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ELRECIPROCIDAD
PODER DE LA PERMEABILIDAD Y DE LA

¿Qué les quiero comunicar a mis hijos? ¿Cuánto y cómo deseo llegar a ellos, a su
mundo, a sus preocupaciones y anhelos? ¿Están abiertos, están disponibles, son
permeables a lo que les quiero decir? ¿Puedo hacer yo algo para que lo sean? ¿Es
cierto que quien siembra vientos recoge tempestades?

NO SE PUEDE ENTRAR SIN PERMISO: EL PODER DE LA


PERMEABILIDAD
Me gustaría que mis hijos estuvieran siempre dispuestos a comunicarse conmigo,
a abrirse a mí, a escucharme. Pero en realidad compruebo que no siempre ocurre así.
Me gustaría que me franquearan la puerta y me dejaran entrar en su mundo y en su
vida cuando yo quiero para saber qué les pasa. Pero lo cierto es que a veces se cierran
«a cal y canto», se muestran impenetrables y no me dejan entrar.

Celosos de nuestra intimidad


Y es que todos, ellos y yo, somos celosos de nuestra intimidad, de «nuestro mundo«,
de nuestros secretos. No siempre estamos dispuestos a abrirnos de par en par, a desve-
larnos, a descubrirnos sin velo, a ser diáfanos, accesibles y permeables para cualquiera y
en cualquier circunstancia. Somos selectivos y queremos ser libres para decidir cómo
y cuándo hacerlo. Nos pasa como a la ostra del cuento. 1
Madres y padres competentes

CUENTO PARA APRENDER


El pez que quería entrar en el corazón de una ostra

Érase una vez una ostra que habi-


taba las aguas tranquilas del fondo
marino. Era tal la belleza, el colorido
y la armonía del movimiento de sus
valvas que llamaba la atención de
cuantos animales por allí pasaban.
Un día acertó a pasar por el lugar un
pez que quedó prendado al instante.
Se sintió sumamente atraído por la
El pez que quería entrar en el corazón de
una ostra. ostra y deseó entrar al instante en el
corazón de aquel animal misterioso
para conocerlo. Pero sus deseos eran tan intensos e irrefrenables, que se acercó de
una manera brusca e impulsiva. La ostra, que era un animal extremadamente sensi-
ble, se cerró herméticamente al instante.
El pez se quedó muy sorprendido, ya que no pretendía hacerle daño alguno. Le
rogó que abriera sus valvas, le imploró mil veces e intentó mil maneras de abrirla,
pero todas terminaron en fracaso.
El pez buscó entonces consejo en otros peces del lugar que tenían experiencia en
comunicarse con las ostras. Éstos le ayudaron a comprender que el acercarse de una
manera brusca y sin miramientos, tratar de imponer su presencia y forzarlas para que
se abran produce tanto miedo en las ostras que se cierran intensamente y no hay
nadie que pueda abrirlas. Las ostras, le dijeron, son seres tan celosos de su intimidad,
que no consienten comunicarse si ellas no se sienten libres para decidir si comuni-
carse o no. Le aconsejaron que no les impusiera su presencia, que se acercara a ellas
de una manera suave y observadora, que intentara conocerlas escuchando y obser-
vando el movimiento de sus valvas, que tratara de imitar sus movimientos y sus reac-
ciones hasta suscitar en ellas el deseo de comunicarse. El pez puso en práctica estos
consejos y consiguió al final disfrutar de la belleza, la compañía y la complicidad de
las ostras.

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El poder de la permeabilidad y de la reciprocidad

ACTIVIDAD PARA PENSAR

❏❏ ¿Por qué la ostra se cerró a los primeros intentos del pez?


❏❏ ¿Qué cualidades tenía la ostra que determinaban su apertura hacia el pez?
❏❏ En ocasiones, he sentido el deseo de comprender a fondo a mis hijos y me he
encontrado con que se cerraban «como ostras»: ¿Por qué pudo ocurrir esto?
❏❏ En ocasiones, les he querido persuadir y convencer de algo y me ha sorprendido
su «cerrazón» a pesar de que les estaba dando «razones de peso» y de que lo
que les decía era «de cajón». ¿Por qué pudo ocurrir esto?

Guía para favorecer la permeabilidad de mis hijos


Como el diálogo es creación conjunta, depende también de mí el poder lograr el
objetivo de la permeabilidad y la apertura de mis hijos para poder comunicarme con
ellos. ¿Cómo lo consigo?

