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Intervención Psicosocial, 2006, Vol. 15 N.° 2 Págs. 167-180.

ISSN: 1132-0559

RESUMEN
El artículo parte de la consideración del feminismo como un movimiento plural y crítico;
de ideas, denuncia y reivindicación, producto del conflicto social que genera una posición
de subordinación y desigualdad de las mujeres. Se describen algunas de sus
característi- cas como la configuración de un nuevo sujeto a partir de un doble
proceso: individual y colectivo de las mujeres, o el carácter multidimensional de su
acción y su carácter trans- formador.
En una segunda parte se plantean las peculiares relaciones del movimiento con la
sociedad a partir de considerar algunos de los dilemas a los que se enfrenta. Se analiza la
constante redefinición, a partir de su acción en el campo social, de la dialéctica entre
lo privado y lo público. Se abordan las implicaciones teóricas y práctica de la tensión entre
la individualidad de las mujeres y su pertenencia de género. Y por último se defiende
una práctica feminista que combine elementos culturales de identidad con una política
social de justicia e igualdad, medidas de protección junto con políticas que avancen en
la auto- nomía y libertad de las mujeres.

PALABRAS CLAVE
Feminismo, Pensamiento crítico, Proteccionismo, Justicia social, Identidad cultural.

ABSTRACT
The article sets off considering the Feminist Movement as something critical and plural;
in ideas, reports, and claims as a result of the social conflict generated by women’s subor-

* Asamblea Feminista de Madrid. justa@arrakis.es

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Feminismo: un movimiento crítico

dination and inequality position. Some of its characteristics are described as a new
sub- ject configuration coming from women double process: individual and collective, or
multidi- mensional character of their action, and its transformer character.
In a second part the peculiar relationship between the Movement and society is
raised, after considering some of the dilemmas, which faces. The constant redefinition of
dialectic between public and private is analyzed from its action in social ground. Practical
and theo- retic implications of women tenseness between their individuality and gender
belonging are expounded. And finally a feminist practice, which combines cultural identity
elements with a social politics of justice and equality, protection measures together
with politics, which promote autonomy and freedom for women, is defined.

KEY WORDS
Feminism, Critical thiking, Protectionism, Social justice, cultural identity.

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Justa Montero

LAS MUJERES: SUJETOS DE


UN CONFLICTO mació n profunda de la sociedad. El
movimiento feminista que da expresió n a
El movimiento feminista surge ante la este sujeto se configura a partir de un
necesidad de actuar sobre un arraigado doble proceso: el personal e individual
conflicto, que atraviesa a la sociedad, por el que, de muy distintas formas
determinado por el hecho de nacer mujer (todas ellas necesarias, valiosas y legíti-
o varó n. Si bien el aná lisis sobre el ori- mas), se rebelan contra aspectos
gen y las consecuencias de la subordina- particu- lares de su condició n y
ció n de las mujeres ha dado lugar a dis- manifiestan las situaciones que viven y
tintas teorías, y en ocasiones a infruc- perciben como injustas; y la dinámica
tuosos debates, parto de la considera- colectiva que genera la identificació n
ció n de que es sobre esa diferencia de unas con otras, la voluntad de actuar
bioló - gica inicial como se articulan los colectiva- mente contra el sistema de
proce- sos que otorgan poder a los prohibiciones y exclusiones que las
hombres sobre las mujeres y generan encierra en identi- dades impuestas y la
discrimina- ció n y desigualdad que se necesidad de abrir nuevos horizontes en
manifiestan social, cultural y sus vidas. Esta acció n conjunta, basada
econó micamente. Se trata por tanto de en una inter- pretació n de los deseos y
un conflicto que con- forma una de las necesidades de las mujeres, configura
características estruc- turales del actual una identidad colectiva e inestable, que
modelo de organiza- ció n social. va a estar per- manentemente mediada
por las mú lti- ples individualidades,
La categoría “género”, acuñ ada por el identidades diver- sas y cambiantes de
feminismo, remite precisamente al carác- las mujeres, de sus experiencias,
ter social y cultural del proceso por el criterios y prá cticas. Por- que es a través
que se atribuyen características y signifi- de su propia acció n como el movimiento
cados diferenciados y jerarquizados a va a ir definiendo y redefi- niendo su
mujeres y hombres, constituyendo este- identidad colectiva, su ideolo- gía y sus
reotipos que varían geográfica y tempo- reivindicaciones (De Miguel, 2000). Y
ralmente, sobre lo que es y debe repre- esta doble dimensió n: indivi- dual y
sentar nacer varó n o mujer. Sin embargo colectiva, le otorga singularidad al
conviene señ alar que al generalizarse el movimiento y una enorme fuerza al
uso de este término, con frecuencia se situarse como referente para muchas
vacía su contenido crítico integrándolo mujeres.
en discursos políticos, académicos, de
ONGs y medios de comunicació n, en los Por ú ltimo, aunque pueda parecer
que no siempre designa relaciones de una obviedad, considero imprescindible
poder y procesos sociales de discrimina- destacar el carácter plural del movimien-
ció n. Esta ú ltima es la acepció n que uti- to, de su teoría, práctica y realidad orga-
lizaré a lo largo del texto. nizativa, frente a cualquier visió n dog-
má tica, pues no existe una ú nica forma
El conflicto al que me he referido de analizar y representar la subordina-
requiere y define un nuevo sujeto social, ció n de las mujeres. El feminismo no es
las mujeres, que vertebran y protagoni- un dogma (Agra, 2000) ni un proceso
zan el discurso y la acció n colectiva de acabado; no dispone de una teoría y
denuncia y contestació n a los límites pro- yecto cerrado ni de una práctica
que a su libertad establece la preesta- blecida. Se trata de un
sociedad patriarcal, en una diná mica movimiento social crítico que, a partir
de transfor- de su intervenció n concreta, se sitú a en

