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1. A MANERA DE INTRODUCCION
Al aceptar con gusto, la invitación para participar en el proyecto sobre “El contrato de
arbitraje” y enfrentado al tópico encomendado, me salto la inquietud sobre la relación entre
la teoría general de las obligaciones, bajo cuya perspectiva se analiza el contrato de
arbitraje, y un aspecto tan netamente procedimental, como las medidas cautelares. No fue
fácil salvar lo anterior, pero afortunadamente halle lo que señalo, EDUARDO SILVA
ROMERO en un artículo de reciente publicación:
“una metáfora, una buena parábola, decía Ludwig Wittgenstein, refresco el entendimiento”4
Lo que fue seguido por otras referencias de singular exactitud a los artículos 2362 y
siguientes, sobre la constitución y requisitos de la fianza. Aprovechando una pausa en tal
discurso, el catedrático interrumpió diciendo que su pregunta aludía al patrón oro mientras
que la respuesta trataba, con lujo de detalles eso sí, el contrato de fianza, a lo que respondió
sin vacilar el examinado, en frase que, mutatis mutandis, hago propia para resolver mi
encrucijada sobre la relación en la teoría general de las obligaciones y las medidas
cautelares: “suelen confundirse esos fenómenos jurídicos”.
Dicho lo anterior, estimo, sin embargo, que nada sería más apropiado para precisar la
conexión entre las medidas cautelares y la debida ejecución del contrato de arbitraje que
acudir al categórico postulado del artículo 4° del Código de Procedimiento Civil colombiano,
desafortunadamente olvidado en pocos casos por litigantes y por jueces:
Es así, como siendo misión y tarea de los árbitros esforzarse para atender lo ante expuesto,
en simposio celebrado en el año 2001 en Nueva Orleans, donde se analizó el desarrollo de
métodos alternos de solución de conflictos frente a la situación presente al arbitraje
internacional, BERNARD HAMOTIAO, reconocido experto en la materia, señalo que una de
las tendencias consistentemente en boga era el incremento en el número de solicitudes de
las medidas cautelares.
“El arbitraje esta ciertamente tornándose cada vez más elaborado y más complejo y ello
puede conducir a una disminución en el ritmo del proceso arbitral que les otorgue a las
partes más y más oportunidades de plantear asuntos procesales y preliminares previos al
laudo final, tal como ocurre en el procedimiento civil, donde los tribunales enfrentan el
mismo fenómeno.
Pero debe ser reconocido que acudir a las medidas provisionales o de conservación es, a
menudo, una necesidad.
Para ser verdaderamente efectivo, un tribunal arbitral, debe ser equipado para intervenir y
asegurar que el verdadero propósito del arbitraje no sea derrotado mientras se halla en
curso atreves, por ejemplo, del ocultamiento de activos o la destrucción de evidencia.
Posiblemente se está frente a una combinación de todo lo anterior que, además de difícil,
puede eventualmente hacer innecesario el esfuerzo para lograr una definición adecuada.
Así, prescindiendo del riesgo de intentar una definición que o bien resulte muy estrecha o
bien muy amplia que no tenga mayor utilidad considero que en función de su propósito las
medidas cautelares están encaminadas a servir una o más de las siguientes tareas:
Acorde a lo anterior podría entonces señalarse que las medidas cautelares se caracterizan
por:
De la misma manera, pero referida a la regulación de las relaciones entre las partes, puede
considerarse la denominada cautio judicatum solvi, en cuya virtud un demandante debe
prestar garantía en favor del demandado para la recuperación de los cotos de este último
en caso de fracaso de la pretensión.
La respuesta no es simple ni categórica. Sin embargo, desde este punto de vista la facultad
de decretar medidas cautelares, no es en absoluto incompatible con la misión
encomendada a los árbitros ni con el contrato de arbitraje dado precisamente su carácter
complementario o de apoyo para que la decisión que se tome sobre el fondo no se frustre
o sea meramente académica.
Tal aseveración sin embargo debe ser verificada con referencia a dos fuentes donde puede
encontrarse la fuerza de los poderes arbitrales en esta materia.
