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¿QUÉ HACE Y QUÉ DICE
EL CORAZÓN DE JESÚS EN EL SAGRARIO?
SAN MANUEL GONZÁLEZ, OBISPO DE LOS SAGRARIOS ABANDONADOS
Un ejemplo
Tomad una pintura de arte, de mucho arte.
Ese cuadro, lo ven un niño, un hombre ignorante, un artista y otro artista de
escuela contraria.
Pedid a todos los que están delante del cuadro que se fijen en él, en sus
pormenores y en su conjunto.
Cuando lo hayan visto y examinado todos, llamad separadamente a cada uno
y preguntadle lo que ha visto. Yo os aseguro que no encontraréis dos que
hayan visto lo mismo; unos alaban una cosa, otros censuran otra; encontraréis
más; mientras uno de ellos os dirá que aquello es una magnífica obra de arte,
otro os asegurará con el mayor desparpajo que aquello no es ni más ni menos
que unos cuantos borrones en un trapo.
¿Qué os dice eso? Que las cosas, mientras más buenas, tienen más modos de
ser percibidas y que el hombre, mientras más ignorancia o más pasiones tiene,
ve menos.
¿Verdad que sería una pretensión estúpida la del que dijera que el cuadro en
cuestión no debía ser declarado obra de arte, hasta que lo proclamaran todos
los hombres, sabios e ignorantes?
Éste es el caso
¿Podrá negarse fundadamente que Jesucristo dice o hace, está de este modo
o del otro en el Sagrario porque los más groseros instrumentos de percepción
del ser racional no lo perciben?
¡Bien parada quedaría la grandeza y el poder de Jesucristo si tuviera que
amarrarse a nuestros ojos y oídos de tal modo, que no pudiera manifestarse ni
obrar sino de manera que éstos dieran testimonio de Él!
Sí, amigos míos; a la grandeza de Jesucristo corresponde hablar tan fina y
dulcemente que nuestros toscos oídos no lo perciban; a su Majestad soberana
toca manifestarse tan soberanamente hermoso o tan delicadamente sutil que
nuestros toscos ojos no lo alcancen si no se deja.
¡A ver! ¿Quién es tan osadamente ruin que se atreva a prohibir a Jesucristo
el paso o la estancia en el Sagrario porque no se deja medir por su vista o por
su oído?
¿Lo oís bien? ¡A Jesucristo, que entra en el mundo pasando por el seno de su
Madre sin romperlo ni mancharlo, que se transfigura en el Tabor, que anda
sobre las aguas con los pies enjutos, que muere cuando quiere y que se resucita
a Sí mismo, que se aparece a la Magdalena y a sus discípulos, y no se deja
conocer sino cuando quiere y de los que quiere, que penetra en la casa de sus
apóstoles con las puertas cerradas...!
Ese Jesucristo que domina el espacio, la óptica, la acústica, la extensión, la
velocidad y las propiedades de la materia y de la inteligencia del hombre, ¿no
va a poder estar o hablar en el Sagrario sin que los ojos y los oídos del hombre
pobrecillo le den el permiso o el visto bueno?
Sí, lo repetiré: Jesucristo, a pesar de su silencio y quietud del Sagrario, dice
y hace...