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14 Aprendizajes Vitales
14 Aprendizajes Vitales
APRENDIZAJES
14VITALES
–13ª Edición–
Carlos Alemany (Ed.)
14 APRENDIZAJES VITALES
Colaboradores:
Carlos Alemany
Jose A. García-Monge
Carlos R. Cabarrús
Luis Cencillo
José M. Díez-Alegría
Olga Castanyer
Antonio García Rubio
Iosu Cabodevilla
Juan Masiá
Dolores Aleixandre
Miguel de Guzmán
Jesús Burgaleta
Mª. José Carrasco
Ana Gimeno-Bayón
Ángel Rz. Idígoras
Carlos Alemany (Ed.)
14 APRENDIZAJES
VITALES
–13ª Edición–
Desclée De Brouwer
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Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos –www.cedro.org–),
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Presentación
Carlos Alemany . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
1. Aprender a desaprender
José A. García-Monge . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
3. Aprender a fracasar
Luis Cencillo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
8. Aprender a llorar
Iosu Cabodevilla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145
Colaboradores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 295
8 MAIOR
Presentación
Carlos Alemany
Antonio Gala
MAIOR 9
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
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P r e s e n t a c i ó n
a) La vida está llena de maestros que nos enseñan, sin que ellos se enteren
de han sido nuestros maestros: personas significativas unas veces, pero otras,
gentes con las que sólo nos hemos rozado tangencialmente en un momento
dado. De ambas hemos aprendido de muchas maneras.
b) Aprendemos de las cosas que nos pasan, sin buscarlas. A veces son
agradables y otras desagradables, pero muchas veces son el resultado de
encuentros fortuitos.
MAIOR 11
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
12 MAIOR
Aprender a desaprender
José A. García-Monge
1
“... El camino al niño...
Después de vivir tanto...
sobre tan poco...”
J.L. Hassen
J.L. Hassen
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A p r e n d e r a d e s a p r e n d e r
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dad y valor, a la vez que se esfuerza por seguir aprendiendo con sus alumnos
y, frecuentemente, de sus alumnos.
Toffler (1974), en la obra que citaba al comienzo de estas líneas (breves para
que no cueste mucho desaprenderlas), escribiendo acerca de las instituciones
de enseñanza señala: “nada debería incluirse en los programas sin estar ple-
namente justificado con vistas al futuro. Si esto significa expurgar una parte
sustancial de la programación formal, debe hacerse igualmente” (p. 428).
Galileo tuvo mucho que desaprender de nuestro sistema solar arriesgan-
do mucho por acoger en su mente y en sus labios lo aprendido.
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A p r e n d e r a d e s a p r e n d e r
INTERNALIZACIÓN E INTROYECCIÓN
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A p r e n d e r a d e s a p r e n d e r
AFECTIVIDAD Y DESAPRENDIZAJE
Todos los seres humanos, unos más que otros, necesitamos una identifica-
ción afectiva. Necesitamos psicológicamente, ser queridos y querer. El peso
motivador de una relación afectiva en un aprendizaje puede ser decisivo.
Como lo importante es la experiencia subjetiva emocional, mis saberes, cono-
cimientos, interpretación y valoración de datos, dependerán de la necesidad
afectivo relacional que los sustenta. Desaprenderé cuando la persona necesi-
tada por mi cambie de opinión o valoración. Mantendré lo aprendido si me
asegura la persistencia satisfecha de mi afectividad. Este fenómeno personal
y grupal (partidos políticos, comunidades, asociaciones, etc.) impide el desa-
prendizaje mientras la emocionalidad se alimente de las fuentes de identifi-
cación y gratificación.
Desaprender supone, entonces, una libertad afectiva que más que un
apoyo ambiental, se afiance en un autoapoyo. La autonomía afectivo relacio-
nal decidirá la posibilidad de mis desaprendizajes.
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A p r e n d e r a d e s a p r e n d e r
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1. Escriba:
Hace algunos años yo pensaba... Ahora pienso...
Hace algunos años yo sentía... Ahora siento...
Hace algunos años yo hacía... Ahora hago...
Hace algunos años yo creía... Ahora creo...
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Aprender a discernir para
elegir bien
Carlos R. Cabarrús
2
OPORTUNIDAD DEL DISCERNIMIENTO Y LA BUENA ELECCIÓN
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Para poder discernir, decíamos, además de tener ciertas técnicas –que más
adelante explicaremos– es preciso tener actitudes humanas de discernimien-
to. Es tener la actitud de poder escoger lo positivo, la felicidad, la vida, por
principio. Esto suena fácil. Nos parece que siempre escogemos lo que nos da
vida, que nos dejamos guiar por lo positivo. Nada más ajeno a lo que en rea-
lidad pasa, donde por lo menos a nivel de las vivencias interiores, nos rego-
deamos con lo que nos culpabiliza, nos disminuye, o nos preocupa. Hay
“voces” internas que nos condenan. Junto a esas voces –sin embargo– está la
“voz” de nuestra conciencia. Discernir es dejar que la “conciencia” tome el
control de nuestro interior y el papel de parámetro de nuestras decisiones1.
LA CONCIENCIA
En el fondo, todas las personas, por perversas que sean sus actuaciones, tie-
nen la “felicidad” como meta de su actuación; como su “valor”. Sólo que una
felicidad mal entendida, muchas veces. Una felicidad que se interpreta como
lo que dé más placer, de manera más rápida y sin complicaciones. Pero lo que
persigue, por ejemplo, tanto el muchacho que se enrola en una “banda” o
“pandilla”, la que se droga o busca una carrera, es ser feliz de alguna manera.
La conciencia es la “voz” de nuestro ser que se expresa. Es lo más profundo
de nosotros mismos que toma la forma de una palabra de indicación. Es lo típi-
co del ser humano. La persona tiene siempre esa voz en lo más profundo suyo.
Es esa voz la que le va indicando cuándo algo de lo que realiza se acerca o no a
su verdadera felicidad. La conciencia es el gran patrón para discernir. Coloca lo
que está en cuestión frente a esa voz. Esa voz, con todo, necesita de criterios para
poder actuar. Esos criterios son los valores. Ahora bien, una conciencia se forma,
no se adquiere de una vez por todas; y se alimenta de valores. Pero también se
“informa”; con datos científicos, con conocimiento de situaciones y relaciones.
Dentro de nuestro interior, con todo, hay muchas más voces, muchas de ellas de
corte negativo. De ahí que haya que saber distinguir la voz de la conciencia de
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A p r e n d e r a d i s c e r n i r p a r a e l e g i r b i e n
LOS VALORES
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A p r e n d e r a d i s c e r n i r p a r a e l e g i r b i e n
3. La capacidad de trabajar y la capacidad de hacer bien el amor ya los señaló Freud como
signo de una salud psíquica. Aquí hacemos algunas variaciones y adaptaciones de la intuición
freudiana. Aunque también hay que discernir lo de la “abeja”, puesto que existe el “zángano”,
la “reina” y también el ataque maligno de las “africanas”. Como se puede ver el discerni-
miento no es un “deus ex machina”, no es algo conseguido sin dificultad. Es más bien una
ayuda en el proceso que nos orienta la ruta.
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2) Construir el amor
La segunda actitud la ponía Freud en poder hacer en plenitud el amor.
Hacer el amor no es igual, ni mucho menos, a realizar fácticamente el acto
sexual. Hacer el amor implica entrega, donación, buscar el placer de la pare-
ja, para sólo así experimentarlo en sí mismo. Una dosis grande de confianza,
una base de autoestima alta. “Hacer” el amor, sin embargo, se puede traducir
mejor como “construir” el amor. Al hablar de construirlo se amplía el hori-
zonte de aplicaciones. Pero hay que construirlo y defenderlo porque siempre
está en riesgo, ya que es una denuncia frente a las leyes funestas del mundo.
Por eso hay que poner todo lo que está de nuestra parte para que el amor aca-
ezca en nuestro entorno y protegerlo. Un amor que debe irradiar hacia todo
lo que es vida, hacia la vida misma.
Ahora bien, este construir el amor no se puede hacer –como veíamos desde
la perspectiva de lo ecológico– al margen de los demás. Sólo si se está en sin-
tonía consigo mismo, sólo si se está en solidaridad profunda con los demás,
con los necesitados de todo género se puede evaluar esta opción por la vida.
*Indicadores: ¿Soy capaz de “hacer el amor”, de construirlo?
¿Tengo amistades profundas y duraderas? ¿Tengo amistades entre
gente pobre y necesitada; tengo experiencia de convivir alguna vez
con los problemas urgentes de las mayorías? ¿Cómo está mi capaci-
dad de reír, de generar buen ambiente, de ser como un oasis para los
demás?... ¿Cómo me doy cuenta de que lo hago? ¿Me doy cuenta que
es la vida y el cariño lo que debe estar siempre en juego, en última
instancia, en toda decisión?
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A p r e n d e r a d i s c e r n i r p a r a e l e g i r b i e n
3) Ser abejas
La tercera actitud, que nos prepara a optar por la vida, es quizás algo a
nivel más metafórico, es como un talante fundamental: no ser “moscas”, que
sólo se paran en el estiércol y que, además, lo llevan de una parte a la otra,
sino colibríes, que captan el mejor néctar de las flores; o más aún, abejas tra-
bajadoras que extraen lo mejor de las flores y producen la miel que es un ali-
mento nutritivo y un remedio fundamental.
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te, que sólo Dios es quien verdaderamente perdona. Todas estas son falsas
concepciones del perdón. Si se colocan como los indicativos de si he perdo-
nado o no, me equivocaré rotundamente.
Los verdaderos indicadores de que se ha comenzado un proceso de per-
dón son, por el contrario: haber podido expresar la cólera que ha provocado
la situación en mí, haber sacado un balance de lo que verdaderamente se ha
dañado en mí, haber establecido el aspecto positivo que el suceso puede ofre-
cerme –a riesgo de que si esto no se diera no pueda integrarlo nunca–. Con
esto así trabajado cesará el deseo de venganza y podré comenzar a ver a ese
“enemigo” con ojos nuevos. Podré considerar que él también puede cambiar.
Finalmente, cuando el proceso se ha completado desde la experiencia de fe,
entonces perdonar es aprender a ver y a querer a esa persona desde la pers-
pectiva del cariño que Dios también le tiene. En el fondo, si sé perdonar tengo
la actitud de estar en el otro y de abrir mi horizonte. Eso me prepara para
poder discernir y elegir. Me hace disponible y dócil a la verdad4.
*Indicadores: ¿Tengo falsas concepciones sobre lo que es el per-
dón y por eso, tal vez me culpabilizo más? ¿Cuál es la señal personal
más característica de que no he perdonado todavía? ¿Cuál mi señal
para saber que he comenzado el proceso de perdonar? ¿Cómo me
percato de que si no perdono, hay algo que no he integrado en mi
vida y me bloquea una libre elección?
4. Material abundante sobre este tema puede encontrarse en el libro de Jean Monburquette,
Cómo perdonar. Sal Terrae, Santander, 1996. Sobre el propio perdón puede verse J. Masiá.
Aprender a perdonarse a sí mismo y dejarse perdonar, en este mismo libro. Lo mismo de Luis
Zabalegui, ¿Por qué me culpabilizo tanto? (2ª edición), Serendipity Nº 13, Desclée De Brouwer,
Bilbao, 1997.
5. Cf. Bonet, José Vicente. Se amigo de ti mismo, Sal Terrae, Santander, 1994. Pág. 30.
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A p r e n d e r a d i s c e r n i r p a r a e l e g i r b i e n
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demás y quiere poner remedio al mal que hizo; por eso es reparadora. Con
una situación patológica de culpabilización no puede haber una posibilidad
para discernir ni para elegir bien, en ningún caso.
Ahora bien, una vez detectadas esas voces hay que intentar desarmar su
estructura. Ayuda mucho para ello, percatarse de cómo, cuándo y por qué se
originan. Un trabajo paralelo consiste en reemplazar esas voces por otras de
corte positivo. Esto sólo no cura, pero aligera el proceso. No podemos vivir
sin voces internas. A la experiencia personal de todos me remito. Lo que sí
puedo hacer es elegir otro tipo de frases positivas, de corte más racional
(Ellis) que contrarresten el lastre nocivo. Esta decisión es en sí misma un paso
de discernimiento y de elección fundamental.
