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Cátedra: Alabarces
Email: rodrigoaisen@gmail.com
Dni: 35.960.989
Legajo: 85175
Tema: 3
1. Michel de Certeau (1999), en “La belleza de lo muerto”, comienza afirmando que la
cultura popular para ser estudiada debe haber sido censurada. Esto implica que el mismo
gesto de producir conocimiento sobre lo popular desarticula su resistencia favoreciendo
su dominación ya que los conocimientos que se realizan desde la cultura letrada sobre la
cultura popular funcionan como herramientas de control social. De Certeau hace hincapié
particularmente en que todos estos saberes a los que accedemos son narrados desde la
perspectiva de una persona letrada que analiza los sucesos desde su propia subjetividad,
es decir, que están oscurecidas por preconceptos y una posición diferente a la de la
cultura observada. Esto se evidencia entre temáticas ausentes en los estudios de lo
popular: los niños, la sexualidad y la violencia. Siguiendo con esta lógica todo
conocimiento necesita un poder que lo autorice y así también sucede con lo popular. En el
caso de Argentina esta autorización vino dada con la emergencia del peronismo.
Con el surgimiento del peronismo, como vimos, se afianza la noción de clases populares y
esto trae aparejado los primeros estudios sobre lo popular en Argentina. Frente a la
noción de que las clases populares son manipuladas por los medios de comunicación
masivos y no eran dignos de ser estudiadas, Aníbal Ford (1994) analiza a las clases
populares como sujetos políticos activos que elaboran sus propios repertorios de
significaciones. Teniendo en cuenta el concepto de recepción crítica compartido por Stuart
Hall. No hay manipulación ya que los grupos subalternos discuten y dialogan con los
contenidos de los medios en función de sus expectativas, intereses y experiencias. No
son una tabula rasa donde se impregna un determinado sentido. Hay procesos de
resignificación y reinterpretación. Ford rescata que los medios de comunicación no se
limitan a su contenido escrito, sino que hay que prestar atención a las funciones
simbólicas de los cuerpos, a las narraciones orales y es ahí donde hay que enfocar los
estudios sobre lo popular ya que es en esos contenidos no jerarquizados donde está la
riqueza de lo cotidiano, del hombre común.
Alabarces (2012), analiza como se da el proceso por el cual Sandro se convierte en ídolo
popular para luego, al momento de su muerte, atravesar un proceso de plebeyalización
por el cual bienes, prácticas y costumbres marcados por la pertenencia a las clases
populares son apropiados por las clases medias y altas. Es un proceso en el que se
podría pensar que se produce una democratización de la cultura musical popular pero no
es así. Nuevamente el poder de atribución está del lado de las clases dominantes y son
las que ejercen el poder y marcan el límite entre lo que es aceptable y lo que no. Los
recortes de sentido son impuestos y velan por los intereses hegemónicos. Se trata de una
falacia democratizadora, un populismo sin pueblo.
2. Para explicar por qué el melodrama se ha conformado como una matriz cultural pasaré
a definir primero lo que es una matriz cultural y lo que es el melodrama. En palabras de
Francisco Cruces (2008), las matrices son un concepto acuñado por Jesús Martín
Barbero, con el objetivo de evitar reduccionismos, definiendolas como ciertos rasgos de
identidad en las practicas a través de las cuales se hace visible un discurso de resistencia
y de réplica al discurso dominante. Las matrices se pueden pensar como metáforas que
sirven para reflexionar sobre ciertas prácticas culturales ya que no son una colección de
rasgos homogéneos, sino que son un conjunto heterogéneo de elementos distribuidos de
cierta forma y que pueden replicarse hasta el infinito sin cambios o con variantes. Es así
como podemos encontrar una misma matriz cultural en distintos géneros y formatos. Las
matrices son productivas ya que producen sentido (la vida doméstica, el humor, la fiesta,
etc.) y no meramente reproductivas.
Peter Brooks (1976) estudia el surgimiento del melodrama, como género teatral, en
Francia entre 1800 y 1830. Debido a una prohibición por la que los actores de
melodramas tenían prohibido hablar; agudizaron su ingenio y crearon el primer teatro en
utilizar música incidental. De esta forma en el melodrama será mucho más determinante
lo que se observa y lo que se escucha, a partir de la música, que lo que se dice. En este
tipo de obras gana mucha importancia la gestualidad, el vestuario y la escenografía. Vale
aclarar que el teatro es el primer género en el que identificaremos la matriz cultural del
melodrama. Para Martín Barbero (1983), el melodrama es interesante ya que a partir de
este se puede estudiar el nacimiento de la cultura de masas (no es el único ejemplo, pero
es un ejemplo valido). Por otro lado, para Barbero, el melodrama es un terreno fértil para
vislumbrar las contradicciones de la realidad en la que se produce una gran distancia
entre los procesos de producción y los procesos de consumo. Por último y no menos
importante, el autor identifica la relevancia de estos productos en las culturas populares
latinoamericanas. A través de la constatación de un conjunto heterodoxo de prácticas que
se repiten en distintos formatos y géneros a través del tiempo podemos decir que el
melodrama se conforma como una matriz cultural. Teniendo en cuenta que se parte de un
género teatral y luego la matriz cultural toma forma en otros géneros, es valido
preguntarse ¿Qué es lo que se mantiene constante del concepto de melodrama original?
