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INTRODUCCION

El interés por la Anatomía es tan antiguo como la humanidad. El


hombre primitivo, no sólo se preocupó por investigar los elementos que tenía
a su alrededor y los fenómenos naturales a los que estaba supeditada su
existencia, sino, que en un determinado momento de su evolución, quiso saber
sobre sí mismo: su origen, su presente, su futuro y naturalmente, el cómo y
porqué de su constitución física.

El acceso original para su conocimiento, fue a través de la anatomía


comparada. El hombre cazador, debió, examinar y diferenciar sus propias
estructuras con las de los animales que mataba para el sustento. El hombre
primitivo, según lo demuestran  los hallazgos arqueológicos,  practicó
trepanaciones con el fin de curar ciertos males, para lo cual fue necesario que
tuviese conocimientos anatómicos. De los cráneos hallados se deduce que un
importante porcentaje de pacientes que se sometieron a tales intervenciones
quirúrgicas, sobrevivieron a ellas.

Al estudiar las culturas de la Antigüedad se comprueba la importancia


que se concedió a la Medicina y a la Anatomía en particular. Todas contaron
con sus dioses de la Medicina, y quienes la practicaron en la Tierra, en
muchos casos, fueron elevados a la calidad de deidades. Tal es el caso de
Esculapio; de simple humano pasó a ocupar un sitial entre los dioses del
Olimpo.

Las primeras concentraciones civilizadas se dieron en el valle


comprendido entre el río Tigris y Éufrates: sirios, sumerianos, amoritas y
babilonios practicaron la medicina. De los últimos se conoce el Código de
Hamurabi, una especie de Manual de Ética Médica en el que se regula las
actividades de los médicos. Una de las reglas indica que "el cirujano que se le
muera un paciente en la mesa de operaciones, de ser comprobado que fue por
su desconocimiento o por descuido en la aplicación de la técnica médica, se le
cortará una mano...."
ANATOMIA

Anatomía (del griego, anatome, ‘disección’), rama de las ciencias naturales


relativa a la organización estructural de los seres vivos. Es una ciencia muy
antigua, cuyos orígenes se remontan a la prehistoria. Durante siglos los
conocimientos anatómicos se han basado en la observación de plantas y
animales diseccionados. Sin embargo, la comprensión adecuada de la
estructura implica un conocimiento de la función de los organismos vivos. Por
consiguiente, la anatomía es casi inseparable de la fisiología, que a veces
recibe el nombre de anatomía funcional. La anatomía, que es una de las
ciencias básicas de la vida, está muy relacionada con la medicina y con otras
ramas de la biología.

Es conveniente subdividir el estudio de la anatomía en distintos aspectos.


Una clasificación se basa según el tipo de organismo en estudio; en este caso
las subdivisiones principales son la anatomía de las plantas y la anatomía
animal. A su vez, la anatomía animal se subdivide en anatomía humana (ver
más adelante) y anatomía comparada, que establece las similitudes y
diferencias entre los distintos tipos de animales. La anatomía también se
puede dividir en procesos biológicos, por ejemplo, anatomía del desarrollo
(estudio de los embriones) y anatomía patológica o estudio de los órganos
enfermos. Otras subdivisiones, como la anatomía quirúrgica y la anatomía
artística, se basan en la relación de la anatomía con otras actividades bajo el
título general de anatomía aplicada. Otra forma más de subdividir la
anatomía depende de las técnicas empleadas, como por ejemplo la
microanatomía, que se basa en las observaciones obtenidas con ayuda del
microscopio

BREVE RESEÑA HISTORICA

Los inicios:

El inicio de la medicina como ciencia se situa en la época de los


griegos, principalmente de Hipócrates (siglo V ac), que es considerado el
padre de la medicina. Esto se debe a su importante papel al separar la
medicina de la mitología y religión (antes se creía que la enfermedad y la
salud la daban los dioses y por tanto, no podía buscarse causas naturales a
ellas). Hipócrates además formularía su teoría de los 4 humores, los cuales
se encargarían, en el correcto equilibrio de la salud, o la enfermedad
cuando uno de ellos o varios se desequilibraran.

También hay que destacar aquí los primeros trabajos en la anatomía


humana realizada por los egipcios. Sin embargo, estos no realizaban
verdaderas disecciones anatómicas, sino que tan sólo se limitaban a hacer
evisceraciones, necesarias para la correcta momificación de los cadáveres.
Heredarían estos conocimientos la cultura de Alejandría, que ya en el siglo
III a.C. realizarían disecciones humanas (destacaron en este arte Herófilo y
Erasistrato). Sin embargo, estos conocimientos anatómicos se perderían en
el año 48 a.C, cuando las tropas de Julio César quemaron la Biblioteca de
Alejandría con todos sus libros en el interior.
Edad Media:

Es una de las etapas históricas más pobres para la medicina.


Prácticamente sólo sirvió como puente entre la medicina clásica (griega y
romana) y la medicina renacentista. Es decir, fueron meros transmisores
de una cultura médica que no supieron mejorar, aunque sí conservar.
Llegaron a Europa algunos de los conocimientos de los alejandrinos a
través de las invasiones del pueblo musulmán, que tenían un conocimiento
más profundo de la anatomía humana.

Renacimiento:

Se produce en esta etapa una de las revoluciones más importantes de


la medicina. La figura principal es Andrés Vesalio (1514-1564) y el lugar
es Italia (la ciudad de Padua). Este profesor de anatomía, conocedor de la
anatomía de Galeno (la imperante entonces) se dio cuenta que no
concordaba con lo que veía en sus disecciones. Primero pensó que sería
una tara, defecto, de los cuerpos que recibía, hasta que un día se dio cuenta
que Galeno estaba equivocado. Fue entonces cuando escribió su gran obra:
"De humani corporis fabrica", escrito a medianos del siglo XVI. Este
compendio de anatomía humana, de siete volúmenes, topó con la
oposición de los médicos de su tiempo, fieles seguidores de Galeno e
Hipócrates, que consideraban heréticas las críticas de Vesalio. Sin
embargo, poco a poco, las observaciones de Vesalio fueron corraboradas
por la práctica de las disecciones y las observaciones de Falopio,
Eustaquio,... que dejaron muy perfilada lo que era anatómicamente
correcto.
Anatomopatología:

Con Vesalio y sus sucesores se consiguió describir lo que era


anatómicamente correcto. Sin embargo, tuvieron que pasar unos cuantos
años todavía hasta que Giovanni Battista Morgagni (1682-1771) fundara
la Anatomía Orgánica. Su gran libro fue el "De sedibus et causis
morborum per anatomen indagatis" (1761). En su obra se describen unos
700 informes anatomopatológicos postmortem acompañados de su historia
clínica. De este modo se creó el método anatomoclínico, es decir, las
enfermedades producen cambios morfológicos en los órganos que pueden
ser observados y diagnosticar a partir de estos cambios la enfermedad
padecida.

Destacar en este campo a Karl Rokitasnsky (1804-1878) y Skoda, los


cuales describieron muchas enfermedades y nuevos cuadros clínicos
aplicando el método anatomoclínico.

Anatomía tisular:

El médico francés Xavier Bichat (1771-1802), sin ayuda del


microscopio llegó a identificar 21 tipos diferentes de tejidos. Así pues,
demostró que los órganos estaban formados de tejidos, y que, por tanto,
las lesiones de los órganos eran producidas por lesiones de los tejidos. Así
pues, creaba el concepto de patología tisular, y su teoría se recogería el
1880 bajo el título de "Traité des Membranes".
Anatomía Cel·lular:

Un paso adelante en la investigación médica sería el uso del


microscopio óptico. Rudolf Virchow (1821-1905) formularía a través de
sus estudios su teoría de que "Omnis celula ex celula", es decir, toda célula
proviene de otra célula. Así mismo, indicaría que la célula, como mínima
unidad viva, era la mínima unidad que podía enfermar. De aquí nació el
concepto de

patología celular.

Destacar aquí también el papel de don Santiago Ramón y Cajal, que


en 1888 se reconocería mundialmente su teoría de que "las neuronas están
contiguas pero no son continuas", indicando que el tejido nervioso
también estaba compuesto de células (las neuronas), permitiéndose aplicar
también al sistema nervioso la teoría de la patología celular.

Patología intracel·lular:

En 1932 los hermanos Ruska inventaron el Microscopio Electrónico.


Este descubrimiento permitió estudiar las organelas de las células. Gracias
a estas investigaciones se vio que también estas podían ser causa de
enfermedades, como por ejemplo ha ocurrido con los lisosomas, de los
cuales ya se han descrito 30 enfermedades distintas.

Patología molecular:

El último avance que se ha dado, en el cual nos encontramos


immersos es la patología molecular. El primer descubrimiento en este
campo lo desarrolló Linus Pauling en 1949, al determinar que la
hemoglobina S era la responsable de la anemia falciforme. También la
genética molecular está haciendo grandes avances, proliferando técnicas
diagnósticas como el chip de DNA en tumores e intentándose (aunque sin
éxito todavía) la terapia génica. Veremos que nos depara el futuro.
HISTORIA GENERAL

LA ANATOMÍA Y LOS EGIPCIOS

Según las creencias egipcias, el ser humano estaba formado por siete
elementos, uno de ellos, el Chat,  es decir, el cuerpo material al que, para su
perfecto funcionamiento a su vez lo aproximaron a la doctrina de los cuatro
elementos:   aire, agua, fuego y tierra. Los médicos encargados del cuidado del
Chat, fueron considerados los más capaces en el mundo antigüo, aunque
muchas de sus teorías, vistas desde la perspectiva actual, estaban muy alejadas
de la realidad.

En los textos del Papiro de Ebers, que data del año 1500 a.C.,
encontramos un Tratado sobre el corazón, al que consideraban el centro del
cuerpo y del sistema vascular, sede de la inteligencia y de la percepción. Sin
embargo, aseguraban que el corazón aumenta de peso y tamaño hasta los 50
años de edad y a partir de entonces, iba reduciéndose hasta casi desaparecer
causando la muerte natural del individuo.

Sobre este mismo tema, se encuentra en el mencionado papiro un


Manual obviamente dirigido a los estudiantes de medicina, el que estaba
dividido en dos capítulos y se titula "Principios del secreto médio:
Conocimiento de la marcha del corazón (se refiere a su fisiología) y
conocimiento del corazón (se refiere a su anatomía)"

Hay vasos, en él, que van a todo miembro. En cuanto a aquellos sobre lo
cual todo médico o todo sacerdote o todo mago pone sus dedos, sea sobre la
cabeza o sobre la nuca, o sobre las manos, o sobre el corazón mismo, o sobre
los dos brazos, o sobre las dos piernas, o sobre una parte cualquiera, siente
algo del corazón, pues los vasos de éste van a cada uno  de los miembros y a
esto se debe que el "corazón hable", (Indudablemente el texto se refiere a las
pulsaciones).

Hacia el año 300 a.C., el principal Centro de Estudios de Medicina del


mundo conocido era el Museión,  o Escuela de Medicina de Alejandría,
patrocinada y mantenida por los faraones. Entre sus asignaturas los aspirantes
a médicos tenían como principal materia el estudio de la anatomía. Varios
médicos como Herófilo de Calcedonia, discípulo de Praxágoras y Emistratos
de Julios (Erasistrato), maestros de esta institución, escribieron textos sobre
temas anatómicos.

Herófilo, describió las diferencias entre los tendones y los nervios;


Emistrato, ahonda sobre la estructura y funcionamiento del cerebro y cerebelo
y trata, por primera vez sobre la circulación sanguínea. En esta Escuela se
practicaron las primeras disecciones en cuerpos humanos de los que se tiene
noticia y gracias a esta práctica, los dos médicos sustentaron sus teorías.
LA ANATOMIA Y LOS GRIEGOS

La medicina griega: Hipócrates

La medicina griega contribuye de manera importante a una coherente


imagen científica del mundo. En ella crecen dos ramas, una empírica y otra
filosófica, que han persistido desde entonces. La medicina griega, como la
matemática, continúa ininterrumpidamente la de las antiguas civilizaciones.
Los médicos griegos parece que han pertenecido a los asclépidas, o clan de
Asclepio, dios de la medicina, uno de los clanes o gremios de trabajo. En el
juramento hipocrático tenemos una reliquia bien conservada de una ceremonia
de adopción del clan por la que se contraían determinadas obligaciones
respecto de los demás miembros y sus familias, aún observadas hoy. Así, en
una cláusula se dice:

«Impartiré por precepto, por la lectura y por


cualquier otro medio de enseñanza, y no sólo a mis
propios hijos, sino también a los hijos de quienes me
han enseñado y a los discípulos obligados por el
pacto y el juramento según la ley de los físicos, pero
a ningún otro.»

En Grecia, como en las antiguas civilizaciones, el médico tenía algo de


aristócrata y trataba principalmente a la gente poderosa. El tratamiento de las
personas corrientes quedaba en manos de viejas y charlatanes que empleaban
los tradicionales remedios mágicos.
El primer impulso de la medicina griega va asociado a la casi legendaria
figura del físico Hipócrates de Cos. El llamado cuerpo hipocrático es una
masa de tratados médicos escritos seguramente entre los años 450 a 350 a. C.,
y su tono es decididamente clínico. Se piensa que la medicina es el arte
-techné- de curar a los enfermos. El más conocido aforismo de Hipócrates
tenía por objeto advertir a los médicos que no debían alimentar a los pacientes
cuando éstos tenían fiebre.

Pese a esta denuncia, el uso de postulados filosóficos tendía a aumentar


en la medicina e incluso encontramos esta tendencia en los escritos
hipocráticos. Tal cosa derivaba en parte del nacimiento de los estudios
anatómicos y fisiológicos. Un discípulo de Pitágoras, Alcmeón, aprendió,
mediante la disección, algo acerca de la función de los nervios y se atrevió a
afirmar que el cerebro, y no el corazón, es el órgano de la sensación y del
movimiento. Este hecho puede haber sido conocido prácticamente por los
cazadores primitivos, pero todavía era negado por los médicos dos mil años
después.
Las doctrinas más místicas encontraron aceptación con mayor facilidad.
Otro pitagórico, Filolao, formuló la doctrina de los tres espíritus o almas del
hombre: los espíritus vegetativos, que comparte con todas las cosas que
crecen, situados en el ombligo; el espíritu animal, compartido únicamente con
las bestias, que da la sensación y el movimiento, situado en el corazón, y el
espíritu racional, poseído únicamente por el hombre y localizado en el
cerebro. Estos espíritus dominaron la fisiología y la anatomía durante siglos,
impidiendo al hombre usar la evidencia de sus sentidos, hasta que la moderna
Medicina Científica acabó con ellos.
Entre las obras más importantes de la Corpus hippocraticum (cuerpo
hipocrático) está el Tratado de los aires, las aguas y los lugares (siglo V a.C.)
que, en vez de atribuir un origen divino a las enfermedades, discute sus causas
ambientales. Sugiere que consideraciones tales como el clima de una
población, el agua o su situación en un lugar en el que los vientos sean
favorables son elementos que pueden ayudar al médico a evaluar la salud
general de sus habitantes. Otras obras, Tratado del pronóstico y Aforismos,
anticiparon la idea, entonces revolucionaria, de que el médico podría predecir
la evolución de una enfermedad mediante la observación de un número
suficiente de casos.

La idea de la medicina preventiva, concebida por primera vez en


Régimen y en Régimen en enfermedades agudas, hace hincapié no sólo en la
dieta, sino también en el estilo de vida del paciente y en cómo ello influye
sobre su estado de salud y convalecencia. La Enfermedad Sagrada, un tratado
sobre la epilepsia, revela el rudimentario conocimiento de la anatomía que
imperaba en la antigua Grecia. Se creía que su causa era la falta de aire,
transportada al cerebro y las extremidades a través de las venas. En
Articulaciones, se describe el uso del llamado banco hipocrático para el
tratamiento de las dislocaciones

El Juramento hipocrático, antiguo juramento realizado por los médicos


en su ceremonia de graduación. Este código se atribuye a Hipócrates. Sin
embargo, investigaciones recientes sugieren que el juramento puede ser
originario de los pitagóricos del siglo IV a.C. Como código de
comportamiento y práctica prohibe a los médicos, en su forma original, la
realización de abortos, eutanasia o cirugía; se exige también promesa de no
mantener relaciones sexuales con los pacientes y guardar secreto profesional
de las confidencias que éstos hagan.

