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La primera exigencia del bautismo es hacernos vivir a los cristianos en unión por la caridad.
Cada uno de los bautizados como miembros de una comunidad (kerygmática) luego de su
encuentro personal con Cristo descubre su misión, la cual es salir a llevar la salvación a sus
hermanos. Ha de ser ``comunidad para la misión´´ que favorece la acción apostólica y que más
tarde se convertirá en el modo de vivir la vida consagrada, tomando los fundadores(as) de los
distintos institutos como modelo a la comunidad de Jesús con sus apóstoles.
Esta comunidad de Jesús contiene las características ideales de fraternidad y cuyo ideal es vivir
la caridad: Koinonía (comunión de corazones y de bienes), járisma (carismas), diakonía
(espíritu de servicio, ponerse unos al servicio de otros) y kerygma (conciencia misionera). Si
faltase alguna de estas, ya no sería comunidad cristiana.
En los últimos 30 años los cambios postconciliares han generado nuevos modelos de vivir la
comunidad: El modelo institucional (su núcleo era la observancia regular. Todos hacían las
mismas cosas, a la misma hora, de la misma manera; el número de miembros era limitado, el
Superior tomaba las decisiones sin consultar con la comunidad, las relaciones personales tenían
un puesto secundario, etc. Los sujetos eran como piezas de una máquina. Se llegó a la conclusión
de que este modelo ya no se adapta a una vida de misión y de ministerio en el mundo de hoy.
Un estilo nuevo de vida comunitaria ha surgido ante la necesidad de los jóvenes de un estilo que
siga el ideal evangélico de ``amarse los unos a los otros´´ y se apoya en tres bases
fundamentales: Las relaciones personales (koinonía, jarisma, diakonía), misión evangelizadora
y la cercanía al pueblo pobre. La Eucaristía y como su complemento la oración comunitaria serán
también expresión de la unión entre hermanos y de la construcción de comunidad. El ambiente
comunitario debe también facilitar el trabajo apostólico buscando un justo equilibrio entre vida
comunitaria y tarea apostólica. La dimensión social de la vida consagrada la conforman: La
comunidad local en primer lugar, seguida de la comunidad-instituto, luego viene la comunidad-
iglesia y por último, la comunidad humana en que se vive, formada por toda clase de personas.
No hay verdadera comunidad si se excluye alguno de estos sectores.
Como fieles cristianos consagrados, los religiosos viven una secularidad reducida; los fieles
cristianos laicos viven la secularidad plena. Los fieles cristianos consagrados están llamados a
realizar la misma función que los fieles cristianos laicos, pero no de la misma manera. Aquí entra
el tema de los votos, a través de los cuales los fieles cristianos consagrados ejercen su función
profética y simbólica como un grupo liminal dentro de la iglesia. La meta a la que todos los
fieles tienen que llegar es a la santidad. La santidad como unión con Cristo manifestada bajo la
acción del Espíritu que hace que cada uno según su vocación ejerza la fe, la esperanza y la
caridad llegando a cierto grado de madurez y plenitud, que en y para la iglesia y bajo su
autoridad eclesiástica se convierte en ``modelo´´ y es reconocido por ella como tal (dimensión
eclesial de la santidad). En la vida consagrada, los votos tienen una especial relación con las
virtudes teologales: Castidad y vida comunitaria son ante todo ejercicio de amor; la pobreza
exige un compromiso constante de esperanza; y la obediencia lleva a la práctica de la fe.
RELIGIOSOS CAMILOS.
2019.