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PARAGUAY!

DE LA INDEPENDENCIA
A LA DOMINACION
IMPERIALISTA
1811-1870

Sergio Guerra Viaboy

HISTORIA

O
EDITORIAL DE CIÍENCIAS SOCIALES, LA HABANA.1984
EDICIÓN: Jorge Oviedo Rueda y Consuelo Casanova Orozco
CORRECCIÓN: Lea Lozano Ramil

© Sergio Guerra Vilaboy, 1984


© Sobre la presente edición:
Editorial de Ciencias Sociales, 1984

Estimado lector, le estaremos muy agradecidos si nos


hace llegar su opinión, por escrito, acerca de este,
libro y de nuestras ediciones.

Editorial dé Ciencias Sociales, calle 14, no. 4104


Playa, Ciudad de La Habana, Cuba
Nota del Autor

Las luchas del pueblo paraguayo por su de­


sarrollo independiente y contra las intervencio­
nes extranjeras durante el siglo xix, constituye
uno de los acontecimientos más relevantes, y al
mismo tiempo menos conocidos, de la historia
de América Latina.
Después de la emancipación de España (1811)
y hasta la brutal ocupación de su territorio por
los ejércitos invasores de la Triple Alianza en
1870, el Paraguay fue por su estructura y , de­
sarrollo socio-económicos una excepción entre
los países latinoamericanos. Aquí los latifundis­
tas criollos no pudieron ascender al poder tras
la independencia, como sucedió en el resto del
continente, donde dejaron inconclusas las tareas
de la revolución burguesa, obstaculizaron el de­
sarrollo industrial y facilitaron al capital impe-,,
rialista, la sustitución del viejo colonialismo por
una dependencia de nuevo cuño. En el Paraguay

1
la s masas campesinas pudieron llevar adelante
los avanzadas proyectos democráticos de la co­
rrien te radical rioplatense —cuyos exponentes
fueron Artigas en el Uruguay, Mariano Moreno
en Buenos Aires y el doctor Francia en la tierra
guaraní—, abriendo el camino al avance capi­
talista por la vía que Lenin llamó revolucionaria.
Así se convirtió en la única nación latinoam eri­
cana que las grandes potencias industriales —y
la s fuerzas sociales aliadas én el plano interno—
n o lograron deform ar hasta que en 1870 con­
cluyó la devastadora agresión de la Triple
Alianza.
El presente texto ha sido elaborado tomando
com o base los siguientes trabajos. En la parte
introductoria se utilizaron dos artículos edita-
d.os originalmente en la revista OCLAE en 1977
y 1978. El ensayo sobre la época del doctor
Francia, cuya prim era versión corresponde a los
años 1971-1972, fue presentado en la Universi­
d a d Nacional Autónoma de México (UNAM) en
u n Seminario internacional (1980) sobre "Dicta­
duras y D ittadores en América Latina” y publi­
cado en la revista Crítica y Utopía de Buenos
Aires, en 1981. Por último, el estudio sobre los
López y la guerra de la Triple Alianza apareció
p o r prim era vez en Santiago, Resista de la Uni­
versidad de Oriente, en diciembre de 1978.

S.G.V.

2
INTRODUCCIÓN:
LAS LUCHAS INDEPENDENTISTAS
EN EL RIO DE LA PLATA

El sistema„ Robespierre, que se quería apli­


car aquí, la imitación de la Revolución Fran­
cesa, que se quería usar como modelo, tr<¡i-
casaron, gracias a D ios. . . ’

CORNELIO SAAVEDRA

' El análisis de las luchas sociales desatadas


en el Virreinato del Río de la Plata y particu­
larmente en el Paraguay, en los años de la pri­
mera independencia, debe comenzar por dos he­
chos —la invasión inglesa a Buenos Aires y la
ocupación napoleónica de la península ibérica—
que empezaron a agrietar el dique que hasta
entonces había contenido a las fuerzas de la
emancipación.
Entre los acontecimientos que más contri­
buyeron a acelerar el proceso emancipador en
el Río de la Plata y a forjar la nueva nacionali­

1 Escrito por Cornelio Saavedra el 15 de enero de 1811.


Tomado de Manfred Kossok: «La sal de la Revolución.
El jacobinismo en Latinoamérica. Intento de una de­
terminación de posiciones», en Historia y sociedad, Méxi­
co 1977, no. 13, p. 22.

3
dad estuvieron las invasiones inglesas, ocurridas
durante 1806 y 1807. El ataque inglés no sólo
reveló la existencia de im portantes sectores crio­
llos en ascenso económico —naciente burguesía
comercial, hacendados y estancieros—, capaces
de levantar con su-acción todo un movimiento
popular al margen de las autoridades coloniales
españolas, sino también descubrió los propósi­
tos de Gran Bretaña para suplantar por la fuer­
za a España en sus dominios americanos.2
El crecimiento de la conciencia nacional en
el Río de la Plata forma parte de un largo pro­
ceso, que comenzó a cobrar fuerza desde comien­
zos del siglo xix.3 Manifestaciones de los intere­
ses criollos, que perm itieron crear las prim eras
fisuras en el régimen colonial español, se dieron
a conócer en las páginas de algunos periódicos
de Buenos Aires, como El Telégrafo Mercantil
(1801-1802) o el Semanario dé Agricultura y Co-

2 Para el estudio de la época colonial en el virreinato


del Río de la Plata ver a Rodolfo Puiggros: De la colonia
a la revolución, Lautaro, Buenos Aires, 1943; Leonardo
Paso: De la colonia a la independencia nacional. Edito­
rial Futuro, Buenos Aires, 1963; Manfred Kossok: El
virreinato del Rio de-la Plata, Editorial Futuro, Buenos
Aires, 1959 y Ricardo Levene: Investigaciones acerca de
la Historia Económica del virreinato del Plata, El Ateneo,
Buenos Aires, 1952, 2 t.

3 Sobre el tema de la nación y la nacionalidad en América


Latina ver a Alberto Prieto: «La nacionalidad en nues­
tra América», en revista Casa de las Américas, La Haba-
n i. 1977, nos. 107-108-110.

4
mercio, que se publicó hasta 1806 bajo la di­
rección de Hipólito Vieytes.'4
Esos cambios coincidieron con el incremen­
to de las apetencias coloniales de la rapaz bur­
guesía inglesa, cuyas vinculaciones con Hispano­
américa se habían fortalecido durante el siglo
xviix en virtud del comercio de contrabando. A
raíz del Tratado de Basilea —firmado en 1795—,
España y Francia se aliaron contra Inglaterra,
y después”'d e la batalla de Trafalgar, los ingle­
ses qüedaron posesionados de los mares, para
aum entar así las posibilidades de arrebatar colo­
nias a las potencias enemigas.

Fracaso colonialista inglés


La política agresiya llevada a cabo por In­
glaterra contra España desde 1795 se evidenció
con las invasiones inglesas al Río de la Plata.
El 25 de junio de 1806, 2 000 soldados britá­
nicos, encabezados por el general William Garr
Beresford, desem barcaron en las cercanías de
la villa de Buenos Aires, ciudad que por en­
tonces contaba con unos 50 000 habitantes. Se
desató la lucha entre ingleses y españoles, hasta
que el virrey, marqués de Sobremonte, huyó de
la capital rum bo a Córdoba, para así abandonar
la ciudad a los invasores.

4 Leonardo Paso: Historia del origen de los partidos polí­


ticos en la Argentina, Editorial Cartago, Buenos Aires,
1974, p. 20.

5
Entregada Buenos Aires a los soldados bri­
tánicos, Beresford modificó la tarifa aduanera
a favor del comercio inglés, propició el asenta­
m iento en la villa de algunas casas comerciales
y proclamó sus respetos a la religión católica.
Además, se decretó la libre navegación por los
ríos. Pero estas medidas no fueron suficientes
piara vencer la oposición criolla, que considera­
b a la invasión inglesa como de agresión a la
tie rra natal. La existencia de un naciente senti­
m iento nacional, que aún se identificaba de cier­
ta form a con España, perm ite entender el ines­
perado comportam iento de los hacendados y
com erciantes criollos, a quienes beneficiaban las
medidas liberales adoptadas por los ingleses.
Los criollos tom aron en sus manos la lucha
contra la invasión británica y organizaron sus
fuerzas bajo la dirección de un experto m ilitar
francés, Santiago Liniers, residente en el virrei­
n ato desde 1796.
Integraron el contingente patriota los gau­
chos qué dirigía Juán Martín de Pueyrredón y
las milicias patricias de Cornelio Saavedra, así
com o decenas de combatientes procedentes de
las más recónditas regiones de El Plata. El re­
cién creado ejército criollo se concentró en la
B anda Oriental del Río Uruguay. Recibieron
arm as y provisiones enviadas por el Gobernador
español de Montevideo, y con ellas iniciaron la
«Reconquista» de Buenos Aires. Los combates
se desarrollaron exitosamente para las armas

6
criollas y culminaron el 12 de agosto con la ex­
pulsión de los ingleses.5
La Junta de Guerra —integrada por muchos
combatientes criollos—, reunida, en febrero de
1807, acordó la destitución del marqués de So-
bremonte, cuyas atribuciones pasaron a la Au­
diencia, aunque el título de Comandante Militar
—exclusivo del Virrey— le fue conferido a San­
tiago Liniers. Pueyrredón partió entonces hacia
España para dar cuenta de los sucesos y con­
seguir la aprobación de estas decisiones por el
jGobierno de Madrid.
Sin embargo,' los ingleses no desistieron de
su empeño. A principios de 1807, 12 000 soldados
al mando dé John Whitelocke se presentaron
esta vez en Montevideo y ocuparon la ciudad.
Luego intentaron repetir la operación en Bue­
nos Aires. Los criollos, dirigidos de nuevo por
Liniers, se negaron a rendir la capital del Virrei­
nato, hostigando tenazmente a los ingleses en
episodios de gran audacia m ilitar que los histo­
riadores han dado en llam ar «La defensa». Derro­
tados los invasores el 7 de julio, las tropas bri­
tánicas fueron obligadas a evacuar todos sus
efectivos del Río de la Plata.
El fracaso estrepitoso del intento colonia­
lista demostró a la burguesía inglesa los peli­
gros y las limitaciones que implicaba la realiza­
ción de expediciones de conquista, del tipo
tradicional, contra Hispanoamérica. Pero las

5 Benito M arianetti: Argentina, realidad y perspectivas,


Editorial Platina, Buenos Aires, 1964, pp. 27-28.

7
consecuencias más im portantes, que de estos
hechos se derivaron fueron otras. Los éxitos de
la lucha popular contra los ingleses elevaron la
confianza de los criollos en sus propias fuerzas,
y ayudaron a acercar la fecha de la emancipación
del yugo español. La apertura de Buenos Aires al
libre comercio, legalizado durante un breve pe­
ríodo, ayudó a deslindar los campos antagónicos,
entre los intereses económicos de españoles y
criollos, propugnado res unos del mercantilismo
monopolista y otros del comercio libre. La inter­
vención inglesa reveló también el grado de inca­
pacidad política y m ilitar de España, obligada a
depender de sus propias colonias para la defensa
de su Imperio de Ultramar.

La Junta de Mayo
La crisis política en que se vio envuelta Es­
paña con la destitución por Napoleón Bonaparte
de la monarquía reinante y la consiguiente ocu­
pación francesa de la península ibérica, tuvo
profunda repercusión en Hispanoamérica.6 Los
sucesos europeos agudizaron las contradicciones
entre criollos y españoles, acelerando el movi­
miento independentista.
En el Virreinato del Río de la Plata gober­
naba desde 1807 Santiago Liniers, quien había
sido designado para tan alto cargo por los crio-

* Sobre la ocupación francesa y sus consecuencias véase:


Carlos Marx y Federico Engels: La revolución española.
Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975.

:8
líos, en premio a su destacada participación en
la lucha contra los ingleses. La m onarquía es­
pañola, puesta ante hechos consumados, no tuvo
más remedio que ratificarle como virrey y san­
cionar la destitución del desprestigiado marqués
de Sobremonte.
Los círculos m onopolistas.de Buenos Aires y
Montevideo contemplaron con creciente alarma
el avance de la influencia criolla en el Gobierno
del virreinato, La resistencia de los españoles a
aceptar la introm isión de los criollos en los
asuntos gubernamentales aumentó con el nóm-
bram iento del general Francisco Javier de Elío
como Gobernador de la plaza de Montevideo.
Elío era un furibundo defensor del absolutismo
y el 24 de septiembre de 1808 aprovechó las no­
ticia s sobre la creación en Sevilla de una Junta
Central de Gobierno ^ d e s tin a d a a dirigir la
resistencia del pueblo español contra los ocu­
pantes franceses— para desconocer la jurisdic­
c ió n de Liniers sobre Montevideo, autoprocla-
mándose presidente de una Junta subordinada
directámente a la de España. Elío no se limitó a
desconocer al Gobierno capitalino, sino que tam ­
bién fomentó la desobediencia de los españoles
residentes en Buenos Aires a . la autoridad del
virrey Liniers. Como resultado de su actividad
antiporteña un grupo de peninsulares, encabeza­
dos por el alcalde del cabildo bonaerense, don
M artín de Alzaga, se sublevó en la capital del
virreinato el prim ero de enero de 1,809. El mo­
vimiento fue dominado por las milicias de Saa-

9
v ed ra y los involucrados desterrados a Carmen
de Patagones.
E stas circunstancias perm itieron al general
E lío lograr que la Junta Central de Sevilla sus­
titu y era a Liniers como virrey y situara en su
lu g ar al funcionario español B altasar Hidalgo de
Cisneros, quien llegó a Buenos Aires en julio de
1809. La llegada de Cisneros a la sede del virrei­
n a to coincidió con el inicio del movimiento inde-
pendentista en los territorios bajo su jurisdic­
ción. Juntas de Gobierno, compuestas en su
m ayoría por criollos, destituyeron a las autori­
dades españolas y se establecieron en Chuqui-
saca, La Paz y otras villas del Alto Perú. Apre­
suradam ente, el nuevo virrey despachó las
fuerzas con que contaba para reprim ir al movi­
m iento. En coordinación con las tropas del
virrey del Perú, lograron aplastar las subleva­
ciones en relativamente poco tiempo.
E n agosto de ese turbulento año ix se pre­
sentaron arité el puerto de Buenos Aires varios
,barcos ingleses, que pretendían establecer re­
laciones comerciales con el virreinato, pretex­
tando la alianza recién concertada ^entre España
e Inglaterra contra la Francia napoleónica. Los
monopolistas se opusieron a la apertura del
puerto y ello motivó que el relator de la Real
Audiencia, Mariano Moreno, escribiera su famo­
so alegato en favor del comercio libre titulado
Representación de los hacendados, que recogía
el sentir de los intereses criollos. Este documen­
to pronto se convirtió en el program a económico

10
de los estancieros y comerciantes, enemigos del
régimen colonial.7
El movimiento anticolonialista se iba exten­
diendo en Buenos Aires como expresión de estas
contradicciones. Uno de los grupos de conspira­
dores que alcanzó mayor importancia era el que
se reunía en la jabonería de Hipólito Vieytes,
■donde se formó la organización secreta Sociedad
de los Siete. E ntre sus fundadores se encontra­
ban Juan José Castelli, Manuel Belgrano y Juan
José Paso. De acuerdo con Saavedra, estos hom­
bres prepararon la sublevación que debía esta­
llar cuando Sevilla cayera en poder de los fran­
ceses. La ocupación de esa ciudad española por
las huestes de Napoleón significaría la desapari­
ción de la Junta Central Gubernativa y el de­
samparo de las autoridades coloniales, así como
la ruptura de las relaciones formales metrópoli-
colonia.. Ese hecho se conoció en Buenos Aires
el 13 de mayo, y precipitó el desenlace de los
acontecimientos.
Cuando llegó la noticia de la toma de Sevi­
lla por los franceses, la población de Buenos Ai­
res se volcó a las calles y, con el apoyo de las
milicias patricias, exigió al virrey la convocato­
ria de un cabildo abierto a fin de elegir una
Junta de Gobierno. La presión popular obligó al
virrey Cisneros a ceder y el 25 de mayo de 1810
asumió los poderes una Junta de Gobierno inte­
grada por 7 criollos y 2 españoles. E sta especie

7 Sobre la vida de Moreno ver a Sergio Bagíú: Mariano


Moreno. Pasión y vida del hombre de mayo. Claridad,
Buenos Aires, 1939.

11
de Gobierno colegiado de Buenos Aires, estaba
presidido por el propio Saavedra y contaba con
Moreno y Paso como secretarios; vocales de
la Junta eran Belgrano, Castelli, Manuel Alberti,
Miguel de Azcuénaga y los españoles Domingo
Matheu y Juan Larrea. En la práctica, la Junta
de Gobierno sólo ejercía su soberanía sobre el
puerto y regiones cercanas; pues las restantes
provincias del virreinato se negaron á reconocer
al nuevo Gobierno y mantuvieron las tradiciona­
les autoridades coloniales.

Proyección “jacobina” de Mayo:


Mariano Moreno
Las jornadas de mayo llevaron al poder en
Buenos Aires a un grupo heterogéneo de hom­
bres, entre los cuales sobresalía un ala radical
que quería proclam ar la inmediata independen­
cia de España, a la par que realizar profundas
transformaciones económicas y sociales en be­
neficio de las masas oprimidas. Esa facción
"jacobina" estaba encabezada por Belgrano y
Castelli, aunque la dirección intelectual prove­
nía del secretario de la Junta, don Mariano Mo­
reno. Los radicales utilizaron todos los medios
a su alcance para difundir sus ideas e im pulsar
la actividad emancipadora y destruir cualquier
posibilidad de conciliación con las autoridades
peninsulares y los comerciantes monopolistas.
Buena parte de aquella labor propagandística
se realizó en La Gaceta, órgano oficial de la Jun­
ta, fundado y dirigido por el propio Moreno.

12
La estructuración más integral del pensa­
miento de Moreno fue plasmada por el líder ra­
dical en su discutida obra titulada Plaii de Ope­
raciones, donde se relacionaban las tareas
militares, sociales y económicas necesarias para
consolidar el movimiento revolucionario. Las
ideas recogidas en este program a superaban con
creces las demandas formuladas a España por
el propio autor en su mencionado memorándum
al virrey Cisneros. El Plan de Operaciones refle­
jaba una*Tápida m aduración del pensamiento
revolucionario de Moreno.8
En él se planteaba el proyecto de expropiar
a 5 000 o 6 000 ricos propietarios y así obtener
fondos para im pulsar el desarrolló de la indús-
tria, Ta minería y la agricultura. El program a
proponía una cierta intervención estatal en dife­
rentes sectores de la economía, a la vez que ha­
blaba de aniquilar sin contemplaciones a los
aliados del régimen colonial.
/ El ala radical de la Junta impulsó, entre sus
prim eras medidas, el establecimiento del comer­
cio libre y la represión a las actividades con­
trarrevolucionarias. Con el propósito de pasar a
la ofensiva contra las autoridades coloniales, to­
davía al frente de las provincias, Moreno preparó
un poderoso ejército (29 de mayo) que debía
sum ar a todas las regiones del interior al movi­
miento de Mayo, especialmente a las de Alto
Perú, cuna del fenecido movimiento juntista de
1809.

8 Leonardo Paso: Rivadavia y la línea de mayo, Editorial


Fundamentos, Buenos Aires, 1960, pp. 44-48.

13
Las fuerzas enviadas al nOrte se organizaron
b a jo la dirección m ilitar de Francisco A. Ortiz
d e Ocampo. Como “consejero político” actuaba
Hipólito Vieytes. El 26 de agosto Castelli se
sum ó a las tropas que m archaban hacia el Alto
P erú —sustituyó a Vieytes—, con la finalidad
d e asegurar la ejecución de los realistas captu­
rados en Córdoba, entre los que se encontraba
e l otrora virrey Liniers. La incorporación de
Castelli imprimió valor y espíritu revolucionario
al Ejérc ito del Norte. En la travesía se fueron
incorporando, para com batir a los "godos”, gau­
chos y campesinos —como Martín Güemes—,
que le dieron el aspecto de una verdadera hueste
popular. Ya en el Alto Perú, las fuerzas coman­
dadas por Castelli lograron apoderarse de Chu-
quisaca y Potosí. En medio del júbilo de la po­
blación indígena de los Andes, Castelli proclamó,
en una solemne ceremonia celebrada al pie de
las ruinas de Tiahuanaco —y ante la estupefac­
ción de los terratenientes-^, la abolición de la
capitación y la plena igualdad de todos los ciu­
dadanos. Aunque los indios no podían compren­
d er todo el sentido de aquella ceremonia, ni de
las consignas "jacobinas” de Castelli, sí aprecia­
ro n su esfuerzo por repartir tiecgas entre las
m asas desposeídas. Las clases privilegiadas del
Alto Perú, por otro lado, no tardaron en mani­
festar su descontento.9
M ientras estos acontecimientos revoluciona­
rios se desarrollaban en el norte, la situación
política se complicaba en Buenos Aires. La rup­

9 Ibídem.

14
tura entre la facción m oderada de la Junta,
encabezada por Saavedra, y el ala "jacobina”
dirigida por Moreno, se acentuaba. Los sectores
conservadores del Gobierno consideraban intole­
rables las proyecciones radicales de Moreno
-—así como sus decretos y resoluciones—, quien
ya acariciaba el plan de convocar a un Congreso
Nacional que proclam ara abiertam ente la inde­
pendencia de España.
Para socavar los propósitos revolucionarios
de Moreno, la facción conservadora consiguió
poner en minoría al grupo radical en el seno dé
ía Junta, valiéndose de la incorporación de dele­
gados del interior, partidarios hasta cierto punto
de m antener el statu quo alcanzado. La Junta
Ampliada o Grande, como se le denomina indis­
tintamente, se organizó el 18 de diciembre de
1810 con 22 miembros, entre los que se encon­
traba el deán Funes, ilustrado sacerdote cor­
dobés.
El año de 1811 se inició con el alejamiento
de Moreno del escenario político bonaerense.
Obligado a ocupar un cargo en Londres, cosa
que equivalía al destierro, Moreno falleció (4 de
marzo) duránte la travesía hacia Inglaterra, se
supone que envenenado. Su fecunda influencia
sólo había durado unos meses.
Los epígonos de Moreno se reunían en el
club del Café de Marco —dirigidos por Hipólito
Vieytes y Domingo French —y a semejanza de
los clubes del París revolucionario, no tardaron
en constituirse en organización política. En los
días 5 y 6 de abril intentaron sublevarse, pero

15
fueron aplastados por las milicias patricias de
Saavedrá. Clausurado el Club, un tribunal, de­
nominado de Seguridad Pública, condenó a sus
miembros a penas de destierro o prisión.10 La
derrota de la facción revolucionaria de Mayo se
completó con el pretexto de los fracasos mili­
tares de. Castelli en el Alto Perú —derrotada en
la batalla de Huaqui el 20 de junio de 1811. El
"consejero político” del Ejército del Norte fue
sustituido —por Pueyrredon— y murió un año
después en una prisión de Buenos Aires.

Artigas y la Banda Oriental


Simultáneamente al desarrollo de la lucha
de los criollos contra el régimen colonial en el
Alto Perú y Paraguay —cuyo análisis se efec­
túa más adelante—, se inició la guerra de libe­
ración en la Banda Oriental del río Uruguay,
donde estaba enclavado el baluarte español de
Montevideo.'
Buenos Aires, como centro del movimiento
emancipador en el Río de la Plata —a pesar de
que la independencia no había sido declarada—,
irradiaba sus influencias y apoyo a las fuerzas
anticolonialistas del antiguo virreinato, ya que
esa labor contribuía, de cierta manera, a garan­
tizar la consolidación del movimiento en la
capital.

10 Leonardo Paso: Historia del origen de los partidos


. ob. cit., pp. 28-29.

16
Por esa razón;' los patriotas orientales bus­
caron aliento en Buenos Aires/ decididos a em­
prender la lucha contra el Gobierno realista de
Montevideo, a cargo de Ello, quien ya había sido
nombrado por el Consejo de Regencia de Es­
paña como Virrey del Plata.
La guerra emancipadora del pueblo oriental
comenzó el 28 de febrero de 1811 con el famoso
grito de Ascencio. Los sublevados pronto recono­
cieron su*5ubordinación a las autoridades de la
Junta de Buenos Aires y solicitaron su respaldo.
El Gobierno porteño respondió enviando un con­
tingente m ilitar al m ando del general Manuel
Belgrano. En abril se incorporóla las fuerzas
patriotas el ojiental José Gervasio Artigas
—'quien desembarcó por la Calera—. Artigas es­
taba llamado a desémpeñar un im portante papel
en la lucha independentista-11
- La prim era victoria m ilitar de las arm as an­
ticolonialistas se obtuvo el 24 de abril en la villa
de San José. Obligados los realistas a refugiarse
en las fortificaciones de Montevideo, Belgrano
puso sitio a la ciudad el 2 de mayo de 1811. Víc­
tima de las intrigas políticas de la oligarquía
bonaerense, tuvo que entregar el mando poco
después al coronel José Rondeau.
No obstante estos cambios en la alta jerar­
quía m ilitar patriota, las tropas dp Elío fueron
derrotadas el 18 de mayo en la batalla de Las
Piedras, donde se distinguió por su bravura el
comandante Artigas. La ocupación de todo

11 Véase: Oscar H. Bruschera: «Prólogo», en José Artigas.


Documentos, Casa de las Américas, La Habana, 1971.

17
el territo rio oriental por las fuerzas de Rondeau
y Artigas era sólo una cuestión de días. En esas
circunstancias, se produjo el entendimiento
entre el Gobierno de Buenos Aires, represen­
tado p o r el deán Funes, y las fuerzas realistas
de Montevideo, encabezadas por Elío, que entre­
gó la Banda Oriental a los españoles. Evidente­
m ente, la oligarquía porteña temía que la lucha
del pueblo oriental escapara a su control.’2
Artigas se vio forzado a em prender la re­
tirad a desde la sitiada Montevideo (octubre de
1811) y dirigirsé hacia lá zona entrerriana de
-Ayuy, acompañado de sus soldados y de miles
de gauchos y peones con sus familias, que pre­
ferían el éxodo antes de volver a someterse a
la dominación española. Esta verdadera epopeya
ha sido recogida por la historia como el "éxodo
del pueblo oriental”.13

De la Junta Grande a los Triunviratos


en Buenos Aires
La manifiesta incapacidad político-militar de
la Ju n ta Ampliada, la presión del cabildo de Bue­
nos Aires y las contradicciones entFé algunos
miembros del Gobierno, llevaron a la disolución
de la Junta en septiembre de 1811 y al aleja­
m iento de Funes y Saavedra. En su lugar se
creó un Triunvirato, formado por Feliciano Chi-
clana, Juan José Paso y Manuel de Sarratea.

12 Benito M arianetti: ob. cit., p. 34.


T3 Oscar H. Bruschera: ob. cit., p. 17.

18
La gestión del nuevo Gobierno quedó en
manos de uno de sus secretarios: don Bemar-
dino Rivadavia, quien se había destacado como
Capitán en una compañía del Regimiento Galle­
gos en la lucha contra los ingleses y más tarde
como Alférez Real del cabildo de Buenos Aires,
en la semana de los sucesos de Mayo. Bajo el
impulso de Rivadavia se promulgó un Estatuto
Provisional del Gobierno Superior de las Pro­
vincias Unidas del Río de la Plata, que fue el
prim er intento de organización constitucional
emprendido por Buenos Aires. Rivadavia propu­
so también algunas leyes destinadas a favorecer
el desarrollo de la economía y la cultura. Nos
referimos al proyecto de cesión gratuita de
tierras fiscales y a la creación de escuelas laicas.
El período de gobierno del Triunvirato se
caracterizó por las continuas turbulencias po­
líticas, conspiraciones y motines. En diciembre
de 1811~se produjo un conato de golpe de estado,
protagonizado por las milicias patrlicias que se
negaban a secundar los planes de Belgrano, en­
caminados a organizar un verdadero ejército na-
qiónal. A principios de 1812 fue resueltamente
reprim ida la sublevación realista dirigida por
Alzaga y á continuación se desarrolló la crisis
política que condujo a la sustitución de Paso
por Pueyrredón como miembro del Triunvirato.14
La caída del prim er Triunvirato no se debió
en realidad a ninguno de estos hechos, sino al
resurgimiento de las sociedades semisecretas.

14 Leonardo Paso: ob. cit., pp. 30-31.

19
Tras la disolución de la Junta Ampliada, Riva-
davia permitió la reorganización del viejo Club
“jacobino” fundado por los partidarios de Mo­
reno. El 13 de enero de 1812 el Club se trasladó
del Café de Marco a la Casa del Consulado, y
adoptó el nombre de Sociedad Patriótica. La
dirección del Club radical estaba ahora en ma­
nos de Bernardo Monteagudo, ferviente partida­
rio de la independencia. La lucha constante de
Monteagudo por declarar la emancipación de
España lo llevaría poco a poco a posiciones an­
tagónicas, frente a la política conciliadora de
Rivadavia y el Triunvirato.15
Otra organización que hizo su aparición en
el escenario bonaerense fue la Logia Lautaro.
Esta sociedad nació en marzo de 1812, después
de la llegada a Buenos Aires de Carlos M. de
Alvear y José de San Martín. La Logia Lautaro
—junto con la Sociedad Patriótica— asum iría la
responsabilidad de derrocar al Gobierno. La po­
lítica titubeante del Triunvirato, que concitaba
el descontento de las provincias yr rehuía una
confrontación directa con los realistas, quedó al
descubierto cuando Rivadavia desautorizó a Bel-
grano (febrero de 1812) por hacer ju ra r a sus
tropas una bandera con los colores celestes y
blanco.16

15 Ibídem, pp. 36-40. Las circunstancias conducirían des­


pués a Monteagudo a seguir a San M artin en sil epo-
péyica campaña por Chile y Perú. Murió asesinado en
Lima, el 28 de enero de 1825.
16 Benito M arianetti: ob. cit., p. 36.

20
El desenlace final se produjo el 8 de octu­
bre de 1812, cuando José de San M artín dirigió
él golpe'm ilitar que dio al traste con el prim er
Triunvirato, y estableció él segundo. En la prác-
ticá, el segundó Triunvirato, encabezado por
Paso, resultaría tan vacilante como el primero,
aunque a diferencia de éste tuvo en ocasiones
que ceder ante las presiones de la Logia Lautaro
y la Sociedad Patriótica, concordes en el propó­
sito de radicalizar el movimiento para alcanzar
la independencia y lograr un cordial entendi-
miento con las provincias. De ahí que el nuevo
Gobierno se viera precisado a convocar a elec­
ciones para una asamblea, encargada de ela­
borar la Constitución de las Provincias Unidas
del Río de la Piata y declarar la independencia
de España.17
El vuelco favorable en el curso de los acon­
tecimientos se produjo con la victoria m ilitar
alcanzada por San M artín en la batalla de San
Lorenzo —que puso fin a las correrías españolas
por el Paraná— y las derrotas sufridas por los
ejércitos realistas en Tucumán y Salta a manos
de las fuerzas de Belgrano —quien en marzo de
1812 había sustituido a Pueyrredón al frente de
los contingentes del norte—, apoyadas por las
guerrillas indígenas de las “republiquetas", co­
mandadas por Manuel A. Padilla y su valerosa
mujer, Juana de Azurduy, Ignacio Warnes y José
Vicente Camargo.

17 Leonardo Paso: ob. cit., pp. 36-40.

21
La Asamblea del Año xm
Alentado o tra vez por Buenos Aires se rei-
nició la lucha a fines de 1812 en la Banda Orien­
tal, d e nuevo foco de constantes conspiraciones
realistas. Rondeau y Artigas dirigían a los patrió-
tas que, en una serie de campañas fulminantes,
derrotaron a las tropas españolas, y los obliga­
ron, p o r segunda vez, a encerrarse en Montevideo.
Conocida por Artigas la convocatoria librada
por el segundo Triunvirato para reunir una
asam blea de representantes del Plata en 1813,
el caudillo oriental dispuso la organización en
Tres Cruces de la elección de los diputados de
la B anda Oriental. A los representantes electos
por el pueblo, Artigas entregó sus famosas Ins­
trucciones del Año X III, en las cuales hizo gala
de u n a clara visión de los problemas sociales
del Plata y de un avanzado pensamiento político.
Los principales postulados sostenidos por Arti­
gas eran: independencia absoluta de todo poder
extranjero; régimen republicano y sistema fede­
ral p ara el nuevo Estado; libertad civil y reli­
giosa; eliminación de las trabas arancelarias
internas, que lim itaban la creación de un mer­
cado nacional; nacionalización de la acTuana por-
teña y distribución equitativa de sus rentas
entre todas las provincias, así como perm itir la
libre navegación por los ríos.18

18 Benito M arianetti: ob. cit., p. 50 y Oscar H. Bruschera:


ob. cit., pp. 22-24. Para más detalles ver a Héctor Mi­
randa: Las instrucciones del año XIII. Biblioteca Artigas,
Montreal, 1964, 2 t.

