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Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos
morada con él.
Por tanto, la amistad se fortalece e incrementa con nuestra obediencia.
Aquellos que obedezcan los mandamientos de Dios y vivan para hacer Su voluntad, serán los amigos de Dios a quienes el
Señor Jesús les hablará lo que Él escuchó del Padre.
La importancia de conocer a Dios.
Dios quiere ser conocido y entendido. La Palabra de Dios nos dice:
Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus
riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago
misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová.
Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.
Es la voluntad de Dios que conozcamos Su carácter y propósito. Dios desea revelar sus obras y sus caminos. La Palabra
de Dios nos dice:
Sus caminos notificó a Moisés, Y a los hijos de Israel sus obras.
Consideremos ahora lo que algunos siervos de Dios nos hablan respecto a conocer a Dios: Daniel nos dice: el pueblo que
conoce a su Dios se esforzará y actuará.
David nos dice: En ti confiarán los que conocen tu nombre.
Pablo nos dice: Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo
Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo. A fin de conocerle, y el
poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte.
Dios no sólo quiere que creamos en Él, Él quiere que le conozcamos y conozcamos sus caminos y vivamos para cumplir el
propósito por el cual nos creó. La meta no es creer en Él, sino ser como Él. Su propósito será cumplido en nosotros, en la
medida que Dios se revele a Si mismo y seamos conformados a Su imagen y semejanza.
El Lugar Secreto.
Todos debemos tener un lugar secreto donde encontrarnos con Dios para pasar un tiempo a solas con Él. Este lugar
puede ser la oficina, un cuarto en particular, una silla, un sillón o cualquier otro lugar donde sea posible estar a solas
para disfrutar de Su compañía.
Para algunos su lugar secreto puede ser orar mientras caminan, otros platican con el Señor mientras se toman una taza
de café, otros pueden estudiar la Palabra de Dios reverentemente y en silencio apartados de los demás.
Lo importante es tener un tiempo a solas con Dios para orar, alabarle, adorarle, estudiar Su palabra, y seguir la dirección
del Espíritu Santo para desarrollar nuestra relación con nuestro Dios.
Este lugar secreto debe ser un lugar donde nos reunimos a solas con Dios diariamente sin la interrupción de los demás.
Algunos por ello, prefieren los tiempos de madrugada, o a altas horas de la noche cuando ya están todos dormidos. Lo
importante, es buscar ese tiempo a solas con Dios y poder así cada día pasar un maravilloso tiempo con Él.
La Palabra de Dios nos dice:
Escucha, oh Jehová, mis palabras; Considera mi gemir. Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, Porque a ti
oraré. Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; De mañana me presentaré delante de ti, y esperaré.
Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios,
del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?
Dios, Dios mío eres tú; De madrugada te buscaré; Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, En tierra seca y árida
donde no hay aguas, Para ver tu poder y tu gloria, Así como te he mirado en el santuario.
Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros
el fin que esperáis. Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque
me buscaréis de todo vuestro corazón.
Caminando con Dios.
Enoc es el modelo bíblico para aquellos que desean caminar con Dios. La Palabra de Dios nos dice: Caminó, pues, Enoc
con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios.
Enoc es tipo del hijo varón de Apocalipsis 12 que será arrebatado para Dios y el trono antes de la gran tribulación y antes
de la venida de nuestro Señor Jesús.
Estos serán un grupo selecto de creyentes que alcanzarán la madurez espiritual en los tiempos del fin y que durante sus
vidas caminaron con Dios y vivieron para hacer la voluntad del Padre. La Palabra de Dios nos dice:
Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que
tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente. Éstos son los que no se contaminaron con mujeres, pues son
vírgenes. Éstos son los que siguen al Cordero por dondequiera que va. Éstos fueron redimidos de entre los hombres
como primicias para Dios y para el Cordero y en sus bocas no fue hallada mentira, pues son sin mancha delante del trono
de Dios.
Para caminar con Dios hay que estar de acuerdo con Él, por tanto aquellos que por la gracia de Dios llegan a caminar con
Dios llegan a ser conforme a su corazón y su alma, es decir, sienten como Dios siente y piensan como Dios piensa.
El desafío para todo aquel que quiere caminar con Dios es no conformarse a este mundo, sino renovarse por medio de la
renovación del entendimiento, para experimentar cual sea la buena voluntad de Dios agradable y perfecta.
Aquellos que alcanzan el monte de Sion espiritual, son aquellos que en su vida caminaron con el Cordero de Dios
doquiera que Él iba. Ellos, llegaron a estar de acuerdo con el Cordero de Dios en todo y por la gracia del Señor llegaron a
ser santos y sin mancha delante del trono.
Si cambiamos nuestra manera de pensar, para estar de acuerdo con Dios, cambiaremos nuestra manera de vivir y de
esta manera podremos cumplir con el propósito de Dios para nuestras vidas.
Una Vida Devocional.
Llamados una vida de devocional al hábito diario del creyente de vivir con un corazón agradecido que abunda en acción
de gracias, alabando y adorando a nuestro Dios en Espíritu y en verdad, orando sin cesar, sin desmayar,
constantemente, en todo tiempo, con todo tipo de oración y súplica en el Espíritu y en el entendimiento.
Es una vida consagrada al estudio bíblico, buscando crecer en nuestra relación con Dios, meditando de día y noche en su
Palabra, buscando cumplir fielmente con la gran comisión.
La Gratitud.
La gratitud a Dios es la respuesta del corazón a los beneficios que hemos recibido, gracias a su maravillosa gracia y al
sacrificio de nuestro Señor Jesucristo en la cruz por amor a nosotros.
El camino hacia la presencia de Dios inicia con nuestra acción de gracias. La Palabra de Dios nos dice: Entrad por sus
puertas con acción de gracias, Por sus atrios con alabanza; Alabadle, bendecid su nombre.
La gratitud a Dios permite profundizar y avanzar en nuestra relación con Dios. Cuando uno de los diez leprosos fue sano
y se regresó para dar gracias al Señor, el Señor no solo le sanó también le perdonó y le salvó. Por tanto la gratitud nos
lleva cada vez a una experiencia mayor con el Señor.
Damos gracias a Dios en todo porque, toda buena dádiva y don perfecto desciende del padre de las luces, en quien no
hay mudanza ni sombre de variación.
Damos gracias a Dios por todo, porque a los que aman a Dios todas las cosas ayudan a bien conforme al propósito que
han sido llamados.
