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E. E. H. A.
SEVILLA

XCVII

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bajos son de la exclusiva responsabilidad de sus auto-
res. La Escuela de Estudios Hispano-Americanos s6lo
responde del interés científico de sus publicaciones.
ARTICULOS
Formación · brasileña y pro-
blematismo hispanoamericano·

n:~;=.::;-.;z--::::::1=-:,N el sentido cultural de su formación histó-


rica, el Brasil y los pueblos de la América
hispana, en cuanto fueron integrantes de los
grandes imperios que las coronas de Portu-
gal y de Castilla habían ·construído, venían
siguiendo la misma trayectoria. Semejante
paralelismo registra el historiador al surgir de las nuevas
nacionalidades, separadas de las metrópolis de allende
el mar.
Como señala Domingo Faustino Sarmiento, en las
clásicas páginas de su Pacundo, en toda América, el carác-
ter, objeto y fin de la revolución de _la independencia,
fueron los mismos y tuvieron una fuente común en el mo-
vimiento de las ideas europeas de entonces.
Ya se dijo que nuestra Edad Media había sido el lla-
mado período colonial, empezando para nosotros la Edad
Moderna con la separación política. En efecto, los impe-

* Traducción de Felipe Tredinnick-Abasto.

'Estudios Americanos
(1)
268
rios de Portugal y de España _habían perpetuado las tradi-
ciones de la Cristiandad medio~val y su cosmovisión, al
paso que estas ideas europeas, a partir del iluminismo del
siglo XVIII, venían a introducir el fermento revoluciona-
rio, preparando las mentes para la aceptación de los pos-
tulados de un nuevo orden jurídico.
No basta, evidentemente, considerar las influencias
ideológicas. Los intereses económicos en juego, las trans-
formaciones de la política europea, la actuación decisiva
de los poderes que operan entre los bastidores de la· his-
toria, todo esto se ha de tener en cuenta para compren-
der el sentido cultural y político dominante en el proceso
formativo de las naciones hispanoamericanas.
Al paralelismo aludido viene a juntarse un curioso
antagonismo de aspectos, entre la manera por la cual se
dió la estructuració~ política de los pueblos de América
hispana y lo que ocurrió en el Brasil, al separarse de Por-
tugal. · .·
Quinc~ año_s duraron las guerras de la independencia.
en las colonias americanas de España; en el Brasil, las lu-
chas o escaramuzas que siguieron a la proclamación de
D. Pedro I, no fueron más de· quince meses. Los virreina-
tos sujetos a la soberanía de la Corona de Castílla, se frag-
mentaron en varias repúblicas, mientras la unidad de la
América portuguesa se mantenía incólume. Las nuevas
repúblicas, desprendidas de los vínculos que las ligaban
con la Madre Patria, iniciaban el camino accidentado que
-viene constituyendo todo el drama de su historia, osci-
lando siempre entre el caudillismo y la demagogia; bien
~al contrario de lo sucedido en el Brasil, donde, después de
la etapa de la regencia, turbulenta ínas transitoria por na-
turaleza propia, el orden imperial altivamente dominaría,
asegurando la paz Jnterna y el prestigio en el exterior.
¿Cómo explicar tales antinoinias de la historia?
Buscando hacerlo con aspiración de situar. al Brasil
en el panorama político de aquella época, acompañemos
Volumen IX

'
-269

a D. Juan VI, de retorno a Portugal, después de haber ci-


mentado las bajes jurídicas de la nacionalidad brasileña~
Veamos cómo encontró a Europa y cuáles fueron las pe-
ripecias ocurridas desde aquel momento en la península
ibérica, donde las dos naciones poderosas de otrora co-
menzaban a declinar, perdiendo sus vastos dominios. _
La liquidación del imperio napoleónico se hjzo por ·
la acción conjunta de las potencias continentales; unidas
en la llamada Santa Alianza, y de Inglaterra. Esta última
adquirió el dominio del comercio y de los mares. Mucho
antes de eso, su preponderancia en la zona de los intere~
ses lusitanos ya se venía haciendo sentir. Tradicionales alia~
das, desde los remotos tiempos del Rey D. Fernan~o, las
dos naciones habían concluído en 1703 el tratado de
Methuen, que a algunos historjadores les parece el primer
paso del imperialismo británico con la vista clavada e~
dirección a Portugal, no obstante el parecer de Adarn
Smith, que lo juzga más desvet).tajoso para Inglaterra. El
tratado constaba apenas de tres artículos. Por el primero 1
Portugal se obligaba para siempre · a admitir los paños y
otras manufacturas británicas, cuya importación había sido
prohibida años antes. Por el artículo segundo, Inglaterra
se comprometía a recibir para siempre los vinos portu-:
gueses, cobrando dos tercios de los derechos en que es-
taban tasados los ·franceses. Si esta diferencia no fuese
mantenida, quedaba al arbitrio de Portugal prohibir d~
nuevo la importac!ón de los tejidos ingleses. Según J. Lu-
cio de Azevedo, en Epocas de Portugal Económico, hubo ven- -
tajas para ambas partes, mientras que Werner· Sombart,
en Der ~oderne Xapitalismus, considera el tratado de Met-
huen una obra maestra de refinada astucia. El hecho es
que desde el desembarco de las tropas de W ellington en
la desembocadura del Mondego, para ayudar a los portu-
gueses a librarse de Napoleón, quedó Gran Bretaña con
un pie en Portugal.
- El retorno de D. Juan YI ocurría en 1821, despué~
Estudios America11 os
270
de la revolución de Porto en el año anterior, y las eleccio-
nes para las Cortes Constituyentes. Al llegar el soberano,
ya éstas estaban instaladas en Lisboa, y empezaban a asu-
mir, en relación al Brasil, aquellas actitudes imprudentes y
provocativas, frente a las cuales la inquietud de los brasi-
leños aumentaba de ·día en día. Por fin, el 7 de Septiem-
bre, después de haber declarado extinta la Casa de
Suplicación, pretendiendo de esta manera cancelar la
autonomía judicial concedida por D. Juan VI al Brasil, las
Cortes Constituyentes ordenaban a D. Pedro que volviera
inmediatamente para Lisboa, dejando en su lugar una
junta provisoria encargada de la regencia. Es sabido-cómo
el Príncipe respondió haciendo causa común con los bra-
sileños, a punto de convertirse en heraldo de las repre-
sentaciones de los pueblos. Entre éstas, la de la Junta de
San Pablo sobrepasaba a las demás en altivez y amplitud
de miras y supo contestar a los ataques de los diputados
de Lisboa, que, con todo su liberalismo negaban a los
brasileños sus prerrogativas y franquicias.
Proclamada la independencia por D. Pedro, antes de
que lo hubiere hecho algún aventurero, según las pala-
bras del consejo paterno, se encuentra el desdichado Rey
de Portugal con la crisis suscitada en el conflicto entre el
liberalismo, insuflado por las ideas modernas, y la contra-
rrevolución que tenía en su hijo, D. Miguel, el supremo
defensor.
La «Vilafrancada», la «Abrilada», el exilio de D. Mi-
guel y la muerte de D. Juan VI, son etapas de una crisis
dolorosa. La Constitución jurada en 1822 es revocada en
el año siguiente, y es D. Pedro, quien después de procla-
mado Rey de Portugal y cuando aun se encontraba en el
Brasil, otorga nueva Carta en 1826. Viene luego aquel
período confuso en que D. Miguel, nombrado regente,
accede en jurar la Carta para después disolver la Cámara
de Diputados y convocar los Tres Estados del Reino a
manera de la antigua usanza. Rodeado de inmensa popu-
Volttmen IX
271

Jaridad, D. Miguel vuelve a ser el rey absoluto; sofocando


la revuelta de Porto, parece consolidada, en su favor, la
situación. (t) Pero los liberales, reuniéndose en la isla Ter-
ceira conspirando en París y recibiendo la ayuda de ln-
glate~ra y de las finanzas internacionales, vuelven a la
carga. A su frente, D. Pedro, después de haber abdicado
el trono del Brasil, desembarca en Mindelo, ocupa Pórto,
resiste al cerco y prosigue la lucha, que acabará en· el me-
lancólico episodio de Evora-Monte. Triunfa el liberalismo
y se inicia la marcha de Portugal hacia su ruina, consuma-
da con la República de 191 O.
Muy semejante al drama portugués, es la tragedia
española, desarrollada después de la muerte de Fernando
VII, la cual venía a acarrear del otro lado de la raya las.
mismas consecuencias del fallecimiento de D. Juan Vl. Una
cuestión de legitimidad dinástica envolviendo una lucha
de principios. El conflicto entre la Tradición y la Revolu-
ción. La penetración de las ideas francesas en un verda-
dero contrabando efectuado por los juristas y hombres
públicos, traicionando el sentimiento popular, cuyo des-
pertar magnífico, frente a la invasión napoleónica, fuera_
no sólo en defensa de la independencia sino también ce-
rrando el camino a la herejía política. Dos hermanos en-
frentándose en Portugal; tío y sobrina en España. D. Pe-
dro IV y D.ª Isabel 11, instrumentos de las logias para la
ejecución de sus planes. (2)
No podemos olvidar lo que decía Menéndez y Pelayo,
en la 'Ristoria de los 'Reterodoxos Españoles: conocer la historia
1 Oliveira MartitlJS escribe: "Los casos de ahora -aclamaciones constitucio-
nales, sediciones absolutistais-- son apenas los preliminares de la lejana campaña
futura, del duelo final entre la nación histórica y el es,píritu nuevo, extranjero,,
una vez más i'mpuesto, por una dictadura, a una nación abierta al cosmopoliticismo"
(O. Martins-: Portugal Contemporáneo, 4. ª edición., 19-07, Lisboa, t'omo I, p,á g. 22) ••
1

2 En lo concerniente .a Portugal, además de los trabajos de Oliveira Martín;;


Y Oliveira Lima sobre el asunto, ver P. Siebertz : A M aronaria na luta peloi Podm"
(Don Mig1tel I e a sua época), traducido del alemán, Porto, 1945.. Cuanto a España,
un notable esclarecimiento nos da Rafael Gambra: La J:rimera guerra civil de Es-
laña (1821-23), Esceli<:er S. L., Madrid, 1950.

Esf:itdfos Amcr·icános
272

de España en aquella época es conocer también la historia


de Portugal. «Juntos habíamos hecho la guerra de la inde-
pendencia, juntos .nos empeñamos con la misma infantil
temeridad en la persecución de la libertad política abs-
tracta. ¿Y cómo no, si a un mismo tiempo · nos habíamos
bañado en las turbias corrientes del enciclopedismo, rien-
do a una con los donaires de V oltaire, y extasiándonos en
Rousseau con la apoteosis de vidas salvajes?» (L. VII,
c. III, V). .
Y el mismo resultado, añadimos nosotros: la monar-
quía constitucional, las experiencias republicanas, la deca-
dencia de las dos grandes naciones imperiales, perdiendo
sus dominios. Con la difetencia de que la reacción en Es-
paña. ha llegado hasta nuestros días, a través de la epopeya
del carlismo.
Desde aquella época, empezaba a afirm_arse el pri-
mado de los pueblos anglosajones, en cuanto en el con-
tinente europeo el imperialismo germano se extendía, pre-
sentando el rostro al británico. Después de la caída de
Napoleón, Francia aún tuvo épocas de esplendor, mas en
realidad su posición ya se había alineado, entre las demás
naciones latinas, en un plano secundario, por lo que se
refiere a las influencias en la política mundial. Y el pode-
río ruso despuntaba, haciendo desde luego, prever la
amenaza en que se convertiría para la Europa occi-
dental.
Las directivas políticas procedían ele la· Revolución
Francesa, y las nacionalidades se estructuraban según el
régimen democrático. La organización económica de las
misma,s quedaba dependiendo de las condiciones estable-
cidas por la revolución industrial, llevada a efecto prime-
ramente en Inglaterra. La aplicación de la máquina de
vapor a las industrias venía a alterar fundamentalmente
el sistema de producción. Grande concentración indus-
trial comenzó a formarse alrededor de los yacimientos
hulleros de valor económico mayor, beneficiando inmen-
Vofamen I X
273·

samente a Gran Bretaña, a Alemania y a los Estados Uni-


.d os de Norte América.
Los pueblos de subsuelo rico en yacimientos carbo-
níferos poseían combustible para fundir el hierro, cons-
truir maquinarias y montar fábricas de tejidos. También
podían abrir vías férrea~ y desarrollar la marina mercante.
Se indu:;trializaban, pues, y dominaban los mercados, asu-
miendo de esta manera la dirección mundial. (3)
Cuando el oro de América aseguraba la preponde-
rancia de España y de Portugal, había surgido, en el
círculo de las relaciones comerciales el sistema del mer-
cantilismo, al ensayar la economía política sus primeros
pasos. Ahora la gran tesis de la ciencia económica era el
libre-cambismo, permitiendo a Inglaterra encontrar los.
puertos franqueados a sus navíos y los mercados abiertos
·a sus productos. El libro de Adam Smith sobre la Riqueza
.de las J\Jaciones, se difundía por todas partes y encontraba
en el Brasil un discípulo entusiasta: José da Silva Lisboa.

***
Para un conocimiento exacto de la historia polític;a y
del derecho público en los tiempos modernos, importa
mucho considerar la actuación desarrollada por las socie-
dades secretas en Europa y en América. ·
- En Inglaterra, precisamente, era poderosa la influen-
cia de las logias masónicas, cuando Pitt y Burke buscaban
orientar la opinión pública de aquel país en sentido de co-
locar una barrera a los desmanes de la Revolución que

3 Son int eresantes l.as palab.ras de Pires·: "El alto horno, la máquina de
~apor, el hilado y tejido mecánicos, la navega:ción imarí-tima y después: la locomotora,
tales fueron las grandes m áquinas de la p rimera mita d del siglo XIX, -:¡ cuyO' efecto
luego se verificó sobre la econom ía ·universal " (J. P ires do R ío : O c~m bus,,tivel na
ecá>nomía universal, 3.1ª edición, Librería J osé Olympio, pág. 67). E l carbón . y el
hierro fue ron -las tenaz-ais d el imper ialismo en el siglo pasado. E s fo qu e explica
la prosperidad material de ciertos pueblos ; p,rosperidad cuyo ori.gen no se debe
buscar en pretendida sup1remacía de cultura o de raza.

Estudios -Americanos
274

estallara al otro lado del Canal de la Mancha. En las lo-


gias estaban los propagadores de los principios revolucio-
narios. Y como acontecía en Francia, también hasta figu-
ras destacadas de la nobleza eran graduados en la secta:-
así, el príncipe Jorge, nombrado regente en 1811, el du-
que de Kent y el duque de Sussex.
Divididas al principio, las «hermandades» inglesas y
escocesas se unieron en 181 3 en una sola -la «gran
logia nacional de todos los viejos masones de Ingla-
terra»-.
En Alemania, la patria de los antiguos iluminados, se
extendían también, inspirand0 a los hombres de la Santa
Alianza. Cuando Rusia, Austria y Prusia se unían, pues,
para el aparente fin de restaurar el orden tradicional de
las naciones europeas y cortar el paso a la obra de la Re-
volución, el plan que estaba siendo ejecutado poco a
poco, era el de los propios agentes de la confabulación
revolucionaria. También en Rusia, hasta entonces inacce-
sible a las agitaciones del occidente europeo, empezaba a
propagarse el nihilismo, cuyas íntimas relaciones con el
iluminismo germánico fueron indicadas por Joseph de
Maistre ya en una memoria confidencial escrita en 1811 y
destinada a llegar al conocimiento de Alejandro I de Ru-
sia. En su correspondencia diplomática, también se en-
cuentra una carta al Conde de Vallaise extremadamente
aclaratoria del asunto. La convención de París, en que los
soberanos de Rusia, Austria y Prusia se declaraban herma-
nos y jefes de tres grandes familias cristianas, era inspirada
por el espíritu del iluminismo, en su nueva forma. Como
manifiesta Metternich, la Santa Alianza brotó del «afecto
pietista» de Alejandro l. El Zar vivía cercado de iluminis-
tas masones, entre los cuales su famoso consejero Michel
Speranski. A propósito escribía De Maistre: «Je suis per-
faitment informé des machines que ces gens-la ont fait
jouer pour s'approcher de l'auguste auteur de la Conven-
Volumen IX
275
tion, et pour s' emparer de son esprit. Les femmes y sont
entrées, comme elles entrent partout». (4)
Por su parte, la masonería inglesa torpedeaba las ten-
tativas de una auténtica restauración. Y vimos así a Inglate-
rra sustentar en Portugal a los partidarios de D. Pedro,
contra el sentimiento popular notoriamente miguelista,
y apoyar en España a los adversarios de D. Carlos. En
ambos casos, la exclusión del legítimo heredero significa-
ba el triunfo de las ideas revolucionarias.
Pronto se desvanecerían las posibilidades del restable-
cimiento del orden tradicional y del principio monárqui.;.
co de la legitimidad. El tratado de París de 20 de noviem-
bre de 1815 reuniría a Austria, Inglaterra, Rusia y Prusia
alrededor de los principios restauradores de los que se hi-
ciera paladín el Zar Alejandro. Más tarde vendría a jun-
társeles Francia. Sucediendo a Castlereagh, el primer mi-
nistro Canning, miembro de la Frince of 'JVales f.odge,
libertaba a Inglaterra de los compromisos asumidos en el
tratado de 1815 y se empeñaba en una coalición de los
Estados constitucionales del occidente que viniese a susti-
tuir la Santa Alianza.
«Se abría así -concluye Seibertz- el camino libre
·a las formas de Estado del liberalismo; las sociedades se-
cretas pedían ya de nuevo los tronos. La tentativa em-
prendida por Wellington, para oponerse a esta nefasta
evolución, cedió dos años después al terror de las logias,
desencadenado en las calles contra él; a fines de 1-8 50, el
gabinete liberal de Grey, teniendo por ministro del Exte-
rior a lord Palmerston, protegía cada vez más declarada-
mente las revoluciones en todo el mundo. El blanco final
del trabajo masónico, ahora sin quiebra de interrupción,
era la constitución de una liga de Estados republicanos,
abarcando toda Europa. Como medio más fácil para tal
4 J. 'De Maistre: Oeuvres Completes, tomo XIII, Lyon, 1886, pág. 222, en
la mencionada carta a,l Conde de VaJlaise. -

Estudios Ameritanos
276
fin, se hacía necesario crear «monarquías constitucionales>>-
con soberanos q~e, por pertenecer a la liga o por influen-
cia de intermediarios bien disfrazados, no fuesen más que
instrumentos pasivos de las logias secretas». (5)
Paralelamente se operaba la infiltración en el campo
intelectual. Entre las sociedades secretás de la época, se
fundaban en Alemania la Tugendbund y la Burschenschaft,
penetrando en los medios universitarios. Ligados a la ma-
sonería, trataban de disfrazar sus propósitos para no pro-
vocar una reacción de los espíritus más conservadqres, co-
mo ocurriera en la Gran Bretaña en la época de Burke.
También se presentaban con la intención de promover la
unión religiosa de Alemania sobre bases humanitarias, sir..,
viéndose para ello de la filosofía, la filología y la cien-
cia de la naturaleza. En las cátedras y en los libros, sus
miembros hacían continuas referencias a la moral del cris-
tianismo, dando a los dogmas sin embargo un carácter
simbólico, y anticipándose así al modernismo teológico.
El liberalismo, introducido en España y Portugal por
las sociedades secretas, venía en el siglo XIX a completar
ahí la obra iniciada en el siglo XVIII por el despotismo es-
clarecido, desarraigando aquellos pueblos de su esencia
histórica.
En las Cortes Constituyentes de Lisboa, a ejemplo de
lo que ocurriera en las Cortes de Cádiz, los diputados, re-
pitiendo a Rousseau y Montesquieu, habían perdido la
idea de la organización tradicional de sus pueblos y de las
libertades populares de otrora.
Lo mismo se repetiría en los pueblos hispanoamerica-
nos, poco después de la independencia, entre los bachille-
res e ideólogos encargados de redactar los proyectos de
las constituciones. Y así como la política inhábil y desas-
trosa de las Constituyentes de Lisboa determinó la separa-
ción del. Brasil, así también la revolución de la América

S P . Siébertz : O p. cit., p,ág. 15.

V olumen IX
277

hispana fué el remate de una situación de incomprensio-


nes y dificultades creadas por el sistema de gobierno de
los Borbones de España, en un desvío de la sabia política
puesta en práctica por los Habsburgos. (6)
Por tanto, lo que más importa a nuestro caso es no-
tar la discrepancia entre el pensamiento de los grandes Li-
bertadores, empezando por Bolívar, y el de aquellos ideó-
logos, a los que cupo la tarea ardua de estructurar jurídi-
camente las nuevas nacionalidades.
Dos aspectos son dignos de notar en la formación
política de los pueblqs de América hispana:
1.º)-La Guerra de la Independencia no fué sólo el
resultádo de la propagación de las ideas políticas europeas
o norteamericanas, ni tampoco de un despertar de la vida
política provocada por la influencia de las teorías filosófi-
cas del siglo XVIII. No fué una guerra anti-española, sino
antes de nada una consecuencia del hecho de haberse
abandonado '"el sistema tradicional de la administración es-
pañola. Es lo que nos enseña Cecil Jane en su ensayo Li-
bertad y Despotismo en América 'Hispana.
2.º)-Mientras tanto·, aquellas ideas y teorías prevale-
cieron en la organización política de las nuevas nacionali-
dades, pues a los próceres del movimiento libertador se
sobrepusieron los juristas y letrados, imbuídos de las con-
cepciones entonces en boga en el Viejo Mundo y en el
norte del Continente.
· En lo que se refiere al primer punto, no vamos a ne-
gar la influencia ejercida sobre el resto de América por el
ejemplo de las colonias inglesas que habían proclamado su
independencia. Pero no fué algo tan decisivo· como la re-
acción suscitada por las alteraciones en el sistema adminis-
6 Cf. Salvador de Madariaga : Cuadro• histórico de las I ndias. (Introaucción
a Bolíva r), Buenos Aires, 1945 y B olívar, 2 vs. M'éxico, _1951; Ricárdo Levene:
La Révolution de l'Amérique Espagnole en I,8 ro, Pairís, 1924; Cecil Jane: L ibertad
'S despotismo en A mérica H ispana, trad. de J. Torroba, Buenos Aires·, 1942 (el
original inglés es edición de la Oxford University Press); Julio Y,caza Tigerino:
G énesis de la independencia hispan oam ericana, Madrid, 1947.

Estudios Americanos
278

trativo de los virreinatos españoles. A propósito, escribe'


Cecil Jane: «La Guerra de la Independencia puede defi-
nirse del modo mejor como una protesta contra el aban-·
dono del viejo y español sistema de administración colo--
nial y el intento de sustituirlo por otro nuevo cuyo espí-
ritu no era español. Bajo los auspicios de la dinastía de·
los Borbones, y especialmente de Carlos HI, se introduje--
ron reformas que disgustaron a los criollos y a los mesti-
zos porque a la vez contrariaban el amor de la raza a la.
autonomía. local y a la libertad individual y su amor al
. gobierno eficaz». (7) Y concluye el autor citado: «La.
América española dejó de formar parte del imperio espa-
ñol porque los Borbones fueron incapaces de comprender-
las circunstancias que habrían hecho posible la continui-
dad de aquel imperio, porque no eran españoles por tem--
peramento y porque sólo haciéndose independientes--
podían retener las colonias el carácter que les había.
sido im.J?reso por los conquistadores del Nuevo Mun--
do». (8)
Esto quiere decir que el descarrilamiento de Espafüt
de sus rieles históricos, a partir del siglo XVIII, se marcó
profundamente en la administración de sus dominios ame-
ricanos. De ahí la tesis sustentada por Cecil Jane y corro-
borada por Julio Ycaza Tigerino. Según estos autores, en
el movimiento de la independencia había una marca de-
revolución conservadora. Lo que algunos buscaban era
reponer las instituciones españolas de América en su mar-
co tradicional. Paladines de la causa de la Independencia,
aseguraban categóricamente su fidelidad a la Corona de-
Castilla. En los motines populares contra las autoridades-
españolas, en ocasiones como por ejemplo las de las ex- ·
pulsiones de los jesuit:is de Méjico, los criollos, deseen-

7- ;Cecil Jane: Op. cit., p,ág¡s. 111-112.


8 Cecil Jane: Op. cit., pág. 135.

V ol1tmen IX
279
, dientes de los conquistadores, se rebelaban contra los
·namados gachupines o chapetones afrancesados. (9)
l)les causas, añadidas a la invasión napoleónica,
.--acarreando la prisión de Fernando VII y la presencia de
José Bonaparte en el trono español, explican el movimien-
to general del descontento que se labraba en las po-
··sesiones de España en América y que habría de culmi-
nar con la revolución del año diez. Lo atestiguó C. K.
··w ebster, profesor de Historia Internacional en la Univer-
-sidad de Londres: «la Revolución Francesa, en su expre-
-sión napoleónica, fué la más grande de las fuerzas que
-tornaron inevitable (sic) una revolución en América lati-
·na. Hubo allí, por cierto, movimientos revolucionarios an-
-~tes de 1808, ayudados en gran parte por la Grán Bretaña,
entonces en guerra contra España. Pero fué escaso el
.-efecto producido hasta que el Rey de España cayese pri-
sionero, su país fuese invadido y asumiese el gobierno una
Junta revolucionaria, sustituida posteriormente por las
Cortes democráticas». (lO)
Otros motivos -particulares a los diversos virreina-
--tos- tales como la cuestión religiosa en Méjico o la
cuestión económica en la Argentina, completan el pano-
: rama en el cual se procesa el movimiento secesionista.
Así, pues, como observa Cecil Jane, la lucha no fué
·--trabada por hispanoaméricanos contra europeos, mas por
·hispanoamericanos contra hispanoamericanos: «Ninguno ·
,-Oe los partidos era, en realidad, antiespañol, aunque uno
. deseaba cortar y otro mantener los lazos de la unión po-
-Htica con España. Ni dejaban de ser españoles los sendos
principios sustentados por los partidos. Nada más ajeno
. al pensamiento de los adalides de la independencia que
cualquier idea de crear un nuevo orden de cosas que fue-
9 J. Yica.za Tigerino: Op. cit., págs. 26-27. De lado a la.do había conserva-
dores y revolucionarios. Se encontraban españoles partidarios de la revolución,
mientras muchos criollos la combatían,. (R. Levene: Op. cit., pág. 21).
10 Gran Bretaña y la Independencia de la América Latina, documentos del
., "Foreign Office", Buenos Aires, Editori,aJ G. Kraft, tomo I , ,prefacio, pág. I o.

Estudios Americanos
280
ra francés o inglés en su espíritu: no deseaban ni la subor-
dinación del individuo al Estado, según lo realizó la Re-
volución francesa, tal como fué interpretada por Napo-
león, ni la subordinación del Estado al individuo que era
la característica de Inglaterra». (11 )
No obstante, era lo que iba a acontecer. El nuevo
orden instaurado en las repúblicas de la América hispana
estaría inspirado en moldes anglosajónicos y en las ideas
francesas. Se perdería así el centro de equilibrio manteni-
do por las instituciones tradicionales. El sistema represen-
tativo, por ejemplo, substituyendo a los antiguos cabildos
por los nuevos parlamentos, prontamente degeneraba en
un régimen de sangrientas querellas partidarias sin ningún
contenido de efectiva representación popular. La historia
política de esos pueblos continúa en nuestros días marca-
da por etapas de intensa agitación de partidos, alternadas
por irrupciones dictatoriales.
Las instituciones republicanas no se aclimataban en
«pueblos con una tradición monárquica y una secular or-
ganización feudal y con una doble herencia de anarquía:
el individualismo atávico del conquistador español y la
barbarie ancestral del indio salvaje y belicoso». (12)
No es, pues, de admirarse el lenguaje de las estadís-
ticas: en Méjico, · en treinta y nueve años con veintidós
presidentes; Bolivia, con más de.sesenta revueltas y más de
• treinta presidentes en menos de ochenta años; Ecuador,
sacudido por cerca de cuarenta revoluciones en cien años;
o los veintitrés «Directores Supremos» que, en el trans-
curso de catorce años, se suceden en medio de las con-
vulsiones intestinas de Nicaragua. Sin habl~r de los as~si-
natos de jefes de Estado entre los cuales sobresale la figura
sin par de García Moreno.
•Parecía preveerlo el genio de Bolívar cuando desacon-

11 Cecil Jane : Úp. cit ., pág. 132.


12 J.;y,caza Tigerino: Op. cit ., págs. 13-14.

V olumen IX
281

sejaba la forma republicana de gobierno para los pueblos


de América del Sur. En la Argentina, por su parte, Belgrano
y San Martín manifestaban su preferencia por la monar-
quía, llegándose a pensar en Buenos Aires, a falta de di-
nastía, en un príncipe de la casa de Braganza. En Méjico;
el Plan de Iguala designaba para soberano a Fernando VII
de España, y en su ausencia, sucesivamente, al infante
D. Francisco de Paula, al Archiduque Carlos de Austria o
-cualquier otro príncipe de casa reinante electo por el con-
greso. E ltúrbide era acusado de haberse apoderado de la
Corona cuando debía poner en ejecución ese plan. Hasta
con la restauración del Imperio de los Incas, en base de
los principios españoles, soñaron algunos Libertadores.
Los políticos que hacían exilar o asesinar a los héroes
de la independencia, no les escucharon, mientras los au-
tores de las nuevas constituciones tenían sus miradas
vueltas para los Estados Unidos, sin saber continuar a sus
semejantes norteamericanos en el ejemplo de prudencia y
fidelidad a la historia que éstos habían dado.

***
Entre la sitúación del Brasil y la de los pueblos veci-
nos y hermanos, en lo que cóncierne a la génesis de la se-
paración política y al desenvolvimiento de las ideas cons-
titucionalistas, hubo, por un lado, paridad y por otro, una
diferencia fundamental.
La paridad estuvo en el «espíritu de la época» y en
la ausencia de repercusión popular del liberalismo, limi-
tado a las élites europeizadas.
La nota diferencial fué proporcionada por el régimen
político. La monarquía y la continuidad dinástica nos pre-
servaron del desorden y de la fragmentación en que fue-
ron cayendo las repúblicas de la América hispana.
El «espíritu de la époc·a» -anota Helio Vianna-,
chocaba contra antecedentes absolutistas aún · más próxi-
Estudios Americanos
282
-mos, no habiendo en ·este ambiente facilidad para rápidas
:-adaptaciones». El liberalismo oriundo de fuentes francesas
e inglesas continuaría perturbando la vida nacional, siem-
pre en conflicto con el curso de los acontecimientos y de
.n uestra formación política. <13 ) Según Webster, que coin-
dde en esto con la opinión de nuestro Oliveira Lima,
los filósofos y oradores franceses tuvieron más influencia
'CJUe las teorías republicanas formuladas en los Estados
Unidos. Dieron el impulso intelectual y emocional. Rous-
·seau fué una fuerza más grande que Franklin o Hamil-
ton. (14) Fuera de la influencia francesa, llegada directa-
mente de la Revolµción 1789, hay que registrar la ejercida
más tarde por los doctrinarios, de grande importancia en
fa conceptualización del Poder Moderador, pieza central
,de la monarquía brasileña. (15)
Estudiando las manifestaciones del sentimiento cons-
titucional en el Brasil-Reino, Viveiros de Castro parte de
h verificación que sigue:
«En el Brasil-Reino el sentimiento constitucional no
·se infiltró en las masas populares. Las ideas liberales éran
,cultivadas por un pequeño nucleo florido de intelectua-
1es que las defendían en parte por diletantismo literario y,
,en partt, atraídos por el fruto prohibido, por el deseo de
-probar esa extraña sensación, el frisson de los franceses. El
-liberalismo era discutido solamente en las sociedades se..,
--cretas, cuyos miembros, en Francia, en España, en Portu-
gal, tomaron la denominación de francmasones y en Italia la
<le carbonari. (16)
13 Helio Vianna; F or.m<l{ao Brasileira, Librerín José Olympio Editora, pá-
_,gina 122.
14 C IK. W ebster : Loe. cit.
Véase, a propósito, Oclacilio Alec,r im: / déias e in.sititui,oes no I mpério-
15
_Jnfluencias francesas, edición del Instituto de Estudios ,Políticos, Río de Janeiro, 1953.
16 A.. O. Viveiros de Castro: Manifesta,ao do sentimento constitutional no
.Brasil-Reino, tesis pl'esenta<la en el Primer Congreso de Historia Nacional, en "Re-
vista do Instituto Histórico e Geogr.í.fico ,Bra:sileiro", tomo especial, III, Río de
J.aneiro, Imprenta Nacional, 1916, pág. 8. El mismo autor, en, el trabajo citado, se
-refiere al negociante espíritusantense Domingos José Martins, figura de relieve en

,:V olumen IX
280
El proyecto de_la primera constitución brasileña fué
encontrado en el registro efectuado en la sede de la socie-
-0ad secreta «Apostolado»~ Consta que, en discusiones
preliminares allí entabladas, Martín Francisco defendió
con ardor las ideas .constitucionales de Benjamín Constant,
.acogidas en la carta magna de 1824.
Las escuelas superiores de Recife, Bahía y San Pablo,
las logias mosónicas, las sociedades políticas y literarias,
:los clubs de propaganda política y la prensa, eran, en pa-
labras de Oliveira Vianna, los «centros de polari~ación y
·redistribución» de las ideas políticas del tiempo, fuentes
.del «idealismo utópico», señalado por el mismo autor en
nuestras instituciones. (17)
El parlamentarismo de Inglaterra, el federalismo de
1os Estados Unidos o el self government de ambos, realidades
·vivas en aquellos países, se tornaban inaplicables al ser
·trasladados a pueblos de estructura y mentalidad diferen-
tes. Estas conclusiones de Oliveira Vianna referentes a la
formación brasileña, enuncian, en parte, el problematismo
·político de toda América hispana. Observaciones semejan-
tes fueron realizadas, con la profundidad de siempre, por
·Euclides da Cunha, pero no sabemos explicar cómo nues-
·tro gran sociólogo-historiador, olvidando el ejemplo de
los países vecinos, fué llevado a afirmar: «Somos el único
-caso histórico de una nacionalidad hecha por una teoría
::POiítica». (18)
D. Pedro, en su discurso del trono, dirigido a la
Asamblea Constituyente, prevenía a los diputados allí re-

la revolución pernambucaná de 1817, "imbuído de las ideas democráticas practica-


das en los Estados Unidos", y buscando divulgar,lais entre los¡ miembros de las
logias masónicas (pi.gs. 10-13). Posteriormente, p-revalecier'on, en la organización del
Imperio del Brasil, las ideas, francesas de la "monarquía constitucional".
17 10liveira Viállna : O idealismo na evolu,ao .política do Imperio e da Re-
pública, Biblioteca -de "O 1E stado de Sao Paulo'\ núm. I, Sao Paulo, 1922, pá-
ginas 17-18.
18 Euclides da Cunha: A margen da História, 6.• edición, 1946, Librería
Lello & Irma'o, Porto, pág. 237.