A pesar de que algunos principios postulados en el juramento


hipocrático siguen vigentes, como la importancia de la confidencialidad y el
mantenimiento del principio de justicia con el paciente, otros aspectos carecen
hoy de interés. Muchos médicos respetan el derecho de elección de la mujer a
tener el feto o abortarlo siempre y cuando las leyes de cada país lo permitan, y
en algunos países (por ejemplo, Holanda) la eutanasia es aceptada en
determinados casos extraordinarios. Para la gran mayoría de los médicos
carece de significado realizar el juramento en nombre del médico Apolo,
Asclepio, Higía (Hygiea), Panacea y todos los dioses y diosas. Por estas
razones hay juramentos alternativos: La Declaración de Ginebra se adoptó
en 1948 en la segunda asamblea general de la Asociación Médica Mundial.

Hipócrates.
LA ANATOMIA Y LOS ROMANOS

LA MEDICINA EN EL IMPERIO ROMANO (SIGLOS III A.C. a VI


D.C.)

EN EL año 332 a.C., después de la conquista de Egipto, cuando


Alejandro Magno buscaba un sitio para fundar una de las 17 Alejandrías que
estableció durante sus campañas de conquista en Oriente, tuvo un sueño en el
que un hombre viejo recitaba unos versos sobre una isla llamada Faros.
Convencido de que el viejo de su sueño había sido Homero, que le aconsejaba
el mejor sitio para su nueva ciudad, Alejandro visitó la isla, situada cerca de la
orilla del Mediterráneo, al oeste del delta del Nilo, pero resultó demasiado
pequeña para sus planes. Entonces escogió la costa de Egipto que estaba frente
a la isla y ahí fundó su ciudad, que creció rápidamente. Alejandro nunca la
vio, porque unos tres meses después inició su viaje a la India y sólo regresó
después de su muerte, a ocupar su mausoleo. Cuando murió Alejandro, en el
año 323 a.C., tres de sus generales macedonios fundaron dinastías importantes
para el desarrollo ulterior de la cultura helenística: Antígono I, en Asia Menor
y Macedonia, Seleuco I, en Mesopotamia, y Ptolomeo Soter, en Egipto. Este
último estableció la XXXI Dinastía de los Ptolomeos, se proclamó faraón y
tomó residencia en Alejandría; la ciudad se hizo rica gracias al intenso
comercio marítimo que sostenía con el resto de las poblaciones mediterráneas,
y por la misma razón era cosmopolita. En sus calles se mezclaban griegos,
macedonios, sirios, persas, romanos, judíos, árabes y hasta algunos egipcios; a
pesar de su localización geográfica, Alejandría tuvo muy poco que ver con el
resto de Egipto.
Durante el reinado de Ptolomeo I, que duró casi 50 años, se
establecieron las tres instituciones que harían a esa ciudad tan importante
como Roma en los siglos III-I a.C., y que le darían un sitio privilegiado en la
historia de la cultura occidental: el faro, el museo y la biblioteca. El faro de
Alejandría, que se dice alcanzaba casi 150 m de altura (¡) terminaba con una
estatua de Ptolomeo I de más de 7 m de altura que se movía con el viento, o
sea que funcionaba como veleta; considerado como una de las siete maravillas
del mundo, se derrumbó con un temblor en el siglo XIV. La casa de las
Musas o Museo, construido y sostenido en su totalidad con fondos reales,
funcionaba como un instituto de investigación humanística, artística y
científica, abierto a los estudiosos de prestigio y a sus alumnos sin
restricciones ni geográficas ni raciales. La Biblioteca se inició adquiriendo
colecciones famosas y se enriqueció gracias a ciertas leyes arbitrarias; por
ejemplo todos los viajeros que llegaban a la ciudad debían declarar y entregar
los libros que poseían, el Estado los copiaba, devolvía las copias a los
propietarios y se quedaba con los originales. De esta manera, la biblioteca
alcanzó dimensiones legendarias; se dice que llegó a tener más de 700 000
libros (o rollos de papiro). Esto, junto con las espléndidas instalaciones del
Museo, atrajo a literatos, filósofos, artistas y científicos, entre los que
estuvieron Calímaco, Apolonio de Rodas, Teócrito de Siracusa, Erastótenes de
Cirena, Euclides y su alumno Arquímedes de Siracusa, y para nuestro interés,
que es la historia de la medicina, Herofilo de Calcedonia y Erasístrato de
Chios.
HERÓFILO Y ERASÍSTRATO

Según Galeno, Herófilo fue el primero en disecar tanto animales como


seres humanos, lo que seguramente se refiere a disecciones públicas, ya que
Diocles de Caristo probablemente ya lo había hecho un siglo antes en Atenas.
Herófilo era un profesor muy popular que escribió libros acerca de anatomía,
ojos y los partos, pero sus escritos se perdieron; de todos modos, sus
contribuciones fueron numerosas. Reconoció que el cerebro es el sitio de la
inteligencia (en lugar del corazón, como creía Aristóteles ) distinguió entre los
nervios motores y los sensoriales, describió las meninge y dejó su nombre en
la presa de Herófilo, separó al cerebro del cerebelo, identificó el cuarto
ventrículo y bautizó al calamus scriptorius porque le recordó a la pluma con
que escribían los griegos de entonces. También les dio su nombre a la próstata
y al duodeno, distinguió entre arterias y venas, y describió los vasos quilíferos.

Erasistrato era más joven pero contemporáneo de Herófilo y sus obras


también se perdieron; lo que se sabe de él se debe a Galeno, quien escribió dos
libros en su contra. Erasístrato profesaba la medicina racionalista y se oponía a
todo tipo de misticismo, aunque concebía que la naturaleza actuaba en forma
externa para configurar las funciones del organismo; en esto se oponía al
concepto de "esencia" de Aristóteles, que actuaba como una fuerza interna o
innata Erasístrato concebía que los tejidos estaban formados por una malla
fina de arterias, venas y nervios, pero pensó que en algunos los intersticios se
llenaban con el parénquima. Trazó el origen de los nervios primero a la dura
madre, pero posteriormente se corrigió e identificó al cerebro como su
terminación; consideró que los ventrículos cerebrales contenían un espíritu
animal y que los nervios lo conducían a los tejidos. Pensó que, en el corazón,
el ventrículo derecho contenía sangre y el izquierdo espíritu vital o pneurna;
durante la diástole llegaría sangre al ventrículo derecho y pneuma al izquierdo,
que se expulsarían en la sístole. Erasístrato nombró a la válvula tricúspide y
señaló con claridad la función de las dos válvulas aurículo-ventriculares y de
las semilunares; según Singer, también imaginó la comunicación entre venas y
arterias para explicar por qué las arterias aparecen vacías en el cadáver y sin
embargo sangran cuando se cortan en el vivo. Por eso ciertos historiadores
concluyen que Erasístrato estuvo a punto de descubrir la circulación
sanguínea, lo que no ocurrió sino hasta 1628.

Celso (ca. 30 a.C.), Tertuliano (155-222 d.C.) y san Agustín (354-430


d.C.) acusaron a Herófilo y a Erasístrato de haber disecado hombres vivos,
criminales condenados a muerte que les fueron facilitados por el faraón;
Tertuliano dice que Herófilo era "un carnicero que disecó a 600 personas
vivas". Tales acusaciones son poco probables, si consideramos que: 1)
siempre ha habido prejuicios, especialmente religiosos, en contra de las
disecciones y a través de la historia se han hecho acusaciones semejantes a
otros anatomistas, como Carpi, Vesalio y Falopio; 2) ninguno de los
acusadores era médico y dos de ellos eran religiosos, 3) nadie más repitió la
acusación, incluyendo a Galeno, quien criticó a los anatomistas alejandrinos
por otras muchas razones.

Al cabo de un siglo de gran productividad humanística y científica, la


energía alejandrina empezó a agotarse. En el año 95 d.C., durante una revuelta
entre griegos y judíos el Museo fue destruido. Aunque se cambió a un templo
cercano, en el año 391 una turba cristiana saqueó el templo, quemó la
biblioteca y convirtió los restos en una iglesia. Del museo y de la biblioteca no
quedó nada

ROMA

Desde hacía un par de siglos la vida cultural se había mudado a Roma.


Al librarse de la dominación etrusca, a fines del siglo V a.C., Roma inició una
serie de cambios políticos y legislativos que llevaron a los plebeyos a alcanzar
la igualdad con los patricios en el laño 287 a.C. El último bastión etrusco, la
ciudad de Veii, muy cercana a Roma, fue conquistado en 392 a.C., con lo que
Roma casi duplicó su tamaño. En el año 387 a.C. los galos derrotaron al
ejército romano, invadieron e incendiaron Roma, pero ésta se recuperó y para
el año 338 a.C., no sólo había expulsado a los galos sino que dominaba todo el
territorio central de Italia. El enfrentamiento con Pirro, rey de Epiro, terminó
con su fainosa victoria "pírrica", que lo obligó a retirarse a Sicilia en el año
275 a.C., con lo que Roma dominó desde el río Po en el norte hasta la punta de
la bota italiana. Las tres guerras púnicas, que con intervalos ocuparon a Roma
durante más de 100 años (264-146 a.C.) y terminaron con la destrucción de
Cartago, así como las tres guerras macedonias y la campaña de España, que
ocurrieron en el mismo lapso (215-134 a.C.) tuvieron como consecuencia la
expansión de Roma fuera de la península de Italia. La organización
administrativa y política de la República romana había surgido de las
necesidades y aspiraciones de Roma como Ciudad-Estado, pero el crecimiento
desmesurado requería otra estructura, que no tardó en imponerse en forma del
Imperio romano.
La medicina en Roma también tuvo un desarrollo inicial esencialmente
religioso. En los altos del Quirinal había un templo a Dea Salus, la deidad que
reinaba sobre todas las otras relacionadas con la enfermedad, entre las que
estaban Febris, la diosa de la fiebre, Uterina, que cuidaba de la ginecología,
Lucina, encargada de los partos, Fessonia, señora de la debilidad y de la
abstenía, etc. Plinio el Viejo dice con orgullo que la antigua Roma era sine
medicis... nec tamen sine medicina, o sea "saludable sin médicos pero no sin
medicina". El estado de la práctica médica en esos tiempos puede apreciarse
por la recomendación de Catón para reducir luxaciones: recitar huant hanat
huat ista pista sista domiabo damnaustra, lo que no quiere decir
absolutamente nada, y por su panacea para las heridas: aplicar col molida.
Como en otras culturas, la medicina sobrenatural romana conservó su vigencia
y su popularidad hasta mucho después de la caída del Imperio romano; su
naturaleza esencialmente religiosa le permitió integrarse con las teorías
médicas que surgieron en el Imperio bizantino y que prevalecieron durante
toda la Edad Media.

En el año 293 a.C. una terrible plaga asoló Roma. Alarmados por su
gravedad e indecisos sobre la solución, los ancianos consultaron los libros
sibilinos; la respuesta fue que buscaran la ayuda del dios griego Asclepios, en
Epidauro. La leyenda dice que se envió un navío especial, que el dios aceptó
la solicitud y viajó a Roma en forma de serpiente, que cuando llegó se instaló
en una isla del Tíber, y que la plaga terminó. Los romanos agradecidos le
construyeron un templo al dios y lo conocieron con el nombre de Esculapio.
El primer médico griego que llegó a Roma en el año 219 a.C. se llamaba
Archágathus y al principio tuvo mucho éxito, pero como se inclinaba a usar el
bisturí y el cauterio con excesiva frecuencia, su popularidad decayó. Casi un
siglo más tarde otro médico griego, Asclepíades de Prusa (124-50 a.C.)
conquistó a la sociedad romana con su oratoria brillante, su parsimonia
terapéutica y su oposición a las sangrías. Asclepíades adoptó la teoría atomista
de Demócrito, que Lucrecio había puesto de moda en esa época con su poema
De re natura, pero no insistía en los aspectos más teóricos de la medicina
griega sino más bien en el manejo práctico de cada paciente; de todos modos,
sus sucesores lo consideraron como el iniciador de una escuela opuesta al
humoralismo hipocrático, que se conoció como el metodismo (vide infra).
Asclepíades manejaba una terapéutica mucho menos agresiva que la de los
otros médicos griegos: sus dietas siempre coincidían con los gustos de los
pacientes, evitaba purgantes y eméticos, recomendaba reposo y masajes,
recetaba vino y música para la fiebre y sus remedios eran tan simples que le
llamaban el "dador de agua fría". Es interesante que Asclepíades no llegó a
Roma como médico sino como profesor de retórica, pero como no tuvo éxito
en esta ocupación decidió probar su suerte con la medicina, o sea que no tenía
ninguna educación como médico antes de empezar a ejercer como tal. Su éxito
revela el carácter eminentemente práctico de la medicina romana, lo que
también explica que otro lego en la profesión, Aulio Cornelio Celso (ca. 30
a.C. 50 d.C.) haya escrito De Medicina, el mejor libro sobre la materia de toda
la antigüedad. Este libro formaba parte de una enciclopedia, De Artibus, que
también trataba de agricultura, jurisprudencia, retórica, filosofía, artes de la
guerra y quizá otras cosas más, pero que se perdieron. Por fortuna, en 1426 (!
13 siglos después!) se encontraron dos copias completas de De Medicina, que
fue el primer libro médico que se imprimió con el invento de Gutenberg, en
1478, y el único texto completo de medicina que nos llegó de la antigüedad,
porque (según Majno) el papiro de Smith se detiene en la cintura y el Corpus
Hipocráticum es una mezcla caótica de textos de muy distinto valor.
CELSO

El libro de Celso es hipocrático pero está enriquecido con conceptos


alejandrinos y también hindúes. Está dividido en tres partes, según la
terapéutica utilizada: dietética, farmacéutica y quirúrgica. Celso describe y
critica a los empiristas y a los metodistas, porque los primeros pretenden curar
todas las enfermedades con drogas, mientras los segundos se limitan a dieta y
ejercicios. De Medicina contiene suficiente anatomía para convencernos de
que Celso estaba al día en esta materia, pero no demasiada porque el libro
estaba dirigido al médico práctico. Entre las causas de las enfermedades
menciona las estaciones, el clima, la edad del paciente y su constitución física.
Los síntomas discutidos, como fiebre, sudoración, salivación, fatiga,
hemorragia, aumento o pérdida de peso, dolor de cabeza, orina espesa, y
muchos otros, se analizan conforme a la tradición hipocrática; la descripción
de los distintos tipos de paludismo es magistral. En otras páginas se
encuentran el lethargus, enfermedad caracterizada por sueño invencible que
progresa rápidamente hacia la muerte, la tabes, que seguramente incluye a la
tuberculosis y otras formas de caquexia, las jaquecas de distintos tipos, el
asma, la disnea, la neumonía, las enfermedades renales, las gástricas, las
hepáticas, las diarreas, etc. Las medidas dietéticas e higiénicas que
recomienda Celso para estos padecimientos son hipocráticas: ejercicio
moderado, viajes frecuentes estancias en el campo, abstención de ejercicios
violentos, de relaciones sexuales y de bebidas embriagantes. Deben evitarse
los cambios bruscos de dieta o de clima, y preferirse las medidas para bajar de
peso (una comida al día, purgas frecuentes, baños en agua salada, menos horas
de sueño, gimnasia y masajes); las recomendaciones dietéticas ocupan la
mitad del segundo libro y la hidroterapia se discute extensamente. Celso
divide las drogas conocidas según sus efectos en purgantes, diaforéticas,
diuréticas, eméticas, narcóticas, etc.; la acción anestésica del opio y la
mandrágora (que con, tiene escopolamina y hioscianina) ya era bien conocida.
La mejor parte del libro de Celso es la quirúrgica, que ocupa los libros VII y
VIII, en ella dice:

La tercera parte del arte de la medicina es la que cura con las manos [...]
no omite medicamentos y dietas reguladas, pero hace la mayor parte con las
manos [...] El cirujano debe ser joven o más o menos, con una mano fuerte y
firme que no tiemble, listo para usar la izquierda igual que la derecha, con
visión aguda y clara, y con espíritu impávido. Lleno de piedad y de deseos de
curar a su paciente, pero sin conmoverse por sus quejas o sus exigencias de
que vaya más aprisa o corte menos de lo necesario; debe hacer todo como
silos gritos de dolor no le importaran.

