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Educacion Formal y No Formal Cardarelli
Educacion Formal y No Formal Cardarelli
PRINCIPALES DEFINICIONES
Autores como Antonio Colom Cañelas (Universidad de las Islas Baleares y miembro
Académico de l’Institut d’Estudis Catalans (2005), consideran que la diferencia más
determinante que se da entre educación formal y no formal es, sorprendentemente, de
carácter jurídico y no pedagógico.
Es decir, se entiende la educación formal como aquella que concluye con titulaciones
reconocidas y otorgadas según las leyes educativas promulgadas por los Estados, desde los
diplomas de enseñanza primaria o básica hasta la titulación de doctor. Es la propia de los
sistemas educativos reglados jurídicamente por el Estado y en consecuencia la que
mayoritariamente se imparte en centros o instituciones docentes. Hoy en día, esta última
característica espacial, no puede ser tomada como un elemento definidor o de distinción en
relación con la educación no formal, ya que se dan casos de enseñanzas regladas que se
imparten a distancia desde los niveles primarios hasta los universitarios.
En consecuencia la educación no formal sería, por el contrario, la que no viene
contemplada en las legislaciones estatales de educación; es decir, que su responsabilidad no
recae directamente en los ordenamientos jurídicos del Estado.
El autor citado incluye como un ejemplo de educación no formal, el caso de los postgrados
o maestrías universitarias de educación “no formal”, que si bien se llevan a cabo en
instituciones educativas oficiales como puedan ser las propias universidades, su marco legal no
es definido por la legislación ministerial sino por la Universidad misma.
Expresa que “Tener en cuenta cualquier otra variable nos lleva a la confusión, pues la
educación formal o no formal acepta múltiples aspectos comunes como pueda ser el espacial,
el profesional, el sistemático o por el contrario la flexibilidad, la racionalidad, la planificación,
lo evaluativo, etc. Efectivamente, ambos tipos de educación pueden tener finalidades
profesionales, ser racionales –estar pre-pensadas– ser sistemáticas y ordenadas, con objetivos
por conseguir, ser flexibles y basarse, por ejemplo en climas no autoritarios o en metodologías
agradables, ser objeto de evaluación y de planificación, etc.”
De ahí la confusión de significados de tales terminologías. La formalidad o no formalidad
educativa no se refiere a características de índole pedagógica ya que si intentásemos distinguir
lo que significa una “pedagogía formal” de otra “pedagogía no formal”, no llegaríamos a
conclusión alguna. Puede haber procesos educativos no formales que son mucho más rígidos o
sistematizados que las prácticas escolares más usuales; por ejemplo, lo que sucede con las
academias que ayudan a superar los exámenes, los múltiples programas de formación en la
empresa , los programas de apoyo escolar , que implican reglas, tiempos y objetivos de logro
preestablecidos.
El autor ofrece ejemplos pedagógicamente muy formalizados pero que, paradójicamente,
son propios de la educación no formal, por lo que deduce que la concepción formal o no
formal no depende de variables pedagógicas, siendo en todo caso el argumento jurídico el
que usualmente sirve para discriminar ambos tipos de educación.
Por otra parte, la denominada “educación informal” no atiende a ningún tipo de proceso o
regla pedagógica, ya que se concibe como la educación que el individuo recibe sin depender
de ninguna opción o característica educativo-pedagógica; es por tanto un tipo de educación en
la que no interviene ninguno de los aspectos que abrazan las ciencias de la educación.
“Diríamos que es una educación etérea, con influencias desconocidas pero que el propio
ambiente, el vivir cotidiano, el contacto con la gente, o el desarrollo de actividades que nada
tienen que ver con la educación, aportan sin embargo, procesos de aprendizaje útiles para
desarrollar con mayor eficacia nuestra vida. Podríamos decir pues que la «educación informal»
es lo “desconocido pedagógico”, de tal manera que si llegáramos a saber como se influye
informalmente en la formación de las personas, dejaría de existir la educación informal pues al
conocer su forma de actuación podría aplicarse en los ámbitos formales y no formales de la
educación.”
En la clasificación internacional estándar, el término “educación” es definido como
“comunicación organizada y sostenida diseñada para producir aprendizaje”. Esto refleja un
punto de vista institucional, el cual es restrictivo e implica una definición que le concede poca
importancia a las formas espontáneas, extra escolares de aprendizaje. Hoy nadie discute la
evidencia de que las personas continúan aprendiendo a partir de sus expectativas y
trayectoria de vida y son capaces de absorber y acumular conocimiento e ideas, a menudo
pasivamente, viendo programas de televisión, visitando museos, observando el
comportamiento de sus padres, grupos de iguales, amig@s, etc. Parecería que este tipo de
aprendizaje es adquirido al azar, y así no siempre cae dentro del campo del educador y aún
menos del planificador. Se piensa en la educación con más frecuencia como una secuencia de
experiencias de aprendizaje, preparadas anticipadamente para el beneficio de los y las
alumno/as.