1. Consciente de que son celosos de su intimidad, de su mundo privado, de sus secre-


tos, más a medida que crecen, respeto y honro su intimidad y su reserva.
2. Respeto su libertad para abrirse o no, para desvelarse o no, y su derecho a abrirse sólo
cuando ellos deciden hacerlo: «me gustaría que me lo dijeras, pero estás en tu
derecho de decírmelo o no».

DIÁLOGO
Respetar su intimidad

Sabes que no me gusta


inmiscuirme en tus cosas,
Te noto preocupado pero sabes también que
desde hace unos Son cosas mías, es­toy absolutamente
días, ¿hay algo que pero ya se me dis­ponible para escucharte
me quieras decir? pasará si quieres contármelo

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Madres y padres competentes

3. Respeto también su resistencia a abrirse, que a veces me resulta frustrante, porque


no se amoldan sin más a lo que yo quiero.

a) Le doy relevancia a esa resistencia y le otorgo el sentido que tiene como


fuente de su dignidad y de su seguridad personal: «¡no sabes cuánto respe-
to tu reserva!».
b) No se la reprocho y no les digo: «¿por qué te resistes tanto?», «¡qué cerrazón
la tuya!», «no tiene ninguna lógica tu negativa».
c) No los presiono para que me la justifiquen, lo cual la fortalecería incluso más
todavía porque querrían defenderla buscando argumentos a favor y se ha-
rían más impermeables todavía. Será preferible decirles «se nota que valo-
ras mucho tu reserva», que decirles «me vas a explicar ahora mismo por
qué te niegas a decirme lo que ha pasado».

DIÁLOGO
No aceptar o aceptar su derecho a decidir abrirse

Ya sabes cuánto me importa


todo lo que te ocurre en el
Pero cómo no me colegio, pero también me
lo vas a decir, a Le prometí a importa mucho que te
Le prometí a mis una madre se le mis amigas que sientas libre de decírmelo.
amigas que no te cuenta todo. No no te iba a Si cambias de opinión y
iba a decir nada. te levantas hoy decir nada. crees que conviene que yo
Ellas tampoco se de aquí sin que Ellas tampoco lo sepa, quiero que sepas
lo dicen a sus me digas lo que se lo dicen a que puedes confiar en mí y
padres ha pasado sus padres que siempre voy a apoyarte

4. Respeto su silencio cuando me dicen: «no quiero hablar de eso ahora, prefiero
cambiar de tema».
5. Acepto que, como personas que son, son inabarcables, que me desbordan y que
puedo no comprenderlos completamente, pero no convierto mi incomprensión
en un reproche diciendo: «no hay quién te entienda».
6. Soy consciente de los hechos y las palabras que en el curso de nuestra historia
4 común he comprobado que los hacen permeables o impermeables.
El poder de la permeabilidad y de la reciprocidad

7. Estoy dispuesto a cambiar mis acciones comunicativas que provocan en ellos im-
permeabilidad por otras que provoquen permeabilidad.
8. Más allá de la apertura que decidan ofrecerme, de lo que me cuenten o no, yo les
manifiesto mi disposición incondicional a ofrecerles mi cariño y mi apoyo, a estar
siempre a su lado, a las duras y a las maduras y a tomar cartas en el asunto en caso
de que fuera necesario.

DIÁLOGO
¿Permeabilidad o impermeabilidad?

Te veo muy afectado,


¡estás llorando! Eres
muy valiente al decir
¡Mira que eres Mamá, unas chicas que tienes miedo y al
desconfiado! del curso me insultan, contármelo. Ahora
Seguro que lo ¿Por qué te va a me amenazan, me podemos hablar si
hace para querer fastidiar? dicen que me van a quieres de cómo
fastidiarme ¡A ver si eres tú pegar. Tengo mucho hacer frente a las
porque me tiene la que le tienes miedo, no vuelvo al amenazas. Yo voy a
manía manía! colegio estar a tu lado

ACTIVIDAD PARA PENSAR

❏❏ ¿Qué grado de permeabilidad es probable que muestren las hijas a los mensajes
de sus padres en los diálogos anteriores?
❏❏ ¿Qué hechos y palabras he podido comprobar que hacen que mis hijos sean
permeables y se abran?
❏❏ ¿Qué hechos y palabras he podido comprobar que hacen que mis hijos sean
impermeables y se cierren «como ostras»?
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Madres y padres competentes

EJERCICIO PRÁCTICO
En este ejercicio, puedo anotar en la tercera columna para cada situa-
ción el grado de permeabilidad o apertura que es probable que manifies-
ten los hijos ante los mensajes paternos. En los casos de baja permeabili-
dad, ¿podría haber habido otro mensaje que probablemente hubiera
logrado una mayor permeabilidad y que «se abriera la ostra»?