Estudios Americanos
(2)
284
unidos, contra el peligro de que vmteren a elaborar una.
constitución metafísica e irrealizable, señalando también
para los casos de Francia, de Portugal y de España, como
ejemplos que habría que _evitar. Pero los diputados, en
pleno «lirismo revolucionario», según la expresión de
Euclides da Cunha, quedaron «discurriendo sobre precep-
tos abstractos». Después de disuelta la Constituyente, la
carta otorgada por el Emperador y forjada en las discu-
siones del «Apostolado» reproducía, en gran parte, el
proyecto de la asamblea, pero entre las alteraciones intro-
~ucidas figuraba ésta, que llegaba a abrir una válvula por
la cual pudimos escapar a la anarquía parlamentarista: el
Poder Moderador.
Con la vehemencia del lenguaje que caracteriza
sus escritos, Tobías Barreta, en uno de sus Estudos de Direi-
to, precisamente al enfocar la cuestión del Poder Morador
y del gobierno parlamentario en el Brasil, nos dejó algu-
nas consideraciones dignas de atención.
Sin herir la institución monárquica, no veía sin em-
bargo con buenos ojos la monarquía constitucional en el
Brasil. Fuese porque los pensadores germánicos, sus dilec-
tos maestros, lo apartaban de la trocha franco-anglosajó-
nica, por donde transitaban de preferencia nuestros juris-
tas y hombres públicos,· o porque realmente lo estimulaba
en ciertos momentos el deseo de ver el Brasil restituído ,a
sí mismo, ~1 hecho es que el fogoso profesor de Recife
supo tocar el asunto con toda la objetividad sociológica.
No se conformaba con ver «al Brasil volverse inglés
en asunto del gobierno, continuando a pesar de todo a
ser él mismo en religión, ciencia, industria, comercio y en
los demás puntos y relaciones de la vida social!...» Quería
verlo en condiciones de poder sacar de sí mismo una di-
-rección conveniente, esto es: del seno de su historia. Y
por eso añadía: «Es menester un estudio más profundo de
nuestra génesis, a fin de _dar remedio a los males que nos
afectan. Si nada aprovechan los clamores de ciertos mesia-
·yolúmen IX
285
nismos políticos que cantan las maravillas de la república
.venidera, tampoco merecen crédito las soluciones poco
serias, las viejas frases ambiguas de los áulicos liberales». .
«No hay duda que esos hombres, habituados a bor-
dar el manto imperial con puntos de admiración, produ:-
cen mayor mal del que tal vez se supone. Hijos de la oca~
sión y del suceso, elevados a una posición, menos
conquistada por sus talentos, que otorgada por la diestra
regia, ellos no se muestran solamente destituídos del ge-
nio creador, iniciador, dirigente; les falta aún una cierta
firmeza de inteligencia. Sirven la realeza por instinto; fin-
gen aceptar la libertad, sin gustar de la misma, ni com.:.
prenderla; y para dar una satisfacción a los tiempos, qué
se van tornando cada vez más exigentes, dicen creer fir-
memente en la posibilidad de volverse la monarquía brasi-
leña un gobierno realmente libre, por los medios que pro-
ponen». (19) ·
Una forma de gobierno «se asienta en gran número
de condiciones locales». Razón por la cual Tobías Barreto
censuraba a Montesquieu, increpándole de contradicto-:-
rio, pues si por un lado afirmaba la subordinación nece ...
saria de los fenómenos sociales a las «condiciones de exis-
tencia propia de cada pueblo», por otro lado se olvidaba
de ese principio, al proclamar como «tipo político uni-
versal, el régimen parlamenta~io de los ingleses». Re-
producían el error de Montesquieu, dándole mayores
proporciones, los filósofos y hombres de Estado del con-
tinente europeo, cuando buscaban «como solución final
de la crisis revolucionaria de las naciones modernas, la
transplantación uniforme de la monarquía representativa».

19 Tobías Barreto: Estudos de Direito, Pa rte III: Direito P úblico, II: A ques-
lao, do Poder Moderador. Lais d t,as siguientes son del mismo lugar. Se tra:tla de
obra publicada póstumamente, con es.critos cosechados por Silvib Romero (Edición
de la Librería ·Progresso Editora, Bahía, 1951). Los estudios comentados por Tobías
Barreto Aeran: Da natureza e dos límites do Poder Moderador, por :Z,a caríias de
Góes e Vasconcellosl.1 Ensáio de Direito1 Administrativo, por el Vizconde del Uru-
gua~ Y O Poder Moderador, del Dr. Bráz florentino. ·

Estudios A mericanos,
286
Tal el caso del constitucionalismo francés, el cual adqui-
ría luego en el viejo y en el nuevo mundos la importan-
cia de una especie de ius gentium (sic).
Y con bastante agudeza de visión histórica, indlcaba
este «punto capital del desorden en las ideas dominantes»:
el régimen inglés tenía por base espiritual el protestan-
tismo organizado, no siendo apropiado a naciones como
la nuestra, «profundamente católicas y educadas al gusto
<le la autoridad».
Entregaba el «hondo y curioso asunto» a la reflexión
<le los pensadores, concluyendo melancólicamente: «Las
instituciones que no son hijas de las costumbres, sino un
producto abstracto de la razón, no aguantan por mucho
tiempo la prueba de la experiencia, y luego van a que-
brarse contra los hechos. Indudablemente nuestro gobier-
no se halla en tal estado».
No obstante los defectos de la modalidad constitu-
donal y parlamentarista con que la revistieron, inadecuada
para el medio ambiente brasileño, fué sin embargo la mo-
narquía lo que aseguró al Brasil la integridad territorial
del antiguo dominio lusitano, en un clima de orden, de
paz y de libertad.
La permanencia de la dinastía, después de la separa-
dón de Portugal, evitaba los choques violentos, las luchas
<lemoradas, a través de las cuales las naciones hispano-
.americanas iban firmando su independencia. Ya la venida
-d e la Familia Real al Brasil y la elevación de la antigua
colonia a Reino, habían sido los primeros elementos para
establecer una sedimentación pacífica de la nueva nacio-
nalidad.
Se evitaba así el desmembramiento, que fué el des-
tino de los virreinatos españoles, divididos y debilitados.
El Brasil unido era obra de los príncipes de la Casa de
Braganza: D. Juan VI, asentando los fundamentos del Im-
perio, y D. Pedro I, posibilitando la incorporación de to-
Volumen IX
287
das las provincias al Imperio, que hace así la función de-
«núcleo de atracción». (20)
D. Pedro II completaría la obra de sus antecesores.
En el ejercicio del Poder Moderador, «llave de toda la
organización política», según los propios -términos de la
Constitución, consolidó la unidad y el orden, para los
cuales tanto habían contribuído, en los años inciertos de
la transición entre los dos reinos, estadistas del porte de
un Bernardo Pereira de Vasconcelos, un Evaristo o un
Feijóo, sin hablar en la espada de Caxias.
El Poder Moderador, en las manos de D. Pedro 11,
dió margen a la famosa «dictadura de la honestidad».
Luego se transformó en poder personal del monarca, ejer-
cido siem,p re con alto espíritu público. La historia ha po-
dido juzgar que ese Poder no merecía las diatribas de Fe-
rreira Vianna, sino la apología de Alfonso Celso. Con tal
atribución, el Emperador gobernaba efectivamente¡ estaba
muy lejos de ser el rey que «reina pero no gobierna» del
puro parlamentarismo, y así nos salvamos de la inestabili-
dad y de las frecuentes crisis que han caracterizado el
régimen parlamentario en los países latinos.
La monarquía nos daba el jefe natural, cuya ausencia,
en las repúblicas vecinas, las precipitaba en las vorágines.
revolucionarias y caudillistas.
Así, el Imperio, entre nosotros, por mucho tiempo y
a pesar de sus desaciertos, fué una fuerza de continuidad
y tradición. La propaganda republicana alardeaba de que
el Brasil no podía ser una excepción en América. Un tro-
no, en este continente democrático, parecía no tener cré-
dito. Y a partir de 1889, dejábamos el orden imperial, que
era la excepción, para entrar en las permanentes crisis re-
publicanas, esto es: en el mismo problematismo de los
pueblos vecinos y hermanos.
J. P. Galvao de Sousa.
20 Tobías Monteiro: História do Jmpé-rio: A E lab ora~ao da I ndependencia,
Río de Janeiro, F. _B riguiet, 1927, .p~g. 854.

Estudios Am.ericáiios
El cuento peruano

S a partir del siglo XIX cuando la narración·


' ... i
~
gana en el Perú definitivo arraigo en el
campo literario, y cuando todo movimiento
: ~ de importa~cia en la vida nacional co~tri-
- ~ huye a enriquecer el proceso de aquella.
Pero si se quiere revisar la historia de este
género, aunque sea fugazmente, es menester reiterar una
ap~eciación convertida en tópico, mas no por eso menos
útil. Valga pues insistir en la subordinación cultural en
que permaneció el Perú después de terminada la gesta de
la emancipación; porque si en el primer cuarto del siglo
se produjo nuestra disgregación política de la corona es-
pañola, la independencia no se verificó simultáneamente
en el campo· de la creación artística, ni de las relaciones
culturales. Transcurridos muchos años, en plena vigencia
republicana el influjo del molde español seguía determi-
nando la creación, aficiones, y actitudes de nuestra gente
de letras. Sólo como excepción el aporte criollo o mesti-
zo logró sobreponerse a la formalidad hispánica, o reco-
Estudios Americanos
290
ger en proporción saludable el clima renovador de las
literaturas francesa, inglesa, norteamericana, italiana y é:lle-
mana, que desde el romanticismo ejercieron influenciar
en un principio levísima, es cierto, pero acrecentada con _
el progreso del siglo y la inquietud de Manuel González
Prada. Y merced a las ya dichas excepciones y a la labor
de quienes pudieron seguirle decorosamente, la narración
en el Perú mantuvo un curso cualitativo ascendente, que
la colocaría gracias a don Ricardo Palma, al margen de la
característica que don José de la Riva Agüero, en su cele-
brada tesis, señalaba en la literatura peruana del siglo XIX,
o sea, la indudable carencia de originalidad. Hemos indi-
cado en líneas anteriores cómo la emancipación no signi-
ficó una transformación en el aspecto cultural del país, y
la causa aparece muy clara cuando se piensa que el trán-
sito del coloniaje a la república equivalía únicamente al
cambio de un sector dominante peninsular, por otro
sector dominante que, aunque nacido en el país, aún
. era ajeno a la realidad y a las inquietudes de éste. El
operado fué pues un cambío político y no una trans-
formación social que modificara los principales regímenes
imperantes de la sociedad de esa época. Pues bien, la mis-
ma relación es la que se refleja en nuestra literatura y le
concede la característica mencionada por Riva Agüero, de
la que muy pocos autores quedan inmunes; y así será me-
nester la generosa intervención del tiempo para que apa-·
rezca el escritor que logre hacer coincidir, el contenido
nutrido de esencias nacionales, y la forma original y dúc-
til a esas exigencias.
No obstante ser Ricardo Palma la figura de mayor
trascendencia en la literatura narrativa del siglo pasado, el
suyo no es el único testimonio, ni cabría argumentar que
fué él quien primero cultivó el cuento en el Perú. Si su
mérito estribase en esa condición, sería men_os sólido de lo
que en realidad es; porque, precisamente Palma debe en-
tenderse como una conjunción afortunada que supera las
V oiumen IX
291.

limitaciones ambientales y destaca nítidamente sobre pre-


decesor~s y coetáneos. Y aún más, porque sin éstos no se
podría comprender en toda su plenitud el exacto sentido
de su obra, pues él está ubicado dentro de una tradicion
y, en cierto modo, prolonga la trayectoria iniciada siglos
antes por Garcilaso el Inca. Sin detenernos a pormenori-
zar las calidades de la producción de Palma, podemos de-
linear el fundamento de su significado en el proceso de la
narración en el Perú. En lo literario constituye síntesis en-
tre la ponderación, el correcto decir y el buen gusto for-
mal, y la característica social, humana y crítica de sus
argumentos. Destaca por ser su obra el resultado de ]a
sugestión nativa en cuanto a motivaciones y conflictos,
vertida en molde depurado a través del conocimiento de
los románticos europeos y la buena prosa castellana; pero
hay aún otro factor, pues la tradición, forma sui-generis,
significa la inclusión definitiva del elemento popular en el
plano artístico, con calidad y categoría logradas. Posibili-
dad ésa antes discutida por Felipe Pardo y defendida por
Manuel A. Segura, en cierto modo, vertientes que condu-
cen a la posición de don Ricardo, y que ilustran mucho
más el análisis del _lenguaje empleado por el creador de
las Tradiciones Peruanas, quien supo asimilar y obtener
espléndido fruto de la forma coloquial y espontánea. En
lo histórico ha querido interpretarse su actitud como una
predilección revalorativa de la colonia, o como recuento
mordaz de sus errores y fases ridículas. Quién sabe si más
exacto resulte entender la intención de Palma en una línea
franca de conocimiento del pasado, de descubrimiento a
través de él, de aquéllo que podía constituir la entraña
singular del joven país; búsqueda más comprensible si se
piensa que la integración de la nacionalidad no podía pa-
sar a sus ojos como mero producto de una circunstancia
militar. Cuando se pretende hacer de Palma un apologista
colonial y un desengañado . de la república, se olvida su
·dedicación~ otros temas y tareas. Y se olvida, sobre todo,
Estudios A mericanos
292
su conviccton y preferencias políticas en indudable dis-
cordia con el régimen de solemnidad exterior y molestos ex-
clusivismos, practicado en el virreinato, al mismo tiempo
que se hace a un lado la filiación de su credo romántico.
Tampoco fué el crítico amargo, el apuntador complacido
de las flaquezas que en más de una oportunidad le sir-
vieron como materia literaria, ni tuvo su burla por origen
un resentimiento tardío, porque, tanto como zahiere e
ironiza revela no poca simpatía por valores y calidades
propios del período colonial. Esta singular ubicación del
autor de la Bohemia de mi Tiempo, espectador y partícipe de
un proceso nacional que, aunque concluído, no había lo-
grado su definición plena, se aclara más atendiendo a la
significación política de la obra de Palma y a su personal
situación ante las transformaciones ocurridas en el país.
Toda su vida fué fervoroso partidario rle las normas de
convivencia democrática y defensor del derecho del pue-
blo a la libertad. Existen pruebas y abundantes; en su obra
podríamos remontarnos hasta la festejada redondilla de
una pieza teatral escrita en los años mozos, Rodil; y en la
vida, basta recordar que los años no mermaron su hom-
bría de bien y que no cedió a las imposiciones del oficia-
lismo. Palma fué un convencido de sus ideas, pero no fué
· un político militante; fué un escritor de talento a quien le
tocó vivir uno de esos instantes definitorios en la historia
de cada pueblo. Entre la colonia y la república su voca-
ción e ideales escogían la segunda; pero para explicársela,
para terminar de concebirla como una unidad, su indaga-
ción histórica y aficiones críticas, al par que su humorismo
sano y bondadoso solían recorrer complacidos la evoca-
ción de épocas coloniales. En él se combina permanente-
mente una doble actividad: deseo de conocer el proceso
histórico nacional y adhesión sincera al nuevo estado del
país, que, sin embargo, no excluye ni el análisis ni la crí-
tica. En el proceso ulterior de la literatura peruana la ob-
servación y reflejo de las contradicciones sociales serán
Volumen IX
293
muy cultivados, aunque es verdad que sin el sabor ni la
gracia de don Ricardo. Insistirán en este aspecto los escri-
tores costumbristas y, de manera especial, ahora como
crítica dirigida a la mala estructuración del organismo so-
cial, el movimiento naturalista, que en el Perú redujo su
acción preferentemente a la novela. .
Repitamos que la tradición conforme la concibió y de-
finió el propio Palma, es un género peculiar, que tiene
relaciones de parentesco con otros tipos de relato, pero
que en la pluma de don Ricardo adquiere rasgos que la
definen como modelo original, sello que falta en la serie
de imitadores peruanos y extranjeros. Que, situados en la
perspectiva. del proceso de la narración en el Perú, debe-
mos considerar la tradición de Palma como el más impor-
tante hito del siglo XIX, en torno del cual precisa ordenar
las obras de quienes integraron el romanticismo nacional;
el costumbrismo, de escaso mérito aparte Abelardo Cama-
. rra y Manuel Moncloa y Covarrubias; el naturalismo, pa-
trocinado por Clorinda Matto y Mercedes Cabello, y
cuanto se escribió en la anterior centuria, que sirve de
imprescindible fondo a la obra del maestro cuya recia
personalidad y abundante producción se proyectan auspi-
ciosamente durante los primeros años del siglo presente.

***
La introducción del modernismo en el Perú se pro-
dujo con evidente retraso, por lo que deberíamos admitir
que carecemos de escritores propiamente modernistas.
Nuestras letras aportaron su contribución al período-post-
modernista, cuando se atenuaba la beligerancia suscitada
en torno de la obra de Daría, y cuando el movimiento
-que carecía de propósito orgánico y disponía en una
sola línea a escritores de preocupaciones diversas- ya ha-
bía producido sus principales brotes en América. De modo
que, si entre nosotros se habla de modernistas, entendá-
Estudios American-os
294

monos, se alude a quienes tardíamente aceptaron la acti---


tud del modernismo, que por lo de!}lás ya había ingresado·
a la etapa de las transformaciones internas. «Modernista-
era todo el que volvía la espalda a los viejos cánones y a-
la vulgaridad de la expresión», y merced a la vaguedad de
tales condiciones se comprenderá que aparecieran fases-
incluso contradictorias. Pero es del caso recordar que en.
el Perú quien con anterioridad a la difusión de esta ten-
dencia adoptó una posición coincidente en importantes-
aspectos, fué: Manuel González Prada. Correspondió a él
incitar a la reacción contra el estado en que se hallaban,
el pensamiento y las letras de la época; libró campaña en,
pro de la renovación de la prosa, del enriquecimiento de·
las formas métricas del verso, promovió el conocimiento,
de escritores europeos, en especial franceses y alemanes,.
y fomentó el rechazo a las convenciones y gustos dd
tiempo. Campaña esa que unida a su aportación ideológi--
ca y polémica contribuyó a mostrar la insuficiencia de las,
nstituciones nacionales, y como es natural, el anquilosa-
imiento de la cultura en la república. No tenía González,
Prada estructurado un concreto programa de acción en lo_
político ni en lo literario, pero hervía de fiebre renovado--
:ra y afán constructivo. Y aun cuando su aporte no toque-
específicamente el campo de la narración, el influjo de su-
labor la comprende, pues parte de él arranca esa búsqueda.
de perfección formal, de técnica y formas expresivas nue-- ,
vas, de renovamiento de ideas poéticas y remozamientos de
conceptos que producirán un cambio singular en la lite--
ratura peruana. Sin duda dichas preocupaciones se daban.
en González Prada gracias al influjo directo de las litera-
turas europeas, y fué de ese modo cómo logró sacudir el
ambiente para la introducción del modernismo. Tenden-
cia que en buena proporción bebía de las mismas fuentes y.
contaba entre los suyos los propósitos enumerados, ha-
biendo alcanzado en 1888 total madurez, gracias a la plu-
ma de Darío. Aquel año de «Azul», precisamente, don
V olmnen IX
295
_Manuel González Prada enunciaba este juicio: «el diagnós-
·tico de la Literatura peruana se resume en una línea: con-
;gestión d~ .palabra, anemia de ideas».
Con el modernismo empieza un período literario más
-próximo a nosotros y de_mayor reiación con las restantes
literat_uras nacionales. La poesía y la narración se convir-
·tieron en sus formas predilectas, aunque quizás fué en la
-primera donde brilló más la antorcha del movimiento, pu-
.diendo ser esa una nota que distingue a la escuela america-
,cana. En el Perú, el nombre y apogeo de Chocano cubre
·toda una etapa literaria y se le identifica casi como exclusivo
,exponente del modernismo, olvidándose el influjo ejerci-
.do por autores como Gálvez, Ureta, Bustamante y Balli-
·vián, incluídos dentro de la tónica general de la corriente,
-pero adscritos, cada uno a su modo, a cierta tendencia cu-
yo común denominador era la búsqueda de una poesía
-sencilla. Tendencia que alcanzará su expresión extrema
,en José María Eguren, en cierta manera actor ya de una
· reacción contra la sonoridad y excesos modernistas; y, no
. obstante lo cual, y por lo mismo que ésta se originaba en
un deseo de ponderación alimentado a lo largo del pro-
. ceso, el toque final del modernismo peruano. Pero como
. hemos de inducir por lo anterior, Chocano es el único de
los poetas que calza exactamente en la actitud integral del
-post-modernismo. En otros se da tan sólo la adhesión par-
. cial, lindante con la reacción que procuraba prolongar los
aciertos del primer instante de la Reforma, para conducirla
por distinto sendero. En la narrativa, en cambio, las cosas
· suceden de modo diverso y es posible encontrar un nú-
mero mayor de escritores en los que cuajaron hasta su
· plenitud la actitud y la estética post-modernistas, antes
•que ésta iniciara sus transformaciones. Tales pueden ser:
, el Clemente Palma de los Cuentos Malévolos, Enrique A.
· Carrillo, Manuel Beingolea, Carlos Camino Calderón, y
Ventura Garcia Calderón más que ninguno. De la misma
: manera que concebimos el cielo .poético del modernismo
Estudios Americanos
296

concluyendo en la obra de un autor, Eguren, que respec_-


to a los instantes iniciales del movimiento constituía una
evolución, y en algunos aspectos, rectificación del curso
asumido, así, en el campo narrativo podríamos concebir
la obra de Valdelomar como una resonancia del moder-
nismo. Abraham Valdelomar, y Colónida, la revista que él
fundara y diera nombre a su grupo, suscitaron una enor-
me agitación en el mundo artístico de la época. Preten-
dian ser autores de una literatura nueva, una diversa valo-
ración estética, y ganarse la admiración de la pequeña ca-
pital mediante el cultivo de poses extravagantes. El re-
vuelo provocado por la actitud del autor del Caballero Car-
melo, puede imaginarse conociendo la novelería habitual
en los medios literarios de Lima; pero, la proporción en
que consiguió remover el ambiente y vitalizar la literatura,
y más particularmente el cuento peruano, no es fácil de
calcular ni ha sido aún definitivamente deslindada. Lo in-
dudable es que su concepto de la obra literaria no era tan
revolucionario, ni novedoso; y asimismo, que cuajaba en
él como una consecuencia, la necesidad de incluir lo na-
tivo en los planos de elaboración artística. Jiménez Borja
enjuició a Colónida en los términos que siguen: «Fué en
realidad una movilización estética que tuvo mucho del ca-
rácter insurgente que acompaña siempre estas renovacio-
nes literarias, pero sin trascendencia política o social como
se ha querido ver, y sin apóstrofe violento, y antes con
algunos nexos de continuidad con la generación ante-
rior». En efecto Valdelomar y el grupo Colónida, estaban
unidos a sus inmediatos predecesores más de lo que ellos
imaginaban, y su insurgencia tuvo más de tono publicita-
rio que de remoción . del ideario estético imperante. De
otro lado, aun cuando su actividad no trascendiera al ex-
tremo de plasmar en consecuencias políticas, es muy pro-
bable que estuviera contagiada del impulso, aún vacilante,
de nacionalizar la literatura peruana, y del afán provincia-
no de vencer el centralismo excluyente de la capital en su
Volumen IX
297
propio reducto. Mariátegui con criterio muy justo había
dejado en claro desde el año 28, que «el colonidismo no
constituía una idea ni un método. Constituía un senti-
miento ególatra, individualista, vagamente iconoclasta, im-
precisamente renovador», y definía el carácter de la posi-
ción del grupo declarando que su no nexo era una
protesta en lugar de constituir una afirmación. Pues
bien, todas esas consideraciones concluyen en una refle-
xión: el modernismo alcanza a Valdelomar, y éste es un
-epígono suyo¡ sus aciertos, sus defectos y . su afectación
parecen indicar la concordancia.
En los ·c uentos de su primera obra Clemente Palma
está más de acuerdo con la sensibilidad modernista que
en toda su producción ulterior, en la que si continúan
prevaleciendo temas fantásticos y extravagantes, han des-
aparecido las preocupaciones de carácter formal. En qué
medida ese prurito elegante, ese gusto por el buen decir,
esa afición por reminiscencias clásicas, y finalmente esa
tendencia a «lo malévolo» eran espontáneas en el hijo de
don Ricardo, es en verdad cosa sobre la que no cabe
aventurar juicio sin estudio minucioso de los textos; pero,
sí es factible reconocer la doble personalidad de Clemente
Palma, como autor de Cuentos y como autor de las cróni-
cas de .Apapucio Corrales, páginas éstas redactadas con un
sabor localista y criollo, que son la antípoda de sus rebu~-
camientos de cuentista. Como quiera que sea, el hecho es
que la producción de Clemente Palma abre una perspec-
tiva poco cultivada en las letras nacionales y se convierte
en precedente de las obras, no muy numerosas, que dq-
rante este siglo recogen sus argumentos de temas irreales,
imaginativos, de inspiración intelectual y con marcad~
preocupación estética. Corriente sobre la que ha venido
a sumarse buena parte de la narración contei:nporánea
extranjera, y entre todos los autores quizás Kafka, como
el de influjo no más profundo, pero sí más extendido, y
por fortuna pasajero.
Estudios Americano$
298
Enrique López Albújar suele ser incluído en el pri-
mer grupo modernista, aunque no se omite dejar en claro
-que en su producción existe un largo silencio roto en 1920
por Cuentos Andinos. Este libro señala una fecha de referen-
.cia en el proceso del cuento peruano, y coloca a su autor
más próximo a la generación que continúa a la suya, no
:Sólo en razón de la contemporaneidad, sino fundamental-
mente por su concepto del quehacer literario. Es difícil
,encontrar en los cuentos de López Albújar, excepto en
Los 'l'res Jircas, huellas que revelen cuidado formal o pre-
-ocupaciones estilísticas. Ni su importancia, ni su buen
,suceso radican en ello; quizá estén· en la fuerza de los ar-
gumentos y la emoción gastada al describirlos, en el fondo
"documental de los hechos que ocasionó el hallazgo de
. ,u na temática olvidada, en el avizoramiento de una menta-
lidad de primitiva rudeza. El autor de Jvfatalaché a menudo
.<lescuida la propiedad de los vocablos, repara poco en la
~fluidez de la prosa y suele incurrir en períodos monóto-
,n os; sin embargo, su valor en la literatura peruana es in-
..dudable, y su mérito haber insistido en una realidad, bru-
·tal si se quiere, cuando el dominio literario se aficionaba
yor lo pintoresco:
Es probable que Ventura García Calderón sea el
-cu~ntista peruano más leído y con mayor número de ver-
-siones en idiomas extranjeros. A pesar de su casi perma-
nente alejamiento de la Patria ha dedicado varios libros a
.exaltarla, y muchos de sus cuentos están inspirados en
motivos nacionales. Sin embargo, le ha sido reprochada
'.-SU visión de lo nativo y la poca profundidad de sus cono-
cimientos psicológicos del indio y de la sierra peruanos.
:.P orque, ni la alucinación, ni la penuria, ni la alegría del
indígena han escapado en los cuentos del autor de la 'Ven-
ganza del Cóndor, a la seducción de un tono exótico. Pero
aun conviniendo en la veracidad de . estas objeciones, es
imposible ignorar que García Calderón es el escritor pe-
·ruano que ha conseguido la cosecha más espléndida en
!Volumen IX
299
los predios modernistas. No recqnocer su interés por
crear un estilo, visible incluso por las enmiendas introdu-
cidas en la reedición de los textos¡ o negar la jerarquía de
su expresión sencilla y elegante, puede obedecer a razo-
nes que escapan a lo propiamente artístico. La palidez del
.Perú en sus narraciones depende de la consecuencia del
autor para con su credo estético¡ sus límites coinciden con
la posición modernista que no es sino la valoración del
mundo americano bajo el lente del decadentismo europeo
de fines del siglo XIX. Y su fruto se explica y justifica en
la misma medida que lo consiguen aquellas doctrinas que
repugnan de la vinculación del arte con la vida y el fenó-
meno social.
Clemente Palma, Ventura García Calderón y Abra-
ham Valdelomar son considerados nuestros mejores y más
representativos narradores modernistas¡ ya hemos visto
cómo y por qué Enrique López Albújar se distancia de la
posición de los anteriores. Permítasenos añadir que a ésos
habría que sumar la obra de Manuel Beingolea, Enrique
A. Carrillo, José Antonio Roµ1án y Carlos Camino Calde-
·rón, preteridas quizás por su menor _difusión pero dignas
.del mismo estudio que la crítica debe a este fecundo pe-
riodo de nuestra literatura. El apogeo del cuento durante
el modernismo es, pues, indudable¡ las condiciones gene-
rales contribuyeron a su florecimiento, y a esto se agregó
la coincidencia feliz de que en ese período alternaran va-
rias de. las más celebradas plumas que en nuestro país se
han dedicado a su cultivo. El saldo modernista en la na-
rración es a todas luces fructífero y provechoso¡ y dada
su vastedad y dispersión, motivada pór la cantidad de dia-
rios y revistas de existencia efímera que por entonces cir-
culaban, hasta hoy sólo conocemos una parte y el balance
definitivo queda por hacer. Pero aun así es factiblfl asegu-
rar algo más: ninguna de las direcciones de la literatura pe-
ruana de este siglo puede ser enjuiciada al margen de sus
conexiones con el modernismo¡ su huella sobrepasa una
Estudios Americanos
300
· etapa de nuestra historia ·literaria para confundirse con las
· dos orientaciones fundamentales del cuento peruano.

* * *
El modernismo había concluído ya su etapa positiva
y habituado a la apreciación de ciertos valores estéticos,
técnicos, al cultivo de algunos temas, y a una estimativa
de la composición literaria fundamentalmente artística.
Con él la ·literatura peruana abrió sus puertas, de par en
·par, a fin de conocer las contemporáneas extranjeras. Y
·consiguió este movitnien!o tan grande irradiación, que aún
hoy el gusto dominante en los ambientes no literarios,
está trazado por el patrón modernista. Ya desde la prirp.e-
ra guerra, para escritores y artistas quedaban en pie ur-
gencias culturales nuestras y necesidades expresivas moti-
vadas, al tiempo que por todo el país bullía un clima de
inquietud sociál. El modernismo iba perdiendo sus valores
de necesidad~ y quedaba reducido a un léxico, una temá-
tica y una actitud apartada de apremios que aparecían
impostergables. Conviene subrayar aquí que en el Perú el
«tuércele el cuello al cisne» no fué una reacción contra
el exceso romántico; Jorge Puccinelli considera que esta
actit_u d coincide en nuestro país con el relegamiento de
lo pintoresco y la ruptura de la cadencia formal here-
dada del modernismo. Y este fenómeno, como el mismo
escritor lo ha hecho notar, está representado en la decla-
ración tajante de un verso de César Vallejo: «Me friegan
los cóndores».
· Amauta aprovechó ese estado de malestar, incierto,
de insatü,facción, y supb crearle un cauce. José Carlos
Mariátegui fué el animadot y el ideólogo del movimiento
,que a diferencia del modernismo, no se limitó a la escueta
labor literaria,_ya que: sus alcánces fueron más ambiciosos
y comprendieron a artistas, ensayistas, pensadores y polí-
. ticos. El postulado de 'la nueva corriente puede resumirse
Volumen· · IX- -
, -,
en pocas palabras: crear un arte, una lituratura nacional,
y confundirlos con los problemas y esperanzas del país,
su política, su historia, su futuro. Si la renovación que
planteaba González Prada recogía su vuelo ideológico d_e
la concepción positivista, y la generación modernista se
nutrió del idealismo imperante con el nuevo -siglo, Amauta
y su expresión literaria y artística -el indigenismo-, .te-
nían en la base una explícación materialista dialéctica de la
historia. No extrañará pues que contraste marcadamente
con la falta de sentido real y práctico de _Prada, en cuanto
a las posibilidades de acción; ni que pretenda un «aplebe-
yamiento» de los vizcondes rubios ensalzados pqr el mo:-
dernismo; ni que busque en la sierra la expresión m~s
genuína de lo peruano; casi por espíritu de polaridad entre
lo extranjerizante, encarnado por la costa, y lo aborigen,
preservaclo y mantenido en la zona de los Andes. Contra
una literatura refinada y de gente culta, irrumpe esta otra
que pretende ser de tónica popular.
La revaloración de lo nacional emprendida a grupas
del indigenismo era muy justa, sobre todo, guiada por el
pensamiento de Mariátegui para quien «el desarrollo de
la corriente indigenista no amenaza ni paraliza el de otros
elementos vitales de nuestra literatura. El «Indigenismo»·
no aspira indudablemente a acaparar la escena literaria.
No excluye ni estorba otros impulsos ni otras manif~sta.:.
dones». Sin embargo, pese a distinguir las mentes mejor
avisadas la urgencia de crear y no de limitarse a destruir o
imprecar, el indigenismo poco a poco degeneró en una
actitud agresiva e impositiva, quizás por la antimonia
irreductible, hasta ese entonces, entre la justeza de sus
afirmaciones teóricas y el poco buen éxito logrado en la
creación personal. ·Como fuera, obligó, claro está, a volver
los ojos a lo nacional, o a lo que cada uno entendió co1110
lo representativo de lo peruano; por lo que más acertado
sería decir que obligó a preguntarse por lo nacional, y _a
buscarle un medio de expresión artística. Y esto con un
Estudios Amerfranos_
302

fervor, con un entusiasmo que respondía cálidamente


contra el olvido de la generación predecesora. Hoy nos-
otros podemos considerar que el indigenismo de esa épo-
ca entrañaba una convención intelectual y no expresaba
un hondo sentimiento¡ que en toda su exagerada ostenta-
ción hubo elementos que suenan a postizo y sustituyen
una retórica con otra. Pero veamos con cuidado; si el in-
digenismo comienza en 1920, la órbita de su influencia
'p ermanece abierta aún hoy, y vivimos, aunque modifica-
da, la estancia de un influjo que tiene en él su punto de
partida. Por ende, el aporte suyo a la literatura peruana
excede al · de quienes formaron en sus filas originales y
comprende a quienes planteado el camino de una litera-
tura con nuevos valores, contribuyen a formar, especial-
mente en la narrativa, un cuadro del amasijo de proble-
mas y revelaciones que constituye el Perú. Y, en ese
sentido, el auténtico indigenismo se está definiendo aún
en los días corrientes, y sobre todo, desde que se com-
prendió que en su significado más cabal; tenía que ser la
resultante de uria expresión integradora que aceptara
dentro de sí la diversificación de nuestra realidad. La con-
tribución de López Albújar, de Vallejo, de Parra del
Riego, de Camaniel Churata y César Falcón no debe
juzgarse afectada por la apreciación que hemos realizado
al enjuiciar una tendencia extrema del movimiento, que
·por lo demás no se limitó a la lit~ratura¡ ni tampoco sería
prudente considerar que en ellos se agota el fruto de esta
importante renovación. A diferencia del modernismo, las
obras escritas bajo la inspiración indigenista poseen un
valor documental, una relación directa con determinado
medio ambiente, y de manera más o menos ostensible,
una intención crítica. Revelan atención menos severa por
las cuestiones formales y desuso de términos exaltados
por el modernismo en su afición exquisita, imponiendo
por el contrario la lengua popular, el tono coloquial, e
introduciendo numerosas voces quechúas y onomatopeyas
Volumen IX
303
en la prosa española, labor idiomática cuyo acierto o fra-
caso depende del tino y sinceridad con que ha sido he-
cha. Vuelto el interés por las cosas próximas, la temática
se enriquece con asuntos que tratan de la tierra y la gen-
te del campo, del sembrío y el pastoreo de ovejas, del
latifundio y sus derivaciones sociales, de los grandes cen-
tros de trabajo agrícola y minero, del mal uso del poder
y de la religión¡ argumentos que prestan sugestiones lle-
nas de vida para muchos cuentos y novelas que trasladan
la acción, de los salones y las extravagancias de poetas
caprichosos, a una inmediata y palpitante identificación
con las miserias y anhelos del pueblo peruano.