Así, entonces:
Por otra parte, la necesidad de que las medidas cautelares efectivas, han conducido, como
medida de precaución a que disposiciones como los antes mencionados artículos 23(2) del
estatuto español, 21(2) del reglamento AAA y 21.3 (parte final) del reglamento CCI indiquen
que a las decisiones sobre medidas cautelares les son aplicables las normas sobre
ejecución propias de los laudos o que aquellas pueden ser adoptadas en la forma de estas.
Con dichas reglas y posibilidad se busca sencillamente incorporar la alternativa de que las
determinaciones sobre, medidas cautelares reputadas como laudos se beneficien de la
Convención de Nueva York siendo de advertir sin embargo que en algunas jurisdicciones
la calificación como laudo de una providencia no asegura per se su una tendencia general
hacia la interpretación amplia de la Convención de Nueva York en esta materia.
Esta corriente, sin embargo, impone un correlativo deber de precisión y análisis sobre las
circunstancias que ameritan la adopción de medidas cautelares, precisamente para
prevenir la desconfiguración del proceder armónico que se ha venido gestando desde hace
algunos años. Tal es, entonces, el punto que se explorara a continuación.
En efecto, la labor del árbitro consiste en poner en marcha en una etapa generalmente
temprana del procedimiento una evaluación sobre el balance de los intereses de las partes
para poder decidir sobre lo pedido, debiendo tener presente, inter alía, preguntas del
siguiente tenor:
Se trata entonces de una tarea delicada y difícil como bien se ilustra en las siguientes
consideraciones de LORD MUSTILL.
“Cuando se le pide a una Corte por la vía cautelar en apoyo de un arbitraje, un arbitraje una
medida del mismo tipo de lo que en ultimas le es solicitado a los árbitros se presenta
inexorable tensión entre la necesidad por una parte de que la Corte haga una evaluación
tentativa de los méritos a fin de decidir si el reclamo del demandante tiene fuerza tal que
amerite la protección y por la otra parte del deber, de la corte de respetar la escogencia de
foro hecha por ambas partes y no sustraer de las manos de los árbitros ( o de cualquier otro
decisorio) el poder dirimente que de manera exclusiva le han encomendado las partes. En
el presente caso considero que la última consideración debe prevalecer (…) si la corte
ordenara ahora una medida obligatoria poco quedaría para decisión de los árbitros.
El corolario de los expuesto es, entonces, que allanando de manera general el tema del
poder de los tribunales arbitrales para adoptar medidas cautelares prevaleciente la
tendencia de la efectiva cooperación de las cortes nacionales para hacerlas efectivas, el
ejercicio real de la prerrogativa en cuestión está lejos de ser labor mecánica o
indiscriminada. Por el contrario, se trata de una labor donde el cuidado es norma imperativa,
para reducir al máximo el riesgo de excesos o de incurrir en desviaciones del fundamental
principio del debido proceso, central en el arbitraje (como también en todo procedimiento
judicial) La facultad de ordenar medidas cautelares impone, en fin, el correlativo deber de
emplearla con precisa referencia al balance de intereses de las partes.
7. LAS MEDIDAS CAUTELARES EN EL ARBITRAJE EN COLOMBIA
Así, pues, la primera referencia no muy alentadora, por cierto, se encuentra en los artículos
671 (11) del Código de Procedimiento Civil y 2019 (11) del Código de Comercio, que
prohibían a los tribunales el derecho de medidas cautelares.
La restricción, sin embargo, fue suprimida mediante el artículo 32 del Decreto 2279 del
1989, pero aparentemente circunscritas a la inscripción del proceso arbitral, que más
propiamente debería referirse a la inscripción de la demanda, y el secuestro de bienes
inmuebles.
Parte de la doctrina colombiana (…) cree que el Decreto 2279 apenas reglamenta
algunas medidas cautelares, y, por tanto, el árbitro podría tomar otras distintas, opinión que
no compartimos, pues cualquier medida cautelar es restrictiva de la libertad de las personas
o de la libre circulación de los bienes, y ello permite afirmar que las cautelas son taxativas.
Dentro de este orden de ideas, si el legislador hubiera deseado dotar al árbitro de facultades
para adoptar cualquier medida cautelar, le habría bastado con derogar el numeral 9 del
artículo 2019 del Código de Comercio en que exista prohibición expresa en el arbitraje, sin
necesidad de dictar la norma que se comenta; o simplemente decir que en esta cuestión se
aplicaría el Código de Procedimiento Civil, como lo hizo en la ley arbitral respecto de otros
temas ( por ejemplo, respecto a las causales de impedimentos y recusaciones o en el
recurso de revisión), en el supuesto de que en nuestro derecho la cautela fuera la regla
general en cualquier proceso.
