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EL ACTO DE RENDICIÓN EN EL PROCESO TERAPEÚTICO

(Revista El Mensaje No. 146 - 2012; páginas 25-36)

Primer siquiatra que dio reconocimiento al trabajo de Alcohólicos Anónimos.


El doctor Harry Tiebout usó muchos conceptos de AA en su práctica
profesional.

El acto de la rendición es un evento inconsciente e involuntario en el paciente,


aún en el caso de que éste desee hacerlo voluntariamente. Y puede ocurrir
únicamente cuando un individuo que tiene ciertas características en su mente
inconsciente, se ve envuelto en una determinada combinación de
circunstancias. Cuando se conjugan estas condiciones, la rendición puede
pronosticarse con exactitud considerable, como demostraremos
posteriormente. No puede definirse en térnanos conscientes directamente, sino
que deben entenderse todas sus ramificaciones inconscientes antes de poder
vislumbrar su verdadero significado interior.
La forma más simple de representar los hechos involuntarios en el acto de la
rendición, es dando un ejemplo de una experiencia de conversión que pareció
resultar de un acto de rendición. El paciente es un hombre de unos cincuenta
años, con mucho éxito en sus negocios, y a quien sus asociados apodan
Napoleón, debido a sus métodos autocráticos. Durante varios años se le
presentaron casos de intoxicación debido a su excesivo beber, que interfirieron
en alguna medida con su eficiencia, pero nunca al extremo de llegar al fracaso
comercial. Tuve mi primer contacto con él hace seis o siete años, cuando negó
a Blythewood a desintoxicarse. Siguiendo nuestra política de tratar lentamente
y de tiempo en tiempo de educar al paciente acerca del peligro de su situación,
permitimos a este hombre que permaneciera sólo durante el tiempo necesario
para recuperarse físicamente, pero aprovechamos la ocasión para decirle que,
en nuestra opinión, se vería abocado a serios problemas si continuaba con la
tendencia que llevaba. Sin hacerle ninguna clase de presión para no despertar
su resistencia, expusimos simplemente los hechos y dejamos las cosas en este
punto.
Continuamos con la política de dejarlo ir y venir tantas veces como quisiera,
pero siempre indicándole la necesidad de que hiciera algo por dejar de beber,
y siempre tratando de hacerle ver nuestro interés en que no sólo se
desintoxicara temporalmente, sino en ayudarle a dejar la bebida, lo cual era su
verdadero problema. Algún tiempo después nos decía el paciente, refiriéndose
a esta táctica: "A mí me gustaba venir aquí. Ustedes casi nunca discutían
conmigo. Yo siempre sabía su posición exacta, y me daba cuenta de que no los
estaba engañando".
Durante todo este tiempo, sin embargo, yo continuaba investigando la situación
de su vida, buscando encontrar finalmente algo que lo hiciera salir del torbellino
de su egocentrismo. Poco a poco la esposa fue retirándole la protección, y
antes de la época de su última admisión hace 2 años, estaba ya resuelta a
abandonarlo si continuaba bebiendo. Además, como resultado de una
conversación conmigo, su socio de negocios decidió que si el paciente no
hacía un esfuerzo real por enmendarse, se retirarla de la firma junto con los
empleados más importantes.
Después de un período particularmente severo, el paciente fue inducido a
ingresar nuevamente a Blythewood. Esta vez le dije francamente que si no
firmaba la tarjeta de ingreso por treinta días no lo recibiríamos, pues estábamos
cansados de verlo recaer y queríamos resolver su caso de una vez por todas.
Él se sorprendió, recogió su sombrero, jugueteó un poco con él y luego se lo
puso diciendo: "Esta bien, deme su pluma. Voy a Hilltopo, que es donde debo
estar, dijo refiriéndose al refugio campestre a donde lo habíamos llevado en
anteriores ocasiones. En el curso de tres o cuatro días estaba sin los efectos
del licor, y con la mente razonablemente despejada. Entonces se le informó
acerca de la decisión de su esposa, y en vez de ponerse a despotricar contra
ella, por primera vez trató el asunto en calma, comprendiendo lo penosa que se
había vuelto la vida para ella y dando a entender su arrepentimiento.