Una baja estima necesita un conocimiento personal serio y por supuesto,
de trabajo de saneamiento y curación de heridas que hayan podido fomentar
la baja estima. Podríamos decir que toda herida, además de producir reaccio-
nes desproporcionadas genera una estima por los suelos, que no se levanta, a
no ser que se trabaje a niveles profundos, con un proceso de terapia.
De allí que la opción por la vida, que la capacidad para poder discernir y
elegir bien implique un trabajo personal a fondo.
Optar por la vida pasa por un proceso psicológico personalizado, ser cre-
adores de “patrones personales” como bien dice Gendlin. Implica curación y
valores concretos. Hay que elegir la vida, no en abstracto, sino la vida que es
para mi un caminar por donde mi misma estructura psicológica me lo indica,
como camino de crecimiento, de sanación e integración. Eso que hemos lla-
mado en otros momentos la “consigna psicológica”.
CONSIGNA PSICOLÓGICA7
7. La denomino “consigna psicológica” dadas las características comparables que tiene con
las consignas políticas: se reciben, tienen en cuenta la situación concreta, dan identidad al
grupo, se traducen en un programa de acción positiva y se orientan a la práctica. La justicia de
este nombre podría ser discutible. En palabras de Ira Progoff, la consigna sería lo que él llama
“semillas de plenitud” (Cf. Depth Psychology and Modern Man. New York. Julian Press. 1969,
pag. 53).
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Metodología de la elección:
11. PRH (Personalité et relations humaines) ha desarrollado ampliamente este aspecto (cfr.
Reglas para un discernimiento. Nota de observaciones. Madrid.)
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por otra parte, las alternativas deben ser contrarias entre sí, lo cual significa
que no puedo realizarlas simultáneamente. En el caso de que hubieran más
de dos alternativas habría que reducirlas a las dos primeras básicas y conti-
nuar con las nuevamente excluyentes.
Alternativa A Alternativa B
Pros / Contras Pros / Contras
La pre-elección
Con esto tendría una pre-elección que debe someterse a una confirmación
con mi yo profundo, con alguien que me pueda confrontar lealmente y con
la realidad.
¿Qué experimento?
Todo discernimiento humano debe poder dar cuenta de qué es lo que se
está experimentando frente a esta pre-elección. Es saber hacer un alto en el
camino. Hay muchas técnicas que ayudan a esto. El Focusing12 es muy ade-
cuado para vivir este momento. Puede ser de gran ayuda realizar un ejercicio
proyectivo imaginándome en el momento de la muerte, eligiendo desde ya,
lo que me daría más paz haber escogido entonces.
Una vez enfocado lo que me pasa, es oportuno distinguir en qué canal se
está experimentando lo que me acontece: en lo auditivo, en lo kinestético o en
lo visual. También es muy oportuno ver qué efectos produce lo que experi-
12. Cf. Gendlin. E. Focusing. Proceso y técnica del Enfoque corporal. Ed. Mensajero, Bilbao, 1991.
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A p r e n d e r a d i s c e r n i r p a r a e l e g i r b i e n
mento: es decir, que siento con esa imagen, con esa palabra o sonido, con esa
idea. También pertenece a este momento considerar que lo que me acontece
puede ser positivo, negativo o ambas cosas. Me puede gustar o disgustar. Me
quedo simplemente allí con lo que me sucede, observándome.
La vinculación psicológica
Una vez detectado lo que me pasa y cómo se ha originado esta sensación,
tengo que analizar cuál es la relación de la pre-elección con mi parte herida y
vulnerada, por una parte, o con mis compulsividades o mecanismos de defen-
sa, por otra. De no hacerlo así estaré confundiendo básicamente mis decisio-
nes con todo ese mundo inconsciente que me hace actuar. La decisión correc-
ta debe estar afincada en lo más profundo mío, en el pozo de mis cualidades.
El derrotero
Detectadas las relaciones con mi mundo psíquico, lo más importante es
verificar a dónde me lleva todo lo que estoy analizando. Aquí todo lo dicho
al principio del artículo es importante: si me lleva a mi autoestima –que como
la hemos comprendido es la base de todo– si me lleva a mi consigna psicoló-
gica –que muestra el camino de redención, integración y crecimiento– si me
lleva a generar vida en los demás –las actitudes de las que hemos hablado–
eso es algo que va a construirme y a construir a los demás.
Verificación de ese derrotero: Aquí es oportuno verificar la pre-elección
confrontada con mis diversas instancias:
· En el nivel de mi sensibilidad: ¿Cuánto me gusta? ¿Cuánto me cuesta?
¿Cuánto soporto los inconvenientes de esa decisión?
· En el nivel de mi cuerpo: ¿cuánto puedo? ¿Cuánto me sobrecargo?
¿Tengo las cualidades para realizar esa decisión?
· En el nivel de la voluntad: ¿Lo quiero? ¿Lo quiero sin presiones, sin
voluntarismos? ¿Me siento libre? ¿va todo esto con las actitudes básicas
frente a la vida?
· En el nivel de mi ser: ¿Me identifica con lo más hondo mío? ¿Cómo esto
se apoya en el pozo de mis cualidades? ¿Cómo se relaciona con mi con-
signa psicológica?
· En el nivel de la conciencia: ¿Me da paz profunda esta decisión? ¿Me
deja intranquilo? ¿A la hora de mi muerte me hubiera gustado elegir
esta alternativa? ¿Es decir esto me trae vida, tal como la hemos enten-
dido hasta acá?
· En el nivel de la vida de los demás: ¿Esto les trae vida a las demás per-
sonas? ¿Les provoca más bien muerte?
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Confrontación de lo elegido
Mientras más repercusión sociopolítica tenga una decisión personal, más
tendré que cotejar y confrontar lo que estoy decidiendo, con las personas o ins-
tancias en donde repercuta mi acción. También lo hago con alguien que me
conozca y me respete –en primer lugar– y que represente el núcleo donde me
muevo y al que pertenezco. Para una persona casada, su pareja y sus hijos
serán los cotejadores por excelencia. En algunas ocasiones se tratará de un psi-
cólogo o un psiquiatra, o de algún otro tipo de consejero o consejera expertos.
Me percato, asimismo de las implicaciones prácticas que todo ello va a
traer: ¿Cuáles son las exigencias, las frustraciones, las mortificaciones que
provendrán de la decisión? ¿Qué retribuciones me brindará, a todos los nive-
les, lo que he elegido?
El que algo discernido y elegido concienzudamente llegue a realizarse en
la historia, –dando vida, en un sentido amplio, es decir, no dándomela sólo a
mí sino también generándola a mi alrededor– es el signo inequívoco de la jus-
ticia con que lo hemos hecho.
PARA TERMINAR
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Aprender a fracasar
Luis Cencillo
3
Hay cosas que no se comprenden hasta que
no se está definitivamente derrotado
Ch. Peguy
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pruebas que daban el acceso a ella, puede decir que “ha fracasado” en este
intento. Esto es evidente y trivial. Pero si alguien dice “he fracasado en la vida”,
“he fracasado como padre/madre”, o “soy uno de esos fracasados(as)” (pen-
sando en lo que estadísticamente ha de producirse en toda sociedad –y por
estadístico se suele entender lo “fatal” y cuasi predeterminado por la fuerza
de los procesos), ya empieza a emitir enunciados de los que los analíticos del
lenguaje dirían que contenían términos sin sentido.
Los analíticos del lenguaje considerarían el término “vida” como sin sig-
nificado designable, pero al término complejo de fracasar-en-la-vida, o como-
padre, ciertamente ya no es en ningún caso posible asignarle fácilmente un
referente cierto y unívoco. Su sentido no sólo es multívoco, sino irreal: No es
posible hallar en la realidad de la praxis algo determinado que sea “fracasar
en la vida” o “como padre/madre”, o “ser uno de esos fracasados”, definible
e inteligible sin más.
No queremos decir, como lo haría un neopositivista, que “no tenga senti-
do” simplemente (pues es completamente cierto que cualquier interlocutor lo
entiende y esto es tener semánticamente sentido); queremos significar que el
referente o referentes de estos términos no son ni unívoca ni fácilmente desig-
nables y que si le preguntamos al interesado, o a otro interlocutor presente,
acerca de lo que ha dicho, nos contestarían que no lo acaba de ver claro, que
ha querido decir “muchas cosas”, o que “a la vista está”, etc. Sólo habría una
cosa cierta y es que el hablante siente que no ha “triunfado” (ante lo cual
habría que seguir preguntando –o preguntándose– qué entiende(o) por
“triunfar”, pues hay famosos que también se lamentan de “haber fracasado” o
de no haberse realizado aún..., en el supuesto más frívolo de “triunfo”).
Mas en este caso habrían de tenerse por “fracasados” todos aquellos ciu-
dadanos que trabajan y procrean, luchan por y con sus hijos, pero su ocupa-
ción no es llamativa, ni ilustre, ni les conceden premios ni entrevistas, ni los
massmedia les pagan por contar sus intimidades, ni se habla de ellos para
nada. ¿Sería esto justo? ¿Sería objetivo siquiera considerar que la inmensa
masa de la población del mundo consta exclusivamente de “fracasados”? Y
por añadidura, cuando los “no fracasados” se han librado de ello por mani-
pulaciones, montajes publicitarios e intereses comerciales: ¿Sería justo y
objetivo que sólo la ficción publicitaria salvase de un destino universal de
“fracaso” que afecta a toda la masa humana? Pues “triunfar” o “no-haber-
fracasado” depende de la común estima de una opinión pública que así lo percibe
(y no pocas veces de una opinión pública manipulada). ¿Puede un escritor o
un pensador tenerse por “fracasado” porque no arrastre públicos ni haya un
editor o un sector de la prensa que jaleen sus proyectos y sus últimas ocu-
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A p r e n d e r a f r a c a s a r
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A p r e n d e r a f r a c a s a r
MOTIVACIONES
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precio. O acceder a esos ambientes, o llegar a tener por pareja a alguna per-
sona de este tipo.
Y hay algo más vano todavía: considerar que lo importante es que “se
hable” de ellos, por ser éste el modelo que los massmedia actualmente ofre-
cen, y ni por asomo se les ocurre que la vida ha de servir para algo más y para
metas más serias que todo eso (simplemente no comprenden que pueda haber
metas más serias). Nada digamos de esa motivación, tan extendida hoy entre
estudiantes, y precisamente los más activos y trabajadores, de lucrarse por
lucrarse, como sea, y en lo que sea: “ganar pasta”, “forrarse”...
Lo peor no es que resulte poco seria su visión de la existencia, lo realmen-
te negativo e irremediable es la orientación subjetiva y narcisista que la motiva-
ción generalizada entre la gente joven y de edad mediana se adopta.
Naturalmente en todos estos casos, que además suponen ser la existencia una
competición agonal en la que sólo el mejor triunfa (enfoque sumamente irreal de
lo que es lograrse en la vida), muy pocos pueden sentirse logrados o al menos
dejar de sentir que han fracasado. Por eso la sociedad se llena de cuarentones
presos de la vivencia de ser “unos fracasados”.
Nadie, ni por asomo, ha hecho ni se la ocurre realizar el aprendizaje opor-
tuno para no fracasar, para no sentirse fracasado, o para elevar el fracaso –no
con negación maníaca de la realidad, como hacen los conductuales– a identi-
dad y vivencia de realización.
Hay que añadir a todo ello la “mala conciencia” inducida por la publici-
dad, la imagen de fracaso que se hace destilar sobre ciertas profesiones o esta-
dos, el de ama de casa, el de madre, el de empleado, el de sirviente(a), el de
campesino, albañil o trabajador industrial (hasta en el lenguaje de los empre-
sarios, y aun empresarios de filiación socialista, se acostumbra referirse a sus
obreros como a “los curritos”).