Celso discute el manejo de las heridas y señala que las dos


complicaciones más importantes son la hemorragia y la inflamación, lo que
era realmente infección. Para la hemorragia recomienda compresas secas de
lino, que deben cambiarse varias veces si es necesario, y si la hemorragia no
cesa, entonces mojarlas en vinagre antes de aplicarlas. Pero si todo esto falla,
hay que identificar la vena que está sangrando, ligarla en dos sitios y
seccionaría entre las ligaduras. Celso recomienda aplicar a la herida distintos
medicamentos compuestos de acetato de cobre, óxido de plomo, alumbre,
mercurio, sulfuro de antimonio, carbón seco, cera y resma de pino seca,
mezclados en aceite y vinagre; otros componentes recomendados (Celso
propone 34 fórmulas diferentes) son sal, pimienta, cantáridas, vino blanco,
clara de huevo, ceniza de salamandra, heces de lagartija, de pichón, de
golondrina y de oveja.

LA MEDICINA ROMANA

La medicina romana era esencialmente griega, pero los romanos


hicieron tres contribuciones fundamentales: 1) los hospitales militares, 2) el
saneamiento ambiental, y 3) la legislación de la práctica y de la enseñanza
médica.

1) Los hospitales militares o valetudinaria se desarrollaron como respuesta a


una necesidad impuesta por el crecimiento progresivo de la República y del
Imperio. Al principio, cuando las batallas se libraban en las cercanías de
Roma, los enfermos y heridos se transportaban a la ciudad y ahí eran
atendidos en las casas de los patricios; cuando las acciones empezaron a
ocurrir más lejos, sobre todo cuando la expansión territorial sacó a las legiones
romanas de Italia, el problema de la atención a los heridos se resolvió creando
un espacio especialmente dedicado a ellos dentro del campo militar. La
arquitectura de los valetudinaria era siempre la misma: un corredor central e
hileras a ambos lados de pequeñas salas, cada una con capacidad para 4 o 5
personas Estos hospitales fueron las primeras instituciones diseñadas para
atender heridos y enfermos; los hospitales civiles se desarrollaron hasta el
siglo IV d.C., y fueron producto de la piedad cristiana.

2) El saneamiento ambiental se desarrolló muy temprano en Roma, gracias a


las obras de la cloaca máxima, un sistema de drenaje que se vaciaba en el río
Tíber y que data del siglo VI a.C. En la Ley de las Doce Tablas (450 a.C.) se
prohiben los entierros dentro de los límites de la ciudad, se recuerda a los
ediles su responsabilidad en la limpieza de las calles y en la distribución del
agua. El aporte de agua se hacía por medio de 14 grandes acueductos que
proporcionaban más de 1 000 millones de litros de agua al día, y la
distribución a fuentes, cisternas y a casas particulares era excelente, pero en
los barrios menos opulentos no tan buena. El agua se usaba para beber y para
los baños, una institución pública muy popular y casi gratuita; también se
colectaba el agua de la lluvia, que se usaba para preparar medicinas. En
general, las condiciones de higiene ambiental en Roma eran tan buenas como
podía esperarse de un pueblo que desconocía por completo la existencia de los
microbios.

3) Durante la República la mayoría de los médicos eran esclavos o griegos, o


sea, sujetos en una posición subordinada, pero en el Imperio (ca. 120 d.C.)
Julio César concedió la ciudadanía a todos lo que ejercieran la medicina en
Roma.

Además, se estableció un servicio médico público, en el que la ciudad


contrataba a uno o más médicos (archiatri) y les proporcionaba local e
instrumentos para que atendieran en forma gratuita a cualquier persona que
solicitara su ayuda. Los salarios de estos profesionales los fijaban los
consejeros municipales. También se organizó el servicio médico de la casa
imperial, y muchos de los patricios retenían en forma particular a uno o más
médicos para que atendieran a sus familias. Con el tiempo también se legisló
que la elección de un médico al servicio público debería ser aprobada por
otros siete miembros de ese servicio. Las plazas eran muy solicitadas porque
los titulares estaban exentos de pagar impuestos y de servir en el ejército. El
gobierno los estimulaba a que tomaran estudiantes, por lo que podían recibir
ingresos adicionales.

Entre los médicos griegos y romanos que ejercían en el Imperio se


distinguían cuatro sectas o escuelas, basadas en sus diferentes posturas
filosóficas, teóricas y prácticas: 1) Los dogmáticos reconocían como su
fundador a Herófilo, aprobaban el estudio de la anatomía por medio de las
disecciones, consideraban que las teorías sobre las causas de la enfermedad
eran la esencia del la medicina (desequilibrio de los elementos, de los humores
del pneuma; migración de la sangre a los vasos que llevan el pneuma; bloqueo
de los canales del cuerpo por "átomos"' etc.). Sus enemigos los caracterizaban
como más "habladores" que "hacedores", y decían que pasaban más tiempo
discutiendo que viendo al paciente. Los dogmáticos decían que la
confirmación de sus doctrinas se encontraba en el Corpus Hipocraticum y que
el mismo Hipócrates había sido un dogmático. 2) Los empíricos nombraban a
Erasístrato como su antecesor y se oponían a las disecciones porque
rechazaban la importancia de la anatomía en la medicina. Su postura era que
no deberían buscarse las causas de las enfermedades, porque las inmediatas
eran obvias y las oscuras eran imposibles de establecer; por lo tanto, la
comprensión de cosas como el pulso, la digestión o la respiración era inútil.
Lo más importante en medicina era la experiencia personal del médico con su
paciente, y lo que debía hacer es recoger los síntomas y tratarlos uno a uno
usando los remedios que ya se habían demostrado efectivos en el pasado. Al
igual que los dogmáticos, los empíricos alegaban que Hipócrates y el Corpus
Hipocraticum estaban de su lado. 3) Los metodistas también rechazaban todas
las hipótesis y teorías sobre las causas de la enfermedad, pero en cambio
sostenían que sólo había unas cuantas circunstancias que eran comunes a
muchas enfermedades, que debían ser manejadas principalmente por medio de
dietas. Naturalmente, estaban convencidos de que Hipócrates y toda su escuela
habían sido esencialmente metodistas. 4) Los neumatistas eran inicialmente
dogmáticos pero se separaron de esa secta porque consideraron que la
sustancia fundamental de la vida era el pneuma y que la causa única de las
enfermedades eran sus trastornos en el organismo, desencadenados por un
desequilibrio de los humores. Éste era el panorama del ejercicio de la
medicina en Roma cuando apareció Galeno.

GALENO

Claudio Galeno(130-200 d.C.) nació en Pérgamo, tres años después de


que esa hermosa ciudad griega hubiera sido conquistada por los romanos. Su
padre Nicón era un arquitecto a quien Galeno describió como inteligente,
controlado y generoso; su modelo de pensamiento eran las matemáticas y
descreía de las opiniones emocionales que no podían demostrarse con
precisión lógica. Nicón cuidó que la educación de su hijo fuera completa en
griego, autores clásicos, retórica, dialéctica y filosofía, pues esperaba que se
convirtiera en un filósofo profesional. Sin embargo, una noche soñó que el
dios Asclepio (cuyo majestuoso templo se estaba construyendo entonces en
Pérgamo) le ordenaba que su hijo estudiara medicina, por lo que a los 16 años
de edad Galeno ingresó como aprendiz con Sátiro, un médico local. Cinco
años después murió Nicón, dejándole a Galeno recursos suficientes para que
nunca tuviera preocupaciones económicas. A los 21 años de edad Galeno viajó
para seguir estudiando medicina, primero a Esmirna, después a Corinto y
finalmente a Alejandría, en donde permaneció más tiempo estudiando
anatomía, en la que llegó a ser un experto a pesar de que no realizó
disecciones en humanos. Al cabo de casi 12 años de ausencia, Galeno regresó
a Pérgamo y fue nombrado cirujano de los gladiadores, puesto que desempeñó
con gran éxito pues, según él mismo señala: "Muchos habían muerto en los
años anteriores y ninguno de los que yo traté falleció..."

Al cabo de tres años, Galeno viajó a Roma donde (con una breve
ausencia de un par de años) permaneció el resto de su vida. Allí tuvo un gran
éxito, al principio como anatomista y experimentador, y posteriormente como
médico y polemista. Pero en lo que no tiene paralelo en la historia es como
autor: sus escritos son los más voluminosos de toda la antigüedad. Ocupan 22
gruesos volúmenes en la única edición que existe, con 2.5 millones de
palabras, pero sólo reúnen dos terceras partes de la obra, pues el resto se ha
perdido. En su obra existen 9 libros de anatomía, 17 de fisiología, 6 de
patología, 14 de terapéutica, 30 de farmacia, 16 sobre el pulso, etc. Galeno
abarca absolutamente toda la medicina, que conoce mejor que nadie; todos los
que no están de acuerdo con él son ignorantes, estúpidos o las dos cosas, y lo
dice con absoluta claridad. Su ídolo es Hipócrates, cuyos escritos conoce
mejor que nadie y además los interpreta con la mayor fidelidad. En la
discusión de cualquier tema, Galeno adopta con frecuencia la misma
estrategia: primero identifica a su contrincante y resume la opinión que va a
demoler, sin dejar pasar la oportunidad de calificarlo de absurdo, débil mental
o algo peor; después invoca a Hipócrates y señala dónde su víctima se aparta o
hasta contradice al sabio de Cos, y finalmente procede a detallar en forma
sistemática y contundente la verdad acerca del tema en cuestión, citando
copiosamente a Hipócrates y también con frecuencia intercalando sus propias
interpretaciones, que, en su opinión, son fielmente hipocráticas y totalmente
correctas. Los textos de Galeno representan una síntesis del conocimiento
médico antiguo y algo más; contienen no uno sino varios esquemas generales
que posteriormente fueron copiados, interpretados, comentados y elaborados
por un ejército de traductores y comentaristas a lo largo de toda la Edad Media
y hasta el Renacimiento. En un ambiente en donde el dogma era la autoridad y
los libros clásicos eran el dogma, la palabra de Galeno se transformó en la
última corte de apelación de todas las discusiones en medicina hasta la época
de Vesalio (1543).

Combinando las ideas humorales hipocráticas con las antiguas teorías


pitagóricas de los cuatro elementos, a los que agregó su propio concepto de un
pneuma presente en todas partes, Galeno procedió a explicar absolutamente
todo. Abandonó la anotación cuidadosa de los hechos, tan importante para
Hipócrates, citando sólo sus milagrosas curas. Su principal teoría patológica se
basa en el equilibrio adecuado de los naturales, no naturales y contranaturales.
Galeno agregó al antiguo concepto de diátesis (tendencia o disposición
natural) otros dos, de gran importancia para su patología: pathos, que son las
alteraciones pasajeras que desaparecen cuando se elimina la causa de la
enfermedad, y nosos, que es lo que persiste en las mismas circunstancias.
Galeno adoptó y elaboró la teoría hipocrática de la enfermedad como un
desequilibrio de los humores, que puede resultar de deficiencia o exceso de
uno o más de ellos, o de cambios en sus propiedades de frío, calor, humedad o
sequedad.

Buenas venas

De cómo un modesto intercambio de fluidos —la transfusión de sangre


— sobresaltó al siglo XVII, despertó sospechas de satanismo, sufrió condenas
académicas y papales, revolucionó la concepción del cuerpo humano y lanzó a
la sangre a su estrellato definitivo. Douglas Starr devela los secretos de las
Tres Transfusiones que Conmovieron al Mundo en Blood. An Epic History of
Medicine and Commerce (Nueva York, Quill, 1998), notable ensayo que
explica cómo la sangre llegó a ser la mercadería médica más codiciada del
mundo.

En un pueblo cerca de París, en el siglo XVII, vivía un loco llamado


Antoine Mauroy. Poco se sabe de este oscuro y patético personaje: no hay
descripciones físicas, nada —virtualmente— sobre su paso por la vida.
Sabemos que sufría “ataques”, y que en esos trances golpeaba a su mujer, se
arrancaba la ropa y salía corriendo a la calle, incendiando casas a su paso. Su
nombre se habría perdido por completo si no hubiese participado de un
experimento que cambió para siempre la práctica de la medicina.
En el invierno de 1667, un noble encontró a Mauroy vagando desnudo por
París. Apiadándose de él, lo llevó hasta la casa de un amigo, Jean-Baptiste
Denis, médico de Luis XIV, que había estado investigando los efectos de
transfundir sangre de animales a seres humanos. Denis sentó a Mauroy en una
silla, rodeado de médicos, cirujanos y “mucha gente de nivel... demasiado
inteligente para que algo los tome de sorpresa”. Exactamente a las seis de la
tarde del 19 de diciembre, según el informe del doctor, un asistente abrió una
vena del brazo de Mauroy, insertó un tubo de plata y drenó alrededor de diez
onzas de sangre. Insertó luego el otro extremo del tubo en la arteria de la
pierna de un ternero y dejó que una copa entera de sangre del ternero pasara al
hombre. El doctor tenía la esperanza de que la sangre del ternero, “por su
suavidad y su frescura, mitigara el ardor y la ebullición de la sangre (del
paciente)”.

Dado el estado de la medicina de la época, no era escandaloso que el


médico del rey infundiera sangre animal en un hombre. La medicina del siglo
XVII era una mezcla fortuita de curas populares, astrología, hechizos
religiosos y lecciones aprendidas de los griegos. Los médicos trataban a sus
pacientes con raíces, hierbas, gusanos, polvos hechos de piedras preciosas,
ojos de cangrejos, lenguas de víbora o “musgo del esqueleto de una víctima de
muerte violenta”. Los barberos operaban con tanta frecuencia como los
cirujanos; ambos sangraban a los pacientes al menor signo de enfermedad,
eliminando los “malos humores” al mismo tiempo que la sangre, a menudo
hasta la muerte.

La vida era insalubre, brutal y breve. Huyendo de la pobreza rural, las


masas se amontonaban en los barrios más pobres de las grandes ciudades
europeas, donde las calles servían de cloacas y las casas se convertían en nidos
de ratas y otras sabandijas. Había pestes que recorrían cíclicamente el
continente —malaria, fiebre amarilla, la Muerte Negra— y vaciaban ciudades,
liquidaban economías y segaban decenas de miles de vidas.

Sin embargo, por desolada que fuera para el individuo promedio, la


época prometía mucho para la humanidad. El período renovó el arte, la
literatura, la filosofía y la ciencia. Era la época de Rembrandt y de Racine, de
Milton y de Molière. La fe en la razón humana desafiaba el dogma de la
Iglesia como nunca antes. En ciencia, la superstición cedía paso a la
observación desapegada. La naturaleza, alguna vez mística, se volvía
cuantificable. En los años previos a los experimentos de Denis, Newton había
propuesto su teoría de la gravedad, Galileo observado manchas solares y
Robert Boyle explicado el comportamiento de los gases. En Francia, Descartes
había inventado la geometría analítica y, aplicando conceptos estrictamente
matemáticos a la naturaleza, había creado el pensamiento científico moderno.
La época también era promisoria para la medicina. Ahora que la Iglesia había
suavizado sus tabúes en cuanto a la disección del cuerpo humano, anatomistas
como Vesalio, William Harvey y Marcelo Malphigi revelaban la complejidad
del organismo humano, con un conocimiento sorprendentemente preciso de la
estructura y la función de los sistemas orgánicos. Sabían, por ejemplo, que el
corazón funcionaba como una bomba, forzando a la sangre a salir a través de
las arterias y permitiéndole volver a través de las venas, y que esas dos clases
de vasos estaban conectadas por un sistema de capilares. Sabían que el
páncreas, el bazo y los órganos digestivos segregan jugos corrosivos o
enzimas, y tenían también una comprensión básica del funcionamiento del ojo.
Pese a esas sofisticaciones, sin embargo, también se mantenían fieles a un
núcleo de creencias antiguas. Seguían creyendo que la enfermedad se
originaba en un desequilibrio de los fluidos invisibles o vapores del cuerpo
llamados “humores”. También creían que la sangre llevaba de algún modo la
esencia de las criaturas en las que fluía, un concepto llamado “vitalismo” que
sobrevivió intacto durante mil quinientos años. Según esa creencia, la sangre
de un ciervo puede contener rasgos de coraje y longevidad; la de un ternero,
de serenidad. Así, el trabajo de Denis, aunque despistado para los parámetros
modernos, exhibía una mezcla de ciencia y superstición típica de su época.
Denis era un hombre de aspecto sombrío, ojos grandes, nariz y frente
prominentes. Hijo de una modesta familia de artesanos, estudió teología en
París y luego medicina en Montpellier. Otra vez en París, fue profesor de
filosofía y matemática, así como uno de los médicos de Luis XIV. Intelectual
ávido, participaba de los círculos esclarecidos de la ciudad y de las academias,
donde debatía cuestiones de física, matemática, medicina y filosofía. Era
miembro de la academia que patrocinaba el conde de Montmor, conocido por
su filosofía progresista. Fue el conde, de hecho, quien llevó al loco hasta lo de
Denis aquella fría noche de invierno.

