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La Hidra de Lerna era hija dos monstruos terribles Equidna y Tifón y en algunos lugares se le


consideran hermana del León de Nemea. Fue criada por la propia diosa Hera bajo un plátano en el
lago de Lerna, donde había una entrada al inframundo que la Hidra custodiaba, para que sirviese de
prueba a Hércules.
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Suele ser representada como una serpiente de varias cabezas,. Éste depende de los autores y la
diferencia entre unos y otros no es pequeña. Los tenemos desde aquellos que nos la describen con cinco o
seis cabezas a quienes consideran que llegó a tener cien e incluso diez mil. Lo que realmente la convertía
en un monstruo absolutamente temible, su verdadero «poder», era el aliento que salía de sus fauces
que era sumamente mortal y hacía que quien se acercase muriese irremediablemente. Por supuesto,
la hidra no solo atacaba a los humanos, también acababa con las cosechas y con los ganados. Terrible y
temible, de verdad.
Presentada la Hidra, ahora sí, la pregunta del millón. ¿En qué consistía el segundo trabajo que
pidió Euristeo a Hércules? Por supuesto, que acabase con tamaño monstruo. Realmente no era nada
fácil porque, además de todo lo que ya os he contado, la Hidra poseía la cualidad de regenerarse, es
decir, cuando alguien cortaba su cabeza en lugar de morir desangrada, que bien podía haber sido una
opción, salía otra nueva u otras. 
Para poder con ella Hércules recurrió a flechas encendidas y contó con la inestimable ayuda de su
sobrino Yolao, una ayuda que como veremos más adelante le pasará factura.

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Una vez en el Pantano de Lerna, Hércules y su sobrino cubrieron sus bocas y narices con una tela para
protegerse del aliento venenoso y el terrible hedor que desprendía la Hidra. Salvado el primer escollo el
siguiente problema era saber cómo solucionar la regeneración de las cabezas.
Hércules no daba crédito a lo que veía. 
De cada herida comenzaron 
a surgir no una sino…
¡¡¡dos nuevas cabezas!!!
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Algo tenían que hacer, porque si seguía regenerando a esa velocidad, el monstruo iba a poder con ellos

Así que Hércules, demostrando una vez más que su inteligencia iba pareja a su fuerza, ideó la
manera con la que conseguir vencer al monstruo. Sin mucha explicación mandó a su sobrino al
bosque vecino para que lo quemará. Éste, pese a lo extraño de la orden, obedeció sin rechistar  y
gracias a los tizones que de allí sacaban consiguieron, cauterizando con el tizón la herida que resultaba
cada vez que cortaban la cabeza, que la carne de la hidra no pudiese reproducirse.

Pero aunque la cosa parecía ir mucho mejor para ellos, seguían teniendo un importante problema pues se
decía que la cabeza del centro de la Hidra era inmortal. Heracles decidió, tras cortarla, enterrarla y
colocar encima una gran roca. Y, mira tú por donde, surtió efecto.
 
Hércules y Yócalo habían acabado 

 con la hidra de Lerna


Mito El jabalí de Erimanto
Dentro de la mitología griega, el jabalí de Erimanto, también conocido como verraco de Erimanto,
era un monstruoso jabalí que vivía en el monte Erimanto, refugio de Artemisa, diosa de los
animales y la caza. Según se cuenta, Artemisa usaba este animal para acabar con los pueblos que la
hacían enojar. Igualmente, Apolo lo utilizó para dar muerte a Adonis, protegido de Afrodita, a manera de
venganza por haber dejado ciego a Erimanto por haberla visto desnuda mientras se bañaba. Aunque en
otras versiones es el mismo Ares quien se transforma en jabalí y asesina a Adonis.
Capturar al jabalí de Erimanto y traerlo con vida fue uno de los trabajos impuesto por Euristeo a
Heracles. Este se encaminó entonces al monte, deteniéndose en la caverna donde vivía Folo, un
centauro que era su amigo desde hace mucho tiempo. Luego de comer juntos, Folo destapó la única
jarra de vino que tenían todos los centauros, por lo que estos se abalanzaron sobre Heracles. No
obstante, el hijo de Zeus saco su arco y mató a todos los centauros con sus flechas bañadas en el veneno
de la hidra. Algunos escaparon hacia la casa de Quirón, otro centauro que quedó impresionado al ver que
las bestias de su especie pudieran morir tan fácilmente. Este tuvo tan mala suerte, que fue herido con una
flecha perdida. El dolor era tan intenso, que Quirón cedió su inmortalidad a Prometeo, elevándose al cielo
como la constelación de Sagitario. Folo recogió una de las flechas y se la enterró accidentalmente en el
pie, por lo que murió instantáneamente.
Finalmente, Heracles encontró al famoso jabalí de Erimanto. Lo persiguió a lo largo de la montala hasta
llevarlo a un lugar donde la nieve era espesa. Aquí el animal no pudo moverse con tanta libertad, por lo
que Heracles se le lanzó sobre la espalda y lo ató con unas cadenas. Con la bestia al hombre, el hijo de
Zeus regresó a su ciudad. Cuando le presentó el jabalí a Euristeo, este se metió en una vasija gigante y le
suplicó que lo sacara cuanto antes.
10. LOS BUEYES DE GERIÓN
Su siguiente trabajo le llevó aún más lejos de casa, hasta la mítica isla de Eritea, en el punto más
occidental pasada la península Ibérica. Los bueyes de Gerión, rey de Tarteso, en España, pastaban en
aquella isla. Gerión era descendiente de Medusa, según algunas versiones, aunque otras afirmaban que
venía del titán Océano. Se trataba de un gigante con tres cabezas, tres troncos y seis brazos. Su fuerza era
extraordinaria y su ganado estaba atendido por su pastor Euritión y su perro de dos cabezas Orto.