Podemos dar gracias a Dios porque por la misericordia de Dios no hemos sido consumidos, y nunca decayeron sus
misericordias.
Por su gracia queremos abundar en acciones de gracias, dando gracias en todo y por todo, haciendo acciones de gracias
por todos los hombres reconociendo que todo lo que tenemos y somos es por nuestro Señor Jesús, quien sustenta todas
las cosas con la Palabra de su poder.
La Alabanza y la Adoración.
Hemos sido creados, formados y hechos para la gloria de nuestro Dios.
Hemos sido predestinados para la alabanza de la gloria de su gracia, por tanto queremos ser esos adoradores en espíritu
y en verdad que Dios anda buscando.
Queremos que Dios restaure el tabernáculo de David en nuestras vidas para llegar a ser esos reyes y sacerdotes, según
el orden de Melquisedec que ministran a nuestro Dios detrás del velo, con vidas crucificadas y rendidas completamente
a su Señorío y voluntad.
Queremos ser templos del Dios viviente, en donde su presencia more y seamos saturados con su gloria. Sacerdotes del
nuevo pacto, maestros de justicia que pueden ofrecer sacrificios espirituales santos agradables a Dios por medio de
Jesucristo.
Buscamos presentar nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo agradable a nuestro Dios y que todo nuestro ser bendiga
su santo nombre.
La oración.
La oración no sólo es el medio para comunicarnos con Dios, también es la manera de traer a la tierra la voluntad que se
ha establecido en los cielos. La Palabra de Dios nos dice:
Y ésta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos
que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.
Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios; y cualquiera cosa que pidiéremos la
recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él.
Obedecer los mandamientos de Dios, y hacer su voluntad, caminan de la mano con la vida de oración, porque la oración
eficaz del justo puede mucho.
Debemos aprender a comunicarnos continuamente con nuestro Dios, a alabarle, adorarle en nuestras oraciones, como
también a echar todas nuestras ansiedades sobré Él, porque Él tiene cuidado de nosotros.
En la oración, pedimos por nuestras necesidades personales y también intercedemos y pedimos por las necesidades de
otros. Podemos orar en nuestro entendimiento como también en el espíritu, que es el orar en otras lenguas por medio
del Espíritu Santo.
La Palabra de Dios.
La Palabra de Dios es extremadamente importante en nuestra vida, enumeraremos algunas razones:
Es lámpara a nuestros pies y lumbrera a nuestro camino.
Al meditar de día y noche en su palabra y obedecerla haremos prosperar nuestro camino.
Por medio de ella somos enseñados, redargüidos, corregidos e instruidos de tal manera que seamos perfectos
completamente preparados para toda buena obra.
Dios envía su palabra para sanarnos y librarnos de la ruina.
La fe viene por oír continuamente la palabra que Dios nos habla personalmente.
Por medio de la Palabra de Dios destruimos fortalezas del mal, derribamos todo argumento y altivez que se levanta en
contra del conocimiento de Dios.
La Palabra de Dios es la espada con que podemos atacar a nuestros enemigos espirituales intangibles.
La palabra de Dios que citamos con nuestra boca, es el escudo de fe que puede apagar todos los dardos de fuego del
maligno.
Es la palabra que sale de la boca de Dios la que nos alimenta y nos sustenta.
La palabra de Dios que llegamos a conocer y a obedecer, es la verdad que nos hace libres.
Debemos recordar que Jesucristo fue la Palabra de Dios que se hizo carne, por tanto, al igual que nuestro Señor Jesús la
Palabra de Dios debe hacerse carne en nosotros, para que la gloria de Dios sea manifestada por medio nuestro a las
naciones.
La gran Comisión.
La gran comisión tiene dos partes, la primera, es el evangelismo: predicar el evangelio a toda criatura. La segunda parte,
es el discipulado: ir por todo el mundo y hacer discípulos enseñándoles que guarden todas las cosas que nuestro Señor
Jesús ha mandado.
Por la gran comisión que el Señor nos encargo a todos los creyentes, sabemos que la voluntad de Dios no solo es recibir
su perdón, el desea que aprendamos a obedecer para cumplir sus propósitos en la tierra y llegar a ser su complacencia
como lo fue nuestro Señor Jesús.
Cuando predicamos el evangelio, llevamos al perdido a ser salvo, pero el propósito de Dios es llevar muchos hijos a la
gloria. Por ello después de salvarlos, debemos discipularlos, para que crezcan espiritualmente y puedan alcanzar la gloria
de nuestro Señor Jesucristo, la medida del varón perfecto, la estatura de la plenitud de Cristo.
Israel tres veces al año se presentaba a celebrar fiesta delante de Señor, estas fiestas eran la Pascua, Pentecostés y la
fiesta de los tabernáculos. En estas fiestas nadie podía presentarse con las manos vacías, ellos debían llevar ofrenda al
Señor.
La fiesta de la pascua representa la experiencia de salvación, la fiesta de pentecostés representa el bautismo del Espíritu
Santo con la evidencia inicial de hablar en otras lenguas, y la fiesta de los tabernáculos era la fiesta de la cosecha que
representa alcanzar la madurez espiritual.
Estas fiestas son tipo de tres ofrendas que debemos presentar cada año por medio de la gran comisión. Debemos llevar
a otros a la salvación que sería la pascua, debemos llevar a otros al bautismo del Espíritu Santo que representa
pentecostés y debemos ayudar a otros a alcanzar la madurez espiritual, que representa la fiesta de los tabernáculos.
La gran comisión incluye tanto el evangelismo como el discipulado. Como Pablo, queremos trabajar para presentar
perfecto a todo hombre en Cristo Jesús y aún sufrir dolores de parto, para que Cristo Jesús sea formado en aquellos que
han sido salvos pero que no han crecido espiritualmente.
La importancia de Congregarse fielmente.
Cuando recibimos a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, y por la gracia de Dios experimentamos el nuevo
nacimiento, en el mundo espiritual fuimos trasladados del reino de las tinieblas al reino de Su amado Hijo. Ahora somos
hijos de Dios, somos parte de la familia de Dios, somos parte del cuerpo de Cristo.
La Palabra de Dios nos dice:
Porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. Así que ya no sois
extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios.
Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso. Porque de la manera que en un
cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos,
somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros
cada uno en particular.
