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Título original: Virtlles[or Ordinary Chrisiians


Traducción del inglés: J. Carlos Coupeau y Julio Martínez A Sean

Portada y diseño: Alvaro Sánchez

© Sheed & Ward, Kansas City, EE.UD.


© 1999 Ediciones Mensajero, S.A. - Sancho de Azpeitia, 2
48014 Bilbao.
E-mail: mensajero@fedecalí.es
Web: http://www.mensajero.com
ISBN: 84-271-2210-1
Depósito Legal: BI-74-99
Printed in Spain
Impreso en Grafman. PoI. Ind. El Campillo - Pab. A-2
Gallarta (Vizcaya)
VIRTUDES DE UN CRISTIANO

James F. Keenan, S.].

1ntroducción a la edición castellana

14, MIENTRAS ESCRIBO esta introducción a la edición


:l:,>Jn cnstellano de Virtudes de un cristiano transcurre el
,~j¡~"rto domingo de Cuaresma. Ha sido una semana con
,tIntes acontecimientos.
'·,EI lunes hablaba por teléfono con mi amiga Marilyn,
ex-alumna del programa de doctorado que ahora es
'sera de teología moral. El mes pasado su hija más jo­
la (mica chica de sus hijos, sufrió un accidente de coche
,1 que quedó gravemente herida. En estos momentos
rllyn está sentada a la cabecera de su cama esperando a
'¡I', ' 1UCIl solga del coma. Cuando esto suceda, tendrá por delan­
'.!",',
ti unn recuperación muy larga. El hospital en que la hija de
MA"J1yn se encuentra dista más de 1.600kilómetros del do­
mlclll( 1 familiar, no obstante estar próximo a la universidad
dondt' HU hija estaba a punto de terminar los estudios.
Mnrllyn me comenta cuánta ayuda está encontran­
do LlI1 gente que ni siquiera conoce. También me cuen­
ti CÓ!110, a menudo, mientras espera en la unidad de
cutdnc10s intensivos, trata con otras madres que atien­
dan n HUS hijos heridos pero que, careciendo de la edu­
cación que Marilyn posee, recurren a ella en busca de
ayudn. Finalmente, me confiesa que su esperanza de
tluu HU hija vuelva del coma es muy débil.
A renglón casi seguido, el jueves, supe que el padre
da otro amigo había muerto. Un jesuita vasco, de la pro­
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vincia de Loyola, y uno de los traductores de este libro, Finalmente, después de ir al hospital, tomé el coche y
mi amigo Carlos, ha estado viviendo en nuestra peque­ marché a visitar a mi hermana y su familia. Mi sobrina
ña comunidad desde hace ahora tres años. Es un alum­ Megan celebraba su dieciocho cumpleaños. Era toda una
no del programa de doctorado aquí, en la Weston Jesuit fiesta. La casa estaba abarrotada de amigos suyos y de la
School of Theology, una facultad de teología que no di­ familia. Realmente, había muchos jóvenes de su edad
fiere en mucho de la de Comillas en Madrid. A lo largo por todas partes. Todos lo pasamos muy bien.
de los años Carlos y yo hemos llegado a ser buenos Hace dieciséis meses, a Megan le diagnosticaron de
amigos, aunque no siempre nos haya resultado fácil. repente una leucemia. Diez días después sufrió una he­
Tenemos personalidades muy distintas, pero ambos morragia cerebral. Ahora, que ya ha pasado casi un año
amamos a la Iglesia y a la familia, y nos guardamos un tras la remisión del cáncer, había muchas razones para
profundo respeto el uno por el otro. Sobre esa base hemos celebrarlo. Contemplando a sus compañeros de clase, me
construido una amistad duradera. di cuenta de que, a pesar de la diferencia de años que nos
Carlos sabía desde hacía algunos años que su padre te­ separa, compartimos un afecto similar por una joven de
nía cáncer y, más recientemente, que su padre se moría. dieciocho años que ha sufrido mucho.
Con él he compartido mi experiencia de cómo es la pérdi­ Estas historias son de ésas que todo el mundo entien­
da de un padre y, ahora que ha muerto, me hubiera gusta­ de. Son historias verdaderas que se aferran a la memoria
do haber estado allí junto a él, se madre y su hermano. y que seguramente son parecidas a otras conocidas por
Aunque no me fue posible, otro jesuita de nuestra comuni­ el lector. Muestran, de hecho, cómo a través de un suce­
dad voló a España para acompañarle en esos momentos, so podemos adentrarnos por simpatía en la vida de otro:
para llevarle nuestra solidaridad. Carlos sabe cuánto nos dentro de su esperanza y gozo, o de su dolor y tristeza.
gustaría aliviar su pena a todos y a cada uno de sus com­ Ciertamente, hay mucho más que no alcanzamos a
pañeros de comunidad, porque, gracias a lo que nos ha ido comprender. Por ejemplo, no puedo conocer el dolor de
contando, hemos llegado a conocer cuánto se quieren los Carlos en su profundidad o la preocupación de Patricia o
cuatro y cuánto se preocupan unos por otros. la paciente esperanza de Marilyn. Pero escuchándoles,
Ayer tuve que ir al hospital para ver a otra alumna, puedo llegar a vibrar con ellos. Sus historias me tocan mu­
Patricia. Su marido está muriéndose de cáncer y hacen cho. De hecho, están cargadas de sentido para muchos: ca­
los preparativos para trasladarle a una residencia. Nun­ da una subraya que somos capaces de hablar los unos a los
otros atravesando grandes diferencias culturales. Marilyn
ca me habían presentado a su marido y ella quería que le
se sienta a hablar con gente cuya formación difiere mucho
conociese antes de que empiece a empeorar. Fue para mí
de la suya, Carlos comparte su vida con sus compañeros
un encuentro emotivo. El es un judío ferviente y ella una
americanos, Patricia habla con sus amigos judíos y yo con
católica devota. Ayer, sábado, fue un buen día para que los jóvenes camaradas de Megan. A pesar de las diferen­
le visitase, puesto que sus amigos judíos, observantes del cias de educación, cultura, religión y edad somos capaces
descanso sabático, no podían visitarle; ayer fue el día en de comunicarnos, especialmente cuando nuestras expe­
que los amigos católicos eran especialmente apreciados. riencias son tan verdaderas y conmovedoras. Cruzamos
Como Marilyn, Patricia se sienta al lado de la cama, aun­ muchas fronteras.
que, al contrario que Marilyn, Patricia contempla la Historias como éstas se recomiendan por sí mismas,
muerte en el horizonte. ya que la gente que aparece en ellas nos es familiar. Inde­
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pendientemente de los diferentes contextos que cada uno VIRTUDES DE UN CRISTIANO


tenga, entendemos a las madres, hijos, esposas y amigos. James F. Keenan, S.J.
Padres, esposos, hijos y amigos atraviesan las culturas.
Sin embargo estas historias son recomendables de modo
particular, ya que ofrecen los modelos de madre, hijo, es-
posa y amigo que son. Las narraciones se aconsejan a sí
mismas debido a las virtudes de estas gentes cercanas.
La virtud es especialmente apta para movernos a
través de las culturas. Dentro de estas cuatro historias Prólogo de la edición americana
hay virtudes en juego. Vemos la esperanza, el valor, la
compasión y el gozo de estas gentes. Esas virtudes son
evidentes para nosotros. Resonamos con el gozo de
esos adolescentes, la esperanza de la madre, el valor de UN DÍA RECIBÍ una llamada de Michael Walsh, que
la esposa y la empatía del hijo. trabajaba en la Comisión doctrinal de la Conferencia
Más aún, en cada una de estas historias, vemos en ac- Episcopal de los Estados Unidos. Consultaba a varios
ción a la fidelidad. En ellas hay gente fiel: la esposa, la ma- amigos neoyorquinos sobre una lista de teólogos mora-
dre, el hijo, los amigos. Les acompañamos mientras siguen les que se barajaban como colaboradores de la revista ca-
firmes junto al esposo, la hija, el padre y los amigos, y por tólica Church. Me pareció una relación impresionante. En
eso queremos prestarles también nuestro fiel apoyo. En es- algún momento de nuestra conversación, le dije: «Mike,
te mundo nos gusta que «funcione» la solidaridad cuando si ninguno acepta, me ofrezco para hacerlo yo; me en-
otros sufren. No nos importa de qué país es, qué educación cantaría escribir artículos breves sobre las virtudes». A
tiene, qué religión profesa o qué edad nos separa. Nos une las pocas semanas, me encargaron esa tarea.
que están pasando una mala racha y no queremos que la Me interesó la columna periodística porque me brin-
soporten en soledad, sin nuestra compañía. daba la oportunidad para exponer mis ideas sobre la
Este libro también pretende acompañarte, lector. Está virtud y la vida adulta cotidiana. Personalmente no era
escrito por una persona muy concreta: el hijo de unos pa- mi intención dirigirme tanto a cristianos curiosos como
dres neoyorquinos de clase trabajadora, que ahora es un a los que están deseosos de pensar. Quería comunicar-
sacerdote jesuita, profesor de moral. Sin embargo, las me no con las personas interesadas en cualquier tema
ideas no corresponden sólo a mi modo peculiar de na- que divida a la Iglesia, sino con las que están preocupa-
rrar historias o a mis particulares intuiciones.por el con- das por todo lo fundamental para la vida de las familias
trario, se trata de historias familiares, historias sobre her- y de las comunidades. Quería hallar espacios comunes.
manos, padres, profesores y amigos. Historias de gente Y, en lugar de mirar a principios y reglas que gobiernan
que conocemos. También son historias sobre las virtudes, complejas acciones particulares y específicas, me dispo-
las virtudes a que estas gentes dan cuerpo, ) que noso- nía a prestar atención a la vida corriente. Para hacerlo,
tros, a cambio, reconocemos y recomendamos. Son histo-
me volvía hacia las virtudes.
rias que nos atraen, porque nos recuerdan quiénes pode-
1.', En la teología actual hay una constante crítica que se
mos ser. Como Mari1yn, Carlos, Patricia y Megan, estas
historias son muy humanas y muy reales. refiere a las virtudes como poco consistentes, inexactas e

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inútiles. Contra tal desafío, quiero presentarlas como
concretas, prácticas, útiles y necesarias. Nunca he enten-
dido las virtudes como ideas sino como prácticas. Por
eso me remitiré a historias de familia y iré tejiendo con
esas narraciones algo de la tela de nuestra tradición.
A lo largo de los años un buen número de personas
volcadas en su trabajo y acostumbradas a la reflexión
práctica me ha ido diciendo que leían mis columnas en
Church. Para ellos son estos ensayos: los ya publicados y
los ocho nuevos que en este libro añado. Juntos concen-
tran mi visión sobre cómo crecer como «cristiano de a
pie». Espero que también os digan algo a vosotros.

PRIMERA PARTE
Breve introducción
a la virtud

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VIRTUDES DE UN CRISTIANO
James F Keenan, S.¡'

HACE NUEVE AÑOS dejé de fumar. Durante el pri­


mer año y medio todo fue bien, pero, cuando hacía el
doctorado en Roma, falló mi resolución. Al poco tiempo
de llegar allí, volví a fumar; esta vez me unía a una gran
parte de la gente que vive en Roma para la cual fumar no
es un vicio, como lo es en Bastan.
Hace cinco años, regresé de Roma con la determina­
ción de, entre otras cosas, dejar de fumar otra vez. Lo
planeé con mucho cuidado. Me preparé para aceptar el
hecho más que probable de los kilos que engordaría.
(Pensé: ya los perderé más adelante). Decidí decirles a
todos mis conocidos que lo estaba dejando. (Razonaba
que, en las tentaciones, mi salud no me proporcionaría
suficiente resolución; y sabía que la vergüenza y el sen­
tido del ridículo sí lo harían.) Por último, puesto que
fumaba obsesivamente mientras escribía, hice planes
de no escribir nada durante el primer mes.
Dejé de fumar el Miércoles de Ceniza. Llevé toda mi
ropa a la lavandería... Ventilé mi habitación... Tiré todos
los ceniceros. La primera semana, me recompensé a mí
mismo yendo al cine y comiendo helados. N o fui a ni n­
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guna fiesta. Salí a correr bastantes veces. Y me mantuve dWH en la carretera. Algunos conductores suelen perse-
alejado de algunos amigos incrédulos que estaban con- ¡J,ll ir de cerca al coche que llevan delante. Otros mantienen
vencidos de que no lo conseguiría. En una ocasión, soñé una velocidad constante de 50 km/h sin dejar el carril de
que estaba fumando, pero en realidad no había ocurrido. mk-lantamicnto. Los hay que adelantan, sin más, al vehí-
La verdad es que tampoco sabía qué hacer con los kilos 1-ulo ajeno, mientras otros prefieren demorarse admirando

que había ganado. 1·1 último modelo de coche que llevan delante y que que-
Puesto que la vida moral tiene que ver con la vida co- l'I'ííl n hacer suyo. Y junto a tales prácticas, cada uno tiene

tidiana, la moralidad no puede estar reservada a unas lnmbién sus recorridos preferidos. Y cada uno se va ha-
cuantas acciones de gran significado. Todo acto humano 1'íl -ndo a la idea de a qué velocidad debe conducir: por en-

es un acto moral. El modo de hablar, el tiempo que gas- rima, por debajo o al tope de la velocidad legal permitida.
tamos, los planes que hacemos, las relaciones que culti- I ':H ln s prácticas se convierten en hábitos. Algunas veces las
vamos, todo forma parte de la vida moral. La moral no , r{¡ cticas que desarrollamos en la carretera aparecen como
es primariamente el estudio de acciones graves; sino el Iiábitos en las reuniones sociales: los que pasan, los que si-
estudio del vivir humano. Y ser humano es una tarea tan guen, los que persiguen de cerca, los agresivos pasivos...
complicada y frustrante como lo es encontrar el momento no se encuentran solamente en las autopistas.
justo para dejar el tabaco. Continuamente adoptamos prácticas para realizar ac-
tividades tan simples como despertarnos, desayunar,
ducharnos, ir al trabajo, escribir cartas, llamar por telé-
Prácticas morales fono, saludar a los amigos, hacer deporte, divertirnos,
conducir, lavar la ropa, cocinar, tomar apuntes, utilizar
La vida humana de cada día se complica por la varíe- el ordenador, vestirnos, salir a cenar, irnos a la cama,
dad de relaciones, tareas y circunstancias que constitu- leer, conocer gente nueva, pasear por grandes almace-
yen el actual vaivén de la humanidad. Para manejarnos nes, relacionarnos con nuestros padres o hijos, escuchar,
en medio de esta selva intrincada desarrollamos «prácti- ver la televisión y lavarnos los dientes. Estas prácticas
cas». En su famoso libro, After Virtuc, Alasdair MacInty- regulares se convierten en hábitos, que a su vez llegan a
re explica que una práctica es una actividad regular que arraigarse profundamente en nuestra vida y a constituir
nos configura de tal modo que desarrollamos disposicio- dimensiones propias de nosotros mismos.
nes para actuar de una forma particular. Las prácticas Estos hábitos nos hacen lo que somos. Pero como
conforman hábitos. Por ejemplo, para sobrellevar el es- Mac-Intyre se inclina a pensar, ciertas prácticas nos afee-
trés de tener que escribir o de relacionarme con la gente, tan más profundamente que otras. Dos de estas prácticas
yo caí en la práctica de fumar. Por desgracia, la práctica tienen que ver con el estado de vida y la ocupación.
de fumar en mi mesa de trabajo y en las fiestas se exten-
dió al hábito de fumar en todas partes. Las prácticas nos
conforman. Estado de vida y ocupación
Para adaptarnos a las exigencias de la vida, adoptamos
ciertas prácticas. Consideremos el conducir. Reacciona- Respecto a lo primero, por ejemplo, yo soy religioso y
mos de muy diversos modos ante la presencia de otros co- vivo en comunidad. Aunque hay algunas analogías con

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la vida familiar (en mi comunidad, cocinamos, hacemos d10S «sospechosos» le hizo hombre lento para juzgar con
la compra, limpiamos la casa y lavamos la ropa; vemos \l~('l'eza, cauto a la hora de sacar conclusiones. Eso sí, una
la televisión juntos, y juntos salimos a comer y acogemos vez que tomaba una decisión, no cambiaba de opinión fá-
a los invitados de los demás como si fueran propios), hay cilmente. No era profesor, médico, enfermero ni sacerdote,
diferencias fundamentales entre los dos. En lo que res- l'1'il policía: veinte años de profesión le hicieron así.
pecta a flexibilidad, a dar y recibir, a superar las discu-
siones, a apreciar las personalidades diferentes y a afron-
tar situaciones de emergencia, mi hermana y mi cuñado El tiempo hace duraderos los cambios
están mucho más acostumbrados después de quince
años de matrimonio, con dos hijos inteligentes y activos, Cuando pensamos en la vida moral, algunas veces
que yo después de veinticinco años de vida religiosa. La olvidamos qué profundos son nuestros hábitos y cuán-
intimidad e independencia que la vida religiosa y clerical to tiempo ha llevado su formación. Por el contrario, al-
requieren son distintas de las responsabilidades de la vi- bergamos ideas simplistas acerca de la acción y el cam-
da familiar. Estas prácticas asociadas al estado de vida bio moral, como si éstos fueran simplemente asuntos de
conforman los más profundos hábitos en cada uno de In tención o voluntad.
nosotros. Pensamos, por ejemplo, que tras veinte años de decir
Nuestro trabajo también nos obliga a adquirir ciertas palabras malsonantes, de repente, un Miércoles de Ceni-
costumbres. Por ejemplo, antes de trabajar en la policía za, podemos renunciar a esa práctica. Y, por supuesto,
del estado, mi padre fue agente de policía en la ciudad nos quedamos perplejos por nuestra falta de voluntad
de Nueva York. Aquella «labor» tenía su propio lengua- cuando, dos días después, no paran de salir de nuestra
je. Yo crecí pensando que todos los varones contaban his- boca sapos y culebras.
torias sobre «criminales» y la jerarquía de valores de la Durante diez años he estado culpando, interiormen-
gente del hampa. Mi padre creía en la responsabilidad, te, de todos mis males a una persona determinada. Trato
en las normas, en el castigo, en el sentido de la disponi- de refrenar esos pensamientos, pero un buen día, como
bilidad y en la valentía. El «cuerpo» tenía sus propias por descuido, se me va la lengua y dejo caer esos juicios
historias y él las contaba tan concreta y específicamente u mi interlocutor. Cuando me doy cuenta del mal que he
como las vivía. En la Brigada de Homicidios de Manhattan hecho, me propongo firmemente no pensar mal de esa
Sur, estaba continuamente en contacto con gente que li- persona nunca jamás. Pero, a pesar de mi buena inten-
teralmente abusaba de los demás. Despreciaba a trafi- ción, en cuanto algo no marcha bien vuelvo a echar la
cantes de droga y proxenetas, pero tenía un profundo cu lpa a la persona en cuestión.
respeto por drogadictos y prostitutas; era testigo de que, Hasta que no nos convencemos de la fuerza que tie-
aunque ellos luchaban por su dignidad y supervivencia ncn las costumbres arraigadas, no dejamos de hacer de
(casi siempre sin éxito), no se olvidaban de sus colegas y continuo promesas irrealizables y de tomar resoluciones
los ayudaban y protegían. Como consecuencia de esto, imposibles de poner en práctica. Esas intenciones no son
mi padre huía de los hipócritas y de cualquiera que exa- más que manifestación de vagos deseos e ideas ilusorias.
gerase sus méritos. Amaba la integridad y odiaba a los y sólo las corregimos mediante otras prácticas contrarias
mentirosos. De igual modo su continuo investigar a mu- que cambien no sólo nuestros modos de pensar sino

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también nuestras formas de percibir y manejar la reali- :1. Debemos mantenernos vigilantes contra la creen-
dad. Como en el caso del fumador decidido a dejar de dn do que no tenemos necesidad de mejorar. Hemos de
serlo, necesitamos desarrollar costumbres útiles para su- rnunu-ner los ojos y los oídos abiertos a aquellos amigos
perar aquellos malos hábitos profundamente enraizados y vonocidos cercanos que en ocasiones nos hacen ver que
y largamente mantenidos. 111'l'l'si t<11l10S crecer. El autoconocimiento sin la voluntad
dI' vscuchar a otros conduce a vivir como quien se cree
qlll' Y¡l ha alcanzado la perfección. Muchos de nosotros
Cuatro ideas para la vida moral l'l'l'llrrimos al chantaje, a la murmuración, al engaño y
111 isín <1 la depresión con tal de no cambiar un punto de
1. La decisión de cambiar alguna dimensión de la vi- vislll.
da siempre tiene un contexto. No digo yo que no sea po- 4. Debemos saber, como cualquier ex-adicto lo ha
sible que alguien, un buen día, al despertarse, decida -sin comprobado. que si somos capaces de erradicar un mal
reflexión previa- que, tras fumar durante veinte años, a hábito y sustituirlo por otro sano, se debe en gran medí-
partir de ese instante no vuelve a encender un cigarrillo. dn no sólo a nuestro esfuerzo personal y al apoyo de los
11 111 igos, sino a la gracia de Dios, cuyo aprecio por noso-
y no sólo toma esa resolución sino que además deja de fu-
mar para siempre. Puede darse un caso así, pero la mayo- tros es tal que nos está animando siempre a dar pasos
ría no cambiamos ni podemos cambiar nuestros hábitos ndelante.
de repente. La decisión real de cambiar no es normalmen-
te una ocurrencia repentina. Cualquiera que conozca la
actividad y métodos de Alcohólicos Anónimos o haya
buscado ayuda por maltrato conyugal o por compulsión
sexual, o haya comenzado una terapia para corregir una
baja autoestima o una culpabilidad neurótica sabe lo lar-
go que es el camino hasta dar el primer paso hacia el cam-
bio. Como semillas que caen en terreno pedregoso, las de-
cisiones que no están hondamente enraizadas tienen corta
vida.
2. Del mismo modo que algunas personas pueden de-
jar de fumar con más facilidad que otras y que no hay dos
que lo hagan de la misma manera, hemos de tener presente
que el camino hacia el cambio debe estar, efectivamente, he-
cho a medida. Si creemos realmente que Dios nos quiere a
cada uno personal y especialmente, hemos de reconocer
nuestro carácter único y peculiar como condición para de-
terminar qué prácticas nos ayudan y cuáles no. El autoco-
nocimiento, con aprecio por uno mismo, tiene mucho que
ver con el crecimiento moraL
20 21
VIRTUDES DE UN CRISTIANO
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James F. Keenan, S.J.