* * *
La generac1on siguiente en su mayor parte prefirió
continuar en la brega a fin de formar una sólida narrativa
peruana. Peruana por la legitimidad de su vínculo con el
país: ligamen alcanzado a través de las inquietudes y sen-
timientos de lo nacional, que de esa manera, y pese a lo
que mucha gente cree, está consiguiendo ganarse un lu-
gar en la narrativa continental, y ya puede hablarse de
ella, aunque a base de muy escasos nombres, en términos
universales. Creció, pues, el interés por ampliar las pers-
pectivas de indagación y creación, por descubrir otros as-
pectos de la vida nuestra que son elementos activos y de-
terminantes en el modo de ser del peruano de hoy. Cabría
hacer disquisiciones de distinto orden, y principalmente de
carácter geográfico y etnológico¡ pero baste la referencia
a obras cuyo meollo está formado por la individualización
de tipos y formas de vida peruanos: el mulato, el zambo, el
«faite», el matón, el muchacho de pueblo vagabundo y
alegre, comprendidos en buena parte de la producción de
José Díez Canseco¡ o el mar y el trabajo marinero, donde
habría que repetir el nombre de Díez Canseco y añadir el
de Fernando Romero, que además tiene captaciones de la
Estudios Amerfranos
304

selva aunque sin la fuerza conmovedora de sus relatos


costeños. Justo es declarar que ambos escritores han en-
riquecido notablemente el cuento nacional, desarrollando
con el mejor éxito la posibilidad de una narrativa costeña
sustentada no sólo en el paisaje, sino en el habitante y sus
modos de vida, y lo que es muy interesante, acogiendo
los giros verbales y los cambios fonéticos del habla popu-
lar de la costa. Entiéndase que no se pretende trazar un
juicio crítico en tan apretadas líneas; sólo se quiere llamar
la atención hacia el fruto logrado por Díez Canseco y
Romero, en cuyas obras destaca sobre el realismo domi-
nante, un hálito de poesía y de ternura que emociona al
tiempo que en un marco cotidiano y prosaico se teje una
de esas tragedias que suceden a diario. La proyección de
la obra de José Díez Canseco no se queda, como normal-
mente se repite, en la creación de tipos propios del am-
biente popular del litoral; hay otra vena en el autor del
Gaviota que si no supera a la anterior, tampoco existe ra-
zón para colocarla por debajo de ella, y ésa está formada
por sus captaciones del mundo infantil: poblado de imá-
genes y· de fantasías, teñido de ternura, cubierto por un
velo cristalino en el que se confunden los límites de lo
tangible y lo irreal, como en el auténtico dominio de la
infancia. Qué grave diferencia y cuán hermosos matices
corren entre los niños de Valdelomar, Camino Calderón,
Diez Canseco, y los de Arguedas, F. Romero y Vallejo.
O entre los niños que el mismo Diez Canseco presenta en
algunas de sus Estampas Jvfulatas, y aquéllos otros, del
Jvfirador de los Angeles, o de Suzy, hermanos de los anterio-
res, pero tan diversos desde la piel al pan, y sin embargo
tan igualmente humanos.
La vacilación experimentada por la poesía peruana
para mantenerse adherida a una línea de comunión per-
manente con el hombre, no ocurre en la narrativa, en la
que no hay ni siquiera dos vías igualmente transitadas. En
la narración de este tiempo predomina el apego al realis-
V olum.en I X
305

mo, y la instrucción recogida en las literatur~s europeas


es más bien de orden técnico. De otra parte, el hecho de
que las literaturas rusa y norteamericana hubiesen ganado
gran circulación en lengua española, robusteció esta ten-
dencia, por pertenecer ambas a una tradición de profunda
raiz popular y nacional. Es así como nos parece distin-
guir en la narración de nuestro país, después de la trans-
formación iniciada por el indigenismo, dos actitudes para
ubicarse frente a los materiales que iluminan la conciencia
nacional: la una, acogiendo la evocación de situaciones,
descriptiva; dinámica cuando de la presentación de un
estado avanza a plantear un problema y a conducirlo
hasta su solución acostumbrada o ideal. La otra, inspirada
principalmente en el ccmocimiento y comprensión de los
factores y elementos que conforman el alma nativa, persi-
guiendo el hilo finísimo de su acaecer sentimental, a tra-
vés de las fiestas, odios, amores e impresiones; en esta ten-
dencia hay un límite donde se confunden prosa y poesía,
y es en ella donde los autores han trabajado más con la
sintaxis española para disponer de un instrumento adap-
table al modo de pensar y sentir de otra raza.
Las conquistas más autéritkas realizadas en el campo
de la narración contemporánea son las obtenidas por" Ciro
Alegría y José María Arguedas~ No es el caso detenernos
a analizar la personalidad ni los méritos de la producción
novelística de Alegría, el más importante y representativo
novelista peruano y u.no de los mejores de América. Su
visión del mundo rural, de la sierra, y la iluminación que
su obra ha proyectado sobre la riqueza anímica y la tra-
gedia hiriente del morador andino, le sindican como la
madurada consecuencia de este proceso de búsqueda de
la conciencia nacional en lo literario. Porque el valor de
Alegría no reside únicamente en la riqueza del tema; vale
por la originalidad de su empleo, por la acertada conse-·
cución de una forma lingüística para verterlo, y por la
función social que satisfacen sus obras; de ahí el éxito ex-
Estudios Americanos
306
traordinario de sus libros y la cantidad de traducciones y
críticas, aparte de la influencia creciente que ejerce cada
día. Pero hay una faz del mundo de la sierra, de la gente
del Ande, en la que ha penetrado José María Arguedas, y
nadie como él, ni antes ni después. La pureza simple de
las valoraciones elementales que funden el subjetivismo
del personaje con la realidad objetiva, sin deformarla ni
suprimir su sello profundamente humano, es su mejor y
más original contribución a nuestra narrativa. Así aparece
en 'Warma Xuyay, en el Zumbayllu, con una plenitud poé-
tica y una vitalidad difíciles de imaginar por quienes no
conocen al hombre serrano, ni han convivido con él, ni
participan con él de los misterios de su idioma, y para
cuya comunicación el autor ha debido realizar una arries-
gadísima tarea con la lengua española, de la que ésta ha
s~lido revitalizada y poderosamente expresiva. En la aso-
ciación pues de los valores lingüísticos, estéticos y socia-
les alcanzados por Alegría y Arguedas, bien puede signi-
ficarse la síntesis del más valioso e interesante fenómeno
operado en la narrativa del Perú del siglo XX.

** *
Las últimas promociones de cuentistas peruanos no
reniegan de las pautas fijadas hasta hoy en este proceso
de elab0ración de una literatura nacional. En él se hallan
inscritos los más, y 3:l tiempo corresponderá calificar el
acierto de su elección y lá calidad de sus medios. Pero lo
que ya puede avizorarse es la existencia de una narrativa
con impulso propio, con intereses que le son afines, con
características que amplían el círculo de sus proyecciones
y propósitos, tan limitado hasta hace apenas unos años~
Se advierte la dispersión de preferencias temáticas que re-
dunda en el abandono de programas agotados; una incli-
nación creciente por los asuntos urbanos, preteridos a
causa del predominio de lo rural; un deseo notor~o de
Volumen IX
307

aprovechar la experiencia ganada po~ escritores peruanos.


de otras generaciones y por autores extranjeros; un mayor
sentido del oficio literario como vocación y responsabili-
dad; y la comprensión de !la necesidad de conocer el sis-
tema lingüístico para conseguir, precisamente, convertirlo
en instrumento de la facultad creadora.
Hace unos años un escritor, que vió de cerca la agita-
ción literaria de las primeras décadas del siglo, afirmaba
el agotamiento del cuento peruano. Juzgaba que desapa-
recido el clima de inquietud que animó a grupos, revistas,
diarios, publicaciones, etc., el mismo que se traducía en
un estímulo constante para el autor de cuentos, se había
producido en .el país un retraimiento en el cultivo de esta
forma literaria. Y en efecto, mucho de cierto había en sus
observaciones; dificultades de índole muy diversa, pero
especialmente materiales y políticas atentan contra el des-
arrollo general de la literatura. Hoy puede sostenerse que
el interés por el cuento ha reaparecido acrecentado: que
desde hace cerca de diez años, y muy marcadamente en
los últimos, se percibe -la existencia no de un autor califi-
cado, ni de dos, sino lo que para el caso es más conve-
niente, la existencia de un buen grupo que empieza a des-
tacar, y sobre todo, que se dedica con ahinco a la labor
creadora. Y lo dicho es más significativo si se piensa que
paralelamente a estos escritores, cuya edad sin excepción
oscila entre los 20 y los 30 años, los hay de generaciones
precedentes que continúan en el oficio, permitiendo con
su labor la visión de conjunto y de continuidad, útil para
el progreso de la literatura y conveniente para la necesa-
ria calificación de los más jóvenes. Quien quiera conocer
el estado actual de la narración peruana reciente podrá
descubrir en ella una gama muy variada que corresponde
a esa unidad compleja que es nuestro espíritu. Unidad en
la que se asocian y combinan herencias ancestrales, des-
cubrimientos tardíos e inquietudes y esperanzas de un
pueblo que se sabe instalado por el tie~po en un punto
Estudios A mericanos
308
de inflexión que lo impele a definirse cultural y artística-
mente. A fin de reforzar lo dicho en líneas precedentes
quisiera resaltar la prosa limpia y la riqueza imaginativa
de José Durand; la fluídez y tono armonioso de la narra-
ción de Luis A. Ratto; la sencillez y capacidad objetiva de
Julio Riveyro, quien ha escrito magníficos cuentos del
tipo artístico-imaginativo, preferido también por los cita-
dos en primer término, pero enrolado ahora y con buen
éxito en una línea más cercana a las preocupaciones so-
ciales; véase el análisis de los personajes de la ciudad
aprovechado por Sebastián Salazar Bondy; véase la ciudad
misma ,sorprendida por el ojo minucioso y humano de
Enrique Congrains; escúchese la descripción conmovedo-
ra de Glauco Machado; léase la fuerza de la tierra y del
paisaje en los relatos de Vargas Vicuña; la sierra primitiva
y alucinante .a través de la prosa ás.p era de Sueldo Gue-
vara; y entiéndase en «La Batalla» esa epopeya brutal,
aterradora que Zavaleta ha sabido trazar con mano hábil,
sin perder un detalle, y ~ue en otras páginas suyas se di-
luye en acentos menos marcados pero igualmente expre-
sivos. Aquí no es el lugar para escribir la crítica de estos
autores, porque sería estéril resumir lo que debe hacerse
antes con minuciosidad. Entiéndase que sólo queremos
resaltar uno u otro aspecto de sus obras, por lo demás,
rasgos que se nos aparecen a la más llana lectura. Pode-
mos reiterarnos, sí, en la seguridad de que con trabajo
tenaz y fidelidad a su vocación, los que hoy integran las .
promociones más jóvenes conseguirán incrementar valio-
samente la narrativa peruana.

* * *
Antes de concluir solicito la atención del lector para
ciertas anotaciones que inciden sobre las características de
la narración peruana. A quien está familiarizado con ella
le será fácil convenir en el predominio de la realidad, del
/Volumen IX
309
realismo como factor dominante y permanente de esta
porción literaria peruana. Aclaremos que no siempre son
idénticas las formas en las que se m~nifiesta el propósito
de encerrar la realidad; hay ocasiones, con motivos muy
atendibles, en las que bajo la apariencia de evadir el cen-
tro de interés, se logra precisamente penetrar y tocar la
realidad como de otra manera sería imposible. Pero no
abundaré en este sentido y pienso que la exposición re-
sultará más clara remitiéndome al realismo de Esopo, de
Fedro, en cuyas obras no se pretende otra cosa que inci-
dir sobre las costumbres y vida de los hombres; ese es
por ejemplo un caso, y no se piense que el único de un
realismo transformado.
En la narrativa y en todo el arte prehispánico se dió
vigorosamente el realismo, aunque a diferencia de lo que
sucederá más adelante; junto a él, simultáneamente existía
un marcado ejercicio de lo fantástico, de la imaginación.
No sería infundado suponer que producido el contacto
con lo español y operándose el proceso cultural resultan-
te, ese realismo recibió el incremento que le venía del de
cepa hispana, debiendo producirse un reacomodo a las
exigencias del nuevo modo de ser nacional. Pero en com-
pensación de aquella fuerza imaginativa que explicaba en
su lenguaje maravilloso los misterios de la vida natural, la
evolución se produjo en el sentido de asimilar paralela-
mente a ese tocar las cosas de la tierra, un soplo cons-
tante de idealidad, de fuerza espiritual, que se asoma
como brotado de la vida misma. Tengo la impresión de
que se trata de una fórmula constante perceptible lo mis-
mo en la Leyenda del Pastor ..Acoytrapa que en la tradición
de Palma que pasea· a Jesús por los arenales de Pisco, en
El .Alfiler, cuento de García Calderón, en El Trompo de José
Diez Canseco; en ·Calixto fjarmendia de Ciro Alegría, en
El Cartero de Pareja Paz Soldán, etc. Lo que equivale a
decir que se da con regularidad constante, con intensidad
dispar. Insistimos, pues, en la permanente atracción de la
Estudios Americanos
310

realidad como una característica de la narración peruana,


y junto a ella, casi como una consecuencia suya, en una
corriente de idealidad que la integra hasta formar un todo
indisoluble.
Lo anterior sirve de premisa a otros enunciados. La
proclividad a recoger el pasádo, evidente en el período
de las crónicas y en general durante la dominación espa-
ñola, se trueca en el siglo diecinueve a causa de razones.
diversas, en una búsqueda de temas históricos, estimulada
por el romanticismo y el movimiento que tuvo por centro
a Palma y a las tradiciones. La evocación y la reconstruc-
ción de sucesos y personajes históricos estuvo muy de
moda en la centuria pasada, pudiendo suponerse que res-
pondía, aparte del influjo romántico, a un deseo de com-
paración entre el nuevo orden y las situaciones desplaza-
das. Ahora bien, esa frecuente comunidad entre la historia
y la literatura, ya desde entonces empieza a adquirir otro
carácter que se acentuará en el siglo corriente. Casi se
eludirá la oposición entre el tiempo en que se escribe la
narración y el tiempo en que se desarrolla lo narrado, pre-
firiéndose tomar argumentos de la vida corriente, que in-
cluídos en la narración mantienen su carácter de suceso
actual, de acontecimiento presenciable.
Se advertirá, salvo escasas muestras que por lo común-
provienen del siglo diecinueve, la falta de una veta humo-
rística e irónica, pues acabado el momento de 1os satíri-
cos y los costumbristas muy pocas veces se ha vuelto a
acertar en este campo. Será igualmente fácil descubrir en
las obras de este siglo, preocupaciones que podríamos ca-
lificar como de orden técnico, cuáles pueden ser las reno-
vaciones del método exclusivamente narrativo para asimi-
lar sistemas de exposición adoptados por la literatura
extranjera, verbigracia: la presentación; el monólogo inte-
rior, los «newreel» y los «camera's eye», el contrapunto,
la forma autobiográfica, etc. Y, en proporción menos in-
tensa, la necesidad de experimentar con el lenguaje a fin
V olumen IX
311 ·

.de conseguir fórmulas idiomáticas adecuadas al especial


.mundo anímico de los personajes. Creo, sin embargo, que
la nota que más califica a la narrativa peruana contempo-
ránea es su preocupación por desc;ubrir al hombre. Ya no
,jnteresa al escritor denunciar situaciones; hoy se vale de
..ellas para describir por la conducta y sentimientos del
-personaje_una particular forma del hombre de tal o cual
.región, o del hombre en tal o cual condición. La agonía
del europeo tiene su contrapartida en América en esta
:intención gnoseológica y revalorativa, que, en algunos
países ha llegado a un punto de exageración teórica que
malogra sus frutos. No es ese el caso del cuento peruano en
.el que se ha mantenido la-ponderación1 sin que pueda seña-
lársele síntomas de «cartelismo»; su interés por conocer al
·h ombre en las complejidades del problema social se in-
..cluye dentro de una línea de intereses generales que tie-
nen su centro en él, y que no olvida la necesidad de re-
.crear en lo literario los materiales que ofrece la realidad.
No escapará a la atención del lector distinguir con-
forme se avanza en el siglo XX la existencia de dos orien-
-taciones en el cuento peruano. Una, preferentemente
.cultivada, impresionista, que se apoya en las cuestiones
sociales y trasciende el puro quehacer artístico. Y otra,
indiferente en cuanto a la temática, próxima a la fantasía
y al ingenio, en menor contacto con la realidad circuns-
tancial y fundada en el objetivo estético. Me ha parecido
advertir el predominio de la primera y su continuidad ma-
nifiesta; es esa además la de mayor tradición, pues se re-
monta a lo largo de toda la existencia de las formas na-
rrativas en el Perú. La segunda hemos visto que tiene
lazos directos con el Modernismo, y en especial con Cle-
mente Palma, en quien ya se daban algunos de sus princi-
pales matices: deseo de universalidad a base de cosmopo-
litismo, búsqueda de notas exóticas y franco acentq
intelectual. Ambas corrientes brindan una imagen de las
inquietudes del peruano de hoy, si bien, la más auténtica
Estudios- Americanos
312

y en concordia con nuestra problemática histórica es la


primera, que se identifica con las más graves y apasionan-
tes exigencias de nuestro «querer Ser», de nuestra defini-
ción como pueblo que busca el modo de inscribirse en la
historia descubriendo la entraña de su ser sustancial. En
esa rama la narrativa peruana ha logrado sus frutos mejo-
res y no es arriesgado predecir que de ella nos vendrán
gratas satisfacciones, pues sólo así se entiende la literatu-
ra «no como recinto de reclusión, sino (como) inmen-
sa ventana desde donde se contempla la vastedad del
mundo».
ALBERTO EscoBAR.
Madrid, 1954.

·volumen IX
NOTAS
El pensamiento panameño

A lectura de un libro que acaba de aparecer: «Pen-


t
11
B.
¡; samiento Panameño y concepción de la nacionali-
~ dad durante el siglo XIX», de Ricaurte Soler (Pa-
"~\éiJ)1¡ namá, 1954), me ha hecho pensar de nuevo en los
problemas de la historia de las · ideas hispano-
americanas.
El trabajo es el primer intento orgánico de poner en claro
las articulaciones fundamentales del pensamiento filosófico, polí-
tico, social y cultural del siglo XIX en Panamá. Al autor hay que
agradecerle su esfuerzo de recoger materiales poco conocidos
-manuscritos inéditos de Justo Arosemena- y la ponderación
con que analiza y estudia esos elementos. El interés del trabajo
se acentúa por el hecho de la menor atención que los especialis-
tas han dedicado a las etapas decimonónicas del pensamiento en
los países derivados de la Gran Colombia. Así se da el caso, por
ejemplo, de que en la obra -importante, aunque discutible en
sus criterios interpretativos-:- de Zea «Dos etapas del pensa-
miento en Hispanoamérica. Del Romanticismo al Positivismo»
están ausentes nombres como Azuero o Arosemena, para citar
sólo p~nsadores de la línea estudiada por el mejicano.

Estudios Americanos
316
Revisiones
La dificultad de toda historia del pensamiento para llegar a
fa comprensión de la compleja estructura dinámica de las diver-
.s as corrientes, en sus divergencias e implicaciones, se acrecienta
-cuando se trata de pensadores que no pertenecen estrictamente
.al círculo profesional de los filósofos. Entonces, el volumen enor-
me de datos que es preciso manejar y la necesidad de no olvidar
las circunstancias sociales en que se mueven las ideas, hacen espe-
,cialmente delicada la tarea de llegar a una síntesis histórica capaz
,de poner de relieve el meollo filosófico de una etapa intelectual.
La cuestión aún se complica más con las inexactitudes o defor-
maciones a que puede arrastrar la postura ideológica del historia-
dor, el cual ni puede ni debe prescindir en sus juicios valorativos
.de la verdad de las ideas estudiadas.
Por todo ello, no siempre resulta fácil despejar con nitidez
.los elementos y tradiciones que integran la obra intelectual de un
período, y a veces es difícil alcanzar la comprensión y calibración
total del mismo. No han de extrañarnos, pues, las diferencias y
:aun contradicciones que aparecen entre las distintas interpreta-
•ciones históricas de un determinado pensamiento; ellas son con-
·secuencia de dificultades objetivas y subjetivas que deben su-
perarse.
Para intentar esta superación ha de evitarse cuidadosamente
1a actitud polémica, que malogra o desvirtúa los resultados del
trabajo. El auténtico avance estará en proponer rectificaciones
fundadas radicalmente en nuevos datos y planteamientos. Porque
,en Historia no se polemiza: La Historia se revisa. ·

Renacimiento, modernidad
Y una de las revisiones historiográficas más amplias es la que
>hoy está planteada en el campo de la historia del pensamiento
. universal.
Aunque sea ya larga la serie de esfuerzos que eslabonan esta
_revisión, no puede dejar de insistirse en unos criterios y esquemas
que aún no se emplean con unanimidad completa. Me refiero a la

-Y olumen IX
317
,yaloración _de las líneas católicas en la historia intelectual del Oc-
-cidente. En una de las facetas de esa revisión -sup~radón del
.descrédito en que se tenía a la filosofía medieval, giediante una
-vuelta al estudio serio de la misma, que se inicia a mediados
del XIX (Haureau, Stockl, Werner) y se emprende definitivamen-
·te desde 1880, con Baumker y Ehrle- esa unanimidad está abso-
1utamente lograda. No lo está en cambio, ni mucho menos, en
,otro aspecto de la revisión, iniciada hace sólo unos lustros: la sos-
pecha -y en algunos casos la evidencia- más compartida cada
·-vez (Schnürer, Hazard, Ders, Calvo Serer), de que se ha minus-
valorado excesivamente la significación histórica del catolicismo
,en el nacimiento y desarrollo de la modernidad. Es claro que en
-esa revisión han de jugar un papel esencial las conclusiones a que
:-Se llegue en relación con el pensamiento español y sudamericano.
De aquí el interés y la actualidad de las aportaciones en este
-campo.
El concepto histórico de Renacimiento no puede constituirse
_ya h(?Y con valores puramente negativos de la medievalidad. La
,desviación intelectual y vital, comienza hacia l 630. Antes de ese
1 rnomento, el movimiento cultural renacentista se nos presenta,
provocado por las nuevas necesidades sociales, como una renova-
•Ción perfilada en una serie de caracteres totalmente positivos, de
· 1os que participan, en vanguardia, las tendencias católicas de base
tradicional. Entre esos caracteres sustanciales (recuérdense las vie-
jas agudas observaciones de Windelband), no están: ni el antro-
. pocentrismo -el nuevo · espíritu científico natural no niega el
puesto central a Dios sino que sólo concibe una gigantesca natu-
·raleza en la que está engarzado, como una pieza más, el hom-
bre- ni la Reforma, que según Brehier ...:_para seguir con testimo-
nios no católicos- se opone tanto a la teología escolástica como
.al humanismo.
Tampoco el concepto histórico de mo4ernidad puede seguir
-entendiéndose como la referencia exclusiva a la tendencia anti-
-cristiana y antitradicional ( que desde 1630 es sin duda la que
-triunfó por volumen y por vigor), como _si las corrientes católicas
ubieran de dars~ por totalmente liquidadas e_inoperantes. Esta

Estudios Americanó.r
·313

ausencia culturál del catolicismo·, ni era ·de suponer que ocurrie-


ra, ni de hecho ocurrió con el radicalismo con que pretende mos-
trarlo una historiografía revelada como incapaz de comprender
con agudeza el fenómeno cristiano.·
Ni que decir tiene que las consecuencias de estas revisiones
- de conceptos históricos tienen e·s pecial importancia en el caso del
· pensamiento hispanoamericano.
Si he tomado con tanta ~mplitud la indicación de estos es-
quemas de _c ompresió.n histórica, ha sido por estimarlos necesc'.l-
rio para entender correctamente la significación fntelectuai- del
siglo XIX_americano. Precisamente por no emplear estos criterios,
el trabajo de Soler no acaba de captar la dinámica historia del
· siglo. Los puntos de vista generales del panameño, decididámente
insuficientes, se advierten en una serie de f~ases y alusiones inci-
dentales, pero especialmente en párrafos como el siguiente: «L_o s
jesuítas en particular y el clero en general, habían saturado de es-
colasticismo, y por tanto de medievalismo, la cultura colonial
his'panoamericana. No importa que el movimiento antiescolástico
tenga sus primeros representan.tes dentro del mismo clero, como
sucedió en Méjico; la estructura misma del sistema colonial espa-
ñol impedía el éxito de tal movimiento. De ahí que su fecunda
proliferación tuvo lugar cuando destruído el poder político impe-
rante sólo obstaculizaba su plena floración, la autoridad que la
tradición concedía a la reacción, simbolizada por el clero» (pá-
gina 15). O este otro: · «La carencia de · una creación filosófica
auténtica _que permita neutralizar las fuerzas conservadoras anti-
modernas, crean peligrosa~ circunstancias que_pueden hacer dis-
minuir, inclusive, hacer parcialmente inoperante, la revolución
cultural que presenció ·Hispanoamérica · en general, y Panamá ~n
partic.u lar, durante la última parte del siglo XVIII y principios.
µel XIX» (pág. 42).
No obstante, Soler ·no deja de -estudiar con interés a pensa-
. dores tradiciop~les como Manuel José Pérez ·o Nicolás Victoria, y
.. matiza cuidad~samente el valor relátivo de esas corrientes. Pero
: el_no decidirse "~ _utilizar_lo~ ;esquema~ de. comprensión apunt~-

,Volumen :IX ·· ·":'.~


319
dos, da al conjunto de su interpretación un tono de inseguridad
que la hace menos convincente.

Historiografía panameña
A la vista de este trabajo, y proyectando sus conclusiones
sobre la imagen que hoy tenemos de la historia del pensamiento
hispanoamericano, puede reflexionarse con fruto sobre el proceso
particular de las ideas en Panamá.
La historiografía de estas ideas es reciente. Poco encontra-
mos en la bibliografía histórica general (Arce y Sosa, Cruz He-
rrera, Castillero, Susto y otros). Ninguna obra de conjunto sobre
el pensami_ento panameño (el reciente estudio de Moisés Chong
debe estar inédito). Bastante completo resulta hoy ya, en cambior
el conocimiento de la época virreinal, con los trabajos de Rodri"go
Miró que abrieron el camino desde 1939 -sobre todo su obra:---
«La cultura colonial de Panamá»-, sin olvidar las pequeñas mo.:.
nografías de Susto, Arce y Manzano.
Más complejo y difícil de estudiar por la dispersión de los:
materiales -inéc!_itos o aparecidos en revistas de la época-, el
siglo XIX, sólo se había abordado en algunos esbozos sobre la
figura de Justo Arosemena, hechos por Méndez Pereira y Mos~
cote. Para el estudio de otros pensadores, como Belisario Porras,
Nicolás Victoria y Ponce Aguilera, parece que suministran una
buena base, según Miró, las tesis confeccionadas últimamente en
la Universidad de Panamá.
Si al fin llegamos a nuestro siglo, también en Panamá se ob-
serva en los últimos lustros el hecho -común a toda Hispano-
américa- de un nuevo afán por la Filosofía que ha de repercutir
en la fue:rza y fecundidad de un pensamiento que en las primeras
décadas de esta centuria había ido reduciéndose a lógica y técni ..
ca, desde que con tanto calor se aceptó la coyuntura positivista.
Por todo esto, el interés del libro de Soler es considerable.
Y a su intento creo poder contribuir con unas breves reflexiones
sobre algunos puntos en torno al aspecto filosófico; dejando
aparte las consideraciones que sugieren los aspectos; ya más am~

Estudios A-merica1iosi
320
plios, aunque no menos interesantes, de las caracterizaciones cul-
turales de Hispanoamérica y de Panamá.

El recurso al utilitarismo
Las ideas de Justo Arosemena vienen a corroborar algunos es-
,quemas ya ganados en la visión del pensamiento hisp.a noameri-
,cano decimonónico y a sugerir nuevos matices que enriquecen
:3quellos esquemas.
Ciertamente queda en pie la interpretación de Zea, según la
-c ual, a partir del momento independentista, a una primera fase
romántica en que se trata de mostrar, a través de un análisis de
la historia virreinal, la realidad negativa de Hispanoamérica, (serie
-de trabajos históricos que alrededor de 1840 escriben: José Luis
Mora en Méjico, José Antonio Saco en Cuba, Lastarria en Chile y
Sarmiento en Argentina), sigue 9tra etapa en que se utiliza el po-
sitivismo para construir un nuevo orden intelectual y social, que
-sustituya al de los tiempos españoles. Se ha resaltado además
-cómó desde el punto de vista filosófico, lo interesante es que en
1a primera fase las influencias ideológicas predominantes son el
tradicionalismo francés, el eclecticismo, la escuela escocesa, el
,socialismo de Saint Simon y el utilitarismo, mientras que la se-
gunda etapa está influída por la filosofía positivista, especial-
mente el evolucionismo de Spencer.
Pues bien, el material estudiado por Soler pone de relieve
. -dos cosas en que antes no se había parado mientes: la razón del
-recurso a estas filosofías y la presencia ante los problemas del
momento de una corriente tradicional generalmente olvidada.
Justo Arosemena se presenta a caballo entre las dos fases
:antes señaladas, romántica y positivista, alimentándose en la pri-
mera con las doctrinas utilitaristas de Bentham y derivando luego
-de forma original hacia tesis que pueden calificarse de positivis-
tas, aunque no procedan de ningún sistema positivista europeo.
Este caso particular del Panameño Arosemena, motiva refle-
xiones de interés para otros sectores hispanoamericanos. Porque
aparece claro que no son sólo razones extrínsecas y ocasionales

V.olwnen IX
321

las que motivan la asimilación en América de las ideas utilitaristas


y románticas, en la primera mitad del _siglo XIX, hay también
motivos fundados en el mismo sentido intrínseco de aquellas
doctrinas.
En efecto, el siglo XVIII presencia una reducción psicológica
del problema moral, según la cual en el orden práctico lo único
que interesa es la felicidad del hombre. La última consecuencia
de esto, formulada ya en el XIX, es el utilitarismo, que busca la
mayor felicidad del mayor número, y hace un balance de place-
res y displaceres. En suma, una moral desprovista de fondo me-
tafísico.
Esto por un lado. Pero por otro, el siglo XVIII también re-
presenta el apogeo de la concepción científico-natural, para la
qt,_1e la realidad entera es susceptible de una conceptuación racio-
nal analítica. Concepcion, que precis_amente a principios del XIX
es sustituída por otra opuesta, no analítica, capaz de entender la
movilidad histórica: me refiero a la concepción romántica que en
lo filosófico abarca desde el idealismo alemán hasta el socialismo
de Saint Simon.
En resumen, pues, una moral sin complicaciones metafísicas
y una actitud intelectual no analítica sino impulsiva y emocional.
Exactamente dos cosas que hacían falta a los primeros indepen-:--
dientes. Y entre ellos a Arosemena. Soler ha visto bien que el an-
timetafisicismo de Don Justo llega más allá de Bentham: «Bent-
ham está de acuerdo en que lo bueno concuerda con la voluntad
de Dios. Arosemena no introduce ente metafísico alguno en su
pensamiento. Esto no implica, empero, que haya en el maestro
inglés un Deus ex machina que no se encuentra en el discípulo ist-
meño; se quiere decir solamente que la prescindencia de la me-
tafísica en Arosemena es más radical aún» (pág. 24).
La posición antienciclopedista, antianalítica de Arosemena
queda de relieve en este otro pasaje: «Aceptando la posición de
la existencia de la sociedad ah initio y en consciente oposición
con las ideas al respecto de Cabanis y Voltaire (por él citados)
hace objeto de particular refutación el contractualism~ de Rous-
ftau,, (pág. 34).

- Estudios Americanos
Las corrientes tradicionales
La filosofía europea presencia en la última mitad del siglo
XIX cómo el espíritu analítico ·vuelve a levantar la cabeza, como
si la fase romántica hubiera sido insuficiente para aplastar todas
sus cabezas. Aquel renacer sin embargo tendría corta vida, por-
que a fines de siglo ·sufriría el golpe definitivo de los historicis-
mos, vitalismos y pragmatismos. Pero en el pensamiento hispano-
americano juega un papel importante -mucho más que en
Europa- una fuerza considerable: las corrientes escolásticas de
base tradicional. El hecho no deja de reconocerse, pero no se in-
siste y se cuenta con él como se debiera.
En el libro que comento se dedica un interesante capítulo a
estudiar toda esta línea, viendo sus antecedentes en el virreinato
-Fray Juan Prudencia Ossorio y Rafael Lasso de la Vega, y el
grupo de los científicos como López Ruiz y Arrollo!,_ y estudian-
do, ya en el XIX, la vida intelectual del Colegio Provincial, unido
y separado luego del Seminario Diocesano. Se analiza finalmente
el valor de los autores escolásticos posteriores a 1850: Porras,
Manuel José Pérez, Cruz Herrera y Nicolás Victoria.
Soler atisba sin duda la significación que toda esa corriente
tiene, pues al comentar unas ideas de la obra de Korn «Influen-
cias filosóficas en la evolución nacional», escribe: «Alejandro
Korn afirma que el romanticismo contra-revolucionario de Euro-
pa determinó en Hispanoamérica, en alianza con el dogmatismo esco-
lástico, la reacción antiliberal que se observó lustros después de la
independencia, cuando es históricamente irrefutable que el énfa-
sis hay que hacerlo en · el dogmatismo escolástico de cepa espa-
ffola, quizás sí, en álianza con el romanticismo contra-revolucionario
europeo» (pág. 33). Sin embargo, creo que el autor panameño no
sac~ todas las consecuencias a su intuición 1 que no emplea luego
~uficientemente a lo largo de los capítulos del libro.