Cuando nos congregamos fielmente somos incorporados a esa familia de Dios, somos hechos parte del cuerpo de Cristo,
al igual que otros miembros a quienes vamos a necesitar para poder crecer espiritualmente. La Palabra de Dios nos dice:
En virtud de quien todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento
que da Dios.
Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el
cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia
de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.
La familia de Dios, que la conforman todos aquellos que hacen la voluntad del Padre y obedecen los mandamientos de
Dios, al congregarse fielmente en la iglesia son cuidados por Dios por medio del los dones del ministerio, quienes
perfeccionaran a los santos para la obra del ministerio y edificarán a la iglesia de Jesucristo para que alcancen la unidad
de la fe.
La iglesia local, entre muchas cosas, funcionará como: un hospital, un restaurante, un cuartel general, nuestro hogar, y
una escuela, como a continuación desarrollaremos.
La iglesia como un Hospital.
Nuestro Señor Jesús dijo: Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Por tanto, el
Señor no solo quiere perdonar nuestros pecados, Él quiere también sanarnos y liberarnos de toda atadura y opresión
maligna.
La Palabra de Dios nos dice:
El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a
sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los
oprimidos; A predicar el año agradable del Señor.
Es la voluntad de Dios: perdonarnos, salvarnos, sanar nuestra alma, sanar nuestro cuerpo, liberarnos de toda atadura y
opresión maligna. Por ello la iglesia del Señor trabaja como un Hospital donde llegan los enfermos a ser curados y
liberados, por la unción del Espíritu Santo que puede podrir todo yugo.
Nuestro Señor por medio de los dones del Espíritu Santo y las 7 unciones del Señor, ha ungido a sus siervos para
deshacer las obras del diablo, por ello los creyentes deben ir a la iglesia y congregarse fielmente para ser ministrados por
Dios, a través de sus siervos y ser libres de la amargura, depresión, rencores, angustias, dolencias, maldiciones
ancestrales, brujería, hechicería y todo aquello que pueda afectar nuestro espíritu, alma y cuerpo; los cuales el Señor
Jesús, quiere santificar por completo para ser irreprensibles delante de su presencia.
Nuestro Dios es poderoso para presentarnos santos y sin mancha delante de Él con gran alegría, pero es necesario
congregarse fielmente para que el Señor realice este proceso de limpieza, restauración, santificación y purificación.
La Iglesia como un Restaurante.
La iglesia del Señor es un restaurante en donde Dios prepara meza delante de nuestros angustiadores. Dios quiere
darnos sus deliciosos pastos para que podamos crecer fuertes y sanos para poder conquistar la herencia que Él tiene
para nosotros. De la misma manera que en una familia se reúnen para comer juntos, así los creyentes se unen para
comer la comida que el Señor tiene preparada por medio de sus siervos para poder caminar en unidad y alcanzar la
unidad en el Espíritu como la unidad de la fe.
De acuerdo a la dirección del Espíritu Santo los siervos de Dios por medio de la predicación y enseñanza de la Palabra de
Dios, llevaran el alimento para que el pueblo de Dios sea alimentado equilibradamente, enseñando todo el consejo de
Dios para poder ser perfectos en Cristo Jesús.
Somos pastoreados a través del alimento que el Espíritu Santo nos da por medio de los sermones y discipulados para
que la Palabra de Dios pueda ser utilizada como lámpara que ilumine nuestros pasos, y sea la lumbrera a nuestro
camino.
La iglesia es el cuartel del Ejército del Dios viviente.
La iglesia del Señor Jesucristo está compuesta por soldados de la cruz que están dispuestos a sufrir penalidades por
causa de Jesucristo y por causa del Evangelio de Dios.
Los creyentes deben congregarse fielmente para ser entrenados en el cuartel del Ejército de Dios que es la iglesia. Los
santos serán instruidos y capacitados para deshacer las obras del diablo, como también serán perfeccionados para hacer
la obra del ministerio por medio del cumplimiento de la gran comisión.
Es necesario ser enseñado, redargüido, corregido e instruido, para que el hombre de Dios sea perfecto para toda buena
obra, útil para todos los usos del Señor. Los 5 dones del ministerio: apóstoles, profetas, maestros, evangelistas y
pastores, se vuelven los entrenadores en las manos del Espíritu Santo para entrenar y capacitar al pueblo de Dios para
hacer las obras de Dios.
En el cuartel del Ejercito del Dios viviente que es la iglesia del Señor seremos entrenados para:
Dar buenas nuevas a los pobres.
Sanar a los quebrantados de corazón.
Pregonar libertad a los cautivos.
Dar vista a los ciegos.
Poner en libertad a los oprimidos.
Predicar el año agradable del Señor.
Los santos del Señor como soldados de la cruz deben aprender a caminar en sumisión y obediencia al Espíritu Santo, a la
Palabra de Dios, y a todo tipo de autoridad sea esta espiritual o secular.
Los soldados del ejército de Dios siguen la dirección del Espíritu Santo, de sus pastores y líderes espirituales, porque
están para cumplir las órdenes de nuestro capitán general el Señor Jesucristo, Rey de Reyes, Señor de Señores. Ningún
soldado sigue su estrategia personal, solamente obedece las órdenes de sus superiores. Así los soldados de la cruz han
sido entrenados para obedecer la voz del Espíritu Santo para obedecer a la Palabra de Dios y no se dirigen ni por sus
pensamientos ni sus emociones personales.
El ejército del Dios viviente tiene como meta establecer el reino de Dios en toda la tierra, por medio de la gran comisión
y conquistar las naciones como su herencia en Cristo Jesús. Junto con el Espíritu Santo, luchan para presentar perfecto a
todo hombre en Cristo Jesús, como para levantar reyes y sacerdotes de cada tribu, pueblo, lengua y nación, para que
reinen con Jesucristo en el reino milenial en la tierra, y luego por toda la eternidad.
La iglesia del Señor es nuestra casa, nuestro hogar.
Cuando por la gracia del Señor somos salvos y nacemos de nuevo, se nos da el privilegio de ser hechos hijos de Dios,
llegamos a formar parte de la familia de Dios y nos volvemos conciudadanos con los santos, teniendo nuestra ciudadanía
en los cielos.
Aquellos que hacen la voluntad del Padre y guardan los mandamientos del Señor son nuestra familia, son nuestros
hermanos en la fe, sin embargo; no solo tenemos en la familia de Dios hermanos, también hay padres espirituales, que
Dios ha puesto para enseñarnos a caminar fielmente conforme al éxito que ellos tuvieron en la gracia que les fue
concedida.