Sintetizando lo antes mencionado y con el objetivo de aclarar los diferentes ámbitos,
espacios o categorías educativas, se ha venido calificando al hecho educativo con tres
nomenclaturas diferentes, pero a su vez íntimamente ligadas: informal, formal y no formal.
La Educación Informal, (al azar, suplementaria, incidental, espontánea...) incluye
actividades educativas no estructuradas. En la educación informal, se produce un aprendizaje
“al azar”, en un proceso de osmosis entre las personas y el ambiente. La mayoría del
conocimiento y destrezas que adquirimos a lo largo de la vida, lo hacemos en un ambiente no
estructurado, por medio precisamente de este tipo de educación. Algunos ejemplos son: el
aprendizaje del idioma propio, de valores culturales, de actitudes y creencias generales, de
modelos de conducta de una sociedad determinada, que son transmitidos por la familia,
iglesias, asociaciones, miembros relevantes de la sociedad, los medios de comunicación de
masas... Tal educación es obtenida por medio de una combinación de observación, imitación y
emulación de miembros específicos de la sociedad.
Educación Formal (escolar), que se diferencia de la educación no formal en que es
mayoritariamente impartida en instituciones (escuelas) por docentes con contratos
permanentes dentro del marco de una currículo determinado. Este tipo de educación se
caracteriza por su uniformidad y una cierta rigidez, con estructuras verticales y horizontales
(clases agrupadas por edad y ciclos jerárquicos) y criterios normanizados por los estados.
Educación No Formal (muchas veces considerada como extraescolar), incluye todas las
formas de instrucción, promovidas conscientemente por el agente educativo (ya sea profesor,
animador, monitor, bibliotecario...), siendo la “situación de aprendizaje” buscada por ambas
partes (emisor y receptor, en la nomenclatura tradicional).
Coombs y sus colaboradores propusieron una definición de educación no formal que ha
sido ampliamente aceptada: “Cualquier actividad educacional organizada fuera del sistema
formal establecido cuyo propósito es servir a clientelas identificables y objetivas de
aprendizaje”
La mayoría de los especialistas la define como: “El conjunto de medios e instituciones que
generan efectos educativos a partir de procesos institucionales, metódicos y diferenciados,
que cuentan con objetivos pedagógicos previa y explícitamente definidos, desarrollados por
agentes cuyo rol educativo está institucional o socialmente reconocido, y que no forman parte
del sistema educativo graduado o que, formando parte de él, no constituyen formas estricta y
convencionalmente escolares”
Esta educación se diseña para ser universal, secuencial, estandarizada e institucional y
garantizar una cierta medida de continuidad (al menos para aquellos que no son excluidos del
sistema).
Se reconoce, asimismo que durante los años setenta, coincidiendo con un significativo
incremento de la población de los países empobrecidos, la educación no formal tuvo un papel
muy relevante como recurso formativo dirigido a amplios colectivo de la población que
detentaba una deficiente o nula escolarización. De este modo la educación no formal fue
adquiriendo progresivamente un carácter complementario o suplementario de la educación
escolar.
En la actualidad, sin embargo, esta apreciación no es unánime y el análisis de diferencias y
semejanzas entre la educación informal, formal y no formal ha originado amplios debates que
han derivado en posturas diversas. Mientras que para algunos esta distinción está basada en
una visión simplista de la realidad que concibe los tres ámbitos como subsistemas encontrados
y opuestos, para otros, es necesario y conveniente utilizar esa triple distinción sólo como
recurso de utilidad clasificatoria, ya que aprecian suficientes razones contextuales,
metodológicas, o de intención educativa, que justifican su integración.
Lo que si hacen estas definiciones es establecer las principales características de la
educación no formal, que la diferencia de las otras categorías:
- Organizada y estructurada (de otro modo sería clasificada como informal) pero al margen
del organigrama del sistema educativo graduado y jerarquizado.
- Diseñada y planificada para un grupo meta identificable (organizada para lograr un
conjunto específico de objetivos de aprendizaje)
- En general se define como “no institucionalizada”, llevada a cabo fuera del sistema
educacional establecido y orientada a estudiantes que no están oficialmente matriculados en
la escuela. Sin embargo en algunos casos el aprendizaje se lleva a cabo en un establecimiento
escolar al que asisten estudiantes que no están matriculados; en otros sobre todo en los
últimos años, son ofertas extra curriculares que la propia escuela ofrece y al que asisten
alumnos de ese mismo establecimiento escolar, fuera del horario normatizado.
