado, de la mala intención y presunción,
se trabaja en vano y sin mérito. Para sacar, pues, fruto
de los trabajos, anda en la luz de la gracia y unido á
Dios con el pensamiento, con el afecto, con la intención
recta, y oracion.
3. Venida, pues, la mañana, se puso el Señor en la
ribera; mas no conocieron los discípulos que era JESÚS.
Diceles, pues, JESÚS: Hombres, ¿teneis algo que comer?
DIcenle: no (I). En la mar andamos, y en tinieblas,
mientras estamos en esta vida. Los que andan pescando
honras, deleites y vanidades, confesa-e algún día, aun-
que no sin dolor, que nada cogieron. Emplea, pues, de
suerte tu trabajo, que cuando te pregunte Dios ä su
tiempo: ¿Acaso tienes algo que comer? puedas decir:
Sehor, por vuestra gracia adquirí esto y aquello. Pre-
gunta, pues, Cristo, no para saber, sino para que ellos
advirtiesen después cuán inútil era su trabajo sin su pre-
sencia; cuán fructuoso con ella 6 con su ayuda. Sin Vos,
nada puedo, Señor.

DOMINGO IV DESPUÉS DE PASCUA


DESCÚBRESE CRISTO Ä LOS DISCfPULOS

1. Diceles: Echad la red á la mano derecha de la nave.


Echcíronla, y ya no podían traerla por la multitud de
los peces (2). El Señor lo mandó; y aunque no era co-
nocido aún, fué pronta la obediencia de los discípulos.
De aquí provino una pesca tan copiosa. Dios echará ben-
(1) Joma., 21. (S) 161S.
DESPUÉS DE PASCUA 245
diciones á lo que hicieres por obediencia. El Señor con
su poder juntó los peces al lado derecho, para que los
tuviesen allí prontos los obedientes. Dios es el que ha
de disponer las almas para que tä puedas pescarlas.
Esto no se hizo por arte ni industria, sino por pura pie-
dad del Señor. En nada confíes de ti, sino sólo de Dios.
Mandó echar la red á la mano derecha, para que apren-
das á obrar con santa, no con siniestra intención. Tra-
bajando así, lograrás bien tus trabajos.
2. Dijo, pues, aquel disciptilo á quien amaba JESÜS,
Pedro: El Señor es (1). ¿Por qué es Juan el primero
que conoce ä JEstis? San Jerónimo (2) lo dice así: JESÚS
estaba en la ribera, ni sabían los apóstoles á quien
veían; sólo el virgen conoció al que era virgen. La vir-
ginidad conduce mucho para conocer á Dios y las cosas
divinas. Bienaventurados los limpios de corazón, porque
ellos verán á Dios. 2. San Pedro Crisólogo (3) da otra
razón: El primero que ve es el amado, porque siempre el
amado mira con más vivacidad. Hazte, pues, digno por el
amor de que de Dios seas amado; y amándote así, El se
te manifestará. 3. Juan da á conocer al Señor á Pedro.
Lo que alcanzas de Dios comunícalo á otros sin envidia.
3. Simón Pedro, oyendo que era el Señor, se vistió
la túnica y se arrojó al mar (4). San Jerónimo (5) dice:
&No contento con haber visto, impaciente con su deseo,
despreciando la pesca, sin acordarse del peligro, luego
que ve al Señor en la ribera, le parece que tarda mu-
olio si espera á venir con los demás en la nave.» Así el
lervor ni sufre tardanzas ni teme peligros. Carea con
Joann., 21. (2) Lib. 1, conir. ¡ovil. (8) Semi. 78.
41 Joann., 21. (5) In Lun.., 24.
246 SEMANA IV
éste tu tibieza. ¡Qué lentamente, y que poco obras, aun-
que conozcas mucho! Deja tardanzas, quita impedimen-
tos. Pedro no se anegó ni tú te acabarás tampoco.

LUNES
PREPARA CRISTO COMIDA EN LA RIBERA, Y CONVIDA
Ä LOS DISCÍPULOS

I . Luego, pues, que llegaron á tierra, vieron puestas


brasas y sobre ellas un pez y pan (1). Miéntras están
pescando les prepara Cristo la comida. As! en estado
glorioso no se desdeña de ministerio tan bajo. Y tú, ¿te
desdeñarás, estando en carne mortal, de cualquier hu.
milde oficio? 2. No sablan los apóstoles de donde ha-
blan venido los peces que estaban ä asar (porque eran
muchos) y los panes, y como se habla dispuesto aquel
almuerzo. Quiso Cristo decirles con esto, que todas las
cosas le obedeclan, y que aquella misma pesca de tantos
Peces era beneficio suyo. Reconoce, si tienes algo bue-
no, que te viene de Dios. Vuélveselo, pues, ä El, y em-
pléalo ä gloria suya.
2. Diceles, pues, JESÚS: Traed de los peces que habeis
cogido ahora (2). Luego Pedro trajo ä tierra ciento y
cincuenta y tres grandes peces. Quiso Cristo que de la
multitud y grandeza de los peces, cogidos en una re-
dada sola, después del vano trabajo de toda la noche,
conociesen haberlos conseguido por gracia y beneficio
suyo, y así más se encendiesen en su amor. Conoce tú
también los beneficios que de El recibes, y muévete por
ellos ä amarle y convertirlos todos en su gloria.
(1) Joann., 21. (2) 'bid. •
DESPUtS DE PASCUA 247

3. Moles Jcsús: venid y comed (1). Colnidera la


suavidad y afabilidad de Cristo en convidarlos ä comer,,
y comer con ellos. Ama tal bondad. Dispuso el Señor
esta comida: Para retocilar del trabajo con esta benevo-
lencia á los discipulos, dice Eutimio. Pesca tú también
con solicitud las almas que nadan en este mar del mun-
do. Ten confianza que el Señor en la ribera de la pa-
tria te convidará á que comas y bebas 4 su mesa en su
reino (2).

MARTES
ENCOMIENDA CRISTO A PEDRO SUS OVEJAS

1. Habiendo, pues, comido, dice JESÚS á Simón Pe-


dro: Simón, hijo de Juan uímasrne tú más que éstos?
Él dice: Si, Señor, tú sabes que te amo. Dicele: Apa-
cienta mis corderos (3). Es destinado Pedro para supre-
mo pastor. Al que es tal le espera mucho trabajo, el
que nunca podrá llevar, si es que no tenga mucho
amor. Por esto dice san Agustín (4): Al tiempo que se
examina el amor se ordena el trabajo. El mayor, pues,
en la estimación de Cristo es el que más le ama. Tra-
baja tú, pues, para lograr esta mayoria. Ten en nada
las demás. Respondió Pedro: Tú lo sabes, escarmentado
ya para no creerse ä si mismo. Ni asegura: más que
éstos, acordándose de su presunción bien confundida.
Nunca te prefieras ä otros, porque falta el fervor y es
humillada la presunción.
2. Dicele segunda vez: Simón, hijo de Juan, ¡cimas-
me? Dicele, etc. (5). Repite la pregunta para sacar la
(1) Joann., 21. (5) Lun.. 22. Joann., 21.
14) Traci. 124 In Joann. (5) Joan,,., 21.
248 SEMANA
constancia del amor en el pastor de las almas. Sin ésta
ni tú gobernarás bien tu alma. ¡Dichoso Pedro, que
pudo responder: ¡Yo te amo! ¡Infeliz de mf, que deberle
responder: A. mi solo me amo, ä mis comodidades; em-
pleo mi amor en las criaturas! Y si alguna vez os amo,
¡qué prontamente os falto y me entibio! Mas no será ad
en adelante.
3. Dicele tercera vez: Simón, hijo de Juan, ¿atnás-
me (1)? Por qué se lo pregunta tercera vez? Optato
Milevitano dice (2): Para que no despreciasen con seve-
ridad los apóstoles al que habla negado cl Cristo. Ast
mira por la autoridad de los superioses. San Ambro-
sio (3): Porque tercera vez había negado, tercera vez
confiesa. ¿Cuántas veces le negaste tú? Cuantas pecaste.
Y ¿acaso le confesaste otras tantas por actos verdaderos
de viva fe y de amor? Acostúmbrate á semejantes actoe,
que son el origen de todo bien. Contristóse Pedro de
que tercera vez le preguntase; porque se acordó y re-
nové el dolor del pecado antiguo, •5 le asaltó temor de
si mismo; aunque nada le remordia. Teme tú también
de ti; porque no por eso eres justo, porque nada en ti
descubres de mal.

MIÉRCOLES'
PREDICE CRISTO EL MARTIRIO A SAN PEDRO

1. Cuando eras joven te ceñías y andabas por donde


quenas; mas cuando seas viejo, otro te ceñirá y llevará
á donde tú no quieras (4). Después del triplicado exa-
(1) J'osan., 21. (2) Coner. Parmen. (8) In Lue., 22. (4) Joann., 21.
DESPUPS DE PASCUA 249
men del amor, temió Pedro no fuese que así como des-
pués de la protesta de morir habla negado ä Cristo,
así no viniese ä caer después de la protestación del
amor. Cristo, pues, le hace saber que por su amor ex-
tenderla sus brazos en la cruz. Mientras yo no estoy
cierto que otro me ha de crucificar por el amor de Je-
sús, crucificaré mi carne con sus concupiscencias. Y si
de otro me viniere alguna mortificación, extenderé mis
manos para abrazarla.
2. Y habiendo dicho esto, le dijo: Sigueme. Vol-
viéndose Pedro, vid al otro discípulo (I). Profetizó la
cruz ä Pedro. Enseña como se ha de llevar en aquel:
Sígueme. Ten delante de los ojos mi ejemplo. Por esta
causa caemos con la cruz, y la dejamos porque no nos
ponemos ä huís delante. Miraré, pues, al autor, y con-
sumador Jesús (2). SI. Es llamado Pedro, siguele Juan.
El que ama no espera que le manden, sigue ä Je -
sús de suyo, y de grado. .Por qué le sigues tú tan
lentamente, sino porque le amas con tibieza?
3. A éste, pues, (ä Juan) como viese Pedro, dijo á
Jesús: De éste, pues, ¿qué ha de ser? Dijole Jesús: Si
yo quiero que permanezca así hasta que yo venga, ¿qué
te va á ti en eso? Sígueme tú (3). Es redargüida la
curiosidad de Pedro. ¿Cuánto mejor lo debe ser la tuya?
Indagas las cosas de los otros, lo que se hace en casa,
lo que sucede fuera: ¿Qué te va á tí en eso? Registras
lo que otros hacen, con quienes, y por cuanto tiempo:
¿Que te va á ti en eso? Mézclaste en ajenos negocios:
¿Qué te va á tí en eso? Lo que ä ti te toca es seguir ä
JESÚS. Atiende ä esto solo; lo demás déjalo ä Dios.
(1) Joann., 21. (2) Hebr. H. (8) Joma.,

250 SEMANA IV

JUEVES
APARÉCESE CRISTO, EN EL MONTE DE GALILEA,
MÁS DE QUINIENTOS DISCÍPULOS

1. Los once discípulos, pues, se fueron d Galilea á


un monte (1). San Pablo dice (2) que fueron allá más
de quinientos. Creo que movidos por la relación de las
mujeres y de los demás que afirmaban habla prometido
Cristo darse ä ver en Galilea. No restringuió Cristo su
caridad sólo á pocos; extiéndela si th-to_dos. Comunica
tú ä todos tu afecto, no ä un particular solo, en que hay
mucho de sensual. 2. Los apóstoles que hablan visto ä
Cristo, avisan ä los demás, para que también ellos par-
ticipen de tanto bien. Lo que se te dió á ti, comunicalo
sin envidia. 3. Considera los afectos y deseos de los que
estaban aguardando la vista del Señor.
2. En donde les había serialado Jesús (3). Observa
el divino JESÚS el lugar que señaló, y el tiempo de su
aparición, para cumplir fielmente su promesa. ¡Qué
fiel es Dios en cumplir lo que promete! ¡Qué poco fiel
le eres tú! ¡Cuántas cosas propones! ¡Qué pocas son las
que cumples! ¡Qué infiel es el mundo, y qué cuidadosa-
mente le sirves!
3. Y viéndole, le adoraron. Pero dudaron algunos (4).
Es á saber, de aquellos que antes no le hablan visto,
aunque antes supieron de los otros todo lo que había
pasado. Tal es la dureza de nuestro corazón á las ins-
piraciones divinas. ¡O Señor! sacadme este corazón de
(1) Matth., 28. (2) 2 Cor., 16. (8) Matth., 28. (4) Ibid.
DESPURS DE PASCUA 251
piedra. Al principio la duda fué de pocos; mas al fin la
adoración fué de todos, ¿con qué reverencia, humildad,
amor y gozo? Sube tú al monte de virtud más alta, para
merecer semejante consuelo.

VIERNES
DESTINA A LOS DISCfPULOS A LA CONVERSIÓN
DEL MUNDO

1. Y llegándose JESÚS, les dijo: A mi 8e me ha dado


todo el poder en el cielo y en la tierra (1). El que tenia
por derecho hereditario por razón de la unión hipostá-
tica como hijo natural de Dios, dice se le di6 por la
cruz y méritos de su pasión. Reconoce la fuerza de la
seria mortificación, por la cual se da poder en el cielo,
esto es, en la parte racional, y en la tierra, 6 en la ani-
mal, en donde residen los afectos desarreglados. Re-
conoce ä Cristo por Señor de todo el poder, adórale,
sujétate ä su poderlo. Ruégale que lo ejercite en ti por
medio de tus superiores, como conviene á gloria suya.
2. Yendo, pues, enseñad á todas las gentes (2). Pon-
dera aquel pues 6 luego. Porque se me ha dado todo el
poder; luego enseñad vosotros. ¡Qué consecuencia es?
O ¿cómo se sigue uno de otro? Es para mostrar Jesu-
cristo, que junta al sumo poder una voluntad igual; y
que, para hacernos bien, usa de su potestad; * y que
ä los que envia ä su obra, se la da y la comunica. Ama
tal bondad, que no experimentaste una vez sola. 2. En-
señad á todos. También te miró ä ti, pues á nadie ex-
cluyó. Si enseñas, enseña á todos: no desprecies al po-
( 1) Matth., 28. (2) Ibld.
25 2 SEMANA IV
bre; atiende tanto ä los miserables como ä los ricos, y
al parecer felices. Antes mejor ä aquellos; pues de ellos
tienes escrito: Lo que hicisteis á uno de estos hermanos
míos más pequeños, á mi lo hicisteis (1).
3. Bautizándoles en nombre del Padre, etc. (2). De-
rógase la rígida ley de la circuncisión, puesta para re-
medio del pecado original, 'y se instituye el bautismo,
más suave. Da ä Dios las gracias de que por la ley
evangélica te hizo suave su yugo, y su carga ligera. Re-
cibiste tú este beneficio del bautismo, de que carecen
tantos paganos. ¿Qué debes ä Dios por esto? Has sido
hecho de la familia de Cristo por cristiano. Mas nombre
tan especioso es de grande afrenta, si le faltan obras.
Vivirás, pues, como ä tu estado conviene, como es justo
ä un hijo de tan gran padre.

SÁBADO
CONTINUACIÓN DE LA INSTRUCCIÓN DE LOS
APÓSTOLES

1. Enseñándoles ci guardar todas las cosas que á vos-


otros os ordené (3). San Jerónimo sobre esto dice: «Or-
denó que enseñasen primero; después, que los lava-
»sen cbn el sacramento de la fe; después, que les orde-
»nasen lo que habían de observar.» Observar, dijo, no
saber; porque la guarda de los preceptos es el fin de
la ley evangélica. Todas las cosas, no algunas; porque
el que falta en una sola, es reo de todas (4). Observa,
pues de esto depende la salvación. Y sus mandamientos
no son pesados (5). Púsotelos por cierto el que te ama.
(1) Matth., 26. (2) 'bid. 28. (8) Ibtd. (4) Ja»., 2. (5)1 JoatuL, 6.
DESPUÉS DE PASCUA 253
2. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas
el (fue no creyere se condenará (1). Pondera bien qué
cosa sea condenarse, qué salvarse, y que uno y otro
pende de tu querer. ¿Quieres salvarte? Para esto nece-
sarios son la fe y el bautismo. Pero una fe, no muerta,
cual es la que carece de obras, sino viva, y por las obras
probada. Da gracias por el bautismo y por la fe. Pero
mira como la has de mostrar con las obras. Compa-
décete, y ruega por aquellos que están de asiento en las
tinieblas.
3. Las señales, pues, de los que creyeren, serán
éstas (2). Con milagros, dice, se ha de probar la fe,
como después se probó. Tú has de obrar éstos espiri-
tualmente. El modo te lo dice san Bernardo (3). 1. Lan-
zarán los demonios: cuando se echan los pecados del
corazón. 2. Hablarán nuevas lenguas: cuando faltan de
sus bocas los antiguos malos lenguajes. 3. Quitarán las
serpientes: cuando ahogan las envenenadas sugestiones.
4. Beberán sin daño la ponzoña: cuando sienten las
tentaciones, mas no las consienten. 5. Pondrán las ma-
nos sobre los enfermos y cobrarán salud. Esto es:
cuando á las afecciones enfermas las cubren con buenas
obras.

DOMINGO V DESPUÉS DE PASCUA


PROMETE ESTAR CON NOSOTROS HASTA QUE SE
ACABE EL MUNDO

1. Mirad que yo estoy con vosotros todos los días


hasta la consumación de los siglos (4) . Enviaba á los
(1) Maro., 18. (2) bid. (8) Seno. 1. de Ameno. (4) Matth., 28.
2 54 SEMANA
discípulos como ovejas entre lobos. ¿Cuántos trabajos,
pues, les aguardaban? Pero advierte el consuelo. Mirad
que estoy con vosotros. Este sea también tu consuelo: No
temas, porque estoy contigo (1). No para que nada pa-
dezcas, dice san Próspero (2), sino, lo que es mucho
más, para que no seas vencido de la crueldad de los más
fieros.
2. Yo estoy con vosotros, as! en cuanto Dios, como en
cuanto Dios hombre: en cuanto Dios, por la inmensidad.
Aunque no me veais, yo os veo, y observo lo que haceis.
Repara aquí un estimulo para bien obrar. Gran fervor
tendrás si miras los ojos de Dios siemilie-sobre ti pre-
sentes. En cuanto Dios hombre, por la presencia en la
Eucaristia. Pondera y ama beneficio tan grande.
3. Yo estoy con vosotros. 1. Por la grada habitual
que nos une con Dios. ¿Cuánto cuidado se ha de tener
de este lazo? 2. Por las gracias actuales, dando fuerzas
para obrar sobrenaturalmente. Pero en mi consiste tam-
bién el que sean eficaces. ¡Oh si siempre las aceptases!
¡Qué otro serias! 3. Por especial providencia, dirigien-
do ä cada uno al fin de su vocación. De tantos modos,
Señor, estais conmigo. Yo también estaré siempre con
Vos con el corazón y con la obra.

LUNES
APARÜCESE ÚLTIMAMENTE A LOS QUE ESTABAN
LA MESA EN EL CENÁCULO

1. Ultimamente se apareció á los once, estando pues-


tos á la mesa; y los reprendió de su incredulidad (3).
(1) Je,., I. (2) L. 1 de Voeat. gent., o. 1. (8) Maro., 18.
DESPUtS DE PASCUA 255
Advierte la humanidad de Cristo, que, aunque en cuer-
po glorioso, no se desdeña de ponerse con los discípulos
ä la mesa. En cualquier altura en que estés, guarda con
los demás igualdad. Aquella reprensión era de amor,
como de quien quería purificar más á los suyos. Ningu-
no se excusa aquí. ¿Cuándo recibirás la corrección de tal
suerte que la tengas por amor?
2. Voy-al que me envió (1). Aunque no se dice aquí
todo lo demás que habló, bien se puede creer que les
manifestarla era llegado el tiempo de partirse ya á su
Padre, y repetirla algunas cosas de las que dijo en la
última cena. Considera el dolor con que oirían esto,
viendo que hablan de ser privados de la presencia de
Cristo. Tú te debes doler más, si se ausenta de ti por-
que pierdes la gracia, que es cosa más perniciosa. No
busques devoción dulce y sensible; mas acerca de esto dé-
jate en las manos de Dios. Pero mira que no pierdas la
verdadera devoción y la. sólida.
3. Voy d g l. Por no contristar Cristo .å los suyos con
la repentina noticia de su partida, los dispuso poco á poco,
apareciéndoseles raras veces y por poco tiempo en su
carne gloriosa. Con mayor dificultad nos apartamos de
aquellos que comunicamos con más familiaridad y fre-
cuencia. De este modo te debes apartar tú de las cria-
turas, y de tus comodidades. Usa de ellas rara vez, y no
por largo tiempo, sino de paso: después carecerás de
ellas sin alguna dificultad.
(1) Joann., 16.
256 SEMANA V

MARTES
CONSUELA CRISTO Ä SUS APÓSTOLES ESTANDO
PARA PARTIR

1. A vosotros os conviene que yo me vaya (1). Tam-


bién creeré yo que repetia esto ä los discípulos tristes.
No dice: A mi me conviene, aunque muchisimo le con-
venia que después de la pasión gozase de su gloria y se
sentase ä la diestra del Padre, sino: 1—vosotros os con-
viene. Para que entiendan que así en carne pasible como
gloriosa, no se atendió ä si sino ä los suyos; y que lo
que aún ahora hace, todo por tu bien lo ejecuta. ¿Así,
por ventura, no es justo que no te pongas ä ti por fin
de tus propias operaciones? ¿No es acaso debido que todo
lo que haces lo hagas sólo por Dios, que todo lo hace
por tí?
2 • Porque si no me partiere, el Espíritu santo no
vendrá á vosotros (2). Amaban los apóstoles ä Cristo aún
con amor de carne; y en esto se amaban ä si mismos.
Convenía que lo que tenían de sensual lo convirtiesen
en espíritu, y se perfeccionase su fe, su esperanza y su
caridad. Quiere Cristo, pues, ser amado con amor tan
puro y tan espiritual, que el afecto que se le tiene, mez-
clado con amor propio, no impida al Espíritu santo. Y
¿cómo no le impedirán tantos desordenados afectos? La
mente ocupada no admite la plenitud de la gracia, dice
san Bernardo (3).
(1) Asan., 18. (8) !bid. (8) Seria. 6 de Memo,
DESPUÉS DE PASCUA 257

3. Pero si me fuere, yo os le enviaré (1). La venida


del Espíritu santo pendia de la subida de Cristo al cielo.
Así lo decretó Dios, para que una consolación aún car-
nal se destruyese, y se diese otra del todo espiritual. Y
creo que aun ahora está decretado por Dios, que nadie
guste con suavidad las cosas celestiales y del espíritu,
si no se priva de las terrenas y carnales. Repara tú,
¿qué es lo que te lleva tras si? ¡qué afectos de tierra y
carne! Y sabes que ésos son los que te impiden el gus-
to de las cosas espirituales. Tendráslo en éstas, si dese-
chas aquéllas. •
MIÉRCOLES
SACA 11. LOS DISCÍPULOS AL MONTE OLIVETE

1. Estaos quietos en la ciudad hasta que seais vesti-

dos de la virtud de lo alto (2). Pondera las palabras,


penetra los misterios, repara la disposición que se te
pide para recibir al prometido Espíritu santo. 1. Amo-
nesta se estén quietos. Dando ä entender que no se debe
dejar inquietar la paz del ánimo poi las criaturas y sus
pasiones. Y esto es lo más necesario. 2. En la ciudad.
Que se ha de mantener la paz aun entre los que están
envueltos, y atentos solamente ä sus negocios. 3. Hasta
que. No ,serula tiempo, para avivar el deseo y para que
se conformen con la divina disposición. 4. Seais vestidos
de la virtud. Para que conozcamos que estamos del todo
desnudos sin el Espirita santo, y que sin Él nada pode-
mos, y que de Éste solo pende toda nuestra virtud. Con
ésta, pues, aun ahora resiste á tus enemigos.
Joann , 16. (2) Luc , 24.
AVANCINI 17
258 SEMANA V
2. Sac6les, pues, fuera á Bétania (1). A Betania se
encamina, como se puede creer, para despedirse de
Marta y Magdalena, y llevarlas ä ver su triunfo. Repa-
ra cuanto fué lo que las amó. Pero merecieron ser ama-
das: una por el hospedaje que dió á JESÚS, otra por la
contemplación. ¡Cómo no se olvida Dios de los obsequios
que le haces! ¡Cómo te _ olvidas tú de las gracias que
recibes!
3. Al monte que se llama Olivete (2). Imagina cuáles
serian los afectos de los apóstoles que acompañaban á
Cristo, de gozo, mezclado con dolor; cuáles sus lágri-
mas al despedirse; cuáles y cuán suaves los ósculos de
sus llagas. ¡Qué súplicas le hallan! etc. 2. Sube al
monte Olivete para subir de allí ä los cielos. Considera
que alli empezó su pasión, y entiende que las adversi-
dades son el principio de la gloria. No irás, pues, ála
gloria por las delicias del mundo y gustos de los senti-
dos. Di, pues, con santa Teresa: O padecer ó morir.

. JUEVES
DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

1. Levantando las manos los bendijo (3). No consta


con qué palabras los bendijese. Puede pensarse que la
bendición fué la misma que les di6 en la cena (4). Pa-
dre santo, guárdalos en tu nombre á éstos que me diste,
para que sean una misma cosa así como tú y yo. La
bendición, pues, de Cristo es eficaz, dando las mismas
gracias que en ella ruega y anuncia. 10 Padre do!
(1) Lao., 24. (2) AoL, 1. (8) Lao., 24 (4) Joann., 17.

DESPUÉS DE PASCUA 259


bendecidme ä ml también con la bendición celestial, no
con la terrena, porque ni sacia, ni da gusto verdadero.
2. Viéndolo ellos se fué levantando (1). No viendo
precisamente, sino, como suele acontecer á los que mi-
ran una cosa extraña, admirable y gloriosa, le acompa-
ñaban con afectos de admiración, gozo y deseo. De
donde puedes creer que cada uno decía: Llévame en pos
de ti (2). Acompáñalos tú también. Se elevó, no arreba-
tado en un momento, para que ellos por algún tiempo se
ocupasen en sus afectos, que los momentáneos no echan
ralees. Los que tú ejercitaren en la oración ast han de
ser: actúalos y foméntalos aquel dia; però esto muéstra-
lo en la práctica.
3. Humillóse á si mismo, etc. Por lo cual también
Dios la exalté (3). Entonces empiezas ä subir al cielo
cuando te humillas. A la verdad, el haber subido, ¿qué
es sino porque bajó (4)? Esto prometió Cristo á la hu-
manidad. El que se humilla será ensalzado (5). Y tanto á
más alto lugar será la subida y exaltación, cuanto mayor
fuere la humillación. ¿Puedes tú, por ventura, prome-
terte la subida al cielo por el camino que hasta atoe Re-
para bien los caminos del Señor, y síguelos.

VIERNES
APAR tCENSE DOS ÁNGELES QUE PREDICEN LA
SEGUNDA VENIDA DE CRISTO

1. Y una nube le recibió, quitándosele de sus ojos (6).


Envolviendo en si la nube el objetó más agradable á la
(1) A44„ 1. (8) Cant., 1. (8) Pile., 2. (4) Ephes., 4.
(8) tue., 14. (8) Aot.,
260 SEMANA y

vista, y la materia única de alegría, se la ocultó á los


ojos. La cual nube podemos pensar formó al el Sefior,
y que no era de las comunes del aire. Dios es el que al-
gunas veces pone en nuestro entendimiento una nube
para que no penetremos las cosas divinas; no sea que
sólo atentos á la contemplación, no nos demos á las
obras de caridad con los prójimos; 6 para que más le
agrademos en la misma desolación sufrida con humil-
dad. Pero mira no haya en ti otras nubes que forman
las pasiones y malos afectos, que impiden el ver ä Dios.
Venid, Austro celestial, y disipad tales nubes.
2. Y estando ellos mirando al que se_ibá al cielo, con-
sidera como aparecieron allí dos mancebos y dijeron: Va-
rones de Galilea, mara qué estais parados aquí, miran-
do al cielo (1)? Después que se ausentó Jesús de los
ojos de los discípulos, son reprendidos éstos, lo 1. Por,-
que se están parados. En esta vida siempre estamos de
camino; no habernos, pues, de estar parados y ociosos,
sino que habernos de ir caminando siempre de virtud en
virtud. 2. Porque se están mirando al cielo. A éste no
se va mirando sólo, y aun sólo deseando. Se ha de tra-
bajar para lograr tal reino, porque padece fuerza. Pero
tú tal vez ni aun mereces tal reprensión; pues raras ve-
ces ni aun con sola la intención miras al cielo. DI aho-
ra, pues: De aqui adelante mis ojos mirarán siempre al
Señor (2).
3. Este JESÚS, que recibid el cielo y se ausenté de vos-
otros, asá vendrá (3). Excitan la memoria de la segunda
venida para juzgar: Así vendrá, dicen: en cuanto ä la
majestad si, pero no en cuanto al fin. Ei que ahora se va
(1) Ad., I. (2) Inealm., 84. (8) .881., 1.
DESPUES DE PASCUA 261
al cielo para ser nuestro abogado, vendrá entonces para,
ser nuestro juez. Quieren, pues, que quede fija en nues-
tra memoria su venida ä juicio, al tiempo que se ausen-
ta JESÚS, para que temamos ofender al que hemos de
tener por juez. Sigue pues, al que sube, de modo que
no le temas cuando juzgue.

SÁBADO
DEL TRIUNFAL ACOMPAÑAMIENTO DE CRISTO
AL CIELO

1. Subiendo á lo alto llevó cautiva la cautividad (1).


Acompañan al Señor cuando sube, les almas santas del
limbo, cautivas con prisiones de amor, y hacen augusto
su triunfo. Acuérdense de las angustias que pasaron; ven
su libertad, y se alegran. Júntate tú á aquel acompaña-
miento. Mira qué amables son los tabernáculos del Señor
de las virtudes, y se te hará vil y despreciable la tierra.
Aspira ä la libertad de los hijos de Dios, tú que estás
aprisionado con las cadenas de tus concupiscencias.
Aprende finalmente, que un varón apostólico ( á pro-
porción todo cristiano), no debe subir solo y sin acompa-
ñamiento al cielo, sino que ha de llevar consigo muchas
presas de, almas libertadas del abismo.
2. La carroza de Dios rodeada de más de diez mil
millares de los que se alegran (2). Salen los ángeles al
encuentro del Señor en su triunfo. Denle parabienes como
ä vencedor, poe haber vencido al infierno; como á pas-
tor, por haber hallado la oveja que se habla perdido;
como á padre de los hombres, por haber recobrado al
(I) Psalm. 67. (2) Ibid.
262 SEMANA VI
hijo pródigo, etc. Felicita con ellos ä Cristo. Pondera de
cuánta importancia fué este triunfo. Reconoce que tú
también has sido sacado del infierno; que tú eres aque-
lla oveja que te descarriaste perdida tras los errores de
tus concupiscencias; el hijo pródigo que malbarataste
todo el patrimonio. Alégrate, dale gracias, haz propó-
sitos.
3. Subió Dios en alegría (I). Considera cuáles serian
las voces de los que se alegraban. Dirían las almas aque-
llo que oye el Triunfador entre todo con más gusto: Re-
dimístenos, Señor Dios, con tu sanerk(2). Cantarían
los ángeles: Digno es el Cordero, que fué muerto, de re-
cibir la corona; etc. (3). Tú con éstos y con aquéllas
aplaude también ä Cristo. Conoce con ellas haber sido
también redimido con aquella misma sangre. Reconoce
por aquí tu nobleza: no degeneres de ella. Aprende de
ellas que la corona se da al que es muerto, para que tú
mates también al hombre viejo.

DOMINGO VI DESPUÉS DE PASCUA


LA ENTRADA TRIUNFANTE DE CRISTO EN EL CIELO

1. Padre, perficioné la obra que me encomendaste


que hiciese; ahora, pues, clarifícame tú, Padre etc. (4).
Imagina que dijo Cristo estas 4 semejantes palabras lue-
go que se puso en la presencia de su padre. Represén-
tale su cumplida obediencia, muéstrale sus llagas, ofré-
cele las almas por despojos, y por eso pide la gloria.
Haz cuenta tú que te pones en la presencia del mismo
(1) Pitaba. 48. (2) Apdo, 6. (8) Ibld. (4) Usan., 17.
DESPUÉS DE PASCUA 263

padre. ¡,Podrias con verdad decir: Perficiond la obra?


¡Cuán imperfecta es tu obediencia! ¡Qué poco sufres por
Cristo! ¡Qué filo eres en procurar la salvación de tus
prójimos! Obra, pues, de modo, que cuando llegue ¡ahora
puedas decir lo mismo al eterno Padre.
2. El Señor dijo á mi señor: Siéntate á mi dies-
tra (1). Cree que á la humanidad de Cristo se le di6 la
diestra del Padre; que fué adorada de los ángeles y bie-
naventurados con el culto propio de Dios; que fué man-
dada sentarse para significar su majestad, su poder y ex,
celencia sobre todas las criaturas. Aqui, pues, ha sido
coronado de gloria y honor tu hermano. Él es el mismo
que se humillé á ei mismo hecho obediente hasta la
muerte. Mas por eso le ensalzó Dios, para que sepas
que la humildad es camino cierto de la gloria.
3. Está sentado d la diestra de Dios (2). para man-
dar y para juzgar. Pero nada mandará sino lo que El
hizo. Para hacernos más suaves sus mandatos, los sazo-
nó con su ejemplo. ¿Qué duro será el siervo que se des-
deñe de aplicarse á aquellas obras de que no se desdeñó
su señor? Pero ¿cuántas veces te desdeñaste tii? Juzgará
en verdad, lo escondido de los corazones. Si no le amas
padre, hermano y señor, témele juez. Si engañas al
hombre, ä éste no podrás engañar.

LUNES
FRUTOS DE LA ASCENCIÓN DE CRISTO

1. Levantad. príncipes, vuestras puertas; y abríos,


puertas eternales (3). El primer fruto es habernos abier-
( I) Paalm. 109. (2) Coloso., 8. (8) Pealm. 28.
264 SEMANA VI'

to Cristo las puertas del cielo con su ascensión, que nos


habla cerrado la culpa, para que podamos entrar en la
gloria, si queremos. Considera cuales fueron los lamen-
t4k de los padres cuando ellas estaban cerradas. Cuáles
MI gozos cuando las vieron abiertas. Alégrate tú de este
beneficio que se te hizo ä ti también. Mas ¡qué monstruo
tan horrible es el pecado, que él solo puede cerrarte
aquellas puertas! Huye de él, detéstale; no sea que cuan-
do llames á ellas se te diga: Cerrdse la puerta. Clausa
est janua (1).
2. Voy á aparejaros el lugar (2). Otro fruto de la
ascensión de Cristo es disponemos ellear. As! et que
quiso que nos sirviese su pasión y muerte, quiso tam-
bién que su gloria nos aprovechase, para que, donde es-
tá nuestra cabeza, estuviésemos también nosotros, que
somos sus miembros. ¡Qué bueno es Dios, que todo is
mio! ¿Quieres tú también ser todo de Dios? ¿Quieres
serio por la infamia y la buena fama? ¿Por el lustre, asl
como por la vileza? Todo esto, ä la verdad, te merece
Dios, á quien tan obligado estas.
3. Tenemos por abogado con el Padre á Jesucristo,
justo (3). Este es el tercer fruto. Tantas veces reos,
habiendo recaido tantas veces, tenemos un abogado que
pide por nosotros, y muestra sus llagas al Padre para
mitigar con su vista la ira que merecemos. Hazte digno
tú, y déjate todo á su cuidado, para que abogue por ti.
Mas advierte, que no ruega por el mundo (4). Por eso
no vivas según sus leyes, si según las de Cristo.
(1) Matth , 215. (2) Joann., 14. (8) 1 Joann., 2. (4) Joan., 17.

DESPUÉS DE PASCUA a65

MARTES
DE _NUESTRA ASCENSIÓN

1. Dispuso ascensiones en su corazón en el valle de


lágrimas (1). La ascensión de Cristo nos convida á la
nuestra. asta no es una sola. 1. En el valle de lágri-
mas, ó en purgar el alma. Para esto sube sobre los ca-
ballos de tus indómitas pasiones: elles nos levantarán si
estuvieran debajo de nosotros, dice san Agustin (2). Por
aquello subes, que pisas. Pisa, pues, al mundo y á ti
mismo con generoso desprecio.
2. Irán de virtud en virtud (3). La otra ascensión es
por .el otro aprovechamiento en la virtud. No hay en és-
te término señalado. Porque aquellos ä quienes se dice:
Sed perfectos como vuestro padre celestial (4), siempre
tienen á donde caminar. Cada dia, pues, se ha de poner
en esto el conato, se ha de lograr toda ocasión. Y ¿cuán-
tas dejas pasar tú, que no volverán jamás? Excita en ti
nuevo fervor.
3. ¡fasta que se vea el Dios de los dioses en Sida (5).
La tercera ascensión es por unión, cuando llegas á tal
estado que Dios sea por ti todas las cosas, y nada quie-
ras fuera de Dios, nada ames y nada temas. ¡Oh, cuán-
do subiré ä este monte del Señor! ¡Oh, cuánto amo aún
las cosas terrenas! ¡Cuánto á mi mismo! ¡Qué fácilmen-
te me aparto del bien, sólo por humanos respetos! ¡O
Dios mio, y todas las cosas!
(1) Pealm. 83. (2) Sena. 178. (8) Psalm. SS. (4) Matth., 5.
1/4 5) Psalm. es.
266 SEMANA VI

MIÉRCOLES
DE LA VUELTA DE LOS DISCfPULOS Ä JERUSALÉN

1. Y ellos, después de adorar, se volvieron á Jerusa-


lén (1). Obedecen ä la amonestación de los ángeles, de-
jan aquel lugar en que con gran gozo suyo por más
tiempo se estuvieran. Si te mandan mudar lugar, si te
señalan otro con incomodidad tuya y_ privación del con-
suelo de tu espíritu, atiende al mérito—de la obediencia.
2. Adorando, besando las huellas señaladas. Adora las
huellas de las virtudes de Cristo, con deseo de andar por
ellas.
2. Con grande gozo (2). Por haber visto la gloria del
Señor, por haber recibido su bendición para los trabajos
que, esperan, con ella prosperaría el Señor; porque, ha-
biéndoles prometido que iba ä aparejarles el lugar, es-
peran también que á su tiempo hablan de subir á él. Los
siervos de Dios en estas cosas se alegran, no en las va-
nas y dañosas del mundo.
3. Entraron en el Cenáculo, y allí permanecían (3).
Obedeciendo al mandato de Cristo, que les mandó se
volviesen á Jerusalén. 2. Por el conocimiento de su fla-
queza, no fuese que, saliendo en público, cayesen, por
no estar aún fortalecidos con la virtud de lo alto. Cono-
ce tú también cuán poco puedes sin Aquél que lo puede
todo. Y para que puedas algo, junta á su omnipotencia
tu flaqueza.
(I) Lao., 84. (8) Ibld. (8) ict., 1

DESPUÉS DE PASCUA 267

JUEVES
DE LA ELECCIÓN DE SAN MATÍAS

1. Conviene que se cumpla la Escritura. Reciba otro


su obispado (1). Para que en lugar de Judas sea otro
substituido. Advierte la providencia de Dios, que no per-
mite falten en su iglesia ministros hábiles, ni en las re-
ligiones siervos suyos; y cuando alguno falta y la deja,
provee otro en su lugar. Entraste tú también en la re-
ligión en lugar de otro que murió. Está en temor y hu-
mildad, viendo que cayó un apóstol. * Entraste tú, ca-
tólico, en la Iglesia verdadera en lugar de otro que faltó
en la fe. Teme lo mismo.
2. Y propusieron dos, José y Matías, y orando, dije-
ron: Tú, Señor, muestra al que has elegido (2). Repara
el medio de una buena elección, la oración é indiferen-
cia á la disposición divina. Sin estos medios ¡qué mal
elegiste muchas cosas! ¡Cuánto mejor hubieras elegido
si los hubieras puesto!_ Escarmienta, pues, en cabeza
propia.
3. Y echaron suertes sobre ellos, y cayó la suerte so-
bre Matías (3). Es antepuesto ä Bärsabas, Matias: ni
éste se engrle, ni aquél murmura; aunque acaso pare-
ciese que debla ser preferido por ser nombrado prime-
ro y honrado con el nombre de justo. Uno y otro se so-
meten ä la ordenación de Dios. Tú, si eres antepuesto á
otro, sé Matlas; si eres pospuesto, sé Bärsabas, sé justo.
(I) Aok., 1. (2) Ibld. (S) bid.
268 SEMANA VI

VIERNES

DE LA EXPECTACIÓN DEL ESPiRITU SANTO

1. Estaos quietos en la ciudad (I). Para cumplir este


mandato de Cristo, se apartan los apóstoles de la con-
versación y de todo trato y negocios con la gente, por
esperar el Espirito santo que Dios les habla prometido.
Así estaban aquellos días abstraidos de las cosas del si-
glo, de todo comercio con los hombres. El Esplritu san-
to es lengua de Dios, pero: No se oyti.n.los encuentros
de las calles ni se percibe en las plazas. Se ha de reco-
ger uno de las cosas exteriores ä las interiores, si quie-
re percibirla. Deja, pues, distracciones, y entra dentro
de ti. El alma distraida no está con Dios. Si esto hicie-
ron aquellos ä quienes reveló Cristo la venida del Espí-
ritu santo, ¿cuánto más te toca á ti el hacerlo?
2. Hasta que seais vestidos de la virtud (2). En aquel
espiritual recogimiento aguardaban aquel, hasta que.
Porque creyendo con certeza que habla de venir el Es-
piritu santo, ignoraban el tiempo, la hora de su venida;
y le esperaban de modo que siempre los hallase preve-
nidos. En la dilación estaba la longanimidad y la pacien-
cia, la igualdad del ánimo é indiferencia, con un ardien-
te deseo de que viniese entonces cuando fuese el gusto
de Dios. Debes estar tú también indiferente, para tener
6 no tener consuelos espirituales; y poner sólo la mira
en que se haga la voluntad de Dios, sin atención á tu
deseo y gusto.
(1) Ldo., 24. (2) Ibld.
DESPUÉS DE PASCUA 269
3. Estaban perseverantes en oración (I). No ignora-
ban aquello: Dará el Espíritu bueno á los que se lo pi-
den (2). Por eso en aquel retraimiento vacaban ä la ora-
ción. Persuádete que le pidieron por varios títulos como
lumbre de corazón, ya para alumbrar sus corazones, ya
los ajenos; como llama, para encender sus corazones y
los de los prójimos en el amor de Dios; y también para
todo lo que pertenece ä la vocación apostólica. Con la
oración traes ä ti el Espíritu santo. Está cierto, que si
le pides como debes, le recibirás.

SÁBADO
PECULIAR PREPARACIÓN DE LOS APÓSTOLES, PARA
RECIBIR EL ESPÍRITU SANTO

1. Estaban todos perseverantes (3). De donde se saca,


que ni Tomás falta después de haber experimentado de
cuánto bien se priva el que se aparta de la comunidad.
Aquel sale grande santo, que observa lo que es ordina-
rio y comán de la religión. De esto nadie se debe apar-
tar, ni aun por causa de mayor espiritual comodidad,
pues por la singularidad pierdes las gracias comunes, y
por ese defecto mereces no recibir las singulares. Allí
has de estar, en donde están todos los hijos de Dios.
2. Estaban perseverantes unánimemente (4), en suma
concordia y con sentimiento de los ánimos, lo que se
dejó ver en la elección de san Matías. El cual vinculo de
caridad no rompe la numerosa multitud de los congre-
gados, ni la diversidad de naciones, ni la discrepancia
(1) ME., 1. (9) Idao., 11. (8) Aot., 1. (4) Ibld.
270 SEMANA
del genio natural. Todo esto allí se vela; porque tenían
todos un solo corazón, y un alma (1). El Espíritu santo
es esencial amor y lazo de caridad. ¿Cómo puedes espe-
rarle, si rompes este lazo? ¿Si con ofensa de muchos te
unes ä uno solo? ¿Si huyes de los de diverso genio y
nación, etc.?
3. Con las mujeres y MARIA, madre de JESÚS (2).
MAMA, como enseñan los teólogos, mereció que se apre-
surase la Encarnación, y es lícito presumir que también
alcanzó se acelerase la venida del Espíritu santo. Efica-
cisima es su oración para con su hijo. Es creible que los
apóstoles juntaron sus oraciones con -lai suyas. Concibe
un aprecio grande de la santisima Virgen; del aprecio,
amor; y del amor, confianza. Encomiéndala tus oracio-
nes, para que las ofrezca ä Dios, y sean así dignas de
que puedan parecer en su presencia.

DOMINGO DE PENTECOSTÉS
DE LA VENIDA DEL ESPIRITO SANTO EN FORMA
DE VIENTO

1. Al cumplir los días de Pentecostés estaban todos
juntos en el mismo lugar (3). No carece el tiempo de
misterio. El dia era el mismo en que en otro tiempo se
dió la ley de temor, ä la que sucede la ley de amor,
que el Espíritu santo viene ä escribir en los corazones
de los fieles, para que se haga por ella suave el yugo
de Cristo, y su carga ligera. A la verdad, al que ama
nada se le hace dificil. ¡Oh, si hoy también viniera ä
(I) Aot., 4. (2) lbld. 1. (2) Ibld. 2.
DE PENTECOSTÉS 171
ml y escribiera su ley en medio de mi corazón (I), para
que sirviese á Dios, no por necesidad servil, sino por
amor filial!
2. Sobrevino de repente del cielo un sonido como de
aire, que soplaba con vehemencia (2). Pondera las pa-
labras: Sobrevino un sonido, tal que ocupase y llegase
á todos, y si alguno estaba descuidado, le hiciese aten-
to. ¡Qué profundamente estoy yo dormido, que con un
sonido tal aún no despierto de repente! porque la visi-
tación del Espirita santo no tiene hora cierta; y como
siempre se ha de desear, asl se ha de aguardar siem-
pre. Del cielo, de donde viene todo don, esto es, el
Hijo; y la dádiva perfecta (3), esto es, el Espirita san-
to. Como espiritu: quiere decir: aire, viento; cuyas di-
versas propiedades puedes considerar como le convienen
al Espirita santo. Vehemente: para denotar el Impetu
con que impele nuestros corazones ä los actos de las
virtudes. ¡Oh de cuán vehemente espirita necesito yo,
que estoy tan entorpecido! ¡Venid, 6 santo y divino Es-
píritu! Meced con tal aire el huerto, esto es, mi co-
razón.
3. Y llenó toda la casa, en donde estaban sosega-
dos (4). Significase aqul la abundancia de los dones de
que Dios llena la Iglesia, de la cual ninguno que está
en el Cenáculo, 6 en ella, es excluido. Ruégale que llene
toda la casa de tu alma. Abre sus ángulos y escondrijos
para que pueda penetrarlos. Pero no la llenará, si tú
también no te pones sosegado por la paz interior y com-
posición del ánimo. No llena por cierto un alma va-
gueante y derramada en cosas exteriores.
(I) Poalm., 89. (2) Aot., 2. (8) Jao., 1. (4) Aot , 8.
271 SEMANA

LUNES
DE LA VENIDA DEL MISMO EN FUEGO Y LENGUAS

1. Les aparecieron lenguas esparcidas (1). No se


daba el Espíritu santo ä los apóstoles como una cosa
inútil y ociosa, sino para que se formasen predicadores
de la ley nueva. Por eso se les di6 en figura de len-
guas, y para que también publicasen las grandezas de
Dios. Tú colige por tu lengua si tienes en. tu corazón al
Espíritu santo. De la abundancia dek-,corazán habla la
lengua. Los sentimientos que profieres, los fragua pri-
mero tu corazón. Si descubres que no le tienes, procura
tenerlo, y corregirás la lengua.
Como fuego (2). En otras ocasiones apareció de-
bajo de otras figuras, como de nube, de paloma, de
río, etc.; ahora en forma de fuego con que los após-
toles fuesen iluminados 6 ilustrasen á otros; fuesen ellos
encendidos, y ä otros encendiesen, y purificasen las
almas de los pecadores; que son los dotes principalisi-
mos de un predicador evangélico. ;Oh cuánta necesidad
tienes de este fuego, para que se esclarezcan tus tinie-
blas y salgas de los errores en que estás tanto tiempo
hace! ¡para que seas encendido en el amor así de Dios
como del prójimo! ¡Venid, ó santo Espíritu! encended
en nuestros sentidos vuestra luz; infundid vuestro amor
en nuestros corazones.
3. Y se sentó sobre cada uno de ellos (3). San Gre-
gorio Nacianceno dice (4): Este sentarse explica la dig-
(1) Aot., 2. (2) Ibld. (8) Ibld. (4) Orat. 44 de Peat.

DE PENTECOSTÉS 273
nidad real en el Espíritu santo, con la que dominé
aquellos corazones. Sentóse para no levantarse jamás,
siendo confirmados en gracia los apóstoles. ¡Oh si este
divino Espiritu lograra en tu corazón semejante digni-
dad! ¡Oh si te confirmara á ti, tan vario y tan mudable,
de este modo! En ti dominará, si tú 'quieres, si no per-
mites que te domine la carne, si obedeces ä sus inspi-
raciones. Te confirmará sin duda, si quieres, firme y
constantemente. Todo pende, pues, de tu cooperación á
su gracia.
MARTES
DEL FIN PORQUE Ftlg ENVIADO EL ESPfRITU SANTO

1. Yo rogaré al Padre, y os dará otro paráclito, el


Espíritu de verdad qué no puede recibir el mundo (1).
El fin es para ser parác/ito, esto es, consolador. Con-
suela, pues, en cuanto es el Espíritu de verdad, que dis-
cierne lo falso de lo verdadero. Las cosas que nos afli-
gen, por la mayor parte son ficciones de la imaginación,
todas falsas. Procura descubrir su verdad, y hallarás
pronto el consuelo, pues verás que fueron unas vanas
sombras.
2. Cuando viniere, pues, aquel Espíritu de verdad,
toda verdad os enseñará (2). El segundo fin es dar in-
teligencia ä los apóstoles de todas aquellas cosas que
Cristo les enseñó, 6 clara ú oscuramente, que son las
que hablan de plantar en la Iglesia. Advierte cuánto es
el cuidado y providencia de Dios en desterrar los erro-
res de los entendimientos de los suyos. El entendi-
(1) Joann., 14. (2) 11)1d. 16.

AVANCINI I8
274 SEMANA
miento es el que gula bien ó mal ä la voluntad. jCuanto
importa que éste descubra los engaños, y sea fecundo
de los sólidos principios de la verdad,. para que no en-
gañe á la voluntad con principios de carne y mundo!
¿Cuáles son, pues, los principios en qué estribas? ¿Qué
conformes son á leverdad?
3. Cuando El viniere, argüirá al mundo de pecado,
de justicia y de juicio (1). Ei tercer fin es reprender
al mundo, por medio de los apóstoles, para que se co-
rrija. ¿Por qué causa se atribuye al Espíritu santo el
- cargo de reprender, cuando es el Espíritu de amor? Para
que se advierta que toda refirensiffirse ha de hacrr con
espíritu de amor y blandura. Nota, pues, tres cosas, de
que ha de reprender: del pecado de incredulidad; de
justicia, por tenerse el mundo por justo; de juicio, por
hacer al demonio príncipe de este mundo. Mira bien
que fe sea la tuya. Cuando se maestre por las obras; si
acaso eres justo sólo por una falsa estimación. Mira si
das oidos á los sugestiones del diablo.
MIÉRCOLES
LO QUE OBRÓ EL ESPIRITU SANTO EN LOS
APÓSTOLES

1. Vosotros, pues, seréis bautizados por el Espíritu


santo (2). Bautismo se llama el darse el Espíritu santo,
para significar que se dieron por El á los apóstoles los
principales efectos del bautismo, que son la remisión
de los pecados y su pena, la gracia, la caridad perfec-
ta, la unión con Dios y todos los hábitos de las virtudes
(1) Joann., 12, (2) not., 1.
DE mrrsconts 275
sobrenaturales. ¡O suerte feliz la de los apóstoles!
la tuya! &Cuántas de estas cosas te faltan? ¡Venid, 6
santo Espiran! Ilenad'de la gracia de arriba los pechos
que Vos criasteis.
2. La caridad de Dios se difundid en nuestros cora-
zones por el Espíritu santo (1). Esta caridad es la que
concibieron los apóstoles para la conversión-de todo el
mundo por la gloria de Dios sin miedo de peligros, de
tormentos y muertes, los que antes se llenaban de pa-
vor á la voz de una criada, 6 por el miedo de la muerte
huían. ¿Hay en ti, por ventura, tal 'celo de la gloria
de Dios? ¿Buscas almas para salvarlas? ¿Buscas la tuya?
Pero ¿qué dificultades vences por ella? Mas qué som-
bras hay que no temas?
3. Empezaron á hablar en varias lenguas (2). Para
que pudiesen predicar á todas las gentes el Evangelio,
les dió el Espíritu santo el don de las lenguas todas.
Dióles también gracias congruas para el fin de su voca-
ción. Así lo hace Dios con todos. A los que llama, los
hace aptos para llenar el fin de su llamamiento. Ni á ti
te faltará, con tal que uses de los mädios que te sugie-
re. En esto por lo comán está nuestra falta. ¡Oh qué
grande serás si los pones en ejecución!
(I) Rom., 5. (4 AM., 2.

276 SEMANA

JUEVES
LO QUE HICIERON LOS APÓSTOLES POR EL
ESPIRITU SANTO

4. Empezaron á hablar en varias lenguas, según el


Espíritu santo se lo concedía (1). Recibido el Espíritu
santo, salen los apóstoles llenos de fervor, predican
las grandezas de JEsús crucificado. Antes idiotas, ahora
llenos de sabiduria; antes timidos y pusilánimes, ahora
despreciadores de los tormentos •y,de la muerte. Aquel
ä quien mueve el Espíritu, nada teme cuando obedece
ä su motor. Cuando sintieres su moción, no te deten-
gas. No tienes que temer: el que lo manda dará el fin
deseado.
2. Pasmdbanse todos, y se admiraban. Mas otros ha-
ciendo irrisión, decían que estaban llenos de vino (2).
Fué cosa, ä la verdad, digna de admiración, aquella sa-
biduría, aquella pericia de lenguas, la elocuencia en
explicar los misterios, el celo y la fortaleza. Pero nada
hay que no puncen las malas lenguas. Hacen burla de
ellos como de embriagados. Cuando obrares con la ma-
yor perfección, también otros hablarán de ti perversa-
mente. Pero así como por esto no dejaban los apóstoles
de proseguir en lo comenzado, tampoco has de desistir
tú de lo bueno que hicieres. Por las hablillas de los
hombres no lo has comenzado; tampoco lo has de dejar
por ellas.
3. Pero Pedro, puesto en pie, levantó su voz (3). To -
(1) Lot., 8. (E) Ibld. (8) Ibid.
DE PENTECOSTÉS 277
mando- Pedro ocasión de la embriaguez imputada, niega
que estén beodos, y afirma que están llenos del Espfritu
santo, dando en rostro á los judíos el haber crucificado
ä Cristo. Y ellos como oyesen esto se compungieron en
sus corazones (1). Aprende 1. A coger toda ocasión del
bien. 2. A embriagarte con el Espíritu santo, que causa
olvido de las cosas terrenas. 3. A enderezar tus pláticas
ä que se compunjan de corazón los que te oyen. Para es-
to, celo es menester; sólida, no fingida y aparente virtud.

VIERNES
FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO EN LOS PRIMITIVOS
CRISTIANOS

1. Eran perseverantes en la doctrina de los apósto-


les, y en la comunicación de la fracción del pan, y en
oraciones (2). Tres mil fueron los bautizados. Éstos al
punto, lo 1, siguen la doctrina de los apóstoles, contra-
ria y dificultosa á los sentidos. 2. Frecuentan la Euca-
ristia. ¡Con qué disposición! ¡con qué hambre! ¡con qué
fruto! 3. Oran. ¡Con qué fe!. ¡con qué humildad! ¡con
qué constancia! Compárate con ellos. Mira en lo que en
esto faltas. Aficiónate y date ä estas virtudes, porque son
el primer sustento de la vida espiritual.
2. Vivían juntos, tenían todas las cosas comunes (3).
Yo había entre ellos mío ni tuyo, aquella fria palabra.
El que en sí concibe y se anima del Espiritu de Dios, fá-
cilmente se desprende del amor de las cosas terrenas.
Echa de ti lo superfluo hasta llegar ä una perfecta po-
i ) Ad., 2. (2) Ibid. (8) Ibld.
278 SEMANA IV
— breza. Cuántas cosas menos tuvieres, tanto más espíritu,
tendrás. No entra el Espirita santo en corazón que está
lleno del amor de otras varias cosas.
3. La multitud de los creyentes tenia un corazón y un
alma (1). En tanta diversidad de naciones, condiciones
y talentos habla suma concordia. No habla queja de uno
para otro, de ningún mal concepto, y mucho menos mur-
muración. ¡O dichosa compañia, en que muchos viven
con un alma y con un mismo sentir! ¡Qué buena cosa es
y gustosa andar unidamente los hermanos (2)! ¡,Quieres
tener el espirita de Dios y de tu vocación? Procura la
unión. Si ésta dañas, hieres läs niflkssle sus ojos.

SÁBADO
DE LOS QUE NO RECIBEN AL ESPÍRITU SANTO

1. No permanecerá mi espíritu en el hombre para


siempre, porque es carne (3). El que es dado ä la sen-
sualidad y deleites no espere que venga ä él el Espirita
santo; porque la carne apetece contra el espirita, el es-
píritu contra la carne. Adyierte, pues, de aqui la nece-
sidad que tienes de degollas tus concupiscencias, y re-
frenar tus sentidos.
2. El Espíritu santo huirá la ficción de la enseñan-
za (4). Entiende aqui ä un engañador que quiere pare-
cer bueno, mas no cuida de serio; que pretesta algún
buen fin con los superiores en los gustos que da á los sen-
tidos; que cubre sus malas intenciones con capa de san-
tidad. De éste huirá el Espíritu santo, porque es el Es- •
( 1) Lot., d. (2) Paalm. 182. (8) Uen., d. (4) Sap., 1.
DE PENTECOSTÉS 179
plritu de verdad, y no puede vestirse de otros colores.
Quita, pues, la ficción y todo humano respeto, que son
pestes del alma. Obra con candidez, llaneza y sinceridad.'
3. Espíritu de verdad que no puede recibir al mun-
do (1). Porque el mundo estriba en falsos principios.
Que se han de buscar, las riquezas, las honras, los
deleites sensuales; que se ha de huir la pobreza, el
abatimiento, la cruz. Mas la verdad tiene principios del
todo contrarios. No puede, pues, el mundo recibir al
Espíritu de verdad. Examina en cuáles de estos princi-
pios estribas tú. Conoce Ja falsedad de aquéllos, la fir-
meza de éstos; y procura säguirlos ä ejemplo de Cristo.

DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD


CONSIDERACIÓN DE ESTE MISTERIO

1. El Señor Dios nuestro un solo señor es (e). Es


Dios una cierta entidad simplicísima, infinita en todo
género de perfección, primer principio y último fin de
todas las cosas, único sumo bien. Por eso un solo Dios
fuera del cual no hay otro. No (e alcanzo; pero te creo,
adoro, alabo, glorifico, temo, amo, y ä ti solo-sirvo. Tú
eres el centro de todos mis afectos. ¡Ah! ¡tarde te co-
nocí, tarde te amé, hermosura antigua! Yo, que me hi- -
ce tantos dioses, cuantas fueron las veces que me aten-
dí más ä mi y á las criaturas que á ti; ó las serví y amé
con más ahinco. De hoy adelante tú solo serás mi Dios,
á quien hasta todos mis huesos darán gloria.
(1) Joann., 14. (2) Deut., 6.
280 SEMANA
2. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
santo (1). De tal manera es Dios uno en esencia.que es
trino en personas. El Padre con su intelección engendra
el Verbo; el Padre y el Verbo con su mutua dilección
producen el Espíritu santo. Ni aquí percibo con una per-
fecta unidad, perfectísima distinción; pero créela, ad&
rola, alábola, etc. Aplicaré el ánimo para alcanzar un
vivo conocimiento de Dios, para que (según es posible
en esta oscuridad) se engendre en mi mente alguna viva
imagen suya, ä quien sumamente aprecie, y con el apre-
cio ame. Y así también de algún modo se produzca el
Espíritu santo en mí.
3. Santo, Santo, Santo, Señor Dios (2). En esta Tri-
nidad de personas hay una suma igualdad de perfeccio-
nes. Hay la misma bondad, gloria, inmensidad, eterni-
dad, omnipotencia, justicia, etc., las cuales todas per-
fecciones comprende una misma santidad; y por eso ésta
principalmente se nombra. Y como toda criatura sea una
cierta imitación de Dios, para que imitemos todas sus
perfecciones, sólo por esto se nos propone la santidad:
Sereis santos, porque yo santo soy (3). No el poder, la
alteza, la ciencia, de que tuvieron ambición los ángeles
y el primer hombre, y miserablemente se perdieron.
Esto es, pues, lo que has de procurar imitar, la santi-
dad de Dios. Pero ¡,cuánto distas de esto?
(1) Mattb., 28. (2) Apee., 4. (a) Levit., II.


DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 28z

LUNES
DE LA PERSONA DEL ETERNO PADRE

I. ¿Yo por ventura, que doy á otros que tengan hi-


jos, no engendraré también (I)? El Padre es el origen y
fuente de las procesiones y perfecciones divinas; que de
nadie procede, y . de quien proceden las otras personas;
que, conociéndose á si mismo, produce al Hijo, á quien
comunica toda la esencia, y todas las absolutas perfec-
ciones. ¿No alcanzas 'ésto? Cautiva tu entendimiento mi
obsequio de la fe, adórale humildemente, alábale, glo—
rifícale ámale con todos los ángeles. 2. De tal modo
engendr a el Hijo, que todo el Padre está en el Hijo, y
el Hijo en el Padre. 10 Padre! Concedednos que sea-
mos una misma cosa, as! como Vos y vuestro hijo.
2. De quien se nombra toda paternidad en el cielo y
en la tierra (2). Ad intra, y necesariamente engendra
un solo hijo de una misma substancia consigo; mas ad
extra concede á muchos que sean y se nombren hijos
de Dios, adoptivos por la gracia. Pondera ¡cuán gran
majestades la que te adopta! ¡cuán grande es la vileza
del hombre que es adoptado! Tienes porque confundir-
te, habiéndote preciado tanto de otros títulos, y tenido
en tan poco este de la filiacién de Dios. Tienes pbrque
alegrarte, de que puedas ser de Dios hijo y heredero.
Tienes porque temer, y así en adelante te guardes de
perderlo.
3. En tu mano está la fortaleza y el poder (3). Aun-
o ) is., 88. (2) Eplion., 8. (8)11 Peral., 20.
282 SEMANA I
que las perfecciones absolutas y acciones ad extra sean
también comunes ä toda la Trinidad, con todo eso al
Padre, porque es fuente y origen, se le atribuye el po-
der, por el cual tiene sér todo lo que es fuera de Dios.
Tú también, sacado de la nada, eres por Él; todo lo
que eres, de Él eres. Esto tu naturaleza misma, esto to-
da criatura te clamaba tantas veces: El nos hizo, y no
nosotros (1) . Y tú sordo ä esto, ¿cuántas veces reveren-
ciaste más ä las criaturas? ¿No te avergüenzas? Vé aho-
ra como te debes portar.

DE LA PERSONA DEL HIJO

1. El Hijo unigénito, que está en el seno del Pa-


dre (2). El Hijo, producido por la intelección del Padre,
es del mismo Padre substancial imagen, cuya misma
individua naturaleza tiene, y todas las mismas perfeccio-
nes absolutas. Unigénito: ä quien el Padre comunica
todo lo que puede comunicar. En el seno del ' Padre:
con el Padre entiende, y ama, es bienaventurado y pro-
duce el Espíritu santo. Cree, alaba, glorifica, äniale, etc.
Tú ¿de quién eres imagen? ¿No lo eres de Dios? Por
esto ä la verdad fuiste criado. Pero guänto la desfigu-
raste?
2. Los que previó y predestinó, para que se hiciesen
parecidos á la imagen de su hijo, para ser el primogé-
nito entre muchos hermanos (3). El hijo único y herede-
ro admite muchos hermanos coherederos por adoptivos.
(I) PoaIm. 99. (8) Joann., 1. (8) Rom. 8.
DESPUIIS DE PENTECOSTe 283
Y es cierto que Cristo los hace, tomando la humanidad,
y funda la gracia de la adopción en su sangre. Tienes,
pues, al Hijo de Dios por hermano. ¡Qué gracia! ¡Qué
gloria! Mas ¡en cuán poco la tuviste! Mira de nuevo ä
esta imagen, para que veas lo que de ella te falta, y lo
repares.
3. Todo lo hiciste en" sabiduría (1). El Hijo es sabi-
duría del Padre. A Él se atribuyen las luces sobrena-
turales y los conocimientos en lo que se alcanza, por-
que: Ilumina d todo hombre que viene á este mundo (2).
A Este has de pedir la verdadera sabiduría, que es el
conocimiento y aprecio de las cosas, como en si son;
para que estimes las cosas terrenas como terrenas, las
divinas como divinas, las transitorias como transitorias,
las eternas como eternas; para que pases sólo por las
que pasan y seas permanente en las que duran.

MIÉRCOLES
DE LA PERSONA DEL ESPÍRITU SANTO

1. De el Padre os enviaré el Espíritu de verdad, que


procede del Padre (3). El Padre viendo en el Hijo su
esencia y perfecciones, necesariamente le ama. El Hijo
viendo las mismas comunicadas á sí por el Padre, con
la misma precisión le ama. Este amor recíproco, subs-
tancial, es el Espíritu santo. Créelo, alábalo, adóralo,
glorifícalo, etc. ¡Oh, si yo me estrechase con Dios en
el mismo Espíritu!
2. Recibisteis el Espíritu de adopción de hijos (4).
(1) Peala. 108. (8) Joma. I. (8) 1b1d,, 15. (4) Rom., 8.
284 - SEMANA I
A los que el Padre adopta por hijos, y el Hijo por her-
manos, á éstos perfecciona cada dia más y más el Espíritu
santo, comunicándose ä si mismo, los 'dones sobrena-
turales y la gracia habitual, que es una cierta participa-
ción de la divina naturaleza. Pero ¿cuántas veces has
resistido al Espíritu santo (1), para que no perfeccio-
nase en tí esta filiación? No quieras, en adelante, con-
tristar al Espíritu santo (2). Lo que ä ti fuera de Dios
más te place, eso es lo que al Espíritu santo le con-
trista más.
3. ¡Oh cuán bueno y cuán suave es, Señor, tu espí-
ritu (3)! La bondad, la suavidad,Jamisericordia, aun-
que igualmente son comunes ä la 'l'Anidad, se atribuyen
con especialidad al Espíritu santo. A Este le debes que
hayas sido puesto en el pueblo y estado santo; que haya
Dios usado de misericordia contigo; que lavases con lá-
grimas tus culpas, etc. Y ¿qué le volverás en retorno?
Mira que si prosigues en serle ingrato, El también apar-
tará de tí su misericordia, y cesará de pedir por ti con
gemidos inenarrables.

JUEVES
FIESTA DEL CORPUS. DEL AMOR DE CRISTO PARA
CON NOSOTROS EN EL SANTÍSIMO SACRAMENTO

. Éste es mi cuerpo. Ésta es mi sangre (1). En la


Eucaristía está el mismo cuerpo que se tomó en la En-
carnación, y la misma sangre que se derramó en la
cruz. De cuanto amor es la obra de la encarnación y
muerte de Cristo, de tanto es el dársenos en la Euca-
(1) fut., 7. (2) Ephea., 4. 8) Sap., 12. (1) Mattb., 26.
DESPUÉS DE p urracoses 285
ristia. Tanto, pues, debes á Cristo en venir á ti por
medio de ésta, cuanto el mundo todo por haber encar-
nado y muerto por él. ¡O Sehor! ¿Quién sois Vos, y
quién soy yo? Y con todo eso, ¡con cuán pocos obse-
quios os sirvo! ¡Con cuántos me sirvo á ml y ä la va-
nidad!
2. El que come mi carne, y bebe mi sangre, está en
/ni y yo en él (1). °m'Ose en especies de pan y vino,
para incorporarse con nosotros, y como alimento nues-
tro pasar á ser nuestra substancia. ¿No reparas el amor
que te tiene,.con el cual JEsús quiere hacerse una cosa
contigo? ¡Qué, puro, pues, debe ser y sin mancha tu
corazón! ¡Qué, apartado de toda cosa criada, y á solo
Dios unido! Porque el que ama otra cosa fuera de Dios,
no ama como debe á Dios.
3. Mi carne verdaderamente es comida, y mi sangre
verdaderamente es bebida (2). Para que viviésemos vida
divina, nos di6 divino alimento. No quiso que las substan-
cias del pan y del vino permaneciesen en este sacra-
mento, para alimentarnos á nosotros con la substancia
misma de su cuerpo y de su sangre. ¿No es éste argu-
mento de un amor verdaderamente divino? ¿No debla
esta comida saciar todos mis apetitos? Tantas veces me
alimento de él, y con todo eso suspiro por las cebollas
de Egipto, por los deleites de los sentidos, en fin, por
las cosas criadas. ¡O vergüenza!
(1 Joann., 8. (8) D'Id.
286 SEMANA 1

VIERNES
EL SANTÍSIMO SACRAMENTO ES MEMORIA DE LA
PASIÓN DE CRISTO

• 1. Instituyó este sacramento como memorial perpetuo


de la pasión (1). Para que hubiese continua memoria
del sacrificio cruento, instituyó el incruento que cada
dia se ofrece. Sacrificado por nosotros una vez, halló
modo de ser sacrificado continuamente. ¿Luego acaso
no se ha de juzgar que muere poi---"Mi- Cristo_tantas ve-
ces? Reconoce tal amor. Mas en nada le correspondes
si té también por Él no te sacrificas cada dia. Porque
los que son de Cristo crucificaron su carne con los vicios
y concupiscencias (2).
2. Haced esto en memoria de mi (3). Concibe por
esto la estimación que hizo de su pasión, pues quiso El
por si mismo ser el recuerdo de ella. Esto te obliga ä
ti á la continaa memoria de beneficio tan grande; no
que sólo pare en ofrecimiento, sino que pase al efecto y
llegue á la ejecución: Porque los que celebramos los
misterios de la pasión del Señor, debemos imitar lo que
hacemos, dice san Gregorio (4).
3. Todas las veces que comeréis este pan, y beberéis
el cáliz del Señor, anunciaréis del mismo Señor la
muerte (5). Cuantas veces recibes la Eucaristia, imagina
que eres sepulcro de Cristo muerto. Mas no lo serás
digno, si no te haces nuevo; porque quiso ser puesto
(1) s. Thom., Opuso. 8. (8) Galat , S. (8) Lao., 28.
(4) 4 Dial., 59. (5) 5 Co,., 11.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 287
en un sepulcro nuevo (1). No serás nuevo si no acabas
con el hombre viejo. Es necesario, dice san Gregorio (2),
que cuando celebramos estos misterios nos sacrifiquemos
nosotros d Dios en la contrición del corazón. ¿Qué dices
á esto? Prepara el cuchillo, y ofrécete como hostia á
Aquél que por ti se hizo hostia y sacrificio.

SÁBADO
DE LA DIGNIDAD DEL QUE RECIBE LA EUCARISTfA

1. A él vendremos, y en a haremos mansión (fi). El


que recibe la Eucaristia se hace morada de Dios. Para
que adviertas cuán grande sea esta dignidad, considera
de cuántas gracias enriqueció á la santisima Virgen, en
cuyo seno primeramente habité al hacerse hombre. Pues.
Éste mismo es el que viene ä ti en la Eucaristia. ¿Cuánta
es la dignidad de esta morada? ¡Ah1 no permitas que
vengan ä ella los animales sucios de desenfrenadas pa- -
siones.
2. El que come mi carne y bebe mi sangre, está en
mi y yo en él (4). No sólo se hace morada de Dios el
que recibe la Eucaristía, sino que con una cierta admi-
rable unión se hace una misma cosa con Él. Alcanza, si
puedes, cuánta sea esta dignidad: unirse ä la humani-
dad de Cristo y, como mediando ella, ä la persona mis-
ma del Verbo y ä toda la Trinidad, que por concomitan-
cia se recibe en la Eucaristía. Aqui considera ä lo que
te obliga esta dignidad: ä que, pues eres ä Dios tan
unido, te levantes del cieno de las cosas criadas; ä que
(1) /Jatib., 27. (2) 4 Dlal. 89. (8) Joma% 14. (4) bid., 8.
288 SEMANA II
sean tales tus palabras, obras y pensamientos, que no
desdigan de quien es miembro de Cristo.
3. Yo vivo por el Padre, y el que me come, ése vive
también por mi (1). Repara bien cuál sea la excelencia
de la unión con Jesucristo. Así como el Hijo recibe del
Padre la esencia, la vida y todas las perfecciones, de tal
suerte que es un mismo Dios con el Padre, y en Él vive
y tiene las mismas perfecciones con Él, el mismo enten-
der, querer y obrar; así por la recepción de la Eucaris-
tia te haces participante de la vida y perfecciones de
Cristo. Debes, pues, sentir, querer, obrar y padecer lo
mismo que Él y con Él. Esto oherä Cristo en ti, ä ti
unido, si es que tú no lo.resistas.—

DOMINGO II DESPUÉS DE PENTECOST.



LA SANTÍSIMA EUCARISTÍA ES LA CENA GRANDE

I. Un cierto hombre hizo una gran cena y llamó cí


muchos (2). La Eucaristía es Ig cena aparejada en la
tarde, 6 en el fin de los siglos, que se ha de gustar en
la noche obscura ä las luces de la fe. Grande, por ser
Dios quien la dispone; por las viandas de la humanidad
y divinidad de Cristo; por sus convidados, que son los
fieles todos; por ser los ángeles los que sirven ä ella.
Todas estas cosas son grandes: tú solo eres pequeño
indigno; y con todo eso, 6 hombre, ä ella te convida
Dios. Aplica ä ésta toda tu hambre y tu sed; y no desees
de los manjares (del mundo y de la carne) en quienes
está el pan de la mentira (3).
(I) 3onn., 8. (2) Lao., 14. (8) Prov., 28.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 289
2. Y empezaron todos á excusarse, 6 ä rehusarla.
Bondad es del Señor admitir á todos; pero malicia es
de cada uno el ser excluido de ella por excusas que da.
Tres géneros de éstas se especifican aqul. En la granja
comprada se nota la dominación y la soberbia, dice
san Agustin (1). En los bueyes comprados la avaricia 6
los cinco sentidos que nos arrastran ä las cosas terrenas.
En la mujer desposada los deleites de la carne. Los pri-
meros piden que los excusen; con todo no se les da nada
de no venir. Humildad suena en la voz, en la acción so-
berbia, dice san Gregorio (2). El tercero sólo dice: No
puedo ir, porque: El ánimo propenso y dado d los de-
leites, es enfermo y sin fuerzas para practicar las cosas
divinas, dice Cirilo Alejandrino (3). Estas tres cosas
son por lo común las que, si no te apartan de la cena,
te disminuyen su fruto. Mira que no la rehuses.
3. Entonces airado el padre de familia, dijo á su
criado: Sal presto á las calles y barrios de la ciudad, é
introduce acá á los pobres y enfermos, á los ciegos y á
los cojos (4). Con razón se aira ya el Señor, cuya huma-
nidad tan grande y tan honroso beneficio se le desprecia.
Los pobres y débiles son, dice san Gregorio (5), los
que en su juicio son para consigo enfermos. ¡Cuánto se
enciende el Señor en deseos de tener convidados! ¡Con
cuánta pereza te llegas tú! Él por todas partes los busca,
ni se desdeña de admitir el desecho del mundo. Tú no
te apartes por tu enfermedad y miseria: Porque al que
llama le hace digno, si sigue su llamamiento, y sana
todas sus enfermedades, dice san Ambrosio (6).
(1) Semi. 68, de Verb. D. (8) Senil. 88. (8) Lib. 4, De Adorat.
Loo., 14. (5) Hom. 86. (6) Lib. 1, de Pmnit., 0.6.
AVANCINI 19
290 SEMANA II

LUNES
LA DISPOSICIÓN PARA RECIBIR EL SANTfSIMO
SACRAMENTO

1. Puso ea el sol su tabernáculo (1). Ha de procurar


suma pureza el alma á que ha de venir el eucarístico
Dios. Esto pide la suma pureza y majestad de tal hués-
ped. Pondera bien quién es el que viene, y á quién. Si
la madre que le habla de concebir era conveniente que
estuviese adornada de tal pureza, filo de Dios abajo no
se puede imaginar otra mayor, la misma te conviene ä
II, que recibes al mismo. Mas la pureza no consiste sólo
en estar exento de pecados, sino también en tener pur-
gados los afectos, y en el ornato de las virtudes. ¿Pue-
des decir acaso que eres así puro? ¿Cuánto trabajo es
menester para llegar á esto? Llegarás, si lo quieres sé-
riamente. DI con el leproso: Señor, si quieres, puedes
limpiarme (2). Confía; extenderá su mano, y dirá:
Quiero, sé limpio.
2. Al que venciere, le daré á comer del árbol de la
vida, que está en el paraíso (3). Esto es, como dice
Ricardo de san Lorenzo (4): Que está en la Iglesia mi-
litante por corporal presencia en el Sacramento del al-
tar. Para gozar de este misterio, es necesario te ven-
zas, sujetando el apetito á la razón, y la razón ä Dios.
No te llegas dignamente, y como debes, si no te vences.
¡Qué campo tienes en ti tan dilatado de victorias! La
(1) Paalm., 18. (2) Meta., 8. (8) Apoo., 2. (4) 1,11). 12 de
Laud. B. Y.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 291
soberbia, la ambición, la estimación propia, el apetito
de gloria vana, la tibieza y otros que tä sabes. Pelea en
él, y vence todo esto, y se te dará del árbol de la vida.
¡Qué otro serías, si cuantas veces llegaste ä esta divina
mesa llevases vencido uno solo siquiera de estos ene-
migos!
3. Mirad que yo os llevaré pan del cielo; salga el
pueblo y recójalo (I). Prométese aquí el maná, figura
de la Eucaristía, y á la verdad al modo de lluvia que cae
sobre buenos y sobre malos. ¡Qué bondad es la de Dios
en darse tan pródigamente! Mas, para que goces de Él,
es menester que salgas. ¿De dónde? 6 dónde? Res-
ponde Ruperto (2): De la antigua costumbre, de la ve-
jez de la vida. Porque sin deponer el hombre viejo, no
podemos coger este maná. Examina cuán vivo esté en tí
el hombre viejo; cuantas cosas debes matar en él para
vestir el traje de la vida nueva.

MARTES
PROSIGUE LA DISPOSICIÓN PARA RECIBIR
LA EUCARISTÍA

1. A sus pobres hartará de panes (3). Feliz es la po-


breza, que sola, como dice Ruperto (4) come la gran
inosna del Rey de reyes que da no otra que á sí mismo.
Dase, pues, aquel pan, como limosna del gran Dios.
Anonádate, aniquílale para hacerte pobre, y así digno
de ella. Arroja el amor del siglo y su vanidad. Así como
indigna é injustamente recibe limosna el que es rico, así
(1) Enod 18. (8) Lib. 8, oap.11 n Enea. (8) Psalm. 181.
4) loo. 6 Joann.
292 SEMA-NA

indignamente recibe la Eucaristía el que se prenda y


deja llevar de las cosas del mundo. Sabe que el que á
los hambrientos, 6 á los pobres, llena de bienes, ese
mismo á los ricos echa de si vacíos (1). Y ésta es acaso
la causa del poco fruto que sacas de tan frecuente parti-
cipación de este misterio.
2. Si alguno tiene sed, venga á mi, y beba (2). Una
cierta sed, hambre y deseo de este manjar se ha de lle-
var, y muy encendido, á esta mesa. Aquella fuente de
gracias sacramentales no corre sino para el sediento.
Al que tiene sed, daré la fuente de la vida (3). Porque
es conveniente, dice san Bernardo -(4), que el ardor del
santo deseo vaya adelante, y le lleve toda alma á quien
Él ha de venir. ¡O alma tibia! ¿no tendrías por sacrile-
gio tener náusea de este pan? Pues ä la verdad muy pró-
xima estás á ella, si no le deseas con fervor. Excita,
pues, en ti, siempre que has de llegar á El, un deseo
ardiente, el que nacerá de la fe actual de la excelencia
de esta comida, del amor de Dios para contigo, de los
frutos que dimanan de la Eucaristía.
3. Cudndo fueres convidado á las bodas, siéntate en
el último lugar (5). Has de llegar al convite nupcial de
Dios, que se desposa contigo. ¿Quién eres tú? ¿Quién
Él? ¿No reconoces en su grandeza tu indignidad? Pero
puedes hacerte digno, si eres humilde con ingenuo co-
razón. Miró á la humildad de su sierva (6), para entrar
en su sacratisimo vientre: así también no despreciará tu
humildad. ¡Y cuánta materia tienes de confundirte, si
ponderas bien quién eres tú, quien es EH
(1) Luo., 1. (2) Joann., T. (8) Apoo., 21. (4) Sorra 81 in
Cant. (5) Luo., 14. (8) Ib1d., 1.

DESPUÉS DE PENTECOSTIIS 293

MIÉRCOLES
DE LOS EFECTOS DE LA SANTÍSIMA EUCARISTÍA
RECIBIDA

4. Llegaos á Él y sereis iluminados (1). Fruto es de


los que se llegan ä Cristo el ser ilustrados en sus en-
tendimientos para conocer altisimos misterios. Él es la
luz que ilumina á todo hombre (2). Considera tus tinie-
blas. ¡Oh, qué ciego estás para las cosas divinas! ¿No
sabes que al partir el pan se abrieron los ojos de los
discípulos (3)? Repara que Él es el mismo médico de tu
ceguera. Que es el mismo que te pregunta ä ti lo que
en otro tiempo al ciego de Jericó: ¿Qué quieres que te
haga (4)? 10 benignidad del que ast te previene! DI con-
fiadamente con él: Señor, que vea á ti, que ene vea á mi.
2. Que llena en bienes tu deseo; se renovará tu ju-
ventud como la del águila (5). Envejécese el alma cuan-
do se entibia en la virtud; se renueva cuando se enfer-
voriza. De esta vejez estás tú con frecuencia poseido.
Pero siempre se ha de procurar andar renovando la vi-
da. Para que tu juventud se renueve, 'remedio es muy
eficaz que llene Dios en bienes tu deseo. Pues, si, según
san Jerónimo (6): Esto sólo tenemos bueno en este pre-
sente siglo, si comemos la carne del Señor, te renova-
rás con ésta, dignamente gustada. Estimala, alábala,
ámala, anhélala; y, cuantas veces ä ella te llegues, deja
algo del hombre viejo.
3. Levantándose MAMA se fue á las montañas con
(1) Poalm. 88. (2) Joann., 1. (8) Luo., 24. (4) Ibld. 18.
( 5) Piala'. 102. (8) In o. 8 Ezooh.
294 SEMANA II
presteza (1). Efecto fue éste de haber concebido ä Dios.
Porque ¿á dónde, estando ya llena de Dios, había de ir
con tal anhelo y presteza, sino á lo alto y á lo sublime?
dice san Ambrosio (2). Al mismo que recibió la Virgen,
recibes tú en la Eucaristía. Lo mismo obrará en ti, si no
lo impides. Esto es: que con voluntad fervorosa procures
subir á lo ärduo de las virtudes, y llegues también con
gran presteza ä la cumbre de la perfección. Coopera
con Dios, que esto es lo que desea, para que no te halle
siempre por tu flojedad en lo ínfimo. Levantarte ha Dios,
pero no sin que tú cooperes.
_
JUEVES
DE OTROS EFECTOS DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO
RECIBIDO

1. Recibirá el hombre el pan de los ángeles (3). DI-


cese Pan de los ángeles la santísima Eucaristía, no por-
que los ángeles le gusten, sino porque ä los hombres
que le reciben, los hace como ángeles. Así Hugo carde-
nal (4), dice: Dióse á los hombres para que se hagan
ángeles. ¡Qué dicha será la tuya si te haces como exento
de cuerpo, todo espiritual, libre de tentaciones, y sin pa-
siones que te molesten! A la verdad, si tal no te has he-
cho hasta ahora, tú lo causaste. Y ¡qué locura tuya es
ésta, que pudiendo no quieres llegar á la perfección de
un ángel!
2. A todos cuantos le recibieron,, les di6 poder para
hacerse hijos de Dios (5). Efecto es de la Eucaristia ha-
(I) Loe., 1. (2) L. 2 In Luo. (8) Psalm. 77. (4) In o. 81
Prov. (6) Joann., 1.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 295
verte hijo de Dios, no natural, sino adoptivo, por lo que
al mismo tiempo entras tú en derecho de la herencia.
Porque si somos hijos de Dios, por consiguiente herede-
ros (1). ¡O admirable dignación! pondera ¡qué padres
tienes! ¡qué hermano! ¡con qué afecto, reverencia y con-
fianza debes mirarle! Pero ¡qué hijo y hermano tan in-
digno has sido hasta ahora! ¿No te avergüenzas? Ahora,
¿cuál debes ser en adelante, para llamar dignamente pa-
dre á Dios, y á JESÜS hermano?
3. El que come mi carne y bebe mi sangre, está en mi
y yo en él (2). Más alto sube la dignidad que alcanzas
por la santa Eucaristía. No sólo te haces hijo de Dios,
sino una misma cosa con El, de modo que El está en tí
y tú en Él. Mas para esto es menester que muera en ti
todo lo que tú eres, y viva sólo lo que es Dios. ¡Oh
cuándo vendrá tal tiempo en que con verdad puedas de-
cir: Vivo yo, ya no yo, sino Cristo vive en mi (3)1

VIERNES
DE LA INFINITA PERFECCIÓN DE DIOS

1. De k, por El y en Él son todas las cosas (4).


Todo lo que puedes concebir de perfección, bondad, san-
tidad, hermosura, sabidurfa, poder, felicidad, etc., todo
está en Dios con modo infinitamente más perfecto de lo
que tú puedes alcanzar. De Éste y por Éste son todas las
cosas que parece tienen alguna perfección. ¡O Dios mfo,
y todas las cosas! Vos sois un ser necesario de Vos mis-
mo: toda criatura de sf es un necesario nada. ¿Cómo,
(1) Ron,., 8. (2) Joma., C. (8) Gala., 2. (4) Rom., 11.
296 SEMANA

pues, convierto mi corazón ä la nada, apartándolo de


Vos? Vos sois mi Dios, y solo digno de mi amor. ¡Di-
choso yo si acierto ä servir dignamente ä tan grande
majestad!
2. En A están todas las cosas, no sólo en el modo
eminencial de ser, sino también como en idea y en ejem-
plar de toda perfección, en especial las criaturas inte-
lectuales que crié ä su imagen y semejanza, y hasta aho-
ra forma por la conservación ä la misma semejanza.
¡Qué eximio ejemplar se te propuso para que le imites!
Alábale, dale gracias, ámale. Pero coteja con aquél el
rostro de tu alma. ¡Oh, cuánto lelesemejas! Procura
con ansia, pues, mirar ä Dios continuamente. Echa de
ti lo que ahora eres y muestras, y representa en ti ä
Aquél ä quien debes parecerte.
3. En El están todas las cosas. Las innumerables
perfecciones, divididas por las criaturas, son en Dios
una y la misma cosa, que es sabiduría, bondad, mise-
ricordia, etc., sin composición y distinción alguna. De
donde viene, que las cosas que son una cosa misma, •5
son muchas bajo una sola unidad, representan más ä
Dios. ',Eres tú acaso asi uno con unidad de intención?
Una acaso tienes, pero que no es muchas bajo la misma
unidad, sino diversas y repugnantes: de agradar ä Dios
y ä los hombres, de servir ä la sensualidad y á Dios.
Ten una sola, con que sólo ä Dios mires. Pero haz ca-
da obra con muchos y diversos motivos de virtudes. Se-
rá una obra sola, pero tal su perfección, que encierre
muchas.
DESPURS DE PENTECOSTRS 297

SÁBADO
DE LA SABIDURfA DE DIOS Y LA CONTEMPLACIÓN
DE Sf MISMO

1. Todas las cosas están descubiertas y patentes á


sus ojos (1); porque sabe todo lo que se puede saber,
todo lo que hay en Dios, todo lo que fuera de Dios se
formó 6 puede formar, y los mismos secretos de los co-
razones, por ser sabiduría inventora de todas las cosas
que en el mundo se hacen, disponiéndolo todo en nú-
mero, peso y medida; en cuya comparación toda la sa-
biduría de los ángeles es una mera ignorancia. Estimala,
créela, alábala, ámala y espera que en ella encontrarás
remedio en todo lo que te suceda. Entrégate todo ä su
disposición santísima. Imitala en no hacer con temeridad
cosa alguna, sino considerándola sabiamente. Mira bien
á lo que haces, porque todo lo ve 'Dios.
2. No hay criatura alguna que sea invisible á sus
ojos (2). No sólo las que fueron, son y serán, sino tam-
bién las que no serán, pero serian si se pusiese alguna
condición. Con esta ciencia ä ti y . g., te ordenó y dis-
puso según todo tiempo, lugar y circunstancia posible, y
vi6 lo que hablas de obrar en cada una, ¿Qué no debes,
pues, ä Dios, por no haberte hecho nacer de padres
idólatras, en tiempo y lugar de infidelidad; por no ha-
berte puesto en aquellas circunstancias en que hablas de
perecer ciertamente, etc.? Alaba, glorifica, ama. esto:
teme si acaso descubres alguna circunstancia en que le
(I) Hebr., 4. (2) Ibld.
298 SEMANA rti
hablas de dejar, la que por ventura pende de ti por el
descuido en aceptar la gracia.
3. Considera que el primer esencial y necesario ob-
jeto del conocimiento divino, es el mismo Dios en cuan-
to ä la esencia, atributos y todas sus perfecciones así
absolutas como personales. De este conocimiento nace
el infinito aprecio de si mismo, su amor, gozo y biena-
venturanza. Este conocimiento es inmutable y eterno;
y, disponiendo tantas cosas en un mismo punto de tiem-
po, jamás se aparta de la contemplación de si mismo.
Alábale, adórale, etc. Éste sea también tu principal ob-
jeto. Mira no te apartes de su contemplación por cual-
quiera cosilla de ningún tono. Por esta contemplación
has de llegar á hacer de Dios la mayor estimación y
concepto.

DOMINGO III DESPUÉS DE PENTECOST.


DEL PODER Y DOMINIO DE DIOS

1. Admirable es su poder (1), porque es infinito, y


puede todo lo que de suyo es posible: criar este mundo
y otros infinitos de nada, destruirlos, aniquilarlos; de
quien procede toda la actividad de las causas segundas;
en cuya comparación todo otro poder es flaqueza. Ad-
mira, adora, bendice, estima, implórale en todas tus
necesidades. Júntate ä esta omnipotencia con humilde
confianza. Aunque por ti nada puedes, todo lo podrás
fortaleciéndote ella.
2. Tú eres selior de todo, que de nadie necesitas (2).
(I) Raen., 49. (2) 11 Mac., 14.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 299
Es señor supremo, absoluto, necesario, eterno de todo
cuanto hay, tanto con dominio de jurisdicción, como de
propiedad. Lo primero por titulo de la creación, sacán-
dolo todo de la nada; por el cual titulo todas las cosas
penden esencialmente de El, según todo lo que son y
pueden. Reconócete ä ti por obra de sus manos. °free&
le todo lo que eres y puedes. Ó sea que te humille fi te
ensalce, te aflija ó te consuele. Señor es, haga lo que
más le agradare.
3. Eres señor de todas las cosas (I). Otro titulo del
absoluto y supremo dominio (dejando otros infinitos) es
la conservación continua del sér que difi por la creación;
con la cual continuamente nos produce y está comuni-
cando el mismo sér, y detiene suspensas á las criaturas
para que no corran al abismo de la nada. Saca de aqui,
que todas tus acciones' son de Dios, y no te es licito usar
mal de tus potencias. Injuria le haces, pues, si usas
más de ellas para tu gloria y comodidad que para la
suya. Pero ¿cuántas veces lo hiciste asi? De aquí, pues,
en adelante debes conformar todos tus afectos con sus
afectos, tu voluntad con la suya.