Cada iglesia es una familia, es una tribu espiritual que ha recibido a través del los padres espirituales mandamientos que
cumplir y propósitos que realizar en la tierra. Cada familia posee una herencia que conquistar que Dios ha escogido y ha
comisionado a los padres espirituales, que son los fundadores de ese ministerio o iglesia.
Así como Abraham mandó a sus hijos a que guardaran el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio para que Dios
hiciera venir sobre Abraham lo que había prometido, son los hijos espirituales los que llevan a cumplimiento la obra que
se le encomendó al patriarca de esa tribu.
Los hijos espirituales, aprenden a caminar en la fe, obediencia y fidelidad de sus padres espirituales, como también a
continuar con la obra que Dios les encargó. En nuestro caso, la Iglesia Palabra Viva a las Naciones es parte de la
Confraternidad Sion Internacional, que es una confraternidad de iglesias, formada en su mayoría, por muchos hijos
espirituales del Dr. Brian J. Bailey; los cuales están comprometidos a continuar imitando su fe, como también a continuar
y cumplir con la comisión dada por Dios al Dr. Bailey.
En la confraternidad Sion Internacional con su sede en Waverly, NY luchamos con el Espírito Santo para:
Cumplir la gran comisión en todas las naciones.
Presentar perfectos en Cristo Jesús a todo hombre.
Restaurar el Tabernáculo de David.
Levantar Reyes y Sacerdotes que sean maestros de justicia que estén preparados para cumplir con los propósitos de Dios
en los tiempos por venir.
Edificar a la iglesia de Cristo para que llegue a ser la iglesia gloriosa sin mancha ni arruga.
Abrir Institutos Bíblicos Sion en cada país, pueblo, lengua, y nación, conforme a la voluntad de Dios.
Por ello en la iglesia del Señor, nuestra casa y hogar, somos enseñados a caminar en obediencia a la fe y entendimiento
en la Palabra de Dios, que nuestro Dios dio a nuestros padres espirituales y de acuerdo a la luz y revelación recibida, ser
obedientes para cumplir fielmente con todo lo encomendado por nuestro Dios.
La Iglesia de Cristo también es una escuela.
Dios quiere prepararnos para ser reyes y sacerdotes del nuevo pacto, maestros de justicia que puedan enseñar los
caminos de Dios y ayuden a los recién convertidos a crecer espiritualmente hasta alcanzar la gloria de nuestro Señor
Jesucristo.
La iglesia del Señor es una escuela no sólo para formar el carácter de Cristo en sus santos, sino también prepararles para
reinar en vida por medio de la abundancia de gracia y el don de la justicia.
Los reyes, vencen al mundo, al diablo y a la carne, y viven para establecer el reino de Dios por medio de la justicia, la paz
y el gozo. Como sacerdotes del nuevo pacto según el orden de Melquisedec, son mediadores entre Dios y los hombres, y
también mediadores entre los hombres y Dios.
Estos sacerdotes del nuevo pacto trabajan con el Espíritu Santo para restaurar el tabernáculo de David y ministrar al
Señor en el monte de Sion Espiritual.
La iglesia del Señor Jesucristo como escuela nos quiere preparar para:
Cumplir con la gran comisión.
Prepararnos para ser reyes y sacerdotes.
Prepararnos para ser maestros de justicia, padres espirituales que ayuden a otros a crecer y madurar espiritualmente.
Llegar a ser la iglesia gloriosa sin mancha ni arruga.
Andar en el Espíritu y poder por medio de los dones del Espírito Santo y las 7 unciones del Señor, hacer las obras de
Dios.
La iglesia de Jesucristo es una escuela para preparar a los santos para que como discípulos de Jesucristo continuemos
trabajando con el cumplimiento de la gran comisión.
La importancia del Discipulado.
La gran comisión está divida en dos partes, predicar el Evangelio a toda criatura y luego hacer discípulos en todas las
naciones para que obedezcan todas las cosas que el Señor Jesús ha mandado.
El discipulado es el diseño de Dios para aprender a obedecer los mandamientos de Dios. No es convertirse solo en un
estudiante intelectual de la Palabra de Dios, sino un hacedor de ella. El discipulado es para que el creyente, pueda ir
creciendo de fe en fe, de justicia en justicia, hasta alcanzar el propósito de Dios y formar a Cristo en su vida, teniendo
como meta acabar la carrera y cumplir con el ministerio que el Señor Jesús le ha confiado.
El Señor Jesús es el autor y consumador de la fe, Él nos da la fe para ser salvos, pero luego, Él quiere añadir a esa fe,
virtud, a la virtud, conocimiento, al conocimiento dominio propio, al dominio propio paciencia, a la paciencia piedad, a la
piedad afecto fraternal y al afecto fraternal amor. Él quiere que alcancemos la madurez y por ello quiere que crezcamos
en nuestra fe, para transformar nuestro carácter hasta alcanzar Su imagen y semejanza. El discipulado es una
herramienta en todo este proceso de renovación de mente.
Como discípulos del Señor debemos ser instruidos y capacitados para:
Crecer espiritualmente para ser parte de la congregación del los primogénitos que alcanzan el monte de Sion Espiritual.
Llegar a ser reyes y sacerdotes del nuevo pacto que reinan en vida por medio de la abundancia de gracia y el don de la
justicia.
Ser maestros de justicia para enseñar sus caminos, y
Llegar a ser parte de la iglesia gloriosa sin mancha ni arruga que irá a las bodas del Cordero.
El discipulado puede ser personal o colectivo. También pueden ser de gran ayuda libros, ministerios, institutos bíblicos,
universidades, los cuales han sido ungidos por Dios para capacitar y edificar al cuerpo de Cristo; para que los santos
puedan realizar la obra del ministerio, liderados por los 5 dones del ministerio.
Crecimiento Espiritual.
La Palabra de Dios nos muestra tres niveles en la madurez espiritual de un creyente, y estos son: hijitos, jóvenes y
padres. Las características de cada uno de ellos son:
Los hijitos han recibido el perdón de sus pecados.
Los jóvenes son fuertes, la palabra de Dios permanece en ellos y han vencido al maligno.
Los padres tienen un conocimiento más profundo de Dios, ya que conocen a aquel que es desde el principio.