22
Las clases dominantes de Buenos Aires no
aceptaron el program a político artiguista y des­
conocieron la elección de los diputados del
pueblo oriental. Para sustituirlos por represen­
tantes domesticados, Rondeau organizó en Ma-
ciel una farsa comicial, en la que fueron desig­
nados delegados conservadores por la Banda
Oriental.
Ante la inescrupulosa violación de los dere­
chos orientales, Artigas se declaró en rebeldía,
desconoció la elección hecha por Rondeau y
abandonó con sus fuerzas el sitio de Montevideo.
Se iniciaba una nueva etapa de la lucha ár-
tiguista.
La experiencia, de los sucesos en la Banda
Oriental, la tradicional política hegemónica de
Buenos Aires y los términos de la convocatoria
del Congreso del Año x i i i , no dejaban lugar a
dudas en cuanto a las pretensiones y objetivos
que perseguía el Triunvirato.
Con esta asamblea la oligarquía porteña
pretendía legitimar su predominio político y
privilegios económicos. El puerto y la provincia
de Buenos Aires seguían aprovechándose en for­
ma exclusiva de las rentas de aduana prove­
nientes del comercio. Al amparo de la naciente
penetración comercial inglesa, la balbuceante oli­
garquía porteña se iba enriqueciendo, mientras
se arruinaban los productores de las provincias:
hacendados, chacreros y artesanos. Esta situa­
ción alentaría de a,hí en adelante la agitación po­
lítica en todas las regiones del interior y el
litoral, y arrastraría a las masas populares tras

23
caudillos, de las más disímiles tendencias, pero
siempre enemigos de las pretensiones hegemó-
nicas de Buenos Aires, defendidas por los uni­
tarios.
En estas circunstancias se había producido
en Buenos Aires la debatida Asamblea del Año
x i i i , inaugurada el 21 dé enero. A pesar de no

contar con la presencia de los enviados de Arti­


gas y de constituir un evidente intento de hege­
monía por parte de la naciente oligarquía por­
teña, el Congreso representó un im portante paso
en aras del avance y consolidación del movi­
miento independentista del Plata. Lo más sobre­
saliente de la reunión, fue el acuerdo de desco­
nocer el poder del rey de España y asum ir la
responsabilidad de organizar el Estado, aun
cuando formalmente no se sancionaba una
constitución ni se declaraba la independencia.
Asimismo, la Asamblea consagró la libertad de
los esclavos y prohibió la trata; „se abolieron
los títulos nobiliarios, se estableció la soberanía
de la autoridad civil sobre la eclesiástica; se apro­
baron la bandera y el escudo nacionales; se
suprimieron las mitas, encomiendas, mayorazgos
y servicios personales y se autorizó la libre en­
trada de las casas comerciale.1:-. y mercaderes ex­
tranjeros.
Las limitaciones de la Asamblea del Año
x i i i , en la que habían puesto sus esperanzas los

miembros de la Logia Lautaro, provocaron la


división de sus integrantes. La influencia de Al-
vear-fue prevaleciendo en la Logia y junto con
ella la idea de concentrar el poder político en

24
una sola persona. Las derrotas de Vilcapugio y
Ayohuma en el Norte (octubre-noviembre de
1813), el anuncio de una posible invasión espa­
ñola, la enfermedad de Belgrano, la ausencia de
San Martín —que marchó al norte a asum ir la
dirección del ejército-—, la rebeldía de Artigas y
el bloqueo de Buenos Aires por los realistas de
Montevideo, fueron factores que facilitaron a
Alvear imponer, el 22 de enero de 1814, a su
pariente Gervasio Antonio de Posadas como Di­
rector Suprgmo de las Provincias Unidas del Río
de la Plata.'9

Luchas de Artigas y San Martín


Tras la retirada: de las fuerzas artiguistas
del sitio de Montevideo, Posadas, Director Supre­
mo de Buenos Aires, declaró traidor a Artigas y
puso precio a su cabeza. Una intensa lucha se
desató entre ambos bandos.
Paralelamente, la oligarquía porteña se pre­
paraba para liquidar de forma definitiva a los
realistas de Montevideo que a fines de 1813,
habían tenido la audacia de bloquear por m ar a
Buérios Aires. Con el fin de som eter a los espa­
ñoles, Posadas adquirió cuatro buques y los puso
a las órdenes del irlandés William Brown. En
forma más o menos coordinada avanzaba por
tierra un ejército bonaerense, al mando de Car­
los M. de Alvear. La presión simultánea de

19 Benito M ariánetti: ob. cit., pp. 38-39 y Leonai’do Paso:


Historia del origen de los partidos ( . . . ) . pp. 43-49;

25
am bas fuerzas obligó a los realistas a capitular
y «ntreg’ar Montevideo el 23 de junio de 1814.
Artigas no aceptó la ocupación de l a ,capital
oriental por fuerzas bonaerenses; empeñado en
hacer retroceder a los porteños. A principios de
1815 las tropas artiguistas lograron sorpresiva­
m ente ócupar Montevideo y después de aquel
éxito, continuaron la lucha contra Buenos Aires.
Su objetivo era establecer una federación con
las provincias del litoral del Paraná, o sea, Santa
Fe, E n tre Ríos y Corrientes, también en guerra
con Buenos Aires. De ahí el título de Protector
de los Pueblos Libres que éstas le otorgaron.20
La acción revolucionaria de Artigas, quien
levantaba a las masas de las provincias del lito­
ral, descontentas por la política hegemónica de
Buenos Aires, puso en una •situación difícil al
gobierno de Posadas. La sublevación del E jér­
cito del Norte complicó aún más las cosas y
Posadas tuvo que renunciar. La asamblea, con­
vocada al efecto, le aceptó la dimisión el 9 de
enero de 1815 y designó en su lugar a Alvear.
Uno de los principales problemas que la
oligarquía encomendó resolver a Alvear era el
de la presencia de Artigas y su jefatura indis-
cutida en la zona del litoral. Al ef&eto, Alvear

20 Benito M arianetti: ob. cit., p. 35. Una correcta valora­


ción marxista del contenido revolucionario de la lucha
de Artigas, Güemes y otros proceres de la prim era inde­
pendencia, puede encontrarse en Manfred Kossok: «El
contenido burgués de las revoluciones de independencia
en América Latina», en Historia y sociedad, México,
1974, no. 4, pp. 61-79.

26
ofreció a Artigas la independencia de la Banda
Oriental, a cambio de la evacuación de Santa
Fe, E ntre Ríos y Corrientes. Artigas rechazó el
ofrecimiento, pues su proyecto no era el de frac­
cionar el antiguo Virreinato, sino, por el contra­
rio, establecer una federación que lo agrupara.
, E1 10 de septiembre de 1815 Artigas apro­
bó el Reglamento Provisorio. Con su aplicación,
el caudillo pretendía detener lá anarquía de la,
propiedad en el campo, debilitar el latifundio y
dar tierras a los campesinos y peones despo­
seídos. En el Reglamento se apuntaba un cierto
intervencionismo del Estado en la economía,
dirigido a regular el comercio, proteger la in­
dustria y repartir las tierras baldías y propieda­
des confiscadas a los realistas.21
Entretanto, en la frontera altoperuana, el otro
frente de combate, la situación no podía ser más
difícil para las armas patriotas, después que los
descalabros de Vilcapugio y Ayohuma habían
obligado a los criollos a retroceder hasta Tu-
cumán. Para rom per la ofensiva realista en el
norte, Buenos Aires designó al general San Mar­
tín, quien poco antes había rechazado el ofreci­
miento porteño de que asumiera el mando de
la campaña contra Artigas.
San M artín se hizo cargo del Ejército del
Norte en Tucumán, a pesar de que comprendía

■21 Benito M arianetti: ob. cit., pp. 50-51 y Oscar H. Brus-


chera: ob. cit., pp. 45-51. El Reglamento de Artigas
daba acceso a la tierra a las capas oprimidas de la
sociedad colonial: indios, campesinos desposeídos y
antiguos esclavos.

27
que la batalla final contra el colonialismo espa­
ñol en la América del Sur había que llevarla a
cabo por otra ruta, atravesando la cordillera de
los Andes y bordeando el océano Pacífico hasta
llegar a Lima. De todos modos, la frontera sep­
tentrional no podía quedar sin protección y San
Martín encomendó esa tarea a las montoneras
del gaucho Martín Gíiemes. Las guerrillas de
Giiemes se encargaron de m antener en jaque a
las tropas españoles por varios años. Cinéo
tentativas de invasión realista fueron rechazadas
por los «rotosos» de Güemes,22
Para llevar adelante sus planes, San Martín
solicitó de Buenos Aires la gobernación de Cuyo,
en sus manos desde octubre de 1814. A p artir de
ese momento, el general San M artín dedicó todas
sus energías a la formación del Ejército de los
Andes, que habría de liberar a Chile y Perú.
Mientras tanto, Rondeau se ocupaba del contin­
genté m ilitar del norte en lugar de San Martín.
Cuando Rondeau intentó pasar a la ofensiva,
desoyendo los consejos de San Martín, sus fuer­
zas fueron derrotadas por los españoles: batalla
de Sipe-Sipe (29 de noviembre de 1815).
Alvear tampoco duró mucho al frente del Go­
bierno en Buenos Aires. Acosado por la oligar­
quía porteña, que exigía mayor represión Contra
las tendencias autonómicas de las provincias
—-unido al fracaso del intento por sustituir a
Sán Martín en Cuyo—, presentó su renuncia y
escapó a Río de Janeiro. En su lugar se instaló
una Junta de Observación, dé carácter interino,

22 Benito Marianetti: ob. cit., p. 37.

28
en espera del regreso de Rondéau, nombrado
nuevo Director Supremo; Rondeau tampoco per­
duraría en eí cargo; pronto sería relevado por el
coronel Ignacio Álvarez Thomas.23

Proclamación de la independencia:
el Congreso de Tucumán
La anarquía "política se adueñaba de los
territorios del antiguo virreinato. Tras el des­
calabro de Sipe-Sipe, cada provincia se dio su
propio Gobierno y Buenos Aires quedó aislada.
Güemes había proclamado la 'federación en
Salta; en Córdoba y La Rio ja se" imponían mo­
vimientos separatistas; en el Paraguay se conso­
lidaba la República independiente, y el litoral
del Paraná y la Banda Oriental reconocían el
liderazgo de Artigas.
Tales circunstancias obligaron a la oligar­
quía porteña a hacer concesiones. Lo prim ero
era detener el movimiento descentralizador que
amenazaba destruir la tradicional hegemonía de
Buenos Aires. Eso fue lo que llevó a convocar el
Congreso de 1816, cuya sede se estableció en una
provincia interior (Tucumán) para disminuir las
sospechas y el recelo de los caudillos. No obstan­
te, ni aun esto pudo garantizar una amplia par­
ticipación de los representantes de las provin­
cias. Faltaron a la cita de Tucumán: la Banda
Oriental, Corrientes, E ntre Ríos, Santa Fe, Cór­

23 Ibídem, p. 38.

29
doba y, por supuesto, la República del Paraguay.
Sólo 6 provincias enviaron delegaciones, inclui­
das la del Alto Perú.
Las sesiones se iniciaron el 24 de marzo de
1816. Enseguida se m anifestaron dos" grandes
tendencias: la unitaria, representada fundamen­
talm ente por los delegados de Buenos Aires, y
la federal, que respaldaban los diputados de las
provincias. El conflicto entre los distintos gru­
pos se extendió a otras cuestiones, como el sis­
tema político a adoptar monárquico o republi­
cano.
Algunos, delegados llegaron a plantear su
exigencia de coronar a un descendiente de los
incas y trasladar la capital del nuevo Estado al
Cuzco.24
El único punto que resultó aprobado por
acuerdo unánime de. los delegados fue el de la
independencia, proclamada, por fin, solemnemen­
te el 9 de julio de 1816. A continuación, Juan
M artín de Pueyrredón resultó electo Director Su­
prem o de las Provincias Unidas, tras declinar el
ofrecimiento Belgrano y San Martín. Pueyrredón
no tardaría en perder todo escrúpulo y trasla­
daría, sin más subterfugios, la sede del Congreso
de nuevo a Buenos Aires.25

2* Leonardo Paso: ob. cit., pp. 53-54.

Ibídem, pp. 61-62.

30
Ya en enero de 1817, el general San Martín
atravesaba con su ejército la cordillera de los
Andes, engañando a los realistas que lo espera­
ban por una dirección equivocada. El 12 de fe­
brero las tropas patriotas conquistaban la vid-
toria de Chacabuco, que marcó el principio del
fin de la dominación española en Chile.
Una política contradictoria caracterizó el
Gobierno de Pueyrredón. Si bien por un lado
prestó apoyo a San Martín para realizar las
hazañas de Chile; por el otro, permitió el resur­
gimiento de la reacción clerical y la profundiza-
ción del conflicto con las provincias y especial­
mente con Artigas. Acérrimo enemigo del caudillo
oriental, Pueyrredón no puso obstáculos a la
ocupación de la Banda Oriental por los portugue­
ses.26 Las tropas lusitanas, dirigidas por Carlos
Federico Lécor, invadieron el territorio oriental
en junio de 1816. Los desesperados esfuerzos de
Artigas por detener aquella avalancha que lle­
gaba del Brasil fueron inútiles. El 19 de noviem­
bre de 1816 los artiguistas sufrieron una derrota
en la batalla de India Muerta y otra el 4 de enero
de 1817, en la del Estero Catalán. Esos enfren­
tamiento perm itieron a las fuerzas portuguesas
ocupar, quince días después, la ciudad de Mon­
tevideo.
Sobreponiéndose a estos duros reveses, Ar­
tigas prosiguió el hostigamiento de las tropas
portuguesas, hasta que vencido en las batallas
de Río Queguay (4 de julio de 1818) y en Ta-

u Oscar H. Bruschera: ob. cit., pp. 53-56.

31
cuarembó (20 de enero de 1820), abandonó para
siempre el territorio oriental rum bo al litoral
del Paraná. '
La derrota de Artigas a manos de la oligar­
quía bonaerense —aliada con las clases privile­
giadas del Brasil y favorecida con la naciente
penetración comercial inglesa—, dejó el camino
expedito para que Buenos Aires sometiera a las
provincias rebeldes y apretara el cerco contra el
único Estado que nacía verdaderam ente libre a
la vida independiente: el Paraguay del doctor
Francia.

32
PRIMERA PARTE:
EL PARAGUAY DEL DOCTOR
FRANCIA

Quienes habían creado la leyenda del Para­


guay »lúgubre» de Francia eran los mismos
que hablaban de la Francia lúgubre de Ro-
‘ bespierre y de los jacobinos.
CARLOS RAFAEL RODRÍGUEZ’

Situación económica y social


del Paraguay colonial
Desde la época colonial el territorio del
Paraguay se caracterizó por un acentuado aisla­
miento del exterior, debido a sus peculiares con­
diciones geográficas. Durante gran parte del
período de dominio colonialista español (1536-

1 ..José Martí, contemporáneo y compañero», en Universi­


dad de La Habana, La Habana, 1972, nos. 196-197, p. 6.
La cita aparece en el siguiente contexto:
(Ni Bolívar, ni San Martín, ni Sucre, ni Artigas, ni nin­
guna otra de las grandes figuras latinoamericanas de
comienzos del pasado siglo, ninguno de los que adelan­
taron la Revolución, pudieron darnos con su actitud po­
lítica una guía para nuestro presente. Tal vez encontra­
ríamos algunas similitudes en el grupo de hoínbres que,
con Mariano Moreno, participó en mayo de 1810 en el
proceso revolucionario de Buenos Aires; o en figuras

33
1811) prevaleció en la provincia, a diferencia del
re sto de la América Latina, la estructura econó­
m ica impuesta por las misiones de los jesuitas.
Los eclesiásticos de esta órden lograron estable­
cer durante los siglos xvn y xvin su hegemonía
casi completa sobre toda la producción agrope­
cuaria y el comercio de la región, en virtud de los
sistem as de trabajo implantados y los favores
recibidos del E s t a d o colonial. Gracias a , estas
circunstancias favorables lograron extender in­
creíblem ente su poderío económico, y llegaron
incluso en determinadas ocasiones a controlar
prácticam ente el poder político de la provincia.
De esta manera, la orden de los jesuitas acumuló
extraordinarias riquezas, derivadas, en lo funda­
m ental, del monopolio de las exportaciones de la
región y de la explotación desm esurada de los
indígenas. Es ilustrativo al respecto el testimonio
que nos brinda un Acta Capitular de la Villa de
Asunción:
de modo que por ese lado cogen todo lo
m ejor de la*tierra inmediata a la ciudad ( . . . )

calumniadas por la mala Historia, como José Gaspar


Rodríguez de Francia, a quien el''m ism o José Martí
-llevado erróneamente por los juicios ysHáiechos sobre
su figura- no supo ver’ en realidad como' lo qué era,
como una representación jacobina, revolucionaria, en el
sur americano. Por ello nos habló erróneamente -ta m ­
bién los grandes tienen sus errores de apreciación ine­
vitables- de «el Paraguay lúgubre de; Francia», sin darse
cuenta de que quienes habían creado la leyenda del
Paraguay «lúgubre» de Francia erap, los'm ism os que
hablaban de la Francia lúgubre de Robespierre y de los
jacobinos.

34
siendo la mejor de toda la provincia en pas­
tos, aguadas, montañas y abrevaderos, ha­
biendo adquirido todo este dominio por sola
su autoridad.
No siendo menos perjudicial esto, por el
atajo que hacen de los caminos públicos en
todo lo que dicen ser suyo, causando a los
vecinos de ésta Provincia innumerables tra­
bajos, y perdidas de haciendas y vidas, por los
rodeos que les obligan a hacer por los caminos
y arroyos crecidos. 1
No es menos el dañó que esta Provincia
experimenta de dichos religiosos por el modo
con que se tienen ábarcado el comercio del
río y de la tierra a título de Misiones y Bienes
Eclesiásticos, sin pagar la Real Alcabala, de­
recho de estanco a la ciudad ni los diezmos a
la Iglesia alzándose con los yerbales de que
esta ciudad es d u e ñ a ...2

A diferencia de otras colonias de España en


América, los ricos criollos paraguayos eran en
muchos casos producto de la mezcla de españo-

2 El acta fue tomada de la obra de Hipólito Sánchez Quell:


Estructura y función del Paraguay colonial, Editorial
Kraft, Buenos Aires, 1955, pp. 109-110. Sobre la historia
de las misiones jesuítas^ existe una abundante bibliógra-
: fia, iniciada por los propios frailes. Al respecto pueden
verse las obras clásicas de los jesuítas españoles José
Guevara (1719-1806), Pedro Lozano (1697-1752), Domin­
go Muriel (1734-1795), José Sánchez Labrador (1714-1798)
y Félix de Azara (1746-1821), así como, la del misionero
belga Nicolás de Techo (1611-1680) y del austríaco Mar­
tin Dobrizhoff (1717-1791).

35
Ies con aborígenes. Pero la m ayor especificidad
del Paraguay no estuvo dada por esta combina­
ción racial, sino por la relativa debilidad de
este grupo social privilegiado, en comparación
con los latifundistas y terratenientes de las de­
más colonias iberoamericanas. Los hacendados
paraguayos habían sido entorpecidos en su cre­
cimiento económico por el rígido monopolio de
los jesuítas, lo que los obligó a aliarse con el
común —el pueblo—, dando lugar á las afama­
das insurrecciones de los comuneros entre 1721
y 1730.3 Estas sublevaciones fracasaron, pero en
1767 la orden de los jesuítas fue expulsada de los
dominios ibéricos, y se produjo así un vacío que
el Gobierno colonial pretendió llenar entregan­
do la administración de las antiguas misiones a
funcionarios de la Corona o religiosos de otras
órdenes. Sin embargo, estos centros productivos
sin la disciplina y los sistemas de explotación de
los jesuítas, y sujetos a la celosa introm isión gu­
bernamental —aumentada después de la creación
del Virreinato en el Río de la Plata—, term ina­
ron rápidamente con su tradicional rentabilidad,
lo cual ocasionó la decadencia de las misiones.

3 Para un relato de1 las insurrecciones comuneras del Pa­


raguay ver a-. Phillip Raine-, «Rebeliones de los comu­
neros paraguayos», en Cuadernos Americanos, México,
1950, no. 1. También puede consultarse la obra del es­
critor paraguayo Justo Pastor Benítez: Los comuneros
del Paraguay, 1640-1735, ptiblicada en 1938, así como
la del periodista argentino José Manuel Estrada: Ensayo
histórico sobre la revolución de los comuneros del Par
raguay en el siglo xvm, que apareció por prim era vez
en 1865.

36
Los latifundistas criollos, que hasta ese mo­
mento habían permanecido en franca desventaja
económica frente a los religiosos, pudieron co­
menzar a fortalecerse como clase social, asu­
miendo en el comercio exterior, y también en
el ámbito interno, el papel que hasta entonces
habían desempeñado los astutos seguidores de
Loyola. No obstante, este crecimiento no fue tan
absoluto, pues el hecho de que los Gobernadores
provinciales gozaran de cierta autonom ía con
respecto afh poder central, les perm itió realizar
algunas distribuciones de tierras, difundiéndose
las pequeñas propiedades o chacras.4 Por todas
estas razones, cuando en la prim era década del
siglo xxx estalló el movimiento independentist^
en Iberoamérica, los hacendados paraguayos no
eran tan poderosos como los ganaderos bonae­
renses o los mantuanos venezolanos, lo que per­
mitió al proceso paraguayo adquirir característi­
cas muy propias.5
Asunción, capital de la provincia del Para­
guay, nucleaba a los principales componentes de
la burguesía comercial monopólica, en su inmen­

4 Oscar Creydt: Formación histórica de la nación paragua­


ya, edición mimeografiada, 1953. El autor, que escribió
este trabajo para su tesis doctorad perteneció durante
años a la dirección del Partido Comunista del Paraguay,
de la que fue separado a fines de 1965 por sus desvia­
ciones maoístas.
5 Pelegrín Torras: Colonialismo y subdesarrollo en América
Latina, edición mimeografiada. Impresora Universitaria.
La Habana, 1966, t. II. El doctor Pelegrín Torras fue el
primero qué en Cuba reivindicó la obra revolucionaria
de Francia.

37
sa m ayoría de origen español. Además, habita­
ban en la villa los más grandes hacendados de
la región, algunos intelectuales, campesinos
—propietarios o no-— y determinados trabaja­
dores del puerto. En el restó de la provincia
vivían tam bién los hacendados, chacrerós y peo­
nes, junto a los indígenas que aún ocupaban las
viejas y empobrecidas misiones. Los principales
renglones de producción de la provincia eran el
tabaco, la yerba mate y los cueros. El primero
se obtenía fundam entalmente de las chacras de
los campesinos, mientras que las mayores can­
tidades de yerba v cueros exportados salían de
las ¿xtensas propiedades territoriales, que em­
pleaban la fuerza dé trabajo forzosa de los mes­
tizos e indígenas endeudados. En general puede
decirse que los hacendados paraguayos se dedi­
caban a la exportación de yerba mate, pues este
producto tenía un gran mercado en la zona rio-
platense y en especial en Buenos Aires. Debido a
la am plitud de lá demanda, el fisco español se
había cebado *en ésta mercancía, y la recargaba
de trabas arancelarias, como la del “puerto pre­
ciso” de Santa Fe, instalado en 1662. Además de
éstos gravámenes, existían los impuestos del
puerto de Buenos Aires, trabas a la sq u e se unía
el estanco del tabaco, segundo producto de ex­
portación del Paraguay. Para hacer más tensa
la situación entre los productores paraguayos y
la Corona, estaba el problema de la utilización
del dinero de estos impuestos, destinados al ex­
clusivo beneficio de la Metrópoli española o de
la capital del virreinato. Así, existía un sistema

38
de explotación-dependencia entre la ciudad de
Buenos Aires y la provincia interior del Para­
guay, al margen de las propias relaciones colo­
niales con España. De tal manera que el descon­
tento no era exclusivo de determinada clases
social, sino un sentimiento sumamente arraigado
entre toda la población criolla paraguaya, aun­
que los más afectados eran los grandes yerbate­
ros exportadores.6 Por tanto, para los paragua­
yos su contradicción económica fundam ental no
residía sólo en la lejana España, sino especial­
mente en la cercana Buenos Aires.

Repercusión del movimiento


indepsndentista de 1810
Los frontales antagonismos con el puerto
motivaron que los hacendados paraguayos se
negaran, en mayo de 1810, a acatar la autoridad
de la Junta de Buenos Aires, que no había dero­
gado las trabas e impuestos que afectaban direc­
tam ente al comercio del Paraguay y continuaron
brindando su respaldo al Gobierno m etropolita­
no en la persona del Gobernador español.
Las diferencias entre el Paraguay colonial
y la Junta de Buenos Aires dierort por resultado
la momentánea alianza de los distintos grupos
sociales de la provincia, ya que todos buscaban

4 Sobre el particular ver la nota del historiador marxista


argentino Alvaro Yunque en Diego Barrios Arana: His­
toria de América, Instituto del Libro, La Habana, 1967,
p. 481.

39
la protección de sus intereses económicos en
contra del nuevo Gobierno porteño. Así, el grupo
social con más privilegios, integrado por los rea­
listas, no podía aceptar la implantación en Bue­
nos Aires de un Gobierno compuesto por criollos
que, además, clamaba por la libertad comercial
para sus ventas al exterior. Los realistas, en su
mayoría de origen español, eran funcionarios
coloniales, granídes comerciantes vinculados es­
trechamente a monopolios y estancos, así como
miembros del alto clero. Por su parte, los ricos
hacendados también se opusieron a la Junta de
Buenos Aires, pese a que deseaban, como los
porteños, aprovechar la coyuntura política fa­
vorable de 1810 para, desprenderse del mercanti­
lismo metropolitano que los oprimía y hacerse
de la administración pública. Los terratenientes
paraguayos, al igual que los del resto del conti­
nente, pretendían librarse del yugo español, a
fin de obtener el beneficio exclusivo de las ex­
portaciones y la libertad de im portar manufac­
turas inglesas que abaratasen el ciclo productivo,
sin realizar reformas sociales en favor de las
clasés populares.
En el panoram a socio-político del Paraguay
existían otros intereses de clase, totalm ente dife­
rentes a los anteriores, que estaban llamados a
desempeñar un im portantísim o ^papel en el pro­
ceso independentista paraguayo, y que contribu­
yeron en gran medida a la radicalización del
movimiento separatista. Este grupo social inter­
medio, que pudiéramos catalogar de incipiente
pequeña burguesía, se hallaba compuesto por

40
propietarios medios o pequeños —llamados cha-
creros—, en su mayoría campesinos dedicados al
cultivo del tabaco y otros productos agropecua­
rios. Más adelante, al desarrollarse el proceso,
los pequeños propietarios rurales, beneficiados
directam ente por las medidas económicas que
im plantó el doctor José Gaspar Rodríguez de
Francia (1766-1840)/ constituyeron la base social
fundam ental de la Dictadura. Los campesinos se
hallaban "Identificados con las masas trabaja­
doras, con los peones agrícolas, artesanos, co-
merciántes al menudeo y algunos curas popula­
res. Para los chacreros éra imprescindible la
erradicación del monopolio español, pero era

7 Francia nació en Asunción el 6 de enero de 1766, en el


seno de una familia acomodada. Su padre era Capitán
de artillería y según algunos autores éra oriundo del
Bi’asil. Un tío materno del doctor Francia había sido
' gobernador de la provincia. A los 15 años ingresó en
la Universidad de Córdoba, donde se graduó en 1785 de
doctor en Teología. En Asunción impartió clases de latín
y teología en el Real Colegio de San Carlos. Luego es­
tudió Derecho y se dedicó a las leyes, al ser separado de
la cátedra por sus ideas liberales. Se cuenta que en su
condición de abogado defendía a los campesinos pobres,
sin exigirles nada a cambio. En virtud de su prestigio,
fue escogido en 1809 como candidato del Paraguay para
representar al virreinato ante España. No cabe duda de
que el pensamiento de Francia estaba fuertemente in­
fluido por la Ilustración. En particular, las ideas del
doctor Francia se asemejan bastante a las de Constantin
Francois Volney (1757-1820). M. S. Alperovich: Revolu­
ción y dictadura en el Paraguay (1810-1840), Editorial
Ciencia, Moscú, 1975, en ruso, y Richard Alan White: La
primera revolución radical de América, edición mimeo-
grafiada, 1976.-

41
tam bién sumamente necesario asegurar la pro­
tección a la pequeña propiedad, amenazada
constantem ente por la voracidad de los latifun­
distas. Por otro lado, pretendían conservar las
artesanías locales, que habían florecido en la
época colonial debido al relativo aislamiento de
la provincia y áhora corrían el peligro de
desaparecer, en virtud de la libre irrupción de
m anufacturas foráneas. Por tales motivos, los
pequeños propietarios lograron coordinar sus ac­
ciones con los peones agrícolas y demás grupos
sociales explotados, que componían la base prin­
cipal de la sociedad paraguaya.
Los pocos intelectuales de la colonia se'-ha­
llaban permeados por las teorías políticas, so­
ciales y filosóficas, que andaban en boga por
F.uropa desde hacía algunos años. Muchos de
ellos se habían formado en la Universidad de
Córdoba, o en la más culta de Charcas, por lo
que captaron y asimilaron las principales ideas
de los enciclopedistas franceses, el entonces
avanzado pensábniento de hombres como Rous­
seau, Voltaire y Montesquieu. Además, adm ira­
ban las revoluciones burguesas de Francia y
Norteam érica y deseaban im itarlas. De esta
form a, al decir de M ariátegui:8

Las ideas de la Revolución francesa y de


la constitución norteam ericana encontraron
un clima favorable a su difusión en Südamé-
/'
8 José Carlos M ariátegui: Siete ensayos de interpretación
de la realidad' peruana. Casa de las Américas, La Habana,
1969, p. 4.

42
rica, a causa de que en Sudamérica existía ya,
aunque fuese embrionariamente, una burgue­
sía que, a causa de sus necesidades e intereses
económicos, podía y debía contagiarse de]
hum or revolucionario de la burguesía europea.

Tal era el caldeado ambiente que existía


entre los 120 000 habitantes que aproximadamen­
te tendría el Paraguay en aquel momento. Asun­
ción, donde vivían representantes de todos los
grupos y clases sociales, contaba con unos 20 000
residentes al despuntar el siglo xix.9
Como ya señalamos, la prim era respuesta del
Paraguay a la creación de una Junta separatista
en Buenos Aires fue la formación de un frente
interclasista, en el cual tuvieron sitio realistas
y criollos, independientemente de su posición
económica o social.'0 Los primeros, denominados
despectivamente por el pueblo "godos”, desea­
ban la unidad por tem or al alcance político del
movimiento porteño; para los criollos paragua­
yos, por su parte, la causa de la alianza se debía
al mantenimiento de Buenos Aires como centro
explotador, pues la Junta no había decretado
la liberación de aranceles a las producciones del
interior. Esto perm itió que se form ara en el Para­

9 Según el censo efectuado por la administración colonial


en 1796 la población del Paraguay ascendía en esa fecha
a 97 840 habitantes. Ver el libro del periodista liberal
paraguayo Blas Garay: Tres ensayos sobre historia del
Paraguay, Editorial Guarania, Asunción, 1942, p. 78.
Garay fue uno de los primeros historiadores paraguayos
que se dedicó a estudfar la época de Francia (1896).
'o Pelegrín Torras: ob. cit.

43
guay una coalición de distintas clases sociales
contra la Junta bonaerense, acuerdo que fue
cubierto, inicialmente, de una apariencia rea­
lista.
Ante esta circunstancia, el nuevo Gobierno
del Río de la Plata, surgido de la Revolución de
Mayo, envió hacia Asunción al coronel José
de Espinóla, para persuadir a los paraguayos de
que aceptaran la jurisdicción de la Junta por­
teña. Sin embargo, el Gobernador colonial de
la provincia, coronel Bernardo Velazco, se negó
a acatarla y expulsó al emisario bonaerense.
Desde ese momento todos los criollos y realistas
del Paraguay se unieron en torno al Goberna­
dor, y nutrieron las milicias que se form aron
apresuradam ente para defender l a , provincia,
Con el respaldo casi unánime del pueblo, Ve­
lazco se decidió a convocar una Junta General
de Vecinos, o sea un cabildo abierto, en el que
predom inaron los elementos más conservadores
de las clases pudientes del Paraguay. Este Con­
greso de “notables”, al que sólo podían asistir
las personas que percibiesen determ inadas ren­
tas, era necesario para legalizar el poder político
del Gobernador, pues su cargo y autoridad, de­
pendientes del virrey, habían quedado sin sus­
tentación oficial. No obstante la composición
clasista de la asamblea, en ella lograron infil­
trarse algunos intelectuales de ideas avanzadas,
como el doctor Francia, que enarbolaron en el
cabildo planteamientos radicales.
El Congreso de Vecinos inició sus sesiones
el 24 de julio de 1810 en el Real Colegio de San
Carlos, y la monotonía de los discursos conser­

44
vadores y reaccionarios sólo fue alterada cuando
el doctor Francia tomó la palabra para declarar:

Esta asamblea no perderá su tiempo de­


batiendo si el cobarde padre o el apocado hijo
es rey de España. Cada uno de ellos ha abdi­
cado dos veces. Los dos han dem ostrado su
débil espíritu y desleal corazón. Mas sea o no
rey de España el uno o el otro, ¿qué nos im­
porta a nosotros? Ninguno de ellos es ya rey
del Paraguay. El Paraguay no es patrim onio
de España, ni provincia de Búenos Aires. El
Paraguay es Independiente y es República. La
única cuestión que debe discutirse en esta
asamblea y decidirse por mayoría de votos es
cómo debemos defender y m antener nuestra
independencia contra España, contra Lima,
contra Buenos Aires y contra el Brasil; cómo
debemos m antener la paz interna; cómo debe­
mos fom entar la pública prosperidad y el
bienestar de todos los habitantes* del Para­
guay." v

Las ideas del doctor Francia, valientemente


expuestas en este patriótico alegato, se convier­
ten desde entonces en el program a político de
los partidarios de la independencia absoluta,
intérpretes del modo de pensar y de sentir de
la naciente burguesía y de los campesinos.12

11 Estas palabras, al parecer textuales, fueron recogidas por


Fray Francisco Javier Bogarín. Citado por el militar
paraguayo Arturo Bray en Hombres y épocas del Para­
guay. Editorial Difusam, Buenos Aires,, 1943, pp. 31-32.
,2 Oscar Creydt: ob. cit., p. 25.

45
Pero los acaudalados asistentes a la asamblea
desestim aron el discurso, y acordaron por mayo­
ría reconocer a Fernando VII —en su lugar al
Gobierno de la Regencia—•; creár un comando
m ilitar en Asunción y tratar dé mantener, en
la m edida de lo posible, buenas relaciones con
la Ju n ta de Buenos Aires. No obstante, la procla­
m ación hecha por la Asamblea dé su carácter
1realista era un desafío al Gobierno criollo por­
teño. Eri represalia, la Junta de Buenos Aires
dispuso la incomunicación fluvial de la provin­
cia paraguaya, el retiro a la jurisdicción asunce­
ña de su departam ento dé Misiones y el envío de
una expedición militar. Las fuerzas bonaerenses
fueron puestas a las órdenes' de Manuel Bel­
grano, nombrado general. Estos hechos provoca­
ron en el Paraguay una gran indignación po­
pular.
En Asunción, el Gobernador colonial se pre­
paró apresuradam ente para defender el territo­
rio bajo su jurisdicción. Reforzó y movilizó las
milicias mandadas por oficiales criollos, repre­
sentantes de lo s intereses, comerciales de una
provincia cuyo desarrollo había sido constante'
m ente obstaculizádo por trabas e impuestos, que
aún la Junta bonaerense no había derogado. El
Paraguay Se aprestaba a responder?"El Gober­
nador logró reunir cerca de 6 000 milicianos, en
su m ayor parte campesinos mal armados, y avan­
zó con ellos hasta Curupaity, Corrientes, donde
esperó a los 1 500 soldados que traía Belgrano.
Las tropas rioplatenses fueron derrotadas el 19
de enero de 1811 en la batalla de Paraguarí, y
después, el 9 de marzo, en la de Tacuarí. Las

46
victoriosas milicias paraguayas habían sido guia­
das por el teniente coronel Atanasio Cabañas y
el comandante Fulgencio Yegros, ambos ricos
terratenientes criollos. El gobernador Velazco se
vio obligado a prem iar a los conspicuos milita­
res, y les entregó incluso el control m ilitar de
la provincia.
Sin embargo, los vencedores se trocaron en
vencidos por la: labor proselitista de Belgrano.
El general bonaerense convenció a los oficiales
criollos, encabezados por Cabañas y Yegros, de
lo absurdo de su posición al lado de España y
de la conveniencia de sumarse al movimiento
emancipador, prometiéndoles que Buenos Aires
escucharía las reclamaciones de los hacendados
del Paraguay y eliminaría los pesados graváme­
nes que tasaban sus exportaciones. Por su parte,
los oficiales paraguayos se comprometieron con
Belgrano a llevar a cabo un golpe m ilitar en
Asunción contra las autoridades coloniales y en
favor del movimiento de Mayo.
De esta manera, los oficiales paraguayos lié
permitieron a Belgrano la retirada de sus fuer­
zas derrotadas, y le hicieron saber que de dero­
garse los abusos comerciales, el Paraguay no
tendría inconveniente en seguir el camino de los
bonaerenses, para después ingresar en una con­
federación de Estados del Río de la Plata. Res­
tablecida la paz en la provincia, reintegrada la
tropa a las guarniciones, el gobernador Velazco
ascendió a los más destacados militares criollos.
A Fulgencio Yegros le fue conferido el grado de
teniente coronel y, como los restantes oficiales
criollos, quedó al mando de tropas. La jefatura

47
de la plaza de Asunción le fue entregada al rico
hacendado paraguayo Pedro Juan Caballero.