LUNES
DE LA SANTIDAD E. INMUTABILIDAD DE DIOS

I. Santo, Señor Dios nuestro (2). La santidad según


san Dionisio, es limpieza libre de toda inmundicia, per-
fecta y del todo sin mancha. Considera su santidad ad
intra en el infinito conocimiento de si mismo, que es la
(1) Esth., 18. (9) Palm., 98.
300 SEMANA 111

generación del Verbo; en su infinito amor, que es la


espiración del Espíritu santo; en el gozo con que se go-
za en st y de si. ¿Qué hay aqui que no diste infinita-
mente de toda mancha? Exclama con viva fe, con para-
bienes, adoración y confusión de ti mismo, y di: Santo,
Santo, Santo (1). Imita la santidad de Dios; ama su pu-
reza; detesta la inmundicia en tus pensamientos, en tus
afectos.
2. Santo en todas sus obras (2). Considera su santi-
dad ad extra que resplandece en todas sus obras. Las
que si consideras en si mismas, 6 por el fin porque Dios
las hace, son del todo santas, puras 6 inmaculadas en
tanto grado, que no pueden intervenir en ellas imperfec-
ción alguna, por lo mismo que son hechuras de Dios.
Antes bien no puede dejar de aborrecer con odio inmu-
table y eterno todo mal que se opone ä la santidad. Ala-
ba, glorifica, ama; detesta todas las manchas de tu al-
ma; haz inmaculadas tus obras.
3. Yo el Señor, yo no me mudo (3). Ama, aborrece,
obra libremente, y con todo no se muda. Gobierna el
universo, en el mismo instante coopera á los movimien-
tos de todas las criaturas, produce, destruye infinitas
cosas; y con todo siempre es el mismo. Es blasfemado,
injuriado con infinitos desacatos y no se turba. Admira,
alaba, pide tal perfección tú que te conmueves por la
más minima cosa. Para imitarla, arranca de tu alma los
movimientos desmedidos, comprime los gestos precipi-
tados, la alteración de la voz, lo ceñudo del semblan-
te, etc.
(1) Apeo., 4. (8) Pala., 144. (g) Malach., 8.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 301

MARTES
DEL AMOR DE DIOS, CON QUE SE AMA A Si
Y A. NOSOTROS

1. Dios es caridad (1). Porque se conoce ä si con-


prensivamente que es sumo bien sin mezcla alguna de
mal. También se ama ä si infinitamente por el Espirita
santo, que es amor substancial. De aquí eternamente se
alaba, y todo lo que obra ä su sola gloria lo refiere. A
esto también me dirige ä mi y todas mis cosas, jA qué
altura me eleva Dios! Pero ¡cuánto he resistido yo ä su
intención, torciendo mis operaciones á mi honra y á mis
comodidades!
2. El mismo Padre, á la verdad, os ama (2). Porque
conoce ser buenas todas las cosas que hizo, de aquí
que de todo lo que hizo nada aborrece (3). Porque am
pues, y porque el amor es una cierta efusión de si en
amado, se nos comunica ä si también, dándonos el s
natural, las facultades del cuerpo y alma, la gracia y
dones sobrenaturales, su sér personal á la humana na-
turaleza, á si mismo ä mi en la Eucaristía. Admira,
alaba, dale gracias; ámale por los mismos fines porque
Dios te ama; emplea sus dones en los usos para que te
los ha dado.
3. Hizo todo lo que quiso (4). Comunicándose de
tantos modos, no lo hace por necesidad y fuerza, sino
libremente por sola su bondad y amor. Además de esto
no lo hace por utilidad alguna suya, porque de ninguna
es capaz. Admira, alaba esta propensión de hacer bene-
(1) 1 Juma., 4. (8) Joana., U, (8) Sap., 11. (4) Pealm. 118.
302 . SEMANA zu
ficios; dale gracias. Confúndete de que, sino forzado, no
le haces algún obsequio. DI con David (1): Voluntaria-
mente te sacrificaré. Y lo del Salmo 113: No á nosotros,
Señor, no á nosotros, sino á tu nombre da la gloria.

MIÉRCOLES
DE LA SUAVIDAD, MISERICORDIA Y JUSTICIA DE DIOS

1. Suave es el Señor para todos (2). Impüsonos le-


yes, pero las midió con nuestras fuerzas. Ayúdanos con
su gracia ä observarlas, y coopera con nosotros. No
mueve ä obrar por necesidad, sino_por gracia. No nos
pide todo lo que podemos; lo que pudiera, á la verdad,
como supremo señor. A los que van perdidos los llama
y hace volver con suavidad, etc. Alábale, adórale, áma-
le; confúndete de ser tan áspero con los hombres, pues
quieres más de tu prójimo, que lo que Dios suele pedir-
le. ImItale en la suavidad de tus palabras, en la blan-
dura de tus costumbres, religiosa, no afectada.
2. Y su misericordia sobre todas sus obras (3) . Aun-
que todas las perfecciones de Dios son iguales, porque
son el mismo Dios, con todo para con nosotros, y en or-
den á los efectos, sobresale la misericordia con que re-
media nuestras miserias de cuerpo y alma, necesarias y
libres, 6 previniéndolas, 6 sacándonos de ellas, 6 ayu-
dándonos, 6 consolándonos. ¡Cuánta usa cada dia con
los pecadores; pues: Disimula los pecados de los hom-
bres (4), y los espera ä penitencia! ¡Cuánta usa y usó
contigo! Alábala, adórala. Ten confianza ä ejemplo del
hijo pródigo.
(I) Paalm. 68. (2j Ibld. 144. (8) Dad. (4) Sap., 11.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 303
3. Vengándose en todas sus invenciones (1), de los
malos. Por más que sea Dios misericordioso, es también
vengador justo. El infinitamente santo es injuriado con
la culpa; por eso repara la injuria con el castigo. No
hay, 6 sea en los justos 6 sea en los réprobos, algún
pecado grave 6 leve, y hasta una palabra ociosa, de que
no pida satisfacción 6 pena. Porque no es decente á su
majestad ser ofendida impunemente. De donde colegirás
que las enfermedades, las muertes, las guerras, las pes-
tes, etc., son penas del pecado. Débense, pues, recibir-
las de Dios, para satisfacer y limpiar las culpas, pues
por este fin se decretan. Admira, alaba, teme, tal justi-
cia, que á nadie perdona. Imitale, castigándote á ti con
penas, aceptando con humilde y alegre ánimo la satis-
facción que de ti Dios toma en los castigos que te envía.

JUEVES
DE LA PROVIDENCIA DE DIOS

1. El Señor me rije y nada" me faltará (2). Provi-


dencia es una ordenación y aplicación de los medios con
que Dios quiere llevar á cualquiera criatura á sus fines.
De ésta á ninguna excluye, pues igualmente tiene cui-
dado de todas (3). No excluye ni ä una mosca, á un
gusanillo, ni á los malos, ni á los ateistas, etc., de quie-
nes es gravisimamente ofendido. De cualquiera criatura
en particular de tal suerte cuida, como si ella fuere
sola en el mundo. Haz reflexión por qué medios te ha
guiado, qué suave y eficazmente. ¿Cómo podrás estar
(1) Pisaba. 98. (2) Ibid. 22. (8) Esp., 8.
304 SEMANA III
más seguro, que dejándote y entregándote todo á la
providencia divina por lo que toca al cuerpo, al alma, al
lugar, etc.? ¡Qué esperanza puedes concebir, si no re-
sistes ä su disposición'
2. Vosotros habeis trazado para mi el mal, pero Dios
le convirtió en bien (I). Dios con su providencia envía
cosas adversas, el hambre, la peste, la guerra, las ten-
taciones del demonio, las persecuciones, las enferme-
dades del cuerpo, las aflicciones del alma; pero lo
hace para que todas las cosas cooperen al bien de los que
le aman (2). Acuérdate de José vendido por sus her-
manos. Mira cómo usó dé ellos comede medios para sus
fines. Estima, pues, todas sus disposiciones. Ni se en-
gaña su sabiduría, ni su bondad engaña. Recibe, pues,
de la mano de Dios la aflicción con ánimo alegre y ri-
sueño, y dl con el Hijo de Dios: Beberé el cáliz que me
did el Padre (3). Y después: En tus manos están mis
suertes (4).
3. En paz para esto mismo dormiré... Por cuanto
tú, Señor me fundaste singularmente en la esperan-
za (5). El que funda toda su esperanza en la providen-
cia de Dios, y así se deja todo en sus manos, verdadera-
mente duerme y descansa en suma tranquilidad de
ánimo, en gozo del corazón, el cual no se perturba por
cualquiera cosa que suceda. ..Y ¿cuánto deleite es éste?
Ésta es la libertad propia de los hijos de Dios. Arroja,
pues, en El toda solicitud, porque El tiene cuidado de
ti (6).
(1) Gen , 50. (S) Rom., 8. (8) Tosan., /8. . (4) Psalm. 80.
(5) Pealan. 4. (6) 1 Pele., 5.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 305

VIERNES
DE LA INMENSIDAD Y PRESENCIA DE DIOS

1. Yo lleno el cielo y la tierra (1). En donde hay


cualquier espacio, 6 por decir mejor, ä donde se pueda
fingir, allí está, Dios. En ninguna parte, pues, puedes
tener retiro seguro de sus ojos. Por donde huyeres está.
Dios. En donde te escondieres estás ä Dios patente. En
todas partes igualmente puedes gozar de Dios. Si bus-
cas á Dios le hallarás en cualquier lugar ä que te desti-
ne la obediencia. No hay para Él lugar tan vil, en que
no asista. Y tú ¿por qué huyes?
2. Yo lleno el cielo y la tierra. Considera los modos
con que está Dios en todo lugar. 1. Por la esencia se-
gún toda su divinidad. Aqui, pues en donde yo estoy,
está el Padre, es engendrado el Hijo, es espirado el Es-
piritu santo, etc. Luego yo nunca estoy solo. Luego
siempre tengo con quien conversar amigablemente. Lue-
go en todo lugar debo reverenciar ä Dios, en cualquie-
ra parte debo temerle. 2. Por presencia, no como
muerto, sino que advierte y lo conoce todo. Está pre-
sente al que ora, al tentado, al afligido, al que obra
bien, etc. Cree, ama, confía, procura agradar sólo á sus
ojos. 3. Por potencia; porque en todas partes obra, con-
servando, concurriendo á toda operación, etc. No caeré,
pues, de ánimo en las adversidades, porque Vos, Señor,
estais conmigo. Vos sois el que ayudais mi flaqueza.
(1) Jet." 28.
AVANCINI 20.
306 SEMANA zit
3. No está lejos de cada uno de nosotros (1). Consi-
dera que Dios te está también á ti presente con más in-
timidad que lo está en ti tu alma' misma. Dentro de ti
está el Padre, el Hijo, el Espiritu santo. Toda la divini-
dad por esencia, presencia, potencia. Su bondad te da
ser, su sabiduria entender, su omnipotencia obrar, etc.
Alégrate, admira, confia, ama, busca á Dios dentro de
ti mismo. Procura ser digna habitación de su majestad.
No desagrades ä quien tienes siempre contigo.

SÁBADO
JESÚS ES BAUTIZADO POR SAN JUAN

4. Entonces vino JESÚS desde Galilea al Jordán á


Juan, para ser bautizado de él (2). Considera la humil-
dad de Cristo. El que habla tomado la forma de peca-
dor, tomó también la de penitente. No es, ni puede ser
pecador, y no se le da con todo el ser tenido por tal.
Da principio por la humildad á la vida activa. Admira,
alaba, dale gracias por tal ejemplo. Imitale. Repara
bien cuál tú seas, no cual eres reputado. Funda en la
humildad lo que obras con los prójimos. Pero Juan lo
rehusaba, diciendo: Yo debo ser bautizado de ti, y ¿tú
vienes á mi? Conoce en aquel punto á Cristo, á quien no
habla visto aún. De aqui la reverencia, la admiración
del que venia ä él; la humildad de quien confesaba que
necesitaba del bautismo. Tanto importa haber conocido
una vez ä Dios. Si procuraras con ansia conocerle,
¡cuántos afectos excitarla en ti este conocimiento!
(,) Aet., 12. (2) Matth., 8.
DESPUÉS »DE PENTECOSTÉS 307
2. Pero respondiendo Jesús, le dijo: Deja eso ahora;
que así importa que cumplamos toda justicia (1). Que tú
bautices, yo sea bautizado; que yo me humille, tú obe-
dezcas. Luego toda justicia y santidad se contiene en la
humildad y obediencia. Aún no has penetrado bien esta
verdad. Ahora, pues, sujétate no sólo al mayor 6 al
igual, sino también al menor á ejemplo de Cristo.
3. Bautizado, pues, JESÚS, salid luego del agua, y
he aquí que se abrieran los- cielos (2). Tres cosas suce-
dieron después del bautismo de Cristo. 4. Abriéronse
los cielos. Advierte que la humildad es la llave que te
abre el cielo, porque á los humildes se da la gracia: la
gracia es la semilla de la gloria. Aspira al cielo; pero
sabe que padece fuerza, que te has de hacer humillán-
dote 2. Vid a/ Espíritu de Dios, que bajaba como pa-
loma. Asá honra el Espirita de Dios al que se humilla.
No le niegues el gusto que le puedes dar por tu humil-
dad. Pero vino sobre el humilde en forma de paloma
pura é inocente, porque la humildad conserva la inocen-
da. 3. Se oyó del cielo una voz, que decía: Este es mi
amado hijo en quien me he agradado (3). El que se
abate entre los pecadores, es declarado por hijo de Dios
Testifica el Padre que le agrada en esta humildad. ¡Oh!
si te dijera Dios: tú eres mi amado hijo, ¡cuánto te ale-
grarlas! ¡cuánto le amarlas! etc. Mas te lo dirá, si te hu-
millares con Cristo; porque, conoce ä los humildes: ä
l OS soberbios los mira de lejos (4).
(1) Matth., 8. (8) MAL (8) lbld. (4) Psalm., 187.

308 SEMANA IV

DOMINGO IV DESPUÉS DE PENTECOST.


RETfRASE CRISTO AL DESIERTO, Y ES TENTADO

I. Entonces Jesús psé guiado al desierto por el Es-


píritu (I). Santo fi la verdad, no vano, no mundano.
El Hijo y los hijos de Dios son guiados del Espiritu de
Dios. Fué guiado al desierto, no fi una ciudad populosa,
por huir el aplauso que acaso le darla el pueblo, movido
del abrirse el cielo, de bajar el Espíritu y de la voz que
se oyó. ¿De qué espíritu eres movidol, 6 por mejor de-
cir, arrastrado, y fi qué cosas? Confúndete, y deja que el
Espíritu de Dios te guíe y saque de entre el bullicio de
los hombres, de sus aplausos y alabanzas. Para que el
diablo le tentase. San Ambrosio sobre san Lacas dice:
Para provocar al diablo. Éste fué él fin de aquel retiro.
Mas ¿para qué quiso el Hijo de Dios ser tentado? Para
que sepas que fi los hijos de Dios también les sobre-
vienen tentaciones, y no te hagas en ellas pusilánime 2.
Para que tengas en ellas maestro de vencer. Cobra
ánimo; y, para alcanzar victoria, pelea con el ejemplo
de Cristo.
2. Y era tentado por Satancis (2). Atrévese á esto el
demonio, porque Dios se lo permitió, que podía prohi-
bírselo. 6Cuanto mas se atreverá contra ti, que no pue-
des estorbárselo? Teme, pues, continuamente. Con la
ocasión del hambre toma luego pie para tentarle de gu-
la. Asi está en vela para coger toda ocasión de dañar.
Aprende del demonio mismo á velar sobre todo lo que
(1)Matth,, 4. (2) Ibid.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 309
es propio de tu profesión; á velar sobre toda ocasión de
mal, porque no caigas en él y te traiga el mayor daño.
3. Llegándose el tentador, le dijo: Si eres el Hijo de
Dios, etc. (1). Advierte en estas tres tentaciones de
Cristo, de qué argumentos y engaño suele usar princi-
palmente. En la primera, porque está el Señor ham-
briento, le quiere persuadir la necesidad de la comida.
Ea la segunda procura moverle ä que se precipite con
apariencia -de bien, de que Dios le asistirá, y detendrá
por los ángeles. En la tercera le hace sólo ver los reinos
del mundo y se los drece, no pudiéndoselos dar, repre-
sentándoselos ä la imaginación como una cosa grande.
Haz reflexión sobre ti, y repara si tu pasión te ha enga-
itado bajo la capa de necesidad 6 de bien, 6 si tuviste en
mucho las cosas que delante de Dios son nada, etc. El
cual respondiendo dijo: Escrito está, etc. (2). Considera
aquí lo que hizo Cristo. 1. Luego resistió al tentador.
No te pongas con él en la tentación á porfias. Fácilmen-
te es vencido el que no resiste al principio. 2. Le recha-
za con una palabra: Escrito está, oponiéndole lo que
Dios manda. Dite también á ti en la tentación: Dios lo
prohibe, Dios castiga eternamente. Entonces vendrán á
ti los ángeles 6 verdaderos consuelos espirituales.

LUNES
DE LAS TRES TENTACIONES Y VICTORIA DE CRISTO

1. Si eres el Hijo de Dios, haz que estas piedras se


conviertan en pan (3). Incita á Cristo ä desordenado afee.
(1) Nattli., 4. (8) Ibid. (8) Ibid.
310 SEMANA IV

to de comida, que se habla de buscar por milagro. Sale


Cristo al encuentro de esta tentación con el medio de un
generoso desprecio: No sólo vive el hombre de pan. Co-
mo si dijera, que despreciaba aquel medio, habiendo
como hay otros muchos para matar el hambre y vivir.
As! has de acometer á las tentaciones sensuales. Mas fe-
lizmente las vencerás con el desprecio, que con positiva
resistencia. Otros deleites hay dignos del hombre: des-
déñale de los que sólo están en los sentidos.
2. Si eres el Hijo de Dios, arrójate de aquí, etc. (1).
Es tentación de vanidad con apariencia de bien, 6 con la
cubierta de la confianza en Dios. Est&-deshace con aquel:
No tentarás al Señor tu Dios (2). Descubre la máscara
y muestra ser tentación, aunque se propone como bien,
aconsejándole ä que confíe en Dios, precipitándose. Asi
se ha de ocurrir ä las tentaciones que vienen con apa-
riencia de bien. No tengas luego por santo lo que parece
bueno; sino examina los fines, la intención, las circuns-
tancias. ;Cuántas veces caiste por no hacerlo asil
3. Todas estas cosas te daré si postrándote me ado-
rares (3). Tentación descaradisima de ambición es ésta,
por la cual se da á la criatura el culto que á Dios se de-
be. Ésta con indignación la rechaza: Vete de ahí, Sata-
nás (4). AsI te has de indignar contra las tentaciones
que quitan el honor ä Dios, que entregan el afecto ä las
criaturas. DI, si, con ánimo esforzado: Al Señor mi Dios
adoraré y ä El serviré solamente (5). Repara también
en cuanto tiene el demonio una culpa grave, que prome-
te dar por ella sola todos los reinos del mundo. Aprecia
tú tanto tu salvación.
(1) Matth., 4. (2) lbld. (6) Ibld. (4) Ibld. (6) Ibld.

DESPURS DE PENTECOSTÉS 311

MARTES
DA SAN JUAN TESTIMONIO DE CRISTO

1. Enviaron los judíos sacerdotes y levitas para que


le preguntasen: ¿Quién eres tú (1)? La austeridad de la
vida, la santidad y el celo hablan conciliado á san Juan
un singular aprecio. De esto se originó el dudar de si
era 6 no el Mesías. Cuanto más procurares tener grande
nombre, menos lo alcanzarás: á la santidad de la vida
se sigue naturalmente. Para conseguir ésta, aprovechará
mucho preguntarse uno á si continuamente: ¿Quién eres
tú? Y responderse: Yo no soy Cristo (2); conocer su vi-
leza; sentir y hablar de si con desprecio: porque la hu-
mildad es fundamento de la santidad.
2. ¿Pues qué? ¿Eres tú Ellas? Y dijo: No soy (3).
Podía san Juan aceptar el nombre de Ellas y de profeta,
pues Cristo habla dicho de él que tenla el espíritu de
Elías y que era mds que profeta (4). Mas porque podia
negar esto también, eligió la respuesta que hacia más ä
su desprecio. Esta es la regla de la verdadera humildad.
Tú ¿cómo la observas? ¿Qué dice san Juan de si? Yo soy
voz (5). Tú de ti ¿qué dices? Acaso dices ser nada, pero
no lo crees. Y eso mismo que dices, quieres que no se
crea; y encubres la soberbia con la capa de la humil-
dad. Confúndete, y en adelante no te venga el pie de la
soberbia (6). A la verdad, la soberbia sólo tiene un pie:
por eso cae con un leve impulso.
3. Pues ¿por qué bautizas tú si no eres Cristo, etc.?
Joana., 1. (8) 'bid. (8) Ibld. (4) Mattb., II; Lao., 1.
' 5) Joann., 1. (8) Psalm., 8 8.
312 SEMANA IV
Ése es el que después de mi ha de venir, que fué hecho
antes de mí, de cuyo calzado no soy yo digno de desatar
la correa (I). Expläyase en las alabanzas de Cristo, y
con la disminución de su honra•propia le asegura ä Cris-
to su honor. Cotéjate ä ti con san Juan. ¿Qué escaso
eres en las Alabanzas de los otros, como si fuera desdo-
ro tuyo lo que ä los méritos de otros das y atribuyes?
¡Qué ambicioso de tus alabanzas, que de verdad no me-
reces! ¡Con qué facilidad no haces caso de la honra de
Dios por procurar la tuya!

OTRO TESTIMONIO DE SAN JUAN ACERCA DE CRISTO

1. Otro día vid Juan á Jostis qne venía hacia él, y


dice: Mirad al Cordero de Dios, mirad al que quita los
pecados del mundo (2). Profeta al mismo tiempo y após-
tol, al que predijo vendría, le muestra presente ya, dice
san Cirilo (3). Hecho precursor no pierde la primera
ocasión que se le ofrece de predicar ä Cristo. ¡Oh si no
permitieses tú, se te fuese ocasión alguna de manifes-
tarte ä ti y ä otros ä Cristo, de alabarle, etc., con pala-
bras y con obras! Espera que esto así sea, si es que vie-
ne ä ti JESUS por la gracia, sin la cual no puedes cosa.
Si es, que tú ves á JESÚS, y adviertes la ocasión con
madurez. Esto es lo que ä JESÚS debes pedir.
2. Mirad al Cordero de Dios, mirad al que quita los
pecados del mundo. Pondera todas las palabras del
testimonio. 1. Llámale . Cordero, para traer ä la memo-
(1) Joann., I. (2) lbld. (8) L. 1 In Joann., e. 1.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 313
na aquello de Jeremias (1): Como cordero que es lleva-
do á la víctima. 2. Cordero de Dios; con lo cual mani-
fiesta su divinidad. 3. Que quita los pecados del mundo;
con que muestra el fin para que vino. Considera la
mansedumbre de este cordero, la paciencia, la obedien-
cia. Mira como le puedes imitar y ofrecértele por victi-
ma ä ti mismo. Date parabienes ä ti y al mundo, porque
quita los pecados. Pon en Él sólo tu esperanza. Mira,
Ecce. Pon de ordinario en Él tu pensamiento. Haz que
otros piensen en Él también siempre que se ofrezca
ocasión.
3. Y yo le he visto y di testimonio: Que Éste es el
Hijo de Dios (2). Juan vino para testimonio, ó para dar-
le. fió y testifica que Éste es el Hijo de Dios.. Aprende ä
dar testimonio del prójimo. Ve y observa sus virtudes, no
sus defectos. 2. Cuando se ofrezca ocasión alábale ä él,
no ä ti; sino di: Yo no sabía esta su virtud, yo soy mu-
cho más imperfecto que él: Este es hijo de Dios, por-
que tiene el espíritu de Dios; yo el espiritu del mundo y
de la vanidad, etc.

JUEVES
TESTIMONIO TERCERO DE SAN JUAN, CON FRUTO
DE LOS DISCÍPULOS

1. Otro día estaba otra vez Juan y dos de sus discí-


pulos. Y mirando á JESÚS, que por allí andaba dijo: Mi-
rad al Cordero de Dios. Y le oyeron los dos discípulos
decir esto y siguieron á JESÚS (3). De propósito se deja
(1) Jer., 11. (2) Ruina., 1. (8) Ibld.
3 1 4 SEMANA IV

Cristo ver, para que Juan tenga ocasión de hablar de


El, y los discipulos de seguirle. Asi nos previene la
gracia. Pero ¡cuántas veces no la damos oídos! San
Juan se vale de la ocasión. Ast tú ninguna pierdas del
bien. Muchos estaban con san Juan; sólo dos se mue-
ven ä seguir ä Cristo. Propio es de Dios tocar el cora-
zón. Repara de entre cuantos millares te miró á ti Dios.
Reconoce el beneficio de la vocación * al catolicismo, ä
la religión, al estado que tienes. Dale gracias. Teme si
no correspondes á ella.
2. Volviéndose JESÚS,, y viendo que le seguían dice:
¿Qué buscais? Los cuales respondieron: Maestro ui dón-
de habitas? Díceles: Venid, y vedlo- (f). Entiende aqui
1, la gracia del mirar de Cristo. Sin ésta dónde es-
tarías? á ti te pregunta Jesús: ¿Qué buscas? para con-
vidarte á que le busques ä Él. Mas tú buscas lo que es
mundo, á ti mismo, tus comodidades. 2. Los discipu-
los llamando ä JESÚS maestro, muestran el deseo que
tienen de aprender de Él. Tú ¿qué maestro tienes? Al
mundo, á tus malos afectos. Pasa, pasa á la escuela de
Cristo. Vive de tal suerte que merezcas oir de su boca
que en la muerte te convida: Ven, y veme á mi eterna-
mente.
3. Vinieron y vieron donde posaba, y se quedaron
con gl aquel día (2) . Mira como luego al punto obede-
cen siguiendo al Señor que los convida. ¿Qué vertan alli
sino incomodidades y pobreza? No busques ä JEStiS en la
abundancia de las conveniencias. Considera la suave
conversación de aquella noche, la atención y gusto de
los discípulos. Confúndete de que fácilmente tomas te-
(1) Joann., 1. (2) Ibld.
DESFIJES DE PENTECÓSTES 315
dio de las cosas divinas; que aun el espacio de una esca-
sa hora de tratar con Dios te es molesto. Aunque no
debas buscar el gusto sensible, tendrás el sólido si con
JESUS permaneces. El que se sacia presto, trata tibia-
mente con Dios.

VIERNES
ANDRÉS LLEVA Ä CRISTO A SU HERMANO PEDRO.
ES LLAMADO FELIPE

1. Encontró éste (san Andrés) primero á su hermano


Simón y le dice: Hemos hallado al Mesias (1). Advier-
te los frutos de la conversación que tuvo con Cristo.
Conoce al Meslas; alégrase de haberle hallado; conci-
be celo de traer á su hermano al mismo conocimiento.
Si experimentas en ti cosas distintas de éstas, juzga que
no tratas solidamente con Cristo en tus espirituales ejer-
cicios. Y esto es lo que debes enmendar por ellos.
¡Cuánta dicha será la tuya si al fin encuentras al Me-
sias, porque en El todo lo tienes! Para hallarle, pues,
se ha de dar todo.
2. Y le llevó á JESÚS. Y JESUS, mirándole le dijo:
Tú eres Simón, hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (2).
El celo de Andrés, que lleva á Pedro ä Cristo, y la
prontitud de Pedro en ir ¡cuánto te confunden! La ter-
giversación hacia las cosas divinas, 6 el tener tedio y no
frecuentarlas con prontitud y constancia, siempre es
muy dañosa. El mirar de JESUS mueve el corazón de
Pedro. 10 JESÚS! miradme ä mi también con vuestra
gracia. Pone nuevo nombre á Pedro, para que sea sé-
(1) Joann., I. (2) Ibld.
316 SEMANA IV

lido y constante. También ä ti te lo puso de compañero


de JESÚS; * también ä ti el tuyo de cristiano. Mira que
digan bien las obras con el nombre.
3. Encontró á Felipe y &cele JESÚS: Sígueme (1).
Para buscar discípulos se va ä Galilea, tierra entre las
de Judea muy inculta y nada noble. Para que no se
creyese que su predicación estribaba en la sabiduría del
mundo, sino en la doctrina del Espíritu santo, dice san
Pedro Crisólogo. Siempre eligió ä los humildes para las
cosas grandes. Repara en las palabras de la vocación:
Siguetne. ¿Quién? ¿A quién? ¡Cuánta dignidad seguir ä
Cristo! ¡Con qué fervor se debe ejecutar esto! ¡Con cuán-
ta tibieza lo haces tú, etc.!

*SÁBADO
LLEVA FELIPE Á NATANAEL A CRISTO

1. Encontró Felipe á Natanael, y le dice: Hemos ha-


llado á JESÚS, hijo de José de Nazaret. De Nazaret
¿puede salir algo de bueno? Dícele Felipe: Ven, y ve-
lo (2). Felipe, después de haber conocido ä JESÚS,
quiere que otros le conozcan. No ama ä Dios bastante-
mente el que no trabaja para que otros le amen. Duda
Natanael por juzgar que de un lugar tan despreciable
como Nazaret no podía salir cosa buena. Con todo eso
le eligió JESÚS para patria. Así amé en todo lo humilde.
Nada hay tan bajo en donde no encuentres ä JESUS. Ven
y velo. Te convida ä que lo experimentes. Los que gus-
tan de Dios saben lo que esto sea.
(1) Joann., 1. (2) lbld.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 317
2. Vid JESÚS d Natanael y dijo: Mirad un verda-
dero israelita, en quien no hay dolo. Dicele Natanael:
¿de dónde me conociste? Dicele JESÜS: Cuando estabas
debajo de la higuera, yo te vi (1). Podia ofenderse Cris-
to con el dicho de Natanael, que nada bueno podía sa-
lir de Nazaret; pero le excusa por su sinceridad sin
malicia. Los que siguen á JESÜS, los dichos de los otros
los echan ä buena parte. Por eso no pierden la paz.
Alaba JESÚS á Natanael por el candor del ánimo: Ver-
daderamente israelita. ¡,Se puede decir de ti: Verda-
deramente sin engaño? ¿verdaderamente religioso y no
sólo aparente? ¿verdaderamente cristiano sin dolo en tu
obrar con Dios y con los hombre? Vióle, en fin, disüs
estando ausente, el que te vel registra ä ti en cualquie-
ra parte.
3. Respondiae Natanael: Maestro, tú eres el ¡lijo de
Dios; tú eres el Rey de Israel (2). ¡Excelente confesión!
¿De dónde le reconoce por el Hijo de Dios? Porque oye
que le vi6 debajo de la higuera. Porque ve que sabe lo
que está oculto. Cree esto de Dios, y anda en su pre-
sencia, porque lo ve todo. Tres cosas confiesa de Cristo.
1. Que sea maestro. ¡,Eslo también tuyo? ¿Oyes y si-
gues su doctrina? 2. Que es el Hijo de Dios. Luego tam-
bién hermano tuyo. 3. Que es el Rey. de Israel. ¿Das
oidos por ventura ä sus mandamientos?
(1) Joma., 1. 00 1b1d.

318 SEMANA V

DOMINGO V DESPUÉS DE PENTECOST.


DE LAS BODAS DE CANA. DE GALILEA

1. Hiciéronse unas bodas en Caná de Galilea, y es-


taba allí la madre de JESÚS. Y JESúS fué convidado tam-
bién (1) Toma de aqui las reglas que debes observar en
la mesa. 1. Conténtate con una parca comida, cual fue
aquí la de estos pobres esposos. 2. Sufre la falta del
manjar y de la bebida, pues aqui llegó á faltar el vino.
3. Estén contigo JESÚS y MARIA, templares de modes-
tia y de templanza, etc. Advierte despiés de esto lo que
hizo la Madre. Y faltando el vino, dijo la Madre á
sún: No tienen vino (2). Advierte las necesidades del es-
poso y las insinúa al Hijo. ¿Qué no esperarás de tan
grande madre? Exponla las necesidades de tu alma. Ella
propondrá al Elijo: No tiene el vino del fervor, del celo,
de la caridad, del consuelo, etc. Ruégala que te lo al-
cance: Dicela JESÚS; Mujer ¿qué nos vas d mí y á ti en
eso? Aún no ha venido mi hora (3). Considera lo I. Da
ocasión ä la Madre de humillación, llamándola mujer, en
lo que sabia se deleitaba. 2. Enseña que atiende más al
tiempo señalado por Dios, que á las súplicas de la Ma-
dre: ni-se ha de complacer antes ä éstas. No quieras tú
determinar el tiempo de la gracia auxiliadora, sino con-
fía, porque á su tiempo 'vendrá. Mucho suaviza sus ma-
les el que sufre con esperanza y longanimidad.
2. Haced todo lo que os dijere (4). La santísima Vir-
gen, nombrada por su hijo, no con la voz de madre,
(I) Joan., 2. (2) IbId. (8) Ibld. (4) »Id.
DESPUÉS DE' PENTECOSTÉS 319
sino con la seca de mujer, aunque podla parecer habla
llevado el sonrojo de la repulsa, calla para confundir tu
desabrimiento, que concibes de cualquiera palabra me-
nos suave y atenta. Ensériate con su constante confianza,
que aunque te parezca que no consigues lo que pides,
no desesperes. Lo qüe ä ti te toca es: hacer todo lo que
te dijere. Sola aquella esperanza no es confundida, que
estriba y se afianza en las obras.
3. Diceles JESÚS: Llenad de agua las hidria ( l). Qui-
so ä los necesitados dar el vino, pero no quiso darlo an-
tes que pusiesen el agua. Quiere hacerte bien k ti, pero
quiere que pongas algo de tuyo. Has de hacer de tu parte
todo cuanto puedas hasta lo sumo. ¿De dónde proviene
que tienes tan poco, sino de que con tan poco has con-
currido? Poco vino hay en ti de consuelos, porque no
has llenado el corazón del agua de la compunción. Fu&
celebrado este vino. Todo hombre pone primero el buen
vino, pero tú para lo último has reservado el mejor (2).
Lo que usa Cristo es muy diverso de lo que usa el mun-
do y la carne. Estos después de unos deleites momentá-
neos ofrecen el vino de la inquietud y congoja. Jesucris-
to da ä beber primero amarguras, mas al fin da los ver-
daderos consuelos del alma. Elige una de estas dos co-
sas. Mas advierte que lo ltimo ha de ser eterno.
(1 ) 70222., 2. (2) Ibld.

320 SEMANA -

LUNES
DE LOS NEGOCIANTES ECHADOS DEL TEMPLO

1. Halló en el templo los que vendían bueyes, ovejas


y palomas, y sentados los cambiadores (1). La avaricia
de los sacerdotes introdujo en el templo la mercancía
con el color de tener ä mano las cosas necesarias para
los sacrificios. Parece cuidado del culto divino, y más
es de logro y ganancia. Y así el lugar consagrado ä
Dios, en un puro establo se convierte. Templo eres tú
de Dios (2). ¿En qué estado lo tienes? ¿Encubres por
ventura tu amor propio con preiato de bien? ¡Guár-
date de tal desorden! Cuando te dejas llevar demasiado
de tu amor propio, entonces se hace tu alma establo de
sus pasiones. Si hallares en él algunas de estas bestias,
examina si acaso entraron por esta puerta y si en él es-
tán ya de asiento.
2. Y haciendo uno como azote de los cordeles, á to-
dos echó fuera del templo (3). Muestra el dominio y hace
ostentación de su poder. Uno solo tenido por desprecia.
ble, á todos los trastorna y espanta. Nadie se le opone,
porque bajo el azote le reconocen por Señor. Conócele
tú por tal también cuando te azota en el alma, en el
cuerpo, en la fama. Predica su poder con un silencio y
sujeción humilde. Alégrate de que con este azote arroje
del templo de tu alma los deseos terrenos, etc. Consi-
dera también el celo que muestra de la gloria de Dios.
El que tú tienes de tu honra, conviértele en celo de
la suya.
(1) Joma:, 2. (2) 1 Cor., 5. (8) Joma., 2.

DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 321


3. Y dijo d los que vendían palomas: Quitad esto de
aquí y no hagais á la casa de mi padre casa de nego-
ciación (I). Tuvieron su efecto en los judios sus palabras
y sus hechos; porque todos, llevándose sus géneros,
huyeron. ¡Cuántas veces te ha dicho á ti Dios: Quita
esta pasión, deja esta vanidad, arranca aquel afecto, y
aún permaneces en ellos! Advierte cuánta indignidad
sea ésta. Si aqui no temes éste como azote, teme el
azote verdadero que descargará sobre ti.

MARTES
LA PLÁTICA DE CRISTO CON NICODEMUS

1. Había un hombre de los fariseos, que se llamaba


Nicodemus: éste vino d JESÜS de noche (2). Movido de
la autoridad y celo de Cristo, que ejercitó contra los tra-
tantes, creyó que JESÚS era más que hombre. Porque
ninguno (dice) puede hacer tales prodigios, sino estando
Dios con él (3). Repara la fuerza que tiene el celo de
atraer ä si aún ä los hombres más autorizados. Vino de
noche, por temor y respeto de los judíos; lo que á la
verdad es tolerable en quien no habla aún conocido á
Cristo. Pero ¿cómo serán tolerables en ti los respetos
humanos, que profesas seguir á Cristo? El que atiende
a los hombres más que ä Dios, será de Dios despreciado.
2. Y le dijo: Sabemos que has venido maestro envia-
do de Dios (4). ¡Ames tü también, por ventura, que
Cristo ha venido como maestro? Si crees, ¿de dónde
(1) Joann., 8. (2) bid., 8. (8) Ibid. (4) bid.
AVANCIN1 21
322 SEMANA V
proviene que aprovechas tau poco en su doctrina? Sin
duda de que no escuchas con quietud ä este maestro que
te enseña, porque te distraes en vanidades y deseos de
la tierra; de que no crees sériamente, con viva y actual
fe ä sus palabras; de que lo que crees no lo ejercitas,
siempre remiso al tiempo de obrar. Si quieres aprove-
char, enmienda esto.
3. Res pondióle JESÚS: El que no renaciere no puede
ver el reino de Dios (1). Atiende ä las cosas que Cristo
enseña. 1. El bautismo en agua y en el Espíritu santo,
por su necesidad. 2. La Encarnación: Así amó Dios al
mundo, etc., y la pasión: Así como-fifoisés puso en alto
la serpiente, etc., porque éstos son los principales moti-
vos de amar ä Dios y de imitar su amor. Enciéndete tú
también en ellos. Atiende ä la docilidad de Nicodemus,
que desde entonces hizo profesión pública de discípulo
de JESÚS, presever6 constante, y estando huidos los dis-
cípulos, bajá de la cruz el cuerpo del Señor. Si amases
tú, harías tal profesión al descubierto, despreciando todo
respeto humano; no atenderlas, no, ä la doctrina del
mundo, etc.

MIÉRCOLES
LA DOCTRINA DE LA TRINIDAD QUE DE5 CRISTO
Ä NICODEMUS

1. Así amó Dios al mundo, que le dió á su unigénito


hijo (2). Enseña la persona dül Padre y su amor para
contigo, que no pudo ser mayor, aunque se nos hubiera
dado ä sí mismo. Adora al Padre, reconoce su amor,
(1) Joann., 8. (I) Ibid.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 325
dale gracias, retórnale tu amor, dale lo que es más grato
ä tus sentidos, 6 por mejor decir, todo lo que estima
una alma elevada. Emplea en Él por correspondencia
tus potencias todas. Merécelo por ser también padre tu.
yo, aunque tú seas hijo que degeneres de tal.
2. Vino la luz al mundo y amaron los hombres mds
las tinieblas que la luz ( l). Enseña la persona del Hijo,
bajo el nombre de luz, la cual es ä saber: Ilumina todo
hombre con celestial doctrina y ejemplos. Quieres ser
hijo de la luz; mas tus tinieblas no comprendieron esta
luz con el conocimiento, viva fe y con la imitación. ¿Por
ventura amas más las tinieblas del mundo, que los ejem-
plos y doctrina de Cristo?
3. El Espíritu aspira á donde quiere, y tú oyes 8U
VOZ; mas no sabes de dónde viene y á dónde vá (2). En-
seña la persona del Espirita santo. Cree en Él, confié-
sale, adórale, oye su voz; porque te habla por las Escri-
turas, por las criaturas, por las inspiraciones. Propio
es de un ingrato no saber de dónde venga, 6 no atender
ä los principios de las inspiraciones y de la gracia; 6
dónde vaya, 6 no mirar al fin ä que dirige, para que
coopores. ¡Qué profundamente estás sumergido en esta
miseria!
JUEVES
CUARTO TESTIMONIO QUE DE CRISTO DIC5 SAN JUAN

1. Vinieron (los discípulos de san Juan) cl él y le


dijeron: Sabe que Aquél de quien diste testimonio, bau-
tiza y todos van á El (3). Picanse de alguna envidia los
(1) Joann., 8. (2) bid. (8) Ibld.
324 SEMANA V

discípulos de san Juan. Es tal este defecto, que aun ä los


santos también asalta. Parece en el modo de hablar, que
preferían san Juan ä. Cristo, porque le amaban sensual-
mente. Prefieres tácitamente ä Dios todo lo que fuera de
Él amas. Añaden que todos se iban ä El, siendo así que
actualmente muchos iban á san Juan. La felicidad ajena
se le hace á un envidioso muy grande, la suya nada.
Lejos esté de ti la envidia; ten si más altos y nobles pen-
samientos.
2. El que tiene esposa es esposo; mas el amigo del
esposo que le oye, con gozo se alegra por oir la voz del
esposo (1). No se mueve ä indignaMn por lo que decían
los discípulos; mucho menos á envidia. No aprueba su
sentir, sino confiesa ä Cristo Mesías y esposo de la Igle-
sia; y así se alegra de su gloria. ¿Cuáles son tus senti-
mientos al ver la gloria de otro? ¿La apruebas si crece?
¿Ayudas acaso para que se aumente? Haráslo, si eres
amigo, con amor verdaderamente cristiano.
3. Conviene que ht crezca, y yo me disminuya (2).
Muchos elogios profiere aquí de Cristo; mas que todos
miran á acrecentar á Cristo la gloria, y ä deprimirse á
si mismo. Repara aquí dos bases en que tú debes estri-
bar siempre: el celo de la gloria de Dios y tu propia
humillación.
VIERNES
ES ENCARCELADO SAN JUAN

1. Envió Herodes y echó mano de Juan y le prendió


en la cárcel (3). ¿Se quejó por ventura, y se indigné
(I) Joann., 8. (8) lbid. (8) Maro., O.
DRSIRIÉS DZ PlIbITECOSTÉS 325
san Juan, siendo poco antes acatado como Modas y
ahora tratado como reo y puesto en tal confusión? Tú
as( lo haces. Pero Juan, siempre el mismo, recibió im-
perturbable la aflicción con humildad y alegría. Quitas
ä la aflicción la fuerza, si la admites venciendo lo sen-
sual. Jamás llegarás ä esto, si no estás muerto ä ti
mismo.
2. Porque decía Juan d ' Herodes: No te es licito te-
ner la mujer de tu hermano (1). Esta fué la causa de
SUS cadenas. Porque hizo una santa obra, amonestando
al rey por puro celo, es preso y encadenado. Este es el
galardón ordinario de los justos: recibir mal por bien.
¡Ojalá nunca padezcas tú por otra causa ni por otra
culpa! Al que padece ad le debe servir de consuelo su
inocencia misma. Repara la modestia de san Juan cuan-
do amonesta, acompañada de una santa libertad. Pro-
pone, sin ofender, la verdad, no estribando en su dicho,
sino en lo que manda la ley.
3. Herodes temia á Juan, sabiendo que era varón
justo y santo; y asi le reverenciaba; y oyéndole hacia
muchas cosas y escuchó bale con gusto (2). La virtud del
enemigo se deja venerar y amar. Pero si ama ä Juan
¿por qué le encarcela? Esto se ha de atribuir ä la im-
portunidad de los judios y los ruegos de Herodlas. Para
satisfacer ä los hombres atropella por lo que es justo.
El respeto de los hombres causa desprecio de Dios; el
respeto ä Dios desprecio del favor humano. Escoge cuál
de éstos quieres seguir.
(I) Marc., 6. (2) Ibld.
326 SEMANA

SÁBADO •

LA CONVERSACIÓN DE CRISTO CON LA SAMARITANA

1. Fatigado JESúS del camino estaba sentado así so-


bre la fuente (1). Se fatiga por el celo de una sola alma
y pecadora: párase y está de espera en el lugar ä don-
de sabia de cierto habla de venir. Ninguna alma es vil
para Cristo. Busca también las almas de los más viles;
porque Dios sólo estima las almas, no las riquezas, no
las dignidades. San Ambrosio dice (2): Se fatigó tam-
bién por ti, porque mucho tiempo teluscó por medio de
todos sus trabajos y tormentos. Siéntase y espera. ¿Qué
te detienes en llegar? Antes bien, ¿por qué te apartas
aún más lejos de El?
2. Vino una mujer de Samaria, y dicela JEMIS:
Dame de beber (3). ¡Feliz mujer porque llegó su hora,
porque era esperada! una ocasión tal vez despreciada
es causa de la última desdicha. ¡Oh si ponderases esto
frecuentemente, qué atento estarlas ä las gracias que
se te dan! Pldela poco, para darla mucho, es ä saber,
aquella agua que salta hasta la vida eterna. Ésta es la
condición de Dios: cuando le das poco, te da mucho.
Dale, pues, tú también cosas muy menudas. El cuidado
de las cosas mínimas trae las mayores, como el despre-
cio de lo mínimo precipita ä lo grave.
3. Dicele la mujer: ¿Cómo tú, siendo judío, me pi-
des d mi de beber, que soy mujer samaritana (4)? Re-
para aquí la rusticidad de esta mujer, y también la
(1) Joann., 4. (8) L. 2 de SpIr. S. (8) Joann., 4. (4)161d.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 327
nuestra con Cristo. Lo que es maldad negar ä un ene-
migo, ä Cristo se lo negamos. ¡Qué de veces está se-
diento y pide lo que conduce ä tu salud, y se lo niegas!
Y ¡cuánta es la sed que tiene Cristo de tu salud! porque
más g l te ama, que te aborrece el demonio. Y ä tanto
amor, á tanta sed, ¡le podrás negar algo de lo que al fin
el fruto es sólo tuyo?

DOMINGO VI DESPUÉS DE PENTECOST.


CONVIÜRTESE LA MUJER, Y ANUNCIA A CRISTO
LOS SAMARITANOS

1. Respondió hsús y la dijo: Si conocieses el don de


Dios y quién es el que dice: Dame de beber, tú acaso le
pedirías á El, etc. (11. No, sabe la mujer el don que
tiene en tener ä Dios presente; no sabe qué es lo que la
pide. De aquí es, que aún no le sabe ella pedir el agua
viva. De la presencia de Dios pende todo el bien de
nuestra salud. Si siempre le juzgases presente, ¡no se-
rias por ventura más fervoroso en su servicio? ¡no repri-
mirlas más tus afectos? Por éste medio la lleva ä darla
una plena instrucción del Mesías, del modo de adorar ä
Dios en espíritu y verdad, y moverla al aborrecimiento
de la vida pasada. Así nos previene y nos llama Dios.
Mas, El que te hizo á ti sin tí, no te salvará á ti sin
ti, como dice san Agustín.
2. Señor, dame á mi esta agua, para no tener más
sed, ni venir aquí á buscarla (2). Efectos son de la con-
versación con Cristo. Enciéndese en ella el deseo del
(1) Joann., 4. (2) Ibid.
328 SEMANA VI
agua celestial. De manifestarle sus pecados ocultos co-
noce al Mulas. De pecadora se hace apóstola, deja el
cántaro, corre ä la ciudad, convida ä todos ä que vengan
ä Cristo. Venid y ved (1). Considera é imita los adelan-
tamientos de un alma en la virtud; excita en ti el deseo
del agua de la gracia; pídela con reverencia; deja la hi-
dria de las antiguas costumbres; alégrate de haber ba-
ilado ä JESÚS; procura atraer ä l otros.
3. Preguntábanle los discípulos, diciendo: Maestro,
comed. Pero Él les dijo: Mi comida es hacer la volun-
tad del que me envió, para cumplir su obra (2). San
Juan Cris6stomo dice (3): Llama comida suya en este
lugar á la salvación de los hombres, para mostrar cuán-
to deseo y cuidado tiene de nuestra salud. Procurando
ésta, cumplia por cierto la voluntad de su Padre. Y tú
también eres para Él su comida, que te pide ä ti para
salvarte. ¡Oh qué gracia tan grande! Imitale, siendo tu
comida la obediencia. ¿Qué cosa así conforta y sustenta
en toda necesidad, como la ejecución de la voluntad di-
vina? dice san Bernardo. Sea tu comida el celo de la
salvación de las almas. Tantas almas pierdes, dice san
Agustín, cuántas, pudiendo, no ganas.

LUNES
SANA CRISTO AL HIJO DEL RÜGULO

1. Éste (el régulo) viendo que JESÚS había venido,


fuese á g l y le rogaba que bajase y sanase á su hijo,
porque empezaba el morirse (4). Acudimos ä Cristo cuan-
(I) Joam, 4. (2) »Id. (8) Bona. 88. (4) Joanu., 4.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 329
do nos oprime la adversidad; y Dios por eso las envía:
luego se han de llevar con conformidad más suave. Cual
es el cuidado del padre por la salud corporal del hijo,
tal ha de ser el tuyo por la de tu alma. ¿Por ventura no
es más que el cuerpo el alma (1)? Es imperfecta la fe del
régulo; sea la tuya más perfecta. Pide solamente; deja
ä su disposición lo demás. En la tentación no dilates el
recurso hasta que empieces á morir; mas anticípalo. Los
remedios tardíos dan fuerzas al mal.
2. Dijole JESÚS: Si no veis señales y prodigios, no
creeis (2). Repréndele su poca fe, para disponerle ä te-
nerla mayor y sanar su alma. Tal es la bondad de Cris-
to, que quiere darnos más que le pedimos, con tal que
no lo impidamos. Persevera pidiendo el régulo: Baja an.
tes que muera (3). Pero yerra, juzgando que el auxilio
del Señor puede ser tarde. Consuélale Jzsés, diciéndo-
le: Tu hijo esto vivo (4). No son estas palabras anun-
ciativas sólo, sino efectivas, que lo que decían, lo obra-
ban. 10 Señor! si á ml me dijerais: ¡Tu alma vive! El
régulo creyó. A esto miraba Cristo con la dilación. Si
dilata lo que le pides, sabe que es para tu bien.
3. Y creyó él y toda su casa (5). Supo de los cria-
dos, que le salieron al encuentro, que habla mejorado
su hijo ä la misma hora que Cristo le habla dicho. Y
creyó él. Llegó á su casa, viólo, contó lo que le habla
pasado con el Señor: Y creyó toda 'su familia. Cual es
el dueño en una casa, tales son los siervos y domésti-
cos. Cual es el entendimiento (padre de familia del alma)
acerca de las verdades prácticas, tal es la voluntad, los
apetitos, los afectos. Ha de ser, pues, apartado de los
(1) Matth., 6. (8) Joann., 4. (8) Ibld. (4) Ibid. (6)
330 SEMANA VI
falsos principios del mundo y de la carne; ha de ser cul-
tivado con los divinos. No has de procurar saber, no
siendo para obrar.

MARTES
PESCA PEDRO EN EL LAGO DE GENESARET

1. Subiendo d una nave, que era la de Simón, le rogó


que la apartase un poco de la ribera, y sentándose ense-
ñaba desde la navecilla á las turbas (1). Aprende de la
turba, que se iba con ímpetu á JEseLsel deseo de per-
cibir las cosas divinas. 2. Si tienes ä Cristo en la naveci-
lla de tu corazón, te debes apartar de la tierra ó de los
afectos terrenos. No se pueden, á la verdad, mezclar el
amor de Dios y el amor del mundo. 3. Entonces se sen-
tará como quien domina tu corazón y afectos, y te en-
señará verdades sólidas, que no puedes alcanzar estan-
do apegado á las terrenas.
3. Luego que cesó de hablar, dijo á Simón: Entra
mar adentro y tended vuestras redes para pescar (2). No
contentándose JESÚS con que te apartes un poquito de
la tierra, te dice: Entra mar adentro; engólfate en ma-
yor perfección: siempre te resta mucho más de lo que
has adquirido. Gula á mar alta por una elevada inten-
ción. 2. Respondió Pedro: Habiendo trabajado toda la
noche, nada hemos cogido. Este es el fruto de los traba-
jos del siglo en orden á lograr dignidades, etc. Nada. Y
¡cuánto se trabaja por esta nada! Y por Aquél, que solo
es todas las cosas, ¡qué poco!
(I) Luo., 5. (2) Ibld.
DESPURS DE PENTECOSTRS 331
3. Mas fiada en tu palabra tenderé la red. Y ence-
rraron una gran multitud de peces (I), siendo as i que
en el mismo lugar antes nada hablan cogido. Y ¿por qué
ahora? Porque se echó la red en nombre de JESÚS y
por obediencia. Lo que haces con esta intención, nunca
para con Dios deja de ser meritorio. 1 Asi correspon-
dió Cristo ä Pedro, por haberle recibido en su barco,
por haberle apartado algo de tierra. Lo mlnimo que ä
Dios das, lo remunera con lo sumo. 3. Para enseñar ä
los que le siguen, que nunca les faltará lo necesario para
su sustento. Deja el cuidado de lo corporal, y está solí-
cito sólo de seguir ä JESÚS.

MIÉRCOLES
VOCACIÓN DE PEDRO Y ANDRIkS, • DE SANTIAGO Y
DE JUAN

I. Vid JESúS á dos hermanos, Simón y Andrés, y


les dice: Venid en pos de mi, y haré que seais pescado-
res de hombres (?2). quienes llama? ¿De dónde?
¿Para qué? Llama ä unos rudos y simples, porque siem-
pre le agradó la humildad, y es la mejor disposición para
recibir las gracias. Llama ä los que son hermanos. So-
bre lo cual dice el Pelusiota (3): Quiso dar á entender,
quería que sus discípulos se uniesen con amor fraterno.
Tales deben, ser los que ganan las almas. Tú ¿cómo te
has en esto? Llama del mar, y de una ocupación sin
lustre. También ä ti te llamó del mar del mundo, en
donde tendías las redes de tus concupiscencias para pes-
(1) Uta., 6. (2) Mätth , 4. (8) L, I, Ep. 9.
33 2 SEMANA VI
car cosas terrenas. Reconoce ahora esta gracia, etc. Lla-
ma en pos de si, para que siguiéndole, á la vista le ten-
gas siempre, para que le mires y sigas sus pisadas y
pesques hombres con igual celo. Pondera la dignidad
de este cargo, y tu indignidad para él. Mas ¿cómo lo
ejerces?
2. Ellos luego al punto, dejando las redes le siguie-
ron (1). Esta prontitud de obediencia reprende tu re-
pugnancia y desidia en ella. Dejan las redes. Las redes,
que te estorban al seguir á JESÚS, son las familiarida-
des del siglo, los negocios, ajenos de tu vocación * y de
tu estado, las aficiones malas. Si á lisiás quieres seguir,
debes dejar las cosas que son ajenas de JESÚS.
3. Vid á otros dos hermanos, Jacobo y Juan, que es-
taban en el barco remendando las redes, y los llamó. Y
ellos al punto dejando las redes y al padre le siguie-
ron (2). También aquí dice la Glosa: Aprobó la unidad
del amor fraterno. San Bernardo (3) dice: A ciegas,
sin dudas ni juicios, nada solícitos de lo que habian de
vivir, le siguen sin tardanza alguna. Y fué más ciega
esta obediencia que la de los primeros, porque no se les
dice el cargo á que los llama. Fuera de esto vencen el
amor carnal que al padre tenían. Repara tú: ¿obedeces
así tan ciegamente, con tal prontitud y desnudándote
de otro cualquier amor?
(1) Matth., 4. (2) Ildd. (8) Serm. 2 de S. Ändr.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 333

JUEVES
ES CURADO Dgr. ESPfRITU INMUNDO
EL ENDEMONIADO

1. Estaba en la sinagoga un hombre que tenía un


espíritu inmundo (1). ¡O infelicidad la del hombre po-
seido del demonio( Si tal tuvieras en el cuerpo, ¿qué no
harías para librarte de él? Tiénesle en el alma, en tus
malos afectos, y no te da el menor cuidado. Exclamó:
¿Qué tienes con nosotros, JESÚS nazareno (2)? ¡O des-
vergüenza! Niega ä Cristo el derecho que tiene ä su
criatura. Así, luego que el hombre peca, le usurpa para
si este derecho. Pero no lo permite JESÚS, que vino
á deshacer las obras del diablo (3). lia
s venido á perder-
nos (4). La presencia de Cristo es tormento de los de-
monios dice san Jerónimo (5). Tormento le es, si ha
de salir de ti. ¡Oh! atormenta tu al diablo oculto, como
lo harías pudiendo, si le vieses manifiesto.
2. Se que eres el santo Dios (6). Alaba y adula ä
Cristo el demonio, ó para que no le lance, 6 para ha-
cerle caer en vanagloria. Si te dieren leche los pecado-
res, no convengas con ellos (I). JEstís le mandó con im-
perio y le dijo: Enmudece y sal de él (8). No agradó ä
Cristo la alabanza de la boca del pecador (9). Repara
cuál es tu boca y corazón para alabarle dignamente.
3. Despedazándole el inmundo espíritu y clamando
con grande voz, salió de él (10). A una sola voz de Cris-
to: Sal, se partió el demonio. ¿Por que no sale de ti
(1) Maro., 1. (8) IbId. (8) I Joann., 8, 8. (4) Marc., 1.
(5) In Mate., 8. (8) Marc., 1. (7) Prov., 1. (8) Maro., 1.
(9) Eool., 16. (10) Marc., 1.
334 SEMANA VI
después de tantas inspiraciones? Por tu culpa. Porque
le halagas siguiendo tus pasiones. Y san Gregorio di-
ce (I): «Al que poseyéndole no habla hecho daño, al
»dejarle le despedazó; porque comunmente cuando es
»echado del corazón causa tentaciones más fuertes, que
»antes habla excitado.» No pierdas, pues, el ánimo, si
sientes tentaciones más vehementes, señal es que sale el
demonio.
VIERNES
ES CURADA DE LA FIEBRE LA SUEGRA DE SIMÓN

1. La suegra de Simón padecía grandes calentu-


ras (2). Con tal disposición la encuentra JESÚS. ¿Con
cuál te encontró á ti cuando ä tf vino? No acaso con una
fiebre sola, sino con muchas. No diré, dice san Ambro-
sio, que es menor la fiebre del amor (hacia las cosas cria-
das) que la del calor de una calentura. Nuestra fiebre es
la avaricia, la lujuria, la ambición, la ira (3). Advierte
tus enfermedades y peligros. Admite ä JESÚS en la casa
de tu corazón (pues hasta aqul le desechaste) para que
te cure con su gracia y dictámenes divinos.
.2. Y llegándose la levantó tomándola de la mano, y
al punto la dejó la fiebre (4). No tienes que esperar sa-
lud, si no extiende Dios la mano de su gracia. Pero
¿cuántas veces la extiende y no la tomas? Mandó á la
fiebre y la dejó (5). Entiendes bien el mandato y la vo-
luntad de Dios acerca de las fiebres que padeces, y con
todo no te dejan. ¿Cuál es la causa? Porque las amas,
aun siendo espirituales; siendo ast que tanto aborreces
(1) Horn. 19 in Eaeoh. (9) Luo., 4. (5) Lib. 4 in Loe., o, 4.
(4) Maro., t. (5) Loo, 4.
DESPUÉS DB PENTECOSTÉS 335
las corporales calenturas. Teme aquello. Curamos á Ba-
bilonia y no ha sanado: desemparémosla (1). gi desam-
parémosla terrible!
3. Y levantándose al punto, les servia (2). Cuando
Dios sana solo, en un momento, y con gran perfección
se obra la cura. Pero ésta, según el orden común de
obrar, se hace sucesivamente y ä la medida de nuestra
cooperación. Tú bien quisieras tener domadas tus pasio-
nes, pero quisieras que esto nada te costase. Vanos son
los deseos cuando no se pone mano ä la obra. 2. Em-
plea en obsequio de Cristo la recobrada salud. Y le ser-
via. Esto pide el agradecimiento. Tú ¡en quién empleas
la salud que gozas?

SÁBADO
TRES QUE QUIEREN SEGUIR A CRISTO, MAS NO
COMO CONVIENE

1. Un cierto sujeto le dijo: Seguiréte á donde quiera


que fueres (3). Palabras las más excelentes, si fuera
igual la intención. Por interés queda seguirle, por eso
no le admite el Señor, que no tiene en donde reclinar
su cabeza. Como si dijera (según sienta san Jeronimo):
¡Para qué me quieres seguir por riquezas é intereses
del mundo, cuando no tengo ni un corto albergue en
que hospedarme? Observa aqui pues: 1. No tuerzas los
servicios que haces á Dios ä fines tan bajos, como bus-
car con ellos tu gloria y tus comodidades. 2. Imita ä
Cristo pobre, cortando en ti lo superfluo. 3. Al que no
(I) Jor., 51. (2) Luo., 4. (8) RAU, 9.
3 3 6 SEMANA VII
tiene en donde reclinar tu cabeza, dale para esto tu co-
razón, pero limpio y suave.
2. Dice á otro: Sígueme. Mas él le dijo: Señor, per-
miteme primero el ir y sepultar á mi padre (1). No con-
viene en esto el Señor, antes le dice: Deja que los muer-
tos entierren á sus muertos (2). Piedad es enterrar al
padre; pero cuando Dios 6 la obediencia ordenan otra
cosa, se han de omitir aun las obras de mayor piedad,
6 por mejor decir, se ha de dejar ä Dios por Dios; por-
que la voluntad de Dios es la medida de la perfección.
3. Otro le dice: Señor, yo te seguiré; mas déjame
primero ir y hacer renuncia de todo-.1o_que tengo en ca-
sa (3). Ni ä éste admite el Señor, porque dice: Ninguno
que pone su mano al arado y mira hacia atrás, es apto
para el reino de los cielos (4). Cuando se trata de su
servicio no quiere Dios que se tome consejo de los do-
mésticos, ni consultemos ä nuestros afectos; porque es
cosa peligrosa, y con la tardanza se deja. 2. El que
quiere seguir ä Cristo ha de mirar adelante con el afec-
to y deseo, no hacia atrás ä cosas de la tierra; pues es-
tas dos cosas jamás pueden juntarse.

DOMINGO VII DESPUÉS DE PENTEC.


SOSIÜGASE LA TEMPESTAD DEL MAR

1. Al subir JESÚS en la navecilla, le siguieron sus


discípulos (5). El buen discIpulo aun en las cosas arduas
y de trabajo, no se aparta de su maestro. Y se alborotó
mucho el mar (6). Aun en donde asiste Cristo tiene lugar
(1) Luo., 9. (2) IbId. (5) IbM. (4) Ibld. (5) Slatth., 8. (8) lbid.

DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 337


la tentación y la adversidad. Por eso aunque estés en
gracia está en vela; pero no te desanimes, porque Dios
está contigo. Pero El dormía (1). 'Qué ánimo tan se-
guro es aquél que está seguro en la misma tempestad!
2. Y se llegaron á El sus discípulos (2). A Éste has
de acudir cuando te hallares afligido. Y le despertaron
diciendo: Sálvanos, Señor, que perecemos- (3). En dos
cosas faltan. 1. En la fe, creyendo que estando Cristo
dormido no tenla poder para salvarlos. 2. En la pertur-
bación del ánimo por el temor: por eso les reprende: gPor
qué estais tímidos (4)? Tä, procura, al contrario, con-
fiar en la tempestad en la providencia de Dios. Ten en
ella serenidad en tu alma; porque ninguna turbación
nunca te ayudará, mas antes te sugerirá medios nocivos.
3. Entonces, levantándose, mandó d los vientos y a/
mar (5). Primero ä los vientos, como causa de la con-
moción, después al mar. Si quieres desarraigar de ti
algún mal, lo has de combatir en su causa 6 en su ralz.
Y dijo al mar: Calla, enmudece (6). Cuando ves que
interiormente te alteras, calla, enmudece, por no pro-
rrumpir en maldiciones é indignaciones. Esto te ha dicho
Dios muchas veces: rara le has obedecido. Y se siguió
una gran bonanza (7). Las criaturas insensibles te con-
funden obedeciendo tan prontamente á Dios.
LUNES
ES LANZADA LA LEGIÓN DE LOS DEMONIOS

1.5Sali4ronle al encuentro dos que tenían demonios,


que salían de los sepulcros, sumamente crueles (8). San
(1) Natth., 8. (2) 'bid. (8) 'bid. (a) Ibid. (6) Ibld.
(a) Marc., 4. (7) Mate., 8. (8) Ibld.
AVANCINI 22
33 8 SEMANA vrz
Marcos al cap. 5 describe la miseria de éstos más difu-
samente. Ni con cadenas, dice, le podía alguno atar:
andaba por los montes dando voces, y cortándose pedazos
con piedras, y no se cubría con vestido. Ad trata el de-
monio al hombre. Y con todo eso es amado cuando se
ama la culpa. La menor de todas es peor que toda pena
excogitable: huyendo, como huyes la menor pena, no
tienes horror al pecado. Las cadenas rompes de las di-
vinas leyes, despedazas las vestiduras de la gracia, etc.
2. Viendo, pues, de lejos á JESÚS, fuá á El corrien-
do y le adoró (1). A ti te confunden los demonios, que
temen á JESti8, estando en su presencia, y en ella tú no
temes ofenderle. Adórenle con temor; tú con amor le
has de hacer esto. Añaden; Conjiirote por Dios vivo,
que no me atormentes (2), lanzándome; porque con odio
implacable desean tentar á los hombres. ¡Cuánta, pues,
circunspección es necesaria! Preguntado: ¿Qué nom-
bre tienes? respondió: Legión. Luego que uno entra,
trae á muchos. Una pasión no domada otras excita. Un
pecado cometido hace cometer otros muchos.
3. Los demonios, pues, le rogaban, diciendo: Si nos
echas, envianos á las piaras de los lechones (3). Advier-
te aqui cuán poco pueden, pues aun no son capaces de
entrar en un animal inmundo. ¡,Cuánto menos podrán
en ti si tú no asientes á ello? Por esta petición colige á
cuánta vileza han venido por el pecado unos espiritus
tan nobles. Concedióselo JESÚS, para enseñarnos que
una alma es tan preciosa, que por librarla del demonio
en nada se ha de tener toda pérdida temporal. Luego
en tanto debes tener tú la de honra, comodidades, etc.
(1) Marc., 5. (2) D'Id. (8) lbid.
DESPU22 DE PENTECOSTRS 339

MARTES
A1'ART6SE DE ALLf CRISTO .4 PETICI6N DE LOS
DE GENESARET

1. Y vienen á dude, y ven al vejado del demonio,


sentado, vestido, y con entero juicio (1). Este es el esta-
do del hombre libre del pecado. Está sentado, con ma-
ravillosa quietud del ánimo. A los pies de JESÚS, con
afectos de humildad. Vestido, de gracia y dones sobre-
naturales. En su entero juicio, señor de sus pasiones,
que le hicieron andar sin tino. ¡Cuánto más feliz es este
estado que el antecedente! Pide éste para ti; y para con-
servarle, no te apartes de los pies de JESÚS.
2. Y empezaron 4 rogarle que se apartase de sus con-
fines (2). Cayetano expone: el dado de los lechones les
causó temor de mayor daño. Por no padecer pérdida de
bienes temporales, escogen carecer de Cristo, que es el
mayor de los males. ¡O necedad! Tú tenle firme y no
dejes que se te ausente. Es ganancia crecida la pérdida
de la sangre y de la vida ä trueque de no perder ä
JESÚS.
3. Al entrar en la nave le empezó drogar el que habla
sido vejado del demonio, le admitiese en su compa-
ñia (3). La gracia recibida fué la que excité en él este
deseo. ¡Cuántas veces recibí la misma, y hasta ahora no
me ha venido deseo de estar siempre junto con Dios!
J ESÚS no le admitió, sino le dice: Vd 4 los tuyos y pre-
álceles lo cosas que ha hecho el Señor contigo, y co-
(t) Maro., 5. (2) bid. (8) IbI8,
340 SEMANA VII
mo se ha apiadado de ti (1). No le desecha, sino le hace
predicador del beneficio. ¿A quienes? A aquellos mis-
mos que le pedían se ausentase de ellos. ¿Para qué?
Para que así conociesen á JESÚS, y creyesen en Él.
¡O bondad! Buscas á los que te desechan. ¡Oh, cuántas
veces te buscó á ti de esta suerte! ¡Cuánto debes ä tat
bondad!
MIÉRCOLES
OFRECEN 41. CRISTO UN PARALÍTICÓ

1. Y vienen á Él con un paralitico, á quien traían


cuatro (1). Miserable era el estado-Ve-este hombre. Pe-
ro más mlsero es el de un alma tibia, que ni tiene ma-
nos para obrar, ni fi rmes los pies de sus afectos para
poder moverse. ¿Has experimentado esto alguna vez en
ti mismo? ¡Oh, quiera Dios que ni ahora lo experi-
mente! ¿Quieres sanar? Toma cuatro que te lleven;
el conocimiento de tu miseria, el conocimiento de la
bondad de Dios, y de aquí la esperanza de la salud y de
Dios el amor. El que en si junta estas cosas, tiene cier-
ta la salud.
2. Y buscaban modo de meterle y ponerle delante de
hl, no encontrando por donde introducirle por la mu-
chedumbre de la gente (2). No se podía entrar en la ca-
sa por la multitud; con todo eso el paralitico por me-
dio de aquellos cuatro busca modo por todas partes.
Hace lo que puede, porque no se le vaya la ocasión.
Haz tú lo mismo en el negocio de tu alma. Lo que hoy
puedes hacer, no lo dilates para mafiana. Aunque tal
(4) Marc., 6. (S) Ibld. (S) Luo., 6.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 34!
vez te parezca que hay impedimento bastante, más ra-
zonable cosa es que procures cortarle.
3. Deshicieron el tejado de la pieza en donde estaba,
y abriéndole, descolgaron por allí la cama en que esta-
ba el paralítico (1) . Considera una constante caridad con
aquel enfermo en los que le llevaban. Puedes considerar
la misma en el dueño de la casa, que no estorba se des-
haga el desván de la pieza en que predicaba el Señor.
Tampoco repara el paralitico en ser tenido por descor-
tés é importuno, ni se avergüenza de comparecer di
como enfermo. ¡Tanto hace el amor de la salud! Y ¿no
podrá contigo más el amor de la santidad? Menester
es para esto que tomes una resolución generosa.

JUEVES
SANA CRISTO EL MISMO PARALÍTICO

1. Y viendo JESÚS la fe de ellos, dijo al paralítico:


confía hijo (2). ¡O palabras de amor, capaces de ablan-
dar un corazón de piedra! Tus pecados te son perdonados.
No pedía esto el enfermo, sino la salud del cuerpo.
Pero enseña asi sea mayor mal el del alma, que quiere
curar primero. ¡Qué ciego eres, que esto no conoces!
De aqui procede que más cuidas de la salud corporal,
que no la del espíritu. 2. El pecado es causa de las
enfermedades y aflicciones. Para curar, pues, la enfer-
medad quita la causa. No curas bien las dolencias de
tu alma, si primero no arrancas la pasión.
2. Estaban, pues, allí sentados algunos de los escri-
u) Marc., 2. (2) Matth., 9.
342 SEMANA VII
bas, y diciendo en sus corazones: ¿Qué es lo que éste
habla? Este blasfema (1). Nunca faltarán quienes echen
ä mala parte lo que santamente ejecutas. No dejará de
haber quienes con capa de celo procuren encubrir su
envidia. Si tú eres de éstos, juzga que eres redar-
güido con ellos y con los escribas ä quienes dijo el Se-
flor: ¿Para qué pensais mal en vuestros corazones (2)?
Confúndete. Y para que en adelante no pienses de este
modo, imagina que ast como Vió JESÚS los pensamientos
de aquéllos, as l ve todos los tuyos, ya sean buenos, ya
malos.
3. Entonces dice al paralítico: Levántate, coge tu
cama y vete á tu casa (3). Libre ya-de la perlesla del
alma, has de hacer tres cosas para no volver ä ella.
I. Levántate pur medio de generosas y muy repetidas
resoluciones. 2. Coge tu lecho, esto es, como dice la
Glosa: Levanta la carne de los carnales deseos ä la liber-
tad del espiran. 3. Vete á tu casa, que es tu conciencia,
y habita siempre en ella.

VIERNES
LO QUE SUCEDIÓ DESPUÉS DE SANAR EL PARALfTICO

1. Por lo tanto perseguían los judíos á JESÜS, porque


obraba tales cosas en sábado (4). Muestran su malicia,
aunque cubierta con velo de religión. Hizo Jesús una
buena obra, y con una persecución se la pagan. Cierta
tengo ésta, si soy bueno entre los discolos. ¡Oh, si pu-
diera defenderme y consolarme, diciendo con Cristo:
Mi padre aún ahora (en este dia de sábado) está obran-
(1) Marc., 2. (2 ) Mattb., 9. (2) Ibld (4) Joann., 6.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 343
do y Yo también obro (1), esto es: hago las obraide mi
padre. Mas ¡ay infeliz de mil No podré decirlo. Mis
obras huelen ä mundo y sensualidad; pero no ha de ser
así en adelante. Obraré, pues, como el Padre; y en Él,
y para Él, y por causa de mi padre lo haré todo.
2. Por lo cual aún más buscaban los judios ocasión
de matarle, por cuanto decía ser hijo de Dios (2). ¡A
qué estado hemos llegado! Por la misma regular obser-
vancia, por obras por las que merecemos ser hijos de
Dios, grangeamos el odio de los discolos. ¡Oh, qué feliz
seré yo si sólo soy aborrecido porque tengo á Dios por
padre! ¡Porque obro lo que al Padre le agrada! Odios
padeceré, Dios mlo, mas no por otra causa, que por ser .
hijo vuestro, Vos mi padre.
3. Las obras que yo hago dan testimonio de mi (3).
Prueba Cristo su divinidad, alega el testimonio del Bau-
tista; pero no estriba en él. Mayor 05 más fuerte testi-
monio añade que son sus obras y tales: que ningún otro
puede hacer. Dia vendrá en que he de probar en el tri-
bunal de Dios que soy hijo suyo, si quiero gozar de su
gloria. ¿Qué alegaré? Nada me aprovecharán los elogios
de los hombres, en donde sólo aprecian las obras de
cada uno. ¿Qué será, si no se hallan, tus obras lle-
nas (4)? ¡Cuánto debes hacer ahora, para que entonces
te alaben tus obras en las puertas (5)!
(I) Joano., 5. (2) Ibld. (8) Ibid. (4) Apoo., 8. (5) Prov., 81.

344 SEMANA VII

SÁBADO
LA VOCACIÓN DE MATEO

4. Saliendo de allí el Señor vió á un hombre (4).


Vióle Dios á él, para que él pudiese ver á Dios, dice san
Pedro Crisólogo (2). Así ni conocer puedes á Dios, si
por la gracia no se te da á conocer. ¡Oh! Vedme Vos, á
mi, buen JESÚS, para que os pueda ver á Vos. Que es-
taba sentado al banco, donde se cobraba el tributo: co-
mo quien estaba entregado todo á ganancias y logros
temporales. ¡O dmiosa entrega! Llamado Mateo. Decla-
ra él mismo su nombre, para que se vea su indignidad
y la dignación de Dios. Y le dice: Aun cuando estás de
asiento en el pecado, aun actualmente pecando, te habla
Dios al corazón. Pero ¡qué de veces haces que no oyes!
Y le siguió, luego al punto, porque JESÚS iba de paso.
La gracia viene y va. Si no la coges, se pasa de largo.
Dejándolo todo. Al que conoce á Dios, todas las cosas se
le hacen despreciables.
2. Y le hizo un convite grande (3). Para mostrarse
agradecido, para dar á entender su gozo, parä atraer á
otros con esta ocasión ä Cristo. Porque habla allí mu-
chedumbre de publicanos y otros que estaban con ellos á
la mesa. ¿Eres tú tan agradecido ä Dios? ¿Buscas, por
ventura, las ocasiones del bien? No se deshija Cristo
de asistir á esta mesa (aunque podía perder por eso de
su autoridad y aprecio, por tratar con pecadores), por-
que era ocasión ésta de poder ganar á muchos. zProcu-
(i) Matth., 9. (2) Ser% 80. (8) Lizo., 5.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 345
ras acaso de este modo la salvación de tus prójimos, aun
cuando juzgues que has de ser despreciado y tenido en
más vil concepto?
3. Y los fariseos decían á los discípulos: ¿Por qué
come vuestro maestro con publicanos y pecadores (1)?
Alaba tú ä JESÚS porque trata con pecadores; sino ¿qué
seria de tí? Alábale, no sólo porque come con pecadores,
sino también porque quiere ser comido de ellos. ¡Tanta
dignación usa contigo, ó hombre vil! No murmures ni
eches ä mala parte lo que otros hacen, porque no sabes
la intención.

DOMINGO VIII DESPUÉS DE PENTEC.


ES CURADA LA MUJER DEL FLUJO DE SANGRE

1. Una mujer que hacía doce años que padecía un


flujo de sangre, y había gastado todo cuanto tenía y na-
da le había aprovechado (2). El estado calamitoso en que
está un enfermo, enciende el deseo de otro más feliz; es-
tima la salud cuando carece de ella, gasta cuanto tiene
para recobrarla; y gastaría más si más tuviese. ¡Cuán-
to mejor es la salud del alma! Esta es la que debes apre-
ciar. Si la tienes, procura no perderla. En esto has de
emplear todas las facultades de tu alma, tu entendimien-
to, tu voluntad, tu memoria. Si no la tienes, aviva el
deseo de ello. Pero no basta el deseo solo. Emplea en
esto todo cuanto tienes y vales.
2. Habiendo oido de JESÚS, vino metiéndose por de-
trás entre la mucha gente y toca su vestidura (3), con
(1) Matth,, 9. (2) Maro., A. (8)
346 SEMANA VIII
humildad, reverenda y viva fe de recobrar la salud. Asi
se ha de ir ä la Eucaristía; ni te impida la turba de tus
malos afectos: apártala para llegar. Pregunta el Señor:
¿Quién me ha tocado? No para saber el que nada igno-
raba, más para que se muestre la fe de la mujer, y otros
sean iluminados, y la misma mujer se adelante de la fe
ä otras virtudes. Aprende ä aprovechar de continuo y ä
satisfacer en esto al deseo de Cristo.
3. La mujer, pues, temiendo y temblando (I), ser re-
prendida, por tocar inmunda ä la limpieza misma; y tú
¡no temes, inmundo y sucio con tantas pasiones, no sólo
tocar la orla de su vestido, mas introducir en ti la divi-
nidad toda! Llegóse, ecluíse á sus pies Y le descubrió la
verdad toda de su enfermedad delante de todo el pueblo,
humilde y confundida. Repara el progreso que hizo de la
fe ä la confesión de sus defectos y pública confusión. Tú
no has llegado ä esto. Mas Ella dijo: Confía, hija. Al
punto que se humilla, es llamada hija. Digna es esta
gloria de que la compres ä costa de la humildad. Tu fe
te hizo sana. Si caes, es cierto que por falta de fe
caes-. Acostúmbrate al ejercicio de la fe actual y frecuen-
te, en especial acerca de Dios y sus atributos.

LUNES
-ES RESUCITADA LA HIJA DE JAIRO

1. Repara en un príncipe que se llegó (ä Cristo) y


le adoraba, diciendo: Señor, mi hija acaba de morir:
pero ven, pon sobre ella tu mano y vivirá (2). Una hija
(1) Marc., 6. (2) Matth., 9.

DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 347


única,- noble, tierna, se muere. No corles en la edad.
En todas partes está la muerte, y acaso este dia es el
postrero. Señor, Vos bien conoceis mi ignorancia. Si
veis que alguna vez he de pecar, quitadme la vida en
este instante, aunque sea con un rayo. 2. Si caes ahora,
luego al momento recurre ä Dios. Querer dilatar la pe-
nitencia, es querer caer muchas veces.
2. Y habiendo venido (á la casa) y visto la turba
tumultuante, decía: Apartaos (1). Cuando llega Cristo
debe apartarse todo lo que es mundano. No sana sólida-
mente el alma, si no echas fuera la turba de las pasio-
nes. DI, pues, á las tuyas resueltamente en toda ocasión:
Apartaos. Añadid: No está muerta la niña sino dormi-
da. Dedal° acaso por aquellos que se consagran á Dios
en su juventud. Mueren civilmente; más este morir es
suave y puro descanso cuando verdaderamente dejan al
mundo con sus concupiscencias. Si éstas, pues, viven en
ti aún, no estás muerto al mundo, sino duermes para
despertar después en ellas; porque viven en ti como el
fuego debajo de la ceniza.
3. Pero Él tomándola de la mano, exclamó diciendo:
Niña, levántate (2). Tú, que por ti caes, no te levan-
tarás sin el auxilio de Dios. Reconoce tu enfermedad;
aprende bien la fuerza de la gracia. Y se volvió á ella
su espíritu. ¡Cuántas veces te ha dicho Dios: Levántate,
y no ha venido ä ti el espirita que perdiste! El alma se-
parada obedece á Dios; ¿por qué no también la que está
unida al cuerpo? La razón uno y otro pide; porque si
morimos ó vivimos, del Señor somos (3). ¡Ah! No se
queje Dios de ti, diciendo lo que á Faraón: ¿Hasta cuan-
do persistes en no sujetarte á mi (4)?
(1) Matth., 9. (8) Lile., 8. (8) Boa., 14. (4) Exod. 10.

348 SEMANA VIII

MARTES
DA CRISTO VISTA Ä. DOS CIEGOS

1. Y pasando Jzsés, le siguieron dos ciegos, cla-


mando: Ten misericordia de nosotros, Hijo de David (1).
Ciegos eran de la vista corporal, no del alma. Los que
conocen al Mesías por la fe, creen su poder, esperan su
misericordia. Acaso eres tú más ciego en el alma, pues
esparcen en ella tantas nieblas los malos afectos, que no
te dejan ver el camino de la verdad, ni alcanzar la su-
blime doctrina de Cristo. El hombre-animal no percibe
las cosas del espíritu (2) . Y no sabes cuán ciego eres y
miserable (3).
2. Diceles JESÚS: ¿Creeis que puedo obrar eso en vo-
sotros? Dicenle ellos: Sin duda, Seriar (4): JESÚS al ir
caminando ni una palabra les habló; perseveraron con
todo en seguirle y en clamar. Sigue á JESÚS, aunque no
te dé algún consuelo. Espera al Sefior con paciencia y
longanimidad. En fin, lo que pregunta no es por causa
de saber; es porque quiere que se conciba de su poder
una grande estimación. Un sublime sentir de Dios es
origen de acciones grandes.
3. Entonces les tocó los ojos, diciendo: Hágase con
vosotros según vuestra fe (5). Repara como ä la medida
de la disposición se mide la gracia. Y colige tú de aquí
por qué estás tan pobre de gracias: porque tu disposi-
ción es muy poca; y así procura en adelante disponerte
para otras mayores. A los que sanó los conminó di-
(1) Matth., 9. (8) 1 Cae., 2. (8) Ápoa., 8. (4) Mata., 9. (6) Ibld.
DESPUÉS DI PENTECOSTÉS 349
ciendo: Mirad que nadie lo sepa. No fué mandato éste,
sino misterio de quien ensefiaba, que si hacemos co-
sas plausibles á vista de los pueblos, deseemos que se
queden ocultas. No quiere JESÚS ser alabado; y tú ¿por-
qué lo has de querer, cuando sin Él nada puedes?

MIÉRCOLES
ES LANZADO EL DEMONIO MUDO

. Presentdronle un hombre mudo, que tenía un de-


monio; y lanzado el demonio, habló el mudo (1). Gran-
de era la caridad de los que le presentaban; mayor la
benignidad de Dios-Admira ésta, imita aquélla. Tente
tú á ti por mudo, si un afecto de vanidad te impide ha-
blar de Dios; si por Dios, 6 su honor, el respeto munda-
no; si con Dios, la evagación del alma hacia las cria-
turas.
2. Admiieronse las turbas, que decían: Nunca se ha
visto tal en Israel (2). Los ánimos cándidos y sin do-
blez alaban lo bueno que ven. Pero los fariseos dec•an:
En el príncipe de los demonios echa los demonios. Un
ánimo envidioso da un pésimo color ä las cosas ajenas.
Tanto importa tener un buen ánimo para hablar bien.
Mago es llamado Jesús, y calla y sufre. Y ¿cómo tú,
considerando esto, te atreverlas ä indignarte si se dije-
se de ti cualquiera cosa mala?
3. Y andaba cruzando por las ciudades y villas, en-
señando en las sinagogas y curando todo género de en-
fermedades (3). Mira lo que retorna por una tan grande
(i) Mate., 9. (9) Ibid. (8) 1914.
350 SEMANA VIII
injuria: amontonar sobre ellos beneficios y milagros.
Porque hablan de ti siniestramente los hombres, no por
eso has de dejar de hacer bien. Si por ellos no lo em-
pezaste, no lo has de omitir por ellos. Repara atenta-
mente ä quien sirves, y resuélvete ä no cuidar de agra-
dar á los hombres.
JUEVES
HALLA AL PARALÍTICO JUNTO Ä LA PISCINA

. Estaba por ala echada una multitud grande de


enfermos, ciegos, cojos, secos, que esperaban la moci4n
del agua (2). Aqui tienes el modela"-de- las enfermeda-
des del alma. Los lánguidos son los que tienen tedio de
ir adelante en el camino de la virtud. Los ciegos los que
no tienen ánimo de mirar á las cosas eternas, sino que
están metidos en la obscuridad de las perecederas. Los
cojos los que ä dos partes se inclinan, ya ä Dios, ya al
mundo. Los secos por su culpa, los que itio gustan el
jugo de la devoción. Mira no sea que te halles á ti entre
esta multitud. Éstos ¡con cuánta longanimidad y aten-
ción esperaban el movimiento del agua por el deseo de
la salud corporal! ¡Ojalá tuvieras tú tanto deseo de la
de tu alma! ¡Tanta aplicación ä sus remedios!
2. El que primero bajase á la piscina después que se
moviese el agua quedaba sano (2). ¡Cuánta seria y cuán
continua la atención de cada uno al ángel cuando baja-
ba! ¡Cuánta la porfia de los que se atropellaban por
entrar! Pero sólo sanaba el primero; no el más enfer-
mo, no el que habla aguardado más, sino el primero, el
(1) Joma., 5. (2) lb1d.
DESPUÉS DE PENTECOSTES 351
que era más diligente. Mira lo que se te pide para que
tu alma sea sana: la atención ä las inspiraciones de tu
ángel, el cuidado al movimiento del agua 6 de los afec-
tos de tu corazón, y la diligencia en el obrar. Repara
si acaso y cuánto faltas en esto.
3. Y había un hombre allí que tenia treinta y ocho
años de enfermedad. Como viese fi éste JESÚS, le dice:
¿Quieres ser sano (1)? No dudaba Jesucristo de su vo-
luntad; pero miraba en él ä las enfermedades de tu alma,
que no pueden ser curadas sin que tú quieras. Por eso
se te pregunta, si en realidad de verdad quieres. Porque
esta voluntad es la primera que ha de mover á ello.
¿Quieres por ventura? Acaso sólo- querrlas. Porque si
quieres de veras, olmo desechas los midios? Si quie-
res curac la soberbia, ¿por qué huyes de la humildad, etc.?

VIERNES
SANA CRISTO AL MISMO PARALÍTICO

I. Respondidle el lánguido: Señor, no tengo hombre


que me meta en la piscina cuando se turba el agua (2).
¿Dice esto murmurando y tácitamente culpando ä los
que cuidaban del agua, porque son diligentes en meter
en ella ä los ricos y al pobre no le atienden, exponiendo
desnudamente su miseria? Lo que tú debes procurar es
que de ninguno de estos modos digan, dando tú la cau-
sa, el superior, el súbdito, el discípulo, él penitente, *
y otros, á quienes pertenece, el desvalido, la viuda, el
huérfano, el benemérito: No tengo hombre. En las mi-
(1) Joann., 5. (2) Ibld.
35 2 SEMANA mil
serias de tu alma no te puedes quejar de esto, porque
mira al hombre, 5(1 JESÚS, que te entra en la piscina de
su sangre.
2. Dícele JESÚS: Levántate, toma tu cama, y anda (1).
Tres remedios tienes aquí contra la languidez es-
piritual, 1. Levántate. No aguardes ä que la gracia sola
te levante, sino coopera tú ä ella. Ni tú solo puedes
algo, ni ella sola: tú con ella lo puedes todo. 2. Deja la
cama de tus malos deseos y pasiones. Quita, qultalas,
crucificalas. Quítalas, rigiéndolas con las manos de la
razón y voluntad, en quienes antes la razón y la volun-
tad descansaban. 3. Anda de virtuá_en virtud, con apli-
cación y deseo de aprovechar.
3. Después le halló JESÚS en el templo y le dijo:
Mira que ya estás hecho sano; no quieras pecar más,
no sea-que te suceda otra cosa mucho peor (2). Amauta
el beneficio, prohibe el pecado, amenaza con el castigo.
Refrenen tus imperfecciones estas cosas, y muévante al
fervor del espíritu. Éstas son: el amor con que Dios te
hace bien, su precepto; y si no lo hicieres, se seguirá el
castigo. * Si las imperfecciones y faltas leves le tendrán
severo, juzga cuál será por las graves.

SÁBADO
EXCUSA CRISTO .Á. LOS DISCÍPULOS QUE
DESGRANABAN LAS ESPIGAS

4. Fuese JEStiS un día de sábado por los sembrados;


y sus discípulos, teniendo hambre, empezaron á cortar
(1) Joann., 5. (2)
,

DESPUÉS p a Parrracerts 353


espigas para comerlas (1). Considera la vida austera
de Cristo y sus discípulos, que llegare ä padecer tal
hambre. No tienen preparadas viandas como tú, ni aun
pan siquiera. Admira, dice- san Juan Crisóstomo (2),
corno no tenían cuidado alguno del cuerpo, y entre tanto
trabajo no se apartaban un punto de Cristo. La presen-
cia del Señor les suplía la falta de todo, y les sazonaba
una comida tan insípida. Si ponderases con seriedad
quién es este Señor, convertirlas hacia el alma todo el
solícito cuidado que di tu cuerpo tienes, ni la falta de
comida ni de otras comodidades te apartarían de Cristo
con quejas murmuradoras é impaciencias.
2. Mas los fariseos al ver esto le dijeron: Mira como
tus discípulos hacen lo que no es licito en los sábados (3).
Repara como le observan para culparle y desdorar su
fama adquirida por la
milagros; y como se cubre la
envidia con el celo de la ley violada. Más graves delitos
en si hallarían, y cometidos en días de sábado, si se
examinasen rectamente. Mas siendo para si topos, son
linces para tachar en otros las mayores menudencias.
Ya vés cuan torpe cosa sea observar ä otros y ä si ig-
norarse. Al ver la pajuela que está en los ojos de tu
hermano, repara tu la viga que tienes en los tuyos.
3. Mas g l les dijo: ¿No habéis leido lo que hizo Da-
vid cuando estuvo hambriento? ¿Cómo entró en la casa
de Dios y comió los panes de la proposición (4)? Calla-
ron los discípulos A la acusación y cargo, que también ä
ellos hicieron, como dice san Lucas. Por eso el Señor
tomó ä su cuenta el defenderlos. Si quieres satisfacer
(1) Mata., 12. (2) Horn. 80 g ap. Matth.
(8) Matth., 12. (4)
A VANCINI 23
354 SEMANA rx
todas las injurias y calumnias, incurrirás en muchas
cosas, porqué habrás de padecer más. Si callas, la pa-
labra de Dios hablará por ti. El tiene por cierto gran
cuidado de los suyos, y si permite que sean trabajados,
no quiere que sean oprimidoi. Esta esperanza la tengo
puesta en mi seno (1).

DOMINGO IX DESPUÉS DE PENTECOST.


SANA LA MANO SECA

4. Estaba alli un hombre que tenia seca una mano,


y le preguntaban si era licito curirr-en sábado (2); para
que, si decía que si, pudiesen acusarle á los príncipes de
los sacerdotes; si decía que no, publicar entre la plebe
que no tenia misericordia. Mas para confutar, tal error,
eligió curar en sábado. ¿Qué harías tú por la verdad,
previendo que hablas de padecer por ella? No temas á
los hombres. Ejecuta lo que juzgas ser recto y justo,
con celo discreto, y deja que se hunda el cielo. Pero
considera en la diestra seca la aridez de tus obras vir-
tuosas. Séquese la siniestra; tenga vida y vigor la diestra.
2. Y dice al hombrd que tenia seca la mano: Leván-
tate y ponte en medio (3) para que su miseria vista y
separada mueva el afecto de los que se oponlan. Y les
dice: ¿Es licito en los días de sábado hacer bien ó hacer
mal? Esto es, dejar de hacer beneficios; porque para
Cristo lo misma es no hacer bien al necesitado cuando
puedes, que hacer mal. Examina con que afecto haces
las obras de caridad que son de precepto. Acaso tú in-
(1) Job., 19. (2) Matth., 12. (8) Maro., 8.

DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 355
curres en lo mismo que los fariseos: se ha de sacar,
dices, la oveja que cayó en la sima, aunque sea en sá-
bado, porque media tu interés; y no tienes ánimo para
moverte cuando se ha de socorrer al prójimo.
3. Y se entristeció al ver la ceguedad de sus corazo-
nes (1); porque no le reconocian por Mesías, ni apro-
ban su doctrina de ayudar al prójimo aun en el sába-
do. Pero ¡cuánta mayor es tu ceguedad, causada de la
niebla de tus pasiones! ¡Ah! no contristes al Cristo del .
Señor. Y dice al hombre: extiende tu mano; y se la res-
tituyó buena. Piensa que te dice ä ti: Extiende la mano
para hacer obras de virtud. ¿Qué aprovecha proponer 6
desear si nunca pasas á la ejecución? En saliendo ellos,
pues, hablaban entre sí de qué modo acabarían con k.
De donde hablan de salir mejorados, de alli salieron
peores. Asi tú también correspondes á Dios cuando abu-
sas de sus beneficios para obrar mal.