Para llegar a la madurez espiritual es necesario crecer y evidenciar las diferentes experiencias divinas que son:
El nuevo nacimiento.
El bautismo en Agua.
El bautismo en el Espíritu Santo y fuego.
Aprobar las 10 pruebas que Israel falló en el desierto.
La Experiencia de Crucifixión.
La circuncisión del corazón y de nuestros sentidos.
El nacimiento en Sion.
Conquistar a los 31 reyes y derrotar a las 7 naciones, que representan pecados y enemigos espirituales que debemos
vencer, para poder conquistar nuestra herencia en Cristo Jesús.
Alcanzar el Monte de Sion espiritual.
Para poder crecer y madurar en el Señor, será necesario tener mentores que nos ayuden a ir de gloria en gloria hasta
alcanzar la paternidad espiritual.
Aquellos que nos discipulan, deben ser siervos de Dios con un mayor nivel espiritual que nosotros para que nos puedan
llevar al nivel de gloria que ellos han alcanzado. Por ello en la medida que vamos creciendo espiritualmente, al alcanzar
cierto nivel de gloria, muchas veces necesitaremos de otros mentores distintos a los que hemos tenido, para que nos
ayuden a llegar a un nivel de gloria superior al que hemos alcanzado.
Ningún mentor puede llevar a un nivel de gloria mayor, que el nivel que él mismo ha alcanzado. Solo podemos dar de
gracia, según la gracia que hemos recibido; por ello, a lo largo de nuestra caminata, Dios proveerá de diferentes
mentores, de tal manera que podamos ir creciendo y avanzando de gloria en gloria hasta ver a Dios en Sion.
Los mentores para los niños en Cristo, son diferentes a los mentores para los jóvenes espirituales, como también son
diferentes a los mentores para los padres espirituales.
Debemos clamar a nuestro Dios por los mentores adecuados, para poder alcanzar el siguiente nivel de gloria que nos
corresponde. Recordemos que nuestra meta, es alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo, por ello, en la medida que
vamos madurando espiritualmente, se hace necesario tener mentores de mayor nivel espiritual que el nuestro, para que
nos continúen enseñando a alcanzar niveles de madurez que no hemos podido alcanzar.
El mentor para los padres espirituales tiene la gracia de Dios para poder discipular tanto a los niños en Cristo, a los
jóvenes espirituales, como a los padres espirituales.
Nuestra meta, es alcanzar la madurez espiritual de tal manera, que como el Apóstol Pedro podamos ministrar los tres
niveles espirituales. Cuando el Señor restauró públicamente a Pedro al ministerio, y le preguntó tres veces si lo amaba,
el Señor le encargó: apacienta mis corderos, pastorea mis ovejas, y apacienta mis ovejas, haciendo referencia a los 3
niveles de crecimiento espiritual: hijitos, jóvenes y padres.
Reyes y Sacerdotes.
La salvación por medio del sacrificio de Cristo Jesús, para el creyente redimido, es el comienzo de la carrera celestial,
para alcanzar los propósitos eternos de Dios. Cristo Jesús, no murió solamente para perdonar nuestros pecados, Él murió
para que los que viven ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. Hemos sido creados por Dios
para Dios. De igual manera, hemos sido salvados por Cristo Jesús para vivir para Cristo Jesús.
Uno de los propósitos eternos de Dios, es formar de entre sus santos, reyes y sacerdotes de cada tribu, pueblo, lengua y
nación, para que reinen con Cristo en el milenio y por la eternidad. Aquellos que le permitan al Espíritu Santo
conformarles a la imagen del Hijo de Dios; aquellos que alcancen la medida del varón perfecto, la estatura de la plenitud
de Cristo, resucitarán en la primera resurrección para ser reyes y sacerdotes y reinarán con Cristo durante los 1000 años;
en donde Cristo Jesús reinará y gobernará sobre todas las naciones.
Es necesario tener mentores que nos enseñen a reinar, que nos puedan instruir y capacitar para vencer al mundo, al
diablo y a la carne. Necesitamos ser preparados y capacitados para poder ser vencedores y así poder heredar todas las
cosas. Necesitamos de padres espirituales que hayan vencido al maligno, a la carne y al diablo, para que nos enseñen y
preparen para ser vencedores, para que con la ayuda de la gracia de Dios, podamos cumplir con los propósitos de Dios.
Pablo, es un ejemplo de un padre enseñando a sus hijos espirituales; él dijo: Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y
visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros. Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo. Hermanos,
sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros.
Si recibimos la abundancia de gracia y el don de la justicia, reinaremos en vida y calificaremos para poder reinar con
Cristo en el milenio y por la eternidad. Por ello, que importante es ser enseñado, redargüido, corregido e instruido, a fin
de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.
Como el apóstol Pablo queremos acabar nuestra carrera con gozo, que nos habla de ser conformados a la imagen del
Hijo de Dios; y cumplir con el ministerio que hemos recibido del Señor Jesús, que nos habla del llamado particular que
cada uno de nosotros tiene, para servir en el cuerpo de Cristo según los dones y la gracia de Dios recibida.
Maestros de Justicia.
Antes de la Segunda venida de nuestro Señor Jesucristo a la tierra, vendrá un poderoso avivamiento en donde el
evangelio será predicado a toda criatura. La profecía de Joel acerca del derramamiento del Espíritu Santo, que comenzó
en Pentecostés en la iglesia primitiva, llegará a su cumplimento total en los tiempos del fin que pronto
experimentaremos.
Nos acercamos al cumplimiento de la parábola de la red, en donde al ser echada al mar recoge de toda clases de peces y
luego una vez llena, la sacan a la orilla para separar lo bueno y lo malo. Hay un pueblo que está por nacer que alabará a
Jehová; Sion estará de parto y dará a luz a sus hijos. Joel nos dice:
Vosotros también, hijos de Sion, alegraos y gozaos en Jehová vuestro Dios; porque os ha dado la primera lluvia a su
tiempo, y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía como al principio. Santiago nos dice:
Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la
tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía.
Por tanto antes de la segunda venida del Señor Jesucristo, vendrá un poderoso avivamiento que sacudirá todas las
naciones y miles vendrán a los pies de Cristo, por ello, queremos estar preparados para este tiempo y listos como
maestros de justicia y padres espirituales, para enseñar a las naciones los caminos de Dios y prepararlos para la gran
prueba que vendrá después, con la aparición del anticristo, el hijo de perdición, quien se opondrá y se levantará contra
todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sentará en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar
por Dios.