Al final de la primera semana, el socio, que había ido preparado para una fuerte
pelea, le dijo el propósito que tenía él mismo y sus compañeros de renunciar si
el paciente continuaba bebiendo, y quedó gratamente sorprendido al ver la
tranquila aceptación de su decisión y el reconocimiento espontáneo de su
deseo de cambiar. Rápidamente se unió a los AA y desde entonces es un
miembro activo de su comunidad local, permaneciendo sobrio hasta el
presente.
Recientemente, hablando de su caso, dijo "Ustedes hicieron algo por mí
cuando me obligaron a firmar aquella tarjeta. Comprendí que estaban
dispuestos a sostener lo que decían. Yo intuía que mi esposa estaba
disgustada y que mi socio Bill ya estaba aburrido, pero cuando ustedes me
demostraron que no se iban a dejar engañar, sentí un verdadero golpe. Yo
sabía que necesitaba ayuda y que por mí mismo no podía salir avante.
Entonces firmé la tarjeta y me sentí aliviado al hacerlo. Me hice a la idea de que
no continuaría tratando de gobernar mi vida, y me dispuse a recibir órdenes.
Después hable con Cristina, mi esposa, supe sus intenciones y cómo se sentía;
luego vino Bill mi socio y sentí en lo profundo de mi ser que tenían razón. Pero
no me importó; no empecé a discutir en tono airado como era mi costumbre.
Casi me sorprendí de estar de acuerdo con ellos. Era maravilloso no tener que
pelear. Me sentí más tranquilo y calmado en mi interior y desde entonces lo he
estado, aunque sé muy bien que todavía no he salido del todo de mi problema".
He aquí la historia de un paciente que ha p as ad o por una experiencia de
conversión y se encuentra todavía en la fase positiva. Su propio recuento de lo
que sucedió, puntualiza la firma de la tarjeta como el momento crucial de su
experiencia. Yo estoy seguro de que esto es cierto. Podemos resumir la
experiencia de este hombre diciendo que, después de haber tratado de
manejar su propio caso hasta el fracaso, dio por perdida la batalla y se rindió a
la necesidad de ayuda, después de lo cual entró en un nuevo estado mental
que le ha permitido permanecer sobrio.
La experiencia que hemos narrado que, incidentalmente, no se limita a los
alcohólicos, suscita tres preguntas:
1. ¿Qué cualidades había en su naturaleza que lo hicieron resistir durante tanto
tiempo a aceptar ayuda, y que finalmente fueron forzado a rendirse?
2. ¿Cuáles fueron los factores que hicieron posible el acto final de la rendición?
3. ¿Por qué hay una fase positiva que sigue a la experiencia de rendición?
Mis respuestas a estas preguntas se derivan primordialmente de mis estudios
en personas alcohólicas pero no totalmente, puesto que también he observado
casos de rendición con consecuencias ulteriores en cuatro casos por lo menos
entre los estudiantes de Sarab Lawrence. Espero, a través de mi exposición en
respuesta a estas preguntas, no solamente definir el acto de la rendición, si no
dar a ustedes la idea de que este evento es de una entidad sicológica.
Empecemos entonces con la primera pregunta: ¿cuáles son las cualidades que
llevan al paciente a oponer una batalla de tal magnitud que finalmente tenga
que rendirse o morir? En el alcohólico, mis observaciones me han conducido
verificar que las dos cualidades que Sillman seleccionó como características: la
individualidad desafiante y la grandiosidad, pueden explicar muy bien el hecho
conocido de que el alcohólico es, entre los enfermos "no muy graves", el más
testarudo e irrazonable para buscar ayuda, o para recibirla cuando logra
buscarla. Ambas cualidades operan en las capas inconscientes de la mente, y
debe ser considerada la influencia que tienen ambas, si se quiere entender lo
que probablemente sucede en el momento de rendición. La actitud de desafío
puede definirse como la cualidad que permite al individuo que la posee hacer
caso omiso de la realidad y vivir en forma imperturbable.
