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DEL ÉXODO DEL EGO A LA LIBERTAD DEL ESPÍRITU

Condensado por: Rory Humberto Gutiérrez González, Pbro.

 La mayoría de las veces, con poca preparación damos el paso hacia el ocaso de la vida. Damos
ese paso con la presunción falsa de que nuestras verdades y nuestros ideales nos van a servir
como solían hacerlo al amanecer de nuestras vidas.

Y la verdad es que no podemos vivir el atardecer de la vida de acuerdo al programa de la


mañana, porque lo que fue grande al amanecer se volverá pequeño al atardecer; y lo que en la
mañana era una verdad, al atardecer puede ser una mentira.

EL PROPÓSITO DE LA VIDA

Laotse decía que todo ser se origina en el no ser. Jesús, el Señor, dice: El Espíritu es el que da
vida. (Cf. Jn 6,63).
La mayoría de la gente no saben quiénes son. Creemos que venimos de nuestros padres, y
visiblemente es cierto, pero realmente venimos de Dios. Somos más de lo que hemos creído. Es
más, todo lo que somos estaba ya en la primera célula que nos conformaba. Todos venimos con
un propósito especial y con una misión significativa y hermosa.

Pero, ¿Cuál es mi propósito? ¿Cómo lo encuentro? El verdadero propósito de la vida es ser feliz,
es recibir y vivir la vida en plenitud, la vida de Dios, es vivir una vida abundante (Jn 10,10).
Vivir abundantemente consiste en abrirse al amor infinito e incondicional de Dios, y en aprender
a donarse en el amor y la compasión que se vuelven servicio.
Para encontrar el propósito de la vida hay que retornar a tu naturaleza, encontrar tu propia
naturaleza. ¿De dónde vienes?

ENCONTRAR LA PROPIA NATURALEZA

Es absolutamente cierto que tenemos nuestros padres, que llegamos aquí a través de ellos, pero
venimos de un lugar llamado Espíritu, venimos de Dios. Venimos como chispas del fuego
divino, y somos encarnados en este mundo. Dios nos encarnó en un embrión, y ya allí estaban
todas las posibilidades de todo lo que seríamos. Todo lo que necesitabas para este viaje llamado
vida humana ya estaba en esa pequeña partícula.

Necesitas descubrir y meditar que en los primeros nueve meses de tu vida, desde el momento de
tu concepción hasta el momento de tu nacimiento ya se estaban encargando de todo, no había
nada que tuvieras que planificar, que hacer. No te consumías pensando de qué color serían tus
ojos o cómo se iba a ver tu cuerpo o tu altura o el color de tu piel. Simplemente se estaban
encargando de todo por ti. Tú simplemente te entregabas. Vas, te llevan hacia el futuro, en un
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presente continuo, hacia donde debes estar. Todo lo que necesitabas para ese viaje físico estaba
ya resuelto, ahí dentro de ti.
¿Y todo lo demás para el resto del viaje? Todo tu propósito estaba ahí dentro. Toda tu
personalidad estaba ahí dentro, todo lo que vas a llegar a ser, no sólo en tu yo físico, sino en tu
ser psicológico y espiritual, todo ya estaba.
Si tan solo te dejas ir, empujar por el Espíritu, y permites que te lleve, encontrarás fácilmente tu
propósito.

LA ILUSIÓN DEL EGO

Así, un padre ve a su hijo recién nacido y dice: buen trabajo Dios, buen trabajo, no podía ser
mejor. Pero, nosotros nos encargaremos a partir de ahora. Y entonces el mundo nos dice que no
podemos confiar en nosotros, ni en Dios, que la felicidad se busca fuera, y comienza un desvío
en la vida rumbo a la ambición el Ego.

Una vez que empiezas a decir yo me haré cargo a partir de ahora, introduces algo, tomas las
riendas de tu vida y dejas de un lado a tu Creador. Aparece el EGO ( Edge God Out).

El ser humano siempre ha sido esquivo al Espíritu: "son ilusiones y locuras", dicen los
materialistas o los increyentes. Pero en realidad el Ser o Espíritu nos sostiene a todos, es nuestra
fuente de aliento y vida y, sin embargo, es algo sobre lo cual nuestros padres nos enseñaron muy
poco. El Espíritu es Señor y dador de vida. San Juan nos dice: "En el mundo estaba, y el mundo
fue hecho por él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron." (Jn 1,
10-11).