Queremos estar preparados para enseñar la justicia de Dios a las multitudes que vendrán. Queremos ser hombres y
mujeres fieles que sean idóneos, para enseñar a otros los caminos de Dios. Como Esdras queremos preparar nuestro
corazón para inquirir en la ley de Jehová y para cumplirla, y para enseñar a las naciones sus estatutos y decretos.
La Iglesia Gloriosa.
Cristo Jesús murió para presentarse a sí mismo una iglesia gloriosa sin mancha ni arruga, quien se convertirá en la
esposa del Cordero cuando Él regrese a la tierra por segunda vez. Por ello el llamado para los creyentes, es alcanzar la
gloria de nuestro Señor Jesucristo; de hecho, aquellos que alcancen la perfección son llamados la Congregación de los
Primogénitos. Ellos son los que serán la esposa del Cordero.
La salvación por medio de la sangre de Cristo Jesús, nos da la entrada al reino de Dios y nos libra de la condenación
eterna, pero no nos hace calificar para ser la esposa del Cordero. Para llegar a ser su esposa, no solo se requiere haber
nacido de nuevo, se requiere haber madurado espiritualmente hasta alcanzar la medida del varón perfecto la estatura
de la plenitud de Cristo.
Ser perdonados gracias a la sangre de Cristo es diferente a ser transformados en el carácter para ser conformados a la
imagen del Hijo de Dios. La salvación nos otorga el perdón de pecados, pero la renovación de nuestra mente nos
conforma a la imagen y semejanza del Hijo de Dios.
La justicia imputada que recibimos al ser salvos, nos hace justos delante de Dios; esta justicia la recibimos por fe y no por
obras. Pero la justicia impartida, transforma nuestro carácter, produce obras de justicia que revelan el carácter de Cristo
y nos presenta justos delante de los hombres.
Somos salvos por la gracia del Señor por medio de la fe, y esta salvación no es por obras, sin embargo; somos salvos para
hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.
Apocalipsis nos dice que a su esposa se le ha concedido que se vista de lino fino y resplandeciente que son las obras
justas de los santos. Por ello, para llegar a ser la esposa del Cordero se requieren obras de justicia, no así para ser salvos.
En las bodas del Cordero tenemos dos grupos de creyentes, los que son invitados a las bodas, y aquellos que conforman
la Esposa del Cordero. Los creyentes que alcancen la perfección serán la esposa del Cordero, mientras que otros
creyentes llegarán a las bodas pero como sus invitados.
Nuestro llamado no es a ser salvos. Nuestro llamado es llegar a ser la Esposa del Cordero, una iglesia gloriosa sin mancha
ni arruga ni cosa semejante.
La Vida en el Espíritu.
Cuando experimentamos el nuevo nacimiento, pasamos de muerte a vida, somos trasladados del reino de las tinieblas al
reino de Su amado Hijo. Recibimos en nuestro espíritu la naturaleza divina de Dios. El Espíritu Santo viene a vivir en
nosotros y nos volvemos templo y morada del Espíritu Santo.
La vida en el Espíritu, es la manera de vivir en el reino de la luz. Es aprender a vivir de acuerdo al Espíritu Santo y no de
acuerdo a la carne. La Palabra de Dios nos dice:
Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz. Digo, pues: Andad en el
Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es
contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no
estáis bajo la ley.
Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.
Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la
carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la
carne no pueden agradar a Dios. Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios
mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en
verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia.
La vida en el Espíritu, es una vida buscando las cosas de arriba. Procuramos poner la mira en las cosas de arriba y no en
las de la tierra. Procuramos huir de las pasiones, y no satisfacer nuestros deseos carnales. Con la ayuda de la gracia de
Dios, queremos llegar a experimentar estar crucificados con Cristo, para que en nuestra carne, podamos vivir en la fe del
Hijo de Dios.
Antes de la experiencia de la crucifixión, la vida en el Espíritu es una lucha muy intensa en contra de la mente y deseos
carnales, pero después de la cruz, la naturaleza del pecado es puesta bajo arresto, perdiendo su dominio sobre el
pecado. Pablo nos dice:
Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea
destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.
Sin embargo, mientras la experiencia de crucifixión no sea una realidad en nuestra vida, y no hayamos sido liberados del
poder del pecado que mora en nuestra carne, será necesario: hacer morir todo lo terrenal que hay en nosotros;
abstenernos de las pasiones carnales que batallan contra el alma; deberemos buscar primeramente el reino de Dios y su
justicia, y buscar las cosas de arriba donde esta Cristo sentado a la derecha de Dios.
La vida en el Espíritu es una vida de hábitos espirituales, en donde diariamente buscamos el rostro de Dios, buscamos su
guía, dirección y aprobación. Es una vida con el temor de Dios, en donde nos apartamos a nuestro lugar secreto para
tener tiempo a solas con nuestro Dios.
Como Enoc y Noé, buscamos durante todo el día, caminar con Dios. Es una vida llena de gratitud, oración, alabanza y
adoración. Es una vida en donde la Palabra de Dios debe sobreabundar así como nuestra obediencia y fidelidad a Dios.
La vida en el Espíritu busca agradar a Dios y apartarse de todo pecado en contra de Dios y de nuestro prójimo. Es vivir
para hacer la voluntad de Dios y no para nosotros mismos; es vivir para Su gloria, honra y alabanza en lugar de nuestra
realización personal.
Comunión Continua.
La comunión continua se logra, por medio de una vida de obediencia, de acuerdo a la luz de la Palabra de Dios que
hemos recibido. Caminar con Dios, es caminar obedeciendo los mandamientos que Él nos va dando, en la medida que
pasamos tiempo a solas con Él, como también cuando continuamente estamos conversando con Él en nuestra mente y
corazón.
Al principio, Dios nos hablará por medio del entendimiento en Su Palabra. Al leer o escuchar Su Palabra, su voz cada vez
será más real en nosotros, y en la medida que somos fieles obedeciendo lo que entendemos, seremos enseñados a
escucharlo en nuestro espíritu por medio de la revelación.
Nuestra parte es involucrarlo en cada actividad del día, buscando su guía, dirección, ayuda y aprobación. En la medida
que esto se hace un hábito, cada vez será más fácil caminar con Él y ser dirigidos por Él.
