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7.13.

LÍMITES

LA EMISIÓN DE

DINERO FIDUCIARIO
La gente usa sustitutos del dinero

como si fuese dinero,

porque confía que podrá canjear los sustitutos del


dinero por dinero

en cualquier momento y sin costo.

Denominamos clientes del banco emisor ;

a la gente que confía y que, por tanto,

usa sustitutos del dinero como si fuese dinero.


Las monedas fraccionarias emitidas por ese banco
emisor también son sustitutos del dinero,

pese a que el banco emisor,

no contabiliza su importe como un débito

ni quedan aumentadas las deudas del banco


emisor en esa cantidad emitida.

Lo único que interesa es aclarar

si esos sustitutos del dinero pueden ser o no


canjeado a la vista por dinero y sin costo.
Pero, la emisión del sustituto del dinero:
Dinero Fiduciario afecta

al poder adquisitivo del dinero.

De ahí que es importante

el problema de si existen o no

límites a

la emisión de Dinero Fiduciario.


Los límites existen :
1° Cuando el banco evita toda emisión
que despierte sospechas entre su clientela.
Porque tan pronto la clientela,
perdiera la confianza ,
exigirá el canje del dinero fiduciario emitido ;
retirando, además, su dinero depositado.
Hasta qué punto,
el banco emitirá dinero fiduciario sin despertar
sospechas entre su clientela depende
de circunstancias psicológicas.
2° Cuando el banco emite
con moderación y pausa conveniente ;
para que la gente no piense que el alza de
precios va a proseguir acelerada e
ininterrumpidamente.
Ya que si la gente llega a ese convencimiento
reducirá su reserva monetaria,
buscando protección en valores reales,
lo cual desatará el pánico y la crisis.
Esta crisis final
exige previa pérdida de confianza de la gente.
La gente canjeará su dinero fiduciario

por dinero;

antes de emprender la huida

hacia valores reales.

Pero, esa pretensión de la gente pondrá,


inmediatamente al banco emisor

en suspensión de pagos, en insolvencia.


Sí el gobierno interviene y exonera

al banco de la obligación :

de canjear su dinero fiduciario por dinero y

de devolver los depósitos recibidos de la


gente ;

el dinero fiduciario se transforma

en Dinero Fíat.
El Planteamiento del problema
ha cambiado,
al suspenderse el pago en dinero.
El gobierno ha intervenido
imponiendo el curso forzoso.
El banco pierde toda su independencia :
es una herramienta en manos de los políticos,
es una filial del tesoro público.
Examinemos el problema de la coexistencia de
múltiples bancos independientes.

Coexistencia significa que cada banco tiene una


limitada clientela en la economía.

Independiente significa que cada banco emite


libremente el dinero fiduciario que le conviene,
guiándose sólo por su propia conveniencia.
Para simplificar

el Planteamiento

del problema teórico;

supondremos que cada persona,

es cliente de un solo banco.


Supongamos que uno de esos múltiples
bancos

emite adicional dinero fiduciario

sin que los demás bancos

emitan

adicional dinero fiduciario.


Los clientes de ese banco
(clientes antiguos y clientes nuevos
atraídos por esa expansión del crédito)
obtienen ese “adicional” crédito
que les permiten ampliar sus actividades de
mercado,
apareciendo en el mercado
con una adicional demanda de bienes,
lo cual provoca el alza de precios.
Quienes no son clientes de ese banco,
no pueden soportar esa alza de precios;
y se ven obligados a reducir sus compras.
Se produce una transferencia de bienes
desde los no clientes de ese banco
hacia los clientes de ese banco.
Los clientes de ese banco
compran a los no clientes más bienes;
de los bienes que les venden a esos
no clientes;
esos clientes para pagar a los no clientes,
disponen de ese adicional dinero fiduciario,
independientemente del dinero que reciben
por sus ventas a esos no clientes.
Ese adicional dinero fiduciario
emitido por ese banco
no sirve para pagar a esos no clientes,
ya que esos no clientes
no conceden
la condición de sustitutos del dinero
a ese adicional dinero fiduciario.
Entonces, para pagar a esos no clientes ;
los clientes del banco primero canjearán por
dinero ese adicional dinero fiduciario que emitió
ese su banco.
El banco se ve obligado a canjear su dinero
fiduciario,
con lo cual oportunamente debe entregar parte
de los depósitos recibidos.
Su reserva monetaria disminuye
(suponiendo que sólo una parte de esos
sustitutos del dinero son dinero fiduciario).
Se aproxima el momento en que ese banco

(agotada su reserva monetaria)

ya no podrá canjear

ese adicional dinero fiduciario

que emitió.
Si quiere evitar la insolvencia ;
debe retornar rápidamente a una política
que le permita aumentar su reserva
monetaria.
Debe renunciar a toda emisión adicional
de Dinero fiduciario.
Unos economistas demostraron la reacción del
mercado ante la expansión del crédito;

cuando esa expansión del crédito

la practicaba un banco con limitada clientela.


Ningún banco emite Dinero Fiduciario
en cantidad mayor
a la cantidad de Dinero Fiduciario que sus clientes
estén dispuestos a retener como reserva monetaria ;
y
ningún cliente de un banco retiene Dinero Fiduciario
que represente (en su reserva monetaria)
una “mayor” proporción
a la proporción
que suponga sus operaciones de mercado
con otros clientes del mismo banco.
Ese cliente para disfrutar de un mayor
desahogo ;

nunca alcanzará ese tope mayor de


Dinero Fiduciario.