Cada molécula del universo está llena del Ser, de Dios; cada pensamiento, cada trozo de
información que nos llega a través de los cinco sentidos no es otra cosa que productos del Ser,
pues “todo fue hecho por él y para él, y todo se mantiene en él” (Cf. Col 1, 16b-17). Pero
podemos pasar por alto al Ser, a Dios, porque parece mantenerse en un silencio total, como un
maestro coreógrafo que nunca participa en la danza. En verdad, El siempre existió y existirá.
Sólo necesitamos apertura de espíritu para estar iluminados, para poder salir de la ceguera.

La pequeña palabra "ego" ha tenido varios significados. Para la escuela freudiana es "el aspecto
consciente de la psique que decide entre los instintos básicos del ello y la moralidad del
superyo": La persona con "problema de ego" se considera que es jactanciosa, egoísta, desdeñosa,
vanidosa y, por lo general, desagradable, o también, la persona dedicada al odio, la malicia y la
destrucción. También se ha considerado al ego como algo que está dentro de nosotros,
controlando nuestra vida cotidiana, presionándonos para que mostremos una "buena imagen".
Atención: Se puede ser altruista y bondadoso para mostrarse ante los demás... y eso también es
ego.
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Para los fines que nos proponemos, sugerimos otra definición del "ego": "Consideremos al ego
como la idea que cada uno de nosotros tiene de sí mismo. Es decir, que el ego no constituye más
que una idea, una ilusión, pero una ilusión que ejerce gran influencia". Nadie ha visto al ego. Se
trata más bien de un fantasma que aceptamos que controle nuestra vida. El problema  es que
mantener esta ilusión puede impedirte conocer tu verdadero yo, tu esencia divina espiritual.

Opinamos que el ego es una disposición del pensamiento erróneo que intenta presentarte como
te gustaría ser, en lugar de cómo eres en realidad. En esencia, el ego, la idea de uno mismo, la
máscara, el papel que estamos desempeñando, supone una forma distorsionada de afirmar y
vivir la existencia. A esta máscara social (el ego) le gusta la  aprobación, quiere controlar
situaciones y personas, y se apoya en el poder porque vive en el miedo. El ego no ama, utiliza,
por ello es un ciego total.

El ego nace con nosotros cuando venimos al mundo. El ego no es malo en sí mismo, nos ayuda
defender la vida. Jesús tuvo ego, pero siempre lo venció, pues vivía desde el yo sagrado. Cuando
somos niños, a través del cariño, del amor, del cuidado, sentimos que somos buenos, valiosos,
que tenemos alguna importancia. Nace un ego, un "centro". Pero este centro es un centro
reflejado. No es nuestro verdadero ser. No sabemos quiénes somos, simplemente sabemos lo que
los otros piensan de nosotros. Y este es el ego: un reflejo de la opinión de los demás.

Si cuando somos niños nadie piensa que somos útiles, nadie nos aprecia, nadie nos sonríe,
entonces también nace un ego. Un ego enfermo, triste, rechazado, como una herida, sintiéndose
inferior, sin valor: el amor herido.
El ego también es un reflejo. Primero es la madre la que crea nuestro mundo. Después otros se
le suman a la madre y así irá creciendo el mundo del niño. Y cuanto más crecemos, más
complejo se vuelve el ego, porque las opiniones de muchos más son reflejadas.

El ego es un fenómeno acumulativo, es el subproducto de vivir con otros. Y como lo real, sólo
puede llegar a conocerse a través de lo falso, el ego es una necesidad. Uno tiene que pasar a
través de él y trascenderlo para vislumbrar lo que realmente somos.
Lo real puede ser conocido solo a través de lo ilusorio. No puedes conocer la verdad
directamente. Primero tienen que conocer lo que no es verdadero. Primero tienen que encontrar
lo que es falso. Y es a través de ese encuentro cuando se vuelven capaces de conocer la verdad.
Si conocemos lo falso como falso, la verdad despertará en nosotros.