Permeabilidad
Situación Mensajes maternos o paternos
(baja-media-alta)
El hijo dice: «No sé si voy a ir «No digas tonterías, irás a la universi-
a la universidad». dad, por supuesto que irás».
El hijo dice: «No sé si voy a ir «Estoy seguro de que lo has pensado
a la universidad». bien, de que no dices eso a la ligera y
que tienes tus razones, ¿crees que po-
drías dedicarme un rato para comentar-
las con calma?, me gustaría mucho».
La madre entra en la habita- «¿Pero te crees que yo voy a consentir
ción de su hijo en la que todo esta pocilga? Si quieres vivir como los
está «manga por hombro». cerdos, desde luego no será en esta
casa».
La madre está preparando la «No se te van a caer los anillos ni te vas
comida y la mesa y se dirige a a herniar por echarme una mano».
su hijo que está viendo la tele-
visión.
La hija dice con tono apena- «Tampoco te vas a ahogar ahora en un
do: «Hemos discutido Ana y vaso de agua, no es la única amiga, hay
yo y ahora ya no me habla, era muchas otras».
mi mejor amiga».
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El poder de la permeabilidad y de la reciprocidad

QUIEN SIEMBRA VIENTOS, RECOGE TEMPESTADES:


EL PODER DE LA RECIPROCIDAD Y LA
INTERDEPENDENCIA
Neptno
La reciprocidad y la interdependencia
están por doquier en el firmamento, en
Urano
Saturno la naturaleza y en la vida. Los astros del
Júpiter
Marte
firmamento son interdependientes.
La Tierra Ocupan sus órbitas en torno a otros as-
Venus
tros y se influyen mutuamente. Su mo-
Mercurio vimiento no emana de dentro, sino que
se hace posible gracias a las interacciones
de atracción mutua, gracias a la reciproci-
Los astros son interdependientes dad, gracias a la interdependencia.
Nosotros somos interdependientes también con la tierra que nos recompensa
con la cosecha los esfuerzos de la siembra.
La cosecha que vamos recogiendo cada día en los encuentros de la convivencia es
también el fruto recíproco e interdependiente de lo que vamos sembrando. Nos
ocurre como en el Cuento del viajero.

CUENTO PARA APRENDER


El viajero que quería conocer

  Después de haber atravesado un camino largo y di-


fícil, el viajero llegó a la entrada del pueblo en el que
pasaría los próximos años de su vida. Estaba inquie-
to por conocer la forma de ser de la gente de aquel
lugar, y de forma apresurada, sin saludarlo y sin ape-
nas mirarlo, le preguntó a un viejo que descansaba
bajo la sombra de un frondoso árbol: «¿Cómo es la
gente en este lugar? Es que vengo a vivir aquí y don-
de yo vivía las personas eran complicadas y agresi-
vas. La arrogancia y la insensibilidad eran el pan de
cada día». El viejo, sin saludarlo y sin apenas mirarlo,
respondió: «Aquí la gente es igual».
El viejo siguió reposando. El caminante prosiguió su camino. Horas después,
otro viajero que también llegaba al pueblo se acercó despacio al anciano y le dijo:
«Buenas tardes, señor, disculpe la molestia, yo vengo a vivir a este pueblo y me
gustaría saber cómo es la gente en este lugar, porque en donde yo vivía las perso-
nas eran atentas, generosas y sencillas». El anciano levantó la cabeza, sonrió, lo
saludó y le contestó: «Aquí la gente es igual». El caminante prosiguió su camino. 7
Madres y padres competentes

ACTIVIDAD PARA PENSAR

❏❏ Me voy a imaginar que he sido testigo del encuentro entre el viejo y los dos
viajeros y que me acerco después al viejo y le pregunto: ¿cómo es posible dar
una misma respuesta, «aquí la gente es igual», a dos preguntas que se referían a
experiencias tan diferentes?
❏❏ ¿Qué es probable que responda el viejo a esta pregunta mía?

A la larga, es muy probable que mis hijos se comuniquen conmigo y me corres-


pondan según yo me comunique con ellos. Si pregunto de manera áspera, como el
primer viajero, es probable que me respondan de manera áspera, si pregunto de ma-
nera amable, como el segundo viajero, es probable que me respondan de manera
amable. Si los escucho, es probable que me escuchen. Si los juzgo, me juzgarán tam-
bién a mí. Y si siembro vientos, cosecharé tempestades. Y, como se suele decir, «de
aquellos polvos, estos lodos».