Constantemente debemos estarle pidiendo que se nos revele, que nos muestre sus pensamientos y corazón. Debemos
manifestarle nuestro deseo de conocerle, agradarle y obedecerle, y Dios responderá según nuestra fe. Recordemos que
si pedimos, se nos dará; si buscamos hallaremos; y si tocamos se nos abrirá.
Dios quiere tener comunión con nosotros, como nuestro Padre, como nuestro amigo, como nuestro Dios y Rey. También
Él quiere enseñarnos a relacionarnos con Él de las diferentes maneras que Su Palabra señala: como sus hijos, discípulos,
siervos, soldados, reyes, sacerdotes, su esposa, sus amigos, y cada una de las funciones que desempeñamos en el reino
de Dios.
Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus
riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago
misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová.
Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor.
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
La vida en el Espíritu es una vida en donde nos negamos a todo aquello que esté en desacuerdo con la voluntad de Dios
para nuestra vida, sean correctas o incorrectas. No solo lo malo, es un estorbo para cumplir con la voluntad de Dios,
también muchas otras cosas, que aunque no son incorrectas, están en una dirección opuesta a la voluntad divina.
Espiritualmente, todos tenemos el llamado de Abraham de dejar tierra, casa y parentela, para ir a la tierra de nuestra
herencia, y esto significa dejar de vivir de acuerdo a los estándares culturales, familiares y paternales, que estén en
desacuerdo con la voluntad de Dios, para vivir de acuerdo a los estándares del cielo, de acuerdo a la Palabra de Dios. Sin
lugar a dudas, son muchas las ocasiones, en donde nos vamos a negar a muchas cosas, que se opongan a la Palabra de
Dios que se nos ha hado personalmente.
Debemos ser guiados por el Espíritu Santo y seguir su dirección. Todos en cuanto al carácter, tenemos la misma visión de
ser conformados a la imagen del Hijo de Dios. Pero en cuanto al llamado particular, somos cada uno miembros del
cuerpo de Cristo, con funciones diferentes. Por ello, es necesario seguir la dirección personal del Espíritu Santo para ser
fieles con lo que Dios nos ha encomendado individualmente.
Si nos rendimos al Espíritu Santo, seremos guiados a apartarnos de malos hábitos, malas amistades, malas actitudes,
lecturas incorrectas, acciones desagradables al Señor.
Hay lugares que el Espíritu Santo nos mostrará que no debemos frecuentar. Cuando nuestro objetivo es agradar a Dios y
vivir para hacer Su voluntad, el Espíritu Santo nos irá guiando de tal manera que podamos ir creciendo de gloria en
gloria.
Tener comunión con Dios en su lugar secreto, en donde diariamente puede reunirse con nuestro amado Señor.
Orar.
Leer, escuchar y estudiar la Palabra de Dios.
Congregarse.
Prepararse para cumplir los propósitos de Dios en su vida.
Cada creyente, debe tener como meta, ser una saeta bruñida que ha sido preparada y colocada en la aljaba de Dios,
para ser lanzada y dar en el blanco; pero para ello, será necesario separarnos para poder ser enseñados, instruidos y
capacitados, para poder ser fieles al llamado de Dios para nuestra vida.
Dios desea santificar todo nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo. Él quiere presentarnos irreprensibles, santos y sin
mancha delante de Él, es por ello que la separación guiada y dirigida por el Espíritu Santo será de gran bendición en
aquellos que quieren cumplir el propósito de Dios.
Queremos apartarnos para Dios y así cumplir con el plan que Él ha diseñado para nosotros.
Cuando nacimos de nuevo fuimos trasladados del reino de las tinieblas al reino de Su amado Hijo. Ahora somos
propiedad de Dios. Fuimos comprados por la sangre de Cristo y aunque no somos salvos por obras, somos salvos para
hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.
Cada uno de nosotros tiene un plan que Dios ha diseñado, que debemos descubrir y voluntariamente rendirnos a Él.
Somos parte del cuerpo de Cristo y como tal, hay un llamado particular para cada uno de nosotros según el miembro del
cuerpo que somos. Por ello, queremos consagrarnos y santificarnos, para poder ser fiel a todo lo que Dios ha planeado
para nosotros.
Su santidad tiene que ver con nuestro carácter. Dios no solo quiere perdonarnos; Él quiere que seamos llenos de toda la
plenitud de Dios. El nos dio vida, porque estábamos muertos en delitos y pecados, pero; nos quiere dar vida en
abundancia, que nos habla de su naturaleza santa, plena y desarrollada en nosotros.
Por ello, a la fe que Él nos dio para ser salvos, debemos añadir virtud, conocimiento, dominio propio, paciencia, piedad,
afecto fraternal y finalmente, alcanzar la madurez en el amor ágape de Dios.
Queremos santificarnos para cumplir el plan de Dios para nuestras vidas y también queremos ser santos porque Él es
santo.
Debemos orar, para que Dios nos de ojos de paloma; con una sola visión: amar y complacer a nuestro Dios. Debemos
buscar las cosas de arriba. Poner la mira en las cosas eternas y no en las terrenales. Que nuestra prioridad,
sea buscar primeramente el reino de Dios y su justicia. Que Dios haga tal obra en nuestra vida; que podamos decir como
el salmista dijo: “Fuera de ti nada deseo en la tierra”.
Debemos orar para que nuestros sentidos, no sean extraviados de la sincera fidelidad a Cristo. Que podamos amar a
Dios, con toda nuestra mente, alma, fuerzas y corazón. Que Dios llegue a ser más importante que todo y que todos.
Todo esto es posible, gracias a la gracia de Dios, que es el favor capacitador de Dios, para que podamos hacer Su
voluntad.
Carrera y Ministerio.
El Apóstol Pablo dijo: “Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi
carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios”.
De la misma manera que el Apóstol Pablo, todos tenemos una carrera que terminar y un ministerio que cumplir. Esta
carrera dio inicio con la salvación, y la meta, es alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Ser conformados
a Su imagen y semejanza. Alcanzar la medida del varón perfecto, la estatura de la plenitud de Cristo. Esto es lo que
significa ganar a Cristo, es ser hallado en Él, alcanzar la imagen y semejanza de Dios, alcanzar el Supremo llamamiento de
Dios en Cristo Jesús, ser la iglesia gloriosa sin mancha y sin arruga, ser la morada de Dios, es conquistar el Santo Monte
de Sion.