Así, se limita la emisión de dinero


fiduciario.
No varía el planteamiento del problema
ni aun suponiendo que todas las personas
aceptaran Dinero Fiduciario emitido “por”
cualquier banco y Cheque emitido “contra”
cualquier banco;
porque cada una de todas esas personas
entregará en seguida a su banco ese Dinero
Fiduciario y
Cheque emitidos por esos bancos de los cuales esa
persona no es cliente.
Ese banco regularizará inmediatamente sus
cuentas con esos bancos.
Así, el proceso antes descrito vuelve a ponerse en
marcha.
La gente siempre desconfió del Dinero
Fiduciario, salvo un restringido número de
empresarios que distinguían los buenos bancos
de
los malos bancos.
Fue el favor que los gobiernos concedieron a
determinados bancos;
lo que gradualmente hizo desaparecer
esa desconfianza.
Cuanto más pobre y más ignorante de la práctica bancaria
sea la persona que recibe ese Dinero Fiduciario ;

con mayor rapidez se desprenderá de ese Dinero


Fiduciario ,

retornando ese Dinero Fiduciario

(por vía del comercio al por mayor o al por menor)

al banco emisor o

llegando a manos de gente conocedora de las prácticas


bancarias.
Es fácil para un banco ampliar el número de
personas dispuestas a aceptar los créditos que
otorgue el banco; en cualquier expansión del
crédito mediante la emisión de Dinero Fiduciario.
Es difícil para un banco ampliar el número de
personas dispuestas
a considerar el Dinero Fiduciario como sustituto
del dinero y
a conservar ese Dinero Fiduciario como reserva
monetaria.
Ampliar la clientela es un proceso largo y penoso.
En cambio, un banco puede perder la clientela

con la mayor rapidez.

Un banco jamás debe permitir duda,

sí pretende prosperar

su capacidad y

su buena disposición para cumplir religiosamente

cuantas obligaciones contraiga.


Por eso, el banco siempre dispondrá de
suficiente reserva monetaria para canjear cuanto
Dinero Fiduciario le sea presentado por cualquier
tenedor.
Consecuentemente, ningún banco puede
dedicarse solo a emitir dinero fiduciario ;
siempre contará con reservas monetarias que
garanticen ese Dinero Fiduciario emitido ;
combinando esa emisión de dinero fiduciario
con la emisión de certificados de dinero.
Es un error suponer que

la misión de la reserva monetaria

es canjear aquel Dinero Fiduciario presentado

al cobro ;

por haber perdido sus tenedores,

confianza en el banco.
La confianza en el banco y en el Dinero Fiduciario
emitido por el banco debe ser siempre total.

O todos los clientes tienen confianza en el banco o


nadie tiene confianza en el banco.

Si alguien comienza a desconfiar,

el resto rápidamente le imita.


Ningún banco que
emita dinero fiduciario y
conceda crédito circulatorio
puede cumplir los compromisos que
contrajera con motivo de esa emisión de
Dinero Fiduciario;
sí “todos sus clientes”
(perdida la confianza)
exigen el canje del Dinero Fiduciario
poseído por esos clientes y
la devolución de sus depósitos.
He ahí el peligro del negocio de
emitir dinero fiduciario y
conceder crédito circulatorio.
No cabe evitar ese riesgo :
mediante
ninguna política de reserva monetaria,
ni imponiendo restricciones legales a la
banca.
La reserva monetaria, en el mejor de los casos,
sólo le permite al banco
retirar del mercado
cualquier exceso de dinero fiduciario
que haya emitido :
sí el banco ha emitido más Dinero Fiduciario
del Dinero Fiduciario que sus clientes emplean
al comerciar con otros clientes del mismo banco
; ese exceso de dinero fiduciario forzosamente
habrá de ser canjeado.
El Encaje Bancario que obliga a los bancos a
mantener reserva monetaria “proporcional”
a la cantidad de Dinero Fiduciario emitido y
a sus cuentas deudoras
es eficaz sí limita la capacidad de la banca para
emitir dinero fiduciario y crédito circulatorio ; y
es ineficaz sí pretenden garantizar :
el canje del Dinero Fiduciario emitido y
la devolución de las sumas depositadas;
el día en que el público pierda confianza en el
banco.
Algunos economistas se equivocaron

al abordar estos problemas :


se equivocaron cuando suponían que la normal y justa
demanda de crédito del mercado
imponían rígido límite a la cantidad de Dinero Fiduciario
que el banco podía emitir
¡ No se daban cuenta que esa normal y justa
demanda de crédito del mercado
dependía de hasta dónde el banco esté dispuesto a
llegar !
sí el banco se despreocupa de su propia liquidez,
puede ampliar fuertemente la concesión de crédito
(circulatorio)
bajando el interés por debajo del interés del mercado.
No es cierto que, sí ese banco se limita a prestar

ese crédito máximo ;

sería una suma específica :

predeterminada por esa normal y justa


demanda de crédito del mercado, e

independiente de la individual actuación del


banco.
La cantidad total de crédito concedido se
amplía o se reduce bajando o subiendo el
interés :

al bajar el interés, aumenta ese crédito ;

que equivocadamente, se dice, que es


necesario

para atender esa normal y justa demanda


de crédito del mercado.
Unos economistas formularon una correcta explicación de
la crisis que desordenaba la vida económica de un
país :
El Banco Central y los bancos privados, expandían el
crédito ;
expansión del crédito que era inexistente
(o que era de menor grado)
en aquellos países con los cuales comerciaba este país.
Continuas salidas de dinero de ese país hacia aquellos
países ;
eran el efecto de esa expansión del crédito.
Pero, esos economistas cometieron 2 errores :