Tiene dos valores especiales para manejar las situaciones de la vida, ya sean
exteriores o interiores. En primer lugar, la actitud de desafío, ciertamente en los
alcohólicos es una herramienta de sorprendente eficacia para manejar
situaciones de ansiedad, o la realidad que es tan frecuentemente una fuente de
ansiedad. Si usted desafía un hecho y dice que no es así y tiene éxito en su
actitud de hacerlo inconscientemente, podrá beber hasta el fin de sus días
negando siempre la inminencia de su trágico final, según palabras textuales de
un paciente, "mi desafío era una armadura. Así es, en efecto, un escudo
confiable contra la verdad y todas las presiones que ésta conlleva.
En segundo lugar, el desafío se disfraza como una fuente de fortaleza interior y
de confianza personal, fuente que parece muy real y confiable, puesto que dice
en esencia: ''Nada puede sucederme porque yo lo desafío. Para la gente que
afronta la realidad con esta base, la vida es una permanente batalla, cuyos
despojos son para el más fuerte. Es mucho lo que puede decirse a favor del
desafío como método para afrontar la vida. Es el recurso principal del tipo de
reajuste que se hace con la frente alta y sin temor, además de que, como
medida temporal, ayuda a pasar muchos trances difíciles.
La grandiosidad, segunda cualidad anotada por Sillman, se infiltra en gran
cantidad a través de las reacciones del alcohólico. Se diferencia del desafío,
que parece estructurarse casi exclusivamente en los alcohólicos, en que
proviene del ego infantil persistente. Este, como otros estados neuróticos, se
nutre característicamente de sentimientos de omnipotencia exige la satisfacción
directa de todos los deseos y se predispone a interpretar como evidencia de
rechazo y de falta de amor cualquier frustración que acontezca.
El efecto de este ego infantil persistente en el alcohólico, no difiere mucho del
mismo efecto en cualquier otro tipo de neurótico. En el alcohólico, tal vez, la
arrogancia y el sentimiento de superioridad que le son típicos, se mantiene más
cerca de la superficie por la asociación con el desafío, que alimenta el ego
infantil con sus repetidas victorias. Pero con todo, no existe ninguna diferencia
entre la grandiosidad de un alcohólico y la de un neurótico corriente, cuyo ego
infantil sobrevive hasta llegar a convertirse en un factor de importancia en la
vida adulta. Es parte del egocentrismo típico de su grupo, y su presencia puede
ser confirmada con un estudio cuidadoso de tales neuróticos.
Estamos ya en condiciones de considerar la manera en que estas dos
cualidades operan en el alcohólico. Por un lado, el desafío dice: "No es verdad
que yo no sea capaz de manejar la bebida". Por otro lado, los hechos hablan
claramente y cada vez con mayor insistencia lo contrario. Por un lado, la
grandiosidad pretende que no exista nada que no pueda encontrar y gobernar.
Por el otro los hechos demuestran en, forma irrefutable lo contrario. Es obvio el
dilema del alcohólico. Su mente inconsciente rechaza, por medio de su
capacidad de desafío y grandiosidad, lo que percibe su mente consciente; por
lo tanto el individuo está atemorizado por su manera de beber y al mismo
tiempo, queda bloqueado para hacer algo al respecto, pues hay una actividad
inconsciente que puede ignorar, y lo hace, a la mente consciente, para
imponérsele.
Veamos ahora cómo se manifiesta en el cuadro clínico este choque entre las
reacciones conscientes e inconscientes. Un estímulo proveniente de la
realidad, tal como el reconocimiento del empeoramiento de la forma de beber,
se incrusta en la mente consciente y se registra como preocupación, tensión,
miedo y temor. En este estado, el paciente se llena de deseos de liberarse, y
se aferra ansiosamente a cualquier clase de ayuda. Se encuentra en un estado
de crisis que lo hace sufrir.
Al mismo tiempo, sin embargo, el estímulo de la realidad está golpeando las
capas inconscientes de la mente y revolviendo las reacciones de desafío y
grandiosidad. Puesto que, de manera característica, toma algún tiempo antes
de que las respuestas inconscientes logren movilizarse lo suficiente como para
influir en el intelecto consciente, siempre hay un periodo apreciable antes de
que se evidencien en la mente consciente las actividades que se están
desarrollando en el inconsciente.
