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Introducción
Antes de conocer al Señor, Pablo había dedicado todas sus energías a la tarea de
perseguir a la Iglesia, pero cuando conoció la gracia de Dios, se produjo en él un
cambio tan radical que desde ese momento canalizó todas sus fuerzas en servir a
la causa de Cristo. En esta tarea se destacó sobre los otros apóstoles, llegando a
producir un volumen de trabajo asombroso.
Como él mismo reconoce, la clave de esta obra fue la gracia de Dios que obraba
en él. Así que, antes de que nadie pudiera acusarle de jactancia o de falta de
humildad, se apresuró a dar todo el crédito de su trabajo a Dios.
Ahora bien, es cierto que Pablo trabajó mucho, pero lo hizo siguiendo cierta
estrategia que el Espíritu Santo le fue clarificando a lo largo de los años. Veamos
en qué consistía.
En este pasaje Pablo les habla a los creyentes en Roma de su ministerio pasado,
presente y futuro. Realmente había sido un ministerio poderoso, pero una vez más
él reconoce que la gloria debe darse a Dios, quien estaba obrando por medio de él
para llevar a cabo esta labor. Por esta misma razón, consciente de su necesidad,
al terminar les pedirá humildemente sus oraciones a favor de él (Ro 15:30).
Nosotros vamos a detenernos a considerar algunas características sobresalientes
de la visión misionera que movía a Pablo y que podemos apreciar en estos
versículos:
Por lo tanto, cuando Pablo llegaba a una nueva ciudad, el primer lugar a donde se
dirigía era a la sinagoga judía, y dada su condición de rabino procedente de
Jerusalén, siempre encontraba las puertas abiertas. Allí predicaba a los judíos
primeramente, pero no sólo a ellos, sino también a un grupo de gentiles temerosos
del Dios de Israel que también asistía a las reuniones de la sinagoga.
Estos gentiles eran temerosos de Dios que estaban familiarizados con las
Escrituras del Antiguo Testamento, pero que no podían compartir los privilegios
del pueblo de Dios a no ser que se hicieran prosélitos del judaísmo. Pero el
evangelio que Pablo predicaba les aseguraba que la esperanza de Israel se había
cumplido en Jesús, y que mediante la fe en él podían recibir la gracia salvadora de
Dios en igualdad de condiciones con los creyentes judíos, y ser miembros de la
iglesia, la nueva comunidad mesiánica del pueblo de Dios, sin distinción alguna
con los creyentes judíos. Muchos de los gentiles temerosos de Dios abrazaban el
evangelio, lo que inmediatamente ocasionaba el rechazo de los judíos y la ruptura
de la sinagoga con Pablo. Esta situación se repitió constantemente en casi todos
los lugares a los que el apóstol llegó predicando, creándole muchas situaciones
conflictivas, pero al mismo tiempo, también es cierto que rápidamente se formaban
grupos de creyentes entre los que había numerosos gentiles. Estos eran una
cabeza de puente preparada providencialmente por Dios para acceder a un círculo
más amplio de gentiles en cada ciudad.
Claro está, los judíos vieron en Pablo a un peligroso hereje que dividía sus
sinagogas allí a donde llegaba, por lo que le declararon la guerra. Este tipo de
situaciones explica el porqué Dios en su sabiduría dividió el campo de misión entre
judíos y gentiles.
Pablo afirma que se esforzó en predicar el evangelio donde Cristo no hubiese sido
nombrado, para no edificar sobre fundamento ajeno. Él sentía la urgencia de
avanzar hacia donde no habían llegado las buenas nuevas del evangelio.
Ya hemos dicho que no quería edificar sobre fundamentos que habían puesto
otros, sino que constantemente se apresuraba a ir a suelo virgen, fundando
iglesias que posteriormente otros habían de edificar y extender a otras zonas. Esto
también formaba parte de su estrategia misionera; dejar el cuidado pastoral de las
iglesias a otros, especialmente a los ancianos locales. Explicó esta división de
tareas por medio de dos metáforas, una de la agricultura y otra de la arquitectura.
Así pues, el apóstol fue desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico,
llenándolo todo del evangelio de Cristo. Por supuesto esto no significa que Pablo
había "saturado" toda la región con el evangelio. Su estrategia consistía en
evangelizar ciudades populosas e influyentes, y fundar iglesias allí, y luego dejar a
otros la tarea de irradiar el evangelio hacia las poblaciones vecinas. De modo que
debemos entender su declaración de haber completado la predicación del
evangelio como una afirmación de haber llevado a cabo esa predicación pionera y
precursora que consideraba como la misión apostólica especial que le
correspondía cumplir a él.