1° No se dieron cuenta; que su remedio :

el prohibir legalmente que “el valor” de esos


billetes emitidos “fuera superior” a

las reservas monetarias poseídas por ese Banco


Central y los bancos privados ; no era la única
solución.

No se pensó en las posibilidades que encerraba la


competencia bancaria.
2° No se dieron cuenta; que “las cuentas
de crédito abiertas por esos bancos
privados a sus clientes”
son sustitutos del dinero;
siendo dinero fiduciario en aquella
proporción en que exceden al dinero
depositado a plazo;
siendo, por tanto, instrumentos de
expansión del crédito de la misma categoría
que esos billetes emitidos.
El único mérito de otros economistas fue darse
cuenta de la certeza del segundo error,
advirtiendo que eso que se llama dinero
bancario es sustituto del dinero idéntico a esos
billetes emitidos.
La contradictoria idea de la neutralidad del dinero
cegaba a estos otros economistas ; estos otros
economistas pretendieron refutar la teoría
cuantitativa del dinero ingeniando un artificio :
los atesoramientos de dinero y
erraron al abordar los problemas relacionados a
la tasa de interés.
Sí se ha promovido la necesidad de imponer
restricciones legales a la capacidad bancaria
para emitir dinero fiduciario;

es porque los gobiernos

privilegiaron a determinados bancos,

impidiendo el desarrollo de la competencia


bancaria.
Ese problema bancario no habría aparecido;

de no haber privilegiado los gobiernos a determinados


bancos, liberándolas de la obligación que pesa sobre
esos bancos de cumplir sus compromisos de acuerdo
con las condiciones pactadas en su día.

Entonces los correctivos

que limitan la expansión del crédito

hubieran actuado con eficacia.


La preocupación por su propia solvencia ;
hubiera inducido a los bancos a proceder
con la máxima cautela en la emisión de dinero
fiduciario.
Los bancos habrían tenido que suspender pagos
(cuantos bancos adoptaran distinta política de
esa política de proceder con máxima cautela )
y se habría fortalecido la desconfianza y recelo
del público.
Pero, desde un inicio, los gobiernos
adoptaron ante la banca una actitud no
sincera.
Era una careta aquella supuesta
preocupación que los gobiernos decían
sentir por el interés nacional, el público en
general y la gente pobre.
Lo que deseaban los gobiernos eran
la expansión del crédito y la inflación;
buscaban el auge y el dinero fácil.
Aquellos economistas que intentaron evitar la
creación del Banco Central en EEUU,
se daban cuenta de los riesgos que encerraban
el Banco Central ;
sólo es de lamentar que
no se dieran cuenta que esos riesgos
(contra los cuales combatían)
reaparecen en cuanto,
se interviene la banca,
de cualquier manera.
Ni los intervencionistas niegan que aquellos
supuestos males de la competencia bancaria
son nada,
comparados con los perjudiciales efectos
provocados
por las altas inflaciones y
la recurrencia de los ciclos económicos
que ha creado una banca privilegiada,
en convivencia con el Banco Central.
Los gobiernos, buscaban

la expansión del crédito y la inflación.

Los gobiernos privilegiaron a determinados


bancos porque :

querían eliminar

“las limitaciones que el mercado impone”

a la expansión del crédito o

buscaban aumentar los ingresos del tesoro


público.
Por lo general, los gobiernos deseaban
ambas cosas a la vez.
Los gobiernos suponían que crear dinero
fiduciario era un eficaz mecanismo para
reducir el interés y, por ello,
impulsaron a los bancos
a que expandieran el crédito,
convencidos de que así beneficiaban a la
economía nacional al mismo tiempo
que nutrían las arcas del Tesoro público.
Sólo más tarde, cuando aparecieron
los indeseados (pero obligados) efectos de
la expansión del crédito,
se dictaron leyes para reducir :
la emisión de “papel moneda” y
la apertura de cuentas de créditos ;
sí ese papel moneda o
esas cuentas de crédito
no tenían pleno respaldo monetario.
Jamás se contempló la posibilidad de
implantar la competencia bancaria ,
porque la competencia bancaria hubiera
supuesto obstáculo contra la expansión del
crédito.
Y es que : los gobiernos, esos economistas
y el público en general creían que el mundo
del mercado tiene derecho a un
“normal, justo y necesario”
crédito, el cual sería impensable bajo la
presencia de la competencia bancaria.
Para los gobiernos,
el dinero fiduciario
sólo tenía importancia fiscal.
Entendían que la función de la banca
era prestar dinero fiduciario
al Tesoro público.
El dinero fiduciario era el precedente de la
moneda de papel que luego emitiría el gobierno :
La moneda de papel convertible
(dinero fiduciario)
sólo servía para preparar el camino a
la moneda de papel inconvertible.