DIÁLOGO
Se comunican conmigo según yo me comunico con ellos

No tires las
cosas al suelo No tires las
colillas al suelo
No pongas No te
los pies en muerdas No te pases las
el sofá las uñas horas al teléfono

No
critiques a
tus amigos

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El poder de la permeabilidad y de la reciprocidad

Su empeño es interdependiente con el mío y «me pagan con


la misma moneda»

Como la danza de la comunicación


es creación conjunta, mis hijos y yo coo-
peramos en mayor o menor grado en el diá-
logo de los encuentros y en hacer con-
fortable la convivencia.
Nos cedemos alternativamente la inicia-
tiva en la coreografía, nos turnamos en la
duración y la magnitud del esfuerzo y la
implicación que empeñamos cada uno,
como hacen quienes reman juntos o
Se turnan en la duración y la magnitud del quienes comparten la tarea de serrar un
empeño tronco.
Los empeños a veces son desiguales y si uno pone de su parte, pero los demás no
lo hacen, la convivencia se resiente. Y puede ocurrir incluso que, si uno pone «más
carne en el asador» para compensar una menor implicación de los demás, estos pue-
den desentenderse más todavía.
Pero el grado de empeño e implicación de cada uno para lograr la sintonía y la
sincronía del diálogo no es una propiedad que se mantenga constante e inalterable en
el tiempo, sino que es una propiedad del encuentro y puede, por eso, cambiar dependien-
do de cómo ocurran en el encuentro las interacciones mutuas y circulares.
Por eso, lo que mis hijos estén dispuestos a hacer y cuánto estén dispuestos a em-
peñarse, depende en buena medida, de lo que yo haga y diga y de cuánto yo me em-
peñe, porque, según a veces se dice, «me pagan con la misma moneda».

ACTIVIDAD PARA PENSAR

❏❏ ¿Cómo y cuánto nos estamos empeñando cada uno en casa en la sincronía del
diálogo y en hacer que nuestra convivencia sea confortable?
❏❏ ¿Es el empeño de mis hijos proporcionado a su edad o podría ser mayor?
❏❏ ¿Podría aumentar la implicación de mis hijos si yo también me implicara más o
lo hiciera de otro modo?

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Madres y padres competentes

En el juego de la comunicación, «movemos ficha» y mis


movimientos determinan sus movimientos

Cuando decidimos jugar cualquier juego, el


juego nos envuelve como una atmósfera de la que
no nos podemos sustraer mientras jugamos. Den-
tro de esa atmósfera, ya no somos independientes,
sino que los movimientos que realiza un jugador
dependen de los movimientos de los otros jugadores.
Los movimientos de los jugadores son actos com-
plementarios que se determinan recíprocamente y que
conforman así juntos el sentido del juego.
Como en un juego, en la atmósfera de la con-
vivencia, mis movimientos y los de mis hijos son
también interdependientes y complementarios. Los
Los movimientos de uno determi-
nan los movimientos del otro
dichos y los hechos de mis hijos dependen en
buena medida de los míos, de cómo yo «he mo-
vido ficha» previamente. No se comprenden por sí mismos, puesto que remiten a los
míos y tienen sentido y se comprenden a la luz de los míos, no son un «sinsentido».

ACTIVIDAD PARA PENSAR

❏❏ Ya que el comportamiento de mis hijos en la convivencia depende en buena


medida del mío, me puede ser útil preguntarme: ¿cómo me ven mis hijos?, ¿qué
impresión les causo?, ¿qué dicen de mí?, ¿qué hago y cómo lo hago para que ten-
gan de mí la impresión que tienen, qué mensajes, qué gestos, qué tono de voz
les comunico que provocan en ellos reacciones que me desconciertan?
❏❏ A veces no me gusta la respuesta que recibo de mis hijos a algo que les he dicho,
incluso me parece que «no tiene ni pies ni cabeza» o que es un sinsentido. En
estos casos, me puede ser útil preguntarme qué fue lo que dije o cómo lo dije
porque quizá entonces le encuentre sentido a su respuesta.

Como en un juego, también en la comunicación cada uno jugamos un papel, más


activo o pasivo. Y a menudo lo practicamos tanto en el curso del tiempo y nos mete-
mos tanto en él que nos resulta difícil dejar de jugarlo y ver otras posibles alternativas,
otras posibles formas de jugar.
Cuando los papeles que desempeñamos en la comunicación y en las tareas de
casa nos llevan a la incomunicación y al desencuentro, el desencuentro puede encon-
trar un camino de solución si probamos a hacer un intercambio de papeles, como pro-
10 pone hacer la madre en el diálogo siguiente.
El poder de la permeabilidad y de la reciprocidad

EXPERIENCIA PRÁCTICA
¿Cómo me ven mis hijos?