Derivación positivista
Por último, la peculiaridad del positivismo.
Se ha visto repetidamente que el positivismo hispanoameri-

V olumen IX
323 ·.

cano, que es el tipo de filosofía que se usa para establecer el nue-


vo orden independiente, tiene características peculiares según las
.circunstancias históricas de los distintos países. También se han.
establecido las semejanzas existente·s entre todos los positivismos -
americanos, relativas sobre todo al rechazo de la «r.eligión de la
humanidad» y a la preferencia casi unánime p·or las doctrinas spen-
.cerianas frente a las de Comte.
Lo que en cambio no se ha estudiado bastante es el fenóme-
no, muy frecuente en los países americanos, de la derivación ori-
ginal y autóctona hacia aptitudes y tesis positivistas. El hecho ha
sido destacado primero por Romero que afirma que «muchas ve-
.ces al hablar del positivismo de éste o aquél pensador argentino,
se discute la calificación con el argumento de que no conocía o
no pudo conocer ni a Comte ni a Spencer, sin reparar en que sí
pudo beber en la misma fuente que ellos». Soler lo afirma también
aquí: «Arosemena -dice- ratifica en nuestros lares la aserción
que el pensador argentino formuló para su patria» (pág. 38).
Sin embargo, no se ha dado la explicación de estas deriva-
•c iones originales, aunque Zea, en su «Apogeo y Decadencia del
Positivismo en Méjico» haya apuntado algo.
Para intentar esta explicación tendríamos que recordar cuál
es el problema que Comte se plantea. Es éste: la reforma de la
sociedad humana. Había fracasado la Ilustración con su indivi-
dualismo a ultranza. Era preciso restablecer una subordinación de
valores y acciones. La jerarquía se monta entonces presidida por
la ciencia. Hay la exigencia de un poder seguro que rija el esta-
blecimiento del orden. Ese poder tendrá su base doctrinal en el
sistema de la ciencia positiva que culmina en la sociología.
Y he aquí que Arosemena, plantado ante unas necesidades se-
mejantes, e instalado en una postura ideológica romántico-utilita-
rista, no puede sino llegar por su cuenta a las mismas conse-
cuencias.
En efecto, en sus Manuscritos Originales (n. 0 4, cap. 7) escribe:
«Tenemos ya indicado en varios lugares de este opúsculo que
todos los hechos correspondientes a las ciencias morales y políti-
cas consisten por lo general en acciones, y que afectando ésta al

Estudios Americanos
324

hombre esencialmente en su estado de sociedad, pueden conside-


rarse como componiendo una gran ciencia que podría denomi--
narse la ciencia social». Por lo que Soler ha podido subrayar cómo-
D. Justo se ~delantó a su época en muchas ideas, y dentro de su-
premisas positivistas alcanzó inclusive la visión de una ciencia.-
social positiva, años antes de su clara y nítida formulación por
Comte.
Patricio Peñalver Simó
Escuela de Estudios Hispanoamericanos
Alfonso XII, 12 - Sevilla

····.-.,;. . .,
Volumen IX
Rita Longa, escultora cubana

SI como la moderna arquitectura cubana tiende a


conseguir un carácter nacional, debido posible-
mente a su integración dentro de lo funcio9al, no
podemos decir lo mismo en lo relativo a la pintu-
ra y escultura.
Analizando detalladamente el origen de las Be-
llas Artes en la moderna república hispano-americana, veremos
que su arquitectura nacional tiene el punto de partida en las co-
rrientes funcionales, que más que en Occidente, alcanzan su pun-
to álgido en los Estados norteamericanos; y es que el éxito de la
moderna arquitectura se halla en el avance gigantesco de lo que
podríamos llamar industrias auxiliares, que ofrecen al artista unas
más amplias posibilidades actuando éstas, de modo indirectó en
detrimento de la inspiración, aletargada por la facilidad de los
medios, y no en ·la misma Inspiración.
Hoy la arquitectura cubana, arrastrada por las tendencias
norteamericanas y brasileñas, está luchando por desligarse de
iquéllas, y lograr la necesaria autonomía.
La pintura, sin un auge tan intenso como la anterior, tenien-

E.studios Americanos .
326
do un punto de partida europeo (no puede olvidarse que casi to-
dos los pintores de actualidad han estado en París), más tarde obe-
dece por igual tanto a las solicitudes norteamericanas como a las
de su vecino Estado de Méjico. Pero después, este arte, tan sensi-
ble a las exigencias del medio en cuanto al color, a la luz y a la
propia temática pictórica, sufre la influencia del ambiente, que
lq sella con la impronta característica de su tipismo.
En cuanto a la escultura, ha sido siempre un arte más espiri-
tual, más intelectual y, por tanto, no tan sensible a las condi-
ciones externas. Obedece a reglas y motivos más profundos, más
universales y supera en muchas ocasiones las determinantes de
lugar y tiempo. Con ésto no pretendo negar una cierta influencia
(sería erróneo suponer a cualquier producción humana desligada
de esta necesaria relación ambiental); niego, simplemente, su ca-
rácter de elementos básicos.
Hoy, la escultura cubana está potenciada en el tiempo, por
los exponentes universales que rigen la escultura de actualidad, y
en su relación espacial, los te~as no están, generalmente, sellados- :
por el tipism·o de una temática nacionalista. Parece como si dando
la espalda a América se orientase hacia Europa, ingresando dentro:
.del cauce de las corrientes occidentales. O, como dice el pintor.
cubano Mario Carreña: «.. .la escultura en Cuba es igual desde el
punto de vista formal a la que se produce en todo Occidente».
Es, por tanto, en la corriente europea donde hemos de in-
cluir a Rita Longa.
Nos confiesa que es «mayormente» autodidacta, pero con
1:1n paréntesis del tiempo que estudió con J. J. de Sicre en la Es-
cuela de Bellas Artes de s·an Alejandro.
Sicre viajó por Europa, conoció .París y en París la obra de
Arístides Mayol. A su regreso a Cuba, _aun no existía la escultura
como tal arte. El ha sido, directa o indirectamente, el maestro de
las generaciones actuales. El llevó a su patria la conciencia_de fa
~scultura europea del momento.
- Racionalista en sus comienzos, ha sabido orientar, sin impo:..
ner un estilo a los que ·con él estudiaron. Cuantos le siguieron
han recorrido, al igual que los europeos coetáneos, el camino que

Volumen IX
Fuente de las Virtudes. Hospital del Cáncer. - Santa Clara. - (Cuba). - Piedra. -1951
Grupo familiar . - Parque Zool6gico . - Habana (Cuba). - Bronce. - 1947
327

va desde Mayol a Brancussi, pasando por Lehmbruck, porque


hoy, más que nunca, es difícil hablar de escuelas. Como dice
Heilmeyer «...Raras veces se ha dado ni la plástica pura, ni el
·puro expresionismo. En los racionalismos de Arístides Mayal y
.de Duchamp-Villon, se deslizan motivaciones emotivas de natu-
·r aleza indefinible. En cambio, la mística de Haller o de Lehmbruck,
ha sido expresada de un modo racional...» Y más adelante, « ... A
pesar de las antinomias de contenido, las facetas de la escultura
post-rodinianas tienen generalmente ciertas apariencias comunes
-de simplificación unidas al profundo denominador común del an-
tinaturalismo, por lo cual participan de cierto sello plástico, na-
cido de un inicial sentido estético. Lo ponderable y lo imponde-
-rable del nuevo arte, tiene unas particularidades propias de nues-
tra época maquinista, pero a la -vez fácil a las sugestiones del
lirismo más complicado».
Esto es necesario tenerlo presente siempre que queramos es-·
-t udiar a algún escultor de actualidad y es particularmente aplica-
ble en el caso de Rita Longa.
Educada en la escuela del racionalismo, aprendió la rígida
-disciplina que supone el someter su temperamento a una norma
.que impone concepto ascético de la forma, el valor plástico de la
misma, independientemente de su propio contenido expresivo, la
{:Oherencia de ésta con el espacio circundante y, por último, la fl-
delidad de la técnica a la nuturaleza de los materiales.
Rita Longa talla el mármol y la piedra y trabaja el bronce y
~l yeso también. En consonancia con esta diversidad de los ma-
teriales empleados, son diversos los elementos formales de sus
obras.
Dotada de una exquisita sensibilidad y de una gran cultura,
-sabe cuántas limitaciones trae consigo el encasillarse en una deter-
minada dirección y por ello toda su obra es ejemplo de lucha. Lu-
cha por superar las limitaciones de escuela, por conseguir, en una
{:Onstante y lógica evolución, formas cada vez más libres y perso-
nales, por abstraer de la realidad, con la medida de su propio
sentimiento estético, los elementos psíquicos y formales de SU$
obras. El propio Mayal ha dicho: «La dificultad no está en copiar

Estudios A~ricanos
328
la naturaleza, sino en saber sacar de ella, una vez-se ha aprendido
a copiarla, los elementos de una estatua; no existe ninguna regla.·
para lograrlo, es un asunto personal y una cuestión de senti-
miento».
Así lo entiende Rita Longa. Cualquiera que sea la norma rec-
tora, su producción, clásica o abstracta, sobresale por encima de
toda regla- su acento peculiar y la obra es siempre exquisita, vi-
brante de emotividad y de movimiento, fiel a un canon de estili-
zación, de elegancia, que la hacen algo lleno de gracia y armonía.,
Discípula de Sicre, no es extraño que el deseo de orden, ar-
monía y vertebración de Mayol, influyendo en una personalidad.
como la ya apuntada. haya desembocado en un primer momento
en el campo del clasicismo. Pero a partir de su primera exposi-
ción, el año 1934 en el Liceo de La Habana, hasta que modela e}
grupo de «Los Cuatro Elementos» para el Palacio de Bellas Artes:
de la · misma ciudad (inaugurado en 1954)~ ha evolucionado hacia-_
lo puramente abstracto, donde su exquisito sentido de la estiliza-
ción y del ritmo, encuentra una más adecuada expresión.
Dentro de la primera etapa clasicista, hemos de situar SU-
obra «Torso femenino» que obtuvo premio en el I Salón de Pin-
tura y Escultura de La Habana, el año 1935, síntesis de contenido.
y forma, respetando a la manera del racionalismo los valores
plásticos del cuerpo humano patentes en el modelado de la ana-
tomía.
Poco a poco va desentendiéndose de la norma racionalistar
ya en pro de otros valores de signo más expresivo, como el mo-
vimiento, la suavidad y la gracia, -«Trópico» (Exposición en el
Capitolio Nacional de Cuba en 1941)- o bien apunta un sentido:,
de la estilización, atendiendo ante todo al contenido emocional o
moral de la obra, claramente evidenciado en su «Sta. Rita» (mo-
delada en 1943 para la Iglesia de Miramar en La Habana) donde
la forma se adelgaza y recorta -quizá algo duram_e nte- dentro
de su verticalidad, como obedeciendo á un canon que podríamos.
llamar «gotizante», fa~tores estos, determinativos de una evidente
trayectoria antirrealista.
Dentro de ella, pero inmerso aún en la etapa clasicista, he,

Volumen IX
Santa Rita de Casia. -2.00 mts. - Templo de Santa
Rita. -Miramar(Cuha). - Yeso para bronce. -1943
Ballerina. - Cabaret Tropicana Mariaoao
(C uba ). -Piedra artificial.-1950

Fuente. - Residencia campestre de Miguel


A. Quevedo. - Wajay (Cuba ). -Piedra ar-
tificial. - 1951
;j29

,mos de encajar el «Grupo familiar» (bronce modelado en 1947


1
para el Jardín Botánico de La Habana), un conjunto de tres figu-
-cas de ciervos gráciles y un tanto estilizadas, que parece conce- .
bido al estilo simple de la escultura «sin hoyos ni sombras» de
-fran~ois Pompon, el gran especialista en estos temas. ·
De 1950 son: La fuente de <{Las tres Gracias» ( estilización y
-:armonía en las figuras, ritmo en el paño que las enlaza, irrealidad
·.en el brai:o que sostiene la manzana) y «La bailarina» del Tropica-
·na, tallada más libremente, desentendiéndose un tanto de los va-
fores objetivos de la realidad. Es un año después cuando penetra
.decididam~nte en el terreno ~e la abstracción con una «Fuente»
.para la residencia Quevedo en Wajay. En ella, la piedra no imita,
:Sino que su impulso helicoidal parece imponer al agua un grácil
movimiento ascendente. Y, cuando hace el Grupo de «Los Cuatro
.-:Elementos» para el vestíbulo del Palacio de Bellas Artes de La
:Habana (inaugurado en 1954) ya lo concibe en planos y líneas
,que se mueven, libres, plenas y seguras dentro del mundo de la
jmaginación y de la plástica pura. ·
Aquí, podría dar por terminada esta breve nota. Más antes
.desearía detenerme un instante en otra faceta característica de la
.obra de Rita Longa, que la pone en contacto con el espacio, Ian-
-zándola a la conquista del mismo, es decir en su especial aptitud
para coordinar sus obras en adecuada relación ambiental, para
.conseguir felices conjuntos en la decoración de plazas, residen-
-cias, edificios públicos ... , aptitud reconocida en la «Gold Medal
:Exhibition Arquitectural Leage of New-York» en la que quedó
finalista en 1953, y galardonada con medalla de oro en el VII
,Congreso Panamericano de Arquitectos en su conjunto de Fuen-
1:es para la Sección de Decoración.
Como escribía el Señor Suárez Solís en el DIARIO DE LA
.MARINA.
« ... Estamos en la ocasión de festejar la lección escultórica que
<Rita Longa nos da con sus obras, siempre con sus proyectos de
formas en el espacio, con razones de lugar en colaboración con la
.arquitectura mineral, vegetal o líquida»... De la que -continua-
mos- son claro exponente entre otras: las decoraciones del Tea-

Estudios Americanos.
330
tro Payret, fos relieves del Banco Continental Cubano, el Monu-
mento a los Mártires, el grupo ya citado del Botánico y sobre
todo su colaboración en la decoración de piscinas, fuentes y
jardines.
Estas obras, creadas para un lugar y una función. determina-
da se prestarían a que hiciésemos más o menos elucubraciones
sobre su posible carácter funcional, lo que implicaría cierta con-
tradición con la libertad formal de la escultura del determinismo
espacial, a que aludíamos al comienzo de esta nota, si Rita Longa
no hiciese ante todo una obra de arte y además hiciese a ésta en
el eje de sus conjuntos decorativos.
Rita Longa, repetimos, se lanza a la conquista del espacio, .
con tal fervor que lo recrea y el conjunto de su obra, universal y
moderna, se convierte, por efecto de su exquisita sensibilidad
para captar la musicalidad del ambiente, en una maravillosa siri-
fonía, en la que la línea melódica está pautada por la forma plás:...
tica y la armonía por las notas acordes del espacio circundante.

Emila Cobos Mancebo

Volúmen · IX
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COMENTARIOS

Lo americano. En el centro de la idea que hoy


suele tenerse de Hispanoamérica en su formalidad cultu-
ral, vemos casi siempre flotando un problema que, al
estimarse primordial para definir 1a fisonomía esencial
de lo Hispanoamericano, exige necesariamente Ja pro-
' puesta de alguna solución. Me refiero al empeño unáni-
me de preguntarse por la originalidad de lo americano
·-frente a -lo europeo. Y ocurre que las contestaciones -diversas- que se
\ ofrecen no parecen dar definitiva solución a la dificultad. Algo va mal sin
1 duda; es que el problema mismo -tal como se plantea- es falso.

En efecto, 1a manera como se formula la interrogante determina ya en


buena parte el sentido de la respuesta. Puesto que se pregunta por la pecu-
· liaridad que América representa sobre Europa, lo primero ha sido contestar
una de estas dos cosas: o que Hispanoamérica no necesita aprender na4a
de Europa, poseyendo un caudal intelectual específico y propio, o que el
. mundo Hispanoamericano no apare.ce sino como una dependencia imita-
dora de lo europeo. Más tarde -y esto es lo interesante- circula una
tercera posición que pretende superar la insuficiencia de las dos primera~,
pero que resulta ella misma también insuficiente: es la postura que afirm,a
la dependencia de Europa, pero exige la peculiaridad americana en todo
· producto cultural de valor. Ninguna ~e las .~ es . soluciones consigue salvar

Estudios . Americanos
334
,e l escollo. Todas ellas simplifican falsamente la cuestión al empeñarse en
.aplicar por doquiera el criterio de una especifidad americana.
Estos esquemas de la llamada Filosofía de la Historia -que no son
-otra cosa que descripciones y definiciones de entes culturales- tienen im-
portancia fundamental en la elaboración de las ideas-ejes con las que va-
-mos a acercarnos al conocimiento de los problemas americanos. Por eso
-interesados en la discusión de esos esquemas culturales- queremos hoy
,comentar brevemente una idea de Victor Frankl, expuesta en el tomo I de
.su obra «Espíritu y Camino de Hispanoamérica», aparecido hace unos me-
ses. Frankl -que aunque recoge artículos ya publicados ~nteriormente, los
.ordena de manera que llega a estructurar una síntesis nueva- viene a sos-
-tener la siguiente tesis: el pensamiento filosófico y político de Hispano-
.américa tiene rasgos fundamentales de originalidad frente a las concepcio-
--nes filosóficas occidentales europeas. En cambio, la producción artística
.actual del Continente, revela una falta de autenticidad, un carácter postizo,
,.un mimetismo occidentalista.
Creemos que Frankl -a pesar de lo ponderado de sus juicios- no
·logra demostrar su tesis. Los casos que cita -ideas políticas del Dr'. Frankl,
·-ta obra de Natalicio González y el pensamiento de Vasconcelos- revela-
·-rán sin duda una cierta tipicidad de problemas, una pecufiaridad de estilo
.
?incluso una actitud creadora, pero no demuestran que Hispanoamérica ten-'
;:ga «una expresión propia y original en el dominio del pensamiento filosó-
fico». También es muy discutible -y esto precisamente en sentido opues-
-;;t o- su interpretación del hecho artístico americano. «Hispanoamérica no
·tiene estilo alguno en su arte; ninguna unidad en la forma, ninguna unidad
0 espiritual que ligue a todos los artistas y acuñe con un, sello inconfundible
.sus creaciones». Estilo y sello propios -decimos nosotros- sí que hay,
-.incluso en el mismo arte virreinal; y hace poco leíamos en este sentido un
~artículo de Islas García, sobre «Arte Mexicano del siglo XVI», en una re-
. vista de dicho país.
El caso de Frankl es sintomático. Su esfuerzo por superar posturas in-
: sostenibles por su extremista y falsa simplicidad -independencia o depen-
dencia de América frente a Europa- se malogra al no decidirse a romper
. definitivamente con ese planteamiento. Si no existe una filosofía americana
~por su contenido, no es porque no se haya logrado aún, ni por incapaci-
.-dad, sino porque ello no tiene sentido. Lo mismo, en el arte. En ambos
<lcasos, en cambio, sí puede· haber, y hay, características americanas de estilo
y actitudes.
No es que vayamos a negar la pecuU-aridad cultural de América -si

~Volumen IX
335
por algo se interesa ESTUDIOS AMERICANOS es por llegar a descubrir
-e se perfil- pero está bien claro que dicha peculiaridad no debe buscarse
~n el contenido universal de la ciencia filosófica y de la creación artís-
tica. -P. P. S.

o o o El sistema penal mejicano. 7v!éjico, al


44...-,• • igual que otras muchas naciones americanas, se ve

1 1-
actualmente asolado por una gran amenaza: la delin-
cuencia y la criminalidad. Problemas son éstos que
-1stán latentes en todos los países pero que se acentúan cuando, por la degeneración de
fas costumbres y la no aplicación de las leyes penales vigentes con toda su dureza, el
-clima moral se relaja.
El (jobierno mejicano, para atajar la crisis moral existente en el país, ha pro-
puesto, por mediación de su presidente, unas reformas al código penal, en el sentido de
darle un mayor vigor y una mayor dureza a las penas. La necesidad de estas refor- _
mas -a la vista de las inusitadas e inquietantes proporciones de la delincuencia en
.estos últimos tiempos- se funda en la convicción de que sólo una represión implacable
puede restablecer el orden y volver a consolidar las bases de la seguridad social.
Se ban reformado varios artículos del Código, unos en su totalidad y otros sólo
.en· partes. Pero siempre se ha prvcurado dar fuerza a las penas, en unos casos, elevan-
do la duración de las mismas de 30 a 50 años, y en otros, exigiendo responsabilidad
.a los funcionarios del Estado cuando perciban dinero de los particulares en el cumpli-
miento de misión oficial. Se han introducido también dos nuevos capítulos: el de « Deli-
tos contra el comercio y la industria» y el de « Delitos contra el Consumo y las Rique-
zas J.Jacionales».
'Uno de los problemas más agudos para la aplicación de las penas de privación
ae libertad es la escasez de penitenciarías, donde el delincuente halle un auténtico
centro reeducador y no una escuela de crímenes. Con respecto a este problema, el ar-
ticulo 25, reformado, dice que «la prhión consiste en la privación de libertad corporal
Je tres días a 40 años y se extinguirá en las colonias o penitenciarías, establecimientos
-0 lugares que al efecto señale el órgano ejecutor de las sanciones penales». Este ar-
tículo ha sido, quizas, el más discutido de la reforma, porque, según los penalistas
4dversos a la cadena perpetua, esta larga duración de la prisión la convierte de hecho
ffl perpetua. Pero también por la referencia a las p_enitenciarías, cuya falta casi abso-
luta -sólo hay una, la de la 'J~la 7v!arías- ha sido commtada recordando los
4cuerdos del I Congreso Penitenciario de septiembre de 1952 y actualizados por el
4nuncio del segundo de dichos Congresos, que ha de celebrarse en Toluca y 7v!éjico en
julio del presente año.

Estudios Americanos
<s>
336
Parece decidida la intención del yobierno de comenzar a construir dichas peni-
tenciarías, donde estén debidamente separados los delincuentes políticos de los restantes-
presos _comunes.
La cuestión fundamental es, sin embargo, la eficacia que puede esperarse de estas
reformas -presentadas por el Presidente el 16 de diciembre último, y aprobabas por la
Cámara el 31 del mismo mes-. 'No puede dejar de tenerse en cuenta la actual orienta-
ción del Derecho Penal, en su sistema punitivo, hacia los principios del Derecho Socialr
que sobrepontn los intereses de la mayoría a las actividades egoístas o de inmoderado-
e injusto beneficio personal, En este orden de ideas, la utilidad de la reforma quedará
condicionada por la eficacia con que se actúe sobre las ·causas fundamentales del creci-
cimiento de la delincuencia en . 7vféjico: la miseria, el vicio y la incultura. 'Hacia eF
remedio de esas tres funestas lacras que corroen y debilitan al pueblo, deben enderezar-
se la acción conjunta del Estado y la Sociedad 1 pues la agravación de las penas de-
nada sirve mientras no se combatan en forma efectiva aquellos factores.
Con motivo de estas reformas, se vuelve a hablar de la necesidad de reimplantar
la pena de muerte. En el art. 22 de la Constitución se admite la pena de muerte, pero
en los Códigos penales no, y se arguye que debe acabarse con esta contradicción entre-
los cuerpos legales y llegarse al establecimiento de dicha pena, puesto que es indudable-
la insuficiencia de las restrictivas de libertad, para cortar la desastrosa carrera delic-
tiva.
En todo caso, no ha de _tenerse una excesiva confianza en las modi~caciones apro-
badas. Por lo pronto, como puede fácilmente comprenderse, mientras no se reforme eT
Código de procedimientos penales nada se conseguirá. Pero, sobre todo, lo c(ue no debe-
olvidarse es que el problema es primordialmente una cuestión educativa y de nivel de·
vida.-C. B. C.

En defensa del idioma. No es un problema nue-


vo. Late permanentemente, como un peligro endémico,
a uno y otro lado del Océano; y se agrava, con crisis
virulentas, en muchas ocasiones. Hoy se ha puesto de
actualidad en Perú, donde el senador señor Galván
acaba ,de presentar un proyecto por el que se prohibe
dar nombres que no estén redactados en lengua caste-
llana a todas las entidades de cualquier clase que sean, salvo las sucursales
de otras extranjeras. El proyecto señala un plazo para el cumplimiento de
esta disposición e indica las multas en que incurrirán los infractores, mul-
tas cuyos fondos se destinarán a los fines que señale el Ministerio de Edu-

Volumen IX
337

cación Pública y al sostenimiento de las distintas municipalidades. Pocos


días antes del proyecto senatorial, y como una demostración má!S de la ge-
neral preocupación, una solicitud dirigida al municipio de Cuzco pedía que
se exigiera a los establecimientos comerciales e industriales de la localidad
la rotulación en casteliano.
Muchos de los • más desta~ados intelectuales peruanos han señalado,
desde hace bastantes años, la necesidad de velar por la conservación y pu-
reza del idioma. Y, ante el proyecto del señor Galván, los medios cultos
del Perú han insistido en el mismo punto de vista. Uno de los lazos más
fuertes para garantizar la unidad nacional es el idioma. Tal unidad idio-
mática, que en Perú es todavía una aspiración porque aún existen per-
sonas que no hablan el casteliano, exige por parte de los organismos esta-
tales una acción positiva, una contínua dedicación a la empresa de difundir
el idioma oficial por todo eJ ámbito del país. Sin que esto quiera decir que
se pretenda acabar con los idiomas aborígenes, ni negar carta de ciudada-
nía a numerosas voces procedentes de esos idiomas y hoy incorporadas
-o en trance de incorporación- al patrimonio cultural peruano.
Pero aún hay algo más importante. Cuando el mundo, como única so-
lución sensata, tiende a la superación de los estrechos nacionalismos; cuan-
do la formación de bloques supranacionales es una etapa apropiada en el '
camino hacia una mayor solidaridad internacional, la defensa activa del
castellano es una garantía no sólo de la unidad nacional sino también de la
viabilidad de una comunidad de pueblos hispanoamericanos; y constituye,
en definitiva, una acertada medida político-cultural del Estado peruano.
Junto a esta tarea positiva de difusión del idioma, es necesario que
los organismos estatales emprendan una acción negativa destinada a impe-
dir las alteraciones y desvirtuaciones impuestas por un insincero cosmopo-
litismo o por un frívolo papanatismo imitativo de todo lo extraño, que lle-
va a muchos empresarios a fiar la atracción de clientes al matiz exótico
del nombre de su establecimiento. Es cierto que, a veces, la ampliación del
dominio de la técnica o los nuevos planteamientos ideológicos exigen la
introdución de neologismos; pero esto no constituye realmente un proble-
ma, puesto que tales palabras -si verdaderamente suponen algo nuevo-
adquieren enseguida carta de naturaleza en el idioma español. Lo funda-
mental es comprender que entre el neologismo preciso y el pseudo-cosmo-
polita media un abismo. Y que los nombres extranjeros en los estableci-
mientos sólo son una parte del gran problema general.
Porque, ,en definitiva, lo que se plantea es la fidelidad a la tradición
nacional. Y dentro de este planteamiento, toda aceptación postiza de vo-

Estudios Amerfranos
338
cablos o giros extranjeros representa una pequeña traición al espíritu pecu-
liar de la nacionalidad. Algo que el Estaao viene obligado a defender con
el mayor entusiasmo, con una energía que, siendo reflejo de la popular,
permitirá la rápida aprobación del proyecto presentado por el senador
señor Galván.-G. M.

Otra embajada de buena vecindad. La dinámica


personalidad del 'Vicepresidente Nixon se ba encargado ahora de
completar geográficamente la embajada de buena voluntad que
con ,tan buenos auspicios y pobre resultado desarrollara 7vfilton
Eisenhower.
'Hace tiempo que 'Washington siente una creciente inquietud por Centroamérica y
.el Caribe, «el eslabón más débil del 'Hemisferio Occidental». 7.Jadie intenta disimular
que el origen de esta preocupación es fundamentalmente estratégico y político, Norte-
.américa encuentra demasiados puntos sensibles en aquellas tierras para no sentirse di-
rectamente interesada por cualquier penetración comunista abierta o solapada, y hasta
por la endémica agitación político-social de esta zona.
1al es la situación sobradamente conocida. En cambio, no ha preocupado hasta
.ahora el señalar cuáles son las raíces económicas y sociales en la c{ue este desasosiego
.se nutre. Y esto es 1o que, tardíamente por cierto, y con no pequeña responsabilidad a
cuestas, está aprendiendo Norteamérica cuando la levadura empieza a fermentar y el
tiempo apremia. De ahf que el Presidente de los Estados 'Unidos de .América se decidiese
a prescindir por rnatro semanas de Sr Nixon, su sucesor constitucional y tal vez su
heredero político, para encomendarle un denso itinerario de 'más de doce mil kilómetros,
,durante el cual había de visitar diez naciones y someterse a un agotador programa ofi-
cial con el c{ue evidentemente se había previsto causar una excelente impresión popular.
·'Yaya por delante que la 'iimpatía, juverr.tud. resistencia física y facultades oratorias
,del Sr. 7-Jixon, han colaborado mucho a que el clíma oficial de la visita haya sido cor-
.dial y la recepción- popular cálida. Entre los escollos previstos y superados cabe citar e1
,de yuatemala, tal vez la etapa más delicada del recorrido, pue5 allí el dmontento con-
:tra 'U. S. .A. era general tanto entre los partidarios de Arbenz, resentidos por la
.ayuda norteamericana a Castillo, como entre los seguidores de éste, defraudado" por el
.dtficiente apoyo económico al nuevo régimen. La llaneza del 'Vicepresidente, su decidido
,anticomunismo, sus elogios a la fuerza espiritual del catolicismo, rompieron el hielo y
.7.Jixon se apuntó en su haber una estimable victoria personal. Otra crítica etapa era
-J-.licaragua. La atenuación de las tensiones fronterizas entre dicho país y Costa Rica,
.así como de las rivalidades personales entre sus respectivos presidentes, motivo de una

Volumen IX
339
grave y reciente crisis centroamericana, eran consideradas por el 'Vicepresidente como
una de las principales tareas de su viaje, y en tal misión 7'Jixon ha podido apuntarse
uno de los resultados más constructivos de su gestión . .A pesar del resentimiento del Pre-
sidente nicaragüense contra la OE.A por su intervención en el conflicto, el Sr. Somoza
se mostro dispuesto a avanzar hacia la conciliación hasta la mitad de camino y el Pre-
sidente costarricense tampoco disimuló su buena voluntad.
'Jfosta aquí los resultados tangibles del viaje. Por desgracia todo lo que queda
por relatar entra únicamente en el campo de las fáciles promesas, las bellas recetas y
las amables palabras El Sr 7'Jixon, propuso en 1-faiti, a punto de terminar el recorrido
un sugestivo Bloque del Caribe cuyos ingredientes serían la actual Organización de Es·
tados Centroamericanos, más Panamá, Cuba, Santo Domingo y 1-faiti. De él se espe-
ran resultados mágicos: la formación de un baluarte anticomunista, la eliminación de
las rencillas regionales, la mejoría de la situación económica y hasta -desideratum
máximo- la integración de las distintas economías, apartando así e1 temido fantasma
de la «One-crop mmomy». pesadilla de tirios y troyano5. Buena oportunidad para un
primer paso hacia esta .Arcadia politica, podría ser una unión de Jefes de Estado,
aprovechando la conferencia centroamericana planeada para mayo, en yuate°,na/a.
Claro es que para conseguir esta prodigiosa meta es necesario además de tan bri-
llante diagnóstico una apreciable dosis de bueria voluntad por parte de todos. El señor
JJixon recomendó a los países centroamericanos y del Caribe, que estimulasen la com-
prensión regional, el desarrollo de riquezas naturales complementarias, la elevación del
nivel de vida y la organización de fuerzas obreras libres. Y a sus propios compatrio-
tas, que reduzcan las barreras comerciales (aún a riesgo de establecer competencia en-
tre productos norte y centroamericanos), que permitan una mayor elasticidad de opera-
ción al Eximbank y que propague las posibilidades de inversión del capital norteame-
rtcano en el área visitada.
El problema como se ve no radica en el diagnóstico, que si no completo es bastante
acertado, la dificultad consiste en saber si los Estados centroamericanos estarán dis-
puestos a actuar con la lucidez que se les pide y si los Estados 'Unidos sabrán ser tan
generosos y previsores como se les recomienda. Y como los vientos que soplan en
Washington no prometen lluvias de dólares, sino equilibrios de presupuestos, como las
últimas experiencias centroamericanas no auguran demasiada estabilidad política, es
dt temer que la buena voluntad desplegada por el 'Vicepresidente no1 teamericano se re-
duzca por desgracia a una lamentable repetición de aquel frustrado mensaje de buena
ooluntad que significó el viaje de 7rfilton Eisenhower.-7rf. R. Q.

Estudios Americanos
340

Colombia y el bachillerato. El viejo problema colom-


bi~no del Bachillerato ha cobrado actualidad ante el desastro-

, {? f.? so resultado de los exámenes de ingreso en la Universidad en


las últimas convocatorias. El número de admitidos fué reduci-
" dísimo y en algún caso, nulo. Ante tales hechos consumados
creemos perfectamente justificada la alarma del cuerpo docente y los co-
mentarios de prensa, no siempre desapasionados, pero ~odos coincidentes
en que las cosas han llegado al límite de lo tolerable. En efecto, los sínto-
mas evidencian que algo viene fallando en el ambiente educativo nacional,
y este «algo» necesita de un claro análisis y prontas medidas oportunas,
tanto para el equilibrio de la Educación Secundaria como por no prolongar
la singular situación planteada en las aulas semivacías de la Universidad
para los cursos próximos.
Consecuencia casi obligada de todo ello ha sido la gestación de un
nuevo proyecto de Reforma a la Educación Secundaria (aquí, como en la
mayoría de los países hispanoamericanos, está absorbida por el Bachille-
rato) que en primer término plantea la división de éste en dos ciclos, de
cuatro y dos cursos, de manera que al dar un título «Elemental» se ofrezcan
mayores oportunidades a los que aspiren a carreras cortas o tengan cuanto
antes que atender a su subsistencia; los restantes cursos, completan la cul-
tura general y orientan más definidamente hacia las tareas universitarias.
Esta doble función del Bachillerato viene a deshacer su leyenda de «calle-
jón sin salida» tejida en torno a los fracasados frente a la Universidad y es,
sin duda, una excelente medida práctica, que en unión de los nuevos equi-
pos de asignaturas, horarios y simplificaciones de programas, podría cons-
tituir un Plan bastante eficaz con que ayudar a combatir la situación. Pero
decimos «ayudar» y no eliminar, porque el problema entraña más profun-
didad y no requiere un mero cambio de Plan de estudios, por muy positivo
que éste sea.
En Colombia, por otra parte, se han ensayado muchos y variados sis-
temas y planes hasta el extremo de haber regido cuatro al mismo tiempo,
en 1951, pero como la crisis subsiste, hay que deducir que se ha llegado
a un cierto «vicio de cambio», sin ahondar ·nunca en la raíz del tema.
El Bachillerato se tambalea, los alumnos presentan un déficit de ins -
trucción tremendo y en tales condiciones ni la Universidad ni cualquier
otra otra entidad a la que recurran en busca de trabajo adecuado, debe ni
puede admitirles. Es lamentable que la enseñanza ya no sepa ni cumplir
siquiera con este aspecto parcial que es la transmisión de conocimientos. Y

Volumen IX
341
no puede cumplir, no porque el Plan fracase, sino porque no se sabe des--
arrollarlo y porque hace falta el concurso de otra serie de factores, ya que
fa solución se halla en la reforma de este conjunto pedagógico-social.
Si el educando adolece de indifér'entismo cultural y turban su escasa
atención, el conjunto de espectáculos y distracciones fáciles que le brinda
hoy la ciudad, procúrase una · enseñanza que, enfrentándose con este esco-
llo, sepa ser atractiva, esencial y acorde con la psicología actual; suprímase
1a inestabilidad de los Planes con el fin de lograr que uno llegue a dar los
máximos rendimientos; fórmese profesorado competente, que esto es la
mayor indigencia de hoy y lo más fundamental; vigílense las incorrecciones
de los colegios públicos ·y privados y empréndase uná campaña a fondo
<:ontra la visión casi completamente comercial que de la enseñanza se han
forjado los colegios privados, pues al constituir el 80 por 100 de los centros
docentes con que cuenta el país, su relajación es quizás el factor más pe-
ligroso.
Pero aún no se conseguiría, una vez realizado todo esto, enderezar la
Enseñanza Secundaria de forma que cumpla sus fines propios y modalida-
.des específicas, si no se proporcionan los medios para la formación íntegra
de la adolescencia; es decir, atendiendo esencialmente al desarrollo de la
personalidad, carácter y sentimientos, al par que se ejercitan la inteligencia
y las aptitudes. Cuando estos propósitos estén en la mente y en el corazón
.de todos los encargados de dirigir a la juventud, cuando la escuela además
de conseguir individuos cultos, contribuya intensamente a su mejoramiento
individual y por ende, al de la sociedad, la Reforma habrá alcanzado su
objeto. Porque convenzámonos de que no es sólo cuestión de decretos,
sino también de espíritu.-R. G. B.

Una intervención eficaz. Centroamérica, tanto -tiempo


inerme ante revoluciones internas y presiones exteriores, ha visto
al fin, funcionar de un modo eficiente el mecanismo panamericano
de defensa acordado en 194 7 _en la Conferencia de Río de Janeiro .
La revelación se produjo con ocasión de un levantamiento contra
el régimen costarricense, iniciado en la zona fronteriza de este
país con 7'Jicaragua y evidentemente incubado en el exterior. Las actividades bélicas
desarrolladas durante el conflicto fueron tan limitadas que su importancia queda por
completo oscurecida ante las repercusiones diplomáticas del mismo . .A.penas si cabe seña-
lar que los invasores disponían en principio de supremacía aérea, que sobre ésta trata-

Estudios A mericanos
342
ron de basar su triunfo, y que, también la perdida del control del aire y de la impu-
nidad de movimientos gracias a la rápida acción panamericana les convenció de su
fracaso.
Las relaciones entre los gobiernos de Costa Rica y 7'licaragua ban sido desde-
bace varios años tan antagónicas, y los motivos políticos y aún personales de discordia
tan abiertamente conocidos y divulgados, que las primeras noticias de la invasión ne>
pudieron constituir una sorpresa, rumores de preparativos contra el régimen :Figueres
babían circulado con insistencia en la prensa americana. Pocos esperaban después de-
la experiencia guatemalteca -de características jurídicas y milirares similares a la
costarricense, aunque variase el color político de las fuerzas en pugna- que la Orga-
nización de Estados Americanos funcionase en.forma rápida y decisiva. Buena falta
bacía que esta eficacia se hiciese patente, pues en los últimos tiempos una desalentadora
atmósfera de pesimismo se babía extendido por todtt '.Hispanoamérica respecto a la ca-
pacidad de actuación del Consejo Panamericano y a la sinceridad de sus propósitos de-
promover la estabilidad política del Continente e impedir el abuso de la fuerza.
Sin que podamos aún dar por ganada la partida -es decir, la viabilidad futura
de la restauración del Derecho (supuesto, claro es, el respeto a valores irrenunciables)
allí donde quiera que pueda ser bollado-sin embargo, no bemos de ocultar nuestra sa-
tisfacción porque el conflicto costarricense baya servido para poner de manifiesto varios.
hechos extremadamente significativos.
El primero de ellos, la necesidad de remozar y adecuar a las circunstancias no,
previstas entonces el sistema panamericano de defensa acordado en la Conferencia de-
.Río de 194 7. Las dos últimas revoluciones centroamericanas se han fraguado y ali-
mentado en el exterior de los países cuyos regímenes eran atacados y sin embargo los:
gobiernos, de cuyos territorios ba partido la agresión, ·no han podido ser acusados ofi-
cialmente. 'Urge pues que la Organización panamericana elabore un sistema eficaz
destinado a evitar en el futuro violaciones de soberanía que llevan camino de ser mucbo
más frecuentes, por lo cómodas, que las agresiones abiertas, demasiado patentes para ser
decorosamente ignoradas.
Otra lección del último conflicto es que, a medios modernos de ataque no cabe-
oponer sino remedios contundentes de defens; 7'lo es tiempo de reuniones de conciliacion,
de formación de comisiones y subcomisiones, de súplicas a los gobiernos interesados,
condenaciones verbales, etc. La invasión costarricense se cortó de raíz porque la Orga-
nización panamericana actuó inmediamente sobre el terreno con medios tan modernos y
más potentes que los utilizados por los agresores. Jmporta destacar que, por primera
vez, la OEA solicitó el rápido ~mpleo dé las fuerzas para repeler la invasión y que-
también, por vez primera, se dirigió a 'U.S.A. en demanda de medios de combate y
fiscalización.
'Una tercera alentadora consecuencia es que esta vez 'U.S.A. no ba adoptado una

Volumen IX
343
postura dogmática o programática ni ba tratado de imponer su criterio. Se limitó a
cooperar desde un segundo plano y atender -con plausible rapidez- a las peticiones
de cooperación y ayuda material requeridas por el Consejo Panamericano .
.JW"uy importante también resulta la solidaridad desplegada por el mundo ameri-
cano en esta ocasión, la unanimidad de una veintena de naciones en condenar una vio-
lación del Derecho, aunque la condena sea de guante blanco, es un ejemplo que no debe
olvidarse y que forzosamente ba de pesar en la mente de quienes en el futuro proyecten
nuevas agresiones.-:M. R . y.