Formación del primer


gobierno independiente en Asunción
La autoridad del gobernador V elazco iba
rápidam ente declinando, El espíritu subversivo
prendía en el Paraguay y se esparcía por todos
los confines de la colonia. La coalición realista,
que ostentaba el poder político por medio del
Gobernador, amenazaba con romperse, escindir­
se en dos grandes bandos: criollos paraguayos
contra realistas vinculados al antiguo régim en'
colonial; sistema cuya adm inistración y comer­
cio "estaba principalmente en manos de espa­
ñoles”.'3 Los paraguayos habían obtenido de
Belgrano la promesa de que Buenos Aires anali­
zaría sus demandas si deponían a las autoridades

13 J. P. Robertson y G. P .: La Argentina en la época de la


Revolución. Comprendiendo la relación de una residen­
cia de cuatro años en esa república bajo el gobierno
dictatorio del dictador de Francia, Vaccaro, Buenos Ai­
res, 1920, p. 233. John Parish Robertson, uno de los
autores del libro, llegó al Río de la Plata en 1809, con
el grupo de comerciantes británicos que se asentaron en
Buenos Aires luego de las invasiones inglesas (1806-1807).
En 1812 se le unió su hermano y juntos visitaron el Pa­
raguay en busca de negocios. Al parecer ellos fueron los -
primeros ingleses en llegar al país. El doctor Francia
los expulsó en 1815 por realizar actividades comerciales
ilegales; los hermanos Robertson lo atacaron duramente
en su libro. La primera edición de esta obra se publicó
en Londres en 1839. , '

48
peninsulares. Estas, conocedoras del peligro en
que se hallaban, comenzaron a pactar secreta­
mente con los realistas de Montevideo y Brasil.
El acercamiento reaccionario fue dirigido por el
propio gobernador Velazco, quien complicó en
sus actividades al cabildo de Asunción, órgano
controlado por la “aristocracia” española y
criolla.14 Esta circunstancia motivó que los terra­
tenientes opuestos al Gobernador, buscaran el
apoyo de «los pequeños propietarios y peones
agrícolas, pues eran débiles para alcanzar por
sí solos el poder político.
Por lo pronto, comenzaron a conspirar. Fue­
ron descubiertos y abortados varios complots,
como el de Villa Real, encabezado por José Mar­
tínez Báez y el presbítero José M artín Sarmien­
tos; y el del 4 de abril de 1811, dirigido por, los
criollos Manuel Hidalgo y Pedro M. Domecq,
quienes contaban con la secreta colaboración
del oficial Vicente Ignacio Iturbe. El éxito se
acercó cuando se incorporaron a la conspiración
los principales oficiales de las milicias criollas,
controladas por los grandes hacendados y es­
tancieros. '
La sublevación definitiva, e fic ie n te m e n te
preparada, estalló la noche del 14 de mayo de
1811. Al parecer, el movimiento se inició en
C orrientes/ donde se rebeló el oficial Blas J.
Rojas, y se propagó enseguida a las demás guar­
niciones y cuarteles militares: Misiones, Itapúa y
Asunción. La masividad del golpe impidió cual­
quier conato de resistencia por parte de los

14 Oscar Creydt: ob. cit.

49
realistas. Al día siguiente, el gobernador Velazco
se vio obligado a aceptar las condiciones impues­
tas p o r el jefe de los sublevados de la capital,
el criollo Pedro Juan Caballero. Ya el 16 se
formó un Triunvirato "hasta que el cuartel con
los demás vecinos de la provincia arreglen la
form a de gobierno".15 Este trío gubernam ental.
quedó integrado por razones tácticas con el pro­
pio ex gobernador Velazco; el doctor Francia,
por se r uno de los intelectuales más destacados
de la provincia; y como representante m ilitar el
capitán de milicias Juan Valeriano de Zevallos.
En la práctica, fue un Gobierno que representó
a los dos grupos sociales criollos que habían de­
satado el movimiento separatista, o sea, los
grandes hacendados y los pequeños propietarios
(chacreros).
La prim era medida del nuevo Gobierno fue
disolver el viejo cabildo pro español, y sus­
tituirlo por otro de composición mucho más po­
pular, en el cual predom inaron los campesinos
vinculados al doctor Francia. Después, el 21 de
mayo, entró triunfalm ente en la capital el prin­
cipal líder m ilitar del movimiento separatista, el
teniente coronel Fulgencio Yegros. Pero las dis­
crepancias entre los oficiales criollos y*el doctor
Francia no tardaron en aparecer. Desde el día 28
de mayo se distribuyeron las circulares que con­
vocaban a una nueva Asamblea General, fijada
para el 17 de junio. Uno de los principales as-

15 Citado por Justo Pastor Benítez, en La vida solitaria del


doctor José Gaspar Rodríguez de Francia, dictador del
Paraguay, Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 1937, p. 43.

50
Rectos que debía resolver era el referente a la
política a adoptar en las relaciones con Buenos
Aires. El desenlace de los acontecimientos sobre­
vino cuando el 9 de junio se descubrió una cons­
piración de factura realista. El jefe m ilitar de
Asunción procedió enérgicamente, y destituyó
del Triunvirato al ex gobernador Velazco. Por
entonces el Gobierno ya había acordado la eva­
cuación de Corrientes por las fuerzas militares
paraguayas. Con esa medida buscaba la disminu­
ción de los aparentes motivos de tensión con los
gobernantes porteños. .
Por . fin, el 17 de junio de 1811, fue inaugu­
rado el Congreso General de la provincia, al cual
asistieron delegados de todas sus regiones. La
asamblea contó con la presencia de 300 diputa­
dos que, en su inmensa mayoría, respondían a
Í q s intereses de los grandes estancieros y ha­
cendados. La composición social de la reunión
permitió que todavía se reconociera la soberanía
de Fernando VII y se adoptara la libertad de
comercio, junto .con la suspensión del estanco
del tabaco, a la vez que se tasaban m oderada­
mente las exportaciones paraguayas. Además, se
estableció un sueldo fijo para las milicias, y se
propuso un acuerdo con Buenos Aires, siempre
que no fuera en perjuicio de los intereses econó­
micos de la provincia. El Congreso finalizó el
20 de junio, y dejó constituido un Gobierno
criollo en el que se mezclaron los latifundistas
con los representantes de la incipiente pequeña
burguesía rural. La Junta quedó integrada por
Fulgencio Yegros en calidad de presidente, y
como vocales, Pedro Juan Caballero, Fray Fran-

51
cisco Javier Bogarín, Fernando de la Mora y el
doctor Francia. Sin embargo, las tremendas di­
ferencias ideológicas existentes entre los lati­
fundistas y el representante de los chacreros con­
dujeron rápidamente á un desgajamiento en el
propio seno de la Junta. El doctor Francia, al
verse en minoría y sin ningún control sobre las
fuerzas armadas, optó en el mes de agosto por
renunciar a su elevado cargo y retirarse a su
chacra de Ibiray, en las cercanías de Asunción.
Su ausencia causó desajustes en la adm inistra­
ción del Estado, pues los miembros de la Junta
se habían acostumbrado a dejar las principales
tareas del Gobierno en manos de su ilustrado
compatriota.
Desde su retiro, el doctor Francia se carteó
continuamente con sus partidarios del cabildo
capitalino, y les explicaba sus radicales ideas con
el fin de precipitar un enfrentam iento entre la
institución asunceña y la Junta. En una carta
fechada el 3 de septiembre de 1811, el doctor
Francia preguntaba: "¿Qué sería de la Junta de
Provincias si a cada instante los oficiales, pre­
validos de las armas, tuviesen que hacer tem blar
al Gobierno por obtener con amenazas las pre­
tensiones de su arbitrio?"u Más adelante, él día
9, advertía que su regreso a la Junta estaba con­
dicionado exclusivamente a que los oficiales "se
reduzcan a una exacta subordinación, cual exigen
la tranquilidad, la unión, el buen régimen y de­
fensa de la provincia”.

14 Ibídem, p. 90.

52
Dos inesperados acontecimientos le hicieron
cambiar de actitud, y le obligaron a retornar al
Gobierno. El prim ero fue el fracaso, el 16 de sep­
tiembre, de una nueva conspiración realista, en­
cabezada por el comandante José Teodoro Fer­
nández, quien fue arrestado con otros siete
complotados. El otro, la llegada a Asunción de
una comisión diplomática rioplatense, integrada
por Belgrano y Vicente Anastasio Echevarría, en­
viada por g ú en o s Aires con el propósito de discu­
tir el carácter de las futuras relaciones entre el
puerto y la provincia interior. Las conversacio­
nes oficiales se iniciaron el 12 de octubre de
1811 entre \el doctor Francia —designado nego­
ciador paraguayo por el Congreso celebrado
unos meses antes— y los delegados porteños. En
las reuniones se acordó la supresión del estanco
del tabaco y la derogación de tributos a muchos
de los artículos de exportación paraguayos; ade­
más, se concedían facultades legales a la Junta
de Asunción para recaudar impuestos en su be-
beficio, dentro de la provincia; y se reconocían
los límites tradicionales que tenía Paraguay du­
rante el virreinato, y se llegó incluso, mediante
el artículo cinco del Tratado de Alianza, a un
tácito reconocimiento de la autonom ía paragua­
ya. En suma, el Gobierno porteño se comprome­
tió a reducir los aranceles a las yerbas y algunas
otras producciones del Paraguay, lo que satisfizo
, plenamente las demandas de los ricos hacenda­
dos, quienes quedaron de hecho afianzados en
el poder político. ^
Muy pronto reaparecieron los antagonismos
entre la oligarquía y los representantes popula­

53
res. La agudización de las contradicciones se pro­
d u jo a pesar de la separación del padre Bogarín
de la Junta, coi} quien Francia tenía serias dis­
crepancias políticas. Desalentado, el doctor Fran­
cia renunció a su cargo, para regresar de nuevo
(fines de 1811) a su chacra. Durante casi todo un
año permaneció en Ibiray, sin participar en las
lábores del Gobierno.

Nuevas contradicciones entre


el Paraguay y el gobierno
de Buenos Aires
La Junta de los grandes propietarios disfru­
tab a de una coyuntura favorable, ya que al pa­
recer mantenía buenas relaciones con Buenos Ai­
res y el comercio prosperaba sin restricciones.
En esas circunstancias el Gobierno oligárquico
se dedicó a estructurar el nuevo Estado, que aún
no se había declarado oficialmente independien­
te. Con esa finalidad se decretaron algunas re­
form as judiciales, se creó una Academia Militar
y se tom aron algunas medidas liberales en la
esfera de las relaciones comerciales. También
se eliminó al representánte del tribunal de In­
quisición. Por otra parte, la Junta *recibió con
beneplácito la penetración de los intereses ex­
tranjeros, al hacerle una sintom ática concesión
al norteam ericano Tom Lloyd Helsey, para reali­
zar inversiones en astilleros.
Pero las contradicciones entre el Paraguay
y Buenos Aires no tardaron en reaparecer —el
Tratado de Alianza de octubre de 1811 fracasó
por la hostilidad porteña, a pesar de los inten­
tos conciliatorios de Belgrano y Francia—, cuan­
do Buenos Aires en form a unilateral aumentó
(septiembre de 1812) los impuestos a la yerba
mate y al tabaco paraguayos. Ese era el resultado
de la política egoísta de los grandes comercian­
tes y ganaderos porteños, quienes menosprecia­
ban Ips intereses económicos de las provincias
y;provocaban así, la rebeldía de los pueblos del
interior y el litoral del Paraná. *
; La Junta paraguaya, sin tener en cuenta las
interioridades del problema, envió una nota al
Gobierno de Buenos Aires, donde lo apremiaba
para la ratificación y cumplimiento de las cláu­
sulas del acuerdo:
que restablecido el comercio dejará de co­
brarse el peso de la plata, que anteriorm en­
te se exigía en esa ciudad, aunque a beneficio
de otras, por cada tercio de yerba, con nom­
bre de sisa y arbitrio ( . . . ) que se extinguirá el
estanco del tabaco, quedando de libre comer­
cio como otros cualesquiera frutos y produc­
ciones de esta provincia ( . . . ) que cualquier
reglamento, forma de gobierno, o constitución
que se dispusiese en dicho Congreso General,
no deberá obligar a esta provincia, hasta tanto
,se ratifique en Junta plena y general de sus
h a b ita n te s ,..17

Un certero análisis de esta problemática sería


realizado años después por Carlos Antonio Ló­

17 Carlos A. López La emancipación paraguaya. Editorial


Guarania, Asunción, 1942, p. 44.

55
pez, sucesor del doctor Francia en el Gobier­
no paraguayo y continuador de su política na­
cionalista:

El Gobierno de Buenos Aires, posterior­


mente y sin comunicar cosa alguna al Para­
guay, y cuando éste menos debía esperar, esta­
bleció el pesado impuesto de tres pesos por
arroba sobre la introducción del tabaco para­
guayo en los puertos de la Confederación, su­
jetando el mismo fruto de las Provincias Uni­
das a m enor tasa.
Esta violenta y manifiesta infracción del tra­
tado tu e c o nocida en la República justam ente
al tiempo en que ella se resentía de los exce­
sos practicados por el Teniente Gobernador
de Santa Fe, y el Comandante de San Pedro
contra sus comisionados, buques y propie-
dades.,a

No hubo falta de habilidad de parte de


Buenos Aires ni habrá jam ás a ese respecto,
pues que ahí se envuelven grandes intereses.
¿Querrá acaso la sucesora de la Corte de Ma­
drid dejar de percibir derechos de ios efectos
extranjeros im portados y consumidos por las
provincias litorales y del interior? ¿Qué será
desde entonces de su Supremacía y Poder?
Las provincias crecerán apresurada y exten­
samente, pero ella quedará estacionaria.19

18 Ibídem, p. 90.
19 Ibídem, p. 280.

56
El puerto y su provincia tenían establecido un
rígido monopolio, beneficiándose exclusivamen­
te con las rentas de aduana provenientes del in­
tercambio comercial. Bajo el am paro de la na­
ciente penetración inglesa la oligarquía porteña
se iba enriqueciendo, m ientras se arruinaban los
productores de provincias, hacendados, chacre-
ros y artesanos. Este fue uno de los factores
que provocó la agitación política de todas las
regiones interiores y litorales, que reclamaban
la protección de sus intereses, producciones e in­
dustrias, mediante la adopción de un program a
federalista,20 en contra del unitarism o privile­
giado de los porteños. Paraguay, u n a de las pri­
meras provincias del Río de la Plata en ser afec­
tada por está contradicción con Buenos Aires, se
había visto obligada a realizar una independen­
cia de facto. No obstante, el tratado de octubre
de 1811 pareció brindar una solución al agudo
conflicto económico, pero el puerto de Buenos

20 Para un estudio detallado del problema de Buenos Aires


con las provincias interiores y del litoral ver las obras
de los marxistas argentinos Benito M aríanetti: ob. eit.( y
Alvaro Yunque: Breve historia de los argentinos. Edi­
torial Futuro, Buenos Aires, 1957. También puede con­
sultarse el libro de Rodolfo Puiggrós (conocido peronis­
ta de izquierda y ex Rector de la Universidad de Bue­
nos Aires): Historia económica del Río de la Plata, Edi­
torial Futuro, Buenos Aires, 1945. La posición de las
corrientes revisionistas y de ultraizquierda puede verse
en la obra de Jorge Abelardo Ramos: Revolución y
contrarrevolución en la Argentina. Historia de la Argen­
tina en el siglo xix. Editorial Plus Ultra, Buenos Aires,
1965.

57
Aires no era capaz de aceptar la relación que
establecía el acuerdó. Los hacendados y estan­
cieros paraguayos se veían súbitam ente aboca'-
dos a la ruina. Así, la oligarquía exportadora
del Paraguay se enfrentó a una terrible disyun­
tiva: o se sómetía a las restricciones del puerto
bonaerense, y dé esa form a se condenaba a la
m ediocridad económica y lá posible ruina, o pro­
clam aba audazmente la independencia absoluta,
im plem entando las medidas necesarias para for­
talecer esa actitud, que cóntaba con el apoyo
de los caudillos federales de las provincias lito­
rales de Corrientes, E ntre Ríos, la Banda Orien­
tal y algunos otros del interior. Pero desde el
punto de vista de esa clase social privilegiada,
am bas soluciones eran potericialmente peligrosas
p ara sus intereses, ya que la prim era los obligaba
a la sumisión con respecto a lá aristocracia por­
teño, mientras qué la segunda, podía conducir a
la total paralización del comercio. Por otra par­
te, la oposición interna a la Junta oligárquica,
fundam entalm ente la que provenía del cabildo,
ju n to con la creciente agitación de los cha.
creros, hicieron insostenible por más tiempo la
posición gubernamental.
En medio de la crisis política, los hacenda­
dos tuvieron que pedir al doctor Francia su rein­
corporación a la Junta, única posibilidad que les
quedaba de am pliar su base de apoyo, para
enfrentar con éxito a la arrogante Buenos Aires.
Sin embargo, el doctor Francia impuso condicio­
nes para regresar a su puesto. La Junta, sir

58
poder hacer otra cosa, aceptó todas las deman­
das: separación de su cargo del asesor guber­
namental Gregorio de la Cerda; entrega al doc­
tor Francia de un batallón de soldados, así como
la m itad de los armamentos y municiones de la
provincia; convocatoria de un nuevo Congreso
General, con el fin de declarar la independen­
cia absoluta.
• Poco antes de expirar su control sobre el
Gobierno, los representantes de la oligarquía
paraguaya dirigieron una carta a Buenos Aires.
La misiva decía:

una serie de procedimientos disconformes


por la violación de los tratados, por el tra­
tamiento indecoroso y ultrajante de nuestros
comisionados y enviados, por el desprecio de
nuestras justas quejas dejadas aún sin contes­
tación, por lja retardación y entorpecimiento,
de la restitución de los caudales de esta pro­
vincia, y finalmente por la odiosa distinción
con que se reagravaron los impuestos sobre
los frutos y productos de esta misma provin­
cia con respecto a otras; hacen ver que el
Paraguay no puede prom eterse de EÍuenos
Aires una justa reciprocidad.21

Los latifundistas, paraguayos dependían del


mercado exterior, por lo que estaban en posición
de inferioridad con respecto a los chacreros,
quienes tenían mucho menos que perder de pro-

21 Citado p o r Blas Garay, en ob. cit., p. 260.

59
ducirse la total paralización del comercio. Los
pequeños propietarios rurales disponían, en bue­
na medida, de una economía relativamente au-
tárquica, en la que las exportaciones desempeña­
ban un insignificante papel. Por su parte, los
artesanos hubieran sido directam ente perjudica­
dos por la libertad comercial, que perm itiría
inundar la provincia con m anufacturas extran­
jeras baratas; la amenaza de asfixia que pesaba-:¡
sobre ellos los condujo a unirse con los chacre-
ros. Al respaldar la declaración de independencia
contribuían a impedir la penetración de mercan­
cías foráneas competitivas, a la vez que se ne­
gaban a aceptar los gravámenes e impuestos ex­
clusivistas de Buenos Aires. Los chacreros no
tardarían en identificarse totalm ente con los
demás sectores populares, en contra de la oli­
garquía paraguaya y de la burguesía exportadora
e im portadora bonaerense.
En virtud del retorno del doctor Franciá a.
la Junta asunceña, los sectores oprimidos, y en
especial los campesinos, pasaron a com partir
el poder político con los. grandes estancieros y
hacendados, presionados ahora a una declara­
ción de independencia. En ese proceso los cha­
creros se radicalizaron vertiginosamente, en
medio de la vorágine revolucionaria que se de­
sató en el Paraguay, no limitándose a proteger
sus intereses económicos tras las barreras de
una frontera nacional, sino avanzando hacia pro­
fundas transformaciones sociales y económicas,
lo que obligaría a la depauperada oligarquía a

60
declararse abiertam ente porteñista,22 antindepen-
\dista y contrarrevolucionaria.

Establecimiento de la dictadura
revolucionaria
El doctor Francia, con gran agudeza política,
preparó con tiempo las 'condiciones que le per­
mitieron obtener una mayoría de campesinos en
el Congreso de Vecinos, convocado desde su re­
greso a la Junta. Entretanto, concedió mayor
párticipación en el Gobierno a los miembros del
cabildo popular de Asunción, y f\mdó, como
medida preventiva, una colonia penal en Tevegó,
para enviar allí a sus enemigos políticos. Ade­
más, en la convocatoria librada para la nueva
asamblea, logró impedir la participación de los
que no reconocieran la necesidad de declarar
la independencia absoluta del Paraguay. Dado
que las elecciones para delegados se realizaron
mediante el sistema de sufragio universal, y re­
presentación proporcional, resultó posible que la
mayoría de los mil diputados del Congreso fue­
ran miembros de las clases trabajadoras: funcio­
narios locales, artesanos, peones y chacreros.
\ .

22 Los porteñistás eran los partidarios de llevar al Gobier­


no de Asunción a una unión política con el de Buenos
. Aires. En su mayoría favorecían el libre comercio, y
como latifundistas y grandes comerciantes se hallaban
desvinculados de las clases trabajadoras. Su represen­
tante típico fue Fernando de la Mora. Ver: Oscar
Creydt: ob, cit.

61
La capital cambió de aspecto m ientras duró el
Congreso (septiembre y octubre de 1813), pues
se impregnó del espíritu rural con la presencia
de cientos de delegados campesinos que se pa­
seaban por sus' calles. De hecho, el cónclave
legitim ó el predominio de los chacreros ;en el
poder político. La asamblea sancionó un regla­
m ento de Gobierno, elaborado por el doctor
Francia, que estipulaba un poder ejecutivo ejer-
cido por dos Cónsules, los guales alternarían
cada año su m andato efectivo. Los propios dele­
gados declararon oficialmente la independencia
del Paraguay, al dotar al nuevo Estado de una
carta magna republicana (Banda del 21 de octu­
bre), y al aprobar su bandera e insignias. Después
fueron elegidos los dos primeros Cónsules, que
resultaron ser el terrateniente Fulgencio Yegros
y el doctor Francia, quien ejercería el poder
ejecutivo durante el prim er año. De esta form a
el sector "jacobino” del proceso paraguayo que­
dó consolidado en la dirección del Gobierno, me­
diante la persona del doctor Francia.
Fue entonces que Francia ratificó la deci­
sión de la Junta de Gobierno de Asunción en­
cam inada a no enviar diputados a la Asamblea
del año X III, convocada por la oligarquía por-
teña. Los paraguayos se sentían fuera de la juris­
dicción de Buenos Aires. Las contradicciones
económicas no resueltas entre la antigua capital
del virreinato y Asunción, em pujaban a los ha­
cendados y comerciantes criollos a suscribir esta
tesis y a aliarse con los campesinos, frente a la
constante hostilidad del Gobierno porteño. Sobre

62
esta situación Francia expuso diáfanamente sus
criterios: enviar una delegación a la llamada
Asamblea del año X III significa denigrar la na­
cionalidad paraguaya, pues una República inde­
pendiente no tiene por qué m andar diputados "a
un Congreso de las provincias de otro go­
bierno”.23
Ante la posibilidad de un ataque armado
por parte de Buenos Aires, el doctor Francia se
dedicó a reforzar m ilitarm ente los puestos fron­
terizos de lá nueva República, una de las pri­
meras del continente en declarar de form a ofi­
cial su independencia de España. En virtud de
esta política defensiva surgieron los fuertes del
Pilar, Curupaity, Atajo, Itapúa, Misiones, Olim­
po, San Carlos, Form osa y Antequera. Las sali-
t das y entradas al Paraguay fueron controladas
de m anera rigurosa, y se perm itió sólo el comer­
cio exterior por determinados puertos fluviales,
tales como Concepción, Pilar, Olimpo e Itapúa.
Sin embargo, en estos cuatro puertos el comer­
cio era exiguo, pues la República quedó some­
tida de inm ediato al estricto bloqueo de Buenos
Aires, en represalia por la declaración de inde­
pendencia.
Francia arrem etió después contra los privi­
legiados que residían en Paraguay. La ley del

23 El texto está extraído de una carta del doctor Ffancia al


delegado gubernamental en el puerto del Pilar, fechada
el 4 de julio de 1815. Aparece citada por el historiador
liberal paraguayo Efraín Cardoso, en «Paraguay inde­
pendiente» en Antonio Ballesteros y Beretta: Historia de
América y de los pueblos americanos, Salvat Editores,
Barcelona, 1949, ,t. 21, p. 57.

63
1ro. de marzo de 1814 fue un duro golpe para
la vieja oligarquía Comercial de Asunción, a
cuyos miembros peninsulares se les prohibió el
matrimonio con mujeres criollas blancas, y se
les gravó con elevados impuestos. Además, todos
los bienes de los españoles o extranjeros que
fallecieran en el Paraguay, aún en el caso de que
tuvieran herederos, pasarían a engrosar los fon­
dos de la República. Por otra parte, Francia prú
vó a los latifundistas de los cargos im portantes
que habían obtenido en el Estado, m ientras la
creciente paralización del comercio exterior lle­
vaba rápidamente a la ruina a los miembros de
la clase social privilegiada. “En el puerto queda­
ron flotando como recuerdos los barcos parali­
zados desde que se clausuró el comercio eon el
Río de la Plata.” 24 La atm ósfera se fue haciendo
irrespirable para los grandes hacendados, estan­
cieros y comerciantes, bajo la política naciona­
lista propugnada por la naciente pequeña bur­
guesía rural, con el apoyo de las masas de arte­
sanos y peones agrícolas. Para defenderse, la
oligarquía criolla, antes de tom arse definitiva­
mente porteñista, buscó protección y auxilio en
la alianza con algunos de los caudillos federalis­
tas de las cercanas provincias del Río de la
Plata, que eran también grandes propietarios
territoriales. Las conspiraciones reaccionarias
no tardarían en aparecer.
Decidido a reafirm ar el poder revoluciona­
rio, el doctor Francia llamó a un nuevo Congreso
en Asunción. La heterogénea composición del
24 Justo Pastor Benítez: ob. cit., p. 261.
Consulado era ya insostenible, por lo que el 7
de septiembre de 1814 se dio a conocer la con­
vocatoria a otro Congreso General. Como suce­
dió en la asamblea anterior, los delegados eran
en su mayor parte campesinos. El 3 de octubre,
en el Templo de la Merced, fue inaugurada la
Asamblea Nacional. Presidió los debates el doc­
tor Francia, y en ellos prevaleció la idea de for­
talecer todavía más al poder ejecutivo, p o r lo
que el cargo se hizo unipersonal, y se alargó
el período"1de m andato a cuatro años. También
se acordó reducir a doscientos cincuenta el nú­
mero de diputados para futuros congresos, y
se recomendó la elaboración de otro reglamento
de Gobiérno. Por aclamación general, el nuevo
cargo ejecutivo de Dictador, con poderes tem ­
porales, fue ocupado por el doctor Francia, Le
tomó el juram ento de rigor el comandante José
M. Tbáñez.
Instalado Francia en la antigua Casa de los
Gobernadores, se dispuso a preparar las condi­
ciones para la contienda clasista que se avizo-
, raba en el horizonte político. Con ese fin, el
flamante dictador creó un cuerpo especial de
Seguridad, denominado Granaderos, integrado
por hombres escogidos entre las clases popula­
res. Una de las prim eras medidas de la dicta­
dura fue la renovación de una ley de 1812, que
prohibía la extracción de metales preciosos de
la República. Se im pulsaron medidas y arance­
les proteccionistas, en favor de las artesanías
y producciones nácionales, y comenzó a usarse
el penal de Tevegó como reclusorio de contrarre­

65
volucionarios. También fue decretada otra im­
portante medida económica: el monopolio de
las exportaciones. Se comenzó por el de la ma­
dera, "el estado era el único comprador, y no
la revendía sino a los comerciantes que tenían
arm as y municiones. Poco a poco fue extendién­
dose el sistema a las demás producciones."25
Francia se ocupó también del trazado, mo­
dernización y urbanización de la capital. Demo­
lió algunas casas, "casualmente” aquellas que
pertenecían a los latifundistas, sus enemigos po­
líticos. En su lugar fueron edificadas viviendas
para los humildes. Por otro lado, "el peculado,
la holgazanería y la ineficiencia tuvieron que
desaparecer de todas las oficinas públicas del
Paraguay-”.26 Junto a esta arrem etida dé la dic­
tad u ra contra los intereses económicos de realis­
tas y porteñistás, se dictaron las leyes contra
las grandes propiedades y privilegios de la Igle­
sia católica.
El doctor Francia no se limitó a laicizar el
Estado, sino que tam bién expropió a las órdenes
religiosas y en general todas las propiedades
eclesiásticas, y convirtió a los campesinos arren­
datarios de la Iglesia en propietarios libres; tam ­
bién limitó las actividades del clero ^ obligó a
los sacerdotes a vivir de un modesto sueldo gu­
bernam ental. El diezmo fue eliminado como tal

25 Efraín Cardoso: ob. cit., p. 56.


26 Thomas Carlyle, citado por Arturo Bray, en ob. cit.,
p. 27. Los juicios positivos emitidos en 1843 por el filó­
sofo escocés sobre el dictador paraguayo pueden verse
en su obra El doctor Francia, Editorial Siglo XX, Buenos
Aires, 1944.

66
y se barrieron los últimos vestigios del tribunal
de la Inquisición.
En 1816 fue convocado otro Congreso Na­
cional, pero esta vez con la asistencia de sólo
doscientos cincuenta diputados. La Asamblea
popular se inauguróla fines de mayo, y en ella
los delegados José M, Ibáñez y Mariano Carea-
ga, presentaron una moción en favor de la Dic­
tadura Perpetua, proposición que. fue aceptada
por aclamación, y se le otorgó al doctor Francia
el nuevo cargo. Finalmente, los diputados acor-
daron que sólo se volverían a reunir a petición
expresa del dictador.
Concluida la asamblea, el doctor Francia
clausuró el puerto fluviáí del Pilar, debido a los
problemas que se confrontaban con la vecina
provincia de Corrientes, la única del Río de la
Plata que todavía mantenía algún intercambio
comercial con Paraguay. De esta manera, quedó
como único contacto con el exterior el puerto de
Itapúa, por el cual se comerciaba con el Brasil,
ya que los restantes puertos habían ido cerran­
do paulatinamente. En 1818 también Itapúa se­
ría clausurado, al producirse algunos problemas
con Brasil; la República del Paraguay quedaría
entonces virtualm ente aislada del exterior, por
la hostilidad creciente de las regiones vecinas.
De inmediato comenzaron a producirse los com­
plots porteñistas y reaccionarios, én los cuales
se hallaban también envueltos muchos realistas.
Los conspiradores tenían contactos secretos con
los demás caudillos terratenientes del Río de la
Plata. El doctor Francia, por él contrario, como
reconoce un historiador liberal, "se apoyó prin­

67
cipalmente en las clases populares. Su dictadura
tuvo la resistencia de la mayor parte de los hom­
bres ilustrados y de los jefes militares de alta
graduación.” 27 Estos militares e intelectuales no
eran más que los miembros de las clases explo­
tadoras, únicos que hasta ese momento habían
tenido acceso a la instrucción y a la alta jerar­
quía castrense. La incipiente pequeña burguesía
rural y las clases trabajadoras sólo podían man­
tener el poder político si reprim ían fuertemente
a los antiguos explotadores, mediante la dicta­
dura revolucionaria. Ella se encargó de golpear
a todos los enemigos internos de la verdadera
independencia y de cambios profundos en el ré­
gimen socioeconómico. Fue este período de "te­
rro r jacobino”, el que sum inistró a la historio­
grafía burguesa el material para desprestigiar la
lücha revolucionaria del pueblo paraguayo, y le
endosó al doctor Francia los más ruines califica­
tivos. Para ello se utilizaron los testimonios so­
bre supuestas persecuciones y asesinatos contra
los latifundistas paraguayos, quienes después de
ser expropiados por el doctor Francia encontra­
ron refugio en Buenos Aires.
A principios de marzo de Í820 fue descu­
bierta la prim era conspiración derechista de im­
portancia, fraguada en connivencia con Buenos
Aires, y en la que estuvieron involuérados buena
parte de los altos oficiales latifundistas: Ful­
gencio Yegros, Pedro Juan Caballero, Manuel
Iturbg, Miguel A. Montiel, el doctor Juan Arís-
tegui y los hermanos Acosta, entre otros. Todos

27 Justo Pastor Benítez: ob. cit., p. 10?.

68
fueron encarcelados y sus bienes confiscados por
el Gobierno paraguayo. Desde la prisión prosi­
guieron sus actividades contrarrevolucionarias,
vinculados en esta ocasión al caudillo entrerria-
no Pancho Ramírez, quien ya había traicionado
a su antiguo jefe, José Gervasio Artigas. Descu­
bierta una nueva conspiración en 1821, los impli­
cados fueron condenados a m uerte y fusilados.
No obstante, otros miembros de la vieja oli­
garquía lograron escapar y también encontraron
refugio en Buenos Aires. Mientras, otros complo-
tados fueron; confinados a prisiones en el inte­
rior de la República. De esta manera fueron de­
puradas la administración, el Gobierno y los
mandos militares, a la vez que< se expropiaban
las tierras de los principales latifundistas.
El doctor Francia no sólo tuvo que enfren­
tar la oposición de la oligarquía paraguaya ex­
propiada, sino tam bién la franca hostilidad fo­
ránea, que intentó, por todos los medios a su
alcance, destruir el poder revolucionario esta­
blecido en el Paraguay y abrir sus fronteras al
"libre comercio”, para im poner una estructura
de dependencia económica y política. Pero la
unidad de la incipiente pequeña burguesía rural
con las clases populares, en torno al doctor Fran­
cia, así como la situación de anarquía en que
se hallaba el Río de la Plata, perm itieron la con­
solidación en Paraguay de un excepcional régi­
men revolucionario, en una época en que la pe­
netración inglesa se intensificaba .en numerosos
países del continente.