❏❏ Para poder responder a algunas de las preguntas que me he hecho en la activi-


dad anterior, puedo realizar con mis hijos un juego.
❏❏ A mis hijos mayores puedo preguntarles cómo me percibirían y qué dirían de mí
si yo fuera un actor, un cantante, un personaje famoso, un género literario, el
protagonista de una novela...
❏❏ A mis hijos pequeños puedo preguntarles cómo me percibirían si yo fuese un
color, un país, una fruta, una comida, una música, una estación del año, un vestido,
una parte del cuerpo, un animal….
❏❏ Después puedo entablar con ellos una divertida conversación sobre nuestra
convivencia y sobre los cambios que, en su caso, yo podría hacer en mi compor-
tamiento para que cambiaran la percepción que tienen de mí.

DIÁLOGO
Cambio de papeles

Después de comer, la madre acostumbra a recoger la mesa y llevar platos, va-


sos, cubiertos y los restos de comida a la cocina, mientras los hijos y el marido se
echan en el sofá. En varias ocasiones, se ha quejado de la falta de implicación de los
hijos y del marido en esta tarea y de ser «la criada de todos», pero no ha encontra-
do eco. Un día decide dejar de resignarse y de jugar el papel habitual y les propone
un cambio de papeles.

Madre: Quiero proponeros un juego, y es que durante unos días cambiemos


los papeles que estamos desempeñando cada uno después de comer. Si os parece,
a partir de mañana, al terminar de comer, vosotros recogeréis la mesa y yo me sen-
taré en el sofá.
Marido: Pero esto ¿a qué viene?
Hija: ¡Como si recoger la mesa fuera un suplicio!
Madre: Claro, no es ningún suplicio, por eso os propongo que probemos a
hacer este cambio. Después de la prueba, me gustaría que dialogáramos un rato
sobre lo que nos ha parecido y cómo nos hemos sentido cada uno desempeñan-
do un papel diferente. Tal vez a partir de ese momento nos podamos comprender
mejor mutuamente, evitar las discusiones que solemos tener después de las comi-
das y ver si nos conviene hacer algún cambio. 11
Madres y padres competentes

En lugar de seguir metida en el papel y de seguir lamentándolo, la madre decide


poner a funcionar el poder de la interdependencia y proponer un intercambio de
papeles para encontrar otras formas de «jugar» en los encuentros de la convivencia
y en la implicación en las tareas de casa.

EXPERIENCIA PRÁCTICA
Cambiar los papeles

❏❏ Elijo una experiencia de comunicación con mis hijos que se repite a menudo y
que a los dos nos desagrada. En los próximos días, les voy a proponer invertir los
papeles en el juego y comprobar qué pasa.

El juego de la comunicación tiene sus reglas


Los juegos tienen además unas reglas a las que hay que atenerse para poder jugar.
También nuestra comunicación se atiene a unas reglas que pueden facilitar el juego, pero
que pueden también hacerlo difícil, como ocurre en el diálogo siguiente.

DIÁLOGO

Un aprendizaje que marca la convivencia

En el diálogo, la madre y la hija están metidas de lleno en un juego que sigue unas
reglas.

a) La niña se atiene a la regla «si espero, mamá me da la comida» y actúa en con-


secuencia: espera a que la madre le dé la comida.
b) La madre se atiene a la regla «si yo no le doy, no come, si le doy, come» y actúa
12 en consecuencia: le da de comer. Incluso reconoce expresamente la regla cuan-
El poder de la permeabilidad y de la reciprocidad

do le dice a la niña: «como yo no te lo dé, no eres capaz de comer». La hija po-


dría responder: «pues sí, es verdad, tienes razón».
c) Pero a la vez, la madre le reprocha a la niña que acepte la regla que ella utiliza, le
afea que juegue el juego que ella misma está jugando y le dice «pareces una niña
pequeña».

Siguiendo estas reglas, las dos están aprendiendo a hacer lo que hacen porque lo
que hacen cumple una función valiosa para las dos, les ofrece resultados valiosos.

a) La niña aprende a no comer, pues espera la recompensa de su negativa: mamá me


dará de comer.
b) La madre está aprendiendo y se está habituando a darle de comer a la niña porque
así obtiene la recompensa de que la niña coma y además así también interrumpe
una espera que lamenta: «¡otra vez la misma historia!».