SI TE PIDO que escribas en una hoja tres temas mora­


les, tres problemas fundamentales por su importancia,
relevancia y urgencia, ¿cuáles escribirías? Probablernen­
te la lista incluiría aborto, eutanasia, guerra, divorcio...
puesto que ésas son algunas de las cuestiones que nor­
.'I.!.
malmente consideramos problemáticas en nuestro tiem­
po. Desde luego, son importantes, relevantes y urgentes.
Te pido ahora que des la vuelta al papel y escribas las
tres cosas que te vinieron a la mente al despertar esta ma­
ñana. Haz una lista con las cosas sobre las cuales te dices
a ti mismo «verdaderamente tengo que trabajar en esto».
Considera con qué frecuencia durante la semana pasada
has pensado sobre los siguientes temas en particular.
¿Has escrito sobre tu personalidad? ¿Sobre el trabajo? ¿So­
bre tus relaciones? ¿Acaso algo de los tres? Después de to­
do, ¿no son también importantes, significativos y urgen­
tes? Esos asuntos son la quintaesencia de nuestra vida
cotidiana. Son los que más nos preocupan.
Ahora pregúntate a ti mismo: ¿Cuál de las dos caras
de la hoja de papel trata realmente de temas de moral?
Mi impresión es que las cosas que habitualmente te di­
23

Ul~bl'ríamos reflexionar sobre dos cuestiones:


ces a ti mismo «tengo que hacerlas» no se parecen en nada
a las que has señalado como moralmente más relevantes .1) ¿ Por qué estamos predispuestos a pensar que los
hoy. asuntos ordinarios, aun significativos, urgentes e
¿Piensas acaso que los asuntos de la vida diaria que te irnportantes, no son temas morales?
preocupan no forman parte de la moralidad? ¿Acaso no es 2) ¿Qué debemos hacer para llevar mejor esos asuntos
moralmente urgente que no sigas maltratando a tu cón- cotidianos?
yuge, que hables claramente con tu jefe o que discutas ese
tema concreto con tu hija? ¿La homilía que uno está pre- 1':11 respuesta a la primera pregunta, parece que nues-
parando, las necesidades básicas del equipo parroquial o 1"/1 ti isposición positiva a asociar temas como el aborto,
las propias dificultades para comunicarse con un determi- In eutanasia, la guerra o el divorcio con la moralidad, re-
nado joven sacerdote no son acaso asuntos morales? ¿No f1t'in una tendencia a ver la moralidad como algo que,
son materia moral ese comer compulsivo, esos berrinches, fundamentalmente, se orienta a evitar el pecado.
tu timidez o la inseguridad que experimentas? A buen se- 1\1 teólogo jesuita [ohn Mahoney dice, en su libro The
guro que ésas son cosas semejantes a las que afrontamos MI/king of theMoral Theology (Oxford, 1987), que, desde el
cada día y que realmente constituyen nuestra tarea moral. ..Iglo VI, los cristianos han asociado la teología moral con
Después de todo, son asuntos que lidiar cuando uno se I!I pecado. Por entonces las autoridades eclesiásticas die-
pregunta a sí mismo: «¿Qué debo hacer por Cristo hoy?», 1'(')11 por hecho que el modo en que la gente podría reco-
nocer su estado moral era a través del conocimiento de
sus pecados. En los cinco siglos siguientes los abades de
La moralidad incluye lo ordinario los monasterios redactaron listas de pecados con sus co-
rrespondientes penitencias para uso de los confesores.
Lo más probable es que en la primera relación de te- Aquellas listas se convirtieron en el medio por el cual la
mas morales que hemos elaborado aparezcan preocupa- gente juzgaba su propia moralidad o inmoralidad. El
ciones graves. Con todo, mi propósito en este momento método utilizado en esos siglos no difiere mucho de los
es afirmar la necesidad de pensar también en la morali- métodos empleados en los siglos siguientes, en los cuales
dad en relación con los medios ordinarios y normales. se elaboraron otros manuales y libros para confesores y
Debemos pensar sobre los asuntos serios cotidianos que listas de pecados.
acaparan nuestra mente, al mismo tiempo que nuestro
espíritu y corazón.
Para una persona que padece una incapacidad física, Metas positivas
un trastorno emocional o psicológico o de aprendizaje, la
tarea moral es la de prestar atención a ese problema al Mahoney señala que, por contraste con la situación
tiempo que se hace una persona integrada en la socie- descrita anteriormente, los cristianos necesitan hoy desa-
dad. De modo semejante, hay materia moral en los años rrollar una visión positiva de la moralidad. No sólo ne-
que muchos padres (sobre todo, madres) pasan cuidan- cesitamos evitar pecados sino proponernos metas y pre-
do a sus hijos y en los años en que muchos adultos (sobre guntarnos qué debemos hacer por Cristo, por la Iglesia,
todo, mujeres) pasan cuidando a sus padres. por nosotros mismos y por nuestro prójimo. El Papa no

24 25
/;r¡

cesa de exhortar a los católicos a que se consideren per- ''U trabajo que versa sobre las acciones vitandas, la des-
sonas responsables llamadas a una mayor libertad ante C'rtpci<'ln de los pecados, vendía más que cualquier otra
Cristo. Para hacer esto, necesitamos caer en la cuenta de
~"nl'l'l' de la Summa.
que la moralidad no es simplemente evitar el mal sino Podemos pensar, pues, que Santo Tomás tuvo una
hacer el bien. n~l'ndé1 no muy diferente a la que tiene uno al despertar-
En efecto, si revisas las dos listas que has hecho, po- Mtl pOI' la mañana: la suya contenía el cultivo de hábitos y
drás comprobar que la diferencia mayor entre ambas es- "l'ciones que contribuyen a enriquecer la vida.
triba en que la primera es una lista de pecados que hay
que evitar (eutanasia, aborto, divorcio); la segunda con-
tiene cosas que mejorarían la situación en la que estás. I,UH actos humanos son actos morales
La razón para hablar con tal persona, trabajar sobre tal
tema o prestar atención a esa otra tarea no es «evitar el En respuesta a la segunda pregunta, Tomás ofrece
pecado» sino mejorar, de hecho, tu situación: deseas tres ideas particularmente valiosas. Para lograr una for-
mantener unas relaciones cordiales con tus hijos, tus pa- mn positiva y más comprehensiva de moral, Tomás dejó
dres, tu cónyuge, tu equipo de trabajo, o con el párroco ...crito que todos los actos humanos son actos morales.
o tus compañeros de comunidad. Las cosas que te vinie- No hay afirmación de la teología moral más importante
ron a la cabeza al despertarte esta mañana forman parte que ésta. Significa que cualquier acto, comportamiento o
de tu agenda vital y gracias a ellas vas a enriquecer tu modo de proceder que intentemos entra dentro del cam-
propia vida y la de los que te rodean. po de la moralidad. Los modos de enseñar, de predicar,
Esas metas positivas amplían el campo de la morali- de hablar, de conducir, de discutir o de limpiar, etc., for-
dad. Santo Tomás de Aquino acometió una empresa pa- rnan parte de la conducta moral. Sabemos, por ejemplo,
recida. En el siglo XIII la mayor parte de sus colegas do- que el modo que tenemos de hablar con nuestros hijos,
minicos estudiaban una lista de acciones -en su mayor nuestros mayores, empleados, superiores, vecinos o cón-
parte, pecados (tomados de la Summa de casibus de Raí- yuges puede mejorar (o empeorar) su vida y mi vida. Es-
mundo de Peñafort)- como texto para predicar sobre la lnmos convencidos de que las oportunidades morales
vida moral. Tomás respondió escribiendo la Summa nbundan, razón por la cual nos despertamos pensando
Theologiae, en la cual, en lugar de escribir sobre las malas ('11 ellas.
acciones, lo hizo principalmente sobre el ser de Dios, so- La segunda idea de Tomás se centra en el hecho de que
bre Cristo y sobre lo que los hombres podíamos llegar a In mayor parte de las cosas que hacemos nos afectan pri-
ser. Hablando de esto último, abordó el tema de las vir- mariamente a nosotros mismos. Aunque el escultor, el pin-
tudes, arguyendo que nuestra tarea moral más impor- IOI~ el carpintero y el poeta crean obras de arte, la mayoría
tante no es sólo evitar pecados o actos pecaminosos, sino d l' las actividades de la vida no son cosas que creamos sino
más bien adquirir hábitos sanos cosas que hacemos.
Permíteme una broma. Seguro que si, en tiempos de Lo que hacemos nos afecta. Si lo hacemos bien, nos ha-
Santo Tomás, se hubiera hecho un estudio de ventas ce mejores; si lo hacemos mal, nos hace peores. Por ejem-
-como ahora- antes de editar su libro, los expertos en r)10, un buen partido consigue que el futbolista juegue me-
marketing habrían estado de acuerdo en que la parte de jor. Una danza bien ejecutada hace que el bailarín baile
26 27
mejor. Las decisiones acertadas de los padres, los hacen ."mn8 importantes y urgentes de la vida y la muerte. Sin
mejores padres. Pero un partido aburrido, un ballet sin '1\1 In l'
n dudas, mucho de la vida moral atañe a lo co-
gracia o un juicio apresurado sobre alguien nos perjudica. ,r{llnll' y cotidiano. Santo Tomás nos lo ha dejado dicho,
Estas actividades (las actividades de la vida moral normal .t (1M que necesitamos el peso de una autoridad para estar
y corriente) son las que Tomás denomina «inmanentes». t'Ol1wllcidos de ello. (Incluso en nuestro adormilamiento
Los efectos de estas actividades redundan sobre el agente. matutino podemos descubrirlo.)
Esta es una idea importante y preciosa, que significa, ni
más ni menos, que «nos convertimos en lo que hacemos».
Suena verdadero. En castellano solemos decir que «somos
hijos de nuestras obras».
Si cuando vamos al trabajo conducimos como locos,
tenemos muchas posibilidades de llegar a convertirnos
en maniacos. Si tratamos a nuestros pacientes con con-
descendencia, hay grandes probabilidades de que haga-
mos lo mismo con nuestro cónyuge, nuestros colegas y
amigos. Si no guardamos las confidencias de algunos
amigos, no guardaremos las de los restantes. En una pa-:
labra, es ingenuo pensar que el modo como actuamos no .
va a tener efecto alguno en el futuro sobre nosotros: lo
que hacemos nos afecta.
Por último, para hacernos personas mejores y más li-
bres necesitamos reconocer y aprovechar las oportunida-
des morales que se nos presentan. Santo Tomás sugirió
que a través de ejercicios es como lo logramos. Puesto
que toda acción es un acto moral que nos afecta, debería-
mos ordenar y encauzar toda nuestra actividad de modo
que lleguemos a-ser ante Cristo la persona que deseamos
ser. Los actos morales consisten precisamente en ejerci-
tarse. Así, si necesitamos ser más discretos, necesitamos
ejercitar la discreción. Si lo que precisamos es valor, he-
mos de ejercitar la valentía. Si necesitamos crecer en fide-
lidad, debemos ejercitarnos en ser fieles. Estos ejercicios
nos ayudan a ser las personas que Dios nos llama a ser.
Estas ideas de Tomás nos ayudan a entender lo com-
prehensiva que es la vida moral y lo que podemos hacer
para ser personas más morales. Sobre todo, nos ayudan a
caer en la cuenta de que la vida moral abarca más que los
28 29
VIRTUDES DE UN CRISTIANO
James F. Keenan, SI

morales
y complejos

CONSIDEREMOS ESTE ESCENARIO: un público


compuesto por agentes de pastoral asiste a un debate so­
bre moral en el mundo de hoy. El ponente es un sacerdo­
te teólogo y la persona encargada de darle réplica es una
madre de tres hijos que está haciendo su tesis doctoral en
teología.
El ponente comienza pasando revista a los conflictos,
ambigüedades y dilemas que los laicos encuentran hoy
en sus vidas. Insiste en la importancia de que los agentes
pastorales dispongan de una comprensión firme y clara
de los asuntos más candentes a fin de dar consejos claros
y firmes.
La estudiante en cuestión contraargumenta que me­
jor sería que los pastores anduvieran menos preocupa­
dos por ofrecer respuestas claras y mucho más por com­
prender y aceptar las ambigüedades que acompañan a
la vida cotidiana. Dar un consejo de calidad, añade, de­
pende de una apropiada comprensión de las compleji­
dades, puesto que los problemas complejos requieren jllll
atenta aprehensión y respuesta. La doctoranda sugería
que, para aquellas personas que buscan ayuda, puede
31

1m
ser más fructífero discutir sobre virtudes que citar prin­ centro de pastoral. Tal vez parezca sorprendente que así
cipios y ofrecer soluciones. Los principios tienen cierta­ sea, acostumbrados como estamos a leer cosas en torno a
mente precisión y claridad pero, por eso mismo, carecen los grandes temas periodísticos como el aborto, el divor­
de la sutileza, de la maleabilidad y de la flexibilidad que cio, la homosexualidad o el control de la natalidad. Des­
los problemas de la vida ordinaria exigen. de luego que esos «grandes» temas afectan a muchos
cristianos, pero, cuando alguien solicita una entrevista
con alguno de los miembros del equipo parroquial, o
¿Ofrecer virtudes o principios? cuando alguien acude al acompañamiento espiritual, o a
celebrar el sacramento de la reconciliación, el tipo de
Sus comentarios reflejan bien, me parece, nuestra consejo que está buscando es mucho más complejo que
propia experiencia como personas dedicadas al trabajo la cuestión «divorciarse o no divorciarse», «abortar o no
pastoral. El hombre que pierde su trabajo, por ejemplo, abortar», Las preguntas que los miembros de la comuni­
difícilmente resuelve los problemas que el paro le causa dad eclesial plantean son generalmente muy concretas y
(pérdida de autoestima, tensión matrimonial o dificulta­ enfocadas. Tienden a ser tan poco sutiles y tan corrientes
des económicas) por invocar principios claros. Una con­ como la vida misma.
versación sobre las virtudes de la amistad, la fidelidad o A diferencia de los debates que aparecen en las prime­
la valentía puede serIe más útil, porque le proporciona ras páginas de los periódicos, estas conversaciones son en­
un contexto más rico para su necesidad de comprensión cuentros cara a cara, entre personas que tratan de hallar el
y de compartir la situación que atraviesa. modo recto de proceder. En resumidas cuentas, estos en­
De igual modo, la persona que ha sufrido el acoso de cuentros son, creo yo, encuentros llenos de prudencia.
un compañero de oficina o el maltrato de su cónyuge pue­ Hay una larga historia de tales encuentros.
de encontrar provechosa una charla sobre la valentía y la
justicia, en la que tengan oportunidad de salir a flote los
sentimientos que la víctima está experimentando. Breve reseña histórica del consejo moral
Alguien que tenga la vida de su ser más querido
mantenida a base de medios artificiales, sin esperanza A lo largo de los siglos, los cristianos se han dirigido
real de recuperación, puede acudir al sacerdote solicitan­ a los responsables de la Iglesia en busca de orientación
do ayuda, pero el tipo de ayuda buscada no será segura­ práctica. Entre los siglos Vy X, por ejemplo, los europeos
mente la que viene por un consejo específico sobre qué buscaban en la dirección espiritual el perdón de los pe­
decisión tomar. Más bien será la ayuda que crea un con­ cados. Acudían a los monjes para comprender la grave­
texto desde el cual pueda sopesar las diversas opciones dad de sus pecados y la naturaleza de las penitencias
disponibles para la continuación del tratamiento. que debían cumplir. De forma similar, del siglo XI al XV,
Por eso, la consideración de las virtudes proporcio­ los cristianos iban a escuchar los sermones de los predi­
na un marco para el diálogo entre el que se ofrece a dar cadores de vicios y virtudes para entender mejor tanto a
consejo pastoral y el que lo solicita. sí mismos como el camino de salvación. Más tarde, el
Estos y otros muchos asuntos constituyen normal­ pueblo fue a los casuistas a fin de saber lo que en sus re­
mente el objeto del consejo moral en la parroquia o en el laciones laborales, vecinales y en las celebraciones reli­
32
33

giosas estaba permitido y lo que estaba prohibido. Por cerdotes era una buena ayuda para ser prudentes. Tenían
último, en los dos siglos previos al Vaticano II, se recopi­ a mano respuestas, con listas de acciones permitidas y
laron y codificaron manuales repletos de ejemplos con­ prohibidas. No obstante, si tenemos en cuenta los cambios
cretos y casos prácticos, en los que bajo una gran varie­ de las últimas décadas, tales prácticas ya no son acepta­
dad de nombres se abordaba la cuestión de la gravedad bles. Los responsables pastorales raramente han de apor­
moral de la conducta humana ordinaria. tar un juicio específico o ponerle el sello a una decisión ya
En cada uno de estos períodos los teólogos morales tomada. Lo que generalmente se les pide es que sean ca­
proporcionaron guía a los consejeros morales. Los mo­ paces de compartir su prudencia. Por descontado, no en­
ralistas escribieron los «penitenciales», manuales que tiendo por prudencia el vicio de buscar el propio interés,
proporcionaban a los monjes detalladas categorías de como en los últimos tiempos se ha empezado a considerar
pecados y sus correspondientes penitencias. Tomás de (erróneamente). Por el contrario, la prudencia es la virtud
Aquino y otros escribieron las Summas, las cuales descri­ de la adopción de decisiones responsables. Al ponerse
bían las virtudes necesarias para una vida íntegra. De un metas moderadas y asumibles para determinar qué vida
modo semejante, los casuistas se ocupaban de los casos debemos vivir y para hallar los modos propios de actuar
que los confesores, a su vez, habían oído a los fieles. Por que nos posibilitan alcanzar esas metas, la prudencia nos
fin, los autores de manuales -leguleyos como eran- se ayuda a hacernos cargo de nuestras vidas.
concentraban aun más en examinar los materiales que Al buscar un consejero moral, el cristiano medio bus­
aportaban los confesores que de las especulaciones de ca guía para sus decisiones personales sobre asuntos ob­
los académicos. La teología moral estaba literalmente al jetivos. En realidad, lo que busca es un diálogo enrique­
servicio de la Iglesia. cedor que le haga crecer en prudencia más que aportarle
Dar consejo en aquel tiempo, sin embargo, era cosa directrices prudentes: quiere hacerse una persona que to­
bien diferente de lo que se pide hoy. Los penitenciales, ma decisiones responsablemente y está convencida de
las summas y los manuales fueron excelentes intentos de .
.,
que la adquisión y el crecimiento en la virtud de la pru­
dar solución a las cuestiones básicas con las que los pas­ dencia (la toma responsable de decisiones) se facilita me­
tores se encontraban. El catálogo de los casos clasificados diante la reflexión honrada sobre temas comunes con al­
trataba de imaginar la variedad de acciones que un cris­ guien prudente.
I Por tanto, se ha producido un cambio fundamental
tiano podía presentar a un consejero espiritual y moral.
En ocasiones, los confesores únicamente necesitaban en el ámbito del consejo moral. Antes del Concilio Vati­
consultar el texto para encontrar la acción en las listas y cano II, a los sacerdotes se les requería para emitir vere­
evaluar su carácter moral. Por descontado, no era nunca dictos prudentes; hoy se les busca para que sean mento­
tan simple, pero sí pretendía serlo. res en prudencia moral.
"~
~
~
La gente busca prudencia, no juicios
\:,
l.
}'.
¿Por qué ese cambio?

Estas formas de ayuda eran tan fructíferas como pru­ t


~
1. Vivir una vida moralmente recta se ha hecho una
dentes. Precisamente lo que les proporcionaban a los sa­ .¡ tarea cada vez más complicada. Consideremos, por ejem­

34 35
plo, cómo la vida familiar se ha visto afectada (y compli- vicción de que todo individuo tiene una conciencia que
cada) por las transformaciones demográficas; las empre- formar y a la que seguir. Esa tarea se va poniendo por
sas familiares han dado lugar al vertiginoso auge de las obra creciendo en la virtud de la prudencia.
corporaciones transnacionales; la vida familiar recibe la Si este libro pretende ser útil para consejeros morales
influencia, entre otros, de la televisión y demás medios de de hoy, entonces, no puede dejar de afrontar la cuestión
comunicación, así como del acceso generalizado a los mé- moral que la Iglesia se topa en la actualidad: ¿cómo pode-
todos de control de la natalidad y del movimiento en fa- mos, como pueblo de Dios, crecer en prudencia?
vor de los derechos de la mujer. Las cuestiones relativas al
tener hijos, al empleo, a la educación ya la armonía matri-
monial exigen ser abordadas con un cuidado impensable
hace no mucho tiempo.
2. Los miembros de la Iglesia reciben hoy mucha
más educación académica que en el pasado. Reciente-
mente el New York Times informaba que tanto los católi-
cos blancos como los de color estaban entre los nortea-
mericanos que más probabilidades tienen de completar
estudios de bachillerato y estudios universitarios. Sería
una necedad seguir pensando que esa gente, cuando va
a pedir consejo, pretende recibir directrices claras sobre
lo que está prohibido y lo que está permitido. Formación
y experiencia militan contra directrices fáciles y simples.
El creyente que busca consejo quiere crecer en prudencia
más que en obediencia; busca capacidad de comprender
la vida moral.
3. Derechos humanos e igualdades mayores, nuevas
democracias y la superación de estructuras de opresión
llevan aparejado el convencimiento de que las personas
adultas son capaces de guiar sus propias vidas. Tales
ideas, por lo demás, no son originales del mundo secu-
lar. En el siglo XIII, Tomás de Aquino escribía que deso-
bedecer a la conciencia era siempre pecado, siendo peor
desobedecer a la conciencia que ser excomulgado. En el
siglo XX, [ohn Courtney Murray escribió en defensa de
la conciencia y el Vaticano 11 proclamó la libertad religio-
sa. Recientemente, los obispos católicos han exhortado a
seguir la voz de la conciencia. Los movimientos religio-
sos y civiles continúan desarrollando en nosotros la con-
11'1

36 37
JI
,UU,-#U¡itPijil 1

VIRTUDES
_,."',·"""··" . ,".,. ,._ __._w DE
~.,~
UN'_"_CRISTIANO
__"., '.,.., " ,.•.,
w,.~~w••,••• , . _ '~'._•••~ ••

James F Keenan, S.f.