En su largo viaje hacia el oeste, Heracles no sólo mató a diversas criaturas, sino que a ambos lados del
estrecho de Gibraltar erigió las Columnas de Hércules. Después, irritado por el calor, Heracles apuntó con
su arco hacia Helios que, de buena fe, dejó a su disposición su bote de oro para que cruzase el océano
hasta Eritea. Una vez en la isla, mató al pastor y al perro, poniendo todo el ganado en la barca. Alarmado,
Gerión partió en su busca, pero Heracles le mató con una sola flecha que atravesó sus tres cuerpos. Según
algunas versiones, Hera acudió a ayudar al gigante, pero fue también herida por una ñecha en su pecho
derecho.
El camino de vuelta al Peloponeso fue bastante azaroso. Llevó al ganado a través de Italia y la Galia.
Entre los muchos atacantes que encontró estaban los ligures, a los que Zeus eliminó con una lluvia de
piedras, y el pastor de tres cabezas Caco, que vivía en una cueva cerca de Roma y se dedicaba a saquear
la zona. Una noche, Caco le robó parte del ganado a Heracles, pero éste le siguió hasta su cueva y, tras
desbloquear la entrada, mató al ladrón. Junto al rey local Evander, que le había dado una cálida
bienvenida, Heracles construyó un altar en honor a Zeus para ayudar en la fundación de su propio culto en
Roma. Se dice que Heracles fundó otras ciudades en Italia, como Pompeya y Herculano, que después
quedarían sepultadas bajo la lava y la ceniza del Vesubio en el 79 d.C. Sólo siglos más tarde se
descubrieron los restos.

En Sicilia, Heracles tuvo que competir contra Erix, extraordinario luchador que se había hecho con un
toro huido de la manada. Heracles derrotó y mató a este agresivo personaje en un combate de tres asaltos.
El gigante Alcioneo pensó en frustrar el plan de Heracles y le arrojó una piedra, tras lo cual el héroe lo
apaleó hasta la muerte.

Después de que Hera disgregase al ganado con un abejorro, muy cerca ya de su hogar, Heracles pudo
llegar sano y salvo a Micenas. Euristeo, sorprendido por el regreso del héroe, sacrificó todo el ganado en
honor a Hera.
Hércules y Can Cerbero, el último de sus 12 trabajos.

Por fin Hércules veía luz al final del camino. A la espera de la orden de Euristeo que le indicara su
último trabajo hacía recuento de cuantas dificultades había tenido que superar en estos años al servicio de
su enemigo.  Trabajos imposibles en donde se había enfrentado a los más terribles y temibles monstruos,
a plagas, a tareas sobrehumanas ....aunque lo que todavía no sabía es que el trabajo que le quedaba por
cumplir iba a ser el más difícil y peligroso de todos.
En tu último trabajo descenderás al reino de los muertos y me traerás al Can Cerbero.
Cerbero era, ni más ni menos, que el perro de Hades, el dios de los infiernos.

