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Atención psicosocial y aprendizaje temprano.

Una nueva dirección – Unicef


En los primeros años de la infancia, especialmente durante los tres primeros, los bebés y
los niños de corta edad aprenden y se desarrollan más rápidamente que en ningún otro
momento, particularmente si reciben amor, afecto, atención, aliento y estímulos
mentales, así como también comidas nutritivas y un buen cuidado de la salud. El cerebro
del niño es extraordinariamente receptivo, y durante períodos claves del desarrollo,
algunas partes del cerebro infantil pueden duplicarse en tamaño en el curso de un año.
Pero si el cerebro no recibe el estímulo apropiado, varios aspectos del potencial del niño
para el aprendizaje pueden quedar debilitados.

El desarrollo psicosocial y cognitivo son fundamentales para el desarrollo humano, que


ofrece a los niños y las niñas la posibilidad de aprender a manejar niveles de
pensamiento, emociones y sociabilidad cada vez más complejos. Este desarrollo implica
avanzar de lo simple a lo complejo, de una conducta dependiente a una autónoma que
permite al niño y a la niña funcionar en un ambiente particular, adaptarse a nuevos
ambientes, y transformar los ambientes en los cuales viven. Un niño que se ha
desarrollado de una manera más completa tiene más posibilidades de sobrevivir y
prosperar, de participar activamente en los avatares de la vida y de sentirse capaz de
cambiar el mundo.

El método más importante para que los niños y las niñas se desarrollen y aprendan
consiste en el contacto con sus semejantes. Cuanto más los padres y cuidadores hablen y
respondan al niño y a la niña, más rápidamente aprenderán. Los padres y los cuidadores
deben hablar, leer o cantar a los lactantes y a los niños de corta edad. Incluso si los niños
no son todavía capaces de entender esas palabras, estas “conversaciones” precoces
desarrollan sus capacidades verbales y de aprendizaje.

Los niños y las niñas comparten las mismas necesidades físicas, mentales, emocionales y
sociales. Ambos tienen la misma capacidad para el aprendizaje. Y ambos tienen la misma
necesidad de afecto, atención y aprobación.

El juego es clave para el aprendizaje y el desarrollo. El juego da a los niños y niñas


conocimientos y experiencias y les ayuda a desarrollar la curiosidad y la confianza en sí
mismos. Los más pequeños aprenden manejando cosas, comparando los resultados,
haciendo preguntas y enfrentando desafíos. El juego desarrolla la capacidad verbal, de
pensamiento, de planeamiento y de organización, y el poder de tomar decisiones. El
estímulo y el juego son especialmente importantes si el niño o la niña tienen alguna
discapacidad.
Las niñas y los niños necesitan tener las mismas oportunidades para jugar e interactuar
con todos los miembros de la familia, incluido el padre.

Los familiares y los cuidadores pueden ayudar a aprender al niño y a la niña,


presentándoles tareas simples con instrucciones claras, proporcionándoles objetos para
jugar y sugiriendo nuevas actividades, pero sin dominar el juego del niño. Por ejemplo,
vigilando al niño y a la niña de cerca, y siguiendo sus ideas.

Los cuidadores tienen que ser pacientes cuando un niño o una niña de muy corta edad
insiste en querer hacer algo sin ayuda. Los niños aprenden probando hasta que tienen
éxito. Siempre que los niños estén protegidos del peligro, luchar para hacer algo nuevo y
difícil es un avance para su desarrollo.

Los niños necesitan jugar con materiales simples que sean adecuados para su etapa de
desarrollo. El agua, la arena, las cajas de cartón, los bloques de madera, y cacharros y
tapas son tan buenos como los juguetes que se compran en las tiendas. Las niñas y los
niños cambian y desarrollan nuevas habilidades de manera constante. Sus cuidadores
deben advertir estos cambios y dejarse llevar por el niño y la niña para ayudarlos a
desarrollarse más rápidamente.

Los padres, las madres y los cuidadores necesitan estar al corriente de las etapas clave
que muestran que el niño y la niña se están desarrollando normalmente. También
necesitan saber cuándo deben buscar ayuda y cómo pueden ofrecer un ambiente
humanitario y cariñoso a un niño o niña discapacitados física o mentalmente.

