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Johana Jaqueline Abreo Hernández 1504.

Análisis de la primera entrevista


Le señalé a Saúl mi nombre y que soy estudiante de 5to semestre de psicología.
Omitiendo la grabación de la importante mención de quién escucharía sus
entrevistas, cuántas serían y cuánto durarían para dejar en claro que le interesaba
participar (puesto que se lo había comentado durante el primer encuentro y había
aceptado; mención que sí ocurre al inicio de la segunda entrevista). Le explique
brevemente que la “intención es solamente que platiquemos un poquito, que
conversemos simplemente”. Después realicé una afirmación: “No sé si tengas
alguna duda sobre el tema”, a lo que Saúl respondió que: “Pues no, no tengo
ninguna duda. Al contrario, o sea, tú pregúntame lo que quieras y yo te respondo”.
Su respuesta me indica dos cosas. Primero, espera que la entrevista se trataría de
una serie de preguntas y respuestas, hecho que queda claro en una segunda
afirmación que hace después de que le explico que “este profesor de lo que trata
es de enseñarnos es que las entrevistas no son preguntas y respuestas”: “Ah, no
son preguntas. Sí, pues una conversación”. Y segundo, que al asumir la posición
de entrevistado, espera que se le harán preguntas a las que deberá responder
porque la figura del entrevistador supone ser “el que sabe”.
Una vez que asumimos ambos que la entrevista se tratará de una conversación, él
comienza a hablar sobre “las enfermedades”, puesto que en el primer encuentro le
mencioné que era la temática. Dice: “Con respecto a las enfermedades, uno
obviamente no espera ninguna enfermedad, ¿no? Pero, pues llega el momento, se
presenta y hay que asimilarla. Siempre al principio el proceso es duro, cualquier
enfermedad, cualquiera; llámese cáncer, diabetes, todas esas enfermedades son
pues muy difíciles cuando te las diagnostican. Y pues tú tienes que asimilarla poco
a poco y es como una etapa, varias etapas que vas llevando. Al principio pues no
aceptas que estés enfermo, dices: ‘¿cómo voy a ser yo, si estoy joven, si esto y
aquello?’ Pero después poco a poco pasas a otra etapa donde dices: ‘bueno, pues
tengo que tomar medicamento, o sea, llevar tratamientos para llevarla’. Pero
siempre es difícil llevarla al principio. Te digo, después poco a poco vas asimilando
la enfermedad. Y vas acostumbrándote a vivir con ella”. Saúl no está situado en su
persona, es decir, no me habla de él y su enfermedad en específico, sino que me
habla de esas enfermedades y sus etapas.
Cuando menciona de manera indirecta que toma medicamentos y que se
acostumbra a vivir con ella (la enfermedad), con mi siguiente intervención pude
haberlo situado en su persona y al mismo tiempo en el presente del cómo se ha
acostumbrado a la medicación y a la enfermedad en general. Realicé una
afirmación y lo invité a que me contradijera y me corrigiera: “Sí, creo que es una
condición, ¿no?, que debe ser aceptada de primer momento” y hablara sobre los
cambios que implicó asumirse como enfermo. Enmarqué las enfermedades como
condición que, al parecer, él no retoma. Pero sí me corrige y me dice que: “No. De
primer momento no porque es difícil. Una persona que de repente siempre estuvo
sano y que de repente te digan: ‘estás enfermo y tienes cáncer y tienes diabetes’ y
tu vida, tu ritmo de vida se acabó; ya no vas a fumar, ya no vas a tomar
-obviamente también eso es malo- pero ya no vas a tomar ciertos alimentos y
tienes que tomar tu tratamiento. Vienes los bajones de defensas, entonces,
cuando bajan tus defensas empiezan a aparecer enfermedades a parte de la que
tienes. Entonces obviamente tú debes estar preparado para eso. Y al principio no
lo estás porque te dicen: ‘tiene cáncer’ y en el momento en que te dicen cáncer, tú
dices: ‘me voy a morir’. Pero no sabes, no conoces que si es detectada a tiempo y
llevas un proceso, un tratamiento, pues poco a poco vas aceptando la enfermedad
y vas acostumbrándote a vivir con ella. Ya después se te hace cotidiano y ya es
parte de ti. Sabes que no se te va a quitar y tienes que vivir con ella. Y si no tomas
tus medicamentos, tus tratamientos pues entonces es cuando vienen los bajones
de defensas”. Intervengo para decir: “Esos cambios que mencionas en el estilo de
vida son, me parece, que importantes, ¿no?, porque de alguna u otra forma
marcan, ¿no?”.
Cuando utilicé la palabra “marcan” refiriéndome a los cambios en su vida que
había mencionado, lo incité a que me hablará de los cambios, sin embargo, ignoré
el “vas acostumbrándote a vivir con ella” y un nuevo elemento que aparece