Mientras trabajaba con su paciente, Denis esperaba las señales que


indicaran que la transfusión había surtido efecto. Pasaron unos minutos; la
sangre del ternero corría por el tubo. Cuando extrajo el aparato, Mauroy se
quejó de un gran calor en su muñeca; luego suturó la herida y le dijo a Mauroy
que se fuera a dormir. Dos horas después, el paciente despertó. Ya sin dolor,
comió una cena abundante y se entretuvo silbando y cantando.

Dos días más tarde, Denis lo sometió a una nueva transfusión, aún
mayor que la primera. Apenas la sangre empezó a entrar en sus venas, Mauroy
volvió a quejarse de que una sensación de calor le subía por el brazo. El pulso
se le aceleró, disminuyó, luego volvió a acelerarse. “Observamos que sudaba
abundantemente”, escribió Denis. “Se quejaba de fuertes dolores en los
riñones y de malestares estomacales, y decía que si no lo liberaban iba a
vomitar.” Alarmado por las reacciones fortuitas de Mauroy, Denis y su
asistente le quitaron el tubo. “Mientras cerrábamos la herida, (Mauroy) vomitó
la ración de panceta y grasa que había comido media hora antes”, escribió
Denis. El paciente orinó un fluido negro, “como mezclado con hollín”. Lo
pusieron a dormir, para descubrir a la mañana siguiente, cuando despertó, que
“lucía una calma sorprendente, y una gran presencia de ánimo... y una lasitud
general en todos sus miembros”.
Denis no podía saberlo, pero su paciente acababa de sufrir un shock casi
fatal. La sangre animal contiene proteínas completamente extrañas para la
sangre humana. Enfrentado con esas sustancias, el cuerpo humano reacciona
rápida y dramáticamente, movilizando anticuerpos para destruir las células
invasoras. La reacción provoca una violenta hemólisis (destrucción física de
los glóbulos rojos que entran), inflamación, fiebre y dolor en los riñones, dado
que éstos trabajan filtrando la hemoglobina tóxica y los fragmentos de células.
Los glóbulos rojos mueren de a millones, y la hemoglobina oxidada ennegrece
la orina.

Si Mauroy sobrevivió fue sólo por casualidad. A lo largo de los dos días
que pasó con Denis, durmió, rezó, sangró por la nariz y siguió orinando negro
como el carbón. Sin su manía tenía poco que decir. El viernes le extrajeron
dos porrones de sangre. El sábado, dos días y medio después del
procedimiento, Mauroy se sentía lo suficientemente fuerte para ir a confesarse.
“Ese mismo día —escribió Denis—, su orina se aclaró.”
Entretanto, Madame Perrine Mauroy, que había estado buscando a su marido
de pueblo en pueblo, lo encontró por fin en manos del doctor Denis. Se acercó
a Antoine un poco turbada, temerosa de su pasado brutal. Para su sorpresa, su
marido la recibió con ternura, contándole “con gran presencia de ánimo todo
cuanto le había sucedido mientras corría por las calles, cómo la policía lo
había capturado una noche y cómo le habían transfundido sangre de ternero en
las venas”. Denis apenas podía creer lo que veía: el hombre que “solía no
hacer otra cosa que maldecir y golpear a su mujer” estaba dramáticamente —
casi mágicamente— curado.
Del otro lado del Canal Inglés, los rivales de Denis leyeron sus informes
consternados. No ponían en duda la verdad de sus experimentos; lo que los
escandalizaba era la velocidad de sus progresos. Según los ingleses, ellos
habían sido pioneros en la técnica de la transfusión, los primeros en
transfundir sangre entre animales de la misma especie y de una especie a otra,
y los primeros en proponer transfusiones humanas. Podían trazar una línea
directa entre sus experimentos y el trabajo de Harvey, que, cuarenta años
atrás, había sido el primero en probar que la sangre circulaba a través de
arterias y venas.

Desde antes de los antiguos griegos, la gente concebía el cuerpo


humano de una manera fundamentalmente distinta. A diferencia de la
concepción actual, no pensaban en términos de sistemas —digestivo, nervioso,
endocrino, por ejemplo— y nada sabían de hormonas, genes, infecciones o
gérmenes. En cambio, veían el cuerpo como un microcosmos de la naturaleza.
Dado que todos los fenómenos naturales eran pensados como resultado de la
interacción de los cuatro elementos —aire, fuego, agua y tierra—, los griegos
creían que cuatro factores análogos debían gobernar el cuerpo. Esos
elementos, o “humores”, eran la flema, la cólera, la bilis y la sangre. Los
remanentes lingüísticos de ese sistema pueden verse en palabras como
“bilioso” o “colérico”. Según la medicina griega, la buena salud dependía del
mantenimiento del equilibrio entre los humores, que más tarde conduciría a las
prácticas del purgado del aparato digestivo y el drenaje de la sangre.
El sistema se mantuvo sin discusión durante siglos y fue adoptado, casi
intacto, por los cristianos. La sangre, en tanto Humor Supremo, era
considerada portadora de vida; llevaba el espíritu vital por todo el cuerpo,
bajaba y fluía a través de venas y arterias y entraba en el corazón a través de
poros imaginarios. A medida que los anatomistas fueron realizando
disecciones, sin embargo, descubrieron que la teoría no se correspondía con
los hechos. Vesalio comprobó que era imposible localizar los poros. “Nos
vemos obligados a suponer la mano del Supremo —escribió con comprensión
y humildad—, que hace que la sangre pase del ventrículo derecho al izquierdo
a través de pasajes que escapan a la visión humana.” Harvey prefirió una
declaración más directa: “¡Demonios! ¡No existen tales poros!”.
Harvey también encontró otras anomalías. Al examinar las venas de unas
ochenta especies animales —desde anguilas hasta corderos, pasando por
hombres—, descubrió que estaban puntuadas por numerosas válvulas. Trató
de meterles agua por la fuerza a través de los vasos pero, contra lo que sugería
la teoría de los humores, no consiguió que el líquido se moviera hacia adelante
y hacia atrás: las válvulas le permitían fluir en una sola dirección. Tras
algunos estudios suplementarios, se descubrió, sacando una conclusión
asombrosa: antes que fluir y refluir como una marea, la sangre corría
resueltamente, iba por las arterias y venía por las venas, circulaba a través de
un sistema cerrado, unidireccional. Como el corazón —la sede del alma, la
fuente de toda vida— era una simple bomba mecánica.

Inicialmente resistidas, las conclusiones de Harvey revolucionaron la


manera en que la gente conceptualizaba el cuerpo, ahora considerado como
algo más mecánico que místico. También cambió la práctica de la ciencia con
sus métodos cuantitativos: al medir cosas como el flujo y el volumen, hizo
nacer el campo de la anatomía experimental. (Hay que notar que, aunque
Harvey descubrió el sistema circulatorio, nunca rechazó explícitamente la
teoría humoral.)
Harvey trabajaba en Oxford con un grupo de científicos brillantes
autodenominado Club de Filosofía Experimental. Sus colegas quedaron tan
impresionados con sus métodos que emprendieron sus propios trabajos sobre
circulación, aun cuando habían sido entrenados en campos completamente
distintos. Christopher Wren, el legendario arquitecto, y Robert Boyle, el
fundador de la química moderna, eran unos aficionados en asuntos
circulatorios, y usaban una pluma hueca y una cámara de aire para inyectar
opio y antimonia en perros. Al inyectar la droga y registrar los síntomas —el
opio da sueño; la antimonia, vómitos—, ya podían demostrar la eficacia de la
intervención. Ese sencillo experimento arrojó dos resultados llamativos: la
invención de la primera jeringa intravenosa; la demostración de que el sistema
circulatorio, hasta entonces inviolable, podía abrirse a interferencias externas.
Los anatomistas empezaron a inyectar en perros toda clase de soluciones,
desde orina hasta cerveza, pasando por vino y leche, a menudo con resultados
fatales. Por fin, un médico joven y talentoso, Richard Lower, sugirió inyectar
lo que consideraba el líquido más compatible de todos. En una serie de
experimentos que empezaron en 1665, Lower consiguió transfundir sangre de
un perro a otro. Abrió las venas yugulares de dos animales y unió cada una a
cada extremo de un cañito, de manera que la sangre pudiera circular de un
animal al otro. Falló. Las venas, a diferencia de las arterias, llevan sangre a
baja presión mientras vuelven al corazón. Una vena cortada no chorrea como
una arteria, así que, más que correr de un animal al otro, la lánguida sangre
venosa se juntaba y coagulaba dentro del tubo. Después de un año
experimentando varias combinaciones, Lower llegó finalmente al
procedimiento exitoso: conectar la arteria del animal donante con la vena del
receptor. La diferencia de presión entre la arteria que chorrea y la vena pasiva
empujaba a la sangre del donante al receptor. Ese simple avance se volvería
crítico para los transfusionistas en los siglos siguientes.

Ciñéndose a este nuevo dato, Lower ya estaba preparado para el “nuevo


y espectacular experimento” de fines de febrero de 1666. “Elegí un perro
mediano y le extraje sangre de una vena yugular expuesta”, escribió. Extrajo
tanta sangre como pudo sin matarlo. “Al principio el perro se puso a gemir,
pero pronto sus fuerzas se agotaron y empezó a sacudirse convulsivamente.”
Mientras tanto, había atado un perro de caza a una segunda camilla, le había
expuesto una arteria del cuello y conectado a ella un tubito; luego colocó el
otro extremo del tubo en la vena yugular del perro más pequeño. Deshizo un
nudo y dejó que la sangre fluyera hasta que en el perro de caza “no quedaran
sangre ni vida”.

Entonces asistió a un espectáculo que, dadas las creencias y la ciencia


de la época, debió ser asombroso. El perro más pequeño volvió virtualmente
de la muerte, como si la fuerza vital del perro de caza lo hubiese recargado.
Lower suturó la vena yugular, aflojó las trabas y observó al perrito saltar de la
mesa. “Olvidado de sus heridas, festejó a su dueño y se retorció en el pasto
para limpiarse la sangre, exactamente como habría hecho si lo hubieran
arrojado al agua, sin el menor signo de incomodidad o disgusto.”
Los experimentos de Lower entusiasmaron a sus compañeros filósofos como
nada en años. Sus colegas se lanzaron a explorar las consecuencias. Robert
Boyle le escribió a Lower que habría que considerar el amplio espectro de
posibilidades que parecían abrirse a partir de la transfusión. ¿Qué pasaría con
un perro feroz “si se le infundiera la sangre de un perro cobarde”? ¿Se
amansaría? ¿Olvidaría un perro entrenado sus destrezas si se le transfundía la
sangre de un animal no entrenado?

¿El color del pelo del donante reemplazaría el del receptor?

Lower siguió trabajando, y más tarde informó de sus progresos en una


larga carta a Boyle. Escribió que, después de pasar sangre de un perro a otro
en cantidades lo suficientemente grandes para matar al donante, transfundió
dosis más pequeñas de varios perros a uno, de modo de preservar las vidas de
los donantes. También mezcló sangre de distintas especies animales, pasando
sangre de una oveja a un perro. Además de revigorizar a los receptores, la
transfusión no parecía alterar sus disposiciones. “La utilidad más probable de
este experimento —concluía— es que un animal podría vivir con la sangre de
otro.”

Todo esto sucedía aproximadamente un año antes de que Denis le


transfundiera sangre de ternero a Antoine Mauroy. En el ínterin, el francés,
prescindiendo de la pluma o el tubo como medios para transfundir la sangre,
inventó un nuevo aparato: un par de cilindros de plata conectados en línea con
un pequeño saco entre ellos. Insertando un tubo en un vaso sanguíneo del
primer perro y el otro en el segundo perro, el saco quedaría apretado de tal
modo que la sangre tendría forzosamente que ir del donante al receptor.
Denis realizó diecinueve transfusiones entre perros. La transfusión parecía ser
menos traumática si utilizaba la arteria crural de la pierna en lugar de la arteria
carótida del cuello. Expandió también su repertorio: transfundió sangre de
ternero a un perro y sangre de cuatro carneros a un caballo. Durante meses,
Denis gozó de un éxito ininterrumpido: al parecer, la sangre era un nutriente
universal, benéfico para todas las especies.

Entonces presentó su idea más atrevida en un informe cuidadosamente


razonado, en el que justificaba paso a paso lo que aún hoy sonaría como una
idea escandalosa. Empezaba con la idea filosófica de que la naturaleza
aprueba el principio del intercambio de sangre; después de todo, el feto
comparte la sangre de la madre a través de la placenta. Luego sostenía la
posición moral de que no había nada malo en nutrirse de animales; ¿acaso el
hombre no obtenía leche y carne de las bestias? Por fin, tras demostrar con sus
experimentos los beneficios de transfundir sangre de un animal a otro, ahora
proponía que sus bendiciones se extendieran al hombre. “Pleuresías, viruela,
lepra, cánceres, úlceras, locura, senilidad y otras enfermedades originadas en
la malignidad de la sangre”, todo podía curarse con el uso de la transfusión.
Pero aún no podía aprobar el uso del hombre como fuente de sangre: “Sería
una operación bárbara el prolongar la vida de algunos hombres abreviando la
de otros”. Después de diez páginas de razonar con método y sensibilidad,
Denis sugería usar la “sangre suave y loable” de los animales para transfundir
al hombre.

No tardó mucho en poner a prueba sus ideas. En junio de 1667 recibió a


un paciente de dieciséis años “atormentado por una fiebre violenta y
contumaz”. Los médicos lo habían sangrado veinte veces, lo que, al parecer,
sólo lo había debilitado. “Había perdido el juicio, tenía la memoria extraviada
y el cuerpo tan pesado y soñoliento que no servía para nada.” Denis decidió
que la sangre del noble ternero podía ser útil. Ató al ternero, le abrió el cuello
y dejó que nueve onzas de su sangre fluyeran a una vena del antebrazo del
chico. El paciente sintió que un gran calor le subía por el brazo, luego durmió
una hora y cuando despertó ya no sentía dolor alguno. “Ejecuta claramente lo
que se le indica, y ya no tiene pesadez ni somnolencia en el cuerpo”, escribió
Denis. Semanas después, observó que el paciente “engorda visiblemente y es
motivo de asombro en cuantos lo conocen”.

Luego transfundió a un robusto peón de 45 años. El hombre se rió y


charló todo el tiempo, indiferente al ardor de la mano. Después se negó a
recostarse y, ávido de mostrar su fuerza y su entrenamiento como carnicero, se
apoderó del ternero y lo sacrificó. Durmió una breve siesta, salió, pasó a
buscar a sus amigos y los llevó a la taberna “a beber parte del dinero que le
habían dado por el trabajo de ese día”. Pasó el resto del día trabajando
duramente, escribió Denis.

Al día siguiente se encontraron en la calle. “Le reproché su


imprudencia”, recordaba Denis. “Pero me dijo, para disculparse, que cuando
se sentía bien no podía descansar... Que había comido, bebido y dormido muy
bien, que tenía más fuerza que nunca.” Por fin, el paciente le dijo “que si
pensábamos repetir el experimento en algún momento, él quería ser el elegido,
él y ningún otro...”