LUNES
ELIGE CRISTO LOS DOCE APÓSTOLES

1. Sucedió, pues en aquellos días que salió al monte


d orar (2). Todo era pensar los judíos como acabarle y
perderle. Cristo como salvarlos por medio de los após-
toles, como instrumentos suyos. ¡Qué distantes son los
consejos de Dios de los de los hombres! 2. Retirase por
ceder á su ira, enseñando asi que"no se ha de fomentar,
echando leña á su fuego. 3. Enseña que se han de inter-
polar con la contemplación las obras de la vida activa
(t) Marc., S. (2) Lao., 6.
3 56• SEMANA IX
para adquirir más espirito para superiores obras. 4. En-
seña que para obrar bien te has de apartar del ruido,
as t exterior de los negocios, como del interior de las
pasiones.
2. Y pasaba toda la noche en la oración de Dios (1).
Ora toda la noche antes de elegir los apóstoles, para
enseñar que se han de tratar con Dios las cosas que se
deben entablar para el negocio de la salvación. Y esto
no superficialmente, sino con pausada deliberación. Falta
la prudencia humana en lo que mira á las cosas divi-
nas. Erraste de ordinario cuando no consultaste á Dios;
mas cuando asi lo hiciste, nunca.
3. Y en amaneciendo llamó 4 si -d—rds discípulos y es-
cogió doce entre ellos, que llamó apóstoles (2). A ti tam-
bién te llamó Dios ä la vida apostólica y graciosamente.
¡Cuánta es la dignidad de esta vocación! ¡Cuánta tu in-
dignidad! No presumas de la gracia de la vocación, si
no la afianzas con obras. También Judas fué entre ellos
escogido y era entonces mucho más santo que tú, y cayó
con todo eso. Precave sabiamente lo que te puede suce-
der á ti.
• MARTES
DEL SERMÓN DE CRISTO EN EL MONTE

1. Y habiéndose sentado, se llegaron á A sus discí-


pulos; y abriendo su boca los enseñaba (3). Luejo que
se sienta á enseñar como maestro, se llegan ä El sus
discípulos y oyen con atención su doctrina. Siéntase Dios
en tu corazón como maestro; abre su• boca por las ins-
(4) Lao., 6. (2) Ibid. (5) Matth., 5.
DESPURS DR PENTECOSTRS 357
piraciones: llega, si quieres ser su disctpulo, y cuando
oyeres su voz, no quieras endurecer tu corazón. Aprecia
la doctrina que da maestro tan grande; determina con-
formarte con ella, antes que con la doctrina del mundo
y de la carne. Afirma ser bienaventurados los que el
mundo y la carne tienen por infelices. Dios no se engaña;
luego el mundo. Esto lo percibes, y con todo sigues los
principios de éste.
2. Bienaventurados los pobres de espiryu (1), que
por el amor de Dios renuncian las cosas perecederas, y
arrancan del ánimo sus deseos, para seguir desnudos
al desnudo JESÚS. Repara cuánto es el hastlo que tienes
de las cosas de la tierra: si las estimas 6 las desprecias,
para abrazarlas 6 no. Aprende del ejemplo de Cristo
lo que has de determinar en esto. Mas ¿de qué modo le
imitas? Porque de ellos es el reino de los cielos. Es esto
una prueba convincente de esta bienaventuranza. El que
tiene el reino de los cielos es bienaventurado: ¿quién lo
podrá negar? De los pobres es el reino de los cielos,
dice la eterna Verdad. Luego bienaventurados son los
pobres, no por la posesión actual de aquel reino, sino
por el eerecho que ä él tienen. ¡Cuántos bienes logras,
si del todo arrancas de tu alma el deseo de las cosas
terrenas! Son bienaventurados con la bienaventuranza
de esta vida; porque no desean cosa de ella. 3. Poseen
el reino de Dios, que, como dice san Pablo, está dentro
de nosotros; porque son señores de su alma.
3. ¡Ay de vosotros, ricos! porque teneis aquí vuestro
consuelo (2). Habla de aquellos ricos que se dejan llevar
del inmoderado afecto de los bienes perecederos. As1
(1) Matth , 5. (8) Lao., 8.
35 8 SEMANA IX
como á los pobres se promete el cielo con certeza, así
contra aquéllos truena la eterna amenaza. Ésta se cum-
ple en ellos ordinariamente: porque su corazón está de
tal modo aprisionado, que no pueden levantarle á Dios
entera y constantemente, por lo que caen en la tenta-
ción y lazos del diablo (1). Tienen consuelo aquí, no de
Dios, no sólido, sino suyo - y aparente. Tú no estás en la
clase de éstos. Complácele y dale á Dios las gracias. Y
procura apartar más y más el ánimo de lo caduco, para
que tú único tesoro sea Aquél que es todas las cosas.


MIÉRCOLES
SEGUNDA Y TERCERA BIENAVENTURANZA

1. Bienaventurados los mansos (2). No sólo los que


refrenan los turbulentos, y aun los menores movimien-
tos de la ira, sino también, como dice Clemente Alejan-
drino (3), los que serenan la infiel pelea que se levanta
en el alma, entre la ira y el apetito de lag cosas que ape-
tecen las pasiones. Ya ves que aqui se te descubre un
campo tan dilatado para considerarte á ti, cuando lata
extiende el apetito de lo concupiscible é iras--mentsß
cible. Cotéjale con el ejemplar de Cristo en tratar ä los
pecadores, en sufrir las injurias, etc. Imagina que te
dice: Aprended de mi que soy manso (4).
2. Porque ellos poseerán la tierra (5). ¡Cuál? Des-
pués la tierra de los vivientes; ahora la de sus corazo-
(1) Tila., B. (S) Mate., 5. (5) 1.. 4 Strom. (4) Madi., U.
(5) Ibld. 5.
DESPUtS DE p nweacosAs 359
nes. Esta no la poseen los iracundos, porque con su có-
lera se salen como fuera de si. Pero el que toma bien
las reprensiones posee su corazón (1). Esto es, el que
no se aira ni se conmueve. ¡Qué felicidad es gozar de
esta tranquilidad y paz interior! «Como es infeliz una
aplaza, que aunque esté muy bien fortalecida, sustenta
»dentro de si traidores, dice san Juan Crisóstomo (2),
»así no hay cosa más feliz como librarse de alguna
»guerra intestina.» Esta bienaventuranza (11 dicha te pue-
des causar ä ti. Y ¿quién te lo estorba?
3. Bienaventurados los que lloran (3), por la com-
punción los pecados propios; por compasión los ajenos;
por devoción las miserias de esta vida que está en el
destierro de la patria; por ansia la dilación de la vida
eterna. Considera lo que tú lloras: ¿el haber perdido ä
Dios 6 las comodidades sensuales? ¿los males del cuer-
po,- ó los del éspiritu? Porque ellos serán consolados.
¿Por quién? Por el Dios de toda consolación (4). ¿En
dónde? No sólo en el »cielo, en que enjugará Dios toda
lágrima (5): pero también en esta vida, en que al lloro
de la compunción 6 devoción, 6 acompaña á se sigue un
admirable consuelo. Mas ¡ay de vosotros los que reis con
el mundo y pasais vuestros (Has gozando de sus bienes;
porque para siempre sollozaréis y lloraréis (6)!
(I) Prov. 15. (2) Dom. 84 In Jorran. (8) Mate., 5. (4) 11 Cor , 1.
(5) Ápoc., 21. (8) Luo.,13.

360 SEMANA IX

JUEVES

CUARTA Y QUINTA BIENAVENTURANZA

1. Bienaventurados los que tienen hambre y sed (con


ardiente deseo) de la justicia (1) ó de toda manera de
agradar y servir á Dios; los cuales se mueven con una
ansia ardiente ä ejercitar actos de virtudes, no tanto de
aquellas que son lustrosas en si, pero también, y aún
más, las en que resplandecen la humildad y la abyec-
ción; y las que son arduas y trabajosas. ¡Oh cuánto te
falta de este deseo ardiente! Sediento estás; pero de-
seas sólo apagar tu sed en las cisternas rotas del mun-
do, que no pueden mantener las aguas que dan vida (2).
¡Qué fácilmenle te es desabrida la virtud por hacérsete
amargo su ejercicio! ¿Quieres, por ventura, servii y
agradar ä Dios? En esto consiste tu salud eterna. Exci-
ta, pues, en ti esta sed, sin la cual desfallece y es lán-
guida toda virtud.
2. Porque ellos serán hartos (3). Después cuando se
apareciere la gloria de Dios (4). Y en esta vida, porque
nada desearán más. Por este mismo deseo tienen ä la
verdad todo lo que pueden ansiar, logrando asi el ser-
vir ä Dios y agradarle. Además de esto, siempre tienen
donde hartarse; porque siempre tienen en qué ejercitar
la justicia en el servicio divino: O sea que coman, 6 be-
ban, 6 hagan otra cualquier cosa (5). ¿Quieres acaso ha-
cerlo ast? O á lo menos ¿deseas quererlo con ansia?
Ojalá que así fuera desde el primer punto de la vida!
(1) Matth., 5. (2) Jet., 2. (8) Matth , 5. (4) Psalm., 18.
(fi) I Cor., 10.
DESPUÉS DE p innacosTis 361
Dios nos dé d todos tal corazón, que le reverenciemos y
hagamos su voluntad con corazón grande y ánimo re-
suelto (1).
3. Bienaventurados los misericordiosos (2), ya en la
corporal, ya en la espiritual misericordia con pura in-
tención, por motivo de virtud, con afecto dilatado, que
se haya de extender á los más infelices y despreciados.
Porque ellos alcanzarán misericordia. En la otra vida,
cuando te coronará en misericordia (3). En ésta por la
remisión de las culpas y abundancia de las gracias. ¿Qué
dinas si poco antes fueses llevado á los tormentos del
infierno y por misericordia fueses restituido ä la vida,
vestido de gracia y colocado en el cielo? &Por ventura no
seria esta misericordia incomparable? Tal usó Dios con-
tigo siempre que te perdonó algún pecado. Mira, pues,
el modo con qué puedes hacerte cierta y segura tal mi-
sericordia.
'VIERNES
SEXTA Y SÉPTIMA BIENAVENTURANZA

1. Bienaventurados los limpios de corazón (4). Estos


son los que, aunque tengan sus imperfecciones, con todo
están lejos de cometer pecado grave, y por eso adorna-
dos de gracia; que tienen purgados sus afectos, aparta-
dos del amor de las criaturas. y convertidos ä Dios; que
procuran evitar cuanto pueden aun las minimas imper-
fecciones, y trabajan por unirse todos ä Dios. Examina
en este punto el estado de tu alma. ¿Estás apartado de
las criaturas? ¿estás unido con Dios? ¿con qué cuidado
evitas las imperfecciones? etc.
(1) II Machab., 1. (2) Data, 5. (8) Pealm. 102. (4) Matth., 5.
362 , SEMANA IX -
2. Porque ellos verán á Dios (I). En el cielo cara á
cara; acá por especie en enigma, õ ea las criaturas. Ve-
ránle en la memoria de su presencia, de donde viene la
alegría en los trabajos: Acordéme del Seriar, y me de-
leité (2). Veránle en la contemplación y conocimiento de
altísimas verdades. Y viéndole así, le amarán; y amán-
dole, se unirán con Él. Ésta es la mayor bienaventuran-
za de esta vida. Mas nada que esté manchado puede lle-
gar á la vista clara de Dios; así no puede llegar á esta
un alma inmunda. Para llegar á ella, querrías en la
muerte hallarte más puro que un ángel. Vive, pues, tal
cada día, conservándote así limpioi_porque éste en que
estás, será acaso el día último.
3. Bienaventurados los pacifico. (3), que sujetaron la
carne al espíritu, las pasiones á la razón. Que viven con
el prójimo en paz y caridad. Que reconcilian á otros y
entre silos pacifican. Registra si hay estas cosas en ti.
Si las hallas, alaba á Dios. Si no las descubres, procura
desde hoy tenerlas con tanto afecto, con cuanto deseas
ser hijo de Dios; porque estos tales serán llamados hi-
jos de Dios. Que es Dios todo espirita sin carne, todo
razón sin pasiones, Dios de paz, no de disensión. Cuan-
to más te parece que llegas á esta semejanza, tanto sa-
brás con más certeza, que eres hijo de Dios.
(1) Matth., 5. (2) Pealm. 78. (8) Matth., 5.

DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 363

SÁBADO
OCTAVA BIENAVENTURANZA

1. Bienaventurados los que padecen persecuciones


por la justicia (1), pero no por sus delitos. Es cierto
que todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo,
padecerán persecución (e). Luego si no quieres apartar-
te de la justicia 6 de la virtud, debes estar aparejado
á morir antes que traspasar las leyes de Dios, que esta-
bleció en su pueblo (3). Mas ¿qué resolución es la tuya
cuando suceda, 6 que has de padecer algo, 6 que has de
faltar ä una virtud, ä una regla, * ä un precepto? Ase-
guras que signes ä JESÚS, y crucificado; mas no quieres
tolerar los clavos. A trueque de no padecer traspasas las
reglas, los preceptos, desamparas la virtud. Una de dos:
6 confiesa que no sigues ä JEsús, 6 padece.
1 Porque de ellos es el reino de los cielos (4), ad
el consumado en la patria, como el principiado en la
vida. El cual es justicia, paz y gozo en el Espíritu san-
to (5). Porque no puede perder la justicia 6 la santidad,
el que quiere antes sufrir cualesquiera males, que violar
una regla, un precepto sólo. Mira que te adquieras este
reino, en el cual está la seguridad del futuro. No temas
cosa alguna de las que has de padecer (6), del mundo
que te contradice, del demonio que te aflige, de la car-
ne que codicia contra el espíritu.
3. Bienaventurados sois cuando os maldijeren los
(1) Mata, 6. (2) II Tima., 8. (8) II Maohab., 7. (4) Matth., 5,
(2) Rom., 14. (6) Apoo., 2.
364 SEMANA X
hombres, y profirieren contra vosotros todo mal, min-
tiendo por mi causa (4). ¿Quién negará que es bien-
aventurado aquel á quien Dios bendice? Porque: La ben-
dición del Señor hace ricos y no les acompañará la aflic-
ción (2). Dios ä la verdad, bendice ä aquellos á quienes
maldice el mundo por causa de la virtud. La bendición
del Señor sobre la cabeza del justo (3). Ellos maldeci-
rán y tú bendecirás (4). Y sabiendo esto, ¿no gustas aún
de las alabanzas y bendiciones de los hombres? Y con
todo eso ¿dirás que eliges ser vituperado con Cristo?
Acaso ignoras aquello: ¡Ay cuando os bendijeren los
hombres (5)!

DOMINGO X DESPUÉS DE PENTECOST.

DE TRES CUALIDADES DE LOS VARONES


APOSTÓLICOS

4. Vosotros sois sal de la tierra (6). La naturaleza


de la sal, como dice Plinio (7), es mordicante, quema,
limpia y extenúa, deseca. Debe, pues, el hombre que
profesa vida apostólica, ser perfecto en la via purgativa;
y llevar por ella ä los demás, antes que por la ilumina-
tiva y unitiva. Tú ¿qué sientes de ti en esto? ¿Cuánto has
aprovechado en este camino? ¿Te resta acaso más que
andar en él?
2. Vosotros sois luz del mundo (8). El segundo gra-
do del camino apostólico se declare por el nombre de
luz; por el cual se entiende la via iluminativa, en la
(1) Matth., 6. (2) Prov., 10. (8) %Id. (4) Psalm. 108.
(5) Lao., 5. (6) Matth., 5. (7) L1b. 81, o. 7. (8) Madh., 5.

DESPUÉS DE • PENTECOSTÉS 365


cual debes ser perfecto en cuánto á ti por la práctica de
las virtudes, tomadas de la doctrina y vida de Jesticris-
to. Porque no basta sólo el que él esté purgado, sino
que ha de estar, por lo que toca ä st, adornado y lleno
de virtudes, para poder comunicarlas ä otros, iluminan-
do, quitando errores, moviendo los ánimos. ¿Tienes,
por ventura, tú una sola virtud en grado perfecto? ¡Cuán-
tas son las que te faltan! ¿Cómo las procuras alcanzar?
¿Cómo cultivas tus talentos para hacerte apto, para
ayudar á los prójimos? ¿Los pones acaso debajo del ce-
lemin?
3. No se puede esconder la ciudad puesta sobre el
monte (1). Aqui se denota la via unitiva. Como la ciu-
dad es una multitud de vecinos, suficiente d vivir por
si, dice Aristóteles (e); asi los perfectos, estando unidos
ä solo Dios, son por si suficientes á vivir con perfección
para si y para otros. Mira si tu suficiencia está unica-
mente en Dios. Si sólo ä Él estás unido y nada á las
criaturas. Si todo lo refieres á Él. Si nada fuera de El
buscas 6 deseas.

LUNES
DEL BUEN EJEMPLO QUE SE HA DE DAR A. GLORIA
DE DIOS

1. Luzca vuestra luz delante de los hombres de tal


suerte, que vean vuestras buenas obras (3). No todas
las cosas se pueden hacer ocultamente, no todas en pú-
blico. Pero cuando con publicidad las haces, no han de
ser buenas sólo en apariencia, sino en realidad, para
(1) matth., 5. (8) 8 PON. (8) M'Eh., S.
366 SEMANA X .
que cada uno agrade á su prójimo, para moverle al bien
por in edificación (I). Examina tus palabras en las or-
dinarias conversaciones, en especial delante de los me-
nores (que aprenden de los mayores con facilidad), si
son vanas, jactanciosas, etc. Tus costumbres ¿qué com-
puestas? Tus hechos, ¡qué conformes ä tus reglas, ä los
preceptos de Dios?
2. Y glorifiquen á vuestro padre, que está en los
cielos (2). Aquí tienes declarada la intención con que
has de obrar bien en lo público. Lo primero, para que
agrades ä Dios, después para que otros le glorifiquen,
en cuanto es reconocido por autordel_bien que se hace.
Puedes, pues, aun callando, promover la gloria de Dios.
Privas ä Dios de su gloria, si por algún respeto de los
hombres omites en lo público hacer alguna obra buena,
que puedes, 6 ä que estás obligado. Examina, pues, tus
intenciones, si miran ä sólo esto; y toma para lo de ade-
lante esta determinación resuelta: Yo ya sólo mirará al
Señor (3).
3. Tened cuidado, no hagait vuestras obras de virtud
para que seais reparados de los hombres (4). Prohibe
buscar la gloria vana. Grandisima injusticia comete el
que obra el bien por ser visto, porque toma para si lo
que es de Dios, contra su voluntad, y prohibiéndolo.
Sólo Dios es, ä la verdad, señor y rey de la gloria (5).
A solo Dios gloria y honor (6). Tú sin gracia nada
puedes; y lo que obra la gracia es el querer y el perfec-
cionar. Lo que de la obra resulta es gloria. Tú, que
nada hiciste, duiéres hurtársela ä Dios, que lo ha he-
cho todo?
(1) I tom. 18. (2) hístlh., 2. (8) MIch., 7.
(4) Blatth., '5. (8) Pul% 28. (8) 1 TIni., 1.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
367

MARTES
DE LA EXACTA OBSERVANCIA DE LA LEY

1. No vine d derogar la ley, sino á cumplirla (1).


La ley antes de Cristo no era llena, 6 perfecta. Vino ä
llenarla, 6 á elevarla á su mayor perfección; porque
ordenó añadirle alma, que es el afecto interior. Añadió-
le los consejos, etc. Y á nosotros nos afiadió sus mere-
cimientos, de quienes procede la gracia para guardar
más fácilmente la Iny. ¡Mira lo que debes á tal legis-
lador! Observa que no basta el no quebrantar la ley, es
menester cumplirla. Esto es, ejercitar perfección, con
las obras de la regla y de los preceptos.
2. De verdad os digo: No se pasará una jota y un
ápice de la ley hasta que todo se cumpla (2). DIcelo
con su ejemplo que quiso observar exactisimamente la
ley y todas las cosas que de Él estaban escritas en los
profetas, hasta la cosa más menuda, de tal suerte, que
primero faltarán el cielo . y la tierra, antes que deje de
cumplir la menor cosa. ¿Te aficionas tú as! á la ley de
Dios, á las reglas de tu religión? Procura á toda costa
no dejar siquiera un ápice. Haces una cosa muy exce-
lente si reparas en lo mínimo.
3. El que quebrantare, pues, uno de estos mínimos
mandamientos, será llamado mínimo en el reino de los
cielos (3). Después de proponer su ejemplo, insinúa lo
que quiere de ti: que observes tú también las reglas y
mandatos más menudos. Ningún mal hay tan pequeio,
que no incline á otro peor. Nota que la voz solvent (que
(t) Matth , 5. (S) 'bid. (3)
368 SEMANA X
significa desatar), quiere decir que todos los manda-
mientos están entre si atados. Y asi si uno solo sueltas,
vienes fácilmente á desatarlos todos. Llámalos mínimos,
para mostrar la facilidad de su observancia. Muévante
estas cosas para atender ä no caer en faltas minimas.
Y si desprecias las cosas pequeñas, teme no caigas poco
d poco (1).

MIÉRCOLES
DEL CUIDADO DE OBSERVAR LA LEY

1. Si no fuere mayor vuestra ,vtrind que la de los


escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cie-
los (2). Más cosasy más sublimes pide Dios á los cris-
tianos que á los judíos. A éstos les bastaba sélo el ex-
terior de la ley, ejecutar la obra que se ordenaba, ó no
hacer lo que se prohibía. A nosotros se nos pide el
alma ó el afecto de lo que obramos, porque da mayores
gracias. Colige de aquí que mayores cosas pide al reli -
gioso que al seglar por la misma causa. * Más al sacer-
dote que al lego. Avergüenzate de que tantos seculares
te excedan en virtud *; de que tantos legos confundan
tu desordenado proceder, sacerdote sin espiritu. Teme,
no sea que Dios retraiga sus gracias si no atiendes á
cooperar ä ellas. Ten pensamientos y resoluciones más
altas.
2. Habréis °ido que se dijo á los antiguos, etc. Pero
yo os digo (3). Pondera cuanto sea más excelente en
todo la ley de gracia que la ley antigua. Porque lo 1. A
( 1) Boca., 19. (2) Matth., 6. (8) Ib1d.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 369
!OS más rudos, como eran aquellos, se le g dieron sólo
preceptos de cosas materiales; ä los de ésta, de cosas
delicadas y menudas. 2. Aquélla paraba sólo en exterio-
ridades; ésta pide lo interior del alma. 3. A la obser-
vancia de aquélla se daba sólo un premio temporal; ä
la de ésta eterno. Dale gracias porque te reservó Dios
para el tiempo de esta ley. No te pares en su corteza,
sino observa su interior.
3. Sed, pues, vosotros perfectos, como es perfecto vues-
tro padre celestial (1). De tal suerte er perfectoel Pa-
dre, que hay en Él toda perfección y ninguna imperfec-
ción, aun la más leve. Si procurares que en ti no haya
imperfección alguna, harás que haya en ti una perfec-
ción grandísima. Porque procurarás amar á Dios en
sumo grado, en que consiste la suma perfección; y que
seas de Él amado, en que está la suma felicidad. Por-
que cuanto menos hubiere en tus obras de mezcla de ti
propio, tanto más pura será la caridad con que, 6 por
cuyo motivo, obrares. En tu mano está, pues, tu per-
fección y tit felicidad. Pero ¡cuánta imperfección has de
arrancar de ti!

JUEVES
DE EVITAR EL ESCÁNDALO

1. Si tu ojo derecho te escandaliza, sácatelo y échalo


de tí (3). Por los ojos entiende san Juan Crisóstomo ä
los superiores, que son los de mayor autoridad. Éstos
te pueden servir de escándalo, si te dejas llevar del res-
(1) Mate., 5. (2) Ibid.
AVANCINI 24
3 70 SEMANA X
peto humano de ellos; si lo que ellos hacen contra re-
gla, lo tomas por regla de tu obrar; si por el afecto
que les tienes traspasas la regla. Si tú, seglar, porque
no te atreves á contradecir, 6 por tus intereses, 6 por
los halagos y persuasiones, cometes injusticias 6 indigni-
dades, 6 por obedecer 6 dar gusto al hombre rompes los
preceptos de Dios; saca esos ojos, mortifica ese afecto,
vence ese respeto, atiende más á la regla, al precepto,
que es de Dios, que al ejemplo y gusto, que es de un
hombre. Si no puedes sacártelo 6 evitarlo, manifiéstalo
á quien debes: tendrás auxilio para ello.
2. Si tu mano derecha te escandaliza, córtala, arró-
jala de ti (I). Por la mano se enfiela- den los allegados,
los iguales, para con, quienes, por lo común, suele ser
mayor el afecto; .pues ordinariamente el amor es entre
iguales. Te pueden éstos ser escándalo por la demasia-
da familiaridad y amistad particular, visitas frecuentes,
parlerfas, halagos, por lo cual tu ánimo distraido insen-
siblemente se enternece y se entibia en el amor de Dios.
Corta las conversaciones, el trato, etc., conversa y ten
más trato con Dios.
3. Si tu pie te escandaliza córtalo (2). Por el pie se
entienden los inferiores, hijos, también espirituales,
súbditos, discfpulos, criados. Éstos te serán escándalo,
si por demasiado afecto condesciendes con ellos más de
lo justo, disimulas sus culpas, los prefieres á otros con
ofensa de los demás, conversas inútilmente con ellos, etc.
Repara cuán peligroso es este afecto; porque ordinaria-
mente sé encubre con apariencia de piedad, de tal modo,
que apenas lo conozcas hasta que te pierdas por él. Alfa-
(1) Mat.th., 5. (2) lbid.
DEiPUES DE PENTECOSTES 371
de que de esta suerte puedes ser causa de que se pierda
otro y se te pida á ti cuenta de su alma.

VIERNES
DEL AMOR Ä LOS ENEMIGOS

1. Pero Yo os digo: Amad á vuestros enemigos (1).


¿Quién lo dice? gi que primero nos atad (2). Y siendo
sus enemigos nos reconcilió con Dios por medio de su
muerte (3). Considera que el que es tu enemigo es cria-
tura de Dios como tú; que si tienes á Dios por padre,
él es tu hermano que fué criado para el mismo fin que
tú, redimido con la misma sangre. Amale por ti mismo;
porque ä ti te es útil; porque te ejercita para la gloria;
porque si le perdonas á él, también ä ti te perdonará
Dios; y si aborreces, O quién dañas sino ä tu alma?
Porque mayor daño te es para ti ese mismo odio, que
cuanto él te puede causar. Ama y serás amado de
Dios.
2. Haced bien á los que os aborrecen, y orad por
vuestros calumniadores (4). Al efecto del corazón se ha
de añadir la caridad de palabra y obra. No basta no
aborrecer, es menester amar. Mas el amor no es un
afecto oficioso, es eficaz, que se ha de ver en las obras,
¿Qué es lo que haces tú con el que te aborrece, con el
que te calumnié? ¿No le vuelves mal por mal? ¿Qué es
lo que hablas de él? ¿Sigues por ventura ä san Pablo,
que decia: Nos maldicen y nosotros bendecimos (5)? Omi-
tas acaso lt Cristo, que oraba por los que le crucificaban?
(I) Makth., 5. (2) I Joma., 4. (8) Rom., 6. (4) Matiz., 5.
(6) 1 Co,., 4.
372 SEMANA X

3. Para que seais hijos de vuestro padre, que está


en los cielos (1). Mira lo que ganas con el amor de los
enemigos. ¿Quieres ser hijo de Dios? Tienes un modo
fácil. Ama á tu enemigo. ¿En qué conocerás ser hijo de
Dios, si no fueres ä Dios muy parecido? dice san Juan
Crisóstomo (2). ¿Éste por ventura no hace nacer su sol
sobre buenos y sobre malos? ¿Aun ofendiéndole O, no
te conserva? ¿no te perdonó tantas veces tus pecados?

SÁBADO
DISPOSICIÓN PARA ORAR, Y PRIMERA PETICIÓN

1. Tú, pues, cuando te pusieres á orar, éntrate en tu


aposento, y cerrando la puerta, ora á tu padre celes-
tial (3). Para que puedas orar bien debes evitar todo
ruido, no sólo con el esplritu, pero aun corporalmente.
Los objetos mueven los sentidos: éstos son ventanas del
alma; si éstas están abiertas, entra todo género de vien-
to. En la soledad habla Dios al alma, al corazón. Ast
Cristo para orar, se retiraba ä los montes. Mucho más
tó te has de retirar de los tumultos que se/suelen le-
vantar en el ánimo. Una sola pasión que se mueva, no
admite otros pensamiéntos de Dios. De aquí puedes co-
legir la causa de sacar tan poco fruto de tu oración, de
que ni refrenas los sentidos, ni los movimientos del al-
ma. Para estar asi en la oración, recogido y compues-
to, debes fuera de ella acostumbarte ä esta compos-
tura.
2. Asi, pues, habeis de orar: Padre nuestro, que es-
(1) Natth , 5. (2) Rana. 81 In Imperf. (8) Matth., 0.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 373
tás en los cielos (1). Esta es la entrada de toda oración,
que pienses ä quién pides y con quién hablas. Este es
Dios Padre. De aqui sale la reverenda, la confianza, el
amor, compañeros inseparables de la oración. ¿Por ven-
tura, si ast no oras, no te echará Dios en cara con ra-
zón: Si yo soy padre, dónde está el honor que, es propio
mio (2)? ¡Qué indigno eres de tan gran padre! De don-
de debes sacar humildad y desestimación de ti. Nues-
tro. Luego todos somos sus hijos; luego hermanos to-
dos; luego ä todos debes amar; luego desagradable le
es cualquiera cosa que le ofrezcas, si no amas. Que es-
tás, o eres; y sólo tú eres ä la verdad. De donde has de
excitar en ti un elevado aprecio de Dios. En los cielos.
De donde ha de nacer el fervor; pues tu oración ha de
penetrar los cielos. De aqui la advertencia, que tus peti-
ciones sean de cosas celestiales, no terrenas. Todo esto
has 4 examinar en ti; y determina lo que has de hacer.
3. Santificado sea el tu nombre (3). Esto debe ser lo
priero entre todo lo que se ha de desear. Que de todos
sea Dios conocido, adorado y servido; sea estimada su
santidad, su bondad amada, su justicia temida y se su-
jete ä su poder toda criatura. Y ésta es la intención y la
mira ä que habernos de dirigir todas y cada una de nues-
tras cosas. ¿No es esto acaso lo que pides con las pala-
bras, y con los hechos por tu soberbia lo destruyes? ¿Qué
es lo que pides cuando tanto ä -ti te estimas y deseas ser
estimado? No á nosotros, Señor, no á nosotros, sino á tu
nombre da la gloria (4).
(1 ) Matih., 8. (8) Malach, 1. (3) Matth., 8. (4) Psalm. 118.

374 SEMANA XI

DOMINGO XI DESPUÉS DE PENTECOST.


SEGUNDA Y TERCERA PETICIÓN

. Venia á nos el tu reino (1). Pides en esto, ó que


Dios reine en ti: El reino de Dios dentro de vosotros
está (2), 6 en todo el mundo. Del Señor es el reino,y
El dominará las gentes (3), 6 propiamente el reino de
los bienaventurados que se ha de lograr por una feliz
muerte. Con lo que das á entender juntamente que es-
tás aparejado para recibirle, y que nada tienes que te lo
dilate. ¿Sientes esto por ventura, y con verdad te lo
dice el corazón? ¿Acaso te engañas ä ti, 6 quieres enga-
ñar á Dios? ¿No te detiene el amor de la vida? ¿No el
afecto á cosas de la tierra? Miralo en ti bien. Eit este
momento lo has de renunciar todo. ¿Qué sientes en esto?
2. Hágase tu voluntad (4). ¿Qué cosa más justa? Ella
es la regla de nuestra voluntad. Abuso es de la nuestra,
si no consiente con ella. Señor y padre nuestro es. To-
das las cosas que mandare nuestro señor rey, con gusto
los ejecutaremos tus siervos (5) . Todas las cosas que
mandaste, las haré, Padre (6). ¿Haces acaso lo que con
la voz aseguras? ¿Haces la voluntad de Dios absoluta, in-
timada por la ley y por las reglas? ¿Cumples su volun-
tad de beneplácito en las cosas que no manda de precep-
to, más que sabes que son de su agrado? i por ventu- b
ra vives más ä tu voluntad y á tu gusto, según la incli-
nación de tus pasiones?
r (1) Natal., 6. (8) Lao., 17. (8) Psalm., 21. (S) Mamh„ 6.
1/48) 11 Reg., 16. (8) Joaam,, 5.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 375
3. Ad en la tierra como en el cielo (1). Aqui pides
el modo de hacer la voluntad de Dios en la tierra al
modo de los bienaventurados? Y ¿por qué nosotros ha-
bernos de ser menos en esto? ¿Acaso porque somos li-
bres? ¿Luego habernos de tomar por cubierta de la mali-
cia la libertad (2)? Pero ¿cómo se hace en el cielo? Por
puro amor de Dios, prontisimamente, en todas las cosas
sin examinarla. ¿Descubres está propiedades en tu al-
ma? ¿Qué será si ordena Dios por medio de los superio-
res cosas difíciles y ä la sensualidad repugnantes? 11') mi-
serable! ¡Qué poco reparas aquí la voluntad de Dios!

LUNES
CUARTA Y QUINTA PETICIÓN

. El pan nuestro sobresustancial dánosle hoy (3).


Pides como mendigo delante de las puertas de la divina
gracia el sustento para el cuerpo y para el alma. Para
el cuerpo, ä la verdad, sólo pan, no ostentación, no re-
galos; porque: Teniendo con qué mantenernos, con eso
estamos contentos (4). Si asi pides, te contentarás con
un sustento ordinario, y ése parco. Si lo lograres peor,
juzgarás que eres mendigo de Dios, que lo recibes de su
mano. Mas para el alma pides, 6 la palabra de Dios, de
que vive el hombre, 6 la santisima Eucaristía, la que,
aunque hoy no la recibas, la pides también hoy por la
comunión espiritual, con que la participas. Vive; pues,
de suerte, que cada dia merezcas recibirla.
2. Y perdónanos nuestras deudas (1). ¿Cuánta deu-
das has contraído? 1. Todo lo que eres se lo debes á hl,
(1) Mate., 6. (2) II Petr., 2. (8) liatth., 6. (4) 2 Tfin., 6.
376 SEMANA XX

de quien todo lo tienes, dice san Bernardo. 2. Los ta-


lentos de naturaleza y gracia ä Dios se los debes. ¡Qué
ingrato eres, si usas 6 abusas de ellos para ofenderle,
cuando te los dió para amarle! 3. Los pecados, que son
una deuda enorme que nunca podrás pagar, sino que
sea con el caudal de los méritos de Jesucristo. Reconó-
cele pecador para humillarte; concibe á Dios misericor-
dioso, para alentarte ä Confianza. Pero, pues pides para
hoy, no quieras hoy contraer más deudas.
3; Asi como nosotros perdonamos á nuestros deudo-
res (2). Ésta es condición. Pides que no se le perdonen
las deudas propias, si tú no perdonas -las ajenas. Porque
si perdonareis á los hombres, os perdonará á vosotros
vuestro padre. Mira la bondad de Dios. En tu mano
pone el juicio que se ha de hacer de ti, dice san Juan
Crisóstomo. Pero Dios perdona al punto que es rogado;
previene al que le ruega con la gracia excitante; perdo-
na plenamente todas cuantas veces es rogado. ¿Perdo-
nas tú también de este modo? ¿Por ventura luego al pun-
to? ¿Se pone 6 no el sol sobre tu ira? ¿Acaso le previe-
nes en hablarle, 6 dices por ventura, que no estás obli-
gado á eso? ¿Acaso le perdonas tantas cuantas veces te
ofende, 6 dices: no una sola, sino muchas veces me hizo
esto? ¿Perdonas plenamente, 6 dices, no le aborrezco,
pero no quiero tratarle más?
• (1) Matth., 6. (2) Ibld.

DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 377

MARTES
PETICIÓN SEXTA Y SÉPTIMA

1. Y no nos dejes caer en la tentación (1). Pediste


se te borrasen las deudas contraidas; pides ahora no
contraer otras de nuevo. Andas hombre frágil, entre
enemigos poderosísimos, y continuamente eres tentado
de tus concupiscencias. Tú por tí solo no eres bastante
á resistir; pides socorro para esto. Examina cuáles y
cuán peligrosas son tus tentaciones, y piensa en los me-
dios para vencerlas. No dudes de la gracia. Ésta no la
niega Dios al que hace lo que está en sí. Pero repara
en aquello: Al que hace lo que está en- si.
2. No nos dejes caer. No pides no ser tentado, sino
no ser vencido. Ser tentado ordinariamente aprovecha
para el Mérito, para la humillación, para confiar en
Dios. Ser 6 no ser vencido en tu libertad está. Pero te
burlas de Dios, pidiéndole te socorra, cuando libremente
te metes en la tentación; no menos que el que se echase
por su gusto en un rio, y rogase á Dios que no se mo-
jase. No oras, pues, ä Dios sériamente, si no te abstraes
de aquellas cosas que te llevan al consentimiento.
3. Mas líbranos de mal (2). El que no especifica al-
guno, todo mal entiende, en cuanto es contrario á la
salvación, 6 sea del cuerpo, 6 sea del alma. Aunque los
corporales no son de suyo contrarios á ella, sino sólo
por tu fragilidad. Mira no hagas con tus obras contra-
dicción á lo que pides, por tu pereza y tu tibieza. &Aca-
cu Matth., 6, (2) Ibld.
378 SEMANA EI
so quieres y no 'quieres, perezoso? ¿Acaso lo estás de-
jando para mañana siempre, 6 finges imposibilidad,
acaso dices: El león anda por afuera (1), y te estás
mano sobre mano?
MIÉRCOLES
NO SE HA DE ATESORAR EN LA TIERRA, SINO
EN EL CIELO

1. No atesoreis para vosotros tesoros en la tie-


rra (2). Esto es, según san Juan (3): No ameis al mundo.
Entiéndelo, pues, de la concupiscencia de la carne, de
los ojos y de la honra. Y ¿por quiP--causa? Porque la
muerte como polilla lo destruye y como ladrón lo roba.
Para traspasar tu amor á lo futuro, acuérdate que has
de dejar lo presente. Por eso no amas las cosas adveni-
deras con constancia, porque estás muy pegado á estas
transitorias. Pero si esta noche te arrebatan el alma,
estas cosas (en que pones tu contento y tu sosiego) ¿de
quién serán (4) ? ¿qué te aprovecharán? 6 por mejor
decir, ¿cuánto te dañarán?
2. Atesorad, pues, vuestros tesoros en el cielo (5).
Allí está tu patria, allá has de partir: sino elidas el
tesoro delante, para siempre serás de ella desterrado.
No se puede juntar ni adquirir allá; aquí se ha de reco-
ger y allá se ha de enviar, para que allí te espere y allí
lo goces. Pero no se ha de enviar poco, es menester
que sea tesoro, esto es, grande y preciosa abundancia.
Concluye, pues lo 1. Que no se ha de dejar ningún
tiempo ni ocasión de obrar bien. 2. Se ha de insistir en
hacer obras grandes y de perfección sublime.
(I) Prov., 22. (2) Matth , 6. (3) 1 Joana., 2.
(4) Loe., DI. (S) Matth , 6.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 379'
3. A donde está tu tesoro, alli está tu corazón (I).
Lo que aprecias, eso amas, en eso tienes fijo el corazón;
porque el amor sigue á la estimación. El amante se
hace lo mismo que ama; terreno, si ama lo que es tie-
rra; celestial, si ama el cielo; divino, si ama á Dios. 10
infeliz, si determinas poner tu corazón en la tierra! ¡O
necio, si empleas tu amor (que es el único precio con
que puedes adquirirte ä Dios) sólo en comprar lodo!
Bien percibes esto, y con todo aún tienes pegado el co-
razón ä las criaturas.
JUEVES
DE LOS OJOS SENCILLOS Y MALIGNOS

1. La antorcha de tu cuerpo son tus ojos (2). Con el


nombre de ojos se entienden los superiores. Como los
ojos dirigen los pasos, y otras operaciones del cuerpo,
asi el superior te dirige ä ti: Los miembros siguen el
gobierno de los ojos. ¿Cómo sigues tú el de tu superior?,
Los ojos no usan de imperio, no de fuerza coactiva, no
de amenazas contra los demás miembros, y con todo eso
los siguen. Diol te dió á tu superior por ojos: cree que
él discierne los colores; que tú con tus pasiones estás
ciego. Asiente á él aun ä la menor seña. * Examina co-
mo te has en esto con los padres, as! espirituales como
carnales, con los mayores que te rigen, etc.
2. Si tus ojos fueren sencillos, todo tu cuerpo estará
con claridad (3). Por los ojos entiende san Juan Crisós-
tomo (4), el`entendimiento. Este es menester que sea
sencillo, esto es, no ofuscado, ni imbuido de principios
(1) Matth., 6. (2) Ibid. (8) IbId. (4) Dona. 15 In Imperf.
8o SEMANA XI .
erróneos, que sugieren el mundo y la carne. Entonces
toda la serie de las acciones será lustrosa, y á Dios muy
agradable. La voluntad se rige sin duda por el entendi-
miento. Repara cuáles sean en ti sus principios: si sen-
cillos, mirando ä Dios solamente; si doblados, que mi-
ran ä Dios y ä tus propias conveniencias. Trabaja, pues,
en llenar tu entendimiento de principios rectos y senci-
llos, que sólo convengan con Dios y no con el mundo y
la carne.
3. Si tus ojos fueren malignos, todo tu cuerpo será
tenebroso (I). Por los ojos entiende san Agustín (2), la
intención. Esta siempre es maligna_ cuando tiene otra -
mira más que á Dios; al modo que mi mal siervo que
rehusa servir á su señor y sirve ä otro, y en especial á
su enemigo. Y esto es lo que tú haces cuando pones la
mira en la vanidad y más en tus comodidades, que no
en la gloria de Dios. Pondera, pues, la necesidad y uti-
lidad de la pureza de la intención. Haz que esta tu mira
sea sencilla, y tea puramente á Dios por objeto.

VIERNES
NO SE HA DE SERVIR A DOS SEÑORES

I. Nadie puede servir á dos señores (3), cuando


mandan cosas diversas 6 contrarias. Dos señores tienes;
uno con legítima potestad, otro con ella usurpada sin
derecho. O ä Dios, 6 á la sensualidad que contra Dios
se rebela. ¡Hombre infeliz que tienes y sufrés ä ésta, no
tanto como á señor, sino como á un tirano que cada mo-
(1) Matth., 6. (2) I.. 2 de Sena. D. (8) Matth., 8.
Dusputs DE pawracosTis
mento te oprime! Pero I más infeliz porque con gusto le
toleras! Escoge ahora ä quién has de servir. Porque en
vano intentas servir ä entrambos, que nadie lo puede
hacer. Di, pues, ä Dios: Siervo tuyo soy (1) , y no de otro.
2. A uno aborrecerá, á otro amará (2). La causa de
no poder servir ä dos señores, es porque mandan cosas
contrarias: uno las que amas, el otro las que aborreces.
¡Quién puede obedecer al mismo tiempo ä dos que man-
dan cosas opuestas? ¿Qué manda Dios? Mortificar los
sentidos, quebrantar los apetitos, etc. ¡Qué la sensuali-
dad? Consentir con ella, gozar de las criaturas, etc. No
puedes, pues, servir ä entrambos. Adora, pues, al se-
ñor legitimo; conságrate del todo ä Él: Y debajo de ti
estará tu apetito y tú le dominarás (3).
3. Al uno aguantará, al otro despreciará (4). La otra
causa está de tu parte; porque no puedes al mismo
tiempo querer y no querer una misma cosa. Debieras
quererla asi, si quisieras servir ä entrambos. Deberlas
no querer servir ä tus apetitos, porque un señor asi lo
manda; deberlas darte ä ellos, porque el otro asl lo or-
dena. Uno de ellos, pues, se ha de dejar. Escoge el que
quisieres. Los nombres mismos de señores son precisa
razón para que te determines.

SÁBADO
SE HA DE DEJAR LA SOLICITUD DE LAS COSAS
TEMPORALE; SE HA DE BUSCAR EL REINO DE DIOS

1. Por eso os digo: No esteis cuidadosos de vuestra


alma por lo gae habeis de comer, ni de vuestro cuerpo
(1) Psalm. 118. (8) Malth , C. (8) Gen , 4. (4) lialth., 6.
382 SEMANA XI

por lo que habeis de vestir (1). Prohibe la demasiada


solicitud en lo que toca al cuerpo y las cosas necesarias;
porque no es cosa menos inútil, que si uno quisiera aña-
dir un codo á su estatura. 2. Porque este demasiado
cuidado impide el cuidado del alma, que debe ser el pri-
mero. ¿Por ventura no es más el alma que la comida?
¿Para qué, pues, andas tan solicito del lugar, de la ocu-
pación, de tus comodidades? Cuanto más te acongojas
por estas cosas, tanto menos miras por tu alma. Y ¡cuán
poco es el cuidado que de ella tienes! Pondera cuánto
más valga.
2. Porque sabe vuestro padre que necesitais de todas
estas cosas (2). Enseña que el cuida° de estas cosas se
ha de dejar á Dios, que da pasto á las aves, que viste ä
los lirios. El lo sabe ciertamente, no con ciencia sólo
espe.culativa, sino de una paternal providencia. La soli-
citud que tienes de vivir aqui 6 alli para lograr mejor
salud, de no admitir por lo mismo esta 6 aquella ocupa-
ción, es argumento de desconfianza: ¿Por ventura no
procuran esto las gentes, que no tienen fe? Arrójate,
pues, en el regazo de la Providencia divina; porque ella
es la que tiene solicitud de ti (3).
3. Buscad, pues, primero el reino de los cielos y su
justicia (4). El reino de Dios es su gloria y nuestra
bienaventuranza. Por el nombre de justicia se entienden
los medios que nosotros debemos poner. Aqui, pues, se
ha de poner el principal cuidado; de otra suerte en me-
nos tienes ese cuidado, que cualquier otro: si le pospo-
nes ast, no le lograrás ciertamente. No puedes á la ver-
dad agradar á Dios, si aprecias menos lo que manda
Mattb., 8. (2) 1614. (8) 1 Poi., s. (4) M'Eh., 8.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 383
que más estimes. De donde sucede, que vaya retirando
sus gracias. Además que tä trabajas con más ahinco
por aquello que más aprecias. Si tienes, pues, más esti-
mación de otra cosa que del reino de los cielos, en ella
emplearás tus trabajos. Pero ¿acaso no es locura ante-
poner cualquiera cosa ä la gloria de Dios, al reino de los
cielos? Sea, pues, tu primer cuidado el que JESÚS or-
dena. Mira al fin para que fuiste criado. Pon, sin per-
donar ä trabajo, los medios para alcanzarle.

DOMINGO XII DESPUÉS DE PENTEC.


SE HA DE EVITAR EL JUICIO TEMERARIO

t. No juzgueis, para que no, seais juzgados (1). Dios


no te ha hecho ä ti juez de otro, sino compañero. El Pa-
dre did al Hijo todo el cargo de juzgar (2). El que juz-
ga se toma para si esta jurisdicción. La justicia pide, que
el que no es convencido de ser malo, sea tenido por bue-
no. La caridad te dicta, que todo lo que puedes lo eches
siempre á buena parte. Mira cuánto se peca por juicio
temerario; examínate á ti mismo, y repara si te levantas
con el juicio de Dios. Mejor harías en juzgärte á ti, para
no ser así juzgado.
2. Porque en el juicio, en qué juzgareis, sereis juz-
gados (3). Esta es la pena de los que juzgan temeraria-
mente. Con justo juicio permite Dios que los tales sufran
semejantes juicios de otros. Y no sólo esto, sino que
caigan en los mismos defectos que ä otros imponen. ¿Có-
mo juzgas 4 tu hermano? Todos compareceremos ante el
(I) Matth., 7. (2) Joaan., S. (S) Matth., 7.
3 8 4 SEMANA XI

tribunal de Dios (1). Y tanto más riguroso juicio sopor-


taremos, cuánto con más rigor juzgare cada uno á su
prójimo. Inexcusable eres, .4 hombre todo, que juzgas (2).
¿Qué sentencia más grave! Teme, pues, de Dios el jui-
cio. Y siendo así que cada uno de los hombres ha de dar
razón por si (3). Empléate tú sólo en disponer tu
cuenta.
3. Hipócrita, arroja primero la viga de tu ojo, y ve-
rás entonces para echar la pajuela del de tu hermano (4).
Advierte el remedio para no juzgar: repara en tus de-
fectos; si bien los miras, hallarás que son mayores. Si
ponderas bien tus pecados, ¿cómo puedes juzgar el peca-
do ajeno? te dice san Ambrosio (5)-7 Si en realidad es
bueno lo que juzgas por malo, reconoce cuánta sea la
malicia del que de tal modo juzga; si el hecho es dudo-
so, ¿por qué lo has de tener por malo? Si es malo cla-
ramente, excusa la intención, si no puedes la obra, te
dice san Bernardo (6). Juzga que es ignorancia, juzga
que es fragilidad, juzga que es una casualidad.

LUNES
ENCOMIÉNDASE LA ORACIÓN

1. Pedid, y se bs dará; buscad, y hallareis; llamad,


y abriros han (I). Éste es el medio para alcanzar la
gracia y la gloria. Necesitas de la gracia: pídela por la
oración humilde. Búscala por los medios debidos, acom-
pañados de la oración. Llama por la longanimidad. Re-
(1) Rom., 14. (2) Ibld., 2. (8) Ibld., 14. (4) Mattb., 7.
(5) In Psalm. 118. (6) Berna. 4 In °aus. (7) Matth , 7.
DESPUÉS' DE PENTECOSTÉS 385
para por aqui cual sea tu oración: si es bastante hu-
milde, si procede del conocimiento de la propia miseria,
si pides de esta suerte. Pides acaso la humildad, pero
no quieres la humillación; la pobreza, mas no quieres
sufrir falta de cosa alguna; la paciencia, mas no quie-
res tener alguna pena, etc. Es esto lo mismo que que-
rer y no querer, que pedir y desechar. Reconoce tu es-
tolidez. Ora y determina observar esto: Si buscais, bus-
cad, convenios y venid (1).
2. Porque todos los que piden reciben, los que bus-
can hallan, y al que llama se le abrirá (2). Este efec-
to de la oración es infalible y cierto, porque Dios así lo
prometió. Cree y confía, con tal que quieras con volun-
tad bien ordenada, esto es, queriendo lo que Dios quie-
re; porque si quieres otra cosa, quieres como el enfer-
mo, lo que le es nocivo. Cualesquiera cosa que pidiére-
mos según su voluntad, nos oye (3). Mas esto siempre
lo alcanzarás, 6 conceda Dios lo que le pides, 6 lo nie-
gue; porque da lo equivalente que te es provechoso. Tal
vez no has orado asi hasta ahora, sino queriendo traer la
divina voluntad ä la tuya; no rendir la tuya ä la divina.
Error grande es éste. No es ésta confianza, sino pre-
sunción.
3. Si vosotros, siendg malos, sabeis dar dones bue-
nos d vuestros hijos; ¿cuánto más vuestro padre dará
cosas buenas á los que se las piden (4)? Este es un ar-
gumento con que la bondad divina, y la propensión na-
tural de su amor para con nosotros, a fi rma nuestra con-
fianza. Hizonos hijos suyos por la adopción, y así se hizo
padre. Como Dios y como padre sabe, puede y quiere
(1) h., ID. (8) Mattä., 7. (8) I Joann., 8. (4) Matth., 7.
AVANCINI 25
386 SEMANA XII
lo que nos es provechoso. Ni otra cosa puede qüerer, si
nosotros no le forzamos. ¿Por ventura no lo hizo ad con-
tigo mil veces? (Cuánto debes ä un Dios tan bueno!
¡Cuánta confianza debes concebir en Él para adelante!

MARTES
EL CAMINO ESTRECHO Y ANCHO

1. Ancha es la puerta y espacioso el camino que lle-


va á la perdición (I). El hombre mientras vive, en el
camino está, no en el término. Mas en el camino que
muchos son los que yerran. (11,miserables los que
errais eternamente! Hay un camino que al hombre le
parece recto, y sus fines llevan á la muerte (2). Camino
ancho es el que no se estrecha con la ley de Dios y la
razón, y se esparce sólo en el derramamiento de los
sentidos. ¡Oh cuántos son los que andan por él! ¡O
alma mía! cuánto tiempo has andado este camino!
Vuélvete ya del error; estrecha tus apetitos en los tér-
minos de la ley y de la razón. Repara que el camino de
tus concupiscencias, por el cual andas, lleva á la per-
dición.
2. ¡Qué estrecho y angosto p el camino que lleva á
la vida, y pocos le encuentran 3) 1 El camino del cielo
es estrecho, porque no admite lo agradable, sino lo li-
cito. No puedes ir por él con los jumentos de tus pa-
siones, con las cargas de tus apetitos. Sólo y solamente
con Dios debes andar por él. No admite faustos y pom-
pas, no acompañamientos honrosos. Todo esto has de
(1) Matth., 7. Pro7,, 14. Mata, 7.
DESPUES DE PENTECOSTÉS 387
renunciar, si quieres entrar por él. ;O miserable! ad-
vierte ya de una vez, que lejos de él has andado. Pocos
son los que le encuentran. Y tú ¿no has sido uno de
ellos? El esplendor mentido de las cosas terrenas te ce-
rró los ojos del alma, te cegaron las pasiones, para que
no le vieses.
3. Porfiad á entrar por la puerta angosta (I). Para
ir por el camino ancho, no es menester que hagas fuer.
za: con un natural movimiento te vas y caminas por él.
¡Oh miserable condición la tuya, si no forcejas para ir
por el opuesto! Para penetrar por el camino estrecho,
es menester mucho ahinco: preciso es hacerte fuerza.
Para querer sériamente, se han de arrancar las pasio-
nes, los afectos ä las criaturas; se han de arrojar las
cargas de las honras, del amor propio, etc. ¿Quieres
hacer todo esto? Para querer, mira al fin; porque éste
es el camino que lleva á la vida.

MIÉRCOLES
DEL GUARDARSE DE LOS PROFETAS FALSOS

L Guardaos de los falsos profetas (2), 15 de tales


doctores. Pero ¿cuáles son éstos? En ti mismo, son las
concupiscencias, los malos afectos, el amor propio de
ti y de las criaturas. -I,Qué de falsedades sugieren és-
tos? Que es bueno ser estimado y malo ser abatido; que
es bueno gozar de los gustos de las cosas criadas y malo
el renunciarlos, etc. Fuera de ti, son los amigos dis-
colos, cuyos ejemplos sigues como antorchas que te
(I) Lao., U. (2)) Natth., 7.
388 SEMANA XII

muestran la verdad; de quienes aprendes á resistir ä


los superiores, á no hacer caso de cosas ligeras, á dar-
te gusto en todo, etc. * Y un inadvertido del mundo á
ser disoluto, liviano, hasta cometer las mayores malda-
des. ¿Has seguido, por mala ventura tuya, los princi-
pios de estos doctores? Mas ¡con cuánto daño tuyo! ¿Que-
rrás acaso seguirlos en adelante?
2. Vienen d vosotros con vestidos de ovejas, y en lo
interior son voraces lobos (1). Ningún mal llega á cara
descubierta, siempre se cubre con apariencia de bien.
Por eso, ¡qué fácilmente engaña, si el entendimiento no
está claro y limpio y no asiente ä los principios de la
fe y de las virtudes! ¡Si no está bìui afirmada el alma
contra las palabras y ejemplos de los libres y relajados!
10 miserable! ¿por Ventura no has experimentado lobos
los que crelas ovejas? Por lo menos abre ahora los ojos
con tu mismo daño. No atiendas en adelante á lo que
por defuera halaga, sino ä lo que realmente en st es, ä
dónde lleva y qué es lo que sigue.
3. Por sus frutos los conoceréis (2), al modo que se
conoce un árbol. Pondera bien, qué frutos te trajo el
amor propio, el amor á las criaturas. ¿No son acaso
aquellos ä quien tiene Dios horror? ¿qué frutos te traje-
ron las familiaridades de los libres? ¿No son aquellos
que crian en tu conciencia el gusano roedor? Conoces
esto y ¿no lo enmiendas? Teme no seas cortado: Por-
que todo árbol que no lleva buen fruto, será cortado y
echado al fuego (3).
(1) Matth., 7. (8) Ibld. (8) lbid.

DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 389
• JUEVES
DE HACER LA VOLUNTAD DE DIOS
. I. No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en
el reino de los cielos, sino el que hiciere la voluntad de
mi padre (1). No aprueba ä aquellos. 1. Que hacen por
devoción algunas obras en si buenas, pero dejan las de
obligación. 2. No aprueba decir muchas cosas y hacer
pocas, conocer de Dios muchas y sublimes cosas, y que-
rer obrar pocas por Él. ¿No eres acaso tú del número
de éstos? Sabes y dices de Dios y de la virtud infinitas
cosas. Pero ¿cuántas haces? Clamas en tus trabajos: Se-
ñor, Señor. Mas ¿qué diligencia pones tú para salir de
ellos?
2. El que hiciere la voluntad de mi padre, que en
los cielos está, ése entrará en el reino de los cielos (2).
Sentencia infalible. No entrarás por otra via, que hacien-
do la voluntad de Dios. Pero ¿cuál es de Dios la volun-
tad? Ésta la muestran los superiores: El que á vosotros
oye, á mi me oye (3). Ésta la muestran las reglas, que
no son invenciones de hombres sino de Dios. * Ésta la
muestran los mandamientos divinos, las leyes y obliga-
ciones de tu estado. Si no guardares é hicieres las pa-
labras todas de la ley, aumentará Dios tus plagas, por-
que no oiste la voz del Señor Dios tuyo (4). Repara bien
si tus obras concuerdan con la voluntad de Dios; como
te portas en orden ä lo que disponen los superiores; co-
mo en lo que mandan tus reglas, * tus obligaciones, y
en fin el gusto y los preceptos de Dios.
(1) Natth., 7. (2) Ibld. (8) Lao., 10. (4) Deut., 28.
390 SEMANA XII
3. Muchos me dirán á mi en aquel dia, Señor, Se-
ñor: ¿Por ventura no profetizamos en tu nombre y no
lanzamos los demonios, etc.? Entonces les confesaré,
que nunca os conocí (1). Enseñar, absolver pecadores,
causar mociones grandes ä los pueblos, son gracias gra-
tis dadas. Si presentas ä Dios solas estas cosas, oirás:
No os conocí. Luego otras cosas te pide á ti Dios, que de
alguna manera sean tuyas: tu cooperación, tus méritos.
¡Oh qué pobre has sido hasta ahora! ¿Comparecerás as!
delante de Dios? Añade lo que puedes, porque: Aunque
hagas cuanto puedes, aún serás siervo inútil (2). Con
todo no te pedirá Dios más de lo .que puedas.

VIERNES
ES LIMPIADO EL LEPROSO

1. Llegándose un leproso, le adoraba, diciendo! Se-


ñor, si quieres, puedes limpiarme (3). Confiésale señor,
créele omnipotente, asegura una voluntad igual ä la po-
tencia, ni dice: Limpian»; si sólo somete á su voluntad
el deseo de su salud. ¿Por ventura te portas tú as! con
Dios? ¿Ejercitas acaso el acto de fe cuando le pides algo?
¿Crees que es señor, que á su arbitrio te puede conce-
der 6 negar? ¿Te sujetas ä ti y tus peticiones á su dis-
posición con resignación perfecta? As! has de orar; de
otro modo pides lo que no quiere que pidas.
2. Alargando JESÚS la mano, toeóle diciendo: Quie-
ro, sé limpio (4). ¡O pronta benignidad la de mi ,Issús!
¡Oh, si cuando me toca á ml en la Eucaristia, me dije-
(1) Nata, 7. (2) Luo., 17. (8) Matth., 8. (4) IMd.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 391
ra: Quiero, sé limpio de la lepra de tu alma. En ella nos
muestra que quiere del modo mismo, y que puede dar'
lo que se le pide; En las cosas, pues que tocan á la sa-
lud del alma, no digas: Por Dios queda (1). No digas:
Quisiera; pero Dios no me da gracia. ¿No la da? ¡,Es
acaso porque no puede? Esto no lo crees. ¿D es porque
no quiere? Esto es falso. No quiere, es verdad, por me-
dio de milagros; pero quiere con la condición de tu coo-
peración. En ti, pues, está cumplir la condición para al-
canzar absolutamente lo que pides. Mas aqui es donde
se ve tu flaqueza.
3. Y luego se le limpió la lepra. Y JESóS, le dice:
Mira que á nadie lo digas (2). Ordénale que á ninguno
lo diga, para enseñar que no habemos de publicar nues-
tros beneficios, dice san Ambrosio (3). Y san Juan Cri-
s6stomo (4): Muestra, dice, cuán ajeno era de la aura
de la gloria y de la pompa jactanciosa. Aprende tú esto
también: no andes á caza del viento de la vanidad; no te
prediques á ti sino ä JESóS, de quien tienes, si tienes
algo que merezca alabanza.

SÁBADO
ES CURADO EL SIERVO DEL CENTURIÓN

1. Llegóse á g l un centurión, rogándole: Señor, mi


criado está en cama paralítico y malamente fatigado (5;.
Pidiendo este amo por su criado, confunde á aquellos
que tienen más cuidado- de un perro, que de un hombre
(1) Eooli , 16. (i) Mattb., 8. (8) Lib. 6 in Lao. (4) Hom. 9.
(6) Mattb., 8.
39 3 SEMANA Itu
que les sirve. Esto lo tienes tú por cosa indigna. Pero
igualmente es indigna cosa que tengas tú más cuidado
del cuerpo que del alma. ¿,Por ventura no la tienes á
ésta paralítica? Sabes lo que has de hacer; mas para ha-
cerlo es preciso una voluntad generosa. Por falta de és-
ta, ¡qué poco has aprovechado! Ni tienes que esperar
más, si no la tienes.
2. Dicele JESÚS: Yo iré y le curaré (1). 16 pronta
benignidad de mi JESÚS! Veis, Señor, mi enfermedad;
decidme también: Yo iré y la curaré. Aprenderé de Vos
á ir con presteza á las necesidades y males de mi próji-
mo. El Centurión, respondiendo, dice:_Serior, yo no soy
digno de que entres en mi morada. Repara en la humil-
dad de este hombre. Concibe de ti una vil opinión, y no
llevarás tan mal el ser despreciado. Lo que uno juzga
sinceramente de si, no tiene sentimiento ni admira que
otros lo juzguen y lo digan. ¡,Qué dices tú cuando viene
JESÚS ä la morada de tu alma? Pero cuánto te dura aquel
sentimiento de humildad? ID torpe inconstancia en un
,propósito tantas veces repetido!
3. JESÚS 8e admiró, y dijo á los que le seguían: No
encontré tanta fe en Israel (2). Admira la fe de un hom-
bre gentil; la antepone ä la fe de los judios, ilustrados
con el conocimiento de Dios. Añade que muchos hablan
de venir de los gentiles de Oriente y Occidente al rei-
no de Dios, y que los hijos del reino serian desechados.
¿Cuántos hay de éstos, que tú desprecias, que te exceden
en virtud? Teme tú, que por la vocación religiosa fuis-
te señalado por hijo del reino, ne lo pierdas por tu falta
(1) Natth., 8. (2)
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 393
de fe y de virtud, y éntre otro en tu lugar. * Teme tú,
católico, que por tu fe eres hijo del reino, no pierdas el
serio por tu descuido y fe amortiguada con malas obras,
y llame Dios en tu lugar ä un gentil, ä un judio, ä un
hereje. Concluye el Seilor: Vd y según creiste se te
cumpla. Y quedó sano el criado en aquella hora. Mira
lo que puede con Dios la confianza, acompafiada de la
humildad.

DOMINGO XIII DESPUÉS DE PENTEC.


ES RESUCITADO EL HIJO DE LA VIUDA

1. Acercándose cl la puerta de la ciudad, llevaban á


enterrar un difunto, hijo único de su madre; y ésta era
viuda (I). Un hijo único en la flor de su edad, y en ri-
quezas • abundante, muere inópinadamente. ¿Quién ten-
drä confianza de la vida? Esto han de pensar siempre
los jóvenes. Ordinariamente mueren más mozos despre-
venidos que viejos; porque la esperanza de la vida, que
les lisonjea, los engafia. ¿Qué seria, si ésta fuera la
hora de partir de este mundo? Haz aquello que hicieras,
si lo supieras ciertamente. ¡O bondad! ¿cuántas veces
hizo esto también contigo? Encontróse con éste en la
puerta de la ciudad, en donde antiguamente se hacian
los juicios. La muerte es la puerta de la eternidad. En
ésta serás juzgado. ¡O buen JESÚS! asistidme aqui.
2. El Señor movido de su misericordia, la dijo (ä la
madre): No quieras llorar. (2) Tienes ä Dios, alma mia,
de quien es propio apiadarse. En El has de colocar tu
(1) Lno., 7. (S) Ibid.
394 SEMANA XIII
esperanza; á este sólo has de pedir consuelo. No llores.
Tú que lloras temporales pérdidas, que amaste lo que
poseias, ¿por qué pones tanto afecto en lo que perece?
Algún dia llorarás por haberlo amado. Ama lo que es
sólo eterno, lo que no puedes perder, sino que sea aban-
donándolo por tu voluntad.
3. Y se llegó y tocó el féretro, y dijo: Joven, d tí te
digo, levántate (1). Esto es lo que hace Dios en tu alma,
muerta por el pecado. Llégase por la gracia prevenien.
te. Porque sin ese ¿cómo podrías resucitar por ti sólo?
Tócate 6 por el temor, 6 por la esperanza de lo futuro.
Clama por tantas inspiraciones, parsjlecirte: Levántate.
Mira cómo es obra de Dios el que te levantes. Advierte
ahora lo que tienes de tuyo. 1. Los que le llevaban se
pararon. Llevaban á tu alma las indómitas pasiones. Ya
es justo que paren y se repriman. 2. Incorporóse el que
estaba muerto. Asi debes levantarte ä las cosas eternas.
3. Y empezó á hablar con Cristo, ä darle gracias, á
alabarle, etc.

LUNES
LEGACfA DE SAN JUAN BAUTISTA A JESUCRISTO

. Enviando Juan dos de sus discípulos, le dice:


¿Eres Tú el que has de venir, 6 esperamos á otro (2)?
¿De dónde los envía? Desde la cárcel. Luego ni aun es-
tando en el peligro de muerte se descuida de 'cumplir el
cargo que se le diú. ¿Qué molestia hay tan ligera que
no te distraiga y ponga tal que no puedas pensar en
Dios? 2. No pregunta esto por sf, que ya habla mostrado
(1) Uzo., 7. (2 ) M'U., 11.

DESPUES DE PENTECOSTÉS 395


ä Cristo con el dedo; sino por sus discipulos, para dar-
les ocasión de que se llegasen ä Él. Repara en esto el
celo de las almas y la destreza en ganarlas. 3. Pre-
güntate también ä ti, si esperas ä Jesús 6 ä otro. Si
pones en Él toda tu confianza, 6 la tienes en las cria-
turas, etc.
2. Volviéndoos , 'decid á Juan lo que habeis oído y
visto (1). ¿A qué viene esto para lo que se pregunta?
para probar que es Él mismo, no con jactancia de pa-
labras, sino con la muestra de las obras. Porque al
tiempo que estaban presentes los discipulos de san Juan,
curaba los ciegos, los cojos, los leprosos, los sordos,
resucitaba los muertos y predicaba ä los pobres. Con
estos hechos responde. ¿Profesas tü imitar ä Cristo? Lo
has de probar con obras, no asegurar con palabras. El
que examinará tus obras (2), no se contentará con pa-
labras. Ten cuidado que tus obras correspondan ä tu
vocación.
3. Bienaventurado será el que no se escandalizare
en mi (3). Añadió esto para que san Juan tuviese pie
de prevenir ä sus discípulos, 6 instruirlos en su pasión,
porque no se escandalizasen entonces con su humilla-
ción, oprobios y muerte. Pero también se dice esto por
tu causa, para que ya que eres imitador de JESÚS, no
te avergüences de su humildad, desprecios, pacien-
cia, etc. Con verdad te escandalizas y ofendes de estas
cosas, pues después de tales ejemplos las rehusas.
(1) Matth., 11. (8) Sap., 8. (8) Matth., 11.
396 SEMANA

MARTES
SAN JUAN ES ALABADO DE CRISTO

1. ¿Qué habeis salido á ver al desierto? ¿Una caña


movida del viento? ¿Un hombre vestido delicadamen-
te (I)? Con ocasión de la pregunta que se le hizo, po-
dían presumir las turbas que san Juan que habla pre-
dicado ä Cristo por Mesías, habla mudado ya de parecer
iS que ä lo menos dudaba si lo era. Alábale, pues, por
la constancia de su sentir; que no es mudable como la
caña, que ä una y otra parte se inclina. También le en-
salza por la aspereza de su educación, que no conduce
poco para mantener la firmeza del ánimo. Carea con
ésta tu inconstancia. Ya te animas y resuelves, empiezas
ä domar tus pasiones; pero desistes luego. Propones
hacer obras grandes; mas al tiempo del obrar las omi-
tes. Apärtaste de las criaturas; pero luego te vuelves ä
ellas. Duélete de esta tu inconstancia y enmiéndate.
2. También os digo tí vosotros, que es más que pro-
feta; porque él es aquél de quien está escrito: Mira que
yo envio delante de ti á mi ángel (2). Más que profeta;
porque no tanto profetizó ä Cristo, sino que le mostró.
Angel, por el oficio de precursor, perfectamente admi-
nistrado. Así no le alaba Cristo por siervo fiel, sino por
el oficio y sus obras. Y esto es alabar verdaderamente.
No es más digno de alabanza el que tiene oficio más
lustroso, sino el que cumple mejor con el que tiene.
¿Qué tienes tú con los oficios ajenos? Cuida de cumplir
bien con aquél que te encarga la obediencia. ¿Procuras
(I) Matth., 11. (2) Ib1d.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 397
hacerlo con perfección? Mira en lo que faltas. Y sé tan
fiel en hacerlo, cuanto quieres y deseas ser alabado de
Dios.
3. Entre los nacidos de mujeres ninguno nació ma-
yor que Juan Bautista (1). ¡Incomparable alabanza de
san Juan! pero de que él se hizo digno. No puede Dios
alabar sino lo que es digno de alabanza. Mas el que tä
lo seas, lo hace as! Dios; pero no sin ti. Gustarlas mu-
cho de ser alabado de Cristo; puedes alcanzarlo, si imi-
tas á san Juan en la constancia del ánimo, en la aspe-
reza de la vida, 6 en la mortificación de ti mismo, en el
celo de glorificar á Cristo, y en sus angélicas costum-
bres.

MIÉRCOLES
LA CONVERSIÓN DE LA MAGDALENA

1. Una mujer, que era pecadora en la ciudad, luego


que supo que Jgsús se sentó á la mesa del fariseo, trajo
el alabastro del ungüento (e). Era la Magdalena por su
licenciosa vida el escándalo de la ciudad. Dios, que no
quiere la muerte del pecador, la movió interiormente.
Asi ama aquella bondad aun citando es ofendida. Luego
que conoció á Dios por la fe, ä si y sus pecados por la
ilustración, y la ocasión oportuna por la prudencia, sin
dilación acude á Él, sin respeto de ser en casa ajena y
á la presencia de tantos hombres en un convite. ¡Cuán-
tas cosas te enseña en esto! Ejercitar á menudo la te,
conocerte ä ti, aprovechar la ocasión del bien, tomar
generosas resoluciones, no atender á los respetos hu-
(1) Matth., II. (2) Lao., 7.
3 9 8 SEMANA :un
manos cuando se trata del negocio de tu salud. ¡Oh, si
hasta aqui observaras todo esto!
2. Y poniéndose por detrás cerca de sus pies, empezó
á regarlos con sus lágrimas, y limpiarlos con los cabe-
llos de su cabeza, etc. ( l). Por detrás. Por la confusión
humilde rehusa la vista de Jesucristo; mas no hace caso,
ni se le da por los convidados. Pero tú, si padeces con-
fusión, huyes de que te vean los hombres. ¡Tal es tu
soberbia! ¡Qué amor fué aquél tan grande, y qué dolor,
que sacaron tanta copia de lágrimas, que pudieron lavar
los pies de Cristo! ¡Qué escaso es, pues, tu amor y tu -
dolor, que no te hacen arrojar una lágrima sola! Pero
mira que le enciendas con el motWde tan gran bondad
de Dios.
3. Y besaba sus pies, y los ungía con el ungüento (2).
Todos los instrumentos del pecado los convirtió en ob-
sequio del Serior. ¡Oh si tú también: Lo que te conce-
diste con torpeza, ya lo ofrezcas á Dios con alabanza, y
cuantos fueron los deleites que te diste, hagas ya de ti
otros tantos holocaustos, como dice san Gregorio (3)!
Pero Cristo entre tanto estaba limpiando el alma de la
Magdalena; apagaba en ella el amor de las criatu-
ras, etc. Con semejante amor has de derramar tú tan
gran copia de lágrimas, que se llegue ä apagar en ti el
de las criaturas y tu amor propio.
(I) Dio., 7. (8) bid. (8) Hom., 88.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 399

JUEVES
DEFIENDE CRISTO Ä LA MAGDALENA

1. El fariseo juzga dentro de si diciendo: Si éste


fuera profeta, supiera, á la verdad, quién y cuál es la
mujer que le está tocando, que es una pecadora (1).
¡Cuántos errores comete en un juicio solo! I. Que
Cristo no es profeta. 2. Que Cristo ignora el estado de
la Magdalena. 3. Que la Magdalena ya contrita, aún
era pecadora. 4. Que debla Cristo arrojar de si á tal
mujer. 5. Que el justo se hace inmundo, si un pecador
le toca. Yerra el que temerariamente juzga á otro. Y
ä veces ¡cuán gravemente! Llámate ä ti mismo ä juicio.
Sentirás mejor de otro cualquiera, si miras ä Cristo en
su persona.
2. ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, no diste agua
á Paf pies; mas ésta, etc. Cayeron en el juicio del fa-
riseo Cristo y la Magdalena. Toma la defensa de ésta;
pero de si calla como la Magdalena también. Enmudece
si alguno te murmura: Dios hablará por ti. porque es
la misma verdad; no as! como los hombres. Él ve lo que
tú eres, no según el otro juzga. Teme de Éste el juicio,
no el de los hombres.
3. Se te perdonan tus pecados (2). ¡Qué sentirla la
Magdalena al oir estas palabras! ¡Qué consuelo! Pero
aquél que depende de la caridad, porque amó mucho.
¡Oh, si mereciera yo tambiL oir esto mismo! Mere-
ciéralo por cierto, si mucho amase. Nota que Dios no
(1) Lao., 7. (9) Bid.
400 SEMANA %III
escasamente, sino que intensamente debe ser amado; á
lo menos lo ha de ser con amor apreciativo, de modo,
que sea tenido en más que todas las cosas criadas.
¡Amaste asi por ventura? Pondera cuánto es el cuidado
que de ti tienes, cuánto de lo que toca ä Dios; cuánto
es tu afecto á las criaturas, y para con Dios cuánto sea.
No tienes que esperar perdón, si tú no dieres amor.

VIERNES
• ES ARROJADO EL DEMONIO CIEGO Y MUDO

. Presentdronle uno, que tetin demonio, y era


ciego y mudo, y le curó de modo que hablaba y veía y
todas las turbas se pasmaban (1), El demonio astuto ocu-
pa aquellos sentidos que son caminos para la fe: la fe
entra por el oído (2), y para el conocimiento de Dios. fi
las cosas suyas invisibles las ve y conoce la criatura del
mundo, por aquellas que fueron hechas (3). Pues cuando
se cierra el camino para el conocimiento de Dios, ¡qué
esperanza queda del bien? Guárdate, pues, no te ocupe
el demonio estos sentidos. Escucha las pláticas con que
seas instruido. Conoce á Dios increado, por las cosas
que crió. Pondera la benignidad del que sana, que lo
hace sin ser rogado. ¡Qué hará contigo, si con fervor se
lo pides! Sabe que han de murmurar los fariseos. Mas
¡qué importa? Si te dejas mover de las hablillas de los
hombres, nunca servirás á Dios sériamente.
I. Algunos de ellos dijeron: Por virtud de Belcebú,
que es de los demonios el príncipe, lanza los demo-
(1) Matth., 18. (8) Rota., 10. (8) bid. 1.
Dasp uis mi p awrEcos.rts 401
nios (1) . Siempre de lo Mejor chupa la envidia su vene-
no. No podlan negar que aquel hombre habla sido libre
del demonio; y luego atribuyen esto ä pacto que tenia
con Él. Si tan graves cosas ä Cristo se le imputan ¿có-
mo te admiras tú y te sientes de que te achaquen unas
tan ligeras? ¿Eres, por ventura, más santo que Dios?
Atiende antes al modo con que lo llevó el Señor. No se
venga, pudiendo, ni aun se conmueve. Refuta con mo-
destia la calumnia, diciendo que no es propio de los de-
monios echarse unos ä otros. ¿Lo haces asi tú cuando
te ves injuriado? ¿Lo sufres con mansedumbre? &Lo
refutas mirando ä Dios solamente, 6 más acaso porque
tu honra no peligre?
3. Si en el dedo de Dios lanzo los demonios, por cier-
to que el reino de Dios ha 'llegado á vosotros (2). De que
Cristo no lance los demonios por virtud de Belcebú, sa.
ca que los lanza por la virtud de Dios; pues por otra
virtud es imposible. Advierte aquí como se ha de cerrar
al demonio la entrada en el alma; pues por iiinguna
otra fuerza tú le puedes echar de ella. Vela, pues, so-
bre las puertas de tus sentidos; porque ordinariamente
por aqui es donde halla él la entrada. Nada has de dar .
ä los sentidos, que la recta razón no dicte que se les_
debe conceder.(

SÁBADO
LA SEÑAL DE JONÁS, PROFETA 4"...
1. Maestro, queremos ver en ti alguna serial (3).1.4.--'
¡Qué descaro! Vieron resucitados los muertos, las en-
(I) Lao., 11. (2) Ib1d. (8) ~h., 12.
AVANCINI
26
402 - SEMANA XIII
fermedades curadas, los ciegös y sordos con sus senti-
dos recuperados, y buscan señales; mas no para creer,
sf para tentar. Asi lo haces tú con Dios. Pides que se
haga por sola su virtud, lo que no puede hacer en esta
providencia ordinaria. Esto es, que entres en el reino
de Dios, sin hacerte violencia; librarte de la tentación,
sin que resistas; adquirir alguna virtud, sin que tú pon-
gas los medios. As!, pues, tientas tú ä Dios. Y ¿qué
descaro tuyo no es éste?
2. No se le dard otra señal, más que la serial de Jo-
nás profeta (1). Esta es la señal de su muerte. Para que
sepas que así como convino que Cristo muriese pade-
ciendo, y así por la violencia entraieen su reino (2); ad
tú no lo lograrás sin hacerte fuerza. Es necesaria, pues,
magnanimidad y resolución generosa. Y esto es en lo
que tú, miserable, faltas. Advierte bien qué tibias son
tus resoluciones. Y ¿qué maravilla es que no se vea de
ellas efecto alguno?
3. Los ninivitas se levantarán en el juicio contra esta
generación, y la condenarán (3). Porque los ninivitas,
siendo bárbaros y gentiles, hicieron penitencia por la
predicación de Jonás. Juzga que á ti, 6 religioso, te
dice: Levantaránse los seglares, y te confundirán; pues
no recibieron en vano la gracia de Dios, cuando por su
cooperación la hicieron eficaz. * A ti se te dice: seglar
católico, á quien condenarán tantos gentiles, á quienes
las mismas verdades hicieron muy fervorosos cristianos.
Y ¿qué haces tú, negligente, de cualquier estado que
seas? ¿Pides señales? ¿No es señal la gracia de la vo-
cación? ¿El llamamiento al cristianismo? ¿No son se-
(1) Match., 12. (2) Lao., 24. (8) Mate., 12.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 403
iiales tantas inspiraciones de Dios, tantos ejemplos, tan-
tos avisos, etc.

DOMINGO XIV DESPUÉS DE PENTEC.


Ou*NES SEAN LA MADRE Y LOS HERMANOS DE JESÚS

f. Mira que tu madre y tus hermanos están á fuera


buscándote (1). San Jerónimo dice aqui, que esto se'ló
dijeron ä Cristo, para ponerle asechanzas, para vil' si
preferia , la obra espiritual 4 la carne y d la sangre; 6. ä
los suyos. Mas el Seilor, como indignado, responde:-
¿Quién et mi madre, y quiénes mis hermanos? Como si
dijera: Cuando se hace la causa de Dios nada tengo con
mi madre. ¿Te desnudaste tú de todo afecto de carne?
JITo te mueve algo la sangré en perjuicio de Dios?
Guárdate no se te diga aquello:, El que ama á su padre
y d su madre más que á mi ,« no es digno de mi (2).
2. Y extendiendo la mano' hicia sus discípulos, dijo:
Mirad mi madre y mis hermanos (3). San Gregorio,
explicando esto (4), dice: El que creyendo es hermano
y hermana de Cristo, se hace su madre, prediCanilo,
cuando por medio de su voz se engendra el amor de
Cristo en el alma de su prójimo. Repara la dignidad de
los varones apostólicos, quienes por un modo eipiritual
se hacen madre de Cristo predicando, convirtiendo,
encendiendo ä otros en el fuego del amor de Dios. En-
ciende en ti (cualquiera que seas) el celo apostólico, *
moviendo ä otros ä la virtud y amor de Dios, con las
palabras, con el ejemplo, etc., para que goces de esta
dignidad.
( ) Ilmth., 12. (2) bid., 10. (81 Matth.. 12. (4) Nom. 8
In >ene.
404 SEMANA XIV
3. Cualquiera que hiciere la voluntad de mi padre,
que estd en los cielos, ese es mi hermano, mi hermana
y mi madre (1). Quiere decir Jesucristo, que tiene un
espiritual parentesco con los que hacen la voluntad de
su padre. Pues, como dice san Juan Crisóstomo (2): La
única, sola y verdadera correlación de consanguinidad
y estrechez con Cristo, es hacer la voluntad de Dios, ä
que se sigue el amor más tierno. Pondera el precio de
la obediencia. El superior es vicario de Dios, que te go-
bierna. Si te manda alguna, cosa, no la rehuses. Y esto
sea sólo lo que te mueva: Serás amado de Cristo.

LUNES
• PARÁBOLA DEL SEMBRADOR Y DE LO QUE SEMBRABA

4. Salió el que siembra (3). El sembrador es Dios,


que salió comunicándose por su bondad ä las criaturas,
produciéndolas por su poder, gobernändolas por su
'providencia. Admira y ama su bondad, sujétate ä su po.
der, sométete ä su próvido cuidado. 2. Jesucristo es
sembrador, que salió del Padre, y vino al mundo hecho
hombre, sólo por puro amor nuestro. Reconoce tal
amor, y retórnale. 3. Esto también cualquier varón
apostólico que sale ä procurar la salud de su prójimo.
Este necesita de celo y de sólida virtud, no sea que
buscando la salud ajena, pierda la propia. Advierte cuán
necesario te es adquirir en tu vocación virtudes sólidas.
Mira las que te faltan.
2. A sembrar su simiente (4). La semilla son: 1. Las
(1) Matt12., 12. (8) Hora. 45 In Matth. (8) Lao., 8. (4) IbId.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 405
criaturas: el mundo es la tierra en que se siembran. En
ésta tú has sido puesto también. Acuérdate de tu cria-
dor y tu gobernador. 2. La sangre, los méritos de Cris-
to, y las gracias, que de aqui proceden. La tierra es el
alma, _asi estéril como fecunda; porque ninguna hay, ä
quien no se den. ¡Admirable es la bondad de Dios! ¡Mi-
serable la esterilidad de tantas almas! 3. Es la doctrina
evangélica, las internas inspiraciones. El campo es el
entendimiento igualmente estéril también, que fuera del
conocimiento nada más dirige; pero fecundo en cuanto
inclina la voluntad. ¡Cuánto cuidado se debe tener en
cultivar el entendimiento, fecundándole de principios so-
brenaturales! ¡Cuán de admirar son las divinas inspira-
ciones!
3. Al sembrar una cayó en ed camino (1). De tres
modos es la tierra estéril. Una es por ser camino por
donde van todos. Tal es el arma derramada en las cria-
turas, nada recogida en si, abierta á todo género de
pensamientos de mundo, que, como pasajeros, pisan las
buenas inspiraciones. De donde proviene, que no se halla
en el trato con Dios gusto alguno: una hora de oración
se hace im año, cuyo fin apenas aguardas para volver ä
tus diversiones. ¡O alma miserable, por quien, menos
Dios, todos pasan! Cerca, pues, tu camino (2) con la hora
ordinaria de oración 6 también con más frecuente reco-
gimiento. Aviva, renovando entre dia los propósitos de
la mañana.
(1) Luo., S. (2) Osee , 2.

406 SEIIANA-11.IV

MARTES
CONSIDERACIÓN DE LA MISMA PARÁBOLA

1. Otra cayó sobre la piedra, y después de nacer


se secó porque no tenia humedad (1). La tierra pedre-
gosa es el alma endurecida con los malos hábitos, acos-
tumbrada ä vivir según la sensualidad; y por tanto no
tiene sino un escaso jugo de devoción. Y por eso por mil
propósitos que haga, las verdades que conoce no pueden
echar en ella ralees, y con cualquier afecto de amor,
temor, respeto humano, fi otro cualquiera, se secan.
Una alma tal empieza siempre, y empezando lo deja
todo. Si tal eres, di ¿qué harás cuando venga el Padre
de familia y busque en tu heredad el fruto? Concluye
de esto cuándo debes aplicarte á mortificar tus malos
hábitos.
2. Otra cayó entre las espinas, y creciénd,o éstas á un
tiempo la sofocaron (2). La tierra espinosa es un alma
entregada á negocios y llena de inútiles cuidados, en
quien el cuidado de sl, de Dios y de la eternidad tiene
el lugar postrero; que conoce bien las verdades sobre-
naturales, mas por otros cuidados, v. gr., del estudio,
del oficio, no toma tiempo para practicarlas, ¡Infeliz al-
ma, en quien se sofoca el espíritu de Dios! lá quién el
estudio, el nimio apego, sin necesidad, al trato con los
prójimos; * y en todo cristiano los negocios, el ahinco
de tener y agenciar, la vanidad del mundo, etc., hurtan
el tiempo que se debía emplear con Dios! Entiende cómo
debas moderar otros cualesquiera cuidados.
(1) Lao., 8. (8) Ibld.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 407

3. Otra cayó en la buena tierra, y habiendo nacido,


dió fruto (1). Añade san Mateo (2): Una ciento, otra
sesenta, otra treinta por uno. Ésta es la buena y más
excelente alma, opuesta á las tres primeras; porque oye
la palabra de Dios congosto; porque la entiende, pon-
derándola, y practicándola, da el fruto en paciencia-4
constancia, venciendo las dificultades. Tal debes ser tú,
tierra la más excelente y fértil, ä quien no se le pase y
pierda la menor partecita de bien, que no se emplee con
todas sus fuerzas en la virtud para agradar á Dios. Ni
debes contentarte con dar fruto de treinta; has de anhe-
lar el de ciento. Esto es, á mayor, y siempre mayor
gloria de Dios.

MIÉRCOLES
PARÁBOLA DE LA CIZAÑA

1. Sembró buena simiente en su heredad; pero estan-


do durmiendo los hombres, vino su enemigo, y sembró
sobre ella cizaña (3). Lo que siembra Dios, aun en la
buena tierra, hacen cuanto pueden —él diablo, el mundo
y la carne por perderlo; y esto tan artificiosamente, que
cuando está aún en hierba 6 á los principios, no podrás
distinguir fácilmente el grano de la cizaña, por causa de
tu amor propio, que lo que es falso lo viste con aparien-
cia de verdad. Examina, si tienes algunos bienes 6 vir-
tudes, ;con cuántos males están mezclados, con respe-
tos humanos, intención menos pura y amor propio! Y
esto sucede cuando están los hombres dormidos, man—
(1) Luo., 8. (2) Mattb., 18. (8) Ibld.
408 SEMANA XIV -

do no velan sobre si con gran cuidado. ¡Cuánto, pues,


se ha de estar alerta hacia todas partes!
2. Habiendo, pues crecido la hierba y echado fruto,
entonces apareció la cizaña. Y llegándose los criados
del Padre de familias, le dijeron: Señor, ¿no sembraste
buena simiente en tu heredad? ¿De dónde, pues, tiene
tanta cizaña? Y les dice: Esto hizo el hombre enemi-
go (1). Piensa que se te dice á ti esto. Parcelas buena
semilla en la hierba del noviciado, * y 1ü seglar, en las
muestras que dabas en tu juventud por la educación que
te dieron; mas ya se deja ver la cizaña, y caen todas
aquellas esperanzas que se tenlan de,t1. ¿Con qué ánimo
oirás esto? Pero, en fin, lo hace el ionibre enemigo; que
es. 1. Tú mismo, que con demasia te dejas llevar de tu
amor propio. 2. Los compafieros: te juntaste á aquellos
en quienes habla más de liviandad que de espiritu. Por
eso contrajiste sus costumbres, etc.
3. Has los criados dijeron: ¿quieres que vayamos, y
la arranquemos? Y dice: No; no sea que cogiéndola,
arranqueis al mismo tiempo el trigo (2) . Repara la
paciencia de Dios y de los superiores con tus defectos.
Toléranlos por esto, porque del todo no te pierdas, te-
niendo esperanza de tu enmienda. Si ésta no se consi-
gue, ¡cuánto debes temer, que al tiempo de la siega, 6
de la muerte diga Dios: Recoged primero la cizaña y
aladla en manojos para quemarla en el fuego del pur-
gatorio! No te lisonjees ser cosa de poca monta, que
sea entregada al fuego. Acaso verás entonces, que hay
en ti grandes haces de mala hierba, y pocas de trigo. Si
esto temieres santamente, con más firmeza esperarás
(I) Mate., 18. (5) Ibld.

DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 409


entonces. *Pero considera, cualquiera que esto medi-
tas, si hay en ti tal cizalla que haya de ser pasto del
fuego del infierno.

JUEVES
PARÁBOLA DEL GRANO DE MOSTAZA

4. Es semejante el reinó de los cielos al grano de la


mostaza, que tomándolo el hombre lo sembró en su cam-
po; el cual es el menor entre todas las semillas (1). Las
verdades evangélicas son este grano. ¡Qué viles y des-
preciables para el mundo! Que son felices los pobres y
los que padecen persecución, que las riquezas son espi-
nas, que el yugo de Cristo es suave, etc. Pero se han
de sembrar en el alma por medio de su aprensión viva
y profunda consideración. Dime: ¿porqué está desolada
con desolación la tierra del alma, sino porque nadie lo
considera en su corazón (2)? No las aprecies según la
carne como hasta aqui lo has hecho.
2. Pero en creciendo, es mayor que todas las horta-
lizas y se hace árbol -(3). Si en un buen corazón siem-
bras estas verdades, crecerán hasta hacerse un árbol,
que lleve muy dulces frutos al paladar de JESÚS, frutos
es ä saber, de honor y de honestidad. Cuando, al con-
trario, los falsos principios del mundo y de la carne,
sólo llevan frutos de torpeza. Mira cuán cierto sea esto,
y penetra tanto mas altamente el genuino y verdadero
sentido de los dogmas de Jesucristo, con deseo de prac-
ticarlos.
3. De tal modo, que las aves del cielo vienen y ha-
(1) Matth., 18. (8) Jer., 18. (8) Matth., 18.
4 10 SEMANA XIV
bitan en sus ramas (1). Por las aves entiende los afec-
tos santos de la unión con Dios, que suelen nacer en el
alma, cuando se penetró bien la doctrina de Jesucristo.
De aqui procede el afectuoso anhelo de querer agradar
á Dios, de cumplir toda su voluntad, no menos en las
cosas ärduas y adversas, que en las fáciles y prósperas.
De aqui colige la causa porque careces de tan generosos
afectos.

VIERNES
PARÁBOLA DEL TESORO, DE LA MARGARITA
Y DE LA REGz.___.

1. Es semejante el reino de los cielos cí un tesoro es-


condido (2). Esto es la perfección religiosa por la abun -
dancia de gracias, pero escondido á los ojos de los im-
perfectos y del mundo' que no le estiman. El que lo
halló, lo esconde. ¿No lo buscas para hallarlo? Por el
gozo que tiene de él va. ¿No tienes puesto tu gozo en
las cosas que tocan á la p6rfección, mas aún lo tienes
en las vanidades y sensuales contentos? Vende todo lo
que tiene, y compra aquel campo. ¿No lo dejas todo?
¿Aún estás pegado ä ti y á las criaturas por tu amor
propio? Y ¿qué hallarás finalmente en tus manos?
2. Es semejante el reino de los cielos d un hombre
negociante que busca buenas margaritas (3). Negocian-
te eres, ä quien dijo Dios: Negociad mientras vengo (4).
¿Pero cuál? ¿Buscas los intereses del mundo, ó las mar-
garitas del cielo? Margarita la más preciosa es la cari-
dad de Dios ó la unión con Él. ¿Qué haces para alean-
(1) Nata, 18. (8) Ibid. (8) Ibld. (N Lao., 19.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 411
zar ésta? El de la parábola se fué y vendió todo lo que
tenia. Necesario es te vayas de ti mismo: ie ha de
arrancar- el afecto de las cosas criadas, que estorban el
perfecto amor. ¡Qué poco has hecho hasta aquil Por eso
está frio tu corazon. ¡Oh si á lo menos lo haces desde
ahora!
3. Es semejante el reino de los cielos á la red que se
echa en el mar, y junta todo género de peces (1). Esta
red es cualquiera cristiana y religiosa congregación, en
la cual coge Dios los buenos, y los malos, 6 los religio-
sos tibios, en el golfo de este mundo. * Y también es la
santa Iglesia 6 la fe, en donde entran buenos y malos.
En la red estás, 6 católico, no te lisonjees: no por eso
eres bueno ni estás seguro; sino que debes asegurarte
por tu conato y fervor. Haz esto con tiempo, porque in-
sensiblemente se va sacando la red á la ribera de la
eternidad. Los buenos serán escogidos y recogidos; los
malos serán arrojados fuera (2). Procura hacerte digno
de la suerte más feliz.