Luego, poco a poco se van presentando estas actitudes. Los pacientes
expresan una menor preocupación por su manera de beber creen que se han
precipitado a buscar ayuda, suponen que no son tan malos, que el interés de
otras personas por su situación no es más que una intromisión gratuita en sus
derechos, hasta que finalmente, se desvanece el recuerdo del agudo período
de ansiedad ante la presencia del desafío y la grandiosidad, y se pierde así la
afectividad del estimulo para crear el sufrimiento y el deseo de cambio. Este
ciclo se repetirá indefinidamente mientras el desafío y la grandiosidad
continúen funcionando con un vigor tal que no se pueda igualar.
Llegamos ahora a la segunda pregunta: "¿Cuáles fueron las circunstancias que
hicieron al paciente renunciar a su actitud y firmar la tarjeta?". Permítanme
revisarlas nuevamente. Él había estado bebiendo durante varios años, y sabía
que su manera de beber, a los ojos de todos sus conocidos estaba
empeorando gradualmente. Sin embargo, sabía que su condición había llegado
Al punto en que su esposa y sus asociados comerciales iban a abandonarlo,
retirándole así el apoyo y la protección.
Estaba asustado ante la perspectiva de tener que manejar por sí mismo su
situación, de manera que buscó mi ayuda y mi protección para que lo
desintoxicara, y ponerse así en forma de reasumir su papel exitoso de desafío
y grandiosidad.
Esta vez, empero, me rehusé a actuar como siempre lo había hecho. Yo me
había mostrado condescendiente y dispuesto a darle gusto. Pero cuando le
pedí que firmara la tarjeta, sabía que sus demás circunstancias habían
cambiado, y que en ese momento yo representaba su única solución. Entonces
le dije, en esencia, que ya él no estaba gobernando su caso, ni a mí, ni a nadie
más.
Removí de sus pies el último apoyo que le quedaba. Ya no le quedaba manera
de sacar a relucir su desafío ni su grandiosidad, ni siquiera contra mí, que
representaba para él la última esperanza, ya que me había convertido en el
recurso extremo para sus dificultades. De suerte que libro una pequeña lucha
interior y se dispuso a firmar la tarjeta. Había ocurrido el acto de rendición.
En resumen, el acto de rendición o sea la firma de tarjeta sucedió primero,
cuando se le retiró todo apoyo; segundo, cuando no podía desafiar
airadamente a quienes le habían retirado su apoyo, porque se había dado
cuenta de que esas personas lo habían soportado pacientemente durante
mucho tiempo; tercero, cuando se vio en la desesperada necesidad de buscar
ayuda y no le quedaron ideas grandiosas acerca de poder beber corno
cualquier otra persona. Ya no tenía el desafío y la grandiosidad corno armas
para luchar. Estaba aporreado, lo sabía y lo sentía.
Viene ahora la tercera pregunta: "¿A qué se debe la fase positiva que tiene
lugar en seguida?". En este punto no podemos más que especular. La fase
positiva se presenta, pero no sabemos por qué. La rendición significa
abandono de la lucha, y a dicho abandono parece seguir, lógicamente, un
estado de paz y quietud. Este punto parece razonablemente obvio. Pero no lo
es tanto la causa de que todo el sentimiento se transforme de negativo a
positivo con todos los cambios concomitantes. De todas maneras, y a pesar de
mi incapacidad para explicar el fenómeno, no cabe duda de que tal cambio
sucede y que puede ser iniciado con un acto de rendición.
Debe tenerse en cuenta un hecho, y es la necesidad de distinguir entre la
rendición, o derrota absoluta, y la sumisión o derrota parcial. En la sumisión, el
individuo acepta la realidad en forma consciente pero no en la inconsciente.
Acepta como un hecho práctico que en ese momento no puede combatir la
realidad; pero en su inconsciente continúa girando la idea "tal vez algún día...,
idea que implica la no aceptación total, ya que la lucha sigue efectuándose.
Con la sumisión, que en el mejor de los casos es una rendición superficial,
continúa la tensión.