¿CUÁNTAS VECES descubre una persona casada que


1•• dificultades mayores en su matrimonio se deben a la
t~f1durez? ¿Cuántos pastores saben que algunos de los
p'roblemas más persistentes y de mayor desgaste que han
tia asumir provienen de un miembro infantil del consejo
p"l'l'Oquial? ¿Cuántas comunidades religiosas son rehenes
de Jos caprichos de alguno de sus miembros? ¿Cuántas
1'li111ciones de amistad se echan a perder porque uno de los
nmigos no ha superado la adolescencia? ¿Cuántos de no­
Ntllros sabemos que nuestros peores momentos se deben a
prnhlcmas de juventud que aún no hemos resuelto?
La vocación cristiana es vocación a crecer. Esta afir­
mnción, aparentemente obvia y saludable, no se puede
encontrar fácilmente en la historia de la teología moral.
Muy difícilmente podríamos toparnos con desafíos del
"'Nlilo de «¿estás madurando?». O «¿te estás haciendo
1I11~S persona ante Cristo y para la Iglesia?». Tampoco con
' l'llguntas que le interpelen a uno sobre si está haciendo
ftl suficiente para avanzar o si está creciendo.
Por el contrario, las preguntas que se hacen nos pre­
v h-ncn contra las acciones: ¿Has pecado al actuar de es­
39
tu~ como después de su conversión. Después de su en-
te modo? ¿Caíste en la cuenta de que al hacerlo de esa euontro con el Señor resucitado, Pablo es reexpedido por
manera podías pecar? El teólogo [ohn Mahoney llama a 1,1 l'l1 111 ino verdadero, pero comprende que todos los viajes
esto «nuestra preocupación por el pecado» y comenta en ,'pqllicren alguien que los motive.
The Making oj Moral Theology: I .os viajes reales de Pablo, narrados en los Hechos de
«Como consecuencia de esta preocupación por la pa-·· 11111 Apóstoles de Lucas, son reflejo de los viajes evangéli-
tología espiritual, la disciplina de la teología moral l'I)H de Cristo que se dirige a Jerusalén. Seguir las huellas
ha dejado casi toda consideración del bien en el dI' jesús se convierte en la vocación del discípulo: el pri-
hombre a otras ramas de la teología, en particular a 1111'1' viajero, el Señor mismo, hace señas a cada uno de
lo que se conoce como teología espiritual.»
101'1 peregrinos para que avancen.
La preocupación primaria por el pecado más que el Las narraciones de los evangelios están repletas de
progreso personal aparece de una forma clara cuando' pr-rsonajes en movimiento: los pastores van aprisa al es-
definimos prudencia como cautela o ser precavido. Aris- lnhlo y los Magos siguen a la estrella; Zaqueo sube a un
tóteles y Tomás de Aquino, por contraste, la describieron Mbol y Leví deja su puesto de recaudador de impuestos,
como la capacidad de ponerse metas de largo y corto al-i 1n 111 ujer que padecía flujos de sangre se abre paso entre
canee. Así pues, la virtud clásica del crecimiento moraf 1ft multitud y el paralítico alcanza el lugar donde estaba
ha sido redefinida. el Señor entrando por el tejado, el hijo pródigo y su pa-
dre corren al encuentro el uno del otro; [airo y Nicodemo
bajnn de rango para ver a Jesús y Camelia visita a Pedro.
El Evangelio Los evangelios están llenos de historias de gente que
marcha a toda prisa para llegar a donde está el Señor.
Antes de ahondar más en la historia de la teología
echemos un vistazo a las principales autoridades de 1
vida cristiana, a saber, a la Escritura y a la tradición tea Tradición de avance y progreso
lógica. En las Escrituras, la llamada a seguir al Señor se
ha entendido siempre como una llamada a avanzar. Sa I .as narraciones de la Escritura no se han perdido en
Pablo escribe: «Olvidándome de lo que queda atrás, ID, 111 tradición de la Iglesia. Constituyen la fuente de un
esfuerzo por lo que hay por delante y corro hacia la me; 1I11l'VO imperativo moral: avanzar. Gregario Magno es-
ta, hacia el premio al cual me llamó Dios desde arrib cribe: «En este lugar no está permitido pararse, porque a
por medio de Cristo Jesús» (Filipenses 3,13-14). Un Pa I1WI10S que uno se esfuerce por alcanzar las alturas, caerá
blo, siempre en movimiento, encuentra apropiada 1 t·11 t'1 abismo». San Bernardo escribe: «En el camino de la
imagen del esfuerzo hacia adelante en el camino del Se vh l.i, no progresar es retroceder». Tomás de Aquino re-
ñor, Ante los gálatas lamenta sus tropiezos y coment xumc las ideas de ambos: «Estar parado en el camino del
«corríais bien» (Gálatas 5, 7). Hl'lwr es retroceder».
El recurso paulino a la imagen del camino procede d Ciertamente esta llamada moral a crecer ya ser mejo-
su propia experiencia de Cristo, quien literalmente entr "t'/o! no es una llamada a convertirnos en dioses. Eso era lo
en la vida de Pablo cuando éste se dirige hacia Damasc '1111' buscaban los que comieron del árbol del Edén, lo
persiguiendo a los cristianos. Pablo es un viajero, tanto an
41
40

11,0';,1
que pretendían los que construyeron la Torre de Babel, o Lo. predicadores de los primeros siglos
los que, como el obispo Pelagio proponía, han creído que
con las propias fuerzas podemos ser perfectos. I In y excepciones. En los primeros cinco siglos de la Igle-
De nuevo Pablo nos lo dice con toda claridad: «No es IIIln, los que presiden y guían a los cristianos exhortan a se-
que lo haya conseguido ya ni que sea ya perfecto; yo ~\1I1' ¡JI Señor trabajando por mejorar la comunidad y por
continúo para alcanzarlo, como Cristo me alcanzó a mí» IllIIMII'l1I' amor en el aquí y ahora de la vida. Consideran có-
(Filipenses 3, 12). La llamada a luchar, a crecer, no pode- mil 11( idcrnos andar el camino del Señor viviendo en este
mos desatenderla. Antes al contrario, Cristo nos ha lla- nHII1l!o nuestro. Aquellos cristianos -Ignacio de Antioquía,
mado y nos ha dado la gracia que nos impele a respon- hum Crisóstomo, Ambrosio, Agustín, Gregorio Magno-
der. Dios mismo es quien nos impulsa a caminar hacia dnbnn la instrucción moral normalmente mediante la pre-
delante. ,UcnC'Í(m. Reflexionan directamente sobre los evangelios y
1
In vocación cristiana y nos animan a ir hacia adelante. Si-
110s después, sin embargo, sus sucesores nos previenen
Teología moral: fijar las malas acciones COI'tra la prisa y ligereza. Los primeros quieren que
'V~'Ilicemos,losotros nos piden que andemos con tiento.
El Concilio Vaticano invitó a la teología moral a «nu-i Los predicadores de los primeros cinco siglos se cuidan
trirse más profundamente de las enseñanzas de la Escri-í mucho de exigirnos caminar por el camino recto. Por esa
tura» (Optatam Totius, 16). Durante buena parte de su his rUó1i precisamente apelan a las virtudes. Al concentrarse
toria, la teología moral se ha dedicado a tasar pecados e In las virtudes o en la formación del carácter, no fijaban la
lugar de fijarse en el crecimiento de los cristianos com atención en las caídas y los obstáculos del camino. Su inte-
discípulos. En el capítulo precedente aludía a listas me, NI primordial se centraba en los ejercicios que pueden
dievales de pecados, a las Summas morales, y a la «ca ayudar al peregrino en su caminata.
suística». En los siglos XIX Y XX los teólogos morales s Si bien las virtudes ayudan al viajero a ponerse en
han dedicado a comentar lo realizado por sus predeceso ~llnl'dia ante las debilidades y a superar las dificultades, su
res: en «manuales» se relata si los casuistas y escolástico (lInción más importante es desarrollar las fuerzas. El acen-
lograban consenso en materias tales como la masturba tll profundamente personal y positivo de las virtudes que
ción, el control de la natalidad, el robo, la mentira, e plll lcmos encontrar en los sermones evangélicos de los pri-
adulterio y el divorcio. . ' moros siglos de cristianismo contrasta enormemente con la
Incluso en los últimos veinte años el debate más fre uhsesión posterior por los actos pecaminosos.
cuente ha girado en torno a si ciertos modos de actua liste vínculo entre la predicación del Evangelio y la
ción son siempre o no son en sí mismos malos, esto es Invocación de las virtudes vuelve a aparecer en los retos
intrínsecamente malos. Si leemos los penitenciales, la uuc plantean a sus contemporáneos Santo Domingo, San
obras de escolásticos y casuistas y los manuales, encoru l'rnncisco y Santa Clara invitándoles a marchar por el ca-
tramos miles de páginas sobre actos malos y muy poca mi no del Señor. A diferencia de la condición monástica
sobre el proceder de los buenos cristianos, cientos dé til' sus predecesores, estos líderes carismáticos del siglo
preguntas sobre pecados y escasas sobre metas, desarroll X111 van a las ciudades y a las universidades en plena
o crecimiento. l'fl'l'vescencia para predicar el Evangelio, y crean comu-
42 43
nidades religiosas con el propósito de realizar esa mi- VIRTUDES DE UN CRISTIANO ."".." ,-.,.. ~~.~ .. ~

sión. Al recordarnos que Dios se acerca a nosotros, nos James F. Keenan, S.J.
llaman a acercarnos a Dios.

El triple movimiento de Tomás

Medio siglo más tarde, Tomás de Aquino se inspira en


la predicación para diseñar la estructura de su monumen-
tal Summa Theologiae, que divide en tres partes: el movi- ntas
. .
miento de Dios hacia nosotros; nuestro movimiento de
respuesta a Dios; y el encuentro entre los dos movimien- .,
tencia
tos de la divinidad y la humanidad en Cristo. Preocupado
por el Evangelio y el progreso del hombre-peregrino, San-
to Tomás comienza la segunda parte con un afirmación ta-
jante: «podemos reducir el conjunto de las materias mora-
les a la consideración de las virtudes». Tanto Santo Tomás 1. ¿Qué es la conciencia?
como San Agustín encuentran en las virtudes el modo
adecuado de instruir a los que leen el Evangelio. LA CONCIENCIA ES la voz de Dios, que vive en
En diversas ocasiones a lo largo de estos últimos cien; nosotros, y que nos urge a amarle, a amarnos a noso-
años, algunos teólogos morales han urgido a sus colegas tros mismos y al prójimo. A través de la conciencia se
a volver a la fuente, a los evangelios. Estas demandas nos llama a juzgar correcta o incorrecta nuestra con-
cristalizaron, finalmente, en el mandato del Concilio Va- ducta pasada y a determinar el curso futuro de nuestras
ticano y, más recientemente, en un renovado aprecio por ncciones.
las virtudes. Resultado de todo ello es que los teólogos
morales están hoy más dispuestos a echar una mano a
los que predican la Palabra. Al encomiar y fomentar las 2. ¿La conciencia es lo mismo que el superego?
virtudes, los líderes pastorales y los teólogos tratan de'
que recobre el Evangelio toda su osadía y vigor. De ningún modo. Hace veinte años [ohn Claser dis-
Este consejo sólo lo acepta quien, como el buen samari- linguió entre los dos conceptos (<<Conscience and Supe-
tano, está dispuesto a recorrer la senda del Evangelio. Al rego» en Theological Studies 32 (1971) 30-47). El superego
contrario que el sacerdote y el letrado de la parábola, que ('S el término que los psicólogos dan a la voz que vive en
cambian de acera y esquivan al herido pensando sólo en nuestro interior como resto de nuestra infancia y de los
su propia tranquilidad, el samaritano se acerca y carga con primeros años de vida.
aquel hombre maltrecho. Jesús nos enseña así cuál es la]
respuesta a la pregunta sobre cómo heredar la vida eterna.l
tomando el mismo camino que recorrió Jesús.
44 45

.~ ,\
.:~

pables y terriblemente aislados. Algunos de l'\O.O~


3. ¿Qué es el superego?
duso nos encerramos en nuestra habitación, ca8t18~
A lo largo de nuestros primeros años de vida, aque­ nos a nosotros mismos exactamente del mismo mod.o
como lo hacían nuestros padres tiempo atrés,
llos que nos cuidaban nos fueron instruyendo en materia
de supervivencia y limpieza. Nuestros padres, mediante
su constante atención a nosotros, evitaban que nos atro­
4. Según eso, ¿la «culpabilidad» procede más dellup.r­

pellara un coche o que metiéramos los dedos en los en­


ego que de la conciencia propiamente dicha?

chufes o que jugáramos con los cuchillos de la cocina o


encendiéramos el horno. Asimismo, nos enseñaron el
Depende. Cuando afirmamos «me siento culpable»,
aseo personal, a lavarnos las manos, a comer con cuchi­
debemos preguntarnos: «¿he hecho algo incorrecto? 511.
llo y tenedor, a usar el retrete. Estas enseñanzas provenían
respuesta es afirmativa, entonces probablemente el juicio
de voces autorizadas, nos las impartían con gran énfa­
provenga de la conciencia, pero si la respuesta es no, el.u­
sis, y no pocas veces, como es lógico, con nerviosismo e
perego es el que está probablemente intimidándono•. Por
incluso frustración.
ejemplo, alguien nos ha maltratado de forma reiterad•.
Cuando hacíamos algo mal, recibíamos el consiguien­
Nuestros amigos sugieren que hablemos claro y le diga­
te castigo, que muchas veces consistía en encerrarnos en
mos a esa persona que pare de aprovecharse de nosotro•.
nuestro cuarto (de esas reminiscencias trata la película
Creemos a nuestros amigos y nos percatamos de la situa­
Solo en casa). Después de algunos minutos sentíamos el
ción, pero el superego continúa enviando su mensaje: «No
peso de la soledad y ansiábamos el permiso para volver
lo hagas, no rompas con ella». Por fin, decidimos hablarle
a donde estaba el resto de la familia. A tal fin, había que
claro. 'Y, a continuación, tal vez nos sentimos culpables. El
negociar con nuestros padres, prometerles que nunca
más nos portaríamos mal, y mostrarles nuestro arrepen­ un sentimiento arraigado en el superego: fuimos contra 1"'1
mandato y, por eso, nos castiga.
timiento al reincorporarnos a la vida común. Por des­
contado, no siempre nos arrepentíamos de lo mal hecho, Lo mismo que somos capaces de identificar el supe­
rego, deberíamos reconocer la conciencia. La opíníén
sino que queríamos evitar, a toda costa, el aislamiento.
A través del superego, estas experiencias perviven sobre la rectitud de los amigos que me aconsejan, sobre
en nosotros ya de adultos. A veces nuestra conciencia mi crecimiento positivo y sobre la necesidad de afron­
nos estimula a crecer. Para algunos esto significa una tar a alguien que me resulta molesto proceden de l.
llamada a una mayor autoafirmación; para otros, a la conciencia. Durante el proceso de crecimiento la voz
vulnerabilidad. Al tiempo que se da esta llamada a cre­ del superego y la voz de la conciencia se entremezclan;
a veces, están de acuerdo; otras, no.
cer, podemos oír otra voz dentro de nosotros que nos
dice: «Mejor no lo hagas o te sentirás culpable». Esa voz
es normalmente el superego.
5. ¿Es malo el superego?
Con frecuencia las invitaciones de la conciencia a cre­
cer se topan con las amenazas del superego. Cuando nos
En absoluto; después de todo, gracias a él no nos lan­
proponemos desarrollar nuevos aspectos de nuestra vi­
zamos a cruzar cuando pasa un coche o no nos ponemos
da, el superego se las apaña para que nos sintamos cul­
47
46

a jugar con los enchufes, evacuamos en el váter y nos la- nuestros padres, mayores y maestros. También con la
vamos las manos. Lo que pasa es que como adultos tene- historia y enseñanzas de la Iglesia y de las Sagradas Es-
mos que regirnos por una voz más importante -la con- \Ti turas. Asimismo, la contrastamos y conformamos con
ciencia-, cuya misión es discernir lo que está bien y lo 11Is ideas que recibimos de la cultura. Nuestra propia ex-
que está mal. pcriencia aporta una parte muy significativa. Por último,
11 prendemos de los amigos y de los educadores.

6. Pero ¿por qué es tan importante la conciencia?


9, ¿Qué ocurre si la conciencia me dicta una cosa y la
La conciencia es importante porque a través de ella Iglesia me dice otra?
respondemos a la invitación que Dios nos hace a ser per-
sonas. Tenemos obligación de llegar a ser la persona que Al revés que el famoso Pedro Lombardo, Tomás de
Dios quiere y el único medio que tenemos para saberlo y Aquino enseñó que es peor ir contra la propia conciencia
comprenderlo es la conciencia, donde experiencias, crite- que contra la enseñanza de la Iglesia. De hecho, afirma
rios y reflexiones configuran nuestro entendimiento. Al que deberíamos preferir la excomunión a contradecir
final de nuestra vida seremos juzgados por cómo hemos nuestra conciencia. Por descontado, hay pocas enseñan-
formado y seguido nuestra conciencia. zas morales de la Iglesia que haya que seguir bajo pena
de excomunión.
Eso no quita para que, de ordinario, obedezcamos las
7. Así, pues, tenemos libertad para creer lo que que- enseñanzas de la Iglesia. Si ésta me manda una cosa y yo
',\,
ramos creo que no debo hacerla, estoy obligado a conocer exac-
tamente lo que la Iglesia dice y enseña y ver si, con todo,
No. La conciencia exige que amemos a Dios, a noso- aún tengo razones para el desacuerdo. En tal caso debo
tros mismos y al prójimo. La conciencia no es un término saber con exactitud en qué discrepo y en qué medida. Si
que nos permite hacer lo que nos venga en gana. A veces el tema es grave, debo ser capaz de dar razón de por qué
sucede que algunas personas utilizan la conciencia de creo que mi modo de actuar o pensar es mejor forma de
modo incorrecto, como licencia para hacer lo que quie- amar a Dios y al prójimo que la que enseña la Iglesia. En
ren. Pero tenemos el derecho de seguir sólo nuestra con- todo esto es esencial mantener un profundo respeto por
ciencia si antes hemos cumplido con el deber de formarla la enseñanza de la Iglesia, así como evitar escandalizar a
rectamente. otros.

8. ¿Cómo se forma la conciencia? 10. ¿Soy libre de ir contra mi conciencia?

Lo más importante es considerar la formación de la No, nunca. Santo Tomás afirma que ir contra la con-
conciencia como un proceso que dura toda la vida. La ciencia implica pecar automáticamente, porque se estaría
vamos configurando con la moral que nos han enseñado actuando contra la voz de Dios. La reflexión no admite

48 49
dudas: proceder contra mi conciencia significa actuar al
margen o contravenir lo que ella me dicta que haga o de- do no nos esforzamos en estar al servicio de los demás o
je de hacer. en crecer como personas o en superar algún vicio. Pero
en otras muchas ocasiones, incluso cuando procuramos
hacer bien las cosas o evitar un mal, fallamos. Podemos
11. Actuar conforme a la propia conciencia ¿no da la lamentarnos de esas malas acciones o errores, pero eso
IlO significa que sean pecados, son equivocaciones.
seguridad de que se está procediendo correctamente?

No necesariamente. De hecho, cuando pensamos las


cosas, no siempre acertamos con lo mejor o verdadero. No 13. (Una pregunta de propina) Según lo anterior,
¿podría alguien decir que Adolfo Hitler obedeció a
es difícil equivocarse. Para atinar hemos de entender las
su conciencia y, por consiguiente, no pecó?
circunstancias y condiciones, encontrar los medios correc-
tos y anticipar las consecuencias. Desdeñar tan sólo una
La cuestión resulta un despropósito. La conciencia es
condición o circunstancia, valorar equivocadamente una
la voz de Dios. Como tal, nos lleva a captar y entender
consecuencia o elegir los medios inapropiados, conduce la siempre mejor tanto las necesidades propias como las
mayoría de las veces al error. Los padres saben que no ajenas y a buscar vías de solución para los problemas de
siempre aciertan en la educación de sus hijos. Pero la con- la humanidad entera, incluyéndonos a nosotros. ¿Puede
ciencia es nuestra única guía. Aprendemos constantemen- alguien en su sano juicio creer que a Hitler le movían es-
te de la experiencia, tanto de los fallos como de los aciertos. tas intenciones a la hora de hacer lo que hizo?
Formar la conciencia es tarea de toda una vida. La conciencia exige de cada cual estar abiertos a
Dios y al prójimo. Cuando así no sucede, es un claro
signo de que se no está a la escucha de la conciencia ni
12. Si uno sigue su conciencia, pero se equivoca, esforzándose por amar.
¿peca?

No, pecamos siempre que deliberadamente actuamos Preguntas para la reflexión


de modo incorrecto. Cuando con amor nos esforzamos en
obrar bien, es señal de que obedecemos a nuestra concien- 1. Enumera cuatro costumbres o hábitos
cia. Cuando nos olvidamos del amor (como el sacerdote y que consideras clave en tu estado de vida
el levita en la parábola del buen samaritano), pecamos. El particular.
pecado es, como Jesús nos ha enseñado, un fracaso en el 2. ¿Piensa como tú la mayoría de la gente
amor, el desamor. Y amar es luchar por el bien. Ese empe- que pertenece a tu mismo estado de vida
ño no nos garantiza, sin embargo, que estemos en el buen y suele señalar esas mismas cuatro cos-
camino. Puede uno equivocarse con la mejor intención. tumbres como definitorias de tu forma de
El pecado es no responder a una llamada de Dios o vida? Explícalo.
de la gracia en lo concreto. Por eso, debemos distinguir 3. Apunta por escrito cuatro hábitos que for-
claramente entre pecar y hacer algo mal. Pecamos cuan- man parte de tu ocupación.

50
51
.~

4. ¿Consideran tus colegas que éstas son


prácticas que identifican tu trabajo?
5. Cita algunas líneas de acción en tu vida
que sean peldaños para cambiar y mejorar.
6. ¿Por qué son tan importantes?
7. ¿Qué hábitos podrías desarrollar en esas
áreas de tu vida que quieres mejorar?
8. Enumera cuatro cualidades que esperas que
posea la persona a la que pides consejo.
9. ¿En qué áreas de tu vida ejerce mayor con-
trol tu superego?
10. ¿En qué dimensiones de tu vida es la con-
ciencia la que ejerce mayor control?