SÁBADO
ES MAL RECIBIDO CRISTO EN SU PATRIA

I. Y viniendo á su patria, los enseñaba en sus sina-


gogas (3). Háblase de Nazaret, en donde vivió Criisto
hasta los treinta años de su edad. No quiso empezar
desde aqui su predicación; porque luego seria despre-
ciado, si subiera å la cátedra desde un taller de carpin-
torta. Quiso, pues, con la fama y crédito adquiridos por
(1) Matth., 18. (2) Ibld, (8) 1131d.
4 12 SEMANA my
otras provincias ó ciudades, disponer los ánimos de los
suyos para que le deseasen y recibiesen. &Qué haces,
pues, tú? Has de quitar impedimientos; has de adquirir
méritos.
2. De modo que se maravillaban y decian: ¿De dón-
de le ha venido d éste esta sabiduría y estos milagros?
¿Acaso no es éste el hijo del carpintero, eje.? Y se es-
candalizaban en Él (I).. Alegrarse deblan de que un
paisano suyo saliese de tanta sabidurla y poder; de 'que
fuese tan honrado de todos y de todos seguido; y repa-
ra, no obstante, como se llenan de indignación. ¡Cuán-
tas gracias hizo á Nazaret! Aqul lué donde encarné,
aqui habité, en este lugar enseñé con sus ejemplos. Mas
ya es despreciado porque es de humilde condición, por-
que es tenido por hijo de un oficial. ¡Asl, ó JESÚS Mi0,
os tratan los que más os deben! ¡O ingratos! Repasa
tú las gracias que has recibido. Y ¿cómo has tratado á
tu Dios? Si ya no con palabras, á la verdad con los he-
chos has despreciado su doctrina cuando no has querido
seguirla.
3. Y le echaron de la ciudad, y le llevaron á la cum-
bre de un monte para precipitarle (2). Porque no habia
querido hacer alll milagros, como los habla hecho en
Cafarnaum. Y esto lo hacia por amor de su patria: por-
que sabia que ni ä sui milagros hablan de dar crédito;
y äsi no le fuesen sus milagros ocasión de mayor casti-
go. ¡Cuántos milagros hace contigo! ¡Cuánto debes
cuidar de no ser para ti con su mal uso causa de más
terrible pena! ¡Ingrato! tantas veces le echas de la ciu-
dad de tu corazón cuantas no aceptas sus gracias.
(I) Matth., 18. (2) Luo., 4.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 413
Tantas le precipitas, cuantas ä su imagen (á ti mismo
digo) precipitas en el mal.

DOMINGO XV DESPUÉS DE PENTEC.


SON INSTRUIDOS Y ENVIADOS A PREDICAR
LOS APÓSTOLES

1. Yendo, predicad, diciendo: Se acercó á vosotros el


reino de los cielos (1). Ésta es la materia que se ha de
tratar con los prójimos. En todas partes el reino de
Dios inspira los medios que conducen á su logro. Corta
aquellas inútiles conversaciones que disipan el espirita,
que agravan tu conciencia, en que gastas el tiempo inú-
tilmente, y no edificas al prójimo. Mas, para hacer esto
con él, acostúmbrate primero ä hacerlo contigo. Incúl-
cate á ti mismo el reino de Dios con las meditaciones,
en las pláticas domésticas.
2. Curad los enfermos (2) con espirituales consuelos.
A los muertos á Dios por el pecado, resucitadlos 6 con
la exhortación, 6 con la absolución. A los leprosos, que
inficionan ä otros, 6 con la doctrina, 6 con el ejemplo,
limpiadlos, induciéndolos ä penitencia. A los demonios,
las malas costumbres, los vicios públicos, echadlos y
curadlos, para que ninguno peque sin castigo. Lo que
habeis recibido de gracia, dadlo graciosamente, no bus-
cando vuestras comodidades. Examina si lo has hecho
asi con el prójimo 6 ¿acaso no te pide esto á ti tu yo—
cuida apostólica?* Repare cualquiera cristiano, si lo
(1) Matth., 10. (2) Ibid.
414 511/dANA !CV
hace asI con la familia, con los compañeros, con todo
prójimo, con la palabra, con el ejemplo, etc.
3. No Ileveis cosa en los caminos, ni una vara (I),
que os sirva para defenderos contra cualquiera violen-
cia, ni mochila en que Ileveis provisión, ni aun pan
para remediar la necesidad más precisa, ni dinero, ni
dos túnicas para esplendor y fausto. Ad trata Dios ä
sus mayores amigos, á quienes quiere unidos consigo
Intimamente, y por eso apartados del todo del cuidado
y afecto de las cosas de la tierra. Nunca te unirás á
Dios, si no te abstraes de las criaturas. ¡O miserable!
¡para qué te unes y llegas tanto ä Mas, que despedazan
y acaban!

LUNES
PREDICE Ä LOS ÁPÓSTOLES LAS PERSECUCIONS
QUE HAN DE TENER

4. Mirad, que os envío como ovejas entre lobos (e).


Lo que á la oveja entre lobos, eso sucederá á vosotros.
Menester es un intrépido y grande ánimo para la pre-
dicación del Evangelio. Porque os presentarán en sus
concilios, y os azotarán en sus sinagogas. Y seréis
odiados de todos por mi nombre. ¿Qué ánimo tienes tä
para sufrir todo esto? ¿Temes? Ten ánimo. Piensa
aquel: Yo os envio, Yo, que te coronaré como á ven-
cedor.
2. No es d discípulo más que su maestro, ni el sier-
vo más que su señor (3). Lo que te puede animar en toda
persecución es el ejemplo de tu maestro y señor Jesu-
(1) Lao., 9. (2) Mate., 10. (8) Ibld.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 415
cristo. ¡Qué persecuciones no padeció Él, siendo inis.
centisinto! ¿Acaso eres tú mejor? Cuando se te ofreciere
padecer algo, no dejes de pensar esto siempre: JESÚS
es mi señor, yo su siervo. ¡Qué gloria será la ida si
logro con El la misma suerte!
3. No querais temer d los que matan al cuerpo, pero
no pueden matar al alma (1) . Concluye que por la glo-
ria de Dios ni aun se ha de temer la muerte; porque
ésta no puede dañar al alma. ¿Eres acaso tú de un áni-
mo tan generoso? ¡Oh, qué feliz serás, si es que pierdas
la vida ejercitando un ministerio propio de la gloria de
Dios! Alabas á aquellos que tuvieron suerte tan dichosa.
Y ¿por qué tú no la deseas y procuras? Dirás que no
hay tirano que te la dé. Sélo, mientras no le hay, tú de
ti mismo; y mata en tl lo que vive con tu daño, esto es,
tus concupiscencias.

MARTES
AVISA A LOS APÓSTOLES QUE NO SE DEJEN EMBA-
RAZAR DE LA AFICIÓN DE LOS PARIENTES

1. No pelaseis que vine á poner paz en la tierra. No


he venido á meter paz, sino espada (2). Una paz hay
buena, la que dejó ä los apóstoles al subir al cielo. Otra
hay mala, en especial Para los,. varones apostólicos, que
estriba en el afecto y amor de los pirientes...EI -que
quiera esta paz, quiere guerra con Dios, "que manda se"
le haga á aquel afecto. Considera cuanto impida éste las
(1) Mattb., 10. (2) Iba
4 16 SEMANA XV
funciones apostólicas. ¡Con qué dificultad te apartas de
los tuyos! Ausente, ¡cuánto anhelas por ellos! ¡Qué fá•
cilmente traspasas por ellos tus reglas! ¡Cómo te afliges
por sus trabajos! ¡Con cuánta liviandad saltas de gozo
al oir sus prosperidades! etc. * Y tú, seglar cristiano,
mira si por el afecto ä la carne y sangre, en vez de ga-
nar los tuyos para Dios, los pierdes, y á ti con ellos.
2. Porque yo he venido á separar al hombre de su
padre (1). La espada, que separa al hombre, de su pa-
dre, es la ley de amar ä Dios sobre todas las cosas. Si
observas ésta, ya no habrá alguna cosa en que pongas
tu afecto; porque todo tu amor se-zempleará en esto.
Aún no parece que • has puesto el cuchillo ä tu pasión.
La carne y la sangre te persuaden demasiado. Esto ha-
blas de haber hecho cuando entraste en la religión. *
Esto debes hacer tú, cristiano, por lo que prometiste
en el Bautismo, renunciar todo lo que te impide servir ä
Dios, y salvar tu alma. Mas aún no lo haces. Es menes-
ter, pues, volver al principio. A lo menos empieza así
desde ahora.
3. Los enemigos del hombre son los domésticos (2).
¡Oh, y qué cosa tan cierta! ¿Quiénes son tus más do-
mésticos, que los que te son tan unos en la sangre? Mas
¿acaso no te son enemigos, pues te inducen á que em-
plees en ellos el afecto que debes á Dios, ô á que lo re-
partas con ellos? Pero ¿con qué derecho lo puedes á
Dios usurpar? ¿Quién es más doméstico tuyo, que tú
mismo? Pero ¿quien es para ti enemigo más pernicioso?
Pondera bien cuántas heridas y qué ciertas, tú de ti
mismo has recibido. Lo que hicieras con un enemigo,
(1) Matth., 10. (2) !bid.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 417
que hubieras una vez cogido á las manos, eso has de
ejecutar contigo.

MIÉRCOLES
ps LOS QUE PRONUNCIA CRISTO QUE NO SON
DIGNOS DE ÉL

1. El que ama al padre ó á la madre más que á mi


no es digno de mi (I). Tú no confesarás que eres tal;
mas yo haré que lo conozcas. Dime: ¿amas ä Dios?
Dirás que si. ¿Sobre todas las cosas? Lo afirmas. De-
bes, pues, si quieres servir á Dios, dejar el padre 6 el
amigo. Debes abstenerte de la frecuencia de sus visitas,
que disipan el espíritu. * Debes renunciar su trato y
compaiiia si te sirven de escándalo, y son impedjmento
para servir á Dios. Pero dices, que no puedes ser tan
desatento. Ahora pues, ¿no ves 'aquí lo que amas? Y ¿no
temes aquel tremendo rayo: No es digno de mi?
2. El que no toma su cruz y me sigue, no es digno
de mi (2). El ser semejante en las costumbres concilia
afecto y amor. Siga, pues, las costumbres de Cristo el
que quiere hacerse digno de que le ame. Toda la vida
de Cristo es una continua cruz. Si no tomas ésta, no le
sigues, no te asemejas ä Él, no eres de Él amado. ¿No
ves, pues, no sólo la utilidad, más aun la necesidad ab-
soluta de la cruz y de le mortificación? 16 delicado!
¡cuánto te espantas aun sólo del pensamiento de la cruz!
Ea, pues: si quieres ser de Cristo, crucifica tu carne
con los vicios y concupiscencias (3).
(1) Mata., 10. (2) Ibld. *e Gata, 6.
AVANCINI 27
4 18 -- SEMANA XV
3. El que procura conservar su vida, la perderá. Y
el que la perdiere por mi, la encontrará (1). El único
modo, pues, de salvar el alma y alcanzar la vida, es
abandonarla por Dios. Abandónasla: 1. Si de tal suer-
te llevas en tu carne la mortificación de JESÚS, que se
vea en ti su vida manifiesta. Duro te será esto; mas
ello es necesario. 2. La abandonas si te conformas con
JESÚS por amor, de tal suerte, que puedas con verdad
decir: Vivo yo, ya no yo, sino Cristo vive en mi. Pero
¡qué fácilmente le hallarás, pues te hallarás ä ti mismo
en Cristo!
JUEVES ---------
SE HA DE TOMAR EL YUGO SUAVE DE CRISTO

1. Venid á mi todos los que trabajais y estais carga-


dos, y yo os recrearé. Tomad mi yugo sobre vosotros (2).
¡Qué benigno es Dios, que as! convida! ¡Qué bueno,
que nos descarga del peso de los pecados con que nos
sumergimos hasta el infierno! ¡Qué amable, que nos da
aliento cuando desfallecemos en el camino! Mas al fin,
¿qué aliento es éste? Tomad mi yugo. ¿Luego así JE-
ús alentais á los vuestros con imponerles un yugo?
Sin duda alguna. Y as1 ha de ser; porque no puede ha-
ber sólido y verdadero consuelo sino en la cruz de Cris-
to, en la cual sola conviene que nos gloriemos (3). Ad-
vierte, miserable, cuanto yerras huyendo de la cruz, y
mendigando de otra parte consuelos, pero vanos.
2. Aprended de mi, que soy manso, y humilde de co-
razón, y hallaréis descanso para vuestras almas (4).
(1) Matth., 10. (2) Ibld., U. (8) Galat., 8. (4) Matth,, 11.

DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 419


Cristo se te ofrece por maestro. ¿Qué mejor le puedes
desear? Cierra, pues, los oídos al mundo, maestro fal-
so; ábrelos á Jesus. Él te enseña á buscar descanso
para tu alma, cansada en el camino de la maldad, por
medio de la mansedumbre y de la humildad. De las
cuales por ésta te sometes á tí perfectamente á Dios, y
al hombre por el mismo Dios; con aquélla sufres inju-
rias, repugnantes á los sentidos. Colige de aqul la razón
porque el yugo de Cristo te es pesado; porque no le lle-
vas así, con humildad y mansedumbre; y por lo que al-
gunas veces pierdes la paz de tu alma, etc.
3. Ni yugo, á la verdad, es suave, y mi carga lige-
ra (1). Llama yugo, 6 á la ley evangélica, 6 ä las adver-
sidades y persecuciones, 6 ä la dificultad que se siente
en la lucha del espíritu contra la carne. Llámale suyo,
porque tal cual es, le lleva con nosotros, ayudándonos
con su gracia. Idntate, pues, con Dios y sufre (2). Ni te
has de quejar de que es pesado, cuando la parte mayor
la lleva el mismo Dios. Aquí sólo necesitas de una reso-
lución generosa.

VIERNES
ES MUERTO EN LA CÁRCEL EL BAUTISTA

Dió Herodes á los príncipes la cena de su cumple-


años, etc. Y como entrase la hija de Herodias, y baila-
se, etc., la juró: Daréte todo lo que pidieres, aunque
sea la mitad de mi reino (3). ;Cuánto estima este necio
un baile liviano, por el cual promete la mitad de su
(1) Natth., 11. (2) Eooll., 2. (8) Marc., 8.
420 SEMANA XV
reino! Pero mayor locura es la tuya, que por un solo y
corto placer renunciaste el reino de los cielos, etc.
2. Mas ella, prevenida de su madre, dice: Dame aquí
puesta en un plato la cabeza de Juan Bautista (I). Con-
sejo pide á una enemiga de Juan: ¡qué maravilla, que
la sugiera que le pida la muerte! Peor lo haces tú, si
pides consejo de lo que has de hacer al mundo, ä la
carne, á tus pasiones. ¡Cuántas veces te sugirieron que
pidieses la cabeza, no de Juan, sino de Cristo! Porque
cuantas veces pecas, en cuanto es de tu parte, matas á
Cristo, pues pones la misma cansa por la cual el Sehor
fué muerto. ¡Necio! consulta ä la razón en lo que debes
obrar, no al apetito.
3. Y se contristó el rey (2) . Porque estimaba ä san
Juan, y conoció su imprudencia. No seas precipitado en
determinar. Haz todaslas cosas con premeditación, y
después no tendrás pesar de lo que hicieres. Por el ju-
ramento y por los convidados no guiso contristarla. Te-
me violar un juramento temerario y perverso; no teme
decretar la muerte ä un inocente. No quiere desconten-
tar ä una muchacha sin vergüenza, y no teme ofender
á Dios. ¿No lo haces tú ast también, contentando á tu
apetito? Y le degolló, al que sabia que era santo é ino-
cente. ik qué maldades no lleva una desenfrenada pa-
sión! Y ¡ tú tienes tantas, que aún no acabas de vencer!
(t ) Matth., 14. (6) Maro , 6.

DESPEtS DE PENTECOST22 421

SÁBADO
SON SACIADOS LOS CINCO MIL HOMBRES CON CINCO
PANES Y DOS PEQUEÑOS PECES

1. Llegdronse á Él sus discipulos diciendo: El lugar


es desierto, y la hora ya se pasé; despacha las turbas,
para que yéndose compren que comer (1). ¡Qué constan-
te y fervorosa es la muchedumbre en oir ä Cristo! ¡Qué
dejado tú y descuidado en atender ä sus inspiraciones!
La solicitud de los disclpulos es muestra de desconfian-
za. Piden que despache las turbas, para que compren
que comer. Dicen que doscientos denarios de pan no
bastaban, etc. Tú, por lo contrario, pon en Dios tu con-
fianza, en especial en aquellas cosas que, para remediar-
las, no bastan las humanas fuerzas. y dl con todo afee-
Lo: Tibi derelictus est pauper (2). 'Yo, pobre desvalido,
ä tu cuidado y providencia me dejo.
1 Y mandando se sentase la muchedumbre sobre la
hierba (3). Quiere que los que apacienta la gracia des-
cansen en el humilde conocimiento de si mismos. To-
mó los panes, y los repartió á los que estaban sentados,
cuanto querían (4). Multiplicanse los panes en las ma-
nos de Cristo. Por poco que le des con ánimo sincero,
recibiräslo con usuras. Si nada recibes, no es mezquin-
dad del Setior sino tuya, que nada le pones en las ma-
nos. Private por su amor de aquel minimo gustillo. El
te lo volverá incomparablemente mayor.
3. JESÚS, pues, como conociese que habian de venir
(I) Mault., 14. (2) Psalm., 19. (8) Matth., 14. (4) Usan., O.
422 SEMANA EVI
y cogerle por fuerza para levantarle por rey, se huyó al
monte (1). Adviertes en esta turba un ánimo muy agra-
decido; pues habiendo recibido por medio de tal milagro
el beneficio, proclamó á Cristo profeta grande, y le qui-
so levantar por rey. ¡Cuán ingrato eres tú que abusas de
las mismas gracias de Dios para ofenderle! Tienes en
Cristo la fuga de la honra; pero corre á la ignominia de
la cruz. Que Él deseó con deseo, y fué sacrificado porque
quiso (2). El huye de las honras; tú haces lo contrario.
¿No te averguenzas?

DOMINGO XVI DESPUÉS DE PENTEC.


CRISTO ANDANDO SOBRE LAS AGUAS

1. La navecilla era combatida sobre. las olas en me-


dio del mar, etc. Mas en la cuarta vigilia de la noche,
vino á ellos andando sobre las aguas (3). Trabajaron
toda la noche, porque era el viento contrario. Vitdo el
Señor desde el monte, y bajó ä socorrerlos: Enseñándo-
nos, dice el Criastomo (4), ä no desear ser luego libres
de los trabajos que nos vienen, y para los que El dispo-
nía ä los suyos; sino esperar el tiempo y la hora que Él
tiene determinados, y entre tanto resistir ä la tempestad
generosamente. Lo mismo te enseña ä ti JESÚS en toda
tempestad de tus adversidades y pasiones. ¿Qué haces
entre los vientos que levantan tempestades, en que pe-
ligra tu salvación? ¿Cómo peleas? ¿No dejas el remo, sin
forcejar con él? ¿No te das al arbitrio de tus afectos?
(I) Joann., 6. (2) Lne., 22; le., 68. (8) Mata', £4. (4) Hm. 51
In Nata
-y_

DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 423


. 2. Y viéndole andar sobre el mar, se turbaron, di-
ciendo ser una fantasma (1). Tienen por ilusión la real
presencia de Cristo, porque anda sobre las olas. ¡Qué de
veces te parece ä ti fantasma la inspiración de Dios, que
viene sobre el mar de tus afectos, y te dicta que has de
pisar el mar del mundo con generoso desprecio! Y ad
porque la tienes por ilusión, permites tú ser antes arre-
batado por las tempestades del mundo. Mira como debes
corregir tu imaginación en muchas cosas. Lo que cierta-
mente te hace las cosas tan difíciles, no son ellas tanto
cuanto tu imaginación.
3. Y luego les habló JESÚS diciendo: Confiad: yo soy;
no querais temer (2). En este riesgo los habla puesto el
Señor; porque, como dice san Marcos (3): Los obligó
embarcarse, estando con seguridad en tierra. Por eso
tämbién les da el socorro. En cualesquiera dificultades
en que te ponga la obediencia, * la caridad, el gusto de
tus mayores, ten confianza. Dios -es quien te puso en
ellas por medio del superior ä quien El rige, * por me-
dio de los preceptos que te dicen su voluntad. No temas;
no te desamparará. Haz tú lo que ä ti te toca.

LUNES
SAN PEDRO ANDANDO SOBRE LAS AGUAS

1. Dijo Pedro: Señor, si tú eres, mándame que vaya


d ti sobre las aguas (4). Amor fué este, que no sufre
tardanzas en llegar ä Cristo. Pide que se lo mande, cre-
yendo que suplirla la obediencia lo que ä las humanas
(1) Matth., 14. (2) Ibld. (8) Marc., O. (4)Matth., 14.
424 SEMANA XVI
fuerzas les falta; confiando ast, que sobre las aguas y
puesto en los peligros por orden del Señor estarla se-
guro. Y le dice: Vda. Y bajando Pedro de la navecilla
andaba sobre las aguas para llegar á JESÚS. Repara ¡qué
fervoroso é intrépido 5. la orden del Señor! Si tuvieras
tú tal confianza, ¡qué no hartas por la obediencia!
2. Pero viendo un viento recio, temió (1). De una
confianza grande, en desconfianza viene á caer. Ad de
repente nos mudamos, si continuamente no afirmamos
el ánimo que babemos hecho. Y como empezase d hun-
dirse. No id él viento el que le ¡uso en aquel riesgo,
sino el temor, precedido de la desconfianza. Jamás ha-
rás cosa grande, si de una confianzaa-4MM no te animas;
porque no pudiendo por ti cosa alguna has de juntarte
por la confianza con el que lo puede todo. Clamó: Se-
ñor, líbrame. Luego que empiezas ä titubear, no dilates
recurrir ä Dios en la tentación.
3. Y al punto (e).. Ni JESÚS dilata el socorro. Exten-
dió su mano (aún antes que Pedro), le cogió, y detuvo.
Reconoce la benignidad y poder de huís, y confia en
g l. Y le dice: Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?
Dale á entender, que el peligro estuvo en su poca fe, no
en el viento. ¡Oh qué de veces debes tú ser reprendido
de poca fe, cuando por alguna dificultad rehusas cual-
quier cargo, * no te atreves á emprender algún ejercicio
santo, alguna obra de caridad 6 hecho generoso en el
servicio de Dios, para el cual no te juzgas con fuerzas!
Dite á ti mismo en tales lances: Hombre de poca fe, no
dudes.
(I) Mstth., 14. (2) Iba.

DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 425

MARTES
SON ACUSADOS LOS DISCÍPULOS DE QUE NO SE
LAVAN LAS MANOS AL COMER, Y LOS DEFIENDE
EL SEÑOR.

1. ¿Por qué tus discípulos no observan la tradición


de los mayores (I)? Los fariseos, observantes sólo de la
limpieza exterior, y de la interior nada cuidadosos, cul-
pan ä los discipulos porque no se lavan las manos para
comer. Y ¿qué delito es éste? Pero lo es grande por
cierto el que vosotros en lo interior esteis llenos de su-
ciedad. Tä no quieras ser fariseo, que del exterior sólo
cuides y descuides de lo interior. No juzga Dios lo que
sólo ven los hombres, y este es lo ordinario; pero si lo
que se oculta en el corazón. Esto es, pues, de lo que
más debes cuidar.
2. El Señor respondiendo les dice: Y ¿por qué voso-
tros tras pasais el mandato de Dios, por vuestra tradi-
ción (2)? Y era ésta: Que por causa de ofrecer á Dios
sacrificio se podia negar ä los padres el sustento. Re-
préndelos, pues, que con pretexto de religión, quebran-
ten tal mandamiento. ¿Qué te dirá á ti, si quebrantas
alguna regla, si rompes la caridad, si atropellas por la
verdad, y traspasas otros mandamientos, por complacer
á alguno, por vano temor y respeto? No te podrás dis-
culpar; pues no podrás hallar excusa que Dios no tenga
ya vista.
3. Hipócritas, bien profetizó de vosotros haias: Este
pueblo inc honra con los labios, mas su corazón está le-
(1 ) Mattl, 16. (2)
426 SEMANA XVI
los de mi (1). Háceles ver, que más culpados son que
los discipulos; pues por más escrupulosos que se mues-
tren en las cosas de la ley, están lejos de servir á Dios
de corazón y afecto. ¿No dice acaso ä ti también esta co-
rrección? ¿No sirves á Dios acaso más porque te notan y
ven los hombres, que por agradarle? Sigues las sombras
de las virtudes, y entretanto no desarraigas los malos
afectos que tanto ensucian tu alma.

MIÉRCOLES
VIENE Á CRISTO LA CANANEA A PEDIRLE POR
SU HIJA

4. Y repara como una mujer cananea (2) luego que


oyó que Cristo habla venido, al punto saliendo de aque-
llos confines, logra la ocasión que se la ofi:ecia, y te en-
seña á salir al encuentro á la gracia, para que no se te
pase en vano. Exclamó: Ten misericordia de mi, Señor,
hijo de David; llena de fe, confianza y esperanza expone
su pena por la enfermedad de su hija: Mi hija es vejada
malamente del demonio. Nada pide, contentándose Sólo
con exponer su dolor y deseo. Cree, que como omnipo-
tente puede, que quiere como piadoso: por lo demás to-
do se resigna en El. ¡Con cuántas virtudes esta mujer,
siendo aún gentil, te confunde!
2. El cual no la respondió palabra (3) hasta que toda
la fe, modestia y prudencia de la mujer se manifestase,
dice Eutimio. Si Dios dilata darte lo que le pides, juzga
que es porque quiere que orando ejercites más virtudes.
Por tanto, no pierdas el ánimo, ni desistas, sino insiste
(1) Matth , 15. (2) Ibid. (S) 1131d.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 427
más en pedir. Los discípulos compadecidos de la aflic-
ción de la mujer, le rogaban diciendo: Despáchala. &Por
qué? ¿Acaso porque lleve consuelo en su trabajo? ¡,6 por-
que sea Dios glorificado con el milagro? No, sino: Por-
que da voces detrás de nosotros. Alegan su molestia,
como imperfectos. Y ¿no es por ventura tuya también
esta imperfección? Pides de ordinario ser libre de algún
mal, más porque es gusto y provecho tuyo, que porque
es gusto y gloria de Dios.
3. Mas Él respondiendo dijo: No soy enviado sino d
las ovejas que perecieron de Israel (1). Nada alcanza al
parecer con sus clamores, ni con la intercesión de los
discípulos. Antes bien tan desabrida respuesta de un se-
ñor tan manso y tan benigno, podio parecer repulsa.
Persevera con todo en la concebida esperanza, y se avi-
va más su deseo. Mas esto mismo es lo que sumamente
agrada ä huís. Por tanto si te desecha, no te retires.
Si te rechaza, llégate. La perseverancia sola es la que
consigue. &liabeis venido, Señor, á las ovejas que pere-
cieron? 10h1 Y ¡qué consuelo tengo yo en esto! Aquf me
teneis, Señor, que me descarrié como oveja que pere-
ció (2).
JUEVES
SANA EL SEÑOR A LA HIJA DE LA CANANEA

1. Mas ella (3) constantisima se llegó, as! como de


deseos, llena de confianza; y le adoró con humildad pro-
funda, diciendo con una modesta vergüenza: Señor, ä
quien obedece todo, ayúdame, pues puedes, d mí, afli-
(1 ) Matth., 16. (2) Psalm. 118. (8) Maltb., 16.
428 SEMANA XVI

gida con el trabajo de mi hija. ¡Cuántas virtudes aqui


ejercita, que deben acompañará la oración! El cual, res-
pondiendo, la dice: No es justo tomar el pan de los hi-
jos, la gracia de los milagros, prometida á los judios,
como á hijos, y echarla d los perros, á los gentiles, idó-
latras. ¡Desabrida respuesta fuera de la costumbre del
Señor! ¿Qué sueles hacer tú al oir una'palabra picante?
¿Qué á una repetida repulsa? pero ¿qué hizo esta mujer?
2. Mas ella (4), sin resentirse (que tú no omitirlas),
sin queja alguna (en que prorrumpirlas tú) dijo: Es ast,
Señor. (Con prudencia y humildad se reputa por perra
y como tal quiere ser tratada de-mtseñor tan bueno.)
Porque también los perrillos comen de las migajas que
caen de la mesa de sus dueños. ¡Cuanta constancia, pa-
ciencia, prudencia, humildad y fel
3. Entonces Jesucristo vencido de su constancia y hu-
mildad la dice (2), al modo de quien se admira para
instrucción de los presentes; para que cuando lt una le-
vanta, dé lt muchos firmeza: 1(3 mujer! no ya perra, que
como mudaste el afecto, te mudo también el nombre. Tú
te reconociste perra, y yo te reconozco por humana, que
dice san Agustín (3). Grande es tu fe. No dejan de ser
grandes las virtudes que muestra; pero es alabada su fe,
que ha movido á las demás. Hágase según lo quieres.
Como si dijera: Ah! tienes lt tu voluntad mi poder. Ar-
gumento grande de la divina bondad, en que has de es-
perar y estribar tú todo'.
(I) Matth., 15. (2) Ibid. (8) hm., Si de Temp.

DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 429

VIERNES
ES SANO EL SORDO MUDO

1. Tomándole (1) al sordo y mudo, que trajeron otros


y sacándole de entre la turba. El remedio para curar la
sordera y mudez espiritual, es apartarse del ruido del
mundo, de los malos afectos y liviandad de las conver-
saciones, y entrar dentro de si por la humilde conside-
ración de su vileza. Ésta es la soledad, en donde oye
mejor el alma la voz de Dios. Entró sus dedos en sus
oídos, para cerrarlos á la vanidad. Y éste es el segundo
remedio: fortalecer los sentidos con el dedo de Dios, 6
con la gracia del Espíritu santo, para que no se abran
al mundo. Y tocó su lengua con su dedo, mojado con
saliva. Por la cual se significa la gracia que habla de
regir después ä la lengua. Y mirando al cielo: tercer
remedio: empezar ä mirar las cosas celestiales. Gimió:
es el cuarto remedio aspirar ä ellas. Examina en ti si te
apartas con el afecto del mundo, si fortaleces tus senti-
dos, si gobiernas bien tu lengua, si meditas las cosas
del cielo, si aspiras ä ellas. Repara lo que tienes que
enmendar en esto.
2. Y le dice: Ephpheta: que quiere decir, ábrete (1).
¡Cuántas veces te dice también ä ti: Abreme, hermana,
esposa mía (3). Y al punto se abrieron sus oídos. ¡Oh,
si los abrieras tú así ä las inspiraciones divinas! Y se
soltó el lazo de su lengua y hablaba rectamente, Pero
tú con una disoluta licencia, que das ä tu lengua, ha-
(1) liare., 7. (2) Ibid. (5) Cant. 5.
43 0 SEMANA XVI
blas vanidades. Y ¿cuánto has de durar en esto? Y ¿no
pones aún fin ä tu torpeza?
3. Y les mandó que á nadie lo dijesen (1). Como del
todo ajeno de jactancia; á la que tu acaso sirves más
que á Dios. Pero cuanto más El se lo mandaba, tanto
más ellos lo publicaban. Alabanza es del bienhechor
querer ocultarse; pero es obligación del agradecimiento
estimar el beneficio, y publicarlo. ¡De cuánto eres tú
deudor á Dios por este titulo! Decían: Toda las cosas
hizo bien, el que no puede querer ni hacer cosa mala.
¡Oh, si algun día dice también de ti Dios: ¡Todo lo hizo
bien! ¡Qué consuelo será el tuyo! Si éste procurares te-
ner, tú le tendrás.
SÁBADO
SON MANTENIDOS CON HARTURA CUATRO MIL
HOMBRES CON SIETE PANES

1. Hallándose allí una gran muchedumbre, y no te-


niendo que comer, dice á los discípulos: Me compadezco
de la muchedumbre (2). ¡Cuánta era la fuerza y gra-
cia del Señor, que traía á si ä tantos! y siendo tal, ¡tú
le resistes tantas veces! Mirad, no cerreis los oídos al
que os habla (3). ¡Cuánto afecto y compasión tenia ä
las turbas! Lo 1. Por el fervor y afecto con que le se-
guían. Porque algunos de ellos habían venido de lejos;
y si así los enviaba, desfallecerían en el camino. 2. Por
la constancia. Porque ya ha tres días queme aguantan.
3. Por su paciencia. Porque no tienen que comer; y sin
murmurar ni quejarse sufren el hambre. Teniendo un
(4) Marc., 7. (2) »Id. (8) Ilebr., 18.
Dame DE PENTECOSTÉS 435
señor tan bueno, por que no te entregas ä su provi-
dencia? Tú apenas le sufres por espacio de una hora.
¡Ay de aquellos que perdieron el sufrimiento (I)!
I. Si los envio sin comer á sus casas, desfallecerán
en el camino (2). ¿No ves á Dios solicito por ti? Pues
¿por qué temes vivir aquf 6 allí según la disposición de
los superiores? * ¿Por qué, alma afligida, te afliges
tanto en tus necesidades, y buscas medios contra Dios
para salir de ellas? ¿Dónde está tú fe? ¿Qué te faltará
si Dios está contigo? Teme más el que no faltes tú á
Dios. Y ciertamente faltas, si no te dejas á su providen-
cia. Te faltas ä ti mismo, cuando con una providen-
cia inútil, y aun dañosa, apartas y echas de ti la pro-
videncia de Dios.
3. Y tomando los siete panes (3). üsta era toda la
provisión de JESÚS pobre, y de sus discfpulos. Daba de
ellos á los discípulos, para que se los sirviesen. ¡Qué
confianza no concebirían en la providencia de Dios,
cuando vieron que tan pocos panes bastaban por el po-
der de Dios para tanta multitud! Y comieron, y que
daran hartos. Así la verdadera confianza no confunde al
que la tiene. ¿Por qué, pues, te desasosiegas con la
ocupación que se te encarga, con el lugar en que te po-
nen, con el demasiado cuidado de tu cuerpo? * ¿Con la
falta aun de lo necesario, con el estado y acomodo de
los tuyos, etc.? DI generosamente con el santo Job:
Aunque me mate, en gl esperaré (4).
(1) Noch., 2. (2) Maro., 8. (8) Ibld. (4) Job., 18.
432 SEMANA XVII

DOMINGO XVII DESPUÉS DE PENTEC.


QUE SE HAN DE GUARDAR DE LAS MÁXIMAS
DE LOS FARISEOS .

• 1. Y habiendo venido los discípulos d la otra parte


del mar se olvidaron de tomar panes (1). ¡Qué suave
se les hizo el trato con el Señor, que les hizo olvidar
aun lo que era preciso! ¡Oh, si tú dejaras siquiera el
superfluo cuidado de tu cuerpo! Harlaslo si tu trato con
Dios te fuerá más dulce y más gustoso. El cual les dijo:
Guardaos de la levadura de los fariseos. Jesucristo en-
seña en esto, que se ha de cuidar más del pan del alma,
que es la palabra de Dios; y que se ha de procurar
que sea sincero y no corrupto. Ast de ordinario te trae
el Señor para ejemplo pláticas de cosas de esplritu. Mas
ellos estaban pensando: que no tenemos panes. Insisten
en su inútil cuidado. De este modo tus pláticas espiri-
tuales, 6 las mudas en otras inútiles, 6 si otro las intro-
duce santas, te aferras en las tuyas livianas.
2. Mas JESÚS dijo: ¿Para qué pensais dentro de vo-
sotros, hombres 'de poca fe, que no teneis panes (2)?
Condena su demasía en el cuidado del pan, y del apego
á las cosas corporales. ¿No os acordais de los cinco pa-
nes repartidos entre cinco mil hombres, etc., ni de los
siete panes entre cuatro mil, hasta que se hartaron?
Como si dijera: Déjeseme á ml el cuidado de proveer lo
que toca á vuestro cuerpo, y yo le tendré. ¡Oh si tú te
dejaras á esta providencia, qué fácil te seria la obedien-
(1) Mattb., 18. (2) Ibld.

DESPUÉS Di PENTECOSTÉS 433


cia! La pobreza ¡qué dulce! ¡Qué amable la paciencia!
3. ¿Por qué no advertís que no os lo dije por el pan
el guardaras de la levadura de los fariseos? Entonces
entendieron que no les dijo: Guardaos de la levadura
del pan, sino de la doctrina de los fariseos (1). Esta
perversa levadura son las máximas del mundo, principios
del amor propio y del hombre viejo. Guárdate de esta
levadura. De otra suerte hará que se pudra tu alma; ni
hallará sabor en el mejor pan, que es hacer la voluntad
del Padre.
LUNES
ES CURADO EL CIEGO DE BETSAIDA

4. Preséntanle á un ciego, y le rogaban que le toca-


se. Y tomándole de la mano, le sacó fuera del lugar (2).
¡Por qué no le cura en el lugar mismo? Betsaida era
una villa en que habla hecho el Señor muchas señales y
prodigios, y con todo aún no creían. Por lo que son re-
prendidos en san Mateo (3) de que no correspondieron
á. la gracia. ¡Ay de ti, Corozainf ¡Ay de ti, Betsai-
da, etc.! Sacéle, pues, el Señor, para dar ä entender,
que si no correspondía, no sería sano. Así sucede en
toda enfermedad del alma. ¡Cuántas gracias has recibi-
do! Pero ¡con cuán poca correspondencia! Y ¡quieres
con todo eso ser sano!
2. Y escupiendo en sus ojos (4) la saliva de la primera
gracia con que empezase á ver; é imponiéndole las ma-
nos de su poder, le preguntó si veia algo. Y respondió:
Veo los hombres como árboles que andan. Ya tiene prin-
(1) Matth., 16. (S) Marc, 8. (8) Matt),. II. (4) ?Jaro., E.
AVANCINI 28
434 SEMANA-2cm
cipio de ver; pero las cosas humanas le parecen gran-
des; los hombres le parecen grandes árboles. No basta
poca »luz, para que no seas engañado. Cuando está con-
fusa la vista, aun las cosas del mundo perecen grandes.
¿Por ventura te parecen grandes ä ti también? Señal es
que hay en ti muy poca luz. Ora al Señor, diciendo:
Ilumina mis ojos (1), etc.
3. Después le puso otra vez las manos sobre sus ojos,
y le restituyó la vista, de modo que veía claramente 12).
¿Por qué puso el Señor estas demoras en curar ä éste?
Porque aún no estaba bien dispuesto por su poca fe, y
quiso que creciese en ella; y entonces le sané. Disposi-
ción pide en ti Dios para poder ohrai en ti. Si la mano
de Dios es contigo escasa, tú lo causas, porque no te
dispones para mayores cosas. Procura tú, pues, dispo-
nerte para recibir la gracia, para que puedas ver con
claridad todas las cosas: cuán nada sea el mundo y las
criaturas; cómo Dios sea todas las cosas.

MARTES
LA CONFESIÓN DE SAN PEDRO

1. Preguntaba á sus discípulos: ¿Quién dicen los


hombres que es el Hijo del hombre (3)? San Cirilo Jero-
solimitano (4) dice: Preguntó, no por deseo de gloria
vana, sino para enseñarles' la verdad. Para que Pedro
manifestase lo que le habla sido revelado. As! busca
Cristo ser conocido, no por su bien, sino por el nues-
tro. ¡O Señor! conózcate ä ti. Santo Tomás sobre esto
(,) Psalm., 18. (2) Maro., 8. (8) Mate., 16. (4) Cant., 11.
DESPUtS DE p awritcosrés 435
dice: Instrúyenos, para que andemos solícitos de lo que
de nosotros se dice. Si mal, para que lo enmendemos.
Si bien, para que lo conservemos. Pero tú, no por otro
Loe, ten cuidadedel buen nombre (1). Mas ellos dije-
ron. Unos que Juan Bautista; otros, que Ellas, etc.
Buenas cosas aqui se profieren; pero no puedes tú evi-
tar que se digan males de U. A lo menos procura no
dar ocasión de eso.
2. Mas vosotros ¿quién decís que soy yo (2)? Espera
de ellos mayores cosas, que le conocían más íntimamen-
te. Respondiendo Pedro, dijo: Tú eres Cristo el Hijo
de Dios vivo. Pero tú, ¿quién dices que es Cristo? Tú, re-
ligioso, * 6 sacerdote debes sentir de El mayores cosas
que un seglar, que un lego; cualquier cristiano católico,
más que el que no lo es. Dices que es Dios. ¿Dónde está
la honra que le debes dar? ¿Cómo le sirves tan tibia-
mente? ¿Cómo amas ä las criaturas más que á Él?
3. Respondiendo JESÚS, le dijo: Bienaventurado eres,
Simón, hijo de Juan; porque no te lo reveló la carne y
la sangre, sino mi padre (3). Ya adviertes que la carne
y la sangre ó la sabiduría del mundo, no revela las
cosas que son de Dios; porque: El hombre animal no
percibe las cosas del espíritu (4). Aparta, pues, tus
oídos de la doctrina del mundo para oir á Dios, que te
habla.
(1) Coeli., 41. (2) Matth., 18. (8) bid. (4) 2 Cor., 2.

43 6 SEMANA XVII

MIERCOLES
PREDICE CRISTO SU MUERTE, REPRENDE di. PEDRO
QUE SE LA DISUADE.

4. Empezó á enseñarles, que convenia que Cristo pa-


deciese mucho, fuese reprobado de los ancianos, y muer-
to (1). ¿Por qué predice su muerte luego después de la
confesión de su divinidad? Es á saber: 1. Porque no
basta creer que Cristo es el Hijo de Dios; sino que es me-
nester creer también, que padeció por nosotros. 2. Pa-
ra que cuando llegase este tiempo bo se escandalizasen
los disclpulos; mas sabiendo que era Dios, aprendiesen
que no por flaqueza sino que por su voluntad merla. Im-
prime profundamente en tu corazón este misterio de
amor. 3. Para enseñarte que has de salir luego al en-
cuentro de tus alabanzas con algo que te humille.
2. Y llegándose á g l Pedro, empezó á afeárselo, di-
ciendo: No quieras tal cosa, Señor; no sucederá esto
contigo (2). ¿Es por ventura ésta, audacia 6 temeridad,
6 nimio amor de Pedro? Cristo dice: Conviene. Pedro
responde: No sucederá esto contigo. Porque no conside-
ra lo que tiene Dios decretado; que el que lo dice es
aquel mismo á quien antes habla confesado por Dios;
sino que luego prorrumpe en lo que le dicta el humano
afecto. Se ha de poner con la premeditación freno á la
lengua. Si esto hubieras hecho siempre, no tuvieras
que arrepentirte de lo que ä veces hablaste.
3. El cual, volviéndose á Pedro, le dice: Apártate
(1) Marc., 8. (2) Mata., 18.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 437
de mi, Satanás; me sirves de escándalo. ¡Qué duro se
le hacia á Cristo ser disuadido y que se le retardase la
muerte que por ti tanto deseaba! ¡Qué prontamente á
tan suaves razones sobrepone otras tan ásperas! ¡Qué
poco aceptador de personas es el que al que hablando
bien llamó bienaventurado, luego al hablar mal le re-
prende! con lo cual te da ejemplo, que no des °idos aun á
los más amigos cuando pretenden apartarte de lo bueno.

JUEVES
SE HA DE LLEVAR LA CRUZ DESPUÉS DE CRISTO

1. Si alguno quiere venir después de mi (1). A tu ar-


bitrio se te deja el querer esto. Ninguno es forzado, na-
die es excluido. Para esto es necesaria una voluntad
buena y seria; una veleidad no sirve. El que tuviere
aquélla, primeramente niéguese á si mismo; no tanto
dejando las cosas exteriores, sino más su juicio propio,
su voluntad, malos afectos y deseos, y acabando con
todo lo que pertenece al hombre viejo y amor propio.
Ésta es la primera letra de la perfección cristianä. ¡Dios
bueno! ¡Qué poco ó nada aprendí hasta ahora en ésta!
¡Cuánto me falta que aprender! Y ¿cuándo finalmente lo
haré? A la verdad, si no tuviera más que una mera ve-
leidad, nunca.
2. Tome su cruz (2). Que es otra regla en este breve
arte de la perfección. Por nombre de cruz entiende to-
das las adversidades de cuerpo y alma. Tómala según
todas sus intenciones, según toda la latitud de su objeto,
(1) Matth., 16. (2) Ibid.
438 SEMANA XVII
longitud de tiempo, grandeza de ánimo, profundidad de
humildad, esto es: cualquiera cosa, siempre, constante
y humildemente. Si estuvieras presente ä Cristo cuando
estaba pendiente de la cruz, ¿se lo negarlas al verle
morir por ti? Pues ni ahora debes negárselo, porque
siempre lo está pidiendo: siempre se lo debes, porque
lo merece siempre;
3. 1' sigame (1). Este es finalmente el complemento
de la perfección, que se reduce á tres palabras: Absten-
te, sufre, obra. Mas no se alcanza con las obras de mu-
chos años, * si no son las que deben ser. Sigue. Mas
quién? al que va delante de ti con su ejemplo, Y ani-
mándote. Piensa la obligación der sieldado con su capi-
tán, del siervo con su señor, del hijo con su padre.
Sigue. Mas ¿por cuánto tiempo? No se determina. Lue-
go hasta la muerte. ¿Por qué camino? No lo señala..
Luego por el suave y escabroso, pronto no menos para
éste, que para aquél. ¿Qué has hecho en esto hasta
ahora? Mira lo que en adelante has de hacer. -

VIERNES
DE LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR

1. Tomó JESÚS á Pedro, Diego y á Juan su herma-


no (2). Á. solos tres admite entre doce á gustar algo de
su gloria el que á su gloria no admite * á muchos, aun-
que desea admitir á todos. Llévalos á un elevado mon-
te; porque no se adquiere el alto conocimiento de las
coses divinas, ni el gusto de. la interior consolación, si
(1) Matth., 16. (2) Ibid., 17.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 439
no se sobrepone uno ä la alteza y fausto del mundo.
Llévalos aparte, afuera del bullicio; y enseña que la so-
ledad interior y la exterior también ayudan para los
consuelos del alma. ¿No sientes ilustraciones ni consue-
los? Mira si te alientas ú subir al monte, si verdadera-
mente te recoges dentro de ti mismo.
2. Y estando orando se volvió otra la figura de su
semblante (1). La oración fervorosa, principalmente -si
es mental, inmuta al hombre. i„Ttt nunca eres visto lu-
cir 6 resplandecer? Es ciertamente porque no meditas
con fruto. Con acabarse la hora se acaba tu fervor y tus
propósitos. Es tu oración más especulativa que práctica.
Mas ¿qué utilidad sacas de ella? Acaso más daño; pues
no obras según lo que conoces. Resplandeció su rostro
como el sol; y sus vestidos se pararon blancos como la
nieve (2). Con el sol se deshace fácilmente la nieve. No
confies en los interiores consuelos, que en un momento
se van; procura si fundarte en temor y -sólida virtud,
que estriba en razón, y no en dulzura.
3. Y se les aparecieron Moisés y Ellas (3). Varones
de grandes deseos. Tales son admitidos en la tierra,
para gustar las cosas celestiales. Y hablaban del exceso
de amor, d que por medio de su pasión habla de dar to-
do su lleno en Jerusalén (4). En medio de los gozos
traban pláticas de dolores, 6 porque aquellos dolores de
Cristo son causa meritoria de nuestra bienaventuranza,
6 para enseñar que también en los dolores se ha de
mantener sereno el rostro, y mucho más el ánimo, y
que se ha de alegrar uno en las mismas tribulaciones;
pues el galardón es muy copioso en el cielo (5).
Lao., 9. (2) Match., 17. (8) lbld. (4) Lao., 9. (5) Matth., 6.

440 SEMANA XVII

SÁBADO
EL DESEO DE SAN PEDRO EN LA TRANSFIGURACIÓN
DE CRISTO

t. Pedro, pues, dijo á JESÚS: Señor buena cosa es


que nos estemos aquí (1). Pone aqui el' modelo de un
alma que funda sus acciones en los espirituales consue-
los. Entonces piensa que le va bien cuando goza de
ellos; pero vuelve atrás en el tiempo de la tribula-
ción (2), y huye . con Pedro, desamparando al Señor.
Tales son todos tus deseos. Queriela virtud; pero qui-
sieras que fuese dulce y suave, no áspera y dificil. Pon-
dera cuán imprudente es este deseo. Si penetraste bien
la naturaleza de la virtud, verás que toda ella está pues-
ta en lo que es arduo.
2. Hagamos aquí tres tabernáculos: uno para tí,
otro para Moisés, otro para Elías (3). ¿A dónde, Pe-
dro? aqui en las delicias, aunque espirituales, que, aun-
que tales, se disuelven como la nieve con el sol. Sea en
buena hora, que por un poco iglú estemos. ¿Mas es
bueno fijar de asiento las tiendas, para vivir en ellas
siempre? ¿Qué es lo que dices? Con verdad no sabia
lo que decía. Si es culpado Pedro por querer estar de
asiento en los gustos espirituales, ¿qué será de ti, que
estás pegado tanto á los carnales de tus comodida-
des, etc.?
3. Hablando, pues, él esto, vino una nube, y los dejó
entre sombras (4). Cuando Pedro está lleno de placer in-
(1) Matth., 17. (8) Lao., 8. (8) Matth., 17. (4) Lao., 9.

• DESPUÉS DE Prorraces.rts 441

moderado, cuando trata de establecer en aquel sitio su


morada, repara como es privado en un momento de toda
la materia de su gozo. Entiende por aqui lo que hay de
solidez en la devoción sensible, 6 en los consuelos que
en un momento te dejan; y si en esto pones el cimiento
de tu virtud, caeräs sin duda. Si es tan bueno y seguro
gozar de estos espirituales deleites, ¡por qué razón cuan-
do sobreviene alguna pequeña nube de tribulación (la
que es preciso que venga muchas veces) se anubla luego
tu alma con tristeza, tedio, flojedad, etc.? En otra par-
te, pues, has de fijar tu morada.

DOMINGO XVIII DESPUÉS DE PENTEC.


SON ATERRADOS LOS DISCÍPULOS CON LA VOk
OIDA DEL CIELO

1. Se oyó del cielo una voz: Este es mi amado hijo,


en quien yo bien me agradé (1). Da el Padre testimonio
de la filiación de Cristo en el monte mismo en que, como
algunos sienten, fué tentado del demonio, y en el mis-
mo tiempo en que se trataba de su pasión; para que se-
pas, que aquellos son hijos de Dios, que vencen las ten-
taciones, y que padecen muchas cosas por Él. Si quieres
ser hijo de Dios, por este camino has de ir. Ama d los
que le aman (2). Pero nadie muestra mayor amor, que
el que da su vida por Él (3).
2. Oidle ti El (4). Es destinado por maestro de todo
el orbe. Et Verbo del Padre es el que habla en nuestros
corazones. Dura parece su palabra, pero ä los sensuales
(1) Matth., 17. (8) Prov., 8. (8) Joann., 16. (4) Matth., 17.
442 SEMANA svm
solamente. No le quiso oir Pedro poco antes cuando di-
jo: No quieras tal cosa, Señor. No sucederá esto conti-
go. Ya se le manda que oiga, es ä saber, aquellas mis-
mas cosas que el Señor hablaba por ahora con Moisés y
con Ellas. De donde has de aprender, que has de oir
Jesucristo cuando te inspira la mortificación, el menos-
precio de ti, la pobreza, los oprobios, las cruces, etc.
3. Y oyéndola los discípulos, cayeron sobre sus ros-
tros (I). Por la reverencia con que la oyeron, sujetán-
dose ä aquella voz con humildad. Para que aprendas ä
rendirte asi ä toda voz de Dios. Y temieron grandemen-
te; porque eran confirmados con aquella voz en lo que
hablaba Cristo de su pasión con Mesé y Ellas, ä lo que
quedaron como hombres despavoridos. Aqui tienes el mo-
dela de los hombres mundanos, y el tuyo, ä quien causa
horror el solo,nombre de cruz; á quien una pequeña ad-
versidad derriba. Pero es cierto, que por muchas tribu-
laciones es menester pasar (2).

'LUNES
LEVÁNTALOS EL SEÑOR, y BAJAN DEL MONTE

1. Y llegóse JESÚS, etc., y les dijo: No querais te-


mer (3). Cuando temen al oir confirmado del cielo el
discurso de la pasión, luego está auf pronto el consola-
dor JESÚS. El temer lo trabajoso y ä la sensualidad re-
pugnante es propio de la humana naturaleza; mas si
se llega ä ti JESÚS con su gracia, no tienes por qué te-
mer. Levántate con ánimo generoso y resuelto. Si se
(1) Matth., 17. (2) Act , 14. (8) Matth., 17.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 443
ponen contra ti ejércitos (1), espera en éste. En tu Dios
pasarás de la otra parte del muro (2).
2. Pero levantando sti8 Ojos, á nadie vieron, sino sólo
á JESúS (3). Se desvanecieron la voz, la nube, Moisés,
Ellas, el resplandor del semblante, la blancura de los
vestidos. Sólo JESÚS quedó, y á El vieron solamente.
Para que aprendas á mirar tan sólo ä JESÚS con igual-
dad, así en las delicias como en las adversidades. Cual-
quiera cosa criada, que se te ponga delante, por espi-
ritual que sea, sólo ä JESÚS has de mirar en ella, no tus
comodidades. ¡Oh cuándo seré, JESÚS MIO, tan feliz,
que ä Vos sólo busque, y en Vos sólo ponga la mira!
3. Y bajando ellos del monte, les ordenó 'Inés di-
ciendo: Ä nadie reveleis la visión (4). No quiso que se
gloriasen de la gracia que les habla hecho. Las gracias
que se reciben de Dios, se conservan grandemente con
un humilde silencio. Muy torpe cosa es gloriarte de lo
que no es 'tuyo. Pero advierte, que nada es tuyo pro-
pio, de lo que es bueno. Si algo bueno tienes, di: Por
la gracia de Dios soy lo que soy (5). Y procura ante to-
das cosas en humildad, que su gracia no sea inútil en
ti (6).

MARTES
TRAEN Á CRISTO UN JOVEN LUNÁTICO

1. Señor, apiádate de mi hijo, que es lunático (7).


Considera en este lunático la suerte del hombre que no
(1) ~al., 28. (E) Ibid. 17. (8) Matth., 17. (4) Ibld. (5) I Mor., 16.•
(8) Ibld. (7) Match., 17; Matth., 9.
444 . SEMANA aval
tiene poderlo sobre sus pasiones. Porque cae de ordina-
rio en el fuego de su amor propio, ira, concupiscencia.
Y de continuo en el agua de los malos deseos. Añade
que era sordo y mudo para las cosas divinas. Que le es-
trella contra la tierra; para que esté -pegado á las co-
sas terrenas, y no se levante ä las celestiales. Que es-
puma y rechina por las palabras propias de su pasión.
Y está seco sin jugo de devoción. Cuando más profunda-
mente conoces este complejo de males, quita con tanto
más cuidado su causa.
2. Pero JESÚS respondiendo (1), con una grave re-
prensión, dice: Generación incrédula (que con tantos
prodigios no cree que JESÚS es Dio—s)?-y perversa; pues
cuando dice: Presentéle á tus discípulos, y no han po-
dido curarle; tácitamente da á entender, que esto acae-
cía por algún defecto de ellos. ¿Por cuánto tiempq he
de estar con vosotros que tantos sois contra mí? Repara
si acaso se puede justamente indignar JESÚS contra ti,
á quien tantos bienes hizo, y aún eres contra Él. Traéd-
mete acá. Suaviza con benignidad el rigor de la repren-
sión; para que aprendas 4it á no despedir desconsolado
al que justamente reprendiste.
3. Y se lo presentaron (2). No va el pecador ä Dios
por sus propias fuerzas, si no es llevado de la gracia. Y
al punto le conturbó el espíritu, y se revolvía estrellado
contra la tierra.. Porque cuanto el hombre mundano se
llega más á Cristo, habiéndose desunido de Él, ejerci-
tan más en él su violencia las pasiones. Y le preguntó
al padre: ¿Cuánto tiempo ha, que tiene este accidente?
Para que haciendo reflexión sobre lo dilatado del tiem-
(1) Mate., 17; Marc., 9. (2) End.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 445
po, no se maraville le atormente de tal modo; pues
cuanto más se deja uno llevar de sus pasiones, son és-
tas más fuertes, crueles y feroces.

MIÉRCOLES
ES CURADO EL MISMO JOVEN LUNÁTICO

Jzsús, pues, dice (al padre que le suplicaba): Si


puedes creer, todo es posible al que cree (1). ¡Grande
elogio de la fel Pero gran vituperio tuyo, que dices que
crees, y dices también que no puedes muchas cosas.
Mejor dinas que no quieres. Y luego exclamando el pa-
dre del mozo con lágrimas decía: Creo Señor, con fe
aún imperfecta; ayuda mi incredulidad, con fe ya per-
fecta. De este modo el que empezó se esfuerza hasta
llegar á la perfección. Tú por lo contrario empiezas, y
contento con comenzar, llevas ä perfección muy pocas
cosas. ¡A quién juzgas que Dios coronará? ¿Al que em-
pieza, 6 al que perfecciona?
2. Y amenazó JESÚS al espíritu, diciendo: Yo te
mando que salgas de él y no entres en él más (I). Este
es el intento de Dios, cuando por su gracia echa de una
vez de ti el pecado, que no vuelva jamás. No volvió el
diablo á aquel joven. Pero tú voluntariamente convidas
al demonio que arrojaste de ti una vez, para que vuelva,
no ignorando que te atormenta y te echa de nuevo en
el fuego y en el agua. Y despedazándole mucho, salid, y
se quedó como muerto. Para que se arranquen del todo
tus pasiones, menester es que te atormentes y aflijas, y
(I) Rara , 9. (S) Ibld.
446 SEMANA XVIII
por una constante mortificación te hagas como muerto,
te hagas como quien no siente, ó las delicias de los sen-
tidos, 6 el menosprecio.
3. Entonces preguntaron los discípulos á JESUS en
secreto: ¿Por qué nosotros no hemos podido echarle?
Díjoles: Por vuestra incredulidad (1). Quéjaste de que
no puedes vencer esta 6 la otra pasión. ¡Quieres saber
la causa? Es tu incredulidad. No crees que lo puedes
todo en el que te conforta (2). No crees que has de ser
presentado en juicio; y que por satisfacer ya ä una ya ä
otra pasión, has de ser severamente castigado.
---_----
' JUEVES •
PAGA CRISTO EL TRIBUTO

1. Llegdronse á Pedro los que cobraban el tributo, y


le dijeron: ¿Vuestro maestro no paga el tributo? Dice:
También (3). Los cobradores piden ä Cristo lo que no
debe. ¡Tienes esto por cosa indigna? Tú lo haces peor.
¡Débete por ventura la gracia para que se te borren tus
pecados? Si es deuda, ya no es gracia. Y con todo,
cuando pecas, por más levemente que sea, quieres, con-
fiado en el perdón, que dé la paga con que se borre tu
deuda. Y rara vez pecas sin que tácitamente se envuelva
esta condición; porque si creyeras que no te habla de
perdonar, te abstendrías. ¡No es éste un hecho sobra-
damente implo?
2. Previnole JESÚS, diciendo: ¿Qué te parece, Si-
món? Los reyes de la tierra ¿de quiénes reciben el tri-
(1) Maro., 9. (2) Philip., 4. (8) Matth., 17.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 447
bulo ó el censo? ¿De sus hijos ó de extraños? Y él le
dijo: De los extraños. Dijole JESÚS: Luego los hijos son
libres (1), y la familia de los reyes temporales. Luego
mucho mejor yo, que soy el Hijo de Dios, y mi familia.
Muestra que es libre, y con todo eso no se exime. Infe-
lices fuéramos nosotros, si Cristo no hubiera hecho más
de aquello á que estaba obligado. ¡Oh, si tú hicieras
algo de aquello ä que no tienes obligación precisa! Pero
¿qué cosa buena hay, con tal que puedas hacerla, á que
no estés obligado, ya que no por titulo de justicia, á lo
menos por el de religión, agradecimiento, etc.?
3. Alas porque no los escandalicemos, vete al mar, y
echa el anzuelo, y toma el pez que primero sacares; y
abriéndole la boca, encontrarás una moneda; sácala y
dásela por mi y por tí (2). No quiere escandalizarnos,
aun que pudiera decir lo que tú dices algunas veces: No
les di causa para eso, por su culpa se escandalizan. No
causes ofensión cuando puedes evitarla. 2. gra JESÚS
tan pobre, que no tenia una moneda de cuatro reales.
3. Los peces y los animales le obedecen más que tú.

VIERNES
RECOMIÉNDASE LA HUMILDAD

1. Llegáronse los discípulos, diciendo: ¿Quien juz-


gas que es mayor en el reino de Dios (3)? ¿De dónde
provino esta contienda? Los mayores favores que hacia
á Pedro movieron á los demás á envidia. Unos misera-
bles pescadores tratan ya de reino. Ninguno hay fan vil;
(1) Natth., 47. (5) 'bid. (S) Mattb., 411.
448 SEMANA XVIII
que no quiera ser mayor. En todos se derivó, desde
Adán, el mal paterno. ¡Por desdicha estás tú también
tocado de él? Si no eres mayor que otro, quieres pare.
cerio. Pero ¿quién eres tú? ¿Por qué te tienes en tan-
to? ¿Qué méritos son los tuyos? ¡No son por ventura
mayores los deméritos? Y ¿qué es lo que pretendes?
¡Por qué derecho se te debe, sea lo que fuere? ¡Cómo
quieres que sea alguno menor? ¿Por su vicio 6 por el
tuyo?
2. Llamando JESÚS d un niño, le puso en medio de
ellos diciendo: De verdad os digo, que si no os haceis
como niños, no entraréis en el reino de los cielos (1).
La humildad no es una virtud que si deja al arbitrio de
cada uno, por ser necesaria y precisa para alcanzar el
cielo. El -modo de hablar de Cristo lo indica bastante-
mente. Por cierto, donde no la hay, es imposible que
no haya algún afecto malo y perverso. ¡No crees por
Ventura que de aqui pende la entrada en el cielo para ti,
de que en ti no se halle cosa con mancha? La necesidad,
pues, te debe persuadir la humildad, ya que no te la
persuade la honestidad y el ejemplo de Cristo.
3. El que se humillare, pues, como este niño, ése es
el mayor en el reino de los cielos (2). DI: ¡con qué jui-
cio se ha de juzgar de la certeza de esta mayoria?
¡Con el tuyo, 6 con el de Cristo? El juicio de una sabi-
durla infinita sobrepuja al juicio dé tu ignorancia necia.
Pues aqui tienes expreso aquél. ¡Qué tienes que opo-
nerle sino el juicio dé los hombres, que sienten de otra
suerte? Mas ¿por qué juicio has de ser salvo 6 condena-
do? ¿Por el de los hombres 6 por el de Dios? Creés
(1) Dfatth.,18. (2) Ibldi

. .
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 449
que san Juan es el mayor de los que nacieron de mujer,
porque lo dijo Cristo: pues Él mismo .es el que dijo: El
que es menor entre vosotros, ese es el mayor.

SÁBADO
DE LA CORRECCIÓN FRATERNA

1. Si pecare contra ti tu hermano, vé y corrígele


entre ti y él solo (1). Al súbdito y al superior pertenece
esto. A aquél, para que ame el ser corregido; pues de
otra suerte más merece la corrección. A éste, para que
no sea descuidado en corregir en su lugar y tiempo. No
tienes aborrecimiento al médico, aunque hiera, para sa-
nar. Lo mismo hace el que corrige, con tal que sea con
buen celo. ¿Por qué te indignas cuando te corrigen?
¿Por qué murmuras? ¿Por qué le resistes y contra él te
vuelves? ¿No sabes que Dios te ha de pedir cuenta de tu
vida (2)? Pero también, 6 superior, eres médico. Eres
cruel si no curas sus llagas. Pereces con aquel ä quien
fueres descuidado en ganar. Tu alma está por su alma (3).
2. Corrígele entre tí y él sólo. Aqui se prescribe el
modo de la corrección: que sea secreta. Pecas, herma-
no, y tú también, superior, si esto lo haces delante de
muchos, si lo puedes hacer con mas pocos, aunque lo
hagas con motivo de caridad; porque ésta igualmente
pide el secreto por la integridad de la fama, cuando no
es público el delito. Mucho más pecas tú, qué con in-
dignación descubres en secreto los delitos de tu herma-
no, 6 los echas con publicidad en los corrillos. ¿Gusta-
(1) Mat1h., 18. (2) Ezeeb., 8. (8) III Reg , 20.
AVANCIN! 29
45 0 SEMANA XIX
rías que asi te corrigiesen ä ti? Haz, pues, lo mismo con
los otros.
3. Si te oyere, habrás ganado á tu hermano (1).
Gänanse al que corrige y al corregido por la corrección,
amigablemente dada, y con humildad recibida. Tú que
corriges, ganas ä tu hermano; ganas ä otros, ä quienes
quitas la 4:Ilusión; libras tu alma. Tú, que das gratos
oídos al que te corrige, te ganas ä ti mismo; ganas el
afecto del que te avisa; ganas ä Dios. Todos tenemos
logro; y mayor que éste no puedes procurarlo.

DOMINGO XIX DESPUÉS DE-PENTECOS.


PARÁBOLA DEL SIERVO A QUIEN EL SEÑOR
PERDONÓ TODA LA DEUDA

. Es semejante el reino de los cielos á un hombre


rey que quiso tomar cuenta á sus criados (2). Siervo
eres tú; mucho debes por tus pecados. Cuenta has de
dar ä Dios, rectísimo juez, ä quien nada se le oculta.
¿Con qué ánimo estarás delante de tal juez? Fuéle pre-
sentado uno, que debía diez mil talentos. Este eres tú.
No hay deuda mayor que la del pecado. ¿Cuántos de
éstos has cometido? Mas como no tuviese con qué pagar.
¿Qué tienes tú con que satisfagas? Nada, si de Aquél no
lo recibes, ä quien has de satisfacer. ¡Qué no deberás
temer aquí! ¡Qué no debes esperar! Mandó su señor,
que fuese vendido. Por cierto, que por el pecado pierdes
la libertad, y eres siervo de la culpa. ¡O pesada escla-
vitud!
(i)Mate., 18. (2) Ibld.
DESPUES DE PENTECOSTI/S 451 •
2. Pero puesto de rodillas aquel siervo, le rogaba,
diciendo: Espérame un poco (4). ¡Oh, cuántas veces,
Señor; aun pidiéndonos fríamente, me esperasteis! A
vuestra infinita paciencia debo no haber recibido ya el
último castigo. Misericordia del Señor es el no haber
sido consumido (2). En el momento mismo en que pe-
caron fueron abatidos los ángeles. ¡Qué menos merecia
yo? Y toda la deuda te pagaré. Pero de vuestra propia
sangre que me disteis, mas yo indignamente pisé. ¡O
bondad! ¡O amor vuestro! Mas 16 ingratitud mla!
3. Compadecido, pues, el señor de aquel criado, de-
ple ir libre, y le perdoné toda la deuda (3). ;Qué fácil-
mente se aplaca Dios! ¡Qué liberal es su bondad, que
da más que se le pide y que se pudiera esperar! ¡Qué
justo era que quedara aquel siervo confundido al ver tan
benigno afecto! Lo mismo has experimentado no una
vez sola. No te libré sólo de la esclavitud del pecado,
sino que también te adopté por hijo, é hizo heredero de
su reino. ¡Has merecido esto? Y ¡acaso puedes mere-
cerlo jamás? Y ¡tendrás osadfa en adelante de ofender ä
tan gran clemencia?

LUNES
LA INGRATITUD Y CRUELDAD DEL SIERVO

. Saliendo, pues,, aquel criado, encontró uno de sus


consiervos que le debía cien denarios; y asiéndole le so-
focaba diciendo: Paga lo que debes. Y arrodillándose el
c onsiervo, le rogaba diciendo: Dame espera, y todo te lo
(1) Matth., 18. (9) Thren., 8. (8) Matth., 18.
45 2 SEMANA. XIX
pagaré. Y no quiso sino que le echó en la cárcel (1).
Grandes son las deudas que Dios te perdona. Tú ni una
palabrilla quieres perdonar ä tu prójimo. ¡Qué deuda
tan pequeña es ésta si la comparas con las tuyas! Pero
viendo esto los otros criados (los demás tanto más yen
tus defectos, cuanto tú mismo los conoces menos) con-
taron á su señor todo lo que se había hecho. Cosa justa;
contaron lo que vieron, no lo que arguyeron; lo que se
había hecho, no lo que sospechaban. Contaron á su se-
ñor, å quien tocaba corregir; no ä aquellos ä quienes
nada pertenecía juzgarlo ni condenarlo.
2. Entonces le llamó su señor, y le dice: Siervo mal-
vado, toda la deuda te perdoni'por que me lo rogaste;
¿no era justo por ventura, que tú te compadecieses de tu
consiervo (2)? ¡Qué cosa más indigna! Quieres que te
sufran, y tú no sufrir cosa alguna. Quieres que todos
sirvan ä tu conveniencia, y tú ä la de ninguno. Quieres
que con una ley sean regulados tus hechos, y con otra
los de tus prójimos. Si no imitas ä Dios en hacer bien
á otros, Dios te imitará ä ti en darte el mal que ä otros
haces. A cada uno juzgaré según sus caminos (3).
3. Y airado su señor, le entregó á los atormentado-
res hasta que pagase toda la deuda (4). No reviven por
cierto los pecados perdonados; mas la ingratitud que
sobreviene al perdón, es tanto mayor pecado, cuanto
fué aquel mayor beneficio. Perdonäronte cosas bien gra-
ves; tú ni las mlnimas perdonas. Eres ingrato. Serás
entregado ä los atormentadores. Así también lo hará
mi Padre con vosotros, si cada uno no perdonare de co-
razón á su hermano, sin que quede algo de amargura
(1) Matth 18. (8) 1131d. (8) Eateh., 18. (4) Matth , 18.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 453
en su ánimo. No se acuerda más Dios de todas tus mal-
dades (I) después que asegura que las perdona. ¿Por ven-
tura olvidas tä también de este modo tus ofensas? ¿tie-
nes acaso ahora igual afecto al que te ofendió? etc.

MARTES
ES CONVIDADO CRISTO 45. IR A JERUSAUN A LA
FIESTA DE LOS TABERNÁCULOS

1. Dijéronle sus hermanos: Sal de aquí, pasa ci Je-


rusalén para que tus discípulos vean también las obras
que haces (2). Especiosas palabras de los que hacen tal
propuesta: para que tus disclpulos vean tus maravillas;
y pretenden al mismo tiempo que por medio de prodi-
gios sea Cristo esclarecido, y redunde ad en ellos-, como
parientes suyos, alguna parte de su honra. Su oculta
ambición tomaba por pretexto la gloria de Cristo. ¡Qué
busco yo en mis obras? ¿La gloria de huís? ¡Ojalá que
ast sea! Las obras tales parecen. Pero ¡cuántas veces es
mi comodidad lo que pretendo!
2. Ninguno hace cosa á escondidas, y quiere darse á
conocer (3). Se esfuerzan ä persuadirselo con razones,
como si dijeran: Quieres que te reconozcan por Meslas;
haces para esto milagros: pues óbralos en teatro mayor
en la ciudad, en la corte, que es un mundo abreviado.
Mani fiéstate á tí a/ mundo. Como eran ambiciosos de
honra, tal juzgaban ä Cristo, dice san Cirilo (4). Error
grande es, pero muy común, medir ä los demás por sus
propios afectos. Todo lo que ä otro achacas juzgándole,
(I) Ezech., 18. (8) Joann., 7. (8) Ibid. (4) Lib. 4 In Joann., ea». 82.
454 SEMANA XIX
si lo examinas bien, en ti lo encontrarás. ¿Cuál haces en
tu concepto ä tu prójimo? Repara no seas acaso otro tal.
3. Dijoles, pues, JESÚS, rehusando la subida ä Jeru-
salén, y dando la causa de esto: Mi tiempo no ha llega-
do aún (1). Porque no era voluntad del Padre, que pa-
deciese entonces la muerte, para que sabia que le bus-
caban. Así hada todas las cosas por la voluntad de su
padre. ¡Oh si miraras siempre ä esta regla! La causa,
pues, porque el mundo le aborrecla, era: Porque yo doy
testimonio de que son malas sus obras. Aborrecen los
malos ä los que ä sus obras no asienten. Pero mejor es
que te aborrezcan los malos, que el que te alaben, Con
Cristo eres bueno; con el mundo iptnas lo podrás ser.
No dejes, pues, la virtud, porque eres aborrecido.

MIÉRCOLES
AL IR EN SECRETO 21. JERUSALÉN NO ES RECIBIDO
DE LOS SAMARITANOS

L. Y él tuvo intento firme de ir á Jerusalén (2). Y


añade san Juan (3): No en público, sino como de secreto.
.EI modo de hablar da ä entender la resolución de ir á
aquel lugar en que sabia le buscaban para la muerte, y
en que después de medio año habla de ser clavado en la
cruz. ¿Qué ánimo seria el tuyo si fueses destinado á un
lugar en que supieses que hablas de morir aquel año?
Pero al fin lo ignoras; y lo más cierto es, que ni el lu-
gar, ni la ocupación te han de dañar, y con todo eso lo
rehusas, 6 resistes el ir ä él. Resuélvete tú también á
hacer cara con firmeza ä semejantes dificultades.
(1) Joann., 7. (2) Suc., 9. (8) Joann., 7.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 455
2. Y envió delante mensajeros, y al ir entraron en
una ciudad de samaritanos. Y no le recibieron; porque
su disposición era de quien iba á Jerusalén (1). Convi-
daron antes ä Cristo ä la voz de una mujer, y le acla-
maron por Mesías; ahora le desechan. Así aman los que
aman por su interés. Discordaban los samaritanos con
los judíos; y no es admitido Cristo, porque mostró pasa-
ba ä Jerusalén. Política es del mundo tener por sospe-
choso al que es familiar con el que es émulo mio. Así
cuando seguimos al mundo desechamos ä Cristo. Mas
¡ay! y ¡cuántas veces! Tememos la virtud, porque aflige
al cuerpo, aprovechando al alma. Y ¿no sacamos de aquí
hacerla cara y perseguirla?
3. Viendo esto, pues, sus discípulos Diego y Juan,
dijeron: ¿Quieres que mandemos que baje fuego del cielo
y los consuma (e)? Celo parecía, pero mezclado con pa-
sión de venganza. Por eso los reprende: No sabeis de
qué espíritu sois, que teneis eso por celo de mi honra,
y es pasión de ira. Repara, no sea que con capa de vir-
tud se introduzcan en ti los vicios. El Hijo del hombre
no vino á perder las almas, sino á salvarlas. Ésta es la
causa tomada del fin de su venida, para disimular tal
injuria. ¡Cuántas veces hubiera ya perecido, ó JESÚS
11110, si no hubierais venido ä salvarme! Y asi Vos, que
mirais, ä vuestro fin, enseñadme ä atender al mío, para
salvar mi alma.
(1) Luo., 9. (2) Ibld.

456 SEMANA XIX.

JUEVES
SANA ./1 LOS DIEZ LEPROSOS

4. Saliéronle al encuentro diez hombres leprosos (I).


Considera la lepra de tus imperfecciones. Los cuales se
le presentaron en pie de lejos, reconocidos de su inmun-
•icia.j levantaron la voz con afecto ardiente. Y clama-
ron con tal resignación de st: JESÚS, Maestro, apiádate
de nosotros. Al debes tratar con Dios con humildad,
con fervor, résignadamente.
2. Luego que los vid, les dijo: Id, mostraos á los sa-
cerdotes (2), ä quienes pertenecía por la ley juzgar de
la lepra. Así ejercita la caridad con los miserables, que
sea sin traspasar la ley. La caridad ordenada pide que
por los oficios de ella con el prójimo no quebrantes las
reglas de tu instituto, * no traspases los mandamientos
de Dios, no dejes de cumplir, y hacer lo que debes eje-
cutar. Y sucedió, que partiéndose con una ciega obe-
diencia, sin juzgar sobre lo que se les mandaba, se ha-
llaron limpios. Este es el fruto de obediencia tan per-
- feota. Haz lo que te mandan; recibirás aún más de lo
que esperas.
3. Mas uno de ellos luego que vid que estaba limpio,
volvió magnificando á Dios á grandes voces; y pos-
trándose hasta el rostro á sus pies, le daba gracias. Y
éste era samaritano (3). Todos hemos recibido gracias.
¡Qué pocos las volvemos! ¿De cuáles de estos eres tú?
¿No te vencen en esto los samaritanos, esto es, los que
(1) Luo., 17, (2) Lid& (2) IbId.
DESPIAS DE PENIECOSTES 457
están menos obligados ä Dios? ¿Por ventura no te podrá
echar Dios en cara con razón: No ha habido alguno que
volviese y diese gracias á Dios? Si quieres un conducto
cierto para que vengan ä ti las gracias, éste es: No ser
ingrato. Una suma gratitud es un excelente uso del
beneficio.

VIERNES
ENSEÑA CRISTO PÚBLICAMENTE EN EL TEMPLO

. Él subió el día festivo. Los judíos, pues le bus-


caban (para matarle), y preguntaban: ¿dónde está
aquél (I)? Ni se dignan de nombrarle por su nombre
propio. Tan despreciable se hizo por ti JESÚS. Y la tur-
ba hablaba de El muchas cosas. Porque hacia bienes,
recibía males. Tú, después de haber hecho obras muy ex-
celentes, no esperes del mundo otra cosa. Algunos (mas
¡qué pocos!) decían que es bueno. Otros (qué muchos!)
decían: No, que engaña á las turbas. Tú, si vas por
camino derecho, has de aguantar juicios torcidos. Pero
ninguno de los que bien sentían, hablaba de gl á las
claras por miedo de los judíos. ¡Cuánto puede contigo
el miedo y respeto de los hombres! ¡Oh qué dicha si
Dios es el que prevalece en ti!
2. Mediado ya el tiempo de la fiesta, subió JEStiS al
templo,. y enseñaba (2). No en los primeros días, por
ceder al furor de los judíos, que entonces estaba más
ardiente; pero subió después que se templó algo.
Aprende á ceder con prudencia al ver ä tu prójimo al—
(1) Joann., 7. (2) Ibld.
458 SEMANA XIX

terado, ä no hacer cosa temerariamente; pero también


ä no dejarla con timidez. Y se admiraban los judíos de
su doctrina, pero sin fruto. Tú eres de los de este gé-
nero. Oyes y lees muchas cosas, apruébaslas con tu jui-
cio; pero no con juicio práctico. Porque rehusas ejecu-
tar lo que con el entendimiento alabas. Según la medi-
da de tu conocimiento serás juzgado algún dia.
3. ¿Por ventura Moisés no os dió la ley, y ninguno
de vosotros la practica? ¿Por qué me buscais para ma-
tarme (1)? ¡Grave reprensión! Témela tú de la boca
de JESÚS, no sea que diga: ¿Acaso no te di ley? Mas tú
no la cumples. Respondió la turbaTú estos endemo-
niado. ¿A. quién dice esto? al Hijo de Dios. ¿No te horro-
rizas? Y con todo el Hijo de Dios calla cuando á aque-
llos blasfemos podía confundirlos con verdades. ¡Qué
injurias no retornarlas tú por tal injuria! Aprenda ä
sufrir el gusano lo que aguantó Dios.

SÁBADO
ENVIANSE MINISTROS QUE PRENDAN A. CRISTO

1. Oyeron los fariseos, que había hablillas entre la


turba, que decían esto: que era el Mesías. Y despa-
charon ministros para que le prendiesen (1). Las turbas
sencillas creen y aman ä JESÜS: los soberbios fariseos,
temerosos de perder su autoridad, se irritan. Una pa-
sión fomenta otra. Di jotes pues (ä los ministros) JESÚS:
Aún me quiero detener un poco de tiempo entre vos-
otros. Buscaróisme, y no me hallaréis. ¡Infeliz de mi!
II) Joann., 7. (2) Ibld.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 459
No oiga yo, Serior, aquel: ¡Voymel No escuche yo- aquel:
No me hallaréis. Buscaréos, 6 buen JESÚS, hasta hile-
ros, y no os dejaré.
.2. En el ta último, pues, el más solemne de la fes-
tividad, estaba JESÚS, y clamaba: Si alguno está se-
diento, venga á mi, y beba (1). Lo que se dijo‘á aquel
pueblo, cree que se te dice ä ii. Tienes sed de tu sal-
vación, porque nadie hay sin deieos; pero tienes sed de
las aguas turbias de los consuelos del mundo. ¿Qué
bienaventuranza se te sigue de aqui? Ten sed de lo que
debes, que es de tu salvación, y de Dios. Oye al que te
convida: Ven y bebe, hasta saciarte, lo que en sólo
Dios hallarás, y fuera de Él nunca. ¿De qué tuviste sed
hasta agur? ¿Te has por ventura saciado? ¡O mise-
rable!
3. Algunos de ellos querían prenderle (2). No igno-
raba la intención con que venlan; prosigue con todo su
sermón sin temor alguno. Con lo cual se mudaron sus
corazones y ninguno le echó mano. As l ceden los peli-
gros á la constancia. Lo que empezaste por virtud, no
lo dejes por miedo. ¿Temes en el peligro * por la vir-
tud y por Dios? La constancia le vencerá.

DOMINGO XX DESPUÉS DE PENTEC.


VUELVEN LOS MINISTROS, Y ALABAN A CRISTO

t. Llegaron, pues, los ministros á los pontífices y


fariseos, y éstos les dijeron: ¿Por qué no le habeis trai-
do (3)? ¡Qué solicitos están los fariseos de la ejecución
(I) Joann., 7. (S) L'Ad. (8) Ibid.
460 SEMANA ICE

de sus perversas órdenes! ¡Cómo inquieren las causas


de no haber cumplido sus depravados intentos! ¡Oh si
tan cuidadoso fueses tú de sus buenos propósitos! ¡Si
te indignaras contra ti cuando no los cutiples! Propo-
ner y no ejecutar es tener hambre y no comer. No es
bastante el querer, si no se sigue el obrar.
• 2. Réspondieron los ministros. Ningún hombre habló
así como este hombre (1). Teofilacto sobre esto dice:
No tuvieron cuenta con la ira de los fariseos, ni, aun-
que habían sido enviados como criados, dijeron lo que
habla de ser grato á los príncipes. Confiesan que ha-
blan sido presos de las razones del que-iban á prender.
Alábanle en presencia de aquellos que quedan verle
oprimido. En la causa de Dios es muy loable la liber-
tad. Usa de ésta primero contigo; con los demás, cuan-
do es justo y debes. No hables lo que es agradable, si
lo que es provechoso.
3. Respondidronles, pues, los fariseos: ¿Así también
habeis sido vosotros engañados (2)? Habiendo dicho los
ministros: Nunca ha hablado así hombre, conviniera
preguntar, dice Eutimio, qué era lo que había hablado.
Mas ellos se vuelven sólo ä las reprensiones. La ira y
la envidia los tenia ciegos. En donde domina una pa-
sión, es echada la razón de su trono. Añaden un argu-
mento tomado de la autoridad. ¿Por ventura ha creído
en El alguno de los príncipes? como si dijeran: Ningu-
no, sino sólo esa turba. Ast esconde Dios los divinos
misterios á los sabios, y los revela á los humildes. Sélo
tú, si quieres alcanzar las cosas divinas. Finalmente
dicen: Malditos son, es ä saber, los que creen. ¡Oh,
(1) Josim., 7. (2) lbld.
DESPUÉS DE PENT8COSTBS 465
quiera el cielo qua sea yo maldito por los soberbios, no
por el humilde JESÚS!

LUNES
QUEDA LIBRE LA MUJER COGIDA EN ADULTERIO

1. Traen los escribas y fariseds d UNI mujer cogida


en adulterio, y le dicen: En la ley nos manda Moisés
que apedreemos á ésta. Tú, pues, ¿qué dices sobre esto?
Esto decian tentándole, para poder después acusarle (1).
Sabían que era piadoso.- Creian que resolverla contra la
ley. Pero JESÚS, inclinándose hacia el suelo (rehusa
juzgar el que todo lo conoce; y tú, que todo lo ignoras,
eres tan ligero en hacer juicio) escribia con el dedo en
la tierra, para mostrarse fácil al perdón. Como el vien-
to y el agua borran las letras que se escriben en la tie-
rra, asi las lágrimas y los suspiros borran los pecados
que en la tierra se escriben, 6 se cometen.
2. Mas perseverando ellos en preguntarle, se puso
derecho y les dijo: El que estuviere de vosotros sin pe-
cado, sea el primero á apedrearla (2). Tentado por tan-
tos ni la absuelve, observando la ley, ni la condena,
como misericordioso, el que no vino á perder lo que ha-
bía hallado, sino á buscar lo que se había perdido (3).
Pone un freno al juicio y á la lengua, inclinada á senten-
ciar á otros, para que tú juzgues también para hacer
esto, si acaso estas sin pecado. Así pues, 6 debes estar
sin culpa para juzgar; 6 no debes juzgar, si no careces
de culpa.
3. Pero oyendo esto, uno se salía tras otro (4). Por-
( ) Joann , 8. (I) Ibla. (8) Luo., 19. (4) Joma., 8
462 SEMANA XX
que, como dice Beda: Empezó á mirar en si cada uno
lo que veía ser más digno de castigo. Si te miras ä ti
bien, te horrorizarás de lo que tienes, disimularás los
delitos ajenos. Y quedó sólo JEStiS con la mujer, que
estaba en medio en pie, confusa y contrita, llena de es-
peranza del perdón. Mas levantándose JESúS para mi-
rarla con ojos de misericordia, la dijo: Mujer ¿ninguno
te ha condenado? Ella dijo: Ninguno, Señor. Dijola
JESÚS: Ni yo te condenaré. Refutó JESÚS como abogado
á sus contrarios; absolvi6la come juez clemente. ¡Qué no
puedes esperar de la clemencia misma, con tal que ob-
serves lo que la dijo: ¡Me, y no quieras pecar más!
MARTES
CRISTO ENSEÑANDO EN EL TEMPLO

1. Yo soy luz del mundo (1). Es luz en los entendi-


mientos de los hombres acerca del bien y del mal, de
lo verdadero y de lo falso, de las virtudes y de los vi-
cios, sin la cual á la luz de medio dia andarás á tien-
tas, sin dar con el camino derecho (2). Puse tinieblas
en mi alma, y se hizo de noche: por ella pasarán las
bestias de la selva (3). ¡Oh si reinara esta luz, que me
descubriera ä mi mismo! El que me sigue no anda en
tinieblas. Luego por lo contrario, el que no os -sigue,
en tinieblas anda. Ya sé de donde nacen mis tinieblas
para las cosas divinas: de que no os he seguido, luz
mía; porque he vivido del modo que Vos condenais con
la palabra y con el ejemplo. De que, habiéndoos como
ä Dios conocido, no os glorifiqué como á Dios.
(1) Aman., 8. (2) D'U., 28. (8) Pudín., 108.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 463
2. Diciéndole: ¿Dónde está tu padre? Respondió JE-
SITS: Ni sabeis quién soy, ni quién es mi padre (1).
¿Pero el mismo san Juan no habla dicho en el capitulo
quinto: Bien sabeis quién yo soy y de dónde soy sabeis?
Si. Pero sablanlo con ciencia especulativa, no práctica
de las cosas que pertenecen ä nuestro proceder; porque
obraban de otro modo de lo que enseñó se habla de obrar,
con la palabra y con el ejemplo. ¿Te puede acaso echar
ä ti en cara: Ni me conoces á mi, ni á mi padre? Si lo
niegas, yo te convenceré. Cristo condenó el camino más
ancho; tú vas por él. El huyó de las honras; tú las si-
gues, etc. ¿Es esto por ventura conocer ä Dios? El que
dice que le conoce, y no guarda sus mandatos, su doc-
trina, ejemplos, es un mentiroso (2).
3. Yo me voy, y me buscaréis, y moriréis en vuestro
pecado (3). No les dijo esto JESÚS determinadamente,
sino debajo de la condición, si no creyereis. Mas porque
eran pocos los que hablan de creer, lo pronunció abso-
lutamente. Tal por cierto era su pecado, que apenas se
convertirian. Y ¿cuál era éste? Vosotros sois de hacia
abajo. Vosotros sois de este mundo, que sólo gustais y
seguls las cosas terrenas. ¡,No te conmueve esta voz
tremenda, para resolverte ä dejar los caminos del nuin-
do, y no ir tras estas cosas inferiores y mundanas, y ele-
varte ä las eternas y divinas?
(1) Joann., 8. (8)1 J'osan., 2. (8) Joma., 8.

464 SEMANA XX

MIÉRCOLES
ENSEÑANDO CRISTO, CREEN MUCHOS

. Diciendo hl estas cosas, muchos creyeron en hl.


Decía, pues, á los (judlos) que hablan en El creido: Si
permaneciereis en lo que he dicho, seréis mis verdaderos
discípulos (1). La señal del verdadero discipulo es po-
seer con perfección la doctrina de su maestro. Para te-
ner ciencia, es menester saber que sabes. ¿Sabes, por
ventura, si sabes lo que enseñó Jesttcristo? ¿Cómo, pues,
te amas tan torpemente? ¿Cómo sibes los errores del
mundo, del todo opuestos ä la doctrina de este maestro?
Aún no sabes, pues, que sabes. Has de llegar á la prác.
tica, para mostrar que eres su verdadero discípulo.
2. Respondieron: Hijos de Abrahán somos, y nunca
fuimos siervos de alguno. Respondiaes JESIÍS: Todos los
que pecan siervos son del pecado (2). Jáctanse de libres,
15 no haber sido esclavos de hombres; de haber servido
al pecado no cuidan. Es esto una servidumbre cuanto
más suave, tanto más dura. Nadie contra su voluntad y
gusto es vencido de su concupiscencia. Pues el que es
vencido, siervo es de aquél que le venci (3). Es suave
esta servidumbre, porque es amada. Es dura, porque
cuanto menos mortificas tu concupiscencia, tanto más
ella te mortifica. Desata, pues, las cadenas de tu cue-
llo (4), y di á tu concupiscencia, con ánimo generoso:
No serviré (5).
3.Si de Abrahán sois hijos, haced obras de Abrahán (6;
(1) Joann., 8. (2) IbM. (8)8! Petr , 2. (4) h., 62. (5) Jer,, 1.
(0) :asno., 8.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 465
Amonéstales ä que muestren con las obras el origen de
donde vienen. Para con Dios la prueba de quien es hijo
suyo son los hechos, no las palabras. No son á la ver-
dad todos de Cristo los que se dicen cristianos. ¿Quieres
probar tú ser hijo de Dios? Haz las obras que hizo el
Hijo de Dios encarnado. Tanto de esto te alejas, cuanto
es el espacio que hay entre el decir y el hacer.

JUEVES
QUIEREN LOS JUDÍOS APEDREAR Ä CRISTO

1. ¿Quién de vosotros me argüirá á mi de pecado (1)?


Dicho propio de una inocencia confiada. Mas no lo es de
la tuya. No te tengas por defendido, si al que algo te
achaque dices: No hay tal cosa: ninguno me puede pro-
bar eso. Hay quien lo probará. Hay quien te careará
contigo mismo. Si os digo la verdad por mi doctrina,
¿por qué no me creeis á mi, que soy sin dolo y sin pe-.
cado? No te engaña JESÚS, y con todo repruebas con las
obras su doctrina. El que es de Dios, oye las palabras
de Dios. Carácter es éste de los hijos de Dios, pero fal-
ta en ti. Por eso vosotros no /a oís, porque no sois de
Dios, Repara como oyes la doctrina de Dios, contraria
ä la del mundo; como sus internas inspiraciones. Y por
aqui conocerás si eres de Dios.
2. Respondieron los judíos: ¿Por ventura no decimos
bien, que eres samaritano y tienes demonio? ¡Qué ca-
lumnia tan atroz! ¿El Hijo de Dios endemoniado? ¡Con
qué palabra tan blanda los rechaza! Yo no tengo demo-
nio. ¡Con qué sentimiento tú lo llevarlas! ¡En qué voces
(I) Joann., 8.
AVAN 30
466 SEMANA XX

llenas de ira prorrumpirías tül Yo honro á mi padre,


lo que no hace el demonio; y vosotros me habeis des-
honrado á mi con tal calumnia, siendo así que yo soy
Dios. Y esto es lo que hace el demonio. Mirad qué es-
píritu es el vuestro. Yo no busco mi gloria, vengándo-
me; que es lo que tiene por gloria el mundo. Y tú, gu-
sano, ¿cuánto miras por tu gloria? Teme aquello: Hay
quien lo examine y juzgue; el cual te confundirá, qui-
tándote tu gloria, y la dará al que se debe toda gloria y
honra.
3. Dijeron los judíos: ¿Aún no tienes cincuenta años,
y 'viste á Abraluin (1)? Esto había—dicho poco antes
Cristo: Yo soy aún antes qüe fuese Abrandn; porque
es Dios ab xterno. Tomaron, pues, piedras para tirar-
le. San Agustín dice (2): Dureza tan grande uá qué ha-
bía de acudir sino á su semejante, esto es á las piedras?
Esto hace un corazón duro, obstinado en su pasión. Las
palabras ásperas contra el prójimo, son piedras que en
él tiras ä Dios. JESÚS, pues, se escondió, y se salid del
templo. Así ahuyentas ä Dios tú, que eres duro con tu
prójimo. Salió por ceder ä su furor. Para que aprendas
ä no aumentar y cebar el fuego de la ira.