Estas ideas
(base del intervencionismo económico)
se han impuesto por todas partes, sin que nadie
someta a crítica razonada, esas ideas.
Ningún gobierno está dispuesto a implantar la
competencia bancaria,
porque ello supondría renunciar a lo que el
gobierno considera fuente de ingreso fiscal.

Por preparación financiera para empoderar al


gobierno; se entiende, el arbitrar fórmulas que
permitan al gobierno procurarse cuanto dinero
necesite para su empoderamiento, a través de
bancos privilegiados y debidamente controlados.
Este ilícito (pero radical) inflacionismo
es nota típica de esas ideas.
Sin embargo, aun en la época en que la
economía gozó de mayor prestigio
(cuando los gobiernos preferían buscar la paz y
el bienestar de la gente)
la gente, no era objetiva ante los problemas que
aparecían en torno a la banca.
La gente estaba convencida de que el buen
gobierno debía propugnar la reducción de la tasa
de interés, siendo la expansión del crédito
instrumento idóneo para conseguir ese objetivo.
Los gobiernos, cuando reformaron la legislación
bancaria, no incidían en esos 2 errores de esos
economistas. Pero, esos 2 errores viciaron, esa reforma
bancaria :
Se mantuvo la intervención gubernamental en la banca;
y se limitó la emisión de billetes que no estuvieran
respaldados al 100% por reservas monetarias :
Ya no cabía emitir dinero fiduciario mediante esa
emisión de billetes
¡ Pero, esa emisión de billetes podía prosperar
por vía de la apertura de cuentas de crédito a la vista !
El llevar las ideas de esos economistas hasta sus
últimas consecuencias implicaría

prohibir (por mandato legal) a todo banco

la emisión de billetes y la apertura de cuentas de


créditos a la vista ;

a no ser que esos billetes y créditos a la vista


estuvieran respaldados al 100% por reservas
monetarias.
Esta es la idea en que se basa el
Plan de reservas monetarias al 100% de Irving
Fisher.
Pero, Fisher proponía además
adoptar un patrón moneda indexada.
Tales propuestas son inútiles,
sirviendo sólo,
para conceder al gobierno
la autorización para manipular
el poder adquisitivo del dinero
respetando los deseos de
los grupos de presión.
Aun aplicando ese Plan de reservas monetarias
al 100% sobre la base del patrón moneda sana;
no evitarían los inconvenientes de toda
interferencia gubernamental ; en materia
bancaria
¡ Para impedir nuevas expansiones del crédito
basta con someter a los bancos
a las leyes civiles y
a las leyes del mercado;
que obligan a todos a cumplir sus obligaciones
respetando los acuerdos contractuales
convenidas en su día !
Mientras los bancos sigan siendo
instituciones privilegiadas que operan
amparadas por fueros especiales;
el gobierno siempre podrá recurrir a esos
bancos para aumentar sus ingresos
fiscales.
Así las cosas, sólo el Parlamento puede
restringir la creación de dinero fiduciario.
Los legisladores tal vez restrinjan esa creación
de dinero fiduciario durante aquellos períodos
que ellos subjetivamente consideren normales.

Pero, esa restricción desaparecerá tan pronto


como el gobierno considere que aparecen
“circunstancias excepcionales” que justifique
acudir a recursos extraordinarios.
Si el gobierno y el partido político que lo ampara;
desean ampliar el gasto público sin necesidad de
poner en entredicho su popularidad

(aumentando la carga fiscal)

“calificarán de emergencia la correspondiente


situación”.
El gobierno, para financiar proyectos de
inversión
(por los cuales los contribuyentes no están
dispuestos a pagar mayores impuestos)
echa mano del recurso de acudir :
a las máquinas de imprimir moneda de papel o
a la sumisión de aquellos bancos que desean
estar bien con el gobierno
(que impera sobre sus negocios bancarios).
Sólo la competencia bancaria puede evitar
los peligros inherentes a la expansión del
crédito.
La competencia bancaria no impediría una
expansión del crédito “lenta y de corto
plazo” practicada por bancos
extremadamente cautelosos que habrían
de tener siempre informado al público
acerca de su situación financiera.
Pero, bajo un sistema de competencia bancaria,
la expansión del crédito (con todos sus
inevitables efectos) jamás habría adquirido esa
condición de fenómeno regular (fenómeno
normal) que ha cobrado en el sistema
económico.
Sólo la competencia bancaria puede evitar (en la
economía) las crisis y las depresiones.
Al reexaminar la historia; resalta,
el golpe mortal que supusieron
los errores cometidos
por la competencia bancaria
para la economía.
No había razón que aconsejara abandonar
el principio de la competencia bancaria.
Los políticos
no quisieron enfrentarse con la hostilidad que la
gente siente contra el préstamo dinerario y el
cobro del interés.
No advirtieron que el interés es un fenómeno de
mercado que ni el gobierno ni nadie puede
manipular.
Cayeron en la creencia según la cual la
reducción del interés es beneficiosa para todos,
siendo la expansión del crédito medio idóneo
para abaratar el dinero.
Lo que perjudicó la causa de la economía;

es la regular repetición de convulsionados


auges seguidos de largos períodos de
estancamiento y crisis.