Los juicios de valor se hallan estrictamente tabuizados entre la gente que se
dice progresista, y únicamente se permiten cargar las tintas en verdaderos jui-
cios de valor negativos, y se hace sistemática alusión, con la mayor difusión
publicitaria posible (y el constante machaconeo de la propaganda, tanto en
eslóganes publicitarios, como en telefilmes, situaciones teatrales o alusiones
en entrevistas), a la no conformidad con, ni tolerancia de esas condiciones de
ama a de casa, de trabajador o de oficinista oscuros.
Se ha producido un sutil deslizamiento de la “lucha de clases” –que era
justa– al contraste competitivo entre situaciones de diferente “brillo social”,
que es vano e injusto, con quienes, para ser precisamente útiles a la sociedad,
no han podido alcanzar aquel brillo. Entre otras cosas, porque el brillo social
no depende del sujeto ni de la utilidad de su función o su trabajo y además,
48 MAIOR
A p r e n d e r a f r a c a s a r
y es lo más paradójico y triste del caso, el brillo se halla, por lo general, en pro-
porción inversa a la utilidad de quien “brilla”... ¡Cuántos aparentes y brillantes
logros son reales fracasos y cuántos aparentes fracasos son logros efectivos a
largo plazo, de la personalidad! Esto ya prueba que las categorías de
“logro”/”fracaso” son relativas y discutibles.
Actualmente, si se repara en ello, no se enfrentan en la frivolidad de los
massmedia los indigentes y los potentados (los indigentes se dejan para un
“tercer mundo” utópico e irreal en el horizonte romántico y cuasi legendario
de nuestra vida cotidiana), sino los “famosos”, los “conocidos” y los anóni-
mos, cuyo anonimato tácitamente se devalúa, les devalúa, y aun se penaliza
con el desprecio o con la descalificación personal, por parte de quienes son,
se creen o desean ser “famosos” (desde luego con el marchamo de “los per-
dedores”, según la infeliz e inoportunísima expresión de Bender).
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A p r e n d e r a f r a c a s a r
4. Suelen tenerse por “realistas” los pragmáticos y, precisamente, aquellos que sólo atien-
den al lucro y a otros resultados materiales, pero esto es un falso realismo. Si por realismo se
entiende hallarse abierto a la realidad en sí con todas sus consecuencias, entonces polarizar el
deseo en ambiciones sesgadas, monocordes y difíciles de conseguir es más bien un difícil “ide-
alismo utópico”, que no beneficia ni al interesado ni a su entorno.
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Hay otros tres tipos de “fracasos” que se producen aun cuando se cuide
mucho el modo de proceder, son inevitables en su mayoría y sorprendente-
mente no son perniciosos en sus efectos. Se les llama “fracasos”, pero no hacen
fracasar. Y sobre todo, son inevitables, un ingrediente más del existir huma-
no, y por lo tanto algo “natural” y hasta a veces saludable.
1. Se trata en primer lugar de las inevitables crisis de maduración que
implican siempre alguna sensación de fracaso, de tonificante fracaso. Y como
el mejor aprendizaje para vivir y para actuar es el que procede por ensayo-y-
error, ha de asumirse un inevitable fracaso menor (a veces grande) en todo
proceso de maduración. La no tolerancia al fracaso –que provocaron los utópi-
cos del período que acaba de pasar– es ya un rasgo neurótico, digno de una
terapia (breve o larga).
2. El segundo tipo de fracasos son los que suceden en sólo una línea o área
determinadas. También son absolutamente inevitables, y consecuencia de la
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A p r e n d e r a f r a c a s a r
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1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
En este largo texto Freud sienta dos tesis importantes y ciertas; una que
todo sujeto necesita realizar una catarsis, que suele ser siempre dolorosa
cuando es verdadera y honda; otra, que en el espectáculo teatral es posi-
ble por identificación proyectiva vivir esa catarsis sin sufrimiento real, y así
se puede vivenciar el fracaso, la rectificación de un pasado equivocado y
doloroso –cosa absolutamente necesaria para poder experimentar alguna
felicidad o la propia realización– soslayando el dolor real que siempre se
genera cuando falta la estética de lo identificativamente contemplado.
60 MAIOR
Aprender a escuchar bien
Carlos Alemany
4
“Nos han sido dadas dos orejas,
pero en cambio sólo una boca,
para que podamos oír más
y hablar menos”
Zenón de Elea
INTRODUCCIÓN
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1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
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A p r e n d e r a e s c u c h a r b i e n
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1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
– Carl Rogers:
Este año celebramos el décimo aniversario de su muerte, ocurrida en
Febrero de 1987. Él supo comunicar como nadie la importancia de la escucha
empática como preparación para la respuesta empática. Y al formar también
en las actitudes básicas, especialmente en la acogida incondicional y en la
calidez, preparaba al consejero u orientador para eliminar los prejuicios habi-
tuales y para evitar la interrupción o el dar consejo.
De los muchos textos que tiene en sus libros, el que más me gusta es el de
su testimonio personal. Era 1977 y Carl Rogers había sido invitado a pronun-
ciar una conferencia en el Instituto Tecnológico de Monterrey. Todo el ciclo,
sobre el tema de la comunicación, era de corte académico y en él figuraban
ilustres conferenciantes. Carl Rogers eligió otro enfoque: el de las vivencias
personales que había tenido a lo largo de su vida sobre ese tema y lo mucho
que le había ayudado tanto el saber escuchar como el sentirse escuchado y
que en definitiva todo lo que había aprendido en su vida no había sido de los
libros, sino del difícil arte de escuchar:
“El primer sentimiento simple que quiero compartir con vosotros es lo que
disfruto cuando realmente puedo escuchar a alguien. Escuchar a alguien me
pone en contacto con él, enriquece mi vida. A través de la escucha he aprendi-
do todo lo que sé sobre los individuos, la personalidad y las relaciones inter-
personales...
Esa experiencia la recuerdo desde mis primeros años en la escuela secunda-
ria. Un alumno formulaba una pregunta y el profesor daba una magnífica res-
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A p r e n d e r a e s c u c h a r b i e n
Carl Rogers El camino del ser, Kairós, Barcelona, 1987, págs. 17-19
– Eugene Gendlin:
Trabajó l2 años con Rogers en Chicago y en Wisconsin. De él aprendió tam-
bién la importancia de la escucha empática y la incorporó inmediatamente a
su modelo de Psicoterapia Experiencial, donde Focusing era la herramienta
terapéutica con la que guiaba a sus clientes a estar en contacto con sus pro-
pias sensaciones, sentimientos y significados.
a) El escuchar absoluto: El capítulo 11 de su libro de Focusing (1993) lo titu-
la “El manual de la técnica del escuchar” y Gendlin empieza señalando la
importancia que tiene el Escuchar absoluto. Lo señala de forma tan sencilla
como impactante:
MAIOR 67
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
Pero tienes que ser sincero e indicar cuándo dejas de seguir (“¿Puedes decir
esto de otra forma? No lo entendí...”). Con todo ayuda más si tú, el que escu-
cha, repites los puntos de la otra persona, paso a paso, según los entiendes.
A esto yo le llamo el escuchar absoluto” (pp. 143-144).
Gendlin habla también del “escuchar amigable” y se refiere al que debemos
tener con nosotros mismos, internamente, parando todo tipo de voces críti-
cas etc.
b) La didáctica de la escucha: Gendlin, como resume muy bien
Marroquín (1984), propone a sus formandos el establecimiento de una serie
de estrategias o pautas conductuales para ser cada vez más eficaces. Se
podrían resumir en estos 4 aspectos, que son realmente prácticos:
I) Para demostrar que has escuchado y comprendes con exactitud,
forma una o dos oraciones gramaticales que lleguen al significado que
la persona quería transmitir.
II) Utiliza tus propias palabras, pero usa las palabras propias de la
persona para aquellos asuntos de contenido más delicado o difícil.
III) Cuando lo que la gente dice es demasiado complicado y no pue-
das entender lo que dicen o lo que significa para ellos lo expresado,
trata de formar una o dos expresiones gramaticales sobre el núcleo de
la comunicación, cotéjalo con la persona y deja que ella añada o corri-
ja tu formulación. Recibe y repite lo que han cambiado o añadido hasta
que vean que lo entiendes justo como ellos lo entienden. Entonces, y
sólo entonces, forma otra oración para indicar lo que significa realmen-
te para ellos lo expresado.
IV) Cuando necesites pedir alguna aclaración, no lo hagas de mane-
ra absoluta diciendo por ejemplo “no he entendido nada”, sino toman-
do pie y empleando aquellos aspectos que en alguna manera te hubie-
ran quedado más claros con anterioridad.
Hasta aquí las recomendaciones de Gendlin, quien tiene mucho interés en
sugerir estrategias concretas para que ese escuchar sea la base de la com-
prensión empática.
Gendlin en otro momento resume toda esta didáctica en 2 puntos que son
los únicos que justifican la ruptura del silencio por parte del que escucha con
intención de auténtica comprensión terapéutica:
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A p r e n d e r a e s c u c h a r b i e n
– Robert Carkhuff:
Discípulo también de Carl Rogers, creó a partir de la base rogeriana un
interesante modelo ecléctico de relación de ayuda. La relación del terapeuta
con el cliente, en su modelo actual de los años 80, la establece en la formación
en dos grandes dimensiones: la de Responder al marco de referencia del
cliente y la de Iniciar al cliente a la acción, desde la experiencia y el marco de
referencia del terapeuta (B. Giordani, 1997).
En la dimensión de Responder, operativiza muy bien las destrezas previas:
Atender, Observar y Escuchar
a) La destreza de Escuchar: Carkhuff dice que así como hay que aprender
el atender físico y postural, como el comienzo de la implicación que se da en
la relación de ayuda, el escuchar sería el atender psicológico, el atender inte-
rior. Es claro que para él es una destreza que debe ser aprendida, ejercitada y eva-
luada y para la cual crea una escala de 5 niveles que ha sido utilizada con éxito
tanto en la investigación como en la formación de terapeutas (Alemany, 1984;
Fuster, 1988).
El epíteto que más usa es el del escuchar activo indicando que no tiene
nada de pasivo, aunque haya que empezar por algo tan sencillo como dejar
de hablar. Y que escuchar bien y atentamente consume una gran cantidad de
energía.
Define la escucha como la habilidad para recordar y retener los contenidos
verbales presentados por nuestro interlocutor, así como el tono emocional en
el que son dichos.
Esa atención interna proporciona abundante información sobre el tema o
problema, la situación personal del otro e incluso su nivel de energía. Una
escucha más atenta de estas pistas verbales ayudará a obtener una mejor com-
prensión de las formas específicas en las que el interlocutor experimenta su
mundo (ese será su marco de referencia).
b) Didáctica del escuchar: Carkhuff establece en cada una de estas destre-
zas una serie de pasos conductuales que ayudarán a su adquisición y mejora.
En esta destreza del escuchar destacará, entre otros, los siguientes pasos:
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A p r e n d e r a e s c u c h a r b i e n
“¡Escucha!
Cuando te pido que me escuches y tú empiezas a aconsejarme, no estás
haciendo lo que te he pedido.
Cuando te pido que me escuches y tú empiezas a decirme por qué yo no debe-
ría sentirme así, no estás respetando mis sentimientos.
Cuando te pido que me escuches y tú piensas que debes hacer algo para
resolver mi problema, estás decepcionando mis esperanzas.
¡Escúchame! Todo lo que te pido es que me escuches, no quiero que me hables
ni que te tomes molestias por mí. Escúchame, sólo eso.
Es fácil aconsejar. Pero yo no soy un incapaz. Tal vez me encuentre desani-
mado y con problemas, pero no soy un incapaz.
Cuando tú haces por mi lo que yo mismo puedo y tengo necesidad de hacer,
no estás haciendo otra cosa que atizar mis miedos y mi inseguridad.
Pero cuando me aceptas, simplemente, que lo que siento me pertenece a mí,
por muy irracional que sea, entonces no tengo por qué tratar de hacerte com-
prender más y tengo que empezar a descubrir lo que hay dentro de mí”.
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1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
“Lo que tenéis que hacer para alcanzar la plenitud es escuchar vuestra voz
interior. Ésta es mi voz: dentro del corazón del hombre habita la verdad. Si
nosotros no sólo la oímos, sino que la vivimos, será fácil que nos comunique-
mos los unos con los otros. Y sin intermediarios, y sin palabras casi”.
