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-La política sexual de la mirada funciona en torno a un régimen que divide en posiciones

binarias: actividad/pasividad, mirar/ser mirado, voyeur/exhibicionista, sujeto/objeto. Al


acercarnos a las obras de Cassatt y Morisot podemos preguntarnos: ¿Son cómplices del
régimen dominante? ¿Naturalizan la feminidad en sus premisas principales? ¿se confirma la
feminidad como pasiva y masoquista o hay una mirada crítica que proviene de una posición
diferente desde la cual la feminidad es apreciada, experimentada y representada?

-No cabe duda de que la feminidad es una condición opresiva; sin embargo, las mujeres la
viven según propósitos diferentes y los análisis feministas se preocupan en la actualidad por
explorar no solo sus límites sino las maneras concretas en que las mujeres negocian y
transforman esa posición para alterar sus significados.

-La mujer es solo un signo, una ficción, una creaación de significados y fantasías. La
feminidad no es una condición natural de los individuos de sexo femenino. Es una
construcción ideológica y variable de significados para el signo M*U*J*E*R, producida
por y para otro grupo social que deriva su propia identidad y superioridad imaginada de la
fabricación del espectro de ese Otro fantástico. M U]ER es tanto un ídolo como nada más
que una palabra.

-Los espacios de la feminidad son aquellos en los que la feminidad se vive posicio-
nalmente en el discurso y en las prácticas sociales. Son el produc- to de un sentido vivido
de localización, movilidad y visibilidad social, dentro de las relaciones sociales de ver y ser
vista. Moldea- dos dentro de las políticas sexuales del acto de mirar, demarcan una
organización social particular de la mirada que en sí misma trabaja para asegurar un orden
social particular de diferencia se- xual. La feminidad es tanto la condición como el efecto.

La historia feminista del arte tiene un pro- yecto doble. La recuperación histórica de
información sobre las productoras de arte coexiste con la deconstrucción concomitante de
los discursos y prácticas de la historia del arte en sí misma, y solo es críticamente posible a
través de esa deconstrucción.

La recuperación histórica de mujeres que fueron artistas es una necesidad primordial debido
a la constante obliteración de su actividad en lo que se hace llamar historia del arte.
Debemos refutar las mentiras sobre la inexistencia de artistas mujeres o, en el caso de las
que han sido admitidas, la idea de que eran de segundo orden, y que su indiferencia se debe
a la sumisión generalizada a una indeleble feminidad, siempre planteada como una
incapacidad incuestionable para crear arte. Sin embargo, la sola recuperación histórica no
es suficiente. ¿Qué sentido podríamos otorgarle a la información si carecemos de un marco
teórico desde el cual discernir la particularidad de la obra de las mujeres? En sí mismo este
es un tema complicado. Para evitar caer en el estereotipo femenino que homogeneíza la
obra de las mu- jeres como determinada por el género natural, debemos poner el acento en
la heterogeneidad del arte hecho por mujeres, la especificidad de productoras y productos
individuales. Aun así, debemos reconocer lo que las mujeres comparten como consecuencia
de su formación, no de su naturaleza; es decir, los sistemas sociales históricamente
variables que producen diferenciación sexual.
Este punto nos lleva a uno de los aspectos más importantes del proyecto feminista, la
teorización y el análisis histórico de la diferencia sexual. La diferencia no es esencial sino
entendida como una estructura social que posiciona a los sujetos masculinos y femeninos de
manera asimétrica en relación con el lenguaje, el poder económico y social, y la
significación. El análisis feminista socava una de las parcialidades del poder patriarcal al
refutar los mitos de un significado universal o generaL La sexualidad, el modernismo o la
modernidad no pueden funcionar como categorías dadas a las cuales agregaremos a las
mujeres. Eso sería identificar un punto de vista parcial y masculino como la norma, y
confinaría a las mujeres como otros secundarios. La sexualidad, el modernismo o la
modernidad están organizados por la diferencia sexual, y son formas de organizarla.
Percibir la especificidad de las mujeres es analizar históricamente una configuración
particular de la diferencia.

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