VIERNES
ES CURADO EL CIEGO DE NACIMIENTO

1. Vió JESúS un ciego, que lo era desde su nacimien-


to. Y preguntaron los discípulos: Maestro, ¿quién pecó?
¿éste 4 sus padres (3)? Ruperto aquí dice (4): Pre-
(1)Joann., 8. (2) ir. 48 In aran. (8) Joson., 8.
(4) L. 9 In Joann.
DESPUÉS DE p nbrracoses 467
quien haciendo un juicio temerario; y esto es d lo que
tú con un débil juicio te inclinas; mas por la mayor
parte yerras como éstos. Respondió: Ni pecó éste, ni
sus padres; porque los males del cuerpo no se envian
sólo por pecados, sino, para que las obras de Dios se
manifiesten; y por eso lo dispone ast. Pero ¿de dónde
proviene mi ceguedad? ¡Oh! ¡quiera Dios que sea para
que se manifiesten sus obras en mil Pero ¡ay! Vino sobre
mi el fuego de la concupiscencia, y no veo el sol (4-).
2. Escupió en /a tierra, y de la saliva hizo lodo, y
lo puso sobre los ojos (2). El lodo puesto en los ojos
ciega aun al que tiene vista. ¿Cómo la da ä un ciego?
Dios algunas veces obra cosas maravillosas por medios
del todo opuestos. Por la ceguedad ilumina, por la ten-
tación confirma, por la humillación exalta, etc. Entré-
gate, pues, ä su providencia, negando tu juicio. Lo que
parece que daña, lo convertirá en bien.
3. Vi, y lava eso en la fuente de Siloé (3). Podla
responder: Esta virtud no la tienen las aguas, sino que
está en ti: tú no necesitas de ellas. Si la agua es nece-
saria, ¿por qué no la que está más cerca? Se reirá la
gente de verme ast enlodado. Nada de esto replicó, dice
san Juan Crisóstomo (4). Sao de esto tuvo cuidado, de
obedecer en todo. Y advierte el fruto de la obediencia
ciega: Fui, lavóse, y vino con vista. Así nunca queda
sin consuelo la ejecución de la voluntad divina, intimada
por los superiores.
(1) Pula., 67. (I) Joann., 9. (8) Ibld. (4) Hom. 25 In Joann.
468 SEMANA EX

SÁBADO
EL RESTITUIDO A LA VISTA DEFIENDE DELANTE DE
LOS FARISEOS LA VERDAD DEL MILAGRO

I. Los vecinos decían: ¿No es éste el que estaba sen-


tado y pedía limosna (I)? Unos declan que lo era; otros
lo negaban. Pero él decía que era el mismo. Preguntä-
banle: ¿Cómo se te abrieron los ojos? El dice: JESÚS
hizo lodo, ungió mis ojos y me dijo: Vd á la fuente de
Siloé, y lávalos; y fui, y lavé, y veciA„ quién atribuye
el beneficio? No al lodo, no ä su fe, sino ä Aquél de
quien viene todo óptimo don (2). En Éste sólo está el
manantial de los bienes todos. Si los recibes por medio
de los hombres, es que ellos son los instrumentos. Dale
gracias ä Él por ellos.
2. Llévanleá los fariseos (3). Pregúntanle segunda
vez: ¿Cómo has visto? Dicen al ciego: Tú, ¿qué sientes
de El? Llaman ä los padres; pregüntanles: ¿Este es
vuestro hijo, el que decís que nació ciego? etc. ¿A donde
va un tan largo examen? Todo fué consejo de Dios, para
hacer patente el milagro para la conversión de muchos.
Pero el intento de los hombres era sepultar la fama de
Cristo, 6 calumniarle, porque no guardaba el sábado.
¡Qué pesada es para un envidioso la fama de otro! ¡Aca-
so lo es para ti la faba de tu prójimo?
3. Llamaron otra vez al hombre (4). Instan con apa-
riencia de religión, diciéndole: Da á Dios la gloria.
Quieren con su autoridad persuadirle, que contra la yer-
(1) Joann., 9. (2) Jao., 1. (8) Joann., 9. (4) Ibld.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 469

dad diga con ellos: Nosotros sabemos que este hombre es


pecador. Pero repara la libertad del que le defendía: Sa-
bemos, dice que Dios no oye d ios pecadores. Si éste no vi-
niere de Dios, no podria hacer cosa alguna. Aún no co-
nocía que era Dios, y defendia con tanto celo su honra.
¿Qué es lo que haces tú, que por la fe le reconoces por
Dios? No teme su autoridad. ¡Con qué facilidad tú dejas
por respetos humanos lo bueno! ¡pasas por las injurias
que ä Dios se hacen! etc.

DOMINGO XXI DESPUÉS DE PENTEC.


EL CIEGO ILUMINADO ES ECHADO DE LA SINAGOGA,
Y CRISTO LE RECIBE • •

L Y le echaron fuera (1). La causa fu6 haber defen-


dido á Cristo. Así el que está por Cristo y por la virtud
no es admitido, 6 no es del gusto de los díscolos; porque
no es de su genio, ni asiente á sus pláticas y liviandades.
¿Quieres tú estar por la doctrina de Cristo, por tus re-
glas, per la virtud? Pues debes resolverte ä sufrir y lle-
var esta injuria: los díscolos huirán de ti. Pero ¿qué te
sucederá entonces? Dios te recogerá.
2. Habiéndole encontrado JEstis le dijo: ¿Crees en
el Hijo de Dios? Respondiae él: ¿Quién es, Señor, pa-
ra creer en él? Y JESÚS le dijo: Y tú le has visto, y es
el que habla contigo. Y él dice: Creo, Señor. Y pues-
to de rodillas le adoré (2). San Cirilo Mejandrino dice
sobre esto (3): Luego que padeció ignominia por Cris-
to, se le hace Cristo presente, 6 interiormente le ilumi-
(1) .Joan., 9. (2) Ibid. (8) Lib. 8, indoann., esp. 10.
470 SEMANA XXI
na. Sírvale eso de consuelo si eres odiado por la virtud.
3. Y dijo JESÚS: para juicio he venido al mundo:
para que los que no ven (los sencillos, rudos y despre-
ciados) vean, ilustrados por mi gracia. Y para que los
que ven con una hinchada sabiduría, no vean las cosas
celestiales; las que esconde á tales sabios, y las revela
á los pequeñuelos (1). Cristo, pues, discernirá, si has
de ver tú, y qué cosas. ¿Deseas entre tanto ver las co-
sas divinas? Pues debes no ver ni apreciar las cosas
terrenas.

LUNES

JESUCRISTO ES PUERTA

1. Yo soy puerta (2). Un cuerpo mayor que la puer-


ta, no es posible que entre por ella. Desbastarse ha lo
que sobra, para que pueda caber. Una puerta humilde
no pide una cabeza soberbia. La puerta por que has de
entrar á la vida es el verbo abreviado (3). ¿Cómo en-
trarás tú por ella, que presumes de cosas grandes y ad-
mirables sobre ti (4)? Acomódate, pues, ä la puerta hu-
milde, y no te ensoberbezcas en tu alma.
2. Si alguno entrare por mi, se salvará (5). Ninguna
puerta hay más segura para la salvación que la humil-
dad de Jesucristo. Este se humilló á si mismo; por eso
Dios le ensalzd (6). Entrará, meditando los secretos de
la divinidad, que no revela Dios sino ä los pequeñuelos.
Y saldrá, imitando su vida, que toda fué humilde y des-
(1) Mata, 11. (2) Joann., 10. (8) Rom., 9. (4) halm. 180.
(5) Joann ‚10. (8) PbIllp , 2.
DESPUES DE PENTECOSTES 471
preciada. Y hallará pastos, cuando, como dice san Gre-
gorio (1), interiormente engruesa la mente en la devo-
ción y hacia fuera se sacia con piadosas obras.
3. Yo he venido para que tengan vida, y la tengan
con abundancia mayor (2). ¿Para qué se hizo el Hijo de
Dios hombre? ¿Para qué se anonadé á si tanto? Para
que tengas la vida del alma. En la humildad, pues, de
Cristo está apreciada tu vida. Mas no es bastante que gl
haya dado el precio para que vivas. Para que tengas
vida más copiosa, quiere que también tú añadas de lo
tuyo; y, como interpreta san Buenaventura, crezcas más
y más cada dia. Pero no creces si la humildad de Cristo
no pasa á ser tuya. ¿Juzgas acaso que no merece una
profunda humillación la eternidad?

MARTES
CRISTO ES BUEN .PASTOR

1. Yo soy el buen Pastor (3). El que es oveja de


Cristo tiene tres enemigos: El lobo rapaz, que es el de-
monio. El mercenario, que es el mundo. El ladrón, que
es el amor propio solapado. ¡Con cuántas industrias te
acometen éstos! Pero tienes un buen pastor que te de-
fiende, que es Jesucristo. Permite que tengas enemigos;
mas es para que tengas ocasión de vencerlos, y El de
coronarte. El pelea en ti y contigo. Si eres vencido, no
es por valentía del vencedor, sino por vicio tuyo. Pero
el buen Pastor quiere también buena oveja. ¿Eres tú tal,
por ventura, suave, sufrida, mansa, etc.?
(1 ) Lib. 1 Reg., cap. 18. (2) Joann , 10. (8) bid.
472 SEMANA XXI
2. Yo conozco mis ovejas, y doy mi vida por ellas (1).
Dos cosas por las cuales se conoce el buen pastor. ¡Oh,
qué consuelo tan grande en cualquiera dificultad es el
de un alma, si cree verdaderamente y dice: Mi pastor
me conoce bien; conóceme el que todo lo conoce; obra
conmigo como sabe que se ha de obrar, tan sabiamente
y con prudencia tal, como la cosa requiere! Desde hoy,
pues en adelante todo en su providencia me resigno.
2. Pondera bien quién es el que di() la vida por ti; y, si
no eres piedra, retórnale el amor, que en El ves y re-
conoces.
3. Mis ovejas oyen mi voz y me siguen (2). Las se-
ñales de las ovejas de Cristo son ddis: - Oir y seguir.
¿Oyes tú su voz aun cuando te llama ä cosas de dificul-
tad y trabajo? ¿Qué harás, si te dice: Mirad que os en-
vio como ovejas en medio de lobos (3)? Si temes y huyes,
6 te excusas, no eres oveja de Cristo. 2. &SIguesle por
ventura? ¿Qué haces si te lleva ä estériles pastos? ¿Di-
ces acaso: Dios es el que me rige y nada me faltard (4)?
¿Qué si te lleva al matadero? ¿Sufres que te lleven como
oveja ä la muerte? Si as! no lo haces, no eres oveja de
Cristo.

MIÉRCOLES
EN LA FIESTA DE LAS ENCENIAS QUIEREN LOS JUDÍOS
APEDREAR Ä CRISTO

1. Ceraironle los judíos (5) como muchos becerros,


y gruesos toros (6). Y decían no inquiriendo la verdad,
(I) Joann., 10. (2) Ibld. (8) Matth., 10. (4) Psalm., 22.
(6) Joann., 10. (6) Psalm., SI.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 473
sino poniéndole asechanzas, como dice Bada: Hasta
cuándo nos traes suspensos? Si tú eres Cristo, dínoslo
claro. ¡Qué perversidad! Cuando con voces los enseña,
dicen: ¿Qué serial nos das, porque haces esto (I)? Cuan-
do con obras se muestra su poder, dicen: Si tú eres
Cristo, dínoslo claro. As! cuando claman las obras, se
acogen á las palabras; cuando las palabras, recurren ä
las obras. Pero ni dan crédito ä las obras ni ä las pala-
bras. ¿Qué otra cosa hago yo, 'que no sigo la doctrina
de Cristo ni sus ejemplos?
2. Las obras que yo hago, respondió JESÚS, en nom-
bre de mi padre, ésas dan testimonio de mi (2). Nadie
puede probar más eficazmente quien es, que con los
hechos. El testimonio tomado de las obras, dice el Cri-
s6stomo (3), es más creible que el que se toma de las
palabras. Por tanto por los hechos quiere ser conocido
Cristo, que da tales señales, que ningún otro puede
dar (4). ¿Qué hablan de ti tus obras? Mucho me temo
que no te eche Dios en cara: No encuentro tus obras lle-
nas (5): Seamos religiosos, * seamos sacerdotes, seamos
cristianos, con hechos no con palabras, dice san Cirilo.
3. Tomaron, pues, los judíos piedras para apedrear-
le (6), después que le oyeron: Yo y el Padre somos una
misma cosa. Pretestan por causa de su celo el vengar
la blasfemia, que ellos blasfemos imputan al mismo
Dios; mas en realidad todo era odio y envidia lo que les
cegaba. ¡Qué dolosas son las pasiones, que arrastran á
las mismas virtudes á servirlas! Asi la soberbia de-
prava los actos de la humildad, la ira los del celo. Mira
(1 ) Joann., 8. (8) Ibtd., 10. (8) Hom., 87 In Matth.
(4) Joann., 8. (5) Apoo., 8. (6) Joann., 10.
SEMANA XXI
474
que no te engafien. Para eso limpia de pasión todas tus
acciones.
JUEVES
LA MISIÓN DE LOS SETENTA Y DOS DISCÍPULOS

1. Señaló el Señor otros setenta y dos, y los envió de-


lante de si (1). La vista del maestro conserva atento al
discipulo. A sus ojos no dejará de cumplir con lo que
debe. Por eso debes tú andar en la presencia de Dios.
Y eleciales: La mida es mucha, y pocos los operarios.
Para que uno supiese la falta de muchos; y tú apren-
dieses, pudiendo hacer muchas cos --á quererlas y ä
entrar en ellas con alegria por Dios. Rogad, pues, al
dueño de la miés que envíe obreros. No los quiere ocio-
sos; pero ocioso serás en parte, si, pudiendo hacer mu-
chas cosas, rehusas algunas. Quiere que los operarios
sean enviados; no que ellos elijan el lugar, procuren
saquen como por fuerza la ocupación. Aguarda, pues,
tú también ä que te envíe la obediencia; pero no esco-
jas á donde has de ir. Si elijes, estribas en ti mismo; si
eres enviado, en Dios. ¿Cuál quieres de estas dos cosas?
2. Id: mirad que os envio como d corderos entre lo-
bos (2). No como ä corderos ä pastos deliciosos al senti.
do. Teofilacto sobre esto dice: Prediceles persecucio-
nes, para que no se turbasen más si de repente y sin
prevención les venían. ¿Qué ánimos tienes tú para se-
mejantes misiones? Estás cierto de las dificultades;
¿pero también estás cierto de la grande gloria, que á
Dios se sigue? ¿Cuál de esto en ti prepondera? Entre-
., 10.
(1) Luo— (S) D'Id.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 475
tanto, para hacerte ä sufrir cosas grandes, tolera las me-
nores.
3. El que os oye, ci mi me oye; y el que os despre-
cia, á mi me desprecia (1). Los que son enviados de
Cristo, van investidos de su autoridad. Como embajado-
res representan la persona de su rey. Reconoce esta
autoridad en tus superiores, y los obedecerás más
pronto y alegremente. Porque lo que te hace dificil la
obediencia, es que miras como ä hombre puro al que
manda. DI: si vieras y oyeras al mismo Dios que te
mandaba lo mismo, ¿no obedecerías con una facilidad
muy pronta?
VIERNES
VUELVEN LOS SETENTA Y DOS DE LA MISIÓN

1. Volvieron los setenta y dos con gozo, diciendo:


Señor, hasta los demonios se nos sujetan en tu nom-
bre (2). Aunque no se engrien por haber lanzado los
espiritas, porque esto lo atribuyen al nombre y ä la gra-
cia de JESÚS; no obstante algún humo de vanidad les
sobrevino, por juzgarse capaces de tales obras, dice
san Gregorio (3). Aun en los piadosos y santos suele
nacer alguna complacencia del cargo, por la gloria de
Dios bien ejercido. Mas como ä Dios debes lo que hicis-
te, así también le debes el que te haya escogido para
hacerlo; para que por ningún lado te satisfagas de ti,
sino de todos modos procures satisfacer y agradar ä Dios .
sólo. Ni aun si los demonios de tus pasiones se te suje-
tan, es tuyo, sino todo propio de Dios.
(1) Loc., 10, (2) %id. (8) Lib. 8 Mor. 4.
476 SEMANA XXI
2. Veía á Satanás caer del cielo como un rayo (1).
Alegrándose vanamente los discípulos, los corrige con
la memoria de Lucifer caido. No porque sean iguales en
el delito, sino porque los quiere muy lejos de la menor
sombra de vanidad. Aplicate á ti esto mismo cuando se
excita en ti la soberbia, 6 te viene complacencia de los
dones que no podías tener de ti. Dite entonces: Veía á
Satanás, que caía. Añade: &De dónde? Del cielo. ¿Qué
firmeza podrás esperar tú en la tierra? ¿Quién cayó?
El más noble de los ángeles. Y ¿en ti se sufrirá tal en-
greimiento? ¿De qué modo? Como un rayo. Al punto
que tuvo el pensamiento sintió la pena. Ningún pecado
castiga Dios más prontamente que 1a-soberbia.
3. No querais alegraros en eso, que se os rindan los
espíritus. Mas alegraos en esto, que vuestros nombres es-
tán escritos en los cielos (2). Las gracias gratis dadas de
predicar, de enseñar, del ingenio, el don de gentes, etc.
aun á los réprobos se conceden. ¡Qué necedad es el
vanagloriarte de unas cosas que 1e pueden perder pa-
ra siempre! El fundamento del verdadero gozo es y
viéne del cielo, en donde y sólo está el bien sólido y
verdadero. Si tu nombre está en el libro de la vida, salta
de placer entonces; porque esto es gozarse con un bien
que es permanente. ¿Qué gozo buscas tú? ¿Acaso el
eterno? Pues mira lo que amas, porque el gozo sigue al
amor.
(I) Lao., 10. (2) Ibid.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 477

SÁBADO
PREGUNTA DE UN SABIO DE LA LEY Y LA
RESPUESTA DE CRISTO

1. Levantó:e un legisperito, tentándole: Maestro, ¿qué


cosas haciendo poseeré la vida eterna (1)? Aunque pro-
puesta con mal ánimo, es con todo esta pregunta mejor
para la práctica. ¡Ojalá que ésta sea tu solicitud ordina-
ria! Pero nota aquello: Qué cosas haciendo, no especu-
lando. No has de tener mayor cuidado de saber que de
obrar; no suspirando con deseos vacíos, sino obrando;
porque al cielo sólo se va con obras. Por cierto indigno
del cielo es el que no desea y no obra por alcanzarlo.
2. Mas gl dijo: ¿Qué es lo que está escrito en la
ley (e)? Remite ä la ley la solución de la pregunta. Si
tienes el mismo cuidado de la vida eterna, lo que debes
hacer por ella lo encontrarás en la ley de Dios, en los
consejos, en las reglas de tu religión, y obligaciones de
tu estado. Cuánto es el deseo de la vida, tanto ha de ser
el de hallar el camino para ir á ella. Si andas por otro
camino que el que te muestran los preceptos y las re-
glas, ¡,cómo diré que deseas el cielo? Mira, pues, que
guardes con cuidado esas reglas, porque es verdad lo
que el Apóstol dijo: Paz sobre aquellos que guardan la
regla (3).
3. Respondiendo él dijo: Amarás á tu Señor Dios
con todo el corazón, con toda el alma y con todas tus fuer-
zas, y con toda tu mente; y á tu prójimo como á ti mis.
(1) Lao., 10. (8) Ibld. (8) Galat., 8.
478 SEMANA XXII

mo. Y le dijo: Has respondido bien. Haz esto, y vivi-


rás (1). Aprueba Cristo la respuesta. Luego lo que se
ha de hacer es lo que respondió el legisperito. Repara,
pues, los títulos de amar: al Señor Dios tuyo. Advierte
el modo: con todo el corazón, con toda el alma. etc. Haz
esto. ¡Jläceslo por ventura? No hay en tu corazón algu-
na otra cosa que ames? ¿No te agrada la vanidad? ¿No
te agradas tú de ti mismo? etc.

DOMINGO XXII DESPUÉS DE PENTEC.


PARÁBOLA DEL QUE IBA, 4, JERICÓ

4. Un cierto hombre iba desde Jerusalén d Jericó (2).


Repara en este hombre el miserable estado de un pe-
cador. Iba de Jerusalén, 6 del gusto de las cosas divi-
nas, á Jericó, 6 deleite de las cosas que no tienen per-
manencia. Cayó en manos de ladrones, los demonios y
sus concupiscencias. Despójanle de la gracia y dones so-
brenaturales. Hiérenle todo, al entendimiento con ce-
guedad, ä la voluntad con horror del bien. Déjanle me-
dio vivo, con sola una informe fe. Pondera estas llagas,
tuyas acaso algún dia. Y si tienes advertencia, no bajes
desde Jerusalén, 6 del trato de las cosas divinas, á Je-
ricó, 6 al afecto de las terrenas; pues aquí es donde
está el origen de los males todos.
2. Sucedió, pues, que un sacerdote fuese por el mismo
camino, y de la misma suerte un levita (3). Venle me-
dio muerto, y pasan adelante. Pasa un samaritano.
Concibe en éste ä Cristo, compadecido de ti. Vióte, y
(1) Lao., 10. (S) Ibid. (8) Ibld.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 479
se movió á misericordia aun cuando eras su enemigo.
Acercándose con su gracia, ató las heridas del entendi-
miento con las ilustraciones, las de la voluntad con el
deseo del bien. Echóte el aceite del perdón, y el vino
acre de la compunción y del temor. Y púsote en el ju-
men», la gracia que te lleva; y llevóte al establo de sus
ovejas; y tuvo cuidado de ti con su providencia divina.
Reconoce tu miseria y la misericordia de Dios, ä quien
debes la santidad que tienes.
3. Al otro dia sacó dos denarios (I). Los del amor,
y del poder; diólos al mesonero, tu superior. Te enco-
mendé ä él: Ten de él cuidado; para que te conserves
con salud entera y constante. ¿Qué dirías si aquel en-
fermo no quisiera admitir la asistencia de su huésped?
¿No le juzgarlas por digno de reprensión? Mas tú te por-
tas así cuando rehusas estar sujeto ä este ó ä aquel su-
perior, * cuando aborreces y huyes de éste y del otro
que te amonesta. El ejercita el cuidado que se le encar-
gó; tú no le admites.
LUNES
HOSPEDA MARTA A JESUCRISTO
1. Entró JESÚS en una villa, y una mujer llamada
Marta, le recibió en su casa (2). Sabia que JESÚS era
aborrecido de los judíos y buscado para la muerte. Con
todo eso no teme recibirle, y mostrar el afecto que le
tenia. Tal debe ser el afecto ä Jesucristo, que no se ha
de perder por peligro alguno. Mas ¡por qué temores tan
leves le dejas tú! Temes á donde no había, 6 no debla
(I) Liza., 10. (2) Ibld.
480 SEMANA XXII
haber que temer (I). Temes perder la gracia de los
hombres. Y ¿por qué no la de Dios, que puede echar en
el infierno el cuerpo y el alma (2)?
2. Y ésta tenia una hermana que se llamaba Maria,
la cual sentada á los pies del Señor oía sus palabras (3).
Quien, como dice san Agustín (4), cuanto, con más hu-
mildad se sentaba, tanto más comprendía. ¿Quieres per-
cibir la doctrina del Seilor? Siéntate en la quietud espiri-
tual á los pies del Señor, por la humildad. Por el agua
corre á lo humilde de los valles, dice el mismo. Oía:
para significar la propia obediencia. Estando sentada
oía, dice san Bernardo (5), preparada á la obediencia
del Maestro para cualquiera cosa. Así, pues, has de va-
car ä las cosas divinas por la contemplación, al modo
que no estés menos pronto para las obras de la vida
activa.
3. Pero Marta andaba solícita en el ministerio ordi-
nario (6). Andar uno solicito es hacer lo bastante. Que
es lo que dice la voz latina Satagere, que es: Satis
agere. Bastante hace el que hace aquello que debe ha-
cer. Un cuerpo somos, y muchos miembros (7): cada
uno debe hacer sólo su oficio. El superior es los ojos.
No hace lo bastante si se pone ä hacer lo que debe ha-
cer la mano, si quiere hacer los oficios de todos, como si
nada se hiciera bien si por su mano no se hace. La len-
gua son los doctores y predicadores. Y éstos no hacen
lo bastante, si hacen lo que es propio de la cabeza, le-
vantándose con la superioridad. * Ast en toda familia y
república, el hijo, el siervo, el hombre, la mujer, el
(1) Psalm., 18. (8) Metth., 10. (8) Lee , 10. (4) Serm.,
de Verb, D. (5) Semi., de Aseumpt. (8) Lee., 10. (7) Con, 12.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 481
que tiene oficio y el particular; cualquier miembro que
seas en cualquier estado, haz lo que te toca, y haces lo
bastante.
MARTES
QUÉJASE MARTA DE SU HERMANA, Y EL SEÑOR
LA CORRIGE

1. La cual (Marta) se puso en su presencia y dice:


Señor ¿d ti nada se te da, porque mi hermana me
deja á mi sola en disponer y preparar las cosas (1)?
Quéjase de la hermana, porque no sirve; y del Señor,
porque no lo manda. Es ejemplar propio de aquellos
que dados ä la vida activa, se comparan con los que
trabajan menos con los prójimos, 6 porque no pueden,
6 porque no les es licito. De aqui vienen las murmura-
ciones: ¿Por qué éste no hace aquello? 6 ¡,por qué lo he
de hacer yo? Para evitar esto, haz esta consideración.
El Señor tiene cuidado de mi en cualquier cosa en que
me ocupe; pero el otro también está ä su cuidado, aun-
que no se ocupe en esto. Diräste ä ti: ¿Sólo tú debes
hacer esto? Respóndete: pallé mucho? También el Se-
ñor pisé el lagar solo. Y ¿en qué eres tú mejor?
2. Y respondiéndola, dijo: Marta, Marta, solicita
andas, y turbada en muchas cosas (2) . Sirve al Señor
Marta, pero con afán y turbación, con la cual aun al
mismo Señor culpa. Esto ä la verdad nunca le puede
agradar. El ánimo turbado no da lugar ä considerar las
cosas. De donde sucede, que con pretexto de obedien-
cia dice algunas que no pertenecen al tiempo, al lugar,
(1) Ltle, 10. (2)161d.
AVANCINI 31
482 SEMANA XXII
ä la persona, 6 con el modo que no se debe. Obra,
pues, de tal suerte lo que obras, que jamás te turbes.
La premeditación de lo que has de decir y hacer te qui-
tará toda turbación.
3. A la verdad una sola cosa es necesaria (1). Un
solo género de comida para sustentar el cuerpo, entien-
den san Jerónimo y san Gregorio. Como si dijera el
Señor: Excusada cosa es disponer y aparejar muchos
platos. Un solo género de comida para el alma, que es
la contemplación de Dios, entiende Casiano (2). ¿Cuál
es tu mayor cuidado, de apacentar el cuerpo, ó el alma?
Pero es cierto que el del alma debe ser mayor; porque
ast aprueba el Señor la mejor parté (fue escogió Malla.
Advierte, pues, con cuánta solicitud te has de dar á las
cosas espirituales, como la parte mejor.

MIÉRCOLES
CONVIDADO CRISTO DEL FARISEO, REPRENDE
LA HIPOCRESf A

1. Rogóle un fariseo, que fuese á comer á su casa,


y entrando se reclinó. El fariseo, pues, empezó á pensar
entre si, porque no se lava antes de comer (3). Y en fin,
¿qué delito es que Cristo al ponerse ä la mesa no se la-
ve? ¿Por qué no le excusa el crédito que tenla para con
todos? La soberbia y la propia estimación le hicieron
que hiciese un juicio muy siniestro de Cristo. El que es
bueno y humilde interpreta bien todos los hechos de
otro. Di, ¿qué haces tú en esto? ¿No juzgas acaso con
(1) Luo., 10. (8) Coll. 1, o. 8. (8) Luc., 11.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 483
facilidad? ¿Por ventura de un mosquito no haces un
elefante? ¿Acaso de las acciones exteriores, no malas,
no arguyes un mal interior? Pero ¿quién te reveló ä ti
lo que sólo á Dios es patente?
2. Y dicele el Señor: Vosotros los fariseos limpiais
lo que es exterior, los vasos y los platos; pero vuestro
interior está lleno de rapiña y de maldad (1). No con-
dena la limpieza exterior cuando es moderada; pero
quiere que se tenga más cuidado de la interior. ¿Cuál es
tu. principal cuidado? ¿De la conciencia 6 de tu habita-
ción? ¡De el alma, á de el vestido? Miras muy bien ä
que no se manche el zapato con el lodo; pero del alma
¡qué descuidado eres!
3. Necios, ¿por ventura el que hizo lo exterior, lo
que es interior no lo hizo también (2)? Previene la ob-
jeción que se le podia hacer: que la limpieza exterior la
manda Dios en la ley. Pero no tiene Dios menos cuidado
de la interior. No desecha los actos exterioresde las vir-
tudes, la humillación, el silencio en las injurias, etc. Pero
quiere que salgan de lo interior; pues de otra suerte son
obras muertas, y sin alma. No seas sólo pintor que des
una pura apariencia ä tus acciones: has de añadir de
mas: De corazón puro, de conciencia buena, y fe no fin-
gida (3).
(1) Lna, 11. (2) 'bid. (8) I Tim., I.
484 SEMANA XXII

JUEVES
REHUSA CRISTO SER JUEZ ENTRE DOS HERMANOS
QUE DISCORDABAN ENTRE Si

1. Dieele uno de la turba: Maestro, dile á mi her-


mano que divida conmigo la herencia (1). Bien prueba
el afecto ä las cosas terrenas el que por ellas rompe la
ley de la caridad, y tiene disensiones con su hermano.
Habla de tratar con Jesucristo de la herencia eterna,
que vino ä aparejarnos, y trata de la terrena. Lo que uno
ama y quiere, aun cuando trata con Jesucristo eso es lo
que trata. ¿De dónde provienen tus-distracciones en la
oración, sino de que ä donde está tu afecto auf se va tu
pensamiento? Quita los afectos malos, y quitarás las va-
gueaciones.
2. Hombre, ¿quién me hizo á mi juez y partidor en-
tre vosotros (2)? San Jerónimo dice (3). No se digna
Cristo de ser juez y árbitro de las haciendas. Mas ¿por
qué? ¿No era por ventura bueno dar ä cada uno lo que
era suyo, y reconciliar ä los hermanos? Es que atiende
ä su fin. Por eso dice el mismo santo: Echa de si el
cuidado de las cosas terrenas, el que habia venido por las
celestiales. Aprende ä no enredarte en cuidados ajenos
de tu vocación * y de tu estado. El que ä Dios se dedi-
có, debe darle muestras de que es suyo; pues para eso
se le entregó. Ninguno que milita para Dios, se mezcla
en negocios seculares (4). No te lisonjees con el título
de prudencia 6 caridad; porque no es caridad ni pru-
dencia el hacer lo que no es propio de tu vocación.
(1) Lao., 12. (9) Ib1d. (8) In o. 18 Lao. (4) II T1m., 8.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 485
3. Reparad, y guardaos de toda avaricia; porque no
está la vida de uno en la abundancia (1). ¡Oh cuánto
yerra el mundo! Tienen por feliz y dichoso al que tiene
otras cosas. Pero niega Cristo que en la abundancia de
ellas esté la vida y la felicidad. Vida más feliz es cuando
el ánimo está libre de desordenados afectos. ¿Dejaste de
una vez todas las cosas para estar libre? Mira no sea que
habiendo dejado cosas grandes, se pegue el corazón á
nifierlas. No saques de aqui por esto ser aquel afecto
malo, que desea grandes cosas y las ama, sino salo
aquel que te puede apartar de Dios. ¿Qué importará, si
te aparta, fine sea por cosas grandes 6 pequeñas? Antes
bien mayor necedad es que sea por una nonada.

• VIERNES
DEL RICO AVARIENTO

1. La heredad de un hombre rico le diá una grande


cosecha (2). Repara en este hombre las miserias que
traen las riquezas. Pensaba dentro de si, porque no te-
nla amigo en quien pudiese confiar, diciendo: ¿Qué
haré? Advierte que ánimo tan congojoso. Porque ne
tengo. Voz es ésta de pobre; porque el avaro nunca tiene
lo bastante. En donde recoger mis frutos. Mira el afán
de recoger y guardar lo que aún puede perderse por las
inclemencias del cielo. Haré esto, desharé mis graneros
y hacerlos he mayores. Repara el afanoso trabajo de ha-
cer y deshacer. Pero lo que es peor, ni un buen pensa-
miento tue, 6 de dar gracias ä Dios, 6 de usar de sus
ti) Lua, 52. Loo., 11.
486 SEMANA XXII
bienes para su gloria. ¡Qué dichoso eres tú á quien libró
Dios de estos males! ¡Qué gracias no debes darle! Com-
padécete de aquellos que ves atormentados de semejante
avaricia.
2. Diré á mi alma (1). Nota aquí los errorés de este
avaro. Habla consigo como con otro distinto, como que
no bastaba á su concupiscencia ser uno solo. Alma mía,
tienes muchos bienes. Llama bienes del alma á los que
son su perdición. Recogidos para muchos arios, cuando
se los podían quitar en un momento, 6 á ellos su posee-
dor. Descansa. Pone su sosiego en aquellas cosas que
no son sino aflicción y trabajo. Come, bebe, banquetea.
Como un bruto pone ä su alma las viandas que son sólo
del cuerpo. ¡Mira en que amores envuelve al hombre el
amor de las cosas terrenas! Es de modo que con razón
es nombrado necio en el juicio de Dios. Necio, esta no-
che, etc. Concluye de aquí, que eres tanto más necio,
cuanto empleas más tu afecto en las cosas de la tierra;
tanto más sabio, cuanto más de ellas lo apartas.
3. Dijole pues Dios: Necio, esta noche te arrancarán
el alma (2). Mira el momento que lo cierra todo. En
esta noche. ¿Dónde están los muchos años que contabas?
Lo que has adquirido ¿de quién será? No lo llevarás
contigo. Lo que juntaste lo dejarás ä otro. Desnudo,
pues, quedarás tú, que nada granjeaste de lo que apro-
vecha ä el alma. Tal es el que atesora, y no es rico para
con Dios. Vuelve pues tu ánimo á otro lado, para que
puedas ser para con Dios rico de merecimientos y bue-
nas obras. Mira no comparezcas delante de g l, pobre y
miserable (3).
(1) Lao., 11. (2) Ibld. (8) Apoo., 8.
DESPUES DE PENTECOSTS2 487

SÁBADO
COMO SE HA DE AGUARDAR AL SEÑOR EN LA
ÚLTIMA HORA

1. Estén ceñidos vuestros lomos (1), ya por la con-


tinencia de la castidad, ya por la mortificación de los
apetitos, para que no se vayan ä las cosas terrenas; por-
que al modo de una vestidura larga estorban ä los pies
del alma, para que no anden con ligereza el camino del
cielo. Y antorchas encendidas de buena doctrina y san-
tas ilustraciones, no sólo en el entendimiento, para co-
nocer, sino también en vuestras manos, para que lo
pongais por obra. Y vosotros habeis de ser semejantes ci
los hombres que esperan d su señor, como que ya está
llamando á la puerta. Porque el Señor cerca estd. Re-
para que es lo que de esto te falta. ¡Oh qué de ordina-
rio ensucias el alma con el lodo de las cosas terrenas,
cuando está pendiente sólo de sus desordenados afectos!
Tienes la antorcha del entendimiento; mas que n9 luce
con el fuego de la caridad. Tienes las luces de las ver-
dades prácticas; pero no en las manos, que no las mues-
tras en las obras. No esperas á tu Señor; pues te dejas
llevar del sueño. ¿Qué harás, miserable, si el Señor en
este punto aparece?
2. Para que cuando venga y llamare, le abran con
prontitud (2). Señas son de un siervo vigilante, si, para
poder oir á su señor cuando viene, está con quietud,
evitando todo bullicio; si tiene la oreja puesta en la
(1) Luo., 12. (2) Ibd.
488 SEMANA XXIII
puerta y al punto abre á su dueño; si todo lo tiene dis-
puesto de modo que no sea menester encender luego la
luz, y aparejar lo necesario. ¿Está as! por ventura dis-
puesta tu alma, ordenada la conciencia, adornada la
casa interior de méritos y virtudes? Si ä la verdad está
as!, eres dichoso. Felices por cierto son aquellos sier-
vos, á quienes, cuando viniere el Señor, hallare en ve-
la. Pero si has vivido descuidado de lo venidero, opri-
mido del sueño de la inacción, vela siquiera ahora. Todo
momento tiene su peligro, y la eternidad pende de un
momento.
3. Sabed, pues, que si supiera el padre de familia á
que hora habia de venir el ladrón, veläria por cierto, y
no permitiría que fuese escalada su casa (I). El ladrón
espera la hora en que no ha de ser recelado. Si en toda
hora no velas, en ninguna velas bastantemente; porque
él observa aquella en que tú no estás velando. Pero el
dia del Señor vendrá como el ladrón (2), y Santiago (3)
dice: Mira que el juez asiste delante de la puerta. Lue-
go: Vosotros estad aparejados; porque en la hora en que
no pensaréis vendrá el Hijo del hombre. No te admires
de que tome Dios el nombre de ladrón: esto lo hace por
ti, para hacerte cauto: Diste á los que te temen una se-
ñal, para que huyan de la vista del arco (4).

DOMINGO XXIII DESPUÉS DE PENT.


PARÁBOLA DE LA HIGUERA INFRUCTUOSA

1. Tenia un hombre plantada una higuera en su viña,


y vino buscando fruto en ella, y no lo encontré (5). Tú eres
(1) Lao., lt (2) II Petr., 8. (8) Jae., 5. (4) Peal:u., 59.
(5) Lee., 18.
nEsputs DE PENTECOSTÉS 489
este árbol plantado en la viña del estado religioso, 45 de
la Iglesia. Busca el Señor en ti el fruto correspondiente
ä tu estado. Porque asl como cualquier árbol lleva el
fruto según su género, así Dios no busca en ti diverso
fruto, sino el que es conforme á tu vocación. ¿Qué fru-
tos, pues, has dado hasta aqui? ¡qué pocos! Más hubo
en ti de hojas 6 de apariencias, que de obras. El vestido
más te mostró religioso, que la vida. *El bautismo, 6 el
nombre de cristiano, más te mostró fiel, que las obras.
Nada encontró el Señor en ti. ¡O miserable! ¿enviarás
por ventura en adelante asi hambriento á Jesucristo?
2. Dijo, pues, al que cultivaba la viña: Sabe que ha-
ce tres años que vengo buscando fruto en esta higuera y
no lo encuentro. Córtala pues. ¿Para qué ha de ocupar
la tierra (1)? ¿Cuánto tiempo ha que espera el Señor
ä que lleves fruto? Tanto cuanto te di6 de vida 15 bien de
religión. ¿Cuántas veces ha venido buscando y amones-
tándole por medio de los superiores, de las inspiraciones
y gracias, que lleves fruto? Y hasta ahora eres el mismo
que fuiste, sin haberte mejorado en algo. ¡Cuánta fuó la
paciencia de Dios para contigo! ¡Cuánta tu esterilidad!
¿Por Ventura no te pudo decir: Para qué ocupas tierra
tan santa, en que otro darla copiosos frutos? Como que
va á decir: muerte, córtala. Superior, arráncala de esta
villa, que no es digna de ocupar su tierra.
3. Mas él respondiendo dice: Señor déjala aún por
este año, hasta que cave cerca de ella y la estercole,
por si acaso lleva fruto; si no para en adelante la cor-
tards (2). Hace este labrador las partes de un superior
bueno. Ama la higuera 6 el súbdito por quien ruega;
(I) Lao., 18. (2) Ibld.
490 SEMANA XXIII
quiere esperarle con más paciencia; quiere cavarle 'con
reprensiones y avisos; quiere echarle estiércol mortifi-
cándole, humillándole, trayéndole al conocimiento de su
torpe obrar, esperando que de fruto. Pero tal labrador
¿qué aprovechará, si tú no admites su cultivo?

LUNES
SANA A UNA MUJER QUE ESTABA ENCORVADA DIEZ
Y OCHO AÑOS HABLA

1. Repara á una mujer que tenía un espíritu de en-


fermedad por espacio de diez y ocho---ailos, y estaba toda
encorvada, y de ningún modo podía mirar al cielo (1).
Considera en esta mujer las almas ä la tierra inclinadas,
que hicieron determinación de sólo fijar sus ojos en la
tierra (2), cuyos afectos son todos terrenos. Con lo que
sucede, que los ojos de sus pensamientos miren ä lo te-
rreno sólo y no se levanten ä mirar las cosas divinas.
¡Qué cosa más infeliz que un hombre tal! Mas ¡por cuán-
tos años has padecido esta enfermedad! ¡Qué poco has
puesto en Dios tu pensamiento! ¡Qué sumergido has es-
tado en el cieno del profundo reprimiéndote las pasiones,
que con su ímpetu te arrebataban! ¡Oh si ahora siquiera
te enderezaras!
2. La cual como viese JESÜS, llamóla tí sí y la dice:
Mujer, libre estás de tu enfermedad (3). Ésta es la be-
nignidad de JESÜS, que nos llama con su gracia, y pre-
viene nuestros deseos. No sanamos de las enfermedades
de las pasiones, sin que llamados, nos lleguemos por la
(1) Luo., 18. (2) Podre., 18. (8) Lao., 18.
DB8PUES DE PENTECOSTÜS 491
imitación de Cristo. Y la puso la mano, y al punto se
puso derecha. El ser tocada una vez sola de JESÚS bastó
para que se enderezase. Pero ¡cuántas veces te tocó á ti
la mano del Señor por interiores y exteriores aflicciones,
y aún no te levantas hacia las cosas divinas! ¡Cuántas
veces te tocó con todo su cuerpo y sangre en la Euca-
ristía, y aún hueles ä lo terreno!
3. Mas respondiendo al arquisinagogo, se indignaba
pretextando la violación del sábabo (1). Pero el Señor
mostró que se podía curar, sin que se quebrantase el
sábado; pues en tal dia un jumento se desata y lleva ä
el agua. Pretextó la reverencia del sábado, y en reali-
dad todo era envidia del lustre y gloria de Cristo. Imi-
tas á este arquisinagogo, si encubres los vicios con más-
cara de virtud; si los defiendes con razones; si ostentas
virtud en lo exterior, y en lo interior miras sólo ä tus
comodidades.

MARTES
INTENTAN LOS FARISEOS PERSUADIR Ä CRISTO
QUE HUYA

1. Llegaron unos fariseos diciendo: Sal, y vete de


aqui, porque Herodes quiere matarte (2). Invención po-
litica de los fariseos. Fingen tener amistad con Cristo, ä
quien querían ver destruido. Érales pesada la gloria de
Cristo, y el aplauso que tenla con el pueblo. Por eso le
quieren persuadir con otro pretexto la fuga. El que obra
bien ha de aguantar envidias. Por esto te mandarán tal
vez ausentarte de donde bien has trabajado; dejar el ofl-
(1) Luo., 18. (2) Ib1d.
492 SEMANA XXIII
cio en que promoviste la gloria de Dios; y aun se tomará
por pretexto el odio de los poderosos. ¡Cómo estás dis-
puesto para llevar estas cosas?
2. Y les dice: Id, y decidle á esa vulpeja: Sabe que
lanzo los demonios, y obro con perfección sanidades (1).
Como si dijera: Hago lo que es de mi cargo. De donde
sacaréis que no temo ä Herodes. Escudo inpenetrable es
contra las persecuciones todas cumplir bien con tu oficio,
y con lo que es propio de tu vocación. ¡Qué harás entre
los odios y calumnias? Lanzarás los demonios de tus pa-
siones, y entonces ningún mal te dominará. ¡Qué harás
oprimido de la envidia? Obra con perfección sanidades,
esto es: no dejes de tener un conc bit recto y sano, pa-
ra no hacer y hablar cosa indigna.
:3. No obstante eso, conviene que hoy y mañana, y
aun ese otro dia ande yo por aqui (2). Repara la cons-
tancia de Cristo al tiempo que prochran ponerle miedo.
Dice que perseverará en su determinación, aunque so-
brevenga cualquier peligro. ¡Qué haces 16 cuando vie-
nen sobre ti molestias? ¡No pides mudar de lugar 6 de
ocupación para librarte de ellas? ¡Es eso acaso andar
por el camino de la virtud, que con la tentación se
perfecciona? Y ¡de qué es acto esa acción? Si sólidamente
lo reparas, es del amor propio; es de un ánimo amante
de sus comodidades.
(1) Luo., 18. (2) lbid.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 493 .

MIÉRCOLES
SANA EL SEÑOR Á UN HIDRÓPICO

1. Y sucedió, que entrando el Señor un sábado en la


casa de uno de los principales de los fariseos á comer
pan, ellos le estaban observando (1). ¿Cómo se hace con-
vidado de aquellos cuya malicia tenla bien conocida? Pa-
ra aprovecharles instruyéndolos. Asl miraba más por el
bien ajeno, que por el propio. ¿Qué haces tú de ordina-
rio con los que te son poco afectos? ¿No les . huyes el
cuerpo? ¿No evitas su trato? Considéralo. Observábanle,
y censuraban sus hechos. Está dispuesto tú ä que todos
en todas cosas te observen; de otro modo no observarás
todo lo que se debe observar; porque no observarás /a
caridad que es paciente, es benigna y todo lo sufre.
2. Estaba delante de El un hombre hidrópico (2).
Considérate con san AgustIn (3) en este hidrópico ä ti
mismo: Tienes por hidropesía la concupiscencia. Ésta
será contigo más cruel, cuanto con ella fueres más in-
dulgente; pues cuanto más ä ella te rindes, se levanta
contra ti con más fuerza. ;Ojalá que nunca lo experi-
mentaras ast! Mira con cuánto estudio debe ser enfre-
nada; porque: Si no te dominare, entonces serás inma-
culado, y te limpiarás del mayor delito (1).
3. JESÚS dijo á los sabios de la ley y á los fariseos:
¿Si es lícito curar en sábado (5)? Prudente pregunta
para antes de obrar: Si es licito. Mas gl tomándole, le
(1) Lue., 14. (2) Ibld. (8) 2 Qutest. Ev. (4) Psalm. 118.
(5) Lno., 14.

494 SEMANA XXIII

sonó y le envió. Tomarle es hacerle suyo. Sedulio (1) di-


ce: Dase priesa á curar á el hombre, que más deseaba
fuese suyo. Ninguno es sano en el alma, si Cristo no le
hace suyo. Suyo te quiere hacer Cristo. ¿Por qué lo re-
pugnas? ¿Por qué quieres más ser tuyo?

JUEVES
ENSEÑA CRISTO A LOS FARISEOS A. NO SER
AMBICIOSOS

L Cuandó fueres convidado d bodas, no tomes el pri-


mer lugar (2). Con esta sentencia se condena el deseo de
tener el lugar primero, 6 el de la honra, con el argu-
mento de que ä él se sigue la confusión, por anteponerle
otro justamente. Dase en el juicio de Dios la antelación
ä aquel ä quien tú vanamente te antepones. Y con razón,
pues pospones ä ti al mismo Cristo. Dirás: de ningún
modo. Mas cree que ciertamente as1 lo haces, si ä todos
no te pospones. Cristo se pospuso ä todos: El último de
los hombres (3). El desprecio de la plebe se hizo (4).
Luego si te antepones ä uno solo, te antepones ä Cris-
to, que ä aquel mismo se pospone. Con razón, pues, te
lleva la delantera en el juicio de Dios, aquél ä quien te
antepones tú; pues al más despreciado de los hombres
ensalzó sobre todos ellos con rectísimo juicio.
2. Cuando fueres convidado, siéntate en el último
lugar (5). Esta sentencia pertenece ä la humildad. El
lugar que para si eligió Cristo, es el que ä ti te persua-
de. Porque escogió ser abyecto, y se anonadó á sí mis -
(1) Lib. 4 Paschal., cap. 18. (2) Lao., 14. (8) Do., 58.
(4) Naba. Ei. (5) Lue., 14.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 495
mo. ¿No querrias estar lo más junto que pudiera ser ä
Cristo? Luego debes humillarte debajo de todos; porque
debajo de todos se abatió Él.
3. Porque todo aquél que se exalta será humillado:
y el que se humilla, será exaltado (I). Uno es el orden
del mundo, otro el de Dios. Cuando uno está más atrás
en el orden del mundo, tanto en el de Dios está más
adelante, y al contrario. Cristo en el orden del mundo
es el último, en el de Dios es el primero. Cuanto, pues,
en el orden de los hombres hacia Cristo te bajaste, tanto
en el de Dios serás con Él exaltado. ¿Por qué, pues, eres
tan ciego, que no quieras ser así de los últimos? ¿Qué
cosa más amable que el estar cercano á Cristo? Respén-
dete ä ti, y avergüénzate.

VIERNES
PARÁBOLA DE LA OVEJA PERDIDA

I. Llegábansele los publicanos y pecadores, para oir-


le. Y murmuraban los fariseos, diciendo: Que recibe los
pecadores, y come con ellos (2). ¡Qué opuesto es al
fausto de los fariseos el espiritu de Cristo! Ellos despre-
cian con soberbia, y echan de si tilos pecadores; Jesu-
cristo los alienta ä que vengan á Él, y con suavidad los
recibe. ¿Cuál de estos dos espiritas te domina? Murmu-
ran porque recibe los pecadores. ¡Qué miserables seria-
mos si no hiciera esto! Si á ti no te recibiera, len qué
abismo estadas sumergido!
2. Y les dirige esta parábola (3), con que explica su
(1) 1,48., 14. (2) 1814., 15. (8) 1bid.
496 SEMANA XXIII
fin y su instituto, y da la causa porqué recibe á los pe-
cadores. Un cierto hombre (es el mismo Cristo) de cien
ovejas, 6 de todas las criaturas racionales, ast en el cie-
lo como en la tierra, perdió una, es á saber, al hombre,
y á ti por el pecado. Dejó las noventa y nueve, es á sa-
ber, los ángeles; y fué á aquella que había perdido:
quiero decir fi ti. Buscate. ¡Con qué angustias! ¡con qué
dolores! ¡por qué tormentos! ¡qué trabajosos caminos an-
duvo desde el pesebre basta la cruz! Hallate, tomate so-
bre sus hombros, y te llevó al redil en que ahora vives.
Repara cuan torpemente te has descarriado; como si-
guiendo una hierbecilla de deleite, diste en horrendos
precipicios. Conoce la benignidat-de- tu JESÚS, el amor
con que te busca, y hallándote, te puso, en este redil.
No suceda ya que en adelante te vayas perdido de él.
3. Y volviendo d casa, convoca los amigos y vecinos,
diciendo: Dadme los plácemes, porque hallé la oveja
que había perdido (I). ¡O bondad de mi JEsús! Yo de-
bla convocar á todas las criaturas para que me diesen
los parabienes di haber sido hallado, y recibido la vida.
Pero Él se da fi si los plácemes, como si hubiera logra-
do algún bien, por haberme hallado á mi. ¡Ah! Si tanto
gozo recibe Dios por hallarte, no quieras ya más huirte-
le; antes bien te le debes entregar de nuevo.
(1) Lao., IS.

DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 497

SÁBADO
PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO

1. Un cierto hombre (que es Dios) tuvo dos hijos


(justos y pecadores). Y dijo el más joven de ellos (el
pecador): Padre, dadme la parte de la herencia que me
toca (1): los talentos de naturaleza y gracia, que da
Dios ä buenos y ä malos. Y les dividió la hacienda. Dala
ül por cierto ä cada uno con un fin sumamente bueno,
para que usemos de ella para la vida eterna: 6 seas
justo, 6 pecador, ¡cuánto has recibido de tu padre! ¡Qué
dones de naturaleza! ¡Qué colmo de gracias! Si ä otro
hubiera repartido esto, ¡qué ganancia no hubiera dado!
Y tú ¿qué haces? ¡,Qué le das?
2. Y después de no muchos días (2); porque el pe-
cador no por muchos dias. se abstiene de pecar, el hijo
menor se partió á lejanas tierras, lejos de la patria ce-
lestial, lejos de Dios su padre; á una región distante,
para vivir asl más licenciosamente cuanto más apartado
estaba de su padre, y no le enfrenase la reverencia de
su vista. Y allí malbarató el caudal que llevaba: la gra-
cia, los dones sobrenaturales; depravé también el enten-
dimiento y voluntad. Viviendo lascivamente: según el
impetu de sus concupiscencias. ¡Ojalá no seas tu éste,
que en esta parábola está delineado! recorre los años
de tu adolescencia, y di: No te acuerdes, Señor, de los
delitos de mi juventud, ni mires á mis ignorancias (3).
(1) Liad., 16. (2) Ib1d. (8) Naba., 24.
AVANCINI 32
498 SEMANA XXIV
3. Y después de haberlo consumido todo, sobrevino
una gran hambre en aquella región; y él empezó á sen-
tir necesidad (1). Siempre . padece miseria el que nada
tiene de Dios, el que vive según sus concupiscencias;
porque la concupiscencia es un fuego que nunca dice:
basta (2). Y fué, y se llegó á uno de los ciudadanos: 6
los demonios, 6 las malas compañias. Y le remitió á su
granja para que apacentase los cerdos, esto es, siguie-
se sus apetitos, 6 los deleites sensuales. Y deseaba lle-
nar su vientre/de las bellotas de los pecados, que los
puercos infernales comían; y nadie le daba las que an-
siaba; pues cuanto más pecaba, tanto como un ham-
briento quena pecar más. ¡O ccitidición miséraWe del
pecador! ¡A qué no llega el que se aparta de Dios, y
al punto no se vuelve ä El! ¡O noble criatura adornada
de tantos dones! ¡A dónde te dejas caer voluntaria-
mente!
DO MINGO XXIV DESPUÉS DE PENTEC.
VUELVE EN Sí EL HIJO PRÓDIGO.Y HACE
PENITENCIA

1. Volviendo, pues, en si dijo: ¡Cuántos jornaleros


tienen abundancia de pan en casa de mi padre, y yo
aquí perezco de hambre (3)! En esto se describe el re-
trato de un penitente. Y lo primero que en él hay, es
el conocimiento del miserable estado que tiene. Si el
tuyo no es infeliz de este modo, es ä lo menos tal, que
puede ser más dichoso; y ä éste debes aspirar. No es-
tás en una región extraña, que vives entre los hijos de
(1) Tm., 15. (2) Prov., 80. (8) Loc., 15i
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 499
Dios. Pero padeces falta de muchas virtudes: y, lo que
es peor, no sientes hambre de ellas. En el camino de la
perfección lo más necesario es tener hambre de la
virtud.
2. Levantaréme, é iré d mi padre (1). Éste es el
propósito de no permanecer en el error de los im-
píos (2), con la esperanza que concibió del perdón, con-
siderando el paternal afecto. Has considerado la región
de imperfecciones en que vives; * ó repara, si acaso
es de perdición y de muerte: dite, pues, á ti mismo:
Levantaréme; mi padre celestial no me desechará,
que no quiere la muerte . del pecador. Dijiste esto mu-
chas veces: Levantaréme, mas nunca lo has cumplido.
seriamente. Fué veleidad, no voluntad resuelta. Di ya
pues: Levantardme de esta imperfección; * saldré de
este estado, de esta costumbre y ocasión; cumpliré esta
obligación; dejaré este vicio sin volver jamás ä ello,
aunque cueste la vida.
3. Y le diré: Padre, pegué contra el cielo, y contra
ti (3). Es ésta una ingénua confesión y contrición hu-
milde, sólo por haber‘ofendido al padre. Si un hijo por
un caso improviso hiere ä su padre, ¡cuál será su senti-
miento después de ver lo que hizo! Sólo se dolerá de
haber ofendido ä su padre. Tú ä tu padre ofendiste, no
tan ignorantemente, que te libres de culpa; pero tam-
bién no tan ä sabiendas, que juzgases que ofendias al
padre. Pues á lo menos ahora dile: Padre mío eres
tú (4). Ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo. Acción
es esta bastante privativa, con que se priva con gusto
del bien de que podla alegrarse. Hazme como uno de tus
(1) Lue., 15. (8) Eoc11., 17. (8) Lao., 16. (4) Car., 8.
500 SEMANA XXIV
criados, que es acción positiva, con la cual quiere afli-
girse. Esto es lo que tú debes tembién hacer. Cuántas
veces pecas, private de lo que te da gusto, é imponte
pena sensible sin perdonarte. Y levantándose, se vino
para su padre. Esta es la ejecución del propósito. ¡Oh
si fueran los tuyos tales, que los llevaras siempre ä de-
bida ejecución. Infelicisima cosa es andar siempre con
dolores, y no dar á luz lo que se concibe.

LUNES
RECIBE CON GOZO EL PADRE AL HIJO PRÓDIGO

. Aún estando lejos, vidle su padre, y movido d mi-


sericordia se echó sobre su cuello y le besó (1) . Considera
aqui la benignidad de Dios para contigo, pecador. No
echa en cara al hijo sus malas costumbres el que ve y
ama el corazón contrito y humillado. ¡Qué confianza y
amor debe excitar en ti tanta benignidad y misericordia!
Tal, que primero quieras sufrir todos los tormentos del
mundo, y una muerte infame, que apartarte ya más de
Aquél; que volviendo tú, te recibió tan benignamente.
. 2. Dijo pues el padre á los criados: Traed presto el
mejor vestido (2) de la gracia justificante, y ponedle
su mano el anillo en sefial de la libertad de hijo de Dios,
y zapatos de verdadera nobleza delante del mismo Dios,
en sus pies, 6 en sus afectos, con que se refrenen. Y
traed un becerrillo grueso, Cristo en la Eucaristia, y
hágase un convite. ¡Repara cuánto gozo muestra Dios
sobre ti, pecador, cuando haces penitencial ¡Ah! no
(1) Lao., 16. (2)
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS sox
quieras privarle de tanto gozo, volviéndote á los cerdos
inmundos. •
3. Estaba á este tiempo su hijo mayor en el campo:
y al venir oyó música, y preguntó que era aquello (1).
Dijéronle que su hermano habla vuelto, y que por eso
habla banquete y fiesta. Él indignado no quería entrar
en casa hasta que fué rogado y persuadido del padre.
Considera aqui, no la envidia de los justos, de que ca-
recen, sino la grandeza del amor con que recibe Dios
al pecador que se vuelve ä Él, que es tal, que á los jus-
tos podía causar envidia. Y esfuérzate á tener confianza
de llegarle siempre 4 Él cuantas veces pecares aun le-
vemente; porque tiene una voluntad muy grande de re-
cibir á los pecadores penitentes. Para satisfacer el pa-
dre al hijo mayorje dice: Tú siempre estás conmigo,
todas mis cosas son tuyas. Ésta es la herencia de los
justos, estar con Dios, y participar con Ellos bienes ce-
lestiales. ¡Oh qué consuelo! Tú siempre estás conmigo.
¡Oh qué felicidad, Todas mis cosas son tuyas. Y ¿quién„—
querrá apartarse de tan buen padre?

MARTES
EL GRANJERO DE MALDAD

1. Un cierto hombre tenia un granjero, y éste lud in-


famado como que disipaba sus bienes. Y le llamó y le
dice: ¿Qué es esto que oigo de tí? Da cuenta de tu gran-
jería; porque ya no podrás cuidar más de mi hacien-
da (2). En este granjero te has de considerar ä ti, ä
(1) Luo., lb. (2) Lno., 16.
502 SEMANA Ifizy

quien entregó Dios, no como á seilor, sino como á ma-


yordomo, los dones de cuerpo y alma, los naturales y
sobrenaturales. Nada tienes de tuyo aunque creas que
con tu industria has adquirido algo. Estás obligado,
pues, ä emplear todas estas cosas según la voluntad de
Dios. Tiempo vendrá en que oigas: Da cuenta, en qué,
con qué fin, de qué modo has empleado todas estas co-
sas, 6 estos bienes. Todo lo que no cedió en gloria de
Dios se malbarató. Dispón la cuenta con tiempo, porque
está cerca la hora.
2. Dice pites dentro de tí el granjero: ¡Qué he de
hacer; porque mi Señor me quita el gobierno de su gran-
ja (I)? j, De dónde nace esta solicitud- del granjero? De
la conciencia de su mala admintitración, y de la certeza
de que le han de quitar el cargo. A tj no te 'mima nin-
gún cuidado de dar la cuenta. ¡Oh si considerases con
seriedad con cuánta infidelidad administraste los bienes
que se te confiaron! ¡cuán saludablemente te afligirías!
Examina en qué has empleado tu cuerpo, en qué sus
sentidos, en qué el entendimiento, los pensamientos, le
voluntad, los afectos, las pasiones, etc. No ignoras que
debes emplear todo esto en dar á Dios gloria. ¿Lo has
hecho asi por ventura? ¡Cuánto has dado al mundo!
¿cuánto á la carne! ¡cuánto al -amor propio y á la vani-
dad! Para que tengas, pues, un saludable cuidado, pien-
sa seriamente lo que debes de hacer ahora. Si 16 dejas
para después, será el trabajo tardío; la meditación del
remedio será tarda y sin tiempó.
3. Y alabó el Señor al granjero de iniquidad por ha-
ber obrado con prudencia; porque los hijos de este siglo.
(I) Luo., le.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 503
más prudentes son en su generación, que los hijos de la
luz (1 ). Mirar por si para lo de adelante, es cosa de
gran prudencia. Esto es en lo que los mundanos ex-
ceden á los espirituales y buenos. ¡Cómo disponen
aquéllos los medios para lograr sus fines! ¡Cómo no de-
jan uno que no intenten! ¡Cómo instan en esto con una
suma intensión: y á la verdad por alcanzar una corona,
un bien corruptible (2)! y ¿qué haces tú, que eres hijo
de la luz, llamado ä más noble instituto, colmado de
mayor gracia, ayudado de ntayores auxilios? Los hijos
de este siglo estudian en agradar al mundo, tú ä Dios,.
¡Qué cuidados no emplean! ¡qué trabajos! ¡qué dificulta-
des! ¡Cómo de dia y de noche no piensan en otra cosa,
que en el modo de salir con sus intentos! Y tú ¿por ven-
tura aguantas tales cosas por Dios? ¿Por la eternidad?

MIÉRCOLES
PARÁBOLA DEL RICO OLOTÓN Y DE LÁZARO

1. Había un hombre rico, que vestía púrpura y ho-


landa, y comía expléndidamente cada día. Y había un
mendigo, por nombre Lázaro, que yacía delante de su
puerta, deseando hartarse de las migajas que caían de la
mesa del rico; pero los perros venían, y le lamían sus
llagas (3) . é, k cuál de estos dos tienes por feliz, 6 por
infeliz? Si consultas lo sensual, dirás: feliz el rico, y
Lázaro miserable. Pero la fe mella lo contrario. j,A
quién asientes? ¿Por ventura la sensualidad no es la
que yerra? Y con todo ¡cuánto te dejas llevar de ella!
(I) Luo., 18. (9) 1 Cor., 9. (S) Luo , 18.
5 04 SEMANA XXIV
¡Cuánto por lo contrario aborreces ser apremiado de la
necesidad, 6 molestado de cualquiera cosa que sea con-
traria á los sentidos! Mas lo que huyes, lleva ä la vida;
lo que sigues, ä la perdición.
2. Sucedió, pues, que muriese el mendigo, y fuese
llevado de los ángeles al seno de Abrahán (1). Este es
el fin que tiene una condición humilde, miserable y des-
preciable del mundo. A una breve aflicción, que con la
vida se acaba, le sigue un eterno gozo. ¡Qué momentá-
nea y ligera es nuestra tribulación, que obra en noso-
tros un eterno peso de gloria (2). Pesa en una balanza
estos dos extremos momentáneo leterno: y pondera si
son bastantemente dignas las penas de este corto tiempo,
para lograr la gloria advenidera (3).
3. Murió también el rico y fué sepultado en el in-
fierno (4). En esto paró aquel á quien tenían por feliz
los sensuales: pasan en abundancia sus dias, y en un
punto bajan al infierno (5). Si no coliges aún cuán in-
feliz sea la vida que sólo es sensual, colígelo de su fin.
A una necia y momentánea alegría la sigue un ay eter-
no. ¡Con cuánta razón debes temer la indulgencia que
usas con tus sentidos! ¡Cómo debes afligirles! ¡Cómo
refrenarlos! Para no condescender con ellos demasia-
do, nada les concederás fuera de lo preciso.
(I) Lao., 16. (2) 11 Co, • 1. (8) Rom., 8. (4) Loo., 16. (6) Job, Si.

DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 50 5

JUEVES
LOS TORMENTOS DEL RICO REGALADO

1. Levantando, pues, los ojos vid de lejos á Abrahán


y á Lázaro en su seno (1). Vió de lejos ä Lázaro, ä
quien teniendo antes tan cerca no se dignaba mirar. Vi6
en la gloria al que en la miseria despreciaba. Así se
mudan las cosas. Exclama rogando: Padre Abrahán,
compadécete de mi. Pero ya muy tarde. Pasése ya el
tiempo de la misericordia; ya no es tiempo sino de
eterna justicia. Has de procurar en la vida lo que goces
en la eternidad. Envía acá á Lázaro, y dile que moje
en agua la extremidad de su dedo, para refrigerar mi
lengua. No tiene miembro que no sea atormentado, só-
lo de la lengua se queja. Es de Creer que tuvo en ella
mayor tormento, porque con la lengua insultó al pobre
Lázaro. ¿Qué será de ti, si dijéres palabras injuriosas,
picantes, de murmuración, etc.?
2. Y dijole Abrahán: Hijo, acuérdate que en la vida
has recibido bienes (2). ¿Qué bienes? Los de la concu-
piscencia de la carne: banqueteaba cada dia. De la con-
cupiscencia de los ojos: era rico. De la soberbia de la
vida: vestiase de púrpura, etc. Y Lázaro de la misma
suerte, males. ¿Qué males? Los contrarios ä aquellos
bienes; porque era mendigo, cubierto de llagas, des-
preciado. Mas éste ahora recibe consuelo, y tú eres ator-
mentado. Este es el orden de las cosas: si aqui hay
gozo, ah( hay tormento. Si acá tormento, allá gozo. No
(I) Loa., 11 (S) Ibld.
506 SEMANA XXIV
te persuadas que acá lo puedes pasar bien en lo sen-
sual, y allá también en lo que toca al espirita. Luego
cuánto aqul más castigares tus sentidos, tanto tendrás
allá de más gozo; cuanto aqul les dieres de regalo, tan-
to les privas allá de contento y gloria.
3. Tienen á Moisés, y los profetas; óiganlos (1). Asi
responde Abrahän al glotón cuando le ruega que envio
ä Lázaro á avisar de sus penas á sus hermanos vivos. No
tienes que esperar que te dirija Dios por medios desu-
sados á la vida eterna. Que -El mismo se te haya de apa-
recer 6 enviar un ángel que te declare su voluntad. *
Tienes á sus ministros en su iglesia,.--tienes la ley y ver-
dades de la fe; tienes á los superiores, que te rijan. En-
trégate ä éstos; porque por este orden determinó Dios
gobernar al mundo, y regir las almas. Usa, pues, de es-
tos medios ordinarios, ä insiste con cuidado ea todos los
que establecen las leyes.

VIERNES
PARÁBOLA DE UN MAL JUEZ V DE UNA VIUDA

1. Conviene orar siempre y no desfallecer (2). Si no


hay tiempo alguno libre de peligro (contra quien es la
oración pronto remedio) se saca, que es preciso orar
continuamente. Mas &qué hora hay en que no hagan de
ti prueba el mundo, la carne y el demonio? ¿Qué lucha
no hay en ti entre la carne y el espiritu? Este peligro
es tanto más grave, cuanto es más oculto. No desistas,
pues, de la oración. Si la dejas, toma brios tu enemigo.
(1) Luo , 16. (2) Ibld. 18.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 507
Dios asiste y favorece ä los que oran con verdad y con
instancia.
2. Habla una viuda, y venía al juez diciendo: Vén-
game de mi enemigo, y no quería por mucho tiempo (1).
Aunque era tan perverso el juez, que ni temía á Dios,
ni hacia caso de los hombres; con todo la viuda acudía
ä él todos los días; y siendo tantas veces desechada, no
desistía en su demanda. ¿Te parece ä ti que te desecha
Dios porque no consigues ser libre de esta 6 aquella
tentación? No quiere Dios por mucho tiempo. Antes bien
quiere por tanto tiempo, por cuanto no echas de ti el
espíritu de oración; pues por otro tanto tiempo te de-
fiende con este escudo. Si le dejas, no culpes ä Dios.
3. Después de todo esto dijo el juez: Esta mujer me
es molesta. Vengaraa (2). Si un mal juez hizo esto,
¿Dios no hará venganza ti sus escogidos, que claman á
El dia y noche? Mira aquí la promesa de que Dios te
vengará de tus enemigos. Si no la experimentas ailn,
es señal que no oras como oró aquella viuda. DI, ¿cómo
oras contra aquel enemigo, que halaga ä tu carne, y
repugna al espíritu? Los afectos siguen al concepto que
se hace de una cosa. Tal vez no concibes 6 tienes por
enemigo el afecto que tienes ä lo carnal, al amor pro-
pio, etc. Y siendo así, ¿cómo creeré que oras contra él
con tanto afecto? Debes, pues, tenerte ä ti por enemigo
tuyo, y hacer así contra ti mismo lo que hicieras contra
un verdadero enemigo, y nunca hacer liga con él.
(1) Lao., 1S. (2) Ibid.

n 598 SEMANA XXIV

SÁBADO
PARÁBOLA DEL FARISEO Y PUBLICANO ORADO

1. El fariseo puesto en pie (1). ¿Es-ésta acaso pos-


tura humilde del cuerpo para estar delante de Dios?
Oraba ast: 16 Dios! Yo te doy gracias, porque no soy
como los demás hombres. ¡Qué arrogancia, que, sin ex-
ceptuar ä alguno, ä todos en su comparación desprecia!
Ladrones, injustos, adúlteros. Por tales tiene ä los de-
más el que tiene ä si en muche.z.--Cono también este
publicano. El que es grande en su juicio, juzga teme-
rariamente de otro cuyo interior no conoce. Ayuno dos
veces en la semana, pago los diezmos de todo lo que po-
seo. ¡Qué jactancia ésta de sus obras! Ni rastro de ora-
ción hay en esta oración toda. Condenas tú ä este fariseo
jactancioso. Pues ahora repara en ti no seas semejante
despreciador de otros, y tal apreciador de ti. No digas:
Yo para mí me basto (2).
2. Y el publicano estando allá lejos en pie (3). Mas
no con la cerviz levantada, si teniéndose por indigno de
estar cerca del altar. No se atrevía á levantar los ojos al
cielo, por la confusión interior. Pero hería su pecho,
contrito con el dolor, diciendo: 16 Dios! apiadaos de
mí, pecador. Pide para si perdón con humildad. Toma
tú de aqui la forma que has de tener en orar. Sea tu
oración y tu meditación humilde. Ocúpese en tu propio
conocimiento, en limpiar el alma de malos afectos.
3. Digoos en verdad, que éste respecto de aquél se
(I) Lue., 18. (2) Booll., 11. (2) Leo., 18.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 509
partid justificado (I). Aqui tienes la sentencia de Dios
respecto de los dos que oraban. Es justificado el humil-
de, es condenado el soberbio. As t te levantarás siempre
mejor de la oración, si ocupares su tiempo en el humil-
de conocimiento de ti mismo, en el desprecio de ti, y en
los afectos que de él se siguen. San Agustin (2) dice:
Advertid, hermanos, más agradó á Dios la humildad en-
tre los hechos malos, quo la soberbia entre las obras
buenas. Así aborrece Dios á los soberbios. De aqui saca-
rás, no alabarte á ti, ni desear que te alaben. Vivirás
contento contigo solo y con Dios.

DOMINGO XXV DESPUÉS DE PENTEC.


SE HA DE HACER UNO NIÑO POR EL REINO
DE DIOS

1. Traianle los niños para que los tocase (3). Impor-


ta mucho ver de que principios es uno imbuido desde
sus tiernos años. Esto es lo que tú experimentas. ¡Oh
si luego hubieras sido llevado ä Cristo! ¡Si hubieras
tomado las lecciones de los que querían llevarte á Ell
¿No has hecho esto? Pues es menester ahora, que por
la virtud te hagas niño, y te dejes llevar á Cristo de los
superiores, * de tus mayores y padres espirituales. Y
esto tanto mejor, cuanto en la vocación, * y en la vir-
tud eres más tierno. Porque de este principio pende
todo lo demás de la vida. Tal serás por la vida toda,
cual salieres de la primera crianza y educación en tus
tiernos años en el noviciado, * en la disciplina de tus
padres y maestros.
(1)Lao.,18. (2) In Natal., 98. (8) Maro., 10.
5 10 SEMANA ILIV
2. Lo cual como viesen los discípulos, los repren-
dían. Pero JESÚS les dijo: Dejad que vengan á mí los
pequefiuelos (1). Muestra aquí JESÚS cuánto gusta de
que vengan ä El las almas inocentes. ¿Has venido ä la
religión en la inocencia? * ¿Te conservas en ella, tú,
seglar, en el siglo? Conseguiste una gracia inestimable.
Por la cual tienes una obligación muy estrecha de con-
servarla siempre para Cristo. Ruega, pues, siempre al
Señor, que para este efecto toque tu corazón en la Eu-
caristía. * ¿Tienes el cargo de familia? ¿se te encarga
según tu vocación y ejercicio la crianza de la juventud?
Procura llevarla ä Cristo antes párja 'virtud, que la
ilustres por las ciencias, artes y toda educación politica.
Más obligado estás ä aquello, que ä esto. De uno y de
otro darás á Dios la cuenta.
3. Porque de tales es el reino de los cielos (2). Ad-
vierte en que el reino de los cielos no es sólo de aque-
lbs tales, que no pueden pecar, sino también de aque-
llos que, pudiendo, no quieren por virtud. Luego debes
hacerte niño: ignorar los pecados, las imperfecciones,
para no caer en ellos; dejarte ir al bien con una sim-
plicidad como natural. Si esto no haces, decretado está:
Cualquiera que no recibiere el reino de Dios como un
niño no entrará en él.
(1) Marc., 10. (2)


DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 5"
LUNES
ES DOCTRINADO UN JOVEN PARA LA
VIDA ETERNA

4. Llegándose á g i uno le dice: Maestro bueno, ¿qué


haré para alcanzar /a vida eterna (1)? ¡Qué gran deseo
es el de este joven de la eterna vida! Pero ¿cuánto es el
tuyo? Debes medirlo por el afán que pones en alcanzar-
la. Si de ella eres poco 6 nada solicito, ninguno es tu
deseo. Y con todo eso ello es preciso. Asi pues, debes
preguntarte cada dia: ¿qué haré? primero que inquirir
¿qué enseñaré? ¿qué diré? ¿qué aprenderé? ¿cómo tra-
taré mis negocios? etc. Con las ciencias, con las pala-
bras bien cortadas, con negocios de mundo bien tratados
no se logra el cielo, sino con obras.
2. El cual le dijo: Si quieres entrar á la vida, guar-
da los mandamientos (2). Esto que se dice á un seglar'
acerca de los mandamientos, se dice ä un religioso por
sus reglas. No quiero decir: No irás al cielo si no ob-
servas las reglas que no obligan á pecado grave. Pero
digo: No irás por ef camino de tu vocación, no irás más
espeditamente. Mas digo, que si las desprecias, irás
con dificultad. Porque: El que desprecia las cosas pe-
queñas, poco á poco caerá.
3. Dijo el joven: Todos esos los he guardado desde
mi juventud (3). ¡Qué feliz serás, si puedes decir esto
de tu juventud en la vida del siglo! ¡Qué dichoso, si
desde tu entrada en la religión puedes decir que has
O) Mate, tu. ou 'bid. (8) %Id.
t 2 SEMANA XXV
observado sus reglas! Pero ¡qué lejos estás de poder
decir uno y otro! Esto mismo te debe sär motivo para
su cuidadosa observancia; pues quiere Dios dirigirte
por este camino á la salvación. Repara tú, seglar, si
puedes decir lo que aquél de tu juventud. Mira, si lo
observas en edad más madura, en que debes obrar más
juiciosamente. Pondera que no hay otro medio para sal-
varte: Si quieres entrar en la vida, guarda los manda-
mientos.

MARTES
PERSUÁDESE LA PERFECCIÓN AL JOVEN RICO

. Dicele JESÚS: si quieres ser perfecto, ve, vende


lo que tienes, dalo á los pobres, y tendrás un tesoro en
el cielo (1). San Marcos (2) dice, que antes, mirándole,
le amá. Pero ¿cómo? Enseñándole el camino de la per-
fección y prometiéndole el tesoro. Porque le enseiia,
no sólo como sea salvo, sino como pueda ser más aven-
tajado en gloria. ¡Qué felicidad la tuya si la logras con
ventajas, pues á esto has sido llamado! ¡Qué nada es lo
que has dejado! ¡Qué cosa tan grande se te da por ello!
Puedes hacer mayor tesoro, si purificas siempre más y
más el afecto de lo terreno.
2. Habiendo oido esto el joven, se lud triste, porque
tenia muchas posesiones (3). Repara cuanto daña el
afecto á las cosas criadas. Aquel joven, aun siendo ino-
cente, se aparta de Cristo. Pero también adoleces de este
mal. Quieres no carecer de tus comodidades, y juntamen-
te lograr el cielo. Éste se ha de comprar, no dando mu-
(1) Natal., 19. (2) Mara., 19. (S) Matth., 19.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
513
chas cosas, sino teniendo menos. Escogite en el horno
de la pobreza (1). El que en este horno tiene más puro
afecto, ese es escogido. ¿Qué afecto es el tuyo hacia este
medio de lograr el cielo? ¿Qué abstraido estás de toda
criatura?
3. JESÚS, pues, dijo d 814.4 discípulos: De verdad os
digo, un rico con dificultad entrará en el reino de los
cielos (e). Esta verdad escrita está bien clara. Luego,
por lo contrario, el pobre fácilmente entrará en el reino
de los cielos. ¡Qué parabienes debes darte, si eres po-
bre, de (pie te haya Dios puesto en un camino para el
cielo, por donde llegues ä 61 fácilmente! Pero no creas
ser bastante haberlo dejado todo, 6 no tener nada, si no
te dejas ä ti mismo, y no apartas el afecto de las cosas
criadas. * Si eres rico, teme, pero no desesperes. Las
riquezas no dañan, sino su mal uso, y el apego ä ellas
del corazón. No te causa Cristo, por cierto, la dificultad
&Sello, sino tú mismo, 6 tu afecto desordenado.

• MIÉRCOLES.
PREMIO DE LOS QUE DEJANDO TODAS LAS COSAS
SIGUEN A. CRISTO

I. Entonces respondiendo Pedro le dijo: Ya ves que


nosotros hemos dejado todas las cosas, y te hemos segui-
do. ¿Qué premio pues ha de ser el nuestro (3)? A la
pregunta del premio presupone 6 dice antes Pedro dos
cosas: I. Dejamos todas las cosas. 2. Te hemos segui-
do. Como diciendo tácitamente: No me atreverfa á pro—
(1) h., 28. (2) Matth., 19. (8) ltdd.
AVANCINI 33
5 1 4 SEMANA XXV
guntar del premio, si no mostraba que hablamos cum-
plido con esto. ¿Has dejado acaso todas las cosas? ¿Te
has dejado aun á ti mismo? ¿el cuidado de tus comodi-
dades? ¿las honras que apetecen los sentidos? ¡Oh cuan-
to te mientes, si dices que has dejado todas las cosas,
si éstas no has dejado! ¿Has seguido por ventura á Cris-
to en la pobreza, en el desprecio, etc.? * Considera
ahora qué premio podrás esperar; y mucho menos
pedir.
2. bijoles pues JESÚS: Digo« de verdad, que vos-
otros, que me habeis seguido, en la regeneración cuando
se sentare el Hijo del hombre, os setaréis vosotros so-
bre doce sillas juzgando á las doce tribus de Israel (1).
Cosa digna es que sean honrados de Cristo los que, de-
jadas por su amor todas las cosas, se hicieron despre-
ciables en el mundo. ¡Qué dulce cosa será entonces el
haber escogido á Cristo, pobre y abyecto! ¿Por qué pues
ahora no le escoges? ¿Por ventura habrá entonces ma
verdad, y otra ahora? El dia del Seilor hará patente lo
falso en que ahora te fundas, lo verdadero que despre-
cias. Todo cuanto desprecio ahora sufres, respecto de
aquella honra, es muy lave.
3. Y todo el que dejare su casa, hermanos y herma-
nas, ó tierras por mi nombre, recibirá ciento más, y
después la vida eterna (2). Al que deja sus cosas se le
promete por premio. ¿Cuánto? Cien veces doblado. Ni
éste se le reserva para la otra vida, más en ésta se le
da. ¿Qué mayor utilidad? Añádese la certeza de la vida
futura. ¿Qué cosa más deleitable? ¿Por qué, pues, estás
algunas veces triste, alma mla? ¿Cómo puede ser que
(1) Matth., 9. (1) 'bid.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 515
no estés contenta de tu cien doblado? Dirás: No lo he
recibido. Mientes, te dice san Marcos (I). Ninguno hay
que lo haya dejado todo, que no reciba ciento tanto aho-
ra en el tiempo presente... con persecuciones. Si dices tú
que no lo has recibido, haces ä Dios mentiroso. Insis-
tes: No lo experimento. Luego se saca, que no has de-
jado ni te has totalmente despojado de todas las cosas.
Deja pues todo afecto de lo terreno, si quieres experi-
mentarlo.
JUEVES
PARÁBOLA DE LOS OBREROS DE LA VIÑA

4. Es semejante el reino de los cielos á un hombre,


padre de familia (éste es Dios) que salió muy de maña-
na, y cerca la hora de tercia, sexta y nona (en toda
edad de los hombres) d alquilar obreros para su vi-
ña (2), 6 para el estado particular de cada uno. Salió
también cerca de:la hora undécima y halló otros que se
estaban en pie, y les dice: ¿Para qué estais aquí todo
el dia ociosos? Considera que has sido llamado ä la viña
en la religión, * tú en el cristianismo, otros en esta
dignidad y cargo, etc. Da gracias por ello. Pero mira
que no estés ocioso, si acaso antes lo fuiste. Ninguna
cosa es más tuya, que el tiempo, cuyo uso sólo de ti pen-
de, para que cada instante puedas emplearlo en procu-
rar vida 6 muerte. Pero no hay cosa también, que sea
menos tuya que el tiempo, del cual, como asimismo de
tu vida, te está prohibido el mai uso. Porque lo que vi-
vimos, para Dios lo vivimos. Y ¿cuánto tiempo pierdes
(1) Marc., 10. (5) Matth., SO.
5 16 SEMANA LEV
en pláticas ociosas? Tanta gloria en toda hora desprecias,
cuantos bienes podio hacer en ella, te dice san Buena-
ventura (I).
2. Siendo pues, ya tarde (2) (en el primer instante
después de la muerte) dijo al procurador de la viña:
Llama á los obreros y dales su jornal. ¡De cuánto con-
suelo esta palabra será! Pero sólo á los obreros que no
estuvieron ociosos. Considera continuamente el fin de
aquel día: corren los tiempos para llegar al fin (3). Da,
pues, á todos igual la paga, aunque unos hayan trabaja-
do por corto otros por largo tiempo. Porque Dios atien-
de en la obra más al favor y pureze, de intención que al
tiempo que en ella se gasta. Vengas, pues á la mañana
ä la tarde, recibirás la paga ä medida de tu fervor. No
te lisonjees con los años de religión, * con el mucho
tiempo de vida en el cristianismo; porque Dios pesa sólo
el fruto de la enmienda.
3. Viniendo, pues, los primeros d recibir su jornal,
murmuraban (4). Este es el defecto de los viejos tibios.
Juzgan que se les debe más; porque son más antiguos
en la religión. * En el siglo gruñen, porque todo se les
debe á sus canas; que ningún otro ha de ser atendido;
que todos han de sufrir su mal genio, etc. Nosotros que
llevamos el peso del día y del calor. Desprecian á los
demás. És tos últimos no trabajaron sino una hora. Es-
tos mozos que nacieron ayer, etc. Y no cotejan su tibie-
za con el fervor de aquellos. Finalmente, los envidian.
Los hiciste iguales á nosotros, si algo se le concede á un
mozo benemérito, si se le alaba, etc. A los cuales con
(1) Lib. 1 de prof. Relig., o. 18. (S) Mattb., 80. (8) Dota., 38.
(4) Mattb., 80.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 517
razón se les responde: Amigo, d ti no te hago injuria:
Estén lejos de ti tales quejas. Mas antes, como estás
adelantado en tiempo, así has de estar crecido en mé-
ritos y virtudes.

VIERNES
DE LÁZARO ENFERMO

• 1. Enviaron, pues, á decir las hermanas de Lázaro


á JESÚS: Sabed que el que amas está enfermo (1). Bus-
can la salud de su hermano en el médico más excelente,
con indiferencia y confianza. No alegan sus méritos, ni
su afecto, 6 el de su hermano con Cristo, sino sólo el
amor que el mismo Señor tenla á Lázaro. A le verdad,
lo que le mueve á hacernos bien es sólo el amor que nos
tiene. Dijoles JESÚS: Esta enfermedad no es de muerte,
sino para que le dé gloria á Dios. Con razón debes creer
que aquel mal fué beneficio para Lázaro, pues logró de
él que resultase á Dios gloria. No pienses otra cosa de
tus males, para que así te sujetes á ellos humildemente;
no sea que, por no hacerlo así, prives de su gloria á
Dios.
2. Amaba JESÚS á Marta y á su hermana Maria, y
á Lázaro (2). ¿Cómo, pues, luego que oyó que estaba
enfermo, se detuvo en el mismo lugar dos días? ¿Es esto
amor, no acudir con tiempo al amigo? ¿Sufrir que el
amigo muera, y no atender á la aflicción de los demás
amigos? Así ama Dios, no con muelle y sensual blan-
dura, sino con utilidad, y mirando al fin para que nos
crió. Lleva bien, y quiere que muera Lázaro, porque
(1) Joann., 11. (S) Bid.
518 SEMANA XXV

era gloria de Dios esto. ¿Crees acaso que quiere Dios


las aflicciones que padeces? Cierto es que no te alligi-
rlan si no quisiese. Cree, pues, que es para gloria suya;
porque todo lo que quiere, lo quiere para este fin. Si
con seriedad ponderas esto, lo llevarás todo más suave
y gustosamente.
3. Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros, para
que creais, por cuanto no estaba allí (1). Muestra h-
e:1s en esto que, de tal modo se ordenan las cosas por
su providencia, que los que juzgamos males hace se
conviertan en bienes. Y este es el fruto que quiere Dios
saques tú de tus aflicciones, si por tu_culpa no lo impi-
des. ¿Padeces? Quiere que te persuadas que El es se-
ñor, tú siervo; que Él puede disponer de ti como gus-
tare; que tú estás obligado ä seguir en todo su gusto.
Pero vamos á él. Este consuelo has de tener en toda
tribulación, que te da Dios en el salmo 90: Con él estoy
en la tribulación.
SÁBADO
VIENE JESÚS A. BETANIA A RESUCITAR A LÁZARO

1. Vino, pues, JESÚS y halló que había ya cuatro


días que estaba en el sepulcro (2). No está luego Dios
tan pronto en los casos de una ordinaria aflicción, sino
en los desesperados; 6 porque, cuando no valen los hu-
manos medios, se entienda que Él es el que da el so-
corro, 6 para que, cuando podemos, apliquemos nuestra
industria. Espera en el Señor de tal modo, que tú tam-
bién cooperes, ayudándote; y coopera de tal suerte, que
pongas en sólo Dios tu esperanza.
(1) Joann., 11. (2) 11)1d.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 519
2. Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no
hubiera muerto (1). Ésta es la queja de las dos herma-
nas Maria y Marta, pero modesta y amigable. Yerran si
creen que, estando con el cuerpo ausente, no podía im-
pedir aquella muerte. Pudo, pero no quiso; antes bien
por eso dilató el ir, para que se entendiese que no que-
ría. Cosa es notable por cierto, que queramos traer la
voluntad de Dios á la nuestra. Se debe hacer lo contra-
rio. La voluntad de Dios es nuestra regla. Si rindes
perfectamente tu voluntad á la suya, ningún mal sobre-
vendrá; porque así como ella es el mismo Dios, así no
puede querer ningún mal.
3. Marta llamó calladamente d su hermana diciendo:
El Maestro está aquí y te llama (2). ¡Qué fidelidad la de
Marta! Quiere que Maria sea participante del consuelo.
¡Qué tan grande para María el oir: Está aquí el Maes-
tro! ¡Qué dulzura, te llama! ¡Qué afectos y qué amor
excitaría esto en ella! Luego que lo oyó, levántase con
presteza y viene d gl. ¿Tienes acaso tú tanta, que lue-
go te apresures cuando te llama Dios, 15 por la señal de
la obediencia, 6 por la santa inspiración? ¿No te detienen
tal vez los consuelillos humanos? Así María dejó á los ju-
díos, que estaban con ella, y la consolaban.

DOMINGO XXVI DESPUÉS DE PENTEC.


LA RESURRECCIÓN DE LÁZARO

1. JESÚS, pues, luego que la vió llorar, gimió con-


movido en su espíritu, y lloró. Dijeron al verlo (los ju-
(1) Joann., 11. (2) Ibid
S20 SEMANA mon
dios): Mirad como le amaba (1). De unas pocas lägrimás
que derramó Cristo por Lázaro coligen los judíos el
amor grande que le tenia, el cual aún no lo alcar,zaban
bien, aunque lo admiran. Mayores cosas hizo Jesucristo
por ti: derramó su sangre, dió su vida, diose á si mis-
mo en la santísima Eucaristía. ¿Y aún no penetras su
amor? Si le alcanzaras, le amarlas en retorno, no de
palabra, sino de obra. Esto si lo reparas, no lo mues-
tras como debes; porque ¿cuáles son tus obras?
2. Dice JESÜS: Quitad la piedra (2). Lo que se hace
en la resurrección de Lázaro es el modelo de lo que se
ejecuta y debes hacer para levantarte de tu vida imper-
fecta. Se ha de quitar la piedra y todo afecto que te im-
pide el levantarte. Podía JESÚS quitarla con una pa-
labra sola; pero te manda que tú la apartes, porque
quiere tu cooperación. Tú bien quisieras que Dios por si
solo te hiciera santo, sin tener tú dificultad alguna. Di-
cele Maria: Señor, ya está hediondo, porque tiene cuatro
días de enterrado. Reconozco el hedor de mis imperfec-
ciones y de mis pecados en que estoy sepultado, no por
cuatro días, sino por muchos años. Pero ¡cuán bueno es
JESÚS! No se ofende de mi hedor para dejar de resti-
citarme. ¡Miserable de mi si no fuera tan grande su
bondad!
3. Levantaron, pues, la piedra (3). En las circuns-
tancias de lo que obró Cristo al resucitar ä Lázaro y de
éste, resucitado, reconoce lo que en ti se obra para que
resucites. Lo primero, pues, quitaron la piedra, por-
que se ha de dejar la dureza del corazón y el afecto que
hay obstinado. 3. Levanta los ojos al cielo, porque el
(I) Joann., 11. (9) Ibld. (8) IbId.
DESPUÉS DE PENTaCOSTBS 521

pensamiento de las cosas terrenas se ha de convertir ä


las celestiales. 3. Clama con grande voz, porque quiere
ser oido, para que obedezcas ä sus inspiraciones. 4. Sale
Lázaro atado de pies y manos, porque aún después de
mil propósitos, con que parece que te levantas, subsis-
ten vivos en ti tus malos hábitos. Pero de estos se dice:
Desatadle, para que trabajes seriamente por librarte de
ellos.

LUNES
LOS HIJOS DEL ZEBEDEO PRETENDEN LAS
PRIMERAS SILLAS

4. Llegóse á g l la madre de los hijos del Zebedeo con


sus hijos, pidiéndole: Haz que estos dos mis hijos se
sienten uno á la diestra, otro á la siniestra en tu reino.
Respondiendo Jzsús, dijo: No sabeis lo que pedís (1).
Cuando Cristo sólo trata de la cruz, y de las penas, ellos
sólo piensan en reino y honra. Aun en la escuela de Cris-
to se encuentra la ambición. Debías haber aprendido en
esta la humildad, y tu menosprecio. ¡O pésimo discipu-
lo, que sólo respiras cosas terrenas, vas tras un puntillo
de honra, cuando es humillado Dios! Con verdad no sa-
bes lo que pides. El reino de Dios no se adquiere con
honräs, sino con desprecios. Tú de éstos huyes, y con
todo quieres el reino. ¡Qué locura!
2. Díceles: gPodeis beber el cáliz (2)? Muéstrales el
camino para alcanzar el reino: no estándose sentados,
sino por la violencia, por la mortificación. Que yo he de
(1) Matth., 20. (2) 'bid.
522 MANA XXVI
beber. Si JESÚS te habla ast: Yo, tu Señor y tu Dios, iré
delante de ti, bebiendo el cáliz; él es amargo, y tanto,
que su sola consideración me hará sudar sangre; mas
con todo eso lo he de beber, ¿qué dirás tú? Ea, resuél-
vete. Di con animosidad: Puedo con vuestra gracia, y
quiero. Mucho más dulce es por cierto después que JE-
SÚS lo bebió. ¡Qué no has trabajado por una terrena y
dañosa gloria! Y ¿comprarás más barato el cielo?
3. Sentarse á mi diestra ti á mi siniestra, no puedo
yo concederlo (1). A vosotros, ambiciosos, que aún no
lo mereceis, mas lo pretendeis por sólo parentesco. No
asegurando que á Él le falta pocteri—sino mérito d las
'criaturas dice san Ambrosio (2). El reino de los cielos
aparejado está, no para la persona, sino para la vida,
dice san Jerónimo. Méritos, pues, pide Cristo. Y ¿cua-
les son los tuyos? ¡Qué afecto tan tibio! ¡Qué manos tan
estériles de obras!