SEGUNDA PARTE
Virtudes teologales

52
VIRTUDES DE UN CRISTIANO
James F. Keenan, S.J.

{dL

Un viaje a Dachau

ENTRE 1982 Y 1987 ESTUDIÉ en la Universidad Gre-


goriana de Roma. Los veranos me los pasaba en Alema-
nia o Austria, combinando trabajo parroquial y estudio.
Uno de esos veranos en que vivía en Munich, decidí
acercarme a Dachau. Deseaba ir un lunes, porque sabía
que, como la mayoría de los museos de Europa, el del
campo de concentración ese día estaría cerrado. Quería
ir a Dachau sólo para rezar, y pensaba hacerlo en la capi-
lla de un convento de clausura situado alIado del cam-
po. Uno de los jesuitas con los que vivía en Munich era
capellán de las monjas y me aseguró que la capilla del
convento estaba abierta también los lunes. Así las cosas,
un nublado día fui a Dachau para rezar.
En vez de tomar un autobús para recorrer los cinco
kilómetros que hay desde la estación del tren hasta el
campo, preferí ir andando. A medida que iba caminan-
do, notaba que, poco a poco, me sentía cada vez más con-
trariado. Todo lo que se podía ver a mi alrededor eran co-
quetas casas de campo con impecables jardines. No había
55
mismo y lloré. Aquel día mi oración fue verdaderamente En una obra estupenda titulada Till We Have Faces,
bendecida. CS. Lewis cuenta la historia de una princesa fea a la que
su padre le deja, al morir, el encargo de gobernar el reino.
Su hermana Psyche desaparece -literalmente- con un
Al encuentro de Dios galán llamado Cupido. La princesa poco agraciada se
convierte, a base de duro esfuerzo y disciplina, en una
Mi oración fue bendecida, en parte, porque fui a orar co- mujer poderosa y justiciera que disfruta del respeto de
mo yo realmente era. No fui a rezar con bonitas palabras o los nobles. Pero para no asustar a sus súbditos, cubre con
pensamientos elevados o promesas ilusorias. Fui a orar una máscara su horrible rostro.
desde mi rabia, sintiéndome justo y (creo yo) con una ino- Después de años de luchas y victorias, la cansada, . I

~ i cencia a toda prueba. No suelo ir a orar así; lo que normal- anónima y solitaria princesa se entera de que no lejos de
n:.
;~,\(II'
mente hago es presentarme como me gustaría ser o como su palacio hay un templo que nunca ha visitado. Entra
creo que soy. Sin duda, generalmente vaya la oración como en él e inmediatamente descubre en las paredes frescos
creo que Dios quiere que vaya. Voy con una cara maquilla- en los que se narra la feliz historia de su hermana y Cu-
da, con una careta, con una máscara. Pero Dios respeta mi pido. Encolerizada por haber tenido que soportar sola
libertad y no me arranca la máscara. Dios viene a mi en- tan pesada carga, se encara con Dios y le reprende por
cuentro del modo que yo me presento ante Él. Pero, si yo no haber permitido todas las cosas que le han pasado: por
soy auténtico conmigo mismo, ¿cómo puedo entender lo qué ella se ha quedado sola, por qué es tan fea y tan du-
que Dios me ofrece cuando yo salgo a su encuentro? ra, por qué su vida ha sido tan difícil. Al no oír nada co-
Sólo cuando soy yo mismo, Dios me toca de verdad. Es mo respuesta, en un arrebato de ira, rompe a gritar. Ras-
cierto que Dios puede traspasar mi obstinación y mi artifi- ga la máscara que cubre su cara y de nuevo exige una
cio, pero también lo es que siempre respeta la libertad hu- respuesta.
mana como se hace patente en la crucifixión, donde Dios Al desaparecer la máscara de su rostro, se da cuenta
no interviene para salvar a Cristo o para parar la injusticia de que, a pesar de tantos tragos amargos como había te-
humana. A través de mi libertad y vulnerabilidad Dios nido que apurar, nunca había necesitado máscara ante
llega hasta mí. Dios. ¿Cómo podría encontrarse cara a cara con Dios, si ,1
1

Habitualmente, pensamos en la fe como creencia en no se mostraba a sí misma? Till We Have Faces nos hace
ji,
caer en la cuenta de que el único al que la princesa po-
1

Dios, y por supuesto que es eso. Pero la fe cristiana con-


lleva un elemento fuertemente personal, que requiere de día haber mostrado su rostro era Dios. La fe se lo habría 1

permitido.
nosotros asentimiento. La fe no es una simple declara-
ción sino una creencia que brota de lo más hondo. La fe Con frecuencia llevamos máscaras. Por justas razones
suprimimos a veces una parte de nosotros mismos... en
I
1

cristiana requiere de nosotros creer en Dios como real-


mente somos, con todo nuestro ser. Por eso, el acto de fe atención a nuestros hijos o a nuestros alumnos o feligre-
es el acto de buscar a Dios cara a cara. Y sólo avanzo ha- ses. Por razones inapropiadas, pactamos con nosotros
cia ese encuentro si no pongo obstáculos de mi parte. La mismos para conseguir aprobación, amistad, respeto o
auténtica fe requiere, entonces, que busquemos al Dios
vivo libres de todo artificio.
amor. Pero con el Creador, con el que nos ha hecho como
somos, nos podemos presentar como nos ha hecho, sin 1
58 59

¡J
sombra de ficción. Si hay algún lugar donde no necesita- VIRTUDES DE UN CRISTIANO
mos máscara es delante de Dios. Vivimos en fe cuando
nos ponemos delante de Él como nos ha hecho. La fe es James F. Keenan, S.J.
auténtica cuando somos nosotros mismos.
Es una paradoja: cuando más necesitaríamos maqui-
llarnos, es decir, cuando más baja tenemos la guardia es,
sin embargo, cuando mejor podemos encontrarnos con
Dios cara a cara. Como me sucedió a mí con la rabia que
sentí en Dachau o con la de la princesa, nos quitamos las
máscaras precisamente en el momento en que no esta-
mos de muy buen ver. Cuando la tristeza, la depresión,
la pena o la soledad nos hieren, nos volvemos hacia
Dios, no victoriosos sino agobiados, no bien arreglados y
compuestos sino vulnerables.
La fe es el santuario que Dios nos proporciona para
que podamos presentarnos ante El como n9s ha hecho y
donde podemos desear encontrarnos con El como El es.
PREGÚNTALE A UN SACERDOTE JOVEN que lle-
Porque la fe es el santuario donde podemos expresar
ve un par de años de ministerio si prefiere celebrar un
nuestros más hondos deseos de intimidad con el Crea-
dor, Redentor y Santificador. Ese santuario, cuando lo bautismo, una boda o un funeral. Me atrevo a afirmar
encontramos, no se queda en una cámara privada. Más que responderá: «Un funeral». En las bodas la atención
.. ,'. bien, como en el cuento de la princesa o en mi propia ex- se dispersa hacia focos diversos: la novia y su traje, el no-
periencia en la' iglesia de Dachau, el santuario está lleno vio, los padres, etc. En los bautizos está el niño, los pa-
de las historias de otros que han buscado al mismo Dios dres y los padrinos pendientes de lo que tienen que ha-
con la misma humilde verdad. cer a continuación... En ambos casos, la excitación es tan
alta que es difícil captar la atención.
No sucede lo mismo en los funerales. En ellos, la
atención de la gente está enfocada a la pena. Funeral y
entierro son las etapas finales de largos procesos que al-
gunos de los congregados han sufrido y que les hacen
llegar agotados. En el centro está el ataúd, que es un sig-
no seguro de tristeza. La invitación que siente el sacer-
dote para confortar y consolar es fuerte y clara. Pero po-
der hacerlo así requiere que el sacerdote esté muy atento
al sentido de pérdida que padecen los que lloran al
\I muerto. Consolar por el dolor de la pérdida no es fácil.
Era yo alumno de bachiller. Recuerdo que un vecino
:I -de unos treinta años de edad- se suicidó. Guardo clara
1I
~tt :

60 61

\:
memoria de que su mujer y sus hijos pasaron aquella no-
che en nuestra casa y del modo en que uno de los curas i
Muchos cristianos, turbados por la muerte de un ser
de la parroquia vino a consolarlos. Sin duda, él quería querido, con frecuencia no sólo no reciben consuelo en
consolar; llegó inmediatamente después de que la policía una liturgia de funeral sino que salen descorazonados y
le hubiese llamado. Pero estaba demasiado confuso. De- con menos fe. Aquí, en el asombro ante la debilidad de la
masiado alterado. Sonreía, reía y se mostraba muy sim- propia fe, se encuentra el sentido de la esperanza. Por-
pático. Tenía la intención de dar esperanza y en vez de que la esperanza es la determinación de no renunciar a la
eso lo que hizo fue provocar la negación de la realidad. propia fe, precisamente cuando, por así decir, no se saca
Algunos liturgistas actuaron con la misma falta de de- consuelo de ella.
licadeza hacia las necesidades de los que lloran la muerte
de un ser querido cuando reformaron la misa de funeral.
Dicho en pocas palabras, se fue en ese punto de un extre- ¿Es la muerte de un ser querido más llevadera
mo al otro. Antes del Concilio, la Iglesia en oración sufría para un creyente?
durante la misa de funeral por los muertos. Después del
Concilio, celebramos la misa de resurrección. Pasamos de Llegados a este punto es donde hemos de considerar
la pena al gozo, literalmente, del negro al blanco. Los li-
la curiosa suposición según la cual la muerte es más lle-
turgistas estaban en lo cierto al querer introducir la misa
de resurrección, pero sin olvidarse del contexto de la ex- vadera para los creyentes que para los ateos o agnósti-
periencia básica que vive la asamblea reunida para cele- cos. A todos la muerte nos arrebata clara, física y espiri-
brar la eucaristía: la muerte de un ser amado. Pedir a la tualmente la vida de esa persona a la que queremos. Para
gente en ese momento que se alegre en la resurrección ateos y agnósticos la muerte es el final. La puerta de la
no es sólo algo carente de realismo, es algo inhumano. vida se cierra. No hay duda del significado de la muerte.
La del funeral es una liturgia de esperanza, no una Los creyentes experimentan también el carácter final de
celebración de alegría. La alegría es lo que María y los la muerte y de manera no menos dramática.
discípulos vivieron no en la muerte de Jesús sino en el Sin embargo, los creyentes no están dispuestos a acep-
acontecimiento de su resurrección. Gozo es lo que viven tar la certidumbre que tienen los no creyentes. A pesar de
unos padres cuando les nace un hijo. Esperanza es lo que la experiencia de la pérdida y de la debilidad de la fe, de-
tenemos precisamente cuando no tenemos nada. En una jan la puerta de la muerte entreabierta. Por eso no es raro
misa de funeral, como mucho, tenemos esperanza. que a los que lloran, la fe no les conforte y sí les confunda.
En los funerales muchos creyentes pasan momentos En ese permanecer en fe es en lo que consiste la esperanza.
difíciles. Lo mismo a los que creen que a los incrédulos, Ante el rostro de la muerte, los creyentes eligen permane-
la pena les juega malas pasadas. Pero, para los creyen- cer, aunque impotentes y vacilantes, ante la promesa de
tes, además, puede haber confusión, porque quieren sa- resurrección. 111

11

ber dónde está el consuelo que da la fe, porque quieren Si no hubiera duda, ni incertidumbre, ni turbación,
saber por qué no sienten más la certeza de la resurrec- ni deseo de tener más fe, entonces no habría casi necesi-
ción. Los creyentes se preguntan cómo puede ser su fe dad de esperanza. Pero permanecer en esperanza -en
.,;
tan débil, ya que se sienten tan miserables como los que esperanza por lo que no tenemos- es ya experiencia de
no participan de ella.
resurrección.
62
63

" I
El símbolo de la esperanza es el ancla. Cuando nos labras nos faltan y, con todo, el deseo de articularlas
sacuden o vamos a la deriva o estamos descolocados, en- continúa. Como el abad, aterrorizados y de rodillas,
contramos en la esperanza el ancla que nos permite per- también nosotros esperamos cuando no podemos hacer
manecer amarrados a la fe. Precisamente cuando somos otra cosa que expresar el deseo de creer.
zarandeados, la esperanza nos ayuda. Como la valentía, Este deseo de creer está en el corazón de muchas
la esperanza es una virtud de resistencia, de tenacidad. personas que lloran la muerte de un ser querido.
Hace unos años esta idea de la esperanza apareció en
una historia de coraje escrita por Brian More y titulada
Catholics. Estamos en un tiempo futuro después del Vati- La esperanza como don
cano HI, y parece que hay ciertos problemas en una co-
munidad de vida monástica. Un visitador del Vaticano y en ese momento es cuando debemos ver la espe-
realiza una investigación. A lo largo del proceso vamos ranza como un regalo de Dios. Pensar que la tenacidad
sabiendo que el abad, un hombre bueno y sincero lleva de los que viven el dolor de una pérdida, que la actitud
años sin poder rezar. Cuando lo intenta, no siente nada. del abad de Catholics o de los lectores de la Carta a los
En el cuento queda patente la hondura de los sucesivos Romanos nace en ellos de confiar únicamente en sus pro-
combates del abad a medida que se los va refiriendo al vi- pias fuerzas significa que no hemos entendido lo que es
sitador. Al final, en la versión cinematográfica, se ve al la esperanza. Como la fe y la caridad, las otras dos virtu-
abad de noche, aterrorizado, solo y de rodillas, intentando des teologales, la esperanza no es algo que podamos ad-
pronunciar las palabras del Padre Nuestro. quirir o desarrollar por nosotros mismos. La eSf'eranza
El cuento refleja las palabras de San Pablo en su Car- es, igual que la fe y la caridad, don, puro don, expresión
ta a los Romanos. En el capítulo 8 (uno de los capítulos de la gracia misma.
sobre la esperanza) señala que esperamos las cosas que La esperanza, pues, es el Espíritu que entra en nues-
aún no hemos visto. (Si las viéramos, entonces ya no se- tras personas cansadas, exhaustas, temerosas, ofrecién-
ría esperanza, añade.) Sigue diciendo que la esperanza donos un camino para proseguir el diálogo, para conti-
nos ayuda, sobre todo, cuando somos débiles. Nuestra nuar firmes delante del Dios vivo. Todo lo que nos hace
debilidad puede ser tan grande que podemos incluso no posible seguir creyendo cuando tenernos que afrontar la
saber qué debemos pedir, pero -Pablo lo dice- ése es el muerte, la duda, la falta de certeza o el miedo, es espe-
momento de orar (nótese: es una situación de confusión ranza. La habilidad de perseverar, el ancla que nos da
y desconocimiento), en el que el Espíritu le habla al Pa- constancia cuando somos zarandeados, es la presencia
dre a través de nuestros gemidos. Así pues, cuando so- de Dios en nosotros.
mos incapaces de orar, el Espíritu ora por nosotros, a tra- Ver la esperanza como don es verla corno interés con-
vés de nosotros. creto de Dios por nosotros. Pero ese interés se expresa
En nuestro gemir, esperamos. Porque nuestro la- precisamente cuando estarnos en mayor debilidad. En-
mento es también un deseo (juna esperanza'). Mante- tonces, en nuestro estado más vulnerable, llega el don de
ner el diálogo con Dios incluso en medio de nuestros Dios corno Espíritu en esperanza. La esperanza es, sin
miedos más grandes es ya, en sí mismo, un acto de fe. duda, el regalo que Dios hace al hombre o la mujer vul-
La esperanza es permanecer en diálogo cuando las pa- nerable. Sobre todo, cuando estarnos exhaustos, sin voz e

64 65

[11
impotentes, es decir, en vulnerabilidad, cuando la vida VIRTUDES DE UN CRISTIANO
es de lo más oscura, entonces Dios entra en nosotros James F. Keenan, S.J.
para sostenernos.
Ahora bien, la aparición y existencia de la esperanza
no es rimbombante, tosca o ruidosa. No cambia repenti-
namente nuestra oscuridad en luz ni nuestro silencio en
elocuencia. Como el céfiro, la esperanza es sutil y suave.
Respeta nuestra libertad, nuestra inteligencia, nuestros
sentimientos. La esperanza no nos libera de los pensa-
mientos críticos, ni de las experiencias de desierto, ni de La cari madre
nuestros miedos más arraigados. Más bien, la esperanza de 1 des
entra en nosotros de forma delicada y sin ruido, hacién-
donos sentir la presencia del Espíritu en medio del albo-
roto. Su gentil presencia es fuerte, si no en volumen, sí en
profundidad. Es el ánimo del Espíritu que acude a la voz
de nuestros gemidos, dándonos la certeza de que en nues-
tros momentos más bajos, cuando estamos sin recursos, LA SEMANA PASADA fue la ordenación sacerdotal
Dios nunca nos abandona. de mi mejor amigo. Un acontecimiento gozoso donde
hubo, para mí, un momento particularmente importante.
Cuando mi amigo estaba postrado en tierra delante
del altar, me pasaron por la mente todas las dificultades
que había tenido que superar para llegar a aquel punto.
Tumbado en aquella posición de humillación, pensé
cuán sencilla es la vida y le pedí a Dios que se levanta-
se de aquel frío suelo de mármol como hombre nuevo,
consolado por la gracia y el amor de Dios.
Quedé sorprendido de mi reacción. Hasta recordé mi
propia ordenación doce años atrás. Postrado sobre el
mismo suelo, escuchando las magníficas voces que can-
taban las letanías, rezaban por mí, mientras yo sentía
una profunda tensión; no estaba en paz. Ansiaba la or-
denación, siempre lo había deseado, pero zonas de mí
mismo se hallaban, como San Pablo dice, «en guerra
dentro de mí».
Una parte de mí no estaba de acuerdo en que diera
ese paso que tanto había ansiado durante años. Una
parte de mí estaba enfadada con la Iglesia. Una parte de

66 67
mí sentía que no tenía derecho a ser sacerdote. Y otra cuenta de que, si continúa, cambiará para siempre. En la
parte de mí aún lloraba a mi hermano, muerto dos años luminosa claridad de tales instantes descubrimos la com-
antes. Con todo, sabía que eso era lo que quería hacer y plejidad de las propias motivaciones. Las motivaciones,
que Dios también lo quería. Ambas convicciones eran
como las elecciones, suelen ser complejas. Raramente ac-
más fuertes que las otras razones y me empujaron a or-
tuamos con una motivación simple, sea en el ámbito de
denarme. Cuando terminó el canto de las letanías, me lo trascendente, sea en el de lo mundano.
levanté aliviado y contento hacia el obispo para ver reali-
En ocasiones oímos lo conflictiva y complicada que
zado mi deseo más hondo. Doce años más tarde, rezan-
fue una decisión de profesar los votos religiosos, orde-
do por otro en su ordenación, pensaba: «Dios mío, no es
narse de sacerdote o contraer matrimonio, sobre todo
un momento fácil».
cuando se está en el proceso de dar marcha atrás. O reci-
Para comprender qué ocurre al tomar esas complejas
decisiones, es preciso recordar bimos versiones románticas sobre los compromisos de
por vida: «la idílica certidumbre» de personas casadas,
1) que nuestras motivaciones no suelen ser normal- religiosos o curas.
mente puras sino mezcladas y Sin embargo, es poco frecuente que nos lleguen las
2) cómo la virtud de la caridad nos hace capaces de inspiradoras historias de la gente que, a pesar de sus du-
seguir las motivaciones más auténticas. das y conflictos, decidió vivir una determinada vida y
efectivamente vive según lo que decidió. Aunque elegir
un camino que va a marcar el curso del propio futuro es
La mezcla de motivaciones una enorme tarea, muchas personas toman decisiones
así todos los días y perseveran en ellas.
Muchos de nosotros pasamos momentos o períodos
en la vida en los que algo afecta a todo nuestro ser. No se
trata de que la vida se nos revele de repente a una nueva El mito de la motivación pura
luz o se vuelva tinieblas espesas, pero sí que vislumbra-
mos algo importante para nosotros en unos instantes de- Una tarde, en una charla para estudiantes del MIT
terminados. Las parejas en el día de la boda, por ejemplo, (Massachussets Institute of Technology), dije que los huma-
pueden experimentar emociones y sentimientos encon- ,""
nos no tenemos motivaciones puras y que nos podemos en-
trados en el momento decisivo en que su compromiso se gañar a nosotros mismos pensando que sí las tenemos. Al-
va a hacer público y «la guerra interior» les presenta inte- gunos de mis oyentes pusieron objeciones. Pensaban que,
rrogantes y dudas nuevas y fundamentales. Podrían mar- desde luego, los hombres de negocios pueden tener moti-
charse del altar en ese mismo instante, pero la mayoría no vaciones turbias, pero no así los buenos científicos, a los
lo hace. Igualmente les puede pasar a los religiosos que cuales animaría «una motivación pura». Su visión del mun-
en la ceremonia de los votos experimenten un momento do de los negocios era un tanto despectiva; la de su propio
así, al percibir lo que están a punto de prometer con toda campo, bastante ingenua. Les recomendé leer a Einstein o
su densidad y todo su conflicto. Fermi, grandes científicos que nunca reclamaron pureza de
Tales momentos ocurren siempre que uno se ha pues- motivación en su investigación. Terminamos concediéndo-
l'
to en marcha hacia una determinada dirección y cae en la nos una tregua.
68 69

'fe,
Por supuesto, aspiramos a la pureza, pero porque La caridad como amor
carecemos de integridad dentro de nosotros mismos,
porque también está ausente en nuestras motivacio- La caridad también nos echa una mano para amar me-
nes. Para armonizar esas motivaciones, necesitamos jor. Amortigua la tendencia a prestarme demasiada aten-
que la caridad trabaje en las profundidades de nuestro ción, impide que la autocompasión se apodere de mi vida,
ser. me impulsa a seguir las motivaciones de la justicia y la fi-
delidad, y a estar alerta ante la intemperancia y la cobar-
día. La caridad es como una madre, nos guía amorosa y
firmemente para proceder de acuerdo con lo que amamos.
Caridad
La caridad es amor, la presencia misma de Dios en
Esta visión de la caridad puede sonar extraña, toda nuestra vida. Como tal, está constantemente cribando
vez que tendemos a pensar en la caridad como acto de nuestras motivaciones para que no nos quedemos estan-
dar a quien nos pide o como la virtud que nos hace ayu- cados. Como el amor de una madre, el foco de la caridad
dar a los marginados. Pero la caridad es, de hecho, la vir- es extravertido. No nos dice lo que hemos de hacer con-
tud que nos une a Dios. La caridad no está orientada pri- cretamente: la prudencia lo hace. Más bien, la caridad nos
mariamente hacia los otros, afecta a nuestras relaciones impulsa a ser más fieles y justos, más respetuosos con no-
con Dios en el centro de nuestro ser. sotros mismos y a tener más temperancia y valentía. La
La caridad es la más básica de las virtudes. Tomás de caridad permanece trabajando entre bastidores.
Aquino la llamó «madre» de todas las virtudes porque Santo Tomás se refería a la caridad como la virtud
todas se conciben dentro de ella. Como virtud funda- que crece en intensidad hacia lo profundo. Quería expli-
mental, la caridad concierne más a la vida interior que a car que la caridad habita en el hondón interior y que nos
los actos externos, atañe más al corazón que a las obras. anima a ver a aquél a quien amamos. La caridad es para
La caridad trabaja detrás del escenario. amar y para sentir intensamente amor por Dios, por el
A diferencia de otras virtudes que se adquieren me- prójimo y por uno mismo.
diante el ejercicio, la caridad es un don gratuito de Dios, Crecemos en caridad en la medida en que responde-
que nos capacita para descubrir lo que es más importan- mos a ella. La caridad nos pide que seamos día tras día
te para nosotros. Nos ayuda a integrar día tras día las más considerados con los compañeros de trabajo y dis-
motivaciones diversas que albergamos y que nos afectan pensemos más atención a la familia, así como que asu-
mamos cabalmente las responsabilidades. La caridad
en los niveles vitales más profundos.
Examinar el espectro completo de mis motivaciones siempre está invitándonos a ser mejores, a crecer en las
el día de mi ordenación, por ejemplo, me hizo percibir virtudes. Nos incita a conseguir lo central. La caridad co-
por un instante la complejidad de los impulsos actuantes noce nuestras motivaciones y nos enseña a distinguirlas
dentro de mí cada día. La caridad me ayudó a discernir y al mismo tiempo que las mezcla unas con otras en su di-
versidad. En última instancia, la caridad hace posible el
a centrarme en la llamada a la ordenación. La caridad me
ha seguido ayudando a lo largo de los años animándome logro de aquello que anhelamos. Gracias a ella, podemos
pronunciar -con tensión y lucha, pero también con fir-
a responder a esa llamada. meza- las palabras «sí, quiero» o «estoy dispuesto y
quiero» en momentos transcendentales de la vida.

70 71
Por supuesto, aspiramos a la pureza, pero porque La caridad como amor
carecemos de integridad dentro de nosotros mismos,
porque también está ausente en nuestras motivacio- La caridad también nos echa una mano para amar me-
nes. Para armonizar esas motivaciones, necesitamos jor. Amortigua la tendencia a prestarme demasiada aten-
que la caridad trabaje en las profundidades de nuestro ción, impide que la autocompasión se apodere de mi vida,
ser. me impulsa a seguir las motivaciones de la justicia y la fi-
.fl ¡
I
delidad, y a estar alerta ante la intemperancia y la cobar-
día. La caridad es como una madre, nos guía amorosa y
Caridad firmemente para proceder de acuerdo con lo que amamos.
La caridad es amor, la presencia misma de Dios en
Esta visión de la caridad puede sonar extraña, toda nuestra vida. Como tal, está constantemente cribando
vez que tendemos a pensar en la caridad como acto de nuestras motivaciones para que no nos quedemos estan-
dar a quien nos pide o como la virtud que nos hace ayu- cados. Como el amor de una madre, el foco de la caridad
dar a los marginados. Pero la caridad es, de hecho, la vir- es extravertido. No nos dice lo que hemos de hacer con-
tud que nos une a Dios. La caridad no está orientada pri- cretamente: la prudencia lo hace. Más bien, la caridad nos
mariamente hacia los otros, afecta a nuestras relaciones impulsa a ser más fieles y justos, más respetuosos con no-
con Dios en el centro de nuestro ser. sotros mismos y a tener más temperancia y valentía. La
La caridad es la más básica de las virtudes. Tomás de caridad permanece trabajando entre bastidores.
Aquino la llamó «madre» de todas las virtudes porque Santo Tomás se refería a la caridad como la virtud
todas se conciben dentro de ella. Como virtud funda- que crece en intensidad hacia lo profundo. Quería expli-
mental, la caridad concierne más a la vida interior que a car que la caridad habita en el hondón interior y que nos
los actos externos, atañe más al corazón que a las obras. anima a ver a aquél a quien amamos. La caridad es para
La caridad trabaja detrás del escenario. amar y para sentir intensamente amor por Dios, por el
A diferencia de otras virtudes que se adquieren me- prójimo y por uno mismo.
diante el ejercicio, la caridad es un don gratuito de Dios, Crecemos en caridad en la medida en que responde-
que nos capacita para descubrir lo que es más importan- mos a ella. La caridad nos pide que seamos día tras día
te para nosotros. Nos ayuda a integrar día tras día las más considerados con los compañeros de trabajo y dis-
motivaciones diversas que albergamos y que nos afectan pensemos más atención a la familia, así como que asu-
en los niveles vitales más profundos. mamos cabalmente las responsabilidades. La caridad
Examinar el espectro completo de mis motivaciones siempre está invitándonos a ser mejores, a crecer en las
el día de mi ordenación, por ejemplo, me hizo percibir virtudes. Nos incita a conseguir lo central. La caridad co-
por un instante la complejidad de los impulsos actuantes noce nuestras motivaciones y nos enseña a distinguirlas
dentro de mí cada día. La caridad me ayudó a discernir y al mismo tiempo que las mezcla unas con otras en su di-
a centrarme en la llamada a la ordenación. La caridad me versidad. En última instancia, la caridad hace posible el
ha seguido ayudando a lo largo de los años animándome logro de aquello que anhelamos. Gracias a ella, podemos
a responder a esa llamada. pronunciar -con tensión y lucha, pero también con fir-
meza- las palabras «sí, quiero» o «estoy dispuesto y
quiero» en momentos transcendentales de la vida.