(A. Gala, julio 1993).
a) Area física:
La fisiología del cuerpo es muy sabia. Un cuerpo cansado, sediento o som-
noliento va a tener serias dificultades para poder escuchar. Cada cual conoce
sus propios biorritmos corporales, la alternancia cansancio/descanso y su
incidencia a la hora de entorpecer la atención corporal necesaria.
Aquí tendríamos que meter también las distracciones físicas externas: inte-
rrupciones constantes de otras personas, llamadas telefónicas, ruidos etc. que
impiden tener la necesaria concentración y atención.
b) Area emocional:
Escuchar con toda la persona supone que escuchamos también con nues-
tros sentimientos, pero hay que saber poner los sentimientos aparte en un
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A p r e n d e r a e s c u c h a r b i e n
c) Area cognitiva:
Creo que es la que más dificulta y bloquea todo el proceso de la escucha acti-
va y funcional. Empezando por las distracciones, pero añadiendo además todo
lo que bulle en nuestro cerebro mientras que el otro está tratando de expresar-
se: ideas irracionales, otros pensamientos, prejuicios habituales tanto conscien-
tes como inconscientes, “rollos mentales”, preparación de soluciones, etc.
De todas estas, creo que las principales dificultades se pueden resumir en
estas dos:
– Los prejuicios: ya sean políticos, morales, culturales, etc. Todos los tene-
mos y así funcionamos. Pero aunque no es posible evitarlos del todo, sí
podemos en cambio reducir su efecto para que interfieran con el menor ruido
posible con la comunicación
– Las ocupaciones de la mente: La sabiduría holística actual nos aconseja
“Pon la mente ahí donde está tu cuerpo”. Sin embargo sabemos lo difícil
MAIOR 73
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
que nos resulta hacerlo habitualmente. Por eso nuestra mente –mientras el
otro habla– vaga en planes, recuerdos o incluso preparación de posibles
oportunas respuestas. Sin embargo un dato real nos podrá ayudar a refor-
mular el empleo de este “tiempo libre”. Está comprobado que una persona
es capaz de comprender los mensajes verbales de otra a una media de 600
palabras por minuto. Sin embargo la media de una conversación es de 100
a 140 palabras por minuto. La pregunta, por tanto es: mientras el otro habla
¿en qué empleamos todo este tiempo libre? Saber invertir este tiempo libre
en hacerse preguntas sobre lo que el otro nos dice, o en poder captar el tono
emocional que lo acompaña etc. será una de las claves de nuestra atenta
concentración psicológica en lugar de sentirnos distraídos y desparrama-
dos, que en definitiva, como muy bien afirma Krishnamurti, nos convierte
en seres atrapados en nuestras propias pantallas mentales y por tanto cerra-
dos al otro.
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A p r e n d e r a e s c u c h a r b i e n
1. José María Valverde, Air Mail, 1926, en Francisco Rico, Poesía de España, Círculo de Lectores,
Madrid 1997, pág. 560.
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A p r e n d e r a e s c u c h a r b i e n
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1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
BIBLIOGRAFÍA
78 MAIOR
Aprender a vivir con humor
trascendente
José María Díez-Alegría
5
DOS ANÉCDOTAS SIGNIFICATIVAS
MAIOR 81
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
Además resulta que, con su suave humor, Juan XXIII acertó a vivir y expre-
sar cosas muy profundas: que para la Iglesia la esperanza está sólo en el
Espíritu Santo; que ninguno de los miembros de ella es decisivo; que se pue-
den llevar a cabo iniciativas extraordinarias sin creerse que uno es la piedra
angular del mundo, de la historia y de la salvación que Jesús nos anunció y
nos trajo.
En cambio el Papa Pablo VI (hombre sincero, bueno y nada autoritario)
dijo en aquella ocasión cosas curiosamente irracionales. Porque ni el sillón
episcopal de Roma es una cruz, ni el Papa está llevando a cabo la redención
del mundo. Y lo peor del caso es que (aunque el Papa adujera con cierta sin-
ceridad subjetiva aquella razón descabellada) la verdadera razón era el senti-
miento, heredado por él de Gregorio VII (1073-1085) y de casi todos los Papas
posteriores hasta Pío XII (1939-1958), de que el Romano Pontífice es una espe-
cie de Dios en la Iglesia y en el mundo, y por eso es impensable que pueda
dimitir, aunque es seguro que acabará muriéndose, y de momento no va a
resucitar como Jesucristo.
Y es que en el segundo milenio del cristianismo ha ido formándose y con-
solidándose, sobre todo a partir de Pío IX (1846-1878), una idea autocrática y
semidivina del Papa romano, que toca a veces lo grotesco. Un “Catecismo ca-
tólico popular” de F. Spirago, editado en París en 1903 y reeditado en 1950
(con ocasión de la proclamación del dogma de la Asunción), afirma con una
desfachatez ingenua: “El Papa, como soberano, acuña moneda, concede con-
decoraciones, tiene una bandera amarilla y blanca, embajadores (legados,
nuncios apostólicos) en cada nación, etc. Quienes se extrañan de este aparato
y apelan a que Jesucristo no se rodeó de una corte parecida, se olvidan de que
el Papa no representa a Jesucristo perseguido por sus enemigos y vergonzo-
samente humillado en la cruz, sino al divino Salvador gloriosamente elevado
al cielo”. Y todavía en 1980, en Canadá, en un texto de la Comisión Escolar
Regional de Ottawa, se daba una definición increíble, que deja tamañas a
todas las herejías que en el mundo han sido. “Papa: sucesor de Dios, pastor
de todos los fieles y enviado para velar por el bien común de la Iglesia uni-
versal y el bien de cada una de las Iglesias”1.
Un católico puede y debe reírse de tan enormes despropósitos, recordan-
do que el evangelio de San Mateo, que es el que más recalca la importancia
de la Iglesia y la de Pedro en ella, es el único que nos transmite esta palabra
de Jesús: “Vosotros no os hagáis llamar maestros, pues uno solo es vuestro
maestro, mientras que todos vosotros sois hermanos. En la tierra a nadie lla-
1. Ambos textos están citados en J. M. R. Tillard, El obispo de Roma. Estudio sobre el papado,
Sal Terrae, Santander, 1986, p.50.
82 MAIOR
A p r e n d e r a v i v i r c o n h u m o r t r a s c e n d e n t e
méis padre, pues uno solo es vuestro Padre, el del cielo. Ni os llaméis ins-
tructores, pues vuestro instructor es uno solo, Cristo. El mayor de vosotros
sea vuestro servidor. Quien se ensalza será humillado, quien se humilla será
ensalzado” (Mt 23, 8-12).
Realmente no pocas deformaciones de la Iglesia Católica son tan grandes
y tan contrarias al Jesús del Evangelio, que algunos (o muchos) creyentes pue-
den llegar a pensar que es mejor apartarse de ella. Si tal es el dictamen de una
conciencia sincera, debe uno atenerse a él. Pero otros pensamos que es posi-
ble y bueno permanecer en la Iglesia, para tratar de seguir a Jesús y de bus-
carlo interior y socialmente, recordando que San Pablo les decía a los cristia-
nos de Corinto, hacia el año 55 de nuestra era, que hemos sido bautizados
para vincularnos exclusivamente a Jesucristo, no a Pablo ni a Pedro ni a
Apolo (1 Cor 1, 12-13).
Para vivir en la Iglesia (sea la católica romana, sean otras iglesias cristia-
nas), puede ayudar mucho cierto humor trascendente, que parece también
transparentarse en el episodio de la confesión de Pedro junto a Cesarea de
Filipo, tal como lo narra el evangelio de San Mateo (16, 13-23).
“Jesús preguntó a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del
hombre? Ellos dijeron: Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías
o uno de los profetas. Les dice él: Y vosotros ¿quién decís que soy yo? Respondien-
do Pedro, dijo: tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente. En respuesta Jesús le
dijo: Dichoso eres, Simón hijo de Jonás, porque ni carne ni sangre te revelaron esto,
sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres piedra (en griego pétros)
y sobre esta peña (en griego pétra) edificaré mi comunidad (ekklesia) y el poder de la
muerte no la derrotará. Te daré las llaves del reino de Dios y cuanto atares en la tie-
rra quedará atado en el cielo y cuanto desatares en la tierra quedará desatado en el
cielo. Entonces mandó a sus discípulos que no le dijeran a nadie que él era el
Mesías”.
A continuación narra Mateo que Jesús desde entonces empezó a manifes-
tar a los discípulos que él iba a sufrir mucho por parte de los sacerdotes, de
los pontífices y de los escribas y que lo iban a matar. “Entonces Pedro, tomán-
dolo aparte, empezó a increparlo diciendo: ¡Lejos de ti, Señor! ¡No te va a pasar
eso! Jesús, volviéndose le dijo: ¡Quítate de mi vista, Satanás! Eres para mí un tro-
piezo (en griego skándalon), porque no entiendes las cosas de Dios, sino las de los
hombres”.
De manera que, para Mateo Pedro es “piedra” porque por revelación de
Dios ha reconocido que Jesús es el Mesías (Cristo) pero la “peña” en que se
basa la Iglesia no es Pedro, sino la mesianidad (o mejor: la filiación divina) de
Jesús. Y Pedro debe tener una función importante para mantener la fe de sus
MAIOR 83
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
hermanos (como dice el evangelio de San Lucas 22, 32), pero de hecho puede
resultar a veces (¿cuántas?) “piedra de tropiezo” por su actitud y su falta de
discernimiento.
Hay en el relato de Mateo una especie de fino humor trascendente, que no
da pie a ningún intento de “idolatría papal”.
Lo mismo puede decirse de la entrega de las llaves del reino de Dios (cuan-
to atares en la tierra quedará atado en el cielo y cuanto desatares en la tierra quedará
desatado en el cielo). Porque el mismo Mateo, dos capítulos después (18, 18),
dice de la comunidad (ekklesia) lo mismo que antes había dicho de Pedro: “os
aseguro que cuanto atéis en la tierra quedará atado en el cielo y cuanto desatéis en la
tierra quedará desatado en el cielo”.
De manera que Jesús le da las llaves a Pedro, pero a la vez se las da a toda
la comunidad. Y, además de esto, se queda Él con ellas. Esto lo dice bellísi-
mamente un libro del Nuevo Testamento muy distinto del evangelio matea-
no, pero no incompatible con él. En el Apocalipsis, Jesús resucitado y glorio-
so se define a sí mismo en estos términos: “el Santo, el veraz, el que tiene la
llave de David; el que abre y nadie cierra, cierra y nadie abre” (Apoc 3, 7).
Hay mucho humor trascendente en la eclesiología del Nuevo Testamento.
La promesa de la portería del Reino no tiene la seriedad de lo jurídico, sino la
intrepidez lúdica de lo carismático. El Pedro que va a recibir las llaves no está
por encima (y por tanto fuera) de la comunidad, en solitario, sino junto con la
comunidad. Esto lo vio muy bien San Agustín, quien en el Sermón 295 dice que
Pedro, al recibir las llaves, “representaba él solo la totalidad de la Iglesia”. Por-
que “estas llaves no las recibió un hombre solo, sino la unidad de la Iglesia”.
A mí me parece que San Agustín da aquí en el clavo. Primacía de Pedro.
Pero no una dictadura jurisdiccional absoluta, incondicionada e incontrolable.
El Concilio Vaticano I en 1870 definió que el Romano Pontífice tiene juris-
dicción ordinaria e inmediata en todas y cada una de las iglesias y sobre todos
y cada uno de los pastores y fieles.
Al teólogo Karl Rahner le preguntaban, hace más de veinte años, en una
entrevista publicada en un revista alemana:
—¿Qué cree usted que hubiese pensado Jesús si le hubieran leído la defi-
nición del Concilio Vaticano I sobre el primado de jurisdicción papal?
El teólogo contestaba (cito de memoria) en estos términos:
—Yo creo que Jesús, durante su vida terrena, en su conciencia humana
empírico-fenoménica, no hubiera entendido nada.
La respuesta es muy fina y exacta (era la respuesta de un gran teólogo).