cuando dice que aparecen enfermedades aparte de la que ya tiene cuando bajan
sus defensas (puesto que en la segunda entrevista revela que la hipertensión
arterial sucedió como consecuencia a su mala alimentación después de que fue
operado de la vesícula) una vez más, que funciona como un indicio: “Por
supuesto, sí. Porque estás acostumbrado a tener un ritmo de vida y ya no vas a
desvelarte, ya no vas a comer grasas, ya no vas a comer azúcar, en caso de la
diabetes, ciertos alimentos. Cuando, por decir del corazón, que estás enfermo, no
puedes comer cosas verdes porque tienen mucho, no me acuerdo la verdad qué
tienen las hierbas que hace que el corazón no coagule bien. Entonces te prohíben
eso, te prohíben obviamente las grasas, te prohíben el alcohol. Si eras una
persona que estabas acostumbrada a reventarte con los amigos, a ir a cotorrear,
pues ya se acabó. O sea ya lo eliminas. Yo era una de las personas que tomaba
mucho. Yo cuando tomaba, bueno, cuando estaba más joven, tomaba muchísimo
y me gustaba siempre el baile y todo es. Entonces cuando me dijeron: ‘tú estás
enfermo, ya no debes de tomar, ya no debes de fumar’, y luego me operaron de la
vesícula y luego, o sea, me puse muy mal y dejé mi vida por convicción, porque
dije: ‘no, esto me hace daño y si no dejo esa clase de vida, pues ¿a dónde voy a
parar?’ ¿Por qué?, porque ya no era lo mismo, ya no podía ir con los amigos, ya
no podía desvelarme, porque tenía que tomar mis medicamentos, mis tratamientos
entonces pues para llevar una vida normal. Obviamente al principio te cuesta
trabajo pero ya después poco a poco te vas acostumbrando”.
El hecho de que Saúl recordara con su relato cuando “era más joven y tomaba
mucho” y luego vuelva al presente en que toma sus medicamentos, indica el zig-
zag de su relato, es decir, evoca el pasado para justificar el presente. El término
“convicción” que utilizó llamó mi atención y afirmé: “¡Tú decidiste entonces!”,
porque pudo tratarse de un indicio también. Y volvió a situar la conversación en
“otras personas” diciendo: “Sí. Bueno, hay personas que no lo hacen, hay
personas que dicen: ‘ay, no me va a pasar nada’. Y no. Sí, sí pasa. Pero yo decidí,
así de tajo dejar de ver a los amigos, de ir a fiestas, de ir a los cotorreos, a bailes.
¿Por qué?, porque yo sabía que si iba eso iba a tomar, iba a fumar, iba a
desvelarme, y entonces ya no iba a ser lo mismo con el tratamiento. Entonces
decidí dejar de, también fue un proceso, dejar de frecuentar los amigos para
entonces tener una vida normal. Obviamente con el trabajo y todo eso se le olvida
a uno las cosas de andar con los amigos. Y aparte la edad porque dices: ‘ya no
estoy yo para andar en las discos, en las fiestas’; ya tienes una cierta edad que
dices: ‘ya, hasta aquí, ya estuvo’”. Saúl hace uso de una metáfora antropológica
cuando señala que hay una edad en la que ya no debe de “irse a bailar”, porque
tener una “vida normal” para su edad implica dejar esos hábitos y dedicarse a su
trabajo que hace que “se le olvide”, además, de cuidar su tratamiento por la
enfermedad.
Traté de hacerle ver que no había una edad para ello, así que dije: “Es muy común
que las personas como que entiendan esa progresión de la edad y que a menudo
creen que…” Saúl completó mi frase: “…que todo el tiempo van a ser jóvenes y
que todo el tiempo van a tener la misma vitalidad. Y no. No es cierto, o sea, llega
un punto en que ya se acabó la fiesta, ya se acabó los amigos; ya debes de
pensar más en ti. Cuando no estás enfermo y te llega esa madurez, pues dices:
‘qué padre, ¿no?’. Pero cuando te llega con una enfermedad, ni modo. También lo
tienes que asimilar porque hay personas que siguen en la fiesta pero llega un
momento que aunque no estén enfermas dicen: ‘no, pues hasta aquí. Yo ya me
casé, ya tengo hijos, ya es otra responsabilidades. Es diferente. Pero hay
personas que dejan la fiesta pero por enfermedad. Como yo, en este caso”.
Primeramente, el hecho de que interrumpiera mi intervención, habla de un estilo
de conversación propio de los varones durante una conversación con una mujer.
Más aún, ese no era el sentido de la afirmación y sin embargo se adelantó a
completar. Sin embargo, su interrupción continúa la metáfora antropológica en la
que se añaden nuevos elementos: el pensar en ti y la madurez. Esos dos indicios
indican, precisamente que para Saúl dejar la fiesta implica una forma de madurez
que te puede llegar de varias formas, de acuerdo a tu edad y tus etapas o por una
enfermedad, en el que es tiempo de pensar en ti. Parece ser esta la primera vez
en que él se sitúa en su persona.

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