70 71
Preguntas para la reflexión

1. Describe un momento en que sentiste y re-


conociste la presencia de Dios en tu vida.
2. ¿De qué forma experimentas a Dios como sus-
tento de tu fe? Enumera cuatro situaciones o
modos.
3. ¿Qué esperas concretamente de Dios?
4. ¿Cómo sabes que Jesucristo te ama?
5. ¿Cómo logra Dios fortalecer tu fe, tu es-
peranza y tu caridad?

TERCERA PARTE
Virtudes cardinales

72
11

'1
I

I 11

DURANTE SIGLOS se ha mantenido que había cua-


tro virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y
templanza. En cierto modo, sólo son dos, porque la fun-
ción de la templanza y la fortaleza es apoyar la justicia.
Teníamos que ser templados y fuertes precisamente para
ser justos. La tarea de la prudencia es tan sólo sentar los
criterios mediante los cuales aquí y ahora se vive de mo-
do justo, se adopta la decisión ponderada y se actúa con 11'

fortaleza.
Me interesa señalar que la justicia no se presenta sola.
Creo, como en otro lugar he expuesto (<<Proposing Car- ¡II
dinal Virtues» en Theological Studies 56.4 (1995) 709-729), I
1,
que la prudencia nos guía con relación a la justicia, a la 11

fidelidad y al cuidado de nosotros mismos. La justicia 11

:1
consiste en tratar a todos de forma igualitaria. Es la vir- 11

;1
tud de la equidad, en la que no existe trato especial o
1

1I

preferencia. La fidelidad es precisamente lo opuesto: le


enseña a cada uno a tratar de forma especial a aquellos
con los que está más cercanamente relacionado: esposos,
hijos, padres, amigos, parientes, vecinos, compañeros de
comunidad, etc.
75
Así pues, mientras que la justicia consiste en tratar a nada más respecto de la guerra, incluyendo en ello la
todas las personas de forma general e igual, la fidelidad prohibición de dar sepultura a los muertos. Si alguno
consiste en tratar de modo preferente a aquellos con los osase proceder a dar sepultura al cadáver, sería reo de
que nos unen relaciones particulares. El quid de la vida muerte.
moral es comprender (mediante la prudencia) cuándo la La cuestión, para Antígona, se plantea entre obedecer
fidelidad ha de predominar sobre la justicia o cuándo la la ley de la justicia o enterrar a su hermano y perder su
justicia tiene prioridad sobre la fidelidad. propia vida. Las tres exigencias se presentan juntas. La
Las buenas historias (y las no tan buenas) exploran misma tensión triangular se da en la película Perfume de
siempre esta disyuntiva, porque crea suspense que el hé- mujer en su versión norteamericana. En la trama, el di-
roe o la heroína tenga que optar entre la justicia y la fide- rector de un instituto ha sido víctima de una terrible
lidad. Semejante disyuntiva siempre genera una gran gamberrada. Varios alumnos le han destruido el coche.
tensión. Como ejemplo se puede tomar la película Termi- Un muchacho vio a sus compañeros de curso hacerlo.
nator JI. Arnold Schwarzenegger tiene que encontrar a Ese chico es un brillante estudiante a quien el director ha
un muchacho que está destinado a salvar el mundo. Sin prometido recomendar para que sea admitido en la uni-
embargo, el niño, en lugar de irse con Arnold, decide ir a versidad de Harvard. El director se entera de que el chi-
salvar a su madre (Linda Hamilton). El chaval pospone co conoce la identidad de los causantes del destrozo y le
el destino de la humanidad (la causa de la justicia) a la pide la información.
salvación de su madre (la causa de la fidelidad). Aunque el muchacho se da cuenta de que la petición
Ahora bien, así como tenemos responsabilidades ge- del director es justa, también considera su necesidad de
nerales para todos (justicia) y vínculos especiales con ser fiel a sus (injustos) amigos. Acto seguido el director le
determinadas personas (fidelidad), también tenemos anuncia que si no le facilita la información solicitada, se
una responsabilidad única para con nosotros mismos. verá obligado a enviar una carta negativa a Harvard,
Cuando comencé a escribir estos ensayos sobre las vir- truncando así el futuro del chico. Por consiguiente, tiene
tudes, llamé a esta responsabilidad autoestima. Actual- que elegir: justicia, fidelidad o cuidado de sí mismo. El
dictado de la prudencia le hará decidirse por la respuesta
mente prefiero denominarla cuidado de uno mismo, por- ,'1'" adecuada.
que esta expresión cubre un campo más amplio que la .
autoestima. ' En mi esquema, pues, la templanza y la fortaleza con-
:;:·;h', '
I\~" A veces tenemos que elegir entre las tres. Esa necesi- : tinúan siendo virtudes auxiliares. No obstante, no sólo
dad de optar es lo que hace que las historias sean aún existen para ser prudentes y justos, sino también para
::;1:\]' que seamos fieles y cuidemos bien de nosotros mismos.
',:',"',1:';'
\~: ~~, \
más interesantes. Por ejemplo, la tragedia griega Antígo-
;,.' .: "o',
.! ",~" ' ,",l na comienza cuando la ciudad de Tebas acaba de ser de-
vastada por una guerra civil, causada por la enemistad
entre dos hermanos. Los dos han muerto y uno de ellos
yace en el campo de batalla, fuera del recinto amuralla-
do de la ciudad, sin recibir sepultura. El nuevo dueño "
de la ciuda~ trata de reunir.a las fac~iones enfr~ntadas
en torno a SI y para conseguirlo prohíbe que nadie haga
tit
,,~

76 t 77

í"f ,1,

:!,
VIRTUDES DE UN CRISTIANO
James F. Keenan, S.¡'

La virtu idelidad

EN UN HOGAR en el que haya más de un niño se


puede fácilmente presenciar una escena como la siguien-
te. En primer lugar, se oyen gritos, lloros y quejas; luego,
la voz de uno de sus padres con profundo aire de frus-
tración: «¿Por qué no te portas un poco mejor con tu her-
mana?». De manera insistente, pero cansina y poco con-
vencida, se formula el deseo de que un día los dos
hermanos se lleven mejor. No obstante, el resistente pe-
queñajo, declarando su propia inocencia y echándole to-
da la culpa a su hermanita, evocando la voz de Adán en
el Paraíso, responde: «La culpa es suya». Al final, la ma-
dre, con una lógica impecable, pone la guinda: «No me
importa de quién fue la culpa; lo que yo quiero es que no
os peleéis tanto».
El género de los personajes puede cambiar, pero no la
escena. Expresa el deseo fundamental de los padres de
que sus hijos se quieran mutuamente. Para lograr ese fin,
los padres enseñan a sus hijos a disfrutar juntos de canti-
dad de actividades diversas. Juegan con ellos, les llevan
de vacaciones y organizan excursiones, les hacen valorar
las colaboraciones que cada hijo aporta a la familia, les
79
implican en tareas y responsabilidades familiares, les Al reconocer estas actividades como agradables y
ayudan a resolver sus diferencias y les ejercitan en com- sociales, difícilmente las consideramos morales. Por al-
prender la importancia del dar y recibir. Mediante todos guna razón, a menos que una actividad esté directa-
estos ejercicios y prácticas, los padres enseñan que el há- mente relacionada con la equidad, la justicia, los dere-
bito de estar juntos es algo que proporciona felicidad. Ha- chos o los deberes, parece no concernir a la moral.
ciéndolo de ese modo, luchan contra el instinto de sus hi- Ahora bien, pensar así es perderse (quizás pasar por al-
jos de acaparar las cosas como si fueran sólo suyas; se to) la fuerza de los primeros ejercicios morales que
trata de hacerles ver a los niños que la vida es mejor y nuestros padres nos enseñaron.
más rica donde dos o tres están reunidos. A la luz de es- Propongo considerar la fidelidad como la primera de
tos esfuerzos, cualquiera puede entender la exasperación las virtudes cardinales que todo cristiano está llamado a
que viven unos padres cuando levantan la voz diciendo: desarrollar. Las otras serán tratadas particularmente en
«¿por qué no podéis llevaros un poco mejor?». los siguientes capítulos. Ahora, después de cinco dedica-
dos a las virtudes en general, es tiempo de empezar a
examinarlas específicamente.
Enseñar la fidelidad

Los padres instruyen a sus hijos en la virtud de la fide- Justo y fiel


lidad. Esa virtud es la razón misma de ser de los padres.
Por ella, una persona desarrolla y alimenta los lazos afec- Hace veinte años, el doctor Lawrence Kohlberg pre-
tivos de cualquier relación, ya sea con su cónyuge, un sentó a los educadores un diseño en seis etapas de desa-
amigo, la familia, un compañero de comunidad, un colega rrollo que quería ser un compendio de la evolución mo-
o un conciudadano. ral de cualquier persona. La última etapa englobaba a
Hasta hace poco/ sin embargo, pese a los esfuerzos de aquellas personas que son capaces de captar las exigen-
los padres, la virtud de la fidelidad ha recibido escasa cias de la justicia independientemente de las normas fija-
atención por parte de otros maestros de moral. Desde das por una sociedad o por los individuos. El objetivo de
luego, se nos ha enseñado que las infidelidades son mo- la vida moral -exponía convincentemente Kohlberg-
ralmente incorrectas, es decir, hemos sido aleccionados consiste en llegar a ser una persona que puede valerse
en no cometer actos de infidelidad. Pero ¿cuándo se nos por sí misma y que es capaz de reconocer lo que debe
ha enseñado a practicar actos que potencian la fidelidad? ser. Determinadas figuras históricas cuya autoridad es
¿Cuándo se nos ha invitado a considerar como activida- legendaria -de un modo especial, Jesucristo, pero tam-
des morales cosas tales como ir a cenar con un amigo, bién Sócrates, Tomás Moro, Gandhi o King, por citar al-
llamar a nuestra pareja, compartir momentos felices o gunas- lograron ese objetivo.
tristes con un amigo, dar un paseo con un compañero de El modelo de Kohlberg ha suscitado una importante
trabajo o hablar de un problema con alguien de la fami- crítica por parte de potentes voces femeninas. Carol Ci-
lia? ¿Cuándo se nos ha ocurrido que ir a una fiesta de llígan, en su famoso libro In a Different Voice, hacía notar
cumpleaños, al cine, al parque o de viaje formase parte hace diez años que, cuando se les preguntaba a hombres
de la vida moral? y mujeres sobre quién eran, se perfilaba una tendencia

80 81
general: los hombres tendían a contar lo que hacían y reírse y comer con ellos. Las reuniones de Jesús con sus
cuáles eran sus logros; mientras que las mujeres general- discípulos llamaban tanto la atención que hasta ha que-
mente se describían en términos de relaciones. Unos y dado constancia del escándalo que les producían a los
otros se mostraban reacios a actuar de forma diferente a maestros de la ley. Con todo, éstas eran actividades mo-
como lo hacían. A pesar de las obvias dificultades que rales. De igual manera que la vida de Jesús nos marca la
surgen de distinguir hombres y mujeres en términos tan norma del seguimiento -ser justo como Ello fue- tam-
amplios y generales, las conclusiones de Gilligan susci- bién s~mos llamados a seguirle en la amistad: ser amigo
tan un importante tema. La autora implícitamente apun- como Ello fue.
taba que todos deberíamos tener dos preocupaciones en Margaret Farley explora la fidelidad en su obra Per-
la vida: la una, el ser justo y disponer de la autonomía sonal Commitments: Beginning, Keeping, Changing. La teó-
personal para reconocer lo que eso significa moralmente; loga católica presenta las vidas imaginarias de diez
la otra, ser fiel en las relaciones y no quedarse aislado e personas diferentes y examina cómo el arte de la rela-
incapaz de encontrarse con los demás como amigos en ción requiere una alta dosis de trabajo. Farley deja cla-
vez de verlos como tareas. Todos tenemos dos objetivos ro que la fidelidad precisa de ejercicios concretos para
morales primordiales: ser justos y ser fieles. desarrollarse. Así como nuestros padres nos enseñaron
a apreciarnos mutuamente a través de una extensa ga-
ma de actividades, también tenemos que implicarnos
La amistad: clave de la vida moral en otras similares si pretendemos crecer en la relación.
De hecho, incluso para mantener una relación debe-
En escritos recientes de algunos teólogos morales so- mos practicar formas de comunicar, compartir, acom-
bre la virtud de la fidelidad, hay dos aportaciones espe- pañar, dar y recibir. Y, como la experiencia de los pa-
cialmente destacadas. En Friendship and the Moral Lije, dres con sus hijos, nos damos perfecta cuenta de que
Paul Waddell recupera las enseñanzas de Aristóteles, tales actividades no vienen natural o fácilmente.
Agustín y Tomás de Aquino sobre la amistad, y demues-
tra convincentemente que, en la antigüedad, los maes-
tros morales sí comprendían el significado de la amistad. Practicar la fidelidad
Acaso porque creemos que ser moral es algo difícil, de-
ducimos que la amistad está lejos de ser un tema moral. Estas ideas son semejantes a las discusiones corrientes
En el instante en que nos percatamos de que grandes y -para frustración nuestra- muy frecuentes entre padres
pensadores han considerado a la amistad como la clave e hijos. Cuando un padre invita a sus hijos a que hagan al-
de la vida moral, podemos empezar a pensar en la mora- go para llevarse como buenos hermanos, se puede topar
lidad como algo mucho más humano, atractivo y vivifi- con la queja de uno de ellos que se cree tratado injusta-
cante y, en una palabra, más común. mente. En el caso reseñado, el padre desea que su hijo se
La investigación de Waddell subraya una dimensión porte bien con su hermana, pero el muchacho quiere pro-
a menudo olvidada de la vida de Jesús. Él no sólo enseñó teger sus derechos. La tendencia del chico hacia la justicia
y sanó a los que le seguían, sino que también fue amigo no ha de ser subestimada. El filósofo [ohn Rawls resalta lo
suyo, les llamó para estar juntos, para pasarlo bien, para que cualquier padre descubre, que la primera frase moral
82 83
que un niño dice es: «eso no es justo». Curiosamente, la quiaL De forma muy natural, la fidelidad es practicada
primera declaración de un niño no es un reconocimiento por los miembros del equipo parroquial que siempre son
de lo que es justo; el pequeño no puede determinar eso. puntuales, por el encargado de adornar el altar que res-
Sin embargo, sí puede percibir desigualdades y dispari- ponsablemente asume su tarea, por los jóvenes que ayu-
dades y protesta. ¿Por qué ha tomado más que yo? Sin dan a misa en una fría y triste mañana de domingo, por
pensar en otra posible respuesta, la queja de que «eso no los ministros de la eucaristía que llevan la comunión a un
es justo» brota de inmediato. Pretender enseñar fidelidad enfermo, por el miembro del equipo de pastoral de los
en un contexto así, no es tarea fáciL enfermos que asiste a una persona en trance de muerte,
Por lo mismo, intentar aprender fidelidad tampoco es por unos padres que organizan la liga de fútbol infantil,
empresa nada sencilla. Los compromisos nos parecen ar- por los alcohólicos anónimos que se disponen a celebrar
duos. Como los niños, nos molestan las desigualdades, des- su reunión, por la familia que trae comida para los pobres
confiamos del dar y recibir, disfrutamos con el control, nos y por los catequistas que, sin recompensa, enseñan la fe.
gusta contar lo que les damos a los demás para asegurar Formo parte de una parroquia en la que, cada mes de
que vamos a recibir, por lo menos, tanto como damos, nos mayo, el párroco pone una carpa en los jardines parro-
gusta hacer cosas juntos siempre y cuando sea lo que nos quiales y hace de anfitrión de tres eventos. La primera
apetece a nosotros. A menudo, compartimos nuestra vida tarde da las gracias a más de seiscientos voluntarios de la
con los amigos, por decirlo en una palabra, de mala gana. parroquia invitándoles a cenar. Al día siguiente, invita a
Poner, pues, la fidelidad en el centro de la vida moral los curas de la diócesis a una comida campestre. El tercer
nos invita a involucrarnos en ejercicios y prácticas con- día, organiza una merienda para toda la parroquia. El pá-
cretas que nos capaciten para entender y vivir mejor lo rroco sabe a través de su propia práctica que el hábito de
que Jesús y nuestros padres nos han enseñado: a crecer estar juntos es, sin duda, una costumbre que proporciona
juntos. Para tal fin, puede que necesitemos hacer más lla- felicidad.
madas de teléfono, escribir más cartas, cocinar alguna
vez más para los otros, dar más paseos, pasar un poco
más de tiempo con un amigo.
Nos puede venir bien deshabituarnos de contar o me- -1
dir lo que «el otro» hace o no hace. Puede que necesite-
mos ahuyentar el grito quejumbroso que nos corroe por
dentro: «ella (o él) siempre recibe (o gana) más que yo».
Puede que necesitemos, por el contrario, escuchar una
voz más madura que nos pide: «Llevaos mejor».

Fidelidad en la parroquia

La voz de la fidelidad se reconoce ya en muchas áreas


de la vida. Pensemos, por ejemplo, en el ámbito parro-
84 85
VIRTUDES DE UN CRISTIANO
James F. Keenan, SI

ust

IMAGINEMOS UN MUNDO donde todo lo que uno


hiciese estuviera bajo vigilancia. A cualquier lugar adonde
uno tratase de ir, siempre habría alguien preparado para
detenerle. Cualquier cosa que uno tratase de hacer, habría
alguien para decirle «no». Y cualesquiera que fueran los
propios impulsos, alguien estaría atento para mandarle
sonreír, dejar de llorar, irse a dormir o a jugar plácidamen-
te. Nadie podría vivir a gusto, por mucho tiempo, en un
mundo lleno de «mandones». Pues bien, la mayoría de no-
sotros pasamos en un lugar así los cinco primeros años de
nuestra vida.
Durante esos años todos -menos yo- me marcaban
las reglas. Carecía totalmente de poder. Y entonces co-
menzamos a aprender el arte de tratar con los que hacen
las reglas. Aprendimos también a preguntar «por qué».
Con el interrogante «por qué», dejamos ya de ser recep-
tores pasivos de reglas. Desde entonces hemos puesto la
explicación de las reglas como condición para su obe-
diencia. La expresión que subvierte el poder es ésa, el
«por qué», que muchos padres, agobiados por el trabajo,
desearían hacer desaparecer del vocabulario de sus hi-
87
jos. Con todo, el hábito de usarla nos enseñó, de niños, mento para usarlo tenía que ser el apropiado, que no
que las explicaciones pobres a menudo significan re- podíamos utilizarlo en cualquier momento.
glas pobres. Nos ayudó a ver que no todas las reglas Había otras cuidadoras además de la abuela. Algu-
son correctas. nas veces, sobre todo cuando la canguro no era de la fa-
De niños hicimos también experimentos tratando de milia y era adolescente, el campo de maniobras para la
elaborar reglamentos en compañía de otros. Hablando persuasión y la negociación se convertía en un terreno
en general, aquellos intentos prácticos de negociación maravillosamente complejo. Sabíamos que antes de
con hermanos, primos y amigos tenían efectos poco du- atravesar el umbral de la puerta, la canguro tenía tres li-
raderos. Insatisfecho con lo que pasaba, alguno del gru- mitaciones. La primera, si no estábamos contentos con
po decidía abandonar el juego y conocía el poder de chi- ella (a diferencia de la abuela), ya no volvería. La segun-
varse. «Se lo diré a mamá» eran palabras amenazantes, da, la chica (de nuevo a diferencia de la abuela) trabaja-
palabras que se pronunciaban cuando, con despecho, fi- ba como canguro porque necesitaba el dinero, y entraba
nalmente decidíamos que nos iba mejor con los adultos en competencia con otros para lograr la satisfacción de
que hacían las reglas que con nuestros iguales. los clientes que éramos nosotros. Tercero, las chicas que
venían a cuidarnos no eran exactamente personas adul-
tas. De sobra sabíamos que no se parecían a los adultos
Persuadir y pactar con sus rutinas establecidas. Los/las canguros, como
nosotros, se aburrían y tenían caprichos. En nuestras
También aprendimos a conseguir cosas de los adul- mentes, esto abría posibilidades muy interesantes.
tos, por ejemplo de los familiares que se encargaban de La posibilidad de acceder al teléfono, a los helados, al
cuidarnos. Veamos lo que pasaba con la abuelita. Cuan- frigorífico, de contactar con amigos o amigas, la posibili-
do nos dejaban con ella, nos la ganábamos con arruma- dad de ver la televisión por cable, pasaban a ser temas
cos. Además, la persuadíamos para que aplicase sus cri- abiertos a discusión. Al procurar el interés de la canguro,
terios más flexibles. Aunque nuestros padres dejaban no pretendíamos prescindir del reglamento, sino partici-
aquellas proverbiales «estrictas instrucciones», sabíamos par en el proceso de la fijación de normas: crear reglas
que redundaría en bien de todos que la suavidad de la nuevas, determinar cosas como quién es el que decide
abuela rigiese la noche. En nuestra primera incursión en qué se ve en televisión o a qué juego jugamos, quién de-
el mundo adulto de los que marcan las reglas, aprendi- be acostarse primero o quién será distinguido con el cali-
mos la fuerza de la persuasión que actúa en el arte de la ficativo de «formal». Al hacer las reglas era la primera
negociación. vez que actuábamos como adultos.
A los pocos días, cuando queríamos quedarnos hasta Si la persona encargada de cuidarnos se resistía y no
tarde y nuestros padres no estaban por la labor, nos diri- se apartaba de las estrictas instrucciones recibidas, no nos
gíamos hacia ellos usando una clave recientemente ad- desesperábamos. Aguardábamos en nuestras habitaciones
quirida: «Pues... la abuela nos dejó ver este programa el y vigilábamos los intentos que hacía de usar el teléfono,
mes pasado». Hacerles ver a nuestros padres que sus fa- «saquear» la nevera o cualquier otro movimiento suyo.
miliares eran más blandos que ellos resultaba ser un re- Entonces, bajábamos para pronunciar una frase podero-
curso muy poderoso. Por supuesto, sabíamos que el mo- sa: «No se lo diremos a nuestros padres». Al cabo de po-
88 89
cos años, teníamos suficiente experiencia para darnos tenece a otros. Esas acciones son injustas. Si nos fijamos
cuenta de que negociar siempre era más beneficioso que en los grandes líderes morales de nuestro siglo, veremos
acusar. Sólo nos chivábamos si la canguro se mostraba que también han descubierto y denunciado, primero, la
irrazonablemente inflexible. injusticia y, en un segundo momento, formulado su vi-
Con el correr de los años aprendimos más sobre fijar sión de la justicia. Martin Luther King palpó la iniqui-
normas y pactar. Crecimos en experiencia. Intercambiá- dad de la segregación antes de proclamar su sueño. Ma-
hatma Gandhi se opuso al racismo en la India antes de
bamos cromos de deportistas o ropa. N os contábamos
secretos, decidíamos quién iba a cada fiesta y elegíamos ayunar en favor de la unidad. La mayor parte de noso-
equipo. Cuando tratábamos de «pactar» amistades, a tros somos más proclives a reconocer la injusticia que a
menudo la cosa no funcionaba. Quedábamos decepcio- presentar propuestas de justicia.
nados al liarnos a discutir y, a veces, sencillamente, deci- Así, pues, ¿qué es lo que constituye la justicia? ¿Con-
díamos abandonar. Pero éramos tozudos y volvíamos a siste la justicia en asegurar un trabajo para todos o en la
las andadas, quizás con un nuevo contrincante. igualdad de oportunidades? ¿Consiste la justicia en com-
partir la riqueza nacional más allá de las fronteras del pro-
pio país? ¿Es la justicia intervenir en los procesos de gue-
El sentido de la equidad rra civil que viven algunos pueblos? Son preguntas que
no se pueden responder con un simple sí o no. Más bien,
Mediante estos ejercicios de negociación y reglas pac- como las lecciones que hemos ido aprendiendo a través de
tadas, aprendimos que llevarse bien con alguien no sólo negociar y pactar reglas, serán necesarias oportunidad,
requiere sentido de la oportunidad, persuasión y sensatez, recta intención, persuasión y sensate para abordar las
sino también sentido de equidad. En cualquier contexto, multiformes cuestiones de la justicia. Aún más, sólo po-
la equidad es una regla fundamental e implícita. En efec- dremos dar respuestas si tenemos sentido de justicia en
to, daba la impresión de que la teníamos en cuenta por nuestra vida, y éste se adquiere sólo mediante la práctica
instinto. del hábito de actuar justamente.
Como hemos mencionado, el primer pensamiento mo-
ral de un niño es reaccionar ante una situación particular
con la observación «Eso es injusto». Reconocer la injusticia Discernir el bien común
nos proporciona los límites para conocer lo que es inacep-
table. Puede que entonces no fuese algo bien definido, pe- Hay lecciones particulares que aprendemos a medida
ro si la abuela dejaba ver la tele sólo a su preferido, o si un que vamos creciendo y que son aplicables a la reflexión
chaval no se preocupaba por su hermano cuando estaba presente. Primero, recordemos que cuando queríamos
llorando, o si un amigo revelaba un secreto, reconocíamos formar grupo o pandillas, establecíamos reglas de admi-
perfectamente la iniquidad. sión o fijábamos ciertas obligaciones que contraían los
De hecho, la mayoría de los Diez Mandamientos son miembros. Alguna vez nos dábamos cuenta de que está-
claras prohibiciones de acciones inicuas o incorrectas. bamos dejando a alguien fuera. Cuando éramos chava-
No debemos ser idólatras o irrespetuosos; no debemos les, discutíamos estos temas. Alguno del grupo mencio-
matar, robar, mentir o intentar quedarnos con lo que per- naba (espero que así fuese) que no era justo dejar al otro

