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HAN CADO
HAN CADO
HAN CADO!
HAN CADO
HAN CADO
HAN CADO!
Cerbero entr en la gran sala del altar, donde sola disfrutar la reina de sus
manjares. Sobre la mesa haba dos figuras humanas, entrelazadas, con las
bocas pegadas y gimientes. Aquello lo trastorn, eran personas vivas, en un
lugar sagrado. El recuerdo de la joven Persfone compartiendo sus caricias
y su carne con l atraves como un relmpago su sien. Golpeando con tanta
fuerza el suelo con su cola e hirindose, rugi a travs de sus tres bocas un
aullido que gritaba BLASFEMIA.
Victoria
Las mujeres que bailaban y se besaban sobre la mesa larga y ancha, que
hasta haca unas horas haba pertenecido a los reyes del Inframundo, se
sobresaltaron. Eran fuertes, de msculos robustos, cabello rizado y sujeto en
trenzas, que parecan ltigos. Una de ellas llevaba un pual, que sac de
inmediato para amenazar a Cerbero de que no se acercase. La segunda
mujer se escondi detrs de la primera y empez a susurrar a su
compaera: <<Crea que haba muerto tambin>>. La del pual baj de la
mesa y se acerc lentamente, sin romper el vnculo visual que haba creado
con el can. << Se escondera al ver la muchedumbre marchar >>,
respondi, << Podramos llevarlo con nosotras y los dems >>.
Regreso
Cerbero haba perdido dos de sus cabezas en el combate. Las heridas de los
miembros amputados brillaban y escocan a la luz del sol. Caminaba con los
ojos cerrados, a ciegas, y cabizbajo, con la cola serpntica rozndose contra
la tierra polvorienta. Le llegaban nuevos aromas, nuevas sensaciones,
nuevos sonidos. Ahora estaba en tierra de nadie, abandonado a su suerte, a
la suerte que aquella mujer quisiera darle.