El ego es una necesidad social, pues todo el mundo nos refleja. Iremos a la escuela y el maestro
reflejará quiénes somos. Seremos amigos de nuestros compañeros y ellos también nos reflejarán
quienes somos.
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A la sociedad no le interesa que lleguemos a conocernos a nosotros mismos. La sociedad crea un


ego, porque el ego puede ser controlado y manipulado. Nadie ha escuchado jamás que la
sociedad pueda controlar al SER: eso no es posible.
Luego, poco a poco nos convencemos de que ese ego que la sociedad nos da, es lo que somos. El
ego siempre es sacudido; siempre está en busca de alimento, que alguien lo aprecie, que le den
atención. Si nos quieren, estamos felices, si nos desprecian creemos que no valemos nada.

Obtenemos la idea de quienes somos por los demás. No es una experiencia directa. Vivimos con
ese centro falso sin saber que llevamos nuestro verdadero SER dentro de nosotros. Intenten
comprender esto tan profundamente como puedan, porque el ego debe ser controlado.

De lo contrario, nunca seremos capaces de alcanzar el SER. Porque nos hemos vuelto adictos a
ese centro falso y no podemos salir de él, nos hemos convertido en prisioneros. Al desechar al
ego podemos sentir que perderemos todos los límites y nos sentiremos aturdidos, aterrorizados,
estremecidos, como si hubiera ocurrido un terremoto.

LOS ASPECTOS DEL EGO

El ego es un iceberg. Fúndelo. Fúndelo en las profundidades del amor para que desaparezca, y tú
pases a formar parte del océano.
El ego es esa parte de nosotros que se forma de memorias, es una idea que creemos que somos.
El ego empieza a decirnos que quienes somos no es esta creación humana y divina, esta parte de
Dios, de quien vinimos.

El ego se alimenta del miedo, y como es una sumatoria de memorias e ilusiones se localiza en el
pasado o en el futuro. El ser permanece en el momento presente. El Ser es siempre presente, aquí
y ahora. El ego tiene una fuerza vectorial hacia sí mismo, mientras el yo sagrado que vive en el
amor posee una fuerza vectorial hacia los demás.

El ego es justo lo contrario de tu verdadero ser. No eres tú, sino un engaño donde te ha
introducido la sociedad. Naciste con un ser auténtico y de inmediato empezaron a crearte un
falso ser. Desde esta suma de ideas y memorias te introducen en un mundo de ilusiones y de
aspectos falsos.

Un primer aspecto del ego nos dice: “eres lo que tienes”. Entonces empiezas con cosas como
juguetes, luego nuestras cuentas bancarias, casas, autos, propiedades y posesiones que tenemos.
Antes de darnos cuenta comenzamos a identificarnos a nosotros mismos en base a nuestras
posesiones.

Empezamos a tener un grupo de creencias como: mientras más tenga más valor tendré como
persona. Y así llevamos a los niños, a los jóvenes y a la familia a una cultura que enfatiza el
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MÁS, hasta volverse casi un mantra del ego. Debes tener más para valer, para ser feliz, y
mientras más tengas más consciente estás de cómo otras personas estás tratando de quitarte lo
que tienes, y más te sientes consumido por el deseo.
¿Cómo proteger lo que tengo? Y ¿cómo puedo hacer para tener más de esto que tengo? El
dilema consiste en que si eres lo que tienes y las cosas desaparecen, entonces quien tú eres
también desaparece.

El segundo aspecto del ego es la idea de que “no solo soy lo que tengo, también soy lo que
hago”. Se le enseña a los niños, niñas y jóvenes a hacer deportes, bailes, etc. Y lo que hago se
vuelve esa cosa llamada “logro”. Y en todo este mundo de creer que soy lo que hago, nos
comunicamos con toda esta idea de “mi éxito”, mi valor; mi mérito como ser humano se basa en
cuánto puedo lograr.

Así que debo hacer más dinero, tener más ascensos, debo competir con el resto de personas que
están tratando de obtener lo que tengo. Se nos enseña esto una y otra vez, a todos y todas.
Lo más importante que puedes hacer es ser el número “uno”, el “primero”. Si ves la palabra
número uno, es que eres mejor que los demás, que cualquier otro. Estamos en un mundo
competitivo. Compite y vence, nos dice el ego.

Un tercer aspecto del ego es la idea de que somos lo que otras personas piensan o dicen de
nosotros. Soy mi reputación, aspecto relevante para la juventud, a los que se les enseña que
deben vestirse de la forma en que otras personas lo piensan. Que si las demás personas notan que
hay algo malo en ti, sufres. Si dicen algo negativo de ti, sufres.