Creo que es verdadera. A mi juicio, el hecho de que Jesús no hubiese enten-
dido una palabra de lo que el Concilio dice, relativiza mucho la definición
84 MAIOR
A p r e n d e r a v i v i r c o n h u m o r t r a s c e n d e n t e
conciliar. Yo no digo que sea falsa. Creo que en esa fórmula hay un contenido
de verdad, expresado de un modo imperfecto, tiznado de intereses e ideolo-
gía. Por eso lo que dice la fórmula puede entenderse bien y mal.
El Concilio Vaticano I expresa en términos jurídicos algo que, en la mente e
intención de Jesús, no era jurídico. Es una traducción a un lenguaje inadecua-
do. Algo así como verter una poesía en símbolos de lógica matemática. Pero, a
través de una mala versión, se puede rastrear un núcleo de verdad originaria.
Me parece que esto se puede decir en general de las definiciones dogmáti-
cas del magisterio eclesiástico. Creo que los fieles, incluso los activamente
injertados en la comunidad eclesial, pueden muchas veces “aparcar” los dog-
mas definidos y retrotraerse a la sencillez del Evangelio y del Padre Nuestro,
la oración que Jesús nos dejó en herencia.
Quiero terminar estas consideraciones introductorias sobre el humor
transcendente, refiriéndome a dos figuras de Papas, que están en la línea que
apuntaba Juan XXIII de no exagerar la importancia y el papel de la función
papal y del sujeto humano que eventualmente se encuentra siendo Papa. Se
trata de Celestino V (en el siglo XIII) y de Ponciano (en el siglo III).
El primero era un hombre humildísimo, espiritual y contemplativo, voca-
do a la vida eremítica y monástica. Se le pide que acepte su nombramiento
como Papa (que había tenido lugar el 5 de julio de 1294), en un momento en
que la iglesia de Roma estaba metida en un atolladero de intrigas y de luchas.
Acepta con humildad y espíritu de servicio, contra sus íntimos deseos, cuan-
do rondaba ya los ochenta años. Pero a los cinco meses escasos, no pudiendo
superar las banderías y los manejos políticos ni resistir el clima mundano del
entorno papal, el 13 de diciembre de 1294 promulgó una Bula en la que decla-
raba que el Papa puede renunciar a sus poderes, que su aceptación y perma-
nencia en el cargo es libre, y, siendo el bien de la Iglesia la suprema ley, puede
llegar el caso de que la renuncia sea obligatoria en conciencia. Se retira para
buscar la soledad, pero su sucesor, Bonifacio VIII, envió guardias a recogerlo,
y lo retuvo recluido en el castillo de Monte Fumone, junto a Anagni, donde
murió en mayo de 1296.
El segundo caso es el del Papa Ponciano, elegido probablemente el 28 de
septiembre del año 230. En un momento de persecución de la Iglesia, el año
235, fue desterrado a Cerdeña, donde murió. El Liber Pontificalis afirma que
Ponciano “fue exonerado (discinctus) el IV Kal. octobris (28 de septiembre) y
en su lugar fue ordenado (ordinatus) Antheros el XI Kal. decembris (21 de
noviembre)”2. Esto significa que Ponciano, al tener que alejarse de Roma, pri-
vado de libertad (condenado a trabajos forzados), o bien dimitió o tal vez
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HUMOR TRASCENDENTE Y FE
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Pablo afirmó, ironizando un poco sobre sí mismo, que alguna vez hablaba “no
según el Señor, sino como en un acceso de locura” (2 Co. 11, 17).
Me siento mucho más en sintonía con una admirable declaración del
sacerdote jesuita francés Auguste Valensin (1879-1953), discípulo y amigo de
Maurice Blondel (1861-1949), correspondiente, confidente y consejero de
Pierre Theilhard de Chardin (1881-1955), escrita en estos términos:
“Si, por un imposible, en mi lecho de muerte, se me hiciese manifiesto, con una
evidencia perfecta, que me he equivocado, que no hay otra vida, que incluso no
hay Dios, no lamentaría haberlo creído; pensaría que ha sido un honor para mí
haber vivido creyéndolo, que si el Universo es absurdo y sin sentido, tanto peor
para él, y que el fallo no está en mí por haber pensado que Dios es, sino en Dios
por no ser”4.
Aquí tenemos una actitud de humor transcendente extraordinariamente
valiosa. Porque se nos hace patente en ella que la fe es una adhesión práxica
gratuita, así como también es vivida por el creyente como un don gratuito.
Por aquí podemos captar que el fondo de esperanza abierta, de humanidad,
de compasión, de solidaridad, de aguante, de paciencia, de serenidad, de
capacidad de donación desinteresada, de tolerancia, de sonrisa entre lágri-
mas, de un dolor que, como dice Antonio Machado, es “nostalgia de la vida
buena”... todo esto, que está en la trama del humor trascendente, puede ser
vivido por el no creyente. Y me parece que lo vivirá también como algo gra-
tuito que surge de lo más profundo de su ser.
Creyentes (mudos ante el misterio) y agnósticos (nostálgicos ante el enig-
ma), unos y otros, pueden, creo yo, hacer suya la hermosa cancioncilla del
citado poeta:
88 MAIOR
A p r e n d e r a v i v i r c o n h u m o r t r a s c e n d e n t e
El diluvio
“Al ver el Señor que en la tierra crecía la maldad del hombre y que toda su acti-
tud era siempre perversa, se arrepintió de haber creado al hombre en la tierra, y le
pesó de corazón. Y dijo: Borraré de la superficie de la tierra al hombre que he creado,
al hombre con los cuadrúpedos, reptiles y aves, pues me arrepiento de haberlos
hecho” (Gen 6, 5-6).
Pero Dios no es demasiado serio (no es implacable), porque se compadece
de Noé, que era buena persona. Y pone en marcha lo del Arca, para que se sal-
ven del diluvio Noé con sus hijos, mujer y nueras, y también parejas de los
animales puros e impuros, de las aves y reptiles (7, 1-9).
Cuando pasó el diluvio y se secó la tierra, salió Noé del Arca con sus hijos,
su mujer y sus nueras y todos los animales (7, 13-19).
“Noé construyó un altar al Señor, tomó animales y aves de toda especie
pura y los ofreció en holocausto sobre el altar”.
El Señor olió el aroma que aplaca y se dijo: No volveré a maldecir la tierra a
causa del hombre. Sí, el corazón del hombre se pervierte desde la juventud; pero no
volveré a matar a los vivientes como acabo de hacerlo” (7, 20-21).
Naturalmente todo el relato es simbólico y antropomórfico, pero es sím-
bolo de un Dios que no es implacable, irreductible, absolutista, de una serie-
dad sin fisuras. Es a lo divino (Él sabrá cómo) el creador de un humor trans-
cendente insondable, pero alentador.
La promesa a Abraham
Dios le había prometido a Abraham que tendría una descendencia tan
numerosa como las estrellas del cielo, y Abraham lo había creído (15, 1-6).
Pero la mujer de Abraham era estéril, y por eso ella misma le propuso a su
marido que tomara como concubina a la sierva egipcia Agar. Ésta le dio a
Abraham un hijo, que se llamó Ismael (16, 1-15).
Después de esto, cuando Abraham tenía noventa y nueve años (Gen. 17, 1)
se le apareció el Señor y le dijo: “Bendeciré a Sara, tu mujer, y de ella también te
MAIOR 89
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
El Dios de Jonás
El brevísimo libro de Jonás es quizá la joya del humor transcendente que
tenemos en la Biblia hebrea. Es una novelita didáctica de extraordinaria loza-
nía, dirigida a enseñarnos aspectos inesperados y consoladores del misterio
de Dios, y a criticar sin acerbidad las posibles deformaciones de los “profe-
sionales” de la religiosidad (sacerdotes, teólogos o profetas).
Aquí el protagonista es un profeta llamado Jonás. Dios le habla un día y le
da un encargo: Vete a Nínive y proclama en ella que, a causa de su maldad, va a ser
destruida.
Pero Jonás en vez de ir hacia el nordeste, donde está Nínive (la gran ciu-
dad, enemiga emblemática del reino de Israel) se va hacia el oeste, al golfo de
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A p r e n d e r a v i v i r c o n h u m o r t r a s c e n d e n t e
Cádiz. Va en un barco de paganos, que son muy buena gente. Dios hace caer
una tempestad espantosa. Los marineros piensan que algún criminal debe de
venir en la nave para que haya sobrevenido este desastre. Echan suertes y le
toca a Jonás. éste confiesa que ha desobedecido a su Dios, y que el único
modo de salvarse ellos es que lo arrojen a él al mar. Sintiéndolo de veras, los
marineros lo echan por la borda, y Dios envía un pez que se lo trague y lo
devuelva a tierra firme, vomitándolo después de tres días y tres noches.
Entonces Dios tranquilamente, como si no hubiera pasado nada, le vuelve a
decir: Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y anuncia lo que yo te digo.
Jonás ya, sin rechistar, fue para allá y proclamó: ¡Dentro de cuarenta días
Nínive será arrasada!
Los ninivitas creyeron a Dios e hicieron penitencia, desde el rey hasta las
vacas y las ovejas. “Vio Dios sus obras y que se habían convertido de la mala vida
y de sus acciones violentas, y se arrepintió de la catástrofe con que había amenazado
a Nínive y no la ejecutó” (Jonás 3, 10). En cambio Jonás sintió un disgusto enor-
me (porque lo que él había anunciado no se cumplía). Le rezó a Dios con enfa-
do: “¡Ah Señor, ya me lo decía yo cuando estaba en mi tierra! Por algo me adelanté
a huir a Tarsis, porque sé que eres un Dios compasivo, paciente y misericordioso, que
te arrepientes de las amenazas (4, 2)”.
Jonás había salido de la ciudad y se había instalado, haciéndose una choza,
dispuesto a regodearse con el espectáculo de la destrucción de la ciudad ene-
miga y odiada. Pero Dios decidió gastarle una broma. Hizo crecer un ricino
tan alto, que sobrepasaba a Jonás, dándole sombra en la cabeza. Éste se puso
contentísimo. Entonces Dios envió un gusano al amanecer el día siguiente y
la planta se secó. Y cuando el sol apretaba, envió un viento solano bochorno-
so, de modo que a Jonás se le achicharraba la cabeza. Él se deseó la muerte y
dijo: ¡Más vale morir que vivir!
“El Señor le replicó: Tú te apiadas de un ricino que no te ha costado cultivar, y
que una noche nace y que otra perece, ¿y no voy yo a apiadarme de Nínive, la gran
metrópoli, donde hay más de veinte mil seres humanos que no tienen todavía uso de
razón, y muchísimos animales?” (4, 10-11).
Así termina este incomparable apólogo, que nos permite una adivinación
insólita del misterio de Dios: no un todopoderoso autócrata, celoso de su
honor; no una inteligencia impasible y un hacedor inexorable. El Dios de
Jonás es “humano”, no a la manera nuestra, no sabemos bien cómo, pero sí
que incomparablemente más que el más compasivo y misericordioso de
nosotros. Por eso Jesús, el Hijo del hombre, es su imagen auténtica.
La teología del librito de Jonás es idéntica a la de la parábola del hijo pró-
digo que nos transmite el evangelio de San Lucas (15, 11-32), pero literaria-
MAIOR 91
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
El Dios de Jesús
Mateo (11, 25-27) y Lucas (10, 21-22) nos transmiten un dicho de Jesús,
tomado sin duda de una fuente muy primitiva de la tradición cristiana: Te doy
gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inte-
lectuales y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, eso fue lo que te agradó. Todo me
lo ha confiado mi Padre, y nadie conoce de veras al Hijo sino el Padre, ni conoce nadie
de veras al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
La revelación del Padre por Jesús no es una “gnosis” teológica (que él
jamás intentó), sino lo que nos manifiestan su vida humana, sus actitudes, sus
palabras y sus obras, su vida y su muerte. Él es nuestro mejor camino para
penetrar de algún modo en el misterio de Dios. Esto para la fe cristiana. Pero
también para los no cristianos Jesús puede ser un signo o cifra de lo inena-
rrable, de que tiene sentido mantener abierta la esperanza y buscar vivir en el
amor.