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permanente con- frontació n y
diá logo con la realidad

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social y con su propia evolució n interna.


En este proceso va a desarrollar su visió n interactiva del funcionamiento
capa- cidad para examinar y poner de social y cualquier alternativa debería
mani- fiesto sus propias tensiones. articular el conjunto de factores de esa
compleja realidad.

LA MULTIDIMENSIONALIDAD A modo de ejemplo sirva el aná lisis


DE LA CONTESTACIÓN FEMINISTA de la relació n de las mujeres con el mer-
cado laboral. Su participació n en el tra-
Hacer frente a las causas y manifesta- bajo asalariado es un elemento funda-
ciones de la subordinació n requiere mental para su autonomía econó mica a
identificar y actuar sobre los muy diver- la vez que una fuente de sobreexplota-
sos mecanismos por los que la sociedad ció n laboral y discriminació n social.
jerarquiza la diferencia sexual y afianza Para constatarlo valga la referencia a
una asimetría que se traduce en relacio- algunos datos actuales: en el Estado
nes de poder muy precisas. Así, tanto la españ ol el salario medio de las mujeres
lucha por reformas y mejoras concretas es entre un 25% y un 33% inferior al de
como la crítica y propuestas de transfor- los hombres, su tasa de paro es siempre
mació n má s radical, lleva a transitar por superior, la de ocupació n siempre infe-
la familia, la escuela, las leyes, el modelo rior, y la feminizació n de un sector de la
sexual, las prá cticas sociales, las relacio- economía lleva aparejada su desvalori-
nes personales, la subjetividad, la econo- zació n social y la reducció n relativa de
mía, las instituciones representativas, y sus salarios.
un largo etcétera.
Pero la explicació n a esta situació n
La multidimensionalidad y transver- no se encuentra en los requisitos de un
salidad de sus ámbitos de actuació n es sistema capitalista basado en la apropia-
otro rasgo relevante del movimiento. ció n de la fuerza de trabajo de las perso-
Siendo el género un elemento de organi- nas, pues de ser así sería indiferente que
zació n social, las propuestas feministas fueran mujeres u hombres quienes tra-
no se pueden circunscribir a un solo bajan. La existencia de formas de explo-
campo, sea éste el econó mico, social, tació n específicas y diferenciadas, en
cultural o político, por más que resulte funció n del sexo, hay que buscarla en la
necesario avanzar en cada uno de ellos. integració n de los imperativos econó mi-
Es má s, no se puede prescindir de la cos del sistema en la bú squeda del má xi-
forma en que interactú an pues en todos mo beneficio, con lo que se ha llamado
ellos se manifiesta la adjudicació n y el sistema sexo-género, que hace
jerarquizació n de los géneros (Frasser, funcional al sistema la separació n entre
1996). Ninguno de ellos por sí solo expli- produc- ció n y reproducció n, entre el
ca ni la naturaleza ni la profundidad de trabajo asa- lariado y el trabajo
la opresió n de las mujeres, por tanto los doméstico y de cuida- dos.
análisis que hacen recaer en la
economía o en la cultura la causa La opinió n recogida en las encuestas,
primigenia de la subordinació n limitan que de forma generalizada es favorable
o distorsionan el alcance y el éxito de las al reparto del trabajo doméstico y de
propuestas de transformació n. Por tanto, cuidados, no se acompañ a de un cambio
identificar los mecanismos por los que la similar de comportamientos: el 83% de
diferencia sexual se traduce en posició n quienes cuidan a personas dependientes
de subor- dinació n para las mujeres, son mujeres, y el aumento de la partici-
requiere una pació n masculina en el trabajo domésti-

