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Las cosas llegan y ocurren con naturalidad pero creo que la nuestra falló desde el momento en que tú lo

sabías y yo, sabiendo la magnitud de tus conocimientos, los ignoraba e intentaba seguir el curso de
hechos con una ‘’naturalidad’’ ilusoria.

Llegaste ante una franca necesidad. En ocasiones me pregunto si el flechazo no fue acaso también
producto de una fuerte e inconsciente necesidad. Sean cuales sean los motivos de aquel suceso pasado,
el hecho ya está realizado. El flechazo llegó e incluso a estas alturas se muestra firme en persistir.

Aún cuento con los dedos de una mano los meses que nos conocemos, pero no serían suficientes ni los
dedos de una centena de personas para contar las horas en que paso peleando con el espontáneo deseo
que surge en decírtelo. Pero, ¿decirte qué? Si ya lo sabes.

Me acongojo cada vez que evoco el recuerdo de la manera en que te enteraste. ¡Y la manera en la que
te enterabas día tras día! ¿Lo seguirás haciendo? Creo que no, sospecho que he cambiado un poco en mi
actuar. Sin embargo, ¿verdad que bastaba dar la media vuelta y mirarme para confirmar con tus propios
sentidos lo que terceras personas te informaron?

No mezquino sonrisas, pero déjame decirte que las que me quitabas (e incluso las que sigues haciendo)
son de las más especiales. Son tu causa y no es que quiera ser cursi, pero son tu causa.

Nunca pretendí alargar tanto esta situación. No es que me agrade. Que frecuentaras mis sueños se
volvió fastidioso. Pero reitero, ahora aprendí a comportarme. He cambiado. Que haya dejado de leer era
un hecho sopesado. Admito que dejé los libros para darte cabida en mis pensamientos, ¡pensamientos
que se volvieron tan cargosos!

Tu influencia me molestó. Que seas el tópico principal de las conversaciones con mi círculo de amigos
me hartó tanto como a ellos, pero era inevitable. Si no podía hablarte, al menos tenía que hablar de ti.

Dejar los dulces para tener una mejor figura y así estar más confiada, eso también te lo debo a ti y creo
que fue lo único positivo de todo lo que aconteció. Pero no duró mucho, ¿sabes? Cuando dejaste de dar
señales de posibilidad, perdí todas las esperanzas de perseverar. Sin embargo, igual intento dejarlos y
ser la chica fitness que tanto sueño ser. Para ese entonces, tú tendrás que ponerte a mi nivel, mínimo.
Aunque de seguro igual seguirás encantándome. Tu sonrisa lo compensa todo. Tu sonrisa y el verdor de
tus ojos en los que me encantaría perderme.

No lo hago por decoro.

¿De verdad esa sonrisa y ese verdor pueden compensar las tantas cosas que me desagradan de tu
carácter? No digo que no me caigas. Me caes. Tan pero tan bien que Cupido jugó cierto protagonismo
sigiloso, pero… ¿y la caballerosidad? ¿la dulzura y la cortesía? ¿la fachada de chico interesante de la que
careces?

Me haces reír, te doy creídos por eso. Cierta persona que me conoce bien siempre me ha dicho que
sucumbo ante los que me hacen reír. Estoy en completo acuerdo con ella.

La cosa, querido y estimado es que no, no me gustas. Decepciones vienen y van cuando se trata del
mundo en el que vives. Pero sí, estoy flechada. Y si ese hecho ya no parece tan real es porque
simplemente me resigné y aprendí a disimularlo.

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