Denis publicó su informe en la edición de las Philosophical


Transactions del 22 de julio de 1667. Lower publicó una respuesta insultante.
“Yo fui el que descubrió la transfusión”, protestó, y acusó a Denis de robarle
la idea. “Cuando la noticia de este nuevo invento empezaba a estremecer por
todas partes los labios de los hombres, el Dr. Dionys (sic)... intentó quitarme
el crédito del origen del famoso experimento y quiso apropiárselo.”
Denis no era un hombre peleador. Como lo puntualizó más tarde, reconocía
que el crédito del descubrimiento era de los ingleses; él sólo había adelantado
la técnica.

Para entonces, Denis había completado dos transfusiones en Antoine


Mauroy; también había transfundido a un noble sueco, que murió, y a una
mujer parcialmente paralizada, que sobrevivió. Pero las críticas de los ingleses
palidecieron ante el envilecimiento que empezó a enfrentar en su propia patria.
La intelligentsia francesa era altamente política, y estaba corrompida por el
deseo de mantener los placeres de la corte. En su avidez por congraciarse con
el rey, la elite se había vuelto experta en el arte de la difamación, y cada logro
dejaba a su paso un tropel de celos y envidias. Después de meses de oír hablar
de los éxitos de Denis, los mandarines de la Academia Francesa —rivales de
la Academia de Montmor— decidieron que era hora de atacar.
Empezaron con una serie de panfletos que calumniaban a Denis, la transfusión
y hasta el concepto básico de la circulación sanguínea. “Podría llenar un libro
con cada enfermedad conocida, con su naturaleza y sus causas, y mostrar
fácilmente por qué la transfusión de sangre sería una manera inútil de curarla”,
escribió G. Lamy, de la Universidad de París. Y listaba luego varias
enfermedades, como la pleuresía y el cáncer, y explicaba con la vieja teoría
humoral por qué una transfusión jamás podría funcionar. Después, astuto
dialéctico, Lamy elegía el rumbo opuesto. ¿Si las transfusiones funcionaran,
entonces qué? Todos los enfermos del mundo las reclamarían, con lo que no
habría en el mundo suficientes animales para proporcionar la sangre necesaria.
Algunos críticos se preguntaban por qué la sangre de un ternero, si confería
tranquilidad, no transmitía también la estupidez del animal. Otros
simplemente prescindían de la lógica. Pierre de la Martinière, otro de los
médicos del rey y miembro de la Academia francesa, calificó la transfusión de
metodología “monstruosa”, una práctica bárbara que remitía al canibalismo y
procedía directamente de “la boutique de Satanás”.

La argumentación, que puso a los conservadores de la Academia


francesa contra los progresistas de Montmor, se derramó por escuelas y
academias, estremeció la corte del rey y salpimentó el chismerío de París. Los
ingleses permanecieron equidistantes, defendiendo la transfusión pero
ridiculizando a Denis. Toda Europa seguía el debate. Abrumado y golpeado
por el barullo, Denis rehusó rebajarse a participar. Y entonces, cuando el
conflicto entraba en un crescendo inquietante, llamaron a la puerta y Denis
abrió.

Eran Antoine Mauroy y su esposa Perrine. Se veían cansados y


harapientos, y ella lucía algunos moretones. Antoine había vuelto a sufrir sus
ataques. Ignorando el consejo del médico de comportarse con moderación,
había estado yendo a la taberna, fumando tabaco y teniendo relaciones
sexuales con su esposa. Y también había empezado a golpearla de nuevo.
Perrine suplicó al médico que transfundiera a su marido. Denis dudó. El
procedimiento era experimental, y Antoine no parecía suficientemente fuerte
para soportarlo. Parecía más ojeroso que antes, temblaba sin control. Tal vez
sólo tuviera que descansar un poco. Perrine se desesperó: el buen doctor tenía
que realizar la operación. Denis, una vez más, se negó.
Poco después, Denis recibió una carta conciliadora de Perrine. ¿Les haría “la
caridad” de ir hasta la casa de ellos? Al llegar encontró a su asistente, un
equipo de instrumentos y un ternero, todo preparado y listo para la transfusión.
Ahí estaba el paciente, sentado, sacudiéndose y temblando; era evidente que
no estaba en forma para la operación. Denis dio media vuelta para irse, pero
Perrine, cayendo de rodillas al piso, “con lágrimas en los ojos”, le imploró que
se quedara. Denis cedió y ató al ternero y preparó al paciente. Apenas
insertaron el tubo, sin embargo, Antoine sufrió una serie de violentos
estremecimientos y la cánula se salió de su lugar. Terminaron el experimento
sin haber transfundido una sola gota de la sangre del ternero.
Antoine Mauroy murió a la noche siguiente. Perrine rechazó el pedido de
Denis de examinar el cuerpo. Sospechando algo, Denis dijo que volvería con
varios testigos y, en caso de ser necesario, haría una autopsia por la fuerza. La
mujer cremó a su marido antes de que regresaran.

Los enemigos de Denis estrecharon filas, publicaron nuevos libros


difamatorios y panfletos y acusaron al médico de asesino y de idiota. Poco
después, Perrine visitó a Denis. Le dijo que tres médicos de la Academia
francesa le habían ofrecido 50 luises de oro por acusarlo de asesinato, como
resultado del intento de la tercera transfusión. Si él la ayudaba
financieramente, ella dejaría pasar la oferta; de otro modo tendría que
aceptarla. Denis le dijo que ella y sus amigos doctores estaban locos, tan locos
que “tenían más necesidad de una transfusión que... el marido de ella”.
Lo que siguió debe ser una de las más extrañas revocaciones de la historia
judicial. Al principio el caso se desarrolló normalmente: Perrine se quejó por
el tratamiento inhumano, el médico se defendió con un desfile de pacientes
que atestiguaron la eficacia de sus procedimientos. Todos coincidían en que
las dos primeras transfusiones habían logrado calmar a Mauroy, pero después
había vuelto a sufrir ataques. Luego apareció un asunto muy extraño. Una
noche, después de que Mauroy golpeara a su mujer brutalmente en los oídos,
Perrine empezó a ponerle “ciertos polvos” en la sopa (un caldo intragable,
evidentemente, ya que el gato de la casa había muerto después de
probar un sorbo). Cuando se intentó la tercera transfusión,
Antoine estaba muriéndose, envenenado con arsénico.

En sus considerandos del 17 de abril de 1668, la corte confirmó la


evidencia preliminar contra Perrine y ordenó que ella y los tres médicos
comparecieran para un nuevo interrogatorio. La corte absolvió a Denis del
cargo de mala praxis y aceptó que la tercera transfusión nunca se había
realizado. Al mismo tiempo observó que la transfusión era algo que
preocupaba a todos los médicos de París, y por deferencia a esa preocupación
decretó que cualquier médico que quisiera hacer una transfusión tendría que
pedir permiso primero a la Facultad de Medicina. Esa pequeña condición fue
un golpe devastador. Como la facultad representaba a los médicos más
estrechos y jerárquicos de Francia, los médicos más progresistas de
Montpellier, Reims y otras universidades optarían pronto, antes de someterse a
la aprobación de la facultad, por abandonar el procedimiento. Así, pese a la
completa exoneración de Denis, la práctica de la transfusión desapareció
lentamente. Dos años después, el parlamento francés condenó oficialmente
todas las transfusiones que comprometieran a seres humanos, lo que despertó
en los ingleses la debida aprobación. Y cuando dos hombres murieron de
transfusiones en Roma, el Papa condenó la práctica a lo largo y a lo ancho de
Europa.
Por ingenuo y fortuito que su trabajo pueda parecer, sería erróneo
descalificar a Denis y sus contemporáneos. En tiempos en que la gente
consideraba la sangre como algo mágico, ellos la concibieron como un
nutriente, una sustancia puramente biológica que podía hacer pasar la vida de
una criatura a otra. Resquebrajaron el muro de la medicina humoral,
demostrando que el cuerpo no se regía por humores vagos sino por químicos,
vasos y bombas. Pusieron incluso en duda la práctica del sangrado,
subrayando que la sangre podría ser más un nutriente que un humor malo.
En cuanto al affaire Mauroy, uno siente la tentación de desmerecer los
informes de Denis sobre una cura temporaria como si fueran expresiones de
deseos: es posible que a Mauroy, más que curarlo, lo hayan extenuado. Sin
embargo, hay algunas pistas en el historial que sugieren una posibilidad más
tentadora. Un inglés que asistía a los experimentos observó que la locura de
Mauroy era “originaria del... amor”. En otras palabras, Mauroy probablemente
tuviera sífilis, una enfermedad que en fases tardías ocasiona daño cerebral. La
sífilis es causada por la Treponema pallidum, una bacteria que no soporta altas
temperaturas. (Denis había notado que la manía de su paciente se aplacaba
después de un rapto de fiebre furiosa.) A principios del siglo XX, antes del
desarrollo de los antibióticos, los médicos trataban la sífilis obligando al
paciente a sentarse en un gabinete calefaccionado; a veces administraban una
dosis no fatal de malaria para provocar fiebre, incrementando la temperatura
del cuerpo y matando las bacterias. Si esas pistas son correctas, entonces
Denis puede haber disparado en Mauroy una cadena de hechos extraña pero
factible: procedió a la transfusión, el paciente reaccionó, y la fiebre que casi lo
mata funcionó como un estorbo para las bacterias. Y, por unos meses, el loco
anduvo cuerdo.
LA ANATOMIA Y LOS RENACENTISTAS

    El Humanismo renacentista y la influencia artística

Como ya se comentó en un tema anterior, en torno a 1500 el mundo


occidental se encontraba en lo que fue percibido como uno de los cambios
más importantes y de mayor alcance que había ocurrido en los últimos mil
años: volver la mirada hacia atrás para recuperar los modos de hacer y de
pensar de la Roma y la Grecia clásicas. Este movimiento se dio en el área
económicamente dominante del occidente europeo cristiano, en Italia,
especialmente en las ricas y ostentosas ciudades estados del norte de Italia, en
Venecia y Florencia, pero también en Roma. En escultura, arquitectura,
pintura, en géneros de literatura, en idiomas (latín clásico y griego), en
matemáticas y astronomía, en filosofía, en política, en cualquier campo de la
actividad de la Antigüedad Clásica, se propuso la vuelta a los modos de hacer
de los grecolatinos. El intento de revivir la Antigüedad Clásica en un nuevo
mundo llevó, de manera no intencional pero sí inexorable, no a la recreación
de la tradición antigua, como se pretendía, sino a la creación de una nueva. El
hecho de volver atrás en busca de los mejores modelos del mundo antiguo
llevó al ‘progreso’, a la sensación de ir avanzando y a la consideración
positiva de este proceso, tal y como ha estuadiado Maravall (1966).

En lo que al mundo de la medicina se refiere esta tendencia, como ya


comentamos, llevó al fenómeno del humanismo médico, esto es, a la
recuperación de textos de los antiguos -la obra de Galeno se publicó en griego
en Venecia en 1525- para conocerlos directamente en su idioma original o en
versiones latinas lo suficientemente exactas como para que no apareciesen
contaminaciones. La diseminación de los mismos fue, además,
extraordinariamente facilitada por la generalización de la imprenta.

Este movimiento general tuvo su repercusión directa en el campo de la


anatomía. Así, se tradujeron en la segunda década del siglo XVI varios
tratados anatómicos de Galeno, y un anatomista humanista como Günther de
Andernach (1487-1574) realizó una nueva versión de "Sobre los
procedimientos anatómicos" (1531) que permitió conocer de manera más
exacta el proceder anatómico de Galeno. Así mismo, tanto Günther von
Andernach como su compañero en la facultad de medicina de París -centro de
la anatomía galénica-, Silvio (Jacques Dubois, 1478-1555) -que había llevado
a cabo una revisión (1528) de la versión de Niccolò da Reggio de "Sobre el
uso de las partes"- prepararon resúmenes para la enseñanza anatómica a partir
de las fuentes galénicas clásicas, mucho mejor conocidas gracias a ellos.
Ambos fueron, asimismo, hábiles disectores.

Una segunda fase del movimiento fue el Helenismo, esto es, la


pretensión de superioridad de la cultura griega sobre la latina, que tuvo
también fuerte impronta sobre la labor anatómica, en este caso en el terreno
terminológico, pues se trató de derivar toda la terminología anatómica del
griego, espurgando las impurezas debidas a los árabes, tarea en la que
nuevamente Silvio y Günther von Andernach jugaron un gran papel al
incorporar términos como crural, cístico, gástrico, sistema coronario,
pericráneo, colon, etc.

Dentro del mismo movimiento renacentista la vuelta al arte clásico


también fue, como ya hemos señalado, uno de sus rasgos fundamentales. Y los
artistas, con el fin de volver a la perfección de los desnundos humanos de la
escultura clásica y de plasmar también tal perfección en la pintura, buscaron
aumentar su conocimiento anatómico para poder así esculpir y pintar el cuerpo
humano de la manera más real y natural posible. Entre los que mostraron gran
interés por la anatomía suele subrayarse a artistas como Donatello (1386-
1466), Andrea del Verrochio (1405-1488), Luca Signorelli (ca. 1441-1523), o
Antonio Pollaiuolo (1432-1498), del que se dice realizó sus propias
disecciones. Muchos artistas observaban cuidadosamente disecciones
realizadas en las universidades, con el fin de poder plasmar en sus obras
correctamente el cuerpo humano, tanto en reposo como en movimiento, para
lo que les resultaba especialmente útil la disección de los músculos
superficiales.

Dentro de este movimiento hay que situar la labor de Leonardo da Vinci


(1452-1519), cuyo interés por la anatomía fue mucho más intenso. Llevó a
cabo disecciones en Milán, Florencia y Roma, que representó en numerosas
notas anatómicas cuyas técnicas gráficas son de grán interés. Así mismo, fue
pionero en las técnicas de inyección de cera. Sin embargo, su influencia en la
anatomía renacentista fue escasa, puesto que sus anotaciones quedaron en su
mayor parte inéditas y sufrieron una complicada peripecia que llevó, parte a la
Biblioteca Ambrosiana de Milán, y parte al Palacio de Windsor. Allí estuvo el
principal conjunto desde finales del siglo XVII, pero sólo ha sido accesible
desde inicios del presente.

  Los llamados prevesalianos: Benedetti, Zerbi, Berengario de Carpi

En este contexto humanista y helenista es en el que hay que situar la


obra de los anatomistas que publicaron sus obras con anterioridad a la
"Fabrica" de Vesalio. Todos ellos trabajaron en el área donde la enseñanza de
la anatomía había comenzado con asiduidad dos siglos atrás, el norte de Italia
y especialmente las universidades de Padua y Bolonia, las dos más
importantes del mundo en ese momento. Nos vamos a centrar en tres,
Benedetti, Zerbi y Berengario de Carpi, especialmente representativos de las
tendencias del inicio de la anatomía renacentista, como transición entre los
modos escolásticos y la mayor confianza en la disección, que se iría
produciendo a lo largo de la centuria. Los tres siguieron la estela de Mondino
y escribieron libros para acompañar la disección del cuerpo humano,
siguiendo el esquema que el boloñés fijó a inicios del XIV. Sin embargo, otros
muchos autores de este período merecerían ser citados por sus contribuciones
como Benivieni (ca. 1450-1502), Achillini (1463-1512), Della Torre (1478-
1511), Massa (1499-1569), Cannano (1515-1579).