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co ha sufrido una variació n mínima en


los ú ltimos diez añ os. Este anacronismo En definitiva, se trata de modificar la
se sustenta en elaboraciones e interpre- propia conceptualizació n del trabajo,
taciones culturales y simbó licas que identificada só lo con empleo, para
atribuyen a las mujeres cualidades incorporar el trabajo doméstico y de cui-
como la paciencia o la capacidad de dados, y ampliar la idea de productivi-
sacrificio, que al presentarlas como atri- dad social incluyendo las tareas de
butos propios y naturales establece la reproducció n, atenció n y mantenimiento
idea de su mayor idoneidad para el tra- de los seres humanos, lo que obliga a
bajo de cuidados, y enmascara la divi- una nueva idea de lo que representa y
sió n sexual del trabajo que subyace. De requiere la sostenibilidad de la vida
esta forma se legitima su inestable, pre- (Carrasco, 1999).
caria y discriminatoria participació n en
el mundo laboral, y el perverso efecto de
vuelta, al servir de justificació n para que PENSAMIENTO CRÍTICO
las mujeres sigan responsabilizándose
del trabajo doméstico. La conciliació n de El feminismo es también un pensa-
la vida familiar y laboral parece ser pri- miento crítico. Sus objetivos de trans-
vativa de las mujeres (en el añ o 2004, formació n obligan a actuar en el terre-
“por razones personales”, 379.500 muje- no de las ideas a fin de subvertir arrai-
res tuvieron que abandonar el mercado gados có digos culturales, normas y
laboral). El fenó meno de la “doble pre- valores, así como el sistema simbó lico
sencia” en lo pú blico y lo privado, se de interpretació n y representació n que
convierte en un elemento de conflicto y hace aparecer normales comportamien-
escisió n de la propia vida de las muje- tos y actitudes sexistas, que privilegian
res. lo masculino y las relaciones de poder
patriarcal. En este contexto el feminis-
De todo ello se deduce que, junto con mo desarticula los discursos y prácti-
la lucha por reformas y cambios concre- cas que tratan de legitimar la domina-
tos en la exigencia de igualdad laboral ció n sexual desde la ciencia, la
(acceso, salarios, formació n) una estrate- religió n, la filosofía o la política. Por
gia de cambio real implica también el ejemplo el fundamentalismo de la Con-
reparto del trabajo reproductivo con los ferencia episcopal formula un modelo
hombres y la responsabilizació n del de sometimiento sin fisuras posibles e
Estado en garantizar recursos pú blicos. inscrito en la familia tradicional y la
Pero también muestran la necesidad de negació n de la libertad para las muje-
cambios estructurales que apunten a la res; tampoco hay que olvidar los distin-
reorganizació n de la producció n y la tos discursos populares o instituciona-
reproducció n, es decir a la propia organi- les que estimulan en el imaginario
zació n social. Sin ánimo de ser exhausti- colectivo la idea de la supremacía mas-
va entre esos cambios cabría citar: los culina. Esta afirmació n de virilidad
tiempos de trabajo y de ocio, las estruc- resulta un elemento de identidad de los
turas de convivencia, la estructura de la hombres ante la percepció n de una
ciudad, la distribució n de recursos natu- superioridad maltrecha por el cambio
rales, sociales y econó micos, la socializa- de las mujeres. Afortunadamente en
ció n de los valores que las mujeres apor- los ú ltimos añ os empiezan a aparecer
tan por su experiencia relacional y de pú blicamente nuevos referentes de
cuidados, y el cambio de las políticas masculinidad a raíz de la activa y com-
econó micas neoliberales. prometida actitud de algunos hombres
en el rechazo a la violencia sexista.