Pablo creía que si encendía la lámpara del evangelio en las ciudades importantes
del mundo antiguo, la luz se extendería de forma natural hacia las zonas
colindantes. Y de hecho, su estrategia dio buenos resultados. Por ejemplo,
durante los años que duró su ministerio en Éfeso el evangelio se extendió a "todos
los que vivían en Asia, tanto judíos como griegos" (Hch 19:10). Seguramente
Pablo mismo tomó parte en esta labor de extensión, pero sin duda fue ayudado
por varios colaboradores que llegaron a establecer iglesias en algunas áreas a las
que el apóstol no llegó personalmente. Así fue el caso de las iglesias de Colosas,
Laodicea e Hierápolis, que parecen haber sido fundadas por Epafras, un
colaborador local de Pablo (Col 1:7-8) (Col 4:12-13).
4. Su estrategia: ser encomendado por las iglesias fundadas hacia nuevas zonas
Cuando escribe a los creyentes en Roma les dice que deseaba verles al pasar por
allí en su camino hacia España y que esperaba ser encaminado allá por ellos
después de haber gozado de un tiempo de comunión con ellos. Por lo tanto, Pablo
consideraba su visita a Roma como una escala conveniente en el camino a
España, pero al mismo tiempo esperaba que ellos le ayudaran a continuar el viaje.
La palabra que utiliza ("encaminado") llegó a ser un término técnico entre los
cristianos para colaborar con los misioneros en el logro de sus objetivos (Tit
3:13) (3 Jn 1:6-8). Es indudable que incluía más que desearles un buen viaje y
ofrecer una oración de despedida. Comprendía el aporte de provisiones y dinero, y
a veces incluso la provisión de alguien que lo acompañase por lo menos parte del
camino. Es posible que Pablo haya alentado la esperanza de establecer una
relación continua con los cristianos de Roma, a fin de que siguieran apoyándolo,
como habían hecho otras iglesias anteriormente (Fil 4:14-16).
Pablo combinaba una extraordinaria visión misionera con una actitud que le
permitía acercarse a las personas. Él mismo da a conocer los métodos que usaba
para ganar a los hombres para Cristo.
Cuando estaba con los judíos, se hacía judío. Por ejemplo, la circuncisión de
Timoteo ilustra esta disposición (Hch 16:3). Cuando Pablo llegó a Listra en el
transcurso de su segundo viaje misionero, quiso que el joven Timoteo le
acompañara como ayudante. Su madre era una mujer judía, aunque su padre era
griego, así que el apóstol le hizo circuncidar para no molestar a los judíos. Alguien
podría ver en la actitud de Pablo un comportamiento contradictorio, ya que unos
meses antes había tenido una fuerte discusión con algunos judíos que querían
obligar a los cristianos de origen gentil a circuncidarse si querían ser salvos (Hch
15:1). ¿Por qué entonces circuncidó a Timoteo? La razón de su circuncisión no
tenía nada que ver con su salvación, que había sido el tema de debate con los
judíos, sino que lo hizo para identificarse con los judíos y así poder llegar hasta
ellos con el evangelio. No olvidemos que Timoteo habría de acompañar en
muchas ocasiones al apóstol en sus visitas a las sinagogas, y el hecho de que
fuera circuncidado le abriría muchas puertas. Por otro lado no comprometía ningún
principio, puesto que su madre era judía.
Pablo amaba a los judíos y se identificó todo cuanto pudo con ellos. Nunca llegó a
cortar los lazos con el judaísmo. Cuando predicaba en las sinagogas los llama
"hermanos", "hijos de Abraham" y se identificaba con sus costumbres. Cuando
estaba en Jerusalén iba al templo e incluso llegó a presentar ofrendas allí (Hch
21:26).
Pero por otro lado, cuando estaba con los gentiles se adaptaba a ellos sin
observar las costumbres judías. Y seguramente es aquí donde Pablo tuvo que
hacer el mayor esfuerzo por adaptarse. Aquel que había sido hebreo de hebreos y
fariseo estricto había sufrido una revolución espiritual y era un hombre
completamente libre que podía identificarse por amor con las personas más
diversas.
Por ejemplo, con Elimas, el mago que impedía al procónsul Sergio Paulo escuchar
la Palabra en Chipre, Pablo le habló directo y fuerte: "¡Oh, lleno de todo engaño y
de toda maldad, hijo del diablo, enemigo de toda justicia!" (Hch 13:10). Cuando
predicaba en las sinagogas judías hablaba como un rabino, usando las Escrituras
con absoluta soltura y profundidad. Ante un grupo de filósofos en Atenas, les
presentó el evangelio respondiendo a sus necesidades intelectuales y citando a
poetas griegos que ellos conocían perfectamente. Pero también podía adaptarse y
predicar ante un grupo de paganos ignorantes como los que encontró en su primer
viaje a Listra (Hch 14:14-17).
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