El juego es algo serio: jugar para crecer


feliz y saludable
http://www.crianzanatural.com/art/art62.html

La importancia del juego para el desarrollo saludable y el aprendizaje de los niños está
sobradamente documentada y queda fuera de todo cuestionamiento. Décadas de
estudios han mostrado que el juego es fundamental para el desarrollo físico, intelectual y
socio-emocional a todas las edades. Sobre todo, la forma más pura de juego: el juego no
estructurado, automotivado, imaginativo, independiente, cuando los niños inician sus
propios juegos e incluso inventan sus propias normas para el juego.

A través del juego, los más pequeños aprenden a reconocer colores y formas, sabores y
sonidos. Un poco más adelante, los niños usan el juego para aprender a respetarse
mutuamente y descubren el valor de la amistad, el compañerismo, la colaboración. Para
los adolescentes, el juego puede ser una forma de explorar identidades posibles, además
de una forma de desfogarse y de mantenerse en forma.

No obstante, a pesar de su inmenso valor, el juego ha ido desapareciendo de muchas


escuelas e incluso de nuestros hogares, y especialmente el juego libre, espontáneo y no
estructurado. Conocidos programas televisivos orientados a padres y madres afirman que
hay que “enseñar a jugar” a los niños según unas condiciones determinadas: en un lugar
determinado, un solo juguete cada vez, dejándolo todo perfectamente recogido… Uno
puede preguntarse qué niño puede experimentar placer y diversión o dejar florecer su
creatividad bajo condiciones tan limitadas.

El Dr. David Elkind, experto en psicología del desarrollo y autor de The Power of Play: How
Spontaneous, Imaginative Activities Lead to Happier and Healthier Children (2007), estima
que en los últimos veinte años los niños de las sociedades postindustriales han perdido
unas 12 horas de juego a la semana, y de ellas, 8 horas de juego libre. “La eliminación de
los juegos es tan perjudicial para el desarrollo saludable de los niños, si no más, que la
prisa por que crezcan demasiado deprisa demasiado pronto”, escribe Elkind. Puede que la
limitación del juego no se produzca de forma premeditada, sino que tal vez nuestras
prácticas cotidianas, en casa y en la escuela, tengan como resultado una disminución del
juego libre, espontáneo y no dirigido. Sin duda, tendríamos que tomarnos el juego muy en
serio, y pensar en qué medida podemos propiciar o interferir en que nuestros hijos
puedan jugar en libertad. (1)

Jugar para gozar de una vida plena y saludable

En la primera infancia, el juego ayuda a los niños a desarrollar habilidades que no podrían
adquirir de otro modo. El balbuceo, por ejemplo, es una forma de juego en que los bebés
reproducen los sonidos del idioma de sus padres. Del mismo modo, los niños aprenden
solos a gatear, ponerse de pie y caminar, y otras muchas destrezas, mediante la práctica
repetitiva del juego.

Luego, los niños emprenden juegos de rol y aprenden a regular sus relaciones con los
demás. También aprenden a negociar y solucionar sus propios conflictos. Mientras
juegan, los niños inventan historias, resuelven problemas y negocian aplicando diferentes
estrategias. Saben lo que quieren y trabajan con ahínco para conseguir llevarlo a cabo.
Como les mueve una motivación interior, aprenden la poderosa lección de que son
capaces de perseverar en sus propias ideas hasta llegar a alcanzar un buen resultado.

Un informe de 2007 de la Academia Americana de Pediatría documenta que el juego


promueve el desarrollo del comportamiento y también el crecimiento cerebral.(2) Algunos
tipos de juego en particular tienen especial importancia. Así, por ejemplo, la psicóloga
israelí Sara Smilansky realizó una serie de estudios clásicos sobre el juego sociodramático,
donde dos o más niños participan en fantasías compartidas, y demostró el valor de este
juego para el aprendizaje académico, social y emocional. “El juego sociodramático activa
recursos que estimulan el crecimiento social e intelectual del niño, lo que afecta a su vez
al éxito del niño en la escuela”, concluye Smilansky en un estudio de 1990. “Por ejemplo, la
resolución de problemas en la mayoría de materias escolares requiere un alto grado de
imaginación o fantasía, visualizar cómo viven los esquimales, leer historias, imaginar una
historia y escribirla, resolver problemas matemáticos, y determinar qué vendrá después”.
Los niños que participan en formas complejas de juego sociodramático tienen mejores
habilidades lingüísticas que los que no lo hacen, mejores habilidades sociales, más
imaginación y más de esa capacidad sutil que consiste en comprender lo que otros
quieren decir. Son menos agresivos y muestran mayor autocontrol y mayores niveles de
pensamiento.(3)