A ambas les recompensa lo que cosechan con lo que han sembrado. Es que, como
ya sabemos, los resultados que tienen nuestras acciones influyen mucho en que esas accio-
nes las volvamos a repetir una y otra vez.
Por eso, las reglas que están siguiendo se afianzan y los actos comunicativos de las
dos se van reforzando, se van haciendo más probables y frecuentes y se hacen además
interdependientes. Cuando «mueven ficha», el movimiento de la hija depende del
movimiento de la madre, y viceversa, sus movimientos se corresponden, son com-
plementarios, son recíprocos e interdependientes.
Y aunque lo hacen tal vez sin darse cuen-
¡Oye, oye, a mí no ta, ese aprendizaje va tomando cuerpo, como
me grites, que algo propio de cada una y como algo propio
pareces una loca!
A ver si así te No te aclaras, te del diálogo y de la convivencia entre las dos.
enteras de que pregunto qué te Y una vez que ha entrado y va ocupando es-
no puedo más pasa y te cierras en pacio en el repertorio de competencias y ha-
banda y después
estallas, ¡y no bilidades de las dos, va a afectar a su autoima-
¡Estoy harta,
harta y no puedo quiero volverte a gen, a su autoestima y a la confianza que las
más, os odio! oír esa palabra en
dos tienen en su capacidad para hacer de otro
Un día me voy a ir la boca! Pero, ¿qué
de esta casa te hemos hecho? modo las cosas.

Un aprendizaje conjunto
De la hija se dirá más tarde tal vez: «siem-
pre ha sido muy mala comedora». Del papel
que la madre puede haber tenido en el apren-
dizaje del «mal comer», y de cómo ella tam-
Su malestar es una propiedad del bién ha aprendido a obrar como lo hizo, tal
encuentro interdependiente vez no se dirá nada. 13
Madres y padres competentes

Pero, al igual que ocurre en multitud de situaciones de la convivencia, también


aquí la comunicación es creación conjunta, cosa de dos. La madre está tan inmersa
en el juego que no se da cuenta de que ella está cooperando en el cumplimiento de las
reglas de juego, en el aprendizaje y en el mantenimiento del problema. Incluso es posi-
ble que expresamente niegue que ella tenga nada que ver en lo que ocurre y lo atribu-
ya a alguna característica propia de la hija: «es muy mala comedora», «lo hace para
tenerme pendiente», «es muy inmadura».
En efecto, a veces decimos «este niño tiene un problema», «se porta como un
loco», «es un desobediente», como si fuera un ser aislado, como si su comporta-
miento no tuviera nada que ver con lo que ocurre en el ambiente en el que vive y no
fuera interdependiente del comportamiento de los demás.

La clave está en lo que ocurre entre las dos


Es cierto que la madre y la niña son cada una autoras y actoras protagonistas de
sus encuentros a la hora de la comida, pero la clave de lo que ocurre no es una propie-
Me preocupa mucho
dad inherente e inalterable de cada una de
lo que ha pasado, y ellas, de una niña «mala comedora« y de una
me dolería que se Veo lo impor- «madre incompetente», una cosa «de su ca-
rompiera la amistad tante que es
de toda la vida, pero beza», como a veces se oye decir, sino que es
eso para ti, a
tampoco quiero que ver si soy capaz una propiedad del encuentro interdependiente que
no me tengan en de entenderlo ambas establecen, del juego que ambas jue-
cuenta bien
gan, de lo que ocurre entre las dos en esos mo-
mentos.
El juego sólo se puede jugar y durar, pues,
mientras las dos lo admitan. Si una intenta de-
jar de jugar y de ser colaboradora necesaria en
el juego, la otra puede aceptar la interrupción o
negarse a que eso ocurra. Puede incluso pro-
testar, refunfuñar y enfurecerse reclamando
Su bienestar es una propiedad del que el juego continúe. De hecho, en alguna
encuentro interdependiente ocasión en que la madre se niega a jugar el jue-
go y a darle de comer, la hija eleva el nivel de su disgusto, llora y chilla llena de angustia
hasta que la madre accede a jugar su papel complementario. De alguna manera, las
reglas de juego las aprisionan.

Una espera perseverante


En esos intercambios entre las dos, a veces la madre espera un poco más para ver
si la niña se decide por fin a comer sola. Pero como finalmente la niña no come y, sea
corta o larga la espera, la madre le da de comer, la niña aprende que debe esperar el
14
El poder de la permeabilidad y de la reciprocidad

tiempo que sea necesario para obtener por fin la ansiada recompensa: mamá le dará
de comer.
Aprende así también la virtud de la perseverancia, pero seguramente su madre
querría que la practicara en otras situaciones distintas en las que tal vez, en cambio,
no la muestra tanto.