MARTES
AL SALIR DE JERICÓ DA EL SEÑOR VISTA A UN
CIEGO

. Bartimeo, ciego, estaba sentado junto al camino,


pidiendo limosna (3). Considera en este ciego el estado de
tu alma. 1. Eres ciego para les cosas divinas, y no apli.
cas tu entendimiento á conocerlas y alcanzarlas: cuándo
buscas la luz del mundo, pierdes la del cielo. 2. Estás
sentado en la inacción de tu ánimo, cuando nada adelan-
tas en el espiritu después de tantos años de religión, *
después de tanto tiempo de vida cristiana, de tantos sa-
(1) Matth., 20. (2) Lib, 8 de Fld., cap. 2. (8) Marc., 10.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 523
cramentos, inspiraciones, avisos y desengaños, etc.
2. Junto al camino pasajero del mundo estás, no en el
de tus reglas,* no en el de los preceptos de Dios, no en
el retiro del alma, sin atender á lo que tiene de peligro-
so el mundo. Mendigando consuelillos de las criaturas
pasajeras, no de Dios, de quien tienes hastio. ¿Por ven-
tura no tienes tedio ni empacho de tu miseria?
2. En oyendo que es JESÚS Nazareno, empezó á cla-
mar (1). Lo que este ciego hizo por el cuidado de una
falta corporal, es lo que tú debes hacer por el de tantas
de tu alma. 1. Aprovéchase de la primera ocasión. Tú
¡cuántas has perdido! La que se te da hoy acaso será la
última. 2. Reprendido de la turba clamabä más: JESúS,
hijo de David, tened misericordia de mi. No agradarás al
mundo; turnultuarán tus pasiones: has de perseverar,
has de ir contra lo que te llevan los sentidos. 3. Arro-
jando el vestido salta de gozo. Se ha de arrojar la más-
cara del fingimiento de la vida en que has estado, y se
ha de proceder con un puro candor de ánimo.
3. Dijole JESÚS: ¿Qué quieres que te haga (2)? ¡O
bondad grande de Dios! Pero será perversa tu cegue-
dad, si esperas á que te pregunte, qué quieres que se
haga en ti; y antes no preguntas tú con prontitud é in-
diferencia: Señor, ¿qué quieres que yo haga (3)? Si
quieres ver cuánto mejor es y justo que tú te sometas á
la voluntad de Dios 6 de tus mayores, que traer su vo-
luntad á la tuya, di con el ciego: Señor, que vea tu vo-
luntad; la cual luego que veas, como éste, debes, ilumi-
nado ya, seguirle en el camino.
(I) Marc., 10. (2) Ibld. (8) Aot., 9.
524 SEMANA XXVI

MIÉRCOLES
ZAQUEO BUSCA MODO DE VER Ä JESÚS

1. Mira d un hombre llamado Zagueo; y éste era el


principal de los publicanos, y rico, y deseaba ver quién
era JESÚS (1). ¡Admirable cosa por rara! Un rico prin-
cipal entre publicanos deseaba ver ä Cristo; pero movi-
do por instinto del Espíritu santo, por cuya moción le
buscaba. Para que veas, que no fue un curioso y tibio
deseo, sino espiritual y operativa,Rien sé que deseas
ver ä JESÚS; mas no le buscas, no pones con constancia
aquellos medios que se enderezan á esto. ¡Miserable de
ti que con meros deseos te consumes!
2. Y no podía por la mucha gente, porque era peque-
ño de cuerpo (2). Dos cosas tienes aquí que te impiden
el que veas á Dios perfectamente, y te unas á Él con es-
trechez. La primera es la turba, 6 la multitud de tus
afectos tumultuantes, y las pasiones indómitas del áni-
mo. Éstas te hacen volver atrás, y apartarte, cuando
quieres llegarle ä Dios. La segunda es tu pequeñez,
porque no te levantas sobre ellas, y no rompes por todo,
para ir adelante. Reconoce en ti mismo cuánta verdad
sea ésta, para que con este conocimiento te determines
á oprimirlas.
3. Y adelantándose con presteza, se subió al árbol
sicomoro, ó higuera loca, porque había de pasar por
allí (3). Aqui tienes lo que debes hacer para que pue-
das ver á JESÚS. 1. Debes adelantarte á la turba con la
(1) tue., 18. (2) Ibld. (8) Ibid.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 525
continua premeditación, y huyendo las ocasiones y lan-
ces en que sueles dar cumplimiento ä tus pasiones. Caes
porque no meditas bastantemente lo que has de hacer.
2. Debes ponerte en el sitio por donde Cristo ha de pa-
sar. Esto es, has de buscar y lograr la ocasión del
bien. 3. Debes subir á la higuera loca. Esto es, pisar
con tus pies la vanidad del mundo, dice san Ambro-
sio (1). Debes no huir de aquello que el mundo tiene
por locura. ¡Qué ánimo tienes para esto?

JUEVES
ZA QUE° RECIBE. A. CRISTO POR HUÉSPED

1. Mirando JEStiS, le vid y dijo: Zaqueo, baja pres-


to, porque conviene que hoy me hospede en tu casa. Y
bajó apresuradamente, y le recibid con gozo (2). No fal-
taban ä Cristo diversos hospedajes. Mas elige la casa de
Zaqueo por el gran deseo que tenia de verle. Con nues-
tro deseo, pues, le traemos principalmente á nosotros.
No decaigas de este deseo, aun habiendo hallado á Cris-
to, pues siempre tienes en Él más que buscar; porque,
por más que sepas y hagas, hay siempre mucho más
que ni sabes ni practicas. El fruto del deseo es que
Cristo hable contigo. Pero ¿cómo? Conviene, como con
una cierta necesidad. Que yo me quede; no hospedarme
sólo de paso. ¿Quisieras que hiciera esto contigo? Pues
aviva en ti el deseo de Cristo.
2. Estando, pues, con el Señor, Zaqueo, ya generoso
y resuelto á hollar los bienes del mundo, dijo al Señor:
(1) Llb. 8 in Lizo. (2) Un., 19.
526 SEMANA XXVI
Sabed, que doy la mitad de mis bienes á los pobres y, si
defraudé en algo á alguno, le doy cuatro tanto más (1).
Lo que fué deseo de Cristo ausente pasó ä amor de
Cristo presente. Y, como no podia subsistir este amor
con el de las cosas temporales, al punto se siguió el
desprecio de ellas. 10h cuántas veces viene á ti Cristo,
el mismo en todo que entró á hospedarse en casa de
Zaqueo! y aún no aborreces tus comodidades, ni los
sensuales deleites. ¿De qué proviene esto? De que no
tienes un vivo deseo y amor de Cristo. Muestra, si en
esto me engallo, con qué obras pruebas tu amor.
3. Dicele el Señor: Que hoy seia hecho salud en esta
casa (2). Eutimio sobre esto dieè: -Se hizo la salud,
echada la perdición que moraba en ella. Lo adviertes.
Que no se obra la salud antes que la perdición se eche.
De ti viene la perdición (3). No alcanzarás, pues, la sa-
lud antes que tú salgas de ti mismo. Si no echas de ti
el amor de la excelencia, de las comodidades, de la glo-
ria vana. Si hay éstas en tu alma aún, lejos estás de la
salud, ni Cristo aún habita en ti. Apártate de ti, y
Cristo y la salud á ti vendrán.

VIERNES
EL GRANO DE TRIGO QUE CAE EN LA TIERRA

1. Si el grano de trigo, que cae en tierra, no mu-


riere, él queda solamente; pero si muriere, lleva mu-
cho fruto (4). Por el grano se significaba á si mismo
Jesucristo. gl era el grano que habla de ser mortifica-
(1) Luo., 19. (8) Bid. (8) Os., 18. Joann„ 12.

DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 527


do, dice san Agustin (I). Cayó este grano en la tierra
de nuestra mortalidad, mortificado por la pasión y la
cruz. Llevó por fruto la salnd de todos los predestina-
dos, y las gracias de los réprobos. ¿Eres tú acaso tam-
bién grano en la espiga de la religión, 6 de la Iglesia,
que se produjo de aquel grano? Pues deberás hacerte
pan de Cristo, como decía de st san Ignacio mártir.
Luego debes ser trillado, molido, debes ser bregado y
cocido en el horno de muchas tribulaciones. ¿No harás
ni sufrirás esto para que Le hagas pan de Cristo?
2. El que ama 8U alma, la perderá; y el que aborre-
ce su alma en este mundo, la hallará en la vida eter-
na (2). Extiende á nosotros el sentido del grano de tri-
go, para que llevemos mucho fruto para la vida eterna.
¿En qué clase estás tú? ¿en la de los que aman su al-
ma con amor sensual? ¿i5 en la de los que la aborre-
cen, resistiendo á sus malos afectos, y que en nada con-
descienden con los sentidos? De ti depende el elegir
esto 6 aquello. Pero te ruego que no consultes á los
sentidos, sino al fin. En la de los que aman aquí su al-
ma ó la vida temporal está la perdición, no cualquiera,
sino eterna. La verdad lo dijo. En la de los que aquí se
mortifican está la eterna bienaventuranza. Tú dirige tus
consejos sólo hacia allí para donde fuiste criado.
3. Si alguno me sirve, sigame (3). Habla con aque-
llos que siguen á Cristo en procurar la salvación de las
almas. A éstos pide que le sigan, é imiten en las obras,
dice san Juan Crisóstomo, por el camino de una morti-
ficación sólida, que como deben persuadir ésta ä todos,
preciso es que ellos también anden por él. ¿Qué haces
(1) Traot. Si, In Joann. (2) Joann., 12. (8)
528 SEMANA XXVI
tú, pues? Quieres servir ä Cristo, pero no quieres
mortificarte. Si la honestidad de la misma cosa, y el
ejemplo de Cristo no te lo persuaden, persuádatelo el
premio: En donde estoy yo, allí estará el que me si-
gue. * Y esto dice también ä todos: Sin mortificación,
ni se puede servir ni séguir á Cristo, y así ni llegar
donde El está. •

SÁBADO
CRISTO HA DE SER EXALTADO EN LA CRUZ

4. Yo si fuere levantado de la tierra (I). Habla aquí


de su exaltación, en la cruz. Su exaltación, pues, y su
gloria, la puso Cristo en la humildad de la cruz. Y
nosotros es justo que nos gloriemos en la cruz de nues-
tro Señor Jesucristo (2). ¡Cuánto me temo que tú bus-
cas tu gloria, no en la confusión, sino en las alabanzas
de los hombres, en el aplauso, en la jactancia de tus
talentos! Pero esto es contradecir ä la gloria de Cristo.
Todo lo traeré d mi. Esto es, lo sujetaré á mi poder.
Por la cruz, á la verdad, consiguió Cristo, que al nom-
bre JESIM todo cuanto hay hinque la rodilla (3). ¡,Sabes
por qué no pones á tu sujeción tus pasiones? Porque no
te levantas de la tierra, no subes á la cruz, pisando la
soberbia. En adelante, pues, Dios te libre de gloriarte
en otra cosa, que en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.
2. Respondiók la turba: ¿Cómo dices que conviene
que sea exaltado el Hijo del hombre? ¿Quién es esto
Hijo del hombre (4)? Ignorancia es ésta de la turba.
(1) Joma., 18. (8) Galia., 8. (8) Philip., 2. (4) Joann., 12.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 529
Oye y ve presente al Hijo del hombre, y no le conoce,
Tú, ä la verdad, no pruebas semejante ignorancia con
las palabras. sino con las obras. Ofrécesete una ocasión
de humillarte; oyes interiormente ä Dios, que te inspi-
ra que abatas aqui tu soberbia. Responde el miedo de la
confusión: otra ocasión habrá; no hay necesidad de que
esto se haga con esta publicidad, etc. Como si Cristo no
hubiese sido crucificado ä la vista de todo el mundo. Con
razón, pues, te puede dar Jesucristo la misma repren-
sión, y decirte: Aún hay alguna poca luz en vosotros.
Con razón te puede avisar lo mismo: Andad mientras
teneis luz, aunque poca, de la cual te debes aprovechar,
para lograrla mayor.
3. Mas habiendo hecho tantos milagros delante de
ellos (las turbas), no creian en Él (1). La vida mala y
corrompida era el impedimento para esto. Alcanzas con
el entendimiento mucha doctrina y verdades acerca de
Cristo, mas porque los malos afectos te inclinan ä otras
cosas, no las practicas, ni muestras en las obras. No
obstante muchos de los principales creyeron en Él. Pero
¡qué imperfectamente! Porque por causa de los fari-
seos no le confesaban, por no ser echados de la sinagoga.
¡Qué no pueden los respetos humanos! Amaron á la
verdad la gloria de los hombres, mds que la gloria de
Dios. ;O vergüenza! Por no desagradar al hombre, es-
coges desagradar ä Dios.
(1) J'osan., 12.


AVANCIN! 34

30 SEMANA XXVII

DOMINGO XXVII DESPUÉS DE PENTEC.


CADA UNO SERÁ JUZGADO SEGÚN LA LUZ
QUE RECIBE

. Yo he venido como luz al mundo, para que todo


hombre, que creyere en Mi, no quede en tinieblas (1).
Estamos de asiento ofuscados con tinieblas en el enten-
dimiento, y en la sombra de la muerte, que nuestras
concupiscencias causan. Ofrécesenos por si misma la luz,
y nos convida: El que me sigue, no anda en tinieblas (2) .
Pero amamos más las tinieblas;-..-.-Y4por qué? Porque
ésta no es una luz ociosa; no basta una fe muerta, sino
que ha de ser operativa. Eropereza una luz siempre mo.
vediza en seguir las virtudes de Cristo. Y ¿ha de ser as,
siempre? ¡,Qué no hadas para recobrar la vista una vez
perdida? tú en tan poco tienes la luz y vista del alma.
2. El que me desprecia, y no recibe mis palabras,
tiene quien le juzgue. Lo que he hablado, eso le juzgará
en el dia último (3). Jamás suceda que yo desprecie ä
Cristo. ¡Horrible maldad por cierto! Pero no admites
sus palabras, que te dice por medio de las inspiraciones
y luces que te da por las reglas, * por los preceptos,
por lo que te advierten los mayores y los padres espiri-
tuales. Pero no hay duda, que esto es despreciar ä
Cristo. Estas cosas te juzgarán en el último dia. Porque
se te dirá: Has ahogado esta inspiración, has despre-
ciado este aviso, has pisado esta regla, has quebrantado
este precepto, etc. Mira, pues, no sea que ya que des-
precias, seas despreciado.
(1) Joann., 12. (2) Ibld., 8. (8)1131d., 12.
DESPUÉS DE 19INTECOSTÉS 531
3. Yo de mi solo nada he hablado; sino el Padre,
que me envió, ese rae ordenó lo que debo hablar (1).
¡Qué dichoso serás en aquella hora, si puedes decir en
ella: Yo nada hablé de mio, nada hice por mi gusto, si-
no todo por mandato de Dios 6 de los superiores. Pero
esto acaso más lo ofreces que lo ejecutas. ¿Nada hacas
de aquello ä que te convidan los sentidos? ¿Nada dices
movido de pasión? ¿Por ventura es esto hacer y hablar
según el mandato del Padre? No quieras, no, privarte
de aquel último y final consuelo, que nadie te puede dar
ni quitar sino tú mismo.

LUNES
DE LA HIGUERA MALDITA

1. Volviendo por la tnatiana á la ciudad, tuvo ham.


bre. Y viendo una higuera cerca del camino, se fuó ha-
cia ella y nada en ella encontró sino solamente hojas (2).
Considérate á ti en esta higuera. Hambre tiene el Señor
del fruto de tus obras; el cual, si tuvieras nobleza de
ánimo, se lo debías dar sólo porque lo desea con ham-
bre. Viene ä ti, por medio de tantas gracias como te re-
parte para que obres bien. Ea, di: ¿Qué frutos has
producido? te dirá cuándo venga en la muerte al juicio
particular. Nada encuentra que pueda gustar en ti. El
engañar ä los hombres con la simulación y una exterior
apariencia de virtud fueron hojas solamente. ¿Quisie-
ras por ventura ser hallado ast falto de frutos en aquel
juicio?
(11 Joann., 12. (9) Hattli4 21.
53 2 SEMANA xxvn
2. Y la dice: Nunca para siempre nazca de ti fru-
to (1). Y ¡por qué? Porque sólo tenia hojas. Pero con
todo aún no era tiempo de higos, notó san Marcos (2),
Mística es esta significación. Si busca fruto en el árbol,
aun cuando no es tiempo de llevarlo, ¡con cuánta más
certeza te lo pedirá ä ti al tiempo en que debes llevar-
lo? * Y ¡qué tiempo hay en que no debas? Y aun ast
¡desperdicias el tiempo? ¿dejas pasar las ocasiones?
¡pierdes las gracias? Y contentándote sólo con hojas,
¡finges, con engaño, virtud? ¡no temes aquello: Mal-
dito es el que hace la obra de Dios fraudulentamen-
te (3)?
3. Y luego se secó la higuera (4), privada del jugo
con que se alimentaba. Ésta es la pena de aquellos que
no corresponden á las gracias. Él jugo con que se ali-
mentan para dar frutos de buenas obras son los auxilios
de la gracia. De éstos con razón son privados los que
de ellos no usan. Éstos se quedan secos, siendo desam-
parados de la gracia, sin la cual es cierto que no pode-
mos hacer obra alguna meritoria. De donde suele suce-
der, que los que no quisieron cuando podían, cuando
quieran no podrán. ¡No es bastante esto á moverte á
corresponder á las gracias?

MARTES
PARÁBOLA DE LA VISTA ARRENDADA

1. Había un hombre, padre de familias (que es Dios)


que plantó una viña (ésta es tu alma), y la cerró con su
(I) Mata., 21. (2) Marc., 11. (8) Jerem., 48. (4) llanta., 21.
DESPUÉS DE PENTECOSTiS 533
vallado (de los mandamientos y reglas), y cavó en ella
un lagar (el de los sacramentos, del cual corre la gra-
cia), y edificó una torre (6 la de su providencia, 6 la de
la angélica protección, 6 la de la vigilancia de los supe-
riores), y la arrendó á los labradores (esto es, ä ti) (1).
Plant6te, pues, ä ti el que te formó con la esperanza de
que des fruto, para que alabes ä tu Señor, le reveren-
cies y le sirvas. Pero ¿qué frutos has dado? Acaso agra-
zones y uvas de hiel. ¿Cuántas veces desmoronaste su
cerca? ¿cuántas veces el fiero jabalí, 6 el depravado afec-
to, se comió, 6 vendimió esta viña? ¿Cuál es tu reveren-
cia con los sacramentos de la sangre de Cristo? ¿cuál es
tu respeto y tu cuidado ä ja vigilancia que tienen de ti
Dios, los ángeles y los superiores? Y con todo no se te
donó esta viña, si sólo se te arrendó. Mira que se te ha
de pedir el fruto. ¿Qué responderás?
2. Como se llegase el tiempo de la cosecha, envió sus
criados á los labradores para que recibiesen el fruto (2).
Aqui se representa lo que hizo Dios contigo y lo que tú
hiciste con Él. ¿Cuántas veces te envió sus siervos, los
predicadores, los superiores, las internas inspiraciones
que te amonestaban ä que rindieses el fruto? Pero tú,
como los rústicos labradores echando mano de los cria-
dos, á uno mataron, á otro apedrearon; así las gracias ä
que no quisiste cooperar, las recibiste en vano; ahogaste
las inspiraciones, despreciaste los avisos. ¡Oh bondad la
de Dios! ¡Oh ingratitud la tuya!
3. Segunda vez envió otros criados en más número
que los primeros, y les hicieron lo mismo (3). Aqui tie-
nes el perfecto modelo de la obediencia, te dice san Gre-
(1) Mattb., 81. (E) Ibld. (8) Ibid.
534 SEMANA XXVII
gorio. Sabiendo de cierto que los otros siervos habían
sido muertos con crueldad, ni se ponen á dudar, ni bus-
can razones para excusarse, mas ejecutan sin escudri-
ñar lo que se les manda. ¿Por ventura no te pide tu es-
tado tal obediencia (1)? ¿Es tal tu obediencia, religioso, *
y la de todo cristiano, ä los preceptos de Dios, que te
expongas ä perder la vida, ä padecer la injuria, el ham-
bre, la desnudez, etc., por no quebrantarlos? Considé-
ralo.

MIÉRCOLES
DAN LA MUERTE AL HIKI. ÚNICO

1. Ultimamente les envió á su hijo, diciendo: Ten-


drán respeto á mi hijo (2). Después de despreciar tan-
tas gracias podía Dios castigarte. Mas, usando de mi-
sericordia, aún envió ä su hijo ä tus entrañas debajo de
las especies eucarísticas, para que su caridad te encen-
diese, su humildad te humillase, su cruz y su pasión te
moviesen ä dar el fruto de la humillación. Reverenciar
debías con temblor al Hijo de Dios, abrazar su doctrina
y sus ejemplos. Mas ¡qué lejos estuviste de seguir su vida!
2. Los labradores, pues, viendo al hijo, dijeron entre
si:És
te es el heredero, venid, y matémosle (3). ¡Qué
poca atención tuvieron con el hijo! Ni tú has tenido más,
que no tuviste reparo alguno en pecar. Ecluistele fuera
de la viña, luego que diste lugar al pecado. Distele la
muerte en ti mismo, y pisaste indignamente su sangre.
Tú no has tenido respeto al Hijo de Dios. El Padre le
hará reverenciar cuando venga ä juzgarte, y las llagas
del Hijo perorarán contra ti.
(1) Lege Regia. 81 Sumar. (2) Matth., 21. (8) 'bid.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 533
3. Cuando viniere, pues, el señor de la viña, aisé
hará con aquellos labradores? Dícenle: Á los malos los
perderá malamente (1). ¿Qué otra cosa podlas esperar
de tan mal como trataste al mismo Hijo de Dios? Pero
Él se apiadó de ti, para no perderte malamente. Te pu-
so en tal estado, en que te pierdas ä ti bien por una
mortificación continua. ¡Cuán necesario te es este freno,
para que no vuelvas ä caer! Mas ¡qué fácilmente huyes
de él, y le sacudes!

JUEVES
LAS BODAS DEL HIJO DEL REY

1. Un rey celebró las bodas de su hijo, y envió á sus


criados á llamar á los convidados, y no querían éstos
venir (2). El Padre eterno desposó al Hijo con la na-
turaleza humana. Dispuso el convite de la doctrina evan-
gélica y de la perfección. A éste te convida ä ti con
otros muchos. Prometiste venir ä él al recibir el estado
religioso, * 6 la profesión de cristiano por el bautismo y
la fe: Envió, pues, sus criados, las santas inspiraciones,
que te dijesen: Aparejé mi comida. A mano tienes la
ocasión para darte ä la perfección de veras. Pero tú no
hiciste caso de lograrla. Te fuiste á la granja de tus de-
pravados afectos. Te fuiste á negociar los consuelos de
las criaturas. Despreciabas las inspiraciones que te con-
vidaban. ¿No reconoces tu indignidad?
2. El rey, pues, indignado perdió á aquellos homici-
das (3). ¿Por qué no envió más y más criados, como el
(t) Matth., 21. (2) bid. 22. (Ilt 11,14.
e36 SEMANA =cm
padre de familia de arriba á la villa? ¿Por qué se airó
tanto luego, y acabó con ellos? Porque las otros siervos
pedían lo que era deuda; á éstos les ofrecían la gracia
y el favor del convite. Para con Dios, así como es carác-
ter propio de su majestad el hacer gracias, así es delito
de lesa majestad el despreciarlas. Y tú ¡cuántas gracias
suyas despreciaste! Ä la verdad, despreciarlas es no que-
rer cooperar ä ellas. Luego merecido has que te perdie-
se. Debes ä la misericordia de Dios que te enviase aún
otros criados, más y más inspiraciones y luces. Mira,
que las recibas con más humildad.
3. Las bodas, si, están dispuesias, mas los que fue-
ron convidados no fueron dignos. Id, pues, á los desem-
bocaderos de los caminos, y á todos los que encontrareis
llamadlos para las bodas (1). Has rehusado hasta aquí
el convite de la perfección evangélica, 6 por el tedio de
venir á darte á ella, 6 por la dificultad de abstraerte de
las cosas terrenas. Reconoces que te has portado indig-
namente. Ponte, pues, al desembocadero de tus cami-
nos, quiero decir, ä la salida de la vida. Consulta á la
muerte, y mira lo que te aconseja, si debes ir al convite
de la perfección, 6 si puedes despreciarlo. Oye el conse-
jo que te da, y tómalo. Lo que entonces querrás haber
hecho, hazlo ahora. El deseo de entonces es tardío.
(1) Mattb., 22.


DESPUBS DE PENTEGOSTBS 537

VIERNES
DE Fi HOMBRE NO VESTIDO CON VESTIDURA DE
BODAS

I. Entró, pues, el rey d ver los que estaban á la


mesa, y vió allí á un hombre no ataviado con vestidura
de bodas (1). Por la vestidura nupcial se entiende la vida
y las costumbres propias de cada estado. Examina si
las tuyas son correspondientes á él. Y le dice con indig-
nación: Amigo, por ironía, ¿cómo .has venido acd, no
teniendo vestido de bodas? No basta que parezcas re-
ligioso, * que parezcas cristiano católico; es menester
que lo seas en las costumbres y en la vida. Si Dios en
este punto te llamara para examinarte en el juicio par-
ticular, ¿cuál, juzgas, te encontrarla? Pero él enmude-
ció. Delante de Dios no tienes que pensar que puedas
dar excusa alguna. Enmudecerás confuso. Mas ahora,
que tienes tiempo, habla suplicando, y prepara la vesti-
dura que el Señor quiere y le agrada.
2. Entonces dice el rey á los ministros: Arrojadle
atado de pies y manos en las tinieblas exteriores (2). Es
echado fuera, dice san Ambrosio (3), porque, siendo pe-
cador, se tomaba el mérito de la santidad. No sufre Dios
fácilmente en la religión, * en la cristiandad, á aquél
que no conforma las costumbres y la vida con lo que
profesa. A la verdad tienes bien que temer, si tu vida
es diferente. Aunque creas que puedes encubrirte entre
la multitud. Dios manifestará lo que encubres. Aunque
no seas echado de la religión, * 6 de la Iglesia, serás
(1) Matth., 22. DB Ibld. (8) Ser. Irde
538 SEMANA XXVII
desechado de la cara de Dios, que es luz virdadera, y
puesto en las tinieblas y ceguedad del entendimiento.
Serán atadas con los lazos de tus aficiones tus manos y
tus pies, para que no obres. Con éstos por lo común es
atado el que es muy laxo y sin temor ea su obrar.
3. Muchos son los llamados, mas pocos los escogi-
dos (1). Esto es lo que te debe tener en temor, y causar
en ti un gran cuidado de tu vocación y llamamiento ä la
santidad, como á la fe, y tenerte siempre solicito de sa-
tisfacer ä lo que te piden. No por eso eres escogido por-
que fuiste llamado: el ser llamado no es tuyo, sino de
la gracia de Dios, aun sin previa disposición tuya; más
para ser escogido para la gloria, has de poner de tuyo.
Sigue para esto el consejo del apóstol san Pedro: Andad
solícitos en hacer con las buenas obras cierta vuestra
vocación y elección (2).

SÁBADO_
PREGUNTA SOBRE PAGAR EL TRIBUTO AL CÉSAR

1. Maestro, sabemos que eres veraz, y enseñas en


verdad el camino de Dios, que no te mueves por respeto
alguno, porque no eres aceptador de personas (3). Es
ésta una alabanza de Cristo muy verdadera. ¡Ojalá que
tú la merecieras tal sin adulación, ya que profesas
seguir á Cristo! ¿Eres por ventura veraz para ti mis-
mo? ¿No te mientes á ti, diciéndote que lo bueno es
malo, y lo malo bueno? ¿Tienes 6 andas el camino de
Dios en verdad? ¿El camino de los mandamientos y de
(1) Mstth., 22. (2) II Petr , 1. (8) Matth., 22.

DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 539


las reglas? ¿,6 vas acaso siguiendo las huellas de tus
compañeros y pasiones? ¿No tienes ansia de alguna co-
sa más que de Dios? ¿No eres aceptador de personas?
¿No adulas ä éste? ¿No te arrimas ä aquél? ¡Qué lejos
estás de la alabanza del maestro de quien eres tan mal
discipulo!
2. ¿Qué te parece? ¿Es licito pagar tributo al Cé-
sar ó no (I)? La pregunta en las voces no parece mala;
pero se oculta en sus ánimos su veneno. El intento de
los que la hacían era poder cogerle en palabras. Por eso
los reprende asi: ¿Para qué me tentais, hipócritas?
mostrando cuánto le desplace el engaño. Pide le den ä
ver la moneda del tributo. Muéstransela. Diceles: ¿De
quién es esta imagen é inscripción? Tá ¿de quién eres
imagen? de Dios. Pero ¡qué disforme! Tu la hiciste
imagen del hombre terreno. Tiempo es de que así como
llevaste la imagen del terreno, así lleves ahora la del
hombre celestial (2). Refórmate ä ti continuamente has-
ta que se forme en U Cristo (3), y puedas decir: Vivo
yo, ya no yo, sino Cristo vive en mi (4).
3. Dad pues al César lo que es del César y á Dios lo
que es de Dios (5). A cada uno se le ha de dar lo que es
suyo. De Dios es todo cuanto eres: cuerpo, alma, senti-
dos y todas las potencias. ¿Das ä Dios el cuerpo y todos
tus sentidos? ¿Usas de él para gloria de Dios, 6 para tus
comodidades? ¿Dasle tu alma, pensando en Él, amándo-
le, temiéndole? ¿Andas acaso arrastrando con tus afec-
tos por las criaturas? Repara por cuántos títulos te de-
bes ä Dios. Él te crié, te redimió, te guardó, te llamó,
Natth., 22. (2) 1 Cor., 15. (8) Galat., 4. (4) 'bid., 2.
(6) Mattb., 22.
540 SEMANA XXVIII
te colmó de tantos beneficios. Da también al prójimo lo
que le debes, que es la caridad. Es imagen de Aquél
por quien tú fuiste criado, y con la misma sangre redi-
mido.

DOMINGO XXVIII DESPUÉS DE PENT.


DE EL GRAN MANDAMIENTO DE LA CARIDAD

Preguntóle un doctor de la ley: ¿Maestro, cuál


es el principal mandamiento que Dios quiere que se
cumpla más que todos? Dicele JESÚS: Amarás al Señor
Dios tuyo de todo tu corazón, etc. Éste es el mayor y
primer mandamiento (1). ¡Entiéndeslo? Primero: lue-
go por aquí se ha de empezar. Mayor entre todos: luego
aquí se ha de concluir. El amor es el rey y primer mo-
vil de los afectos. Luego hacia aqui los debes mover to-
dos; y tu amor debe ser arrebatado, como á su fin, á
aquel Señor, fuera del cual nada hay amable. ¿Has te-
nido, pues, este precepto por el primero y el máximo?
¿No has preferido jamás á Dios alguna cosa? ;Ojalá que
nunca hubiera sido! A lo menos de aquí adelante sea
el primero y mayor cuidado de todos: amar ä Dios.
Lo que mostrarás, si diriges á El todas las cosas; si no
das parte alguna de tu corazón á las criaturas, amándo-
las fuera de Él; si tuvieres aliento de insultar con el
Apóstol á las dificultades, diciendo: ¿Quién será capaz
de apartarnos de la caridad (2)?
2. Mas el segundo es semejante d éste: Amarás á tu
prójimo como á ti mismo (3). La regla de amar al pró-
jimo la tiene cada uno en si mismo. Ninguno se ama ä
(1) Mattb., 22. (2) Rom., 8. (8) Mattb., 22.
DESPUÉS DE. PENTECOSTÉS 541
si con ficción; ninguno se ama sino sinceramente; nadie
quiere para si el mal, aun el más mínimo; ninguno hay
que no quiera para si el bien, y entre los bienes el más
aventajado. Debes, pues (y éste también es mandamien-
to grande), amar al prójimo sin' ficción, apartar de él,
cuanto pudieres, todo mal, y procurarle el bien. Pero
advierte que tu prójimo no es uno solo, sino todos. No
debes, pues, fijar en uno solo tu afecto, de tal modo que
lo apartes de los demás.
3. De estos dos mandamientos pende toda la ley, y
los profetas (1). Aqui tienes el motiio para que ames ä
Dios y al prójimo. La observancia de la ley te es abso-
lutamente necesaria. ¿Quieres no faltar en ella en cosa
alguna? Así por cierto lo debo esperar de un hombre
cuerdo. Pues ama, porque el que ama, llenó la ley (2).
Dirige hacia aquí tus pensamientos, tus palabras, tus
obras, de suerte que toda tu vida sea un puro ejercicio
de amor.
LUNES
SON REPRENDIDOS LOS FARISEOS

4. Sobre la cátedra de Moisés se sentaron los escribas


y fariseos. Guardad y ejecutad todas las cosas que os di.
jeren (3). Aunque no sea bueno el superior, ha de ser
no obstante obedecido, si es bueno lo que manda. Aun-
que sea malo el doctor, pero la doctrina sana, se ha de
seguir y observar. No se ha de parar en el ejemplo.
Mas no guerais hacer según sus obras. Nula es, pues,
aquella excusa que sueles dar: el superior lo que man-
(1) Note., 92. (2) Rom., 18. (8) Mattb., 28.
542 SEMANA *XXVIII
da no lo hace. Él de si dará razón, y tú la darás de ti.
Porque dicen y no hacen. Esto ha de estar muy lejos de
ti. El decir bien no es la llave del cielo, sino el bien
hacer. No te harán cargo de si hablaste bien, sino de lo
que hiciste. ¡Qué cosa tan torpe es enseñar con la voz
la virtud, y desaprobar con los hechos la doctrina que
se enseña!
2. "Todas sus obras, pues, las hacen para ser vistos
de los hombres (1). Otro vicio que reprende en los fari-
seos es que pretendían ser estimados y alabados de los
hombres. Si ä éstos agradaban, quedaban muy satisfe-
chos. Desean con ansia los primeros asientos y las pri-
meras cátedras, y las salutacionet—en la plaza, 6 que
públicamente se les corteje y honre. Si alcanzaban esto,
ya se tenían por bienaventurados. No debes hacerlo asi
tú, que quieres ser siervo de Dios. Cierto es aquello del
Apóstol: Si agradara á los hombres, no fuera siervo de
Cristo (2). No puede menos que desagradar ä Dios, el
que desea agradar mucho ä los hombres. Haz cuenta que
has conseguido agradarles. Has consegido tu paga (3).
Mas juzga que trabajaste para coger sólo humo.
3. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, que sois se-
mejantes á los sepulcros blanqueados, que parecen por de.
fuera hermosos á los hombres, mas por dentro están
llenos de huesos muertos y de toda bascosidad (4). Éste
es el tercer vicio que se reprende en ellos, la hipocre-
sía 6 ficción de santidad. En donde hay virtud fingida,
allí con toda certeza hay verdaderos vicios. Nada apro-
vecha, antes daña muchísimo, parecer una cosa sin
haber realidad alguna de ella. Dios no mira ä lo que pa-
(1) Mata, 88. (8) Gil., 1. (8) Matth., 8. (4) Ibid., 88.
DESPUÉS DE p awrzcorrgs 543
reces, sino á lo que eres. Tal eres para con Dios, cual
eres en tu ánimo, en tu conciencia. De El has de ser
juzgado para la eternidad, no de los hombres.

MARTES
PROFETIZA LA DESOLACIÓN

1. Cuando viereis estar la abominación de la desola-


ción en el lugar santo del templo de Jerusalén destrui-
do, el que lee esto, entiéndalo (1). Entiende que tú
eres templo de Dios, á quien amenaza la desolación por
la muerte. Se disolverá por cierto este templo. Mira lo
que debes hacer antes para evitar todo peligro. En vano
querrás entonces cuando no podrás. ros que están en
Jadea huyen á los montes. Estás en el pueblo escogido:
para estar seguro entonces, huye ahora al monte, que
es Cristo, para que ast le imites. El que está en el te-
cho de una virtud sublime, no se baje á las cosas lnfimas,
y aun viles de los seglares. Dice san Hilario: El que
está en el campo de Cristo, no vuelva jamás á tornar la
túnica - de la vida vieja. ¡Qué seguro estarás entonces,
si hicieres ahora estas cosas!
2. ¡Ay de las que estuvieren preñadas en aquellos
días (2)! Insta siempre aquel último dia, y acaso es éste
de hoy. ¡Ay de ti, si hasta aquel día estás cargado y
lleno de buenos deseos, y no los das ä luz en las obras!
Todo el bien que ahora concibes, lo has de dar luego á
luz en la obra, porque entonces no habrá tiempo. Orad,
pues, para que no se haga vuestra fuga en el invierno.
(1) Mata., 24. (2) bid.
544 SEMANA xxvuz
Procura que no te venga la muerte cuando estás frio en
el servicio divino, 4 en sábado, cuando estás dado á di-
versiones y placeres, 6 vives en ocio y flojedad. Todo
esto debes procurar evitar en toda hora, pues ningu-
na carece de peligro.
3. Porque habrá entonces una tribulación grande,
cual no hubo desde el principio del mundo (I). Entiende
para los desproveidos y los tibios, que dilataron para
aquel tiempo el hacer lo que ya no es hacedero ni posi-
ble. Será atormentado el 'cuerpo con la última lucha,
pero mucho más la conciencia. Con más viveza aprehen-
derás entonces el bien y el mal. Hallarás que tu carga es
mayor que jamás hablas pensado, etc. Para evitar, pues,
tal tribulación, haz ahora lo que entonces quisieras haber
hecho, guárdate ahora de lo que entonces quisieras ha-
ber omitido. Consulta ä la muerte acerca de lo que de-
bes hacer, pero sigue su consejo.

MIÉRCOLES
SE HA DE VELAR PARA AGUARDAR LA VENIDA
DEL SEÑOR

4.. Velad, porque no sabeis la hora . en que ha de venir


vuestro señor (2). Con prudencia debes siempre temer
lo que ciertamente ha de venir, pero no sabes cuándo.
¿Qué seria si pocos d'as ha hubiera venido el Señor?
¿Cuál te habria encontrado? ¿Qué, si viniera en este pun-
to? ¿Qué quisieras haber hecho? ¿Qué, si supieras que
habla de venir dentro de una hora? ¿Qué harlas? Lo que
(1) Maith., 24. (2) 1Md.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 545
determinarlas hacer, hazlo ahora, porque no sabes si
vendrá. Por eso se te oculta aquella hora, porque toda
hora tengas por sospechosa.
2. Bienaventurado es aquel siervo, á quien cuando
viniere el señor, hallare que obra de este modo (1). En
tanto tiene el velar, que de la vigilancia sola saca el se-
ñor y pronuncia que es bienaventurado el . siervo. Al que
está en vela no se le entra en casa el ladrón, que le lle-
ve lo que adquirió. No deja pasar buena ocasión, que no
aproveche. Confiésalo tú mismo. Cuando tenlas presen-
te y estabas atento ä Dios ¿admitiste alguna culpa aun
la más leve? ¿Te rendiste acaso aun ä un solo mal ape-
tito? ¿No has usado toda ocasión para lo bueno? Y ¿no
es por ventura ser bienaventurado vivir de tal suerte que
no contraigas culpa alguna? Bienaventurado es el varón
que ha sido hallado sin mancha (2).
3. Pero si dijera aquel mal siervo (3). Al siervo bue-
no y vigilante, oponte tú otro malo, que dice en su co-
razón: Tarda mi señor en venir. Que en el tiempo que
tiene, juzga que le resta mucho más en que podrá obrar
con fervor. ¡O miserable! Vendrá su señor en el día en
que no le espera. ¡Cuál será entonces su temor! ¡Cuál
su temblor! ¡Qué, si se pone ci herir á sus compañeros,
condescendiendo con lo irascible! ¡Qué si se da á comi-
das y bebida, dando riendas á lo'concupisciblel Creo que
no querrlas te hallase en tal estado. Aparéjate, pues.
Pero nunca estarás aparejado bastantemente, si siempre
no estás aparejado.
(1) Matth , 24. (2) Eooll, SI: (8) Matth , 24.


AVANCINI 35
546 SEMANA XXVIII -

JUEVES
PARÁBOLA DE LAS DIEZ VÍRGENES

4. Es semejante el reino de los cielos á diez vírge-


nes, que tomando sus lámparas salieron al encuentro al
esposo y á la esposa (I). También esta parábola amo-
nesta ä la vigilancia. Todas fueron virgenes, todas toma-
ron sus lámparas, todas salieron al encuentro, todas,
tardando el esposo, dormitaron. Y con todo, cinco tue-
ron necias, cinco prudentes. Mas no todas tomaron con-
sigo el aceite. Por eso aquellas son -pf.- iidentes que pusie-
ron el aceite en sus vasos. La fe es la lámpara, mas no
basta. Eres imprudente, si no tomas también el aceite
de la caridad, y los medios que te hagan seguro delante
de Dios, que es el esposo, para que no se apague tu
lámpara. Porque la fe sin obras es fe muerta (2).
2. A la media noche pues se oyó un clamor: Mirad
que el esposo viene (3). Viene el Seilor cuando menos lo
pensamos. Entonces se levantaron todas las vírgenes y
adornaron sus lámparas. ¿Por qué todas tan solicitas?
Porque hablan de comparecer delante del esposo. Las
necias reconocieron entonces su error, que era faltarles
el aceite de las buenas obras. Pero ya viene muy tarde
querer empezar cuando es tiempo de acabar. Las ne-
cias, pues, dijeron á las prudentes: Dadnos de vuestro
aceite. Mas en vano te aprovecharán las buenas obras
ajenas en donde á cada uno te da según sus obras pro-
pias. ¿Juzgas que no fueron atravesadas de dolor las
(1) Natth., 15. (2) Je", 1. (2) Matth., U.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 547
necias, como llenas de júbilo las prudentes? Toma pues
la solicitud de aquellas, en cuya suerte deseas entrar.
3. Y las que estaban aparejadas entraron con él á las
bodas (1); no las que cuidadosas iban d ios que vendian,
6 las que dilatan el aparejarse. A peligro pone su salva-
ción el que dilata los medios. Preciso es poner antes lo
que es necesario para la salvación; .no el quererlo enton-
ces. Ultimamente vinieron las otras virgenes diciendo:
Señor, Señor, ábrenos á nosotras. Pero las bellas pala-
bras no aprovechan donde se valúan las obras. No sirve
confesar entonces al Señor con palabras, cuando con las
obras le negaste en la vida. Luego ahora cuando los d'as
son días de salud, cuando el tiempo es aceptable, se ha
de obrar el bien instantáneamente. Aún está abierta la
puerta. Mas él respondiendo, dice: No os conozco. Teme
en aquel tiempo este rayo, si ahora no conoces ä Dios y
según lo que le conocieres no le sirves.

VIERNES
PARÁBOLA DE LOS TALENTOS

1. Un hombre, partiéndose para lejanas _tierras, lla-


mó á sus criados, y les repartió sus bienes (2). También
esta parábola persuade la preparación. A uno di6 cinco
talentos, ä otro dos, á otro uno: A cada uno según su
propia virtud 6 alcance. Considera que recibiste de Dios
los talentos de cuerpo y alma, de naturaleza y de gra-
cia. Estas cosas no son tuyas, sino de Dios. ¿Te parece
que has recibido poco? Dios las ha medido según tu vir-
(I) Matib., 15. (2) Ibld.
548 SEMANA XXVIII
tud y talento. De lo poco que tengas has de dar razón.
Y si hubieras recibido más, te servirla de daño. ¿Con
qué fin se te dieron? para que negociases: Negociad
mientras yo vuelvo (1). La ganancia que no haces, se
pierde para el Señor. No puedes, pues, usar de lo que
se te dió de otra suerte, que según sabes que quiere
Dios. Y con todo has hecho lo contrario. ¿Qué hartas
con un criado que usase de tu caudal para sus comodi-
dades y deleites? Repara si tú eres acaso como éste res-
pecto de tu Señor.
2. Después de mucho tiempo vino el señor de aque-
llos criados, y se puso á tomarles cuentas (2). También
te las tomará á ti, acaso bien prontaniente. Y llegando
el que habla recibido cinco talentos, le presentó otros
cinco. De la misma suerte el que dos, le puso delante
otros dos. Hicieron su logro á proporción de sus talen-
tos. Uno y otro es llamado siervo bueno y fiel. Uno y
otro es convidado al gozo de su señor. No es, pues, más
premiado de Dios aquel que recibió más; porque atiende
al uso de los talentos y de las gracias, no al número de
lo que se hace. No hubiera sido llamado siervo fiel y
bueno el que recibió cinco talentos y hubiera ganado
sólo dos. Así no quiere Dios que alguna de sus gracias
quede inútil. Luego debes procurar continuamente no
recibir en vano alguna gracia. Sé, pues, ahora para esto
vigilante.
3. El que había recibido un talento dice: Señor, sé
que eres un hombre terrible y, temiéndote, fui y escon-
dí tu talento en tierra. Vélo ahí, que ahí tienes lo que
es tuyo (3). No perdió el talento, sino lo guardó bien.
(1) Lao., 19. (8) Matth., 18. (8) Ibld.
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 549
¿Cómo, pues, es reprendido de siervo malo y perezoso?
Porque no negoció ni hizo ganancia, que era lo que el
Sehor le pedia. Así, pues, castiga Dios un solo talento
malogrado por descuido. ¿Qué responderás tú, que tan-
tos sepultaste en la tierra, abusando de las gracias que
se te dieron para lograr los bienes celestiales, abusando
de ellas para sensual comodidad? Luego ahora ya final-
mente de tal modo has dé velar sobre tus cosas, que
merezcas oir al tiempo de la cuenta: Ea, siervo bueno
y fiel, entra en el gozo de tu Señor.
SÁBADO
DE EL JUICIO FINAL

1. Cuando viniere el Hijo del hombre en su majestad,


y con ht todos los ángeles, entonces $6 sentará en el
asiento de su majestad (1). Mira ya hecho juez al que
hasta ahora has tenido por abogado con el Padre (2).
Aquél á quien enclavaron los pecadores. Á Aquél á quien
despreciaste tú. Y se juntarán delante de El todas las
gentes. Mira la multitud de los que han de ser juzgados,
de la cual tú serás también. Y pondrá á su diestra d las
ovejas, mas los cabritos d la siniestra. Reparà la dife-
rente condición de los juzgados. En éstos ¡qué miedo!
¡qué temblor! En aquéllos ¡qué consuelo y gozo de sus
almas! Y ¿quiénes estarán á la mano derecha? Las ove-
jas, que se dejaron guiar, y siguieron la voz de su Pas-
tor. Y ¿quiénes á la izquierda? Los cabritos, aquellos
que sólo siguieron sus concupiscencias. 16 Dios! Po-
nedme aqui cuanto y como quisierais ä la siniestra, para
que me pongais ala ä vuestra derecha.
(1) Natth., 25. (2) 1 Joan, 2.
5 50 SEMANA XXVIII DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
2. Entonces dirá á los que están á la mano diestra:
Venid, benditos de mi Padre, poseed el reino que os está
aparejado (1). Antes que condene á los réprobos, llama
ä los buenos al premio; porque de suyo siempre está
más pronto y dispuesto ä hacer bien, dice el Crisósto-
mo (2). Pues esto lo hace según su naturaleza, mas el
castigar con penas lo hace como forzado. ¡Qué dulce
será esta sentencia para los justos! ¿Deseas tú también
oirla? La conseguirás con tus obras. Estas alega el juez
para darla. Tuve hambre, y me disteis de comer, etc.
Sin éstas en varió esperas. Luego lo que puede tu mano,
ábralo sin tardanza (3). Ni dejes de hacer caso de cosas
mínimas; porque no hay cosa tanIeve que, vestida del
amor para con Dios, no sea allí digna del reino eterno.
3. Entonces dirá á los que están á la siniestra:
Apartaos, etc. (4). ¡Oh qué trueno será éste en sus
oídos! De mi. ¡Qué rayo carecer eternamente de Dios!
Malditos. ¡Qué dolor ser aborrecidos de Dios para siem-
pre! Al fuego eterno. ¡Qué desesperación padecer eter-
namente pena de sentido! Que esta aparejado para el
diablo por mi; más para ti por tí mismo. ¡Qué tormen-
to habitar por una eternidad con los demonios! Y ¿cuá-
les son las causas de tan horrenda sentencia? Tuve
hambre y no me disteis de comer, etc. No habeis hecho
las obras que pedía yo de vosotros. Hicisteis lo que yo
prohibía. IÓ Dios! Aquí quema, aquí corta, con tal que
me perdones para siempre.
10 eternidad! ¡eternidad! ¡Cuán amarga es tu me-
moria!
(1) Matth., 25. (2) In Imperf. (8) Eeelee., 9. (4) Metth., 26.
MEEIBMIERM
ee ve ese pfe eje ee roveee te te te e.'9
Ja e7a fiAt e,".ü a, a e, a ao fi, a b'la a, a ei a era eo4
EMEEEMEMI=EIHEEEME=t nuzurxona.on

MEDITACIONES
PARA LAS FIESTAS PRINCIPALES DEL ANO

MEDITACIÓN
PARA LA FIESTA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

PUNTO 1. El acto primero del sacrificio es la acepta-


ción de él. Por aquí empezó JEsús su carrera mortal y
su oficio de redentor. Oigamos las palabras que dirigió
á su padre al entrar en el mundo, según dice san Pa-
blo: «Vos no habeis querido sacrificio ni ofrenda; pero
me habeis dado un cuerpo mortal. Entonces dije: Déme
aquí que vengo según está escrito de mi, para cumplir
¡ó Dios rulo! vuestra voluntad (1).»
Para comprender bien la excelencia de esta aceptación
por parte del Corazón de Jesús, basta pensar que El co-
nocla toda su extensión; que la apreciaba en todo lo que
valla; que no se le ocultaba ninguna de sus consecuen-
(1) Rebr., 10.
5 52 MEDITACIONES
c i as,-y qué no obstante, ni dudó, ni vaciló un momento.
El primer paso que dió en la carrera de su vida fué bas-
tante para adquirir infinitos méritos, puesto que con ese
solo acto abrazó cuantos sacrificios le esperaban, de an-
temano los quiso y voluntariamente los aceptó.
¡Oh! Cuán importante es entrar en el servicio de
Dios con generosidad, entregándose á él enteramente
desde el principio! Desdichadas almas aquellas que co -
hui& •51 indiferentes disputan sin cesar con la gracia,
dándole lo menos que pueden! ¿Quién alcanzará á saber
cuántos y cuán ricos tesoros pierden, cuántos y cuán
grandes sinsabores se preparan, lkinjuria que hacen á
Dios, y el obstáculo invencible que oponen á su 'perfec-
ción? ¡Ohl tú que lees esto, examina Si te hallas en el
número de esas almas infortunadas, que arrastran con
trabajo el peso de su languidez y de sus remordimientos.
Si por desgracia fuere ad, acude al Corazón de JESÚS
por el remedio de tu indiferencia, comenzando de una
vez á servir á Dios seriamente.
PUNTO II. Considera ahora en qué consiste el sacri-
ficio de JESÚS en esta ofrenda que hace á si mismo.
Dispuesto ä ofrecerlo todo, todo lo acepta. Está pronto
á emprenderlo todo, á ejecutarlo todo, ä sufrirlo todo
con resignación. La larga y penosa serie de trabajos,
de padecimientos y de humillaciones que le aguarda, se
halla patente á sus ojos, descubriendo con anticipación
las persecuciones, las calumnias, los desprecios y tor-
mentos que los hombres le preparan. Ha visto su ingra-
titud, su incredulidad, su malicia y su sacrílega audacia;
ha contado todos los tiros á que estará expuesto en el
sacramento de su amor hasta el fin de los siglos. Todos
SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS 553
estos innumerables golpes han lastimado su Corazón.
¡Dios mío! exclamó: Vos me habeis dado un cuerpo;
Unte aquí. Las demás víctimas no os agradan; porque
no pueden aplacar vuestra cólera, ni satisfacer vuestra
justicia. Padre mío, aquí me teneis. Vengad en mi los
crlmenes de todos los hombres yo consiento en ello.
Deus meus volui. Mi corazón está preparado: Paratum
cor meum, Deus. ¡Alma cristiana! ¡Alma religiosa! Ah!
está tu modelo. Aprende á darlo todo ä Dios, y ä reci-
birlo de Él todo, á emprenderlo todo en servicio suyo,
y á sufrirlo todo por su amor. ¡Ah! quizá temas; quizá
no te resuelvas á ofrecerte como JESÚS se ofreció: qui-
zá no oses aceptar sin restricción... Pero ¿qué temes?
¿Te pedirá Dios más de lo que te convenga dar? ¿Te
impondrá cruz más pesada que la que puedes llevar? Di
como JEs g s: aqul me teneis, Dios mlo; mi corazón está
preparado. ¡Oh! ¡Si pudiera así complaceros, correspon-
diendo á vuestro amor menospreciado!
PUNTO III. No es bastante. El Corazón de Jesús nos
enseña ä dar el último y más importante paso en esta
via de aceptación.
Lo que el Salvador divino ofreció al entrar en el mun-
do, lo repitió en cada instante de su vida mortal; lo dijo
en los brazos de su madre; lo volvió ä decir en el tem-
plo; lo repitió en la cruz, y lo repite constantemente en
la sagrada Eucaristía. Constantemente se halló dispuesto
á la aceptación y á la ofrenda, á la resignación y al sa-
crificio, y en esta disposición le vemos constantemente
en los altares. Pero layl por desgracia encuentra el di-
vino Maestro muy pocos imitadores de su generosidad.
Pocas son las almas que se dan ä Dios cuando las llama;
554 MEDITACIONES
menos son aún las que se entregan ä Él enteramente
y muy rara la que, después de haber hecho donación de
st, no la retracta. ¿Se hallan por ventura muchas per-
sonas que tengan resolución para decir en todos los ins-
tantes de la vida, en las circuntancias más penosas, en
medio de las pruebas, y á la vista de los sacrificios: Dios
mío, aquí estoy; Dios mio, tomad, recibid; todo es vues-
tro; dadme, enviad cuanto querais; disponed de ml á
vuestra voluntad: estoy contento.., nada quiero que Vos
no querais, y quiero todo lo que Vos quereis? ¿Te hallas
en esta disposición? Demuéstralo en las obras. Desde
hoy tendrás ocasión de hacerlo; prepara tu corazón al
sacrificio. Acéptalo todo voluntariamente. Mira en JESÚS
niño aún... ¡cuánta generosidad! Contigo la usó-. ¿te
negarás ä imitarle? No, amado Dueño do, no me nie-
go; ya quiero: Tomad, recibid, d Vos me entrego.
DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA
Y SAN JOSÉ

MEDITACIÓN
PARA LA FIESTA DZ LA CONCEPCIÓN PURÍSIMA
DE NUESTRA SEÑORA

(8 diciembre)

PUNTO I. Considera como habiendo determinado el


Verbo eterno de hacerse hombre, y honrar la naturale-
za humana, y para esto criar la santísima Virgen para
que fuese madre suya, labré la tela, como dice san Am-
brosio, de que se habla de vestir del linaje de Abrahän
y de David, adornándola y enriqueciéndola de tantos y
tan santos progenitores llenos de heroicas virtudes, em-
pezando tantos siglos antes ä disponer la posada en que
habla de habitar, y ä sazonar la masa de que habla de
formar su cuerpo; de lo cual debes aprender cuánta
disposición es necesaria en el alma para recibir ä Dios
dignamente, y que ninguna es demasiada para la alteza
55 6 MEDITACIONES
de tan soberano huésped; y con cuánto tiempo y cuán de
propósito debes disponerte para recibirle en tu pobre
morada; y pide ä nuestro Señor su gracia para ello, y
que te disponga y haga digno de recibirle, como dispuso
digna morada para si en la santísima Virgen.
PUNTO II. Considera con qué virtudes previno ä san
Joaquín y á santa Ana para hacerlos dignos padres de
tal hija, que fueron: grande santidad y piedad, hones-
tidad y paciencia, afligiéndolos muchos años con nota de
esterilidad, oprobio y afrenta de aquel pueblo, curtien-
do, como dice san Jerónimo, con estas calamidades y
trabajos la piel de que se habla de:vestir, como se cur-
ten las más preciosas con las incleineicias de los tiem-
pos; y aprende ä tener paciencia en los trabajos que
Dios te enviare, persuadiéndote que son prendas de su
amor con las cuales te quiere labrar y disponer para
hacerte mercedes: hutnillate en su presencia, y dale
gracias por ellas, teniéndolas y estimándolas como mer-
cedes de su divina mano, rindiéndote ä su divina volun-
tad, y pidiéndole que se haga en ti enteramente, así
en la tierra como en el cielo.
PUNTO III. Considera como en la concepción de la pu-
rísima Virgen previno la gracia á la culpa, preserván-
dola de toda mancha, pues no era justo que la tuviese
la tela de que se había de vestir, ni la casa en que ha-
bla de morar, ni la que habla de ser madre suya, enri-
queciéndola desde luego con tantas y tan heroicas virtu.
des, que pudiese honrarse de su . madre en la tierra,
como de su padre en el cielo: gózate de su dicha, y dale
mil parabienes por su alteza y dignidad: alégrate de te-
ner tal señora y tal reina. Contempla el gozo de los
CONCEPCIÓN PURISIMA DE LA VIRGEN 557
ángeles y los parabienes que te dieron en el instante de
su concepción acompáñalos tú con suma devoción, y
ofrécete con ellos á su culto y servicio.
PUNTO IV. Considera por una parte la ojeriza que
Dios tiene al pecado, pues ni la sombra de él permitió.
en su santísima Madre; y mira cuánto debes aborrecer-
le; y procura con todas tus fuerzas que no caiga en ti
su mancha. Y por otra parte contempla las gracias que
la purísima Virgen darla desde luego á su Criador por
las mercedes que de su mano recibía, y como desde
aquel instante hasta él último de su vida no cesó de ala-
barle y servirle, amarle y reverenciarle, creciendo siem-
pre en santidad, y adelantando el caudal de sus virtudes
sin interrupción ni tibieza, caminando de virtud en vir-
tud á la cumbre de la perfección.

MEDITACIÓN
PARA . LA FIESTA DE LA EXPECTACIÓN DEL PARTO
DE NUESTRA SEÑORA

(18 diciembre)

Pum I. Lo primero considera los deseos que tuvo


la santísima Virgen, desde el primer indtante de su con-
cepción, en que le fué acelerado el uso de la razón, y
prevenida con la gracia é ilustraciones divinas, de que
viniese al mundo el Deseado de los siglos, y el que ha-
bía de ser la salud de las gentes; los cuales deseos fue-
ron siempre confirmándose, y creciendo al paso que iba
creciendo en caridad y santidad; y al tiempo del parto
558 MEDITACIONES

serian como un río -caudaloso cuando llega ä desembo-


car en el mar; y como un grande fuego que le han ido
cebando continuamente, cuyas llamas llegan hasta el
cielo, asl serian los encendidos deseos de la beatisima
Virgen Maria, de ver, tener, servir, adorar y reveren-
ciar al Salvador del mundo, Pondera, que no le deseaba
para si sola, sino para todo el orbe, como el santo Si-
meón para la salud de Israel; y aprende de esta celes-
tial maestra, cuáles han de ser tus deieos y los empleos
de tu corazón, no en las cosas terrenas y transitorias,
sino en las divinas y celestiales, y en el bien universal
de tus hermanos.
PUNTO II. 'Considera cómo la beatisima Virgen juntó
los deseos con oraciones, plegarias, gemidos y santas
obras, por todo lo cual mereció que Dios abreviase los
plazos y viniese ä remediar al mundo, cumpliendo lo
que dice por boca de David (1): Por la miseria de los
necesitados, y por el gemido del pobre me levantaré lue-
go, dice el Setior; y asi se levantó y vino por los gemi-
dos y plegarias de la Virgen. Pondera lo que reveló ä
santa Isabel viuda, según lo escribe san Buenaventura,
que gran parte de la noche y del dia gastaba en oración
y deseos de ver y conocer ä la que habla de ser tan di-
chosa, que mereciese ser madre del Salvador, abrasán-
dose en vivas Misias de servirla, como su esclava, juz-
gando de si vilisimamente, y teniéndose por indigna de
servirla y pidiendo al Señor le concediese esta gracia;
y por esta humildad y estos deseos, mereció ser escogi-
do para madre del Salvador ä quien tanto deseaba. De
todo lo cual has de sacar deseos de servir ä Dios y ä los
(1) Pealm. 11.
EXPECTACIÓN DEL PARTO DE LA VIRGEN 559
que le sirven, y fervor de espíritu para acompañarlos
con santas obras, oraciones y mortificaciones, si deseas
tener buen logro de ellos.
PUNTO III. Considera la esperanza tan firme que tuvo
la Reina de los ángeles de alcanzar lo que deseaba; y
aunque dice el Sabio (1): Que la esperanza que se dila-
ta aflige al alma, no se afligía nuestra Señora por dila:
tarse la suya; antes con grande igualdad de ánimo y
tranquilidad de su espíritu esperaba en Dios que le habla
de cumplir sus deseos, aumentando cada dia plegarias,
gemidos, oraciones, penitencias y santas obras, con fir-
me esperanza de alcanzar lo que deseaba; de quien de-
he aprender á tener longanimidad en tus deseos, y
confianza en tus peticiones de alcanzar lo que pides y
deseas: confía en el Señor, aunque se tarde, y verás
buen logro de tus peticiones.
PUNTO IV. Considera que acercándose el tiempo de/
parto se aumentarían los deseos de la santísima Virgen
de ver_y servir al Deseado de las 'gentes, así como co-
rre' con más velocidad la piedra cuanto más se acerca á
su centro, y repetirla aquellas palabras de los Canta-
res (2): ¿Quién te me dará, ó hermano mio, pendiente
del pecho de mi madre? Y que así como del fuego suben
llamas, de la misma manera del fuego de los deseos de
la santísima Virgen subían llamas de peticiones, y con-
tinuos gemidos, y plegarias, pidiendo para el mundo el
Salvador; y Dios le cumplió sus deseos, como ä Moisés
su petición, dándole en sus manos el maná del cielo
para salud de los hombres. Pondera en este punto, que
as/ como las flores son principio del fruto, así los deseos
(1) Prov., 18. (8) Cap. 8.
5 60 MEDITACIONES
son semilla de las obras, y á quien Dios quiere hacer
mercedes, primero le da deseos de ellas, y cuánto más
crecen es mayor indicio de que Dios abrevia los plazos
para hacerle merced: mira no malogres los deseos que
te diere Dios, mas estimalos como prendas de sus mi-
sericordias y de las mercedes que te quiere hacer; le-
vanta el corazón ä Dios, y pídele constancia en tus de-
seos, espíritu y fervor para ponerlos por obra y recibir
en tu alma su divina visitación.

MEDITACIÓN
PARA LA FIESTA DE LA ,-, PURIFICACIÓN
DE NUESTRA SEÑORA

(A febrero)

PUNTO 1. Mira lo primero con los ojos de la conside-


ración ä la beadsirna Virgen que subió de Belén ä Jeru-
salén, y entró en el templo de Salomón en compañia del
glorioso san José, su meritisirno esposo, con su precio-
sisimo hijo en los brazos á ofrecerle al eterno Padre
por la redención del mundo. Contempla la modestia y
compostura exterior con que iba, la cual era tal, que
compondría á todos cuantos la miraban; la gravedad de
sus pasos, la moderación de sus acciones, la humildad
que resplandecía en sus ojos, el silencio de su boca y la
honestidad de su rostro; y luego entra en lo Intimo de
su corazón, y contempla el amor divino que ardía en su
pecho, la devoción para con ‚Dios, y la caridad para con
los hombres, por quien ofrece aquel Cordero inmacu-
lado que quita los pecados del mundo; y mira también
PURIFICACIÓN DE LA VIRGEN 561
como se rasgaron los cielos, y se pararon todos los cor-
tesanos ä ver aquella purísima Señora venir al templo
con aquella joya. en los brazos que no tiene comparación
en todo lo criado; mira los ángeles que bajarían ä acom-
pañarla, la fiesta con que la recibieron en el templo, el
gozo de la santísima Virgen y del glorioso san José, y
no los dejes ir solos; acompáñalos, y *velos, y gözate
de su gozo, y pldeles que te permitan ir en su compa-
ñia, aunque no lo mereces por tus pecados.
PUNTO II. Considera como siendo la Virgen tan pura,
se fué ä predicar al templo, para predicar con su ejem-
plo al mundo la pureza de alma y cuerpo; mira el
ejemplo que te da en tantas y tan heroicas virtudes como
en esta acción ejercita, y si tä predicas con el de tu
vida, 6 escandalizas con ella; da una vista al decurso de
los años pasados, y mira á cuántos has escandalizado
con tu mal ejemplo, y los has hecho caer en vicioi y pe.
cados, que por ventura están hoy algunos en el infierno
por ti; advierte la cuenta que Dios te ha de pedir de
ellos, y ruega al Señor que te dé gracia para enmendar
estos yerros en lo porvenir y ä la beatIsima Virgen
que te la alcance para edificar ä todos con el ejemplo de
tu vida.
PUNTO III. Considera la humildad de la santísima
Virgen que resplandece en esta acción, pues siendo la
misma pureza, fué al templo ä purificarse, confesändose
por manchada, despreciando todos los pundonores hu-
manos, y el aprecio y juicio de los hombres, para que 1
sepas despreciarlos, y estimar solamente el aprecio y
juicio de Dios, que es el verdadero y digno de estima;
lo segundo considera su obediencia, pues estando exenta
AVANCINI 36
562 MEDITACIONES
de la ley, se sujetó de su voluntad á ella, como dice el
venerable Beda, para quitar el escándalo y la murmura-
ción de los hombres; aprende tú á sujetarte á la ley
divina, que por tantos títulos te obliga, cumpliendo sus
preceptos puntualisimamente, y excusando las murmu-
raciones de los hombres, cuanto en ti fuere, aunque tu
conciencia no• te reprenda; considera lo tercero, como
quiso seguir en todo y por todo las pisadas de su santl-
simo hijo, y no admitir exención ni singularidad algu-
na, como Él no la admitió; toma esta imagen en la ma-
no, y haz una copia en tu alma de 'sus virtudes; mira si
tienes las referidas, y las demás que te enseña, y pídele
que juntamente con la enseñanza te alcance gracia para
cumplirlas.
PUNTO IV. Considera lo que dice san Bernardo, que
siendo la misma pureza, vino la beatisima Virgen á pu-
rificarse al templo, para enseñar ä los hombres, por
buenos que sean, á purificarse más y más cada dia, cum-
pliendo lo que dice Dios por san Juan en su Apocalipsi (1)
que el justo se justifique más, y el santo se santifique
más; esto es, crezca y se aumente en virtud y santidad;
tomo estas palabras como dichas á ti mismo, y á ejem-
plo de la Reina de los ángeles, pues te hallas tan man-
chado con las máculas de tus pecados, hazle hoy este
servicio, y toma muy á pechos la purificación de tu alma;
limplala de la escoria de los vicios y de cualquiera nota
de imperfección que haya en ella, y trabaja con todas
tus fuerzas en adquirir las virtudes, y caminar con
aliento ä la perfección, subiendo de claridad en claridad
al monte de la santidad; lo cual conseguirás siguiendo
sus pisadas é imitando sus virtudes.
(1 ) Cap. 12.
ANUNCIACIÓN DE Ski/ GABRIEL A LA VIRGEN 563

MEDITACIÓN
PARA LA FIESTA DE LA ANUNCIACIÓN DE SAN GA -
BRIEL ARCÁNGEL el LA VIRGEN MARIA SEÑORA
NUESTRA.
(»marzo)

PUNTO 1. Considera con san Buenaventura á la bea-


tisima Virgen en lo profundo de la noche, recogida en
su retrete, absorta en altísima contemplación, rogando ä
Dios por la salud del mundo, y abrasada en deseos de
conocer á la felichima doncella que habla de sir digna
de ser madre del Meslas y dar al mundo tan gran bien,
para reverenciarla, honrarla y servirla con todas sus
fuerzas; y en esta ocasión el arcángel san Gabriel en-
tró á darle la embajada de parte del Altísimo, declarán-
dola como ella era la dichosa y la escogida entre todas
las mujeres para madre del Hijo de Dios, que habla de
venir por su medio á redimir el género humano, con las
palabras que refiere el evangelista san Lucas (I). ¡Qué
entendimiento podrá comprender el estupor que causó
en aquella celestial Virgen oir semejante embajada tan
ajena de su humildad, y del bajo concepto que tenía de
sil pues, como dijo á santa Isabel en una revelación,
siempre se tuvo por la más vil y despreciada del mundo.
Turbfise grandemente viéndose levantar á dignidad tan
sublimada, y con prudencia pensaba lo que habla oido del
arcángel. Mucho tienes que contemplar y que aprender
en este primer paso de la Encarnación del Verbo eter-
(1) Cap. I.
5 64 MEDITACIONES
no. Contempla el recogimiento, las vigilias, la oración y
el celo de la santísima Virgen con que pedía á Dios la
salud del género humano; y la humildad y pureza con
%te mereció ser escogida entre todas las mujeres, para
madre de Dios; y gózate de su dicha, y pidele que te al-
cance estas virtudes para que puedas imitarla en algo, y
recibir en tu alma dignamente al Señor.
PUNTO II. Considera la pureza de la santísima Vir-
gen, y como se turbó oyendo que habla de concebir y
parir, resguardando siempre su pureza de cualquiera
sombra que desdijese de ella; y como la confortó el ar-
cángel, asegurándola con la protección del Espíritu san-
to, que habla de venir en su alma. Aprende recato y pu-
reza, y guárdate de cualquiera sombra que te pueda
mancillar, y pide ä Dios que te conforte en todas tus ac-
ciones, dándote gracia y fuerzas para lo que te mandare
y al Espíritu santo que venga en tu alma y te vivifique y
esfuerce como á la beatisitna Virgen.
PUNTO III. Considera como se rindió la santísima Vir-
gen á la voluntad de Dios, aunque sintió tanta dificultad
en lo que le ordenaba por ser la dignidad tan alta, y tan
humilde el concepto que tenía de si. Aprende á humi-
llarte y rendirte á lo que Dios ordenare, y á deponer tu
dictamen y dejar tu voluntad por hacer la divina. Toma
aquellas palabras de la Virgen y medita cada una de por
sí, y hallarás seis heroicas virtudes que imitar: Ecce
ancilla Domini, fiat mihi secundara verbum turna (1).
Hé aquí la esclava del Señor; hágase en mi según tu
palabra, en la primera ecce resplandece una obedien-
cia prontísima; en la segunda, ancilla, una profundisi-
(1) Luo.
ANUNCIACIÓN DE SAN GABRIEL A LA VIRGEN 565
ma humildad; en la tercera Domini una pureza angéli-
ca, en la cuarta, flat una caridad ardiente y celo de la
salvación humana; en la quinta, mihi una magnanimi-
dad humilde para ejecutar cualquiera cosa grande del
divino servicio; en la sexta, secundum verbum tuum una
viva fe con que creyó que todo cuanto el arcángel dijo
se habla de cumplir en ella por virtud del Altísimo.
PUNTO IV. Carga la contemplación en el misterio al-
tísimo de la Encarnación del Verbo eterno en las pur!-
simas entrañas de MARIA. Levanta el vuelo y mira con
atención quién es Dios en toda su grandeza: su sér in-
creado, su infinita bondad, su inmensidad, que no cabe
en los cielos de los cielos, la luz que habita inaccesible
y los demás atributos de su deidad; y luego baja los ojos
á la tierra y mira quién es el hombre: un vil gusano y
un asqueroso muladar lleno de miseria y podredumbre,
que apenas es cuando no es, y que como dice Job, nun-
ca permanece en un estado, mudándose ppr momentos;
y pondera el que se unan en un supuesto la grandeza de
Dios y la poquedad del hombre. 10 Señor! esto pasmé
los entendimientos angélicos; ¿qué härän los humanos y
el que es tan corto como el mío? Bendito seais millares
de millares de veces, que tales cosas hicisteis por nues-
tro amor, que los mismos que las recibimos, no las al-
canzamos á conocer: ¿qué os daré yo por esta merced?
Aquí me estaré mirando y contempfando lo que no pue-
do comprender, y gozándome de vuestra bondad, y de la
dicha de la beatísima Virgen, que tal merced mereció;
aquí la daré mil parabienes, suplicándola me reciba por
su esclavo, aunque no merezco entrar en su casa, ni
emplearme en su servicio.
566 MEDITACIONES

MEDITACIÓN
• PARA LA FIESTA DE LA VISITACIÓN
DE NUESTRA SEÑORA
(8 julio)

PLINTO 1. Contempla ä la beatísirna Virgen que parte


de su casa á pie, acompañada con su santo esposo san
José y otras parientas suyas, y va camino de diez y seis
leguas á las montañas de Judea, á donde habitaba santa
Isabel, ä visitarla, y á darla el parabién del hijo que ha-
bla concebido, y á santificarle en el vientre de su madre;
atiende al paso tan apresurado qui reva, deseando lle-
gar presto al recogimiento y santificar la casa de Zaca-
rías; oye los coloquios santísimos que tiene con las per-
sonas con quienes camina, las palabras de vida tan dul-
ces y provechosas que salen de su boca, el júbilo y con-
suelo de los que la acompañan; mira los ángeles que
van con ella, gozándose de su compañía, y cortejando á
aquel Señor que lleva en sus entrañas; entra con la me-
ditación en lo interior de su esplritu, y contempla el
fuego divino que ardía en su pecho, los afectos de su
alma, los coloquios que llevaba con Dios á quien tenla en
su seno, y las mercedes que á cada paso recibía de su
divina mano; júntate con aquella santa compañía; camina
con la beatlsima Virgen; no la pierdas de vista, ni la de-
jes; pídela que te permita acompañarla; y oye, y gusta,
y goza aquellos coloquios celestiales; y aprende junta-
mente los que has de tener en tus caminos, y como los
has de hacer, y como te has de portar con Dios y con
los hombres en ellos, para bien y provecho de tu alma.
VISITACIÓN DE LA VIRGEN 567
PUNTO II. Considera la caridad y humildad de la Vir-
gen, que resplandece en esta visita; la caridad en dejar
su recogimiento, que tanto amaba, por ir á santificar
aquella casa y en especial ä san Juan, que habla de ser
precursor de Cristo; y saca de aqui afectos de ayudar ä
tus prójimos en el bien de sus almas, aunque sea nece-
sario dejar ä veces el recogimiento, y (como dicen) ä
Dios por Dios, y ä diligenciar su bien, de tal suerte que
no pierdas el tuyo. Pondera su humildad, visitando la
superior á la inferior, la madre de Dios ä su sierva, y
entrando en su casa y saludándola primero, condenando
con esta acción todos los pundonores humanos, y ense-
ñándonos ä humillarnos más, cuanto ä mayor dignidad
fuéremos sublimados.
PUNTO III. Considera las palabras que dijo nuestra
Señora ä santa Isabel y los efectos de ellas: las palabras
fueron, según san Buenaventura (1): Salve soror Elisa-
beth, Dios te salve, mi hermana Isabel; y fueron tan
operativas que luego sin dilación estuvo nuestro Señor
Dios en ella y en el hijo que tenia en sus entrañas, y en
Zacarlas su marido, y toda aquella casa se llenó del Es-
plritu santo; porque corno la Virgen estaba tan llena de
Él, de la abundancia de su corazón se llenó toda aquella
casa, y san Juan, acelerado el uso de la razón, di6 saltos
de placer por el júbilo que recibió su alma con la gra-
cia del Señor; y como dijo san Cris6stomo, empezó,
con aquella acción ä predicar á Cristo, y hacer oficio de
precursor: tales efectos tuvieron las palabras breves de
Marta. Exclama y di con encendido afecto de tu cora-
zón: O boca del Espirita santo, y lengua encendida en
(1) Med 4 de vita Chela!.
568 MEDITACIONES
fuego de caridad, hablad una palabra ä este corazón he-
lado, para que se encienda en fuego de divino amor. O
Reina del cielo, visitad mi alma, más necesitada que la
de san Juan, y sacadla del pecado y de la tibieza en que
está. Aprende, 6 alma, á visitar á los hombres cuando
fuere necesario; conoce como has de gastar el tiempo y
las palabras en las visitas, y en qué te has de ocupar;
contempla despacio lo que hizo y dijo la beatisima Vir-
gen tres meses que estuvo con santa Isabel, y aprende
en su escuela lo que tú debes obrar.
PUNTO IV. Considera la respuesta de santa Isabel tan
humilde y reconocida á la merced que la santísima Vir-
gen la hizo. ¿De dónde tí mi, que vete á mi la Madre
de mi Señor? En llegando la voz de tu salutación ti mis
oídos ha saltado de placer el infante en mis entrañas;
bendita eres que creiste, porque se cumplirá en ti lo que
te ha dicho el Señor (1). A donde tienes mucho que medi-
tar y que aprender, sacando afectos de imitación, de gozo
y devoción de cada palabra y misterio que en ella se en-
cierra: reconoce la virtud de la devoción de esta sobe-
rana Señora, y cuanto crecerán en virtud los que la Ira.
taren con familiaridad; pues una palabra sola la tuvo tan
grande para con toda aquella casa, que saltó san Juan de
placer en recibiendo la gracia, saliendo del pecado: por-
que no hay júbilo ni contento verdadero sino en la gracia
de Dios, ni puede tenerle quien se halla preso en las ca-
denas de la culpa; salió san Juan de ellas en visitándole
la Virgen santisima, porque es madre de pecadores, y
por su medio salen de los pecados; y añade santa Isa-
bel, que fué bienaventurada la Virgen, porque creyó;
(1) Lao., 1.
NUESTRA SEÑORA DE LAS NIEVES 569
para que reconozcas de cuanto peso es creer y confiar
en Dios, el cual cumplió en ella sus promesas, porque las
cumple en todos los que se flan de su Majestad.

MEDITACIÓN
PARA LA FIESTA DE NUESTRA SEÑORA
DE LAS NIEVES
(5 agosto)

PUNTO 1. Considera la devoción, afecto y liberalidad


de los santos nobles patricios romanos, con que ofrecie-
ron su hacienda ä la santlsima Virgen y le pidieron que
les declarase su voluntad para emplearla en su servi-
cio; y aprende de su liberalidad ä tenerla tú con Dios y
con tus prójimos, y ä ser constante en tus propósitos,
orando ä la divina Majestad que te dé el cumplimiento
de ellos, con viva confianza de que te dará las obras
quien te di6 los deseos.
PUNTO II. Considera como la beatIsima Virgen aceptó
su oferta, y les dió la respuesta en sueños, fiando de su
virtud que sólo en sueños bastaba darles noticia de su
voluntad, para ponerla luego en ejecución; pondera la
benignidad con que la santlsima Virgen aceptó sus de-
seos, y quiso recibir su limosna, para remunerarla con
grandes creces en el cielo y en la tierra; la pronta de-
voción con que estos fieles siervos suyos recibieron y
abrazaron su mandato, y el gozo de sus almas, viendo
logrados sus deseos; las gracias que darlan ä la sacra-
tisima Virgen; y saca de todo afectos de confianza y de-
voción ä esta Señora, y propósitos firmes de obedecer ä
las inspiraciones dé Dios, aunque te dé las muestras de
570 MEDITACIONES
su divina voluntad en sueños, como estés cierto de ella;
avergüenzate de ver cuán sordo y duro has estado á sus
voces, habiéndole llamado tantas veces, y resistido ä su
divina voluntad; y pidele perdón con propósito de la en-
mienda en adelante. •
PUNTO III. Considera como Dios y su santisima ma-
dre ordenaron que se gastase esta hacienda en labrar-
le un templo en que fuese servido y reverenciado de los
fieles. Pondera lo que Dios estima sus templos, y el ser-
vicio que le hacen los que los edifican y adornan, y el
respeto que se debe tener ä ellos; y saca de aqul afectos
de devoción y reverencia á los templos del Señor, y
procura con todas tus fuerzas ayudará ellos.
PUNTO IV. Considera el milagro con que la Reina del
cielo demostró su voluntad á estos siervos suyos, que futi
enviando lluvias de nieve en los mayores calores, mos-
trando con esto, que no hay cosa dificil á su voluntad,
y que su patrocinio vence imposibles; cobra con esto una
grande confianza en su amparo, y un esfuerzo grande
para las cosas de su servicio, confiando en su poder y
benevolencia que dará logro á tus deseos, como le dió
al de estos devotos.

MEDITACIÓN
PARA LA FIESTA DE LA GLORIOSA ASUNCIÓN DE LA
SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA NUESTRA SEÑORA
(15 agosto)

PUNTO I. Medita la resurrección de la beatisima Vir-


gen: como al tercero día de su dichosisimo tránsito bajó
su hijo santísimo, acompañando á su alma gloriosa, y la
ASUNCIÓN DE LA VIRGEN 571
unió con su cuerpo que estaba en el sepulcro; mira co-
mo salió de él á la manera que sale el sol cuando nace,
vertiendo resplandores, más lucida y hermosa que los
cielos, dando nuevos realces de luz al mundo, y clarifi-
cando la misma gloria. Contempla el gozo de esta ce-
lestial reina, los parabienes de todos los cortesanos del
cielo, los dulces abrazos con su santIsimo hijo, cuán di-
ferentes de los que se dieron al partirse ä la cruz; como
darla por bien empleados todos los trabajos pasados;
gózate de su felicidad; dale el parabién de su dicha, y
anImate con su ejemplo ä padecer en el cuerpo, espe-
rando su resurrección y el gozo 'que le está prometido.
PUNTO lt. Considera los cuatro dotes de gloria con
que Dios la enriqueció, de claridad, agilidad, impasibi-
lidad y sutileza; y como campearia aquella celestial Au-
rora entre todos los bienaventuradoi del cielo, como la
luna entre las estrellas. Contempla luego el triunfo con
que entrarla en la gloria, riqulsima de merecimientos y
recostada sobre su amado; y, como dice san Bernardo,
seria tal su gloria, que aumentarla la de todos los bien-
aventurados; los cuales se gozarían de ver ä su reina,
tan rica de merecimientos, triunfar en la bienaventuran-
za. ¡O dichosa alma que tal gloria ha merecido! y ¡di-
chosas las almas que supieren imitarla y seguir sus pi-
sadas, para alcanzar el premio de la eterna bienaventu-
ranza que por sus virtudes mereció!
PUNTO 111. Pon los ojos de la consideración en las
virtudes que ejercitó en esta vida, por las cuales subió ä
la alteza de la gloria que posee, para imitarlas y subir
por ellas al cielo. Medita como ejercitó los ministerios
de Marta y de Maria, sirviendo ä Cristo y ä los pobres,
57 2 MEDITACIONES
y dándose al retiro de la contemplación de las cosas di-
vinas. Contempla su humildad, su paciencia, su caridad,
la igualdad de ánimo, la conformidad que tuvo con la vo-
luntad de Dios, la pureza de su alma y la atención á su
servicio, celando en todo su honra y gloria, sin tener
cuenta consigo, entregada toda al servicio de Dios. Pí-
dele que te dé gracia, para hacer en ti una copia de to-
das sus virtudes, y seguir los pasos que llevó en la pe-
regrinación de esta vida. Carga el peso de la conside-
ración en aquellas palabras del Evangelio (1): Una cosa
es necesaria: María escogió la mejor parte que no la
perderdpara siempre, que es la eterna: no hay más que
estimar, ni que desear, ni que buscar; ésta sola es ne-
cesaria, las demás son accidentes que importan poco
nada; la eterna es la verdadera, y en la que puso los
ojos esta santísima y prudentísima Señora: pónlos tú
también en ella; ésta busca y ésta procura, que como
no la pierdas, nada pierdes, y si la ganas, las ganas
todas; contempla el premio que da Dios ä los que le sir-
ven, y esfuérzate con el ejemplo de esta celestial Señora
ä servirle eternamente.

MEDITACIÓN
PARA LA FIESTA DEL PURÍSIMO CORAZÓN DE MARÍA

(Dominica después de la octava de la Mandón)

PUNTO 1. Dios, que forma con cuidado los corazones


de los hombres, empleó de un modo especial las riquezas
de su sabiduría y bondad en la creación del Corazón de
(1) Las., 10.
PURiSIMO CORAZÓN DE MAMA 573
María. Alli fué en verdad grande el Señor y muy digno
de alabanza (1). Los puros deseos de nuestro corazón,
cual blandas corrientes de dulces aguas, alegran esta
ciudad de Dios. Y en verdad el Padre celestial dió
esta santa Virgen un corazón de hija que oyera atenta-
mente, y se olvidara de su pueblo y de la casa de su
padre, y toda, toda sin reserva se entregara á su único
padre y criador. El Verbo eterno por su parte le die, un
corazón de madre para que con más facilidad y prove-
cho llevara al amable JESÚS en su Corazón que en su
carne (2). Finalmente, el Espirita santo le dió un cora-
zón de esposa, en la cual descansé colmándola de sus
inefables dones. A ti también, alma mia, te dió Dios el
espiritu de los hijos de adopción, para que te llames y
seas hijo de Dios: ¿en dónde está, pues, tu amor con
tan amable y piadoso padre? El que hiciera la voluntad
de mi padre... aquel es mi madre, dijo Jesucristo (3):
¿desechas también esta dignidad? ¡Cuántas veces el Es-
pirita santo te dice á las puertas de tu corazón : Abre-
me, hermana mía, amiga mía, paloma mía (4); vuelve
en ti, y te desposaré conmigo para siempre, y te des-
posaré conmigo... en misericordia y en clemencia (5).
Y ¿no querrás abrirle?
PUNTO II. El Corazón de Maria es un corazón de ma-
dre para con los hombres. Antes de que la divina Vic -
tima se ofreciese en la cruz, Marta ya ardia en llamas
de caridad para con los hombres, que eran imágenes é
hijos de Dios Padre, y hermanos de su unigénito hijo;
pero lä cuánto subirla este amor cuando estaba junto ä
(1) Pealm., 47. (2) 8. Anguet. de Sanet. Virg., e. 8. (8) Mattb., 12.
(4) O.M. 5. (6) Osee, 2.
574 MEDITACIONES

la cruz! Aquellas palabras de Cristo próximo ä expirar:


Hé aquí á tu hijo (1), rasgando con una fuerza incom-
prensible su Corazón, introdujeron en él con mayor fuer-
za aquel amor maternal en que ardía por los cristianos:
Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más pene-
trante que toda espada de dos filos, y que alcanza hasta
la división del alma y del espíritu, y aun de las coyun-
turas y de los tuétanos (2). ¡Ojalá también estas vues-
tras palabras, 6 JESÚS: Hé aquí á tu madre, introduje-
ran en nuestros corazones un amor verdaderamente
filial para con Maria! Amemos, pues, á este amantishno
y amabilísimo Corazón, acordándonos. de aquellas pala-
bras del Eclesiástico (3): No te olvides de los gemidos
de tu madre; y teniendo siempre fijo en nuestra mente
cuántos y cuán crueles dolores le costó el darnos el ser
de hijos suyos, promovamos con todas nuestras fuerzas
su culto; pero ante todo imitemos sus virtudes para que
éstas se vean reproducidas en nosotros. Marta nos está
incitando dirigiéndonos aquellas palabras que san Pablo
escribía á los filipenses (4): Que todo lo que es verda-
dero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo santo, todo
lo amable, todo lo que es de buena fama, si hay alguna
virtud, si hay alguna alabanza de costumbres, esto
pensadlo. Lo que aprendisteis, recibisteis, oísteis y vis.
tris en mí, esto hacedlo; y el Dios de la paz será con
vosotros.
(1) Joann., 19. (2) Hebr., 4. (8) Cap. 7. (4) Cap. 4.

NATIVIDAD DE NUESTRA SEÑORA 575

MEDITACIÓN
PARA LA FIESTA DE LA NATIVIDAD DE
NUESTRA SEÑORA
(8 septiembre)

PUNTO 1. Considera como dispuso la divina Providen-


cia, que los santos padres de la beatisima Virgen fuesen
ancianos y estériles, porque habla de ser más hija de la
gracia que de la naturaleza: tal ha de ser el que Dios
escoge con especial gracia para su servicio. Contempla
los dilatados deseos de estos siervos suyos; y como Dios
les dilató esta merced hasta el último tercio de su vida,
y cuando menos lo pudieran esperar, entonces le reci-
bieron de su mano; porque Dios vende sus dones á pre-
cio de clamores, gemidos, oraciones, esperanzas y de-
seos. Aprende ä tener paciencia y esperanza, y ä no
descaecer en los tuyos, que si Dios te dieta el cumpli-
miento de ellos, es para probar tu confianza, y hacerte
más digno de recibir sus mercedes con la paciencia y
confianza en su bondad y misericordia; y cuando te halles
más imposibilitado de alcanzarlas con las fuerzas huma-
nas, las recibirás de su mano, como los santos padres
de la purísima Virgen.
PUNTO II. Considera el gozo y alegria que tuvieron
el cielo y la tierra con el nacimiento de esta celestial
Sehora; porque la santísima Trinidad tuvo especial agra-
do en esta divina Princesa: el Padre por ser su hija; el
Hijo por ser su madre, el Espíritu santo por ser su es-
posa; los ángeles se alborozaron y la reverenciaron co-
mo á su reina, los hombres como ä su señora; y en
576 MEDITACIONES
especial sus santos padres tuvieron cordiallsimo gozo
viéndose honrados y enriquecidos con prenda de tan
grande valor; y al paso que hablan sido grandes sus de-
seos, fué grande el gozo que tuvieron en recibirla; y así
dice la Iglesia, que el nacimiento de la Virgen acarreó
gozo á todo el universo mundo: no te quedes tú solo sin
él; más gózate de tener tal señora, tal reina, tal madre
y tal patrona para con Dios; entra en su casa en com-
pañía de los ángeles, y dale al Padre las gracias y la en-
horabuena por haberle nacido tal hija, y al Hijo por tal
madre, y al Espíritu santo por tal esposa, y á los án-
geles por tal reina, y ä los hombres por tal patrona,
y á sus santos padres por tal hija-, Mejor que muchos
hijos, y ä todo el mundo, porque ha nacido la aurora
que destierra sus tinieblas; y á la misma Virgen dale
el parabién de haber venido al mundo para el remedio
del mundo; y pídele nazca en tu alma por devoción,
afecto y gracia; y que sea tu patrona y amparo delante de
Dips perpétuamente.
PUNTO III. Contempla las gracias y prerrogativas con
que nace para ser digna madre de Dios; porque en pri-
mer lugar, como dice san Juan Damasceno (1), no causó
dolores ä su madre como los otros hijos en el parto, sino
antes grande deleite y gozo, como quien venía á darle á
todo el mundo; y en naciendo, resplandeció su rostro
como el sol, y bailó á todos los presentes de una luz sua-
vísima, causando juntamente devoción en sus almas; y
el Espíritu santo enriqueció la suya con todas las gracias
y virtudes, y su purísimo cuerpo con todos los dones que
para tan alta dignidad, como era ser la Madre de Dios, se
(1) E. Mimase., 5, 1, def, de Nat. Virg.
NATIVIDAD DE NUESTRA SEÑORA 577
requieren; y como dijo san Buenaventura, adornó la
casa al Verbo eterno, digna de su morada. Los cielos
dispuso Dios tan hermosos y llenos de delicias para solar
suyo y habitación de los bienaventurados, la tierra con
su fertilidad y frutos para habitación de los hombres, y
la santlsima Virgen adornó el Espíritu santo con todos
los dones y gracias que una pura criatura pudo tener
para ser morada y madre dignisima del Hijo eterno de
Dios y el exceso que lleva el Verbo á los ángel d y
los hombres, ese (a nuestro modo de entender) lleva esta
celestial morada de MARÍA ã los cielos y fi la tierra, y á
cuánto hay de precioso en ellos. Saca de aquí grandes
afectos de júbilo y gozo de que sea tan santa, sublime y
adornada esta celestial emperatriz y que el día que nace
empieza por donde los mayores santos acabaron y de
que se cimiente esta casa en los montes de mas alta
santidad de la Iglesia; y advierte qué linaje de santidad
se requiere para ser digna morada del Seüor; y pide al
Espíritu santo, que como adornó fi la Virgen, te adorne
y disponga tu morada para que seas digno de recibirle
en ella.
PUNTO IV. Considera que, si Dios la enriqueció con
tantos dones y gracias sobre todos los santos fui para
que la venerásemos y amásemos y sirviésemos sobre to-
dos los santos; y así debes tenerle cordiallsimo amor y
devoción sobre todos cuantos santos hay en la Iglesia y
dedicarte desde luego fi su servicio. Mete la mano en tu
pecho y considera cuan ingrato has sido á sus beneficios
y cuán tibiamente la sirves; llora tu tibieza y flojedad y
ofrécete desde hoy por su esclavo, aunque indigno de
servirla. Pídele perdón de las faltas pasadas y no ceses
AVANCINI 37
578 MEDITACIONES
de venerarla, rogarla y servirla, recuperando en el res-
to dé tu vida lo que has perdido en la pasada.