Para Peter Brooks (1976) lo esencial del melodrama es la exaltación de las emociones y
valor de la virtud a través de un doble movimiento estructural de menosprecio y
reconocimiento de la virtud. La estructura de la trama gira alrededor de una posición de
fuerzas: los buenos y los malos. Los buenos son buenos porque son buenos y los malos
son malos porque son malos. no necesitan mayor justificación. En este juego de figura y
fondo lo importante es evidenciar el drama del reconocimiento que no es más que poder
reconocer la virtud que el melodrama quiere exponer. Para Carlos Monsiváis (2006) lo
que identifica como constante en el melodrama latinoamericano es la exaltación de lo
familiar, establecer ciertos parámetros de lo moral, poseer bloques expresivos como
condensaciones de sentido que pueden ser retomados y resignificados por las audiencias.
Es importante remarcar qué en los gestos exagerados, en la sobredimensión del
sufrimiento y todas las emociones es para Monsiváis donde radica el aprendizaje. La
educación sentimental de las clases populares deriva del melodrama según Monsiváis. La
delimitación de las emociones a través de varios elementos (gestualidad, música, texto)
permite explicar sin rodeos los sufrimientos de la vida y pone en juego las experiencias
personales de la audiencia que como competencias culturales dialogan con lo expuesto.
Mientras el cine de Hollywood plantea un problema que finaliza con la resolución y
felicidad de los protagonistas, en el caso del cine latinoamericano lo trágico es alentado
por el público y buscado por los directores utilizando estrategias de edición, dirección y
actuación donde se resalte el sufrimiento de los protagonistas. La estética exagerada del
melodrama, permite aliviar los sufrimientos de la vida cotidiana y reflexionar sobre la
misma. Entendiendo que los melodramas del cine latinoamericano parten de la esfera de
la industria cultural y buscan configurar una representación que se ajusta a los intereses
de las clases hegemónicas a través del recorte y la repetición; podríamos pensar que
existe una manipulación completa sobre las audiencias. Pero Stuart Hall (1984) nos
plantea que las formas de cultura popular comercial no son puramente manipulativas,
porque hay también elementos de reconocimiento e identificación, algo que se aproxima a
la recreación de experiencias y actitudes reconocibles, a las cuales responden las
personas. Un ejemplo de esto podrían ser los grupos de fanáticos que establecen una
interacción con la obra al punto de crear lo que Libertad Borda (2015) llama redes de
reciprocidad en las que discuten en foros, amplían el universo de la obra a otros formatos
(fan fiction), demandan ciertos finales al autor de la obra (Piel naranja- 1975), etc.
3. Aníbal Ford (1994) afirma que los medios de comunicación no pueden pensarse
separados de la cultura popular ya que en el propio nacimiento de la cultura de masas
están imbricadas las tradiciones, los géneros y saberes de las clases populares. En esta
misma línea de pensamiento, Martín Barbero (1982) postula su critica hacia dos
desplazamientos sobre lo “popular y lo masivo”. El primer desplazamiento es el que
reduce la cultura de masas a únicamente lo que pasa en los medios masivos, a este
respecto Barbero responde que no se puede pensar lo que pasa en los medios por fuera
de las mediaciones con los grupos sociales de esa cultura. El segundo desplazamiento es
el de las investigaciones sobre la cultura de masas que la relación con procesos de
vulgarización y decadencia de la cultura culta. En este último punto, el autor, propone
investigar la cultura de masas desde lo popular. Un enfoque popular de la cultura masiva
que pone el acento en las relaciones de dominación y las contradicciones que esa
dominación acarrea. Lo popular no puede ser pensado sin nombrar a LA cultura
(hegemónica) que la niega y frente a la que se construye en una relación desigual.
Frente a este contexto de la relación dispar entre la industria cultural y la cultura popular,
Ford (1994) señala que se producen fisuras en la puesta en escena de formas de
comunicación y conocimiento que no fue jerarquizado por las culturas dominantes y
tampoco tenido en cuenta por las políticas culturas. Es en estas grietas por donde se
cuelan procesos de construcción de sentido. Ford toma el ejemplo de Alberto Olmedo
como un caso en el que lecturas elitistas denunciaban la evasión y alienación de las
masas a través los programas del cómico. Si se lo analiza desde otro enfoque se puede
ver como se da la recuperación simbólica del cuerpo (la comunicación no verbal, los
gestos), los recursos metacomunicacionales como el doble sentido. Lo que el autor quiere
exponer con esto es que hay intercambio simbólico en lo más mediático, hay lógicas que
subyacen que están en negociación constante y se evidencian en estas fisuras. Frente a
estas emergencias culturales Martín Barbero (1982), teniendo en cuenta la relación
indisoluble entre cultura popular y cultura de masas, propone estudiarlas desde tres
líneas. La primera va de lo popular a lo masivo: sirve para comprender que la cultura de
masas parte de la cultura popular. La segunda se pregunta por los usos populares de lo
masivo, es decir, como lo masivo recupera lo popular y lo amolda mediante elementos de
la memoria narrativa e iconográfica popular. Tercero y último se pregunta por los usos
populares de lo masivo: esta postura intenta interpretar la recepción. se cuestiona cuáles
son los usos que los diferentes grupos le dan a lo que consumen, como también, cuáles
son las tácticas de la resistencia y la réplica a la dominación.