92 MAIOR
A p r e n d e r a v i v i r c o n h u m o r t r a s c e n d e n t e
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1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
Y medio siglo más tarde, ante la perspectiva del fin del exilio babilónico, el
autor anónimo de la segunda parte del libro de Isaías expresa en estos térmi-
nos la fidelidad del amor que es Dios:
94 MAIOR
A p r e n d e r a v i v i r c o n h u m o r t r a s c e n d e n t e
Es verdad que, para los que creemos que el mundo ha sido creado por un
Dios bueno, el sufrimiento de la creación entera (Rom 8, 22) plantea un pro-
blema insoluble. El filósofo griego Epicuro expuso la dificultad de admitir
la existencia del Dios en que pensamos con un célebre dilema (múltiple)
expresado en estos términos: “O Dios quiere quitar el mal del mundo, pero no
puede; o puede, pero no lo quiere quitar; o no puede ni quiere; o puede y quiere. Si
quiere y no puede, es impotente; si puede y no quiere, no nos ama; si no quiere ni
puede, no es el Dios bueno y, además, es impotente; si puede y quiere –y esto es lo
más seguro–, entonces ¿de dónde viene el mal real y por qué no lo elimina?”5. Lo
que Epicuro pretende es quitar el miedo a los dioses, negando que se ocu-
pen de los hombres para premiarlos y castigarlos. Pero lo que nos interesa
aquí es el juego que hace con los atributos de Poder y de Bondad (Amor de
Dios).
Todas las atribuciones que hacemos a Dios de cualidades positivas según
nuestros conceptos (poder, justicia, saber, bondad, amor, etc.) no podemos
tomarlas sino como intentos deficientes de “rastrear” la realidad divina, no de
“agarrarla” y mucho menos “comprenderla”. Todos los conceptos deben que-
dar abiertos a una corrección, que nosotros no podemos llegar a cumplir. Pero
no todos tienen el mismo valor de aproximación. Los conceptos de miseri-
cordia, amor y perdón tienen más validez que el de poder. Y en particular el
concepto de Omnipotencia es probablemente el más inadecuado. Sería mejor
hablar de Poder Misterioso y Trascendente (poder del Amor) que de un
“poder fáustico” de hacer y aniquilar el mundo.
Dios, al enviar a su Hijo (Jesús de Nazaret) a compartir nuestros sufri-
mientos, nos manifiesta que no es frío ni impasible, que está con nosotros
realmente en el sufrimiento.
Incluso la idea de “acción” creadora de Dios es tal vez distorsionante.
Quizá su presencia fundante en la realidad cósmica y en el drama histórico de
las mujeres y de los hombres haya que concebirla en la línea de un amor
maternal. Es quizá parecida a un útero infinito de amor y compasión, en que
la creación se desenvuelve, y que palpita con todos sus gozos y sus penas.
Este modo de concebir la presencia fundante de Dios creador está expresado
simbólicamente en un texto asombroso de la segunda parte del libro de Isaías,
que expone el drama de Dios en el episodio histórico de la ruina y restaura-
ción de Jerusalén (Is 42, 14-17):
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Dios sufre y goza con nosotros. Los que creemos esto, no podemos menos
de mantener un cierto humor transcendente. Porque en esta fe tenemos una
fuente de paz y de esperanza. Pero también experimentamos un llamamien-
to apremiante a compartir y aliviar fraternalmente, en lo que podamos, todos
los sufrimientos de nuestros hermanos y hermanas, los hombres y las muje-
res del mundo. Por eso hoy, más que nunca, nuestra tarea de cristianos sería
callar, hacer la justicia y orar6.
(6) Cfr. Alfredo Tamayo Ayestarán, “Cultura de la increencia como fundamento de un cris-
tianismo nuevo en Dietrich Bonhoeffer”, en J. M. Díez-Alegría y otros, Dios como problema en la
cultura contemporánea, Ed. EGA, Bilbao, 1989, pp. 199-209.
96 MAIOR
Aprender a decir “no”
Olga Castanyer
6
¡Qué difícil resulta a veces decir NO! Día a día nos vemos metidos en
situaciones a las que tenemos que negarnos, o que no nos apetecen, van en
contra de nuestros principios... en el trabajo un jefe nos exige más de lo que
podemos dar, un amigo abusa de nosotros y nos pide demasiado, un vende-
dor insiste repetidamente en que compremos algo que no nos convence... y
nos cuesta decir que No porque ¿qué pensará de nosotros esa persona?
¿Cómo quedaremos ante los demás si decimos que no? ¿Y si por negarnos
perdemos el favor de esa persona?
Hay que estar muy seguro de lo que se quiere y no se quiere, a la vez que
dominar una serie de técnicas para poder decir tranquilamente “No, gracias,
no quiero (o no puedo)”. Las personas que manejan ambas cosas (seguridad
en sí mismos y habilidades para decir NO) pueden considerarse muy afor-
tunadas, aunque, realmente, no hay nadie que pueda decir que nunca le
cueste negarse a algo. Y, si no, vamos a ver unos cuantos ejemplos que, segu-
ramente, os sonarán a la mayoría de vosotros, sacados de diferentes situa-
ciones de la vida y cuyo denominador común es la necesidad de tener que
decir que No. En cada una de ellas, vamos a intentar analizar brevemente
por qué la persona actúa de la manera en que lo hace, qué le produce ese
temor a decir que NO. Enumeraremos también otras situaciones parecidas
en las que, por las mismas razones, cuesta decir que NO. Por último, hemos
dejado un espacio para que cada uno de vosotros pueda reflexionar y apun-
tar algún ejemplo de su vida que, le parezca, tenga que ver con la situación
que describimos. Más adelante os propondremos trabajar con las situaciones
que hayáis apuntado.
Las experiencias están sacadas de entrevistas realizadas a diversas perso-
nas. Obviamente, los nombres y demás datos comprometedores han sido fal-
seados.
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1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
100 MAIOR
A p r e n d e r a d e c i r “ n o ”
lidad nunca lo hace antes de las 8:00 y, a veces, se queda más tarde. Ultima-
mente, hasta se lleva trabajo a casa y se pasa los fines de semana encerrado con
sus papeles. La realidad es que acepta trabajos y más trabajos que le mandan sus
jefes, sin negarse nunca a ninguno. A la larga se ha creado un círculo vicioso: su
jefe se ha acostumbrado a que él siempre acepta lo que le encomienden y le pone
“cara rara” si Álvaro muestra algún signo de insatisfacción. La sensación de
Álvaro es que no puede bajar el listón. Lo que más le fastidia es ver que otros
compañeros trabajan la mitad que él estando en el mismo rango laboral.
Ejemplos propios:
¿Qué situaciones parecidas, en las que subyace el mismo temor a defrau-
dar o “quedar mal”, sufres o has sufrido en tu vida?
Víctor suele salir los fines de semana con un grupo de amigos. Entre ellos,
hay uno, Raúl, que es considerado por todos como “gorrón”. “Casualmente”,
nunca lleva dinero para pagarse las consumiciones y, casualmente, siempre
pide las copas más caras. Sus estrategias son desaparecer directamente a la
hora de pagar o esgrimir frases como “¿No te importa pagarme la copa hoy?
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1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
Ejemplos propios:
¿Qué situaciones parecidas, en las que subyace la misma dificultad para
decir que NO, sufres o has sufrido en tu vida?
Sandra tiene 17 años. Los sábados suele salir con gente de su clase. El plan
que siguen es siempre el mismo: beber mucho hasta emborracharse, bailar toda
la noche y, de vez en cuando, tomar alguna pastilla. A Sandra no le gusta ese
plan, le gustaría hacer algo diferente de vez en cuando o estar más tranquilos.
Se ve en un dilema: o sigue con el plan de sus amigos o se queda sola y sin salir.
Alguna vez ha intentado sugerir otra actividad, pero se ha encontrado con un
coro de voces burlonas, que la tachan de “sosa” o “vieja”. Por ello, suele optar
por hacer lo que los demás quieren o por irse con alguna excusa a su casa.
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A p r e n d e r a d e c i r “ n o ”
Ejemplos propios:
¿Qué situaciones parecidas, en las que subyace el mismo temor al rechazo,
sufres o has sufrido en tu vida?
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1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
Ejemplos propios:
¿Qué situaciones parecidas, en las que subyacen los mismos temores,
sufres o has sufrido en tu vida?
Las personas que hemos presentado en el capítulo anterior son muy dife-
rentes entre sí en lo que respecta a edad, profesión, intereses y motivaciones.
Pero tienen en común una cosa: no saben o les cuesta decir NO en algunas
situaciones de su vida.
Las causas por las que alguien puede tener dificultades para negarse, aun
cuando esté deseando hacerlo, pueden ser muchas y variadas, pero se podrí-
an resumir en dificultades de la conducta (no saber cómo negarse a algo,
dudar sobre qué decir y comportarse, falta de estrategias) y dificultades del
pensamiento (miedos, temores, interpretaciones sobre lo que pensarán los
demás, etc.). Rara vez se da una de las dos dificultades por sí sola; lo más nor-
mal es que, si una persona encuentra problemas a la hora de decir que NO,
sea por un conjunto de dificultades internas y externas, aunque una de las
dos puede ser más predominante.
A esta carencia de recursos para afrontar el tipo de situaciones que describi-
mos, se la denomina FALTA DE ASERTIVIDAD. La Asertividad, por definición,
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A p r e n d e r a d e c i r “ n o ”
MAIOR 105
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
lado, nos interesa decir claramente que NO a algo. Es una buena forma de
evitar una posible respuesta agresiva, ya que lo que hacemos es ponernos pri-
mero en el lugar del otro, “comprendiéndole” a él y sus razones, para, des-
pués, reivindicar que nosotros también tenemos derechos.
La respuesta sigue el esquema :”Entiendo que tú hagas..., y tienes derecho
a ello, pero...”.
Ejemplos serían: “entiendo que andes mal de tiempo y no puedas hacer...,
pero yo tampoco tengo tiempo”, “comprendo perfectamente tus razones, y
desde tu punto de vista tienes razón, pero ponte en mi piel e intenta enten-
derme”; “entiendo lo que quieres decir, pero no puedo hacerlo”.
Ejemplos propios: ¿cómo podrías adaptar la RESPUESTA ASERTIVA
EMPÁTICA a tu propia vida? Piensa en situaciones en las que se te haga nece-
sario decir NO de forma contundente e intenta encontrar una formulación
con tus propias palabras y con la que te sientas cómodo.
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A p r e n d e r a d e c i r “ n o ”
Aplazamiento asertivo
Esta respuesta es muy útil para personas indecisas y que no tienen una
rápida respuesta a mano o para momentos en los que nos sentimos abruma-
dos por la situación y no nos sentimos capaces de responder con claridad.
Consiste en aplazar la respuesta que vayamos a dar a la persona a la que
queremos decir NO, hasta que nos sintamos más tranquilos y capaces de res-
ponder correctamente. Por supuesto, este tipo de respuesta no se puede apli-
car en todas las situaciones, sino solamente en las que sea posible aplazar
nuestra decisión para más adelante.
Por ejemplo:
—Oye, el sábado hemos quedado para ir a bailar, te vienes, ¿no?
—Mira, ahora mismo no te lo puedo decir. Si te parece, te lo digo maña-
na, cuando lo tenga más claro ¿vale? (Aplazamiento asertivo).
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A p r e n d e r a d e c i r “ n o ”
A continuación vamos a ver qué estrategias podrían utilizar las cinco per-
sonas descritas en el capítulo anterior, los posibles peligros con los que se
pueden encontrar y cómo hacerles frente:
– Lidia
La situación de Lidia, igual que la de Álvaro, que le sigue, tiene una difi-
cultad añadida: sus conductas “dóciles” se vienen repitiendo desde hace
años, con lo cual, las personas de su alrededor se han acostumbrado a que
ellos sean siempre los que ceden y ya tienen unas expectativas respecto a
ellos. Es mucho más difícil romper una costumbre, una etiqueta que te han
puesto, que empezar una nueva relación en blanco.
