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PROGRAMA EN TEOLOGÍA
MEDELLÍN
2020
Ensayo
Siendo así, Dios comisiona a Moisés para que los libere y conduzca por el
desierto para llevarlos a una tierra prometida, que debió ser conquistada por Josué.
Allí, Dios espera que su pueblo, el pueblo de Israel llamado a ser luz a las naciones,
ejecute su obra, sin embargo este no acata su tarea, entregándose a la idolatría y la
mundanalidad.
A pesar del mal comportamiento de éste, Dios sigue su plan de salvación, por
lo que envía a Jesús de Nazaret, su Hijo unigénito, a través del Espíritu Santo que
fecunda a la Virgen María de la que nace. En su bautizo en el río Jordán, se presenta
el Hijo como sujeto bautizado en el río, pero también el Espíritu Santo en forma de
paloma y el Padre que habla desde el cielo. De allí, la fórmula del bautizo: “en el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”, que dejan en evidencia la
trinidad.
Aunque son uno solo, Jesús reconoce que el Padre es Dios al decir: “Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito” (Jn 3,16), aspecto
que es reafirmado por los discípulos en sus Evangelios. El Hijo, Jesucristo, también
es Dios, como se evidencia en la frase: “Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío»"
(Jn 20,28). Es Dios quien está en Cristo revelándose y mostrando a los hombres el
camino hacia la salvación. El Espíritu Santo es igualmente Dios, como se observa
cuando Pedro preguntó a Ananías: “¿Por qué llenó Satanás tu corazón para que
mintieses al Espíritu Santo?” E inmediatamente declara: “no has mentido a los
hombres, sino a Dios” (Hechos 5,3–4).
Ahora bien, Dios Trino no deja de ser uno, lo que queda claro en la frase:
“Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es” (Marcos 12.29), que se presenta
como tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esto no debe generar
controversias a pesar de su incomprensibilidad desde el punto de vista humano,
recordando que los caminos de Dios son insondables.
Pero al hablar de Dios, también se expresa al Hijo: “Y aquel Verbo fue hecho
carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del
Padre), lleno de gracia y de verdad” (Jn 1,14). Por ello, el Hijo de Dios, Cristo, es
igualmente Hijo del hombre, fue reconocido como hombre por quienes le conocieron
y fue tentado pero permaneció sin pecado. Como Hijo de Dios, su deidad es
manifiesta y reconocida en las Escrituras en muchas oportunidades, por el ángel de la
Anunciación, por Juan el Bautista, por Natanael, por los demonios, por los discípulos,
por Pedro, por el centurión, por el eunuco, por Pablo, por sí mismo, pero sobre todo,
por el mismo Padre: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd”
(Mt 17,5).
Izquierdo, César (1992). Dios Trino que se revela en Cristo. Scripta Theologica (24):
509-536.