90
91
fuera. Tal vez, en las fiestas de cumpleaños y en las cele- importante. Al principio acaso las sugerencias que ha-
braciones de graduación, al pensar a quién podíamos in- cíamos no eran especialmente beneficiosas, pero con el
vitar y a quién no, acaso alguna vez incluimos al chico al tiempo sí pasaron a serlo.
que casi nadie invitaba a nada. Al crecer aprendimos un Por eso, si queremos ser inclusivos y trabajar en favor
poco sobre el arte de la inclusión: dejar a gente al margen del bien común, no pensemos que el mundo va a ser más
no es una experiencia agradable ni para el que lo hace ni justo si lo dejamos en manos de unos pocos. Si no exclu-
para el que lo padece. yes pero, al mismo tiempo, no das voz, conviertes el
Aunque a veces pensamos (y aún lo seguimos hacien- mundo en un juego de títeres, en un guiñol: condenas a
do en determinados momentos) que nos iría mejor si sólo la mudez a los marginados (los dejas tan indefensos como
nos preocupásemos de nosotros mismos, en casa aprendi- niños) y a la sordera a aquellos que creen representarnos a
mos que esa creencia iba en contra de nuestros intereses. todos.
Recibimos la lección de que la cooperación es mejor que el Paulatinamente, aprendimos que ser injustos no tiene
aislamiento, que dar-y-recibir era mejor que pillar-todo-lo- nada que ver con ser descubiertos o pillados en falta. De
posible, y que interesarse por el bienestar del conjunto de la pequeños, creíamos que si nos castigaban era que había-
familia resultaba mejor que el autointerés. mos hecho algo mal. Si nos librábamos de la sanción era
Aquellas noches en las que negociamos con éxito con que no había nada que reprender. Pero cuando, con el
la canguro salieron bien porque actuábamos sobre la pre- tiempo, nos convertimos en «hacedores de normas», es de-
misa de que nuestros intereses eran tan importantes co- cir, cuando se desarrolló nuestra conciencia, supimos que
mo los de nuestros hermanos y como los de la chica en- la justicia o la injusticia no depende de lo que nuestros pa-
cargada de cuidarnos. Y la lección que nuestros padres dres u otras personas declaren.
nos enseñaron, una y otra vez, en la mesa, en el patio, en Al contrario, descubrimos que éramos injustos siem-
la sala de estar, o en el coche, tenía que ver con el bien co- pre que, sin razones justificadas y necesarias, excluía-
mún. Es la lección a la que [ohn Donne aludía al escribir: mos o silenciábamos a alguien o le hurtábamos su par-
«Ninguna persona es una isla cerrada en sí misma». te en el bien común. Cuando no cumplíamos con
nuestra jornada de trabajo o no dábamos un salario jus-
to, cuando no dejábamos la propina requerida o no pa-
El que «fija las reglas» gábamos los impuestos, actuábamos injustamente tanto
si éramos descubiertos como si no.
Estas dos lecciones de la inclusión y del bien común La justicia, entonces, no depende de la ley. Que una
conducen hacia otra. Nuestras expresiones evoluciona- sociedad no declare una determinada actividad ilegal no
ron desde el enternecedor «papaíto» al inquisitorial significa que tal cosa sea justa. De hecho, el racismo, el
«¿por qué?», desde el «se lo diré a mamá» hasta el «no se sexismo y otras formas de exclusión continúan siendo
lo contaremos a nuestros padres». Maduraron las frases, permitidas legalmente en muchas sociedades.
porque estábamos embarcados en la lucha por tener voz. Cometer injusticia no es sinónimo de ser sorprendido
Anhelábamos convertirnos en parte del proceso de la fi- en falta, ni tampoco coincide siempre con lo ilegal.
jación de reglas. Y, en efecto, ayudamos a nuestros pa- Aprendemos a valorar la justicia y la injusticia al desa-
dres a hacer mejores normas. Nuestra contribución fue rrollarnos como personas. Cuanto más actuamos en fa-

92 93
vor del bien común, siendo inclusivos y permitiendo que
los demás hablen por sí mismos, tanto más crecemos en VIRTUDES DE UN CRISTIANO
la buena dirección. Los adultos aprenden, como los ni- James F. Keenan, S.J.
ños, practicando. Por consiguiente, la clave real de la jus-
ticia estriba en esto: mientras nos queden años por vivir,
tenemos aún mucho que aprender sobre la virtud de la
justicia.

. ,,1

Autoestima
I
11

HACE QUINCE AÑOS, en una clase de religión con


adolescentes en el colegio Canisio de Buffalo, les pre-
gunté a mis estudiantes qué significaba la humildad.
Después de escuchar algunos intentos torpes de respues-
ta, les presenté un caso sencillo:
Acabas de hacer una jugada excepcional. Un compa- JI
ñero se te acerca para decirte: «Has estado genial». ¿Cuál
es la respuesta de la persona que posee la virtud de la
humildad?
Las manos se levantaron. Le pregunté a un estudiante,
que respondió:
-¡No! Ha sido suerte, nada más. No soy tan bueno.

Las manos bajaron. Los demás estudiantes sabían que


se acababa de dar la respuesta acertada. Pero les dije: 11
1
1 11

!
-Eso es mentira, humildad no es eso.

Se quedaron completamente boquiabiertos. Otro es-


tudiante se arriesgó:
94 95 :II
-Yo le diría a mi compañero que todo el equipo es sotros mismos. La humildad versa sobre el discurso
bueno. público, la autoestima se refiere al diálogo interno.
-¿Por qué? -le pregunté, usando ese tonillo con que En su artículo «On SeU Respect». [oan Didion descri-
el profesor da a entender a sus alumnos que no deberían bió cómo es este diálogo. Sin autoestima, escribe Didion,
siquiera intentar responder esa pregunta. Respondió: uno llega a ser «un espectador mal dispuesto al que se le
-Porque no sería humilde atribuirse el mérito. hace ver un documental minucioso e interminable en el
que se detallan sus fallos, tanto reales como imaginarios,
Quité importancia a su respuesta. Siguieron otros con vívidas escenas que se repiten en todas las pantallas.
varios intentos. Finalmente, zanjé la cuestión: Esa película muestra el vaso que rompiste en aquel enfa-
do, el puñetazo que propinaste a Fulano en plena cara, el
-La respuesta humilde es decir «gracias». ridículo que hiciste en aquella fiesta en Houston... ». Sin
autoestima, somos a la vez agresores y víctimas. Sin ella,
Con semejante respuesta, aquellos chicos de catorce no puede haber ni humildad ni orgullo. Sin un mínimo
años comprendieron por qué sus padres solían bromear de autoestima no puede haber jamás autoconocimiento.
acerca de estudiar religión con un jesuita. Hace años, llegué a la conclusión de que las virtudes
cardinales contemporáneas son tres: justicia, prudencia y
fidelidad. El año pasado pregunté a mis alumnos de teo-
Posibilitar la humildad logía si debería añadir una cuarta virtud cardinal, autoes-
tima. Las manos de nuevo se levantaron. Los estudiantes,
La humildad reconoce la verdad sobre mí. No se trata hombres y mujeres, religiosos y laicos desde los veinti-
de mentir o negar sino, más bien, de la capacidad para cinco a los sesenta y cinco años, casi unánimemente res-
determinar si lo que otros dicen acerca de mí mismo es pondieron que sí. Uno tras otro, todos los estudiantes se-
verdadero o no. Como virtud, la humildad está a mitad ñalaron qué oprimente es la ética cuando su único punto
de camino entre dos vicios. Está entre el orgullo, que ha- de referencia es exclusivamente social, pues sociales son
ce que me vea más grande de lo que en realidad soy, y la la justicia y la fidelidad.
autocompasión, que me minusvalora. -¿Cuánta gente -preguntaron- que trabaja por la
Por un tiempo pensé que la autoestima era el nombre justicia y la fidelidad escucha las cintas de [oan Didion
actual de la humildad, palabra ésta tan cargada de con- por la noche?
notaciones negativas que parecía irredimible. Creía que -Muchos -respondí.
nadie leería un ensayo sobre la humildad, pero sí tendría
éxito uno sobre la autoestima. He renunciado a esa idea. No discutieron mi contestación.
La autoestima no es humildad, sino la virtud que ha-
ce posible la humildad. Si la humildad consiste en cómo
interactuamos con otros, la autoestima tiene que ver con ¿ Cuatro virtudes cardinales?
cómo vivimos con nosotros mismos. Si la humildad per-
fecciona el modo de nuestra presencia ante los demás, la ¿Por qué llamar cardinal a la autoestima? Para res-
autoestima perfecciona el modo en que nos vemos a no- ponder a esta pregunta, necesitamos recordar que una

96 97
virtud cardinal tiene tres funciones. Primero, describe ta- A veces ponemos condiciones innecesarias y hasta
reas morales de gran calado para la persona. Decir que dañinas a la autoestima: creemos que la autoestima es-
estas cuatro virtudes son «cardinales» significa que para tá bien mientras no perjudique el bienestar de la comu-
ser moral hay que ser prudente, justo, fiel y respetuoso nidad, el ambiente de trabajo o la felicidad de la fami-
con uno mismo. No te basta con poseer una, dos o tres de lia. O que podemos tener buen concepto de nosotros
ellas. Necesitas adquirir las cuatro porque ésa es la meta mismos sólo si tenemos más alta consideración a nues-
de cualquiera que ame. tra comunidad o familia. Cuando la felicidad de la fa-
Segundo, éstas bastan. Como sugiere la palabra latina milia o el bienestar de la comunidad están en peligro,
cardo, todos los otros requisitos morales dependen de es- suspendemos nuestro derecho a la autoestima.
tas cuatro. Si alguno quiere saber qué significa ser huma- ¿Cuántas esposas, esforzándose en ser fieles a un es-
no moral podemos decir: «Aquél que ama, es decir, aquél poso que las maltrata psicológica o físicamente, aguan-
que busca la prudencia, la justicia, la fidelidad y la auto- tan humillaciones o golpes? ¿Cuántos empleados acep-
estima». Toda otra demanda moral encuentra su fuente tan que sus inmaduros jefes los minusvaloren o los
en una de estas virtudes. desprecien con sus arrebatos temperamentales... por el
Tercero, cada virtud cardinal se busca por sí misma. bien de la empresa? ¿Cuántos jóvenes llegan a admitir
Este último punto implica la importancia que tiene cata- que es un «derecho» de sus padres preferir a uno de sus
logar a la autoestima como una virtud cardinal. Mientras hijos en detrimento del otro... por el bien de la familia?
que perseguimos las otras virtudes por diversos moti- A no ser que la autoestima reclame su propio derecho
vos, una virtud cardinal tiene su propia recompensa. No a la felicidad -rio por la justicia o la fidelidad, sino como
haber descubierto esto es la razón más frecuente por la estas virtudes, por sí misma-la autoestima se ejercitará,
que no adquirimos autoestima. simplemente, «si el tiempo lo permite...».
Consideremos cuántas veces intentamos dejar de La justicia nos invita a considerar a cada uno como
maltratarnos a nosotros mismos simplemente por miedo igual; la fidelidad nos invita a considerar a nuestros
a que nuestro mejor amigo o nuestra pareja nos rechace amigos y familia como especiales; la autoestima nos lla-
si no lo hacemos. ¿Cuántos acontecimientos que nos ha- ma a considerarnos a nosotros mismos como únicos. Las
cen sentir desconcertados por nuestra pobre autoimagen exigencias de estas tres virtudes pueden simultanearse,
nos mueven a incluir en nuestro repertorio de amenazas conduciendo a la cuarta: repartir adecuadamente esta
la de que, si no actuamos mejor, acabaremos por no tener consideración de las tres virtudes cardinales restantes
ningún amigo? ¿Con qué frecuencia nos forzamos a la corresponde a la prudencia.
práctica de «querernos» sólo para demostrar a otros que
somos capaces de ello?
Cuando fomentamos nuestra autoestima para obtener Enseñárselo a los niños
el respeto del otro, en realidad estamos trastocando las co-
sas de forma infantil, diciéndonos a nosotros mismos que Las virtudes se adquieren por medio de su práctica. Al
nuestro autovalor depende de que ganemos el respeto de ejercitar las tareas propias de un padre o una madre, ense-
los demás antes que el nuestro propio. No podemos alcan- ñamos a nuestros hijos a ser justos, a tratar a los demás co-
zar la autoestima si buscamos la estima en otros lugares. mo ellos quisieran ser tratados, a incluir y no a excluir, a
98 99
dedicar tiempo a las amistades, y a estar disponibles para La Iglesia y la autoestima
los que nos quieren o necesitan. Al poner en práctica la jus-
ticia,les mostramos que toda persona tiene valor en sí mis- Seguro que ocho de cada diez cartas encíclicas publi-
ma. Al ejercitar la fidelidad, les enseñamos que las relacio- cadas por los papas de este siglo versan sobre la justicia.
nes humanas merecen la pena. Al practicar la autoestima Las homilías sobre la fidelidad -particularmente sobre
personal, también nuestros hijos aprenden su propio valor. la familia, el matrimonio y el divorcio- son temas comu- li

Gracias a nuestra solicitud amorosa y cuidado paternal, nes. Cuando pensamos en la fortaleza de Jesús, en la I
1
los hijos se sienten queridos y llenos de posibilidades. presencia siempre constante de Yahvé, en la Alianza, en
Les ayudamos a que entiendan que la promesa hecha a la Iglesia, nos damos cuenta de que 11

los sentimientos que experimentan nacen dentro la noción de fidelidad puede ser invocada a menudo en
"1:
de ellos y que su mundo interior es tan espacioso las homilías dominicales. Pero ¿qué encíclica nos dice
que nos veamos buenos, que nos tengamos a nosotros
-
como el océano
sus emociones positivas les permiten sentirse es- mismos como tesoros, y que recordemos la importancia I
peranzados, felices y soñadores y las negativas les
deprimen, asustan o les hacen sentirse necesitados
de protección
de la autoestima? ¿Qué homilía nos da orientaciones pa-
ra adquirir o reforzar nuestra autoestima? ¿Por qué no
se insiste más en las palabras de consuelo que Jesús di-
I
así como hay un mundo interior, también hay uno
exterior. Y deben aprender a manejarse en éste úl-
timo en su condición de miembros únicos y nue-
vos de él, aunque siempre partiendo de su propia
rigió a quienes se acercaban a Él? A veces parece que só-
lo en algunos grupos parroquiales (escuela de padres,
crecimiento personaL.) puede un católico encontrar una
afirmación clara de la importancia de la autoestima.
I1I
experiencia interior Necesitamos más reflexión sobre la autoestima. De-
así como a uno le lleva tiempo comprender a su bemos recordarnos a nosotros mismos que la autoestima
I
I1

hermano, a su amigo o compañero de clase, lleva es una virtud cardinal, que el deber moral de terminar IJ

su tiempo conocerse uno mismo. con el autodesprecio es tan firme como el de combatir la
injusticia. Y es verdad, el imperativo moral de desarro-
1.

De igual modo que los niños piensan de vez en cuan- llar la autoestima es tan urgente como la llamada a ser 1
1

do en nosotros, en sus amigos, en sus parientes, tenemos justo y fiel.

I
1

que animarles a que se habitúen a pensar también en sí


mismos. Que así como les deseamos las buenas noches y
que sueñen con los angelitos, hemos de aconsejarles que
también sueñen consigo mismos.
Semejantes lecciones son tan importantes como las
que se dictan sobre la justicia y la fidelidad. Sin embargo,
mientras que la tarea de unos padres tiene en cuenta las
tres, la atención que la Iglesia da a la autoestima es con-
siderablemente menor que la que concede a la justicia y
la fidelidad.

100 101
VIRTUDES DE UN CRISTIANO
James F. Keenan, S.].

tud

A MEDIDA QUE IBA CRECIENDO, mis padres or-


ganizaban fiestas cada vez más fenomenales en los días
festivos y las celebraciones familiares. Además de en es-
tas fiestas, los vecinos, parientes y amigos a menudo ve-
nían a casa a comer, a jugar a las cartas o simplemente a
hacernos una visita. Mi hermano Bob y yo también invi-
tábamos a casa a nuestros amigos. Más tarde, mis her-
manas y mi hermano pequeño también empezaron a ha-
cer lo mismo con susamigos. A cualquier hora del día,
en la casa de los Keenan había gente de fuera. No éramos
ricos ni pobres, pero de verdad que disfrutamos de una
casa siempre llena de gente.
Mis recuerdos más entrañables tienen que ver con
las fiestas de cumpleaños que mamá y papá organiza-
ron para Bob y para mí. Bob nació trescientos sesenta
días después que yo y, por lo tanto, como «gemelos ir-
landeses», celebrábamos nuestros cumpleaños a la vez.
Las fiestas eran increíbles. Mis padres elegían temas di-
ferentes: el circo, el salvaje Oeste, etc. Mi fiesta favorita
era la de la Isla del Tesoro. Mamá hizo un cofre lleno
con monedas doradas de chocolate. Vecinos, amigos y
103
primos venían como piratas, el tío se disfrazaba de Ca- Cuando nuestros cálculos de futuro concuerdan con la
pitán Garfio. Puedo recordarlo aquel día: con un parche realidad, somos prudentes. Ninguna virtud está más
en el ojo, cojeando por toda la casa con una sola pierna. volcada hacia el futuro que la prudencia. Esto puede pa-
Fue una fiesta memorable. recer extraño, puesto que lo que a menudo viene a nues-
De joven nunca pensé cuánta imaginación requerían tra mente cuando pensamos en la prudencia es la pre-
los montajes que hacían mis padres. Creía que todo el caución. La prudencia precisa precaución sólo en tanto
mundo tenía fiestas como nosotros, aunque jamás asistí a que, al mirar al futuro, aún nos falta la experiencia del
una como las nuestras. Pero la planificación de mis pa- mañana.
dres -su imaginación y atención al detalle-, además de Los teólogos han venido hablando de la cualidad de
ser un signo obvio de amor y una ocasión maravillosa previsión que va unida a la prudencia. Tomás de Aqui-
para disfrutar, era un gran ejemplo de prudencia. no, por ejemplo, escribió que la prudencia siempre esta-
blece los medios para alcanzar el fin. Santo Tomás quería
que supiéramos que la prudencia busca siempre que el
Planificar como prudencia futuro posible llegue a ser real. Esta es la virtud que nos
conduce hacia delante.
Preparar una fiesta puede parecer un extraño ejemplo El teólogo y moralista Klaus Demmer lo expresó in-
de prudencia, pero déjame recurrir a la experiencia. Se- cluso más simplemente: «La vida moral no consiste en
guro que casi todos los que están leyendo este libro tie- responder, sino en actuar. Debiéramos ver el dilema que
nen que programar o planear algo: una fiesta familiar, tenemos ante nosotros no como algo impuesto, sino más
una misa de aniversario, una reunión de amigos, un en- bien como una oportunidad para obrar». Demmer quie-
cuentro parroquial. Quizá estás preparando un curso o re que comprendamos que la vida moral no consiste en
concertando un encuentro o empezando la andadura de responder a lo que el mañana traiga. Más bien, la vida
un grupo para el que andas buscando gente apropiada. moral nos trae el mañana. Y la prudencia prepara la
Quizá estás montando un negocio o vas a conceder una agenda.
entrevista.
Una buena planificación supone no sólo atender a los
detalles, sino prever e imaginar. Hacer planes requiere La agenda moral
mirar hacia adelante y tener en cuenta una variedad de
posibilidades. Puede que gente disfrazada de piratas o ¿Cuál es el «orden del día» (agenda) para la vida mo-
renqueante como el Capitán Garfio no sea la más apro- ral? En los tres últimos capítulos he sugerido que la vida
piada para realizar los planes que tenemos; lo importan- moral tiene que ver con la fidelidad, la justicia y la auto-
te es que nuestra imaginación responda creativamente a estima; la prudencia hace hueco a estas tres virtudes en
preguntas del estilo de ... con quién habría que contar, mi agenda diaria. La vida moral es una incitación conti-
dónde, cuándo, por qué y cómo. nua a crecer en las tres virtudes. Por ejemplo, gracias a la
Los planes reales implican alternativas imaginarias justicia aprendemos cada vez más que debemos tratar a
de futuro, que anticipamos mentalmente de cara a llevar todas las personas como iguales. Entendemos mejor có-
a cabo y lo mejor posible la tarea que nos proponemos. mo nuestras actitudes, intenciones y acciones deben lle-