La gente llegó a convencerse de que esos


indeseados fenómenos eran inherentes a la
economía.
En cambio, olvidaban que tan indeseados
fenómenos eran los inevitables efectos de
aquellas políticas arbitradas con miras a
bajar el interés mediante la expansión del
crédito.
No se quería abandonar

el errado pensamiento subyacente,

prefiriendo todos combatir inútilmente

“esos indeseados efectos” reforzando

(cada vez en mayor grado)

la intervención estatal.
7.14. COMPETENCIA BANCARIA
Decir que no cabe crear dinero en exceso cuando
el banco se limita a conceder crédito a corto plazo

(porque ese dinero retorna al banco cuando el


prestatario amortiza ese crédito a corto plazo;

desapareciendo esos billetes del mercado)

¡ Sólo se cumple

cuando el banco regula

la cantidad total de créditos a conceder !


Aun en ese caso;
no se evitarían los efectos de la anterior
expansión del crédito;
porque esos efectos de
esa anterior expansión del crédito
se agregarían
a los efectos
de la subsiguiente contracción del crédito.
En la práctica,
el banco
reemplaza los medios de pago,
retirados de la circulación,
con motivo de la amortización del anterior
crédito,
por medios de pago
posteriormente creados
(reemplaza las letras vencidas y pagadas
con nuevas letras que descuenta)
En cambio, bajo el sistema de competencia
bancaria, se limita la expansión del crédito
porque la expansión del crédito por sí misma :

no amplía la clientela de aquel banco

que expande el crédito

(no aumenta el número de personas que admiten


como sustitutos del dinero ;

ese dinero fiduciario emitido por aquel banco).


Porque

(al aumentar la cantidad de dinero fiduciario)

aquel banco engrosa las sumas ;

que sus clientes pagan a terceros, ensanchando


correspondientemente las exigencias de quienes
reclaman el pago en dinero de ese dinero
fiduciario. Consecuentemente, aquel banco se ve
obligado a limitar la expansión del crédito.
En el caso del crédito a la vista,
contra el cual, el prestatario gira Cheques ;
aquel banco que
expande el crédito a la vista,
pronto se vería en difícil posición
ante los demás bancos
con motivo de
las operaciones compensatorias.
Es ilógico suponer que todo el mundo puede emitir
cheques que sean sustitutos del dinero ;

porque lo que convierte el cheque en sustituto del


dinero es el buen nombre del banco emisor.

La menor sospecha de la capacidad y disposición del


banco para pagar todos y cada uno de esos cheques
emitidos dañará ese buen nombre,

lo cual priva al cheque de su condición de sustituto del


dinero.
Sí aparece la duda de la condición esencial de esos
cheques,
no habrá quien no intente desprenderse
de esos cheques que posee
lo más pronto posible.
La gente sólo retiene como dinero en caja ;
aquel sustituto del dinero que considere
plenamente garantizado
desprendiéndose de cualquier sustituto del
dinero de dudosa solvencia.
Este sustituto del dinero de dudosa
solvencia comenzará a cotizarse en el
mercado por debajo de su valor nominal,
lo cual hará que rápidamente regrese al
banco emisor, que es el único obligado a
canjearlos a la par por dinero en fectivo.
Aclarando aún más ese problema;

al contemplar

el desarrollo del sistema bancario

de los países :
Le cabía a los bancos privados de los países
conceder créditos sin límite contra los cuales el
cliente prestatario giraba cheques.

Por lo tanto, esos bancos privados estaban


facultados : para conceder crédito circulatorio
(crédito con descalze de plazos) y

mediante ese crédito circulatorio,

aumentar la cantidad de créditos concedidos.


Pero, el público no reconocía la condición de sustitutos
del dinero a esos cheques.
Todo aquel que recibía esos cheques,
inmediatamente acudía al banco y cobraba su importe,
retirando la correspondiente suma en dinero.
Por esa razón,
le era imposible a los bancos privados
(salvo en cantidad dineraria mínima)
conceder crédito acreditando la cuenta del cliente :
tan pronto como el banco privado entregaba un cheque,
se producía la congruente retirada de la suma de
dinero de esos bancos privados.
Sólo las grandes empresas admitían, como sustitutos
del dinero, esos cheques.
Aun cuando en los países,
los bancos centrales tampoco,
estaban sometidos a traba que les impidiera aumentar
la concesión de créditos;
les era imposible practicar gran ampliación del crédito,
por ese camino;
toda vez que era reducido el número de clientes
que efectivamente manejaba ese dinero bancario.
Sólo a través de los billetes del Banco Central podía
provocarse crédito circulatorio y expansión del crédito.
Unos gobiernos popularizaron el uso del cheque
(en los bancos privados)
promoviendo la creación del servicio de cuentas
contra las que se podían girar cheques.
Los deseos de los gobiernos se cumplieron, en
cierto grado.
Una clientela más numerosa consideraba
sustitutos monetarios; esos cheques contra las
cuentas de ese servicio.
Otros gobiernos, que también adoptaron el plan;
esos cheques eran una creación estatal y sólo el
gobierno se beneficiaba del crédito que concedía
el sistema bancario.
Aparte de esas cuentas contra las que se podían
girar cheques, solo a través de los billetes
se producía crédito.
En los países, el problema de la expansión del
crédito se concentró en el billete del BCR.
Muchos empresarios “pagan salarios”
girando cheques. “Este sistema”

(en la medida en que los trabajadores


proceden en seguida a hacer efectivos sus
cheques y retiran las correspondientes
sumas de dinero del banco)

solo traslada al cajero del banco,

el trabajo de pagar salarios.