En la línea del helenismo hemos de situar la "Anatomice sive historia


corporis humani" -publicada en Venecia en 1502, pero probablemente escrita
entre 1493 y 1497- del veronés Alessandro de Benedetti (ca. 1450-1512), que
llegó a ser en 1490 profesor ordinario de medicina práctica en la Universidad
de Padua. Utilizó tan sólo fuentes griegas en su obra (Platón, Aristóteles,
Hipócrates y Galeno), y uno de sus empeños fue el empleo riguroso de
terminología griega. El breve tratado anatómico de Benedetti era galénico,
pero basado directamente en Galeno, debido a los conocimientos del idioma
griego de su autor, por lo que alcanzó gran popularidad. Se reimprimió en
París en 1514, lo cual permitió que su renovado vocabulario de términos
morfológicos lograra también influencia en la Europa septentrional. Además,
resulta conveniente anotar que fue el primero en proponer el uso del ‘teatro’
-del mismo tipo que se usaba para las representaciones dramáticas en la
Antigüedad Clásica- para la demostración anatómica.
Gabriele de Zerbi (1445-1505), también veronés, se formó en Padua y
fue profesor tanto en esta universidad como en la de Bolonia, para pasar luego
a la corte papal de Roma y retornar de nuevo como profesor a Padua. En esta
universidad, que actuaba como la del Véneto al igual que en la de Bolonia,
había una fuerte relación entre la formación médica y la filosófica y De Zerbi
desarrolló carrera profesoral en ambas materias. Su tratado anatómico "Liber
Anathomie Corporis Humani", publicado en Venecia en 1502, podemos
situarlo en la línea humanista de estudio pormenorizado de las autoridades,
citando y comparando numerosos autores, entre los que De Zerbi situaba
siempre por encima a Aristótoles. Consideraba a la anatomía parte de la
medicina teórica, no de las artes, pero también llevó a cabo disecciones, y el
tratado que consagra a los órganos abdominales es bastante completo.

Berengario de Carpi (ca. 1460-1530) se formó en Bolonia y frecuentó el


círculo de los más afamados humanistas de su época. Al final de su vida, tras
dedicarse a la práctica de la cirugía, llegó a ser profesor de cirugía y anatomía
en la propia universidad de Bolonia, dedicándose con el paso del tiempo
especialmente a esta última disciplina, y realizando gran número de
disecciones. Fue autor de unos "Commentaria cum amplissimis additionibus
super anatomia Mundini" (1521) en los que trató de perfeccionar la labor de su
antecesor en el estudio boloñés, al que consideraba verdadero seguidor de la
anatomía galénica. Su obra, al igual que la de De Zerbi, comenta y discute
numerosos autores, entre ellos el propio De Zerbi, al que ataca con frecuencia.
Utiliza el método de los comentarios como modo de encontrar concordancias
entre las autoridades. Sin embargo, su consideración de la anatomía fue
diferente de la de De Zerbi. Si acabamos de comentar que éste la consideraba
como parte de la scientia, de la medicina teórica, Berengario, cirujano de
formación y profesión, considera a la anatomía como una actividad manual y
práctica. En su obra se conjuga el comentario de las autoridades con la
información obtenida a través de la disección. Berengario confía en los
sentidos, en la experiencia, en la observación, y en esta confianza dice seguir a
Galeno, sobre todo más al disector que al anatomofisiólogo. Así, Berengario
se permitió rectificar en varios puntos a Galeno. Negó, por ejemplo, la
existencia de la ‘rete mirabile’ que no conseguía encontrar en sus disecciones.
Pero ello no necesariamente le llevó a enfrentarse con el pergameno -la
función de la rete mirabile pasa a ser realizada por las pequeñas arterias del
tejido cerebral- , ni a que disminuyese su admiración por él como verdadero
anatomista. Berengario todavía, a pesar de su confianza en la propia
observación, está llevando a cabo una anatomía que pretende la demostración
del cuerpo humano según los antiguos, especialmente Galeno.

La gran extensión de la obra fundamental de Berengario hizo que


publicase un compendio de su tratado "Isagogae Brevis" (1522), como
verdadero manual de disección destinado a substituir al de Mondino.

Otro aspecto relevante a reseñar de las obras de Berengario de Carpi es


que son libros ilustrados. No son, por supuesto, las primeras ilustraciones
anatómicas pues, al margen de las inéditas notas de Leonardo, han llegado
hasta nosotros manuscritos medievales que muestran esquemas de algunos
sistemas corporales, en la tradición de lo que se ha venido en llamar la "serie
de cinco imágenes"- habitualmente nueve-. La finalidad de éstas no era el
reflejo exacto de la realidad, sino servir como recuerdos nemotécnicos o como
esquemas visuales de una determinada doctrina teórica. En la serie se
mostraban ilustraciones de los cinco sistemas (arterial, venoso, óseo, nervioso
y muscular), junto con otras imágenes que mostraban los genitales, el
estómago, el hígado y otras vísceras, el útero, normalmente con un feto dentro,
y una última imagen con el cerebro y los ojos. El origen concreto de esta serie
se desconoce, pero parece situarse en el galenismo alejandrino de la
Antigüedad tardía, lo que explicaría su difusión también en el Medio Oriente,
especialmente en Persia. Otros dibujos pretendían mostrar los lugares donde
sangrar o las posibilidades de sanar según el lugar donde se hubiese producido
una herida. En realidad, el propósito general de estas imágenes no era mostrar
la estructura del cuerpo humano. La transición se fue produciendo con las
ilustraciones que aparecieron en las sucesivas ediciones del "Fasciculus
medicinae" de Johannes de Ketham, en el que con apariencia todavía medieval
-la postura en rana -, se pretendió ya una representación más exacta de algunas
estructuras anatómicas. Pero los autores están de acuerdo en señalar que es
con Berengario cuando por primera vez se ponen en relación las ilustraciones
con el texto, con un claro fin didáctico, a pesar de la rudeza que siguen
mostrando algunas de las imágenes.

La obra de Vesalio

En este contexto que venimos dibujando hemos de situar la obra de


Andrés Vesalio (1514-1564), cuya carrera como anatomista absorbió tanto la
tradición parisina como la patavina para crear una de la obras con mayor
impacto en la Historia de la Medicina.

Nacido en Bruselas, en una familia de médicos y boticarios que


tradicionalmente había estado al servicio de la familia imperial, se formó
inicialmente en Bruselas y Lovaina, donde aprendió latín, griego y algo de
hebreo. Su formación médica la adquirió en París, donde entró en contacto con
el humanismo médico reinante, y en especial con la recuperación del Galeno
anatomista que ya hemos mencionado. Se involucró en esta tarea a la par que
adquirió gran habilidad en la disección. La situación bélica en Francia le
obligó a retornar a su país sin acabar sus estudios en París, por lo que obtuvo
su título en Lovaina en 1537. Se desplazó entonces a Padua, donde obtuvo el
grado de doctor y fue contratado, dentro de la reorganización que se estaba
llevando a cabo del estudio patavino, para hacerse cargo de las demostraciones
de anatomía y las lecciones de cirugía. Un puesto de bajo estatus que con su
actividad dignificaría y llevaría al nivel de profesor de anatomía, no sólo en
Padua, sino en cualquier universidad que pretendiese ser puntera.

En Padua comenzó su actividad docente rompiendo con el sistema


didáctico vigente, pasando a enseñar anatomía con el cadáver, disecando y
mostrando por sí mismo, uniendo en su persona las funciones que hasta
entonces desempeñaban separadamente el profesor, el disector y el
demostrador. Es célebre el episodio en el que mostró este nuevo sistema de
enseñanza cuando se le invitó a dar una serie de clases en la universidad de
Bolonia. Para ayudarse en su labor docente y fruto de su constante labor de
investigación anatómica, publicó una serie de seis grabados para la enseñanza,
las "Tabulae anatomicae sex" (1538), tres dibujados por él mismo y otros tres
- los esqueletos- en los que ya contó con la pericia como artista de Kalcar, al
que los autores identifican como uno de los discípulos de Tiziano participantes
en las ilustraciones de la "Fabrica". En los grabados se muestran el hígado, los
órganos de la generación másculinos y femeninos, la vena cava, la gran arteria
(aorta) y los huesos de todo el cuerpo. Desde el punto de vista de la ilustración
anatómica ya supusieron una ruptura con las anteriores, por su interés en
mostrar con gran detalle las estructuras y por su clara vocación didáctica. Pero
era una anatomía fundamentalmente galénica, basada en la disección humana,
pero también del mono y de otros animales como el perro. Con todo, estas
primeras láminas de Vesalio son reflejo del vuelco que produjo en la
enseñanza anatómica al ser él mismo el que realizaba las disecciones,
abandonando así su carácter de demostración para transformarse en una tarea
de verdadera observación del cadáver y de atenimiento a lo que en él se veía.

La febril actividad que el joven Vesalio desarrolló en Padua se vería


plasmada en su magna obra "De humani corporis fabrica" (1543), reeditada
con numerosas variaciones en 1555. Este tratado de más de seiscientas páginas
supuso la completa exposición, por vez primera, de la anatomía humana
atenida a lo observado en los cadáveres, según una imagen estructural. Ello
suponía, por supuesto, el enfrentamiento con Galeno. Pero no, como se ha
señalado en ocasiones, porque el proyecto anatómico de conjunto de Vesalio
fuera diferente al de Galeno, sino precisamente por su interés en seguir al
pergameno hasta sus últimas consecuencias a la hora de investigar la
estructura corporal humana como base de la medicina. Una gran diferencia se
dio sin embargo entre ambos, Vesalio tuvo acceso realmente al cadáver
humano y, procediendo como Galeno, vio cosas que aquel no pudo ver en los
animales que le sirvieron en su práctica disectiva. Vesalio fue, así en cierto
modo, el más galenista de los anatomistas renacentistas, y por eso mismo se
separó de la anatomía galénica. Llevó a cabo el proyecto de investigación
anatómica de Galeno en cadáveres humanos y ello le permitió atenerse a lo
que veía -el libro ya no era el texto galénico, sino el propio cuerpo que se
disecaba- y edificar sobre esta premisa su anatomía, que a su vez debía ser la
base de toda la medicina.

A la hora de exponer su obra, el atenimiento a las estructuras


anatómicas le separó también de las concepciones anatomofuncionales de
Galeno. Aquí resulta fundamental tomar en consideración la diferencia
lainiana entre el contenido del saber anatómico y el estilo del saber anatómico
(y dentro de él, el modo de describir la parte). Así, como nos muestra Laín,
aunque Vesalio siguió a Galeno en su interés por iniciar las disecciones por
los huesos, para el pergameno éstos constituían el fundamento rector de una
forma adecuada y visible, mientras que para el bruselense eran el fundamento
sustentador de una estabilidad arquitectónica o, con otras palabras, la sólida
estructura central en que se apoya la edificación entera.

Por tanto, Vesalio no sigue a Galeno en su idea descriptiva cuando, tras


aludir brevemente al esqueleto y a los músculos, describe sucesivamente el
miembro superior -con la mano como parte fundamental-, el miembro inferior
-pie y pierna-, la cubierta osteomuscular de la cabeza y del tronco y el
contenido de las cavidades abdominal, torácica y craneal, siguiendo un estilo
de descripción claramente anatomofuncional. Sólo así podía describirse, según
la idea galénica, un animal bipedestante dotado de razón y que, en
consecuencia, hace su vida en el mundo, modificándolo racionalmente con sus
manos.

Vesalio, por el contrario, se ocupa en su obra de dar una idea completa


de la ‘fábrica del cuerpo humano’ y, para ello, en los cuatro primeros libros se
ocupa respectivamente de los huesos, los músculos y los ligamentos, las
venas, las arterias y los nervios. En los tres últimos libros, a esta consideración
arquitectónica y estructural va a unirse otra, funcional y aún galénica,
describiéndose el contenido de las cavidades abdominal, torácica y cefálica.

En el conjunto de la fábrica vesaliana, por tanto, se pueden distinguir tres


partes:
a) sistemas constructivos o edificativos del cuerpo (huesos, músculos y
ligamentos, libros I y II, los más completos, además, en cuanto a contenido
anatómico)

b) sistemas unitivos o conectivos (venas, arterias y nervios, libros III y IV)

c) sistemas animadores o impulsivos (órganos contenidos en las tres


cavidades, libros V, VI y VII).

En las dos primeras es más evidente la separación entre la idea


descriptiva de Vesalio y la galénica. En ellos queda patente su mentalidad
estructural o arquitectónica (el cuerpo como pura forma, susceptible de
movimiento local). En la terecera parte Vesalio es galénico y considera a los
órganos abdominales, torácicos y cefálicos como instrumentos respectivos de
las facultades natural, vital y animal de la naturaleza humana. Así mismo es
cuasigalénico en Vesalio el modo de la descripción de cada parte, en el que se
tiene en cuenta los tradicionales conceptos de número, situación, forma,
sustancia, conexión, uso y oficio del órgano descrito.

La obra de Vesalio es pues un típico producto renacentista en el que se


mezclan la tradición y la modernidad y en la que se pueden encontrar
elementos que lo separan y lo unen a sus antecesores, especialmente a los
clásicos. En realidad, su proyecto anatómico, muy renacentista, era un
proyecto de recuperación del anatomista clásico por antonomasia, Galeno
(Cunningham, 1997), y su obra tenía que ser necesariamente un compromiso
entre los nuevos modos a los que conducía resucitarlo en un nuevo contexto, y
todo el peso de la tradición. Así siguió el modo ideal de disección galénico,
pero a la hora de exponer su propia idea descriptiva anatómica, se separó del
modo galénico de concebirla, reemplazando la teleología galénica por una
imagen arquitéctonica y estructural. Pero solo se separó en parte, porque
además de en la descricpción de las cavidades, el peso de la anatomofisiología
galénica y de su visión teleológica sigue muy presente en la "Fábrica", como
un reciente estudio de Siraisi (1997) se ha encargado de subraryar.

Por otro lado, recientemente, Barcia (1994) ha puesto en tela de juicio


mucha de las aseveraciones vertidas sobre Vesalio, negando gran parte de los
méritos que le han sido adjudicados, especialmente en lo que se refiere a
descubrimientos personales, a la corrección de errores anatómicos galénicos y
a la claridad y vigor de sus descripciones. Sin poder poner en tela de juicio las
afirmaciones de Barcia, sobre todo cuando están hechas desde su doble
condición de profundo conocedor de la anatomía y de los idiomas clásicos, la
imagen historiográfica que ataca de Vesalio parece, al menos, parcialmente
dibujada, muy sesgada hacia los más exageradamente panegiristas del
bruselense. De todos modos, es evidente que alerta en la dirección de la
extremada importancia que puede concedérsele a una figura aislada, sin tener
en cuenta el contexto.

En cualquier caso, parece fuera de toda duda que el impacto de la


"Fabrica" y del modo de enseñar vesaliano fue enorme. El tratamiento unitario
que dió a toda la anatomía humana, los ataques a la tradicional anatomía
galénica, el atenimiento a la experiencia y habilidad de disector para enseñar
la anatomía suelen apuntarse como razones para este impacto. Pero junto a
ellas es necesario resaltar las bellísimas y abundantes ilustraciones que
aparecen en el libro, y que son, sin duda, las más famosas de la Historia de la
Medicina, -espcialmente los esqueletos y los hombres musculares- copiadas
luego centenares de veces. La senda timidamente abierta por Berengario, y por
la que el mismo Vesalio ya había transitado firmemente con sus "Tabulae",
encuentra aquí su máxima expresión, de modo que la ilustración anatómica
alcanzó un punto de no retorno. La finalidad pedagógica de las ilustraciones,
relacionando texto con imagen, y su interés por mostrar de la forma más
exacta posible las estructuras anatómicas, junto con su innegable calidad
artísitica, pasaron a ser características que cualquier monografía anatómica
ilustrada posterior hubo de cumplir.

Hemos de señalar también que dado el enorme tamaño y volumen de la


"Fabrica", Vesalio publicó un "Epitome" (1543) para los estudiantes de
medicina y para los que poseían un conocimiento limitado de la anatomía.
Está también ilustrado, y aquí las imágenes gozan de mayor consideración que
el texto.

Como no podía ser de otro modo, la obra de Vesalio no alcanzó


aceptación generalizada. Los seguidores de la anatomia galénica en su versión
más pura no aceptaron la novedad de la "Fabrica" Así , su antiguo maestro
parisino, Silvio, se opuso a la anatomia vesaliana, lanzando fuertes ataques al
bruselense -que encontró defensores, como luego veremos, entre sus
discípulos valencianos-, lo que mostró bien a las claras la dificultad, que en el
ámbito del Renacimiento suponía enfrentarse a los antiguos, aunque fuese
siguiendo su propio programa.