104 105

'''1
gar a ser más inclusivas y justas. Descubrimos que en al- adquirir otros virtuosos, considero la actitud que los pa-
gunas áreas de la vida estamos mal dispuestos respecto a dres tienen para con sus hijos como el mejor modelo pa-
ciertas personas por razones inadmisibles. ra esta virtud. Esto puede sorprendernos porque nor-
Nosotros, varones, no paramos de aprender, por malmente pensamos en los profesores, sacerdotes o
ejemplo, cuán arraigado y frecuente es nuestro sexismo, acompañantes espirituales como figuras prudentes, co-
y que debemos esforzarnos en cambiar nuestros hábitos mo gente con quien hablamos sobre nuestras decisiones
y adquirir otros nuevos si queremos tratar a las mujeres más importantes. Es verdad, en algunas ocasiones nece-
como iguales. sitamos conversar con esas personas. Pero la prudencia
Para cambiar nuestra forma de proceder necesitamos no persigue simplemente tomar decisiones acertadas.
prudencia, y ésta nos ayuda a planificar -imaginariamen- Más bien, consiste en estar atento a crear y buscar opor-
te- nuevos modos de anticipar situaciones. Así, debemos tunidades para un pleno desarrollo. Eso es lo que hacen
vernos evitando esos típicos comentarios machistas en los los padres. Los padres siempre están anticipando qué
que, a veces, todavía caemos. La prudencia nos ayuda a tendrá que afrontar Charo o Juanito.
comprender que tenemos esa tendencia particular y que Los padres se plantean grandes preguntas como, por
necesitamos controlarla. La prudencia también nos invita ejemplo, éstas: ¿en qué barrio crecerá mejor nuestra hija?,
a decir lo que pensamos; de ahí que necesitemos cambiar ¿en qué colegio recibirá una mejor formación? A menu-
no sólo nuestras palabras sino -yeso es lo importante- do se hacen otras más normaliias: ¿cómo se siente la niña
también nuestros pensamientos. La prudencia, de ordina- consigo misma?, ¿qué siente por los demás?, ¿es muy ex-
rio, nos enseña a superar reacciones de escasa calidad. travertida o introvertida?, ¿cómo reacciona ante los retos
Nos ayuda a adquirir hábitos útiles para considerar y tra- que se va encontrando?, ¿cómo evitar que tropiece con
tar a nuestras compañeras como iguales. Nos lleva a refle- las paredes o las mesitas?, ¿cómo aprender a ser un poco
xionar por qué hemos tenido una perspectiva tan injusta y menos tímida pero sin ser demasiado confiada?
nos pide desarrollar, de pensamiento y palabra, una vi-
En todo ese proceso que es la educación los padres
sión más completa. La prudencia como planificación, por
descubren lo irrepetible que es su hija. Se dan cuenta de
tanto, impulsa hacia la autotransformación interior.
La prudencia planifica las situaciones que pueden cam- que la niña sólo crece en situaciones que la interpelan tal
biarnos. Volviéndose hacia el futuro para cambiar al agente, como ella es en realidad. Pero incluso entonces, la mayo-
la prudencia reconoce que los problemas de la vida no es- ría de estas situaciones, para bien o para mal, se produ-
triban tanto en que el mundo sea injusto o infiel, sino más cen sin intervención previa por su parte.
bien en que nosotros somos los injustos e infieles. Si soy Los padres también saben que no pueden forzar a
prudente, intentaré crear situaciones donde pueda empe- sus hijos a aprender. Y, por tanto, tendrán que propor-
zar a adquirir los hábitos para actuar más justa y fielmente. cionarles oportunidades donde puedan llegar a intere-
sarse por aprender a su propio ritmo. Son conscientes de
que los chicos tienen en sí mismos una predisposición a
La prudencia como tarea propia de padres crecer, pero los padres se dan cuenta de que su papel
consiste únicamente en apoyar y refrendar semejante
Porque la prudencia busca imaginativamente antici- predisposición. Para conseguirlo intentan que la situa-
par situaciones donde abandonar los hábitos viciosos Y ción no sea ni muy dura ni muy fácil; tiene que ser nue-

106 107
'V
va y, sin embargo, no del todo desconocida. Los hijos buscan el equilibrio entre los extremos con el único pro-
progresan pasito a pasito. La prudencia, entonces, re- pósito de que sus hijos se desarrollen plenamente. Estos
quiere no sólo conocer al retoño y proporcionarle nue- tres puntos (conocer, hacer crecer y equilibrio) son claves
vas oportunidades que le sean apropiadas: también exi- para los padres; también son claves para la vida moral.
ge encontrar «el medio entre los extremos». Los padres Si querernos transformarnos en personas justas, fieles
aprenden esto a base de experiencia. y que se aprecian, necesitarnos, ante todo, saber quiénes
Un padre sabe, por ejemplo, que debe estar atento a somos corno individuos y dónde residen nuestros límites
su vástago siempre y, a la vez, no protegerle demasiado; y fuerzas. El padre llega a conocer mejor a su hijo gracias
debe mostrarle un gran amor, pero sin exagerar, porque, al amor. Así también nosotros aprendernos a conocernos
si no, lo haría demasiado dependiente. Con todo, debe si nos apreciarnos a nosotros mismos. El amor siempre
estar seguro de que su hijo se siente realmente querido. quiere más y más para el amado: por eso debernos mirar
¿Qué dosis de afecto es la adecuada? Crecer en pruden- a nuestras virtudes para ver dónde necesitarnos crecer.
cia es saber responder con aplomo a estos interrogantes. Usando tanta imaginación corno un padre o madre
A medida que el niño va desarrollándose, el padre que se empeña en que su vástago pruebe algo nuevo, ne-
aprende también gradualmente que no debe permitir- cesitarnos planear situaciones en las que la posibilidad
le jugar con la puerta, los enchufes o los objetos con para el crecimiento diario se haga real. Ser más y más jus-
to, más fiel, más afectuoso consigo mismo es una tarea de
punta, so pena de arriesgarse a un descalabro, y que
toda una vida; así, cada uno de nosotros necesita apren-
no debe pasarse ni de áspero ni de complaciente. Debe
der cómo crecer a un ritmo asequible. Algunos de noso-
estar atento a las cerillas, al detergente, a la cristalería,
tros puede que hayamos dedicado años a interesarnos
a cualquier cosa en que el chiquillo pueda poner sus
más por el bien común, pero tal vez hemos descuidado la
manos y hay peligro de que lo haga. En esa situación, calidad de nuestras relaciones personales. Aprender la
¿qué significa que los padres deben ser firmes y cómo virtud de la fidelidad en edad tardía es una tarea desa-
compaginar dureza con tolerancia? gradablemente lenta. Otros pueden encontrar esa misma
Estas son algunas de las muchas preguntas que los exasperante lentitud a la hora de mejorar su autoestima,
padres se hacen con angustia. Las responden adecuada o después de descubrir que son razonablemente justos y
prudentemente cuando atinan con el término medio, con fieles.
ese difícil equilibrio. No hay ningún secreto que desvelar Para progresar, por tanto, debernos proceder con no-
si uno trata de conciliar demasiado rigor y demasiada in- sotros mismos al que igual que lo hacen los padres con
dulgencia, solicitud y despreocupación. Los padres aca- sus hijos: apreciando nuestra irrepetibilidad, anticipando
ban siendo unos expertos gracias a la dura escuela de la los problemas y comportándonos con paciencia pero sin
experiencia y la reflexión. desfallecer, porque es casi interminable el viaje que tene-
rnos por delante cuando tratarnos de adquirir las virtu-
des. A lo largo del camino la imaginación, que nos ayuda
La prudencia nos enseña a educarnos a planear y ejecutar, será nuestro más prudente aliado.

Los padres terminan por conocer bien a sus retoños,


les ponen en situaciones que facilitan su crecimiento y
lOS 109
VIRTUDES DE UN CRISTIANO
James F. Keenan, S.J.

LAS VIRTUDES CARDINALES de nuestro tiempo


son la justicia, la fidelidad, la autoestima y la prudencia.
De ellas me he ocupado en los capítulos precedentes.
Las tres primeras nos llevan a tratar a todas las personas
con equidad, a mantener y desarrollar las relaciones
personales y a concedernos a nosotros mismos un auto-
respeto. La prudencia nos dice qué significan la justicia,
la fidelidad y la autoestima en lo concreto de cada situa-
ción. Pero se necesitan también otras dos virtudes, la va-
lentía y la templanza, si querernos actuar virtuosamen-
te de continuo. Estas dos son virtudes instrumentales, es
decir, existen para que podamos ser justos, fieles, auto-
respetuosos y prudentes.

La convicción es la base de la valentía

Una noche en que mi padre, oficial de policía, estaba


de servicio, mi madre me despertó diciendo que creía
haber oído a alguien en el sótano. Probablemente no era
más que un ruido de la casa -dijo-, pero para estar segu-
111
ros, me preguntó si estaba dispuesto a bajar con ella y La convicción proporciona el punto de enganche pa-
comprobar que todo estaba en orden. ra entender el valor y la fortaleza. El valiente permanece
firme en sus convicciones aun ante la amenaza o el daño.
-Por supuesto -respondí.
La convicción se aplica a más gente que los valientes que
Sin embargo, estaba asustado. Cuando regresábamos defienden la justicia. El montañero, el explorador o el
del sótano me dio las gracias y me dijo que era valiente. marino son valientes no porque luchen y venzan sus
Parecía un comentario extraño a la luz de mi propio mie- miedos, sino porque, en la adversidad, no cambian de
do: si era tan valiente ¿por qué estaba tan asustado? rumbo. Están convencidos de que deben completar su
Cuando le conté mi dilema, me dijo que ser valiente no camino. Permanecen firmes en su resolución. Mantener-
significa «no estar asustado»; significa hacer lo que uno se firme en las propias convicciones es el fundamento de
tiene que hacer, a pesar del miedo. la virtud de la valentía, también llamada fortaleza.
Como chico criado en Brooklyn, pensaba que ser va- Estar firme es, por supuesto, una forma de decir: no
liente era sinónimo de «ser duro», y que tener coraje sig- capitulo. Rosa Parks se mantuvo en su asiento, en la par-
nificaba no mostrar ningún miedo. Ser valiente era lo te delantera del autobús, aunque era una zona exclusiva
opuesto a cobardica. Creo que mucha gente confunde no para los blancos. Tomás Moro se mantuvo en su puesto
tener miedo con el valor; se acuerdan de G. Gordon cuando, en la cárcel, se negó a firmar el juramento al rey.
Liddy manteniendo su mano sobre la llama. Lo que me Esas personas estaban sólidamente asentadas en sus con-
dijo mi madre, sin embargo, me orientó en otra dirección. vicciones y, en vez de ceder ante un miedo más que ra-
Desde entonces, empecé a darme cuenta de que mu- cional, se mantuvieron firmes.
chas personas hacían lo que tenían que hacer incluso
cuando estaban asustadas. Por ejemplo, los activistas de
los derechos humanos que arrostran persecuciones, gol- Los valerosos se «mojan»
pes e incluso el arresto o la tortura, pero que siguen, con
la pancarta en la mano o desfilando por una calle, enfren- La metáfora puede prolongarse, sin embargo, cuando
tándose al tirano de turno. Los he visto muchas veces en pensamos en ocasiones en que alguien se mete dentro de
la tele y al naturaL Yen sus caras se lee la convicción. un edificio en llamas para salvar a otro, o defiende a una
Cuando veo que no dan un paso atrás ni ante las persona que está siendo atacada, o se lanza en ayuda de
mangueras, los perros o las porras, comprendo lo valien- alguien que tiene problemas. Aquí el valiente no se man-
tes que son. Saben que les van a herir, y aun así no cejan tiene firme; al contrario, en un momento de emergencia,
en su empeño. Estas gentes no están jugando, creen en lo valiente es precisamente quien reacciona y se mueve.
que hacen yeso es importante. La importancia de esta reacción no puede ser subesti-
Hay una escena similar en la película Gandhí: hom- mada. Aristóteles nos recuerda que el auténtico carácter
bres que se manifiestan y caminan hacia un cordón poli- moral de una persona se revela en las reacciones espon-
cial plagado de agentes dispuestos a abrirles la cabeza a táneas. En una emergencia, el valiente y el cobarde se
golpes. No buscaban pelea y todos estaban -estoy segu- distinguen claramente. Siempre que tenemos que actuar
ro- asustados; sin embargo, se mantuvieron firmes ante sin tiempo para más consideraciones, aparece con niti-
la violencia que se les infligía. dez si nuestras inclinaciones son mejores o peores de lo

112 113
que normalmente aparentan. Se admite que la emergen- una misma realidad: la persona valiente no está dispues-
cia es excepcional, pero resulta un contexto muy adecua- ta a abandonar a la persona o a renunciar a un principio
do para comprender la valentía moral. El esquema es en cuestión. La verdadera fortaleza es la virtud de aquél
siempre el mismo: el valor se demuestra cuando, aun a que se niega a rendirse ante la amenaza.
riesgo de la vida, uno se olvida de sí y se lanza a salvar a
la persona en peligro. Los socorristas son, por excelencia,
profesionales del valor. La valentía del Calvario
Si ahondamos un poco más en el paralelismo, vemos 1
[1,

que hay ulteriores similitudes entre los valientes y fuertes, Si lo entendemos de este modo, en las Escrituras se 1

y los que se dedican al rescate: habla mucho de valentía. El valor de Jesús en el Huerto 1

En ambos casos, se trata de algo amenazador, sea no está solamente en su disposición a aceptar la cruz, si-
Ililll
la discriminación racial, la fuerza bruta, una tor- no en que la acepta precisamente por cumplir la volun-
menta o un incendio. tad de su Padre, que es salvarnos. La Encarnación, Pa- Ilil,

Ante la dificultad, el valiente intenta por todos los sión y Muerte de Jesús son, entonces, el acto último
medios que la situación no empeore, bien mante- (fundamental) de salvación. La fortaleza de Jesús se re-
niéndose firme en su decisión, bien movilizándose fleja en la valentía de María, su madre, de Juan, su discí-
rápidamente. pulo, de María Magdalena y de las otras mujeres que se
En ambos casos, el valiente cree que es capaz de mantienen firmes junto a la cruz y no le abandonan, co-
impedir que la situación empeore; de no ser así, mo hicieron los restantes discípulos. El coraje mostrado
estaríamos ante un temerario. Por ejemplo, si los en el Calvario es un momento definitivo en la historia de
huelguistas sufrieran golpes en la cabeza o la fuer- la humanidad.
za del agua a presión de las mangueras sin espe- No es sorprendente que los soldados se quedaran pas-
ranza alguna de conseguir sus objetivos en todo o mados ante el valor de Jesús en la cruz o que nos admire-
en parte, sus actos serían irresponsables. Del mis- mos de su frase en el evangelio de San Juan: «No hay II,
mo modo, si hubiese certeza de que un socorrista amor más grande que...», La virtud de la fortaleza no con- I

iba a quedar incapacitado en el curso del salva- siste en superar los miedos sino en afrontar la propia hu-
mento, entonces, su gesto de arrojarse al agua lo manidad, cuando ésta está amenazada. El soldado va a la
único que haría es empeorar las cosas. guerra a defender su país. Su valor reside en la negativa a I[
En todos los casos de rescate (yen muchos de re- abandonar a su patria, cuando ésta pasa por momentos
sistencia firme), los valientes dan muestras de so- de necesidad. Pero en la guerra, en ocasiones, también se
lidaridad con el vulnerable, esté éste atrapado en producen situaciones que requieren actos heroicos. El sol-
un edificio o sea víctima de una dictadura. Siem- dado valiente se convierte en héroe cuando no abandona
pre sopesan el peligro personal frente al coste de a un civil en peligro o a otro soldado que ha quedado ais-
renunciar. lado. El heroísmo en tiempo de guerra tiene por protago-
nistas a valientes defensores que se ven envueltos en ope-
Estas dos posturas, mantenerse firmes y arriesgarse a raciones de rescate. La bravura en la guerra no radica en
ayudar, parecen ser expresiones complementarias de luchar contra el miedo; radica en salvar vidas.
114 115
Crecer en valor La disposición a plantarle cara a la amenaza se hace
una virtud más perfecta por medio de la prudencia y la
Pero ¿cómo podemos incrementar nuestra valentía y solidaridad. Así, el soldado que pretende demostrar su
fortaleza? Para responder, consideremos por un instante bravura es exactamente lo que el ejército rechaza, pues-
la instrucción que reciben los soldados, para quienes, to que la vanidad, como la inseguridad, no es ni pru-
igual que para los policías, el valor es virtud esencial a su dente ni digna de confianza. En el conflicto, la valentía
vocación: mantener la paz en casa y fuera de ella. Esta del soldado se convierte en heroísmo cuando el equili-
función social incorpora las dos dimensiones del valor, brio se pierde en favor de la solidaridad por encima de
mantenerse firme y defender, por un lado, y combatir la prudencia, y el soldado se apresura a salvar a un ca-
cuando es necesario, por otro. marada o civil que ha quedado peligrosamente rezaga-
La disposición para estar en primera línea de la de- do. Heroísmo es que en tiempo de guerra los valientes
fensa de la nación es una clara manifestación del valor defensores lleven a cabo un rescate, desafiando la supe-
de un soldado. Pero ese valor no le mueve a meterse en rioridad adversaria. Así pues, el heroísmo y la temeri-
situaciones de riesgo, enfrentamiento o peligro. El solda- dad se diferencian precisamente en que el héroe está
do valeroso no provoca el conflicto, sino que reacciona a normalmente acostumbrado a la prudencia. En el solda-
la amenaza. El valor es siempre una actitud de respuesta; do valiente, la prudencia y la solidaridad son general-
no busca problemas, sino que ayuda a defender, proteger mente inseparables.
o salvar cuando algo o alguien se torna amenazante.
La disposición para proteger llega a ser una virtud
cuando se perfecciona por la prudencia y la solidaridad. Preparados
Los soldados valerosos se preparan para ser prudentes,
para estar disponibles y en situación de alerta ante la po- Cuando no te ves envuelto en guerras, resulta más
sibilidad de problemas y amenazas. Formado con senti- difícil imaginar situaciones en las que ejercitar el valor.
do de inteligencia práctica, el militar sopesa los peligros, El valor no se cultiva mediante ejercicios planeados de
las consecuencias y los riesgos. La disposición para el va- antemano; y/ a diferencia de virtudes como la fideli-
lor debe ir acompañada por la capacidad de prever y dad/ la justicia o la templanza, no goza de un reperto-
controlar la amenaza. rio de programas que nos puedan ayudar a crecer. Esto
A lo largo de su entrenamiento al soldado también se se debe a que el valor es lo que Tomás de Aquino llamó
le instruye en la solidaridad. Aprende a pensar en sí mis- virtud reactiva: sólo actúa ante la amenaza.
mo como un sujeto que nunca está sólo, que siempre, le Lo que podemos hacer es ejercitarnos en estar alerta y
guste o no, es miembro de un pelotón, compañía o bata- preparados. Podemos enseñarnos a mostrarnos firmes.
llón. El soldado solo no puede hacer frente a la amenaza; Como en el ejército, tales prácticas están orientadas a fo-
únicamente el pelotón, como una unidad, lo hace. Así, el mentar la solidaridad de unos con otros. A este respecto,
ejército fomenta un fuerte sentido de interdependencia, justicia y fidelidad son las virtudes que nos ayudan a
al tiempo que subraya la perversidad que entraña la de- constituir esa solidaridad. Estas virtudes nos hacen apre-
serción. El ejército imprime en el soldado la conciencia ciar la igualdad entre todos y mantener unas buenas re-
de que uno se mantiene firme junto a otros. laciones con la familia, los amigos y los vecinos. Nos dan

116 117
una unión más firme de unos con otros y nos ayudan en VIRTUDES DE UN CRISTIANO
aquellos momentos en que asoma la tentación de huir
ante la amenaza.
James F. Keenan, S.J.
Pero a veces necesitamos desarrollar un sentido de
nuestro propio valor de modo que podamos defender-
nos razonablemente contra la intimidación. Este deseo
se enraíza en la autoestima. La persona que ha sido
puesta en peligro, asustada y humillada, puede recu-
perar su dignidad manteniéndose firme en solidaridad
con gente que lo merece, resistiéndose a que se come-
tan nuevos abusos. Por otra parte, la persona que lucha
contra una adicción o una compulsión y que, de forma
reiterada, ha renunciado a su dignidad y ha sucumbi-
do ante el miedo, puede y debe recuperar el dominio
de sí, mantenerse firme y no darse por vencida.
Coraje viene del latín COI', corazón. Así que nuestro
valor aumenta cuando nuestra humanidad se enraíza
más profundamente en la justicia, la fidelidad y la auto- CUANDO ENSEÑABA ética teológica a los estudian-
estima. Acrecentamos el coraje cada vez que nos mante- tes de la universidad de Fordham solíamos hablar de las
nemos firmes, cada vez que nos esforzamos por avanzar, virtudes. Al presentar la primera virtud, la templanza,
cada vez que, preocupados por los que duermen, al oír les proponía el siguiente caso:
un ruido bajamos sigilosamente las escaleras para asegu- Imaginaos que vuestro compañero de habitación va
rarnos de que todo está en orden. Practicados por un sol- habitualmente a un montón de fiestas con dos amigos. Si
dado que defiende su nación, por unos padres que pro- vosotros fuerais a decirle que está yendo a demasiadas
tegen a sus hijos, por una persona que se planta con fiestas, ¿qué creéis que haría?
firmeza frente a la tiranía o la sinrazón, la valentía, el co- Todos coincidieron en la respuesta:
raje, la fortaleza aparecen siempre que hay gente que -Probablemente preguntaría a sus dos amigos si es
ama su humanidad tanto como para defenderla allí don- verdad que iba a demasiadas fiestas.
de está en peligro. La contestación fue especialmente sabia. A menudo,
cuando alguien critica nuestra conducta (a la hora de co-
mer, beber, trabajar demasiado o poco), tendemos a bus-
car el refrendo de la gente con quien compartimos la mis-
ma conducta. Esa segunda opinión es, normalmente, un
parecer que no aporta nada.