El Festival que se premió a sí mismo. El día 31


de enero del presente año un jurado compuesto por siete
críticos de cine (dos argentinos, dos brasileños, dos uru-
guayos y uno peruano) declaró solemnemente que ningu-
na de las películas (de largo o corto metraje) presentadas
al III Festival Internacional de Cine de Punta del Este
(Umguay) merecía recibir el Gran Premio de Sud América 1955, que según
las bases del Festival, ha de ser otorgado a la producción de cualquier país
del mundo «que se revele más de acuerdo con el gusto sudamericano».
Qué sea ese especial «gusto», en qué medida represente el de toda
Hispanoamérica, y en último término, hasta qué punto interesa a los pro-
ductores de todo el mundo les sea aplicado un criterio tan singular, son
cosas que todavía no nos explicamos. Si con ello lo que se intenta es im-
poner el sentir hispanoamericano en el cine, entre los dos caminos para
conseguirlo preferimos la creación a la crítica.
Crítica sin creación suena a vacío. Desde este punto de vista tendría
razón Abdres Ruszkowski cuando escribía que los jurados de América del
Sur tropiezan con una grave dificultad cuando tratan de enjuiciar sobre
cine: «sus países no han dado al cine mundial, hasta la fecha, una contri-
bución comparable a la de los mayores productores cinematográficos». Sin
embargo si es cierto que esta realidad dificultaría la aplicación del criterio
del «gusto sudamericano», no estimamos que ocurra así cuando se trata de
enjuiciar obras según un criterio absoluto. Y éste ha sido, para nosotros, el
caso concreto del III Festival de Punta del Este.
No creemos que el jurado se atuviera a otro criterio que el de estimar
la calidad absoluta de las cintas proyectadas. Por eso, estimamos -y no
es contradictorio con lo que afirmábamos antes- que aplicando este cri-

Estudios Americanos
344
terio absoluto «no es preciso _q ue América .del Sur produzca muchas bue-
nas películas para que sus críticos adquieran el derecho a manifestarse»
como ha escrito Alfonso Delboy (uno de los componentes del jurado del
Festival).
Y, verdaderamente, los siete designado5 «cuya integridad moral y
competencia como críticos de cine está por encima de cualquier sospecha»
-son palabras de Ruszkowski, el mismo que luego criticará su fallo- han
ejercido este derecho sin debilidades. Sólo hay un precedente de un Gran
Premio declarado desierto en un Festival Internacional: en Venecia en 1952.
El fallo de Punta del Este ha sido pues una auténtica campanada que ha
tenido gran resonancia y tendrá no pocas consecuencias.
La reacción favorable fué por parte del público, de casi toda la prensa
del continente y de la mayoría de las p·e rsonalidades extranjeras en el Fes-
tival. La re.acción contraria provino de los organizadores del Festival -de-
masiado preocupados del lado económico de la empresa- y de un grupo
de críticos uruguayos. Los organizadores se escandalizaron tanto que ame-
nazaron con invalidar el fallo, cosa que no intimidó al jurado el cual rati-
ficó su declaración. Por parte de los críticos de cine uruguayos se redactó
una lista de 18 menciones -naturalmente honoríficas- que premiaban
todo lo que no estimó el jurado oficial y mucho más.
Aparte de ésto, la Oficina Internacional de Cine Católico (0. C. l. C.)
reunió un jurado (seis críticos y un actor: Antonio Vitar) para «elegir la
película que por su inspiración y su calidad contribuyera más al progreso
espiritual y al desarrollo de los valores humanos», otorgando un premio a
la película brasileña «Sinha Moca».
Como vemos, se dieron muchos premios extraoficiales y muy pocos
oficiales. El Jurado Oficial del Festival sólo concedió cinco Premios Espe•
ciales a otras tantas películas de Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Méji-
co ( «Robinson Crusoe» de Luis Buñuel) y Suecia. También este fallo hubo
de ser criticado por algunos como excesivamente severo.
Balance final: según nuestras informaciones el Festival ha disfrutado
momentos de completa desorganización. Otros, mejores. El jurado, casi
perfecto, es difícil que vuelva a ser llamado para otro festival. Los organi-
zadores, muy preocupados por el balneario y sus posibilidades turísticas,
olvidaron muchas veces que el cine no es sólo un negocio. Las delegaciones
extranjeras (la española fué de las mejores) fueron en general mediocres.
El ambiente de todo el Festival, un modelo de frivolidad, salvo honrosas
excepciones. ¿Será éste un Festival «gout americain» como escribió Potenze
en «Criterio»?

Volumen IX
345
Sin embargo nosotros tenemos fe en el futuro del Festival y acordán-
donos tan sólo del fallo del jurado estamos dispuestos a sostener esta afir-
mación final, consoladora: El III Festival de Cine de Punta del Este ha sido
el caso insólito de un Festival que se premió a sí mismo.-M. P. S.

Autonomía universitaria. En el conflicto universitario


boliviano hay que tener en cuenta m primer lugar el deficiente estado
organizativo y académico de dichos centros. Existe un número exce-
sivo de cátedras, facultades y profesores y siete uneversidades. La
calidad de la enseñanza ha decaído bastante, en comparación con la
brillante tradición de la 'Universidad.alto-peruana colonial. La 'Uni-
versidad se ha desvinculado de la realidad nacional y ha permanecido ajena a las ne-
cesidades del pueblo. Tras la rutina que viene arrastrando se han parapetado no pocos
elementos izquierdizantes y algunos declaradamente marxistas. En total, un costoso presu-
puesto para menguados resultados. Adviértase que las 'Universidades bolivianas, al igual
que las americanas -a excepción de Argentina- han conservado el régimen de la auto-
nomía universitaria, en los aspectos' académico-económico y administrativos. Lo cuál
-aunque corrientemente se ignora- no es sino una prolongación de la 'Universidad
colonial. cuya organización desvió precisammte el siglo liberal y positivista. .A.hora
bien, la reimplantación de la autonomía no se enfocó correctamente. Reaccionando con-
tra la etapa decimonónica, el llamado movimiento de la Reforma 'Universitaria, que
surgió con las banderas del socialismo argentino en 1918, vino a sostener los principios
de la autonomía, el co-gobierno estudiantil, la cátedra libre o paralela y el sentido
social de la 'Universidad. Pero, por su beligerancia política, por su ineficacia pedagó-
gica, por su desorientación ideológica, por su iconoclastia ante todo tradicional, y a
pesar de algunos logros como la investigación de las ciencias de lo material, en los paí-
ses donde llegó a triunfar, no consiguió más que caer en la misma rutina anterior. Esto
es, en verdad, lo que esconde la autonomía de muchas universidades americanas, y este
es el caso de las bolivianas. De ahí que cualquier intento de reforma, es no sólo plau-
sible, sino urgente.
Sin embargo, veamos qué otros motivos hay en el intento reformista boliviano.
Desde el pasado mes de J\loviembre, cuando se presentó al Congreso de Trabajadores
una moción propiciando la centralización estatal de las 'Universi4ades, se ha venido
gestando entre los elementos sindicales un movimiento para suprimir la autonomía de
dichos centros . .A. pesar de que la llamada «Revolución 'Universitaria», logró imponer
no hace mucho -violando jlagrantemente la autonomía del claustro- nuevas autorida-

Estudios Americanos
346
des afectas al régimen, ahora se insiste en que las 'Universidades siguen siendo focos de
la «reacción», y por tanto deben ser reformadas. Se pide la centralización estatal de
todas ellas, una coordinación nacional en sus estudios, orientarlas bacía la enseñanza
técnica y así ponerlas al servicio de la «Revolución». Y para conseguirlo, como primer
paso, hay que abolir la autonomía consagrada desde hace veinticinco años, en el ar-
tículo 15 9 de la Constitución.
Los Jefes sindicales piden reformarla desde Juera, o sea la intervención estatal, y
los dirigentes universitarios -reunidos en la Conferencia :Nacional 'Universitaria, en
la Semana Pro-Autonomía y en la reunión de Rectores- sostienen la necesidad de la
reforma, pero dentro del régimen de autonomía. Estos no se han mostrado impermeables
a las demandas reformistas de los sindicatos. Desde hace unos meses han puesto en fun-
cionamiento la 'Universinad Popular «'.Túpac Xatari» dedicada exclusivamente a los
trabajadores. Han propiciado la creación de organismos para la educación técnica y
extensión cultural y aprobado la convocatoria del Segundo Congreso :Nacional de 'Uni-
versidades para ir a una re-estructuración completa de la institución de acuerdo con e1
ritmo social que vive la nación. Esto es evidentemente lo más sensato que se puede hacer
hoy, pues las cuestiones técnicas y académicas que implica la reforma de una
'Universidad, no se puede dejar en otras manos que no sean los organismos estrictamente
dedicados a esos asuntos. Sin embargo, los dirigentes sindicales (entre ellos Juan Le-
chín) insisten en la intervención estatal, y algunos han atacado violentamente toda acti-
tud que preconice el «apoliticismo» dentro de los claustros tras la cual -según dicen-
se escudan los comunistas .
.A pesar de esto, existiendo otros medios para una eficaz actividad anticomunista
dentro de la 'Universidad, no cabe duda de que la beligerancia partidista política es
sumamente perniciosa, porque desintegra a la institución y esteriliza los estudios. Y, en
consecuencia, sería absurdo sacrifiéar el principio de autonomía ante una maniobra
política.
Esta defensa de la autonomía no implica solidaridad con el actual estado de cosas
ni con las oportunistas actividades de sectores izquierdistas, que igua-1-mente la apoyan.
Por encima de todo ello se ba impuesto la afirmación del principio más preciado y ce-
losamente conservado de la tradición universitaria hispanoamericana. -Jvf. Jvf. E.

Panamá ante los Estados Unidos. Después de


16 meses de largas negociaciones, el 25 de enero último
se ha firmado en Panamá el nuevo Convenio que conce-
de a a los Estados Unidos el uso de la Zona · del Canal.
El nuevo acuerdo va suscrito por el ·Ministro panameño
de Relaciones Exteriores, Octavo Fábrega, y por Selden
Chapin, embajador norteamericano en dicho país.

Volumen IX
44-7
En las prolijas y difíciles gestiones para la firma del nuevo tratado, la
delegación panameña ha conseguido para su país más beneficios que los
disfrutados en el acuerdo anterior, que data del año 1936. Dichas negocia-
.d ones comenzaron a raíz de la subida al poder del anterior presidente,
.Coronel _Remón.
Desde un principio, Panamá presentó 21 proposiciones, la primera de
las cuales era el aumento de la anualidad pagada por los Estados Unidos a
Panamá por el uso-de la zona del canal a 1.936.000 balboas. Cuando co-
menzó en 1903 el derecho de ocupación de dicha zona por los Estados
Unidos, la anualidád era de 250.000 balboas, aumentándose después, gra-
cias a las gestiones llevadas a cabo por el Dr. Harmoldo Arias, Presidente
.de la República Panameña de 1932 a 1936, a 430.000 balboas. Esta cantidad
.era la que venía p·a gándose actualmente y se consideraba como totalmente
-insuficiente, ya que el reajuste de la postguerra ha repercutido en la eco-
-nomía del país que se ha visto seriamente afectada.
Pero no sólo ésto pedía Panamá. Quería también una igualdad de
.oportunidades para el trabajo de los panameños en la zona del Canal (don-
oe actualmente hay 26.000 obreros norteamericanos frente a 17.000 pana-
·m eños) y la desaparición de las diferencias de salarios (en ocasiones los
.empleados norteamericanos ganaban cuatro veces más que los panameños).
Se pretendía en fin, que los comisariados militares norteamericanos exis:
tentes en dicha zona no presentasen, con sus precios más bajos, una com-
petencia injusta con la industria y comercio indígena, ya que hasta los
.mismos criollos iban a proveerse de sus subsistencias a dichos comisaria-
.dos. No hay que olvidar que el Canal es la principal fuente de ingreso de
Panamá y por eso se aspiraba a vender en la Zona las mercancías naturales
-del país, lo cual estaba prohibido en el anterior tratado, que sólo autori-
-zaba a comerciar en dicha zona a los comisariados militares norteame-
_ricanos.
De acuerdo con el nuevo tratado, el gobierno _n orteamericano pedirá
.al Congreso de Washington se apruebe una ley estableciendo una sola
.escala de salarios para todos los empleados norteamericanos y panameños
del gobierno de los Estados Unidos en la Zona del Canal, aplicándose
·también la ley norteamericana de retiros a los ciudadanos de Panamá em-
1>leados por el gobierno norteamericano. Con respecto a la libertad de co-
·merciar en la mencionada zona, a partir del 31 de diciembre de 1956, deja-
•rán de funcionar las empresas que se dedican al suministro de mercancías,
.excepto la de petróleos y lubrificantes, de los buques que pertenecen a
_gobiernos de otros países. Se pondrá fin también, bajo ciertas condiciones,

E ; tudios Americanos
348
a la fabricación y elaboración en la zona del Canal de mercancías destina-
das a la venta o al consumo individual.
A la vista del nuevo tratado se puede decir que los Estados Unidos
han accedido, si no a todas las pretensiones panameñas, sí a las más impor-
tantes, aunque 1a frase del Presidente de la República, Dr. Ricardo Arias
Espinosa, «el nuevo Tratado no satisface todas las pretensiones de nuestro
país», significa que las reivindicaciones no han terminado. De todas formas,
el nuevo acuerdo constituye un éxito ya que sirve, no sólo para satisfacer
algunas de las pretensiones panameñas, sino también para eliminar uno de
los puntos que dificultaban las relaciones entre los Estados Unidos e His-
panoamérica, puesto que las enérgicas peticiones panameñas habían encon-
trado amplias simpatías en todos los países hispanoamericanos.-C. B. C.

El teatro en Méjico. El teatro está en crisis. La tan re-


petida frase barajada una y otra vez por los especialistas en la ma-
teria, vuelve a discutirse con renovado brío en los círculos teatrales
mejicanos. 'Hay crisis, pero la posible verdad presenta aquí rasgos
característtcos, bien diferenciados de los que afectan a otros países.
Exteriormente, los signos son los mismos: se acude a fuentes extran-
jeras, que proporcionan un material inagotable para ser representado.
Concretamente, el teatro francés suministra alegres y desenfadadas comedias, apetecidas
por la mentalidad frívola y despreocupada de gran parte del factor bu mano de nuestros
días. El empresario alega que estas comedias ligeras y de situaciones equívocas -ajenas
por completo al clima moral del pueblo- son las que el público aplaude, mientras re-
chaza, por aburridas, las obras nacionales aunque éstas sean numerosas y de una
gran calidad.
7'Jo es ésta la ·realidad. 7'Jo puede decirse que disguste al público la producción
mejicana, ya que, en unos casos, no la conoce, y en otros, no puede saborearla, al
tener el paladar viciado por tantas obras de escaso relieve. .'.Más cerca de la verdad
estaría ti reconocer que, por lo general, es el interés económico del empresario el que
mueve, ágilmente, los resortes con la mirada puesta en los pingües beneficios que repor-
taron las traducciones de obras extranjeras en los últimos años. De este modo, es fácil
explicar su actitud ante el nuevo Reglamento de Espectáculos, que pretende proteger la
producción nacional. Su protesta ante la ~ederación Teatral resultó nula, por no decir
contraproducente, ya que dicha ~ederación acordó respaldar al Consejo Técnico Y
Cultu.ral de Espectáculos que redactó el nuevo Reglamento.

Volumen ·1x
349
E.a Asociación '.Nacional de Autores, por su parte, declaró que apoyaría todo
cuanto tendiese a favorecer Pl teatro mejicano y en general, como medida protectora
frente a los traductores, decidió cobrar por derechos de administración el 30 0 /° sobre
lo que percibe el traductor y sólo el 10 0 /º sobre derechos de autor en las obras mejica-
nas. Además, el autor mejicano pagará a la A.'.N.A. sólo cinco pesos por el registro
de una obra original, mientras que el traductor habrá de ingresar cincuenta pesos por
la obra traducida. Es lamentable haber dado motivos para que se tomen estas medidas,
especialmente si pensamos que el movimiento teatral en 7rféjico cuenta con valiosos re-
cursos. E.a calidad de la producción nacional, cuya tradición está avalada por los
nombres de Usigli, yorostiza y 7rfonterde, ha adquirido en la actualidad un gran in-
cremento con figuras como A/garra, Solana, y. Basurto-y otros.
E.os :Festivales Dramáticos Regionales y el Concurso '.Nacional de J'eatro. otor-
gando importantes premios a la mejor obra, actor y director, ofrece una magnífica
oportunidad a todos los que aspiren a triunfar en la escena. Y. recientemente, el Re-
glamento de Teatro, antes mencionado, regulando las subvenciones y exigiendo que todo
nuevo local baga su estreno con una obra mejicana, incrementará, sin duda, la produc-
ción. E.os autores, estimulados con la posible representación de sus obras, se esforzarán
por mejorar la cantidad y calidad.-7rf.ª D. 'V. A.

Estudios Americanos
INFOR.MACION CULTURAL
,


Situación actual de la historia argentina

I .

A .c onocida revista argentina "Esto es" ha publi-


cado en sus · páginas, últimamente, una · encuesta
de interesante car_á cter histórico.
En efecto, desde su núme·ro 24, con un ar-
tículo del señor Ricardo Curutchet que se titu-
-laba "Debe reabrirse la polémica entre clásicos
-y revisionistas'':, en el que su· autor t'razaba los principales perfil•es
.adquiridos por la historia argentiJ:!a y la posición distinta de los
historiadories ante los problemas de la misma, qued◊ abierta la en-
cuesta ·con la promesa de que iban· a ser consult'ados varios au-
Jores;
La promesa se cumplió, desde luego. Y un número regular de
historiadores -palabra amplia y cómoda si las hay- contestó al
cuestionario planteado.
Quien propuso la polémica distinguió bien. Tras apuntar que
-el tema de nuestro pasado no interesa fundamentalmente al hom-
bre de la calle, señalaba la nec,e sidad de nutrir ~n las rakes de la
tradición genuina todas las aportaciones históricas·.
Pero es sabido que ante esta premura hoy no podrían encon-
trarse ·sino dos respuestas categóricas en la historia nacional. Por
un lado, la encuadrada en la posición clásico-liberal, y que, desde
-su reducto, defiende y mant'iene los soportes ideológicos y las rea-

Estudios Americanos
(6)
355
adversario, las posiciones se consolidaron en sí sin que s•e- llegase
a un encuentro definitivo.
Por eso el articulista afirmaba: "no se ha librado aún la ba-
talla que decida la suerte final" de esta contienda en la hisforio-
grafía argentina.
Y , con d objie-t'.o de ver en qué situación se encontraban am-
bas tendencias, qué problemas las afectaban, los progresos hecho~
en la labor histórica por lqs hombres que cultivan esa rama del sa-
ber y la consideración que como adversarios ambos grupos se mere-
cen, se realizó la polémica. O, mejor dicho;, intentó hacerse esto,
porque -y ya ver-e mos la causa- polémica estricta no ha habido.

Los historiadores consultados: Clasificación

En números sucesivos, aunque . sin continuidad, fueron apa-


reóendo, entonces las respuestas de los consultados. Prácticamen-
te, se· los enfrentó en las páginas_de la revista donde aparecieron
respondiendo al mismo cuestionario.
A obj et'o .de- poder ha,c er después el estudio de lo que todos
han expresado, vamos a agrupar a los historiadores de acuerdo a
esas dos tendencias exist,e ntes en la historia argentina, sin des,c o-
nocer que aparecieron luego, fambién para salir a la palestra, au-
tores marxistas.
Integrantes del grupo dásico-liberal cuyas respuestas se pu-
blicaron : don Ricardo Levene, don Enrique de- Gandía, don Ri-
cardo Piccirill~, don Alberto Palcos, don José Luis Busán'iche, don
Juan Cánter y don Carlos Alberto Erro.
Por el grupo revisionista confestaron: don Carlos Ibarguren,
don- José María Rosa, don Manuel Gálvez, don Gabriel del Mazo,.
don Vicente D. Sierra y don Julio Irazusta.
Dando su interpretación marxista re·s pondieron don Rodolfo
Puiggrós y don Jorge Abelardo Ramos.
Finalmente, y por causa del ·c arácter mismo de su respuesta,.
hemos dejado sin clasificación a don Ricardo Zorraquín Becú.
Como se ve, un total de ~ieciséis personas apareció contes-
tando -por parejas en las que había siempre integrantes respec-
tivos de esos grupos anteriores- durante ocho números escalo-
nados de la revista citada. Y ,a fe que por más de dos meses hubo
interés -e n muchos ambient'es argentinos por v•e r . qué respondía
cada uno de los ,c onsultados.

Est1ufios Americanos
356
Cuestionario y objeción fundamental
~
A todas aquellas personas se sometió el sigui·e nte cuestionario:
I) ¿ Cree usted que la polémica sobre temas históricos es
conveniente y -contribuye a exaltar el espíritu patriótico?
I:I) ¿ Existe una historia argentina completa que· permita co-
nocer el verdadero desarrollo político, social y econó-
mico de nuestro país? Si existe, ¿ cuál es? ; y si no, ¿ por
qué no se escribe?
Iill) . ¿ Los manuales destinados a la -ens-e ñanza llenan la :fina-
lidad de proporcionar a los estudiantes una buena for-
mación histórica?
IV) ¿ En qué libro puede informarse un argentino sobre lo
que ocurrió ,e ntre 1853 y 1900?
V) ¿ Qué opina usted sobre la llamada tradición liberal ar-
gentina?
VI) ¿ -Qué opina usted sobre el revisionismo?
VII) ¿ En qué puntos cree. usted que se _finca fundamental-
ment'e Ja divergencia entre la corriente liberal y la revi-
sionista de la historia argent'ina?
VUI) ¿ Cree usted que el pueblo argent'ino posee los elemen-
tos para adquirir una formación histórica de- sentido ver-
daderamente nacional?
Ahora bien, está claro para nosot'ros que con este -c uestiona-
rio difí.cilmente se podría obtener más de lo que se obtuvo, o, lo
que es lo mismo decir, que se realizó una encuesta pero que no se
llegó a la polémica. ¿ Por qué? ·
Porque, evidentemente_1 las preguntas que se hicieron a cada
uno de los consultados no llevaban impiícita una necesaria y pre-
via definición ( usamos esta palabra en su riguroso sentido lógico)
de los términos ; y más aún. Para algunos de estos historiadores,
además de lo anterior, se hacía pr-edso aclarar el desarrollo de los
puntos en cuestión, o su momenfo o significación espacio-temporal
concreta.
Todo esto sea dicho , a la v:erdad, contando con que, en gene-
ral, en cua,lquier encuesta sobre la historia argentina nadie se llama
a engaño y las cosas tienen un sentido bastante preciso.
Pero aquí, por tratarse de respuestas ,es-critas, para llegar a 1a
polémica debió procurarse que los advie-rsarios manejaran, por lo
menos, un "idioma común". Ya que en el caso de que· éstos_ no
partieran de conc•e ptos aceptados como supuestos básicos para lue-

Volumen IX
357

go aclarar su interés o su vigencia, difícil sería que se discutiera y


se polemizara porque no habría sobre qué hacerlo.
Que esto fué lo que pasó, como se verá más adelante, lo de-
muesfra el hecho de que términos importantísimos se prestaran
a la confusió"ri. Ya que,, por ejemplo, para algunos, naci-onalismo y
nacionalista es el liberalismo, y para otros, liberalismo ·es in-ter..;
nacionalismo. Lo mismo ocurrió con -p alabras como rev1sionismo,
patria, tradición, etc.
Por eso, entonces, no hubo polémica. Hubo, sí, en cambio, una
encuesfa interesante, más que por !o que s-e dijo., por lo que se ha
dejado entrever y suponer, respecto de las cuestiones fundamen-
tales de nuestra historia.

ANALISIS DE LAS RESPUESTAS '

a) Posición clásico-liberal.

La polémica hist'órica es conveniente y necesaria, contribuye


"a proyecfar luz en la noble tarea de la restaura,ción del pasado",
exalta "el espíritu patriótico y en mucho ayuda a hacer de la his-
toria -una ciencia social". Sobre esta afirma-ción de Leven-e, excep-
to en su últim,}. parte, gira la mayoría de las respuestas de los
hombres que componen este grupo.
Si algunos han coincidí-do con él hasta en los mismos térmi-
nos, otros, además de no negar las v entajas de la polémica, le ·han
1

hecho algunas "cautelas". Por ejemplo, Busaniche apunfaba que


el peligro de la polémica está en que generalmente la discusión la
hacen los improvisados y los arbitristas,
"los que no empezaron nada, nunca, por el prmc1-p10; desde el viejo
gruñón que no a<lmite réplica porque la historia es la que le conta,r on
a él en ,su casa; ha,s ta el mozalbete audaz que saldría reprobado en un ,
examen elemtental de Historia Argentina, pero que se expide con afirma-
ciones rotunda-s y ridículo funo de suficiencia''.

Por lo tanto, es muy necesario, nos dicen los hombres de esta


posición, no caer ien el error de acometer una polémica irres-
ponsable.
Por lo demás, finalment'e, algunos de ellos expresaron una co-
mo advertencia sobre la discusión -que creen imposible acep-

Estudios Americanos
358
tar- con gente ".acoplada a ban<lerías que cubren con el marbete
de la historia un partidismo político o una ideología extraña a
las formas argentinas" (Cánter). Aquí se prueba que e·s tos hom-
bres siguen en sus trece y que hoy ~orno siempre están dispues-
tos a tachar de reaccionarios a sus contrincantes, aunque se equi-
voquen en lo general, ya que el ser defensor de un gobierno · como
el de Rosas o el manifestarse· descreído respecto a las venfajas
de nuestro liberalismo político no presupone, necesariamente, ra·
obligatoria afiliación a µna ideología determinada. -
En r•e sumen, ellos ,creen ,e n una polémica de tipo académico,
hecha por gente dedicada a nuestra _h istoria, y que no llegue, en
su i-conoclastia, a negar a quienes ellos consideren próceres fun-
dadores de nuestra nacionalidad.

11

Discr-e pancias más s·e rias entr,e estos mismos hombres nos
muestran sus respuestas a la segunda cuestión.
De lo dicho por Levene se desprende, sin du~da,_ que para él
la Historia de la Nación Argentina publicada por la Academia Na:
cional de la Historia y bajo su dirección es., como lo expriesó An-
dré Fugier, "un monumento de ciencia histórica", que se realizó
"-conforme a un plan concebido con pensamiento histórico y füOisofico
,a,la v,ez, que abar-ca el proceso genético de nuestra sociedad desde la
época más a:nügua y las ,manifestaciones políti-cas, econé'mi-cais, cultura,..
les, militares, religiosas, así de la Naición como de las provin.cias y el
signifi-cado del f.a-c tor heroi-co en nuestra historia".

Sobre poco más o menos se expresa Pic-cirilli, pero Palcos, aun


reconociendo que- la producción de la Academia es una "obra de
monumentales dimensiones y que colma una necesidad fuertemen-
te sentida", hace la tajant'e afirmación que ini,cia la dis-c ordancia
de que la Argentina "no dispone todavía de una historia c om-
pleta".
Lo mismo dice Cánter, y tant'o él como Busaniche proceden a
hacer la disección crítica de la Historia de la Na-ció_n Argentina
dirigida por Levene. Le adjuntan que es "fatalmente inconexa.,
contando con varios. capít'ulos insuficientes e inaceptables", di.ce el
primero. Y que es "una simple ,colección de monografías, buenas
y malas, pe-ro sin orden ni concierto; un¡ conjunto heteróclito cuya
única vent'aja consiste en la vecindad material con que están pre-
sentadas las monografías",. afirma Busaniche.

Volumen IX
359
Ahora bien; ·e n el otro extremo hay ·ctos historiadores. Uno de
ellos, Erro, prácticamente no se acuerda de la existencia de esa
Bistoria de la Nación Argentina. El, más que todos, afirma que
la fuent'e y el punto de · refer,e ncia principal es Mitre. Este hace,
según Erro, "la historia de· la patria". Y "lo que. se ha escrito
después -salvo lo de López que representa otro linaje de histo-
ria- no puede comparársele". Esto, más que un juicio ( en el que,
naturalmente, d primer incluído es qµien lo·. emit'e)., parece una
receta. Tómese a Mitre, léase a Mitre·, mézdensr los conceptos de
Mitre en la Historia de Belgrano co11¡ los .conceptos de Mifre en
la historia de San Martín y se tendrá una historia argentina y
11n historiador arge_ntino... mi tris tas.
Y, por su parte, Gandía., con la insuperable visión historiográ-
fica que lo caracteriza, aplicándos~ aq1J,ello de que· la caridad bien
~ntendida empieza por casa, cree _humildemente que él ha apor-
tado su ínfimo irano de arena, al decir:
"El ensayo más completo, en un solo tomo, es el que yo escribí, con
más de mil páginas, titulado " Historia de la República Ar.gentina en
el siglo 'XIX", y editó la casa Estradá. Lleva dos ediciones y se pre-
para la tercera. La Editorial Sopena ha hecho una reedirción de la vie-
ja historia de Vicente Fidel López, ampliada por Emilio Vera y Gon-
zález y p'o r m í-: Y o la he aumentado con dos tomos que amplían los
puntos débiles o no desarrollados de (sic) Vicente Fidcl López".

¡ Y pensar que todavía hay argentinos que no conocen la Hisfo-


ria de Gandía !
De lo expuesto surge., que dentro de la corriente liberal clá-
sica no hay acuerdo en lo referente a la mejor historia escrita so-
bre la Argentina. Caben foda una gama de trabajos y de inter-
pretaciones entre la monumental __historia dirigida por Levené· y
la descomunal historia escrita por Gandía.
Eso sí, hay unidad por la vía negativa, o sea, en cuanto a re-
chazar fodo lo que no esté si nn hecho por ellos, por lo menos de
acuerdo con sus ideas y su posición, sea ésta la de los que inter-
vinieron en la Historia de la Nación Argentina, la de los miembros
de la Academia, _o la de los que por haberse terminantemente de-
claraqo sujetos .a esa tradición y aut'oridades, están esperando in-
gresar en la misma.

11 I
También aquí, ·e n la ,c uestión referente a los manuales, hay dis-
crepancias. Si Piccirilli expresa que existen algunos buenos textos

Estudios Americanos
360
pá.ra la e·nseña,nza de la. historia arg~ntina en nuest'ros _institutos
secundarios, Canter precisa que hay algunos buenos, otros regu-
!ares, no pocos tendenciosos y much~s intolerables", y _Busaniche
afirma que "los manuales de historia (son)! malos, por lo general; ,
confusos, difusos (y) exageradamente· tendenciosos".
Al no haber acuerdo sobre la calidad de los t'extos, se han ci-
tado varios, •e ntre ellos, el de Julio Lafont, el d~ Héctor Ramos
Mejía_y el de Julio Aramburu. .
Pero en· fin, todos coinciden en que si los manuales deben sus
deficiencias en muchos casos a la circunstancia de tener que ajus-
tarse a malos planes y programas .~le estudio, .debe entonces ser
muy importante el papel que· desempeñen los profesores de la asig-
na tura a fin de llenar esas lagunas.
Apresurémonos a decir, antes de que la memoria nos juegue
una mala pasada, que, pa_ra beneficio de todos, el historiador En-
rique de· Gandía dice que él es también aufor de un huen manual
de Historia Argentina.

IV
En general, puede decirse que la opinión de la mayoría de los
historiadores de esta corriente. se ha expresado decididamente so-
bre la cuestión. Carecemos los argentinos de una obra hist'órica
sufióentemente orgánica sobre es=e- período.
Si bien son atendibles algunas explicaciones referentes al"
por qué de ese vacío ·e n nuestro conocimiento -dispersión de- ma-
teriales, proximidad en el t'iempo, ·etc.-, lo cierto es que estos
hombres, en su mayoría, no. han querido comprometer su juicio y
su posición tocando ciertos temas canden.tes del momento y de
los hombres que actúan en la época llamada de la "organización
constit'ucional". ·
. Lugar . apart~. por lo sugest'ivo, merecen algunos párrafos de
dos de las personas que han respondi90 a esta cuestión. Primero
Erro, quien, nos imaginamos, de alguna mane-ra se considerará
historiador, dice ·10 siguiente: "Invitemo~ a los hist'oriadores a que
realicen esa faena inaplazable" (la de es,cribir la historia del 1853
al 1900). ¿ Qué significa esto? El, que ha reconocido que no existe
ningún libro sobre ese período, ¿ invita a los demás historiadores
a hacerlo? ¿ O es que no se considera historiador? ¿ Y no será,
en cambio, que espera que- le enfreguen una colección. narrativa
de hechos para que él pueda ?,plicar sobre ellos las luces de su

Volumen !X
361

inteligencia tal cual hici_e ron con la realidad argentina sus amados
y equivocados prócer·es de la generación del 37?
La otra respuesta es algo más que sugestiva. Es algo así como
decirles a todos que se han olvidado de reconocer sus méritos.
Porque él, aunque en colaboración, . también ha trabajado sobre
esta época. ¿ Por qué no lo iba a hacer? ¿ Qué o quién se lo itnpe-
diría? ¿No somos liberales y como tales dueños de ha,c er y decir
lo que se nos antoje?
Pues bien; ¿ dónde se puede informar un argentino sobre lo
ocurrido entre 1853 y 1~? "En un tomo bien olvidado: el que
Emilio V era y González dedicó ,como ampliación a la historia de
Vicente Fidel López". Pero dicha ampliación no la hizo aquel señor
solo. El t'ambién cumplió esa faena. El es, Enrique de Gandía.

V'

Llegamos así a uno de los puntos cruciales del cuestionario.


En él los hombres tendrán que expresarse sobre la propia base
ideológica con que han construído su visión del pasado nacional.
Y allí es donde cada cual mostrará el cuadro de sus conceptos his-
tóricos y las categorías que ha manejado para inteligir la hist'oria
argentina.
Sin olvidar que por no haber definido los términos esa toma
de posiciones no llevará a ninguna polémica, pasemos a observar
las respuestas. -
Lamentamos que la del doctor Levene, referent'e a este punt'o,
no esté (o no haya sido expr,e sada) entre las demás. Pero en fo.éfo
caso la suya no diferirá mucho de las de algunos de los que han
respondido.
"Nuestra patria es hija de una revolución profunda, guiada
por un pensamiento construct'ivo, el de Mayo",, dice Palcos. Y Gan-
día afirma "que la guerra civil de donde surgió la independencia
argentina y americana se originó por puro amor a la libertad de
pensamiento, de comercio, de gobierno y de todo lo que representa
la vida hu mana".
Por lo tanto, para est'os hombres,

"la tradición liberal argentina arranca de la Revolución de Mayo, es


decir que es una representa:eión fundamental argentina por tradición,
,p or imposición geogr;áfica y por propia psicología. La líbertad sería
1a ,constante histórica argentina, ,con S!US correspondientes vaivenes
y bsciláciones, pero surgiendo siempre, cada vez más auguista y más
potente" (Cánter.).

Estudios Americano.r
362
"Liberales fueron Moreno, Castelli y los hombres que los
acompañaron a (sic) sus luchas por el autogobierno",, dice Gandía.
Y en seguida hace esta tajante afirmación: "Luego fueron liberales
todos los grandes hombres de nuestra hist'oria". Afirmación que
corroborará ampliamente Erro al decir que merced a esa tradición
liberal
"los argentinos ban hecho todas lais grandes cosas, desde dar la vida
a la paitria, hasta encabezar una revolución continental y libertar na-
ciones. Belgr.ano, San Martín, Las Heras, Güemes, Brown, nuestros
-e jércitos de la independencia y las naves de nuestra marina, nuestros
-héroes y nuestros mártires, realiz•a ron una obra imperecedera, ilumi-
nados p'o r ese pensamiento. San Martín proclamó la hermandad de
los hombres liberales, cualquiera fuera su origen o nacionalidad".