Lo que ya es universalmente aceptable es que educación y aprendizaje ya no son
considerados como sinónimos de “escolaridad”, aun cuando la mayoría de la población
continúa equiparando educación con escuela.
En las definiciones circulantes se parte de considerar que toda acción educativa va más
allá de los límites espaciales y temporales de la escuela y de la escolaridad. Teniendo en cuenta
que la educación se entiende como la formación integral de la persona, muchas veces se
habla de la Educación no formal (y su vinculación con término auto educación, “aprender a
aprender”), como aquella que complementa, amplia y / o satisface las necesidades educativas
no cubiertas por la formal y en la implantación de innovaciones que buscan la mejora en sus
procesos.
En general, al menos en América Latina y en particular en la Argentina, la “idea” de
educación no formal inspiró procesos concretos de trabajos socioeducativos con niños, niñas,
adolescentes y adultos en condiciones de pobreza y vulnerabilidad. Se les brindan desde
diversos ámbitos públicos y privados experiencias compensatorias, complementarias, o
sustitutas de aquellos espacios educativos a los que los más pobres no tienen acceso por
diversas causas. Entre ellas podemos mencionar la falta de oferta en el campo de la
educación inicial, que ha originado la implementación de jardines maternales y de infantes
comunitarios, que están adquiriendo una progresiva institucionalización.
Asimismo hoy nos enfrentamos al hecho de que los contenidos curriculares en el campo
educativo deben responder a grupos heterogéneos entre los que podemos destacar, población
urbana y rural, campesinos, privados de libertad, mujeres, étnias, población migrante, entre
otras. Ello también exige la construcción y aplicación de sistemas para el monitoreo y
evaluación de los resultados que los diversos programas producen tanto en relación a logros
de aprendizaje como en el impacto en el nivel de vida de los participantes.
Coherente con una visión amplia de la Educación Permanente, el objetivo de la misma debe
estar enfocada a ofrecer respuestas a través de la creación de múltiples y variadas
oportunidades de aprendizajes, a la valoración de los saberes y de la cultura de los jóvenes y
adultos, al contexto territorial, así como al conjunto de aprendizajes que van más allá de las
áreas del conocimiento relacionadas con el desarrollo de actitudes a través de procesos
formativos vinculados a la participación ciudadana, la generación de empleo, trabajo y capital
social y productivo, etc. .
EDUCACIÓN Y HETEROGENEIDADES
A la vez que se hacen más porosas las fronteras entre las tres modalidades educativas, se
pone en evidencia la heterogeneidad de los destinatarios de las mismas y los diferentes
problemas que atraviesan los adultos, niños y jóvenes de los sectores más pobres en sus
trayectorias educativas.
Para caracterizar los atributos de esta población suele utilizarse el concepto de “Población
en situación educativa de riesgo” (Sirvent ,2004), que refiere a la probabilidad estadística de
un conjunto de población de quedar marginado de la vida social, política o económica, según
el nivel de educación formal alcanzado en las actuales condiciones sociopolíticas y económicas
impuestas. El término “de riesgo” hace referencia a una probabilidad estadística de
marginalidad presente y futura o de exclusión social que perjudica a una gran parte de la
población.
Desde esta perspectiva se asume que el pasaje por la educación formal, además de
constituir un derecho, permite apropiarse de determinados instrumentos intelectuales que
ayudan a enfrentar el mundo y la vida de manera diferente, más allá de los cuestionamientos
que puedan realizarse a la calidad educativa El concepto de Nivel Educativo de Riesgo se asocia
con la noción revisada de alfabetismo que hace referencia a la compleja red de conocimientos
que un ciudadano necesita para analizar crítica y autónomamente los hechos de su entorno
barrial, municipal, nacional e internacional. Ser alfabeto en la actualidad, supera ampliamente
la adquisición de los instrumentos básicos de la lectura y la escritura.
No puede dejarse de mencionar que pese a las lábiles fronteras entre la educación formal,
no formal e incluso informal, los proyectos educativos actuales apelan siempre a la idea de
construcción de esfuerzos sistemáticos de apertura de espacios de participación colectiva de
las familias y las comunidades en la gestión de los centros/proyectos educativos de todo tipo.
Sin embargo, las evidencias demuestran que las capacidades que tienen las comunidades
para participar en acciones colectivas no es la misma en todos los contextos, sino que varía en
función de determinadas condiciones sociales, históricas y culturales específicas. Por lo tanto,
la participación real de las familias en instancias o programas educativos es siempre el
resultado de un encuentro entre las posibilidades y estímulos ofrecidos desde las políticas
públicas o gubernamentales y las características sociales y culturales de las comunidades, las
cuales son extremadamente variables y diferenciadas.