Sí toda la gente hiciera lo mismo
(como los trabajadores)
con los cheques recibidos ;
los saldos de las cuentas bancarias
no podrían ser usados como instrumentos
para conceder crédito.
¡ Sólo porque mucha gente considera esos
saldos de las cuentas bancarias;
como sustitutos del dinero; esos saldos de
las cuentas bancarias se convierten,
en cheques !
Es erróneo suponer que la competencia
bancaria facultaría a cualquier banco a
emitir billetes y así engañar a la gente.
La competencia bancaria para emitir billetes
“restringiría” el billete, y aun tal vez “haría
desaparecer” el billete :
la competencia bancaria provocaría la
desaparición del billete ; sí cualquiera
pudiera emitir billetes; para que nadie
quiera ya aceptar esos billetes.
Lo que los gobiernos pretendían ;
mediante la política de inducir al público a
usar el billete del BCR era reducir la tasa
de interés y hallar una fuente de crédito
barato para el Tesoro Público.

Aumentando la cantidad de dinero fiduciario


creían defender el bien común.
El dinero bancario del sistema bancario
proporciona idéntico servicio que

el servicio que proporciona el billete del


BCR.

Intervenir la banca no puede justificarse con


el pretexto de proteger a los pobres
campesinos y obreros contra la maldad del
banquero.
Pero hay economistas que se preguntan: ¿Qué
pasaría si toda la banca privada se asociara,
formando un cartel?
¿No es acaso posible que los bancos se
confabulen para emitir sin límite dinero fiduciario?
Tal pregunta es absurda.
Mientras la intervención estatal no impida a
la gente retirar sus saldos,
ningún banco puede permitirse arriesgar su buen
nombre asociándolo con el nombre de otros
bancos menos acreditados.
El banco dedicado a emitir dinero fiduciario

se halla siempre

en una postura más o menos precaria.

El buen nombre es su prenda más valiosa.

Cualquier duda de la seguridad y solvencia del


banco coloca al banco en insolvencia.
Sería política suicida para un banco de buen
nombre;
el ligar su buen nombre al nombre de otros
bancos menos acreditados.
Bajo un sistema de competencia bancaria,
la unión de todos los bancos en un cartel
implicaría el fin de la banca,
lo que no beneficiaría
a ninguno de los bancos afectados.
Se critica a los bancos solventes cuidar
que se mantenga la seguridad y solvencia
del banco y resistirse a expandir el crédito.
Quienes no merecen que se les concedan
créditos; consideran ese restriccionismo
de la máxima perversidad.
Pero, cuidar que se mantenga la seguridad
y solvencia del banco y resistirse a expandir
el crédito, es norma suprema y primordial
que debe presidir la actuación bancaria,
bajo un sistema de competencia bancaria.
Le es difícil para ciertos economistas
representarse la mecánica de la
competencia bancaria, pues la intervención
estatal parece tan natural como necesaria.
Pero esa intervención se basa en el error
de pensar que la expansión del crédito
permite bajar la tasa de interés,
perjudicando tan sólo a unos pocos
prestamistas-capitalistas.
Se intervino la banca; por constarles a los
gobiernos que la competencia bancaria,
“limita y restringe” la expansión del crédito.
Tal vez están en lo cierto; esos
economistas para quienes la situación de
la banca hace obligada la intervención
estatal.

Pero esa situación de la banca es

el efecto provocado por los esfuerzos de los


gobiernos deseosos de dar paso a la
expansión del crédito en gran escala.
Sin esa intervención estatal, sólo esa
pequeña clase social que distingue entre
bancos solventes y bancos insolventes
usaría el dinero bancario y el billete del
BCR.
Hubiera sido imposible “toda” amplia
expansión del crédito.
Los gobiernos “mantuvieron” ese respeto;
con que la gente contempla esos pedazos
de papel; en el cual el BCR
ha impreso la frase “de curso legal”.
La intervención estatal en la banca se
justificaría
sí mediante esa intervención se pretendiera
corregir esta lamentable situación actual,
impidiendo o restringiendo “toda” posterior
expansión del crédito.
Pero la intervención estatal solo busca
mayor expansión del crédito.
Finalmente, tal política fracasará.
Más pronto o más tarde,
tal política provocará una crisis económica.
7.15. DINERO SECUNDARIO

101
La aparición del dinero no borra la diferencia entre
los bienes en lo referente a su facilidad de
colocación en el mercado.
En la economía monetaria existe diferencia entre la
colocación del dinero y la colocación de los bienes.
No obstante, los bienes se diferencian en lo
referente a su facilidad de colocación en el mercado.
Para algunos bienes es fácil hallar un comprador
dispuesto a pagar el mayor precio que cabe exigir,
dadas las circunstancias de mercado.
En cambio, otros bienes, son más difíciles de
colocar.
102
Una acción industrial es más fácil vender

que una casa ubicada en una avenida céntrica;

por lo mismo,

un abrigo de lana de vicuña es más fácil vender


que un cuadro de pintura.

Comparamos la colocación de los bienes en el


mercado.