69
... - i . . . .

La política del Dictador Supremo


Aniquilada la oligarquía paraguaya, el doc­
tor Francia pudo entregarse por completó a la
preparación de las medidas destinadas a bene­
ficiar al campesinado y al desarrollo de la eco­
nomía nacional en todos sus aspectos, para li­
brar a la República de cualquier tipo de de­
pendencia foránea. Este camino no sólo fue
facilitado por la amplia base social del Gobier­
no, sino tam bién por el rígido bloqueo que los
países vecinos le impusieron al P a ra g u a y ,
cuando lo obligaban a producir todo lo que ne­
cesitaba para el consumo interno. Por el bajo
nivel de desarrollo que tenían en la época las
fuerzas productivas, fue posible que el Paraguay
se sostuviera económicamente aislado, y llegó
incluso a desarrollar su propia industria arte­
sanal. E ste logro no fue un hecho fortuito, pues
el doctor Franciá, tras vencer a la oligarquía
paraguaya, había meditado profundam ente sobre
la política económica a seguir. En una nota fe­
chada el 12 de agosto de 1822, el dictador expo­
nía sus reflexiones sobre la situación del Para­
guay, buscando afanosamente los mejores pro­
cedimientos para lograr la liberación eeenómica
de la República.

En esta atención, ahora que juzgo más pro­


porcionadas las circunstancias, estoy tomando
m edidas y haciendo preparativos a librar al
Paraguay de tan gravosa servidumbre, ..pues
de otra suerte con todo su título de República
soberana e independiente, no será bien consi­
derada, sino a manera de una República de
Guanás, con cuyas substancias y sudor engor­
dan otros.28

Por otra parte, el doctor Francia siguió de­


fendiendo los tradicionales límites del Paraguay
y su derecho de autodeterminación política, al
mantenerse al margen de los conflictos de las
vecinas provincias del Río de la Plata, pues es­
timaba que participar en ellos era negar en la
práctica la proclamada independencia de la Re­
pública. Sobre la base de este criterio, le negó
su apoyo a Artigas, el Protector de los Pueblos
Libres, a pesar de que el procer oriental luchaba
también contra los privilegios de la oligarquía
porteña, y perseguía ideales similares a los del
dictador paraguayo. No obstante, cuando Artigas
fue definitivamente derrotado le perm itió refu­
giarse en Paraguay (5 de septiembre de 1820), y
le entregó una pensión y una chacra en Cu-
ruguaty.
Entretanto, el Estado se fue convirtiendo en
el rector económico del país, y creaba así las
condiciones favorables para el desarrollo de la
economía nacional. En esitas actividades guber­
namentales el dictador contó con el asesora-

28 La tribu indígena guaná pagaba tributos a otro pueblo


aborigen. Tomado de Julio César Chaves: El Supremo
Dictador. Biografía de José Gaspar de Francia, Ediciones
Atlas, Madrid, 1964, p. 287. Este libro se publicó por
prim era vez en 1942 y significó un paso de retroceso
en relación con lá obra de Benítez y Garay, quienes
reivindicaban el aspecto nacionalista dél régimen de
Francia.

71
miento de un reducido grupo de funcionarios y
ministros, entre los cuales sobresalieron José G.
Benítez, Juan Álvarez, Bernardo Villamayor, Po-
licárpo Patiño y Juan J. Medina. Ya por entonces
la prim era preocupación del Estado era la'diver­
sificación de la agricultura. Se hacía hincapié en
los cultivos destinados aí consumo de lá pobla­
ción y se desentendía o se relegaba a un se­
gundo plano los que hubieran podido destinarse
al mercado exterior. Esta im portante transfor­
mación perm itió la liberación de la fuerza de
trabajo que se ocupaba de la atención a los cul­
tivos de exportación. I>e esta form a les fueron
entregados lotes de tierras a los peones ru ra­
les, que hasta ese momento habían laborado en
las grandes plantaciones privadas. A pesar de
ello, la mayor parte de la propiedad territorial
del país permaneció en manos del Estado, como
se desprende del testimonio de dos famosos ene­
migos del doctor Francia:
Los bienes nacionales del Paraguay forman
poco más o menos la m itad de su territo­
rio, Se componen de pastos y bosques que
en tiempos de la dominación española no han
sido vendidos ni cedidos a particulares, de las
misiones de los jesuítas, de las posesiones de
otras corporaciones religiosas, y últim amente
de un gran número de casas de campo y cor­
tijos confiscados por el dictador,29
29 Juan Rengger y Marcelino Lomgchamp: Ensayo históri­
co sobre la revolución del doctor Francia, Imprenta de
Moreau. París* 1828, pp. 252-253. Los doctores suizos
Juan Rengger y Marcelino Lomgchamp llegaron al Río

72
. Gracias a la inmensidad dé los terrenos es­
tatales, la dictadura pudo conceder un gran nú­
mero de parcelas a los campesinos sin tierra o a
aquellos que usufructuaban-lotes de los antiguos
terratenientes. "Ha arrendado una parte de las
tierras a precios muy moderados y sin término
lijo, con la sola condición de que sean bien be­
neficiadas, tanto por el cultivo como por la cría
de ganado. . . ” 30 - -
A d e m a re n muchos de los viejos latifundios
fueron creadas las famosas Estancias de la Pa­
tria, que se mantuvieron bajo el control directo
del Estado y en las cuales el dictador hacía
"criar millares de caballos y bueyes” 31 y otros
tipos de animales, destinados al abastecimiento
de carne a la población y el Ejército, mientras
que los cueros se utilizaban para la exportación.
Otro aspecto destacado e n la gestión de la
Dictadura fue su atención al problema indígena.
Desde 1823 el Gobierno se propuso m ejorar las

30 ibídem, pp. 254-255.


3 '^ Ibídem, p. 255.

de la Plata en 1818. Por recomendación del naturalista


francés Aimé Bonpland visitaron el Paraguay en 1819,
donde fueron designados médicos de cuarteles y prisio­
nes. En 1825 tuvieron que huir del país, debido a su
complicidad con la oligarquía paraguaya. En el exterior
publicaron un libro sobre el doctor Francia, el primero
que se escribió sobre la independencia de este país; en
dicha obra aparecieron las tesis, luego divulgadas hasta
el cansancio por la historiografía burguesa, sobre «el
Paraguay lúgubre de Francia». Durante mucho tiempo
este texto fuel la fuente principal para el estudio.de la-
época de Francia.

73
condiciones de vida de los indios guaraníes, mu­
chos de los cuales aún permanecían en las anti­
guas misiones, dentro de sus tradicionales co­
m unidades agrícolas. El doctor Francia rechazó
los criterios liberales sobre la forma de propie­
dad de las comunidades y respetó la costumbre
indígena de cultivar colectivamente la tierra, sis­
tema que condujo a la distribución equitativa
de los productos entre todos los miembros de
la com una, sin propiedad privada sobre los me­
dios de producción. Además, el Gobierno saneó
la adm inistración de los llamados pueblos de
indios e impulsó la producción agrícola y la
autonom ía de las propias comunidades. Por otra
parte intentó, en forma experimental, una mo­
dalidad de haciendas estatales, en las cuales los
indígenas trabajaban como peones, dirigidos por
una especie de adm inistrador designado por el
propio doctor Francia. Estos funcionarios tenían
tam bién la obligación de movilizar m ilitarm ente
a los indígenas en caso de necesidad, sobre todo
ante u n a agresión arm ada del exterior.
Junto a todas estas transformaciones, el Es­
tado señalaba a los productores los cultivos que
debí&n desarrollar, para posibilitar la completa
autosuficiencia agropecuaria del país, tjos resul­
tados obtenidos fueron verdaderam ente extra­
ordinarios, hasta los detractores del dictador lo
tuvieron que admitir:

El gobierno absoluto del doctor Francia pro­


dujo un \ resultado muy útil, cual fue el
adelaríto de la agricultura, pues viendo el buen
efecto de las medidas que había tomado, las

74
hizo repetir sucesivamente y las extendió por
todo el país; de suerte que a cada propieta­
rio se le obligó a dedicarse a los cultivos va­
riados que el dictador señalaba.32

La interrupción del comercio exterior impidió


la penetración de m anufacturas foráneas, bene­
ficiando a la pequeña industria, todavía artesa-
nal. Incluso, cuando se realizaban intercambios
con el exterior, el Estado se encargaba de evitar
la competencia, para proteger así la producción
local. Prohibía, por ejemplo, la exportación de
cueros en pelo, para favorecer el trabajo de las
pieles curtidas con el tanino paraguayo. Gracias
a estas medidas, sé desarrollaron los obrajes pri­
vados o estatales, aunque estos últimos estaban
de forma exclusiva en función de los abasteci­
mientos militares.

Los ponchos y las mantas para los caba­


llos, que eran de lana, y costaban crecidas
sumas que salían anualmente del Paraguay, se
fabricaban entonces en el país: hasta los tela­
res se perfeccionaron. El dictador, con las
obras qué mandó ejecutar por cuenta del
estado, contribuyó poderosamente al incre­
mento que tomó la industria ( . . . ) los herre­
ros se hicieron cerrajeros, arm adores y es­
paderos, los zapateros silleros, guarnicioneros,
los plateros fundidores y los albañiles ar­
quitectos. . , 33

i32 Ibídem, p. 70.


33 Ibídem, pp. 72-74.

75
Los grandes comercianteSi que estaban ya
arruinados por la paralización del comercio —al
igual que los hacendados antes de ser confisca­
das sus propiedades—, fueron obligados a traba­
ja r como simples campesinos, para que se ga­
naran el sustento. De esta forma, toda la oligar­
quía exportadora fue destruida Como clase social.
En virtud del esfuerzo económico empren­
dido por el Paraguay bajo la presión estatal, la
hacienda pública pudo obtener grandes incre­
mentos en sus recaudaciones tributarias. El Es­
tado se vigorizó extraordinariam ente con la
posesión de los obrajes y estancias, las confisca^
ciones efectuadas, las alcabalas y los impuestos
fiscales que pesaban sobre las tiendas, la pro­
piedad, las casas de piedra —consideradas un
privilegio—, etcétera. El uso pleno de la fuerza
de trabajo y de los medios de producción, crea­
ron en el Paraguay una favorable situación eco­
nómica, que condujo a la acumulación de gran­
des excedentes en manos del Estado. Este
plusproducto era entonces imposible de' comer­
cializar —lo cual hubiera perm itido saltos cuali­
tativos en el desarrollo económico—, debido a
que el país se encontraba totalm ente bloqueado
por sus vecinos. Al Estado se le hacía necesario,
cada vez con mayor urgencia, la apertura de
los mercados foráneos, a fin de obtener técnicas
industriales y bienes de producción, que posibi­
litaran el avance del país. No obstante, el doctor
Francia comprendió los peligros a que se expo­
nía el país con una política librecam bista, por
lo que reguló de forma meticulosa todo posible
intercambio exterior.
Y reconocía la ventaja que tendría el país
con la exportación de tantos productos que
sobraban pero que todavía el germen de la
anarquía en los estados vecinos no se había
extinguido, que, por el contrario, tom aba cada
día más impulso^ por la lucha personalista de
las fracciones que querían predom inar y que
■ todos ellos seguían conspirando contra la
Independencia del Paraguay, la que era nece­
sario conservar a toda costa, que ésta ha sido
la razón^que los había decidido a continuar
sus propósitos de incomunicación, y sobre
todo, desde que el Paraguay no necesitaba de
ellos y se bastaba a sí mismo.34

Las gestiones realizadas por el doctor Fran­


cia para abrir el comercio fu lm in a ro n en 1823
con la reapertura del puerto de Itapúa, como
única salida y entrada de todos los intercam bios
con el exterior, bajo un estricto control estatal.
Fue por este puerto fluvial por el que se realizó
todo el comercio con el Brasil, a raíz de la inde­
pendencia de este país, hasta que en los años
finales de la dictadura se autorizó también el
tráfico con Montevideo, únicos puntos con los

34 Citado por. Francisco Wisner, en El dictador del Para­


guay. José Gaspar de Francia, Editorial Ayacucho, Bue­
nos Aires, 1957, pp. 146-147. Wisner de Morgenstern
escribió esta obra en 1863 por encargo del entonces pre­
sidente del Paraguay, Francisco Solano López. Wisner
era un ingeniero militar húngaro que llegó al Paraguay
en 1846, en donde permaneció hasta la Guerra de la
Triple Alianza. El libro se publicó por prim era vez en
1923.

77
cuales se podía comerciar ante la hostilidad
constante de Buenos Aires.

E l Paraguay compraba toda clase de teji­


dos, sustancias alimenticias y farmacéuticas,
adminículos agrícolas, instrum entos m etalúr­
gicos y metales en general, lozas y artículos de
vidrio, armas, pólvora, municiones, etc. La ex­
portación estaba representada por la yerba
m ate, maderas, tabacos, cigarros, cueros, sue­
las, miel, aguardiente de caña, almidón de
m andioca, dulces, ganado vacuno, sal. Estaba
prohibida la salida de oro, plata, mulos y ca­
ballos.35 \

Una idea de los niveles a que descendió el


comercio paraguayo durante los años de aisla­
m iento, como resultado de la hostilidad de sus
vecinos y particularm ente de Buenos Aires, lo
b rinda la siguiente tabla.

COMERCIO EXTERIOR (1816-1838)


’ (En pesos)

A ffO E X P O R T A C IO N

1816 , 394»,233
1818 292,564

35 Antonio R. Ramos: La política del Brasil en el Paraguay.


Bajo la dictadura de Francia, Editorial Ayacucho, Buenos
. Aires, 1942, p. 60. Ramos, invéstigador paraguayo es­
pecializado en la figura del doctor Francia, ha publi­
cado: El doctor Francia; la muerte del dictador Francia;
El segundo Consulado y Artigas.
AÑO EXPORTACIÓN

1819 191,852
1820 57,498
1829 78,670
1835 181,710
1837 160,531
1838 137,478

Fu en te s: Richard Alan White, ob. cit., pp, 217;


341-351.

En la nueva coyuntura, el Estado se encargó


de tasar las importaciones de acuerdo con el
interés nacional, al decidir qué artículos extran­
jeros podían ser introducidos en el país. De
esta manera, al Paraguay se le podía com prar
con circulante o metales preciosos, pero a la in­
versa estaba terminantemente prohibido, para
evitar dejar a la República con déficit de nume­
rario. No obstante, las mayores transacciones
comerciales con el exterior se realizaban me­
diante el simple trueque. “Las operaciones en
metálico estaban totalm ente prohibidas y el im­
portador extranjero debía llevarse de retorno
frutos del país de actierdo con la licencia acor­
dada con el gobierno.” 36 Además, los propios
comerciantes paraguayos estaban sujetos a res­
tricciones en sus actividades, pues debían pro­
veerse de permisos especiales y hacer sus pagos
al Estado, por lo menos en su tercera parte, con

3é Rodolfo Puiggrós: ob. cit., p. 82.

79
productos adquiridos en el extranjero. Estos im-
puestos eran tan elevados que resultaba prácti­
camente imposible enriquecerse en el ejercicio
del comercio.
Cabe destacar, por último, el esfuerzo reali­
zado en el campo de la educación; en noviembre
de 1828, por ejemplo, el Gobierno emitió una ley
que hizo obligatoria la enseñanza elemental
hasta los catorce años. Las clases eran im parti­
das en las esCuelas bajo disciplina m ilitar.37
En 1833 la economía dirigida del Paraguay
se anotó un triunfo trascendental en la produc­
ción agrícola, pues sobrepasó todos los niveles
anteriores en la cosecha de maíz, trigo, papas,
maní, legumbres y caña de azúcar. Una de las
causas del éxito, fue la orientación del Gobierno
para que se hicieran dos recolecciones anuales.
Los montos de las recaudaciones fiscales fue­
ron entonces tan elevados, en virtud de la bo­
nanza económica, que el Estado pudo reducir los
impuestos más gravosos para los campesinos.
Las rebajas de las contribuciones a la dicta­
dura, realizadás en 1835, 1839 y 1840, elevaron
el nivel de vida de los trabajadores, muchos de
los cuales pudieron realizár una m odesta acumu­
lación, al invertir su dinero en ganado.
Con el fin de reestructurar la adm inistra­
ción pública, fue realizado en 1830 un censo de
37 A modo de comparación con la situación actual del Pa­
raguay, obsérvese que en estos moméntos el 40 % de la
población del país es analfabeta, mientras que la renta
percápita anual es la más baja del continente, en com­
paración incluso con la de Haití y Bolivia. Ver Bohemia,
La Habana, 14 de abril de 1972, p. 81.

80
población que arrojó la cifra de 375000 habi­
tantes, sin^los indígenas del Chaco. Al parecer, a
finales del Gobierno de Francia la población au­
mentó considerablemente. Dicho aumento1 se
calcula en medió millón de personas. En esta
oportunidad el Paraguay fue dividido en veinte
delegaciones territoriales y éstas, a su vez, en
partidos, al frente de los cuales estaban jueces
con atribuciones legales, adm inistrativas y eco­
nómicas. A Jj-i cabeza de las delegaciones se en­
contraban jefes militares, quienes no poseían
grados mayores que el de capitán, la máxima
graduación m ilitar otorgada por el ejército. Para
el control financiero del Estado se realizaba un
estricto inventario anual de la Tesorería. Tam­
bién se inspeccionaban los obrajes, estancias y
haciendas del Gobierno. El francés Aimé Roger,
cónsul interino de su país en Buenos Aires, rea­
lizó un sustancioso inform e eváluativó de la dic­
tadura paraguaya, a solicitud de su Gobierno,
utilizando las versiones que le ofrecieron los exi­
liados paraguayos. Pese al origen de esas fuentes,
el memorándum ofrece algunos aspectos de in­
terés, por lo cual hemos seleccionado varias
párrafos:

Las finanzas Se alim entan de los impues­


tos de toda clase con que son gravadas las
propiedades, todas las industrias, del diezmo
de todos los productos, de los derechos de
exportación con que estos productos están gra­
vados, etc., y en fin por el arbitrario valor
dado por el doctor Francia a los productos

81
de importación que da en cambio a sus súb­
ditos. Me explico: El dictador es el único
negociante del Paraguay. Ha elegido sobre el
Paraná un pequeño puerto cómodo (Itapúa)
( . . . ) allá se estableció el comercio de cambio,
el único que consiente dejar hacer fuera como
dentro de su estado. Hacia ese punto se diri­
gen todas las mercaderías extranjeras cuya
entrada es perm itida y cuya venta depende de
la buena o m ala voluntad de Francia.
El doctor Francia entrega luego a sus agri­
cultores el valor de sus productos en merca­
derías m anufacturadas y limita de tal modo
sus beneficios ( . . . ) que hace imposible la
creación de nuevas fortunas, o por lo menos
pasar de> límites muy restringidos.
Después de su aislamiento, el Paraguay que­
dó tributario Nde las regiones vecinas en ce­
reales y algodón. Fue dada una orden a los
propietarios para afectar una parte de sus
tierras de cultivo de dichos productos y pron
to pudo el país, no sólo prescindir de sus ve
cinos sino exportar una parte considerable de
estas materias. Si el doctor Francia no hubiera
conseguido aislar al Paraguay, sin duda al
guna que este hermoso país serta hoy un mi­
serable anexo a las miserables provincias
argentinas. Cualquier día, cuandQ los republi
canos necesitados y ham brientos de esta;
provincias se arrojen sobre la presa que ello!
desean desde hace tiempo, los paraguayos la
m entarán [sic., mal trad. por añorarán] e
yugo que les había preservado de la anarqüís

82
política y de los males qué son inevitables
consecuencias de ello.
El Dr. Francia, como le he dicho, es de edad
avanzada. La m uerte puede de un momento
a otro hacer caer la muralla que ha levanta­
do, pues no hay persona bastante fuerte para
sostenerla después que é l.3*

Como hemos visto, el Estado paraguayo im­


pidió la introm isión extranjera, regulando estre­
chamente las entradas y salidas de visitantes y
comerciantes foráneos. En épocas de total aisla­
miento del Paraguay, provocado por la hostili­
dad de los Estados vecinos, el gobierno del doc­
tor Francia mantuvo prisioneros a algunos
extranjeros que se habían introducido ilegalmen­
te en el país o con sus acciones amenazaban
ja seguridad nacional. De estos hechos brotaron
las famosas leyendas sobre largos cautiverios, a
los que en realidad sólo estuvieron sometidos,
por violar las leyes paraguayas, algunos extran­
jeros como los franceses Bonpland (1821) y Paul
Soria (1826).39 Por la defensa de la soberanía

38 La carta de Roger se encuentra íntegramente traducida


en el anexo documental del libro de Justo Pastor Be-
nítez: ob. cit., pp. 268-270. Roger describió la situación
del Paraguay en un mensaje fechado en agosto de 1836.
La carta fue descubierta en Buenos Aires, casi un siglo
después, por el propio Benítez.
35 Las incomprensiones de Bolívar hacia el proceso para­
guayo tuvieron su origen precisamente en este episodio,
pues el Libertador era amigo personal de Bonpland. Ver:
Simón Bolívar: Obras completas. Editorial Lex, La
Habana,, 1947, t. 1, pp. 820, 821 y 822. El sabio francés
fue finalmente liberado en, 1831.

83
nacional, el dictador fue acusado de xenofobia,
confirmada según estas fuentes por su rechazo a
perm itir la "entrada libre” de m anufacturas ex­
tranjeras. Sobre esto escribió el francés Juan F,
Ricardo Grandsire, quien visitó al Paraguay en
1824 para tratar de obtener la libertad de
Bonpland:

Es muy probable que tenga que compar­


tir la suerte de este pobre Bonpland, pero
debo decir en honor a lá verdad que, por todo
lo que veo aquí, los habitantes del Paraguay
gozan desde hace 12 años de una paz perfecta,
bajo una buena administración. El contraste
es en todo concepto sorprendente con los paí­
ses que he cruzado hasta ahora; se viaja por
el Paraguay sin armas; las puertas de las casas
apenas se cierran pues todo ladrón es castiga­
do con pena de muerte, y aun los propietarios
de la casa o de la comuna, dónde el pillaje
sea cometido, están obligados a dar una in­
demnización; todo el mundo trabaja.40

Cada 14 de mayo, fecha nacional, la capital


paraguaya se vestía de gala para contem plar el
desfile m ilitar que conmemoraba un nuevo ani­
versario de la independencia. En 1839 se celebró
el último presidido por el doctor Francia; el do­
mingo 20 de septiembre de 1840, a la una de
la tarde, falleció el verdadero líder de la revo­

40 Citado por Julio César Chaves, en ob. cit., p. 434. Grand­


sire escribió sus observaciones en cuatro cartas (1824
1825) enviadas a Pans desde Paraguay y Brasil.

84
lución independentista del Paraguay, Todavía
muerto, el dictador daba ejemplo de honestidad
y desinterés, dejando acumulados en la Tesore­
ría estatal 36 564 pesos de sus sueldos sin cobrar.
Significativamente, los únicos objetos personales
de algún valor que poseía eran arm as y libros.
Los funerales se realizaron el día 22 y fueron
m uestra de duelo popular. Asunción se llenó de
miles de campesinos, provenientes de todos los
rincones del país, que acudieron a la capital para
acompañar el cadáver del dictador hasta sü
últim a morada. "El trastorno, la confusión, en
el instante se hace general. Los tristes lamentos
resuenan por toda la ciudad; el pueblo todo
corre en tropel a cerciorarse de la verdad, de lo
que supone sueño o delirio. Mas ay, no es ilu­
sión, nuestro dictador caminó ya a la región de
la verdad.” 41

Li despripción de los funerales, publicada en la Gaceta


Mercantil de Buenos Aires, se encuentra recogida en el
libro citado de Julio César Chaves. La bibliografía sobre
el régimen de Francia es realmente extensa. La visión
negativa predominó desde principios del siglo xix, di­
fundida principalmente por lps enemigos del dictador
Supremo: Pedro Somellera, Mariano A. Molas, Edward
A. Hopkins, Thomas Page, Charles A. Washburn, Juan
Andrés Gelly, Robertson y Lomgchamp, entre otros. Des­
pués se dedicaron a atacar el gobierno de Francia los
escritores liberales argentinos:. Domingo F. Sarmiento,
Bartolomé Mitre, Vicente Fidel López, José Manuel Es­
trada, etc. Los primeros que se enfrentaron a esta
corriente historiográfica fueron Carlyle y Juan Bautista
Alberdi, y entre los paraguayos Blas Garay. Por su parte,
desde 1903, otro historiador paraguayo, Cecilio Báez,
desató una virulenta campaña de prensa contra el doctor

85
Valoración del régimen de Francia
E n la actualidad ningún historiador progre­
sista pone en duda la proyección revolucionaria
del régimen del doctor José Gaspar Rodríguez
de Francia, quien gobernó en el Paraguay duran­
te la prim era m itad del siglo xix. Estudios re­
cientes, realizados por destacados investigadorés
m arxistas, han contribuido notablemente a re­
sa lta r y esclarecer una serie de cuestiones deter­
m inantes para entender el. carácter de la socie­
dad y la economía paraguayas en la época de
Francia.42
42 Manfred Kossok: «La sal de la Revolución. El jacobinis­
mo en Latinoamérica», loe. cit.; M. S. Alperovich: Revo­
lución y dictadura en el Paraguay (1810-1840). En una
dirección más o menos semejante apuntan las obras de
historiadores progresistas como la de Richard Alan
W hite: La primera revolución radical, loe. cit.

Francia y sus sucesores, los López. No obstante, Báez


tuvo que reconocer en el doctor Francia al fundador del
Estado paraguayo; aspecto que después desarrollaron
otros investigadores liberales como Justo Pastor Beni-
tez -e l primero que comparó a Francia con Robes-
p ierre- Efraín Cardozo y J. Natalicio González. Los jui­
cios de Báez pueden encontrarse en su obra Ensayo
sobre el doctor Francia, la dictadura er^südamérica, H.
Kraus, Asunción, 1910. La revalorización del doctor Fran­
cia por la historiografía marxista comenzó hace algún
tiempo con los trabajos de V. Miroshevski. En esa di­
rección también se han orientado las contribuciones de
los historiadores soviéticos M. S. Alperovich y E. L.
Nitoburg. Paulatinamente, ,a la narrativa comienza a
' llegar la verdadera historia del doctor Francia: ver a:
Augusto Roa Bastos: Yo el Supremo, Siglo Veintiuno,
Buenos Aires, 1974.

86
Con estos trabajos ha quedado demostrado
que el Gobierno del Dictador Supremo —como
suele denominarse al doctor Francia—, fue un
régimen radical, calificado por algunos de! "jaco­
bino”, que expulsó del poder a la oligarquía
exportadora criolla y a la burocracia peninsular,
y que estableció un férreo control estatal sobre
el comercio y la economía, impidiendo la libre
penetración del capital y las m anufacturas ex­
tranjeras y garantizó, por encima de todo, la
soberanía nacional. Francia, además, expropió
los bienes de muchos grandes estancieros y de
la Iglesia; las tierras arrebatadas a los latifun­
distas y al clero fueron repartidas entre los
campesinos desposeídos o se integraron en las
Estancias de la Patria, fundos agropecuarios del
Estado.
La interrupción del comercio exterior, debi-
do a la persistente hostilidad del Gobierno de
Buenos Aires —que reclamaba al Paraguay como
provincia—, unido a novedosos mecanismos pro­
teccionistas, facilitaron el desarrollo de ciertas
artesanías y la diversificación de la producción
agrícola. Se creó así en el Paraguay de Francia,
una economía floreciente, relativamente autár-
quica.
En pocas palabras puede definirse al gobier­
no del doctor Francia como una dictadura na­
cional revolucionaria, que contaba con el apoyo
del pueblo y que estaba destinada a consolidar
la independencia, al realizar profundas transfor­

87
maciones económicas y sociales.43 Ese régimen
"jacobino” logró estructurar una sociedad-mar­
cadamente igualitarista, eliminando la gran pro?
piedad semifeudal. La base social fundamen­
tal del Gobierno estuvo constituida por los cha?
creros, quienes fueron indudables protagonistas
de esa especie de república campesina. De cierta
manera, el historiador alemán Manfred Kossok
reafirm a esos criterios cuando sostiene:
La, dictadura personal de Francia encama­
ba en un régimen autoritario de carácter re-
43 La historiografía marxisla no se ha puesto completa­
mente de acuerdo en cuánto a la definición del régimen
de Francia. Una de las primeras interpretaciones fue
elaborada por el científico soviético V. Miroshevski, pio­
nero de la latínoamericanística en la URSS, quien en
José Gaspar Francia, líder de la democracia revolucio­
naria del Paraguay (1814-Í840) C. H., Moscú, 1946, en
ruso, lo calificó como indica el título ^de «régimen de-
mocrático-revolucionario». Para otros autores, se trata
de una «dictadura nacional revolucionaria», concepto en
el que concuerdan E. L. Nitoburg: El Paraguay, ensayo
de economía y geogratía, Moscú, 1964, en ruso, y Ornar
Díaz de Arce: Paraguay. Casa de las Américas, La Ha-
b'sng, 1967. Por su parte, el investigador soviético M. S.
Alperovich en su obra ya citada, la caracteriza de sin­
gular revolución «desde arriba» no concluida, llamada a
liquidar el orden feudal y materializar las transforma­
ciones burguesas. Manfred Kossok, en otra definición
reciente, lo califica de ¿jacobinismo para el pueblo»,
dentro de una proposición de esquema que incluye a
los principales proceres radicales de la prim era inde­
pendencia. Una interpretación diametralmente opuesta
hace Agustín Cueva en EÍ desarrollo del capitalismo en
América Latina, Editorial Siglo XXI, México, 1977, p. 20,
en donde define al gobierno de Francia de «atenuado
régimen feüdal-patriarcal».

88
volueionário cuya estructura socioeconómica y
política se sometía totalm ente al objetivo prin­
cipal, que era la defensa consecuente de la In­
dependencia y cuya base social la constituían
las capas campesinas y pequeño-burguesas.44

La legislación del doctor Francia estaba diri­


gida, en prim er lugar, a salvaguardar la indepen­
dencia nacional de sus poderosos vecinos, para
lo cual se hacía insoslayable fortalecer el papel
de la m aquinaria estatal. Las funciones que El
Supremo atribuyó al Estado paraguayo ofrecen
un tema de interés, al que hay que acreditarle
mayor relevancia del que hasta ahora se le ha
dado. Precisamente, esta peculiar .característica
del tipo de estructuración estatal establecido
por el doctor Francia, es úna de las cuestiones a
las que los historiadores no le han prestado toda
la atención que merece, salvo referencias aisla­
das en determinadas obras.45
La defensa de la amenazada soberanía para­
guaya, fue el leit motiv que explica gran parte
de la actuación del Dictador Supremo y ayuda a
comprender el carácter sui géneris de ese Estado

44 Ob. cit., p. 45.


“5 Las menciones más sobresalientes sobre el tipo de régi­
men estatal existente en Paraguay pueden encontrarse
en la obra del historiador inglés Pelham Horton Box-.
The? origins oí the Paraguayan War, The University of
Illinois, Urbana, 1929, 2 t. En este libro Box sostiene que
el sistema paraguayo era un «socialismo estatal». El
investigador Hipólito Sánchez Que 11 también se refiere
al «socialismo estatal» en La diplomacia paraguaya de
mayo a Cerro Coró, Buenos Aires, 1957. La existencia

89
en el contexto latinoamericano. La misma razón
condujo al doctor Francia a aum entar el peso
de la participación gubernamental en las activi­
dades productivas del país, en detrim ento de la
propiedad privada sobre los medios de produc­
ción fundamentales. El Estado ocupó, en cierta
form a, el lugar que estaba destinado a una clase
que no acababa de hacer su aparición: la b u r­
guesía nacional. Fue un caso atípico en la confi­
guración estatal y en proceso de formación de
los estados nacionales en América Latina.46
E n el Paraguay, el Estado se formó sobre la
base de absorber la dirección de la economía
—ju n to con la adopción de formas paternalistas
de gestión—, para im pulsar el desarrollo de las
fuerzas productivas y de nuevas relaciones de
producción. Ello echó los cimientos para el cre­
cim iento ulterior —en la década del cincuenta—:
de una especie prem atura de capitalismo estataJ
El profesor soviético M. S. Alperovich, al valo­
ra r ese fenómeno dice:

Ver el trabajo de Ornar Díaz de Arce: «El Paraguay


contemporáneo», en Tiicontinental, La Habana, nos. 52
y 53, 1977.

de un llamado «socialismo estatal primití^fc)* es mencio


nada por el profesor norteamericano Phillip Ráine er
Paraguay, New Brunswick, 1956; Oscar Creydt: Forma
ción histórica de la nación paraguaya, plantea que baje
el doctor Francia se desarrolló un régimen de «capitalis
mo de estado». Sobre la teoría marxista del capitalismc
de estado ver los trabajos de Lenin acerca de la NEl
y «Sobre el impuesto en especie», en Obras escogidas
Editorial Progreso, Moscú, 1961 i

90
De este modo tenemos que Francia, al re­
presentar la corriente radical dentro del mo­
vimiento libertador de la América Hispana,
avanzó más que otros' revolucionarios de en­
tonces cuando realizó sus tareas históricas.
Bajo su dirección el Paraguay no sólo con­
quistó y defendió su independencia nacional
sino logró además un sensible progreso, resul­
tando ser el único país de la América Latina
donde se produjeron serios avances socio-eco­
nómicos. La injerencia del Estado en la vida
económica, sin haber eliminado la propiedad
privada, las contradicciones clasistas y la ex­
plotación, fue una manifestación sui géneris
de la tendencia hacia el estatism o/7

Contra lo que pretenden algunos historia­


dores burgueses48 —que tratan de contraponer
este régimen con el de sus sucesores—, la dic-

47 M. S. Alperovich: ob. cit., cap. VII.


4? Los primeros autores que intentaron contraponer ambos
regímenes escribieron a mediados del siglo xix. Ya en
1848 se publicó en Río de Janeiro un folleto anónimo, en
portugués y francés, titulado El Paraguay: cómo iue,
cómo es y cómo será. El trabajo estaba escrito en forma
de cartas, y comparaba al «lúgubre» régimen de Fran­
cia con el de los López. Ver a : M. S. Alperovich: ob.
cit., cap. VI. El historiador soviético atribuye la pater­
nidad de este folleto al paraguayo Juan Andrés Gelly.
Un análisis similar al de Gelly hizo el aventurero nor­
teamericano Edward Augustus Hopkins en «The Republic
of Paraguay since the .death of the Dictator Francia», en
American Review, Estados Unidos, pp. 245-260; septiem­
bre de 1847, escrito en la época de su entendimiento

91
tadura revolucionaria de Francia no terminó con
su creador, sino que se prolongó con sus here­
deros en la dirección del Gobierno asunceño,
aunque adoptando otras formáis y adquiriendo
nuevas modalidades, para rom per los límites a
la expansión de las fuerzas productivas.
El paternalism o del doctor Francia en sus re­
laciones con las masas campesinas y su política
igualitarista eran objetivamente un obstáculo al
desarrollo capitalista. Quizás por eso el modelo
de sociedad del doctor Francia, sin duda es el
más avanzado de la América Latina en la primera
m itad del siglo xix, no era más que una utopía.
Por ser parte integrante de un mismo pro­
yecto de desarrollo nacional, es indispensable
abordar también el estudio del régimen para-'
guayo después de la desaparición de el Supre­
mo. A continuación pretendemos analizar, si­
guiendo un orden estrictam ente cronológico, la
evolución de la sociedad y la economía para­
guayas desde la m uerte del doctor Francia hasta
la violenta conclusión del proceso nacionalista
con la funesta Guerra de la Triple Alianza (1864-
1870), o sea, un lapso de unos treinta años.

con el presidente Carlos Antonio. A partir de entonces


apareció una corriente historiográfica que prosiguió
estos planteamientos. No obstante, a fines de la década
del cincuenta del siglo xix surgió otra tendencia, de cá-
rácter liberal, que condenaba ambos regímenes por igual,
y los hacía Objeto del mismo ataque. Después de ter­
minada la Guerra de la Triple Alianza esta corriente
cobró mayor fuerza.

