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de la población infanto-juvenil. En algunos casos los síntomas se atenúan con la edad pero en
otras ocasiones se recrudecen. De esta forma, muchos padres no saben qué hacer ni qué
medidas tomar para contrarrestar los comportamientos que le hacen daño tanto al niño o al
adolescente como a quienes conviven con él.
En primer lugar se debe conocer que existen diferentes aproximaciones terapéuticas ante este
trastorno. Casi siempre, la primera opción del psicólogo es optar por la orientación
psicoeducativa; es decir, entrenar a los padres para que aprendan cuál es la forma más
adecuada de relacionarse con su hijo. En dependencia de la intensidad de la patología,
también se puede incorporar la psicoterapia e incluso se puede recurrir al tratamiento
farmacológico (se suelen usar, en dependencia de si existen o no otros trastornos asociados,
medicamentos como la sertralina, fluoxetina, paroxetina, atomoxetina risperidona y el
aripiprazol).
No obstante, los resultados no son inmediatos y el éxito de la terapia dependerá en gran parte
de la adherencia terapéutica; en otras palabras, de cuánto se apliquen en la terapia tanto el
niño o adolescente como sus padres. Siempre se debe tener presente que el tratamiento del
trastorno oposicionista desafiante no es una terapia dirigida exclusivamente al niño sino a toda
la familia.
En segundo lugar se debe ser consciente de que cada caso es único por lo que conllevaría un
análisis individual que permita implementar, no un tratamiento del trastorno oposicionista
desafiante sino un tratamiento de la persona en sí y su entorno familiar específico. No
obstante, si hablamos en términos generales podríamos hacer referencia a una serie de pautas
o consejos prácticos que podrían ayudarles a manejar en el día a día los comportamientos
disruptivos del niño.
2. Obviar los comportamientos negativos. A veces los gritos y el enfado actúan como
reforzadores de las conductas que desearíamos evitar. Por ende, siempre que sea posible y no
se trate de un comportamiento imperdonable, es mejor hacer caso omiso de las conductas
disruptivas. De esta forma podrían extinguirse por sí solas con el paso del tiempo.
3. Anticipar las situaciones problemáticas. Si se sabe que existen momentos particularmente
tensionantes en los cuales el niño o adolescente suele responder de manera negativa, la mejor
opción es anticiparse a su respuesta y proponerle otra actividad u otra manera de enfrentar
esta situación.
4. Explique cuáles son los comportamientos inaceptables y por qué. De esta forma ya el niño
sabrá qué se espera exactamente de él. Muchos padres cometen el error de castigar a sus hijos
sin haberles dicho jamás qué esperaban de ellos. Por supuesto, esto genera inseguridad y
rencor.
4. Imparta órdenes y establezca normas de forma eficaz y, lo que es aún más importante,
hágalas cumplir. En muchas ocasiones se aprecia que detrás del trastorno oposicionista
desafiante se esconde un estilo educativo permisivo. Por supuesto, el niño se percata
inmediatamente de ello y asume el control volviéndose dominante y manipulador. Ser
constantes es un factor clave para poder eliminar las conductas disruptivas.
5. Utilice el castigo de forma asertiva. Es decir, en vez de pegarle o gritarle, aplique un castigo
que le sirva al niño para aprender una lección importante. Recuerda que la violencia genera
más violencia por lo que la agresión (ya sea en el plano físico o mental) nunca es la solución
más adecuada.