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Fue tan dura la cosa, que terminó ella llorando y yo también, y yo me preguntaba,
¿Cómo es posible que la persona que yo más quiero en la vida yo sea capaz de
torturarla en esta forma? Le pedí mil excusas, le dije que seguiríamos al otro día, y
que no volvía a ocurrir mi propia impaciencia.
Seguimos al siguiente día, y volvió a ocurrir mi impaciencia, se repitió exactamente
lo mismo que en la primera oportunidad. Lo hicimos por tercera vez y ocurrió de
nuevo.
Y ya en esa tercera vez yo me pregunté, ¿Cuál es el problema que yo tengo?
Y ahí viene lo del autoconocimiento y lo de ser testigo de sí mismo.
Entonces, me planteó un problema que sólo yo podía resolver, nadie lo podía
resolver por mí. Yo tenía que investigar qué era lo que había en mí que me
generaba esa impaciencia. Entonces en la cuarta oportunidad que nos
sentamos, cuando empecé yo a sentir que nacía de acá esa impaciencia, lo que
hice fue observarme con toda la atención que pudiera, a ver si descubría qué era
lo que me estaba generando esa impaciencia que yo sentía y vine haciendo de
nuevo por cuarta vez.
Y descubrí una cosa absolutamente extraordinaria, que el problema era que yo,
como padre de ella, no quería tener una hija que tuviera problemas en
matemáticas.
Era mi propio orgullo.
Un poco tiempo después empezamos a estudiar en vacaciones por voluntad
de ella, y ella empezó a hacer los problemas dichosa,
y en uno de esos problemas nuevamente se trabó y no pudo, y se atacó a llorar, y
lloraba amargamente.
ya, obviamente, yo no solamente no me impacienté, sino que sentía una
compasión por ella enorme.
Y le pregunté, mira, observa qué es lo que te hace sufrir.
Y al cabo de cierto tiempo ella me dijo, el miedo, y yo le pregunté, ¿El miedo a
qué?, y me dijo, el miedo a que todos pueden y yo no. Desde ese día jamás volví
a maltratar a mi hija en ninguna circunstancia, ni enseñándole matemática ni en
ninguna otra circunstancia. Y aprendí muchísimo sobre cómo yo no fui capaz, no
había sido capaz con ella, de ponerme en sus zapatos desde el primer día que yo
empecé a trabajar con ella.
Eso es un ejemplo para mí, es el mejor, el ejemplo tal vez más claro y más
conmovedor que tengo para explicar qué significa ser testigo de sí mismo o
avanzar en el conocimiento de uno mismo. Descubrir nuestros orgullos, nuestras
envidias, nuestras competencias, nuestras codicias, porque esas son las cosas
que nos llevan a establecer relaciones nocivas con los demás.