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PROMOVEMOS LA CONVERSIÓN EN LA SEMANA SANTA (4to)

Para hablar de Conversión el Nuevo Testamento utiliza la palabra "metanoia", que quiere decir
cambio de mentalidad. La conversión (metanoia) a la que cada ser humano está llamado, lleva a
aceptar y hacer propia la nueva mentalidad propuesta por el evangelio.

Convertirse al evangelio significa revisar todos los ambientes y dimensiones de su vida


especialmente todo lo que pertenece al orden social y a la obtención del bien común.
El día de nuestro bautismo todo fuimos convertidos
Dios cambio radicalmente nuestra vida por la gracia y fuerza divina.
Nos llamó a vivir como redimidos como hijos de Dios.

La conversión es:
Un proceso: contante porque se desarrolla poco a poco. Es un camino que se recorre con
perseverancia, ininterrumpidamente sin cansancio.
Dinámica: Porque debe ser en constante movimiento
Es gradual porque pasa por etapas
Es permanente porque es un proceso que nunca termina
3. La conversión como actitud constante:
Es una transformación radical, cambio de toda mi persona, por dentro, cambio de mentalidad que se
vera reflejada en mi exterior.

La conversión como actitud permanente y progresiva:


La conversión no se logra en un instante
La conversión es un largo camino
La conversión no está exenta de pruebas y exigencias.

La conversión debe ser primero un cambio interior


Un ejemplo constante de crecimiento espiritual, en fidelidad ascendente y progresiva.

La conversión hecha por Dios.


El hombre hace un papel, pero Dios es quien efectúa el milagro de la gracia en el corazón de
nosotros. "Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere. Jn 6,44.
Nuestra parte es someternos a Él. obedecerlo. Dios hace el resto.
Dios hace el llamado
El hombre se rinde y Dios acaba la obra.

Solo Dios cambia el corazón


El cambio de corazón expresa la conversión la conversión a la que Dios nos invita.
Dejar que Él sea quien nos mueva} Nos oriente
Anime mis actitudes, sentimientos, decisiones y miedos.
Permitir que Jesús sea el Señor de Señores.

La Conversión es una nueva creación y solo puede realizarla Dios mismo


El hombre hace un papel, pero es Dios quien efectúa el milagro de la gracia en el corazón del
hombre. El hace el cambio maravilloso "porque Dios es el que en nosotros produce así el quieres
como el hacer".

Conversión por la acción del Espíritu Santo


La gracia del E.S. tiene el poder de santificarnos, es decir, de lavarnos de nuestros pecados y
comunicarnos la justica de Dios por la fe en Jesucristo (Rm 3,22) y por el bautismo (Rm 6, 3-4).

Conversión que se manifiesta exteriormente.


Cambio de vida, de actitudes y obras con proyecciones y compromiso con los demás, de lo personal
a lo social. Nuestra vida debe ser una conversión permanente. No podemos dejar nuestro
arrepentimiento para último momento. La conversión consiste en que yo entregue una cosa y reciba
otra a cambio. Se trata de cambiar de estilo de vida, adoptando uno de mayor sencillez y austeridad,
marcado por el estudio bíblico, participando en los sacramentos reconciliación y eucaristía,
fortalecidos en la oración, la práctica del ayuno, con actitud de servicio en una comunidad de vida
fraterna y apostólica, etc.
Una forma para cooperar con el Espíritu en la obra de nuestra conversión es una estrategia de
combate espiritual, con objetivos claros y con medios concretos y razonables. Debo conocerme
para saber que pecados o vicios pecaminosos debo despojarme y de que virtudes he de revestirme.
Es importante el perseverar en el diario ejercicio del examen de conciencia.

Convertirse significa volverse, pasar de una situación vital a otra situación opuesta. En el lenguaje
humano, que trata de expresar realidades humanas, se habla de que una persona se ha convertido,
cuando cambia algunas pautas de comportamiento realmente importantes. Así, por ejemplo, un
drogadicto se convierte cuando deja las drogas y se pone en camino de rehabilitación; del mismo
modo se convierte el delincuente, que decide llevar una vida honrada; también una persona, más o
menos solitaria, se convierte cuando el amor irrumpe en su vida, al descubrir al hombre o a la mujer
de sus sueños.
Cuando empleamos la palabra conversión en el lenguaje religioso, nos referimos a la vuelta a Dios.
Alguien pronuncia nuestro nombre y nos volvemos para ver quién nos llama y qué quiere. Aquí, en
esta situación concreta, oímos nuestro nombre; nos volvemos y descubrimos que es Dios mismo
quien nos llama. Mirando de frente, cara a cara, a Dios, le preguntamos: ¿qué quieres de nosotros?
Se ha iniciado el proceso de conversión.

"Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Yo pregunté: ¿quién eres, Señor? Me respondió: Yo soy
Jesús Nazareno, a quien tú persigues... Yo pregunté: ¿qué debo hacer, Señor? (He 22,7-10; ver
también He 9,1-19 y 26,12-16). Así describe San Pablo su propia conversión.
Dios llama y el hombre, la mujer, se vuelve, al oir su nombre. Identifica a quien le ha llamado. ¡Es
Dios! Sí, es Dios, quien ordinariamente llama a través de mediaciones humanas (personas,
acontecimientos...). Todavía atónita por la sorpresa, la persona mira a Dios y le pregunta: ¿qué debo
hacer, Señor? La respuesta más concreta nos la da Jesús, la Palabra de Dios, que los hombres
podemos entender: "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en
la Buena Noticia" (Mc 1,15).

A esta primera conversión llamamos conversión religiosa. Es un volverse a Dios, como respuesta
del ser humano a una llamada de Dios. Un pagano, o una persona bautizada en su niñez, pero que
nunca ha vivido con una referencia expresa a Dios, pueden, en un momento dado, o al final de un
proceso de búsqueda, experimentar una iluminación de Dios, que les llama a la conversión. Al
volverse a Dios y decir "Creo, creo en Ti, Señor", la persona se sitúa frente al Dios vivo (He 14,15),
se entrega a El, le acepta como la medida de su vida, apuesta por El e inicia un nuevo estilo de vida
ante Dios y ante los hombres.
En todo lo que sigue a continuación nos referimos a esta conversión religiosa y tratamos de
descubrir que no es sino la otra cara, la otra dimensión del acto de fe.

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