Gozos y sombras, gustos y disgustos de la convivencia


Enredadas en el juego, parece como si a las dos les gustara.

a) A la niña le gusta que su madre le dé


de comer, anticipa esa gratificación y
espera pacientemente a que llegue.
b) A la madre le gusta darle de comer a la
hija, anticipa la gratificación de ver que
por fin la niña come y actúa para obte-
nerla. Disfruta además al comprobar
Hay gozos y disgustos en la convivencia cómo se disipa la ansiedad y el males-
tar que acompañaban a la espera.

Pero también hay disgusto en el juego, también las dos sufren. Ganan, pero pierden
también. Es que en la convivencia las cosas no son siempre blanco o negro, son a ve-
ces ambivalentes, los gozos se entreveran con las sombras, los gustos con los disgus-
tos.

a) A la madre le disgusta que la hija no coma sola, y le disgusta asistir a la escena de


verla impasible ante el plato. Ella pasa un mal rato.
b) A la hija le disgusta que su madre no le dé de comer y pasa un mal rato mientras
espera.

Y si la espera se alarga, se alarga también el malestar que solo se alivia con la anti-
cipación de la recompensa. La intensidad del malestar hace también más intensa la
ansiedad y más intenso el anhelo de que el mal rato termine.

¿Por qué no cambian si están sufriendo?


Viendo desde fuera el diálogo entre la madre y la hija, uno puede preguntarse:
¿por qué no cambian si hay tanto disgusto?, ¿por qué no cambian para evitar tanto
malestar? Si les peguntáramos, tal vez nos dirían que a ninguna de las dos les parece
bien seguir así, pero ahí siguen.
El caso es que, aunque hay disgusto, eso no basta para que se produzca el cambio.
Hay disgusto y lamento, pero no hay cambio, las cosas siguen igual o incluso van a 15
Madres y padres competentes

más. Y es que el disgusto no moviliza necesariamente el cambio si los resultados de se-


guir en lo mismo pesan más.

ACTIVIDAD PARA PENSAR

❏❏ ¿No es paradójico que en el diálogo anterior la madre y la hija sigan jugando un


juego y turnándose en la duración y la magnitud de un empeño que les depara
sufrimiento?
❏❏ ¿Qué es lo que las mantiene en el juego?
❏❏ Elijo una experiencia de comunicación con mis hijos que se repite a menudo y
que a los dos nos produce gran satisfacción y me pregunto: ¿qué reglas de juego
cumplimos los dos que hacen posible la continuidad del juego?
❏❏ Elijo una experiencia de comunicación con mis hijos que se repite a menudo y
que a los dos nos desagrada y me pregunto: ¿qué reglas de juego cumplimos los
dos que hacen posible la continuidad del juego?
❏❏ ¿Por qué no dejo de jugar los juegos de comunicación que me disgustan?

Cambiar las reglas de juego

Si la madre no ve el papel que ella juega en el encuentro y en los lazos que las en-
trelazan a las dos, tampoco se da cuenta de que podría tener en su mano la alternativa de
dar por terminado el juego. Pero piensa que el cambio depende tan sólo de que cam-
bie la niña, no del cambio propio, y por eso es posible que diga refiriéndose a la niña:
«a ver si madura». Claro que esa «madurez» tardará en llegar mientras no cambien
las reglas que regulan las relaciones interdependientes que contribuyen a mantenerla
«inmadura«.
Pero el poder de la interdependencia en la paternidad positiva es también una
palanca para el cambio. Por eso, si la comunicación en nuestra convivencia no está
siendo confortable, podemos liberarnos de las reglas que nos tienen atrapados y cam-
biarlas, podemos dejar de jugar un juego que nos disgusta, dejar de derrochar nuestra
energía en un empeño que no contribuye en nada a hacer confortable nuestra convi-
vencia. Si no cambiamos las reglas de juego, el juego continuará, y también el males-
tar.
Por la interdependencia, yo tengo un cierto grado de influencia y control sobre el
comportamiento de mis hijos, pues un cambio en el mío, en «mi ficha», determina tam-
bién un cambio en el suyo, en sus movimientos. Lo que yo hago o digo en respuesta
a lo que ellos hacen o dicen influye en lo que ellos hagan y digan a renglón seguido.
16
El poder de la permeabilidad y de la reciprocidad

EJERCICIO PRÁCTICO
El poder de la reciprocidad

En este ejercicio, puedo completar en la columna de la derecha las fra-


ses de la columna de la izquierda según creo que puede funcionar la reci-
procidad.