Esto ha llevado a que la inmensa mayoría de las personas no les interese "lo que se es", sino
"cómo se ven" o, qué calidad de imagen proyectan. Les interesa la imagen más que la
objetividad. Y así, el hombre de la sociedad se lanza a participar  en  esa carrera  de  las 
apariencias,  en  el  típico  afán de 'quién engaña a quién', de cómo lograr la mejor impresión. El
mundo es un  inmenso  estadio  en  el que  "el orgullo de la vida"  juega el gran juego  de  las
etiquetas,  formas sociales  y  exhibiciones  económicas para competir  por la imagen social,  un
combate en el que a los seres humanos no les interesa ser, sino parecer.

Un cuarto aspecto del ego nos habla de la separación. El ego tiene un sistema de creencias muy
fuerte, en el que me dice que mi ser está separado de todos los demás. Y luego otro componente
del ego nos enseña que también estamos separados de todo lo que nos falta en la vida, de todas
las cosas que me gustaría tener.
Y finalmente el ego nos enseña el error más escandaloso de todos: nos enseña que estamos
separados de nuestra Fuente: de Dios. Se busca a un Dios más allá de las estrellas, que
eventualmente mira a la humanidad e interviene en la historia.
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EL SENDERO SAGRADO

Pero la verdad es otra. Tú eres un “yo sagrado”, que vienes de Dios. No importa como lo llames.
Lo importante es que ES EL QUE ES, y que está en todos lados como la Fuente de todo cuanto
existe, pues todo cuanto existe procede de Él (Jn 1,3). No hay un lugar donde no esté, porque lo
crea todo, todo viene de esa Fuente y todo se mantiene en la Fuente: en Dios. Entonces, desde el
yo sagrado, descubro que esa Fuente está en mí, pues si no hay lugar donde no esté, debe estar en
mí y en los demás. Por esa razón Jesús dijo: “Tuve hambre y me diste comer…”( Cf. Mt 25, 31-
46).

Así, advertimos que en realidad todos somos uno en Dios, en la Fuente. Y también Él está en lo
que me parece que me está faltando en la vida. Tú ya estás conectado con todo lo que te gustaría
tener. Todo lo que tienes que hacer es darte cuenta de la manera de alinearte a ti mismo con lo
que deseas y tener un conocimiento de que ya estás conectado a eso. Sólo tienes que ponerlo en
marcha. Te comunicas con Él con el lenguaje de los sentimientos. Sin olvidar que lo que deseas
se te devuelve y una cuarta más.

Lo más importante es que entiendas que si te sintonizas con la Fuente, todo lo demás viene sólo.
Albert Einstein decía: “Me he dado cuenta que lo más importante es pensar como Dios, lo
demás es superfluo”.

Pero puede que vayamos hacia el atardecer de nuestras vidas con las mismas ideas del amanecer:
las ideas del ego: miedo, competición, separación. Entonces terminamos viviendo una mentira,
porque lo que creía como cierto en la mañana se ha vuelto falso.

La dificultad está en que no sabemos movernos hacia el verdadero significado de la vida. Hay
que volver a la conciencia del momento de la concepción hasta el nacimiento: déjate vivir, déjate
llevar. Deja que el Espíritu de Dios empuje tu vida.

El camino no hace nada y no deja nada si hacer. El camino es entregarnos, vivir desde el yo
sagrado sintonizados con la voluntad de la Fuente, de Dios, teniendo la certeza de que no estanos
solos, de que vamos a ser guiados, que podemos confiar en Dios quien amorosamente encamina
nuestro ser.

Empujados por el Espíritu podemos cumplir nuestro destino, vivir algo dentro de nosotros, un
llamado. Nadie te lo puede decir, es algo que está dentro y sólo tú lo puedes descubrir y sentir.
Este algo te lleva a sentirte realizado, te lleva a un propósito.

Cuando nos sintonicemos con la Fuente, con Dios, nos daremos cuenta que todo el universo
conspira a nuestro favor, porque atraemos lo que pensamos y sentimos. Siempre que estoy
sintonizado con la Fuente, estoy atrayendo alegría, plenitud, paz, prosperidad y abundancia. En
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esto consiste el “Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás vendrá por
añadidura” (Mt 6,33).