Trazado de esta forma el esquema inicial de nuestro pasado,


según estos historiadores, la continuación del mismo se ve con
claridad. Porque, si el pensamiento de la revolucion
"lo expone Mariano M'oreno, siendo su más· amplio realizador Rivada-
via ... sobre vastas y generosas perspectivas: r,ociales Echeverría des·-
-pliega de nuevo la bandera de Mayo, como inspirador y jefe de la
segunda gran generación argentina, la de los proscript'os" (Palcos).
"Esa generación {del 37) redamó la emancipa,ción del pa!\s en todos
los órdenes : políüca, social, económica e idiomáticamente",

dice Erro, el autor que trata de convencernos, cada día con más
ahinco y más dialéctica, de que ese grupo de- argentinos estuvo
acertado -e n sus planteos políticos.
Lo que más asombra en la confestación de este autor es el
verlo •colocado a él personalmente, y a las figuras históricas por,
él interpretadas como antecesores de un sistema políÜco actual,
como colectivistas "avant le lettre". Véase si no este párrafo:
"Echeverría, en el Dogma Socialista, eleva doctrinariam·ente a Tas
masa·s al primer plano de la justicia social; en el capítulo que se
titula Emancipación del Espíritu Americano, aboga por la libera-
ción plena del pueblo argent'ino, y en la ·1ectura inconclusa que se
conoce con el nombre de Plan E-conómico, le da como fundamento
·1a implantación de industrias genuinas transformadoras de nuestras
materias primas, la subdivisión de la tierra y -el crédito asegurador
para los agrarios. Alberdi dice en el Fragmento Pre-liminar al Es-
t'udio del Derecho, que tener independencia política pero carecer
de libertad artística, cultural, it].dustrial, equivale a tener libres
los brazos y la cabeza encadenada".
Pero preguntamos, ¿ y después? Ah, después viene el gran
salto histórico. Pasando por encima de veint'e años de historia

Volumen IX
:163
nacional, estos hombres encuentran que "aquella generac10n ro-
mántica ( del 37), que recibió el legado liberal de Mayo lo impuso
en la Co11stitución de 1853,, con su ideal inmanente de progreso"
(Cánter). De este modo, "se opera la unidad definitiva del país
y éste pasa a ocupar una posición cada vez más espe-c table en el
concierto mundial" (Palcos).
Finalmente, nos dicen est'as respuestas1,, al país lo han hecho
los liberales. " A los hombres de la t'radición liberal argenfina le
~ebemos la organización del país y su desenvolvimiento durante
un siglo dentro de un orden estable, superando así., casi treinta
años de anarquía y tiranía. Ellos fueron los que organizaron nues-
tro sistema represenfativo, el sufragio universal, la administración
de justicia ... la educación del pueblo; (ellos) instituyeron la liber-
tad de expresión... (ellos) abolieron los fueros personales, asegu-
raron la tolerancia de cultos que hoy disfrutamos. la igualdad de
derechos civiles enfre ciudadanos y extranjeros, la inviolabilidad
del domicilio,, el habeas corpus y otras garantías de la libertad
·individual. Dictaron los códigos... organizaron el Correo y el
Registro Civil. Crearon el, sistema rentístico fis,cal e impositivo ...
const'ruyeron o hicieron construir los ferrocarriles, los canales
hidráulicos, todos los puertos y casi todos los caminos de la ~e-
pública. Ordenaron la higiene pública, la beneficencia... Crearon
mercados y depósitos par-a la producción ... comenzaron a hacer
de la Argentina un país ind11strial y, gobe·r nahdo prudentemente
las finanzas , mantuvieron un régimen de moneda sólida, con buen
respaldo y contención de los gastos públicos ... Iniciaron la legisla-
ción social con diversas leyes obreras ... " (Erro).
¿ Se puede pedir más? Imposible·; la posición liberal aparece
como perfectamente perfilada y definida. Sólo que ... hay algunas
griet'as. Y d interés de su existénc·i a reside no tanto en que· hayan
sido abiertas por los golpes del contrario cu.ant'o que parten del
interior mismo del reducto liberal. Esto ha ocurrido únicamente.
por obra de la inteligencia bastante desprejuiciada y rica en nofi-
cias del doctor Busaniche. -
El, que se declara valientemente "demócrata liberal en materia
de política", afirma: "no sienfo ninguna simpatía por la llamada
tradición liberal argentina". Para aclarar conceptos, es-cribe, a
renglón s·e guido, que la revolución de independencia se había jus-
tificado con la doctrina de_ la soberánía del pueblo y del liberalismo
político, términos que "en una democracia liberal son teóricament'e
· ins;e parables ".
Pero, y aquí empieza la justificada crítica,

Estudios Americanos
364
"la participación del pueblo en el gobierno -imprescindible en una
democracia liberal- fué impedida por los primeros hombres que tw-
viP:ron el poder en, la revolución del Río de la Plafa. Descubrieron
algo tarde que el pueblo "no estaba preparado para el gobierno" y
acaiso fuera así, pero surge en seguida el interrogante: ·y entonces,
¿ por qué el moYi'miento de independencia? ... "

La duda y el interrogante apuntan prefe.r entemente a la prác-


tica de ese liberalismo político tan · ca-careado. Pero como la aplica-
ción del sagrado principio de libertad -que según las anteriores
respuestas es lo que funda Mayo- importa más que nada·, la
crítica de Busaniche ataca la base del sistema. Sigamos.
"En 1826, Rivadavia y su círculo de liberales fueron p,rotago-
•nistas de una famosa trapacería política de trascendencia internacio-
nal. No pudieron llevarla hasta el fin, y entonces La.valle, otro) 'ñ.éroe
liberal, beneficiario de un motín, fusiló, sin proceso y "por su orden",
a un gobernador de Buenos Aires, encargado de las relaciones exte-
riores. Por una terrible y justificada reacción,, sobrevino el desorden
y ,s e sucedieron gobiernos más o menos de hecho. El pueblo estuvo
presente en todas partes y casi nadie se sustrafo a la lu:ch~. Desde
Puente de M,árquez (1829-), batalla en que fué vencido Lava.lle, hasta
Pavón -(1861), en que se proclamó la completa victoria del liber-aHsmo
político, hubo anarquHa, dictadura, tiranía, crímenes, separatismo, pero
por uno y otro lado, también hubo sacrificios, abnegaciones, amor a la
patria, coraje :sin límites y un sentido heroico de I.a vida di.gno de un
gran pueblo en ac-ción, que por desgracia habría de perderse. Hubo
l odo ew, pero no liberalismo. Después de Pavón planiteóse un probJema
muy parecido al de cincuenta. año,s atrás. ra Libertad! ¡Libertad!, era
el grifu de todos-. . . Pero ¿ participación del pueblo en el gobierno?
-No. Eso no. Todos eran ,demócratas liberales,, pero. . . Y ahí es-
taba, sin emba-rgo, la Cons titución de 1853, con las· reformas del 60,
proclamando la forma de gobierno reprentativa.. Los constituyentes
habían dejado la clave del secreto con sólo callar lo principal. Una
ley electoral nacional y caitor~ leyes electorales provinciales, bien ama-
ñadas, podían acabar con el sistema. Leyes electorales sin garantía de
voto libre, gobiernos fuertes, sobre todo gobiernos que no se dejaran
h.mbar, y el liberalismo, aunque claudicante, podda, vivir. ¡ Triste
:solución! ¿ Liberalismo sin democra-cia? Ni eso. . . En el nuevo sistema
instaurado en el Río de la PI.ata podían votar todos y ninguno. Para
la exportación, sufragio universal. En el orden interno, carencia. de li-
bertad para votar. Y al que d esobedece a,l comisario. . . ¡ fuego-! Al
final de la primera presidencia de Roca, el nuevo sistema es-taba casi
consolidado . Pocos querían votar. .. . Después, nadie. ¿ é6mo .pudo po-
nerse en obra semejante aberración? La respuesta es más sencilfa de
lo que se cree. Un capitalismo desenfrenado -Y en esto sí fueron
liberales aquellos gobiernos-- aseguró contra ,c ualquier riesgo a las
autoridades: presidentes y gobernadores·. Los empréstitos, e:x,t ran,j eros
daban para todo. Con dinero se compraban buenas armas, se r ecluta~
ba'Ill soldados (no ha bía cons,cripción obligatoria) y ninguna revolución
podría triunfar. Aisí f.ué vencida la de 1874, la. de 1880 y. la más
jus tificada de todas, la del 90. El capirtal obraba lnaravillas".

Volumen IX
365
Esta larga franscripción , que hemos preferido exponer sin
comentarios, nos exime de mayor trabajo interpretativo. Es el
proceso hecho a todo un régimen por un hombre que, evidente-
m·e nte, lamenfa en lo hondo el que las cosas se hayan desarro-
llado así.
Y como autor sincern y advertido, Busaniche sale al paso de
1a cuestión que fácilmente ·le suscitarían los defensores del sistema.
Acerca de los códigos y los derechos civiles deja ver cómo, estando
todo el aparato político montado en ·c ontra del pueblo, el jurídico
<le ningún modo podía interesarle ni prestarle ayuda. · ~
Acer,c a del progreso, los ferrocarrile·s, los bancos, concluye
lo mismo, ya que -el engaño y el fraude eran la base dél sistema.
Que acabaría, por fin, "con la ley electoral de 1912 ¡ a los · ciento
do-s años de la Revolución de Mayo!".
· Con estas palabras termina Busaniche su sent'ida <:rítica: "¿ Go-
biernos de hecho los de Sarmiento, Avellaneda, Pellegrini, Roca? .. :
¿ Gobiernos de fraude y mentira? ... ¿ Y ~1 bronce de las estatuas? ...
Maravillosa tradici6n liberal argentina: Que otros canten loas
-a tus prohombres ... ".
ILa enorme fisura abierta por la crítica de uno_de los autores
representativos de esfa corriente en el sistema ideológico .Y político
oel. liberalismo histórico argentino nos da idea de la interna crisis
que lo afecta. Pese a las defensas cerradas del mismo hechas por
otros historiadores, parece cada día más tambaleant'e el armazón
del edificio cuyas bases, socavadas por la historiagrafía revisionista
y por algunos liberales también, e~tán a punto de ceder. ¿ No será,
de acuerdo a esto, que esfamos asistiendo a la superación efe la
tradidón liberal argentina?

Es necesario que otra vez insistamos sobre la cuestión de que


no se definieron previamente los términos en disputa. En las res-
puesfas dadas por ·los historiadores de este grupo se aprecia la
importancia que ello hubiera tenido de habers,e· hecho. Porque si no
había que ,c aer, como se cayó, en interpretaciones parciales que no
-abarcan fa -e xacta significación qu_e en nuestro ambiente culto se
da al término revisionismo (el cual, como dice Busaniche, parece
-argent'ino y no figura en el diocionario de la Academia).
De otro lado, si bien cabe que la mejor definición de éste la
den sus adeptos" ·acerca del mismo los. partidarios del liberalismo

Estudios Americanos
366
difícilmente podrían llamarse a engaño. Pero así ha ocurrido.
Y se ha producido la confusión.
"He sido el creador del moderno revisionismo integral de la
historia argentina" , exclama Gandía dejando _perplejos a todos.
Y cuando Levene afirma :

"nadie que cultive la historia -eon esp:¡ ritu científico en buS<ca de la


verdad puede op1onerse a la revisión histórica",

está igualment'e empleando el significado más simple de la palabra


revisión, que s·e gún Cánter no era otro que el de "examen,, reto-
qúe, comprobación, control, rever, verificación, etc.".
Se ve enfonces que según estos historiadores clásico-liberales,.
el revisionismo de ellos y el que aceptarían de los demás se re-
duciría a una tarea de orden menor, a la que de ninguna manera
le estaría permitido poEer en tela de juicio las bases ideológicas
y las •c onclusiones d~l sistema histórico montado por esos mismos
historiadores liberales.
En esfo sentido, como dice Palcos, revisionistas "han sido
nuestros más excelentes historiadores y nadi~ puede dejar de serlo".
Pero aquí está el "quid" de la cuestión. Es.t e revisionismo no
interesa. Y no interesa· porque no es el verdadero. Ya que el
verdadero, el que implica y caracteriza la ofra corriente de pensa-
miento y labor histórica argentina se hace fuerte negando precisa ..
mente todos los méritos del liberalismo político de nuestra historia
que los hombres de ;e ste grupo aprncian, ensalzan, enseñan y prac-
tican.
Si el revisionismo es esto, entonces, ¿ qué ocurre? Que est'os
hombres no son revisionistas. Y como a .fuer de inteligentes los
historiadores liberales se dan cuenta de que aquél (y _po el suyo)
es el verdadero revisionismo, no tienen más que trafar de atacarlo.
Enton~es, el revisionismo sería para ellos "la interpretación re-
accionaria de la historia argentina, múchas veces influenciado por
los vientos tofalitarios que han soplado en el extranjero" (Erro).
Porque

"esta palabra (revi,5ionism'o) ha cobrado el carácter de símbolo y ban-


dera contra lá legítima tradición argenit:ina y lo que abraza auténtica-
mente el luminos-0 término de "Mayo" que en nuestra con;tinuidad es
Moreno, E:cheverría, Mitre y has ta todos nuestros iafanes conciliados
en procura del triunfo de las fuer.zas morales y ..a,dictas a la verdád
republicana, con,stituci'onal y democrá'tic: " (Cánter).

La piedra de toque de toda discusión histórica argentina se

Volumen IX
367
llama Rosas. Y como el revisionismo hist'órico ha hecho en ·el
personaje y su época sus mejores incursiones analíticas y con-
ceptuales, los historiadores liberales, evidentemente preocupados,
tratan ellos también de entrar en el asunfo. Pero sin ponerse de
acuerdo. ¿ Por qué? Nos aventuraríamos a afirmar qÜe porqu~- e1
revisionismo histórico ha comenzado a hacer impacto en algunos
de ellos mismos. Véase si no la graduación de estas tres opiniones.

"Hay historiadores que creen, ingenuamente, que revi,s ionismo es


revisar la época de Ros.as y enaltecer al tirano. Esto es ignorancia e
inocencia. M,ás se •r evisa la época. .de Rosas , más ,s e comprueba, que
Ros.as fué el más grande de 1os antiargentinos .porque defendió las ideas
absolutistas, antict.mstituc1onales, las que significaban el oscura.ntis'mo
y la tiranía y contra l:as cuales se hizo (sic) el 25 de mayo y el
9 de julio" (Gandía).

Cánter:

"El nom:bre de Rosas no •Se puede ocultar en nuestra histo-


ria, pues llena un amplio período de la misma. Merece ser estudiado,
en su época, con los interrogan.t es que corresp'onden ; sin amarguras,
con imparcialidad y sin intención torcida .. . Naitl\lralmente, no podemos
aplaudir su gobierno discrecional basado en la violencia, pero sí, com-
prenderlo y aun explica,rlo dentro de aquella campaña bonaerense.
Aceptamos con ciertas reservas las investiga.ciones formales y las con-
clusiones de estudiosos responsables como Saldíais, Quesada e Ibar-
guren, .pero de ·ninguna manera las improvisaciones·, difamaitorias, las
:afirma.ciones a.rbitr-a-rias con determinados fines y orientaciones po:Jíti-
cas, a v eces de sentido názifascis.tas. Pero, por lo menos, la reivindica-
ción de Rosa,s, aunque prevaleciendo en ella cierta ideología política
que no comparto, la conceptúo de concepción argentina".

Finalment'e, Paicos, quien desde hace muchos afios ha soste-


nido la necesidad de reescribir la historia de la época · de Rosas
hace, entr•e otras, estas dos afirmaciones importantes. Que al re-
hacer~ esa historia "se podrá descargar al Restaurador de algunas
culpas y revalorar la gallarda defensa que, en ciertas oport'uñ{da-
des, hizo de la soberahía naóonal". Y que los historiadores que
"s•e limitan a refut'ar y corregir los juicios desfavorables a Rosas
están en su derecho".
Las últimas palabras son importantes. Hace unos años hubiera
sido imposible obtener de estos hombres respuestas semejantes
a las de Cánt'er y Palcos. Lo recalcitrante de _algunos , que ya re-·
sulta .anacrónico, ,e stá equilibrado con la posición un , poco más
abierta de otros.

Estudios · Americanos
368
VII
Muy poco es lo que se ha precisado en este punfo. Sin duda,
hay confusión, en algunos casos tremenda. De la misma confusión,
para abstenerse de contestar, se han hecho e,co historiadores como
Busaniche y Cánter. Las diferencias sustanciales entre revisio-
nistas y liberales estos hombres no ' las han expresado. Ignoramos
la causa. Y no nos satisface, por incompleta, la respuesta de Picci-
rilli, que al indicar que serían solamente cuatro los puntos en que
estribaría esa divergencia, a saber: "la conquista y colonización
del nuevo mundo por España; la actuación de Bernardino Riva-
davia, la generación de 183'.7 y el gobierno de don Juan Manuel
<le Rosas" , escamo fea otros muchos entre los que hay hechos y
conceptos que hacen a la esencia del país tan fundamentalmente
como los ,c uatro por él señalados. (Algunos de éstos se los recor-
darán los revisionistas haciendo ver que las diferencias son más
·h ondas de lo que creen).
Pero si por lo menos Piccirilli apuntaba algo, que también
algo dejaba ent'ender, con Gandía tendríamos qtle empezar de
nuevo. Porque para él (y comienza nuestro asombro) "no hay
-divergencia entre estas dos corrientes, y las dos son una ·sola",
dice. Y agrega :
"Diría, más bien, que hay una profunda diferencia entre las corrientes
liberal y revisionista, por una parte, y fa corriente antirrevisionista y,
a la vez, antiliberal. El historiador liberal es, por esencia, revisionista,
y el antiliberal es, •también por esencia, antirrevisionista".

¿ Cómo comprender e·sto? ¿No es "babélica" la confusión de


este señor? ¿ Teníamos o no razón al decir que ( sobre todo para
algunos) ha.bía que definir antes los términos?

VI 11

Ant'e esta última cuestión las respuestas, más o menos breves,


-se pueden dividir en tres grupos. En el primero, la más represen-
·tativa sería la de Levene que afirma "que nuestro pueblo siente
y ama la Historia Argentina" de cuyos estudios
"han reisultado robustecidos el c'oncepto de la personalidad de nuestra
historia, que está unid.a al sistema de la historia de la civilización
americana y universal ; la fe en nuest ros grandes destinoiS que mucho
ha influído para vigorizar la Nación y estructurar el organis-mo polí;..
tico del Estado y el amor a las instituciones republicanaiS, fiel a la
tradición de Mayo".

Volumen IX
369
Pasamos por alto el considerar la, para nosot'ros, un pocó
-excesiva confianza de Levene en la capacidad histórica del pueblo
-argentino. Justamente por eso, creemos desmesurada la afirmición
-de Piccirilli quien dice que "el pueblo argentino no solamente· posee
historia, sino que advierte las caract'erística.s de estar llamado para
cumplir un quehacer histórico".
A este respecto- nos parecen· más atinadas las opiniones del ·
otro grupo, porque,, por lo menos, circunscriben el problema.
En el otro extremo de la posición clásico-liberal se encont'rará
]o dicho por Cánter, quien, aunque desciende a la mención de cir-
cunstancias menudas, no por eso deja de acertar en parte al afir-
mar que "los especialistas poseen dichos_elementos (para adquírir
una formación histórica nacional) pero que· los mi·s mos no se en-
,-cuenfran al alcance del pueblo".
Entre ambas posiciones opuestas lo respondido por Palcos se
1

halla en un punto intermedio. El hab}a de que somos un país que


no ha completado todavía su proceso de integración y fusión na-
cional, pero ·c on un dinamismo histórico formidable. Pueblo enton-
ces "joven y en desarrollo" que "se halla muy .Jejos aún de haber
·complefado su formación"' pero a· quien "el conocimiento de nues-
tro pasado (le) es imprescindible para la imprevista edificación
-del porvenir".
Y con los conceptos vertidos sobre la última _pregunta clel
-cuestionario por los hombres de la 'posición clásico-liberal en nues-
tra historia, cuyo examen haremos más adefant'e, pasamos al aná-
]isis del otro grupo importante.

b) El grupo· revisionista

La conveniencia de la polémica es a•ceptada, en general, por


todos los hombres de esta posición. La razon de aquélla consist'e,
-según Ibarguren, en que "deja como resultado para los estudiosos
·muchos elemenfos de juicio -aclaratorios para discernir dónde está
la verdad". Este es el problema fundamenfal planteado por los
bistoriadores del grupo revisionista., que han llegado a esa posición
insatisfechos •Con las conclusiones y los aportes informativos de la
historiografía clásico-liberal. Porque _
"cuando l'os hechos del pa~ado son deformados para que sirv,a n ideoler
gías o problemas extraños a ellos, se logran obras que pueden ser lo

Estudios Americano.1
{7)
370
,que ,se quiera, menos historia. Ese tipo de falsa historiografía abre ca-
. min-0 a equivocadas expresiones dé pátrioti,smo, y quién no advierta que
ese es un mal de la hora no comprende has1Ja dónde constituye una
gravísima enfermedad de la cultura argentina que tarda en encontrar
sus propias fórmulas porque no ha encontrado en su historia la au-
tenticidad del ser nacional. ¿ Y có'mo habría de encontrarla? Mala la
que se enseña, mala y fundamentalmente incompleta. Mala. la que
difunde el periodismo; peor la que. ~e oye en la radio; deses,p erante
la que suele tocarse en el cine" (Sierra).

Hay un carácter qu~ ninguno había señalado hasta aquí y que


. Irazusta coloca en su respuesta junto con las notas de conveniente
y necesaria para la polémica. Es la de ser también "inevitable",.
· con lo que apunta sin duda al he,c ho de que, con posiciones de-
. finidas y asumidas, el choque· no puede sino ser fatal.
Es este mismo autor qui·e n _analiza más honda.mente que .los
demás el asunto acerca de que !a polémica contribuye a exalt'ar
el espíritu patriótico. En el momento en que· la mayoría ha cantes-
. tado por la afirmativa, él dice que todo "depende de quienes la
hagan". Porque

"una discusión, histórica entre internaciona.listias de distintos matices


cbntribuiní. a deprimido. En cambio, lo exaltará tal vez la polémica
entre dos adversario,s que parten del conciepto de nación o de patria
como de un supuesto aceptado por ambos , para, discutir sobre el in-
terés de lo que examinan. Pero n:i" esto es ·s eguro, añade Irazusta,
pues si en ella prevalece, por su talento o su habilidad dialér.:t ica el
que defiende una posición equivocada o contraria al interés nacional,
el esp i ritu patriótico podría sufrir detrimento".

Obsérvese, de paso , que •e n los párrafos anteriores Irazusta


ha dado en el clavo al hablar de la polémica ,con supuestos con-
ceptuales comunes en lo que, nosotros afirmábamos, residía la única
posibilidad de polemizar.
En resumen, que el grup~ revisionista está dispuesfo a la
polémica, a lé!, cúal considera ton las mismas notas importantes_
1

que sus adversarios. Y decidido a probar, también, su verdad, ya


que · no acata, por falsa , la historia escrifa por los hombres de la
tradición clásico-Eberal.

11

Unanimidad completa hallamos en las respuestas a esta cues-


tión. No txist~ una historia argentina completa. Primero, la nega-
ción _anter_ior, y _de~pués, la afirma1ción de que la nuestra, como

_Yo[unien_ IX
371

la historia de cualquier otro P.aís, "está siempre en elab-ornción"


(Irazusta, Rosa).
Los hombres del rev1s10nismo admiten, naturalmente, que se
han hecho muchos estudios históricos sobre ciertas épocas y per-
sonajes. Pero, en general,

"son incompletos por no abarca·r el conjunto de los facfüres fundamen.-


itales de íos que resulta la historia, entre ellos los ético-poH.titos, ol-
vidando frecuentc:,ment e que la hi,s toria es un saber moral, p'o r lo mis-
mo que constituye una ·ciencia política" (del M1azo).

Con todo, como dice este mismo autor, está claro que "los estudios
históricos en el país han llegado a ser imporfantes ".
¿ Y ,c uál es la causa por la cual no se ha escrito una historia
argentina completa? "No es fácil escribir un libro de síntesis his-
tórica", nos dice Rosa. Y del Mazo añade:

" Un.a obra de gran conden.siación exige no sólo profunda y firme in-
formación sobre el pasado , s ino amplia cul tura; ca.pací.dad d e v uelo
para la comprensión integral de los factores; profundo s entido de los
valores de la nacionalidad. Pero so bre todo, valentía intelectual para
decir las verdades fecundas, cualesquiera ,-,eai: las consecuen cias;".

De este modo "se comprende qu e (los intenfos de hacer esa obra)


no abunden, porque su realización importa un esfuerzo y un sa-
crificio del que sólo se tiene idea cuando se está en él y ni siquiera
~e sabe si la obra encontrará editor". (Sierra). ·
Los factores de orden personal, bibliog ráfico s, económicos . etc.,
se complement'an con los de orden políúco para ex pli-car la carencia
en la historia argentina de un libro totalizador. Quien insiste sobre
aquellos últimos es Irazusta, pues tras decir que "lo que faltan
son ensayos de narración seguida de la empresa argentina, desde
la fundación del Estado Nacional bajo el imperio español hasta
nuestros días, con criterio inter.pretativo adecuado", explica eso
diciendo:

"las g eneracione3 que sienten úrgencia de -s intetiza·r la s evoluciones


nacionales- hasta l:a época en que actúan, son las generaciones fu r,da-
doras . las que por rruedio de la p'o lít ica han hecho una revolución o
introducido un C¼l,mbio rt,raiscendental en un país ; porq ue comprenden
que la obra pr,áctica, como fué ins pirada, debe ser consolidada por la
inteligencia. Los liberales argentinos que der rotaron a R o•s as' y funda-
ron el régimen constitucional dd 53, escribieron historia para defender
su actuación. Y , más afortunados, en la literatura que en la política.
conservan su prestigio intelectual caisi intacto en amplios ~ec-tores de
la opinión, cuando su obra in:stituc.ional es• cosa del pasado. Los na-

Est1~dios Amerfranos
372
don.alistas, que de remotos orígenes retomaron la rev1s1on histórica
hace dos décadas, no ,supieron combinarla con una revolución pol tica .
Y al ser, en su mayoría, arrastrados por un movimiento revolucionario
d-e un matiz intelectual muy diverso del que habían concebido inicial -
mente, carecieron de los motivos políticos que hacen experiment ar la
urgencia de una historia revisada".

Con los párrafos anteriores , cuya lectura atenta deja la impre-


sión de ser un juicio y una explicación político-histórica casi
completa a-c erca de la labor trunca de algunos revisionistas, se
define este grupo ante· la cuestión pertinente de la encuest_a.
¿ Qué queda entonces? La pequeña posibilidad de que, con
designios patrióticos, comprensión, estudio, y fe en el porvenir dt>
una nación que como empresa se ve cada día más frustrada, se
haga una historia verdaderamente nacional.

11 I

Si no exisfe una historia argentina completa. segú11 se ha


visto por lo anterior, difícilmente podrán decirnos los revisionistas
que haya buenos manuales de estudio o de divulgación, textos de
historia, en fin , que naturalmente están basados en obras mavores.
Citan algunos discretos y hasta buenos dentro del tono menor
general -como los de Lafont1• Aramburu, Pierotti, etc.-. Pero, sin
duda, al calificarlos con benevolencia no se han olvidado que res-
ponden. en su mayoría, al esquema liberal con que desde hace
tiempo se ha escrifo nuestra historia . Es que . en defü1itiva. ellos
po hacen sino responder, como dice Rosas "a la orientaciéin peda -
gógica que se llama "normalista", la cual se propuso exaltar la
versión liberal de la historia a la categoría de un culto inmutable
e irrefutable"·. Y .un poco apresuradamente -ya que olvida la
notable- influencia que ha tenido y ti-ene en nuestro país el ma~stro
de escuela- escribe que "fuera de alg-unas vic'edirectora s y de
ciertos políticos, nadie creyó en la verdad revelada por los "textos".
Como desde hace· tiempo, y no de hoy, s~ ha venido abriendo
paso esta nueva corriente histórica, cada día resulta más difícil,
·para "los estudiantes más lucidos" ,c omo dice del Mazo, creer en
los manuales. Y "más les ·d esconfían" porque "intuyen una pres-
tidigitación, o consideran que· se trata de exposiciones de tipo con-
vencional ___."representaciones"- (alguno de los historiadores li-
berales, en una respuesta que hemos transcrito, usa esfa misma
-palabra), que ellos y sus profesores están destinados a repetir

Volumen IX
373
como una fórmula escolástica. En general -entonces- esa his-
toria no les interesa".
Se advierte así , que la crítica de los revisionistas, en este
punto, es basta,nte completa y que ella deja entrever un ataque,
no sólo a los libros de texto, smo también a la orgq.nización de la
enseñanza de la historia.

IV

La mayoría de los hombres de este grupo opina! con Ibarguren,


que "ningún libro proporciona a los argentinos en forma integral
la historia de lo ocurrido entre los años 1853 y 1900" . . Sería este
uno de los puntos de coincidencia entre- revisionistas . y liberales.
En realidad, no podía menos de s-er así ya que la gran laguna en
los conocimientos sobre ese período ,es un hecho. Y aunque fas
posiciones están tomadas , ya que existe, como vimos, la versión
liberal acerca de -esa época, y también el juicio revisionista ( que
después apreciaremos), es innegable que esa es la etapa de nuestro
pásado peor estudiada y conocida.
Algunos revisionistas hacen citas de obras que consideran
completas. Por ejemp~o . Gálvez, con sus propias biografías de
Rosas, Sarmiento e Irigoyen, y Sierra con su Hisforia de las ideas
políticas en Argentina. Como de ninguna manera se las pued-e dar
por definitivas lo mejor es hacerlas integrantes de un conjunto
bibliográfico que con otras monografías,

"obras completas (de Sarmiento y Avellaneda), el Archivo Mitre, los


Mensajes pre,idenciales, los Diarios de . Sesiones, El Noventa de ,Ba-
lestra, la Historia de Los Ferrocarriles y Política Británica en el Río
de la Plata de Scalabrini ürtiz y, además de otros varios, La Argen-
tina y el Imperialismo británjco de Rodolfo y Julio Irazusta, constitu-
yen, como dice el último de los nombrados, "una sintética bibliogra-
fía para iniciarse en el asunfu".

Al llegar a este punt'o encontramos las divergencias que, por


el lado de .la crítica, separan fundamentalmente a los revisionistas
de los liberales.
La tradición liberal
"-se fundó sobre la.is bases más ,deleznables, no porque sus fundadores
trataran de legarnos el hábito de la libermd (herencia que ninguna per-

Estudios Americanos
374
sona civilizaá.a puede repudiar), sino porque equivocaron tanto el ca-
mino, que no lograron su propósito y, en cambio, transmitieron a sus
<:ontinuadores el h.ábito opuesto, d,e la reverencia por el argumento
d_e autoridad y la superstición de la cosa juzgada" (lrazusta). ·

Y del Mazo añade:


"Si la corriente llamada libual es la que procede del "liberaliismo"
-que es una doctrina a la vez política y económica, ine~cindihle en
estos componeJllt:es- esa corriente no es la nuestra. El liberalismo fué
una ideología que influyó eni todo el mundo; representó en Europa el
,paso del poder político y económico de un estamento social a otr~,
pero de ningún modo representó ni significó la renuncia de Europa a
sus -p lanes colonialis<tas sobre el resto del mundo'. El: siglo XIX europeo
illegó a ser •&11 expresión más completa a través de la orga:nización
industrial y positivista y del mer:cantilismo e imperialismo coloniza-
dores. ·Predicó la libertad y convirtió al mundo en factoría. Proceso
de expansión en contra nuestro, no puede ser considerado para r,eñalar
una tradición emanópadora argentina o americana".

Además, el liberalismo, dice Sierra, "deformó la verdad argentina".


Y nuestros personajes históricos aprendieron ese liberalismo
que, sin duda, iba en confra de su propia patria. Como . "creían
sinceramente en la humanidad, en la civilización, en la libertad
de comercio, en las repúblicas atenienses y otras abstracciones
por el estilo" (Rosa), en política procedían de acuerdo a ello.
Sin duda ellos tenían también un ,concepfo de patria, concepto
internacionalista y ,civilizado que ca~aba muy bien con el liberalis-
mo político de exportación europea. Y e_n momentos en que otros
definían y hacían nuestra pafria, ellos eran patriotas a su manera.
Así puede entender-se la continuación de la respuesta de Rosa,
autor revisionista, lógicamente, pero -que en un planteo que puede
resultar no muy claro, por lo simpli$fa. aparece como justificando
la acción política de algunas figuras históricas. El dice:
"ser patriota para elJios (los liberales, del siglo XIX) er:a lograr esos
benefi:cios -humanidad, civilización, et c.-. La Asamblea y Alvea-r q.ui-
sieron paitrióticamente en 181 s que fuéramos colonia inglesa, así ten-
dríamo,s leyes liberales ; pa,ra lo mismo e1 Congreso votó en 1819- un
protectorado francés con el príncipe de Luca como R,ey. Er.an sinceros
pátri'Otas los unitario~ de 1839, que en no1mbre de la "libertad" apo-
yaban a Francia en su conflicto contra la Argentina,; como era muy
pait,riota Florencio V.arela al irse en I g44 a gestionar la intervención,
de Francia e Inglaterra contra la tierra que lo vio nacer. Indiscutible-
mente lo eran quienes convencieron a Urquiza en 185 1 que debería
pronunciarse c'an .J ejército argentino, preparado .para la guerra con
Brasil y toma,r varte en •esta guerra, pero del lado del Brasil. Era
sincero Sarmiento cuándo pedía en 1861 el exterminio -de los gau-
chos en nombre de la civilización; y profundo el fervor hispano ame-

'Volitmen IX
,375
ricano de Mitre al exterminár a casi todos ltos paraguayos para ense-
ñar a los :sobrevivientes las ventajas del libre cambio y del sistema
constitucional de equilibrio de poderes".

La dificultad con que tropezaron nuestros autores liberales


sería entonces la de cohonestar esas acciones políficas -algunos
ejemplos, muy pocos, ha · dado Rosa- con el concepto de patria
que se tenía desde la misma época del nacimiento de la nuestra
como nación independiente y con el que hoy tenemos.

·•'Por eso los liberales del siglo XX han tenido que recurrir al
escamoteo de la verdad" atribuyéndoles a "los próceres de ayer un
tip'o ,de patrioti,s mo que no tuvieron. Pará ello ocultaron sistemática-
_mente lo que fué la razón primordia,l de su poHHca. Ese fraude es
lo que se llama tradición liberal argentina" -(Rosa).

He aquí las razones po.r las que Irazusfa había afirmado que
la tradición liberal argentina se fundó sobre bases deleznables.
Este autor t½rmina su contestaci_ón al punto presente abriendo
varios inerrogant'es sugestivos. Dice:

"¿ Qué pensar de ·una tradición llamada liberal que llegó a proyectar
el castigo de la bl,asfen1ia contra los próceres (contra los que lo fueron
aunque ellá :no los considera-s e tales), después de fiaber derog¡ido el
delito de blaisfemia c'onitra Dios, y que sigue escarbando en · la cocina
política de Rm,a:s los tachos que en fos •s ubsuelos de cualquier régimen
están Henos de basur,a? ¿ Que hace del complot d'el -s ilencio su p,rinc1-
pal argumento contra la ,tesis de sus impugnadores? ¿ Que -clama por
la libertad de prensa -cuando está en la par.té angosta del -e mbudo y la
niega a .5us adversarios ,c uando est,á en la parite ancha del mismo?".

No quedan dudas, entonces, del ataque a los principios y: a la


acció11: política de· los hombres del liberalismo que ha-cen los his-
toriadore·s revisionistas. Estos autores, con categorías hist'órico-
políticas opuestas a las de los historiadore-s liberales . enjuician el
pasado argentino desde su posiéión nacionalista por lo cua1 siempre
será diferente la interpretación que den de · los personajes y de,
los hechos de ese pasado. Moreno, Castelli. Monteagudo, Riva-
davia, Echeverría). los emigrados, los ;c onstit'uyentes, los presiden-
t'es liberales, etc. etc~, aún comprendidos por l'os revisionistas ao-
quirirán siempre proporciones humanas. (y políticas) distintas de
las que los liberales -enamorados de su acción- les han asignado.

Vl
Las opiniones de los autores revisionistas sobre su propia

Estudios Americaños
376
posición ante la histor~a argentina nos acer,c arán al concept'o de-
finitorio del mismo. El revisionismo argentino es, dice Ibarguren,

"una reacción co-llltira la forma como se han :p resentado los hechos en


la historia llamada "oficial", o sea la que obedece a la inspiración po-
lítica del liberali,smo del partido triunfante, wbre todo ·d espués de la
batalla de Caseros, y sobre la interpretación de esos hechos históricos".