92
SEGUNDA PARTE­
LOS LÓPEZ Y LA GUERRA
DE LA TRIPLE ALIANZA

El Paraguay cree defender su libertad exte­


rior y, en efecto, la defiende', pues pelea por
su independencia. Ser libre para ellos es no
depender del extranjero.
JUAN BAUTISTA ALBERDI'

El segundo Consulado
Desaparecido el Supremo, el 20 de septiem­
bre de 1840, algunos oficiales de Asunción esta­
blecieron una Junta de Gobierno Provisoria,
derrocada el 22 de eneró de 1841 por los sar­
gentos Duré y Ocampos. Estos fueron a su vez
desplazados el 9 de febrero por el comáñdante
Mariano Roque Alonso. H asta cierto punto, los
continuos golpes de estado se explican porque
el ejército, como única fuerza organizada en el
país, buscaba la form a de asegurar la continui­
dad de la línea nacionalista. Así se cumplía el
vaticinio formulado por el doctor Francia iíis-

! J. B. Al be r di «El Imperito del Brasil ante la democracia


de América» en Obras selectas, t. VI, p. 395. Librería La
Facultad, Buenos Aires, 1930. Este artículo fue escrito por
Alberdi en París; en junio de 1869.

93
tantes antes de fallecer. "No tengo que hacer dis­
posiciones. Mis herederos son mis so ld ad o s/'2
R oque Alonso convocó para el 12 de marzo
a u n a asamblea de 500 personas en la que se
decidió reim plantar el Consulado —por un tér­
mino de tres años—, integrado por un civil y
un m ilitar. De nuevo se volvían a aplicar viejas
fórm ulas de estructuración del poder ejecutivo,
sem ejantes a las de 1813. Los elegidos fueron el-
propio Roque Alonso y un desconocido abogado
de la capital llamado Carlos Antonio López,
quien pronto se convertiría en el verdadero ár­
b itro del Gobierno.
López había nacido en Asunción el 4 de no­
viembre de 1792. Realizó estudios de latín, fi­
losofía y teología en el Real Colegio de San
Carlos. Graduado, trabajó en ese centro como
profesor, pero la falta de vocación sacerdotal lo
impulsó a abandonar la cátedra, después se dedi­
có a las leyes. En 1826 Carlos Antonio se casó
con la hijastra de un rico estanciero, con quien
tuvo a sus hijos Francisco Solano, Inocencia,
Venancio, Rafaela y Benigno. En las postrim e­
rías de la dictadura de Francia, abandonó la
jurisprudencia y comenzó a trab ajar su hacienda
de Villa del Rosario. En 1841 marchó ada capital,
al llamado de su amigo Roque Alonso. Es in­
dudable que por esta época López estaba im­
buido ya de ideas liberales, pero se encontró
con que muchos de sus proyectos reformistas
eran aborrecidos por los m ilitares que, educados
por el doctor Francia, tenían "ciega aversión a

2 Arturo Bray: Hombres y épocas del Paraguay, p. 18.

94
todo lo que no era paraguayo". En el Congreso
de 1841, donde López fue elegido Cónsul, los par­
tidarios de Francia llevaban de candidato a un
antiguo delegado de Misiones, nombrado Nor-
berto Ortellado, destinado, según decían, "a pro­
seguir las tradiciones del Dictador". Los partida­
rios de Carlos Antonio se las arreglaron para
hacer creer a los campesinos que el Supremo
había señalado a López como sucesor.3
Desde el principio la política del Consulado
se encaminó a facilitar la exportación de los ex­
cedentes agropecuarios que acumulaba la nación,
junto con el inicio de cierta liberalización, diri­
gida, en particular, a restringir el poderío esta­
tal —que algunos estimaban abusivo—: y a esta­
blecer varios principios característicos de una
República burguesa en maduración. Esos planes
se concretaron con la reform a del sistema de
recaudación tributaria, la elaboración de un nue-
• vo reglamento de aduanas, el restablecimiento
‘ del comercio con Corrientes, la liberación de los
''presos políticos y la concesión de libre salida a
Uos extranjeros residentes en el país, así como
‘el derecho de éstos a naturalizarse paraguayos.
>López, en su afán democratizador, llegó a elabo­
r a r un documento titulado Tratado de los Dere­
chos y los Deberes del Hombre Social,4 inspi-
L ,

Arturo Bray: ob. cit., p. 46 y Julio César Chaves: El

Í
presidente López. Vida y gobierno de Don Carlos, Edi­
torial Ayacucho, Buenos Aires, 1955, p. 29. También pue­
de consultarse el libro de Blas Garay: Tres ensayos sobre
( . historia del Paraguay, ob. cit.

í Julio César Chaves: ob. cit., pp. 40-41.


95
rado en las ideas de Montesquieu; concedió lá
libertad a todos los esclavos del Estado y la de
vientres a los privados, residuos coloniales que
el régimen de Francia no había llegado form al­
mente a eliminar, aún cuando la esclavitud sólo
se practicaba dentro de los estrechos límites de
un sistema doméstico-patriarcal, que rio desem­
peñaba un papel significativo en lá economía
nacional.5
Por otro lado, el establecimiento de relacio­
nes con el.Vaticano —y posteriorm ente la desig-,
nación de un obispo para Asunción—, la
construcción de una lujosa catedral y la reim­
plantación del diezmo, implicaron un retroceso
en la orientación de consecuente laicismo pro­
pugnada por Francia.6
El abandono de ciertos preceptos de la po­
lítica del Supremo no representó, en modo
alguno, un cambio, esencial en el carácter del
régimen gubernamental, ni que el Estado per­
diera su lugar preponderante en la economía del
país, así como tampoco su paternalista función

5 Es interesante observar, no obstante, que el Paraguay del


doctor Francia se convirtió en seguro refugio de los es­
clavos fugitivos del Brasil.
6 Debido a estas circunstancias algunas personas comenza-,
ron a propalar una campaña de infamias contra el doc­
tor Francia. El 31 de diciembre de 1841 el Gobierno^
reaccionó al prohibir cualquier tipo de comentario sobre
el antiguo régimen. El desaparecido historiador liberal ‘
paraguayo Efraín Cardozo relata en Paraguay indepen- ]
diente, p. 85, cómo «los restos maltrechos del antiguo ,
patriarcado y la clase mercantil hacían ¡al difunto dic-
tador objeto del más ardiente odio, en cambio el doctor}
Francia encontraba defensores en la masa campesina». ;

96
social. Por ejemplo, durante el Consulado se
distribuyeron animales y útiles de labranza entre
los campesinos y se arrendaron tierras estatales
a varias familias, tal como era costumbre en lá
época del doctor Francia.
Para podér aum entar realmente el volumen
del comercio exterior era imprescindible abrir
los ríos a la libre navegación, aun cuando el
regimen de Juan Manuel de Rosas, Gobernador
do Buenos Aires, seguía defendiendo los intere­
ses exclusivistas del puerto privilegiado. La cre­
ciente hostilidad de Rosas y las reiteradas nega­
tivas del caudillo a reconocer la independencia
de la más antigua provincia del Virreinato del
Río de la Plata —a pesar de que López no se
había dejado seducir por las prom esas unitarias
dirigidas a involucrarlo en una cruzada antibo­
naerense—, se hicieron del dominio público cón
la difusión de una carta en la que el gobernante
porteño amenazaba con invadir al Paraguay. El
conato de agresión precipitó la convocatoria de
una nueva asamblea antes del plazo fijado. El
Congreso Nacional se celebró en Asunción el 25

Varios años después el propio Carlos Antonio López de­


clararía sobre el Supremo: «La administración del dicta­
dor perpetuo es generalmente conocida por lo que no
consideramos de necesidad recordarla. Él mantuvo cons­
tante y celoso con pulso firme los derechos de la Repú­
blica del Paraguay al respecto del Río de la Plata du­
rante todo su largo gobierno. La verdad histórica nos
obliga a observar que algunos de sus actos no podrán
ser valorados con exactitud, sino después de conocidos
los motivos, que les dieron origen y dirección». Ver:
Carlos Antonio López, ob. cit., p. 127.

97
de noviembre de 1842, con el único objetivo de
reafirm ar la soberanía nacional. Los símbolos
p atrio s fueron ratificados por los delegados y el
25 de diciembré se procedió a ju ra r la indepen­
dencia a lo largo y ancho del país. La declara­
ción, que reafirm aba la emitida en octubre de
1813, fue enviada a los principales Gobiernos
extranjeros, con vistas a propiciar el reconoci­
m iento de la República.7

Elección de Carlos Antonio López


r

Transcurridos dos años de un Gobierno que


evidenció la capacidad de Carlos Antonio López
y la ineptitud de Roque Alonso para m anejar el
aparato estatal, una nueva asamblea se reunió
en marzo de 1844 con el fin de discutir la pri­
m era Constitución del Paraguay, titulada: "Ley
que establece la Administración Política de la
República.” 8 La carta, aprobada en la Conven­
ción, fue otra clara m uestra de que se optaba
de form a consciente por el desarrollo capitalis­
ta, aun cuando dicho modo de producción se
encontraba lejos de estar plenamente arraigado.

7 E. Cardozo: ob. cit., p. 87. En aquella ^Pasión el Para­


guay sólo fue reconocido por el Imperio del Brasil. La
declaración de 1842 fue enviada a los gobiernos de
Buenos Aires, Brasil, Chile, Bolivia, Inglaterra, Francia,
Estados Unidos y el Vaticano. El primer país que reco­
noció al Paraguay fue Bolivia, el 17 de junio de 1843,
vPaulatinamente se fueron sumando otros gobiernos.
Ver Julio César Chaves, en ob. cit., p. 51.
8 E. Cardozo: ob. cit., p. 95.

98
La Ley Fundamental de la República también
evidenciaba que las amenazas que pendían sobre
la soberanía nacional, como una verdadera espa­
da de Damocles, iban alejando a López de las
veleidades descentralizadoras con que había ini­
ciado su adm inistración y que m archaba de
una m anera decidida, al reforzamiento del poder
ejecutivo y del Estado, como principal garante'
del sistema económico nacional y de la indepen­
dencia. Esa posición se había expuesto de m a­
nera abierta sólo unos meses antes, cuando
López rechazó tajantem ente un audaz proyecto
para liquidar el poderío estatal, preparado por
algunos de sus antiguos colaboradores, y presen­
tado en el Congreso de 1842 por el delegado Juan
B. Rivarola. La indignación popular frente a esos
planteamientos fue en realidad grande. Incluso
el ejército llegó a expresar claramente su pos­
tura mediante la actitud asumida por los sol­
dados, que enfurecidos amenazaron con m atar al
diputado liberal.9 En definitiva, la Asamblea de
1844, en aras de conseguir la estabilidad de la
república, entregó el poder ejecutivo a un Pre­
sidente, que gozaría de facultades extraordina­
rias —y que gobernaría por un plazo de seis
años—, aunque formalmente los poderes del Es­
tado se dividían en tres, según el clásico esque­
ma burgués. A continuación, Carlos Antonio
López resultó electo para ocupar la alta inves­
tidura.
El latente conflicto con Buenos Aires se agu­
dizó de improviso en agosto de 1844, cuando

* Julio César Chaves: ob. cit., p. 30.

99
Rosas prohibió cualquier tipo de navegación por
el río Paraná a Jos barcos paraguayos, en re­
presalia por un tratado comercial firmado entre
Asunción y Corrientes. Carlos Antonio López qui­
so llegar a un acuerdo con Buenos Aires, pero la
obstinación de Rosas lo condujo a aliarse con
el Gobierno unitario de Corrientes y otras fuer­
zas antiporteñas mediante el tratado del 11 de
noviembre de 1845. Era el preludio de una ries­
gosa política exterior.
Esta amenaza llevó a los paraguayos a refor­
zar aún más sus capacidades defensivas con el
establecimiento del servicio m ilitar obligatorio,
contratación de instructores brasileños para el
ejército y fortificación de los principales puntos
estratégicos, como el llamado Paso de lá Patria,
cuya jefatura fue encomendada al joven coronel
de 19 años francisco Solano López, primogéni­
to del Presidente. Fue en medio de estás circuns­
tancias, nada halagüeñas para el porvenir del
país, que se puso en funcionamiento la primera
imprenta, en la que se editaba El Paraguayo In­
dependiente10 y se empezó a divulgar el lema
"Independencia o Muerte”.'1

10 El Paraguayo Independiente se editó del 26 de abril de


1845 al 18 de septiembre de 1852. Esta publicación tuyo
como redactor principal y director ál propio presidente
López. Los trabajos allí publicados se recogieron en un
libro, editado por primera vez en 1859-1860. A este pe
riódico le siguieron El Seminario, El Eco del Paraguay
y algunos otros. Ver A. Bray, en ob. cit., p. 55,
11 E. Cardozo: ob. cit., p. 98 y Julio César Chaves: ob. cit.
p. 77.

100
A fin de obtener el financiamiento necesario
para la defensa nacional, se decretó el 2 de ene­
ro de 1846 la propiedad del Estado sobre las plan­
tas de yerba mate y las m aderas de construcción
naval, independientemente de la propiedad de la
tierra. "Los yerbales —expresaba la disposi­
ción— son producciones espontáneas de la na­
turaleza, que no están en el dominio privado, ni
son frutos de trabajo individual a lg u n o /'12
Según aftVma el historiador paraguayo Carlos
Pastore: <

El Gobierno se proponía con esta medida


no solamente hacerse de recursos financieros,
sino también evitar que los Estados vecinos
que resistían el reconocimiento de la indepen­
dencia del Paraguay, obtuvieran uno de los
materiales que podría facilitar la empresa de
conquista de su territorio, a que estaba ame­
nazado.13

Rivalidad anglo-norteamericana
en el Plata
En esta difícil coyuntura apareció en Asunción
el 8 de noviembre de 1845 el Agente Especial de
Estados Unidos, Edw ard Augustus Hopkins,
quien bajo el pretexto de la mediación preten­

12 Carlos Pastore: La lucha por la tierra en Paraguay,


Talleres Gráficos «33», Montevideo, 1972, p. 123.
13 Ibídem, pp. 123-124.

101
día iniciar la penetración comercial norteam eri­
cana en el Paraguay.14
Como se sabe, por entonces Inglaterra había
logrado consolidar im portantes posiciones en su
ofensiva comercial y financiera sobre la América
del Sur, iniciada desde el momento en que los
em préstitos británicos, endeudaron a las nacien­
tes repúblicas, prácticamente antes de alcanzar
su independencia. Entre 1830 y 1850, Francia e
Inglaterra mantuvieron bloqueado el puerto de
Buenos Aires, para tratar de doblegar al Go­
bierno porteño, que impedía la libre navegación
p o r los ríos interiores del Plata. Rosas defendía
con esa actitud intransigente sus intereses per­
sonales y el de los grandes estancieros porteños.
La política del caudillo bonaerense obstaculizaba
la penetración de los mercados sudamericanos
p o r las m anufacturas de las potencias industria­
les, pero al mismo tiempo impedía el comercio
exterior de las provincias interiores y del litoral
del Paraná, así como el de la República del

14 Para esa tarea fue escogido el norteamericano Edward


A. Hopkins (1822-1891). El Gobierno de Estados Unidos
le había entregado instrucciones para úeaseguir un tra­
tado comercial bilateral con el Paraguay, y la elabora­
ción de un estudio sobre las potencialidades económicas
z del país sudamericano. Además, debería intentar el res­
tablecimiento de relaciones pacíficas entre Asunción y
Buenos Aires, como un primer paso para la penetración
norteamericana en el área. Una versión apologética de
las andanzás de este aventurero puede verse en F. Pe-
terson: «Edward A. Hopkins: A pipneer promotor in
Paraguay», The Híspame American Historical Review,
Duke University Press, U.S.A., 2; May 1942.

102
Paraguay. Por esa razón, el Gobierno de Rosas se
había convertido en el eje fundam ental sobre el
que giraban las contradicciones entre unitarios
y federales, detrás de los cuales se escondían los
intereses antagónicos de los grandes comercian­
tes y ganaderos de Buenos Aires —que disfruta­
ban del monopolio del puerto—, frente a los
habitantes de las provincias interiores y del lito­
ral. Esas disputas habían originado las .guerras
civiles en el Río de la Plata y, de cierta manera,
impulsaron la independencia paraguaya, consu­
mada en 1813.
La complicada evolución política del Cono
Sur era conocida en los círculos gubernamenta­
les de Estados Unidos mediante los informes de
sus enviados, destacados en Buenos Aires y Río
de Janeiro. El bloqueo anglo-francés del Río de
la Plata animó en W ashington la idea de apoyar
a Rosas, con la esperanza de desplazar la inci­
piente penetración británica por la norteameri­
cana. Para alcanzar el predominio frente a los
hábiles competidores ingleses, Estados Unidos
intentó conseguir un arreglo entre Asunción y
Buenos Aires, pues la disputa posibilitaba un
acercamiento inglés al Gobierno presidido por
Carlos Antonio López.
Prueba de estos proyectos son los informes
de William Brent Jr., Encargado de Negocios
norteamericano en Buenos Aires. En sus éscritos
Brent planteó, por prim era vez, el plan de apo­
yar a Rosas con la finalidad de contrarrestar
la influencia inglesa. De lo contrario todo el Río
de la Plata, decía Brent, caería “completamente
bajo el desgobierno y la tiranía británica, sin una

103
sola excepción", agregando que "sería deseable
la mediación amistosa de los Estados Unidos
para poner término a las diferencias existentes
( . . . ) entre el Paraguay y Buenos Aires''.15
El plan Brent fue auspiciado por el enton­
ces secretario de Estado James Buchanan, quien
declaró que el Paraguay
hasta el presente no ha recibido del Gobierno
de íos Estados Unidos toda la atención que
exige su importancia. Debemos empeñarnos
con vigor y actividad en reparar lo que pudié­
ramos haber perdido con la demora. Además,
se debe asegurar a las autoridades deí Parar
guay que el Gobierno de los Estados Unidos,
si ello fuere necesario, interpondrá sus bue­
nos oficios ante el de Buenos Aires para indu­
cir a éste a abrir el gran río al comercio de
las demás naciones.16

Como hemos visto, el enviado norteam eri­


cano llegó a Asunción él 8 de noviembre, para
gestionar un entendimiento entre Rosas y él
Paraguay, con la intención de capitálizar, en be­
neficio del comercio norteamericano, los conflic­
tos que en cierta forma süscitába la penetración
inglesa en la zona. Al valerse de la política anti­
británica de Rosas y del tradicional rechazo de
los paraguayos a las exigencias inglesas, Hópkins
esperaba conquistar el valioso mercado de El

15 Pablo Max Ynsfram: La expedición norteamericana con-


tra el Paraguay, 1858-1859, Editorial Guarania, México,
■ 1954, t. 1, p. 67. v. ,
j . Ibídem, t. 1, pp. 43-44.

104
Plata para su país.17 Como Hopkins pretendió
obtener para una compañía norteam ericana la
concesión exclusiva de la navegación a vapor por
los ríos paraguayos, Carlos Antonio López re­
chazó sus proposiciones. De vuelta a Buenos Ai­
res, Rosas le dijo que cualquier acuerdo debía
incluir la incorporación del Paraguay en calidad
de provincia a los territorios, bajo su dominio. -
Siguiendo su curso, los acontecimientos se
precipitarañ después del fracaso de la mediación
norteamericana. En diciembre de 1845, como
parte del acuerdo firm ado con. Corrientes, el
presidente López declaró la guerra a Rosas. Los
4 0G0 hombres, comandados, pór el coronel Fran­
cisco Solano López, cruzaron sin demora el Pa­
raná y se pusieron a las órdenes del general an-
tirrosista José María Paz. Poco antes de qué las
tropas paraguayas partieran de Asunción hacia
Corrientes, el presidente López las arengó Con
estas palabras:

Soldados: la República del Paraguay necesi­


taba de paz y libertad; he procurado conser­

17' Cuando estaba en Asunción; Hopkins escribió 7 a Wash


ington exhortando al Gobierno norteamericano a un re­
conocimiento inmediato del Paraguay. De lo contrario,
; señalaba Hopkins, Inglaterra lograría «abrir la navega­
ción del Paraná; por la fuerza contra toda ley, para
beneficio de sus súbditos», y se perdería el rico mer­
cado paraguayo, en el que «pueden introducirse ( . . . )
sin temor a competencias manufacturas norteamericanas
de, todas clases por valor de varios millones de, dólares
anualmente y en constante aumento;*. Pablo Max. Yns-
f r a m: ob. cit., t. 1, pp. 47 y 55.
v a r a toda costa estos dos grandes bienes;
pero el Dictador de Buenos Aires, ambicioso
y pérfido, nos obliga a la guerra; no consiente
que seamos independientes y libres; quiere
q u e seamos sus esclavos; no podíamos sin
afrenta sujetarnos a sus caprichos, y nos ha
hecho la guerra sin declararla; nosotros más
nobles y honestos la hemos declarado, antes
q u e hacerla.
Soldados: a nosotros nos encomienda la Pa­
tria esa gloriosa misión; ha llegado el mo­
m ento de desm entir a ese tirano ii^solente,
que tiene a los paraguayos por incapaces y
cobardes; m ostradle lo que vale un pueblo
que quiere ser libre, y tiene un valor innato.18

Pero la fragilidad de esta alianza con los


ganaderos y estancieros del litoral, del Paraná
no tardó en revelarse. El Gobierno de Corrientes
no sólo comenzó a interferir las comunicaciones
entre las tropas de Solano López y Asunción,
sino tam bién las dispersó en destacamentos ais­
lados unos de otros, promoviendo incidentes
como el de Payubré. Como era de esperarse, los
agravios term inaron por p ro v o c a rla retirada

18 Julio César Chaves: ob. cit., pp. 99-100. Como telón


de fondo estaban, de una manera o de otra, los inten­
tos de penetración comercial de Inglaterra. Es sintomáti­
co que mientras que estos acontecimientos tenían lugar,
los ingleses lograban momentáneamente abrir a caño­
nazos el Paraná, y derrotaron a Rosas en Vueltas de
Obligado. Como consecuencia, el 15 de enero de 1846
llegó a la rada asunceña, por primera vez en su histo­
ria, un buque a vapor de bandera inglesa, el «Fulton».

106
de los paraguayos. Los hechos demostraron, una
vez más, que la tradicional política de neutrali­
dad del doctor Francia era más aconsejable.
Poco tiempo después, en agosto de 1846, Corrien­
tes firm aría con Buenos Aires el tratado de paz
de Alearaz.

El problema de yla libre navegación


En 1852 áe produjo un acontecimiento de
singular im portancia en la historia del Río de la
Plata. Ocurrió el derrocamiento de Rosas en
Caseros, por un movimiento dirigido por el cau­
dillo de Entre Ríos, Justo José de Urquiza. El
triunfo de Urquiza era tam bién la victoria de los
hacendados y estancieros del interior y del lito­
ral, que reclamaban el comercio libre por el Pa­
raná sin el monopolio de Buenos Aires. Se formó
la Confederación Argentina (1852-1862) y entre
sus primeros decretos estuvieron la declaración
de libre navegación por los ríos interiores y el re­
conocimiento de la independencia del Paraguay.
Urquiza aceptó el dominio exclusivo de los para­
guayos sobre el río que da nombre a la República,
firmando un trato de límites fronterizos. A cam­
bio, la Confederación recibiría los disputados
territorios de Misiones, región que había perdido
importancia para el Gobierno de Asunción,
después qué los brasileños se habían anexado en
Í851 la porción septentrional del Uruguay, que
servía de nexo terrestre en la comunicación con
la Banda Oriental. Además, la apertura del Para­
ná a la libre navegación restaba valor práctico

107
al territorio de Misiones, cómo corredor comer­
cial con el vecino Im perio de Brasil.19
El restablecimiento de los vínculos con el
exterior se afianzó con la autorización otorgada
por el presidente López para que algunos mer­
caderes pudieran reiniciar libremente sus activi­
dades y con la firm a de convenios comerciales
con Inglaterra, Estados Unidos y Francia. La
apertura del comercio abrió una nueva fase en
la liberalización del régimen económico nacio­
nal, lo que se puso en evidencia con la autori­
zación otorgada por López a los extranjeros para
que invirtieran en el país. Con ello se pretendía
incentivar la actividad mercantil y perm itir la
libre acumulación de capital en manos privadas,
así como la inversión extranjera. Esas medidas
estuvieron precedidas de ciertas disposiciones
que se destinaban a rehabilitar el paralizado
sector externo de la economía, y paradójicam en­
te significaron un reforzamiento del poderío es­

19 A partir de ese momento se aflojaron en cierta forma


las tensiones en que había vivido el pueblo paraguayo
desde la independencia. En su última edición, la número
118, correspondiente al 18 de septiembre de 1852, El
Paraguayo Independiente publicó un artículo del presi­
dente López que decía: «Nuestro papel concluye con
este número y al cerrarlo tenemos la complacencia de
felicitar a nuestros compatriotas por la consecución de
los tres grandes objetivos dé la República: el reconoci­
miento de la independencia de la República, el acuerdo
definitivo de sus límites con la Confederación y la libre
navegación de nuestro pabellón por el río Paraná y
sus afluentes.» Citado por Julio César Chaves, en ob.
cit., p. 122 .

108
tatal. Una de esas leyes era la dictada el 7 de
octubre de 1848, y la misma introducía deter­
minadas reformas burguesas en el régimen de
¡tenencia de la tierra. El decreto en cuestión de­
claraba propiedad del Estado los bienes de 21
pueblos de indios, y de esta m anera muchas
familias guaraníes adquirieron la condición de
arrendatarios de tierras estatales. De esa form a
se sumaron al patrim onio del Estado extensas
superficiesa^de pastoreo, inmensos yerbateros,
bosques de maderas duras y unas 200 000 cabe­
zas de ganado vacuno y caballar. Las disposi­
ción perm itió la ampliación de las Estancias de
la Patria a sesenta y cuatro y el casi, absoluto
control estatal sobre los principales productos
exportables. Otra consecuencia de esta medida
fue la liberación de fuerza de trabajo, necesaria
para dar un mayor impulso a la economía expor­
ta d o ra , a pesar de que no puede decirse, en rigor,
que se produjera un proceso masivo de prole-
tarización. La reforma burguesa de 1848 signifi­
có la liquidación definitiva de formas caducas
de tenencia de la tierra —eminentemente preca-
pitalistas—, y la conclusión del proceso de unifi­
cación y formación nacional, ya que suprimió
para siempre la división de la sociedad en cas­
tas, al otorgarle a los indios guaraníes todos los
derechos legales, junto con la condición de ciu­
dadanos paraguayos libres.
Uno de los prim eros permisos para realizar
inversiones concedido por el presidente López
a extranjeros, recayó en el ya mencionado
Edward A. Hopkins, quien creó con capital de

109
R hode Island la United States and Paraguay Na-
vegation Company.20 La firm a norteamericana,
en la que tenía participación el propio secreta­
rio de Estado, James Buchanam, instaló en
Asunción una fábrica de cigarros, otra de ladri­
llos y varias industrias menores y comercios.
Las irregularidades cometidas por los norteame­
ricanos, no muy inclinados a reconocer las
prerrogativas del Estado paraguayo, unido al
desmedido avance de la esfera de actividad de
esta empresa extranjera —que vulneraba el in­
m aculado sistema económico nacionalista—, hi­
cieron que el presidente López dictara la expro­
piación de to d a s . las inversiones foráneas y
expresam ente prohibiera a los extranjeros po-
séer bienes en el país, cerrando así, abrupta­
m ente, el último capítulo del intento liberaliza-
dor de su régimen. Inconforme con esta decisión,
H opkins llamó en su ayuda a un barco de guerra
de Estados Unidos, el "W ater Witch”, que se ha­
llaba navegando por las aguas fluviales de
Corrientes. Con supuestas intenciones pacíficas,
el capitán del buque, Thomas Page, fondeó fren­
te a Asunción el 20 de septiembre de 1854. Una
vez en el puerto, amenazó con cañonear la ciu­
dad. El grave incidente terminó, momentánea-;

20 Después de su primera visita al Paraguay en 1845,;


Hopkins había desarrollado una intensa campaña de
prensa en Estados Unidos, encaminada a despertar el'
apetito de los capitalistas norteamericanos en relación
con las riquezas y recursos naturales paraguayos. Entre
1848 y 1851 Hopkins realizó otros dos viajes al Para­
guay como preámbulo a la formación de la compañíá.

110
mente, con la evacuación del personal norteame­
ricano hacia la provincia argentina vecina.21
Sin tardanza, el presidente López prohibió
la navegación por los ríos paraguayos a todos los
barcos extranjeros (3 de octubre). El Gobierno
norteamericano, por su parte, ordenó al "W ater
Witch” ignorar esa disposición soberana. Ente­
rado del irrespetuoso avance del vapor de Esta­
dos Unidos, López cursó la siguiente ordenanza
al Jefe de la Marina de Guerra paraguaya:

Reservada:
Al Comandante Jefe de la Escuadra Nacional
Hay noticia de que el "W ater W itch” se
prepara a entrar en los ríos de la República
sin necesidad de licencia porque no la nece­
sita, según dice. Repito que si llega el caso
se hará toda la resistencia posible, como ten­
go prevenido anteriormente. H ará requerir al
Comandante del "W ater Witch” con el decreto
del 3 de octubre diciéndole que en su virtud
no se le puede perm itir el arrib o . . .
Pida Usted con esta orden al Comandante de
la villa del Pilar las detonaciones de tiro a

21 Hopkíns acudió presuroso a Wasjijpgton y reclamó re­


presalias contra el país sudamericano, «El gobierno de
los Estados Unidos -declaró Hopkins-, apenas permi­
tiría que una tribu de indios norteamericanos o de sal-
, vajes malayos, invoque los principios del derecho inte-
nacional en su defensa. Este presidente Lópe¡S< es peo?
que ellos. Hablar con ellos es pérdida de tiiejn#$, lo
que les hace falta es una muestra de nuestros cañones..»
Tomado de Pablo Max Ynsfram: ob. cit., t. 1, p. 208.

111
metralla y bala del depósito de pertrechos
en dicha villa, para esos cañones de a 6 que
se hallan con pocas dotaciones, según refie­
re Usted en su oficio del 28, ( . . . ) son muy
atrevidos esos piratas, y es demasiado (, ., )
no se puede dudar que los correntinos les
ayudarán en cuanto Te sea posible siendo con:
ira la República; y lo mismo se puede esperar
del Gobierno de la Confederación. La invasión
preanunciada de los americanos les presentará
la ocasión de ponerse con ellos contra la Re­
pública. Tampoco espero que se hagan neutra­
les, en cuyo caso les negarán el arribo. Será
pues tiempo de que se aclaren las cosas, y
haga el Paraguay lo que pueda.
Se tendrá presente desde ahora ( . . . ) que en
las costas de la República no hallarán los pira­
tas especie alguna de mantenimiento, ni po­
drán cortar leña impunemente, y qúe serán
hostilizados de día y de noche: que no se les
dejará dormir, descansar, ni ponér el pie en
ninguna playa; se llenarán las costas de tira­
dores, y piezas de artillería volante, todo lo
que tengo prevenido al Comandante Robles.
El vapor paraguayo tal vez sufra embarazo y
tropiezos por las hostilidades que no dejarán
de procurar los piratas. Con ese soló vapor
dotado de la artillería gruesa que trae al man-
do de un capitán de alta recomendación, haría
im penetrable la boca del río Paraguay. Mues­
tre esta carta al Comandante Robles, por si
no hay tiempo de repetir por separado, con la
prevención de que en la prim era ocasión me

112
incluirá una copia íntegra para tenerla pre­
sente.
Asunción. Octubre 31 de 1854

En febrero de 1855 el vapor norteamericano


§e presentó en actitud provocadora frente a las
baterías del fuerte Itapirú, con la pretensión de
navegar un 'fecinal interior en: la confluencia del
Paraná y el Paraguay. El Comandante de la for­
taleza indicó al buque que se detuviera, para lo
cual efectuó varios disparos con salva. Pero
como el barco seguía avanzando, el comandante
Wenceslao Robles, jefe del fortín, ordenó el bom­
bardeo con proyectiles. El "W ater W itch” fue
rechazado a cañonazos. El insolente vapor nor­
teamericano — seriamente dañado y con varios
heridos— se retiró de form a apresurada, perse­
guido por la cañonera paraguaya Tacuarí. Evi­
dentemente, los norteamericanos confundían ex
profeso la libre navegación por los ríos, con el
derecho a desconocer la soberanía paraguaya
sobre su propio litoral. Liquidado el enojoso in­
cidente, el comandante Robles informó al presi­
dente López: "Tal ha sido la retirada del 'W ater
Witch' llevando una lección oue hace tiemno
buscaba."23

22 Ibidem, t. 1, pp. 210-211.


23 E. Cardozo: ob. cit., p. 131.
Desarrollo de la economía paraguaya
A pesar de los inconvenientes que traía la
ap e rtu ra de los ríos, al llevar al interior del con­
tin ente a la vanguardia de los intereses comer­
ciales de las grandes potencias industriales, la
conquista del libre tránsito por El Plata facilitó
al Paraguay la formación de una impresionante
m arina mercante, que perm itía la eficiente eo?
mercialización de parte de la producción nacio­
nal, a la vez que posibilitaba el desarrollo de
relaciones capitalistas de producción. Aprove
chando sus magníficas maderas y otros recursos
naturales, el país creó, en astilleros propios, la
m ayor flota comercial del Río de la Plata. Con
la ayuda de técnicos extranjeros —se emplearon
varios cientos—, contratados por el Gobierno,
los astilleros estatales llegaron a botar buques
de acero provistos de calderas, al parecer los
prim eros de su tipo que se construyeron en
América Latina. El primogénito de estos vapores*
criollos fue el "Ypora”, con 226 toneladas de
desplazamiento. En funciones desde el 2 de julio
de 1856, el "Ypora” abrió el camino de la nave­
gación a vapor para otras embarcaciones para-;
guayas, construidas o adquiridas en los años
siguientes, tales como el "Salto del Guayrá”,
"Ygurei”, "Río Apa" y "Jejui” hasta hacer un'
total de once. Paralelamente se arm aban unosi - - ! ■'

cincuenta veleros pequeños y grandes. Los insu-


mos de hierro y acero necesarios se producían
en la fundición de Ibicuy, inaugurada en 1854
y dotada de modernas instalaciones, en las que
laboraban más de cien obreros. Cañones de doce
pulgadas, armas ligeras, proyectiles, implemen­
tos agrícolas y otros artículos, salían del arsenal
de Asunción, donde trabajaban más de 250 tra­
bajadores asalariados. La m ateria prim a se obte­
nía en las minas del Estado, situadas en Itacu-
rubí y Valenzuela, de donde se extraía el mineral
de hierro, azufre y carbón.24
í La conjugación de estos factores posibilitó
un incesante aumento de los intercambios con
el mundo exterior. En poco menos de diez años
—como puede apreciarse en la tabla que sigue—,
el volumen del comercio era cuatro veces supe­
rior al de 1851. Se cuenta que a principios de la
década del sesenta atracaban anualmente en el
puerto de Asunción más de trescientos buques
de vapor de diferentes nacionalidades. Se expor­
taba yerba mate, maderas, tabaco, cueros, ci­
garros y naranjas. Se im portaba fundamental­
mente maquinarias y ciertas manufacturas que
el país aún no producía.

