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7 CONDICIONES PARA SER LLENO DEL

ESPÍRITU SANTO
Servir a Dios va más allá de tener una agenda llena de
actividades

El tiempo del ser humano se resume así: de lunes a viernes trabaja o


estudia un mínimo de 8 a 9 horas al día; llega a su hogar después de
una actividad académica y/o laboral sumamente pesada y en lo
primero que piensa es en cenar y descansar. Un número aproximado
del tiempo que usamos va de 17 a 18 horas, tomando en cuenta que
el día tiene 24 horas. ¿Qué hace el ser humano en esas 5-7 horas que
le quedan por día?, ¿las dedica a pasar tiempo con Dios o las usa en
mero entretenimiento personal?

El tiempo del fin de semana se invierte mayormente para familiares,


amigos y/o personas amadas. A esto le agregamos las actividades en
común que podrían ser: limpieza, ejercicio, quehaceres del hogar,
entretenimiento, y ¿dónde dejamos a Dios?. Tristemente, nuestra
búsqueda y nuestras citas de intimidad con Él son muy pobres. Lo
poco que se conoce de Dios es nuestra asistencia a la iglesia y/o
reuniones de la misma.

Hablando de la asistencia a la iglesia y como creyentes, una vez que


recibiste a Cristo en tu corazón como Señor y Salvador empezó un
cambio interno y externo en tu vida: dejaste atrás viejos hábitos que
no agradaban a Dios (pecado) e incluso seguiste con un discipulado
para conocer más de la Palabra de Dios. Hoy sientes que eres un
cristiano hecho y derecho, pues además de todo, te bautizaste y
nueva criatura eres. ¡Bien por ti!
Entonces, asistes a la iglesia, dejaste la vida que no agradaba a Dios,
dispones tu tiempo para servir en el ministerio y hasta enseñas la
palabra de Dios con los niños cada domingo. Bueno, todo esto es
parte de la vida cristiana, pero hay algo profundo que está en el
corazón de Dios que muchos de nosotros no hemos percibido aún. A
continuación se muestra.

Servicio no es igual a vida espiritual


Muchos de nosotros tenemos diferentes llamados y talentos que
usamos para servir a Dios. Algunos somos llamados a la alabanza, a
dirigir grupos desde nuestras casas, enseñar la palabra de Dios a los
adolescentes, jóvenes o matrimonios, orar unos por otros, incluso
ayudamos en el estacionamiento de la iglesia. ¡Somos un cuerpo en
Cristo! Pero en ocasiones el cuerpo necesita ser transformado y
perfeccionado (es decir, nosotros). Aunque el cuerpo de Cristo sea
usado para servir a nuestro Dios, no significa que el cuerpo se
encuentre sano y en buenas condiciones sirviendo. El cuerpo, aunque
esté en servicio, puede carecer del Espíritu Santo y Su manifestación.

Servir a Dios va más allá de tener una agenda llena de actividades por
hacer para establecer el reino de Dios en nuestra comunidad. Aun así,
la iglesia de Cristo puede estar sirviendo a Dios pero estar plagada de
desórdenes, disensiones, contiendas, murmuraciones, celos, chismes,
escándalos, críticas, etc.

Pablo, temeroso de esto, lo explicaba muy bien a la iglesia de Corinto


y lo decía
así: “Pues me temo que cuando llegue,  no os halle tales como quiero,  y yo 
sea hallado de vosotros cual no queréis;  que haya entre vosotros contien
das,  envidias,  iras,  divisiones,  maledicencias,  murmuraciones,  soberbias, 
desórdenes” (2 Cor.  12:20). 
“SERVIR A DIOS NO ES IGUAL A TENER LA
MANIFESTACIÓN DEL ESPÍRITU SANTO EN NUESTRAS
VIDAS.”
Ante esto, te invito a reflexionar: ¿Estará el cuerpo de Cristo (nosotros)
manifestando al Espíritu Santo con todos éstos conflictos? Servir a
Dios no es igual a tener la manifestación del Espíritu Santo en
nuestras vidas. El Espíritu Santo solo se podrá manifestar cuando nos
damos el tiempo y el espacio para buscarlo de todo corazón y
reconocemos que le necesitamos para ser transformados. “Y me
buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón”
(Jer. 29:13).

Y mis tiempos con Dios ¿Cuándo?