Si... ...es probable que…


Sonrío
Escucho cuando me están contando algo que les importa
Si hablo bien de ellos
Les ayudo
Sigo centrado en lo que estaba haciendo cuando me cuentan algo
que les importa
Si les guardo una confidencia que me han hecho
Tomo en consideración sus opiniones y sus propuestas
Tienen dudas acerca de lo que les conviene hacer y les digo: «pues ya
deberías tenerlo claro, otros a tu edad ya se han aclarado»
El padre dice «pobre del que haya hecho esto«, e instantes después
dice dirigiéndose a su hijo: «¿has sido tú?

Si yo cambio, es muy probable que ellos cambien también, aunque ese cambio no
sea inmediato. Porque mis hijos y yo no somos de una sola pieza, somos seres múlti-
ples y podemos modularnos y desempeñar papeles diferentes y atenernos a reglas
diferentes en escenarios diferentes. De hecho, es muy posible que la niña del diálogo
ya esté comiendo sola en el colegio o en casa de los abuelos, donde las reglas de juego
son otras. ¿Por qué no habría de hacerlo también en casa?
Como seguiremos viendo a lo largo de todo el libro, en las grandes o en las peque-
ñas ocasiones de la convivencia, el cambio de las reglas del juego de la comunicación
puede reducir los momentos de malestar y hacerla más confortable.

La hija no se quiere tapar en la cama.


El padre insiste en taparla. La hija da pata-
das a la ropa y discuten. Entonces el pa-
dre decide cambiar las reglas de juego.
Mientras intenta taparle dice: «¿dónde
se ha metido mi niña?, ha desaparecido».
La hija se queda quieta un rato, después
se destapa y dice sonriendo: «estoy
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Madres y padres competentes

aquí». El padre repite entonces varias veces la nueva regla de juego haciendo intentos
de «buscar» a la niña escondida, pero tardando en «encontrarla». Finalmente, la
hija se queda tapada y se duerme.
El hijo se niega a seguir andando. La madre le anima a echar una carrera: «a ver
quién corre más». Todos los juguetes están tirados por el suelo y el hijo no los mete
en el cesto. El padre le anima a hacerlo: «a ver quién es capaz de meter más juguetes
en el cesto».
Llega la hora de irse a dormir, pero el hijo se resiste. La madre dice: «cuento hasta
10, si cuando diga 10 estás en la cama, empiezo a contar el cuento que siempre me
pides». Es probable que el niño corra a meterse en cama.

Cambiar supone a veces perder


Pero el cambio de los papeles que jugamos en los encuentros de la convivencia y
el cambio en las reglas de juego supone a veces renunciar a los beneficios que obtenía-
mos desempañando los papeles anteriores y encontrar beneficios alternativos que
hagan valioso y preferible el cambio.

a) La madre ha de renunciar a las satisfacciones que le produce dar de comer a la


hija.
b) La hija ha de renunciar a la satisfacción que le produce que la madre le dé de co-
mer.

Pero, ¿a cambio de qué podremos hacer la renuncia? El cambio se hará más fácil
si me aseguro de que existan otros beneficios que compensen la pérdida.

a) La niña comerá sola si la madre no le da de comer, pero, en cambio, va a poder


tener la satisfacción de ayudar a mamá a hacer la compra y la comida y de ir a
dormir a casa de una amiga que sí come sola y a la que le van a anunciar «a bom-
bo y platillo» que ella también lo hace ya.
b) La madre podrá disfrutar de la satisfacción de ver comer a su hija sola, de que su
hija le ayude a hacer la compra y a preparar la comida, y de ver que crece en au-
tonomía y «se hace mayor». Es el camino para la «madurez» que desea.

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El poder de la permeabilidad y de la reciprocidad

PARA RECORDAR

❏❏ Mis hijos son celosos de su intimidad, no siempre están dispuestos a comunicar-


se y a veces se cierran en banda, como ostras.
❏❏ Por eso, cuando quiero comunicarme con ellos me importa mucho asegurar-
me su permeabilidad, practicar lo que sé que los hace permeables y evitar lo
que sé que los hace impermeables.
❏❏ Somos recíprocos e interdependientes y lo que ellos hagan o digan, y cuánto se
empeñen en el diálogo de nuestros encuentros depende en buena medida de
lo que yo hago o digo y de los resultados de esa interdependencia. Se com-
portan conmigo según yo me comporto con ellos.
❏❏ Como en el juego, en la comunicación jugamos papeles complementarios que
se atienen a unas reglas y que a veces puede ser necesario cambiar para hacer
confortable la convivencia.

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