COMERCIO EXTERIOR (1851-1860)


(En pesos)

AÑO E X P O R T A C IÓ N IM P O R T A C IÓ N

1851 341616 230 917


1852 470 010 715 886
1853 690 480 . 407 688

54 Silvio Maldonado: El Paraguay. Aspecto político. Re­


cursos humanos. Recursos económicos. Fondo dé Cultura
Económica, México, 1952, p. 102 y León Pomer: La
guerra del Paraguay ¡gran negocioI. Ediciones Calden,
Buenos Aires, 1968, p. 57.

115
AÑO EXPORTACIÓN ' IMPORTACIÓN

1854 777 861 595 823


1855 1 005 900 431 835
1856 , 1 143 131 631 234
1857 1 700 722 1 074 639
1858 1 205 819 866 5 9 6 '
1859 2 199 678 1 539648
1860 1 693 904 885 841
Fuente: E. Cardozo, ob. cit., p. 147 y L. Pomer,
ob. cit., p. 66.

También, en 1854, el Estado paraguayo co­


menzó a construir el prirtier ferrocarril de tro­
cha ancha del Río de la Plata y el segundo de
toda la América del Sur. La línea férrea comu­
nicó en 1861 a Asunción con la villa de Paragua-
rí, a una distancia de 72 kilómetros. El proyecto
incluía la unión de la capital con la ciudad de
Villarrica, centro de las mejores haciendas y
estancias del departamento de Guairá, zona den­
samente poblada. A la vez fue establecida una
red de telégrafos que, a la vez que bordeaba el
río Paraguay perm itía enlazar el estratégico Paso
de la Patria con Asunción.25 De esta m anera el

25 A. Bray: ob. cit., pp. 52-55. Buena parte de estos éxitos


se debieron a las gestiones realizadas por el general
Francisco Solano López en Europa, a donde llegó en
1854. Durante casi dos años viajó por el Viejo Conti­
nente. Promovió la colonización del Paraguay, y dio
lugar al proyecto, de Nueva Burdeos, que llevó a las
tierras paraguayas a varios cientos de trabajadores eu­
ropeos y que fracasaría estrepitosamente, para asi alejar

116
Gobierno paraguayo daba pasos firmes en el de­
sarrolló económico nacional.26 Un historiador
liberal, Efrain Cardozo ha comentado:
Los progresos materiales alcanzados en todos
los órdenes, bajo la dirección de los técnicos
europeos contratados pór el general López
hicieron del Paraguay una unidad económica
autónoma y pujante que en poco tiempo se
colocó entre los prim eros países sudamerica­
nos. Abandonando el intento de: implantación
de capital extranjero con el provocado fraca­
so de la Compañía Hopkins, el Paraguay fue

2¿ , A. Bray: ob. cit., p. 53. No menos sobresaliente fue el


esfuerzo educacional d e l .presidente López, al proseguir
también en este acápite la linea trazada por el doctor
Francia. La enseñanza siguió siendo gratuita y los niños
de familias con pocos recursos eran alojados y alimen­
tadas por cuenta dél Estado. Desde 1858 se enviaban
- jóvenes a estudiar a Europa á expensas del Gobierno
paraguayo.

la posibilidad de realizar otros intentos análogos. Duran­


te su estancia en Europa, Solano López adquirió maqui­
narias, herramientas y contrató técnicos y obreros cali­
ficados. Como parte de esta actividad compró en Londres
el vapor «Tacuari», de 448 toneladas de desplazamiento,
destinado a la marina dé guerra paraguaya. Fue en
ocasión de este viaje que Francisco Solano Conoció a
la . irlandesa Elisa Lynch, a quien llevó consigo al Pa­
raguay, Con ella tuvo varios hijos". Ver Efraín Cardozo:
ob. cit., p. 130. Sobre la Lynch puede consultarse el
libro de Hilde K ruger; Elisa Lynch o la tragedia como
destino. Editorial Cultura, México, 1946, y la obra de
William E. Barret: Una amazona. Biografía de Fran­
cisco Solano López y Elisa Lynch, Editorial del Plata,
Buenos Aires, 1950.

117
1^ única nación del continente donde encontró
vallas infranqueables la expansión del impe­
rialism o europeo, y acostumbrado a prolon­
gados aislamientos desarrolló un género de
economía peculiar que dependía muy poco de
la economía internacional-27

El cerco contra el Paraguay


independiente
La política exterior independiente del Para­
guay y las potencialidades productivas de un
país que durante décadas había resistido exitosa­
m ente las pretensiones hegemónicas de sus am­
biciosos vecinos, así como las presiones de las
principales potencias capitalistas para penetrar
su economía y dominar sus mercados, tenía que
provocar, más tarde o más temprano, la oposi­
ción concertada de todas estas fuerzas. E ra el
preludio de la torm enta que se iba gestando en
el horizonte.’
Estos resortes comenzaron a ponerse en ac­
ción a principios de 1858, con el pretexto de
una supuesta violación por parte del Paraguay
del principio de la libre navegación*JEn esa oca­
sión una escuadra brasileña, al mando del almi­
rante Pedro Ferreira de Oliveira, compuesta por
20 buques con 130 cañones y 3 000 tripulantes,
obtuvo la autorización del Gobierno porteño
para rem ontar el Paraná y dirigirse al norte,
rum bo a la ciudad de Asunción. Sin encontrar

27 E. Cardozo: ob. cit., p. 145.

118
resistencia alguna de parte del presidente Urqui-
za, cabeza de la Confederación Argentina,, la po­
tente flota llegó a su destino. Allí exigió el libre
tránsito para los barcos del Imperio que comu­
nicaban al estado de Matto Grosso con la costa
atlántica, por medio del sistema fluvial. Desean­
do evitar a todo trance una guerra, Carlos An­
tonio López firmó —12 de febrero de 1858— el
tratado que derogaba las restricciones a la, nave­
gación brasileña por el río Paraguay. Esta con­
cesión paraguaya, como se dem ostraría un lustro
más tarde, no iba a poner fin a las ambiciones
del Imperio del Brasil, por lo que a los dos años
las relaciones entre ambos países volverían a
deteriorarse.
Apenas transcurridos diez meses de estos
sucesos, se desarrolló el segundp capítulo del
drama paraguayo por la supervivencia nacional.
Otra flota de guerra extranjera, esta vez norte­
americana, amenazaba la integridad del país.
Once vapores y nueve veleros con 200 cañones y
1 500 tripulantes, enviados por James Buchanam
—elegido presidente de Estados Unidos—, cons­
tituían una especie de expedición punitiva que se
proponía arrancar por la fuerza las indemniza­
ciones y privilegios que el "W ater Witch" no
había ^ido capaz de obtener. La presencia en e l ,
Paraná de la más poderosa arm ada que hasta
entonces partiera de Estados Unidos en zafarran­
cho de combate, sirvió de pretexto a Urquiza
para ofrecer su mediación. Pero su vérdadera
finalidad era atraer al Paraguay a la alianza que
organizaba contra la continua disidencia de Büe-

119
nos Aires. López cedió en algunas cuestiones y
el incidente se solucionó sometiendo el diferendo
al arbitraje internacional, con la retirada de la
reclamación norteam ericana y la concertación dé
un nuevo tratado comercial. Después de este epi­
sodio, el presidente Lópéz quedó completamente
convencido de que también Estados Unidos era
hostil al Paraguay y corría a conjurarse con sus
enemigos, con el propósito de cerrar el asfixiante
cerco que se levantaba lentamente en tom o al
país.
A fines de la propia década del cincuenta,
y paralelamente con el creciente hostigamiento
de fuerzas extranjeras, se fue haciendo palpable
la aparición de los primeros síntomas internos
de oposición al régimen de Carlos Antonio Ló­
péz. La mism a causa, el desarrollo de la política
nacionalista en el Paraguay, iba provocando dis­
tintos efectos en su contra y poniendo en ac­
ción el engranaje hostil de la m aquinaria deses-
tabilizadora que artificialmente creaban las
grandes potencias industriales. De cierta manera,
los prom otoíes de la disidencia retom aban con
sus gastados argumentos la campaña difamato­
ria que desde hacía años se venía desarrollando
contra el doctor Francia. Los antiguos círculos
privilegiados del Paraguay habían cifrado todas
sus esperanzas en que el Gobierno de López lle­
vara hasta sus últimas consecuencias el procesó
de liberalización, sobre todo en lo referido a lo
que modernamente se denomina el área estatal
de la economía. La reiterada negativa del Jefe
de Estado a abandonar su política nacionalista,

120
que limitaba el acceso al enorme patrim onio
estatal e impedía lucrar con la comercialización
de la yerba mate y la riqueza forestal, hizo re­
nacer el descontento en un sector de los pro­
pietarios. Es de destacar que en todo este asun­
to desempeñaban un papel sobresaliente las res­
tricciones vigentes, que impedían la penetración
extranjera del mercado paraguayo y entorpecían
la expansión del comercio anglo-argentino por
el Río de la Plata. Un testimonio directo de la
magnitud ¿te este tipo de limitaciones lo brindó
él publicista español Idelfonso A. Bermejo, quien
laboró durante varios años en él Paraguay en
Condición de maestro y periodista. En un pinto­
resco libro, Bermejo relata cómo ‘ al cruzar la
frontera “los pasajeros deben presentar a los
guardias paraguayos las onzas de oro que lleven,
y las apuntan para que al retirarse del país no
puedan extraer mayor cantidad de la que han
introducido”, y el propio autor de m anera despec­
tiva añade: "Comprendí que en esta República
no está muy acariciado el sistema de librecam­
bio.” 2-3 Sobran los comentarios.
Las prim eras voces que se alzaron contra el
régimen de López no fueron, sin embargo, la de
ciudadanos paraguayos, sino la de intelectuales
y políticos liberales de Buenos Aires —muchos
de ellos viejos unitarios—, que veían en el Pa­
raguay un mal ejemplo para la Argentina, así
como un obstáculo a la expansión comercial por

28 Idelfonso Antonio Bermejo-/ Repúblicas Americanas.


Episodios de la vida política y social de la República
del Paraguay, Imprenta R. Labajos, Madrid, 1873, p. 32.

121
el interior del Río de la Plata y comparaban al
G obierno asunceño con su enemigo depuesto, el
"tira n o Rosas”.
E l 3 de julio de 1857 se publicó un artículo
en el periódico bonaerense El Orden, firmado
por el historiador y político liberal Luis L. Do­
mínguez, en el que atacaba ásperam ente al pre­
sidente López. Con posterioridad fueron apa­
reciendo otros trabajos que continuaron la
cam paña contra el Gobierno del Paraguay, al­
gunos elaborados por los dos personajes más
destacados de la política bonaerense de enton­
ces: Domingo Faustino Sarmiento y Bartolomé
M itre.29 El prim er paraguayo que se hizo eco del
coro antilopizta fue Luciano Recalde. No tardó

29 Algunos años antes Sarmiento había iniciado una cam­


paña de prensa contra el régimen de el Supremo, que
después hizo extensiva a López. El primer artículo de
Sarmiento contra los gobiernos paraguayos había sido
escrito en Chile mientras vivía como emigrado de Rosas.
Ese trabajo se \ tituló «La situación actual del Para­
guay», publicado en el periódico El Progreso de Santia­
go, en el que se refería muy críticamente a Francia 5
su época. Más severamente se refirió a el Supremo en
la introducción a su conocido Facundo, también publi­
cado en la capital chilena por primera vez en 1845. Er
trabajos posteriores, de 1887, m antendría,estos criterios
Ver Vicente Fidel López: Historia de la República Ar­
gentina, Buenos Aires, 1963, p. 16. En este sentido Mitrí
no sé quedaría atrás de Sarmiento. En sus obras his
tóricas valoró de una manera similar al régimen d«
Francia, especialmente en su Historia de Belgrano y di
la independencia argentina, Buenos Aires, 1950, pp
131-157 y 156-162. Ambos políticos argentinos extende
rían su campaña a los López, como forma de justifica)
la agresión que se incubaba contra el Paraguay.

122
en form arse un grupo de emigrados paraguayos,
radicados en Buenos Aires, que organizó, el 2 de
agostoxde 1858, la llamada Sociedad Libertadora
del Paraguay, auspiciada por los liberales bonae­
renses y antecesora de la tristem ente célebre
Legión. La agrupación ía encabezaban Gregorio
y Serapio Machaín, Manuel Pedro de la Peña,
Carlos Loizaga y el ya mencionado Luciano
Recalde.3p Las pretensiones "libertadoras” de
estos individuos se plasmaron en el program a
de la organización, en el que se decía:

el principal fin de esta sociedad, según sus


estatutos, libertar aquella tan fértil como des­
graciada parte del Globo, comunicarle el es­
píritu civilizado de nuestro siglo, establecer
en ella, por medio de la propaganda y de todo
cuanto recurso humano y decente esté' a su

Una evolución típica es la de Manuel Pedro de la Peña.


Este individuo fue arrestado en 1827 por su oposición
al régimen revolucionario del doctor Francia. Pasó su
juventud en la cárcel. A la muerte de el Supremo fue
favorecido por la amnistía política dictada por el Con­
sulado. En libertad, escribió su «Himno a la Libertad».
Colaboró con el gobierno de Carlos Antonio López, en
el cual desempeñó importantes puestos diplomáticos.
Sin embargo, defraudado por los obstáculos interpues­
tos a los planes liberales, se opuso también al presi­
dente López, y se refugió en Buenos. Aires. En esta
ciudad contribuyó a la propaganda antilopizta, cuando
acusó a Carlos Antonio y a sú hijo de ser continuado-
fes del régimen de Francia. Sus artículos los firmaba
como «El ciudadano paraguayo». Publicó una serie de
cartas abiertas a Carlos Antonio López (1857-1858) y a
su hijo Francisco Solano (1865).

123
alcance, los principios, de libertad, igualdad;
derecho de propiedad y todos aquellos goces
concedidos a los hombres por las leyes divinas
y humanas, reconocidos y acatados hoy por
el mundo civilizado, y de que ha estado pri­
vada por la arbitrariedad de sus mandata­
rios.31

Los verdaderos móviles de esa cruzada an-


tilopizta habían quedado al descubierto con la
publicación del libro de Luciano Recalde titu­
lado Monopolio del Paraguay, aparecido en Bue­
nos Aires en 1857, y en el que se abogaba
descarnadamente por la liquidación del patrimo­
nio estatal y de las restricciones comerciales.
E ra lo que Juan Andrés Gelly había llamado
peyorativamente "demasiado gobierno”,32 El his­
toriador paraguayo/Julio César Chaves, biógrafo
de Francia y López, anota al respecto: "Uno de
los factores que provocaban mayor resistencia al
régimen estaba constituido por el monopolio de

3' E. Cardozó: ob. cit., p. 142.


32 Esas palabras provienen de una carta esgrita en 1855 por
Gelly a su hijo: «Sufro mucho aquí en esto que podría
llamar demasiado Gobierno. Esto es que el Gobierno
debe meterse hasta en la marcha y movimiento de los
particulares, esto es dirigirlos en sus negocios y tra-
. bajos. Esto es. ( . . . ) inspportable.» Citado por Julio
César Chaves, en ob. cit., p. 192. Juan Andrés Gelly
(1792-1859), había nacido en Asunción, de padre fran­
cés. Participó en el movimiento de Mayo de 1810 en
Buenos Aires, Residió en Paraguay hasta 1813, fecha
en que marchó al extranjero hasta regresar en 1845. Fue
enemigo acérrimo del régim en. de Francia, Bajo el go­
bierno de López trabajó como periodista y diplomático^!
la yerba y la madera. El Estado aparecía como
el máximo y privilegiado traficante.” 33
La actividad sediciosa de la Sociedad Liber­
tadora no se limitó, por supuesto, a Buenos
Aires y las provincias del Plata, sino que su
influencia también se irradió al Paraguay. El
16 de febrero de 1859 las aijtoridades de Asun­
ción descubrieron una conspiración que pre­
tendía asesinar, al presidente López. Los involu­
crados fuecQn arrestados y dos de ellos, los
Hermanos Decóud, fusilados. E ntre los complota-
dos se encontraba un súbdito inglés, lo que dio
lugar a un conflicto de carácter internacional
—pues los británicos sé apoderaron (Jurante unos
días del vapor "Tacuarí” en él que viajaba el gene­
ral Francisco Solano López—, que finalmente
se- resolvió sin mayores trastornos.34
Ahora bien, no todo lo que se publicaba en
Buenos Aires era para denigrar al Gobierno pa­
raguayo. Hubo periodistas y escritores que sa­

33 La cita continúa así: «Adquiría la yerba mate a los pro­


ductores a razón' de 5 reales la arroba para venderla a
los exportadores, a 18, La m ad era, se hallaba totalmen­
te ¡jionopolizada por el .Estado, y en cuanto al tabaco,
el Gobierno era el más fuerte comprador, aunque tam­
bién podían exportarlo los particulares. El monopolio
de la exportación se completabá con el de la importa­
ción : el Gobierno ‘ adqüitíá en Villa del Pilar licores,
.vinos, lpsas, cristales, telas,. paño% . lienzos y. otros efec­
tos, para luego comerciarlos ,en sus almacenes de la
capital y pueblos; de la ' campaña.» Citado por Julio
César Chaves, *en* obV’d t., jp. 17Í2. ■ • :
' R. B. Cutininghamé' Gráharn : 'Rétr:ctta de un Dictador.
Francisco Solano López. (Paraguay 1865-1870), Editora
Interamericana, Buenos--Aires, 1943/p: 66 .

125
lieron de form a resuelta en defensa del Para­
guay. Entre ellos merecen citarse a Juan J. Bri-
zuela, Nicolás Calvo y más tarde a Juan Bautista
Alberdi. Calvo, por ejemplo, elaboró un intere­
san te alegato en favor del Gobierno de López,
en el que sagazmente preguntaba:

¿Quién gana con revolucionar el Paraguay?


La libertad, la civilización, el progreso, la fi­
lantropía, nos dicen: ¿Gozamos nosotros de
la plenitud de esos bienes? ¿Los goza nuestra
cam paña? ¿Los goza la República entera?
¡Pardiez! admitiendo que ese sea el noble mó­
vil ¿por qué no empezamos por el Brasil,
donde cuatro millones de infelices negros, es­
clavos, llevan cadenas, grillos y azotes, redu­
cidos a la categoría de bestias?35

Balance de la época de López


Sin lugar, a dudas, podemos afirm ar a mane­
ra de balance, que el régimen de Carlos Antonio
López contribuyó decisivamente al desarrollo de
las fuerzas productivas y al avance de las relaí
clones de producción capitalistas, jal golpear 'los
principales rezagos de anteriores formaciones
económico-sociales. El Estado nacional se con-
■é
solidó y adquirió una estructura más firme)
como fiel continuador de la política soberana y
nacionalista del doctor Francia. Como hemos sé*
ñalado, el control estatal sobre el comercio se,

35 E. Cardozo: ob. cit., p. 144,

126
mantuvo plenamente —superada una etapa de
vacilación— y hasta se amplió en varios aspec­
tos. También se conservó el predominio guber­
namental sobre las actividades productivas más
importantes del país. Todo ello puede definirse
como una modalidad precoz de capitalismo de
estado, todavía en una fase de transición, y adap­
tado como es lógico a las realidades paraguayas
del siglo xix. __ _
En medio de condicionantes históricas dife­
rentes a las que tuvo que afrontar el Supremo
—como la oportunidad de comerciar libremente
con el exterior y de adquirir modernos medios
de producción y otros progresos técnicos—, el
Estado se convirtió en una formidable palanca
impulsora del desarrollo económico nacional, en
virtud de las posibilida,des de acumulación de
capital que perm itía la vasta esfera económica
gubernamental. Ello explica que, sin necesidad
de obtener empréstitos foráneos y al valerse de
Una balanza comercial anualmente favorable,
que perm itía obtener medios de producción con
costos relativamente bajos, el país estuviera en
posibilidad de crear una naciente infraestructu­
ra y de echar las bases de una industria propia,
;;Sin perder por ello el dominio de los principales
recursos naturales, ni de ninguna de las fuentes
¡internas de financiamiento. Sobre ello Efraín
iCardozo apunta:

De hecho, el Estado, tan identificado con


la familia López, ejercía la dirección de la ac­
tividad económica del país. Por decreto de
;1846 se había declarado libre el comercio, pero
esa libertad era nominal; por el mismo de­
creto se estableció la propiedad del Estado
sobre los yerbales y bosques de m adera de
construcción. Bastaba la menor insinuación
del Gobierno para que las más ricas propie­
dades particulares pasasen .al Fisco, a true­
que de irrisorias indemnizaciones y las multas
dejaban en la miseria a las familias de los
emigrados. El Estado era el más importante
estanciero y el principal exportador, lo que no
permitió la formación de ninguna fortuna pri­
vada apreciable, aparte las que reunieron los
parientes de López.36

A pesar de la directa continuidad histórica


que puede establecerse entre los Gobiernos de
Francia y López, hay aspectos no menos impor­
tantes —como ese que señala Cardozo— del ré­
gimen "jacobino” de el Supremo, que fueron
completamente abandonados. La preocupación
igualitarista del doctor Francia se fue perdien­
do, dando paso a cierta diferenciación social,
que se m anifestaba de form a evidente en torno
a los círculos gubernamentales. El Estado de
López ya no era capaz de dejar de tener en
cuenta los intereses de los comerciantes, estan­
cieros y campesinos acomodados. No obstante,
la clase de los terratenientes semifeudales no
pudo levantar cabeza y los comerciantes expor­
tadores nunca lograron introducir las inversio­
nes extranjeras y los intereses británicos, como

3A Ibídem, p. 143.
sübédíá eñ los deffiás ^aíáesudé América Látiria.
Esos sectores sociales támpOcóí lc>griaroñ:liquidar
el peso abrum adoram ente m ayoritario del Esta­
do en la economía: -Más bieri -la presencia del
capital privado y el crecimiento relativo de la
naciente burguesía nacional, se hizo sentir al­
rededor de las actividades mercantiles, produc­
tivas y empresariales de la familia presidencial,
en íntim a vinculación con el aparato guberna­
mental. Cguj razón ha observado Julio César
Chaves:
Los López realizaban intensa actividad eco­
nómica y no sólo dominaban el campo de la
política sino también el de los negocios. Eran
comerciantes, ganaderos, agricultores, tenían
sendas estancias y vastas plantaciones; labo­
raban yerba y madera; intervenían en nego­
cios inmobiliarios y operaciones de créditos,
im portaban y exportaban. Se enriquecían a
ojos v is ta s ...37
Evidentemente, junto a la familia López se
fue conformando una nueva oligarquía, de carac­
terísticas burguesas, vinculada en forma muy es­
trecha a la actividad estatal.38 En ese restringido
círculo de poder figuraba, además de la fajnilia
presidencial, la alta jerarquía eclesiástica y los

.37 ...Julio César Chayes : ot>, cit. p. 203.


•38 Paralelamente se fueron estableciendo restricciones al
derecho de sufragio. El Congreso de 1842 fue integrado
por 400 diputados, elegido sólo entre los propietarios,
pero votados por todos los ciudadanos. Ya en 1844 el
número de diputados se redujo a 300 y la Constitución

129
m ilitares de elevada graduación, junto a algu­
nos destacados negociantes. El creciente abur­
guesamiento dé la clase dominante y las lim ita­
ciones introducidas al régimen democrático>
estaban en cierta form a determinados histórica­
m ente y no pueden opacar el hecho concreto de
que la función prim ordial del Estado paraguayo
siguió consistiendo en colocár a la nación en
condiciones de preservar su independencia y a la
vanguardia entre los países latinoamericanos,
creando las premisas necesarias para un de­
sarrollo propio del capitalismo.
El Gobierno no abandonó los resortes fun­
dam entales de la economía nacional y, como el
pasado, tampoco dio entrada al capital extranje­
ro, arrojando, en suma, para su época, un ba­
lance positivo. Algo parecido opina el historia­
dor paraguayo Juan Natalicio González cuando
señala:

Carlos Antonio López trabajó, infatigable­


mente, con sabiduría y fértil genio realizador,
a consolidar esa libertad y a crear ese pode­
río. Cuando le sorprendió la muerte, el Para­
guay era un vasto taller, donde Jjjorecían las
artes y las industrias, se movilizaban todas las
riquezas potenciales a beneficio exclusivo del

emitida ese año los disminuyó a 200 , todos ellos pro-"


pietarios sin excepción. Más lejos se llegó en 1856 cuatí-;
do la ley electoral estableció que los diputados ño
debían pasar de 100 . y tanto los electores como los ele-_
gidos debían ser propietarios. Julio César Chaves; obj
cit., p. 244.

130
pueblo, y donde la cultura se expandía en
form a realmente explosiva. Convertido en po­
tencia de prim er orden, acaso la m ejor orga­
nizada y poderosa de la América antes espa­
ñola, sus barcos, al tope la bandera nacional,
surcaban los mares y visitaban regularmente
los principales puertos europeos, conduciendo
en sus bodegas los múltiples productos del
suelo paraguayo.39

Y en otro texto agrega con añoranza de su


pasada grandeza y de su idílica República:

el Paraguay consagra en sus bases cons­


titucionales las viejas aspiraciones del pueblo:
se tornan funciones predominantes del Esta­
do, el comercio exterior, la organización de los
medios de transportes y la explotación de las
riquezas básicas del país. El Estado tiene sus
almacenes, que le perm iten regular el precio
de las mercancías, tiene sus estancias, que
proporcionan carne y rem onta al ejército y
bestias de labor al agricultor pobre; tiene, en
fin, su m arina mercante, sus ferrocarriles, sus
explotaciones mineras, sus empresas industria­
les. No coarta la formación de fortunas indi­
viduales, sino su hipertrofia, es decir, la apa­
rición de una plutocracia prepotente que
amenace o extinga las libertades del pueblo.
Simultáneamente se ocupa de evitar la pau­
perización de las clases inferiores; y si la

Prólogo de J. Natalicio González al libro de Carlos An­


tonio López, ob. cit., p. 27.
acumülación de la fortuna individual encuen­
tra ún limité ( . . . ) también la pobreza tiene
un lindé del que no puede descender. Perió­
dicamente llega hasta las clases desheredadas
el eficaz amparo estádual, en la form a dé dis­
tribución gratuita de los medios dé pro­
ducción.. .40

El gobierno de Francisco Solano


López y las causas de la Guerra
de la Triple Alianza
Tras la muerte del presidente, ocurrida el
10 de septiembre de 1862, la continuidad de la
política nacionalista se consiguió con la elección
del general Francisco Solano López por el Con­
greso, celebrado en el mes de octubre. López, ha
dicho Efraín Cardozo41 "era por su caráctér or­
gulloso y enérgico, así como pór su experiencia,
el paraguayo de la época más capacitado para
continuar la tradición gubernativa de sus ante­
cesores. Organizador del Ejército, su contacto
personal con las clases campesinas le había gran­
jeado gran prestigio popular, que contrastaba
con lá silenciosa hostilidad de las capas socia­
les superiores”. Pero la adm inistración del ge­
neral López se iniciaba con malos presagios, no

J. Natalicio González: «Bases y tendencias de la cultura


paraguaya», en Cuadernos Americanos, México, 5 : 101;
. septiembre-octubre,. 1942. ,
41 E. Cardozo: ob. cit., p. 174. ¡
sólo en el pinino internacional, sino tam bién en
lo que se refiere a la situación interna. En este
orden de cosas, sin embargo, López tuvo éxito,
pues pudó desarticular con relativa facilidad los
-brotes de una tímida oposición, que había sur­
gido alentada por su hermanó Benigno —frus­
trado en sus aspiraciones presidenciales— y en
la que estabán involucrados, entre otros, los p a­
dres Fidel Maíz y José del Carmen Moreno. En
contraste, los acontecimientos internacionales
evolucionaban de forma desfavorable, y se com-
plicaban cada día más. También se generaban
problemas con las naciones vecinas que no iban
a tener tan fácil solución.
En la misma medida en que el Paraguay
avanzaba por el difícil camino del desarrollo eco­
nómico, independiente del capital extranjero, se
agudizaban las contradicciones con sus podero­
sos vecinos y el naciente imperialismo inglés.
El prim er paso hacia la creación de un conflicto
' de carácter internacional se dio a raíz de cadu­
car el acuerdo de límites Berges-Paranhos, fir­
mado en 1856 entré Río de Janeiro y Asunción.
La tensión entre ambos Gobiernos creció cuando
ascendió al poder en Brasil el Partido Liberal,
abanderado de uña política francam ente hostil
hacia el Paraguay, a diferencia de sus antece­
sores conservadores, más propensos a la conci­
liación. La oligarquía liberal brasileña, aliada al
Emperador Pedro II, pretendía la liquidación
del odioso ejemplo que significaba un país ver­
daderamente libre y soberano, que se negaba a
acatar los dictados .imperiales y a aceptar las

133
desiguales relaciones comerciales que imponían
los capitalistas ingleses a las demás naciones de
la América Latina.
P o r su parte, la oligarquía liberal bonaeren­
se, tam bién adueñada recientemente del poder
(1862), perseguía con la destrucción del peculiar
régimen paraguayo la consolidación del estado
nacional, en alianza con el capital británico. A
esos fines se hacía necesaria una política agre­
siva contra el Paraguay, que acabara con la
resistencia del foco nacionalista que, con su sola
presencia en el escenario rioplatense, alentaba
la lucha de los caudillos del interior y el litoral
del Paraná contra la hegemonía de Buenos Ai­
res. Iba a resultar fatal para el Paraguay que la
tan debatida unidad argentina se consiguiera
teniendo como polo a los liberales porteños y ño
a la corriente federalista de las provincias, a la
que, en cierta forma, estaba ligada su suerte
desde hacía décadas. Para mayor calamidad, los
liberales bonaerenses estaban encabezados por
un viejo enemigo del Paraguay, Bartolomé Mitre,
de quien no era de esperarse ningún tipo de con­
templación. Ello explica que la prensa porteña
no cesara de atacar a López —calificado por el
periódico m itrista La Nación como “El Atila
Americano” —y acusara a su régimen de incivi­
lizado, predicando una guerra de exterminio,
p ara acabar con lo que denominaba el reinado
de la barbarie.42

42 J. A. Cova: Solano López y la epopeya del Paraguay,


Prólogo de J. M. Muñoz Cota. Sociedad Hispano-Vene-
zolana de Ediciones, Carace^Madrid, 1956, pp. 113-114;

134
_ Dadas estas condiciones, en cualquier mo­
mento podía ocurrir lo que los paraguayos siem­
pre habían temido: un acuerdo argentino-brasi­
leño que enclaustrara al país y lo aislara de todo
contacto con el exterior. A principios de la déca­
da del sesenta ese entendimiento era ya natural
y palpable, sobre todo si se tenía en cuenta que
entre la m onarquía liberal de Pedro II y la oli­
garquía m itrista no existía una diferencia esen­
cial, a pesar de las antiguas rivalidades. De con­
sumarse, la clausura de la comunicación con
ultram ar significaría para el Paraguay su asfixia
, económica.

-Agresión brasileña al Uruguay


Estos planes no podían llevarse a la práctica
mientras en la República Oriental del Uruguay
gobernaran hombres dispuestos a hacer respetar
la integridad y soberanía nacionales. El presi­
dente uruguayo Bernardo P. Berro, estaba deci­
dido a oponersé a las arbitrariedades del Impe­
rio del Brasil y a los propósitos anexionistas que
Buenos Aires nunca había abandonado comple­
tamente. De esa m anera se fue creando cierta
comunidad dé interesés entre los Gobiernos del
paraguay y el de Uruguay. El acercamiento no
sólo ponía en entredicho el burdo papel de Es­
tado-tapón, que Gran Bretaña había pretendido
adjudicar a la Banda Oriental, sino que abría
lina válvula de escape al asediado comercio pa­
raguayo con la, utilización del puerto de Monte-

135
video, lo cual aseguraba, al parecer de forma
definitiva, la libre comunicación del Paraguay
con el océano Atlántico. Una valoración justa
sobre este problema fue realizada por el desta­
cado pensador argentino Juan Bautista Alberdi,
quien defendió al Paraguay de los López con
calor y entusiasmo, como no lo hizo ninguno de
sus contemporáneos.43

Montevideo es al Paraguay —escribió Alber­


di— por su posición, lo que el Paraguay es
al interior del Brasil: la llave de su comuni­
cación con el exterior. Tan sujetos están los
destinos del Paraguay a los de la Banda Oríen-/
tal, que el día que el Brasil llegase a hacerse
dueño de este país, el Paraguay podrá ya con­
siderarse como colonia, brasileña, aun conser­
vando una independencia nominal.

■■ Por todas las razones apuntadas, el Brasil


y la Argentina dejaron a un lado sus viejas
disputas y bajo la benévola protección de In­
glaterra —dispuesta a financiar cualquier acto

43 J. 3. 'Alberdi : «Las disensiones de las Repúblicas dpi


Plata y las maquinaciones del Brasil»; ob. cit., t. VII,
p. 55. ■Este artículo lo escribió Alberdi en París entre
febrero y marzo de 1865. Allí decía: «La campaña actual
del Paraguay contra las pretensiones retrógradas del
Brasil y Buenos Aires es la última faz de la revolución
de mayo de 1810» (p. 47). En otros trabajos Alberdi si­
guió defendiendo la g e s ta ‘paraguaya. Pueden verse: «Los
intereses argentinos en la guerra del Paraguay con. el
Brasil»; «Crisis permanente en las Repúblicas del Plata»
y, «Texto del tratado dé Alianza contra el Paraguay»,
recogidos en el t. VII, de la obra citada.