Pero en conjunto, Vesalio consiguió dar un gran paso en la


dignificación de la anatomía y otorgarle un puesto central en la formación
médica. Su figura paso a ser referencia fundamental para anatomistas
posteriores, como ejemplo de la importancia de la disciplina que ellos mismos
seguían cultivando, y de la que tenían una imagen de progreso, en la que se
iban consiguiendo mayores conocimientos sobre el cuerpo humano. Era un
conocimiento basado en lo que se observaba, en lo que se veía a través de la
disección. Seguía pues siendo, un conocimiento de segunda clase con respecto
al que se ocupaba del de las causas, pero mejor que el que podía obtenerse a
través de los textos. Era además un conocimiento firme, cierto, estable que
podía ser atestiguado por otros que veían lo mismo, por lo que por esta senda
caminaron otros anatomistas del XVI.

Los llamados postvesalianos: Colombo, Valverde, Fallopio, Eustachio


Fabricio.

Como postveslianos son conocidos una serie de anatomistas que


efectuaron su labor y publicaron sus obras con posterioridad a la aparición de
la "Fabrica". Si bien no todos ellos llevaron a cabo la pesquisa antómica con
un proyecto intelectual similar al del bruselense -Colombo tomó como norte la
practica anatómica alejandrina y Fabricio siguió un esquema de investigación
totalmente aristotélico- la abundante utilización de la práctica disectiva
llevada a cabo por ellos mismos, el mayor estatus del que gozaron en las
universidades y el realizar su obra en el ámbito italiano suponen
características comunes a las que se unen las aportaciones que realizaron al
conocimiento anatómico. Nos referiremos muy brevemente a algunos de ellos,
los más sobresalientes. Realdo Colombo (ca. 1515-1558), discípulo y sucesor
de Vesalio en Padua, pasó luego a ser profesor de anatomía en Pisa, y por
último en Roma. Su "De re anatomica" (1559) obra no ilustrada describió la
circulación menor, tema del que nos ocupamos al hablar del pensamiento
fisiológico, y rectificó varios detalles anatómicos de la "Fabrica", siendo
especialmente valiosas sus descripciones de los músculos de la laringe y del
ojo.
Unido en su carrera anatómica a Colombo, con quien estuvo en Pisa y
Roma, hemos de considerar al palentino Juan Valverde de Amusco (ca. 1525-
1588), autor de una "Historia de la composición del cuerpo humano" (1556),
impresa en Roma, fundamentalmente vesaliana aunque lo rectifique en
numerosas ocasiones. Está bellamente ilustrada con figuras basadas en la
"Fabrica", pero realizadas a partir de planchas de cobre que permitían un trazo
más fino que los bloques de madera. Fue reeditada varias veces, siendo
traducida al italiano y al latín, por lo que fue un libro de anatomía bastante
usado durante el XVI y el siglo siguiente.

Gabriele Fallopio (ca. 1523-1561) ocupó también la cátedra anatómica


de Padua desde 1551 hasta su muerte. Publicó un obra sin ilustraciones en
1561, las "Observationes anatomicae", en las que comenta con gran
consideración hacia el bruselense una serie de errores de Vesalio y realiza
bastantes aportaciones novedosas fruto de de su propia investigación
anatómica en ámbitos como la osteología (centros de osificación, dientes,
aparato auditivo), la miología (musculatura de la cabeza y del ojo), la
neurología (nervio troclear y pares craneales), y la esplacnología (trompas
uterinas).

Discípulo de Fallopio fue Girolamo Frabrizio d’Acquapendente (ca.


1533-1619) quien también ocupó la cátedra anatómica patavina. Como ya
señalamos el aliento de su compleja obra biológica, en la que no podemos
detenernos aquí, es aristotélico, buscando el conocimiento más noble, esto es,
el de las causas finales. Por ello sus aportaciones a campos que posteriromente
fueron bautizados como anatomía comparada y embriología es muy notable.
Su más significativa aportación anatómica fue la descripción cuidadosa de las
válvulas venosas -que ya habían sido advertidas en repetidas ocasiones con
anterioridad- en "De ostiolis" (1603), obra acompañada de excelentes
ilustraciones. El papel de las válvulas encontró su significación en la obra de
su discípulo William Harvey.

También merece la pena nombrar a Fabrizio en relación con el teatro


anatómico de Padua, pues fue a instancias suyas cuando se erigió uno
permanente, en 1594, que todavía se conserva. Hasta esa fecha las
demostraciones anatómicas y las lecciones de anatomía que fueron haciéndose
más frecuentes en el Renacimiento se realizaban en teatros anatómicos de
madera, desmontables, tal y como había propuesto a inicios del XVI
Benedetti.

El último anatomista postvesaliano que vamos a nombrar muy


brevemente es Bartolomeo Eustacchio (1500/1510-1574), profesor de
Anatomia en el Archigginasio della Sapienza de Roma desde 1549. Publicó
una serie de tratados anatómicos " Opuscula anatomica" (1564) en los que se
ocupó de diversas estructuras anatómicas como los riñones, el aparato auditivo
(trompa de Eustaquio), de los dientes y de la angiología torácica. De las
veintidós ilustraciones que preparó solo ocho aparecieron en su obra. El resto
fueron recuperadas y publicadas ya en el siglo XVIII (1714) por Giovanni
Maria Lancisi (1654-1720).

Sin salir de Italia otros muchos anatomistas podrían ser nombrados:


Arnazio, Varolio, Guidi, Piccolimini, Carcano, Ingrassia, Botal, etc. Todos
realizaron contribuciones de mayor o menor importancia a la dignificada
anatomía. Pero basten las breves notas apuntadas sobre algunos de ellos para
hacernos una idea del progreso anatómico renacentista.
   

La escuela anatómica valenciana

Si merece la pena comentar aquí que la postura de Vesalio fue


prontamente asumida en España en el ámbito de la Universidad de Valencia.
Hay que tener en cuenta que en la Corona de Aragón se llevaron a cabo
disecciones regulares en sus principales centros médicos durante los siglos
XIV y XV.

En la Universidad de Valencia existió cátedra de anatomía y


medicamentos simples desde 1502 y durante las primeras décadas del XVI se
pueden encontrar indicios del intéres por la pesquisa anatómica basada en la
disección, desde posturas firmemente asentadas en el humanismo médico.

La aceptación plena de las posturas vesalianas se produjo con el acceso


en 1547 de Pedro Jimeno (ca. 1515-1551) a la cátedra de anatomía y simples.
Discípulo del bruselense en Padua, Jimeno introdujo la enseñanza anatómica
basada en la disección de cadáveres humanos, realizada y explicada por el
propio profesor en la Universidad de Valencia y posteriomente en la de
Alcalá. En su "Dialogus de re medica" (1549) expuso la anatomía del cuerpo
humano apoyándose continuamente en la "Fabrica" y en su propia experiencia
disectiva.

Cuando Jimeno abandonó Valencia en 1550 se nombró para sustituirle


en el puesto universitario a Luis Collado (m. 1589), que se convertiría en el
principal responsable de la consolidación de la escuela antómica valenciana y
de su firme adhesión a las ideas de Vesalio, del que también fue discípulo. Su
principal contribución a la anatomía es el volumen titulado "Cl. Galeni
Pergameni Liber de Ossibus....Errationibus illustratus" (1555). La obra
contiene tres textos de diferente longitud: un comentario al citado libro
galénico, una descripción de los orificios y senos craneales y una "carta al
lector" en la que justifica su defensa de Vesalio frente a los ataques de su
antiguo maestro Silvio. En realidad la obra entera de Collado es una defensa
de Vesalio frente a Silvio, utilizando su propia experiencia disectiva. Collado,
influyó además en la introducción de la reforma vesaliana en la Universidad
de Salamanca, a través de su discípulo Cosme Medina.

LA ANATOMIA MODERNA

El Renacimiento también creó una nueva relación entre la ciencia, el


arte y la anatomía. Aunque los dibujos de las entrañas del cuerpo humano que
Leonardo da Vinci realizó, permanecieron inéditos y no fueron conocidos por
sus contemporáneos, su sóla existencia es ya el anuncio de la moderna
anatomía. Lejos estaban de aquellas ilustraciones en las que los órganos,
músculos y venas aparecían más como símbolos que como objetos médicos.
Así sucedía, por ejemplo, con la Anatomía de Mondino de Luzzi que fue
escrita en 1316. Los libros antiguos de anatomía era generalmente manuales
de disección, cosa que no debería extrañarnos si atendemos la etimología de la
palabra anatomía. De ahí que por mucho tiempo se haya usado una u otra
palabra para definir el arte de separar por medio de un instrumento cortante,
las diversas partes que integran a un ser vivo. Vesalio fue quien abrió la puerta
de la anatomía moderna.

En el año de 1723 un incendio acabó con gran parte de una obra de


Rembrandt. La lección de anatomía del Doctor Joan Deyman había sido
pintada por el artista de Leiden en 1656. Sobrevivió al incendio la imagen de
un hombre con las entrañas abiertas y las manos, seguramente del doctor
Deyman, que practican una incisión en la cabeza. A un lado puede verse a un
hombre joven, debió ser un estudiante, quien observa con más melancolía que
espíritu científico. No ve el cuerpo desnudo sobre el que se practica la lección.
Su mirada ausente hace pensar más en la muerte que en la ciencia. Lejos se
encuentra de aquella voluntad de conocimiento que llevó a médicos como
Erasistrato y Herófilo a practicar investigaciones anatómicas sobre hombres
vivos. Así como Paul Valery dijo que el mundo existe para llegar al libro,
parecería que aquellas lecciones fueron necesarias para llegar a la anatomía
moderna, a libros tan sorprendentes como el Traité complet de l’anatomie de
l’homme de Bourcery y aún más , a las contemporáneas y robotizadas
intervenciones cardiacas con instrumentos endoscópicos
TIPOS DE ANATOMIA

ANATOMIA DESCRIPTIVA

.- La anatomía descriptiva dentro de los saberes sobre el ser humano en


estado de salud

  La anatomía descriptiva y su relación con la fisiología, la anatomía


microscópica, la anatomía patológica, la anatomía         quirúrgica y
topográfica y la anatomía comparada

Iniciamos con este tema, tras haber visto cómo fue el proceso de
vigencia y difusión de la medicina clásica griega, y contextualizar el marco en
el que se ha desarrollado -a partir de aquella- la medicina científica moderna,
el estudio sistemático de la constitución de los saberes y las prácticas de esta
última.

Para realizar este estudio sistemático individualizamos, desde el punto


de vista del curriculum médico actual, una serie de disciplinas que, como ya se
vio en la asignatura Teoría y Método de la Medicina, estudian primero el ser
humano en estado de salud, para pasar luego a estudiar las manifestaciones
morbosas que en él se presentan e intentar solucionarlas. Este proceder,
conveniente desde el punto de visto pedagógico, requiere, sin embargo, que a
la hora de considerar ciertas obras y líneas de pesquisa intelectual llevadas a
cabo por autores del pasado, provoquemos una separación artificial entre
disciplinas cuyas fronteras no estaban dibujadas cuando acometieron su tarea.
Así, al dedicar este primer tema a considerar cómo se fue constituyendo el
conocimiento moderno sobre la morfología del ser humano, nos vamos a
centrar en aquellas aportaciones que, de manera más directa, contribuyeron a
este proceso. Sin embargo, muchas de las obras morfológicas eran también
obras en las que no podía dejar de considerarse la fisiología, puesto que ambas
disciplinas no se separarían totalmente hasta el siglo XVIII. ¿Qué puede
decirse, por ejemplo, de una obra como la "Exercitatio anatomica de motu
cordis et sanguinis in animalibus" (1628), de William Harvey (1578-1657)?.

Igualmente, otra serie de tareas acometidas por los anatomistas las


separamos de este primer tema dedicado a la anatomía descriptiva para
considerarlas en otros. Así ocurre con la anatomía microscópica, de la que nos
ocuparemos en el tema dedicado a la estequiología. La anatomía patológica, la
búsqueda de la correlación entre la lesión y la enfermedad, fue también tarea
que ocupó a los anatomistas. Baste citar la obra de Giovanni Battista
Morgagni (1682-1771) "De sedibus et causis morborum per anatomen
indagatis" (1761). Pero de su desarrollo nos ocuparemos en los temas
dedicados a la patología. Por último, señalar que a la anatomía comparada, la
quirúrgica y la topográfica -como desarrollos de la tarea morfológica-
dedicamos el tema inmediatamente posterior al presente.

   

ANATOMIA COMPARADA

La observación cuidadosa de la naturaleza puso muy pronto de


manifiesto las similitudes existentes entre muchos seres vivos. Estos podían
clasificarse siguiendo criterios de afinidad morfológica bastante evidentes.
Pero,¿por qué la cebra y el caballo se parecen tanto?¿Por qué los huesos de
muchos animales parecen ser copias ligeramente modificadas de otros?
Diversas interpretaciones se fueron sucediendo hasta llegar al actual nivel de
comprensión de los procesos de Evolución Biológica.

La Anatomía Comparada trata de establecer una clasificación evolutiva


de los seres vivos mediante el estudio comparativo de sus estructuras
anatómicas. Es una ciencia apasionante que desvela la historia natural y nos
ayuda a comprender mejor nuestro propio organismo. Actualmente, la
genética se ha convertido en una poderosa herramienta que ayuda a establecer
relaciones evolutivas entre los organismos. Ya sabemos que muchas veces las
apariencias engañan.

ANATOMÍA TOPOGRÁFICA

El cuerpo humano se divide topográficamente en tres partes:

 Cabeza.
 Tronco.
 Extremidades.

A su vez, cada una de ellas tiene otras


divisiones:
Cabeza

La cabeza está situada en la parte superior del cuerpo y está formada por
un armazón esferoidal de huesos planos donde se encierran órganos muy
delicados, como el centro de control, registro y proceso de datos denominado
encéfalo.

Pivota sobre la columna vertebral (cervical) y ejerce los movimientos de


rotación a través de los músculos del cuello. En la parte delantera, denominada
cara se encuentran otros órganos importantes que componen los sentidos,
como la vista, el oído, el equilibrio, el olfato y el gusto.

La cabeza se divide en dos zonas bien diferenciadas: el cráneo y la cara o


macizo facial.

 Cráneo

 Límites: bóveda craneal, base del cráneo.


 Partes interesantes: encéfalo (cerebro y cerebelo), bulbo raquídeo.

 Macizo facial o cara

 Ojos

 Partes interesantes: pupila, córnea, cristalino, iris.


 Otras partes: lágrima, párpado, ceja, pestaña, conducto lacrimal.
 Oídos

 Partes interesantes: oreja, conducto auditivo, tímpano, caracol, trompa


de Eustaquio.

 Nariz

 Partes interesantes: fosas nasales, tabique nasal, pituitarias, mucosa.


 Boca

 Partes interesantes: labios, mandíbulas, dientes, mentón, paladar,


mucosa, amígdalas, lengua, saliva, faringe, epiglotis, glotis, laringe,
tráquea, esófago.

La parte superior de la cabeza está cubierta de piel y, generalmente, de


pelo y a este conjunto se le denomina cuero cabelludo.
Todos los huesos que componen la cabeza son fijos, sin movimiento
articular excepto el denominado mandíbula inferior o quijada, cuyo punto
central más prominente se denomina mentón.

La parte superior delantera se denomina frente; cada lateral de la frente,


situados a ambos lados de la cara por encima de la comisura de los ojos, se
denomina sien.

La parte inferior trasera de la cabeza, situada bajo la base del cráneo, se


denomina nuca; la parte inferior delantera, situada debajo de la mandíbula
inferior, se llama garganta. La parte circundante, junto con las anteriores,
forma un estrechamiento que une la cabeza con el tronco y se denomina
cuello.

A través del cuello discurren las vértebras cervicales, situadas en la


parte posterior, que sujetan la cabeza a la espina dorsal y por el interior de ésta
discurre el importante haz de nervios denominado médula espinal.

En el interior del cuello se encuentran dos conductos que, partiendo de


la faringe, conectan con el aparato respiratorio y digestivo y son denominados
tráquea y esófago. También se encuentran dos grandes vasos sanguíneos que,
situados a ambos lados, riegan el encéfalo y la cara y se denominan yugular y
carótida.