MEDITACIÓN
PARA LA FIESTA DEL DULCISIMO NOMBRE
DE NUESTRA SEÑORA

(DoMinica después de la octava del Nacimiento de nuestra Sedera)

PONTO 1. Considera como en cumpliendo los ocho


Alas conforme ä la costumbre de lualebreos, le pusie-
ron por nombre 1VIARIA, nombre dado' de la mano del
Altísimo y misterioso, según las varias significaciones
que tiene. Y lo primero considera, que, como dice san
Bernardo (1), este nombre de MARIA significa estrella
del mar; porque la beatísima Virgen nació para estrella
y norte de la Iglesia, ä quien deben mirar y seguir to-
dos los que navegan por el mar de este mundo al puerto
de la bienaventuranza, si quieren alcanzarlo y no ser
anegados en las tempestades que continuamente se le-
vantan y combaten las naves de nuestra navegación; de
lo cual debes sacar, como dice san Bernardo, no apartar
los ojos, ni perder de vista ä esta celestial estrella, si
quieres tener acertado y próspero viaje en la navegación
del cielo. Tómala por tu gula, y pldele que te ensehe el
camino que has de llevar; tala presente en todas tus
acciones y procura imitar sus virtudes, que Ella te alum-
brará y ayudará con las celestiales influencias de su
gracia.
; (1) Serm. 2 super Mimos est.
DULCISIMO NOMBRE DE MARIA 579
PUNTO II. Contempla que, como dice san Buenaven-
tura (1), este nombre de MARÍA significa mar amargo:
mar por la inmensidad de gracias que recibió y amargo
por las muchas amarguras que pasó en este mundo:
hasta llegar al puerto de la gloria, verificándose en la
Madre, como en el Hijo, que convino que padeciese para
entrar en su gloria; y, siendo esto ast, contempla lo mu-
cho que padeció la beatisima Virgen desde la hora en
que nació, hasta que subió al cielo, que cuando no pa-
deciera más que el destierro de quien tan tiernamente
amaba, era de grande sentimiento; y disponte 4 padecer
á su imitación, si quieres entrar con Ella en la gloria;
ofrécete de corazón ä su servicio y compañia; persuáde-
te que has de pasar por el mar amargo de los trabajos,
si quieres llegar al puerto del descanso de la bienaven-
turanza.
PUNTO III. Considera que este glorioso nombre de
MARIA significa señora, no sólo porque lo fué de los án-
geles y hombres, sino mucho más de si misma, sujetan-
do todas sus pasiones y apetitos á la razón y á la volun-
tad del Altísimo; á quien debes imitar, si' deseas ser su
consorte en la corona de la gloria, sujetando tus apeti-
tos á la razón y tu voluntad á la de Dios y procurando
con valerosa mortificación que tu espiran sea señor de
tu carne y la tenga sujeta y rendida á su santa ley. PI-
dele su favor y su gracia para ello y que te comunique
una centella de aquel fuego sagrado que ardió en su pe-
cho, para que te enfervorice en el servicio de Dios y en
su santa imitación.
PUNTO IV. Considera con cuánta razón la Iglesia can-
o) Speo., o. 5.
580 MEDITACIONRi
ta de MAMA, que trocó el nombre de Eva, pues Eva se
rindió ä la serpiente y MARIA la venció y puso el pie so-
bre su cabeza; Eva se sujetó ä su apetito y MAMA seño-
reó sus apetitos y los tuvo refrenados y sujetos ä su es-
píritu; Eva cayó como flaca y MARIA venció corno fuerte;.
Eva nos acarreó la muerte y MARIA nos acarreó la vida;
Eva nos dió el fruto mortífero y MARIA el saludable de
vida; Eva fué madre del pecado y ocasión de nuestro
destierro y de infinitas miserias y MARIA santísima fué
madre de gracia, madre de misericordia y puerta del
paraíso; Eva provocó la ira de Dios contra nosotros y
MARÍA le inclinó ä piedad y misericordia; Eva nos per-
dió la gracia y MARIA la restauró ptii- ftiedio de su inter-
cesión, reconciliándonos con Dios; Eva fué afrenta de las
mujeres y MARIA fué la honra de las mujeres y de todo
el género humano; por Eva nos vino la maldición de
Dios y por MARIA la bendición. Exclama de todo tu co-
razón contemplando esta verdad y dile con afecto cordia-
limo, nacido de la estimación y agradecimiento que le
debes: Ó Virgen santísima y purísima, bendita eres tú
entre todas las mujeres; tú eres la honra del género hu-
mano; ä ti debemos en gran parte la restauración de
nuestro bien. Ó Emperatriz soberana, norte de nuestra
navegación, gula de nuestro camino, luz que destierra
las tinieblas, alumbra mi alma y conforta mi espíritu,
para que siga tus pasos y deje los de la primera Eva;
däme tu favor para que desprecie todo lo terreno, ame
y busque lo celestial y sirva ä tu benditisirno hijo por
todos los siglos de los siglos. Amén.
DOLORES DE MARI,. 581

MEDITACIÓN
PARA LA FIESTA DE LOS SIETE DOLORES
DE MARfA

(Dominica tercera de septiembre)

PONTO 11. Considera la grandeza, 6 más bien la espa-


da de dolor que traspasó el corazón de la Virgen, cuan-
do oyó que JESÚS seria objeto de contradicción, cuando
tuvo que huir á Egipto, cuando le perdió en Jerusalén,
cuando se le presentó ante sus ojos con la cruz ä cues-
tas, cuando le vi6 clavado en ella, cuando traspasado
con la lanza le recibió en su seno y, por fin, cuando se
le arrancaron de sus brazos y le depositaron en el se-
pulcro. Compadece ä la Madre de los dolores: pidele
perdón, tú, que has sido la causa de tanto dolor: Haz
que con verdad contigo llore.
PUNTO 11. Considera la causa porque Dios permitió
que su inocentIsima madre sufriese tantos dolores: esto
es, para que tuviese la Madre la más perfecta semejan-
za con el Hijo, para hacerla digna de una nueva corona
en el cielo, finalmente, para que nosotros tuviésemos
un verdadero ejemplar para imitar en nuestras adversi-
dades.
PUNTO III. Considera las virtudes de la Virgen: una
paciencia constante, una resignación perfectisima, una
generosidad heroica, un tiernIsimo amor para con Dios,
finalmente, espirita admirable de religión hasta llegar ä
sacrificar para la gloria divina ä un hijo infinitamente más
amado que su propia vida. Admira virtudes tan eminen..
582 MEDITACIONES
tes en la Reina de los mártires. Ruégala que te alcee
de su amado gracia abundante para aprovecharte con
su ejemplo y para imitar sus virtudes, siempre y cuando
fuere del agrado del divino Redentor llamarnos á tomar
parte en sus humillaciones y tormentos.

MEDITACIÓN
PARA LA FESTIVIDAD DEL SANTÍSIMO ROSARIO
DE MARÍA VIRGEN

(Dominica primera de oegábre)

PUNTO 1. Dios te salve, llena de gracia (1). Con es-


tas palabras el Angel saluda á la Virgen; como delega-
do de la santisitna Trinidad en el mayor de los negocios
y de los misterios, cual era la Encarnación del Verbo.
Por reverencia calla el nombre de la Virgen; no obs-
tante, le da un titulo mucho más honorifico: Dios te
salve, llena de gracia. Llena en todas sus facultades,
llena de todo género de gracias, llena sobre todos los
ángeles y santos. Felicita ä la Virgen por esta plenitud;
niégala que te haga participe del modo que sea posible
de tantas y tantas gracias.
PUNTO II. El Señor es contigo (2), no sólo por esen-
cia y omnipotencia, como en las demás criaturas y por
la gracia ordinaria, como en los demás justos, sino por
una gracia especialisima, por un amor y una unión es-
trechisima, por una protección y una tutela del todo
especial, por una dirección, en fin, continua de todas
(1) Lee., 1. (5) Ibid.
MATdENIDAD DE MARIA 583
las facultades y acciones de la Virgen en todo el curso
de su vida. Hagamos, pues, nosotros los mayores es-
fuerzos para vivir en gracia de Dios de tal manera, que
merezcamos que el Señor habite y permanezca en nos-
otros de un modo también especial. -
PUNTO III. Bendita tú eres entre todas las mujeres (1).
Solamente. la Virgen fuä inmune de toda mancha de
pecado y de las penas del pecado, como la esterilidad,
dolor en el parto, malos deseos, etc. Aún más: ast como
Eva fué origen de toda maldición, Maria lo fué de toda
bendición. Por lo tanto, bienaventurada la dicen los án-
geles, los hombres y las criaturas todas: á estas ala-
banzas uno las alfas mientras viva, hasta llegar á la
eternidad en que me será permitido nunca más inte-
rrumpirlas.
MEDITACIÓN
SOBRE LA MATERNIDAD DE MAMA
(Dominica eegunda de octubre)

PUNTO I. Y bendito es el fruto de tu vientre (2). Re-


pitiendo santa Isabel las últimas palabras del ángel:
Bendita tú eres entre todas las mujeres, añadió á estas
alabanzas otras nuevas. Hä altd porque en prodigar
elogios á la Virgen, no sólo se aunan los ángeles y los
hombres, sino que amigablemente se disputan quién de
ellos la ensalzará más. JESÚS es el fruto bendito del
virginal vientre, ya porque en el mismo habita corpo-
ralmente la plenitud de la divinidad (3), ya también
porque por el mismo Dios nos bendijo en toda bendi-
(1) Luc., L (2) Ibld. (8) Col., 2.
S84 MEDITACIONES
ción espiritual de gracia en la tierra y de gloria en los
cielos. Por el mismo finalmente todos los elegidos son 'y
se llaman benditos del Padre; por lo que eternamente
le bendecirán y alabarán. Procura tú ser del número de
éstos.
PUNTO II. La Iglesia católica animada del mismo Es-
píritu que los ángeles y los hombres concluye de este
modo la salutación angélica: Santa María, Madre de
Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de
nuestra muerte. Amén. Pronunciamos el nombre de
Maria para demostrar el tierno afecto que le profesa-
mos; la llamamos santa porque ella se deleita muy
mucho con esta prerrogativa y la ¡Tardamos Madre de
Dios porque es la fuente y origen de toda la excelencia
de la Virgen. Finalmente, para poner en evidencia que
todo lo esperamos de tal madre, imploramos su protec-
ción é intercesión, no sólo en esta vida, sino muy parti-
cularmente en el trance de la muerte, en que María se
excede á sí misma en protegernos y ampararnos. Ojalá
que al rezar tantas veces esta salutación lo hiciésemos
con ardiente afecto, devoción y confianza, pues por esto
decimos Amén, como si dijesemos, así lo espero, así lo
deseo, así encarecidamente lo pido.

MEDITACIÓN
SOBRE LA PUREZA DE MARfA

(Dominica tercera de octubre)

PUNTO!. La pureza de corazón es aquella que no


sufre en el alma mancha alguna de pecado, ya mortal, ya
PUM& DE MARIA 585
venial, la que reprime los hábitos y propensiones vicio-
sas, la que generosamente aparta lejos de si los atrac-
tivos terrenos que nos hacen olvidar de Dios y nos con-
ducen al mal. Esta pureza es la que produciendo la
santidad del alma sirve de un precioslsimo ornamento al
cuerpo. Nuestro deber es imitar en cuanto podamos esta
pureza angelical; y &por ventura lo hacemos?
PUNTO II. El ejemplar de la suma pureza considéralo
en JESä, que es el Santo de los santos y la misma pu-
reza. Todas sus inclinaciones, intenciones y acciones
eran purísimas y dignas de la divinidad del Verbo que
habitaba en El. Jamás pudo encontrarse en Él algo que
fuese digno de la más leve reprensión: ¿Quién de vos-
otros me argüirá de pecado (1)? Sólo lo puro y santo era
digno de su amor. Desechaba las acciones que, aunque
santas en el fondo, no obstante en su intención y en su
afecto eran menos púas. Amemos, ;pues, esta pureza
que Cristo tanto amé.
PUNTO III. Si el candor y la sublimidad de tanta pu-
reza te confunde, aprende de Maria el modo de imitarla
en alguna manera. Es Maria espejo sin mancilla é ima-
gen de su bondad (2). Toda hermosa por la presencia de
todo bien; sin mancha por_ la ausencia de todo mal (3).
El amor de la pureza le hacía agradable la soledad,
dulce el silencio, la oración una delicia. En esta escue-
la habla aprendido á tener raros coloquios con los hom-
bres y muy frecuentes con Dios y con los ángeles. Siga-
mos, pues, estas lecciones para conseguir esta pureza,
pidiendo al mismo tiempo á esta siempre purlsima Vir-
gen su favor y llegaremos ä ser bienaventurados, pues-
to que, limpios de corazón, veremos á Dios.
(1) Joann., 8. (2) Sap., 7. (8)8. Bona,.

586 MEDITACIONES -

MEDITACIÓN
PARA LA FIESTA DEL PATROCINIO DE NUESTRA
SEÑORA

(Dominica segunda de noviembre)

PUNTO 1. Considera en esta amorosa madre (I), ä la


santísima Virgen María, que es madre de todos los hi-
jos de la Iglesia y los ama cordialisimamente como ä
hijos suyos, reengendrados por Cristo en el bautismo
de su sangre; mira el cordial amor me tenla esta viuda
ä su hijo y reconoce por él el que la !malísima Virgen
tiene ä todos los suyos y el que te tiene ä ti, sin com-
paración mayor; y considera el amor que le debes y la
obligación en que te pone de servirle; y ofrécete ä sus
pies, con mil agradecimientos, por esclavo suyo.
PUNTO II. Considera las lágrimas y sentimiento de
esta viuda por la muerte de su hijo; y entiende que es
mayor el sentimiento que causa ä la beatisima Virgen
la muerte espiritual de cualquier hijo, cuanto es mayor
su amor, y la pérdida del alma que la del cuerpo; y
aunque no éstä en estado de dolor, lo ha mostrado al-
gunas veces, apareciéndose con lágrimas y muestras de
gran sentimiento para mover á dolor y lágrimas de
contrición á sus devotos y atraerlos por este medio ä
penitencia, de que puedo ser testigo. Considera si has
dado ocasión de lágrimas y dolor á la santísima Virgen
con tus pecados y se la das ahora; y haz debida peniten-
cia de ellos resucitando á la gracia, para que trueques
(1 ) Se alude sin duda á la viuda do Naim.
PATROCINIO DE NUESTRA SERORA 587
su llanto en gozo y alegria; y llora los muchos hijos
de la Iglesia y suyos que están muertos en el pecado; y
pldele con mucho afecto y perseverancia al Señor que
los resucite.
PUNTO III. Considera que si Cristo se movió ä mise-
ricordia por las lágrimas de esta viuda á resucitar á su
hijo, mucho más se moverá á darnos la vida de la gra-
cia por la intercesión y ruegos de la beattsima Virgen
Marta, á quien ama como á madre y no podrá negar
nada de lo que le pidiere: pldele que pida por ti y por
todos; confía en su intercesión; y no ceses de suplicar-
le, que teL mire como ä hijo, aunque tú no lo merezcas,
y que te alcance del Señor que te resucite de muerte ä
vida.
PUNTO IV. Considéra el gozo de esta buena viuda en
la resurrección de su hijo, á qtiien, habiéndole Cristo
recibido muerto, le volvió vivo; y reconoce el gozo y
alegria de la beatisima Virgen en la resurrección de
cada uno de sus hijos, cuando vuelven de la muerte del
pecado ä la vida de la gracia y á la amistad de Jesucris-
to; que si los ángeles, por el amor que nos tienen, ha-
cen tanta fiesta en el cielo por un pecador que resucita,
como testifica el Salvador, mucho mayor lo hará la bea-
tisima Virgen, cuanto es mayor su amor que el de los
ángeles y el deseo que tiene de nuestro bien, como de
hijos suyos. 10 santIsima Virgen! ;O amantIsima Madre!
;O Señora piadosIsima! Si cayéremos en la muerte del
pecado, interceded con vuestro benditisimo hijo, para
que nos saque de ella y nos restituya ä la vida; no os
pido que Iloreis, como la madre de este hijo, sino que
rogueis al vuestro que nos 'perdone nuestras culpas y
588 MEDITACIONES
nos dé su santa gracia, con la cual recuperaremos la
vida; y yo propongo, en la que me quedare, no daros
ocasión de sentimiento, sino de gozo y alegría; y os su-
plico que me tengais de vuestra mano para que lo cum-
pla como lo ofrezco, sirviéndoos fidelísimamente todos
los días de mi vida.

MEDITACIÓN
PARA LA FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DE NUESTRA
SEÑORA

(21 noviembre) --- -

PUNTO I. Considera el fervor con que los padres de


la santísima Virgen la ofrecieron á Dios en el templo,
siendo de tres años, en cumplimiento del voto que ha-
blan hecho antes de recibirla de la mano del Señor,
volviéndole fidelisimamente el don preciosimo que les
habla dado y privándose por su amor de aquella joya
inestimable, que era las delicias de sus almas; de lo
cual debes aprender ä ser fiel ä Dios en tus propósitos
y agradecido á las mercedes que te hiciere, cumpliendo
tus votos y las promesas que le hicieres con todo fervor
y diligencia, aunque sea necesario privarte de lo que
más amas. Contempla despacio lo que pasó en este
holocausto en lo interior de las almas de estos santos
padres de la Virgen; el sentimiento que tendrían en
dejar la joya que tanto amaban y era la alegría de su
casa; el fervor con que vencerían este afecto; el amor
divino que ardía en sus corazones, el cual les obligaba
PRESENTACIÓN DE NUESTRA SEÑORA 589
ä ofrecércela en holocausto, la voluntad tan rendida ä
la suya con que se la ofrecían y las dulces lágrimas que
corrían de sus ojos cuando se despidieron de Ella con
los ältimos alborozos. Rumia este panal de miel. y saca
copiosos frutos para tu alma de afectos y deseos de pri-
varte por su amor de cuanto bien quisieres, anteponien-
do siempre su servicio ä tu interés y su voluntad ä la
tuya.
PUNTO I!. Considera como los padres de la beatisima
Virgen la ofrecieron ä Dios desde sus tiernos años, an-
teponiendo el bien espiritual de su hl> á su consuelo;
y mira cuanto importa anteponer siempre el bien espi-
ritual al temporal y no privar ä los hijos del bien de sus
almas, por el consuelo de sus padres, antes, ä ejemplo
de los de nuestra Señora, procurar desde la niñez que
se dediquen al Señor y que se crien en el temor santo
de Dios.
PUNTO III. Considera que, como dice Josefo (4), Labia
una escalera en el templo de quince escalones, por la
cual se subía al lugar y habitación de las vírgenes y viu-
das dedicadas al culto del altar: por ésta subió la Rei-
na del cielo de tan tierna edad, despidiéndose de sus
padres con entereza y valor y llegó al supremo 'esca-
lón, ä donde, como dice san Jerónimo, la recibió Zaca-
rias, padre de san Juan Bautista, vestido de sacerdote,
como de las manos de sus padres en las manos de Dios.
Contempla el fervor de la Virgen, el encendido amor de
Dios que ardía en su pecho, la resolución con que en
tan tierna edad se consagró ä Dios en holocausto sin
dejar cosa de si para si, ofreciéndole su alma, su cuer-
(1) Idb. d de Bao judaico.
590 MEDITACIONES -
po, su pureza, su corazón, sus sentidos y todas las po-
tencias de su alma para servirle eternamente; y pide á
Dios gracia para copiar en tu alma tantas y tan heroicas
virtudes como te enseña esta purlsima Virgen.
PUNTO IV. Levanta los ojos al cielo y contempla co-
mo recibió la santísima Trinidad y con ella todos los
cortesanos del cielo este agradable sacrificio de María,
que si, como dice la Escritura, Dios se agradó y remiró
en el sacrificio de Abel (1) y lo recibió en olor de sua-
vidad; ¿con cuánta más razón se agradarla en el de
Maria santisima, tiendo tanto más-santa que Abel y el
sacrificio de incomparable estimación más que el suyo?
Los ángeles se bañaron de un nuevo gozo aquel dia
toda la gloria aumentó sus delicias; la santísima Trini-
dad derramó el tesoro de sus gracias en el Corazón de
la sacratisima Virgen, la cual se bailó bailada de un
gozo y dulzura inefable; que de esta suerte paga Dios á
quien se le ofrece de todo su corazón: imita tú sus pi-
sadas y ofrécete en holocausto ft Dios de todo tu cora-
zón si quieres recibir sus dones y gracias de su mano
poderosa.

MEDITACIÓN
DE LOS DESPOSORIOS DE NUESTRA SEÑORA CON
EL GLORIOSO SAN JOSA

(«noviembre)

PUNTO 1. Considera lo primero como, según afir-


ma (2) san Jerónimo, en cumpliendo la beatisima Virgen
(1) Gen., 4. (2) De Ort, Mar.
DESPOSORIOS DE NUESTRA SEgORA 591
los catorce años de su edad, trataron los sacerdotes de
darle marido, según la costumbre de aquel pueblo; y,
sabiendo que tenía hecho voto de virginidad, (cosa inau-
dita hasta entonces) consultaron ä Dios; y por su orde-
nación echaron suerte entre los varones de su linaje
para darle esposo; y la suerte cayó ä san José, flore-
ciendo la vara en sus manos y bajando sobre ella el
Espirita santo en forma de paloma, en todo lo cual hay
mucho que meditar y aprender. Lo primero es el voto
de la santísima Virgen, que no dudó de padecer la nota
de esterilidad, que era un linaje de infamia en aquel
pueblo, por el amor de la pureza; para que tú no dudes
de• padecer cualquiera afrenta por el amor de la virtud.
Lo segundo es consultar ä Dios los sacerdotes, ense-
ñándonos ä recurrir ä El en todas nuestras dudas; y en
sacar por suerte el esposo de María, porque es don de
la mano del Altísimo su patrocinio y devoción; y en flo-
recer la vara de san José, porque ha de florecer en vir-
tudes el que fuere escogido para especial siervo suyo.
Medita todo esto despacio; y anímate ä emprender las
heroicas virtudes que resplandecen en este misterio, ä
costa de cualesquiera cuidados, diligencias y trabajos.
PUNTO II. Considera las virtudes que e1ercit6 la pa-
'tima Virgen en esta acción de sus desposorios y en e s .
pecial la fe y confianza en Dios, creyendo y esperan-
do que por medio tan contrario ä la virginidad, como
era el matrimonio, la habla de conservar, como la con-
servó y aumentó viviendo castlsimamente con el glorio-
so san José; porque no hay cosa imposible para Dios:
anímate con su ejemplo ä confiar en el Señor en las
empresas en que te pusiere, por arduas que sean, ere-
Ç92 MEDITACIONES

yendo que de todas te sacará con victoria su mano po-


derosa.
PUNTO III. Conskdera la obediencia de la santísima
Virgen en cosa tan dificil y contraria en su intención,
el silencio, la humildad y rendimiento con que obedeció
A los sacerdotes cuando le ordenaron que diese la mano
de esposa ä salyJosé, no obstante que tenia hecho voto
de virginidad; ?aprende ä obedecer ä Dios y ä los hom-
bres que gobiernan en su lugar con toda prontitud y
rendimiento, aunque te ordenen dejar lo que pareciere
más perfecto, como lo hizo la Virgen santísima, con-
fiando en la bondad de Dios, que todo lo ordenarla para
mayor gloria suya y bien de tu alma-
PUNTO IV. Contempla como la divina Providencia es-
cogió ä san José, pobre de los bienes temporales, pero
muy rico de los espirituales, humilde ä los ojos de los
hombres, pero gtande ä los de Dios; porque siempre ä
sus ojos es preferida la virtud ä todas las riquezas y
honras del siglo: mira la modestia y encogimiento con
que se carearían estos dos amantes y como, mudas sus
lenguas, se hablarían con los corazones; mira ä san José
como extiende la mano para dar el anillo de esposo ä la
• beatisima Virgen y el empacho virginal con que ella le
recibe, la devoción de ambos y la admiración de los
presentes; levanta los ojos al cielo y contempla la ben-
dición que echaría Dios ä estos dos santos casados y
como los ángeles y toda la corte celestial festejarían sus
castisimos desposorios, la entrega recíproca que se ha-
rían los dos desposados de sus almas y de sus corazo-
nes, enlazándose con vinculo de castisimo amor; levanta
tu corazón ä Dios y pídele una gota de devoción para
EL GLORIOSO SAN JOSÉ 593
asistir, celebrar y festejar este santo matrimonio; dales
el parabién ä los casados y pídeles que te admitan ä
su servicio, para ser su siervo y. esclavo perpetua-
mente.

MEDITACIÓN
PARA LA FIESTA DEL GLORIOSO SAN JOSÜ, ESPOSO
DE LA VIRGEN MARÍA

(19 marzo)

PUNTO I. Considera l'a santidad del glorioso san José


y la alteza de sus merecimientos, á quien la sagrada
historia . llama absolutamente justo; porque se ajustó
siempre en todo á la voluntad de Dios, sin discrepar un
ápice de ella en todo el decurso de la vida: contempla á
Dios, mirando con su infinita sabidurla y providencia ä
todos los siglos pasados, presentes y futuros; mirando á
todos los hombres, para eäcoger de ellos el más bene-
mérito para esposo de su sandsima madre y padre, se-
gún la opinión, suyo; y que, teniéndolos á todos presen-
tes en sus ojos, eligió, como el más digno, á san José;
por donde podrás rastrear la grandeza de su santidad y
la alteza de sus merecimientos; pues el mismo Dios, que
aprecia todas las cosas con el valor que 'merecen, apre-
cié ä este glorioso patriarca sobre tantos y tan esclareci-
dos santos como hubo antes y después de él, prefirién-
dole á Abrahän, á Enoc, ä Ellas, ä Moisés, ä Isaías, á
san Juan Bautista y á todos los del nuevo Testamento
con ser tantos y tan grandes santos. Gózate de su san-
tidad y alaba al Señor por la grandeza de sus mereci-
AVANCINI 38
594 MEDITACIONES
mientos y por la dignidad tan soberana ä que le subli-
mó; y saca de aquí nuevo aprecio y devoción ä este san-
tísimo patriarca, y propósitos de imitarle en todas tus
obras, y, en especial, en la conformidad tan ajustada
que tuvo en todas las cosas con la voluntad de Dios.
PUNTO II. Considera la vida que hizo en compañia de
la santísima Virgen Maria, la estima y veneración con
que la sirvió, el amor tan cordial que siempre la tuvo,
el respeto con qué la hablaba y miraba como ä madre
de Dios, .las creces de su espíritu con su conversación
dulcisima y con los ejemplos de santidad que miraba en
sus acciones: entra con la consideradóii en aquella casa
del cielo y en aquellos dos corazones de tan fieles aman-
tes; y contempla con atención lo que en ellos pasaba y el
amor y conformidad con que vivían, mirando el uno por
el otro, sin apartar los ojos de Dios como los dos que-
rubines del arca del Testamento, que se miraban entre
sf, sin perder de vista el propiciatorio. Atiende ä la ho-
nestidad y pureza de su almä y cuerpo, que, como dice
Gerson, fué la mayor que, después de la de Cristo, se
halló en varón alguno; y, así como la Virgen fué la pri-
mera que hizo voto de virginidad entre las mujeres, san
José fué el primero que le hizo entre los hombres, y por
esto los juntó Dios, dándole ä su santísima madre, como
ä Adán, compañía y ayuda en todo semejante á sí; y
aprende de este santísimo patriarca á vivir en tu estado
con toda santidad y perfección: contempla sus virtudes
y pídele gracias ä Dios, por sus merecimientos, para
hacer una copia de ellas en tu alma, ofreciéndote de co-
razón ä su servicio.
Porro III. Contempla cómo se porté con Cristo nues-
EL GLORIOSO SAN JOSÉ 595
tro redentor y el amor que le tuvo y la reverencia con
que le sirvió y el gusto conque trabajó para sustentarle;
y la devoción en que siempre estaba bañado su espíritu;
y la alegría con que padecía cualesquiera trabajos por
su amor; y lo que el mismo Señor obraba interiormente
en su alma: pondera cuánto más vale un oficial pobre,
humilde y santo ä los ojos de Dios, que todos los hom-
bres grandes y soberbios del mundo; y saca de esta
meditación vivos desengaños para tu alma, aprecio de la
santidad, desprecio de la vanidad del siglo y amor ä la
virtud y enseñanza para servir á Dios.
PUNTO IV. Medita en particular sus pensamientos,
palabras y obras todas tan santas, sin nota de imper-
fección, sus pensamientos del cielo, sus palabras rarí-
simas, y tanto, que ninguna se refiere en el Evangelio,
y todas de lo celestial, llenas de suavísima devoción, sus
obras enderezadas ä Dios con purísima intención de ser-
virle y glorificarle en todo; pondera la prudencia y si-
lencio con que se portó en el preñado de la purísima
virgen MARIA, pensando y comunicando con Dios lo que
no alcanzaba, hasta que el Angel le alumbró; medita su
paciencia, así en esta aflicción como en todos los traba-
jos de su vida, llevándolos con alegría por amor de Dios
y de su dulce esposa; y, últimamente, levanta los ojos
al cielo y contempla la gloria de que goza por sus me-
recimientos y el lugar que ocupa cerca de Dios; porque
así como la beatisima Virgen es la que más puede en el
cielo con su hijo, así por consiguiente después de Ella
es el que más creemos que puede san José, como lo
testifica la gloriosa madre santa Teresa de JESÚS: gó-
zate de sus merecimientos y de la gloria que .por ellos
596 MEDITACIONES •
alcanzó; y Alele que te alcance del Ahlsimo gracia
para seguir sus pisadas y para imitar sus ejemplos; y que
te escriba en el número de sus siervos y devotos; y que,
aunque no lo merezcas, te haga la merced que les hace
ä ellos.

-
.• • • • • • I •

,I(Leieeve caw. ,2e2

MEDITACIONES
PARA LAS FIESTAS DE ALGUNOS SANTOS

MEDITACIÓN
PARA LA FIESTA DE SAN FRANCISCO JAVIER DE LA
COMPAÑÍA DE JESÚS APÓSTOL DE LA INDIA

(8 diciembre)

PUNTO I. Considera como cumplió san Francisco Ja-


vier lo que manda Cristo en su evangelio (I), que este-
mos certidos y con luces en las manos; pues se ciñó tan
apretadamente con el cíngulo de la castidad y pureza,
guardándola toda la vida entre tantas ocasiones y en
medio de los gentiles y enemigos de esta virtud, y con
el cíngulo de la mortificación, macerándose con ayunos
y penitencias y negando todos sus apetitos, haciéndose
continua guerra y violencia á si mismo, con la luz en la
(1) Luc., 12.
598 MEDITACIONES
mano de la santidad y ejemplo de vida con que alumbró
al mundo; 'Ante delante de los ojos este espejo y apren-
de mortificación, penitencia y santidad; reprende tu
cobardía para la virtud, y el amor propio, que te vence
continuamente; y pídele ä Dios gracia por los méritos de
este santo, para ceñirte con la penitencia y conservarte
en toda pureza y dar ej ejemplo de vida que tienes obli-
gación según tu estado..
PUNTO II. Considera como estuvo siempre velando
como manda Cristo, sin descuidarse un punto, así en su
aprovechamiento, caminando sin parar de virtud en vir-
tud ä la cumbre de la perfección, como en el celo de
aprovechar ä los prójimos, diligenciando incansablemen-
te su salvación y provecho espiritual. Pondera la sed
insaciable que tuvo de la salvación del mundo, las le-
guas que anduvo, los trabajos que pasó, los riesgos ä
que se puso por sacarlos de las tinieblas de la infideli-
dad y de la cautividad del pecado ä la luz y libertad de
hijos de Dios, ä más, la grandeza de corazón de que le
dotó el cielo para despreciar las comodidades y las hon-
ras y la misma vida por la gloria de Dios y emprender
cosas grandes y difíciles por su amor; y alaba ä Dios, que
tan maravillosamente se mostró en su siervo; y pídele
que te de una centella de aquel fuego que tuvo en su
pecho, para despreciarte ä ti mismo y todas las cosas
criadas por su amor.
PUNTO III. Considera la alteza de sus virtudes con
las cuales resplandeció como un sol en la Iglesia de
Dios; su humildad enseñando ä los niños, ä los rudos,
ä los esclavos y ä los pobres la doctrina cristiana y los
rudimentos de la fe; su caridad sirviendo ä los enfermos
SAN FRANCISCO JAVIER 599
en los hospitales y acudiendo á todos, como si fuera
siervo de todos, en cuanto le hablan menester; su obe-
diencia exactisima á la señal del superior; su pobreza,
sin tener ni traer más que su breviario y los ornamentos
para la misa, su oración continua, juntándola con la
acción exterior; su afabilidad y mansedumbre, con que
ganaba los corazones de todos; su paciencia en los tra-
bajos, las ansias que tuvo del martirio y las diligencias
que hizo por él, entrándose tantas veces por las tierras
de los gentiles; últimamente el amor tan encendido que
tuvo á Dios, en que se abrasaba su alma, deseando unir-
se con gl; y alaba á Dios, que le crió y escogió para
apóstol suyo en tierras tan extendidas é incultas, y que
le doté de estas y otras muchas virtudes para Cumplir
el ministerio, de su apostolado; y pldele ä Dios gracia y
al Santo que te la alcance para seguir sus pasos por las
huellas que dejó de su santidad y virtudes.
PUNTO IV. Considera como le ciñó Dios para pre-
miarle, conforme lo prometido en su evangelio, enri-
queciéndole en esta vida con tantos dones y gracias .
soberanas de profecla, de hacer milagros, curar enfer-
mos y tullidos, lanzar demonios, sujetar los mares, re-
sucitar los muertos, convertir ä los infieles en tantos
millares como trajo ä la fe de Jesucristo, con tantas
ilustraciones y consuelos espirituales, que no los podla
llevar, pidiéndole ä Dios, que acortase su mano; y el
premio que aqui le di6 y en la otra vida con laureolas de
apóstol, de doctor, de virgen, de mártir en el deseo,
que equivale á la obra en el acatamiento de Dios. Däle
mil parabienes de su gloria; y pídele que te sea inter-
cesor para con Dios nuestro Señor y que te alcance su
600 MEDITACIONES
gracia para celar su honra en este mundo y buscar in-
cansablemente tu aprovechamiento y el de los prójimos
y merecer alguna parte del premio inestimable que al-
canzó.

MEDITACIÓN
PARA LA FIESTA DE SAN ANTONIO ABAD

(17 enero)

PUNTO 1. Considera lo primero en la vida de este


santo su vocación y pronta obediencia ä la voz de Dios;
porque entrando en la Iglesia y oyendo aquella senten-
cia de Cristo, /he dice (I): Si quieres ser pertecto, vé y
vende todo cuanto tienes, délo á los pobres y sígueme,
la tomó como dicha para sf de la boca de Cristo; y
vendió toda su hacienda y la dió ä los pobres; y se re-
tiró al desierto ä entregarse ä la oración y penitencia,
confiado en la providencia de Dios: éste fué el principio
de toda su dicha, y lo será de la tuya, si sabes seguir
sus pisadas. Considera la puntualidad con que obedeció
ä la voz de Dios, y cuantas te ha dado ä tí para que le
sigas y seas perfecto, y has resistido y héchote sordo ä
sus inspiraciones. Considera ä más cuanto te importa
oir con atención los evangelios y sermones que son las
voces de Dios; y aprende de san Antonio ä dejar el mun-
do por el cielo, y atesorar riquezas eternas, dando li-
mosna ä los pobres, y ä confiar en la misericordia y pro-
videncia de Dios.
PUNTO II. Mira ä san Antonio en el desierto, aparta—
(1) Matth., 19.
SAN ANTONIO ABAD 6oi
do de los hombres y acompañado de Dios y de sus änge-
les. Contempla la vida que hace, más angélica que hu-
mana, su penitencia, sus ayunos dilatados por tantos
días con tan poco sustento, pasando mucho tiempo sin
comer bocado, expuesto ä las inclemencias del tiempo;
mira como le di6 salud Dios nuestro Señor y tan larga
vida, que pasó de cien años; y toma aliento para la pe-
nitencia y mal tratamiento de tu cuerpo; y pierde la co-
bardía y el amor propio, que te engaña y te hace abra-
zar el regalo; y confia en la divina Majestad, que te dará
fuerzas y salud para hacerle sacrificio de tu cuerpo por
medio de la mortificación y penitencia.
PUNTO III. Considera las batallas que tuvo san Anto-
nio con los demonios y las guerras tan continuas que
padeció de los espíritus malignos, así visible como invi-
siblemente, y como las venció todas con la gracia divina,
y las coronas que ganó en sus victorias; y cobra änim
y aliento para guerrear con tus enemigos; no descaez
cas si te hallares tentado, considerando que Dios envía ff.e
estas guerras ä los soldados escogidos de su milicia;
sino animate y pon los ojos en la corona que te espera;
y pídele al Señor una parte de la gracia que dió á san
Antonio, y al Santo, que te enseñe á pelear hasta alcan-
zar victoria.
PUNTO IV. Considera el fruto tan grande que hizo san
Antonio en el mundo desde el desierto con el ejemplo de
su vida; pues oyendo la que hacia, se convertían los
hombres pecadores en Roma y Alemania y en toda Eu-
ropa, y se movieron ä dejar el mundo y seguirle tan
grande número de hombres que poblaron los desiertos,
haciéndose sus discípulos, y dura hasta hoy su ejemplo
6oz MEDITACIONES
y el fruto que coge la Iglesia de él; y coteja tu vida con
la suya; y mira cuán lejos vas de lo que ellos fueron y
á cuántos has convertido con tu ejemplo, y si han sido
más los escandalizädos con tus malas costumbres; y llora
tus culpas, y corrige tu vida; y pide á Dios nuestro Se-
ñor por los méritos de este santo, que te dé gracia para
seguir sus pisadas é imitarle en todo.

MEDITACIÓN
PARA LA FIESTA DEL GLORIOSO PATRIARCA
SAN FRANCISCO DE PAULA
(2 abril)

PUNTO 1. Considera la profunda humildad de este glo-


rioso santo, despreciándose y abatiéndose más que el
polvo de la tierra sobre todas las criaturas; por lo cual
Dios le sublimó á la alteza de santidad y estimación en
la tierra que tuvo con los príncipes y monarcas de ella
' y mucho más en el cielo, en el aprecio suyo y de sus
cortesanos; y conoce, que no hay otro camino más cier-
to para crecer en santidad y llegar á la perfección que
la humildad y que Dios ensalza ä los humildes y abate á
los soberbios; y pídele con el afecto de tu alma gracia
para alcanzar esta virtud y echar en tu alma firmes fun-
damentos de humildad.
PUNTO II. Considera su penitencia y mortificación y,
en especial, sus ayunos tan rigurosos y el que guardó
toda la vida sin gustar carne ni huevos ni cosa de re-
galo, y el voto que de esto hizo y dejó en testamento á
sus hijos: aprende el camino del cielo, no por delicias
SA FRANCISCO DE PAULA 603
ni comidas, sino por penitencia ayunos, y mortificación;
y anímate con su ejemplo á tomar la cruz de Cristo y
mortificar tu cuerpo y seguirle pobre y desnudo, si
quieres reinar en el cielo.
PUNTO III. Contempla el amor y caridad divina que
ardla en el pecho de este santo, la confianza tan viva
que tuvo en la Providencia, nacida de su humildad, con
que emprendió y acabó cosas tan heroicas y grandes en
el servicio de Dios; pon los ojos en la religión que fun-
dó, en los milagros que hizo en los mares y fuegos, y en
los elementos que señoreó, y en la potestad que le di6 el
cielo sobre los demonios y sobre la vida y la muerte,
que parecia era señor de todo; y engrandece y alaba la
virtud del Altísimo, que resplandece en sus santos, y las
maravillas que obra por ellos; y cobra aliento Y confian-
za para emprender cualesquiera cosas, por grandes que
sean, en su servicio, confiando en sus fuerzas, con las
cuales no hay cosa imposible ni dificil al humildä.
PUNTO IV. Contempla el resto de sus virtudes altIsi-
mas, así su pobreza y desprecio del mundo, como su
obediencia y la pureza de su alma y la contemplación
de su espirita, la alteza de su oración y la conformidad
que tuvo en todo con Dios, todas las cuales coronó con
la perseverancia, creciendo de virtud en virtud hasta
llegar ä la cumbre de la perfección. Mira este dechado
de santidad y el premio con que Dios le galardonó en
el cielo y la honra que tiene en la tierra; y enciende tu
corazón en vivos deseos de imitarle y seguirle, despre-
ciando el mundo y queriendo solamente el servicio de
Dios. Pídele, por sus merecimientos, que te dé gracia
para cumplir estos deseos, y al Santo que te la alcance
604 MEDITACIONES
y que sea tu intercesor para con Dios, hasta llevarte en
su compañia ä gozar de su gloria para siempre. Amén.

MEDITACIÓN
PARA LA FIESTA DEL EVANGELISTA SAN MARCOS
Y DEMÁS EVANGELISTAS

Sobre el Evangelio de san Enea', cap. 10

(96 abrI)

PUNTO 1. Considera lo que dice el Evangelio, que


señaló Cristo setenta y dos disclpidos y los envió de
dos en dos ä predicar por el mundo ä todas las ciudades
y lugares ä donde habla de ir El mismo; acerca de lo
cual has de ponderar las cosas siguientes. La primera,
como toca al Redentor elegir y enviar los predicadores
y maestros del Evangelio; porque ninguno puede en-
trar en este ministerio segura y fructuosamente, si
Cristo no le destina para él: ésta es obra de su mano;
sujétate ä su voluntad y recibe con humildad el oficio
en que te pusiere. La segunda, que los envió de dos en
dos por la honestidad, como dice Teofilacto, porque no
es conforme ä ella ir uno solo; y por la caridad, como
dice san Gregorio, para que se ayudasen el uno al otro;
por cuanto el que no tiene caridad para coi su herma-
no, no es digno del oficio de la predicación: mira si tú
la tienes y como ejercitarás la espiritual, si te falta la
corporal, que es más fácil, con tus prójimos. La terce-
ra, que los envió á los lugares ä donde habla de ir,
porque, como dice san Gregorio la predicación prece-
SAN MARCOS Y EVANGELISTAS 6o 5
de y Dios sigue á ella. ¡Oh! ¡á cuántas almas quiere
Dios traer á si, y no vienen, porque tú no les predicas;
y por falta de este riego no baja este grano del cielo á
encerrarse y fructificar en ellas! tiembla de la cuenta
que te ha de pedir Dios de tus prójimos; y no resistas ä
su voluntad cuando te enviare á ellos; mira con la
prontitud que partieron luego todos sus discipulos, sin
réplica ni tardanza; y pidele al Señor que te dé gracia
para acompañarlos, y obedecerle y servirle en el minis-
terio en que te pusiere, con la misma prontitud y dili-
gencia.
PUNTO II. Considera lo que dijo Cristo, que la miés
es mucha y los obreros pocos. Porque, como dice san
Gregorio, aunque hay muchos que prediquen, hay po-
cos que obren y que enserien más con obras que con
palabras. Pidele á Dios gracias para ser de los pocos y
no de los muchos. Pondera cuanto más importa obrar
que hablar; las palabraä pasan á los otros y las obras se
quedan en tu casa y aprovechan á tus prójimos. Pondera
también cuánta miés se pierde por falta de obreros y co-
mo exhorta Cristo á los suyos que le rueguen que envie
obreros ä su miés, porque no se malogre; en que, como
dice san Ambrosio, nos exhorta á ofrecernos con pron-
titud á su servicio y al ministerio de la salvación de
nuestros prójimos, pidiéndole que nos haga dignos de
él, que tenga misericordia del mundo y envie en todas
edades varones apostólicos que los enseñen, alumbren y
reduzcan ä su santo servicio. Mira cuánta negligencia
has tenido en esto y que poca instancia has hecho al
Señor de las mieses para que envie operarios; y llora tu
tibieza; y no ceses de orar y suplicar á Dios con lágri-
mas se apiade del mundo y envie obreros á su villa.
6o6 MEDITACIONES
PUNTO III. Pondera uno por uno los consejos y la
instrucción que da Cristo á sus obreros cuando los en-
via á su mies. Lo primero, de mansedumbre, como cor-
deros entre lobos, para sufrir con paciencia por su
amor; porque, como dijo David (1), han de ser pacien-
tes para anunciar la palabra de Dios. Lo segundo, de
pobreza y motificación, descalzos de pie y pierna, sin
bolsa ni alforja; porque no van á hacer alforja, sino á
trabajar desinteresadamente, con firme confianza en la
Providencia divina, que no les faltará nada de lo que
hubieren menester. Lo tercero, que no tomen de paso
sino de asiento y con espacio adoctrinar á los hombres;
que no muden posada ni pidan particularidad en la co-
mida, contentos con lo que les dieren; que prediquen ä
todos el reino de Dios. Pondera tan saludables docu-
mentos dados de la boca de Dios y mira si los cumples;
y pídele gracia al Señor para entenderlos, abrazarlos y
servirle como debes.
PUNTO IV. Considera como cumplió esta doctrina el
sagrado evangelista san Marcos y el esplritu, fervor y
fruto con que ejerció su ministerio: pon delante tus ojos
este espejo de santidad y doctrina; pondera los caminos
que anduvo, los lugares y regiones que alumbró con la
luz de su predicación, los trabajos que pasó con extre-
mada paciencia, el fruto que hizo en el mundo, las almas
que llevó al cielo y la gloria que en él gozan; y dale
gracias al Señor porque le hizo tan glorioso en el cielo
y en la tier}a; y pldele por sus merecimientos que te
comunique alguna parte de la gracia que le dió para
servirle como debes y cumplir tu ministerio, como san
Marcos lo cumplió.
(1) Pelan 91.

SAN FELIPE NERI 607

MEDITACIÓN
PARA LA FIESTA DE SAN FELIPE NERI, CONFESOR
Y FUNDADOR DEL ORATORIO

(26 mayo)

PUNTO 1. Considera como con la pobreza de espíritu,


con la abnegación de si mismo, con el desapropio de
todo, hasta rasgar el titulo de su genealogía, deseando
más bien estar escrito en el libro de los santos, con
oración, apilo y acerba mortificación, se preparó al
apostolado á que Dios le destinaba. Bien quisiera ir ä
derramar su sangre en defensa de la fe católica, pero
se le di6 ä entender, que sus Indias eran la ciudad de
Roma, en donde brilló como un astro benéfico para la
reforma de las costumbres y salvación de muchos. ¿Có-
mo procuras tú santificarle para poder santificar á los
prójimos? ¿En qué muestras tu celo por la conversión
de tus hermanos extraviados? ¿Cómo les predicas con
tu buen ejemplo? ¿Los edificas con tus palabras? Teme
no seas más bien apóstol de Satanás, para tu ruina y
condenación eterna.
PUNTO II. Considerábase Felipe indigno del sacerdo-
cio y fué menester que su confesor le mandase que se
ordenara de sacerdote. ¡Cuál se mostró entonces en el
altar, en el pálpito y en el confesonario! ¡Con qué devo-
ción y reverencia rezaba el oficio divino! Al celebrar el
sacrosanto sacrificio de la misa se le vil.) muchas veces
elevado en el aire y otras rodeado de resplandores. Cuan.
6o8 , MEDITACIONES
do la decía en su oratorio privado, se prolongaba algu-
nas horas. ¡Qué lágrimas de ternura! ¡Qué éxtasis y
fervorosos temblores! Su eficacia en la predicación, su
celo y su atractiva persuación en el sacramento de la
Penitencia eran irresistibles. No, se cansaba en ganar
almas para el cielo. Fué prodigioso en conversiones y
en el discernimiento de espíritus. ¡Verdaderamente ha
sido Felipe un digno modelo de sacerdotes!
PUNTO III. Considera como, cuando el amor divino
hermosea nuestra alma, se llama gracia, porque nos hace
agradables á la divina Majestad; cuando nos da fuerzas
para obrar bien, se llama caridadmas cuando llega ä tal
grado de perfección, que nos hacesIacticar este mismo
bien con cuidado, frecuencia y prontitud se llama devo-
ción. La raíz de todas las virtudes es la caridad; y la de-
voción es la llama que la hace activa y diligente en la
guarda de los preceptos de Dios y en la práctica de los
consejos é inspiraciones celestiales. La devoción ardía en
el corazón de Felipe; y reverberando en lo exterior del
cuerpo cuando celebraba los sagrados misterios, 6 ejercia
las funciones del sacerdocio, despedía de sus ojos y de su
cara ardientes centellas; y también comunicaba esta de-
voción á los que le trataban. En la oración perseveraba
días enteros; inflamábasele el pecho en amor: no podía
contener el ímpetu de la suavidad de Dios. Una de es-
tas avenidas le dilató el corazón, palpitándole después
cuando hacia algunas obras espirituales. ¿Es tan sólida,
tan tierna y fervorosa tu devoción? ¿Se funda en la cari-
dad? ¿La comunicas ä los que tratas? ¿La recomiendas
con tus palabras y ejemplo, 6 más bien la desacreditas
y tal vez la ridiculizas? Cumple primero tus obligaciones
SAN LUIS GONZAGA 609
es falsa la devoción, cuando sólo se reforma lo exterior
sin ponerse remedio en la ralz de las pasiones, ni cu-
rarse el amor propio y altivez del corazón; no puede ser
sólida la devoción, cuando sólo se conserva con un ex-
terior modesto y aun adusto y con poquísima ó ninguna
mortificación interior 6 se hacen las acciones externas
de piedad por cierta vanidad 6 por merecer el aprecio
de los hombres. Examina bien tu devoción, no sea que,
creyéndote devoto, seas ä los ojos de Dios un vanaglo-
rioso y un hipócrita.

MEDITACIÓN
PARA LA FIESTA DE SAN LUIS GONZAGA
DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS
(21 junio)

PUNTO 1. Considera que el principio de una vida cris-


tiana y d'evota, es un corazón compungido, as! como un
corazón derramado suele serio de una vida libre y diso-
luta. Esta compunción en san Luis fué admirable, si se
atiende ä la inocencia de su vida, en la cual sólo se ha-
llaron dos culpas tan ligeras que puede dudarse si lo
fueron y son: la L a que siendo aún de cuatro 6 cinco
años y tratando con los soldados que estaban bajo el
mando del marqués de Castellón su padre, tomó de ellos
algo de pólvora, para disparar un coiloncito de artillería
que se habla hecho para su diversión; la tu que pro-
nunció unas palabras menos decentes que oía ä los mis-
mos soldados pero sin saber fuesen malas, hasta que le
reprendió por ellas su ayo. Estas fueron todas las cul-
AVANCINI 39
6 o MEDITACIONES
pas de Luis y sin embargo las lloró amargamente toda
su vida. Llamäbase por ellas el mayor pecador del mun-
do y decía que aquellos hablan sido los años de sus mal-
dades. ¡Qué confusión ésta para los que con tantos y tan
graves pecados no sabemos compungimos! Toda culpa
nos parece pequeña y nos amarga poco, porque ni pon-
deramos la dignidad de un Dios ofendido, ni lo aprecia-
ble de un paraíso que por ella se pierde, ni lo terrible
de un fuego que se merece por el pecado. Hacemos con
nuestros pecados lo que suele hacerse con las cosas
amargas, que dejan de mascarse para que no amarguen
al paladar (1). Masca pues un pom con atenta conside-
ración la gravedad de tus culpas y -no- te será dificil sa-
car de ellas la compunción que les corresponde.
PUNTO II. Considera que san Luis de culpas tan le-
ves concibió un dolor y arrepentimiento intensísimo que
• le duró toda sa vida. La primera vez que se acusó de
ellas (y fué en una confesión general que hizo en Flo-
rencia) le sobrevino tal llanto y una apretura de corazón
tan vehemente, que cayó desmayado á los pies del con-
fesor y en todo aquel día no le DA posible proseguir la
confesión; y aun después las veces que se acordaba de
ellas (y se acordaba con frecuencia) le causaban nuevo
dolor y muy copiosas y amargas lágrimas. Tú por el
contrario estás tan insensible, .que te cuesta no poco
trabajo excitarte al dolor precisamente necesario para
la confesión. ¿De dónde nace esto sino de que te parece
cosa de poco más 6 menos el haber pecado (e)? Poco
conoce el mal, quien lo llora poco; y quien no tiene un
(I) Oe impiorum devora! iniqultatem. Prof, 19.
(2) An parum voble ea!, quod peoaaerld Jos., 22.
SAN LUIS GONZAGA 6i 1

gran dolor de sus pecados no considera que es la mayor


de todas las desdichas. Procura pues no sólo concebir
compunción, mas también avivarla hasta el grado más
intenso que te sea posible; pues siempre será mucho
menos de lo que merecen tus culpas (1).
PUNTO III. Considera que san Luis nunca cesó de
llorar estas sus ligeras culpas. Solfa mientras vivió re-
petir con lágrimas; los juicios de Dios son inescrutablei;
¿quién sabe si las maldades que cometí en el siglo me
las habrd el Señor aún perdonado? Temía ser uno de
aquellos ä quienes por sus culpas ha justamente aban-
donado Dios. Aquí debes reflexionar cuanto mejor re-
caería en ti semejante dolor; porque, si ninguno sabe
si es digno de amor oS de odio (2), ¿cuánto menos pue-
de saberlo el que tan poco y tal vez nada ha llorado de
veras sus culpas? De aqui es, que la compunción sirve
mucho para lo pasado, pues asegura el perdón de los
pecados cometidos (3). Sirve para lo presente, porque
da fuerzas al alma (4). Sirve finalmente para lo veni-
dero, pues merece la asistencia de la divina gracia (5).
Hazte pues familiar este dolor tan saludable; y considera
que lo dulce de la culpa gasta el paladar y quita las
fuerzas, mas lo amargo de las lágrimas da salud y ro-
bustez al alma.
(I) Humilla salde spirltam tuum. Eacli., 7.
(2) Nesait homo, ateten amore an odio dignas alt. Ecclee., 9.
(8) Qui canal contritos cerdo natos. 146.
(4) Clbabis nos pene laerymaeure, et potum dable noble in lacey-
mis. lbid. 79.
(6) Ad quem reepiciam niel ad pauperoulum, et contrIlam
h., 66.
6r2 MEDITACIONES

MEDITACIÓN
PARA LA FIESTA DE SAN PEbRO APÓSTOL
(89junlo)

PUNTO I. Considera como siendo llamado san Pedro


de Cristo dejó las redes, los barcos, el padre y la ma-
dre y cuanto tenia en el mundo y podia esperar y le
siguió, que fué el principio de toda su dicha; y mira
cuántas veces te ha llamado ä ti para que dejes la vani-
dad del mundo y las redes en que estás enlazado y nun-
ca le has respondido, antes te haces- sordo ä su voz.
Pondera lo que le importó ä san Pedro responder ä la
voz de Cristo y lo que te importa ä ti responder ä la de
Dios; y resuélvele con su gracia ä seguir su llamamien-
to y caminar desde luego con fervor ä la perfección:
pídele ä Dios esta gracia y que te llame como ä Pedro,
ofreciéndote ä seguirle y ä todo lo que te quisiere man-
dar de su servicio.
PUNTO II. Considera como le mudó Cristo el nombre
de Simón en Pedro, que significa piedra, por su cons-
tancia y porque le escogió para piedra fundamental de
su Iglesia: discurre por toda su vida y medita sus vir-
tudes y entre ellas el grande amor que tuvo siempre ä
su maestro y la fidelidad con que le acompañó y sirvió
hasta la muerte; la merced que Dios le hizo de darle
las llaves del cielo y premiar su fe y su confesión, con
hacerle pontífice de su Iglesia y entregarle sus ovejas:
pídele ä Dios por sus merecimientos que te dé gracia y
fortaleza para que seas piedra firme en su servicio y
SAN PEDRO APÓSTOL 613
permanezcas en él toda la vida con la firmeza y constan-
cia con que le sirvió san Pedro.
PUNTO III. Considera el martirio de san Pedro: mira-
le clavado en la cruz, careándose con Cristo en el cielo.
Considera la alegria con que padece el sacrificio que
ofrece en aquella ara de si mismo: contempla como le
recibe y acepta el eterno Padre y el esfuerzo que le da-
rla Jesucristo; y anímate con su ejemplo ä padecer por
el Señor y á seguir sus pisadas y llevar su cruz: pídele
á Dios por los méritos de este apóstol que te dé parte de
su esfuerzo para morir por su amor y ofrecerle sacrifi-
cio de ti mismo.
PUNTO IV. Considera el triunfo con que entró en el
cielo y la fiesta que le hicieron los ángeles, la corona
que le puso Cristo en la cabeza y el trono de majestad en
que le sentó ä su lado y los parabienes que le dió toda
la corte celestial; y dáselos tú también, gozándote de su
gloria: contempla la grandeza de aquel premio por el
martirio que en tan breve tiempo pasó; carga la consi-
deración en su valor y duración; y pidele á Cristo que te
asiente en el catálogo de sus discípulos y que te dé fuer-
za para servirle como lo dió al Apóstol y gracia para me-
recer alguna parte de la gloria que mereció.

MEDITACIÓN
PARA LA FIESTA DE LA COMMEMORACI681 DE
SAN PABLO APÓSTOL
(80 junio)

PUNTO I. Considera que, como dice (I) san Jerónimo,


san Pablo empezó por perseguidor de la Iglesia y re-
(1 ) Eplet. ad Furiam vldnam.
61 4 MEDITACIONES
mata la vida apóstol de Cristo, porque, como dice el San-
to, en los cristianos más se atiende al fin que al princi-
pio. Pondera la causa de su conversión, que, como se
dice en las revelaciones de santa Brigida (1), tuvo prin-
cipio de la oración que san Esteban hizo por sus enemi-
gos y porque san Pablo oró también por el mismo san
Esteban cuando le apedredron, rogando á Dios que no
se perdiese su alma, entendiendo que le hacían servicio
en perseguirle y defend er la ley de Moisés; en que tie-
nes mucho que meditar: lo primero, la perseverancia en
el bien y que importa poco empezar á servir ä Dios, si no
rematas tu vida santamente. Saca de_aqui propósitos fir-
misimos de perseverar en el servicio de Dios con san
Pablo hasta la muerte, de tener buena intención en to-
das tus obras, considerando que por haberla tenido san
Pablo, aunque con ignorancia de la verdad, Dios se apia-
dó de él. Medita también cuánto vale la oración por los
enemigos en el acatamiento de Dios, pues convirtió á san
Pablo por la de san Esteban; y ruega por los tuyos, pi-
diendo ä su divina Majestad que les dé luz y ä ti pacien-
cia y perseverancia para no faltar en su servicio.
PUNTO II. Considera la vida que hizo san Pablo des-
pués de convertido; y como de perseguidor se trocó en
defensor de la ley de Cristo. Pondera el celo con que la
defendió, el fuego de su predicación, la sed de las almas
con que trataba y predicaba en todas partes, el tesón in-
cansable que tuvo en convertir el mundo, los riesgos á
que se puso y los trabajos que padeció en la fundación
de la Iglesia; y alaba ä Dios, que tan maravilloso es en
sus obras; ora por los pecadores y no desesperes de nin-
(1) Lib. 1, e. 4.
SAN PABLO APÓSTOL 6xy
guno, por obstinado que le veas; que no hay cosa dificil
A la mano poderosa de Dios y en un punto puede hacer
de un pecador un gran santo, como hizo de un Saulo un
Paulo.
PUNTO III. Contempla la alteza de santidad y la gran-
deza de virtudes de san Pablo, la humildad con que se
tenia por el menor de todos y se llamaba el enemigo y
perseguidor de la Iglesia, la caridad tan grande para
con todos, teniendo por suyos propios los males que pa-
decían, el amor tan encendido para con Cristo, el ansia
de verse crücificado con Él en la cruz, la oración hasta
el tercer cielo, la invencible paciencia en los trabajos,
deseando y pidiendo .padecer más y más por la gloria de
Dios y bien de las almas y el resto de todas las virtudes
de que fuó adornado en subidisinio grado; y carga el pe-
so de la consideración en el temor con que vivia_ de con-
denarse con todo lo dicho y estando confirmado en gra-
cia; pues, como él mismo confiesa, castigaba su cuerpo
y maceraba su carne asperisimamente, temiendo y tem-
blando de no condenarse, llevando ä tantos al cielo. ¡O
virtud grande, digna de un apóstol san Pablo! y 16 in-
signe humildad del Apóstol y no menor documento para
nosotros, de vivir con sumo temor y no fiarnos de años
ni posesiones, porque no nos perdamos predicando á
otros! pIdele al Señor esta gracia, especialmente por sus
merecimientos y virtudes.
6s6 MEDITACIONES

MEDITACIÓN
PARA LA FIESTA DE SAN JAIME APÓSTOL
(25 jallo)

PUNTO 1. Considera como san Jaime y san Juan piden


al Hijo de Dios los primeros asientos en su reino. ¡Qué
peligroso vicio es la ambición queso insinúa en el cora-
zón de estos dos apóstoles! ¡Qué insolente, que los exal-
ta sobre los otros que acaso tenían mayor mérito! ¡Qué
audaz y temerario! ¡Aspiran, pues, á coronas y á tronos
los que poco antes eran unos miserables pescadores! No
es menos pernicioso ä toda comunidad, produciendo en-
vidias, celos, odios, murmuraciones, intrigas; ya• para
destruir los designios de un ambicioso, ya para estable-
cerlos proporcionándoles un feliz éxito. ¡Alma mía! hu-
millémonos bajo la poderosa mano de Dios, para que
nos levante en el tiempo de su visita (1); porque el que
se ensalzare, será humillado y el que se humillare será
ensalzado (2).
PUNTO H. Considera como JESÚS les responde: ¿Po-
deis beber el cáliz que yo he de beber (3)? Como si les
dijera: no es oportunidad de hablar de grandezas, ni de
dignidades, ni de puestos eminentes en la tierra, cuan-
do me estoy disponiendo á padecer y morir. ¿Podeis
beber el cáliz de la amargura, del dolor y de la igno-
minia, que yo he de beber? S!, respondieron estos dos
discípulos; podemos. ¡ Ah! ¡ estos dos apóstoles bien
tienen imitadores de su ambición, pero pocos siguen su
resolución y firmeza! Pretendes los primeros asientos
(1) 1 Petr,, 5. (2) Loe., 14. (8) Matth., 20.
SAN JAIME APÓSTOL 6I7
en el paraíso, deseas remontarte á la contemplación, y
ser arrebatado como san Pablo al tercer cielo. Tienes
una secreta ambición que te mueve ä desear el ser más
ilustrado y favorecido del Señor que los otros; y sientes
pena y disgusto cuando ves que los otros té pasan de-
lante, que salen con más felicidad en sus empresas y
que te aventajan en aprecio, crédito y reputación. Y pa-
deces también de que tus mismos hermanos te excedan
en virtud y que Dios les dispense más gracias. ¡O po-
bre alma l no sabes qué espíritu te mueve á desear los
primeros asientos en la casa del Señor. No, no pense-
mos en mandar, sino en obedecer; no en ensalzarnos,
sino en abatirnos; no en beber del cáliz de Babilonia,
sino del de Jesucristo. Serás el primero en el cielo, si
eres el más humilde en la tierra; si quieres beber el
cáliz de su gloria y bienaventuranza, bebe el de sus do-
lores é ignominias.
PUNTO III. Considera como el motivo que el Hijo de
Dios propone á estos dos discípulos es muy dulce y
atractivo: ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?
¡Ah! ¿Quién se detendrá ni repugnará de beber des-
pués de un Dios? Persuádele, alma cristiana, que esto,
que te causa pena, confusión y dolor, es un cáliz que
nuestro Señor te presenta y, que habiéndolo bebido an-
tes, le ha quitado toda la amargura. Dios tiene en su
mano un cáliz, en el cual, dice David (1), hay vino puro,
vino mezclado y heces. Et vino puro es para los santos
que están en el cielo; el vino mezclado es para los hom-
bres que están en la tierra y las heces para los peca-
dores en el infierno. ¡Ah! JESUS ha bebido en este mundo
(1) Pealm , 74.
6i8 MEDITACIONES
el cáliz de nuestros pecados hasta las heces. Toma,
pues, alma cristiana, toma el cáliz que te presenta, y
dirás como David (1): Tomaré el cáliz de mi Salvador, é
invocaré el nombre del Señor. Si tu espíritu repugna y
siente aversión en beber un cáliz de oprobio, tu corazón
en beber un cáliz de pobreza, tu carne un cáliz de do-
lor, les dirás lo mismo que JESÚS decía á sus discípu-
los (2). El cáliz que me ha dado mi padre, ¿no quereis
que yo lo beba? JESÚS me lo presenta, habiendo bebido
primero; si rehuso beber en este cáliz de amor, tendré
que beber un cáliz de odio, en que exprimirá la hiel y
amargura de su cólera y de su venganza.

MEDITACIÓN
PARA LA FIESTA DE SAN IGNACIO DE LOYOLA
FUNDADOR DE LA COMPAÑIA DE JESÚS
(81 julio)

PUNTO 1. Considera las obras maravillosas de Dios


en este santo, á quien sacó de la milicia del mundo, y
ä Dios que le estaba predestinando para fundador de su
religión en la Iglesia; para que no desprecies á nadie,
por divertido que le veas, pues no sabes lo que Dios
tiene determinado de él. Pondera los medios por donde
redujo á este santo ä su servicio, que fueron quebrarle
una pierna con una bala en el castillo de Pamplona y
darle luz por la lección de los libros espirituales y de
las vidas de los santos. Saca de aquí venerar los juicios
de Dios, que da las enfermedades del cuerpo para la sa-
lud de las almas y para retirar á los hombres del mun-
(t) Psalm., 115. (2) .loann., 18.
SAN IGNACIO DE LOYOLA 619
do y traerlos á su servicio: mira como sabe Dios hacer
tan fácilmente de un soldado un sacerdote, predicador y
maestro de muchos y de un seglar un santo, porque no
hay cosa imposible ä su diestra; pidele que se acuerde
de ti y que te dé su gracia para venerar sus juicios, se-
guir su voz y sujetarte ä su divina voluntad, como lo
hizo san Ignacio.
PUNTO II. Considera las peregrinaciones que anduvo
á Jerusalén, ä Roma y á otros santuarios, ä donde Dios
y sus santos son servidos y adorados, la penitencia tan
rigurosa que hizo en Manresa, las ilustraciones que re-
cibió de Dios en la oración y fuera de ella, con que le
iba labrando para piedra fundamental del edificio que
levantó sobre sus hombros; pondera las obras tan ar-
duas que emprendió por el servicio y gloria de Dios y
como salió con todas, mediante su divina gracia; y es-
fuérzate ä no desmayar en su servicio, sino poner el
pecho con aliento ä todo lo que te ordenare, por arduo
y dificultoso que parezca. Mira al blanco que tuvo en
todas sus acciones este santo, que fué, no su interés, 6
gloria, ú honra, sino la mayor gloria y honra de Dios;
y tómalo tú en las tuyas, procurando en todas el mayor
servicio y alabanza divina.
PUNTO III. Considera las persecuciones que padeció
de los hombres, en falsos testimonios, cárceles y pri-
siones y las que pasó de los demonios en su cuerpo y
en su honra; pondera su invencible paciencia, su cons -
tancia en no desistir un punto del servicio de Dios, su
conformidad con la voluntad divina en todos sus traba-
jos, las victorias que Dios le dió de todos y la honra
ä que le sublimó en ésta y en la otra vida; y pide al Se-
620 MEDITACIONES

ñor por sus merecimientos, que te dé fuerzas, constan-


cia y paciencia en tus trabajos y la conformidad que (lió
ä este santo con su divina voluntad.
PUNTO IV. Pondera el celo ardiente de la salvación
del mundo que ardia en su pecho, deseando y procu-
randotraer á todos los mortales al servicio de Dios,
para lo cual fundó su religión, levantando este escua-
drón con la gracia divina para hacer guerra al mundo y
al infierno y poblar el cielo de almas convertidas ä Dios;
extiende los ojos al fruto que ha hecho en la Iglesia por
si y por medio de sus hijos, mira los que ha sacado de
la infidelidad, los que ha traido de las tinieblas de los
vicios á la luz de la santidad por melii—de su doctrina,
los innumerables que hoy gozan de Dios en el cielo por
su medio y diligencia y la gloria que Dios le ha dado
por ello, junto con la santidad de su vida; y alaba ä Dios
que tan maravilloso se mostró en su, conversión y santi-
ficación; y pide al Santo que, pues ha llevado ä tantos al
cielo, que no se olvide de ti; y ä Dios, por sus mereci-
mientos, que te dé su gracia para imitarle en la tierra y
gozar de su rostro en su compañia en el cielo.

MEDITACIÓN
• PARA LA FIESTA DE SAN MIGUEL ARCÁNGEL
(29 septiembre)

PUNTO 1. Considera la excelencia de san Miguel ar-


cángel y los beneficios que de su mano recibe toda la
Iglesia, siendo el ángel de su guarda, defendiéndola,
amparándola y asistiéndola en todas sus acciones y
siendo su caudillo y su patrón en el cielo. Considera con
SAN MIGUEL ARCÁNGEL 621
cuánta razón se muestra la Iglesia agradecida celebran-
do su memoria, para que todos sus hijos lo sean y ten-
gan devoción ä este glorioso arcángel; pondera lo que
tú en particular le debes y la merced que Dios te ha he.
cho en dártele por patrón y por modelo; y procura serié
agradecido y valerte de su patrocinio en todas tus accio-
nes, orando en su altar y celebrando su memoria.
PUNTO II. Considera el celo con que volvió en el cie-
lo por la gloria de Dios contra Lucifer, que con su so-
berbia y ambición quiso usurpar la silla del Altísimo.
Pondera el valor con que le hizo guerra, le venció y lan-
zó al infierno con todos los de su valla; y aprende ä gue-
rrear las batallas del Señor y á celar su gloria y honra
cuanto fuere menester, oponiéndote con valor á la osa-
día de sus enemigos y dando, si fuere necesario, la vida
en su defensa; pidele que te defienda de las guerras
que mueve contra ti Satanás y que no permita seas ven-
cido de sus astucias ni caigas en los lazos que te arma
para derribarte.
PUNTO III. Considera con cuánta razón canta la Igle-
sia en su fiesta el evangelio de san Mateo, en que Cristo
dijo á sus apóstoles, que si no se hacian como niños, no
podrían entrar en el cielo; porque la puerta de aquel
reino es la humildad, la cual nos enseñan san Miguel y
sus ángeles derribando al soberbio Lucifer que por su
ambición cayó del cielo; mira no la pierdas tú por tu
soberbia; aprende humildad de los ángeles que, siendo
tan nobles principes de la corte celestial, son tan humil-
des, que se abaten á guardar ä los hombres y acompa-
ñarlos y servirlos toda la vida en el ministerio de su
salvación, como lo dice san Pablo y no se desdeñan de
622 MEDITACIONES
admitirlos en sus sillas y tenerlos por consortes de su
gloria; avergüénzate, polvo y ceniza, de tu vanidad,
que á cada paso quieres ser superior á todos, despre-
ciando ä tus prójimos y afrentándote de tenerlos por tus
iguales; y pide al arcángel san Miguel que te alcance de
Dios vencer esta hinchada soberbia y despreciarte por
el menor de todos.
PUNTO IV. Considera lo que dice Cristo de los ánge-
les conviene á saber, que aunque bajan al mundo al
ministerio de la salvación de los hombres, nunca pier-
den de vista á Dios. ¡O alma mla! ¡si aprendieses esta
virtud de los espíritus celestiales y_ nunca te ocupases
de manera en los negocios exteriores, -que perdieses la
vista interior de Dios; si hicieses todas las cosas co-
mo quien está en su presencia, mirándole siempre sin
perderle de vista, como los ángeles, en cuanto permite
nuestra flaqueza en este destierro! Pide ä san Miguel
arcángel que te alcance esta gracia de Dios y también
para imitar su pureza, su vigilancia y su perseverancia
en el ministerio de nuestra salvación, velando, cuidando
y trabajando en la tuya y en la de todos tus hermanos.

MEDITACIÓN
PARA LA FIESTA DEL SANTO ÁNGEL DE LA GUARDA
• (9 octubre)

PUNTO I. Considera la providencia de Dios y la esti-


ma y amor que tiene á las almas, pues como dice san
Jerónimo, desde su primer ser les señala y envla un
ángel que las guarde; dale infinitas gracias por esta
SANTO ANGEL DE LA GUARDA 623
merced y por la que te ha hecho á ti en darte el tuyo;
y conoce el valor de tu alma por el aprecio que Dios y
sus ángeles hacen de ella; y no la desprecies ni la arries-
gues por ningún precio, pues todo cuanto estima el
mundo es corto para su valor.
PUNTO II. Ponte delante de los ojos al santo ángel
de tu guarda; y contempla su hermosura, que excede
sin comparación ä la del sol, luna y estrellas; pondera
la grandeza de su poder, de su sabiduria, entendi-
miento y voluntad, ilustrados con la luz de Dios, é in-
flamados con el ardor de su divina caridad; repara en
aquellos cuatro dotes que goza de claridad, agilidad,
sutileza é impasibilidad; mira su nobleza y el oficio tan
elevado que tiene en la corte y casa de Dios, ante cuyo
rostro asiste perpetuamente; y luego baja con los ojos
á la tierra y considera la bajeza del hombre y la tuya en
particular, que eres un muladar de gusanos y una sen-
tina de vicios y pecados; coteja lo uno con lo otro,
y prorrumpe en grande admiración de ver que un espi-
ran tan soberano se digne de servir ä un hombre tan vil
y que baje del cielo ä asistirle y guardarle treinta, se-
senta, ochenta y más años, no desdeñándose de tan hu-
milde oficio el que lo tiene altisimo cerca de Dios; apren-
de humildad de su humildad y obediencia de su obedien-
cia y caridad de su caridad para con los prójimos y á no
despreciar ä alguno, por mínimo que sea, pues le apre-
cia y asiste su ángel, como dice (1) Cristo en su evan-
gelio.
PUNTO III. Considera con san Bernardo el respeto
que debes al santo ángel de tu guarda, que siempre te
(1) Natth., 18.
624 MEDITACIONES
asiste de dia y de noche y en todo lugár, dentro y fuera
de casa, como testigo de tus acciones; y que no debes
hacer en su presencia lo que no hicieras en la de un
hombre mortal; y cuánto agravio le haces siempre que
en esto faltas; aviva la fe y la memoria de la merced
que te hace y no ofendas á quien tanto debes.
PUNTO IV. Considera las mercedes qué recibes del
santo ángel de tu guarda por los oficios que hace conti-
go y como se las debes agradecer y servir; mira como
es maestro que te enseña, gula que te encamina, ayo
que te guarda, amigo que te acompaña, consejero que
te aconseja, guarda que te defiende, abogado que te
hace tus causas en el tribunal de Dios, intercesor que te
alcanza gracias y mercedes de su mano, compañero in-
separable que está contigo y te acompaña en los campos
y en los poblados, en los caminos, en las calles y en to-
das partes sin apartarse de ti; dale infinitas gracias por•
tantas y tan grandes mercedes como continuamente re-
cibes de su mano; y no te olvides jamás de tu bienhechor,
que seria grande ingratitud; estudia en servirle de dia
y de noche en todo cuanto pudieres; pidele perdón de
las faltas que haces en su servicio y prepón en adelan-
te la enmienda, procurando esmerarte en su culto y de-
voción.
MEDITACIÓN
PARA LA FIESTA DE TODOS LOS SANTOS
(1.• noviembre)

PUNTO I. Levanta los ojos de la consideración y mi-


ra aquella multitud de santos, que viö san Juan en el

TODOS LOS SANTOS 615


cielo, vestidos de gloria con palmas en las manos y co-
ronas en las cabezas, en los tronos de la bienaventu-
ranza, entre los coros de los ángeles (1). Contempla su
dicha y el gozo incomprensible de su gloria y la eterni-
dad del que nunca se ha de acabar y gózate de su dicha;
däles el parabién de su felicidad; enciéndele con su
ejemplo en vivos deseos de alcanzar su corona; y pideles
á todos que te sean intercesores delante de Dios y te
den la mano para subir ä su reino y merecer estar en
su compañia.
PUNTO II. Considera el camino que llevaron los san-
tos y los medios por donde çonsiguieron la gloria que
poseen, que, como dijo el ángel ä san Juan (2): Todos
vinieron de grande tribulación y lavaron sus vestiduras,
y las blanquearon en la sangre del Cordero. No vinie-
ron de regalos ni delicias ni fiestas ni opulencia de hon-
ras 6 riquezas, sino de tribulaciones, trabajos, mortifi-
cación, cruz y penitencia, sufrida por amor de Dios; este
camino llevó Cristo y éste llevaron los santos; por éste
llegaron ä la corona y por éste has de ir tó, si la quie-
res alcanzar y ser su consorte en la gloria. Ofrécete al
Señor y pídele su favor, por los méritos de sus santos,
para seguir sus pisadas y llegar ä su felicidad.
PUNTO III. Considera las virtudes que Cristo refiere
en su evangelio, de pobreza de espíritu, mansedumbre,
contrición, lágrimas y sufrimiento en las persecuciones
y trabajos, por las cuales se va ä la bienaventuranza.
Pondera estos pasos, por los cuales, como por escalo-
nes, subieron los santos, caminando de virtud en vir-
tud, hasta la cumbre de la perfección y llegar al cielo;
(1) Apoo., 7. (2) Ibld.
AVANCIN! 40
626 MEDITACIONES
y resuélvete ä seguirlos, copiando estas virtudes en tu
alma con la gracia del Señor.
PUNTO IV. Considera la diferencia de santos que tie-
ne Dios en su gloria y los diversos caminos por donde
los llevó; y pondera como en todoS los estados pueden
ser los hombres santos: vuelve los ojos ä ti mismo y
considera aquél en que Dios te ha puesto, cómo le sirves
y cómo cumples con tus obligaciones; pon la mira en los
santos que han vivido en él; y pidele á Dios gracia para
imitarlos y cumplir con tus obligaciones, poniéndolos
por intercesores delante de su divina Majestad.
4

MEDITACIÓN
PARA LA FIESTA DE LA CONMEMORACIÓN
DE LOS FIELES DIFUNTOS
(2 noviembre)

PUNTO 1. Considera como es una devoción santa y


agradable ä Dios el pedir y orar por los difuntos; por-
que es un acto de perfecta caridad, que se practica en
favor de personas de una calidad eminente, para con
almas santas que padecen mucho, que no pueden por si
mismas ayudarse, no hallándose ya en estado de mere-
cer y por lo tanto esperan ser socorridas de nuestra
piedad. Son aquellas almas á quienes Dios ama infinita-
mente y con las que desea desposarse; no se le puede
hacer una cosa más agradable que pagar sus deudas y
satisfacer por ellas, para que sean dignas de entrar en
su palacio y de unirse ä Dios intimamer>te. Son miem-
bros del cuerpo místico de su hijo, que se abrasan en
CONMEMORACIÓN DE LOS DIFUNTOS 627
el fuego y sufren penas inconcebibles. ¿Qué puede ha-
cerse que sea más agradable á Dios que el librarlas de
aquellas llamas? JESÚS recibe como hecho á si mismo el
bien que se hace á los suyos; luego es sacarle de una
prisión el sacar ä una alma, es librarle del purgatorio
el librar ä sus siervos y ä sus hijos. Si JEStiS estuviera
preso, ¿no emplearlas 16 todos tus bienes parà ponerle
en libertad?
PUNTO II. Considera como esta devoción es útil al
prójimo. .¡,Hay alguno que te sea más allegado que el
padre, la madre? y ¡tal vez éstos están atormentados en_ .
aquellas llamas! Si estamos obligados á socorrer ä un
pobre que vemos en gran necesidad, ¿qué nos podrá
excusar para no ayudar á unas almas santas y á los pa-
rientes más cercanos que se hallan en una extrema mi-
seria? ¿Hay acaso mayor miseria que la de verse en una
estrecha cárcel y arder en el fuego mismo en que arden
los condenados, sin poderse ayudar? ¡Qué bien y qué
provecho tan grande no resulta ä un alma de sacarla del
purgatorio y abrirle la puerta del paraíso! ¡Qué recono-
cimiento tendrá para con aquellos que la han librado de
males tan enormes y le han procurado el bien supremo!
No hay caridad que pueda compararse con aquella que
se ejercita con los difuntos, 6 bien se considere respec-
to de la cualidad de las personas que se socorren 6 bien
se considere la gravedad de sus penas 6 se reflexione
sobre el beneficio que se les procura. Bienaventurado
el hombre que se aplica á entender sobre las necesidades
del pobre y del menesteroso, que Dios le librará en el
día malo (1) .
(1) Psalm., 40.
628 MEDITACIONES
PUNTO HL Considera que si esta devoción es útil á
los difuntos no es menos gloriosa y provechosa ä los
vivos. Gloriosa, porque es hacer en favor de grandes
santos el oficio de redentor, dando libertad ä esclavos; y
de salvador, procurando la salvación ä miserables. Nos
es también provechosa, porque, además de traernos ä
la memoria la muerte y la vida futura, ejercitamos,
socorriendo ä los difuntos, actos de fe, de esperan-
za, de caridad, de justicia y de misericordia. Los po-
bres de esta vida son muchas veces pecadores y aqué-
llos son santos; los pobres no están destituidos de todo
socorro, mas las almas en el purgatorio se ven en extre-
ma necesidad y no pueden procurarse alivio alguno;
aquéllos abusan algunas veces del bien que se les hace
y les sirve para su condenación y éstas entran en el pa-
raíso por nuestras oraciones; se socorre á aquéllos tal
vez por una compasión natural, mas no se socorre ä
éstas sino por motivo de pura fe y de pura caridad. Si
la limosna que se hace á un pobre, que acaso se conde-
nará, asegura en cierto modo la salvación de quien la
da, ¿de qué precio y valor será la que se hace á las al-
mas predestinadas que están para subir pronto al cielo,
que podrán tanto para con Dios y serán tan agradecidas
ä sus bienhechores?
PUNTO IV. Ten, pues, 'amor fc. estas almas santas,
haciendo por ellas todos los días, 6 alguna oración 6
alguna limosna, oyendo 6 mandando celebrar todas las
semanas alguna misa por su intención y sufragio, co-
mulgando una vez al mes y aplicándoles algunas indul-
gencias, que para ellas es un pronto y seguro socorro;
porque con las indulgencias se les aplica, por autoridad
SAN ESTANISLAO DE KOSTKA 629
de la Iglesia, los méritos y satisfacción del Hijo de Dios.
Y de aquí infiere, cuánta será la malicia de un pecado
venial, que obliga ä un padre tan bueno ä castigar con
este rigor á unas almas que ama tanto, mientras que no
queda satisfecha su divina justicia. Haz penitencia en
esta vida, si no quieres hacerla en la otra; porque nada
impuro entrará en el reino de los cielos y todo cuanto
se sufre en esta vida es poco en comparación de lo que
se padece en el purgatorio.

MEDITACIÓN
PARA LA FIESTA DE SAN ESTANISLAO DE KOSTKA,
DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS

• (18 noviembre)

PUNTO 1. Considera como san Estanislao de Kostka


fué un joven que en poco tiempo adquirió una caridad
perfecta. Enriquecerse en poco tiempo y sin mucho tra-
bajo, es un secreto que muchos buscan y lo hallan po-
cos. Las riquezas del mundo no se allegan sino con fa-
tigas y penas. Quien pronto se hace rico, no estará libre
de pecado, dice el Sabio (I); mas se pueden muy bien
adquirir en poco tiempo grandes tesoros espirituales,
sin ofender la propia conciencia. San Estanislao encon-
tró este secreto que consiste en tres cosas: en la devo-
ción al santísimo Sacramento, en el amor de la santí-
sima Virgen y en la fidelidad en corresponder ä las
inspiraciones de Dios.
PUNTO II. Considera como la devoción al santísimo
(1) Prov., 28.
630 MEDITACIONES
Sacramento es la devoción de todos los santos y por la
que ellos han alcanzado todas las gracias y toda su san-
tidad. En esta fuente de amor es donde se inflama y
abrasa el corazón. De esta fuente de salud bebieron con
alegría aquellas aguas celestiales que regaron su alma
y le hicieron producir frutos de vida eterna. En esta
escuela divina aprendieron la práctica de todas las vir-
tudes. Finalmente, eti este divino convite sé sustenta-
ron sus almas, fortificaron, saciaron y concibieron un
gran disgusto y aversión á los placeres de la tierra.
San Estanislao fué un joven caballero de Polonia, muy
favorecido del cielo. Concibió desde-su infancia una de-
voción tan tierna al santísimo Sacramento, que todo su
consuelo era estarse en la Iglesia á los pies de los alta-
res, comulgaba con la mayor frecuencia que podía, ayu-
naba el día antes de la comunión. Encontrándose un día
gravemente enfermo en casa de un hereje y no teniendo
quien le pudiese administrar la sagrada Eucaristía, se
dirigió á santa Bárbara, la cual le alcanzó la gracia de
recibir por dos veces la comunión de mano de los án-
geles. ¡Cuánta devoción tendrías á este divino Sacra- •
mento si vieses que los ángeles te le traían en sus ma-
nos! ¿Por qué, pues, no le tienes la misma recibiéndole
de mano de un sacerdote? ¿acaso es JESÚS menos digno
de amor y de respeto, cuando te es administrado por
mano de un hombre, que si se te diera por mano de
un ángel?
PUNTO III. Considera como JESUS es la fuente de to-
das las gracias, María empero es su conducto. Su hijo
la dió por madre, al pie de la cruz, á todos los predes-
tinados en la persona de san Juan' . Si tú no eres hijo de
SAN ESTAIDSLAO DE KOSTKA 63!
la Virgen, tampoco serás predestinado; mas si la amas,
la honras y la sirves, te alcanzará infaliblemente una
buena muerte y llegarás ä ser del número de los ele-
gidos. Por esto la santa Iglesia la llama ralz de los pre-
destinados; porque á la manera que la raiz suministra
el nutrimento ä las ramas del árbol, así también la san-
tisima Virgen dispensa á todos los santos las gracias
que les obtiene de su hijo, que es la fuente. No debe-
mos, pues, maravillarnos si san Estanislao sé hizo santo
en tan poco tiempo: amaba tiernamente á la santisima
Virgen; inspiraba á todos su amor; todo su gusto era
el hablar de Ella, dirigirle oraciones y honrarla. Cuan-
do le preguntaban si amaba á Maria, repentinamente
se le encendia el semblante y, arrancando del cora-
zen un profundo suspiro, decla: ¿Y cómo no la he de
amar, si es mi madre? Y en efecto, la Reina de los
cielos le miraba como á hijo suyo y le dispensaba gra-
cias extraordinarias, como cuando le visitó estando un
dia enfermo y le puso entre sus brazos á su niño Jzsús,
dándole con esto la salud. ¡Bienaventurados aquellos que
son hijos de Maria! Los visitará en lo hora de su muer-
te, recibirá sus almas en sus manos y las pondrá en las
de su hijo JESÚS, alcanzándoles la vida eterna.
MES EUCARÍSTICO
6 sise
PREPARACIONES, ASPIRACIONES

Y ACCIONES DE GRACIAS
PARA ANTES Y DESPUÉS

DE LA SAGRADA COMUNIÓN
PARA CADA DÍA DEL MES

POR El.

P. XAVIER LERCARI
de la Companks do lada.
ADVERTENCIA AL LECTOR

Ponemos cuantas preparaciones, aspiraciones y acciones


de gracias sean bastantes para cada uno de los días de cada
mes, á fin de que la variedad renueve siempre la devoción.
La preparación es una meditación, la acción de gracias es
casi toda afectos; aquella sirve para la víspera; ésta para lue-
go después de haber comulgado; la aspiración, que con am-
bas se relaciona, para menudearla durante el dia. En cada
acción de gracias ponemos tres actos pi-id-liares, con los que
cada cual según fuere su devoción mezclará otros afectos de
virtudes, de adoración, humillación, agradecimiento, contri-
ción, ofrecimiento, confianza y toda suerte de peticiones.
Viene dedicada esta obrita ä los sacerdotes que diariamente
ofrecen el santo sacrificio; puede empero servir para loa de-
más fieles que comulgan ä menudo, para que á cada comu-
nión puedan aplicar por su orden cada una de las prepara-
ciones, aspiraciones y acciones de gracias, y ejercitarse en
ellas más y más provechosamente en los dfas intermedios.
El asterisco • en las citas significa que en ellas se sigue
más el sentido—ä veces acomodaticio—de aquel lugar de la
sagrada Escritura, que el contexto literal.
IBIEMEGEIMIR

P53
EMIEHEMEWIEFIIMIEBBBINDIMMERIERII

MES EUCARÍSTICO

DÍA PRIMERO
PREPARACIÓN
I. ¿Quién viene? Cristo, el Rey inmortal de los si-
glos, que lleva escrito en el vestido y en el muslo: Rey
de los reyes y Señor de los que dominan. I Tim., I, 17;
Apoc., XIX, 16.
11. ¿A quién viene? ä su súbdito, que le debe diez mil
talentos, y ni un óbolo tiene con que empezar á pagarle
tan enorme deuda. Matth., * XVIII, 24.
III. ¿A que viene? no á vender al pobre siervo y que-
darse con cuanto tiene; sino ä darle el precio de su cuer-
po y sangre—mayor inmensamente que la deuda—para
que pueda pagarle.
ASPIRACIÓN. Hija de Sión, regocíjate en gran mane-
ra; salta de júbilo, hija de Jerusalén: he aquí que ä ti
vendrá tu rey, el Justo, el Salvador. Zach., IX, 9.
ACCIÓN DE GRACIAS
I. Mira con los ojos de la fe ä Cristo en medio de tu
corazón, como rey omnipotente y benignisimo; y á ti
como reo postrado en su presencia, y dirigiéndole esta
súplica: Tened paciencia conmigo, y os lo pagaré todo.
Matth., XVIII, 26.
636 MES RUCARISTICO
II. Ámale dé todo corazón; y sea tal tp deseo y tp
propósito, que nada quieras contrario ä El; nada ä El
antepongas ni tengas por igual; nada ames que en rea-
lidad ó virtualmente ä El no vaya dirigido.
III. Pidele espirita de fortaleza, para que, ä fuer de
fiel vasallo, defiendas hasta derramar tu sangre la hon-
ra divina contra aquellos que la atacaren.
ASPIRACIÓN. VOS SOIS, Vos mismo, mi rey y mi Dios.
Vos que decretais las victorias de Jacob. Con vuestra
ayuda arrojaremos al aire y voltearemos ä nuestros ene-
migos, y en vuestro nombre despreciaremos ä los que
se levantan contra nosotros. Psalm. XLIII, 5, 6.

DIA II -----
PREPARACIÓN

I. ¿Quién viene? Cristo, el Seilor que ä sus siervos


impone el yugo suave y la ligera carga de sus manda-
mientos y consejos; y que por momentáneos obsequios
promete una gloria eterna. Mata., XL 29.
11. zik .quién viene? ä su siervo contumaz, que desde
el principio quebró su yugo, rompió sus comidas, y di-
jo: No quiero servir. Jerem . * II, 20.
111. ¿A qué viene? ä sacarle' de las ataduras de Adán,
ä atraerle con los lazos de la caridad, y á reducirle, li-
bre del yugo de las pasiones, á su servidumbre, sobre
todo imperio muy dichosa. Osee, * XI, 4.
ASPIRACIÓN. 4Y de dónde ä mi esta gracia, que á mi
venga mi Señor y el Hijo de mi Dios? Luc., * I, 43.
ACCIÓN DE GRACIAS

1. Mira con los ojos de la fe ä Cristo en medio de tu


corazón, como señor tuyo, que te compró á gran precio;
• y ä ti como su esclavo fugitivo, que con gran fervor quie-
res volver á El. 1 Gor., * VI, 20.
MES EUCARISTICO 637
II. Ámale con toda el alma, de suerte rae seas uno
de aquellos que declan: Ninguno de nosotros vive para
sí, y ninguno muere para si; pues si vivimos, para el
Señor vivimos, y si morimos, morimos para el Señor.
Rom., XIV, 7, 8.
III. Pídele el espíritu de temor. de Dios, para que hu-
yas del más leve pecado, y ä Él con puro afecto sólo
temas.
ASPIRACIÓN. Meted, Señor, mis pies en vuestros gri-
llos, y mi cuello en vuestra argolla. Eca, * VI, e.
DIA III
PREPARACIÓN

I. ¿Quién viene? Cristo, el Maestro que nos enseña lo —


proveçhoso; el que hizo antes lo que enseñó después, y
da la gracia para hacer lo que enseña. hati.,* XLVIII, 17.
II. ¿A quién viene? al discípulo de la clase ínfima, al
que nunca 6 muy tarde va á oir la doctrina de las virtu-
des, y pronto con ligereza de ánimo se aparta de lo que
ha oido.
III. ¿A qué viene? ä que tus ojos vean ä tu precep-
tor, y oigan tus oídos á espaldas (á saber el velo de los
accidentes) del que te exhorta, clamando: Este es el ca-
mino (el trato y conversación de Cristo), andad por él.
Isai., XXX, I.
ASPIRACIÓN. Venid, y subamos al monte del Señor,
y ä la casa del Dios de Jacob, y nos enseñará sus cami-
nos. Isati., II, 3.
ACCIÓN DE GRACIAS
I. Mira con los ojos de la fe ä Cristo en medio de tu
corazón, como tu maestro que te enseña el camino de la
perfección, y te instruye en lo que debes hacer y omitir;
638 MES EUCARÍSTICO
y á ti como otra Magdalena, sentado á sus pies oyendo
sus palabras, y aprendiendo aquella sola cosa que -es ne-
cesaria. Dic., X, 39, 42.
II. Amale con toda la mente, de suerte, que vivas per-
petuamente unido con El con santos pensamientos, y
procures la tranquilidad y pureza de la mente para com-
prender las cosas celestiales.
HI. Pídele el espíritu de ciencia, para saber discernir
lo falso de lo verdadero, y seguir con constancia los dic-
tados de la fe.
ASPIRACIÓN. Mostradme, Señor, n'estáis caminos,1
enseñadme vuestros senderos. Psalm. XXIV, 4.
DIA IV
PREPARACIÓN

I. ¿Quién viene? Cristo, el amigo fi el, con quien no


hay comparación alguna; Aquél que abandonado y ofen-
dido de nosotros, jamás nos abandona, antes bien de
enemigos nos hizo sumamente amigos con su sangre.
Eccli., *VI, 15.
II. ¿A quién viene? al traidor infame, que tantas ve-
ces despreció su amistad, prefirió á su gracia el pecado,
y trocé su trato familiar por los vanisimos coloquios de
los hombres.
III. ¿A qué viene? A serle amigo fiel, protección fuer-
te, hallado el cual, haya hallado un tesoro . y ä unirle
más íntimamente consigo por el amor. Echi.,* VI, 14.
ASPIRACIÓN. Mostradme vuestro rostro, suene vues-
tra voz en mis oídos; porque es dulce vuestra voz, y
agraciado vuestro rostro. Cant. II, 14.
ACCIÓN DE GRACIAS

I. Mira con los ojos de la fe ä Cristo en medio de tu


corazón como amigo fidellsimo, que ä ti pobrecillo es-
MES EUCARISTICO 639
clavo te enalteció con su amistad; y ä ti como comensal,
mejor vil mercenario, que le amas, cuando te regala
con consuelos; que te entibias, cuando para tu enmienda
te azota.
II. Amale con todas tus fuerzas, de suerte que ofrez-
cas ä Dios las fuerzas y potencias de tu alma, los senti-
dos y órganos de tu cuerpo, en unión con sus fuerzas y
sentidos, y resuelvas emplearlo siempre en su obsequio.
III. Pidele el espirito de consejo, para que sepas ele-
gir remedios adecuados.á la salud de tu alma y de las
de- aquellos que tienes ä tu cuidado.
ASPIRACIÓN. Mi amado para mi, y yo para él. Yo
para-mi amado y su corazón siempre inclinado ä mi.
Cant., II, 16; VII, 10.
DiA V
PREPARACIÓN

I. ¿Quién viene? Cristo, el hermano, que, con ser Dios


verdadero y el Señor de los hombres, no se avergüenza
de llamarlos hermanos diciendo: Anunciaré tu nombre ä
mis hermanos. Hebr., II, 12. Psalm. XXI, 23.
II. ¿A quién viene? Al hermano fratricida suyo, que,
cual otro Caín acometió con sus pecados al justo Abel
en el campo de este mundo, y le asesiné impiamente.
III. ¿A qué viene? A conservar en este fratricida la
vida espiritual, que antes le diera, y ä no permitir que
ande vagueando y prófugo por la tierra. Gen., * IV, 12,
ASPIRACIÓN. ¡Quién me de, hermano m'o, criado ä
los pechos de mi madre que os halle fuera, y os bese,
y ya nadie me desprecie!' Cant. VIII, 1.
ACCIÓN DE GRACIAS

I. Mira con los ojos de la fe ä Cristo en medio de tu


corazón, como tu hermano mayor y el primogénito entre
640 MES EUCARÍSTICO
muchos hermanos; y ä ti como su hermanito con toda
razón el último, 6 mejor absolutamente indigno de este
nombre por serle muy desemejante en tu vida y costum-
bres. Rom. VIII, 29.
II. Anulé con todas tus fuerzas, de suerte que pon-
gas todo tu empeño en seguir fielmente los ejemplos y
consejos de su hermano primogénito.
III. Pidele el espirito de entendimiento, para enten-
der y explanar los ocultos sentidos de la sagrada Escri-
tura.
ASPIRACIÓN. Eso sólo me hace falta, hallar gracia ä
vuestros ojos, Señor y hermano m'o. Gen., XXXIII, 15.