Otras investigaciones ilustran la importancia del juego físico para el aprendizaje y el


desarrollo de los niños. Algunos de estos estudios han destacado la importancia de los
recreos. Así, el psicólogo Anthony Pellegrini y sus colegas han comprobado que los niños
de primaria están menos atentos en clase cuando se retrasa el recreo o las pausas son
insuficientes.(4) Estudios en escuelas de primaria en Francia y Canadá, durante un período
de cuatro años, observaron que la actividad física regular tenía efectos positivos en los
resultados académicos. Dedicar un tercio del tiempo del colegio a la educación física, el
arte y la música mejoraba no solo la forma física, sino las actitudes hacia el aprendizaje.
Cientos de estudios sobre el efecto del ejercicio en la función cognitiva confirman el viejo
precepto mens sana in corpore sano: la actividad física promueve el aprendizaje.

A pesar de la evidencia acumulada, en los últimos años se puede ver cómo muchos
padres y centros educativos aceptan la idea de que cuanto antes se inicie la formación
académica, mayor será el rendimiento escolar en el futuro y el éxito en la vida. Esta idea
lleva a algunas escuelas a aplicar una metodología de corte académico ya en la etapa de 3
a 6 años: introducen precozmente la lectura, la escritura y el cálculo, y reducen o limitan el
juego. Tal creencia a veces se ve reforzada en los hogares, donde después de la jornada
escolar, padres y madres sientan a sus hijos de corta edad a completar fichas a modo de
“deberes”, en lugar de permitirles que se liberen de las tensiones acumuladas mediante el
juego libre y espontáneo.

En Estados Unidos, la psicóloga Kathy Hirsh-Paasek ha estudiado de forma exhaustiva las


habilidades de niños que van a escuelas infantiles de orientación académica y los que van
a escuelas infantiles orientadas al juego, y explica que los niños que asisten a las de corte
académico no adquieren más habilidades matemáticas o de lectura, y en cambio sí
muestran mayores niveles de ansiedad, son menos creativos y tienen actitudes más
negativas hacia la escuela que los niños que van a escuelas infantiles orientadas al juego.
(5)

Los estudios a largo plazo plantean dudas muy sólidas sobre la idea común de que cuanto
antes se empiece la formación académica, mejores serán los resultados. En Alemania, por
ejemplo, muchas de las escuelas infantiles pasaron a centrarse en lo cognitivo a raíz de
una reforma educativa en la década de 1970. Cuando se compararon los resultados de 50
clases basadas en el juego frente a 50 clases basadas en el aprendizaje temprano de las
disciplinas académicas, se pudo comprobar que, a los 10 años, los niños que habían
asistido a clases orientadas al juego obtenían mejores resultados en lectura y
matemáticas, y eran más equilibrados social y emocionalmente. También mostraban
mayor creatividad, inteligencia y expresión oral. Como resultado de este estudio, los
jardines de infancia alemanes volvieron a orientarse al juego.

Recuperar el juego

El juego está motivado por el placer. Es una parte instintiva del proceso de maduración
del niño. No podemos evitar que un niño sano practique el juego libre: lo iniciará a la
menor oportunidad. El problema es que hemos recortado el tiempo y las oportunidades
de que pueda hacerlo. Por supuesto, no podemos volver la espalda al cambio tecnológico,
ni dar la vuelta a los cambios, sociales y económicos que han contribuido a reducir el
juego infantil, pero seguramente sí que podemos buscar un cierto equilibrio y tratar de
recuperar oportunidades para el juego en la vida del niño.

David Elkind (1) apunta diferentes ideas para proporcionar al niño oportunidades de
juego:

Organiza encuentros con niños de su edad y facilita que decidan el tipo de juegos en los
que quieren participar. A los niños de la misma edad les gusta jugar juntos. Suelen tener
el mismo nivel de destrezas y crean una relación de autoridad mutua. Es importante para
los niños participar en juegos con sus compañeros para poder establecer relaciones que
crecerán a medida que ellos crezcan.