Estar sintonizado con la Fuente no se trata solamente de sentirse bien, se trata de una nueva
conciencia de mi propia divinidad y de lo que soy capaz de lograr en Él. De saber, entre el
asombro y el estupor, que “Estamos escondidos con Cristo en Dios” (Col 3,3).
Todo se trata de volver al lugar de donde saliste. T. S. Eliot dice: “No cesaremos jamás de
explorar y el final de todas nuestras exploraciones será el regresar a donde comenzamos y
conocer el lugar por primera vez”. S. Agustín decía: “Nos hiciste Señor para ti, y nuestra alma
está inquieta hasta que descanse en ti”.

Cuando el ego no se involucra comienzan a suceder cosas maravillosas, y la vida se vuelve un


milagro grandioso. Albert Einstein decía: “Hay dos formas de ver la vida: una es creer que no
existen los milagros, la otra es creer que todo es un milagro”.
Entonces te darás cuenta que lo que has estado buscando en tu vida, siempre ha estado ahí, sólo
debes verlo. Lo primero debe ser dejar reinar a Dios en nuestro ser, y todo lo demás vendrá por
añadidura. (Cf. Mt 6,33).

Una de las cosas que pasa cuando te mueves alejándote del ego, es que te mueves a partir de una
sensación de derecho hacia una sensación de humildad. Te das cuenta que no tienes derecho a
nada, pues todo es un don.

Descubres que la verdad fundamental es que debes ser como Aquello de lo que vienes. Si vienes
de la divinidad, debes ser divino y actuar como divino. Entonces levantas tus manos y dices:
Dios no tiene manos, pero tiene estas manos. ¿Qué es lo que Dios hace con sus manos? Dios sólo
sabe dar, eso es lo que Dios sabe hacer: darse totalmente por amor. Tus manos son para darse,
para amar. Y toda tu vida es para la misma misión: la de Dios.

Así que cambia tus pensamientos de un ¿qué puedo obtener?, a un ¿qué puedo ofrecer? ¿en qué
puedo servir?
Si tu atención está fuera de ti mismo y puesta en dar, el universo responderá devolviéndotelo
todo con creces. Mientras nos movemos hacia el lado significativo de la vida, no es como si ya
no tuvieras más ambiciones, es que tienes ambiciones con significado. Tu ambición se
transforma en propósito. Te conviertes en observador de tu mente, empiezas a vivir el proceso
confiando hacia dónde te lleva tu Fuente, y comienzas a separarte de los resultados, no esperas
nada, confías totalmente en Dios. Esa separación te permite no estar siempre peleando,
quejándote, sino que permite que las cosas, simplemente, vengan a ti. Entonces ya no eres la
persona que hace que las cosas sucedan, solo les estás permitiendo aparecer. La pelea con la vida
se acaba. Recuerda que el ego es un yo falso y cuando lo defiendes, defiendes una ilusión. Estás
defendiendo algo que realmente no es quien eres. Tu yo auténtico está mucho más allá del ego:
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eres sagrado. Sólo unidos a la Fuente, a Dios, encontraremos el significado de la vida, pues en el
somos, nos movemos y existimos (Cf. Hech 17,28).

SUGERENCIAS PARA SUPERAR EL IMPERIO DEL EGO

Las siguientes sugerencias te ayudarán a ponerte en contacto con el ego y superarlo:


* Intenta conocer tu ego y determinar cuándo tu ego influye y domina tu vida. Pregúntate: ¿Estoy
escuchando a mi falso yo o a mi yo sagrado?
A medida que vayas adquiriendo conciencia de tu ego, podrás librarte del egocentrismo y entrar
en la conciencia superior.

* Comienza a llevar la cuenta de con cuánta frecuencia usas el pronombre "yo". Al no centrarte
en tu propia persona estarás superando el ego.

* Comienza a considerar tu ego como una entidad que te acompaña y que tiene un propósito. Es
invisible y siempre está a tu lado.  El ego trata de convencerte de que estás separado de Dios, de
tu superioridad respecto de otros, y de que eres "especial". El quiere que tú te sientas ultrajado
cuando recibes un trato incorrecto, cuando te insultan, cuando no te acarician; ofendido cuando
no te sales con la tuya, herido cuando pierdes en una competición. Primero conoce a esta entidad.
Luego te percatas de que está obrando en ti; y por último, líbrate de él.