Todos los cristianos, sin excepción alguna deberíamos terminar esta carrera. Hay una corona que debemos ganar, una
herencia que conquistar, hay un trono que heredar. Pero infelizmente, no todos terminarán la carrera, porque no todos
están peleando la batalla de la fe para vencer al mundo, al diablo y a la carne. Solo aquellos que venzan serán el Uios de
Dios, y heredarán todas las cosas. Los Uios de Dios, los hijos de Dios maduros, que han sido conformados a la imagen del
Hijo de Dios, llegarán a ser parte de la esposa del Cordero, serán reyes y sacerdotes que reinarán con Cristo en el milenio
y por la eternidad.
El ministerio que todos tenemos, tiene que ver con el llamado individual dado por Dios. Unos tienen el llamado a ser
parte de los dones del ministerio, que son los dones de liderazgo para la iglesia, ellos son: apóstoles, profetas,
evangelistas, pastores y maestros.
Otros tienen el llamado a ser parte del ministerio de ayudas, para trabajar con el liderazgo para cumplir los propósitos
de Dios en Su iglesia hoy en día. Aquí están todos los siervos de los diferentes ministerios: alabanza, administración,
finanzas, ujieres, diáconos, ancianos, aseo y ornato, audio, sonido, video, departamentos de niños, jóvenes, mujeres,
varones, en fin; todo tipo de ministerio para que la iglesia de Señor se desarrolle en todos los aspectos que el Espíritu
Santo ha determinado.
No debemos olvidar, que el cumplimiento de la gran comisión de predicar el evangelio a toda criatura y el hacer
discípulos en todas las naciones, es tarea de todo creyente, al igual que crecer espiritualmente y madurar hasta ser
conformado a la imagen de Cristo Jesús.
Por ello, debemos orar para que el todopoderoso, derrame Su abundante gracia y nos conceda acabar nuestra carrera y
podamos cumplir fielmente con el ministerio que nos ha sido otorgado.
Pastor General Iglesia Palabra Viva a Las Naciones (Iglesia PVAN) Afiliados a Zion Fellowship International (ZFI)
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Se empeñó en buscar al Señor. Mientras […] buscó a Dios, Dios le dio prosperidad 1.
Para estar en buena forma física, tienes que alimentarte bien, hacer ejercicio y dedicar algo de
tiempo y esfuerzo a adquirir buenos hábitos de salud. De manera similar, si quieres
desarrollarte espiritualmente —o podríamos decir, si quieres estar en buena forma espiritual
— es preciso que adoptes un buen régimen espiritual.
Veamos los cinco elementos de la fórmula que proponemos para el desarrollo espiritual.
Si queremos gozar de vitalidad en sentido espiritual, es fundamental que nos hagamos todos
los días un espacio para alimentar saludablemente nuestro espíritu. Jesús explicó que la
Palabra de Dios es nuestra fuente de alimento espiritual al citar este versículo del Antiguo
Testamento: «No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de
Dios» 2.
La Biblia es esa «palabra que sale de la boca de Dios». Así como todos los días necesitamos
ingerir alimentos físicos para nuestro sustento y buena salud, también debemos alimentar
diariamente nuestro espíritu. Si solo dispones de unos minutos para comulgar con el Señor,
no dejes de tomártelos pensando que no servirán para nada o que no tendrán ninguna
trascendencia. Jesús dijo: «Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida» 3. No te
pierdas tu dosis diaria de espíritu y de vida.
¿Con qué debes alimentar tu espíritu? Ante todo con la Biblia, la Palabra de Dios. Otra fuente
de alimento para el espíritu son los textos —y también los audios y videos— devocionales y
edificantes producidos por personas de fe. Los escritos inspirados de otros cristianos pueden
fortalecer nuestra fe, llevarnos a entender mejor las Escrituras y ayudarnos a aplicar la Palabra
de Dios a las necesidades y exigencias de la actualidad.
Con nuestras plegarias podemos echar toda nuestra ansiedad terrenal sobre Sus fuertes
hombros. A Él le preocupa todo lo que a ti te preocupa. Como se ha dicho, lo que genera
inquietud debería generar oración.
El siguiente punto de nuestra fórmula para el desarrollo y la salud espiritual es estar bien con
Dios. Eso no significa que tengamos que ser perfectos. Jesús entiende nuestros defectos y
nuestras flaquezas humanas, porque fue humano. Cuando dio la vida por nuestros pecados,
sabía muy bien que nunca acertaríamos en todo ni lo haríamos todo bien, por mucho que nos
esforzáramos. Podemos alcanzar ese maravilloso estado de paz y perdón confesándole
frecuentemente nuestras faltas, errores y pecados. Cuando reconocemos humildemente
nuestras faltas y acudimos corriendo a Él para que nos reciba con los brazos abiertos,
hallamos paz en Su perdón.
Una limpieza frecuente propicia una vida espiritual saludable, además de infundirnos
serenidad. Cuando sabemos que estamos bien con Dios, cuando no albergamos pecados no
confesados, somos más dados a acudir a Él para pasar ratos de culto y oración en Su
presencia y tenemos más fe en que Él nos bendecirá y cuidará.
Otro pilar fundamental del desarrollo espiritual es hacer lo que dice la Palabra de Dios. Se nos
pide que cumplamos lo que Él manda a todos los cristianos y también lo que Él nos indica
individualmente.
No se trata únicamente de ser cristianos a un nivel intelectual y saber mucho de
espiritualidad, doctrina y teología. No se trata únicamente de ser capaces de hablar de Jesús y
de lo que Él espera de Sus seguidores. También tenemos que aplicar los principios
espirituales. Queremos ser ejemplos vivos, y eso se logra poniendo en práctica la Palabra en
vez de limitarnos a escucharla 4.
A los creyentes nos hace mucho bien juntarnos. El hecho de adorar a Dios con otros
cristianos, leer Su Palabra, cantar y orar juntos y contarnos confidencias nos fortalece.
Recobramos vigor, nuestra visión se aclara y quedamos mejor preparados para lo que el
Señor nos pueda enviar.
Puede resultar difícil hacerse tiempo para disfrutar de ratos constructivos en compañía de
otros creyentes, o encontrar un círculo cristiano en el que uno se sienta a gusto. No solo es
importante para nuestra propia edificación y goce; también nos capacita para ejercer una
influencia mayor en el mundo.
Para cultivar, pues, una dinámica vida espiritual, lleva a la práctica estos cinco principios
fundamentales. Los resultados te entusiasmarán.