118 119
Hábitos y disposiciones Primer paso: admitir el problema

Los estudiantes de Fordham, sin embargo, estaban Como el estudiante que iba a demasiadas fiestas, el
abiertos a hacer autoexamen. A sus escasos veinte años adulto al que le falta templanza es reacio a abandonar
de edad, empezaban a darse cuenta de la importancia la intimidad de su aislamiento para cambiar sus hábi­
de la templanza. Aunque tenían mejores hábitos de co­ tos no virtuosos. Por esta razón, en la serie de pasos
mer, beber, trabajar y dormir que los que yo tenía a su necesarios para adquirir la templanza, el proverbial
edad, necesitaban mejorar. Después de todo, algunos de «primero» es reconocer, simplemente, que uno tiene un
ellos cultivaban los más extraños hábitos de sueño, otros problema. La verdad es que, al admitir el problema,
esperaban hasta el último minuto para hacer sus traba­ uno supera la reticencia a afrontar deficiencias perso­
jos, no faltaban quienes seguían dietas temerarias y nales. Más aún, una confesión como ésa significa que
unos cuantos bebían en exceso. La mayoría se daba uno está intentando acabar con el secreto, salir fuera de
cuenta de que deberían dejar los malos hábitos y adquirir su mundo privado, abandonar el aislamiento. Cuando
otros más adecuados. admitimos tener un problema, estamos intentando sa­
No obstante, no sólo estaban cultivando hábitos per­ lir de un mundo de oscuridad, de autoengaño y sole­
sonales. También se estaban habituando al arte de asistir dad, que son fatales para la libertad. Al admitir nues­
a actos sociales... a beber, a entablar relaciones y crecer tro problema, damos el primer paso para regresar al
responsablemente. Mientras lo hacían, se ayudaban los mundo real.
unos a los otros. Desafortunadamente, aquellos que no
iban orientados positivamente -como el estudiante que
Segundo paso: dar con la persona adecuada
asistía a muchas fiestas- se apartaban a menudo del cír­
culo de amigos que realmente les podía haber ayudado. Como todo aquel que ha vivido escondido o abando­
Mientras unos adquirían hábitos nuevos y adecuados, nado, nos sentimos indefensos e inermes cuando reco­
otros, no. Muy pronto, los estudiantes se aficionaban a nocemos abiertamente nuestro problema. Por esta razón
uno de los dos únicos tipos de fiestas: aquellas en las que el segundo paso para adquirir la virtud es igualmente
unos pocos bebían demasiado y aquellas otras en las (l Lle importante: encontrar la persona adecuada con quien
todo el mundo bebía demasiado. hablar. Despojarse del vicio y adoptar la virtud requiere
La mayoría de los que padecemos de falta de tem­ hablar con la persona adecuada. Sin embargo, a menudo
planza en algún área de nuestra vida nos apartamos de no tenemos a mano a la gente adecuada, a las personas
gente que es templada. Si tenemos un desorden en el que están familiarizadas con las dificultades por las que
comer, incidimos en él cuando nadie anda alrededor. Si pasamos y que son capaces de aconsejarnos.
bebemos demasiado, lo hacemos o bien con los que, co­ Encontrar la persona o personas idóneas con quien
mo nosotros, están aislados o, peor, cuando nadie nos hablar puede ser problemático. Mis alumnos, por ejem­
ve. Si sufrimos algún tipo de compulsión sexual, la ejer­ plo, destacaban que si aquel que iba a demasiadas fiestas
cemos ocultamente. Porque el secreto rodea la falta de decidía finalmente hablar con alguien, había una buena
templanza, ésta y aislamiento van de la mano. probabilidad de que hablase con alguien en el otro extre­
120 121

mo del espectro, en su caso alguien que nunca fuera a Como cualquier otra virtud, la moderación consiste
fiestas. Les pregunté por qué. Y me contestaron: en mejorarnos a nosotros mismos. Para lo cual necesita­
mos realizar una serie de ejercicios. La palabra «ejerci­
-Porque está buscando a alguien digno de confianza cio» es apropiada. El filósofo árabe Avicena usó este tér­
con quien hablar. mino para hablar sobre las virtudes y Tomás de Aquino
-Pero ¿cómo no se va a dar cuenta de que esa persona también lo adoptó más tarde. Como los estudiantes que
no le será de ayuda? necesitan realizar ciertos ejercicios para regular el sueño,
-Porque, aunque esa persona no tiene ni idea de cómo para comer, beber y trabajar bien, para desarrollar hábi­
son las fiestas, al menos no se emborracha regularmente. tos adecuados, también nosotros necesitamos el ejercicio
apropiado para crecer en templanza.
Como este estudiante, puede que nos acerquemos a al­
guien que no comete los errores en que nosotros caemos, A) La tensión justa. Utilicemos la analogía de la gim­
pero que no tiene tampoco ninguna experiencia. Es im­ nasia, de los ejercicios de musculación. Empezamos a
portante darse cuenta de que la persona ideal debe estar a avanzar cuando sabemos cuánto peso podemos levantar.
medio camino entre los dos extremos. Los principiantes comienzan a menudo con demasiado
Ciertamente cualquiera que esté familiarizado con el peso y les sobreviene una distensión muscular que les in­
estilo de las terapias de grupo que tratan conductas com­ capacita para ejercitarse por algún tiempo. También es
pulsivas en la bebida, comida, sexo o trabajo conoce la posible equivocarse excediéndose en ejercicios que exi­
importancia que tiene hablar con la persona adecuada, gen poco esfuerzo. Los levantadores de pesas distinguen
como lo sabe cualquiera que ha participado en un grupo perfectamente no sólo cuáles son demasiado pesadas, si­
de apoyo. De hecho, necesitamos tener a mano conseje­ no también las que son muy ligeras. Si alzas con facili­
ros prudentes porque la virtud de la templanza es difícil dad una pesa, harás poco ejercicio practicando con ella:
de adquirir. los músculos sólo se desarrollan cuando hay tensión. La
auténtica clave para el desarrollo de un cuerpo musculo­
so consiste en calibrar la tensión justa que está entre el
Tercer paso: encontrar los ejercicios apropiados «es casi demasiado» y el «casi es poco».
Por desgracia, cuando pensamos en la templanza ten­ B) Hacia el equilibrio. La tensión depende no sólo de la 1"
demos a pensar sólo en la abstinencia. Cierto, la tem­ cantidad de peso que levantamos, sino también de cómo ,1

planza a menudo requiere que nos abstengamos en una lo levantamos. Al alzar las pesas desequilibradamente,
o dos áreas particulares de la vida. Por ejemplo, puede los principiantes soportan con frecuencia el peso con un
que nos tengamos que abstener de beber, si el beber con lado, brazo o pierna en detrimento del otro. Los novatos 1111
:
moderación significa que no puedo pasar sin beber algo necesitan normalmente un año de entrenamiento para
todos los días. No obstante, la templanza tiene que ver alcanzar el equilibrio apropiado.
con muchas otras actividades aparte de beber. Más que Una combinación similar de tensión y equilibrio se

abstenernos totalmente de hacer algo, la templanza sue­ necesita para desarrollar la templanza. Si el reto no es

le exigirnos alcanzar un equilibrio entre un exceso y un mínimamente significativo, no estimula nuestras ganas

defecto de actividad. de mejorar. Cuando éramos más jóvenes, mantener la

122 123 !III,II

I
I

buena forma o recuperarla era fácil. Por supuesto, tras­ serie de tareas. Es una virtud auxiliar que nos capacita
nochábamos cuanto nos daba la gana sin que afectase para vivir de las cuatro virtudes cardinales: prudencia,
mucho a nuestro rendimiento físico o intelectual. Pensá­ justicia, fidelidad y autoestima. Sin templanza, las cuatro
bamos que no íbamos a tener problemas a la hora de ex­ virtudes serían como deseos más que metas alcanzables.
presar a otros nuestros sentimientos. Creíamos ferviente­
mente que podríamos vencer nuestras inseguridades
internas simplemente desoyéndolas. Pero nuestro tempe­ Cuarto paso: disfrutar con los ejercicios
ramento, como nuestro cuerpo, tiende a permanecer co­
mo está a no ser que lo sometamos a ejercicios intensos. Si Como virtud que es, la templanza, según dice Aristó­
no lo forzamos al límite, nuestro carácter no cambia un teles, tiene en sí misma su propia recompensa. Consiste
ápice. en disfrutar la vida. Consiste en ser capaces de sacar el
máximo provecho a nuestros talentos y posibilidades.
C) La integración. Al adquirir la virtud de la templan­ Aristóteles señaló que la templanza tiene que ver con
za, descubrimos en nosotros puntos fuertes y algunos la sensibilidad. Se trata de un equilibrio interno que per­
puntos flacos. Desde luego, podemos acrecentar nuestro mite que florezca en todo su esplendor lo sensible que
lado positivo y despreocuparnos del negativo, pero, al hay en nosotros. Aristóteles pensaba atínadamente que
actuar así, no ganamos en templanza. Al igual que cuan­ ser equilibrado equivalía a ser feliz. Para él, equilibrio no
do se quiere conseguir un cuerpo musculoso, la modera­ significaba control, sino creatividad.
ción tiene que abarcar a la persona entera. De hecho, la Somos morigerados cuando damos con nuestro paso,
templanza sólo llega a ser, en realidad, virtud cuando con nuestro ritmo. La moderación es vivir en ejercicio
uno alcanza la integración. constante, un ejercicio que activa todas nuestras virtua­
D) Constancia y resistencia. El progreso en el levanta­ lidades, sentimientos, inclinaciones, aspiraciones, etc., y
miento de pesas depende no sólo del equilibrio y la ten­ que nos insta a mantenernos en buena forma y sintonía.
sión, sino de la constancia y el aguante. Así como lleva Crecer en templanza implica efectos también en la
un año llegar a ser capaz de hacer alzadas equilibradas, dimensión más corporal de nuestra existencia. Después
los progresos en una virtud son lentos. Es indispensable de todo, la templanza nos desarrolla como personas
una dedicación constante. Además, a menos que conti­ «sensibles». Y más que avergonzarnos de esta dimen­
nuemos ejercitándonos, nuestros músculos pierden su sión «visceral», los católicos tenemos razones sobradas
tono y fortaleza y pueden llegar a atrofiarse. Porque para sintonizar con ella. Nuestra fe nada tiene de desen­
nuestro temperamento es así: los ejercicios esporádicos, carnada. Creemos, por ejemplo, que la segunda persona
independientemente de su intensidad, dejan sólo efectos de la Santísima Trinidad se hizo carne, comemos el
momentáneos. Los ejercicios constantes y apropiados pa­ Cuerpo de Cristo y bebemos su Sangre, sostenemos que
ra alcanzar un comportamiento morigerado son tarea de la vida eterna es la resurrección de nuestros cuerpos, y
toda una vida. llamamos a la Iglesia cuerpo de Cristo. Al hablar de la
La templanza, como la gimnasia corporal, no es un Encarnación o de la Eucaristía, de la resurrección o de la
fin en sí misma sino una ayuda para otros fines. La tem­ Iglesia, el lenguaje de nuestra fe es muy físico. Dicho sea
planza nos da la fuerza necesaria para llevar a cabo una de paso, uno de los actos más significativos de nuestra

124 125
vida eclesial, la elección del papa, tiene lugar en una sa- VIRTUDES DE UN CRISTIANO
la universalmente conocida por sus famosos frescos ¡de
cuerpos desnudos! James F. Keenan, SI
Mucha gente cree que la templanza es la virtud que
nos impide ir a peor: nos hace reaccionar contra la bebi-
da, la obesidad o la pereza. Pero la verdadera importan-
cia de la templanza no reside en lo que nos evita, sino en
aquello que nos proporciona. La templanza es una espe-
cie de anticipo de la vida eterna, ya que, al integrar ar-
moniosamente todo lo que somos, nos proporciona un
bienestar y felicidad que nace de nuestro propio ritmo.
. ."
inacion
Por supuesto, esa felicidad no es nuestro fin último;
Cristo es nuestro último fin. Pero gracias a la templanza,
aprendemos a saborear lo que significa ser humano, lo
que significa ser imagen de Dios. Cuando dejamos que
nuestra personalidad sea trabajada, desbastada y esti-
mulada por las virtudes cardinales, descubrimos dentro HACE DOCE AÑOS, siendo estudiante en la Univer-
de nosotros una preciosa huella de la promesa inscrita en sidad Gregoriana, empecé a pensar en una nueva teolo-
nuestro ser: la mayor gloria de Dios consiste en que el ser gía moral. La entonces vigente estaba desgarrándose en
humano alcance la «plenitud de la vida».
dos, debido a un debate sobre el mal intrínseco, un de-
bate que, para mi asombro, tenía que ver más con la pre-
gunta de si el control de la natalidad era un mal intrínse-
co que con la pregunta de si existía algún mal intrínseco.
Los teólogos morales se enzarzaron en una disputa inso-
luble que nunca podía tener fin. En lugar de entrar yo
también en ella, empecé a imaginar algún tipo de teolo-
gía moral que hablase menos de actos específicos y más
acerca de las personas. Busqué una agenda que contem-
plase no sólo actos momentáneos como el divorcio, el
aborto y el asesinato sino también las preocupaciones
diarias de menor envergadura.
En particular, soñaba con algo positivo, con una teo-
logía moral que no sólo desaconsejara a la gente lo que le
era dañoso, sino también que la ayudara a ser mejor.
¿Qué teología moral era ésa que podía servir a la gente
corriente -secretarias, empleados de banco, amas de ca-
sa, carpinteros, investigadores y empresarios- a la hora
126 127
de fijarse metas y directrices para su vida? Me concen- po después, cuando era ya profesora en la Universidad
tré en una teología moral cuyos pulmones respiraran el de Saint [ohn, expuso sus ideas de cómo la comprensión
aliento de los evangelios, que incluyera las parábolas del de Santo Tomás acerca de la prudencia es similar a la del
buen samaritano y del hijo pródigo. Quería una teología razonamiento práctico propuesto por las feministas de
moral que dependiera del establo, del monte y de la coli- hoy.
na, de la tumba y del cenáculo. Buscaba un método de Un sacerdote diocesano de Long Island estudió la
teología moral que pudiera ayudar a los sacerdotes a pastoral económica de los obispos americanos, y llegó
predicar y a los directores espirituales a acompañar; bus- a la conclusión de que el documento hubiera sido más
qué una forma de teología moral que estuviera enraiza- fructífero de haber usado el lenguaje de las virtudes or-
da en la tradición y que, al mismo tiempo, fuera fresca y dinarias en lugar de los principios técnicos y académi-
reciente en las postrimerías del siglo veinte. cos: así, los sacerdotes en sus homilías podrían haber
También esperaba encontrar algún cauce que sirviera empleado el documento para exponer sus ideas sobre
para que gente procedente de diversas culturas pudiera la justicia de modo más cercano e interpelante para sus
compartir su comprensión de la vida moraL Al buscar una comunidades.
teología moral útil a mis vecinos de Roma o de Nueva Una mujer, que es profesora en la Universidad Barry
York, también aspiraba a hallar algo que pudiera orientar de Florida, escribió sobre la autodeterminación y las vir-
mi propia vida. En mi búsqueda, descubrí las virtudes. La tudes de Santo Tomás. Un ministro menonita señaló la
obra de Santo Tomás sobre las virtudes me ofreció exacta- compatibilidad de la Ética de la Virtudes con las espiri-
mente lo que andaba buscando, una teología moral para tualidad cristiana. Un sacerdote ortodoxo griego se dedi-
la vida corriente que acompasase cada acción humana y có a investigar sobre la importancia de la virtud para la
animara a los lectores a alcanzar los fines de las virtudes comunión ortodoxa.
específicas practicándolas como medios. La teología mo- Hoy, en la Weston Jesuit School of Theology, tengo en-
ral construida sobre las virtudes ayuda a la Iglesia a ex- tre mis alumnos a un sacerdote marista que estudia lo que
presar el Evangelio, manteniéndola en sintonía con las la virtud ofrece a las democracias jóvenes, en un tiempo
cosas corrientes de la vida diaria. en que éstas buscan metas concretas para una ciudadanía
responsable. Algún día regresará a su Tonga natal, donde
gobierna un monarca absoluto. Un jesuita irlandés se pre-
Cómo estudiantes con imaginación para para un futuro trabajo de acompañamiento espiritual
usan las virtudes '1 escribiendo sobre la amistad en los escritos de San Aelred.
Un sacerdote diocesano australiano termina su tesis de li-
A poco de empezar mi tarea docente, recibí de mis
propios estudiantes la confirmación a la Etica de las Vir-
I,
cenciatura teológica sobre la relación histórica entre la ver-
güenza y el guerrero que regresa, y ahora empieza a tra-
tudes. Mis doctorandos en la Universidad de Fordham bajar para su doctorado en teología sobre la prudencia y el
aplicaban imaginativamente las virtudes a una gran autoengaño.
variedad de contextos. Una abogada americana estudia la depresión y el ra-
Una madre de cuatro universitarios hizo un estudio zonamiento moral, mientras que una ejecutiva de nego-
sobre la prudencia, Santo Tomás y la maternidad. Tiem- cios sudafricana estudia las virtudes y la contabilidad.
128 129
:j:11
1.1
1

En el momento de escribir este ensayo, un candidato al 1. Predicar. Aceptar las palabras y hechos de Jesús y
doctorado de Otawa se ha puesto en contacto conmigo explicarlos es más fácil que aplicarlos a la vida corrien- '1'
para hacerme una propuesta de investigación acerca de te. Las virtudes proporcionan un contexto encarnado
la prudencia y la paternidad, y otro del Boston College para materializar esa aplicación. Los que tenemos que 1

11
elabora su proyecto de tesis en torno a la reconciliación y predicar podemos hacer algunas analogías, por ejem-
la hospitalidad. plo, entre la prudencia como la conocemos y la pru-
III!III
Esta visión panorámica es una pequeña muestra del dencia de las cinco vírgenes (o la imprudencia del
futuro prometedor que se vislumbra para la teología mo- hombre que recibió un talento). Podemos hablar sobre
ral. Se presenta como una advertencia refrescante: la tra- la esperanza que anima a Zaqueo mientras trepa al ár-
dición católica es más rica de lo que muchos de los deba- bol, la caridad que impulsa a la viuda a entregar todo
tes actuales dejan ver, y pone de manifiesto que los lo que tiene o la fe del centurión que busca curación
católicos podemos enredarnos en asuntos particulares y para su hija. Pero también podemos usar estas intui-
perder de vista el panorama más amplio. Contemplar es- ciones como puntos de partida y preguntar: «¿qué sig-
te panorama, imaginativamente, nos ayuda a vencer las nifica, en realidad, la fe para el creyente? ¿Es igual la
divisiones. La lista de asuntos de la teología moral au- esperanza para un judío del siglo primero que para un
menta al usar las virtudes, que encierran la totalidad de español del siglo veinte?».
la vida humana. Las virtudes hablan a una variedad de Las virtudes debieran ser incorporadas a la vida con-
culturas, proporcionando un contexto para ese diálogo. temporánea; después de todo, están ordenadas a lo con-
Por ejemplo, aunque la paciencia pudiera no parecer la creto. Podemos predicar la virtud de los personajes bíbli-
misma en Los Angeles que en Biloxi o Madrid, sigue cos y también mostrar cómo esa virtud se vive en las
siendo paciencia, una virtud identificable en la mayoría vidas de los fieles de la parroquia. El espíritu generoso y 111

de las culturas. de perdón del padre del hijo pródigo, por ejemplo, no 1

Así mismo, las virtudes aparecen en diversas tradicio- sólo conlleva la extraordinaria bondad de nuestro Dios, 11
1'1
:11

nes religiosas, no sólo en las cristianas, sino también en las sino que ocasiona un momento concreto de reflexión so- ;lHi
culturas orientales, africanas y mediterráneas. Las virtu- bre el espíritu de reconciliación de nuestra parroquia. En
des aumentan nuestra habilidad para pensar en la vida los labios del que predica, las virtudes se tornan cauces
moral, extienden nuestros horizontes más allá de las fron- de comunicación entre la Palabra hecha carne y los que
teras y religiones, e incrementan nuestra capacidad para escuchan esa Palabra.
comunicarnos. 2. Educación en la parroquia. Los miembros de la parro-
quia a menudo se preguntan si sus convicciones son lo
suficientemente profundas, si cuando se preocupan por
Las virtudes en la vida de las parroquias sí mismos están siendo egoístas o, al contrario, están cui- '11
11

dando de sí, y si entienden correctamente la justicia y la I


Para los católicos, las virtudes proporcionan una igualdad o la fidelidad y el amor. Los miembros de la pa- I11

oportunidad extraordinaria de aplicar nuestra tradición rroquia también sienten deseos de saber si la tradición il11'
1
I
a la vida concreta de una parroquia. Ofrezco aquí tres su- puede darles los recursos suficientes para guiarlos en los ·

gerencias. asuntos de la vida diaria.

130 131
1

111
Saben que San Agustín, Santo Tomás y otros son figu- Del mismo modo que mis alumnos siguen impulsan-
ras importantes en la tradición, pero quizá no sepan que do la agenda de las virtudes cuando exploran áreas don-
la mayor contribución a la vida moral llevada a cabo por de éstas pueden aplicarse, así los que dirigen las parro-
estos santos está contenida en sus escritos sobre las virtu- quias pueden recurrir a las virtudes para ayudarles a
des. Muchos miembros de la parroquia se preocupan por realizar su misión. Después de todo, el legado de la vir-
sus familias, por saber qué virtudes son particularmente tud es hacer esta doble cuestión: ¿quiénes somos? y ¿qué
importantes. estamos llamados a ser? Responder es siempre una tarea
¿Qué significa la prudencia, por ejemplo, para una de la imaginación y de la prudencia.
madre, un padre o un adolescente? ¿Cómo es la fideli-
dad para un joven, un esposo? ¿Cuándo debiera un pa-
dre comenzar a cuidar de sí? ¿Qué significan la valentía
y la templanza en las vidas de los jóvenes? Como ricos
recursos tradicionales, diseñados para ayudar a los
Preguntas para la reflexión
miembros de la Iglesia en su vida práctica, las virtudes
bien merecen ser adoptadas por los actividades formati-
1. Cita ciertas acciones en que te ejercites pa-
vas de las parroquias.
ra crecer en fidelidad: por ejemplo, llamar
3. Metas e identidad parroquial. Las comunidades parro- a los amigos con frecuencia.
quiales se examinan continuamente a sí mismas y esta- 2. Enumera varias actividades o pasos que
blecen prioridades. La Etica de las Virtudes puede coad- das para crecer en justicia: por ejemplo,
yuvar en esta función. Cuando la parroquia empieza a unirte a Amnistía Internacional y apoyar
planificar, puede evaluarse en términos de virtudes: ¿po- los derechos de los presos de conciencia.
see la cualidad de la misericordia? ¿Es un centro de justi- 3. ¿Qué opinas de que en este libro se consi-
cia y se puede identificar por su fidelidad? El espíritu de dere el cuidado de uno mismo como virtud
prudencia, humildad y reconciliación ¿anima al consejo cardinal?
parroquial y a sus consejeros? La hospitalidad ¿es la acti- 4. Recoge dos ejemplos recientes en que justi-
tud de quienes reciben por primera vez a la gente que cia y fidelidad hayan entrado en conflicto.
llama al centro parroquial? ¿Se considera al párroco y 5. ¿Se resolvieron estos conflictos con la
sus colaboradores sabios, generosos, fieles y valientes? prudencia?
Así como los responsables de la parroquia establecen 6. ¿Crees que el cuidado de sí mismo debiera
los objetivos parroquiales, también pueden comprome- prevalecer sobre los intereses de la justicia
terse con las virtudes. Las virtudes, siempre preocupa- y / o la fidelidad?
das por los fines, expresan no sólo qué gente somos sino 7. ¿Cómo educarías a un joven en la virtud
la gente que podemos llegar a ser. Practicando las virtu- de la valentía?
des, las parroquias llegan a ser más virtuosas, superan- 8. ¿Cómo educarías a un joven en la virtud
do vicios como la mediocridad, la estrechez y el desáni- de la templanza?
mo. Las virtudes, entonces, llegan a ser conductos para 9. ¿Te ayudan las virtudes a organizar tu plan
la autocomprensión, el crecimiento y el mayor servicio. o proyecto de vida?

132 133

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