* Escucha a los demás y no te centres en ti mismo. Durante las conversaciones, concéntrate en lo


que la otra persona está diciendo y en lo que siente. Luego responde con una frase que empiece
por "tú, usted". Esto se denomina escucha activa. Es una manera de contener el ego y permitir
que participe el yo sagrado. Practica la escucha atenta y la voz suave para despertar el amor y la
compasión.

* Resiste el hábito de permitir que el ego domine tu vida. Cuanto más te resistas a permitir que tu
ego sea quien controle tu vida, más pronto llenarás el espacio que antes ocupaban las exigencias
de tu falso yo.

* Practica la meditación diaria o el acallar tu mente para deshacer la ilusión de que estás


separado de la Fuente, y advertirás que todas las personas son extensiones de la energía de Dios.
Comenzarás a tratar a los demás como te agradaría que te tratasen a ti. Te sentirás conectado
con todo y con todos. Sabrás que tú eres sagrado al igual que todos los demás hermanos y
hermanas. Todos somos uno.

* Trata de borrar de tu mente la palabra "especial". Especial implica mejor que, o más importante
que. Niega que Dios habita en cada uno de nosotros. Todos somos especiales a los ojos de Dios:
por lo tanto, nadie necesita la etiqueta de "especial". No hay favoritos. No se relega a nadie.
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* Escribe un diario. Trata de describir en qué te beneficia sentirse ofendido. Lo que te ofende es


obra de tu ego. No pretendas que el mundo sea como tú eres, y no como en realidad es.

* Da más de ti mismo y pide menos a cambio. León Tolstoy, pasó de ser un egocéntrico a ser un
servidor de Dios, luego de aprender muchas lecciones y pasar por tribulaciones. Y escribió lo
siguiente: "El único significado de la vida es servir a la humanidad". Se quien acaricies. Se
quien da cariño.

*Ten presente que cada persona es un espejo para ti. Cada persona que encontramos refleja algo
de nosotros. Generalmente lo que más odiamos de otros es lo que menos aceptamos de nosotros,
y lo que más profundamente escondemos.

*Recuerda cada día que el más alto culto que puede rendírsele a Dios es servir a la humanidad, y
que mediante ese acto tu yo espiritual se sentirá realizado. Es el culto en espíritu y en verdad: el
dar la vida por amor como Cristo mismo lo hizo. Este es el culto existencial (Cf. Jn 4,24).

* Pon fin a la búsqueda externa de la libertad y conoce el sabor de la auténtica libertad que es la
comunión con tu yo espiritual, la comunión con Dios y con todos los seres. La auténtica libertad
no necesita nada para demostrar su existencia. Sólo siendo auténticamente libre podrás amar,
porque no existe amor sin libertad. La falsa libertad exige que tenga a la mano algo que de fe de
su existencia.

*Vive cada día en conciencia de identidad: una identidad discipular bautismal. Procura vivir en
la conciencia de ser uno con Dios en Cristo (Col 3,3) y con los demás (Jn 17,21). Vive en la
conciencia de ser parte de un Cuerpo, donde todos somos hijos de Dios, incorporados en Cristo,
revestidos de Cristo, iguales en Cristo, uno en Cristo, sagrados en Cristo y coherederos con
Cristo (Cf. Gál 3,27ss). Experiméntate sagrado, santo, templo vivo de Dios, morada del Espíritu
Santo (Cf., 1 Cor 6,19).

*Recuerda que la misión del Cuerpo es la misión de la Cabeza, y que el Espíritu de Dios está en
ti. Vive cada día consciente de tu misión: Anunciar la Buena nueva a los pobres, dar liberación a
los cautivos, dar vista a los ciegos, dar libertad a los oprimidos y anunciar el año de la gracia del
Señor (Cf. Lc 4, 16ss). Tu misión es Eucarística: dar la vida, el cuerpo y la sangre por los demás.