Tronco

El tronco es la parte más ancha del cuerpo y contiene órganos y vísceras


importantes como los que componen el aparato respiratorio y el circulatorio.
También se encuentran los que forman el aparato digestivo y el sistema
reproductor, entre otros, y se divide en dos partes:

 Tórax: Es la parte superior. Está protegida por un armazón formado por


las costillas y separada del abdomen por el músculo llamado diafragma.
A ella se unen las extremidades superiores o
brazos.

 Zona delantera: pecho o torso.


 Zona trasera: espalda o dorso.
 Huesos: costillas, esternón , clavícula, columna
vertebral (cervical y dorsal).
 Músculo (interno): diafragma.
 Vísceras: pulmones, corazón.
 Otras vísceras macizas del abdomen situadas al
amparo de la parte inferior de las costillas:
hígado, vesícula biliar, páncreas, bazo, riñones.

 Abdomen: Es la parte inferior. A ella se unen las extremidades


inferiores o piernas. Su punto central es el ombligo.

 Zona delantera superior: epigastrio.


 Zona delantera inferior: vientre.
 Zona trasera: región lumbar.
 Zona trasera inferior: glúteos (nalgas o posaderas).
 Zona inferior: genitales, ano.
 Huesos: columna vertebral (lumbar y sacra), cadera (ilion, isquión,
pubis).
 Vísceras huecas: estómago, intestinos (grueso y delgado), vejiga
urinaria.
 Vísceras macizas: hígado, páncreas, bazo, vesícula biliar, riñones.
 Otras partes interesantes: aparatos reproductores.

Extremidades

Son masas carnosas alargadas y articuladas que salen del tronco. En los
humanos, las extremidades tienen funciones concretas:

 Superiores o brazos: Sirven para coger y manejar objetos e


identificarlos mediante el tacto.

 Partes interesantes: hombro, brazo, codo, antebrazo, muñeca, mano,


dedos.

 Inferiores o piernas: Sirven para elevar el tronco y para deambular.

 Partes interesantes: cadera, muslo, rodilla, pierna, tobillo, pié, dedos.

   

Tejidos, órganos, sistemas y aparatos

La célula es la unidad de vida más pequeña. Diferentes clases de células


realizan funciones específicas y cuando se agrupan células del mismo tipo
constituyen un tejido.

En el cuerpo hay seis clases de tejidos:

 Tejido de revestimiento: Piel y mucosas.


 Tejido conjuntivo: Cápsulas articulares y sostén de los diversos
órganos.
 Sangre: Único tejido formado por células diferentes.
 Tejido muscular.
 Tejido nervioso.
 Tejido glandular.

Un grupo de diferentes tejidos organizados conjuntamente para realizar un


trabajo especial forman una masa que es llamada órgano.

Al grupo de órganos que trabajan conjuntamente para cumplir una función


específica se le llama aparato y a los que realizan una labor compleja sistema.

Todos los sistemas y aparatos juntos forman el CUERPO HUMANO, cuyo


principal componente es el agua, contenido en un 80%.

Aparatos y Sistemas del Cuerpo Humano

Entre los distintos aparatos (A) y sistemas (S) que componen el cuerpo
humano tenemos:

S. Nervioso, A. Respiratorio, A. Circulatorio, S. Osteoarticular, S. Muscular,


A. Locomotor, S. Linfático, A. Digestivo, A. Urinario, S. Endocrino, A.
Reproductor, S. Excretor.

Reparto topográfico

Los aparatos y sistemas quedan repartidos


topográficamente de la siguiente manera:

 Cabeza
 Bóveda craneal o cráneo: Encéfalo (sistema nervioso central).
 Macizo facial o cara: Sentidos (sistema nervioso sensitivo).

 Tronco

 Tórax: Respiratorio.Circulatorio.
 Abdomen: Digestivo.Urinario.Reproductor.Endocrino

 Extremidades: Locomotor y sistema nervioso periférico.

   Signos vitales y constantes vitales

La importancia de obtener unos elementos de contraste nos permitirá


conocer el estado y valorar la evolución de los lesionados. Para ello, en el
cuerpo humano existen una serie de signos significativos que debemos saber
identificar y conocer cual es su valor en condiciones normales:

 Posición de defensa (1).


 Respuesta a estímulos.
 Respiración.
 Pulso.
 Sensibilidad y motricidad.
 Reacción (dilatación/contracción) de pupilas.
 Olor del aliento.
 Textura y color de la piel, labios, uñas.
 Temperatura.
 Tensión arterial.

Los más importantes, denominados constantes vitales, siempre deben ser


evaluados en este orden y son:
 Estado de consciencia.
 Respiración.
 Pulso.

LA ANATOMIA PATOLOGICA

La Anatomía Patológica es uno de los pilares básicos en los que se asienta


el conocimiento médico. De hecho, es una de las asignaturas troncales de la
licenciatura en Medicina. La idea es muy simple: toda enfermedad se debe a la
existencia de LESIONES en el organismo. Esas lesiones pueden asentar a
nivel molecular (en el ADN de nuestras células, por ejemplo), subcelular (en
las organelas del citoplasma, lisosomas, mitocondrias, etc.), celular (en
algunas células, linfocitos, neuronas, etc.) tisular (en un tejido completo con
sus células y demás componentes, como el tejido conjuntivo, etc) o en un
órgano completo, grupo de órganos o en todo nuestro organismo. Pues bien, la
Anatomía Patológica se encarga del estudio de estas lesiones visualizándolas,
haciéndolas asequibles a nuestro análisis mediante el estudio morfológico de
las estructuras dañadas. De esta manera, estudiando los tejidos, células y
órganos enfermos los patólogos extraemos datos sumamente importantes
sobre las causas (etiología), mecanismos (patogenia) y manifestaciones de las
enfermedades y, lo que es más inmediato, logramos diagnosticar de una
manera fiable, rápida y precisa numerosas enfermedades como el cáncer, o
aportar datos relevantes sobre los que se toman después decisiones
terapéuticas trascendentales para los pacientes.

Y ¿cuáles son nuestros métodos?. Los patólogos necesitamos hacer


visibles las lesiones para poder estudiarlas. Cualquier método que permita
hacer esto forma parte del arsenal de herramientas de los patólogos. Lo más
habitual es, por una parte, realizar estudios macroscópicos precisos y
sistemáticos de las piezas quirúrgicas y, por otro lado, hacer visibles los
tejidos y sus lesiones al microscopio óptico mediante una serie de
procedimientos más o menos complejos en los que se aplican a las piezas
tratamientos químicos de coloración u otras técnicas. El grado de complejidad
y sofisticación puede ser muy alto y así es habitual hoy día (e imprescindible
en muchas patologías) el empleo de técnicas de inmunohistoquímica,
hibridación de ácidos nucleicos, etc.

La Anatomía Patológica ha ido transformándose, poco a poco, desde


una especialidad de alto contenido académico, cuya principal ocupación era la
realización de autopsias clínicas, en una especialidad de corte marcadamente
clínico, volcada en el diagnóstico de los pacientes del Hospital a través del
estudio y diagnóstico de citologías, punciones, biopsias, etc. Pude decirse que
el Patólogo moderno es un auténtico consultor de los clínicos del Hospital y
que nuestra especialidad es hoy día una especialidad clínica con apoyo de un
laboratorio.

En relación con lo anterior es muy importante conocer que los


diagnósticos que emite el patólogo no son determinaciones analíticas
verificables contra un patrón o repetibles, sino que constituyen verdaderos
dictámenes, elaborados mediante la aplicación del conocimiento y experiencia
de cada patólogo cuando examina las laminillas obtenidas de cada caso y que
son elaboradas en el laboratorio del Servicio. Por ello, la dedicación directa de
los patólogos a las tareas de laboratorio cada vez es menor y prácticamente
hoy día ha desaparecido.
La Anatomía Patológica es hoy una de las más potentes herramientas
diagnósticas de la Medicina, la que ofrece diagnósticos más fiables y precisos
y es, además, una de las técnicas más baratas. Para realizar los diagnósticos
los patólogos examinan diferentes tipos demuestras extraídas a los pacientes,
tanto durante las intervenciones quirúrgicas como fuera de ellas, con
procedimientos poco agresivos como una biopsia cutánea, una endoscopia,
etc. (biopsias, piezas quirúrgicas, estudios intraoperatorios), o recogiendo
células descamadas de forma natural de mucosas o cavidades (citología
exfoliativa) o aspiradas directamente de las lesiones por el propio patólogo
(Punción-Aspiración). Estas muestras son sometidas a un estudio
macroscópico detenido, se estudian luego al microscopio y pueden aplicarse
sobre ellas multitud de técnicas, incluyendo la inmunohistoquímica, técnicas
de biología molecular y, por supuesto, las técnicas histológicas rutinarias que
siguen siendo de enorme utilidad.

El diagnóstico de muchos procesos, como por ejemplo las neoplasias


benignas o malignas (estas últimas constituyen el Cáncer) se basa en su
estudio histológico realizado por un patólogo. Lo mismo puede decirse de las
muestras de citología o punciones para descartar malignidad o realizar un
diagnóstico precoz del Cáncer y que deben ser siempre examinadas por
patólogos. Las piezas quirúrgicas que se extraen en los quirófanos deben ser
enviadas sin excepción al Servicio de Anatomía Patológica para que los
patólogos las examinen y establezcan el diagnóstico exacto y el alcance
preciso de las lesiones como es el caso, por ejemplo, de los tumores en los que
es preciso conocer exactamente su extensión, posibles metástasis locales, etc.
Hoy día además es posible (muchas veces imprescindible) aplicar técnicas que
nos permiten obtener datos moleculares y genéticos cada día más importantes
para establecer el pronóstico y tratamiento de muchas neoplasias.

No debe olvidarse, sin embargo, que no todos los estudios histológicos


que se realizan se hacen para diagnosticar neoplasias. El estudio histológico es
muy importante para el diagnóstico y seguimiento de muchas enfermedades
no tumorales como por ejemplo las enfermedades de la piel, hígado, aparato
digestivo, etc.

La Anatomía Patológica tiene, además, un fuerte impacto en la


investigación médica actual. La mayor parte de los avances en el
conocimiento del Cáncer y muchos otros procesos se han llevado a cabo en
Departamentos de Patología. El avance constante de la Medicina, la biología
molecular, etc. tienen un protagonista y una aplicación directas en nuestra
especialidad. Las muestras que se obtienen de los pacientes constituyen un
precioso material que debe ser archivado y tratado cuidadosamente porque
tiene una importancia científica y médica enorme. Estas muestras de tejidos
enfermos conservan sus estructuras, proteínas, ácidos nucleicos y otros
compuestos y sobre ellos se pueden realizar, una vez diagnosticados,
diferentes trabajos de investigación que nos permitirán conocer algo más sobre
las enfermedades que las afectan. Por ello el archivo del Servicio de Anatomía
Patológica es tan importante y es uno de los criterios exigidos para la
acreditación de los Hospitales en muchos países de nuestro medio.

Esperamos que con estas líneas conozca mejor lo que el Servicio de


Anatomía Patológica le ofrece y todo lo que los Patólogos hacen cada día para
mejorar su salud, y aunque usted, si es ajeno al mundo sanitario, quizá nunca
llegue a saber dónde está nuestro Servicio ni nos vea trabajando, no tenga
ninguna duda de que haremos todo lo posible para mejorarla.

ANATOMIA DEL DESARROLLO

El hombre se ha interesado siempre en saber como se origino,


como nació, y por qué algunas personas tienen desarrollo anormal.
Las gentes primitivas, llenas de curiosidad, adscriben muchas
respuestas a estas preguntas.

GRIEGOS

Los griegos hicieron contribuciones importantes a la anatomía


del desarrollo, o lo que también se puede llamar embriología, los
primeros estudios se encuentran en la obras de Hipócrates, el famoso
medico griego del V siglo A.C quien escribió: “Tomemos 20 o mas
huevos y dejemos que sean incubados por dos o mas gallinas. A
continuación, cada día a partir del segundo hasta el de la rotura del
cascaron, quite un huevo, rómpalo y examínelo. Encontrara
exactamente lo que he dicho, puesto que la naturaleza del pájaro se
asemeja a la del hombre.
Muchos embriólogos consideran a Aristóteles el fundador de la
embriología, sin embargo el fomento la idea incorrecta de que el
embrión se desarrollaba de una masa que era el resultado de la unión
del semen con la sangre menstrual. Galeno siglo segundo después de
cristo escribió una obra, titulada sobre la formación del feto, en la
cual describe el desarrollo y nutrición de fetos y de tejidos que
llamamos ahora alantoides, amnios y placenta.

EDAD MEDIA

El crecimiento de la ciencia fue lento durante el periodo


medieval, y no conocemos puntos sobresalientes sobre la
investigación embriológica en ese periodo.

RENACIMIENTO

Durante el siglo XV Leonardo Da Vinci hizo dibujos precisos


de disecciones del útero embarazado y de las membranas fetales y
fue el creador del cálculo cuantitativo al hacer mediciones del
crecimiento embrionario.
El MICROSCOPIO

En 1651 Harvey estudio embriones de pollo con lentes simples


he hizo nuevas observaciones sobre todo la de la circulación
sanguínea también estudio el desarrollo en e corzo, pero, fue
incapaz de observar las primeras etapas, concluyo que los embriones
eran “secretados por el útero”.

Los primeros microscopios eran simples pero abrieron un


nuevo campo de observación. En 1672, De Graaf observó cámaras
pequeñas (8), en el útero de la coneja y decreto que no podían haber
sido secretadas por el útero, sino que debían haberse derivado de los
órganos que denomino ovarios, describió los folículos ováricos que
ahora suelen llamarse folículos de Graaf .

Malpighio, en 1675, al estudiar lo que creía eran huevos estériles


de la gallina, observo embriones tempranos. Como resultado,
considero que el huevo tenía un pollo en miniatura. En 1677, Ham
Leeuwenhoek, mediante un microscopio mejorado, observaron por
primera vez los espermatozoides humanos, pero no se dieron cuenta
del papel de la esperma en la fecundación, y pensaron que tenían un
humano en miniatura.
Wolf, en 1759 rechazo ambas versiones de la teoría de la
fecundación después de observar partes del desarrollo embrionario a
partir de “glóbulos”. Se examino huevos no incubados, pero no pudo
ver los embriones descritos por Malpighio. Propuso el “Concepto de
Capas” mediante el cual la división de óvulos produce capas de
células a partir de los cuales se desarrolla el embrión. Sus ideas
constituyeron la base de la teoría de la “Epigénesis”, señala que el
desarrollo es resultado de crecimiento y diferenciación de células
especializadas. Las controversias sobre la preformación terminaron
por fin hacia 1775, cuando Spallanzani demostró que eran
necesarios tanto óvulo como esperma para el desarrollo de un
individuo nuevo. A partir de sus experimentos, incluso inseminación
artificial en e perro, concluyo que el agente fecundante era el
esperma.

Saint Hilaire y su hijo hicieron los primeros estudios


importantes de las anomalías en 1818. Efectuaron experimentos en
animales que tenían por objetivo producir anomalías del desarrollo,
e iniciaron lo que se conoce ahora como Teratología.
EDAD MODERNA

En 1827, unos 150 años después del descubrimiento del


esperma, Von Baer descubrió el óvulo en el folículo ovárico del
perro. Además observo huevos en la trompa uterina, y blastocistos
en el útero, y contribuyo con muchos conocimientos sobre el origen
de los tejidos y órganos a partir de las capas descritas por Mapighio.
Sus contribuciones importantes y de largo alcance dieron por
resultado que se le considerara mas adelante como “el padre de la
embriología moderna.

CONCLUSIÓN

Podemos decir que la anatomía ha sido una ciencia


sumamente estudiada a nivel mundial y en diferentes épocas de la
humanidad y muy importante para la medicina, sobre ella se han
hecho muchas teorías pero todas llegan a la conclusión que es la
ciencia que estudia al cuerpo humano en su totalidad desde su
concepción. Sus estudios se dividieron en varias épocas y por
supuesto con otros investigadores y a medida que iba pasando el
tiempo surgían otras teorías de las cuales algunas eran ciertas y
otras no y así llegamos a los descubrimientos mas acertados sobre
la anatomía y lo mas importante de todo es que es una ciencia
que sigue abierta para su estudio porque abarca muchas ramas
complejas en la medicina.

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