Por otro lado, cuándo funciona la habilidad para aceptar la realidad al nivel del
inconsciente, no queda residuo de batalla y sobreviene el descanso, con la
liberación del esfuerzo y del conflicto. De hecho, es perfectamente posible
garantizar o medir el grado de aceptación de la realidad a nivel inconsciente,
por la reacción de descanso y la paz que se presenten. A mayor descanso,
mayor es la aceptación interior de la realidad.
Podemos ahora ser más precisos en nuestra definición de un acto de rendición.
Es considerado como el momento en que las fuerzas inconscientes de desafío
y grandiosidad dejan de actuar en forma real y efectiva. Cuando esto sucede, el
individuo abre su mente a la realidad, escucha y aprende sin conflictos ni
reacción. Se vuelve receptivo, no antagónico a la vida. Experimenta una
sensación de relación con sus semejantes y de unidad consigo mismo. Esta
sensación se convierte en la fuente de paz y serenidad interior, cuya posesión
libera al individuo de la compulsión por el alcohol. En otras palabras, un acto de
rendición es una ocasión en la cual el individuo no sigue luchando contra la
vida, sino que la acepta tal como es.
Habiendo definido un acto de rendición como el momento de la aceptación de
la realidad al nivel inconsciente, nos es posible definir el estado emocional de
rendición como un estado continuado de capacidad de aceptación de la
realidad. En esta definición, debe concebirse la capacidad para aceptar la
realidad, no en un sentido pasivo, sino en sentido activo de una realidad en la
cual el individuo puede vivir y actuar como persona, reconociendo sus propias
responsabilidades y sintiéndose en libertad para hacer que dicha realidad sea
más "vivible" para sí mismo y para los demás. No hay sentido de "obligación'"
tampoco de fatalismo. Con una verdadera rendición inconsciente, la aceptación
de la realidad significa que el individuo puede trabajar en ella y con ella. El
estado de rendición es realmente positivo y creativo.
En resumen, mis observaciones me han llevado a concluir que a un acto de
rendición sigue invariablemente un estado de rendición, el cual es realmente el
estado positivo del cuadro de la conversión. Puesto que los dos están siempre
asociados, creo que representan un solo fenómeno, al cual he denominado
"reacción de rendición".
Habiendo por fin aclarado lo mejor posible el uso del término "rendición" trataré
de relacionarlo con el proceso terapéutico. Si bien es reconocimiento de la
fuerza dinámica del evento que ha ayudado a iluminar muchos aspectos, ha
sido particularmente útil en la comprensión de las fluctuaciones del estado de
ánimo de los pacientes en ciertos aspectos de la terapia.
El problema de otro paciente tomó significado para mí cuando logré entender
que él experimentó un acto de rendición cuando asistió a su primera reunión de
AA. Un hombre de unos 35 años, narra su historia en estos términos: "Estaba
abatido. Había ensayado todo, y nada me había servido. Mi esposa estaba
empacando para abandonarme. Mi trabajo iba a explotar delante de mis ojos.
Estaba desesperado cuando fui por primera vez a una reunión de AA. Cuando
entré allí, algo me sucedió. No sé todavía (un año después), lo que pasó, pero
al mirar lentamente a los hombres y mujeres que había en ese salón, me di
cuenta de que ellos tenían algo que yo necesitaba, y me dije: Voy a escuchar
lo que ellos tengan que decirme. Desde ese momento las cosas han sido
diferentes para mí. Asisto a las reuniones, trabajo en la transmisión del
mensaje a otros alcohólicos, aprendo todo lo que pueda acerca de esta
enfermedad. Yo sé que soy alcohólico, y nunca permito que ese hecho se me
escape.
Si revisamos atentamente esta historia, notaremos esta afirmación: "voy a
escuchar lo que ellos tengan que decirme". En ese comentario íntimo, el
paciente inició el acto de rendición. No había ningún interés distinto en su
buena voluntad, que el deseo de buscar ayuda. No había en ese momento ni
desafío ni grandiosidad que le impidieran escuchar. Estaba aceptando, sin
reservas ni conflictos interiores, la realidad de su condición y la necesidad de
ayuda.