*Recuerda que la vida no tiene otro sentido que el de amar y servir. Dar la vida entera como
Dios mismo lo hace. Vive maravillado de tu ser, porque eres imagen de Dios. Si aún no te
maravillas de tu ser es que todavía no vives plenamente humano. Cada día puedes ser el rostro
visible el Dios invisible. Dios es amor (Cf. 1 Jn 4,8), y cada vez que ames, con los hechos
mostrarás a Dios mismo.
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DIEZ PASOS PARA VENCER EL EGO

1. No te sientas ofendido.

La conducta de los demás no es razón para quedarte inmovilizado. Lo que te ofende solo
contribuye a debilitarte. Si buscas ocasiones para sentirte ofendido, las encontraras siempre.
Sentirse ofendido crea la misma energía destructiva que te ofendió y que lleva al ataque, al
contraataque y a la guerra... Nadie te ofende, tú te ofendes por la manera de asumir la realidad.

2. Libérate de la necesidad de ganar.

Al ego le encanta dividirnos entre ganadores y perdedores. Empeñarte en ganar es un método


infalible para evitar el contacto consciente con la intención. Por qué? Porque, en última instancia,
es imposible ganar todo el tiempo. Siempre habrá alguien más rápido, más joven, más fuerte,
más listo y con más suerte que tú, y siempre volverás a sentirte insignificante y despreciable. Si
te comparas con los demás te volverás vano o margado, pues siempre habrá personas más
grandes o más pequeñas que tú.

3. Libérate de la necesidad de tener razón.

El ego es fuente de conflictos y disensiones porque te empuja a hacer que los demás se
equivoquen. Cuando eres hostil, te has desconectado de la fuerza de la intención, de la Fuente. El
Espíritu creativo es bondadoso, cariñoso y receptivo, y está libre de ira, resentimiento y
amargura.

4. Libérate de la necesidad de ser superior.

La verdadera nobleza no tiene nada que ver con ser mejor que los demás. Se trata de ser mejor de
lo que eras antes. Céntrate en tu crecimiento, con constante conciencia de que no hay nadie
mejor ni peor que nadie en este planeta, sólo somos diferentes.

5. Libérate de la necesidad de tener más.

El mantra del ego es más. Por mucho que logres o adquieras, tu ego insistirá en que no es
suficiente. Te verás luchando continuamente y eliminarás la posibilidad de alcanzar la meta, pero
en realidad ya la has alcanzado, y es asunto tuyo decidir cómo utilizar el momento presente de tu
vida. Irónicamente, cuando dejas de necesitar más, parece como si te llegara más de lo que
deseas. Como estás desapegado de esa necesidad, te resulta más fácil transmitírselo a los demás,
porque te das cuenta de lo poco que necesitas para sentirte satisfecho y en paz. Recuerda que el
mundo está lleno de sufrimiento, y la raíz del sufrimiento es el apego, arranca el apego y
arrancarás el sufrimiento.
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6. Libérate de la necesidad de identificarte con tus logros.

Puede resultar un concepto difícil si piensas que tú y tus logros son lo mismo. Y ya oigo las
protestas de tu ego, pero sigue sintonizado con esta idea. Todo emana de la Fuente. Tú y tu
Fuente son uno! No eres ese cuerpo y sus logros, eres mucho más, eres parte del Cuerpo de
Cristo.
Eres el observador. Fíjate en todo y agradece las capacidades que te han sido concedidas, la
motivación para lograr cosas y las cosas que has acumulado, pero atribúyele todo el merito a la
fuerza de la intención de Dios que te dio la existencia y de la que formas parte materializada.

7. Libérate de tu fama.

La fama que tienes no está localizada en ti, sino en la mente de los demás y, por consiguiente, no
ejerces ningún control sobre ella. Si hablas con treinta personas, tendrás treinta famas distintas
de percibirte. Conectarse a la intención significa escuchar los dictados de tu corazón y actuar
basándote en lo que el Maestro interior te dice que es tu meta aquí. Si te preocupas demasiado
por cómo te van a percibir los demás, te habrás desconectado de la intención, de tu Fuente, y
permitido que te guíen las opiniones de los demás. Así funciona el ego....

8. Vive continuamente en gratitud y gratuidad

El universo funciona en un engranaje de gratuidad. Observa la naturaleza: todo se te ofrece con


gratuidad. Los árboles dan gratuitamente sus frutos, los manantiales dan gratuitamente su agua,
nuestra atmosfera nos da gratuitamente el aire, las plantas nos dan gratuitamente el oxígeno, las
nubes dan gratuitamente la lluvia, el sol nos da gratuitamente su luz y su calor. Todo es
gratuidad. El camino del ser humano consiste en entrar en ese sublime engranaje desde la
gratitud con la Fuente, con Dios, y la gratuidad hacia los demás. “Lo que han recibido de gratis,
denlo gratis” (Mt 10,8).