Aníbal Ford (1994) describe como los Estados modernos jerarquizaron la escritura como
única fuente de comunicación y no le dieron importancia a otros canales. El conocimiento
sobre la percepción corporal, kinésica y el rol de los sentidos en nuestra experiencia
cotidiana quedaron por fuera del análisis. En este panorama, los medios de comunicación
rompen con la hegemonía de la escritura y proponen otros canales que también
comunican. El problema es que los estudios sobre los medios se siguen realizando
asumiendo un paradigma escritural lo que deja de lado el carácter corporal y no
institucionalizado de la cultura de masas. En relación con los modos acceso a la cultura
popular, Martín Barbero (1982) explica que se trata de una cultura no letrada ya que sus
relatos eran de tradición oral por lo que implica modos de narrar y de leer diferentes a los
de la cultura letrada. Dentro de lo popular los géneros y los arquetipos son modos no solo
de escritura sino también de lectura porque permiten una gran demarcación cultural y
articulan así la cotidianeidad con arquetipos de fácil captación. Existe una tradición
educativa que divide el saber en dos polos a saber: el polo ilustrado – activo/productor y el
polo ignorante – pasivo/receptor. Barbero se desplaza de estas concepciones teóricas y
esto le permite observar tres rasgos característicos de la lectura popular: la lectura
colectiva que es la lectura en voz alta hacia un grupo e involucra a la memoria colectiva
que luego rescribe el texto al volver a narrarlo; la lectura expresiva implica no tener
vergüenza de expresar las emociones que genera la lectura; y por último, la lectura
oblicua o desviada que conlleva una lectura cuya gramática es a veces otra, diferente a la
gramática de producción. Se trata de las lecturas que realizan las clases populares de la
televisión y la radio, por ejemplo, en las que abundan la reinterpretación y la apropiación.
Vale rescatar dos nociones de Barbero, la homogeneización (borra las huellas de la
diferencia, de la pluralidad) y la estilización (una sola lengua, un solo discurso reconocible
para todos) ya que a partir de estos dos procesos se desactiva la memoria popular.
Pierre Bourdieu (1979) plantea que la clase obrera incurre en prácticas populares que
tienen como principio la elección de lo necesario entendida como lo práctico y lo que
delimitado por lo económico y lo social hace que la gente “sencilla y modesta” tenga
gustos “sencillos y modestos”, es decir, que no son libres de decidir, sino que se
encuentran cooptados por mecanismos simbólicos. A su vez define el habitus como la
necesidad hecha virtud. Bourdieu considera que la clase obrera permanece sumisa y,
citando a Gramsci, explica que el obrero tiene tendencia a transportar a todos los campos
sus disposiciones de ejecutante; lo que quiere decir que el obrero reconoce los valores
dominantes y asume la privación de esos consumos justificándolos a partir de factores de
capital económico, social y cultural. Estas normas de imposición se ven reforzadas y
reactivadas a través de la relación de los obreros con los productos culturales de masas.
- Alabarces, Pablo (con Valeria Añón y Mariana Conde): “Un destino sudamericano. La
invención de los estudios sobre cultura popular en la Argentina”, en Alabarces, Pablo y
María G. Rodríguez (comps.): Resistencias y mediaciones. Estudios sobre cultura
popular, Buenos Aires: Paidós, 2008.
- Brooks, Peter: “La estética del asombro”, en The Melodramatic Imagination, New
Haven, Connecticut: Yale University Press, 1976.
- De Certeau, Michel: “La belleza del muerto”, en La cultura en plural, Buenos Aires:
Nueva Visión, 1999
- Ford, Aníbal: “Culturas populares y (medios de) comunicación”, en Navegaciones.
Comunicación, cultura y crisis, Buenos Aires: Amorrortu, 1994.
- Monsiváis, Carlos: “Se sufre porque se aprende. (De las variedades del melodrama en
América latina), en Dussel, Inés y Gutiérrez, Daniela (comps.): Educar la mirada. Políticas
y pedagogías de la imagen, Buenos Aires: Manantial, FLACSO, OSDE, 2006.
- Thompson, Edward Palmer: “La sociedad inglesa del siglo XVIII: ¿Lucha de clases sin
clases?”, en Tradición, revuelta y consciencia de clase, Barcelona: Cátedra, 1981.