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Justa Montero

La frase que en su día formulara la


pensadora francesa Simone de Beau- ¿LO PERSONAL ES POLÍTICO?
voir “mujer no se nace, se hace”, ilus-
tra el empeñ o que guió y guía al femi- En el marco de esta sucinta caracteri-
nismo por rechazar el determinismo zació n del movimiento quisiera apuntar
bioló gico que de forma reiterada y con la profunda transformació n que el femi-
renovados discursos sustentan las nismo ha provocado en la relaciones
teorías que asocian a los hombres con entre los ámbitos en los que discurre su
la cultura y a las mujer es con la acció n: el pú blico donde concurre lo que
naturaleza. Desde todas las teorías se considera de interés general, y el pri-
feministas, independientemente de su vado, entendido como el á mbito de lo
posterior concreció n, se formula una personal. El tratamiento de la relació n
fuerte crítica a la acepció n androcén- entre ambos es de sumo interés ya que
tica de categorías supuestamente uni- estos espacios no só lo designan ámbitos
versales y aparentemente neutras que sociales, sino que actú an como términos
han sido el soporte del pensamiento que otorgan o quitan legitimidad a inte-
de la modernidad: desde el sujeto y la reses, opiniones y problemas. Son espa-
historia, pasando por la libertad, ciu- cios a los que se asignan distintos valo-
dadanía, democracia y justicia, al res y funciones y, como incisivamente
contemplar el mundo, los aconteci- han planteado algunas autoras, a los
mientos y los sujetos sociales desde la que incluso se aplica éticas diferencia-
centralidad del varó n, propiciando por das: la ética de la justicia basada en la
tanto la identificació n de las personas imparcialidad y reciprocidad que rige lo
con los hombres y de é stos con los pú blico y la ética relacional del cuidado
sujetos universales portador es de que se proyecta en lo privado. Esta
derechos (Amoró s, 1997, Varikas). La sepa- ració n, como se ha visto en el
formulació n en positivo de estas cate- ejemplo del trabajo, resulta enormemente
gorías, una vez realizada esa de-cons- funcio- nal para la construcció n de los
trucció n, es el centro de las contro- estereoti- pos de feminidad y
versias y tribulaciones del feminismo masculinidad que siguen operando hoy,
moderno. aunque no tan rígidamente como hace
unos añ os debi- do a las fisuras
introducidas por el movi- miento.
El feminismo aporta al conjunto de
la sociedad un prisma singular desde
el que analizar y ver el mundo, porque Ahora bien, lo que pertenece a uno u
las mujeres constituidas en sujetos otro espacio no es algo dado ni tiene
activos cuestionan e interrogan a la fronteras establecidas, es producto pre-
sociedad y a ellas mismas sobre lo que cisamente de una confrontació n política
son, lo que hacen, sobre la organiza- e ideoló gica en la que intervienen acto-
ció n social y el mundo que les rodea. res con distintos intereses sociales y
Realizan de este modo un proceso econó micos. El movimiento con su acti-
colectivo de reinterpretació n de la rea- vidad ha modificado esas fronteras y ha
lidad, de elaboració n de nuevos có di- establecido el á mbito social como el
gos y significados para interpretarla, terreno en el que se dirime lo que perte-
para lo que construyen términos con nece a un espacio u otro y por tanto lo
los que nombrar los nuevos fenó menos que es de interés colectivo y requiere
que el feminismo destapa: acoso una participació n pú blica y política. De
sexual, maltrato doméstico, violencia este modo se introducen importantes
conyugal, doble jornada. fisuras en una de las dicotomías má s
fuertemente desarrolladas por la moder-

