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3° DOMINGO DE CUARESMA 20/3/2022

Oración colecta: Padre de misericordia y origen de todo bien que, en el ayuno, la oración y la
limosna nos muestras el remedio del pecado, mira con agrado el reconocimiento de nuestra
pequeñez, para que seamos aliviados por tu misericordia quienes nos humillamos interiormente.

“«Yo soy el que soy.» …este es mi nombre para siempre” (Ex 3,14-15) Lc 13,1-9

Hoy con toda la Iglesia estamos celebrando el 3° domingo de Cuaresma. Y la Palabra de Dios
nos sigue llamando a la conversión. No está de más recordar qué significa la conversión,
convertirse, dejarse convertir. Y san Pablo nos da una pista, dice:
“No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando
su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que
le agrada, lo perfecto.” (Rom 12,2)
Esta transformación, es fundamental para la conversión. Pedir a Dios y dejar que Él haga su obra
en nosotros para que nos cambie nuestra mentalidad, nuestra manera de ver las cosas. No tomar
como modelo a este mundo sino a Jesús para descubrir qué es lo bueno, lo que agrada a Dios, lo
mejor.
Unas preguntas que nos podemos hacer son: ¿cómo vemos? ¿cómo vemos la realidad, lo que
pasa, lo que vivo, lo que siento, lo que sufro? ¿con cuáles criterios? ¿miramos con los ojos de la
fe?
Este es el planteo de fondo que nos hace el Señor en este día. Jesús aprovecha el comentario que
le hicieron algunos sobre hechos violentos sufridos por algunos y por una tragedia sucedida en
ese tiempo: la muerte violenta de algunas personas de mano de Poncio Pilato y la muerte de las
personas por el derrumbe de la torre de Siloé.
El Señor aprovecha estas situaciones dramáticas para dejarnos una enseñanza y para invitarnos a
ver las cosas de otra manera, para movernos a la conversión, a cambiar la mentalidad, a poner la
mirada y el corazón en Dios.
Comúnmente se escucha que se dice que “todo vuelve en la vida”, “si haces bien vuelve el bien”,
“si haces el mal y te pasan cosas malas”. Pero la realidad es no siempre es así. Vemos que a
gente buena le pasan cosas malas, y vemos también que hay personas que hacen el mal y les va
bien. Es decir que la realidad es más compleja. Pasan cosas que no tienen una explicación
sencilla. Cosas que cuestionan fuertemente la fe y la esperanza.
Pensemos en la situación actual: guerras en muchas partes: en medio oriente, en Ucrania,
injusticias, dolor, violencia, muerte, sufrimiento. ¿cómo vemos estas situaciones, con qué ojos?
Ciertamente que el Señor no nos explica mucho las razones de por qué pasan estas cosas: sí nos
llama a la conversión, para estar preparados porque no sabemos ni el día ni la hora. Lo que nos
toca a nosotros, y no es poco, es vivir cristianamente, hacer el bien y evitar el mal. Dar frutos
buenos por la gracia del Espíritu Santo, a pesar de todo: porque Jesús está vivo, porque Jesús es
nuestra esperanza y Él nos promete que al final vencerá. Ya está venciendo, aunque no lo
veamos.
Dios, desde siempre nos dice, aunque no se lo escuche, siempre nos está diciendo: Yo Soy el que
soy. Yo Soy el que estuvo, está y estará. Estamos en sus manos. Él es el Señor de la historia.
Ante esta situación difícil a nivel mundial y a nivel nacional, tengamos cuidado de alejarnos de
Dios, tengamos cuidado de comprarnos criterios contrarios al evangelio. Al contrario,
busquemos más a Dios. Muchas de las cosas que pasan es porque se ha dejado a Dios de lado. Se
toman decisiones basadas en criterios contrarios a la dignidad humana, a la verdad y a la justicia.
No nos alejemos de Dios que Él no se aleja de nosotros. Nos ama. Ayudemos a quien necesita un
oído que sepa escuchar, una palabra de esperanza. Ayudémonos a mirar a Jesús.
En este año eucarístico parroquial, una de las maneras de ser fortalecidos en la fe, en la
esperanza y la caridad y dar frutos buenos, es participar, trabajar por la comunión y la misión.
Esto es la sinodalidad: caminar juntos como Iglesia hacia Dios, sabiendo que Él camina con
nosotros.
Este tiempo de Cuaresma es un tiempo especial para que Jesús remueva nuestra tierra, quite la
maleza, nos renueve, nos haga de nuevo. Jesús sí puede hacerlo. El Señor se entrega en la
Eucaristía para transformarnos en su Cuerpo, que es la Iglesia. Jesús puede cambiar nuestra
manera de pensar y de ver. Ver nuevos caminos, ver con los ojos de la fe la realidad, lo que
vivimos, lo que siento. Dios no se ha retirado de la historia Él está presente, se hace presente
todos los días.
Nuestro Padre Dios nos dice en Jesús: Yo Soy el que soy, yo soy el que estuvo, está y estará
siempre hasta el fin del mundo. Esta es nuestra esperanza. Confiemos en esta promesa del Señor.

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