Una vez que tomamos la decisión de dar nuestras vidas a Cristo,
nuestro tiempo en comunión con Él es lo más importante y no
podemos dejar esto a un lado. Sea que estemos cansados, con mil
actividades por hacer, con familia o trabajo, tenemos que disponer un
tiempo en la presencia de Dios; de no ser así, veremos entre nosotros
mismos el resultado, tal como lo expresaba Pablo a la iglesia de
Corinto.

El mundo espera que cada cristiano sea casi perfecto. No podemos


ser testigos eficaces si no somos llenos del Espíritu de Dios. Los
creyentes llenos del Espíritu, que viven y transmiten el carácter de
Cristo, son medios eficaces en las manos del Señor para traer
convicción y convencimiento a los pecadores y recibir la salvación.

Una vez que tomes la decisión de pasar tiempo con Dios, es


importante las siguientes condiciones a considerar para que el
Espíritu de Dios se manifieste en tu vida:
7 condiciones para ser lleno del Espíritu
Santo
Perdón
Antes de proceder al perdón de Dios, tenemos que llegar al
arrepentimiento por todo lo que no ha agradado a Dios. Pedir perdón
a Dios por nuestros pecados es importante para ser llenos por el
Espíritu de Él. “Quien encubre su pecado jamás prospera; quien lo
confiesa y lo deja, halla perdón” (Prov. 28:13).
Dios en su naturaleza es un Dios que perdona cuando nuestro
arrepentimiento es sincero. “Tú, Señor, eres bueno y perdonador;
grande es tu amor por todos los que te invocan” (Sal. 28:13).

Ser hijos de Dios


“Por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su
Hijo” (Gal. 4:6). Creer en el hijo de Dios y recibirlo en nuestros
corazones para perdón de pecados nos hace hijos de Dios.
  “Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos
de Dios,  a los que creen en su nombre”  (Jn. 1:12).  Entonces, ser hijos de
Dios nos hace ser llenos del Espíritu Santo.
Sed
Tener sed de la presencia de Dios y buscarlo a Él, nos conduce a ser
saciados por el Espíritu de Dios con ríos de agua viva. “En el último y
gran día de la fiesta,  Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno
tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de
su interior correrán ríos de agua viva” (Jn. 7:37).
Fe
Por creer en Jesús recibimos al Espíritu de Dios. “Para que en Cristo
Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por
la fe recibiésemos la promesa del Espíritu” (Gal. 3:13-14).
Espera
Dios es fiel y cumple sus promesas. Una vez que recibes a Jesús como
tu Señor y salvador, la espera se vuelve importante en el
cumplimiento de Sus promesas para nuestra vida. “He aquí, yo enviaré
la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la
ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto”
(Lc. 24:49).
Oración
Disponer tiempo para estar en la oración es importante para una vida
llena del Espíritu de Dios. El Espíritu Santo se manifiesta donde es
buscado. “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a
vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo
a los que se lo pidan?” (Lc. 11:13). 
Apropiarse de la verdad
Declarar Sus promesas y creerlas es parte importante de la vida
cristiana para que el Espíritu Santo obre en nuestras vidas y sucedan
milagros en Su nombre. “porque todas las promesas de Dios son en él
Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios” (2 Cor.
1:20).
Resultados de Ser lleno del Espíritu
Poder para testificar
Cuando somos llenos del Espíritu Santo, el mismo Espíritu te guía
para hablar de lo que Dios ha hecho en tu vida y contar cómo la ha
impactado. “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el
Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en
Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hch. 1:8).
Poder para vivir la vida cristiana victoriosa
Nacer de nuevo en Dios, creer en Él y tener comunión con Jesús trae
consigo victoria en nuestras vidas. “Porque todo lo que es nacido de
Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo:
nuestra fe” (1 Jn. 5:4).
Dar gloria a Dios
La gloria, ciertamente, corresponderá al Señor. “El me glorificará;
porque tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Jn. 16:14).
La llenura del Espíritu es el requisito indispensable para toda vida
santa. El Espíritu Santo aviva nuestra vida: el intelecto, los afectos, la
conciencia, la voluntad y la personalidad. La llenura es el secreto de
una confianza en la Palabra permanente, obediente y que honra a
Dios.

Piensa en tu comunión día con día. ¿Cuánto tiempo inviertes en esa


relación con tu Padre Celestial? La Biblia nos muestra que debemos
velar y orar para que nuestro adversario no tome ventaja sobre
nosotros. Aviva tu relación con el Espíritu de Dios. Seamos ejemplo a
los no creyentes, demos frutos en el Espíritu de Dios y viviremos en
victoria.

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