Por lo tanto, hablamos de la colocación


103
secundaria de los bienes en el mercado.
Quien posee bienes de alta colocación secundaria
puede reducir su reserva monetaria.

Le cabe confiar en que, cuando necesite aumentar su


reserva monetaria, fácilmente podrá vender esos bienes
de alta colocación secundaria sin demora y por el precio
máximo que cabe exigir por esos bienes.

De ahí que la mayor o menor reserva monetaria de una


persona dependa de que la persona pueda o no
disponer de esos bienes de alta colocación secundaria.

104
Podemos reducir nuestra reserva monetaria y,
consecuentemente, reducir los costos implícitos
en su mantenimiento

cuando disponemos de bienes capaces

de producir renta propia y

de alta colocación secundaria.

105
A consecuencia de lo anterior, surge en el
mercado, específica demanda por esos bienes,
pues hay gente que desea demandar esos bienes
con miras a reducir el costo de “la tenencia de
dinero”.

Los precios de esos bienes se hallan


determinados (en cierta proporción) por esa
específica demanda; de no existir esa específica
demanda, esos bienes valdrían menos.
106
Esos bienes son Dinero Secundario, y

su poder de compra, resulta de

la demanda que considera los servicios que


proporcionan como dinero secundario y

de

la demanda que considera los demás


servicios que proporcionan esos bienes.
107
El costo de la tenencia de dinero equivale al interés
que hubiera proporcionado esa cantidad de dinero de
haber sido invertida.

Por el contrario,

el costo de la tenencia de dinero secundario, equivale


a la diferencia entre la productividad de los bienes de
alta colocación y la productividad que cabría obtener
de otros bienes de menor colocación que, por ese
motivo, no pueden ser usados como dinero
secundario. 108
Dinero secundario:

1. Créditos contra bancos que (sin ser sustitutos


monetarios) tengan vencimiento diario o

puedan ser cobrados con corto preaviso.

2. Valores de renta fija con amplio mercado que


permita vender en cualquier momento; pequeños
paquetes sin afectar la cotización.

3. Acciones acreditadas e incluso


109
específicos bienes.
Frente a las ventajas que supone la reducción del costo de
la tenencia de dinero,

hay que considerar determinados peligros imprevistos.

La venta de valores y la venta de bienes,

tal vez sólo sea posible con pérdida.

Este peligro de pérdida desaparece cuando se trata de


saldos bancarios, al ser por lo general despreciable el
peligro de insolvencia del banco.

Por eso, los créditos con interés contra bancos (cobrables


con corto preaviso) es el dinero secundario más aceptado.
110
Pero no se debe confundir el dinero secundario

con los sustitutos monetarios.

Los sustitutos monetarios se dan y se toman como


si fueran dinero efectivo en las operaciones de
mercado.

Por el contrario, el dinero secundario, debe ser


primero canjeado por dinero en efectivo o por
sustitutos monetarios; cuando la persona pretende
usar el dinero secundario para (de un modo indirecto)
111
efectuar pagos o aumentar su reserva monetaria.
Consecuentemente, los valores usados como
dinero secundario tienen mercado más amplio,
pagándose por esos valores mejores precios
que por los demás valores no usados como
dinero secundario.

De ahí que la tasa de interés de esos valores


sea menor que la tasa de interés de los demás
valores no usados como dinero secundario.
112
La deuda pública y los bonos del Tesoro Público,
cuando gozan de la condición de dinero
secundario,

pueden emitirse

en condiciones menos costosas para el tesoro


público

que las condiciones que es necesario ofrecer


para colocar los demás valores.
113
Por ello, “las entidades deudoras” tienen interés en
organizar el mercado paras sus títulos de forma tal que
se otorgue a esos títulos esa condición de dinero
secundario, pudiendo recurrir a esos títulos quienes
busquen dinero secundario.

A cualquier tenedor de títulos le interesa : permitir


vender esos títulos o usar esos títulos como garantía
de créditos sin entorpecimiento.

Al anunciar las correspondientes emisiones de títulos


se advierte al público de esas ventajas. 114
Por el mismo motivo, los bancos procuran que sus
cuentas se consideren dinero secundario.

Ofrecen interesantes condiciones a “los depositantes”.

Los bancos compiten acortando el tiempo de preaviso


necesario para la devolución.

Pagan intereses sobre ese “dinero” secundario que


puede ser retirado a la vista y sin preaviso.

En esa competencia, algunos bancos se exceden,


poniendo en peligro su solvencia.
115
Las circunstancias políticas han aumentado el valor de esos
“depósitos” y saldos bancarios que se consideran dinero
secundario.

Los gobiernos se han enfrentado a los “tenedores” de esos


“depósitos” y saldos bancarios.

Pretenden confiscar a esos tenedores mediante políticas


fiscales y monetarias.

Por su parte, esos tenedores procuran defenderse


manteniendo parte de su riqueza “en dinero en efectivo”
que les permitan eludir oportunamente esos actos
116
confiscatorios.
Esos tenedores colocan “ese dinero en
efectivo” en los bancos de aquellos países
donde el peligro de confiscación o de
devaluación parece menor.

Tan pronto como cambian las perspectivas;


transfieren “su dinero” a otros países que, por el
momento (al menos) son más seguras.