En particular, las políticas que se proponen movilizar a la población beneficiaria e
institucionalizar su participación en los asuntos educativos, especialmente formales (a veces
bajo el rótulo de “educación parental”), surgen de la propia incapacidad del servicio público
para implementar controles eficaces y eficientes de la calidad de los procesos y productos
escolares. Los clásicos mecanismos encargados del control escolar (la función de inspección y
supervisión escolar) no funcionan cuando se trata de establecimientos situados en territorios
muy alejados de los centros administrativos urbanos. Por lo general, en los procesos
educativos de niños y adolescentes, quienes son más interpelados para "participar" (sería
necesario definir en qué) son los grupos sociales más subordinados y por lo tanto excluidos de
recursos estratégicos de conocimientos y poder de decisión, que les permitan constituir una
demanda calificada.
Aunque en el plano teórico y en el propio ámbito legal pueden no existir diferencias
significativas de objetivos entre la educación formal y no formal, la práctica demuestra al
menos 3 tipos de heterogeneidades prevalecientes:
3. Por último, una heterogeneidad transversal es la que involucra los ciclos de vida de los
sujetos “beneficiarios”. En efecto, ningún análisis serio de la educación no formal puede
ignorar los condicionantes ideológicos, religiosos, culturales, pedagógicos y de gestión que
están detrás de la concepción de cada categoría etárea- poblacional: niños y niñas,
adolescentes, jóvenes, adultos, adultos mayores. Para estos grupos, la oferta educativa suele
ser singular, segmentada y separada de las trayectorias globales de vida de las personas
Una revisión somera de los significados de la educación formal, no formal e informal, nos
demuestra que si bien un ejercicio diferenciador entre estos tres universos de la educación
contribuye a organizar más claramente ciertos campos conceptuales y de aplicación de
experiencias educativas, éstos no sólo son contrapuestos, sino que se ínter penetran y se
complementan.
Por un lado surge la necesidad que la labor de la escuela se desarrolle fuera de ella, en
otros ámbitos sociales o cívicos, pues el derecho a la educación conlleva una necesidad plural y
permanente. La complejidad social, el desarrollo incesante de la innovación tecnológica, la
necesidad de nuevos conocimientos que a su vez pronto quedan obsoletos, ha hecho que la
sociedad actual requiera de formas más flexibles y constantes de educación.
Por ello una comprensión adecuada del fenómeno de la “no formalidad” educativa tendría
que basarse en la continuidad y complementariedad entre la escuela oficial y los procesos
educativos que se dan en los ámbitos más diversos de la sociedad y enrolarse en el campo de
la educación permanente como derecho ciudadano. Asistimos a una complejización social tal
que se puede afirmar que ninguna institución puede por si sola dar la formación que se
necesita.
Asimismo, es necesario revisar la clásica asociación entre procesos educativos no formales
y baja calidad de las ofertas. Esta asociación tiene sus raíces en el surgimiento, especialmente
desde los 90, de los comedores infantiles y comunitarios, las asociaciones de desocupados, las
cooperativas de trabajo, etc. Estas iniciativas populares no solo se ocuparon de “dar de
comer” o contribuir generar empleo, sino de la educación, en tanto alfabetizaron a niños y
adultos, brindaron apoyo escolar, enseñaron oficios, ofrecieron cuidado y estimulación a los
más pequeños.
Muchas de estas organizaciones contaron con algún apoyo estatal, otras desarrollaron sus
actividades “a espaldas” del sector gubernamental. Algunas desarrollaron actividades
calificadas, otras realizaron acciones de gran precariedad pedagógica. Ignorar esta realidad,
no reconociendo la presencia de una suerte de “sistema de educación no formal para pobres”,
es cerrar los ojos ante una realidad que exige ser evaluada y legitimada, para que adopte
criterios de calidad y equidad universalmente reconocidos.
El desafío teórico y práctico vinculado a estos temas es descubrir diferencias y similitudes,
convergencias y contradicciones, rupturas y “continum” de los procesos educativos integrales ,
considerando que el universo de experiencias desarrolladas en Argentina y América Latina
puede ofrecernos un laboratorio muy interesante para reflexionar sobre los diferentes
procesos de formación de capital humano y su relación con el desarrollo social y personal de la
población, priorizando- pero no segregando- a quienes, por su situación de exclusión social,
permanecen cautivos de ofertas educativas “de segunda”, sean estas formales o no formales.