Evita que tenga demasiados juguetes con demasiada frecuencia. Jugar con juguetes nutre
la disposición del niño para usar la imaginación y la fantasía. Pero, en lo que se refiere a
los juguetes, menos es más. A menudo los niños se sienten abrumados por la multitud de
juguetes que tienen a su alcance y acaban pasando de un objeto a otro sin disfrutar de
ninguno en particular. En cambio, disponer de menos objetos puede ser un estímulo para
usarlos de forma creativa e imaginativa. Asegúrate de que los juguetes que compras
pueden proporcionar inspiración imaginativa, no solo diversión o distracción pasajera.

Cuidado con organizar demasiadas actividades. Muchos padres esán tan preocupados
por “preparar” a sus hijos para el futuro, que consideran el juego como un lujo o una
pérdida de tiempo. Asegúrate de que tus hijos disponen todos los días de tiempo libre y
sin programar. Permite que el niño elija la actividad que quiera para ocupar ese tiempo y
proporciónale materiales, como ropa de segunda mano, tus propios zapatos, bolsos, u
otros objetos cotidianos que fomentan la expresión creativa y los juegos imaginativos.

Explora la naturaleza. Sal con tus hijos al parque o a dar un buen paseo en plena
naturaleza. Anímalos a hacer preguntas sobre lo que ven y a jugar con lo que encuentran.
Trepar a un árbol, revolcarse por la hierba, jugar con plantas y tierra y observar los
insectos son maneras sencillas y divertidas de entrar en contacto pleno con la naturaleza.
Esa relación con la naturaleza, además del disfrute, puede brindar oportunidades para
aprender conceptos como las similitudes y las diferencias, o la constancia las cosas más
allá del cambio. Estos conceptos son una preparación importante para construir los
elementos básicos de las matemáticas, la lectura y las ciencias.

Implícate en la escuela. Otra forma de devolver el juego a la vida de los niños es garantizar
que en la escuela tienen descansos de un mínimo de media hora, en que puedan gozar
del juego libre no dirigido. También debemos revisar el problema general de una
educación orientada a los exámenes en la escuela actual. Cuando los maestros se ven
obligados a enseñar para los exámenes, son menos innovadores en sus métodos
educativos y dejan menos espacio para los juegos y la imaginación. Unos métodos
educativos más creativos, centrados en los intereses de los niños y su predisposición al
juego, les harán disfrutar con sus maestros, y ello a la vez reforzará su interés por las
materias.

(Propuestas adaptadas del libro de David Elkind The Power of Play: How Spontaneous,
Imaginative Activities Lead to Happier and Healthier Children).

Referencias

(1) David Elkind, The Power of Play: How Spontaneous, Imaginative Activities Lead to
Happier, Healthier Children. Cambridge, MA: Da Capo Press, 2007.
Link: http://www.amazon.com/Power-Play-Spontaneous-Imaginative-
Activities/dp/0738210536.

(2) Kenneth R. Ginsburg, Committee on Communications and the Committee on


Psychosocial Aspects of Child and Family Health, American Academy of Pediatrics, “The
Importance of Play in Promoting Healthy Child Development and Maintaining Strong
Parent-Child Bonds”. Pediatrics, Vol. 119 No. 1 January 2007, pp. 182-191.
Link: http://aappolicy.aappublications.org/cgi/reprint/pediatrics;119/1/182.pdf.

(3) Smilansky, Sara. “Sociodramatic play: Its relevance to behavior and achievement in
school.” In E. Klugman & S. Smilansky (Eds.), Children’s Play and Learning. New York:
Teacher’s College. 1990.

(4) Anthony Pellegrini, Recess: Its Role in Education and Developpement. Mawhaw:
Lawrence Erlbaum, 2005. Link: http://books.google.com.

(5) Kathy Hirsh-Pasek, Roberta Michnick Golinkoff, Laura E. Berk, Dorothy G. Singer. A
Mandate for Playful Learning in Preschool: Presenting the Evidence. Oxford University
Press, 2009. Link: http://www.mandateforplayfullearning.com.

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