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nidad: la que separa lo privado y lo


pú blico. La consigna que levantó en los blezcan mecanismos que institucionali-
añ os 70 ”lo personal es político”, sigue cen la figura de la mujer cuidadora de
teniendo vigencia, aunque haya que su familia. Instituir esa figura como una
liberarla de algunas interpretaciones vía de solució n a la actual crisis de los
excesivamente lineales. Permite ampliar cuidados supone transferir los costes y
su espacio de actuació n y hacer que la responsabilidad en la creació n los
necesidades derivadas de una vida pri- servicios pú blicos necesarios al á mbito
vada en la que se manifiestan relaciones privado, es decir, a las mujeres en la
de poder amparadas en esa privacidad, familia. Un dato significativo en este
adquieran legitimidad por su cará cter sentido es que se prevé que para el añ o
social, poniendo ademá s en evidencia 2010 habrá mas mujeres cuidadoras
los procesos de exclusió n que tienen que plazas de Centros de Día y Residen-
como origen la separació n entre el espa- cia juntas.
cio pú blico y el privado.
En definitiva, no existe una frontera
Pero, como mencionaba, tambié n nítida y estable entre lo privado y lo
actú an otros actores que presionan en pú blico, ni tampoco existe una norma
sentido contrario. Desde planteamientos sobre có mo tratar los aspectos de la vida
liberales, y en el contexto de crisis del privada que pasan a la escena pú blica:
Estado del bienestar, se busca reprivati- qué aspectos hay que regular, sobre cuá -
zar las necesidades y recuperar una pri- les se debe legislar y cuá les tienen que
vacidad que necesariamente cercena la resolverse en el ámbito estrictamente
libertad de las mujeres. Se entra así de social. En este sentido las leyes y medi-
lleno en la pugna por la redefinició n de das institucionales no pueden conside-
lo que el feminismo ha formulado. Hay rarse en sí mismas la solució n del con-
algunos ejemplos que considero signifi- flicto, y mucho menos en detrimento de
cativos, aunque evidentemente más la acció n y la movilizació n social como
complejos de lo que aquí se puede refle- instrumento para transformar la reali-
jar. dad. La historia del movimiento feminis-
ta en el Estado españ ol es ilustrativa en
En el contexto del debate sobre la este sentido.
ampliació n de la limitada despenaliza-
ció n actual del aborto, aparecen pro-
puestas que vinculan la aceptació n de la LAS IMPLICACIONES DE LA
decisió n de la mujer como motivo para ADSCRIPCIÓN DE GÉNERO
abortar, a su exclusió n, por tratarse de DE LAS MUJERES
una opció n personal, de cualquier finan-
ciació n pú blica. Sin embargo, la ló gica A partir de esta visió n sintética de
debiera ser la contraria: puesto que es algunas características del movimiento
un derecho no se puede privatizar más feminista. paso a tratar en las siguientes
bien al contrario se debería garantizar líneas alguno de los dilemas a los que en
su ejercicio sin limitar el acceso a la la actualidad se enfrenta. Hay que consi-
sani- dad pú blica. derar que emergen como producto de
varios factores: de los cambios que la
Otro ejemplo. En el debate sobre la lucha feminista propicia en las mujeres
configuració n de un Sistema Nacional por el acceso a nuevos derechos, en su
de atenció n a las personas dependientes subjetividad, en la distinta forma de per-
preocupa en el feminismo que se esta- cibirse a sí mismas y por lo tanto de
situarse ante la vida; de cambios genera-