Lidia puede elegir entre ir diciendo sistemáticamente que NO ante todas
las situaciones que le parezcan abusivas, o intentar hablar un día seriamente
con su marido y aclarar posturas y funciones. Proponemos la primera opción,
ya que la segunda es muy complicada y requeriría otras estrategias añadidas
para poder llevar bien la inevitable discusión que se generaría. Así, pues,
Lidia opta por la “labor de hormiga”, que consiste en ir diciendo NO cada vez
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1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
110 MAIOR
A p r e n d e r a d e c i r “ n o ”
MAIOR 111
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
las que la otra persona insistirá, sobre todo ante la novedad de la negativa, y
otras en las que, con una sola frase asertiva, bastará para que no vuelva a
insistir. Víctor tendrá que estar preparado, sin embargo, a que, las primeras
veces, Raúl vuelva una y otra vez a intentar que éste le pague todo. Víctor se
tiene que mantener firme y no claudicar ante los intentos de Raúl. Es impor-
tante, también, que controle su tono de voz, para que la negativa no parezca
el principio de algo más fuerte. Debe de dejar claro que sólo se refiere a esa
situación concreta y que no hay nada más que hablar.
Si quiere ser menos duro, puede utilizar la respuesta asertiva empática.
Por ejemplo:
—Mira, entiendo que andes escaso de dinero, pero yo tampoco ando
bien y no puedo pagarte la copa.
Este tipo de respuesta puede suavizar algo la posible agresión que se
puede escapar de la respuesta que describíamos antes, pero necesitará de
mayor insistencia, ya que el otro puede entender que, como somos tan com-
prensivos, terminaremos cediendo.
Es importante, en este caso, que Víctor se prepare concienzudamente su
respuesta y cómo hacer frente a los posibles peligros de hacerla tambalear.
Por ejemplo, puede intentar imaginarse la situación, tal y como prevé que
vaya a ocurrir, y “ensayar” mentalmente sus respuestas de negación y las
reacciones que debe de mostrar ante insistencias, victimismos y zalamerías
por parte de Raúl.
– Sandra
La respuesta asertiva elemental que debería de dar Sandra tiene que ser
corta y sin dar grandes explicaciones, aunque sí exponer las razones que la
empujan a no querer seguir el plan que proponen sus amigos. Lo más seguro
es que su negativa vaya seguida de algún comentario crítico o burlón, a lo que
Sandra debería de estar preparada. Puede utilizar para ello el acuerdo aserti-
vo. Veamos las dos técnicas aplicadas en conjunto:
—Venga, vamos a hacernos unos calimochos y luego nos vamos al
“Cuché”.
—Yo no voy, prefiero un sitio más tranquilo.
—¿Que prefieres un sitio más tranquilo? Qué aburrida.
—Sí, hoy prefiero un plan más tranquilo, pero eso no quiere decir que
sea una aburrida.
—Pues vaya sosa.
—Ya te he dicho que eso no significa que siempre sea una sosa, es sólo
que, hoy, prefiero no ir a bailar...
Ya lo comentaremos más adelante, pero, en este caso, es importante que
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A p r e n d e r a d e c i r “ n o ”
Con estos ejemplos, vemos que, aparte de aplicar las estrategias descritas
al principio, hay que tener en cuenta una serie de factores cuando se quiere
decir que NO a algo:
· ceñirse a la situación de la que se está tratando. Ni generalizar hacia
otras situaciones ni permitir que el otro lo haga
· tener en cuenta que la otra persona, seguramente, insistirá. No “plegar
velas” a la primera, sino insistir en la negativa, de la misma forma que
lo está haciendo el otro
MAIOR 113
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
Al hablar de las causas que podían provocar el que una persona tuviera
dificultades en decir NO, aludíamos a la falta de estrategias de comporta-
miento –de las que ya hemos hablado– y a otro tipo de dificultad, más inter-
na y profunda, que podía estar impidiendo el que una persona utilizara las
estrategias externas, por muy bien que se las aprendiera. La llamábamos
“dificultades de pensamiento”. Muchas veces ocurre que, aunque parezca
increíble y nadie lo entienda, la persona no logra “cambiar” su conducta.
Puede ir a cursos en donde le enseñan a aplicar habilidades para decir que
NO, puede leer libros... pero no cambia. En estos casos, podemos sospechar
que, en el fondo, a la persona le está “compensando” continuar con su acti-
tud “sumisa”, por alguna razón que sólo ella sabe. A esta razón, en Psicología
Cognitiva se la llama “convicción” o esquema mental y es lo que ahora pasa-
remos a describir más detalladamente.
Vaya por delante que aquí sólo vamos a poder dar un reflejo muy rápido
y superficial de toda la complejidad de ideas y convicciones que pasan por
nuestras cabezas y que nos están influyendo para no poder decir que NO en
ciertas situaciones.
Todos tenemos, desde pequeños, una serie de “convicciones” o “creen-
cias”. Estas están tan arraigadas dentro de nosotros, que no hace falta que, en
114 MAIOR
A p r e n d e r a d e c i r “ n o ”
cada situación, nos las volvamos a plantear para decidir cómo actuar o pen-
sar. Es más, suelen salir en forma de “pensamientos automáticos”, tan rápi-
damente que, a no ser que hagamos un esfuerzo consciente por retenerlas,
casi no nos daremos cuenta de que nos hemos dicho eso.
Si piensas en una situación que te haya causado problemas y la divides en
tres momentos: el momento antes de entrar en ella; cuando estés en medio; y
después, cuando ya hayas salido de ella, observarás el poder de los pensa-
mientos y automensajes. Para cada uno de estos momentos, reflexiona: ¿qué
te sueles decir normalmente? ¿Te alientas, te echas hacia atrás, te reprochas o
te vas felicitando sobre tu actuación? Seguramente, en estos automensajes
irán metidas gran parte de tus creencias y convicciones y de ellos depende el
que tengas el ánimo de afrontar airosamente la situación o el que la encares
como un perdedor.
Una típica convicción puede ser la de que necesitamos sentirnos apoyados
o queridos por las personas relevantes para nosotros para sentirnos a gusto.
Otra podría ser la necesidad de sentirnos competentes en algún área de nues-
tra vida para tener la autoestima medianamente alta.
Todos poseemos estas convicciones en algún grado. Por supuesto que casi
todos nos sentimos mejor si contamos con un apoyo, si nos sentimos queri-
dos; por supuesto que, para tener una buena autoestima se requiere, entre
otras cosas, considerarse competente y saber mucho de algo. El problema
comienza cuando una o varias de estas creencias se hacen tan importantes
para nosotros, que supeditamos nuestras acciones y convicciones a su cum-
plimiento. Por ejemplo: la persona para la cual es absolutamente vital recibir
el afecto de los demás, buscará este apoyo en todo lo que haga, es decir, inten-
tará gustar a todo el mundo, estará constantemente temerosa de “fallarles” a
los demás, interpretará gestos y palabras como “ya no me quieren”, etc. Lo
mismo le ocurre a la persona que necesita ser competente y hacerlo todo bien
para sentir que vale algo. Esta persona pronto se convertirá en un perfeccio-
nista, que nunca estará satisfecho con lo que haga, que se autorreproche y cul-
pabilice ante cualquier error y que tenga puesto su listón tan alto que difícil-
mente pueda llegar a él. Cualquier exageración de una de estas creencias o
convicciones puede proporcionar un considerable sufrimiento a la persona
que las vive de esta forma, y suele traducirse en alguna conducta disfuncio-
nal. Así, la persona que tenga como necesidad principal la convicción de que
“es necesario ser amado o aceptado por todo el mundo” (“necesito ser apre-
ciado-aceptado por X, si no, no lo soporto”), no puede ser asertiva, ya que,
para ella, es intolerable no caer bien a los demás y una excesiva asertividad le
parecería peligrosa para cumplir este objetivo.
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116 MAIOR
A p r e n d e r a d e c i r “ n o ”
ha tomado mal. ¿Por qué habré hecho caso a los dichosos consejos de aserti-
vidad? Si no lo hubiera hecho, me saludaría y hablaría conmigo y no hubiera
pasado nada”.
Esta es la interpretación que hace él de la situación. ¿Existen otras explica-
ciones posibles a la conducta de su jefe?
Factores físicos
El calor, la incomodidad o, más frecuentemente, un malestar físico (dolor
de cabeza, de muelas, de estómago) pueden convertir a la persona más afable
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1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
en huraña y antipática. No por ser nosotros van a dejar de sentirse mal, pero
sí es posible que no nos cuenten porqué tienen ese comportamiento, ya que
están tan ocupados en su malestar que no se dan cuenta de su conducta.
El jefe de Álvaro puede encontrarse en una de las circunstancias descritas
y no estar de humor, momentáneamente, para charlar con nadie de forma
distendida.
118 MAIOR
A p r e n d e r a d e c i r “ n o ”
MAIOR 119
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
ces de ver la realidad desde otro ángulo, menos rígido y menos marcado por
nuestras necesidades, nos sentiremos menos mal y podremos obrar más con-
secuentemente. Mientras sigamos viendo todo desde el prisma de nuestras
necesidades de afecto, valoración, etc., no cambiaremos nuestra conducta,
por mucho que nos esforcemos.
Valgan estos apuntes como punto de reflexión para que algún lector o lec-
tora caiga, quizás, en la cuenta de por qué no logra llevar a cabo lo que quie-
re, pese a desearlo. La puesta en práctica de esta transformación de convic-
ciones es mucho más compleja que todo esto y requiere, normalmente, de un
proceso guiado por un Psicólogo. En la Bibliografía reseñamos algunos libros
que ayudan a profundizar más en el tema.
Por ahora, plasmamos solamente un auto-cuestionario que cada uno de
nosotros puede hacerse cuando alguien o algo le haya afectado, a su enten-
der, más de la cuenta. Está pensado para ayudarnos a caen en la cuenta de
cómo por culpa de nuestras convicciones exageradas, a veces estamos distor-
sionando la realidad. Al analizar el “realismo” de nuestros temores, tal vez
logremos relativizarlos un poco.
120 MAIOR
A p r e n d e r a d e c i r “ n o ”
BIBLIOGRAFÍA
MAIOR 121
Aprender a cultivar la
interioridad
Antonio García Rubio
7
“Está separado de todo, pero unido a todo.
Impasible, pero de una sensibilidad soberana.
Divinizado, se considera el desperdicio del mundo.
Y, por encima de todo,
es feliz, divinamente feliz”
Evagrio Póntico
Son tres palabras de mucho peso, aprender, cultivar e interioridad, las que
aparecen en la cabecera de este trabajo y que te van a guiar en esta reflexión.
Aparecen ante unas miradas deseosas de adentrarse en la desconocida espe-
sura del hombre interno; pero la atención de este hombre de final del siglo XX
es difusa, consecuencia probable de las muchas llamadas externas que recibe.
Nuestro deseo se manifiesta como real en momentos puntuales, aunque se
nos desinfla y desluce a poco que las condiciones cambien, y éstas cambian
con excesiva facilidad.
Nunca se ha hablado tanto de la “interioridad” como en las últimas déca-
das, pero es posible que esto suceda por el trasfondo al que alude el refrán:
“dime de qué presumes y te diré de qué careces”. Hoy, debido al consumo, se
escribe mucho de todo y, en parte por atracción, en parte por tabú, no podía
ser menos de un mundo tan apasionante como la interioridad. En la socie-
dad hay recetas para todo y, en el ámbito editorial, en este caso, se encuen-
tran las recetas más insospechadas, sin que falten tampoco las extraídas de
las distintas tradiciones religiosas y culturales. Es difícil aportar veracidad
MAIOR 123
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
1. Emilio Galindo Aguilar y Sgrid Von Thimmel, Salmos Sufíes, Ed. Darek-Nyumba, Madrid
1986, p. 11.
124 MAIOR
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2. Maestro Eckhart, Tratados y sermones, Sermón X, Ed. EDHASA, Barcelona 1983, p. 355.
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3. Ex 3, 1 ss.