136
contra el Paraguay y el Uruguay—, se dispu­
sieron a consum ar sus proyectos agresivos. Con
el propósito de eliminar prim ero al más débil
de sus adversarios, el presidente Mitre brindó su
respaldo al caudillo oriental Venancio Flores,
cjuien desembarcó en Uruguay a bordo de un
buque de guerra argentino el 16 de abril de 1863,
y llamó a la lucha contra el gobierno de Berro.
La resistencia de los patriotas orientales perm i­
tió al préndente Berro concluir su período y
entregar el mando a Atanasio C. Aguirre, impla­
cable enemigo del Brasil. La anulación de la
influencia brasileña en el Uruguay y el repudio
gubernamental a los tratados de lá51 —que lega­
lizaban el desmembramiento de parte del terri­
torio oriental—, aceleraron la intervención di­
recta de las fuerzas m ilitares de Pedro 11.44

44 El banquero brasileño Mauá, aliado a los capitalistas


ingleses, tenía muchos intereses en Montevideo, y por
eso ejercía gran presión sobre el gobierno imperial.
Véase la introducción de J. Natalicio González ál libro
en que recopila la discusión epistolar entre Bartolomé
Mitre y Juan Carlos Gómez: Cartas polémicas sobre la
giizira de] Paraguay, Editorial Guarania, Buenos Aires,
1940. En esa obra Juan Natalicio González acusa, por
primera vez, al naciente imperialismo inglés - a l valerse
de documentación h i s t ó r i c a d e gestar y financiar la
guerra de agresión contra el Paraguay, así como de ser
el principal beneficiario de la misma. En estas páginas
González sin ser un historiador marxista, pone al des­
cubierto los mecanismos de penetración imperialistas,
que fueron utilizados por Inglaterra no sólo contra el
Paraguay, sino también contra la Argentina, Uruguay y
el Brasil. Consúltese también del mismo autor: Solanc
López y otros ensayos. Editorial de Indias, París, 1928,

137
. Cuando Brasil evidenció públicamente sus
intenciones, Francisco Solano López recordó a
Ja corte imperial su compromiso de respetar la
independencia uruguaya. Invocando el tratado
del 25 de diciembre de 1850, el presidente para­
guayo advirtió que cualquier invasión a la Banda
Oriental sería considerada por el Paraguay como
un ataque a su propio territorio. Por ese motivo,
a principios de 1864, López ordenó la moviliza­
ción m ilitar, y como consecuencia levantó en
pocas semanas un poderoso ejército. Los hom­
bres comprendidos entre los 17 y los 40 años
fueron llamados a filas, y se repartió a los nue­
vos soldados más de 20 000 fusiles, adquiridos
en su mayoría en Brasil entre 1848 y 1850. Se
intensificó la producción nacional de lanzas y
sables, sobre todo para arm ar a los regimientos
de caballería. En poco tiempo el Paraguay había
puesto sobre las arm as un ejército estimado en
más de 50 000 hombres, dispuesto a hacer cual­
quier sacrificio, con tal de defender la soberanía
nacional/11
Desoyendo la severa advertencia de López,
tropas brasileñas al mando del general Mena
B arreto irrum pieron en el Uruguay en octubre
de 1S64 y ocuparon Villa Meló. Paralelamente, el
alm irante Joaquín Marques Lisboa, Marqués de
Tam andaré, franqueaba el estuario del Plata con
la tácita anuencia de Buenos Aires, para atacar
la plaza oriental de Paysandú.

*5 Luis Vittone: Las tuerzas armadas paraguayas en sus


distintas épocas. Editorial El Gráfico, Asunción, 1969,
pp. 156-159.

138
Fracaso de la ofensiva
paraguaya
En estas circunstancias, López ordenó a sus
fuerzas que, en represalia, se apoderaran de un
barco mercante brasileño que navegaba por el
río Paraguay rum bo al norte. Poco después, el
presidente paraguayo envió dos columnas —una
terrestre al mando del coronel Francisco Isidoro
Resquín y otra fluvial dirigida por el tam bién
coronel José Vicente Barrios—, que con relativa
facilidad se apoderaron en menos de quince días
de todo el territorio en litigio con Brasil, así
como de los principales puertos imperiales sobre
el río Paraguay. La campaña del Matto Grosso
había sido fulminante, y resultó un verdadero
éxito para las tropas paraguayas, que de paso
capturaron un valioso botín de guerra. Las es­
paldas del país quedaban de esta m anera ase­
guradas. En tal sentido parece correcta la
apreciación de Alberdi sobre esta fulminante
operación militar:

He aquí por qué el Paraguay se ha visto y


decidido verse amenazado en su propia inde­
pendencia por la invasión del Brasil en la
Banda Oriental. Ha hecho, suya propia la cau­
sa de la independencia oriental, porque lo es
en efecto, y su acritud de guerra contra el
Brasil, es esencialmente defensiva o conserva­
dora, aunque las necesidades de la estrategia
le obliguen a salir de sus fronteras.46

44 J. B. Alberdi: ob. cit., t. VII pp. 55-56.

139
Rendida Paysandú por las fuerzas del Im­
perio, los uruguayos mantuvieron la resistencia
a los invasores en el camino hacia Montevideo.
La masacre de Paysandú indignó a las poblacio­
nes del interior argentino y estimuló las mani­
festaciones solidarias del pueblo paraguayo con
sus herm anos orientales. Por esa razón, el 14 dé
enero de 1868, Francisco Solano López solicitó
del presidente Mitre una autorización para atra­
vesar territorio argentino, semejante a la que
se había concedido Con anterioridad a la flota
brasileña, con el objetivo de enviar soldados pa­
raguayos a com batir junto a los patriotas orien­
tales, ¡siguiendo el criterio de que “si no pegamos
ahora, tendremos que ir a las manos con Brasil
en algún otro momento menos conveniente para
nosotros”.47 Mitre, al tem er una reedición de la
vieja coalición antiboiiaerense, demoró su res­
puesta hasta el 9 de febrero, fecha en que des­
cubrió abiertam ente su parcialidad en el conflic­
to de la Banda Oriental al rechazar la petición
paraguaya, con la cual facilitó la inminente ocu­
pación de Móñtevideo por las tropas de Flores.
El cerco contra el Paraguay se'había consumado.
Los intereses comunes del Brasil, .Argentina
e Inglaterra finalmente se coordinaron, con ma­
yor o m enor armonía, gracias a las gestiones
de la cancillería londinense, en un pacto de

47 Citado por el historiador argentino Ramón J. Carcano en


Guerra del Paraguay. Domingo Viau y Cía., Buenos Aires,
1939-1941, t. 2, p. 38.

140
claras intenciones agresivas. En el acuerdo se
preveía una guerra de exterminio que perm itiera
el reparto de la antigua tierra guaraní, la desar­
ticulación del área estatal de la economía y la
apertura del país al comercio y los capitales bri­
tánicos. Junto a esos objetivos generales, el Bra­
sil se proponía reajustar sus fronteras, mientras
Buenos Aires pretendía buscar un medio que fa­
cilitara el sometimiento definitivo de la rebeldía
de las provincias, y, de ser posible, la anexión
del Paraguay. El tratado satisfizo las ambiciones
de todos los intereses, sin que Gran Bretaña
apareciera directam ente mezclada en la riesgosa
aventura. Edward Thorton, m inistro inglés en
el Río de la Plata, apadrinó lo que pasaría a la
historia con el nombre de Tratado de la Triple
Alianza, suscrito en secreto el primero de mayo
de 1865 entre los Gobiernos dé Buenos Aires,
Río de Janeiro y Montévidéo, este último recién
usurpado por el "colorado” Flores.48 Por enton­

as El texto íntegro del tratado se encuentra en la obra del


coronel argentino Juan Beverina: La Guerra del Para­
guay, Ferrani, Buenos Aires, 1921, t. 1, p. 135 y ss.
; Resulta interesante recoger las apreciaciones, de J. Na­
talicio González, quien en su prólogo a las Cartas po­
lémicas sépala: «El Paraguay es el único país rio-
platense que se hace efectivamente independiente, en lo
político como en ío económico. No se ha convertido en
factoría de ninguna potencia extraña. Valoriza indus­
trializar el país, y sus manufacturas amenazan con in­
vadir el Río de la Plata» (p. 63). Sobre el propósito de
la Triple Alianza, dice: «Destruir el régimen imperante
en el Paraguay y colocar en el gobierno de dicho país
a hombres que entreguen al extranjero todas las fuentes
básicas de la riqueza nacional.» (p. 72).

141
ces el m inistro Thorton se dedicába, según cuen­
ta Cardozo, "a propalar versiones nada halagüe­
ñas sobre la situación política paraguaya, que la
prensa porteña recogió con agrado para inten­
sificar sus campañas contra el Gobierno de
López”.49
Dos meses- antes, López había convocado _a
un Congreso Nacional en Asunción, que lo de­
signó Mariscal de Campo y que declaró el 24
de m arzo la guerra á los organizadores de la
agresión contra el Uruguay. Concluido el cón­
clave, un ejército de más de 25 000 hombres,
guiados por el general Wenceslao Robles, invadió
la provincia de Corrientes, con la finalidad dé
levantar el interior argentino contra el Gobierno
de Buenos Aires. A renglón seguido, el 14 de
abril, las fuerzas de Robles ocuparon la capital
de Corrientes y propiciaron la convocatoria de

Ob.' cit., p. 196. Lo relativo a la complicidad inglesa y la


participación del ministro Thorton puede verse en las
obras citadas d e !J. Natalicio González y León Pomer.
Las opiniones del representante inglés fueron recogidas
por el enviado norteamericano en Asunción, Charles A.
Washburn, en su libro Xa historia del Paraguay, publi­
cado en Boston en 1871. Según cuenta W astóurn,- para
Thorton: «El Paraguay estaba representado como la
Abisinia y López como el rey Teodoro. Un despotismo
implantado de este modo, era un obstáculo en el cami­
no de la civilización. Insignificante en sí mismo,, el
Paraguay podía impedir el desarrollo y progreso de
todos sus vecinos. Su existencia era nociva y su extin­
ción como nacionalidad o la caída de la familia reinan­
t e debía ser provechosa para su propio pueblo como
tam bién para todo el mundo.# En L. Pomer: 'ob. cit.,
p. 29.

Í4 2
un Congreso de Vecinos, que eligió una Junta
de Gobierno. Sus miembros no tardaron en ex­
pedir una proclama elogiosa para los ocupantes,
que venían a "defender íá independencia de las
Repúblicas del Plata” 50 y de condena al Gobier­
no porteño. Después se firmó Un tratado de
Alianza entre Corrientes y Asunción.
A fines de mayo de 1865 las fuerzas del ge­
neral Robles avanzaron, siguiendo el curso dél
Paraná, hasta ocupar las. villas de Bella Vista
y Goya, ante lá m irada estupefacta de la escua­
dra brasileña. Simultáneámente llegaba a Sao
Tomé otro ejército paraguayo, compuesto de
12 000 soldados, procedentes de Villa Encarna­
ción (Itapúa). Ambos contingentes tenían como
objetivo final alcanzar el estuario del Plata, para
garantizar la comunicación permanente del Pa-
( raguay con el exterior mediante los ríos Paraná
y Uruguay. Los efectivos que habían salido de
Encarnación llevaban al frente al coronel Anto­
nio de la Cruz Estigarribiá, quien dividió a sus
tropas en dos columnas. Una avanzó por la m ar­
gen derecha del río Uruguay al mando del mayor
Pedro Duarte. La otra, con el grueso del contin­
gente, se desplazó por la orilla izquierda de la
misma arteria, con la misión de aniquilar las
concentraciones de fuerzas brasileñas. Estas
fuerzas avanzarían muchos kilómetros sin obs­
táculos, pues la resistencia de las tropas impé-

5(5 Citado por Julio César Chaves, en Compendio de histo­


ria paraguaya. Talleres Lumen, Buenos Aires, 1958,
p. 197.

143
ríales era prácticamente nula y el pánico cundía
por todo Río Grande do Sul.
Para entorpecer la ofensiva paraguaya, la
flota imperial del alm irante Tamandaré trans­
portó numerosos pelotones hacia el norte, ocu­
pando de form a sorpresiva la Casi desguarnecida
ciudad de Corrientes. Ante este inconveniente
imprevisto, López, convencido de la necesidad
de eliminar la supremacía naval enemiga, dis­
puso el envío de la flota paraguaya, compuesta
básicamente de ocho vapores de rueda, todos
buques mercantes artillados a excepción de la
cañonera "Tacuarí”. Al mando del capitán Pedro
Ignacio Meza, los buques paraguayos fueron in­
capaces de vencer a la flota imperial el 12 de
junio, en la batalla naval de El Riachuelo, pese
a contar con el apoyo de la artillería terrestre.
Lá superioridad de la escuadra brasileña decidió
la lucha y desde entonces sus barcos se adue­
ñaron del control de las aguas del Paraná. Los
buques paraguayos que se salvaron regresaron
rumbo a Humaitá. El propio capitán Meza mo­
riría después, como resultado de las heridas re­
cibidas.
La amenaza existente en la retaguardia, de­
bido al avance de la escuadra imperial por el
Paraná, hizo que Robles se retirara 200 km,
desde Goya hasta Empedrado. El finalizar julio,
el comandante de la División del Sud, general
Robles, fue relevado de sus funciones, arrestado
y sometido a proceso, acusado de haber "faltado
a los deberes de su alta posición y a la confian­
za del Gobierno desde el prim er día que pisó el

144
territorio enemigo”, así como de tra ta r con trai­
dores a la patria, pues había aceptado cartas de
un "legionario” que, “desde las filas enemigas,
le hacía proposiciones para volver contra su
propia Patria las arm as”.51 Existía la sospecha
que detrás de su excesiva cautela en las opera­
ciones militares se escondía la traición. Hallado
culpable por un tribunal, fue fusilado junto con
otros seis altos oficiales de su Estado Mayor.
Al frente dp la columna ,1o sustituyó el coronel
Resquín, héroe de la campaña* del Matto Grosso.
E n tre ta n to / las fuerzas de Estigarribia se­
guían su avance y el 6 de agosto se apoderaron
de Umguayana, m ientras la otra columna, diri­
gida- por Duarte, acampaba en la localidad de
Yatay, en la margen opuesta del río Uruguay.
Sin saberlo, ambas fuerzas habían caído en una
ratonera: estaban alejadas 500 km de sus bases,
no tenían contacto con las fuerzas de Resquín y,
además, entre ellas se interponían profundos
pantanos y extensos esteros. El aislamiento de
las columnas paraguayas fue aprovechado por
las fuerzas aliadas. El 17 de agosto, 11 000 solda­
dos con 32 cañones atacaron en Yatay el desta­
camento de Duarte, que escasamente contaba
con 3 000 hombres. En la lucha perecieron 1 500

51 Efraín Cardozo: Hace 100 años. Crónica de la guerra de


1864-1870; publicada en «La Tribuna» de Asunción en el
centenario de la epopeya nacional. E. Masa, Asunción,
1970, t. III, p. 74. Robles había aceptado las cartas que
le dirigía el «legionario» Fernando Ituburu. Al respecto
ver también la obra de Alonso Ibarra: Episodios nacio­
nales de la vida política y social del Paraguay de an­
tes y de ahora. Imprenta Trujillo, Asunción, 1956, p. 30.

145
paraguayos y los demás, en su mayoría heridos,
fueron hechos prisioneros. Impotentes para auxi­
liar a sus com patriotas en la orilla derecha del
río, los 7 000 ocupantes de Uruguayana contem­
plaron su exterminio. Luego se vieron tam bién
rodeados, esta vez por un poderoso ejército alian­
do calculado en 20 000 hombres. El bloqueo de
Uruguayana fue completado con el arribo dé
unidades navales brasileñas. Pronto acudieron
a observar el campo de batalla los más prom i­
nentes jerarcas de la Triple Alianza, encabeza­
dos por el emperador Pedro II, Bartolomé Mitre
y Venancio Flores. Sin provisiones ni esperan^
zas de recibir refuerzos, el 19 de septiembre el
coronel Estigarribia optó por la rendición, cap­
turando los aliados más de 5000 prisioneros.5^,
Con esta catástrofe m ilitar term inaba el prim er
año de la guerra para el Paraguay. El país había
perdido casi 20 000 soldados, los mejores regi­
m ientos de caballería, la m itad de la flota y la
iniciativa estratégica. La proyectada conquista

52 Muchos de los prisioneros fueron llevados como ésclavos


al Brasil, al no podérseles obligar a luchar contra sü
patria. Ese atropello dio lugar a la protesta del presi­
dente López, quien en carta a Mitré?* escribió: «(los
prisioneros paraguayos) han sido utilizados para fines no
menos inhumanos y repugnantes,- en su mayoria han
sido llevados al Brasil y reducidos a la esclavitud ( . . . )
Este desprecio, no sólo ,de las leyes de la guerra, sino
también de la humanidad, está bárbara e infame cons­
tricción pone a los prisioneros paraguayos en la alter­
nativa de convertirse en traidores o esclavos;. > Citado
por Manlio Cancagni e Ívan Boris: El Napoleón del Pla­
ta. Historia de una heroica guerra sudamericana. Edi­
torial Noguer, Barcelona, 1972.

146
de la desem botadura del Plata había fracasado
y la guerra no tardaría en volcarse sobre su pro­
pio territorio. Por otra piarte, el esperado levanta­
miento popular de Entre Ríos y Corrientes —en
el que los paraguayos habían puesto su esperan­
za—^ no se había producido, a pesar de que las
poblaciones del interior y el litoral del Paraná
se negaban a cooperar con los ejércitos aliados
en la lucha contra el Paraguay.53

Defensa en estero Bellaco y Tuyutí


Obligado a adoptar una política de guerra
defensiva, López ordenó en octubre la evacua­
ción de las regiones invadidas más allá de sus

53 Un ejemplo fue lo sücadido en Entre Ríos. Aquí el cau­


dillo Justo José de Urquiza había tenido una actitud
vacilante entre Asunción y Buenos Aires. Finalmente de­
cidió apoyar a Mitre, y para ello levantó un ejército de
8 000 hombres. Pero los movilizados creían que se les
llamaba para luchar contra los aliados. Cuando supie­
ron la verdad, más de la mitad escaparon la noche del
3 de julio del campamento de Basualdo. Más tarde, Ur­
quiza intentó reunir nuevas tropas que se desbandaron
en Toledo. Finalmente abandonó su propósito de partici­
par en la guerra y se retiró a su estancia en San José.
Sin dudas la guerra del Paraguay era impopular entre
los habitantes del interior y el litoral argentino. A uno
de esos llamados contestó el caudillo López Jordán:
«Usted nos llama para combatir al Paraguay. Nunca, ge­
neral: ese pueblo es nuestro amigo. Llámenos para pe­
lear a porteños y brasileños. Estamos pronto. Esos son
nuestros enemigos. Oímos todavía los cañones de Pay­
sandú. Estoy seguro del verdadero sentimiento del pue-
' blo. ..» Citado por E. Cardozó, en tíb. cit., p. 218.

147
fronteras: Entre Ríos, Corrientes y Río Grande
do Sul. Fueron retirados básicamente los efec­
tivos del coronel Resquín, que se hallaban inac­
tivos desde agosto en la zona de Bella Vista.
El mariscal López estableció su cuartel ge­
neral en la fortaleza de Paso de la Patria, pocos
kilómetros al norte del fortín Itapirú, en la con­
fluencia de los ríos Paraná y Paraguay. A su es­
palda tenía los nada desdeñables bastiones de
Curuzú, Curupayty y Humaitá, que vigilaban el
acceso al río que da nom bre a la República.
Durante varios meses los dos contendientes
se conformaron con estudiarse, con el río de
por medio. Reunidos en Corrales, en la orilla iz­
quierda del Paraná, se habían concentrado no
menos de 45 000 soldados enemigos: 30 000 bra­
sileños, 12 000 argentinos y 3 000 orientales. Sólo
se esperaba que los acorazados imperiales ase­
gurasen el dominio del río, pára iniciar el avan­
ce del ejército más poderoso reunido hasta en­
tonces en }a América Latina. Los paraguayos, no
obstante la superioridad aliada, realizaron au­
daces incursiones al mando del coronel José E,
Díaz. Atacaban a las avanzadas enemigas y obli­
gaban a huir tierra adentro a sus unidades de
caballería.
El 16 de abril de 1866 los aliados desembar­
caron cerca de Laguna Vera, en territorio para­
guayo, casi en la confluencia de los dos grandes
ríos. H asta allí los condujo una enorme flota
brasileña, compuesta por 30 vapores de trans­
porte y 22 buques de guerra dotados de hélice.
De ellos, cuatro eran acorazados y uno poseía
incluso torretas artilladas giratorias. Los bom-

148
bárdeos de la escuadra no tardaron en demoler
los fuertes de Itapirú y Paso de la Patria, para
así obligar a los defensores a replegarse al in­
terior.
Dos semanas después, el estero Bellaco ser­
vía-de preámbulo a un combate monumental. El
24 de mayo, 25 000 soldados paraguayos detuvie­
ron en Tuyutí la ofensiva de 40 000 aliados apo­
yados por 150 cañones. En el estero Bellaco y
Tuyutí las tro ja s mandadas por Mitre sufrieron
ip 000 bajas y los d efen so res—guiados por los
generales Díaz, Barrios y Resquín— 7 000 muer­
tos y otros tantos heridos. Había sido la batalla
más sangrienta en la historia de América. En los
cañadones y esteros de Tuyutí quedaban lós res­
tos del m ejor ejército del Paraguay, y los alia­
dos adquirían una superioridad numérica —-a
costa de grandes bajas— que pesaría decisiva­
m ente en el curso ulterior de la contienda. En
esa batalla los aliados capturaron 350 prisione­
ros, 4 morteros, 5 000 mosquetes y 5 banderas.
Una de estas enseñas se la arrebataron a un
soldado herido, que había dedicado los últimos
instantes de su vida a tra ta r de desgarrarla, para
evitar que cayera en poder del enemigo. Los epi­
sodios heroicos se repetían a diario en las trin­
cheras paraguayas. El propio mariscal brasileño
Luis Alves de Lima e Silvia, marqués de Caxias,
se vio obligado a adm itir en un despacho pri­
vado dirigido al em perador Pedro II: "Todos los
Rencuentros, todos los asaltos, todos los combates
habidos desde Coímbra a Tuiutí, m uestran y
|$ostienen de una m anera incontestable que los
Asoldados Paraguayos son caracterizados de una

149
bravura, de un arrojo, de una intrepidez, y de
una valentía que raya a ferocidad sin ejemplo
en la historia del m undo.” 54

Victorias paraguayas; de Yataity Corá


a Curapayty
Finalizados estos sangrientos encuentros se
produjo un mes de relativa calma, que las tropas
de López aprovecharon para tender las nuevas
líneas defensivas en Potrero Sauce, enseguida
enlazado por telégrafo con Curapayty, Humaitá
y. al cuartel general de López, situado ahora en
Paso Pucú. De todo el país afluían nuevos confr
batientes, que elevaron el ejército paraguayo á
20 000 hombres. E n tre ta n to ,^ general Díaz daba
escape a la intranquilidad de sus soldados me­
diante pequeñas escaramuzas con el enemigo,
que servían para foguear a los reclutas paraguas
yos y m antener en constante jaque a los aliados.
El más im portante de estos encuentros tuvé
lugar el 13 de julio, cuando las tropas de Díaz
castigaron severamente a los soldados argenti­
nos en Yataity Corá.
Poco después se reanudaba la>-^pontienda eíi
toda su extensión. La-ofensiva de las tropas dé
Mitre contra las larguísimas trincheras cavadas
por sus tenaces enemigos se inició por Boquerón,
el 16 de julio, y terminó, varios días después, eii
la batalla de Sauce, con el rechazo de los sM
cantes por las fuerzas paraguayas. El corone]
. '.¿1

54 L. Pomer: ob. cit., pp. 343-344.

150
Elizardo Aquino, jefe de los defensores, murió
de las heridas recibidas en el prim er combate.
Las tierras de Boquerón, y Sauce quedaron con­
vertidas en un inmenso cementerio, en el que
yacían 2 500 paraguayos y 5 000 aliados. Las vic­
torias de Yataity Corá, Boquerón y Sauce, cons­
tituyeron serios reveses p ara el ejército agresor
y levantaron la m oral de los soldados paragua­
yos. A Mitre le habían salido mal los cálculos,;
pues antes de estallar la guerra había declarado
con prepotencia: "E n veinte y cuatro horas en
los cuarteles. En tres semanas en la frontera^ En
tres mesés en Asunción.” 55 Sin embargo, a más
de un año de iniciado el conflicto, Mitre aún se
hallaba a las puertas del Paraguay y los soldados
de López, en vez de desertar, resistían cada vez
con mayor ahínco.
Detenida la ofensiva aliada, Mitre decidió
transportar sus fuerzas en dirección a Curupay-
ty, a bordo de la flota del alm irante Tamandaré.
A pesar de que un acorazado brasileño fue hun­
dido por dos minas en el río, los aliados lograron
desembarcar 21 000 hombres y ocupar el fuerte
de Curuzú. La caída de esta estratégica fortaleza
creaba una peligrosa amenaza sobre los fortines
de Curupayty, donde los 5 000 hombres manda­
dos por el audaz general Díaz derrotaron de
^manera decisiva a los asaltantes, apoyados en la
¡eficiente actuación de tres regimientos de caba-
gllería, guiados por el joven capitán Bem ardino
¡Caballero. En esta ocasión los paraguayos com­
batieron sin exponerse demasiado y utilizaron

fe. Citado, por J. C. Chaves en Compendio ( .. . p. 198.


hábilmente el doble sistema de trincheras, sin
perm itir que ningún enemigo llegara a la línea
principal. De ahí las grandes pérdidas de los
aliados •—más de 8 000—, tem poralmente inmovi­
lizados ante aquel inesperado revés.56 El ejército
enemigo quedó paralizado y dem oraría todo un
año en reponerse.
Si los aliados habían demostrado su arro­
gancia en una entrevista celebrada en las vís­
peras con Solano López,57 ahora cundía el des­
concierto en sus filas. Venancio Flores tuvo que
abandonar de forma definitiva la lucha —sería
asesinado poco después en Montevideo—, el m ar­
qués de Tamandaré fue sustituido por el almi-

56 El historiador paraguayo Juan E. O'Leary al recorrer


este escenario 45 años después expresó: «Una trinchera
de dos mil metros, con un foso de cuatro metros de
ancho por dos de profundidad, más un muro de dos
metros de alto, improvisada en diez y nueve días, en
un terreno lleno de obstáculos y dificultades ( . . . ) me
• parecía inverosímil. Demás está 'decir que aquellos lu­
gares están acribillados dé balas y huesos humanos*
Donde quiera que se remueva la tierra se encuentran
los rastros de la matanza.
«Recorriendo aquellos lugares de leyenda ( . . . ) acabé
de comprender • toda nuestra pasada grandeza y toda
nuestra miseria p rese n te..% Ver El libro de los héroes.
Páginas históricas de la guerra del Paraguay, Librería
La Madrid, Asunción, .1922, pp. 291-292.
La entrevista se llevó a cabo entre las dos líneas de
trincheras en Yataity Corá, el 12 de septiembre, entre
Mitre y Solano López; pues el mariscal no aceptó la
presencia de Venancio Flores. Mitre exigió la rendición
incondicional sobre las bases del tratado de la Triple
Alianza. La propuesta de paz de los paraguayos suscitó
divergencias entre los gobiernos aliados, pues los argen-

152
rante Joaquín José Ignacio y el propio Mitre
debió entregar el mando supremo de las fuerzas
coaligadas al marqués dé Caxias. La salida de
Mitre, con la m itad de los efectivos argentinos,
tenía que ver con la sublevación de los caudi­
llos provinciales de San Juan, La Rio ja, Córdoba
y Cuyo contra el Gobierno de Buenos Aires. A
esos sucesos se refiere el historiador argentino
Ramón J. Carcano cuando señala: ''E l derrumbe
aliado en Cyrupayty estim ula las malas-pasiones
en Argentina. Estalla el desorden y la revolución
en varias provincias, los contingentes de reclutas
para Paraguay se desbandan en el camino, la
anarquía amenaza a la República." 5®

Reorganización aliada: la nueva


ofensiva enemiga
A p artir de este descalabro aliado, las ope­
raciones terrestres, hasta entonces a cargó de
oficiales argentinos, pasaron a maños de los
brasileños. EL alto mando del Imperio impuso
uña reorganización completa de las fuerzas alia-
dás, cuyos hombres sucumbían víctimas del có­
lera en los infectos campamentos. Nuevos em-
58 ob. cit., t. 2. p. 267.

tinos quisieron continuar la negociación y los brasileños


se opusieron de forma terminante. La disputa llegó a
tal extremo, que el Brasil estuvo a punto de considerar
rota la alianza, para así en definitiva imponer su posi­
ción. Los documentos de esta histórica reunión pueden
verse en Atanasio Rolón Medina: Temple y estirpe. Im­
prenta Militar, Asunción, 1953, pp. 119-127.
^ réstito s ingleses perm itieron adquirir más
armajs y abastecimientos y medios técnicos tan
modernos como los globos aerostáticos. Por su
parte, los paraguayos aprovecharon estos meses
de relativa calma para construir decenas de kiló­
m etros de trincheras, erigir fortificaciones y
otras obras en el famoso “cuadrilátero defensi­
vo". El ala derecha de la línea de trincheras se
apoyaba sobre el río Curupayty, bordeaba la
laguna París y Bellaco Norte, y continuaba hasta
em palm ar con Humaitá. El cuartel general se­
guía ubicado en Paso Pucú. La artillería fue
reforzada con nuevos cañones, construidos en
el país. Uno de ellos, el "Cristiano", fue fundido
con el bronce de las campanas de las iglesias,
de ahí su nombre. El más famoso de todos, *el
“Criollo'', de diez toneladas de peso, disparaba
granadas de 150 libras que se capturaban al ene­
migo. Sin descuidar detalle, López ,se preocupó
no sólo de la ampliación de las comunicaciones
telegráficas, sino tam bién de que se siguieran
editando los tres semanarios del ejército: El Cen­
tinela, en español, y el Lamboré y Cabichuy, en
guaraní; el papel se obtenía de plantas autóc­
tonas. Privada de toda ayuda externa, la resis­
tencia paraguaya había alcanzado ya* el rango
de epopeya.
El 22 de julio de 1867 se reinició la guerra
en toda su brutal magnitud. En esta oportuni­
dad los aliados intentaron tom ar o tra vez las
fortalezas de Curupayty y Humaitá. Rechazados
de nuevo en agosto, la flota brasileña trató de
forzar el paso del río frente a ambos fuertes,
logrando pasar indemnes, frente al primero, diez
acorazados. Los vapores brasileños anclaron en
Puerto Elizario, sin atreverse a forzar también
el paso ante Hümaitá. Los constantes cañoneos
entre los barcos y las baterías c o s te ra crearon
serios problemas de abastecimiento a los para­
guayos, que dependían de un camino construido
a lo largo del Chaco para recibir municiones y
refuerzos.
Con el propósito de alejar la amenaza alia­
da por tierra a las fortalezas de Curupayty y
Humaitá, el general Barrios —sustituto de Díaz,
muerto por una granada cuando efectuaba un
reconocimiento por el río—, dirigió el 3 de no­
viembre un ataque nocturno contra los 10 000
soldados enemigos acampados en Tuyutí, en el
que desempeñaron un papel sobresaliente las
cargas de caballerías de las huestes del teniente
coronel Caballero, Destruido el cuartel general
aliado, los 8 000 hombres de Barrios regresaron
sin grandes tropiezos a sus posiciones, con un
inmenso botín de guerra.
Entretanto, el Imperio planeaba la liberación
del M atto Grosso, para lo cual se despacharon
varias expediciones terrestres. Inicialmente las
tropas brasileñas fueron aniquiladas por una di­
visión paraguaya. Pero otra columna enemiga
atacó con mayor fortuna, y capturó Coimbra el
13 de julio de 1867 para de esta manera obtener
la paralización del exiguo intercambio comercial
que Paraguay mantenía con Bolivia mediante esa
provincia. El aislamiento paraguayo era ahora
total.
■Mientras, en el frente principal, los aliados
comprendieron qué nada podían hacer si ño se

155
forzaba totalm ente el paso del río, por lo que
los brasileños inicaron una hábil maniobra, que
les permitió burlar las defensas paraguayas el 17
de febrero de 1868. Bajo una lluvia de fuego*
los acorazados imperiales lograron pasar frente
a Humaitá y avanzaron hasta Asunción, con la
finalidad de bom bardearla. Ante la gravedad de
la situación, el mariscal ordenó la inmediata eva­
cuación de la capital.

Conspiración antipatriótica
y caída de Humaitá
Fue entonces que López descubrió los hilos
de una conspiración dirigida contra su Gobierno
y encaminada a debilitar la defensa nacional.59
La intriga antipatriótica había comenzado a u r­
dirse desde mediados de 1867, en la Legación
norteamericana de Asunción bajo los auspicios
del ministro Charles Alfred W ashbum. Por
medio del representante de Estados Unidos, los
'conspiradores hicieron llegar a los brasileños
una propuesta de paz y un proyecto de consti­
tución aceptable para los aliados. El complot
cobró nuevos bríos cuando los acorazados bra­
sileños hicieron acto de presencia frente a la
capital; los conspiradores planearon la entrega
de la ciudad al enemigo, a la vez que se pro­
ducía un golpe de estado contra López;, quien,
como era de sobra conocido, estaba decidido a

59 Carlos Pereyra: Francisco Solano López y la Guerra'del


Paraguay. Editorial América, Madrid, 1919, p. 141.