La conciencia de gratuidad y de gratitud destierra al ego y abre las puertas a la providencia


divina. Dios, por supuesto, conoce todas nuestras necesidades mejor que nosotros mismos y se
ocupará de ellas si se las dejamos a Él. Bien nos lo dice Jesucristo, nuestro Señor: “No anden tan
preocupados ni digan: ¿tendremos alimento? ¿qué beberemos?, o ¿tendremos ropas para
vestirnos? Los que no conocen a Dios se afanan por eso, pero el Padre del Cielo, Padre de
ustedes, sabe que necesitan todo eso”. (Mt. 6, 31-32)
“Fíjense en las aves del cielo, que no siembran, ni cosechan, no guardan alimentos en graneros.
Sin embargo, el Padre del Cielo, el Padre de ustedes, las alimenta. ¿No valen ustedes mucho
más que las aves? (Mt. 6, 26)
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Tenemos la seguridad de que Dios conoce nuestras necesidades y que nos da cada cosa a su
tiempo: “Todas esas criaturas de Ti esperan que les des a su tiempo el alimento. Apenas se lo
das, ellos lo toman, abres tu mano y se sacian de bienes” (Sal. 104, 27-28).
Has tuya la frase “Hay mayor alegría en dar que en recibir” (Hech 20,35) procurando cada día
compartir algo con alguien, y permanece unido a Cristo, pues Él es tu Cabeza y tú eres parte de
su Cuerpo (Col 1,18), y sin él no puedes hacer nada (Cf. Jn 15,5b).

9. Vive el momento presente

El ego es una sumatoria de memorias e ilusiones, por lo cual se alimenta del miedo al pasado y al
futuro. Realmente el pasado y el futuro no existen, lo único que realmente existe es este
momento, aquí y ahora. Jesús dijo: “no se preocupen por el mañana, pues basta con el afán de
cada día” (Cf. Mt 6, 24-34). Pregúntate: ¿Dónde estás? – Aquí, ¿Qué hora es? – Ahora, ¿Quién
eres? – Este momento, con Dios y los demás. Disfruta de cada momento, mantente aquí y ahora,
sin esos pensamientos aleatorios que sólo enturbian tu mente. Mantente en el lado luminoso de la
mente.

Vive a cada instante en la conciencia de dónde vienes y hacia dónde vas. Vienes de Dios y vas
hacia Dios. Tu camino es ser aquello de donde vienes. Eres imagen y semejanza de Dios y Dios
es amor. Tu camino es ser amor para los demás aquí y ahora.

10. Cree, ora y vive

Descubre la urgencia de vivir la coherencia biológica y existencial. Ora y celebra lo que crees y
vive lo que oras y celebras. Todos somos uno, por lo cual requerimos vivir en unidad. La unidad
comienza en ti mismo. Necesitamos alcanzar tal coherencia que haya unidad entre lo que
creemos, lo que pensamos, lo que sentimos, lo que hacemos y lo que vivimos. El ego es divisor
(diabolos), separatividad. El Espíritu es uno y llama a la unidad: Un solo Señor, una sola fe, un
solo Bautismo y un solo Espíritu. (Cf. Ef 4, 3-6).

Recuerda la necesidad de meditar, pues allí entramos en el cuarto interior, en la casa donde nos
encontramos con el misterio de Dios. La meditación es camino de la transformación. Y no
olvidemos que los cristianos vivimos una vida Triangular Trinitaria: vida de Palabra, vida de
Liturgia y vida en comunidad. Déjate empujar por el Espíritu de Dios que te lleva al desierto de
tu vida, de tu historia. Practica allí el silencio, el desierto es lugar de silencio. Entra en ti mismo
y conviértete en un observador y guardián de tus pensamientos, emociones y sentimientos para
vivir la coherencia existencial.

Trata a los demás como quieres que te traten a ti. Recuerda que el credo se vuelve celebración y
la celebración se vuelve compasión hacia los excluidos, pobres y necesitados.

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