¿ Qué se propone el revisionismo? Según lo aclara Rosa, estos


dos objetivos: "l) investigar met'ódicamente todo el pasado (aún
la época de Rosas, eterno tabú de los historiadores; aún la época
de Mitre, más tabú aún) ; 2} interpretarlo desde el punto de vista
de la nacionalidad".
Y para que se vea que el revisionismo no es una po.s1c1on
hist~rica nueva, qu,e tan sólo por tal carácter intenta apresurada-
mente mezclarse en fos temas históricos, los mismos revisionisfas
hacen su historia.
Dice Irazusta:

"El revisionismo argentino es tan antiguo como la fundación de la


llamada historia oficial. Las grandes obras de Mitre y López son poco
'menos que contemporáneas con los trabajos históricos de Guido Spano,
Saldías y Vicente Quesada... En los albores del siglo XX, y con la
ilega<la a nuesitiro país de las tesis evolucionistas y darwinianais la re-
visión histórica, bajo otro carácter, cobró n:uevo impulso. Fué cuando
José Ingenieros, viendo la pujanza ect:mómi~a argentina de entonces y
mirando el panorama de la América ibéri-ca, alabó d criterio de la in-
tegridad territorial defendido por Rosas en su largai dictadura , como
el presupuesto de un expansionismo nadonal ·que le pareda justiciera-
mente fundado en el prin<:ipio de la lucha por la vida. Pero, como
basado en un grosero materialismo, ese organicismo social descuidó
el esencial aspecto espiritual de la política, y no comprendió que un
engrandecimiento nacional no es jamás el fruto de factores naturales fa-
vorables dejados a síi mismos, y sólo se puede alcanzar mediante el
ejercicio de inquebrantable voluntad esclarecida. Al evolucionar aquellos
espíritus (com'o el de Ingenieros) haciá un internacionalismo de moda,
. en la segunda década del siglo XX, que tan bien se armonizaba con
la campaña auroral de Alberdi en 1838, y recondlia:rse con la tradi-
ción liberal argentina (nótese bien esto), la revisión de nuestra historia,
sin ceoar del todo en el país, halló sus mejores representantes en nu:es-
tros compatriotas continentales, el mejí-cano Carlos Pereyra y el pe-
ruano Fr:ancisco García Calderón. hijos del siglo, isin duda, pero que
con la .curiosidad de todos los grande& espíritus por los problemas tre-
mendos de la época en que vivían, revi,sa,r on sus concepciones del
mundo y ,m iraron su continente y, en consecuencia, nuestro país, con
otros ojos que los usados hasta entonces. Otros fenómenos <le la misma
época conmovieron las inteligencias -entre nosotros ; y así, cuando la
experiencia de Irigoyen, por sólo acción de presencia, hab!ia sacudido
el armazón, liberal t,r adicional, Ravignani, en sus -Inquisiciones sobre

Volumen IX
::377
Rosás, adelantó. osados conceptos _q ue nuestra generadón elaboraría
pocos iaños más itarde. La revisión de la historia argentina, a partir
de 1930 (y a favor de la;s vicisitudes políticas que, desde entonces, no
cesaron de envolver al pafr) como un hilillo de agua {que) nacido
entre altas breñas recoge, al bajar al llano, las aguias afluentes y 1lu-
viás, se transformó en el torrente caudalOl'So que hoy se 11ama . revi-
sionismo".

De manera general., ya que dijimos que en el estudio de Rosas


y su época era donde más habían .profundizado los revisionistas,
vamos a exponer, parafraseándolos, algunos párrafos del historia-
dor Rosa. Para ést'e, el revisionismo- ha probado que don Juan
Manuel de Rosas "por su energía, impuso el respeto a la autorida1
y terminó con la co_nstante anarquía"; que .!''por su habilidad po-
lítica hizo la unidad nacional y no fuimos una •C entroamérica de
catorce republiquetas independient'es"; que "logró el bienestar eco-
nómico con sus leyes protectoras de la industria"; que "defendió
la soberanía en dos guerras desiguales contra los imperialismos
extranjeros"; que "intentó (lograr) la unidad del Plata y t~nía
planeado (sic) la reconstrucción del virreinato" y que "su caída
se debió a factores extra-nacionales".
Estos he-c hos son los que no acepfan los historiadores liberales.
Quizá, cuando :giás _ comprendan y destaquen la posición inter-
nacional del Restaurador. Pero los demás ...
De cualquier forma, vamos a destacar dos aclaraciones im-
portantes que sobre el asunto en cuestión han hecho Rosa e
Irazusta. El primero sale a;l paso de algo muy difundido por los
liberales y que ha entrado bastante en la gente. El que no puede
haber discrepancias entre una posición histórica rosista y otra
muy ,conocida, pe·ro política, de la actualidad nacional. Como eso
es falso, él dice :

"nuestros advernarios, nos atribuyen todos los propósitos posibles políti-


c'os o ideológicos. Pero eso se debe a su imagina-eión o a su dase de
buena fe. Nada tiene que hacer el revisionismo con lla política. No de-
fiende las- dictaduras como le ha imputado alguno {los liberales redu-
cen 1:'odos los problemas a "formas de gobierno") y 'mucho menos libra
las batlallais del presente con los hombres del pasado".

Irazust~, a su vez, dice otra cosa fundamental. Que, en su


opinión, el revisionisuio "pese a lo mucho que ha fert'ilizado el
t'e rreno histórico, aún no llegó a la parte navegable de su curso".
Esto pare-cería indicar que el autor nombrado está dando una sig-
nificación al revisionismo que no se reduce a los cien mil ejemplares
vendidos del Rosas de Ibarguren ni a los cuatrocientos mil ledores

Estudios Americanos
378
del de Gálvez -con lo que ,e stos dos autor,e s querían probar el
triunfo del mismo- porque afirma que "en la conquista del gran
público para los fines que debemos perseguir, hemos adelantado
mucho menos de lo que ambicionamos".
QÜeda así delimitada, por boca de ellos mismos, la posición
de los autores revisionistas en la historia argentina, cuyas últimas
aclaraciones se verán en las respuestas al siguiente punto.

VII

Véase lo t'erminante de la contestación de Rosa acerca de en


qué consiste la divergencia entre ambas corrientes. "No solamente
en la época de Rosas, ,como he dicho. En toda la historia argentina.
No nos ponemos de acuerdo en nad~, ni es posible que nos ponga-
mos de acuerdo. Vemos las cosas-desde puntos de vista distintos".
Si esto es así, continúa,

"un enfoque tan distinto tiene que producir necesariamente una diver-
gencia ab, oluta en la apreciadón del ,p asado. Bs f.ácil comprenderlo:
muciios hombres que estaban IIl¡Uy bien, considerados deS<l.e el libera-
lismo, están, en cambio, muy mal si los vemos con, criterio iargentino, ·
por ejemplo, lo,s unitarios aliados a Francia pará traer Ja civilización
en 1839. Otros, que d0sde un punto ce vista liberal eran muy ob}e-
ta:bles, estudiados con un criterio nacional resultaron grandes figuras:
como Rosas, que gobernó con 'la suma del poder pero defendió admi-
,r ablemente la soberan:a".

En conexión directa con lo anterior -es otra vez Irazusta quie11


distingue que ·1a divergencia entre ambas -c orrientes -la liberal
y la revisionista--:- ante la historia argentina radica
"en la que separó a lo-s fundadores de ambas tradiciones a saber:
que Rosas anteponía la integridad te-rritorial del país, tal como se
hallaba constituído en -s u época, al perfeccionamiento institucional,
mientras sus ver.ieedores, los hombres de la llamada organización na-
cional, anteprnsieron el perfe-c:cionamiento in titucional a la integridad
territorial".

Y añade este aufor:


"Las consecuencias ·de esta fundamental divergencia podrían devanarse
al infinito. M.2-s para limitar-no'S a io que incide en las tradiciones inte-
lectuales respectivas•, · 1a conducta de los liberales antirrosistas singula-
rizóse, en la historia de las emigraciones, por errores tan garrafales
que luego, para disculparlois, hubo que crear un dogma en la materia
opinable de la política (cuando se repudiaba el dogmatiismo en filorn-

Vol1tmen IX
379
fía) con lo que, evidentemen,te,· los fundadores del liberalismo argen-
tino no fundaron un .régimen de libre discusión, ni legaron una tradi-
.ción de libertad".

Para ojos argen_tinos, todo esto es muy claro, sin duda. Y pa ..


rece indicar que, enfrentándose, hay dos grupos antagónicos per-
fectam~tne definidos. En lo exterior es, así, en ef.ect'o. Pero si
hemos visto las críticas que uno de los autores liberales -Búsa-
niche- hacía a la misma tradición de su grupo,, ahora nos vamos
a enterar, por mención de Irazusta, que fambién dentro del revi-
sionismo no todo es unidad. Porque, según él, "desde los albores
del revisionismo más reciente, hubo una divergencia entre sus
miembros que es preciso aclarar ... Desde entonces hubo revisionis-
tas formalistas y revisionistas realisfas. Los primeros pensabar..
en la forma. de gobierno, los segundos en una obra de gobierno".
Aunque no todo lo explícitos que desearíamos , estos párrafos
son suficientemente aclaratorios respecfo a la posición rosista de
muchos intelectuales argentinos cuya producción y posición polí-
ticas no han sido¡, a veces, de las que más han favorecido al revi-
sionismo. Por el contrario, lo que han hecho es levantar resque-:
inores y desperfar suspicacias en el bando contrario, de donde han
partido párrafos de crítica cuya pesada adjetivación política tuvie-
ron algunos bien merecida.

·VI-11

Pese al acierto de Ibarguren al afirmar que "el pueblo argen-


tino no posee hoy los elementos para adquirir una formación hist'ó-
rica de sentido verdaderamente nacional, porque no se le ha propor-
cionado una historia completa nuestra que le permita conoc·e r bfon
su formación y su •e volución, dentro de su línea histórica", cosa para
nosotros incontrovert'ible, los . autores revisionistas cr-e en en la
posibilidad de que esa formación se pueda lograr. Porque, por
ejemplo,, para Rosa, el escamoteo histórico que practica la historia
liberal "nunca pudo conseguir que el pueblo argentino perdiera
la ,c onciencia de su nacionalidad. Y aunque sean hoy muchas las
razones "que aún se opongan al adelanto de la razón pública"
{Irazusta), siempre que se empie:ce "desde la escuela primaria·"
por enseñar "a los niños l.a- verdad" {Gálvez )í se irán proporcio-
nando cada vez más element'os para lograr esa verdadera forma-
ción histórica que se precisa con urgencia.

Estudios Americanos
380
e) Los marxistas

Desde que se planteó la posibilidad de rea:brir la discusión his-


tórica se había hecho hincapié en que se iba a consultar a algunos
integrantes de los dos grupos que acabamos de analizar. .
Pero en aquélla s-e hizo entrar también a ofros escritores co-
nocidos .. Entre ellos, dos marxistas, quienes se creen también con
perfecto dere-é:ho a entrar en el debate. ¿ Han aportado éstos algo
original con sus respuestas o, por el contrario, no han tratado inás
que de llevar agua para su molino? Ya lo veremos.

Tanto Puiggrós como Ramos afirman la necesidad de la -polé-


mica y, más aún, ambo5i, coi.ncident'emente, declaran que ella es
"imprescindible". El primero dice que lo es "no sólo para exaltar
a los hombres y a los acontecimientos qu-e han ,contri.buído a la
emancipación y el progreso del pueblo argentino, sino también
para descubrir las leyes objetivas de nuestro desarrollo nacional".
Y Ramos la considera tal "para forfalecer la conciencia nacional
de la nueva generación generalmente subyugada por la influencia
cultural del imperialismo".
Porque
"en el descubrimiento d:e las leyes que rigen nuestro desarrollo nacional,
lo mis'rno que en el encuentro de fos caminos que nOIS conduzcan a la
plena realidad de la revolución agraria y antiimperialista no es posible
id.ar p-asos seguros hacia adelante sin esa conjunción de esfuerzos contra-
dictorios entre sí, aunque tenaces en la bú1squeda afanosa del mismo
objetivo" (Puiggrós).

Todo lo cual no haría más que probar que


"1Si en la Argentina se discuten apasionadamente itiema.s históricos es
porque un ciclo deci,sivo de su historia aún no se ha termina.do. En
cierto sentido Rosas, Mitre, Roca o Irigoyen todavíla forman parte de
nuestro presente, -simbolizan fases de nuestra revolución democrática
inconclusa" (Ramos).

Este lenguaje nuevo, esta referencia a leyes objetivas, revolu-


ción agraria, imperialismo, antiimperialismo, revolución democrá-
tica, no nos puede -engañar. Nos las tenemos que v-cr con comu-
nistas convictos y confesos que desde el principio están firmes en
su esquema.

Volumen IX
381
Y la polémica (y la historia) serv1ran mientras giren en pro-
-cura de esos objetivos. La lástima será que, de conseguirlos, pre-
·v emos que caeríamos otra vez en la historia oficial, aunque, claro
est~, esta vez será más libre y argentina: la historia oficial
comunista, escrita por la nueva Academia que presidirían Ramos y
Puiggrós ...

11
También estos auto¡-;es niegan que haya una historia argentina
..complefa, o sea, todavía no se ha -e scrito una obra -con ese carácter.
Ello ocurriría, según Puiggrós, porque aún la producción histórica
.argentina no ha descubierto "las leyes objetivas" a las que obede-
ce "el desarrollo político, social y económico de un país". Y según
"Ramos0 porque la que existe es parcial, ya que fué escrita "por los
-usufructuarios porteños de Caseros, -e n primer lugar por Mifre,
·repres,e-ntante de la burguesía comercial de Buenos Aires".
Pero no desesperemos. Ya tendremos los argentinos una bis~
~toria bien completa, una historia como para enorgullecernos. Es
-que no debemos olvidar que "las nuevas fuerzas sociale-s actuantes
en la Argentina, la clase obrera en primer lugar, han abierto ~1
camino para reescribir y r-e interpretar los hechos del pasado de
-acuerdo ~con un punto de vista genuinamente nacional" (Ramos).
¿ Significará esto que también en hisforia, la salvación vendrá por
·Jos obreros?
Y,. atención, esa será la única historia científica. Porque, según
·Puiggrós, no hay otra manera de hacer historia ya que "el punto
•de vista científico en la historia es dado por los historiadores que -
- s e ubican en la posición de la clase obrera, vale decir, que aplicán
,el materialismo dialéctico a la historia".
Con lo cual, todo está solucionado. ¿ Dificultades y problemas
:de todo orden -personales, bibliográficos, patrióticos, de criterio,
de edición, económicos- como exponían los revisionistas y los
-liberales? N ad~, señores, he aquí la panacea: · ubicarse, mirar y
juzgar todo, absolutament'e todo, desde el punto de vista de 1-a
-clase obrera. Así se escribe la hstoria. Y nada más.

11 I
A esta cuestión ha contestado solamente Puiggrós. Pero es
~ ufi.ciente. Porque insist'e en que "la bondad y eficacia de los ma-

Estudios Americanos
382
nuales ... depende del grado de adelanto alcanzado en la investiga-
ción e interpretación científica de la historia". Y ya sabemos cuál
es la única interpretación científica posible, la de la clase obrera.
Pero agrega algo más, con lo cual , y con perm1so del Partido,
no estamos de acuerdo. El cree ·
"que en los últimos añoc; se registran progresos importantes en este
sentido ya que los manuales que se emplean en la enseñanza suelen
reflejaT, en la mayoTía de los casos, las cbnquista,s .de nuestro pueblo
en el terreno de la independencia económica, la soberanía política y la
justicia ,social, en contraste con un pasaido de dependencia e inferioridad".

Nosotros , basándonos en lo dicho por los historiadores de las dos


tendencias analizadas anteriormenté,. creemos jusfamente todo ·10
contrario, porque no existe, sino en la dialéctica de Puiggrós, esa
oposición rotunda entre el pasado y el presente árgentino.

VI

Los marxisfas no dan citas de ningún libro en el que pueda


haber una información -c ompl~ta sobre el período 1853-1900. Pero
hacen -c onsideraciones interesantes.
Según ,Puiggrós aquél se particulariza

"por la incorporación. d e fa Argentina a l mer,cado mundial, el encauza-


miento y desarro,l lo de las fuerzas productivas nacionales dentro de
las formas del orden capitali,sta y la penetración del capital imperia.:lista
extranjero que se apoderó de los •coman.dos. de nuestra economía. En
ese •p eríodo se diferenciaban entre sí la,c; diversas clases de la sociedad
argent ina (oligarq uía terra teniente, burgues ia. industrial y comercial,
pequeña burguesía uribana y rur-a l, dase obrera) y se tr:a zan las, g.randes
líneas de la contradicción -e ntre el imperiali·s m'o, por una parte, y el
pueblo argentino, en su conjunto, por la otra".

(Rogamos ..tener bien presente ,e sta ,caracterización).


Ramos, si es posible hacerlo todavía más , insist'e en los hechos
económicos. Y de éstos uno, el puerto de Buenos Aires y sus rentas,.
es la explicación -según él- de veintisiete años de historia
( 1853'--1880). Así expr-e sa:
"Lo que eni realidad ocu.rrió fué que él partido rivadaviano, encabezado
después de Caseros por Mi,t re, ,c;e creía ,p ropietario por derecho divino
del puertb y de -sus rentas. Urquíza. expresó una v ieja aspira'Ción de
las provincias ·d el interior al na:cionalizar ia ·Aduana de Buenos .Aires
en agosto de 1852. Pero, la revolución del 11 de septiembr,e del mismo
año constituyó la réplica de loe; ínter.eses Iocalistas de Buenos Aires

Volumen IX
383
a esá atrevida tentativa provinciana" ... "La medida nacionalizadora
de U rquiza al tocár la intangibilidad de las rentas aduaneras:, que per-
tenecían en .realidad a la nación entera, levantó en armas a :los porteños ;
Mitre fué su poeta y su profeta. ¿ Mitre organizador de la Nación?
En 1854, icen el apoyo del capital europeo, el traductor del Dante sepa-
raba a J3uen'os Aires . de la Confed~ración Argentinra y creaba un Estado
independiente y soberano" cuya base económica "era un despojo: la
Aduana y sus r,e ntas". Pára no entregar al pueblo argentino los ingresos
ad!uaneros Mirt:re, · junto con :los hacendados y comerciantes de Buenos
Aires, prefería de:strui,r la unidad nacional".

Más adelante~ dice este aut'or :


"Toda la presidencia de Mitre, es decir, de nuestro principal historiador,
se destaca por -d os hecho'S: la exterm~nación de los últimos caudillos
populares en el interior, a ca,rgo del ejército d.°'.e línea y la iniciación
de la c; tastrófica guerra del Paraguay. &os son los ti/tulos de Mierte
¡par.a la posteridad" ... "Nuestos caudillos constituían ... produot os de
la economía natural y forma,s políticas oriollas de un nivel social pre-
•Capitali::ta. En cuanto a la guer.ra del Paraguay. .. estaba diclada por
los intereses -del capitalismo europeo. Fué destruído (el Paraguay) por
la Triple Alianza, encabezada por Mitre, para restaurar el latifundismo
bárbaro en la economía agra,r ia paraguaya y restablecer el dominio
de la oligarquía argentina probri;tánica. M1t-re dejó la presidencia en
medio de la indignación: general, lo que no, le impidió en 1874 encafiezar
otra revolución contra Avellaneda, representante de los intereses pro-
vincianos, y tomar las armas nuevamente en 1880·, detr:ás de Tejedor,
para oponer,se a la federalización de Buenos Aires, impuesta por
·Roca y los ~ntereses nacionales".

Este apresurado planteo no sería merecedor más que de una


respuesta del mismo tipo. Porque si indudable ,e s la culpa de Mitre,
indudable es también que este hombre no se movió en polít'ica
exclusivamente impulsado por las -causas que da Ramos. Hubo
· otras, tanto o más importantes y que explican (la justificación
, posible la dejamos ahora de lado )í no sólo su actuación sino muchos
hechos de · ese período.
· En primer lugar, habría que aclarar la acdón .política de
. Rosas , porque si no se entiende esto mal podrá comprenderse
después la alianza de Urquiza con los liberales para arrojarlo del
gobierno. ¿ Y la lucha de principios? ¿ Y los compromisos inter-
nacionales del vencedor de Caseros?
En cuanto a la guerra interna por la organización del país, en
· la posición políticá de los liberales porteños hay algo más que el
deseo de que no se tocara la Aduana y sus renfas. Hay, nada más
y nada menos1, todo el conjunto conceptual ( sobre la política, el
· país, la economía, la sociedad y el hombre) que integra su libera-·
~lismo.
i
Estudios Americanos
38-t
Además, ¿ qué representa la Constitución d~ 185-3 con la libre
·navegación de los ríos? ¿ Y Cepeda? ¿ Y Pavón?
Que los caudillos del interior fueron aplastados por el mitris-
mo no es ninguna noV'edad. Como no lo es la iniquidad de la guerra
-contra el Paraguay. Pero debemos buscar otras causas también,
no sólo las económicas ya que el afán de nuestros liberales por
-imponer la "civilización" significaba además, nuevas formas ~ons-
t itucionales0 principios nuevos acerca de la enseñanza, re:pudio de
1o nacional, libre cambio, etc. Y en el caso de Mitre hay que ·ver,
.amén de la política probritánica -que ie es común con los demás
·hombres de la oligarquía- sus compromisos con Brasil y las
-cons·e,cuencia-s internacionales de los mismos.
Lo que no aparece por.. ningún lado es que la revolución de
Mitre contra Avellaneda, en 1874, haya sido para defender los
intereses porteños concretados en la Aduana y sus rentas.
Porque es algo más importante que el problema de la nacio-
nalización de la Aduana lo que se ventila en esos • años : es el
·problema de la capital de la Nación que incluye ;e n sí a aqii~ otro
y que toca todos los aspectos referentes a las posiciones doctrina-
rias unitaria y federal del pasado argentino. .
¿ Es que¡, acaso, no tenía ningún inconveniente la capitaliza·c1ón
de la ,c iudad de Buenos Aires aún ,~uando las rentas de su Aduamt
pasaran al poder nacional?
Lo primero que, mirado así el .a sunto, hay que resolver, es
·si la capitalización de Buenos Aires se hizo para servir los intere-
·ses nacionales o los de las potencias extranjeras que mediante
ella -más que nunca- entraron a dominar nuestra economía y
por ende, nuestra política.
¿ Que los intereses bonaerens·e-s, al negar la capitalización y
fa nacionalización de la Aduana, eran egoístas? ¿ Y qué eran los
intereses extranjeros de muchos de los que la querían?
La gran solució11¡, propuesta, hubiera sido establecer la capital
en el interior, y más aún, en un puerto interior. En este sentido,
ningüna visión tuvieron presidentes como Sarmiento y Avellaneda,
presidentes "provincianos" (según Ramos), que vefaron varia,;;
leyes para capitalizar Rosario, .puerto mejor y más seguro que el
<le la actual capital.
· Finalmente1, ¿ fueron tan grandes los beneficios que recibió
1a Nación por la capitalización de Buenos Aires o, por el contrario.
-resulfaron proféticas las palabras de Alem, en 1880, en la Legis-
latura, manifestándose contrario a la sanción de aquella capitaliza-
ción y probando la monstruosidad política de ese hecho? ¿ O es

,Volumen IX
385
que estaba también Alem comprometido con los int'ereses de los
"hé!,cendados y ,comerciantes de Buenos ✓ Aires"?
Y en cuan fo a que "Roca y los intereses nacionales" hayan
impuesto la "federalización de Buenos Aires" ; esto sí que es im-
. posible áceptarl0¡, por falso. Porque la -c onsolidación de la oligar-
quía y de la entrega de la e,conomía nacional se realiza justamente
. durante el gobierno del sucesor· de Avellaneda. Y es precisamente
entonces cuando los intereses de los grandes estancieros, apoyán-
dos•e •e n •el gobierno, se aúnan con. los de los ingleses que contro-
larán toda la exportación y que mediante los empréstitos, los ferro-
carriles y la venta de tierras se conviert'en en verdaderos dueños
de nuestra ·e conomía. ¿ Roca con. los intereses nacionales? ¡No !

Lo que ocurre es que todos estos esquemas sobre la historia


argentina fallan por su base. Por ser esquemática la respuesta de
Puiggrós a esta nueva i:uestión no está de acuerdo con lo que él
~ismo había afirmado ant'eriormente, y que pedíamos recordar.
Ahora dice él que "Alberdi, Sar~iento, Mitre o Ló.pez" fueron
. uhombres progresistas hace un siglo, que contribuyeron a elevar
económica y culturalmente a nuestro país". ¿ En qué quedamos?
"El capital imperialista extranjero se apoderó de los comandos dt
nuestra economía" y "Alberd~, Sarmiento, Mitre y López eleva-
ron económicamente el país". ¿Cómo se entiende esto?
Y si estos hombres "elevaron económicamente el país'", ¿ cómc
se puede afirmar después, cosa que h<;1.ce Puiggrós a renglón se-
guido, que "las minorías selectas · deseaban nuestra incorporación
a una .potencia extranjera? ¿ O es que se eleva el país cuando se
1o hace colonia?
Hará falta mucha dialéctica para a-clarar estas contradicciones.
Puiggrós parece no necesitarla.
Ramos, en cambio, demuestra temerle más a las generaliza-
ciones. El después de decir que el liberalismo del siglo XIX "era
innegablemente progresivo y revolucionario" advierfo que esto
"no significa que debamos confundir el liberalismo de Mariano
Moreno ,c on el de Rivadavia, el de Alberdi con el de Mitrei, d
d-e Roca con el Juárez Celman, el de los constructores del país
con el de sus en tregadore-s ".

Estudios Americano-$·
-{8)
386
Pero vuelve a insistir en lo que ya n9s ha dicho más arriba:
el mitrismo es la entrega y Roca, con quien se reinicia "la genuina
tradición liberal argent'ina ... salva .lo. que puede- salvar" .
Es de sentir, verdaderamente; que~ en ningún caso nos dé
Ramos las pruebas por las cuales Roca habría sido un medio
: salvador· de la Argentina ·y s'u. gobierno, el que organizara el país.
Creemos ·que le va a ser difícif hacerlo porque todos los hechos.
están en contra de esa hipótesis. ·

VI

Sobre las últimas t'res preguntas conocemos solamente las


contestaciones tle Puiggrós. -
El cree que la historia argentina debe revisars-e y que los
materiales de la misma deben ser "interpretados científicament'e·" ~
Pero se oP,One a que "este revisionismo histórico deba encararse
.desde el punto de vista del pasado".
Además piensa (lástima que no haya leído lo que oportuna-
mente dijo sobre .este mi smo tópico José M. Rosa) que los revisio -
nistas han re-e serito la historia de Rosas y su régimen para presen-
. tarlo "como prototipo y modelo a imitar".
Todo lo que · no sean sus esquemas o su dialéctica le parece
falso. Y es urgente .arrasar con eso. Sobre todo -tomen nota lo s:
hispanistas-
"con la cor-riente reaccionaria que pretende enraizar nuestros orígenes
nacionales con 1a monarquía española y -no con el pueblo español y la
sociedad indígena, en las Ley es de Indias · y no en lá 1-ucha con}unta
de españoles, criollos e indios por la emancipación".

¿ Será nueva esta "t'esis" sobre 1a independencia de América?·

VII

Puiggrós dice, a este respect0¡. que "el proceso histórico de


la Argentina, como el de todo país, se desarrolla a través de- contra-
dicciones". Y cita como ejemplo el siguient'e: "Después de la Re-
. volución de Mayo apa~ecieron dos corrientes políticas -uñitarios
y federales- que repres~ntaban dos tendencias de clase contra-
puestas". ¿Vale el ejemplo? No, porque es totalmente falso. Ya
que Rosas -vaya por caso- que en. 1820 aparece con el partído

·Volumen IX
387
unitario, llegó a ser el jefo indiscutido del partido federal sin
cambiar de dase. ¿ Y Alvear, García, Sarratea¡, flor y nata del par-
tido direcforial ( antecedente del unitario) cambiaron de clase cuan-
do sirvieron en las filas del Restaurador?
Lo que ocurre, entonces, es que nuestro proceso histórico no
se desarrolla a través de contradicciones y me_n os si éstas son las
que presenta Puiggrós.
El cree que "es un anacronismo repetir hoy la polémica entre
unitarios y federales" porque "tan reaccionarios son los que· rei-
vindican a Rivadavia para atacar a Rqsas, como los qu~ reivindican
a Rosas para atacar a Rivadavia" .
.Pero de esto no s·e trata. Como vimos al analizar las respuestas
de los dos grupos anteriores, no son simples -figµras las que est'án
en juego, son política -e- ideas,, organización y planes de defensa
y crecimiento del país; son, en definitiva, los conceptos fundam en-
tales básicos que hacen a la esencia de una nación.

VIII

Con la afirmación q-e que el pueblo argentino nunca ha estado


"tan preparado como hoy para adquirir una formadón hist'órica.
de sentido verdaderamente nacional"· termina Puiggrós sus res-
puestas.
Si a través de todas ellas, como de las de -Ramos, creemos
encontrar una ,consecuencia con los más cerrados principios del"
marxismo-leninismo antisfaliniano, no los vemos, quizá por eso
mismo,, ,con autoridad suficiente como para entrar en el meollo
de nuestra discusión histórica. Aunque, de otro lado, sí se aprecia
en ellos claramente, la interesada intención de hacer s-e rvir Ta
historia a la política, nuestra historia a su política.

d) U na respuesta ' aislada

Nos resultó difícil "encasillar" las cont'esta-ciones de Zorraquín


Becú. Y creemos que él ha querido situarse "par dessus tout" ~
Así lo dejan entrever sus opÍniones. ·

I
Este autor afirma, contra todos:

Estitdios Arner-icano$
388
"No creo en la conveniencia de poiemizar. Toda polémica divide y
exacerba las pasiones, sin contribuir por sí misma a un conocimiento
más profondo. La diEcusión no es clima propicio para investigar ... La
historia polémica provoca enconos a veces i,r reparables y se convierte
a la fuerza en un alegato ... ".

Además, después de decir que en vez de polemizar se ne-cestia


estudiar, él argumenta que

"la historia personalista y fundada en concepciones políticas opuestas


ha de ser reemplazada, en el futuro, _por la historia nacional, que tendrá
como base un amplio espíritu patrióüco, y procurar,á poner en evidencia
-la evoluoión del país en su conjunto".

Si así se hace él ,c ree que

·" a la influencia de las 1:eoríias política;s .p asajeras se opondrán nuevos


criterios fundados en los intereses generales de la nación {que no deben
confundirse ,c on los de una clase, y una región o un partido), y en los
valores eternos ·del -d erecho, de la moral y de la cultura".

Por nuestra parte¡. pensamos que este criterio tan amplio


frente .al pasado nacional, que puede ser bueno para la intelección
de los hechos, no lo es para el juicio que estos mismos le deben
- merecer al historiador, quien no puede conformarse con su exclu-
siva explicación. Está bien estudiar desapasionadamente pero eUo
no significa que se desconozca, se valore, se destaque o se aprecie
la función de los hechos de nuestra historia, hechos políticos es-
pecialmente, cuya frascendencia ha pesado y pesa sobre la vida
argentina de manera tal que a nadie pueden dejar indiferente.
De otra parte1• es innegable que en ciertos momentos de la
historia argentina, los intereses generales del país han coincidido
con los de algún partido político, o han sido encamados por una
personalidad de manera tal que han llegado a concretars·e en
teorías y formas políticas que no son "pas.aj-eras".
En definitiva, la historia argentina, entrelazada fuertemente
con la política , si bien a veces lleva a polemizar apasionadamente,-
-es innegable que cons_tituye un elemento vivo de nuestra forma-
ción ciudadana, de la posición política individual o de partido y
de la marcha orgánica de la Nación hacia su futuro.
Y si bi,en es más cómodo no hacer historia política o no extraer
las cons-e cuencias políticas de los hechos históricos -que es lo
más interesante que fiene la historia- imposible dejar de re-
conocer la verdadera superioridad de los hombries que tal cosa.
hacen.

Volumen IX
389

Después de mostrar cómo el liberalismo que "tiene entre nos-


otros,, exactamente, dos siglos de existencia" ha pasado por dis-
tintas ·e tapas y se ha caracterizado por distintas posturas anfe la
política nacional, este autor dice que si en él hay un fondo común
consistente "en el respeto por la personalidad humana, en el re-
conocimiento de sus libertades esenciales y en las garantías -jurí-
dicas que las acompañan" se puede hablar de tradición liberal.
Así, "nadie podrá negar honestamente la continuidad y persisten--
cía de un sentimiento liberal, de carácter moderado, humanista y
jurídico, que en definitiva, es el que la doctrina católica acepta".
Y a continuación escribe: "pero no creo,. en cambio, que exist'.a
una tradición liberal referida a las persecuciones religiosas, al lai-
cismo, al libre .cambio y a todos los demás excesos ideológicos
que han jalonado su tránsito · por la historia".
Que no lo crea él, es de su derecho. Pero en cuanto a que no
exista, habría mucho que decir. Por lo pronto, todo esto es una
generalización tan grande que esos principios que Zorraquín Becú
citaba como condicionantes de la tradición liberal argentina son
universales y no dependientes de la política concreta aplicada por
un grupo liberal. -
Porque si descendemos al plano de la realidad argentina--~n-
contraremos que el grupo representativo de la tradición liberal
podía esgrimir garantías jurídicas, pero en los hechos no sólo
olvidaba el respeto por la personalidad humana sino que terminó
con muchas de éstas. ,
De modo que no se puede hablar, exclusivamente,. de una fra-
dición liberal "principista" porque ella se dió, concretamente, mez-
clada con todo lo que Zorraquín considera excesos ideológicos
pero que propiamente estaban -e n f:.sos principios y fueron sus
naturales consecuencias.

VI

Sobre el asunto de esú1 cuest10n \ él no ha contestado a todas


las preguntas) dice el autor que analizamos: "entre nosotros se
ha llamado revisioni~ta a una actitud iconoclasta, que aspira a
colocar en los alfares de la patria a otros valores que los consa-
grados por la historiografía liberal".
A ·r englón seguido, afirma:

Estudios Amer·icano.s
390
"causas fundamentalmetllf:e políticas han originado esa tendenci:i recti-
fi<:adora". "Pero tanto los defensores como los enemigos de la dictadu.ra
han sido, por lo general, hombres de ;partido que convirtieron a la
historia en vehkulo de sus pasiones·, para sostenerlas y difundidas.
La política _se sobrepuso ia la investigación exacta del ¡pasado, de tal
manera que, en el fondo, el debate gira en to.rno a distintas concepciones
políticas".

,. Imposible creer esto último. No todo ha sido política, como se


desprende de las palabra_s de Zorraquín Becú, sino_que ha haoido
y hay un legítimo afán por la v,e rdad y una búsqueda de la misma¡,
independiente de la política. Y en cuanto a que se juzgue el pasado
con aiferio político o que se lo interprete en función de- la política
¿ qué de malo hay ~n ello? - ··
{Por otra parte: ¿ por qué tanto miedo a la polít'ica? ¿ Por qué
obliga a definirse o, por qué, vulgarmente, se cree que es una cosa
sucia?
Cuando el partidismo político niega la verdad, o la esquiva,
hay sin duda razones para criticarlo -lo mismo cuando "con-
vierte a la historia en un c!Jegato"---,, pero no siempre han procedido
o proceden así, revisionistas y liberales.

VII

Así responde, en síntesis, Zorraquín Becú a la cuestión pre-


sente:

"la divergencia que separa a los his,toriadores ar.gentinos es, fundá-


mentalmente, una divergencia de opiniones políticas. La distinta manera
de encarar los problemas nacionales es la que alimenta y .da energía
a la polémica histórica, de tal manera que el estudio del pa"3a·do se
realiza ,e n fondón de aquel debate y tiende a consolidar las posiciones
,p artidistas. No hay problemas exclusivamente históricos que los separen
(a liberales y revisionistas)... los cuales sólo tienen inclinaciones di-
vergentes respecto a ciertos :personajes o movimientos del pasado, en
,r azón de su coincidencia o discordancia con sus preferencias ¡políticas
actuales".

Este autor es consecuent•e con su pensar, pero no es exacto.