Es “ese dinero” a lo que la gente se refiere


cuando hablan de dinero caliente. 117
Los graves problemas que causa ese
dinero caliente son consecuencia
provocada por el sistema de reserva
monetaria única.

Para facilitar la expansión del crédito del


Banco Central, los gobiernos impusieron la
concentración de las reservas monetarias
nacionales en el Banco Central. 118
La banca privada (bancos que no tienen
privilegios y no pueden emitir papel moneda)
limita sus saldos de caja a las sumas que
necesitan para sus transacciones diarias.
La banca privada no conserva en caja
suficiente reserva monetaria para hacer frente a
todas sus obligaciones de vencimiento diario.
No considera necesario hacer coincidir el monto
de esa reserva monetaria con el monto de sus
créditos, pudiendo así hacer frente (sin auxilio de
nadie) a las posibles exigencias de sus
acreedores.
Confían en el Banco Central. 119
Cuando los depositantes sustraen sumas
superiores a las sumas «normales», la
banca privada solicita los correspondientes
fondos al Banco Central.
La banca privada considera satisfactoria su
liquidez cuando dispone de una cantidad
suficiente de garantías contra las cuales el
Banco Central está dispuesto a prestar
dinero o cuando dispone de “efectos
idóneos” para el redescuento.

120
La banca privada de los países a los que acudía ese
dinero caliente (aun al darse cuenta de su acceso) no
veía peligro en manejar ese dinero caliente de manera
normal.
La banca privada aumentaba la concesión de préstamos
comerciales con ese dinero caliente.
Cerraban los ojos a las consecuencias, pese a que sabían
que ese dinero caliente sería sustraído tan pronto como
se produjeran dudas de la política fiscal y monetaria
nacional.
La falta de liquidez de la banca privada era evidente;
existían enormes sumas de dinero que los clientes de la
banca privada podían retirar casi sin preaviso,
“compensadas” sólo por créditos que, en cambio, los
prestatarios no habían de devolver sino una vez cumplido
121
cierto plazo.
Por lo tanto, el único método seguro para
manejar ese dinero caliente consistía, en
conservar una reserva monetaria y moneda
extranjera lo suficientemente grande como para
devolver la totalidad del dinero recibido en
cualquier momento.
Ello hubiera obligado a la banca privada a exigir
específica comisión a sus clientes por la custodia
del correspondiente dinero.

122
La crisis financiera se produce (en lo que
respecta a la banca privada de los países) aquel
día en que el país de donde salía el dinero
caliente devaluaba su moneda.
Los depositantes se asustaron; temieron que sus
países siguieran el ejemplo de ese país.
Todo inducía a pensar que los interesados
pretenderían transferir inmediatamente sus
fondos hacia otros países o a ese país, plaza
esta última que (por lo menos durante algunas
semanas) ofrecía menores riesgos de una nueva
devaluación.
123
Sin embargo, la banca privada de esos
países, no podía devolver en el acto las
cantidades recibidas, sin el auxilio del
Banco Central.
La banca privada había prestado las
correspondientes sumas a empresas,
muchas empresas de las cuales incluso
estaban situadas en países que mediante el
control cambiario extranjero habían
bloqueado esos saldos.

124
No existía otra salida que la salida de conseguir
los correspondientes fondos del Banco Central.
La solvencia de la banca privada de esos países
quedaría de esta manera a salvo; pero, una vez
así pagados, los depositantes exigirían
inmediatamente al Banco Central la conversión
de esos billetes recibidos en monedas
extranjeras.
Si el Banco Central no atendía esa exigencia, su
actitud, en la práctica, equivalía a abandonar el
Patrón moneda sana y a devaluar su moneda
nacional.
125
Por el contrario, la conversión de esos
billetes en monedas extranjeras implicaba
para el Banco Central el desprenderse de la
mayor parte de sus reservas monetarias.
Ello habría desatado el pánico.
Los propios ciudadanos nacionales también
reclamarían las correspondientes entregas
de monedas extranjeras.
Esto hubiera supuesto la quiebra del
sistema monetario.
126
La única alternativa para los Bancos Centrales de
esos países era no prestar ayuda a la banca privada;
pero entonces habrían, suspendido pagos los bancos
privados más renombrados.

Por lo tanto, para el gobierno de esos países, no cabía


opción.

Sólo podía evitar la catástrofe siguiendo el ejemplo del


país de donde viene el dinero caliente, devaluando su
propia moneda. Y la situación no admitía espera.
127
Ejemplo 2. Al comenzar la entrada de dinero
caliente.

El país había sido en el pasado un centro


bancario importante.

Hacía tiempo que había perdido ese privilegio.


Sin embargo, muchos eran los extranjeros y
ciudadanos que (en vísperas de esa entrada de
dinero caliente) aún mantenían cuentas a corto
plazo en la banca privada de ese país. 128
Aparte estaban las grandes cuentas acreditadas por los
Bancos Centrales de un área monetaria.

Si el gobierno no hubiera bloqueado esas grandes cuentas,


interviniendo el mercado de divisas, la insolvencia de la
banca privada habría quedado evidenciada.

Esa intervención estatal vino a ser implícita moratoria


concedida a los Bancos Centrales.

Evitó a estos Bancos Centrales la vergüenza de tener que


confesar abiertamente su incapacidad para atender las
obligaciones que libremente antes habían contraído.
129

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