156
resistir hasta el final; Las pesquisas ordenadas
por el Mariscal revelaron estos hechos, juntó
Con los nombres de los involucrados, así como la
descarada complicidad del ministro norteame­
ricano/0 Entre los complotados se encontraban
personalidades del Gobierno; altos jefes mili­
tares, la máxima jerarquía eclesiástica y la pro­
pia familia del presidente. Todos ellos integra­
ban el í'estringido círculo oligárquico, que había
ascendido al prim er plano nacional durante el
período*"'de Carlos Antonio López. De cierto
modo, la traición de la clase dominante se ex­
plica por el tem or ante la inexorable derrota,
que significaría la pérdida del poder, privilegios
y propiedades. No tardaron en instruirse tres
procesos judiciales, en el que fueron hallados
culpables, entre otros, los herm anos del presi­
dente López, Benigno y Venancio, sus cuñados
Saturnino Bedoya y el general Barrios, el mi­
nistró José Berges, el obispo Manuel Antonio
Palacios y el general José Bruguez. Más tarde,
a finéis de 1868, los conspiradores serían fusila­
dos en el campamento de San Fernando.61

¿0 Estados Unietos, como Inglaterra, se opuso abiertamente


al gobierno de López. La posición norteamericana se ex­
presó mediante la actuación del ministro Washburn. Re­
sulta interesahte la visión que se divulgó en Estados
Unidos sobre el Paraguay. Ver un ejemplo en: Paraguay
and the alliance against the tyrant, Francisco Solano
López, Hallet and Breens Printers, New York, 1869.
41 Con posterioridad se descubriría un intento para enve­
nenar a l presidente López, en el que estaban compro­
metidas las hermanas y la propia madre del mariscal.
Ver a J. E. O'Leary, en ob, cit., p. 208. -„

157
" E sto s hechos, junto con la destrucción de
Asunción por la artillería de los acorazados im­
periales, convencieron a López de la necesidad
de aco rtar las líneas defensivas paraguayas,
así como de disminuir la distancia entre el frente
y lá retaguardia. Antes de abandonar las fortifi­
caciones entre Potrero Sauce y Humaitá, los sol­
dados de López hicieron un último esfuerzo por
d estru ir o capturar la poderosa flota enemiga. Un
comando de 200 hombres, al mando de Ignacio
Genes, armados sólo con sables y algunas bombas
de mano, embarcados en canoas camufladas como
si fueran camalotes, asaltaron la vanguardia de
la escuadra brasileña el 2 de marzo de 1868.
Sorprendidos, algunos barcos fueron abordados
con éxito por decenas de asaltantes semides-
nudos. La victoria inicial pronto se esfumó, pues
los paraguayos no pudieron llegar a la sala de
caldera de los vapores -—debido a que la tripu­
lación se encerró herméticamente en el interior
de los barcos—, y fueron barridos como polvo
por la m etralla de los demás navios, que dirigie­
ron su artillería sobre las cubiertas de los bu­
ques ocupados. Los escasos sobrevivientes esca­
paron de la matanza saltando al río. El propio
jefe de la misión, el comandante Geites, con va­
rias heridas en su cuerpo, logró salvar la vida
nadando hasta la orilla.
Totalmente cercadas por agua y tierra, las
posiciones paraguayas eran indefendibles y los
15 000 soldados de López apenas si podían conte­
ner la avalancha de los 50 000 hombres que
tenía movilizados la Triple Alianza. El mariscal

158
resolvió entonces retirarse por el Chaco. En Hu­
maitá se dejó una reducida tropa, bajo el mando
del coronel Paulino Alem. El resto del ejército
abandonó las cercadas defensas del "cuadriláte­
ro”. Con el auxilio de los dos únicos vapores
todavía en funciones, el "Tacuarí” y el "Igurey”,
y de otros botes y canoas, se completó la sigilosa
evacuación de los últimos regimientos que defen­
dían la extenuada línea defensiva. Todavía du­
rante cuatro meses Humaitá albergó a los pocos
hombres que debían resistir, mientras se ter­
minaban las nuevas trincheras, gracias a que
los aliados seguían creyendo que el grueso del
ejército aún se encontraba encerrado en la for­
taleza. Las líneas defensivas se excavaron ahora
en las orillas del Tebicuary, acompañadas de sus
correspondientes fortificaciones. Otra vez los
hilos de telégrafo fueron tendidos, pero en esta
ocasión enlazaban con la nueva capital de Luque.
Por otra parte, el asedio enemigo de Hu­
m aitá fue dejando a sus defensores extenuados
y sin municiones ni alimentos. Cuando los 1 200
soldados comandados por el coronel Francisco
Martínez no pudieron más, se rindieron: llevaban
cuatro días sin comer y muchos no podían ca­
minar. El "Sebastopol Paraguayo” había caído
para siempre.62 La ocupación de Hum aitá había
costado 28 meses de guerra a los ejércitos alia­
dos. En el perím etro de la fortaleza yacían más

42 Así lo llamó el capitán inglés Burton. Ver la obra del


general argentino José L. Garmendía: Recuerdos de la
guerra del Paraguay, Casa Editora Penser, Buenos Aires.
1884, p. 14.

159
de 60 000 soldados sepultados. Para el Paraguay
era el principio del fin.
Se cuentan asombrosas anécdotas sobre la
valentía demostrada por los combatientes para­
guayos en estos encuentros: antes de entregarse
prisioneros preferían arrastrarse m anando san­
gre por los pantanos, o m orir en silencio si no
podían moverse. Soldados heridos, muchos de
ellos casi niños, pedían la m uerte antes que la
prisión. Oficiales tocados por la m etralla le órde;
naban a algún asistente que los m ataran para
no caer en manos enemigas.

Resistencia en Lomas Valentinas


Después de rechazar en memorables embes-
tidas varios asaltos de los aliados, las nuevas
trincheras fueron trasladadas en agostó del Te-
bicuary hacia Piquysyry y el cuartel general de
la antigua Estancia de la Patria de San Fer­
nando a Itá-Ibaté, lugar que, junto a las colinas
de Cumbarely, recibe el nombre de Lomas Va­
lentinas. Del ejército que había comenzado lá
campaña apenas quedaban 10 000 soldados; lá
m itad de los cuales eran ancianos y niños. En
Piquysyry se construyeron otra vez emplazamien­
tos para cañones y extensas trincheras. Situadas
cerca de las áreas más pobladas de la región
oriental, la im portancia estratégica de la. nueva
línea era tremenda. Las notables fortificaciones
levantadas por los paraguayos hicieron desistir
a Caxias de un ataque frontal. Su plan de salir

160
a la retaguardia paraguaya, tras bordear el lito­
ral del Chaco —repitiendo en cierta form a la
m aniobra de López al abandonar Humaitá—,
tuvo éxito y culminó con los sangrientos com­
bates de Ytororó —rdonde se distinguieron las
fuerzas del general Caballero— y Avahy. En
ambos encuentros los contrincantes tuvieron
más de 8 000 muertos.
A principios dé diciembre de 18681 11000 sol­
dados paraguayos con 76 cañones se seguían
sosteniendo en Lomas Valentinas de Piquysyry,
frente a fuerzas cinco veces superiores. Conven­
cidos de la inminente derrota paraguaya, en lo
que se suponía1era la resistencia final, el mando
aliado envió una carta al presidente López, don­
de le exigía la capitulación incondicional. Vale
la pena reproducir, a pesar de su extensión, la
valiente respuesta del Mariscal:

Cuartel General de Piquysyry, 24 de diciembre


1868. ,

El mariscal presidente de la república de


Paraguay habría podido tener a menos dar
una .respuesta escrita a sus Excelencias los se­
ñores generales en jefe de los ejércitos alia­
dos en lucha contra el país que presido, tan
insólitos e inconvenientes son el tono y el
lenguaje con que han creído oportuno inti­
m arm e a que deponga las arm as dentro de
doce horas, para term inar una lucha que se
ha proloiígado demasiado, amenazando con
hacer caer sobre m i cabeza la sangre ya derra-

161
m ada v la que en caso contrario se habrá to­
davía de derram ar, haciéndome responsable
ante la Patria, las Naciones que sus Excelen­
cias representan, y el mundo civilizado.
Pero me h e ' impuesto hacerlo, precisamen­
te p o r rendir homenaje a esta sangre vertida
p o r los míos y por los que combaten, así como
a los sentimientos de religión, de humanidad
y de civilización que sus Excelencias invocan
en su intimación. Precisamente fueron estos
sentim ientos los que, hace ya dos años, me
hicieron pasar por encima de todas las des­
cortesías oficiales con que era tratado el ele­
gido de mi patria. Ya en Yataity Corá, busqué
en una conferencia ( . . . ) la reconciliación de
los cuatro estados soberanos de América del
S u r que habían empezado a destruirse. Pero
m i iniciativa, mi apresurado empeño no en­
contraron otra respuesta, de parte de los go­
biernos aliados, que el desprecio y el silencio,
y siguieron nuevas batallas sangrientas.
Ahora he visto más claro cuáles son los
fines perseguidos por los aliados* contra la
existencia del Paraguay ( . . . ) Sus Excelencias
han creído oportuno informarme que conocen
los recursos de que actualm ente dispongo,
creyendo que yo sé la fuerza numérica del
ejército aliado y sus recursos cada día en au­
mento. Yo no lo sé, pero por la experiencia de
cuatro años de lucha sé que nunca la fuerza
numérica y los recursos se han impuesto a la

162
abnegación y el valor del soldado paraguayo,
que se bate con la resolución del ciudadano
honrado y del hombre cristiano, y que se abre
una amplia tum ba en su patria, antes que
verla Humillada.
Sus Excelencias han tenido a bien recor­
darm e que la sangre vertida en Itororó y en
Avahy debió hacerme evitar la qüe fue vertida
el 21; pero olvidan, sin duda, que estas mis­
mas batallas podrían haber demostrado antes
cuán verdad es todo lo que afirmo acerca de
la abnegación de mis compatriotas y que cada
gota de sangre que cae sobre la tierra es una
nueva obligación para los que sobreviven. Sus
Excelencias no tienen derecho a acusarme ante
la República de Paraguay, mi patria, porque
yo la he defendido, la defiendo y la defenderé.
Ello me ha impuesto este 'd eb er y yo me
glorio de cumplirlo hasta el último extremo,
rindiendo cuentas sólo a Dios. Si la sangre
debe correr todavía, Dios sabrá quién es el
responsable. Por mi parte estoy siempre dis­
puesto a tra ta r el fin de la guerra, pero no a
escuchar una intimación de deponer las armas.
Así, que, a mi vez, invitando a Sus Ex­
celencias a tratar de la paz únicamente sobre
estas bases, creo cumplir un deber imperioso
hacia la religión, la hum anidad y la civili­
zación, y hacia el grito unánime que yo he
oído de mis generales, de mis oficiales y de
mis soldados, a los cuales he comunicado la

163
intimación-de Sus Excelencias, además de con
respecto a mi honor y mi nombre.
Francisco Solano López63

Después de enviar esta misiva, el mariscal


redactó su testam ento y se dispuso a resistir
hasta las últimas consecuencias al frente de
sus tropas. El ejército que ahora respaldaba a
López estaba integrado mayoritariam ente por
ancianos, mujeres, niños y heridos todavía conva­
lecientes. Durante todo lo que quedaba del mes
los brasileños lanzaron m ortíferas ofensivas, mi­
les de soldados m orían o quedaban heridos. Fi­
nalmente, el día 27, los, aliados reforzados de
forma constante desde el exterior—, hicieron
m archar 24 000 efectivos bien pertrechados con­
tra las posiciones paraguayas. Aquella masa hu­
mana se esparció incontenible, y aplastó a las
aguerridas fuerzas de López —casi frente al
cuartel general—, las cuales preferían sucumbir
antes de retirarse. Los aliados perdieron 10 000
hombres y los paraguayos una cifra semejante,
que constituía su ultimo ejército regular. Para
las fuerzas de López poco o nada quedaba por
hacer. Uno de los propios oficiales aliados, el
general José Ignacio Garmendía comentó: "El
pueblo paraguayo en esta últim a época presentó
un ejemplo que aún la historia de los tiempos
modernos no reviste otro igual, un últim o ejér­
cito de inválidos, viejos y niños de diez a quince
años, combatiendo bizarramente contra fuerzas

¿3 J. L. Garmendía: ob. cit., pp. 116-118,

164
superiores y muriendo como si fueran soldados
en los campos de batalla. . 64
Los; brasileños creyeron terminada la guerra
y a López, si aún estaba1vivo, en camino a Boli-
via. Junto a los 1 000 sobrevivientes de Lomas
Valentinas, que habían logrado escapar a Cerro
León gracias a una brecha en el cerco aliado,
el presidente paraguayo se disponía a continuar
la lucha hasta el último hombre. Sin pérdida de
tiem po, eT mariscal ordenó la evacuación de Lu-
que, que ya era imposible defender, y dispuso
la instálación de la nueva capital —la tercera—
en Peribebuy, en el corazón de la cordillera de
Ascurra. Mientras, las tropas aliádas saqueaban
la desolada ciudad de Asunción y constituían un
Gobierno títere con miembros de la “Legión”.
Era el prim er día de enero de 1869. Unos días
después Luque corría la misma suerte que Asun­
ción. Ambas ciudades fueron desmanteladas por
las huestes aliadas. El historiador paraguayo
Juan E. O'Leary escribió:

Como se sabe, la Asunción fue~ saqueada.


Los jefes y oficiales enemigos m andaron ro­
bar, metódicamente, todo cuanto tuviese algún
valor en la abandonada capital. Nada se res^
petó, ni los cementerios. H asta las tumbas
fueron profanadas, husmeándose el botín has­
ta entre los huesos de lo$ muertos. El famoso
Barón dél Pasaje llenó sus barcos con pianos^
y muebles finos, m ientras Otros más modestos
se contentaban con cualquier cosa, llevándose

64 Ibídem, p. 9.

165
los mármoles, las puertas, y hasta los marcos
de los mejores edificios.
D urante meses una escuadra de modernos
p iratas no descansó en la tarea de llevar al
P lata el fruto de la ra p iñ a /5

Peribebuy y Curuguaty
M ientras los verdaderos bárbaros no deja­
ban piedra sobre piedra en Asunción, a la nueva
sede del Gobierno patriota en Peribebuy acudía
la gente desde los lugares más inverosímiles
del Paraguay. De todos los rincones brotaban
com batientes: de la campaña, de los hospitales
y h asta del mando enemigo, como si la lucha es­
tuviera recién comenzada. Además, a las fuerzas
del m ariscal se sumó la guarnición de Asunción,
com puesta de 2 500 hombres, que se había re­
trasado en su m archa hacia Lomas Valentinas,
sin poder llegar a tiempo para aquel combate.
También se incorporó el regimiento de Caacupé,
cuerpo con el que ya no se contaba. A principios
de febrero, López había le v a n ta d ^ un nuevo
ejército de 13 000 hombres, dotado de 36 piezas
de artillería. Las tropas pudieron equiparse gra­
cias a que previsoramente el mariscal había
hecho trasladar las maquinarias y operarios del
arsenal asunceño a Caacupé. La fundición de
Ibicuy aún trabajaba y lo mismo sucedía con un
tram o de ferrocarril, a pesar de que la vía entre

¿s j. E. O’Leary: ob. cit., p. 281.

166
i
Asunción y Luque se encontraba en poder de los
aliados. Con grandes sacrificios todavía se edi­
taban dos semanarios para el ejército.
Al considerar imposible una recuperación pa­
raguaya, los brasileños ordenaron el ataque a
Peribebuy, lo que imaginaban sería un paseo mi­
litar. La victoria de las fuerzas que suponían
definitivamente derrotadas en el combate del
puente Yuquery, desconcertó a los invasores. La
Triple Alianza tuvo incluso que reestructurar sus
altos manidos. El márqués de Caxias, víctima de
un síncope cardíaco, fue sustituido por el propio
yerno del emperador del Brasil, el mariscal Luis
Felipe Gastón, Conde D'Eu. . ■ «>.
El nuevo jefe de las tropas aliadas decidió
cam biar la estrategia seguida en los últimos me­
ses y se dispuso a destruir las bases de aprovi­
sionamiento de los paraguayos. El 5 de mayo
atacó Ybicuy, y exterminó a todos los que allí
se encontraban. Según relata O'Leary.

no se contentaron con robar. Fueron más


allá. Destruyeron, por puro gusto de destruir,
cuanta obra de progreso encontraron a su
paso. Así, el gran establecimiento de Ybicuí
fue científicamente arrasado por el ingeniero
Gerónimo de Moraes Jardín, quien incendió
los edificios, despedazó las maquinarias, de­
molió alcantarillas, ruedas hidráulicas y de­
más elementos de ]a gran fundición de hierro.
¡En esta forma libertaban al Paraguay! Lo
libertaban, como decía Alberdi, de todo lo que
constituía su riqueza, de todos los atributos de
su civilización, para que volviera a los días
felices de la edad de p ied ra/6

En su marcha por el interior del país los


soldados del conde D'Eu hallaban los campos
desiertos y las aldeas vacías. Sólo en Ibitim í en?
contraron alguna población: cientos de mujeres
solas, sin niños ni hombres. Las tropas se lan­
zaron sobre ellas. En medio de la espantosa or­
gía aparecieron las fuerzas de Bernardino Caba­
llero y los brasileños sufrieron Un nuevo
descalabro.
El prim ero de agosto, 34 000 soldados aliados
reiniciaron la ofensiva atacando Peíibebuy. Los
defensores se enfrentaron a ellos con el furor
acostumbrado, aunque la abrum adora superio­
ridad enemiga terminó por imponerse. López se
replegó entonces hacia Caacupé, donde todavía
se producían tres magníficos cañones a la sema­
na, así como proyectiles, sables y otras armas.
Como mantenerse en aquella localidad era vir­
tualmente imposible, los paraguayos proclama­
ron la villa de Curuguaty su cuarta capital. Los
3 000 soldados de Caballero, de los cuáles más
de la m itad no pasaban de catorce años y usa­
ban barbas postizas para parecer adultos, prote­
gieron la retirada; pero en Rubio Ñú fueron
destrozados por el contingente aliado. Sóló unos
cuantos patriotas salieron con vida. En Curu­
guaty el mariscal intentó de nuevo activar la
defensa de los territorios aún libres óon los es­
casos recursos y fuerzas de que disponía. No

66 Ibídem, p. 282.

168
obstante, el avánce incesante del ejército ene­
migo, compuesto por 30 000 hombres, le hizo
abandonar a mediados de octubre su últim a ca­
pital.

Cerro Corá: el fin


Replegados a Panadero, los patriotas desarro­
llaron una intensa actividad guerrillera entre
los meses de noviembre y diciembre. El 2 de
enero de 1870 los aliados atacaron el campa­
mento y, aunque rechazados, forzaron la retirada
paraguaya hacia una zona todavía más escar­
pada.67 Finalmente, López acampó con los res­
tos de sus fuerzas,-que apenas llegaban a 1 000
hombres —al decir de Cardozo constituían una
verdadera "legión de espectros”-—,68 en el lla­
mado Cerro Corá, a poca distancia de la fron­
tera brasileña. Allí, en los bordes de la cordillera

t7 En esa región había todavía algunos rebaños y los alia­


dos se maravillaban de que los paraguayos no los hu­
biesen matado. Eso se debía a que eran del Estado y
ningún ciudadano, sin autorización oficial, se atrevía a
ello. Una impresión semejante se había llevado el ma­
riscal Caxias, quien en un despacho privado al empe­
rador señalaba: «Vuestra Majestad, tuvo por bien en­
cargarme ( . . . ) (que llevara dinero a la campaña) pero
el oro. Majestad, es materia inerte contra el fanatismo
patrio de los paraguayos desde que están bajo la mira­
da fascinadora, y el espíritu magnetizador de López.»
Naturalmenté, las causas del monolitismo del pueblo
paraguayo eran más profundas. Ver a L. Pomer, en ob.
cit., p. 344.
68 E. Cardozo: ob. cit., p. 253.

169
de Amanbay, los paraguayos se dieron a la tarea
de construir trincheras y parapetos. En ese lugar
López les dirigió por últim a vez la palabra a sus
soldados, y condecoró a los más distinguidos con
la m edalla conmemorativa de la Campaña del
Amanbay. Como no podía contar con las meda­
llas, el mariscal distribuyó simples cintas para
colgar del pecho. En esa sencilla ceremonia el
presidente paraguayo pronunció palabras que
encerraban una buena carga de profecía:

Serem os vilipendiados, el día antes de morir,


serenos vilipendiados por una generación sur­
gida del desastre, que llevará la derrota en
el alma y en la sangre como un veneno, el
odio del vencedor. Pero otras generaciones,
que vendrán después, nos harán justicia, acla­
m ando la grandeza de nuestra inmolación. Yo
. seré más escarnecido que vosotros, seré pues­
to fuera de la ley de Dios y de los hombres,
seré hundido bajo el peso de montañas de ig­
nominia. Pero me llegará tam bién mi día, y
volveré a surgir de los abismos, de la calum­
nia, para ir creciendo, todos los días, á los
ojos de nuestros compatriotas, para ser lo que
fatalm ente tendré que ser en nauestra his­
toria.69

69 J. É. O'leary, ob. cit., pp. 313-314. El gobierno títere


declaró a López fuera de la ley y lo calificó de «traidor
a la patria». Posteriormente la historiografía de los ven­
cedores lo responsabilizó -con la guerra y santificó a
los agresores. La prim era révalorización. de López la
escribió el historiador Juan E. O’Leary en 1905, basán­
dose en las memorias de leales compañeros del maris-
El prim ero de marzo llegaron los aliados al
Cerro Corá. E ran 5 000 brasileños a las órdenes
del general Antonio Correa de Camara. Aquel
único destacamento paraguayo peleó con extra­
ordinaria fiereza, pero más que combate aquello
era una carnicería. Los principales oficiales, mu­
chos de ellos heridos o mutilados, fueron prác­
ticamente masacrados por las tropas enemigas.
El anciano vicepresidente Francisco Sánchez, de
80 años de edad, y ex funcionario del Gobierno
de Francia, se negó a rendirse y fue atravesado
por una lanza.70 Solano López tampoco aceptó
la capitulación y murió combatiendo solo, rodea­
do por un pelotón de lanceros brasileños. Re-
7i} Sánchez fue uno de los antiguos colaboradores del ré­
gimen del doctor Francia que laboró activamente con
los López. En 1826 había comenzadó a trabajar a las
órdenes del poderoso secretario de Francia: Policarpo
Patiño. Posteriormente, Sánchez ocupó el puesto de Se-

cal como el general Resquin, el coronel Juan Crisósto-


mo Centurión, Gregorio Bertítez y otros. Ver la obra de
O’Leáry: Apostolado patriótico, Asunción, 1930. La reha­
bilitación oficial, sin embargo, no se produjo hasta la
sublevación febrerista de 1936, que bajo el fervor de la
Guerra del Chaco, canceló los decretos de 1869, y con­
sagró a López como Héroe Nacional. Sus restos se lleva­
ron de Cerro Corá a la capital, y fueron enterrados en
el Panteón Nacional, donde se levantó un monumento
en su honor. Existe una abundante bibliografía dedicada
a atacar el régimen de López por su participación en
la guerra. Una obra clásica en tal sentido es la del co­
ronel inglés George Thompson: La guerra del Para­
guay, Talleres Gráficos de Rosso y Cía, Buenos Aires,
1910, publicada por prim era vez «n 1869. Thompson
había estado al servicio de López durante la guerra.

171
produzcamos, por el interés que presenta, la re­
construcción histórica que hizo Efrain Cardozo
de la muerte del presidente:

El mariscal López seguido de algunos pocos,


clavó la espuela en su caballo y se internó
en la selva que bordea el Aquidabán. La caba­
llería brasileña (. . .) salió en su persecución.
López fue rodeado por varios jinetes que le
intim aron la rendición. Se lanzó sobre ellos,
espada en mano, pero recibió dos lanzazos
en el vientre y un sablazo en la frente. Mien­
tras sus atacantes eran contenidos por vel ca­
pitán Francisco Argüello y el alférez Cha­
m arro, que resistían hasta m orir, el mariscal
López, herido ya de muerte, se internó en
una estrecha picada que conducía al Aquida­
bán Nigui. A m itad del cámino cayó del caba­
llo y pidió que lo llevaran hasta el arroyo y
que le dejaran m orir solo. Así lo hicieron sus
acompañantes, pero a poco apareció personal­
mente el general Correa de Camara, quien,
cruzando a pie el arroyo se aproximó a López
y dándose a conocer le intimó la rendición. Ló­
pez, incorporándose penosamente, le lanzó a
Correa de Camara una estocada y dijo: "Mue­
ro, con mi patria." Correa de Cámara orde­
nó que fuera desarmado, a lo cual se resistió

cretario de Gobierno, en el que se mantuvo desde 1841


hasta 1860. Después fue Ministro de Relaciones Exterio­
res, del Interior y Presidente del Consejo de Ministros.
A partir del 25 de mayo de 1865 ocupó el cargo de Vice­
presidente de la República. Ver a R. A. White: ob. cit.,
p. 161. •' ■

172
López, trabándose en lucha con el soldádo que
intentó hacerlo. Uno de los soldados puso tér­
mino a la desigual lucha matando a López, a
boca de jarro y en presencia de Correa de
Cámara, de un balazo en el corazón,71

Por todas partes se producían actos de he­


roísmo. El primogénito del presidente, Panchito,
de 15 años, al intim ársele la rendición contestó:
¡Un conwiel paraguayo no se rinde!, y siguió pe­
leando hasta que una bala lo mató. El propio
general Correa de Camara se vio obligado a con­
fesar: "Muchos jefes y oficiales pagaron con la
sangre y la vida la estólida resistencia que nos
pretendieron oponer.” 72 'Los 254 sobrevivientes
dé Cerro Cora fueron llevados en calidad de pri­
sioneros a Concepción. Entre ellos estaban el
general Resquín —trasladado a Brasil para ser
exhibido públicamente—, 4 coroneles, 8 tenien­
tes coroneles y 4 m inistros.73 También la compa­
ñera de López, Elisa Lynch —que dejaba a dos
vástagos enterrados en Cerro Corá—, iba entre
los prisioneros, junto a. sus otros cuatro hijos
pequeños.

E. Cárdózo: «Paraguay Independiente», p. 255. Distintas


versiones sobre la muerte del mariscal pueden verse en
A. Rebaúdi: Guerra del Paraguay. Un episodio. ¡Vencer
o Morir!, Imprenta Constancia, Tucumán, 1918.
72 Conde D’Eu: Campanha do Paraguay, Tipógraphia Na­
cional, Rio d e . Janeiro, 1870, p. 361.
73, Maurilio da Cunha: Guerra da tríplice álianga contra o
governo do Paraguai, Escola de Aeronáutica, Río de
Janeiro, 1946, p. 452.

173
A fines de marzo los brasileños todavía per­
seguían a Caballero en las cercanías del ríg Apa,
a donde había ido en busca de víveres junto con
algunos oficiales.74 El 8 de abril divisaron su
cam pam ento y lo cercaron. Informado de la
m uerte de López, el héroe de Itororó aceptó con
lágrim as en lo* ojos la inevitable derrota. La
guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay
-h a b ía terminado.

Inicios de la dominación imperialista

E l c o n f l i c t o trajo resultados catastróficos


p a ra el Paraguay. La situación era realmente
dram ática. Por los campos y ciudades reinaba
la m ás espantosa miseria; las industrias y. asti­
lleros habían sido destruidos, el ganado prácti­
cam ente desapareció y la agricultura se hallaba
abandonada. La población sobreviviente m oría
de ham bre y deambulaba por los caminos en
Dusca de alguna form a de sustento. Del millón
de habitantes que se ha calculado para el Para­
guay a principios de la década del‘sesenta, que­
daban con vida en 1871 algo más de 200 000 per­
sonas, de las cuales la m itad eran mujeres, 86 000
niños y sólo unos 30 000 hombres muchos de

74 Puede consultarse la magnífica biografía de Caballero


escrita. p o í'O ’Leary: El Centauro de Ybicuy. Vida he­
roica del general Bernardino Caballero en la guerra del
Paraguay, Prólogo de Carlos Pereyra, Editorial Le Livre
Libre, París, 1929.

174
ellos ancianos. Se cuenta que fu e necesario au­
torizar la poligamia para reppblar el país.75
' La victoria aliada permitió al Brasil y la
Argentina jrepartirse como aves de rapiña los
restos del país derrotado, salvándose el Para­
guay de la completa asimilación por sus ambi­
ciosos vecinos, gracias a la agudización de las
contradicciones entre los gobiernos de Río de
Janeiro y Buenos Aires. Al país vencido le fue­
ron impuestas nuevas fronteras. De su territorio
original pasó a la Argentina el Chaco, Austral,
zona comprendida entre los ríos Bermejo y Pil-
comayo. Los brasileños, por su parte, no se que­
daron a la zaga de los argentinos: se apoderaron
de toáa la región situada al borde del río Apa.
Los vencedores mantuvieron al país ocupado
militarmente hasta 1876 y al retirarse dejaron
una República moldeada a su imagen y semejan­
za, sobre la base de una Constitución de tipo libe­
ral, que concedía privilegios exclusivos a los ex­
tranjeros y el derecho a tener propiedades. El
huevo Gobierno paraguayo—constituido por "le­
gionarios" o funcionarios y oficiales lopiztas trai­
doras—, fue obligado a reconocer una cuantiosa
"reparación de guerra" a sus adversarios. Las
puertas del Paraguay se abrieron a la penetra­
ción del capital foráneo. Ya entre 1871 y 1872

75 Manuel Medina Castro: Estados Unidos y América La­


tina, siglo xix. Casa d e , las Américas, La Habana, 1968,
p. 379. J.. A. Gelly estimó la población paraguaya en 1848
en unos 700 000 habitantes. Ver a Alperovich: ob. cit.
Es posible calcular que antes de la guerra la población
del país fuera algo superior a ésas cifras.

175
fueron contratados en Londres los prim eros em­
préstitos de la historia del país, p o r un valor
de varios millones de libras esterlinas. Los ban­
queros ingleses recibieron en garantía miles de
hectáreas de tierra paraguaya. Es por eso justa
la siguiente apreciación de J. Natalicio González:
"Londres obtuvo dos resultados: destruir la in­
dependencia económica del Paraguay haciendo
arrasar los altos hornos, los astilleros, las fá­
bricas de armas, de losa y de implementos agrí­
colas; y al propio tiempo endeudar considerable­
mente a los peones.”7*
Por si todo esto fuera poco, el área estatal
de la economía fue completamente desmantela­
da y enajenada al capital pi ivado o a inversionis­
ta^ extranjeros. El ferrocairil nacional fue tras­
pasado a una empresa británica, que creó The
Paraguay Central Railway Company. También, se
abolieron las restricciones a las actividades mer­
cantiles, y se liberaron inm ediatamente la expor­
tación de yerba mate y maderas. Las Estancias
de la Patria, e incluso las chacras de los pequeños
propietarios, pasaron en la década del ochenta
a manos de capitalistas extranjeros. Según re­
lata Carlos Pereyra:

Un día el infeliz campesino hispano-guaraní


despertó con la noticia de que sus tierras no
estaban amparadas por un título válido ante
la ciencia de gobierno llevada por las bayo­

76 B. Mitre y J. C. Gómez. Cartas polémicas ( . . . ) , pp. 77-78.

176
netas brasileñas. El gobierno del Paraguay
había vendido, en una palabra, las tierras del
paraguayo. Esto era tanto como si le hubie­
ra dado amos al pueblo. Consorcios de Nue­
va York, de Londres y de Amsterdam eran
dueños del cultivador, dueños del ciudadano.77

Como resultado del proceso de penetración


im perialista fue renaciendo el latifundio en gran
escala y deformándose la estructura económica
nacional, en consonancia con los intereses pro­
movidos por la división internacional capitalista
del trabajo. Ya a finales del siglo, las compañías
extranjeras, principalmente inglesas,, dominaban
los sectores claves de la economía paraguaya,
y controlaban las plantaciones de yerba m ate y
los mejores bosques. Monopolizaban también la
explotación y comercialización de tanino de que­
bracho, que iba a constituir en poco tiempo el
principal recurso del país. E ra el triunfo del im­
perialismo en el Paraguay. Con razón ha obser­
vado el historiador inglés Pelham H. Box:

Los aliados fueron a libertar a los guara­


níes de su tirano, y a abrir de par en p ar las
puertas a la civilización moderna, en forma de
concesiones, financiación, inversiones extran­
jeras y otras emanaciones de la Bolsa de Ber­
lín, Londres, Nueva York y Buenos Aires. Las
bendiciones del laissez faire reemplazaron a
los. males del ''páternalism o" y, como de cos­

77 Citado por M. Medina Castro, en ob. cit., p. 380.

177
tum bre, el campesino se convirtió en peón
explotado y sin tierra.7*

E n otras palabras, la guerra de la Triple,


Alianza significó para Paraguay la conversión del
país en una semicolonia y la apertura de una
nueva etapa histórica, caracterizada por la su­
m isión pendular hacia la política del Brasil y
la Argentina, junto con la total subordinación
económica al imperialismo.

78 Citado por J. N. González, en Caitas polémicas


pp. 90-91. Cabe agregar qu,e Box fue uno de los pri­
meros historiadores que llamó la atención sobre el hecho
de que la destrucción del Paraguay era una condición
necesaria para el triunfo del liberalismo porteño en el
Río de la Plata;

178
INDICE

Nota del Autor / 1

INTRODUCCION: LAS LUCHAS INDEPENDEN


TISTAS EN EL RIO DE LA PLATA / 3
/ . .

Fracaso colonialista inglés / 5


La Junta de Mayo / 8
Proyección «jacobina» de Mayo: Mariano Mo­
reno / 12
Artigas y la Banda Oriental / 16
De la Junta Grande a los Triunviratos en Bue­
nos Aires / 18
La Asamblea del Año x m / 22
Luchas de Artigas y San Martín / 25
proclamación de la independencia: el Congreso
de Tucumán / 29
PRIMERA PARTE: EL PARAGUAY DEL DOC­
TOR FRANCIA / 33
Situación económica y social del Paraguay co­
lonial / 33
Repercusión del movimiento independentista
de 1810 / 39 _ }
Formación del prim er gobierno independiente
en Asunción / 48
Nuevas contradicciones entre el Paraguay y el
gobierno de Buenos Aires / 54
Establecimiento de la dictadura revoluciona­
ria / 61
La política del Dictador Supremo / 70
Valoración del régimen de Francia / 86

SEGUNDA PARTE: LOS LÓPEZ Y LA GUERRA


DE LA TRIPLE ALIANZA / 93
El segundó consulado / 93
Elección de Carlos Antonio López / 98
Rivalidad anglo-norteamericana en el Plata / 101
El problema, de la libre navegación / 107
Desarrollo de la economía paraguaya / 114
El cerco contra el Paraguay independiente / lio
Balance de la época ele López / 126
El gobierno de Francisco Solano López y las
causas de la Guerra de la Triple Alianza / 132"
Agresión brasileña al Uruguay / 135
Fracaso de la ofensiva paraguaya / 139
Defensa en estero Bellaco y Tuyutí / 147
Victorias paraguayas: de Yataity Corá a Curu-
payty / 150
Reorganización aliada: la nueva ofensiva ene­
miga / 153
Conspiración antipatriótica y caída de Humai­
tá / 156
Resistencia en Lomas Valentinas / 160
Peribebuy y Curuguaty / 166
Cerro Corá: el fin / 169
Inicios de la dominación im perialista /I V
Este libro ha sido procesado en el Combinado
-Poligráfico "Alfredo López” del Ministerio de
Cultura,'terminado en el mes de noviembre de 1984.
;"AÑO DEL XXV ANIVERSARIO DEL TRIUNFO
^DE LA REVOLUCION"
¿Ciudad de La Habana
B.U-04

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