Insistir en la restricción aparente del artículo 32 del decreto 2279 de 1989 es desconocer
que la finalidad de toda medida cautelar es la de asegurar el cumplimiento de un hipotético
fallo favorable sea que éste se profiera por un juez ordinario o por árbitros
En materia de arbitraje internacional Por su parte la ley 315 de 1996 que es la que regula
la materia en Colombia nada dice sobre medidas cautelares de dónde ha de seguirse que
el apoyo para su decreto radica en lo que sobre el particular establezcan las partes o los
reglamentos que éstas emplean como referencia para determinar el proceso miento arbitral
Es amplio entonces el panorama que se tiene por delante en materia de medidas cautelares
en el arbitraje Colombiano y en principio pese a la innovación del decreto 2279 de 1989
frente a sus normas antecesoras no existe plena claridad sobre la versatilidad de las
mismas y su importante papel en apoyo del contrato de arbitraje, circunstancia que
ciertamente invita a continuar explorando y refinando el tema con la ventaja de poder
observar las experiencias de otras jurisdicciones para poner en marcha sus virtudes y evitar
los inconvenientes.
En este orden de ideas cabe registrar que el proyecto de Ley General de arbitraje que cursa
en el Congreso nacional sin mayor avance a la fecha se ocupa no sólo de la posibilidad de
decretar medidas cautelares sino también de la asistencia judicial para hacerlas efectivas y
prevé en su artículo 23:
Los árbitros podrán pedir asistencia judicial para ser eficaces las medidas cautelares. Para
dichos efectos el juez se limitará a acordar las medidas pertinentes de igual manera el
Tribunal podrá solicitar de cualquier autoridad pública toda la colaboración necesaria y
dicha autoridad deberá prestarle asistencia.
8. A MANERA DE CONCLUSIÓN
Di inicio a este trabajo poniendo de relieve la aparente falta de conexión entre el contrato
de arbitraje evaluado desde la óptica que informa este libro y las medidas cautelares. Aspiró
sin embargo que a lo largo de las páginas precedentes se haya venido disipando esta
presunta carencia de relación y por el contrario se hayan transmitido las señales de
convergencia de caminos y propósitos a que se hizo referencia anteriormente.
Y es que empeñado el arbitraje sea nacional o internacional en ser una herramienta idónea
y eficaz para la solución de conflictos con las altas e importantes consecuencias que ello
apareja para una convivencia pacífica y ordenada y el apoyo que puedan prestar las
medidas cautelares al logro de estos objetivos cobra inusitada importancia e impide
considerarlas como algo meramente accesorio. Así pues, independiente de los diferentes
matices que presenten las disposiciones legales y los reglamentos de arbitraje en torno a
las medidas cautelares la propia dinámica del arbitraje internacional y su creciente
desarrollo imponen que se preste cada vez más cuidado al tema que nos ha ocupado.
Y ello es Así pues de una parte el arbitraje debe suministrar respuestas satisfactorias dada
la notoria complejidad de los conflictos sometidos a esta forma de composición y de otra
parte su vigencia e idoneidad como sistema de dilucidar las divergencias exige un constante
proceso de autoanálisis que sin dejar de lado sus características esenciales explore y
desarrolle las herramientas que puedan estar disponibles para el logro de sus propósitos
entre las cuales como se ha visto desempeñan un papel importante las medidas cautelares.
parafraseando entonces la caracterización hecha por un ilustre rector del colegio mayor del
Rosario la condición Nova et VETERA es propia del contrato de arbitraje y del tema que
ha sido materia de este ensayo razón por la cual no cabe sino cerrar el mismo destacando
que es necesario perseverar en el estudio de tópicos de esta índole con miras a buscar la
tutela efectiva de los derechos y con ello el fortalecimiento del imperio de la ley.
¿Y no es concluyó la prevalencia de la ley y por ende del Estado de derecho la máxima
aspiración de los abogados y de la comunidad jurídica en general?