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Justa Montero

les de las estructuras sociales; finalmen-


te también por la acumulació n de expe- casos se definen como identidades
riencias y maduració n del movimiento. homogéneas y estables. El género es lo
El resultado es la aparició n de nuevos determinante para todas las mujeres, y a
retos ante una realidad de las mujeres partir de las características generaliza-
que es y/o se percibe má s compleja, y bles que establece se presupone la exis-
que urge revisar y readecuar estrategias, tencia de uniformidad en sus experien-
discursos y propuestas. cias (al igual que entre los hombres) lo
que permite hablar de unidad natural
Uno de los aspectos que resultan con- entra las mismas. Sobre ésta debe basar
flictivos es la distinta interpretació n de lo el feminismo su estrategia pues las dife-
que supone para las mujeres su adscrip- rencias entre las mujeres, aun recono-
ció n de género. Comenzaré haciendo una ciéndolas, no se consideran relevantes
breve referencia a algunos argumentos para la propuesta feminista al debilitar
que se sitú an en los extremos de un esa unidad que el género establece.
amplio abanico de posiciones (de los que
existe abundante literatura) presentes en La consideració n de una naturaleza
polé micas y propuestas feministas femenina y los valores a ella asociados,
actuales (Alcoff, 2002). así como la consiguiente política de
reva- lorizació n de la diferencia como lo
Por un lado desde posiciones que deri- propio de las mujeres, son
van del “feminismo cultural” (corriente planteamientos com- partidos por el
que surge en EEUU en la década de los llamado “feminismo de la diferencia”, que
80, siendo Katheleen Bary y Adrianne surge en Italia y Francia, siendo Luisa
Rich algunas de sus autoras más conoci- Murazo, Luce Irigaray, Milagros
das) se establece la existencia de una Rivera algunas de sus autoras. Esta
naturaleza femenina definida bien por la corriente, que aparece en confron-
condició n bioló gica y su proximidad a la tació n con el feminismo de la igualdad,
naturaleza al ser generadoras de vida, si señ ala como significtivas las diferen-
bien por su sexualidad, o por diferencia- cias entre las mujeres pero las sitú an en
ciones culturales fuertemente interioriza- el mundo femenino que define su exis-
das. Independientemente de estas dife- tencia diferente al de los hombres y en
rencias en su definició n, se la considera el que debe circunscribirse la actuació n
provista de valores femeninos como la del feminismo.
ternura, entrega, paciencia y espíritu
pacífico, asociados a su funció n mater- La polémica con estas posiciones se
nal, a una sexualidad diferenciada, o a ha producido tanto en el campo de la
su capacidad relacional. Es la represió n teoría como en el de la prá ctica del
de estos valores por la cultura masculi- movi- miento. Situar como objetivo
na, es decir la negació n de su naturale- político revalorizar “lo femenino”,
za, lo que origina la opresió n. El objetivo entendido como lo que hacen y
del movimiento es desarrollar esa cultu- representan las mujeres, tiene sin duda
ra femenina frente a la masculinidad un efecto positi- vo al dar fuerza a las
que se sitú a como el verdadero propias mujeres al verse así
problema. Mujeres y hombres reconocidas. El problema es convertirlo
constituyen de este modo dos colectivos en el centro de la política feminista,
con intereses opues- tos e identidades pues reivindicarlo sin some- terlo a
homogéneas que, en algunas versiones crítica, es decir tal y como hoy se
se consideran innatas y en otras manifiesta, es aceptar lo adjudicado por
adquiridas, pero en ambos la cultura patriarcal y que tan ú til resul-

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Feminismo: un movimiento crítico
ta para justificar situaciones de
opre- sió n; por otro lado, a mi
modo de ver,

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Justa Montero

dificulta la posibilidad de alterar su sig-


nificado dominante, porque la utilidad de
las argumentaciones depende no só lo del
valor que tengan en sí, sino del contexto
discursivo en que se formulen. En
momentos se requiere poner en primer
plano la revalorizació n, por ejemplo, del
trabajo de cuidados para darle visibili-
dad y reconocimiento social, pero en
otros puede servir de excusa para, aso-
ciá ndolo a las supuestas cualidades
femeninas, asignar la obligatoriedad
social de cuidar a los demás, lo que en la
historia de las mujeres ha estado asocia-
do a sumisió n, dependencia y límites a
su libertad.

Futur anterieur (59-84). Paris.

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