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Cancerbero – Gustavo Roldan

Cerbero, o can Cerbero, o Cancerbero, su nombre varía según quién lo mencione. Hijo de dos
monstruos y hermano de otros monstruos, en la iconografía más conocida es un perro de
inmenso tamaño, con tres cabezas y una cola que termina en cabeza de serpiente, según lo
describiera Dante en el canto VI del Infierno. Hesíodo, en La Teogonía atribuye 50 cabezas y
voz de bronce

Guardián de los infiernos, lo era de una manera particular. Todo suponemos que un
Cancerbero - según la excepción que hoy le damos a los que cuidan una puerta- es el guardián
que protege y prohíbe la entrada.

Este Guardián, por el contrario, recibe amablemente a las sombras de los muertos dándole la
bienvenida. Su ferocidad estaba reservada para aquellos que intentaban escapar y regresar al
mundo de los vivos.

Caronte, el barquero de los infiernos, viejo desarrapado y avaro, hacía cruzar las almas por los
ríos hasta entregarlas donde las esperaba Cerbero. Cada alma, al embarcarse, debía pagar su
pasaje al barquero, por eso los parientes de los muertos le ponían una moneda entre los
dientes al sepultarlo. Los Espíritus que no llevaban la moneda, permanecían eternamente en la
orilla. Los deudos también colocaban tortas de miel, para apaciguar al perro guardián y hacer
que fuera benévolo a su llegada.

Cerbero, que era amigable con las sombras de los muertos, era implacable con los que estaban
vivos y pretendían entrar en sus dominios. Pero más de una vez pudo ver pudo ser burlado,
como la historia de Orfeo, que logró adormecerlo con su música y rescatar a Eurídice. De allí
quizás provenga la idea de que hasta hoy seguimos repitiendo de que la música aplaca las
fieras. Pero este es un engaño. El único que logró vencerlo fue Hércules, que en el último y el
más difícil de sus doce trabajos, logró encadenado y llevarlo prisionero. Aunque poco duro
Cerbero fuera del infierno. Pronto fue devuelto para que continuará su quehacer ya que no
sabían cómo dominarlo.

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