DÍA VL. _
PREPARACIÓN

I. i,Quién viene? Cristo, el Padre del siglo venidero,


que voluntariamente nos engendró con la palabra de
verdad, el Padre de las misericordias y Dios de todo
consuelo, que tiernisimamente nos ama y nos llama hi-
jitos suyos. hui., IX, 6; Jan., 1, 18; II Cor., I, 3.
II. ¿A quién viene? Al hijo pródigo, que se fué ä la
lejana tierra del olvido de Dios, y allá malbarató los bie-
nes de El recibidos, viviendo, sino licenciosamente, ä lo
menos vanamente y sin provecho. Lun.,* XV, 43.
III. ¿A qué viene? A abrazar y besar ä este hijo pró-
digo que ä El vuelve, ä engalanarle con el vestido de
la gracia y con los dones celestiales, ä refocilarle con el
convite de su cuerpo y sangre, y ä darle prendas de /a
posesión de la herencia eterna en el alcázar de su gloria.
Lttc., XV, 20 et seq.
ASPIRACIÓN. ¡Cuántos jornaleros tienen pan abun-
dante en casa de mi padre, yo empero me muero aquí
de hambre. Me levantaré, é iré ä mi padre. Lun., XV,
17, 18.
MES ELICARLSTICO 641

ACCIÓN DE GRACIAS

I. Mira con los ojos de la fe ä Cristo en medio de tu


corazón, como piadosisimo padre, que con agudisimos
dolores te engendró en la cruz; y ä ti, como hijo vasa-
hundo, volviendo ä El, después de larga peregrinación,
hecho una miseria, y por El con increible benignidad
acogido.
Amale con todas tus fuerzas, de suerte que por
El desprecies vida y salud del cuerpo, riquezas, place-
res y honras, y te acostumbres ä pasar sin las cria-
turas.
III. Pldele el espirito de piedad, para que, en obse-
quio de padre tal y tan grande, procures con toda di-
ligencia conocer tus obligaciones, y las cumplas con el
mayor esmero.
ASPIRACIÓN. Padre, pequé contra el cielo, y en vues-
tra presencia; ya no soy digno de llamarme hijo vuestro;
tratadme como uno de vuestros jornaleros. Luc., XV,
18, 19.
DÍA VII
PREPARACIÓN

I. ¿Quién viene? Cristo, el Esposo, que dijo: te des-


posaré conmigo para siempre: y te desposaré conmigo
en justicia, y juicio, y misericordia, y clemencia; y te
desposaré conmigo en fe. Osee, II, 19, 20.
II. ¿A quién viene? ä su esposa infiel, que pecó con
muchos amantes sobre todo monte alto, y debajo de todo
árbol frondoso; esto es apegändose ä villsimas criaturas
con su soberbia y liviandad. Jerem., III, 1; II, 20.
III. ¡A qué viene? no ä darle libelo de repudio, sino
ä desposarla otra vez consigo, y ä ponerla en el rostre
una señal, para que no admita ä otro amante que ä El.
AVANCINI 41
641 MES EUCARiSTICO
ASPIRACIÓN. Levantaos, virgenei prudentes, y ade-_
rezad vuestras lámparas: hé aquí que viene el Esposo,
salid á recibirle. Matth., * XXV, 6, 7.
ACCIÓN DE GRACIAS

I. Mira con los ojos de la fe á Cristo en medio de tu


corazón, como amabilísimo esposo, que á tu alma, echa-
da sobre el suelo, desnuda y llena de confusión, espon-
táneamente amó; y á tu alma, como esposa suya, con tan-
tos lazos á El unida, y con tantos dones atraída á vol-
verle amor por amor. Ezech.,* XVI, 57; Osee,* XIV, 5.
II. Amale con toda tu libertad, de suerte que ya no
seas dueño de tu cuerpo ni de tu alma, sino que lo sea
tu esposo, que te, hizo dueño de su cuerpo y sangre.
I Cor.,* VII, 4.
III. Pídele el espíritu de sabiduría, para que lo más
Intimo que hay en Dios, á saber: la esencia, los atribu-
tos, las procesiones y decretos escudriñes, para excitar
en ti más vivo amor edel mismo.
ASPIRACIÓN. Sobremanera me gozaré en el Señor,
y saltará de regocijo en mi Dios el alma mía; porque me
revistió del ropaje de salvación, y me cubrió con el man-
to de la justicia, como esposa ataviada con sus joyas.
Isai., LXI, O.
DÍA VIII
PREPARACIÓN

I. ¿Quién viene? Cristo, Sol de justicia y resplandor


de la gloria; luz verdadera que alumbra á todo hombre
que viene á este mundo. Malach., IV, 2; Ilebr., I, 3;
Joann., I, 9.
II. ¿A quién viene? al hombre ciego, que anda en ti-
nieblas y habita en la región de la sombra de la muerte
y se lamenta de no ver la luz del cielo. hai., * IX, 2;
Tob., * V, 12.
MES EXICARiSTICO 643
III. ¿A qué viene? ä imprimir en él la luz de su ros-
tro, y alumbrarle con su doctrina y ejemplos como lám-
para que brilla en la obscuridad, hasta que luzca el dia
de la eternidad y salga en sa corazón el lucero de la
gloria. Psalm. * IV, 7; II Par., * I, 19.
ASPIRACIÓN. Levántate, recibe la luz, Jerusalén, por-
que ha venido tu lumbrera: sobre ti nacerá el Señor,
y en ti se dejará ver su gloria. Isai., LX, 1, 2.
ACCIÓN DE GRACIAS
I. Mira con los ojos de la fe ä Cristo en medio de tu
corazón, como el candor de la luz eterna, que alumbra
la espesura de las tinieblas; y ä ti como aquel ciego ä
quien mandó Jesús le trajeran, que le rogaba, diciendo:
¡Señor, haced que vea! Sap., VII, 26; I Cor., IV, 5;
Luc., XVIII, 40, 41.
II. Amale más que tus ojos, y que todo lo que deleita
con su aspecto, de suerte que resuelvas apartar tus ojos
de mirar las cosas vanas. Psalm. CXVIII, 37.
III. Pídele el don escogido de la fe, para que veas lo
que debes hacer, y para hacerlo tengas fuerzas. Sap.,
III, 14.
ASPIRACIÓN. Porque Vos alumbrais mi lámpara, Se-
ñor Dios mio, alumbrad mis tinieblas. Psalm. XVII, 29.
DÍA IX
PREPARACIÓN
1. ¿Quién viene? Cristo, viático del peregrino hacia la
bienaventurada Sión, medicamento de inmortalidad, y
prenda de la gloria venidera, que no es menos que la
misma gloria prometida.
II. ¿A quién viene? al advenedizo y peregrino, que no
tiene aqui ciudad de asiento, sino que busca la futura.
Hebr., * XIII, 14.
644 MES EUCARiSTICO

III. ¿A qué viene? á qué, como otro Ellas, confortado


con ese manjar andes guardando los mandamientos, al
través de los dias prósperos y de las noches de las con-
trariedades hasta el monte de Dios. III Reg., * XIX, 8.
ASPIRACIÓN. Oid atento mis lágrimas; no calleis;
porque soy para Vos advenedizo y peregrino, como fue-
ron todos mis padres. Psalm. XXXVIII, 13.
, ACCIÓN DE GRACIAS

I. Mira con los ojos de la fe á Cristo en medio de tu


corazón, como proveedor de tu camino hacia la tierra
prometida, que hace llover para ti el maná para que co-
mas; y á ti como peregrino en el desierto, recogiendo
cada dia este maná celestial, hasta .que eternamente co-
mas los frutos de bienaventuranza -di aquella tierra.
Psalm. * LXXVII, 24; Josué, * V, 11, 12.
II. Amale más que todos los perfumes de los aromas
y la fragancia de las flores, de suerte que sólo tras El
corras al olor de sus perfumes, es decir, de sus ejem-
plos, hasta que el Rey te introduzca en sus bodegas.
Cant. * I, 3.
III. Pidele el don de una firmisima esperanza, para
decir confiado: En paz en vuestras promesas dormiré
descansado; porque 'Vos, Sétior, sólo Vos, habeis asegu-
rado mi esperanza. Psalm. IV, 9, 10.
ASPIRACIÓN. Me he alegrado en lo que me han dicho:
Iremos á casa del Señor. En tus atrios descansarán
nuestros pies, Jerusalén. Psalm. CXXI, 1, 2.

DIA X
PREPARACIÓN

I. ¿Quién viene? Cristo, convidado y convite, convite


de manjares mantecosos, convite de vendimia, de carnes
MES EU'CARISTICO 64s
gordas y de mucho meollo, de vinos puros sin mezcla.
XXV, 6.
II. ¿A quién viene? al hombre no vestido con vestido
de bodas, (S ä lo menos enteramente indigno de tan so-
berano convite por llevarle afeado con muchas manchas.
Matth., XXII, 42. •
III. ¿A qué viene? äque cebado con este convite, des-
deñe los ásperos y nocivos manjares de este mundo; y
sólo ansíe la cena nupcial del Cordero, cuyo tipo es la
Eucaristía. Apoc., * XIX, 9.
ASPIRACIÓN. ¡Quién nos diera'de su carne para har-
tarnos! porque su carne es verdadera comida y verdade-
ra bebida su sangre. Job, XXXI, 31; bann., VI, 56.
ACCIÓN DE GRACIAS -
I. Mira con los ojos de la fe ä Cristo en medio de tu
corazón, como ceñido de las especies eucarísticas, y sir-
viéndote el manjar que dura para la vida eterna; y á ti
comiendo hasta la hartura este manjar suavísimo, y con
hambre amorosa de volverlo á comer. Luc:, * XII, 37;
bann., VI, 27; Eccli., * XXIV, 29.
II. Á male más que todo dulzor y suavidad de manja-
res, de suerte que absteniéndote de golosas destemplan-
zas, comiences á gustar y ver cuan suave es el Señor.
Psalm. * XXXIII, 9.
III. Pídele con sumo fervor el don de caridad, para
que sólo Dios te sea sabroso, é inslpido todo lo que no
sea Dios.
ASPIRACIÓN. ¿Quién soy yo siervo vuestro, que os ha-
yais fijado en un perro muerto como yo, y me hayais co-
locado entre los convidados á vuestra mesa? II Reg., IX,
8; XIX, 28.
646 MES EUCARISTICO

DÍA. XI:
PREPARACIÓN

I. ¿Quién viene? Cristo, huésped agradabilísimo, que


cada dia hospeda y da comida y bebida ä unos ingratos,
y oye que le denuestan; que aún ahora está llamando á la
puerta de tu corazón. Eccli., XXIX, 32; Apoc., III, 20.
II. ¿A quién viene? ä tu alma ingrata, de quién se
queja, diciéndole: Huésped era y no me acogiste, para
dar entrada ä los afectos terrenales. Matth., XXV, 43.
III. ¿A qué viene? A que oyendo tú su voz y abrién-
dole la puerta de tu corazón, entre Él en ti, para darte
y que le des A su vez una cena. Aec., * III, 20.
ASPIRACIÓN. Baja presuroso (con-là-humildad) por-
que hoy me conviene hospedarme en tu casa. Entrad,
bendito Señor; ¿por qué estais ahí fuera? ya os tengo
la casa aparejada. Luc., XIX, 5; Gen., XXIV, 31.
ACCIÓN DE GRACIAS
I. Mira con los ojos de la fe ä Cristo en medio de tu
corazón, como huésped amabilísimo, trabando contigo
pláticas más dulces que la miel y el panal; y ä ti como
un granjero ennoblecido con la presencia de tan gran
huésped.
II. Amale más que toda melodía, y más que cuanto
deleita los oídos, de suerte que te hagas el sordo Alas
voces de los que te cuentan . fábulas, y no conforme A la
ley de tu Dios. Psalm. * CXVIII, 85.
Hl. Pídele la virtud de la prudencia, y no seas ya
niño fluctuante, y te dejes llevar aquí y allá de todos los
vientos de opiniones, por la malignidad de los hombres,
que engañan con astucia para envolvemos en errores.
Eph., IV, 14.
ASPIRACIÓN. No hay amargura en su conversación, ni
causa tedio su trato, sino gozo y alegría. Sap., VIII, 46.

MES nucAnismcp 647

DIA XII
PREPARACIÓN

1. ¿Quién viene? Cristo, el amado, blanco y rubio;


blanco bajo las especies de pan, rubio bajo las especies de
vino; escogido entre millares y todo deseable. Cant. V,
10, 16.
II. ¿A quién viene? ä su amada, ä quien, por un ex-
ceso de amor, llama su paloma, su agraciada, hermosa,
inmaculada; no porque sea tal, sino porque tal la desea.
Cant. pasma.
III. ¿A qué viene? ä besarle con el ósculo de su boca
eucaristica, ä entrarla en las bodegas de sus llagas, ä
declararla gil al corazón sus amores. Cant. * I, I, 3;
Osee, * II, 14.
AsPinAcióN4onjuroos, hijas de Jerusalén, que, si
encontrareis ä mi amado, le digais que desfallezco de
amor. Cant.- V, 8.
ACCIÓN DE GRACIAS

I. Mira con los ojos de la fe ä Cristo en medio de tu


corazón, como tu amado, que solicita tus brazos y tus
besos; y ä ti como su amada indigna de su amor, que
tantas veces has ido vagueando tras los rebaños de tus
compañeras. Cant. * I, 6.
II. Amale más que todos los sucios y locos deleites
carnales, de suerte que crucifiques tu carne con sus vi-
cios y concupiscencias. Galat., * V, 24.
III. Pídele la virtud de la templanza, para regir y
reprimir todos los movimientos de la concupiscencia y
para guardar moderación en todas las cosas.
ASPIRACIÓN. Encontré ä aquel ä quien ama mi alma;
asile y no le he de soltar. Cant. III, 4.
648 mas isücktustico
DiA XIII
PREPARACIÓN

I. ¿Quién viene? Cristo, heredero del Padre °pulen-


tisimo, que por nosotros, siendo rico, se hizo pobre,
para que nos hiciéramos nosotros ricos con su indigen-
cia. II Cor. VIII, 9.
II. ¿A quién viene? al mendigo Lázaro, echado junto
á su puerta, lleno de llagas y deseoso de saciarse de las
migajas que caen de la mesa de ese rico. Luc., * XVI,
20, 21.
HI. ¿A qué viene? para echarle en el seno una bue-
na medida, apretada y bien colmada hasta que se de-
rrame, de sus gracias. Luc., VI. 3L----
ASPIRACIÓN. COMO 10S ojos di los siervos están mi-
rando las manos de sus amos, como la esclava tiene los
ojos fijos en la mano de su sellora, asi uestros ojos es.
tän mirando al Señor, hasta que se apiade de nosotros.
Psalm. CXXII, 2.
ACCIÓN DE GRACIAS

I. Mira con los ojos de la fe ä Cristo en medio de su


corazón, como derramando en ti las riquezas de su amor;
y ä ti como un pobrecillo, mostrándole tus indigencias
y miserias.
Amale más que todas las pompas y riquezas del
mundo, de suerte que lo que en algún tiempo tuviste
por ganancias, téngaslo altera por pérdidas, y lo reputes
estiércol, para ganarle ä Él. Philip., III, 7, 8.
III. Pidele la virtud de la justicia, para que, lejos de
toda avaricia, des al César lo que es del César y ä Dios
lo que es de Dios. Mata., XXII, 24.
ASPIRACIÓN. Venid, oid, y os contaré, todos los que
temeis á Dios, cuantas cosas ha hecho ä mi alma. A
MES EUCARIST/C0 64-9
El clamaré con mi boca y ensalzaré con mi lengua.
Psalm. LXV, 16, 17.
DÍA XIV
PREPARACIÓN

I. ¿Quién viene? el Dios escondido, el Dios Salvador


de Israel, que, dejando el vestido de su majestad, mudé
de traje, para venirse ä ti más familiarmente. Isai.,
XLV, 15; III Reg., XXII, 30.
II. ¿A quién viene? á un hombre á quien desea tam-
bién ver escondido, diciéndole: Entra en tu retrete, cie-
rra tras de ti la puerta, y escóndete un poco por un
momento. Isai., XXVI, 20.
III. ¿A qué viene? á esconderle en lo más escondido
de su rostro para guardarle de las perturbaciones de los
hombres; á llevarle á la soledad, hablarle al corazón y
manifestársele El mismo. Psalm. XXX, 21; Oseer
14; Joann., XIV, 21.
ASPIRACIÓN. Si he hallado gracia en vuestra presen-
cia, mostradme vuestro rostro, para que os conozca.
Exod., XXXIII, 13.
ACCIÓN DE GRACIAS

I. Mira con los ojos de la fe á Cristo en medio de tu


corazón, dándote el maná escondido, que nadie conoce
sino quien lo recibe; y á ti en su seno gloriosamente es-
condido. Apoc., II, 17.
II. A male más que todos los honores y dignidades,
de suerte que su gloria en esta vida no sea otra que es-
tar escondido por su amor y abandonado.
Pídele la virtud de la fortaleza, para que no con-
templando lo que se ve sino lo que no se ve, desprecies
por vil todo lo terreno, superes todo lo dificultoso y ar-
duo, y siempre aspires á lo grande y elevado. II Cor.,
IV, 18.
6yo MES RUCAR/STICO
ASPIRACIÓN. ¡Quién me dará alas como de paloma y
volaré y descansaré? huyendo me alejé y habité en la
soledad. Psalm. LIV, 7, 8.
DIA XV
PREPARACIÓN

I. ¡Quién viene? Cristo, el vino que engendra *ge-


nes, que preparé el Señor para los de amargado cora-
zón, á fin de que beban y se olviden de su miseria y no
se acuerden más de su dolor. Zach., IX, 17; Prov.,
XXXI, 6, 7.
II. ¡A quién viene? á aquel quien colocó en una
tierra elevada, es decir en su iglesia, para que chupare
la miel de la piedra y el aceite de-la-peña durísima, y
bebiera la sangre de las uvas en purísimo vino. Deut.,
XXXII, 13, 14.
III. ¡A qué viene? á darle de beber del vino com-
puesto y del licor nuevo de sus granadas, para embria-
garle en su amor. Cant. VIII, 2.
ASPIRACIÓN. Venid, comed de mi pan y bebed del
vino que os he preparado; dejad las niiierias y caminad
por las sendas de la prudencia. Prov., IX, 5, 6.
ACCIÓN DE GRACIAS

I. Mira con los ojos de la fe á Cristo en medio de tu


corazón lavando con vino su vestido, es decir tu alma
con su sangre; y ä ti introducido en la bodega, y reci-
biendo de su mano el cáliz del vino, no de ira, sino de
su amor. Gen., * XLIX, 11; Cant. * II, 4; Jer.,
XXV, 45.
II. Amale con amor casto, como le amaron las santas
virgenes, de suerte que no tengas mancha ni arruga
ni cosa parecida, sino que seas santo é inmaculado,
Ephes., * V, 27.
MES IRICARISTICO 65i
III. Pidele la limpieza de corazón, para que, purifi-
cado el ojo del alma, seas levantado ä la contemplación
de su hermosura.
(ASPIRACIÓN. Aparejaste delante de mi una mesa para
fortalecerme contra mis perseguidores. Bañaste de óleo
mi cabeza; y ¡cuán excelente es el cáliz mio que me em-
briaga! Psalm. XXII, 5.
DÍA XVI
PREPARACIÓN
I. ¿Quién viene? Cristo, el pan de Dios, que bajó del
cielo y da la vida al mundo; el pan rico que es delicia
de los reyes. Joann., VI, 33; Gen., XLIX, 20.
II. ¿A quién viene? á la cananea de tu alma, ä quien
puede decirse con razón: No es bueno tomar el pan de
los hijos y darlo ä los perros. Matth., XV, 26.
III. ¿A qué viene? ä ser el pan que conforte tu cora-
zón y sobresubstancialmente te nutra, para que no des-
fallezcas más en el camino de Dios. Psalm. * CIII, 15.
ASPIRACIÓN. Ayudadme, Señor, pues los cachorros
comen las migajas que caen de la mesa de sus amos.
Matth., XV, 25, 27.
ACCIÓN DE GRACIAS
I. Mira con los ojos de la fe ä Cristo en medio de tu
corazón que á ti hambriento te parte su pan; y ä ti como
un famélico cachorro. recogiendo las preciosas y ricas
migajas. Isai., * LVIII, 7.
II. Arnale con amor constante, como le amaron los
santos confesores, de suerte que, como el hombre san-
to, perseveres en stu sabiduría como el sol, y no cual
necio te mudes como la luna. &di., * XXVII, 12.
III. Pidele la verdadera pobreza de espiritu, para que
habiéndolo renunciado todo, corras más libremente por
652 MES EUCARISTICO
la senda de la perfección, que lleva en derechura al reino
de los cielos.
ASPIRACIÓN. Alimentasteis ä vuestro pueblo con man-
jar de ángeles y le suministrasteis del cielo un pan apa-
rejado sin fatiga suya, que contenía en si todo deleite.
Sap., XVI, 20.
DIA XVII
PREPARACIÓN

I. ¿Quién viene? Cristo, el pontifice santo, inocente,


inmaculado, segregado de los pecadores, y sublimado
sobre todos los cielos, quien en los dias de su carne
mortal, ofreciendo preces y súplicas, con grande clamor
y lázrimas, fué oido por su reverencia. Hebr., VII, 20;
V, 7.
II. ¿A quién viene? á uno de aquellos ä quienes se
ha dicho: vosotros sois linaje escogido, sacerdocio real,
gente santa, pueblo de adquisición. I Petr., II, 9.
III. ¡A qué viene? ä consagrar tu pecho para templo
de la divinidad, y para altar tu corazón; y para que ten-
gas una víctima aceptisima que ofrecer al Padre eterno
en olor de suavidad.
ASPIRACIÓN. He aqui que viene á su santo templo el
Dominador ä quien buscais y el Angel del testamento ä
quien tanto deseais. Halada., III, 1.
ACCIÓN DE GRACIAS
I. Mira con los ojos de la fe ä Cristo en medio de tu
corazón, como el gran pontífice que penetró en los cie-
los pero que ahora para juntarte consigo, baja otra vez
por amor; y ä ti como ministro suyo destinado ä obse-
quiarle. Hebr., IV, 14.
II. Amale con amor solicito, como le amaron los san-
tos pontifices, de suerte que en el ministerio de tan gran
pontífice evites toda incuria aun la más mínima.
. MES BUCARISTICO 653
III. Pldele entrañas de misericordia, para alcanzar la
misericordia eterna de Aquél, que, tentado por todas
maneras, sabe compadecerse de nuestras flaquezas.
Hebr., * IV, 15.
ASPIRACIÓN. Recibimos, Señor, vuestra misericordia
en medio de vuestro templo, como vuestro nombre 6
Dios, as1 vuestra alabanza se extiende hasta los confines
de la tierra. Psalm. XLVII, 10.
DIA XVIII
PREPARACIÓN

I. ¿Quién viene? Cristo, el Varón de dolores y que


sabe lo que es padecer, que fué llagado por causa de
nuestras iniquidades y despedazado por nuestros críme-
nes. leati., LIII, 3, 5.
II. ¿A quién viene? á tu alma delicadísima, enemiga
de la cruz de Cristo, que debajo de una cabeza lastimada
con espinas apetece coronarse de rosas.
III. ¿A qué viene? á que te guardes de gloriarte como
no sea en la cruz de El, por quien el mundo fué crucifi-
cado para ti y tú para el mundo, y para que lleves sus
llagas en tu cuerpo. Galat.., * VI, 14, 17.
ASPIRACIÓN. Mientras cae el dla y declinan las som -
bras, iré al monte de la mirra y al collado del incienso.
Cant. IV, 6.
ACCIÓN DE GRACIAS

1. Mira con los ojos de la fe ä Cristo en medio de tu


corazón como esposo de sangre; y ä ti ingrata esposa
suya, que aunque cada día anuncies en el santo sacrificio
de la misa la muerte del Señor, todavía no has apren-
dido á morir para el mundo. Exod., IV, 25; I Gor., *
XI, 26.
II. Amale con amor fuerte, como le amaron los san-
654 mas zucrafsTico
tos mártires, de suerte 91/13-0ses decir: ¿Quién nos apar-
tará de la caridad de Cristo? ¿la tribulación? ¿la angus-
tia quizás? ¿el hambre por Ventura? ¿la espada acaso?
Rom., VIII, 35.
III. Pidele saludable pesadumbre, para que abundan-
do en ti los padecimientos de Cristo, sea por Cristo abun-
dante tu consuelo. II Cor., I, 5. .
ASPIRACIÓN. Hacecillo de mirra es mi amado para
mi, en medio de mi pecho (esto es en mi entendimiento
y voluntad) habitará. Cant. I, 12.

DÍA XIX
PREPARACIÓN
1. ¿Quién viene? Cristo que, seilama madre, dicien-
do: ¿Acaso puede la mujer olvidarse de su pequeñuelo,
de suerte que no se compadezca del hijo de sus entra-
ñas? pues si ella se olvidare, no me olvidaré yo de ti.
Isai., XLIX, 15.
II. ¿A quién viene? ä tí parvulillo en el espíritu, á
quien amamantan regios pechos, y una y otra vez te da
á luz, hasta que El mismo sea formado en ti. hai., LX,
16; Gabt., * IV, 19.
III. ¿A qué viene? ä que como infante recién nacido,
apetezcas la leche del espíritu sin mezcla de fraude, y
obrando conforme á la verdad, crezcas en caridad en to-
das las cosas en Cristo, que es la cabeza. I Petr., * II, 2;
Ephes., * IV, 15.
• ASPIRACIÓN. Venid, comprad vino y leche, sin dinero
y sin permuta alguna. /mi., LV, 1.
ACCIÓN DE GRACIAS
I. Mira con los ojos de la fe á Cristo en medio de tu
corazón como madre amantísima, que te va á dar los pe-
chos y te acaricia en su regazo; y ä 11 como niño recién
MIS RUCARISTICO 655
nacido, chupando de El la leche de los divinos consue-
los. hai., * LXVI, 12.
II. Anule con amor tierno, como le amaron los san-
tos apóstoles, de suerte que ni por un instante con-
sientas en que te arranquen de su regazo y contempla-
ción.
III. Pídele mansedumbre infantil, para que aprendien-
do de El, que es manso y humilde de corazón, te hagas
como niño y entres ast en el reino de los cielos. Maigh.,
* XI, 29; * XVIII, 3.
ASPIRACIÓN. Mi padre y mi madre me abandonaron;
más el Señor me llevó consigo. Pudra. XXVI, 10.
DÍA. XX
PREPARACIÓN
L ¿Quién viene? Cristo, deseado de las naciones, de-
seo de los collados eternos; quien con grandes ansias
deseé comer contigo estas pascuas y manifestarte cuánto
te ama. Gen., XLIX, 10, 26; Luc., * XXII, 15.
¿A quién viene? ä tu alma perezosa, á quien matan
los deseos estériles, que quiere y no quiere, y se ha he-
cho como paloma seducida que no tiene corazón. Prov.
XXI, 25; XIII, 4; (Me, VII, 11.
III. ¿A qué viene? ä enviarte desde las alturas el fue-
go de los deseos eficaces que abrase tus huesos y te ins-
truya. Pues el principio de la sabidurla, es un deseo sin-
cero de la instrucción. Thren. * I, 13; Sap., VI, 18.
ASPIRACIÓN. Mi alma os deseé por la noche; y hasta
mi espíritu en mis entrañas estaba en vela por Vos desde
la madrugada. hl., XXVI, 9.
ACCIÓN DE GRACIAS

1. Mira con los ojos de 'la fe á Cristo en medio de tu


corazón, ä quien el deseo de ti le tiene como sentado
656 MES EUCARISTICO

ä las puertas de tu alma; y á ti como amodorrado to-


davía por el sueño, sin atreverte á levantarte y abrir á
tu amado. Sap., * VI, 15.
II. Ámalo con amor anheloso, como le amaron los san-
tos patriarcas, de suerte que por calles y plazas busques
al amado de tu alma, y preguntes á los guardas de la
ciudad: ¿Visteis por Ventura á Aquél ä quien ama el al-
ma inia? Cant. III, 2, 3.
III. Pídele hambre y sed de justicia, para que aspi-
rando siempre ä lo más perfecto, merezcas alcanzar su
eterna compañía.
ASPIRACIÓN. Mi corazón OS dijo: ojos anduvieron
en busca de Vos: vuestra cara, Señor, es la que busco.
Traer ä la memoria vuestro nombre, es todo el deseo de
mi alma. Psalm. XXVI, 8; /sai.,-XXVI, 8.
DÍA XXI
PREPARACIÓN

I. ¿Quién viene? Cristo, fuego devorador, que hace á


sus ángeles espíritus y ä sus ministros llama de fuego;
que vino ä poner fuego ä la tierra, y ¿qué quiere, sino
que se encienda? Deut., IV, 24; Hebr., I, '1; Luc.,
XII, 49.
II. ¿A quién viene? á tu alma que ni esta caliente ni
fría, sino que, con detestable tibieza, le viene provocan-
do ä náuseas y vómito. Apoc., * III, 15, 16.
III. ¿A qué viene? ä ocuparla y encenderla toda, para
ablandar sus instintos, recibirle, adornarla con el res-
plandor de las buenas obras, y comunicarle la virtud de
encender ä los demás.
ASPIRACIÓN. Ojalá rasgarais los cielos y bajarais! á
vuestra presbncia se derretirlan las montañas, se consu-
mirían como en un horno de fuego, las aguas arderían
como llamas. Isai., LX1V, 1.
MES EUCARiSTICO 657

ACCIÓN DE GRACIAS

I. Mira con los ojos de la fe á Cristo en medio de tu


corazón, como fragua de amor, espirando fuego por to-
das partes; y ä ti como hierro enmohecido y vil sumer-
gido en un inmenso fuego.
II. Amale con amor fervoroso, como le aman los que-
rubines y serafines, de suerte, que en fuerza de tu amor
á El todo te abrases y derritas, y todo lo enciendas é in-
flames.
III. Pídele paz perfecta, para que descansando en El,
como en tu centro, seas del número de los verdaderos
paclflcos que serán llamados hijos de Dios.
ASPIRACIÓN. ¿Por ventura puede el hombre esconder
el fuego en su seno, de suerte que no ardan sus vesti-
dos? Prov., VI, 27.

DiA. XXII
PREPARACIÓN •

I. ¿Quién viene? Cristo, peritisimo médico, que to-


mó sobre si nuestras dolencias, y cargó con nuestras pe-
nalidades, y se hizo como leproso, y herido de la mano
de Dios, y humillado, para que con sus cardenales fué-
semos curados. Isai. * LIII, 4.
' á aquel hombre que, ä causa de
II. ¿A quién viene?
sus pecados, bajando de Jerusalén á Jericó, cayó en ma-
nos de ladrones, y le despojaron y después de haberle
herido le dejaron poco menos que muerto. Luc., X, 30.
Hl. ¿A qué viene? ä acercársele como el buen sama-
ritano, para vendarle las heridas, echarle el aceite de la
misericordia y el vino de "su sangre, y cuidar de él du-
rante su convalescencia. Luc., * X, 33, 34.
ASPIRACIÓN. Señor, no soy digno de que entreis en
AVANCIN! 42
658 MES EUCAR1STICO
mi casa, decid siquiera una palabra, y quedará curada
mi alma. Matth., VIII, 8.
ACCIÓN DE GRACIAS

1. Mira con los ojos de la fe ä Cristo en medio de tu


corazón, como médico piadosisimo, arrojando por manos
y pies copiosas fuentes de sagrada sangre para bañar y
remediar tu alma; y ä ti como aquel débil enfermo de la
probätica piscina, que llevaba ya muchos arios de enfer-
medad. Joan., V, 5.
II. Desea desfallecer varonilmente de amor, apartán-
dote de las criaturas, y como sabiamente enfermo, de-
testando lo que antes te deleitaba; y como desfallecido,
no quieras ya irte tras la cosa ilicita,iiterguirte con so-
berbia, sino estar echado por humildad.
III. Pide al Señor la virtud de la obediencia, para
imitar ä El mismo, que por tu salud eterna se humilló,
hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Philip., II, 8.
ASPIRACIÓN. Señor, aquel ä quien amais, está enfer-
mo. Decidle ä mi alma: Yo soy tu salud. Joann., XI, 3;
Psalm. XXXIV, 3.
DÍA XXIII
PREPARACIÓN
I. ¿Quién viene? Cristo, perla preciosisima, por la
cual si diese el hombre toda su hacienda, seria despre-
ciarla como si nada fuera; porque todo el oro en su
comparación es cual un puñado de arena y la plata vale
como lodo. Cant. VIII, 7; Sap., VII, 9.
II. ¿A quién viene? Al necio mercader, que, por un
puñado de cebada y un pedazo de pan, malbarató esa
perla inestimable. Ezech., * XIII, 19.
III. ¿A qué viene? A que habiendo hallado esa única
MES EUCARISTICO 659
perla preciosa, sabiamente venda yo cuanto posea y la
compre. Matth., *XIII, 46.
ASPIRACIÓN. Ponme, dice el Señor, como un sello en
tu corazón (para amar), como sello en tu brazo (para
obrar). Cant. VIII, 6.
ACCIÓN DE GRACIAS

I. Mira con los ojos de la fe ä Cristo en medio de tu


corazón como el Santo dado ä los perros, y la perla
arrojada ä los cerdos; y á d como bruto animal, que ni
merece, ni conoce su valor. Matth., * VII, 6; Job, *
XXVIII, 13.
II. Desea con amor buscarle con empeño; lo que ha-
rás si contemplares sus perfecciones que te solicitan á
amarle, si pidieres luz para mejor conocerle, si á tu pa-
dre espiritual preguntares por El y la manera de bus-
carle y si en ninguna otra cosa fuera de Dios descan-
sares.
III. Pide al Señor la virtud 6 don de la oración, con
la que buscando siempre su faz, de -tal suerte pidas que
se te otorgue, de tal manera busques que halles, ad lla-
mes que te abran. Psalm. * CIV, 4; Matth., * VII, 1.
ASPIRACIÓN. Congratulaos conmigo, porque he halla-
do la dracma que habla perdido. Luc., XV, 9.
DÍA XXIV
PREPARACIÓN

1. ¿Quién viene? Cristo, árbol de la vida, que lleva


doce frutos, produciendo el propio cada mes, y las hojas
del árbol para salud de las gentes. Apoc., XXII, 2.
II. ¿A quién viene? á la viña del necio, llena de orti-
gas de vicios y -cubierta de espinas de terrenales codicias
que después de tanto tiempo como se estuvo aguardan-
do que diera uvas, produjo agraces. Prov. * XXIV, 30,
31; hai., V, 2.
66o MES EUCARISTICO
III. ¿A qué viene? A que injertada en ese árbol de
vida, presente los frutos del Espíritu santo, que son
caridad, gozo, paz, paciencia, bondad, benignidad, lon-
ganimidad, mansedumbre, fe, modestia, continencia y
castidad.
ASPIRACIÓN. Venga mi amado ä su huerto, y coma el
fruto de sus manzanos. Todas las frutas nuevas y añejas,
he guardado para Vos, amado mío. Cant. V, 1; VII, 13.
ACCIÓN DE GRACIAS
I. Mira con los ojos de la fe, ä Cristo en medio de tu
corazón, como vid hermosísima y muy rica; y ä ti como
sarmiento chupando de ella el jugo de la gracia, con el
cual puedas producir hojas de santa&plabras, flores de
buenos deseos y frutos de obras piadosas. Joann., *
XV, 5.
II. Desea obrar incesantemente por amor, de suerte
que no pierdas ninguna ocasión de aprovechar, para que
el Señor, después de haber también en vano aguardado
tus frutos este año, no mande al fin que te corten y arro-
jen al fuego. Lite., * XIII, 7.
III. Pide al Señor la virtud de una solicitud incansa-
ble, para que, teniendo siempre tu alma en la mano, no
ceses de limpiarla de los vicios y embellecerla con las
virtudes. Psalm. * CXVIII, 109.
ASPIRACIÓN. Sentéme ä la sombra de Aquél ä quien
habla deseada, y su fruto fué dulce para mi garganta.
Cant. II, 3.
DÍA XXV
PREPARACIÓN

I. ¿Quién viene? Cristo, el Caudillo de las naciones y


el Señor de los ejércitos, que no vino ä traer la paz sino
la espada y que venció al inerte armado y le quitó todas
MES RUC.ARISTICO 66z
las armas en que tenla puesta su confianza. hai. LV, 4;
Jer., XXXI, 35; Matth., * X, 34; Luc., * Xl,22. '
II. ¿A quién viene? A un soldado desertor, que con
suma perfidia, se pasó al campamento de los enemigos,
ciertamente se inclinó ä ambos partidos, jurando por
Dios, y jurando por Melquom. lieg., XVIII, 21.
III. &A qué viene? A ceñir sus lomos con la verdad,
ä vestirle la loriga de la justicia, á entregarle el escudo
de la fe donde se emboten todos los dardos de fuego del
maligno, y ä darle el capacete de salvación, y la espada
del espirito, que es la palabra de Dios. Ephes., * VI, 14,
16, 17.
ASPIRACIÓN. El Señor que mata la guerra: su nom-
bre es el Señor, que puso tu campamento en medio de
su pueblo para arrancarnos de las manos de todos nues-
tros enemigos. Judith, XVI, 3, 4.
ACCIÓN DE GRACIAS

1. Mira con los ojos de la fe ä Cristo en medio de tu


corazón, como valerosIsitno caudillo, que adiestra tus
manos para el combate y tus dedos para la guerra; y á
ti como su soldado raso y perezoso. que ya resuelve
ahora pelear solamente bajo sus banderas. Psalm.
CXLIII, 1.
II. Desea por amor sostener firme sin cansarte, de
suerte que luchando como buen soldado de Cristo sufras
con ánimo igual y gustoso, hambre, sed, filo, calor y
las demás molestias de la milicia cristiana. II Tim.,
II, 3.
III. Pide al Señor la virtud de la mortificación y ab-
negación, para que no corras como á la ventura, ni pe-
lees como azotand) el aire; sino que castigues tu cuer-
po y lo reduzcas á servidumbre. I Cor., * IX, 26, 27.
ASPIRACIÓN. Vive el Señor, y vive el Señor rey mlo,

' 66z MES EUCARISTICO


que donde quiera que estuvieres, Señor rey mlo, as i
en muerte como en vida, all estará tú siervo. II Reg.,
XV, 21.
DÍA XXVI
PREPARACIÓN

I. ¿Quién viene? Cristo, fuente de vida, fuente abier-


ta, la casa de Jacob y los habitantes de Jerusalén para
lavarse el pecador; y para que vaya el sediento, y reci-
ba gratis el agua de vida quien quisiere. Psalm. XXXV,
10; Zach., XIII, 1; Apoc., XXII, 17.
II. quién viene? A uno de aquellos necios, que
abandonaron (ä Él) fuente de agua viva, y cavaron para
si cisternas, cisternas rotas, que no—iiiieden guardar las
aguas. Jer., 11, 13.
III. ¿A qué viene? A qué, bebiendo de-esta agua, no
tenga ya más sed eternamente; sino que esa agua for-
me en él una fuente de agua que mane sin cesar hasta
la vida eterna. Joann., * IV, 13, 14.
ASPIRACIÓN. Mi alma tiene sed de Dios que es fuente
viva; ¿cuándo iré y me presentaré delante de Dios?
Psalm. XLI, 3. .
ACCIÓN DE GRACIAS

1. Mira con los ojos de la fe, ä Cristo en medio de tu


corazón, como fuente de agua viva, derramando las co-
rrientes de su espirita en tu alma seca y sedienta; y á ti
como otra Samaritana, pidiéndole más y más agua. Dad-
me, Señor, de esta agua para que no tenga sed. /mi.,
XLIV, 3; Joann., IV, 15.
II. Desea por amor apetecer impaciente, de suerte
que con el deseo de la virtud y de las cosas celestiales
casi desfallezcas de sed y en ninguna cosa del mundo te
deleites.
MES EUCARISTICO 663
III. Pide el Señor la virtud de la humildad, porque
El hace brotar las fuentes en los valles: en medio de los
montes filtrarán las aguas esto es, da gracia á los hu-
mildes y resistencia á los soberbios. Atabla. CIII, 10,
1 Petr., V, 5.
ASPIRACIÓN. Saquemos aguas gozosos de las fuentes
del Salvador. 18m., * XII, 3.
DíA XXVII
PREPARACIÓN

I. ¿Quién viene? Cristo, cazador de corazones, cuyas


saetas jamás volvieron atrás. Saetas agudas del pode-
roso con carbones abrasadores. 11 Reg., I, N; halla.,
CXIX, 4.
II. ¿A quién viene? á tu alma, como á una de las ca-
bras que viven en las selvas, errante en medio de los
zarzales de este mundo y huyendo de los tiros saluda-
bles. H Reg., II, 18.
III. qué viene? á que herida con el dardo de su
amor, por fin se rinda á su cazador y llagada llague, he-
rida hiera á otras almas selváticas.
ASPIRACIÓN. Därame pies ligeros como de ciervo; y
llevará, vencedor á mis alturas cantándole himnos. Ra-
bee., Hl, 19.
ACCIÓN DE GRACIAS
I. Mira con los ojos de la fe ä Cristo en medio de tu
corazón, como sagitario que tendió el arco y te puso por
blanco de la saeta y metió en tus riñones las hijas de su
aljaba, que son los dardos de la caridad. Thren., III,
12, 13.
II. Desea por amor correr velozmente, no ya huyen-
do, sino siguiendo con pasos fervorosos ä tu cazador,
por si alcanzas aquello ä que fuiste llamado por Jesu-
cristo. Philip., * III, 42.
664 MES RUCARISTICO
III. Pide al Señor ardentísimo celo de las almas, para
que seas fuerte cazador en su presencia y le ofrezcas al-
go de su caza y su alma te bendiga. Gen., X, 9; *
XXVII, 19.
ASPIRACIÓN. Enclavado se me han vuestras saetas,
y habeis cargado sobre mi vuestra mano. Psalm.,
XXXVII, 3.
DIA XXVIII
PREPARACIÓN
I. ¿Quién viene? Cristo, el Redentor, que, no con oro
6 plata corruptibles nos rescató de nuestra vana con-
ducta, sino con su preciosa sangre, como de cordero in-
maculado é incontaminado. Par., *1,-18, 19.
II. ¿A. quién viene? ä la cautiva hija de Sión, sentada
y llorosa ä la orilla de los rios de Babilonia, que gratis
fué vendida y sin dinero será rescatada. Psalm. *
CXXXV1, 1; !sed., * LII, 3.
III. ¿A qué viene? ä perdonarle todas las iniquidades,
ä curar todas sus dolencias; para librar de la perdición
su vida y coronarla en misericordia y piedades. Psalm.
* CII, 3, 4.
ASPIRACIÓN. Por amor de Sión no callaré y no des-
cansaré por amor de Jerusalén, hasta que nazca su jus-
to como la luz del dia y resplandezca su salvador como
brillante antorcha. Isai., LXI1, 1.
ACCIÓN DE GRACIAS
I. Mira con los ojos de la fe ä Cristo en medio de tu
corazón, como tu redentor, que con la ayuda de su cruz
hizo pedazos el yugo y la vara que lastimaba tus espal-
das y el bastón de tu tirano; y ä ti como cautivo consti-
tuido por la gracia de Él en la libertad de gloria de los
hijos de Dios. Isai., * IX, 4; Rom., VIII, 21.
MES RUCARISTICO 665
II. Desea arder en vehementisimo amor, de tal mo-
do movido é impelido por Dios que al Hijo propio no
perdonó, sino que le entregó por todos nosotros, que te
atrevas á pedir cosas grandes y á emprender por Él co-
sas difíciles. Rom., VIII, 32.
Pide al Señor la virtud de la caridad fraterna,
para que así como Él dió la vida por ti, así des tú la
vida por los hermanos. I Joann., * III, 16.
ASPIRACIÓN. He ahí ä Dios mi salvador: obraré con
confianza y sin temor; porque mi fortaleza y mi alabanza
es el Señor, y se ha hecho la salvación mía. Isai.,XII, 2.
DIA XXIX
PREPARACIÓN

I. ¿Quién viene? Cristo, que es todo bien, que Dios
nos muestra y al cual á todos convida: Oldme atentos
y comed lo bueno, y se deleitará vuestra alma en el
manjar más substancioso. Exod., * XXXIII, 19; Isai.,
LV, 2.
¿A quién viene? á su miserabilisima criatura, ro-
deada de males sin cuento, que neciamente llama malo
lo bueno y bueno lo malo. Psalm. XXXIX, 13; Isai.,
" V, 20.
III. ¿A qué viene? ä enseñarle lo que es bueno y lo
que de ellas quiere el Señor; ä colmar de bienes su de-
seo, y á confiarle todos los bienes suyos. Mich., * VI,
8; Psalm. * CII, 5; Matth.,* XXV, 21.
ASPIRACIÓN. ¿Que hay para mí en el cielo, y fuera de
Vos que deseo en la tierra? mi carne y mi corazón des-
fallecieron, Dios de mi corazón y herencia mía sempi-
terna. Psalm. LXXII, 25, 26.
666 MES EUCARISTIÇO

ACCIÓN DE GRACIAS

I. Mira con los ojos de la fe á Cristo en medio de tu


corazón, como tesoro de bondad infinita; y fi ti como
abismo de miserias, recibiendo de la plenitud de El toda
óptima dádiva y todo don perfecto. Joann., * I, 16;
Jac., I. 17.
II. Desea por amor abrazarle con unión Intima é in-
disoluble, de suerte que siempre tengas ä Dios en el
pensamiento y el afecto y nada pueda separarte de la ca-
ridad de Cristo. Rom., * VIII, 39.
III. Pide al Señor un continuo ejercicio de la divina
presencia, para que, caminando delante de El, seas per-
fecto, de tal manera que, así como tiene sus delicias con
los hijos de los hombres, as i tengas las tuyas con el
Hijo de Dios. Gen., * XVII, 1; Prov., * VIII, 31.
ASPIRACIÓN. Teniéndolo todo en Vos solo, lumbre de
mis ojos, consuelo de mi vida, no he de alejaros de MI.
Tob.;* X, 4, 5.
DÍA XXX
PREPARACIÓN

I. ¿Quién viene? Cristo, vigilandsimo pastor de las al-


mas, que conoce á sus ovejas, que por sus ovejas da la
vida; pero que viene ahora á buscarlas y visitarlas, como
visita el pastor á su rebaño. I Petr.,II, 25; Joann., X,
14, 15; Ezech., * XXXIV, 11, 12.
II. quién viene? á su necia oveja errante por el de-
sierto de este mundo y expuesta ä las acometidas de las
fieras y de los ladrones.
III. ¿A qué viene? ä hallarla, y luego de hallada á
cargársela gozoso en hombros y, habiendo convocado ä
los ángeles y á los santos, decirles: Congratulaos con-
migo. porque he hallado ä mi oveja que se habla perdi-
do. Luc., XV, 5, 6.
MES EUCARISTICO 667

ASPIRACIÓN. Anduve errante como perdida oveja;


buscad ä vuestro siervo, porque no me he olvidado (del
todo) de vuestros mandamientos. Psalm. CX VIII, 176.
ACCIÓN DE GRACIAS
I. Mira con los ojos de la fe ä Cristo en medio de tu
corazón, como pastor amantísimo, que con sus carnes y
su sangre te sustenta; y ä ti como oveja de su ma-
jada, que, gracias ä El, oyes ya su voz, y andas en su
seguimiento. Psalm. * XCIX, 3; Joann., * X, 16.
II. Desea por amor arder suavemente en holocausto,
de suerte que te resuelvas ä hacer espiritualmente con-
tigo lo que so hacia con la víctima; esto es, separarla
del rebaño, atarla, degollarla, desollarla, lavarla, des-
cuartizarla y quemarla en el altar.
III. Pide ä Dios la virtud de la religión, para tributar
Dios, de quién eres todo, culto, honra y reverencia
exterior, y con la mayor sinceridad consagrarte ä Él.
ASPIRACIÓN. El Señor me gobierna, y nada me fal-
tará; colocóme allí en lugar de pastos; junto ä un agua
que restaura me crió; y convirtió el alma mía.
XXII, 12, 13.
DIA XXXI
PREPARACIÓN

I. ¿Quién viene? Cristo, modelo de toda santidad y


virtud, que antes se nos hizo patente en la montaña del
Calvario y ahora cada dia se nos deja ver en la Euca-
ristía; ä quién deben hacerse semejantes todos los esco-
gidos. Exod., * XXV, 40; Rom., * VIII, 29.
II. ¿A quién viene? A su imagen y semejanza, en la
cual, por la culpa, se empañó el oro y se alteró su be-.
lllsimo color; por cuanto el hombre, gozando de honor,
no lo entendió, se comparó con los jumentos que no co-
668 MES ELICARISTICO
nocen y se les hizo semejante. Gen., * I, 26; Thren.,*
IV, 1; Psalm. XLVIII, 13.
III. ¿A qué viene? A que, á faz descubierta, mirando
la gloria de Dios como en un espejo, se transforme á su
imagen misma de claridad en claridad, como por el Es-
piritu del Señor. 11 Cor., * III, 18. •
ASPIRACIÓN. Vaya mi Señor delante de su siervo, y
yo seguiré poco á poco sus huellas, hasta, que me lle-
gue á mi Señor. Gen., XXXIII, 14.
ACCIÓN DE GRACIAS
1. Mira con los ojos de la fe á Cristo en medio de tu
corazón, proponiendo su vida por modelo, para que le
mires y obres según El; y á ti comóruclii pintor, tra-
zando las primeras lineas de su imitación, habiendo de
llevar la imagen del terreno. Exod., XXV, 9.
II. Desea por amor asemejártele perfectamente, de
suerte que, cuanto le es al hombre dable, te vistas de
las perfecciones divinas, é imites las virtudes de cari-
dad, humildad y obediencia, que principalmente ostenta
en ese sacramento. .
III. Pide al Señor plenísima conformidad con la vo-
luntad divina, para que de II pueda gloriarse el Señor,
diciendo: Hallado he un varón según mi Corazón, que
hará todas mis voluntades. Art., XIII, 22.
ASPIRACIÓN. Con Cristo esto, en cruz enclavado. Vi-
vo, mas ya no yo: es Cristo quien vive en mi. Galat.,
11, 19, 20.

FIN
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INDICE

De la Encarnación del Verbo


ADVIENTO. I Dore. De la generación eterna del Verbo.—
Lun. De la creación y fin del hombre.—Mart. De los me-
dios para conseguir el fin.—Miérc. Del buen uso de las
criaturas, y de la indiferencia acerca de ellas.—Juev. De
la caida del hombre.—Viern. Del decreto y motivo de re-
mediar al hombre.—Sáb. Decreto de la Encarnación del
Hijo de Dios Pág.
, 15-24
II Dote. El Padre da al Hijo, y el Hijo se da ä si mismo al
mundo.—Lun. En la Encarnación resplandece la sabi-
duría, bondad y omnipotencia de Dios.—Mart. Por la en-
carnación del Hijo de Dios, es Dios aplacado, levantado el
hombre, confundido el demonio.—Miérc. Es escogida ma-
dre para tan grande hijo. —Juev. Prométese la encarna-
ción del Hijo de Dios.—Viern. Es deseado el Redentor de
los patriarcas y profetas.—Sáb. De la Concepción sin man-
cha de la Virgen Pág. 25-31
III Don. De la Natividad y Presentación de la santísima Vir-
gen.—Lun. Se desposa la santísima Virgen con san José.
—Mart. La embajada del Angel ä la santísima Virgen.—
Miérc. Intímala el Angel el misterio de la Encarnación.—
Juev. Explica el Angel el misterio de la Encarnación.—
Viern. Dotes del alma de Cristo, que tomó el Verbo.—
Sáb. Ofrécese Cristo al Padre eterno en el primer instante
de su concepción Päg. 32-38
IV Don. La santísima Virgen visita ä santa Isabel.—Lun. Es
instruido san José en el misterio de la Encarnación.—

670 INDICE
Mart. Del nacimiento de san Juan Bautista.—Miérc. El
empleo ä que es destinado san Juan.—Juev. La expecta-
ción del parto.—Viern. Los beneficios que hizo Cristo ä su
santísima madre mientras estuvo en su vientre.—Sáb. Jor-
nada de la Virgen ä Belén Pág. 39-45
De la infancia y niñez de Cristo
25 Diciembre. LA NATIVIDAD DEL SEÑOR. —26 Dic. Los
sentimientos de Dios, de la santísima Virgen y de los án-
geles en el nacimiento de Cristo.-27 Dic. Habiendo na-
cido es anunciado Cristo á los pastores.-28 Dic. Danse
sehles á los pastores y cantan los ängeles.-29 Dic. Los
pastores se exhortan unos ä otros ä r á ver al Salvador.
—30 Dic. Vienen los pastores al pesebre del Señor.—
31 Dic. Vuélvense los pastores del-pesebre del Sellar.
Pág. 46-52
1.0 Enero. De la Circuncisión del Seilor.-- 2 En. Cuáles
fueron los fines que Cristo tuvo para ser circuncidado.—
3 En. Virtudes principales que ejercitó Cristo en su cir-
cuncisión. -4 En. De la imposición del nombre de JArás.
—5 En. De las causas de imponer ä Cristo el nombre de
JESÚS, y obligaciones que por él nos pone.— 6 En. De
la vocación de los Magos.-7 En. De la cooperación de
los Magos ä su vocación.-8 En. De la salida de su pa-
tria, y camino de los Magos.-9 En. Entran en Jerusa-
lén los tres Magos.— 10 En. 'Inquiere Herodes á donde
debe nacer Cristo.-11 En. Trata Herodes con los Magos.
—12 En. Salen de Jerusalén los Magos y llegan ä Belén.
lág. 53-64
I DOMINGO DESPUÉS DE REYES. De la adoración de
los Magos.—Lun. De la ofrenda de los dones.—Mart. De
la vuelta de los Magos ä sus tierras.—Miérc. Aprende de la
infancia de Cristo el desprecio del mundo.—Juev. Apren-
de de la infancia de Cristo la humildad.—Viern. Aprende
de la infancia de Cristo la pobreza.—Sáb. Aprende de la
infancia de Cristo la obediencia. . . . Pág. 65-72
II Dota. Aprende de la infancia de Jzsús la paciencia.—
Lun. Aprende del infante dime el amor de Dios y del
INDICE 671
prójimo. —Mart. Aprende del infante JESÚS como te ames
santamente.—Miérc. Jornada de la santísima Virgen desde
Belén á Jerusalén para purificarse.—Juev. De las causas
de la purificación de la santísima Virgen.—Viern. De otras
causas de la purificación.—Sáb. Qué virtudes con espe-
cialidad mostró en su purificación la santísima Virgen.
Pág. 73.-80-
III DON. Porque quiso ser ofrecido Jesucristo.—Lun. La
Madre al Hijo, el Hijo se ofrece á si al Padre.—Mart. Del
encuentro del viejo Simeón, y su elogio.—Miérc. Toma
Simeón á Cristo en sus brazos.—Juev. Profetiza de Cristo
el santo Sime6n.—Viern. De las cosas que profetizó Si-
me6n á la iantisima Virgen.— Sb. Del encuentro de Ana
profetisa Pág. 81-89
IV Dom. De los afectos y pláticas de Ana profetisa.--Lun.
Cristo redimido, según la ley, con cinco siclos.—Mart. He-
redes airado.—Miérc. Decreto de Dios de librar ä Cristo de
la ira de Herodes.—Juev. Avisa el Angel á S. José que
huya á Egipto.—Viern. De la jornada de los que huían ä
Egipto.—Sáb. De lo que JESÚS padeció en Egipto.
Päg: 90-98
V Dom. La matanza de los Inocentes.—Lun. Es avisado san
José que vuelva de Egipto.—Mart. De la vuelta de Egip-
to.—Miér. De la subida de Cristo con sus padres al tem-
plo.—Juev. De la misma subida al templo.—Viern. Quéda-
se el niño Jesús en el templo.—Sáb. Buscan los padres
al nio perdido. . • Pág. 99-107
VI Dom. Es hallado en el templo entre los doctores.—Lun,
Las palabras de la Madre al Hijo hallado.—Mart. La res-
puesta del Hijo á la Madre.—Miérc. De la partida del tem-
plo. —Juev. De como aprovechaba Cristo en la edad, sa-
biduría y gracia.—Viern. De lo que Cristo hizo hasta los
treinta afios.—Sáb. Que virtudes se colijan de la juventud
de Cristo Pág. 108-116

De la pasión del Salvador


DOM. DE SEPTUAGÉSIMA. Decreto de la santísima Trini-
dad de que muera Cristo.—Lun. El concilio de los fari-
672 INDICE
seos contra Cristo.—Mart. La cena que dieron á Cristo en
Betania, Marta y Maria.—Miérc. La murmuración de los
discípulos por haber derramado la Magdalena el ungüen-
to.—Juev. Defiende Cristo á la Magdalena,—Viern. Predice
su pasión al subir ä Jerusalén.—Sáb. Preparación para
la solemne entra,da en Jerusalén. . . Pág. 117-127
DOM. DE SEXAGESIMA. La triunfal entrada de Cristo en
Jerusalén.—Lun. Las conversaciones de los fariseos lle-
nas de envidia.—Mart. Llora Mes sobre la ciudad de
Jerusalén.—Midr. Hace concierto Judas con los príncipes
de entregar ä Cristo.—Juev. La Cena pascual.—Viern. El
lavatorio de los pies.—Sáb. Amonestación hecha ä los
discípulos después del lavatorio.. . . Pág. 128-137
DOM. DE QUINCUAGÉSIMA. La institución de la venerable
Eucaristfa.—Lun. Insinúa Criste,--en la Cena quién es el
traidor.—Mart. La contienda de los discipulos.—M iérc. El
sermón de Cristo sobre cena.—Juev. Consuela Cristo ä
los apóstoles.—Viern. Oración de Cristo al Padre por los
discípulos. -Såb. Sale del cenáculo para el huerto, y pre-
dice el escándalo de los discípulos. . . Pág. 139-148
CUARESMA. I Dost. La tristeza, tedioy pavor de Cristo en
el huerto.—Lun. La oración de Cristo en el huerto.—
Mart. La agonía y sudor de sangre de Cristo.—Miérc. Visita
Cristo desde la oración ä los discípulos.—Juev. Sale al
encuentro ä las turbas y ministros.—Viern. Del ósculo de
Judas.—Sáb. Muéstrase Cristo ä las turbas y ministros.
Pág. 150-159
II Dom. Pedro defiende ä Cristo.—Lun. La prisión de Cristo
y fuga de los discípulos. —Mart. JESÚS es llevado primero
ä Anás.—Miérc. De la bofetada de Cristo.—Juev. De los
falsos testimonios contra Jasús.—Viern. Es conjurado
Cristo por Caifis, y le condena de blasfemia.—Sáb. De
las injurias que sufrió Cristo aquella noche. Pág. 160-169
111 Dora. De la primera negación de san Pedro.—Lun. De la
segunda y tercera negación de san Pedro.—Mart. Es lle-
vado Cristo á Pilatos.—Miérc. La desesperación de Judas.
—Juev. Es llevado Cristo á Pilatos.—Vien. Examina Pi.
latos ä Cristo.—Sáb. Continúase el mismo examen.
Pág. 171-180
INDICE 673
IV Dom. Ultimamente acusado es remitido ä Herodes.—Lun.
Es burlado Cristo de Herodes.—Mart. Es pospuesto ä
Barrabás.—Miérc. Cede Pilatos al furor de la plebe.—
Juev. Cristo es azotado.—Viern. Es Jesús coronado de es-
pinas.—Sáb. El Ecce Horno. . . . Pág. 181-189
Dor. Siéntase Pilatos segunda vez como juez en su tribu-
nal.—Lun. La sentencia de Pilatos contra Cristo.—Mart.
La cruz ä cuestas.—Miérc. Es Jeeús crucificado.—Juev.
El sorteo de las vestiduras, el titulo de la cruz y las bias-
femias.—Viern. La primera y segunda palabra de Cristo en
la cruz.—Sáb. La tercera palabra ä su madre y ä san
Juan Pág. 190-199
VI DOM. DE RAMOS. La cuarta y quinta palabra de Cristo.
—Lun. La sexta ysóptima palabra de Cristo en la cruz.
—Mart. Los prodigios en la muerte de Cristo.—Aliétc. Di-
versos afectos de varios en la muerte de Cristo.—Jusv.
SANTO. Es abierto su costado con la lanza.—Vicart. SAN-
TO. Contemplación de Cristo crucificado.—Sie. SANTO.
Es quitado Cristo de la cruz y sepultado. Pág. 201-210

De la Resurrección y Ascensión del Señor

PASCUA. Don. DE ResumusccióN.—Lun. De los dotes del


cuerpo de Cristo glorioso.—Mart. De las cicatrices de las
llagas que quedaron en el cuerpo glorioso. —Miérc. Aparó.
cese á su Madre santisima.—Juev. Van las santas muje-
res al sepulcro del Seilor.—Viern. Informan los ángeles
ä las santas mujeres de la resurrección de Cristo—Sáb.
Son reprendidas las mujeres y enviadas ä los apóstoles
con la noticia de la resurrección. . . Pág. 211-218
DESPUÉS DE PASCUA. 1 Dom. IN AL1318. — Dan á los após-
toles ,las mujeres noticia de la resurrección.—Lun. Pedro
y Juan van con apresuración al sepulcro.—Mart. Aparé-
cese Cristo ä san Pedro.—Miérc. La Magdalena junto al
sepulcro.—Juev. Aparécese Cristo disfrazado ä la Magda-
lena.—Viern. Manifiéstase Cristo á la Magdalena, y la en-
vía á los discípulos.—Sáb. Aparécese ä las otras mujeres.
Pág. 219-216
AVANCIN!
43
674 INDICE
II Dom. Júntase Cristo á los discípulos que van ä Emaús.—
Lun. Inquiere Cristo lo que platican.—Mart. Reprende
Cristo á los dos discípulos incrédulos.—Viérn. Dando á
entender Cristo que quiere proseguir adelante, es convida-
do de los discipulos.—Juev. Es conocido Cristo al partir-
les el pan.—Viern. Aparécese á los discípulos estando ¡un-
tos.—Sh. Estando conturbados y llenos de pavor les
muestra las cicatrices de las llagas.. . Pág. 227-235
III Dos. Come Cristo con los disdpulos —Lun. Declárales
el sentido de las Escrituras.—Mart. Dales el Espíritu san-
to y la potestad de absolver.—Miérc. La incredulidad de
santo Tomás apóstol.—Juev. Aparécese Cristo á los discí-
pulos, presente santo Tomás.—Viern. Las palabras de
Cristo á Tomás y de Tomás ä Cristo.—Sáb. Aparécese
Cristo á los discípulos en el mar daSiberiades.
- Pág. 236-243
IV Dos. Descúbrese Cristo å los discipulos.—Lun. Prepara
Cristo comida en la ribera, y convida á los discípulos.—
Mar. Encomienda Cristo á Pedro sus ovejas.—Miérc. Pre-
dice Cristo el martirio á san Pedro.—Juev. .Aparécese
Cristo, en el monte de Galilea, á más de quinientos disci-
pulos.—Viern. Destina á los discípulos ä la conversión del
mundo.—Sáb. Continuación de la instrucción de los após-
toles Päcr 244-252
V Dom. Promete estar con nosotros hasta que se acabe el
mundo.—Lun. Aparécese últimamente á los que estaban á
la mesa en el Cenáculo.—Mart. Consuela Cristo á sus após-
toles estando para partir.—Miérc. Saca á los discípulos al
monte Olivete.—Juev. De la Ascensión del Señor.—Viern.
Aparécense dos ángeles que predicen la segunda venida de
Cristo.—Sáb. Del triunfal acominflamiento de Cristo al
cielo.. Pág. 253-261
VI Dom. La entrada triunfante de Cristo en el cielo.—Lun.
Frutos de la ascensión de Cristo.—Mart. De nuestra aseen-
sión.—Miérc. De la vuelta de los discípulos á Jerusalén.-
Juev. De la elección de san Matfas.—Viern. De la expecta-
ción del Espíritu santo.—Sáb. Peculiar preparación de los
apóstoles, para recibir al Espíritu santo. Pág. .e82-269

INDICE 67'5

De la venida del Espíritu santo


PENTECOSTÉS. DOMINICA. De la venida del Espíritu santo
en forma de viento.—Lun. De la venida del mismo en
fuego y lenguas.—Mart. Del fin porque fuá enviado el Es-
píritu santo.—Miérc. Lo que obró el Espíritu santo en los
apóstoles.—Juev. Lo que hicieron los apóstoles por el
Espíritu santo.—Viern. Frutos del Espíritu santo en los
primitivos cristianos.—Sáb. De los que reciben el Espi-
rita santo. Pág. 270-278

De la santísima Trinidad, de la santa Eucaristía


y de los atributos de Dios
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. 1 Dom. Consideración del
misterio de la SS. Trinidad.—Lun. De la persona del
eterno Padre.—Mart. De la persona del Hijo.—Miérc. De
la persona del Espíritu santo.—Juev. Fiesta del Corpus:
del amor de Cristo para con nosotros en el santísimo Sa-
cramento.—Viern. El santísimo Sacramento es memoria
de la pasión de Cristo.—Sáb. De la dignidad del que re-
cibe la Eucaristía Pág. 279—'287
11 Dom. La santísima Eucaristía es la cena grande.—Lun.
La disposición para recibir el santísimo Sacramento.—
Mart. Prosigue la disposición para recibir la Eucaristía.—
Miérc. De los efectos de la santísima Eucaristia recibida.
—Juev. De otros efectos del santísimo Sacramento red-
bido.—Viern. De la infinita perfección de Dios.—Sáb. De
la sabiduría de Dios, y contemplación de si mismo.
Pág. 288-297
111 Dom. Del poder y dominio de Dios.—Lun. De la santidad
inmutabilidad de Dios.—Mart. Del amor de Dios, con que
se ama ä sí y ä nosotros.—Miárc. De la suavidad, miseri-
cordia y justicia de Dios.—Juev. De la providencia de
Dios.—Viern. De la inmensidad y presencia de Dios.—
Sáb. JESÚS es bautizado por san Juan. Pág. 298--306
676 INDICE

Vida, milagros, pardbolas y doctrina de Jesucristo

IV Don. Retirase Cristo al desierto y es tentado.—Lun. De


las tres tentaciones y victoria de Cristo.—Mart. Da san
Juan testimonio de Cristo.—Miérc. Otro testimonio de
san Juan acerca de Cristo.—Juev. Testimonio tercero de
san Juan con fruto de los discípulos.—Viern. Andrés lleva
ä Cristo á su hermano Pedro. Es llamado Felipe.—Sáb.
Lleva Felipe ä Natanael ä Cristo. . . Pág. 308-316
V Dora. De las bodas de Caná de Galilea.—Lun. De los ne-
gociantes echados del templo.—Mart. La plática de Cristo
con Nicodemus.—Miérc. La doctrina de la Trinidad que
dió Cristo á Nicodemus.—Juev. Cuarto testimonio que de
Cristo di6 san Juan.—Viern. Es encarcelado san Juan.—
Sáb. La conversación de Cristo con -la Samaritana.
Pág. 318-326
VI Dord. Conviértese la mujer y anuncia á Cristo á los sa-
maritanos.—Lun. Sana Cristo al hijo del régulo.—Mart.
Pesca Pedro en el lago de Genesaret.—Miérc. Vocación
de Pedro y Andrés, de Santiago y de Juan.—Juev. Es
curado del espíritu inmundo el endemoniado.—Viern. Es
curada de la fiebre la suegra de Simón.—Sáb. Tres que
quieren seguir Cristo, mas no como conviene.
Pág. 327-335
VII Don. Sosiégase la tempestad del mar.—Lun. Es lanzada
la legión de los demonios.—Mart. Apartóse de allí Cristo á
petición de los de Genesaret.—Miérc. Ofrecen á Cristo un
paralico.—Juev. Sana Cristo al mismo paralltico.—Viern.
Lo que sucedió después de sanar al paralftico.—Sáb. La
vocación de Mateo Pág. 336-344
VIII Dom. Es curada la mujer del flujo de sangre.—Lun.
Es resucitada la hija de Jairo.—Mart. Da Cristo vista á dos
ciegos.--Miérc. Es lanzado el demonio mudo.—Juev. Halla
al paralítico junto á la piscina.—Viern. Sana Cristo al mis-
mo paralftico.—SJIL Excusa Cristo á los discípulos que
desgranaban las espigas. Pág. 345-352
IX Dou. Sana la mano seca.—Lun. Elige Cristo los doce
Apóstoles.—Mart. Del sermón de Cristo en el monte.—
INDICE 677
Miérc. Segunda y tercera bienaventuranza.—Juev. Cuarta y
quinta bienaventuranza.—Viern. Sexta y séptima bienaven-
turanza.—Sáb. Octava bienaventuranza. Pág. 354-363
X Dom. De tres cualidades de los varones apostólicos.—Lun.
Del buen ejemplo que se ha de dar á gloria de Dios.—
Mart. De la exacta observancia de la ley.—Miérc. Del cui-
dado de observar la ley.—Juev. De evitar el escándalo.—
Viern. Del amor á los enemigos.—Sáb. Disposición para
orar y primera petición. Pág. 364-372
XI Don. Segunda y tercera petición.—Lun. Cuarta y quinta
petición.—Mart. Petición sexta y séptima.—Miérc. No se ha
de atesorar en la tierra sino en el cielo.—Juev. De los ojos
sencillos y malignos.—Viern. No se ha de servir á dos se-
nores.—Sáb. Se ha de dejar la solicitud de las cosas tem-
porales, se ha de buscar el reino de Dios. Pág. 374-381
XII DON. Se ha de evitar el juicio temerario.—Lun. Enco-
miéndase la oración.—Mart. El camino estrecho y ancho.—
Miérc. Del guardarse de los profetas falsos.—Juev. De ha-
cer la voluntad de Dios.—Viern. Es limpiado el leproso.-
Sáb. Es curado el siervo del Centurión. Pág. 383-391
XIII Dom. Es resucitado el hijo de la viuda.—Lun. Legada
de san Juan Bautista á Jesucristo.—Mar. San Juan es ala-
bado de Cristo.—Miérc. La conversión de la Magdalena.—
Juev. Defiende Cristo á la Magdalena.—Viern. Es arrojado
el demonio ciego y mudo.—Sáb. La sefial de bilis pro-
feta. . . . . . . . . . . Pág. 393-401
XIV Dom. Quienes sean la madre y los hermanos de huís.
—Lun. Parábola del sembrador y de lo que sembraba.—
Mart. Consideración de la misma parábola.—Miérc. Pará-
bola de la cizafia.—Juev. Parábola del grano de mostaza.—
Viera. Parábola del tesoro, de la margarita y de la red.—
Sáb. Es mal recibido Cristo en su patria. Pág. 403-411
XV Dom. Son instruidos y enviados ä predicar los apóstoles.-
Lun. Predice ä los apóstoles las persecuciones que han de
tener.—Mart. Avisa á los apóstoles que no se dejen emba-
razar de la afición de los parientes.—Miérc. De los que pro-
nuncia Cristo que no son dignos de El.—Juev. Se ha de
tomar el yugo suave de Cristo.—Viern. Es muerto en la
cárcel el Bautista.—Sáb. Son saciados los cinco mil hom-
678• INDICE
bres con cinco panes y dos pequeños peces. Pág. 4l3-42I
XVI Dom. Cristo andando sobre las aguas.—Lun. San Pedro
andando sobre las aguas.—Mart. Son acusados los discípu-
los de que no se lavan las manos al comer, y los defiende el
Señor.—Miérc. Viene ä Cristo la Cananea á pedirle por su
hija.—Juev. Sana el Señor ä la hija de la Cananea.—
Viern Es sano el sordo y mudo.—Sáb. Son mantenidos con
hartura cuatro mil hombres con siete panes. Pág. 422-430
XVII Dom. Que se han de guardar de las máximas de los fa-
riseos.—Lun. Es curado el ciego de Betsaida.—Mart. La
confesión de san Pedro.—Miérc. Predice Cristo su muerte:
reprende ä Pedro que se la disuade.—Juev. Se ha de lle-
var la cruz después de Cristo.—Viern. De la Transfigura-
ción del Señor.—Sáb. El deseo de san Pedro en la Trans-
figuración de Cristo. . . . . . Pág. 432-440
XVIII Dom. Son aterrados los disdpulós con la voz oida del
cielo.—Lun. Levántalos el Señor y bajan del monte.—
Mart. Traen á Cristo un joven lunático.—Miérc. Es curado
el mismo joven lunitico.—Jiiev. Paga Cristo el tributo.—
Viera. Recomiéndase la humildad.—Sab. De la corrección
fraterna. . . . . Pág. 441-449
XIX Dom. Parábola del siervo ä quien el señor perdonó toda
la deuda.—Lun. La ingratitud y crueldad del siervo.—
Mart. Es convidado Cristo ä ir á Jerusalén ä la fiesta de los
• tabernáculos.—Miérc. Al ir en secreto á Jerusalén no es re-
«libido de los samaritanos.—Juev. Sanaä los diez leprosos.—
Viera. Enseña Cristo públicamente en el templo.—Sáb. En-
vfanse ministros que prendan á Cristo. Pág. 450-458
XX Don. Vuelven los ministros y alaban ä Cristo.--Lun. Que.
da libre la mujer cogida en adulterio.—Mart. Cristo ense.
ñando en el templo.—Miérc. Enseñando Cristo creen mu-
chos.—Juev. Quieren los judíos apedrear ä Cristo.—
Viera. Es curado el ciego de nacimiento.—Sáb. El resti-
tuido ä la vida defiende delante de los fariseos la verdad
del milagro Pág. 459-468
XXI Dom. El ciego iluminado es echado de la sinagoga, y
Cristo le recibe.—Lun. Jesucristo es puerta.—Mart. Cris-
to buen pastor.—Miérc. En la fiesta de las Encenias quie-
ren los judíos apedrear á Cristo.—Juev. La misión de los
INMCE 679
setenta y dos Jiscipulos.—Viern. Vuelven los setenta y
dos de la misión.—Sáb. Pregunta de un sabio de la ley,
y la respuesta de Cristo. . . . . Pág. 469-477
XXII Do*. Parábola del que iba á Jericó.—Lun. Hospeda
Marta á Jesucristo —Mart. Quéjase Marta de su hermana,
y el Señor la corrige.—Miérc. Convidado Cristo del fari-
seo, reprende la hipocresfa.—Juev. Rehusa Cristo ser juez
entre dos hermanos que discordaban entre si —Viera. Del
rico avariento.---Sáb. Como se ha de aguardar al Señor
en la última hora. . . . . . . . Pág. 478-487
XXIII Dom. Parábola de la higuera infructuosa.—Lun. Sana
ä una mujer que estaba encorvada diez y ocho años habla.
—Mart. Intentan los fariseos persuadir á Cristo que huya.
—Miérc. Sana el Señor á un hidrópico.—Jueves. Enseña
Cristo á los fariseos ä no ser amhiciosos.—Viern.. Pará-
bola de la ovejaagerdida.---Sáb. Parábola del hijo prodigo.
Pág. 488-497
XXIV Don. Vuelve en si el hijo pródigo y hace penitencia.
—Lun. Recibe con gozo el padre al hijo pródigo.—Mart.
De el gran.ero de maldad.—Miérc. Parábola del rico glo-
tón y de azaro.—Juev. Los tormentos del rico regalado.
—Viere. Parábola de un ma l. juez y de una viuda.—Sáb.
Parábola del fariseo y publicano orando. Pág. 498-508
XXV Dom. Se ha de hacer uno niño por el reino de Dios.—
Lun. Es doctrinado un joven rico para la vida eterna.—
Mart. Persuádese la perfección al joven rico.—Miérc. Pre-
mio de los que dejando todas las cosas siguen á Cristo.—
Juev. Parábola de los obreros de la viña.—Viern. De Lá-
zaro enfermo.—Sáb. Viene Ji.stis á Betania á. resucitar ä
Lázaro.. . • . ...... Pág. 509-518
XXVI Dom. La resurrección de Lázaro.—Lun. Los hijos del
Zebedeo pretenden las primeras sillas.—Mart. Al salir de
Jericó da el Señor vista á un ciego.—Miérc. Zaqueo busca
modo de ver á Jesús.—Juev. Zaqueo recibe ä Cristo por
huésped.—Viern. El grano de trigo que cae en la tierra.—
Sáb. Cristo ha de ser exaltado en la cruz. Pág. 5t9-528
XXVII Dota. Cada uno será juzgado según la luz que recibe.
—Lun. De la higuera maldita.—Mart. Parábola de la viña
arrendada.—Miérc. Dan la muerte al hijo único.—Juev.

68o INDSCE
Las bodas del hijo del rey.—Viern. Del hombre no vestido
con vestidura de bodas.—Sáb. Pregunta sobre pagar el
tributo al César. Pág. 530-538
XXVIII Onz. Del gran mandamiento de la caridad.—Lun.
Son reprendidos los fariseos.—Mart. Profetiza la desolación.
—Miérc. Se ha de velar para aguardar la venida del Sehor.
—Juev. Parábola de las diez vIrgenes.—Viern. Parábola de
los talentos.—Sáb. Del juicio final. . • Pág. 540-549

MEDITACIONES
PARA LAS FIESTAS PRINCIPALES DEL AÑO

MEDITACIÓN para la fiesta del sagrado Corazón de Jesús.


Pág. 551-554
De la bienaventurada Virgen María y san José
MEDITACIÓN para la fiesta de la Concepción purísima de nues-
tra Seilora (8 diciembre). Pág. 555-557.
Id. para la fiesta de la Expectación del parto de
nuestra Sehora (18 diciembre).
Pág. 557-560
Id. para la fiesta de la Purificación de nuestra Se-
ñora (2 febrero).. . . Pág. 560-562
Id. para la fiesta de la Anunciación de san Gabriel
arcángel á la Virgen María Señora nuestra
(25 maizo). . . . . . Pág. 563-565
Id. para la fiesta de la Visitación de nuestra Sello-
ra (2 julio) Pág. 566-569
Id. para la fiesta de nuestra Señora de las Nieves
(5 agosto). . . . . . Pág. 569-570
Id. para la fiesta de la gloriosa Asunción de la san-
tisima Virgen María nuestra Señora (15 agos-
to) Pág. 570-572

INDICE 681
MEDITACIÓN para la fiesta del purísimo Corazón de María
(dominica después de la octava de la Asun-
ción). . . . . . . Pág. 572-574
Id. para la tiesta de la Natividad de nuestra Señora
(8 septiembre). . . . . Pág. 575-578
Id. para la fiesta del dulcísimo Nombre de nuestra
Señora (dominica después de la octava del Na-
cimiento de nuestra Señora). Pág. 578-580
Id. para la fiesta de los siete Dolores de Maria (do-
minica tercera de septiembre). Pág. 581-582
Id. para la festividad del santísimo Rosario (domi-
nica primera de octubre). . Pág. 582-583
Id. sobre la Maternidad de María (dominica segun-
da de octubre). . . . Pág. 583-584
Id. sobre la Pureza de María (dominica tercera de
octubre). . . . . . . Pág. 584-585
Id. para la fiesta del Patrocinio de nuestra Señora
(dominica segunda de noviembre).
Pág. 586-588
Id. para la fiesta de la Presentación de nuestra Se-
ñora (21 noviembre). . . Pág. 588-590
Id. de los desposorios de nuestra Señora con el glo-
rioso san José (26 noviembre). Pág. 590-593
Id. para la fiesta del glorioso san José, esposo de la
Virgen María (19 marzo). . Pág. 593-596

MEDITACIONES
PARA LAS FIESTAS DE ALGUNOS SANTOS

MEDITACIÓN para la fiesta de san Francisco Javier de la


Compañia de Jzsús, apóstol de la India (3 di-
ciembre). Pág. 597-600
Id. para la fiesta de san Antonio abad (17 enero).
Pág. 600-602

682 INDICE
• MEDITACIÓN para la fiesta del glorioso patriarca san Francis-
co de Paula (2 abril). . . Pág. 602-604
Id. para la fiesta del evangelista san Marcos y demás
evangelistas. Sobre el Evangelio de san Lu-
cas, en el cap. 10 (25 abril). Pág. 604-607
Id. para la fiesta de san Felipe Neri, confesor y fun-
dador del Oratorio (26 mayo). Pág. 607-609
Id. para la fiesta de san Luis Gonzaga de la Com-
paula de JEstis (21 junio). . Pág. 609-611
Id. para la fiesta de san Pedro apóstol (29 junio).
Pág. 612-613
Id. para la fiesta de la Conmemoración de san Pa-
blo apóstol (30 junio). . . Pág. 613-615
Id. para la fiesta de san Jaime apóstol 1 25 julio).
Pág. 616-618
Id. para la fiesta de san Ignicio-de Loyola, funda-
dor de la CompaBia de Jtsús (31 julio).
Pág. 618-620
Id. para la fiesta de san Miguel arcángel (29 sep-
' tiembre). . . . . . . Pág. 620-622
Id. para la fiesta del santo Angel de la Guarda
(2 octubre). Pág. 622-624
Id. para la fiesta de Todos los Santos (1. 0 noviem-
bre). . . . . . . Pág. 624-626
Id. para la fiesta de la Conmemoración de los fieles
difuntos (2 noviembre).. . Pág. 626-629
Id. para la fiesta de san Estanislao de Kostka
(13 noviembre).. . . Pág. 629-631

FIN DEL INDICE


INDICE DE MEDITACIONES
PARA AQUELLOS QUE QUIEREN HACER ALGUNOS
DÍAS DE EJERCICIOS ESPIRITUALES

Dia I. Medit. 1. a De la creación y fin del hombre. Pág. 17


» 2. a De los medios para conseguir el fin.
Pág. 18
» 3. a Del buen uso de las criaturas y de la
indiferencia acerca de ellas. Pág. 20
Día II. Macla. 1.a Se ha de dejar la solicitud de las cosas
temporales y se ha de buscar el rei-
no de Dios Pág. 381
» 2.a De la caida del hombre. Pág. 21
» 3.a Dan la muerte al hijo único Pág. 534
Día III. Medit. 1. a Es lanzada la legión de los demonios.
Pág. 337
» • 2.a Es resucitada la hija de Jairo. Pág. 346
» 3.a Es resucitado el hijo de la viuda.
Pág. 393'
Dia IV. Macla. 1. » Parábola del rico glotón y de Lázaro.
Pág. 503
» 2.a Como se ha de aguardar al Señor en la
última hora. . . . Pág. 487
» 3 • a Del granjero de maldad. . Pág. 501
Dia V. Medit. 1.» Parábola de la viña arrendada.
Pág. 532
» 2.» Cada uno será juzgado según la luz que
recibe. Pág. 530
» 3. a Profetiza la desolación.. . Pág. 543
Día VI. Medit. 1. » Del juicio final. . . . . Pág. 549
• 2. a Los tormentos del rico regalado.
Pág. 505
» 3. a Sana Cristo al mismo paralitico.
Pág. 341
684 INDICE
Día VII. Medit. I. a Del guardarse de los profetas falsos.
Pág. 387
ta p arábola del hijo pródigo. . Pág. 497
• aa parábolede la oveja perdida. Pág. 495
Dfa VIII. Medit. 1.a Vuelve en sf el hijo pródigo y hace pe—
nitencia. . . . . Pág. 498
» 2. a Recibe con gozo el padre al hijo pródigo.
Pág. 560
» 3. a La agonía y sudor de sangre de Cristo.
Pág. 153
Día IX. Medit. L a Cristo , es azotado. . . . Pág. 186
» 2. a Es JEITS crucificado. . . Pág. 194
» 3 • a Los prodigios en la muerte de Cristo.
Pág. 204
Día X. Medit. 1. a De los dotes del cuerpo de Cristo glo-
rioso. . . . . Pág. 212
» 2. a De la Ascensión del Sefior. Pág. 258
» 3. a De nuestra ascensión. . . Pág. 265

DOS EJERCICIOS DE TRES OSAS


PARA RENOVAR EL FERVOR DEL mu4Rrnu

EJERCICIO PRIMERO
Día I. Medit. 1. a Parábola de la higuera infructuosa.
Pág. 488
» 2 • a Apartöse de allí Cristo 4 petición de los
de Genesaret. . • . Pág. 339
» 3.a Se ha de hacer uno nulo por el reino de
Dios.. . . . . . . Pág. 509
Día II. Medit. 1.a Es resucitado el hijo de la viuda.
Pág. 393
» 2. » Ofrecen 4 Cristo un paralitico. Pág. 340

» 3 a Sana Cristo al mismo paralftico. Pág. 341
Dia III. Medit. L a Sexta y séptima bienaventuranza.
Pág. 361
INDICE 685
Dia III. Medit. 2.a Retirase Cristo al desierto y es tentado.
Pág. 308
» 3 • a De la inmensidad y presencia de Dios.
Pág. 305
EJERCICIO SEGUNDO
Día I. hIedit. La Del buen ejemplo que se ha de dar ä
gloria de Dios.. . . . Pág. 365
» 2. a De la higuera maldita. . . Pág. 531
• Halla al paralítico junto ä la piscina.
Pág. 350
Dia II. hiedit. 1• a Tres que quieren seguir ä Cristo, mas
no como conviene. . . Pág. 335
» 2.a No se ha de servir á dos sehores.
Pág. 380
» 3. a JESÚS es bautizado por san Juan.
Pág. 306
Dia III. Medit. L a Del cuidado de observar la ley. Pág. 368
» 2. a De los ojos sencillos y malignos. Pág. 379
» 3.a De la providencia de Dios. . Pág. 303

MEDITACIONES
PARA LAS FESTIVIDADES DE CRISTO, DE LA VIRGEN
Y DE ALGUNOS SANTOS

ENERO
Día 1. De la Circuncisión del Señor. . . . Pág. 53
» 6. De la vocación de los magos. . . . Pág. 58
Domingo segundo después de la Epifanía. De
la imposición del nombre de Jzsús. . Pág. 56
Dia 17. De san Antonio abad.. Pág. 600
FEBRERO
Dia 2. De la Purificación de nuestra Sefiora. . Pág. 560
» 24. De la elección de san Matías. . . . Pág. 2 67
686 INDICE

MARZO
Dia 19. De san José esposo de la Virgen santí-
sima. Pág. 593
» 25. De la Anunciación de san Gabriel á la
Virgen Marta Pág. 563
» 25. En la Encarnación resplandece la sabi-
duría, bondad y omnipotencia de Dios Pág. 26
ABRIL
Dia 2. De san Francisco de Paula. . . . . Pág. 602
» 25. De san Marcos evangelista. . . . . Pág. 604
Domingo de Ramos. La triunfal entrada de Cris-
to en Jerusalén. . Pág. 128
Jueves santo. El lavatorio de los pies. . . Pág. 136
Viernes santo. Es quitado Cristo deia- cruz y
sepultado Pág. 210
Domingo de Resurrección. De la Resurrección
del Señor Pág. 211
MAYO
Dia 26 De san Felipe Neri. . . . . . Pág. 607
Ascensión del Señor. De la entrada de Cristo en
el cielo. Pág. 262
JUNIO
Día 21. De san Luis Gonzaga. Pág. 609
» 24. Del nacimiento de san Juan Bautista. Pág. 41
» 29. De san Pedro apóstol. Pág. 612
» 30. De la Conmemoración de san Pablo
apóstol. . . . . . . . . . . Pág. 613
Domingo de Pentecostés. De la venida del Espí-
ritu santo en forma de viento. . . . Pág. 270
Domingo primero después de Pentecostés, fiesta
de la santísima Trinidad. Consideración
de este misterio. . . . . . . . Pág. 279
Festividad del Corpus. De la institución de la
venerable Eucaristía. Pág. 139
Viernes después de la octava de Corpus. Del
sagrado Corazón de Jüzús Pág. 551


INDICE 687
JULIO
Día 2. De la Visitación de nuestra Señora. Pág. 566
» 25. De san Jaime apóstol. Pág. 616
» 31. De san Ignacio de Loyola Pág. 618
AGOSTO
Día 5. De nuestra Señora de las Nieves. . . Pág. 569
» 6. De la Transfiguración del Señor.. . . Pág. 438
a 15. De la gloriosa Asunción de la santísima
Virgen. Pág. 570
Domingo después de la octava de la Asunción
— — Del purísimo Corazón de María.. . . Pág. 572
SEPTIEMBRE
Dia 8. De la Natividad de nuestra Señora. . Pág. 575
Domingo después de la Natividad de nuestra Se-
ñora. Del dulcísimo Nombre de Maria.. Pág. 578
Domingo tercero de septiembre. De los siete Do-
lores de Maria Pág. 581
Dia 21. La vocación de san Mateo. . . Pág. 344
• 29. De san Miguel arcángel. Pág. 620
OCTUBRE
Día 2. Del santo Angel de la Guarda.. . . Pág. 622
Domingo primero de octubre. Del santísimo Ro-
sario de María Virgen Pág. 582
Domingo segundo de octubre. De la Maternidad
de María. . . ...... . Pág. 583
Domingo tercero de octubre. De la pureza de
Maria. Pág. 584
NOVIEMBRE
Dia1. Para la fiesta de Todos los Santos.. . Pág. 624
• 2. Para el dia de la Conmemoración de los
fieles difuntos. Pág. 626
» 13. De san Estanislao de Kostka. . . . Pág. 629
Domingo segundo de noviembre. Del Patrocinio
de nuestra Señora Pág. 586
688 INDICE

Dia 21.De la Presentación de nuestra Señora. Pág. 588


» 26. De los Desposorios de nuestra Señora
con san José. Pág. 590
DICIEMBRE

Dia 3. De san Francisco Javier Pág. 597


» 8. De la Concepción sin mancha de nues-
tra Señora.. . . ..... . Pág. 555
Dia 18. De la Expectación del parto de nuestra
Señora. Pág. 557
» 21. Las palabras de Cristo á Tomás y de
Tomás ä Cristo Pág. 242
» 25. De la Natividad del Señor. . . Pág.- 46
» 28. La matanza de los Inocentes. . Pág. 99

VICARIATO GENERAL
Di LA

DIÓCESIS DE BARCELONA

Por lo que ä DIU toca, concedemos Nuestro permiso


para publicarse la obra titulada VIDA 'Y DOCTRINA DE Jun.
CRISTO, escrita por el R. P. Nicolás Avancini y traducida
por el R. P. Diego Salgado, mediante que de Nuestra orden
ha sido examinada y no contiene, según la censura, cosa al-
guna contraria al dogma católico y á la sana moral. Impri-
mase esta licencia al principio 6 final de la obra y entréguen-
se dos ejemplares de ésta, rubricados por el Censor, en la
Secretaria de Cámara y Gobierno de este Obispado.
Barcelona 20 de julio de 1898.
EL VICARIO GENERAL,
Valentin Basart.
Por mandado de Su Sehoria,
DR. JAIME BRUGUERAS, Pbro., Serio.

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