No se· trata de "opiniones políticas"·. Y mucho menos, de no con-
cordar sobre el pasado en función de las "preferencias políticas
actuales". No. Hay una verdad en el pasado y hay una política del
pasado que nada tienen que ver con las ideas políticas que hoy
se tengan.
Esto no significa negar que ha.y a quienes utilicen la histbrh

Volumen IX
391

para su política (los tnarxistas son un claro ejemplo en este sen-


tido). Pero eso no interesa. La acusación general que dirig~ Zorra-
quín Becú, a todos lo-s quy, a su inversa, no saben colocarse más
allá del bien y dd mal para interpretar nuestra historia, se des-
truye fácilmente al ver que hombres criterios-os y · sin prejuicios
no se embanderan, pese .ª sus ideas políticas, con lo hecho por los
políticos liberales del pasado ( caso Busaniche )1• Y por lo que· res-
pecta al otro grupo, esta_s palabras de Rosa le vienen a la medida:
· 'Nada tiene que hacer el revisiómsmo con la política".

VIII

Tras una contestación afirmativ~ a esta cuestión y la acla-


rac~ón de que "esa formación histórica de sentido verdaderamente
nacional es la que propongo y creo _indispensable", el autor citado
expresa lo siguiente:

"La Argentina es un,a nación construí da a 1-a vez -p or los .u nitarios y


por los federales, por quienes querílan una .constitución y por quienes
la rechazaban, pór los que luchaban por la libertad y por los que pre-
ferían el orden y la defens..a del territorio, por lo.s que organizaron el
país y por los sucesivos gobernatlites, . COill sus luchais, sus pasiones, sus
tendencias heterogéneas e incompatibles".

Decir que este esquema es simple¡, parece redundancia. Aquí


nada se explica, aclara· o enjuicia. Aquí todos quedan justificados;
absolufamente todos. Esta amplia comprensión, que a todos puede
convertir ,e n próceres -más que a ninguno, a su autor- es lo
q_ue Zorraquín propone para dar una formación histórica de sentido
verdaderamente nacional. ..
:Como nadie o todos han -tenido razón en su actuación política
( que da lo mismo) , y co~o con este país nos encontramos hoy, lo
mejor es quedarse tranquilo, no compromere·rse¡, no hacer historia
polít'ica; lo mejor es ser amigo de todos y agradecerle a Dios la ./
patria que hemos recibido. ¿Q_ué pudo ser mejor, más grande,
con una misión histórica en .Am~rica, independi,e nte, soberana? ¡ Ah,
no; -e sto no lo digamos porque ... debe ser historia política!

Posiciones irreconciliables

;No hay duda que la simple lectura de las respuesfas dadas


por todos estos historiadores está mostrando claramente los pro-

Estudios Am.'!rican.os
392
ble.mas que afectan hoy a la historiografía argentina. Como tio la
líay tampoco respecto a la posición definida que caracteriza a los
grupos más importantes. .
D~jando de lado;, por escasamente ilustrativa de .esa situación
y por no representar más · que su .aislado y a la vez dem~siado
"compr-e nsivo" pensarh lo contestado po·r Zorraquín Becú, nos que-
~an los tres grupos .anteriores.
Los marxistas, por una parte, tratan de aplicar su método
dialéctico materialista y su criterio científico dado por la posidón
de la clase obrera a nuestra historia. La validez de su int'erpreta-
ción ·e stá dada por las flagrantes contradicciones en que caen al
aplicarla a la comprensión de nuestro pasado y por las pin; etas
int'e·l ~ctuales que tienen que hacer, obligadamentei, si quieren su..:
per.ar los mismos baches que el empJeo- de aquellos métodos y cri-
terios les crean.
Por lo cual, su interesada intervención en la historia argentina
no es más que su afán de ver si pu;den cohonestar la posición
política actual de ,ellos y de su partido con el pasado nacional,
para así tener el soporte básico para seguir en su lucha. Y por
eso mismo, ellos. que en rigor no han he,c ho ni harán nunca una.
historia y una política arg,ent_ina, se .sirven, mientras le vengan
bien, de las -c ondusiones y los juicios de los de~ás historiadores.
Y, como éstos, están en río revuelto¡, ellos , hábiles pescadores ,.
pueden sacar ganancia.
En ·resumet1i, entonces, digamos que sin negar que alguno~
marxistas puedan confribuir -más que lo que muestran las res-
puestas de Puiggrós y Ramos,..._. con estudios par-ciales interesan-
tes , hechos sobre todo acerca de cuestiones económicas, su int'.erés·
y su posición política fo.s someten a usar la historia argentina para:.
los fines y los propósitos de su partido.
Los revisionistas, a su vez, es innegable que han hecho apor-
tes valiosos a la historiografía nacional. Su deseo de _super.ar las
condusiones y los juicios de los historiadores liberales los han
llevado a •e stablecer -cayendo a :veces en exageraciones y parcia-
lismos- un criterio nacional para enfocar los hechos mediante
cuya utilización han producido notables trabajos históricos en los
que la verdad ha sido restaurada.
No han conseguido, salvo excepciones, completar con aquel
criterio una visión g_eneral de nuestro pasado. Y muchos de ellos-
no han· proseguido en una labor seria de invest'igación que hubies e
dado solidez a trabajos ·q ue apuntaban como brillantes. Por otra

Volumen IX
393
par.te, 1á esc1s10n entre revisionistas formalistas y ' revisionistas
realistas, como apuntaba Irazusta¡, es un hecho.
· Pero, con todo, -el revisionismo se ha ganado su lugar en la.
historiografía argentina. Y si aun no ha dado su batalla definitiva
es de creer, y de desear, que apµntalando posiciones mediante una.
caaa vez más urgente labor seria de estudio e investigación, pue-
da contribuir desde el plano histórico a la tarea de recuperación
na-cional que el país necesita.
Los ·historiadores liberales, que se han visto combatidos espe-
cialmente por los revisionistas¡1 permanecen encerrados en su posi•-
ción. Defienden lo que consideran verdad con la misma pasión con
que sus rivales lo atacé.!-n. Su criterio y su tabla de valores para
enjuiciar el pasado no e-s tán en crisis, totalmente, desde el momen-
to en que no han aceptado de plano las conclusiones de los revisio-
nistas. Y si bien muchas de éstas han hecho impacto, ellos han
esquivado la discusión sobre las mismas pasando a mostrar, para
seguir con adeptos fácilmente impresionables, los trapos sucios de
rojo de los gobiernos que no les gustan.
Por otra parte, tampoco han avanzado en la investigación~
Y se han conformado con la situación ,e spectable a que han llega--
do, justificand~ desde ella a todos sus predecesores políticos de
su misma ideologíc1¡. sin ahondar en la acción política de éstos.
Que, de haberlo hecho, por sí mismos podrían haber llegado a po-
ner en cuarentena todos sus dogmas, desde el del progr-e so indefi-
nido y la civilización a la_inglesa, hasta el de -Mayo y la revolución
liberal. Como nada de esto han efectuado, están en lo de siempre,.
que es decir, lo de antes. Pero con una nota importante. Que
mientras no cambien su historia habrá11 perdido para siempre la
posibilidad de decir la última palabra sobre nuestro pasaclÓ nacio-
nal. Porque cada día interesa menor oir el monocorde acento de
sus alabanzas y sus vituperios.

Conclusiones importantes

Pero si estas son las pos1c10nes opuestast., ¿ por lo menos se


ha arribado a alguna cÓnclusión de esencial interé,s histórico?
Ahora bien; si volvemos a las respuestas dadas por cada uno
de los tres grupos, nos encont'ramos con que, en general:
a) los liberales opinan: 1) que la polémica llevada con altura
es conveniente; 2) que no hay un~ historia argentina -completa,
aunque sin unanimidad afirmen que existen varias muy buenas;
3) que los manuales, por las causas que sean,. no son satisfacto-

Estudios Americanos
394
ríos; 4 )1 que no hay ningún libro complet'o que relate lo ocurrido
entre 1853 y 1900; 5) que, pese a lo afirmado por alguna excepción
notable, la verdadera tradición argentina es la liberal y los libe-
rales han construído nuestro país ; 6) que es necesario re-chazar
el revisionismo por lo reaccio_nario de su posición y por ser par-
cial en sus conclusiones (pese a que algo acepten de lo escrito por
los revisionistas acer,ca de Rosas) ; 7) que aunque muy poco digan
los liberales acerca de las divergencias que los separan de los re-
visionisfas,, hay puntos concretos en que se levanta un abismo
entre ambas posiciones ; y 8) que, aceptando una re spuesta inter-
1

media, se puede decir que aunque el pueblo argentino se halla muy


lejos de haber completado su formación histórica, posee: elementos
que le posibilitan llegar a la misma.
b )! Los revisionisfas dicen: 1) que la polémica e,s conveniente
·y, más aun, inevitable para descubrir la verdad de nuestra histo-
ria; 2) que no existe una historia argentina completa; 3) que los
manuales y textos son deficient'es por responder al esquema liberal
de nuestra historia y nuestra enseñanza; 4} que no hay una obra
integral sobre lo ocurrido entre 1853 y 1900; 5) que el liberalismo
de nuestros próceres perjudicó al país y que la justifi.cacióq del
mismo ha creado la falsa tradición liberal argentina; 6) que el re-
visionismo significa una sana reacción contra ella y que se propone
investigar todo el pasado interpretándolo desde el punto de vista
de la nacionalidad; 7) que la divergencia entre revisionistas y li -
berales es fundamenfal, ya que no hay acuerdo posible porque se
juzga nue,s tra historia desde posiciop-es y puntos de vista opuestos:
y 8) que el pueblo argentino nó posee los elementos para adquirir
una formación histórica de sentido verdaderament'e nacional por-
que es preciso enseñarle. la verdad para que la consiga. ,
c) Los marxistas escriben : 1) que la polémica es impr,e s-
cindible; 2) que no hay una historia argentina completa; 3) que
la bondad y e-ficacja de los manuales dependen de su mejor expli-
cación de los obj-etivos revolucionarios comunistas ; 4 )1 que no hay
un libro que relate -y con ello deje conformes a los marxist'as-
lo ocurrido entre 1853: y 1900; 5) que dentro del liberalismo del
siglo pasado hay una -corriente progresista y rievolucionaria que
es conveniente aceptar; 6) que el revisionismo legítimo es el suyo,
en cuanto deja tranquilo el pasado y tan sólo ut'iliza lo convenien-
te de él para mirar hacia e1 futuro; 7) que ( ellos no entienden lo
fundamental de la discusión) hay que superar el anacronismo de
una polémica bastante ·r eaccionaria en sí; y 8) que el pueblo ar-

Volumen IX
395
gentino hoy sí posee los elemento-s para adquirir una verdadera
formación hist'órica.
Confesamos que no queremos pecar de arriesgados st de.
acuerdo a las respuestas apuntadas anteriormente, nos permitímos
sacar las siguientes conclusiones generales en las que se puede
apreciar, primero, el acuerdo en aiguuas cuestiones, y se·g undo, las
diferencias fundamentales.
La •c oncordancia consiste en lo siguient'e; dicho esto, insisti-
mos, en forma general; 1) tanto liberales como revisionistas y
marxistas aceptan y creen útil la polémica; 2) todos e•s timan -ló-
gicament't;, cada grupo desde su posición- que no hay una historia
argentina completa y satisfactoria; _3) que los manuales y textos
son deficientes; 4) que no hay un · libro que relate bien todo lo
ocurrido entre 1853' y 1900; y 5) que el pueblo argentino puede
alcanzar una formación histórica de sentido nacional. ·
A -su vez, las diferencias que separan, definitivamente, a revi-
sionistas, liberales y marxistas, son las siguientes : 1) que mientras
los primeros niegan lo beneficiosa que haya sido para el país -la
acción política de los liberales, los hist'oriadores de este color polí-
tico la aceptan y la ensalzal'l¡, mientras los comunistas la creen
progresista y aceptable con reservas ; 8)1 que los liberaíes niegan
la necesidad de revisar el pasado con criterio nacional que propo-
nen los revisionistas1, en fanto que los marxistas creen · que esa
tarea es sólo útil -respecto de cualquier época histórica- si sirve
para cohonestarla con la revolución ; y 3) que mientras para los
revisionistas es fundamental la divergencia, ya que no puede ha-
ber acuerdo posible, los liberales parecen entender, o dicen, por
lo menos, poco de esto y los comunistas tratan de superar la dis-
cusión por considerarla inútil.

Impresión final

Estrictamente considerado, como decíamos al principio, no ha


habido polémic3c, ya que, justamente, los puntos de divergencia son
los que hubieran debido ser definidos para ver si sobre ellos se
alcanzaba una precisión que, o mostrase la ventaja, el interés o la
utilidad de un criterio histórico sobre ofro, o atrajese más adeptos
por la circunstancial situación de "su" verdad. ··
Es innegable, por otra parte, que a algunas conclusiones se ha
arribado, las cuales, aunque de menor imporfanci~, indican que to-
dos piensan en la posibilidad de acrecentar nuestro saber histórico
con necesarios aportes sobre épocas n1ás cercanas a la nuestra.

Estudios AmeríctJnd.i
396
Por otra parte, s-e ve con claridad que la estricta discusión
sobr~ el pasado argentino sigue en pie y que los mejores antece-
dentes para pod~r concurrir a ella siguen estando entre clásico&
y revisionistas, ya que a los marxistas les falta mucho para colo-
cars-e en la perspectiva histórica de los verdaderos problemas de
nuestra pa fria.
Queda, por fin, hecha una constatación más de las diferentes.
posiciones, ideas,. conceptos, que hacen a la historia política, sociai
y económic"a de la Argentina, las qtie, si interesantes siempre, más
eficaces serán a medida que los mismos consultados, ahondando
en el estudio de la historia nacional, entiendan que su labor incum-
be a la esencia· misma del país.

Edberto Osear Acevedo


Buenos Aires, Septiembre de 1954

Volumen IX
CRONICA
,
NOTI-CIAS

~. E han convocado para los meses de .?W"arzo y Abril, por el

1
~~ 'Jnstituto 7'Jacional de Bellas Artes, los llamados Pestivales
· ·~ Dramáticos Regionales, que se realizarán por todo el te-
. ~ ~ rritorio mejicano y finalizarán en la capital en un Con-
. ~~r/2 r) ~ curso 7'Jacional de Teatro, concediéndose importantes pre-
'~ ~ mios a compañías, autores, directores y actores de Teatro.

***
f.a Universidad 'Hispanoamericana de Santa .?W"aría de f.a Rábida
ba anunciado su XIII Curso que tendrá lugar entre el 8 de Agosto y el 19
de Septiembre próximos. En dicho curso se proyectan, además de un temario
.de lecciones sobre historia de América, una serie de seminarios y uarios colo-
.quios sobre diversos problemas de actualidad hispanoamericana.

***
Entre 1937 y 1945 la población total de 'Hispanoamérica ha aumentado
más de 50 millones (de 119.169.000, a 169.95 2.000 habitantes), según infor-
mes de la Oficina de Estadísticas de las 7'Jaciones 'Unidas. _En cambio, en el
mismo período de tiempo, la de Estados 'Unidos solamente ha aumentado 33
millones (de 128.126.000, a 162.000.000). f.os mayores aumentos nacionales
iban sido: Brasil, 18 millones, :JWéjico, 101 Argentina, 5 1 Colombia, 3,5 1
·1/enezuela y Perú, más de 2 millones de habitantes.
Estudios Americanos
401

1ía a llevarse a cabo en Argentina. la creación de un Jnstituto 7-Jacio-


nal de Productividad y Bienestar Social. El proyecto forma parle de las
conclusiones de un Congreso que se celebró en JW"arzo a iniciativa de las Con-
federaciones yenerales del Trabajo y Economía.

***
.Ante la reorganización masónica de yuatemala y los ataques contra la
Jglesia, el .Arzobispo JW"ons. yarda Rosell ha declarado que «La Jglesia no
busca privilegios, sólo reclama libertad para cumplir su obra religiosa, moral
y social» y señala el espíritu antirreligioso de los masones en toda la historia
guatemalteca.
* **
El 31 de Enero, en la J=acultad .de Letras de la 11niversidad [aval
(Canadá), se ha inau51urado una Biblioteca J-lispanoamericana constituída
principalmente por volúmenes que han donado los gobiernos de España, Por-
tugal, Brasil y otros países de América.

***
Dos europeos y un venezolano -Jorge yori, Eduardo :Francis y Seka
Severin- resultaron galardonados con los premios nacionales de pintura,
escultura y artes aplicadas de 1íenezuela, respectivamente, entre los doscientos
artistas de diversas nacionalidades que concurrieron al decimosexto salón
anual de arte, inaugurado a finales de :Febrero.
* * *
Según recientes datos publicados por la prensa, el :Ministerio de Educa-
ción venezolano se propone establecer una red de escuelas técnicas por todo el
país. El proyecto comprende un Jnstituto experimental en Caracas, que tendrá
a su cargo la enseñanza de profesiones ligadas al comercio. Se incluyen tam-
bién escuelas de artesanía en diversos lugares del territorio y una de minas en
Ciudad Bolívar, esperándose que el proyecto sea realidad en 1956.
* * *
Bajo los auspicios del Ministerio de .Asuntos Campesinos de Bolivia y
el Servicio Cooperativo 'Jnternacional de Educación se ha organizado el Semi-
nario de Educación :Fundamental, cuyas labores tienen excepcional importan-
cia en la educación del indígena boliviano.
* * *
Como parte del :Festival de .Arles Contemporáneas de la 11niversidad de
'Jllinois se está celebrando una exhibición de pintura y escultura americana
Estudios American~
402
,actual, que es 1a séptima de las celebradas. Estas exhibiciones son ahora bie-
nales, y se han convertido en una de las más importantes ocasiones de admi-
rar el arte americano fuera de la zona oriental del país.

***
.A partir de Marzo, la 'Universidad Central de 'Venezuela inaugurará _
-un ciclo de conferencias semanales que tendrán de duración el tiempo del año
académico. El Rector ha declarado que el nuevo programa de extension cul-
-;tural está destinado a exponer los orígenes de la cultura venezolana y estará
.a cargo de profesores de la 'Universidad.
* **
La 'Yederación de Estudiantes 'Universitarios de J\luevo León ha cele-
_brado su Primer Congresu en Monterrey (Méjico). El temario de dicha reu-
-nión abarca numerosos aspectos relacionados con la vida universitaria de
.,dicho estado . Especialmente se ha preocupado por definir el nuevo tipo de
"estudiante que requiere el desarrollo social y cultural de Méjico.
***
Bajo los auspicios de la Casa .Americana de )t(adrid y el )t(useo Ca-
-nario se ha desarrollado en Las Palmas de yran Canaria la Semana de
Cultura J\lorteamericana, en la cual distinguidos "intelectuales han dado a
.conocer los aspectos más destacados de ese país: arte, literatura, música, eco-
-nomía, etc. Entre los participantes figuran el hispanista norteamericano Doc-
-tor Lewis 'Hanke y nuestro colaborador el Dr. 'Yernando de .Armas Medina,
4uien se ocupó de los primeros colonizadores españoles.

J7olumen IX
Grupo Peruanista

IL día 22 de julio de 1945 se firmó el Act'a de fun-


dación de la "'Sociedald Peruana de Historia '1,
institución erigida para incrementar la prof esio-
nalización del Historiador peruanoi, revisar y de-
purar el estado pres•e nte de nuestros estudios his-
tóricos y propiciar la organización de los reposi-
torios nacionales en forma sistemática .
.Fué creado el grupo a iniciativa de los. doctores Ella Dunbar
Temple y Carlos Daniel Valcárcel, 1 catedráticos de la Facultad
<le Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. En-
tre sus "Miembros Fundadores de número" se suman un conjunto
-de especialidades complementarias: 1) la época "antigua del Pe-
rú", tiene como sus representantes a !os doct'ores Jorge C. Muelle
(Perú Preincaico), Carlos Radica ti di Primeglio (Quipus en el
Tahuantinsuyo), E. D. Temple (Instituciones Incaicas) y Jorge
'Zevallos Quiñones (Toponimias norteñas antiguas) ; Z) "Conquista
y Virreinato"; E. D. Temple (Genealogía de la nobleza incaica en
1a colonia y Cronistas), Z.evallos Quiñones (Genealogía ·virreinal) ,
Guillermo Lohmann Villena (Epoca de los Austrias en el Perú) .
,C. D. Vakárcel (Epoca de los Borbones en el Perú)l; 3') "Precur-
•s ores y Emancipación" : C. D. Valcárcd (proceso histórico dei
fidelismo precursor al separat'ismo político y Pedagogía histórica),
José Agustín de la Puente y Candamo (la época sanmartiniana
y e-1 monarquismo en la Emancipación) y Alberto Santibáñez Sal-
-c edo (Histoira de -Arte Virreinal) ; 4) "República"' : Pedro Ben-
1 Firma sus escritos : Daniel Valcárcel, elim,inando su primer nombre.

Estudios Americanc,,j
404
venutfo Murrieta (Costumbres virreinales en la República),, Gus-
tavo Pons Muzzo (sucesos peruanos entre el segundo gobierno
de Castilla y la guerra del Pacífi co , ; S) "Filología y Geografía":
Teodoro Meneses (Autos Sacramentales Quechuas del s.i glo
XVIII)! y Javier Pulgar Vidal (Geografía del Perú); 6) "Pro-
blemas teóricos de la Historia": C. D. Val-cárcel. Por mot'ivos di-
versos, dejaron la institución los doctores Zevallos Quiñones y De
la Puent'e Candamo. Como nuevos "Miembros de Número" fueron
después nominados los Drs. Alberto Tauro (Historia republicana
y Bibliografía), Ricardo Arbulú Vargas (Bibliografía y Biblio-
te,c onomía), Luis Jaime Cisneros (Historia de la lengua en el
P ,e rú y crítica interna de textos• hist'óricos coloniales),, Bolívar
Ulloa (Historia limítrofe del Perú) 1• Juan Vicente Ugarte del Pino
(Dere-c ho virreinal), Alejandro Hernández Robledo (Ensayos sobre
aspectos histórico-pedagógicos), Juan B. Lastres (Hisforia de la
Medicina en el Perú), Raúl Riv'=ra Serna (Historia inicial de la
República y Paleografía), y José V élez Picas so (Historia del
periodismo nacional e Historia local de lea )l. La bibliografía de
cada uno ·de los citados Miembros de N Úniero de la S.. P. H., insér-
tase en la parte final de la revista "Documenta" --órgano de· la
Sociedad--=-, con añadidos complemenfarios en cada nuevo volumen.
La "iSocieidad Peruana de Historia" tiene "Miembros corres-
pondientes" en el Cusco, Puno, lea y Arequipa, que contribuyen
con noticias de historia lo-cal muy importantes. y-asimismo en los
siguientes países: España, Alemania, Francia, Italia, Argentina,
Estados Unidos de Norteamérica, México , Chile, Ecuadorb El Sal-
v~dor y Honduras.
Su actual Directiva es la siguiente: "Dire-c tor", Dr. C. D. Val-
cárcel; "Secretario General", Dr. C. Radicati di Primeglio; ªSe-
crefario de Actas", Prof. R. Arbulú Vargas ; "Secretario de la·
Revista" _. Dr. A. Tauro; "Archivero-:B ibliotecario", Dr. R. Rivera
Serna; y "Tesorero''¡. Prof. A. Hernández Robledo.
1Son a-ctividades principales de la S. P. H. : a) "Sesiones Aca-
démicas", donde -<::ada Miembro de Número o Miembro Correspon~
diente diserta sobre un tema, que pasa después a ser discutirlo poí
todos los Miembros asist'entes; . b) "Publicaciones'\ constituídas
por .la "Bibliot,e ca", con sus Series de "Monografías" y de "Re-
gistro Hftstórico" (la primera, ha publicado cuatro libros: l. "Us-ca
Paucar, traducción y estudi~ filológico de un auto sacrament'al
religioso en quechua del siglo XVIIIi, por T. Meneses; 2. "Cró-
nicas Perdidas, Presuntas y Olvidadas sobre la Conquita del Perú",-

Vofamen IX
405
breve estudio crítico por Raúl Porras Barrenechea; J. "Introduc-
ción al est'udio de los Quipus", el más importante ensayo escrito
en América sobre el Quipu, su sentido histórico y la perspectiva
actual de los problemas que su estudio plantea; y 4. "Ignacio de
Castro1, humanista tacneño y gran cusqueñista (1732-1792) ", es-
tudio biográfico y crítico de un teólogo, hisforiador y pedagogo
peruano del siglo XVIU, por ,Daniel Valcárcel; mientras la segun-
da, ha impreso un volumen denominado: "Libro de Oposiciones
de la Universidad de San Anfonio del Cusco ( siglo XVIJI)I", públi-
cado con introducdón y notas de Daniel Valcárcel, básico para
el conocimiento de la historia universitaria cusqueña durante el
período virreinal borbónico ) 1, y la "Hemeroteca" (hasta el presente,
constit'uída por tr_es tomos de la revista "Documenta", de 1948
a 1953, con una extensión que· varía entre 600 y 1.000 páginas) ; 12
e) "Comunicados" públicos de orientación histórica o arqueológica
~n sus diferen~es variantes; d) "Correlación" ,c on entidades •si-
milares, peruanas o exfranjeras, y planeami_e ntos de certámenes,
como el del Primer Congreso Internacional de Peruanistas (Lima,
1951)1, iniciativa de la S. P. H. que tomó y realizó -el Instituto de
Historia de la Faculfad de· Letras de la Universidad Nacional Ma-
yor de San Marcos ; y e )1 recepciones a sus Miembros Correspon-
dientes y a Historiadores, con el propósito de lograr Ull' inter:-
cambio ac-e rca de temas que -profesionalmente interesan a la So-
ciedad y debafir los modernos planteamientos frente a la rutina
tradicional.
,De esta manera, la "Sociedad Peruana de Historia" -for-
mada por el grupo pe·ruanista - antes citado- persigue un incre-
ment'o del auténtico conocimiento histórico -no el de- la opinión
audaz u ofuscada-, el cultivo de un bien entendido "peruanismo",
allende lamenfables extremismos extranjerizant,es o indigen.i stas,
actit'udes ambas que vician 'en el Perú la posibilidad de un objetivo
estudio de -nuestros problemas, históricos y sociales, y pre-coniza
una justa comprensió11¡, un balance _e spiritual equitativo y sereno
enfre lo nacional y lo continental y universal, como seguro camino
para la .interpretación, de los problemas historiagráficos del Perú
antiguo y moderno. A la etapa pre-crítica de los estudíos peruanis-
tas, debe seguir una etapa crítica; a la opinión inconsistente, la
enunciación epistemológicamente· fundamentada.
2 El núm. 4 ,se encuentra en preparación.

Daniel V-alcárcel

Estudios Americanos
Ideas ajenas ·

.1- .A novelística de BenitÓ Lynch intenta ser el testimonio del

iB
campo argentino en la época siguiente al período roquista.
Este es el punto de partida de un trabajo sobre el novelista

=~
'{f. argentino publicado por David 'Viñas en el número XL VI
~ de CuLTURA UNIVERSITARIA, de Caracas, con el título de
.Benito f.yncb y la Pampa cercana». Correlativamente a
- las nuevas condiciones surgidas en el panorama argentino
de principios del siglo XX, el gaucho empieza a perder su carácter nómada
para transformarse en elemento sedentario no heróic9. .Así, en la obra de
Lynch no están presentes de manera permanente el desierto y la soledad -ele-
mentos épicos que convierten al gaucho en símbolo-, pero aparece en cambio
el juego dramático en el que el gaucho intenta casi siempre sin éxito, integrarse
en la comunidad. Por eso la problemática de Lynch gira en torno a la ade-
cuabilidad de la pampa ante lo social. En este sentido analiza 'Yiñas los- lf-
bros más significativos del argentino, desde «Los caranchos de la :Florida» y
«.Raqueta», a «Las mal calladas» y «El inglés de los güesos», para terminar
en «El romance de un gaucho» extensa obra que resume todas las constantes
ael novelista pampero: ámbito social de la estancia, fracaso amoroso del hom-
bre del campo, pérdida del elemento épico y presencia de la ciudad y los va-
lores urbanos.
* * *
'Un protestante norteamericano, .7vtorrison, ha escrito últimamente que
«la tendencia a la división, característica de todo el protestantismo, es verda-
Estudios· :American.o-¡
408
deramente excesiva en los Estados Unidos». Con esta frase, inicia J. .A. 1-Tar-
don S. ']. un trabajo titulado « Desunión en el protestantismo americano» que
aparece en LA CivILTA CATTOLICA de 1. de enero último.
0

J-Iay una serie de datos fundamentales para la consideración del tema:


elevado número de grupos protestantes -ochenta y seis, divididos a su vez en
innúmeras sectas, muchas de las cuales no pasan de los veinte miembros-;
diferencias de doctrinas entre las distintas agrupaciones -desde el sobrenatu-
ralismo de la derecha luterana basta el agnosticismo de la izquierda unita-
riana-, diferencias de rito -desde el rico ritual de los episcopalianos basta
las formas simplistas de los cuáqueros-, y diferencias de espíritu religioso
-entre el .tono reservado de los congregacionistas y el estilo exuberante de los
pentecostales-.
Este divisionismo es contrario a un deseo que los mismos protestantes
quieren a toda costa alimentar, según pudo verse, por ejemplo, en el paradó-
jico título «7'Jo estamos divididos» con que el Congreso ~ederal de las 'Jglesias
quiso encabezar un estudio crítico e histórico de las diversas sectas. 'J'al si-
tuación puede considerarse como un verdadero campo de experimentación de
los problemas y posibilidades del movimiento ecuménico.
***
En torno a temas que actualmente ·estudian las Reuniones de Yttesa Re~
donda del Centro de Estudios Económico-Sociales argentino, la revista DINA-
MICA SocIAL -su órgano de publicación- inserta, en el n.º 52, un trabajo
de Cecilio Benítez de Castro, titulado, «El problema de la fuga a la ciudad».
Con perspectiva histórica analiza la evolución de Euroamérica que desde
la etapa agraria y de mentalidad regional de fines del XVIII va conociendo
-el abandono de la tierra por el campesinado ·merced a corrientes poderosas,
que el autor examina, destacando las esenciales, basta plantear la situación
del siglo XX en el que puede decirse que la tierra cede su población con una
intensidad decisiva. Un caso típico es el de E. U. con cinco millones de cam-
pesinos de éxodo. Y el fenómeno alcanza incluso países de tanta tradición
agropecuaria como .Argentina. La universalidad de esta tendencia, en ritmo
creciente siempre, es peligrosa, y basta ahora han sido poco fructíferos los in-
tentos de atajarla. El problema persistirá -pese a planes tan ambiciosos,
como la Conferencia de Protecciones . .Agrícolas y la Ley J-fomes norteameri-
canas-, mientras las leyes agrarias no hagan de la tierra un espacio «habi-
table» donde las condiciones de vida alcancen al menos parte de las garantías
que hoy absorbe la ciudad.
J
·
* * *
J-fenry Pleasants ha escrito el libro titulado «La agonía de la música
·moderna». El jazz es la n:iás vital y espontánea producción musical ameri-
cana, una creación. del genio pop_ular .. El. jazz suple
· -
por ahora la falta de un
. .

Volumen IX
409

compositor grnial de música sitifónica. Pero el abismo existente hoy entre la


música orquestal y el gusto popular · no se producía en el_tiempo en que era
compuesta la que hoy es considerada como música clásica.
Olin Downes en 20 de marzo de 1955 ofrece en el NEw YoRK TIMES
una crítica del libro de Pleasants ·en la que concuerda con todos los extremoi
mencionados. En lo que no está de· acuerdo el crítico es en considerar que
desde 'Wagner a l_a fecha no hayan surgido compositores importantes o real-
mente modernos. Para él, concedida la superioridad wagneriana, han apare-
cido desde su muerte otras mentes creadoras que han proporcionado a la mú-
sica un material completamente nuevo.

* * *
El número 53 de D1NAMICA Soc1AL (Argentina) inserta el trt:1bajo de
Carlos E. 'Yon :Merck titulado «El grito de los desconocidos ». Estos descono-
cidos representan a los países hispanoamericanos frente a la actitud de los
E. U. La política yanki no ha hecho nunca nada positivo por elevar el nivel
de vida de sus vecinos continentales mientras que riadas de dólares se destinan
a Europa y Asia. Examina el autor distintos puntos de vista acerca del por
qué de tal negligencia, que atribuye sencillamente a una voluntaria posición
de desconocimiento estimada conveniente por los artífices de la política. La
opinión pública, creada por la propaganda bien dirigida, sería necesaria para
lograr el conocimiento directo de la . verdad y los problemas hispanoame-
ricanos.
· Pero es hora ya de que se comprendá en los círculos dirigentes, que los:
vecinos continentales constituyen «un buen socio » con suficientes recursos ma-
teriales, cfue pueden reclamar el primer puesto de atención para una política·
decisiva continental. El momento es crucial, pues J-Uspanoamérica, con ingen-
tes reservas y posibilidades, es un poder en gestación y su actividad en el
futuro depende en gran parte del trato cfue se le otorgue hoy. .?Wás aún: el'
aspecto social de la mayoría de estas naciones constituye una ventana abierta·
al comunismo. io_s Estados Unidos no deben ignorar esta situación alarmante
.de un comunismo que ya muerde el Continente, aunque la Conferencia de Río"
pone de manifiesto que persiste tal actitud. •. -

* * "*
El MERCURIO PERUANO n.º 332 de Lima, publica un artículo de César·
Pacheco 'Vélez sobre «La Emancipación del Perú y la Revolución Burguesa ·
del Siglo XVIII». 7'Ji la circunstancia económica, ni la . ideología, que son
los dos. primeros elementos para tipificar· la existencia de un grupo social,.
aparecen lo suficientemente claros y homogéneos en los prohombres de la
emancipación del Perú, como para hablar de un grupo burgués propiamente-
dicho. En cambio, un rasgo más saliente es la peculiaridad afectiva, que se
E studios A mericano-s.·
410

manifiesta historicamen.te en la impugnación del sistema gubernamental y en


el anhelo de patria. La revolución peruana es la consecuencia de un proceso
interno de diferenciación que se perfila en medio de un complejo de causas,
ocasiones, influencias y factores condicionantes. 'Un concepto de nacionali-
dad en formación, antecedente, pero primer paso al fin. de la moderna nacio-
nalidad. Tesis que se entronca con la línea de la más seria historiografía
peruana: Riva .Agüero, Belaunde, Basadre, Porras, Puente. Lo cual no sig-
nifica, por otra parte, que no se- encuentre testimonio de la presencia de la
burguesía en el proceso emancipador péruano.
* * *
.Alfred 5lfetraux se ocupa en el número de febrero de ARTS ANo AR-
CHITECTURE del problema que plantea el choque de nuestra civilización con
los pueblos primitivos y el inevitable proceso de desaparición -o degradación
que, con raras excepciones, supone para éstos, a través de varias fases y por
obra de diversos agentes que han ido originándose en formas muy análogas
desde el fin de la Edad 5lfedia. Supuesto que el contacto civilizador es inelu-
dible y que siempre la cultura más avanzada se impondrá a la más primi-
tiva no sólo por presión de aquélla sino por imitación de ésta, el autor se
pregunta si los conocimientos antropológicos y psicológicos de los últimos
cincuenta años no servirán para evitar en el futuro la rápida o gradual eli-
minación que se produjo en el pasado. El problema no consiste sólo en salva-
_guardar los cuerpos sino en evitar el colapso de su voluntad de supervivencia
y en conservar sus tradiciones artísticas que pertenecen al acervo cultural de .
Ja J-lumanidad.
* * *
El Padre ':Fernando yuardia, S. J., publica en el n. º 8 7 de la Revista
salvadoreña EcA un articulo titulado «La función social de la propiedad en
.la Constitución Panameña», en et que se destaca el sentido cristiano de la
.actual Constitución que garantiza la propiedad privada adquirida con arre-
,glo a la ley, frente a la tesis liberal e que el derecho de propiedad tiene por
-0bjeto conservar la propiedad ya adquirida. Existe el verdadero derecho a la
,posesión de la cosa; pero este derecho no es absoluto ni independiente. Por la
naturaleza de lós bienes de la tierra, el que los posee ha de realizar el fin que
tsos bienes tienen: ser para todos. En esto consiste la función social de la
propiedad. Al mismo tiempo, carece de valor la afirmación de algunos auto-
.res de que lq propiedad es una función social; a este respecto conviene recor-
,dar que la propiedad no es creación de la sociedad, porque es anterior a la
misma.

Volumen IX
.
Ejemplar: 17 ptas.
Suscripción anual: 150 ptas.

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