Un monstruo de tamaño descomunal hijo de Tifón y Equidna que suele ser descrito como un perro de
tres cabezas y cola de serpiente de cuyo dorso salían incluso, según algunos, multitud de cabezas.  Un
monstruo que permanecía siempre atado a la puerta del Infierno para cumplir fielmente su misión:

Impedir que ningún vivo entrase al mundo subterráneo ni ningún muerto saliese de él.
Y es que los vivos tenían terminantemente prohibido descender al Tártaro, el espantoso y temido reino
subterráneo del dios Hades y el humano que osaba contradecir la orden jamás salía de él.

Tras más de tres meses dando cuenta de sus hazañas, no nos queda la menor duda que el valor, la fuerza
y la inteligencia de Hércules eran inmensas. Pero que para salir airoso de este trabajo Hércules iba a
necesitar algo más que estas cualidades. Por ello pidió ayuda a su padre Zeus quien hizo
que Hermes y Atenea le acompañasen y ayudasen a cruzar el umbral que tan pocos mortales habían
conseguido atravesar vivos,  además de instar al propio Hércules para que se iniciase en los misterios de
Eleusis.

Y me preguntaréis, ¿qué son los misterios de Eleusis? Ritos de iniciación a través de los
cuales Hércules aprendió la manera de llegar con plena seguridad al otro mundo después de la muerte.

Persuadido por Hermes, Hércules consiguió que Caronte, el barquero de los infiernos, cruzase el


río Aqueronte con un vivo en su barca. Cuando ya por fin llegaron al otro lado del río Hércules se
percató de que las sombras de los muertos huían de su presencia. Solo hubo dos que osaron mantener su
mirada: Medusa y Melegrao.

La terrible mirada de Medusa) -el monstruo de las mil serpientes por cabellera, desafiante con sus ojos
encendidos en sangre capaces de convertir en piedra a quien se cruzaba con ella- hizo
que Hércules desenvainase su espada para acabar con ella, algo que no era necesario pues como bien le
recordó Hermes estaban en el reino de los muertos y lo que estaba viendo era solamente una somb
Diferente fue su encuentro con Meleagro. En un principio Hércules también creyó ver en él a un
enemigo pero en cuanto la sombra del guerrero le contó su triste historia, Hércules quedó totalmente
conmovido y le prometió que cuidaría de su hermana Deyanira, casándose con ella. Una promesa que
por supuesto Hércules cumpliría, aunque tal vez de haber sabido las consecuencias que esa boda para él
tendría, se lo hubiera pensado un poquito más... Pero esto me lo reservo para la próxima semana.

En ese camino por los infiernos en busca de Hades, Hércules se topó de repente con un cuerpo vivo, que
desatacaba entre tanta sombra. Era el héroe Teseo, ese al que conocimos liberando al pueblo
de Creta del Minotauro ), y al que Hades había encadenado en sus dominios por haber intentado raptar a
su mujer Perséfone. Hércules sabía que héroes como Teseo eran muy necesarios en el mundo de los
vivos por lo que consiguió que Perséfone le perdonase y le diera permiso para desatarlo de las cadenas y
liberarlo.

Por fin, terriblemente cansado por lo mucho caminado y por la agonía y la desesperación que había visto
en los ojos de las sombras, Hércules llegó frente al temible Hades, el rey y señor de los muertos y como
en otras ocasiones había hecho, con la máxima educación y respeto posible, le rogó al dios que le
permitiera llevarse a Can Cerbero al reino de los vivos.

Solicito vuestro permiso para llevarme a vuestro perro Cerbero al reino de los vivos.
Y para sorpresa de todos nosotros, ¿sabéis lo que le respondió Hades?
Puedes llevártelo. La única condición es que logres dominarlo sin armas y sin hacerle ningún daño.

Hércules únicamente iba a poder contar con su piel de león por armadura y sus manos desnudas como
armas. Por supuesto lo consiguió. Hay varias versiones sobre cómo lo hizo, algunos dicen
que Cerbero prácticamente asfixiado por las manos de Hércules se dejó poner el collar. Aunque la parte
que a mí más me gusta es la que cuenta que Hércules trató con tanto afecto al animal que esté le
respondió con su docilidad. 
Hércules llevó al animal hasta Micenas. Por supuesto Euristeo cuando vio a Cerbero le entró tal ataque
de pánico que se escondió donde siempre lo hacía, en su ridícula tinaja.
Por fin Hércules había conseguido completar los diez trabajos, realmente gracias a Euristeo doce, a los
que el oráculo le había condenado. La próxima semana veremos si el perdón predicho también se cumple.

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