Y en forma muy significativa, en este punto continúa: "Desde ese momento, las
cosas han sido diferentes. Los eventos subsiguientes, explican claramente que
este hombre experimentó el cambio típico que yo he llamado conversión y que
desde ese mismo momento, las cosas realmente han sido distintas. Su esposa,
al comentar tal cambio, decía: "Es lo más maravilloso que yo he podido
imaginar. El único problema es que todavía no acierto a darlo por hecho, ya
que no tiene todavía un sentido claro para mí".
Con todo, el paciente me pidió consulta porque, según él, no le gustaba la
forma en que estaba actuando. Con ello quería decir que estaba muy
malhumorado en la casa, irritable en los negocios, etc. Y sabía que, según las
enseñanzas de AA, estos eran malos síntomas. Cuando le pregunte por qué
había dejado de beber, replicó que había resuelto no beber más, aunque tuvo
que admitir que AA le había ayudado en su propósito.
Un poco sorprendido y dudoso por esta afirmación, empecé a hacerle nuevas
preguntas para ir poco a poco averiguando la verdad, por la cual me enteré de
que aquel hombre había tenido una típica experiencia de rendición positiva.
Pero dicho cambio no duró mucho, y después de algunos meses en los cuales
el paciente vivió en estado de rendición, fue volviendo gradualmente a adquirir
sus actitudes y sentimientos habituales. En otras palabras, la relación de
rendición no se fijó en la personalidad, y por lo tanto el paciente permitió que se
volviera a presentar su antiguo estado mental.
La suerte que corre la reacción de rendición es por sí misma un estudio
interesante. En algunas personas, la experiencia de rendición, es el inicio del
desarrollo y la genuina madurez. En otras, que sólo tienen una fase de
rendición, nunca pierde la necesidad de asistir a las reuniones y de seguir el
programa asiduamente confiando aparentemente en todo aquello que les
recuerda su experiencia. Para poder suplir en su existencia diaria el ímpetu
necesario de su sensación de rendición por lo menos en lo concerniente al
alcohol. En unas pocas personas parece ocurrir el fenómeno que podríamos
llamar "rendición selectiva" esto es, que después de que han pasado los
efectos de la experiencia de rendición inicia, el individuo vuelve a ser muy
parecido aI que era antes excepto que ya no bebe y no siente la necesidad de
beber. Se ha rendido al alcohol como alcohólico, pero no se ha rendido ante la
vida como persona.
Ocurren indudablemente muchas clases de fases posteriores al acto de
rendición; pero si las estudiamos todas o algunas de ellas, observaremos el
mismo hecho básico presente en todas: que la experiencia de rendición es
seguida por una etapa de pensamiento y sentimiento positivos, que atraviesa
una serie de vicisitudes antes de establecerse en una forma u otra en el
inconsciente. o perderse completamente y convertirse en un recuerdo vago o
en un espejismo.
El acto de la rendición es temporal. Lentamente se ve suplantado por una
gavilla de resistencia o sentimientos negativos; se requieren por lo tanto
nuevos cambios en la estructura inconsciente para que el acto de rendición se
convierta en un estado permanente, en el cual no se presentan el desafío y la
grandiosidad, y en cambio aparezcan la serenidad y la capacidad para actuar
como ser humano.
Para recapitular, mis estudios sobre la experiencia de la conversión me
conducen a las siguientes observaciones:
1. Que el acto de rendición inicia el cambio de negativo a positivo.
2. Que el acto de rendición tiene lugar cuando la actitud de desafío y la
grandiosidad que tiene el inconsciente, se rinden totalmente por acción de
las circunstancias o de la realidad.
3. Que el acto de rendición y el cambio que le sigue son inseparables, de
donde se puede, razonablemente, deducir que si no hay cambio, es porque
no ha existido la rendición.
4. Que la fase positiva es realmente un estado de rendición que sigue al acto
de rendición.
5. Que en algunos casos, el llamado mejoramiento o "sentirse mejor' es
realmente un estado de rendición inducido por un acto de rendición.
6. Que el estado de rendición, si se mantiene, proporciona un vigor emocional
en todos los pensamientos y sentimientos en forma tal que permite asegurar el
reajuste saludable de la persona.

Harry M. Tiebout. MD.

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