4. Carlos G. Vallés, Vida en abundancia, Ed. Sal Terrae, Santander 1993, p. 92.
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interior comienza por descubrir lo que es; a qué te refieres cuando hablas de
ella y qué posibilidades se te ofrecen para valorarla, para gustarla y para cul-
tivarla, de modo que sirva a tu crecimiento como hombre, a tu humanización,
a tu búsqueda diaria y a tu despertar espontáneo. Mi empeño, en primer
lugar, está en dirigir tu mirada hacia experiencias en las que reconozcas la
presencia activa de la interioridad y las posibilidades que esas experiencias
despertaron sorpresivamente y que luego se desarrollaron en tu ser; y, en
segundo lugar, hacia el reconocimiento de aquellas otras que pudieron que-
dar paralizadas en ti, como consecuencia de la desidia, del despiste, del des-
conocimiento o de la carencia de una voluntad organizada.
Si quieres aprender algo en el cultivo de la vida interior, entonces, mírate,
obsérvate, descubre los secretos de tu propia vida, que están ahí, ante ti, no
para morbo alguno, sino como datos precisos, de primera mano, que, al ver-
los de cerca, te harán sentir una vocación especial para intervenir sobre ellos
o para dejar que sean llevados por manos especiales.
Jesucristo, el “Maestro” para los cristianos, dijo que todo sale del arca del
corazón humano. Ahí, en tu corazón, está, como en un holograma, la verdad
entera del universo, resumida y preparada para hacerse grande, bella, exten-
sa, espléndida, tuya... ¡Párate! Deja de hacer. Escucha aquella otra adverten-
cia del mismo Maestro: “Andas inquieto y nervioso con tantas cosas. Una sola es
la importante”. Quien elige la vida interior elige la mejor parte y nadie se la
podrá quitar. El dogma del activismo, en el que se encuentra apresada nues-
tra generación, es el primer enemigo de la vida interior. El activismo preten-
de vaciarte y dejarte a merced de las fuerzas distraídas de la naturaleza y de
aquellas otras que manipulan la vida social, económica y política. La tenden-
cia humana básica, si es apoyada por el poder, tiende a estar fuera de sí; muy
“ocupados en no hacer nada”, que apostillaba San Pablo; perdidos entre las fra-
gancias de los sentidos y las más variadas excitaciones, que sólo son provo-
caciones malintencionadas para mantenernos como muñecos manipulables.
5. Lao Tse, Tao Te King, Ed. Ricardo Aguilera, Madrid 1980, p. 64.
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6. Santa Teresa de Jesús, Obras Completas, Vida, 9, Ed. B.A.C., Madrid 1982, p. 53.
7. Santa Teresa de Jesús, Ibídem, Camino, 28, p.280.
8. Thomas Keating, Intimidad con Dios, Ed. Desclée De Brouwer, Bilbao 1997, p. 54.
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9. Klemens Tilmann, Temas y ejercicios de meditación profunda, Ed. Sal Terrae, Santander
1973, p.91.
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1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
rar un jardín y un huerto ganados a tu misma selva con trabajo riguroso y con
amor. En mi reciente viaje a Panamá he podido observar el ímprobo trabajo
que han de realizar los campesinos pobres para conseguir transformar la
selva en praderas y huertos.
La ascesis ha de venir dictada por la propia praxis, por el nivel de con-
ciencia que aflora de modo apenas perceptible, pero real. El trabajo es duro,
pero el sabor del trabajo es suave y ligero. Tumbar un monte lleno de selva es
molesto, pero observar la pradera con sus búfalos y caballos, con sus rosas y
flores multicolores, con su huerto lleno de maíz, de arroz y de yuca, es una
sensación mucho más bella e increíble que todos los sudores y los malos ratos
pasados. La sensación que tiene todo aprendiz de la vida interior, según
pasan las jornadas, es de haber sorteado los esfuerzos, aunque la rudeza haya
sido mucha; de ver que todo se ha ido hilando de modo misterioso y como
por encanto. ¡Haz la experiencia!
La situación del mundo interno suele ser bastante penosa. En el alma se
dejan crecer, como malas hierbas, los prejuicios, los condicionamientos, los
apegos, las arbitrariedades, los miedos y temores, los fantasmas, los intereses,
las redes mafiosas personales y sociales... Ésta es la selva a la que me refiero.
Un hombre solo no es capaz de tirar por tierra lo que le ha crecido en el alma
a lo largo de los años. La selva impide que se vea la nueva y renovada con-
ciencia, convertida en agua clara, en espacios abiertos y despejados.
La ascesis colabora, en la medida de sus posibilidades, para que sea posi-
ble un cambio significativo que te permita despertar a una conciencia
nueva. Estate atento para no cometer errores de bulto, como el de creer que
tienes fuerza y poder suficientes para crear las condiciones de una nueva
conciencia. Tu poder es mínimo y puede volverse contra ti. En este sentido,
has de practicar la humildad como la regla de oro esencial y primera.
Humilde para reconocer que la fuerza que hay en ti no es propiedad tuya,
proviene del Misterio buscado y con el que esperas encontrarte. Todo cam-
bio es un regalo que supone el empeño humano, pero no es fruto del esfuer-
zo humano. El aprendiz sabe que es regalo, don que le viene dado. Tú debes
saberlo.
Llegar a la conciencia y verla iluminarse ante tus ojos, percibiendo cómo
caen, uno tras otro, los ídolos de barro que habías fabricado artificialmente, es
el inicio de la realidad auténtica, que parecía imposible de alcanzar y que no
ofrecía noticias fidedignas acerca de su existencia. Limpia bien este camino.
La metodología es siempre espiral. Acceder con luz a la nueva conciencia,
supone la caída y la pérdida de lo viejo. Se esfuma solo, sin que hayas de con-
vocar un concilio en tu cabeza.
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corazón humano, para que esquives el tema de fondo y el fin en el que crees,
y del que damos fe y somos testigos. Sólo el encuentro con un Dios personal,
lleno de positividad, y expresión suprema de la bondad y del amor, puede
calmar la sed del corazón del hombre. Sabes que el encuentro interpersonal
y amoroso es capaz de equilibrar a los seres humanos. No son las cosas, ni
las ideas, ni los sentimientos etéreos los que llenan de felicidad y de sentido
la vida humana. Es el amor que nos llega desde otras personas el que tiene
capacidad para transformar, elevar, dignificar y positivizar, en crecimiento
continuo, al hombre.
Un ser personal es el único que puede hablarte y puede comunicarse con-
tigo a pecho descubierto y con libertad. Es el único en el que puedes confiar.
Un ser personal, con toda la potencialidad positiva imaginable y que sea la
Fuente del Amor, puede darte las alas necesarias para volar alto, como el
águila, y para gozar de la dicha de vivir y de esperar una vida libre y sere-
na. “Porque cuanto más desnudo y libre sea el ánimo que se abandone a Dios, sien-
do sostenido por Él, tanto más hondo será colocado en Dios el hombre y será suscep-
tible de hallar a Dios en todos sus preciosísimos dones. Pues el hombre ha de confiar
sólo en Dios”11.
No se puede, ni se debe, favorecer la osadía de una espiritualidad en el
aire. Al menos yo, honestamente, no puedo hacerlo. Esto no es propaganda
de una determinada religión. Es testimonio de una experiencia de la que
doy fe con el rigor del paso de mis años y con la gracia de una progresión
sin otro fin que la plena posesión del Amor, que es Dios, y de la contempla-
ción de un rostro, que el hombre no puede ver, pero por el que pronto des-
cubre una gran vocación y atracción. Aprende a descubrir al Dios del
Amor como el fin verdadero de tu existencia, abandonándote libremente
en sus manos.
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que a veces considera la riqueza como una bendición, nos encontramos tam-
bién con posturas realistas con relación a la sombra de muerte que proyecta
el dinero, que promete una felicidad que acaba en engaño miserable, como
la que nos ofrece Qohélet12. También es iluminadora, en esta línea, la siguien-
te cita de un místico del Islam: “Habrás saboreado todos los goces del mundo por
toda la vida –escribía el poeta místico persa Abu Said I-Khair (967-1049)– habrás
gozado de la tranquilidad con tu amiga por toda la vida; pero al final de la vida te
tocará partir; y todo no habrá sido sino sueño, que habrá durado toda la vida”13.
Falsearíamos la realidad si planteásemos el cultivo de la vida interior como
algo común y general en la vida de la humanidad. Sin embargo hemos de
resaltar que la llamada a la vida interior, no su desarrollo, está impresa en
todos los seres humanos, y no existe inconveniente alguno para que pueda
ser desarrollada sin distinción de raza, lengua, conocimientos o religión. La
llamada es universal y está impresa en todo ser pensante. No todos la desa-
rrollan ni todos dan con las claves esenciales para hacerlo, pero está en todos
y es para todos. Esto es importante comprenderlo ya que el desarrollo de este
cultivo nace de la fe en que es posible.
El que se inicia en este aprendizaje ha de mantenerse abierto y sin miedo
ante lo que se le ofrece. Los acontecimientos, personas o cosas que llegan
hasta ti están puestos para tu aprendizaje. No desdeñes nada por principio ni
por prejuicios. Hasta el pecado es una vía de enlace con la interioridad en no
pocos hombres santos y espirituales. Tú mismo lo habrás experimentado.
En todo puedes entrar, pero para quedarte sólo con lo bueno y saludable,
con lo que es un bien al que adherirte. La apertura del hombre es esencial en
esta aventura y está relacionada con el Misterio y con el corazón humano que
la actualiza. La conjunción entre la humildad de tu corazón y la luz del
Misterio hacen posible una conciencia lúcida, responsable, creciente, abierta
al amor y capaz de superar la negatividad que constituye el fondo de sombra
de la vida. Negatividad que ensombrece y enloquece tu espíritu y que se esfu-
ma, sin embargo, cuando le pierdes el miedo y te abres, como una rosa en pri-
mavera, ante el Misterio de Dios y la vida que te envuelven.
Lo positivo y saludable que te ayuda en la gran travesía, al dejarte llevar,
se te ofrece con libertad y gratuidad, y te hace sentir libre, humilde y natural,
sin rebuscamientos. Lo saludable nunca es interesado ni retorcido. Agua clara
es la que el hombre busca al avanzar en el cultivo de su interioridad. Aprende
a descubrir lo bueno, lo que te hace bien y trabájalo con apertura de cora-
zón, sin cejar en el empeño.
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sagrados de todas las religiones, unos más que otros, son diálogos abiertos
entre el hombre y su interioridad, su conciencia. La Palabra de Dios es el lugar
común para un encuentro singular, en el que brote el cultivo de la interioridad.
Mucho tienen que decir y aportar los hombres espirituales sobre la importan-
cia vital de “la verdadera fuente que mana y corre”, que es la Palabra de Dios. No
existe ningún instrumento más privilegiado, siempre que se haga de ella una
utilización correcta. El libro “Intimidad con Dios”, ya citado, nos abre al trabajo
con la lectio divina, como un buen medio para llegar a la contemplatio, verdade-
ro fin de este aprendizaje. En él se marcan los ritmos y los caminos a recorrer
para hacer posible el encuentro misterioso y transformante: “La lectio divina es
la forma más tradicional de cultivar la oración contemplativa... consiste en escuchar los
textos de la Biblia como si se conversara con Dios y éste sugiriera los temas de diálogo.
Quienes siguen el método de la lectio divina cultivan la capacidad de escuchar la pala-
bra de Dios en niveles de atención cada vez más profundos...”14.
Todo peregrino hacia el corazón del universo, presente en la intimidad de
cada persona, sabe que el camino se ensancha y se alarga conforme se ejerci-
ta. Es la misma sensación del alpinista que comienza a escalar la montaña y
cree ver cerca la cumbre; sólo pensarlo le llena de alegría; la decepción llega,
sin embargo, momentáneamente, al comprobar que tras la loma no está la
cumbre, sino que continúa la ascensión. Esa misma es la sensación del hom-
bre o la mujer espirituales, que han de sortear los obstáculos permanentes
provocados por la espera del momento definitivo, aunque vayan gozando,
entre afanes y disgustos, del placer de superar metas parciales. La vida inte-
rior se te ensancha en la medida en la que te desgastes por aquello que amas.
La interioridad se te irá haciendo cada vez más profunda y las diversas mora-
das del castillo interior se te harán cada día más purificadoras y atrayentes.
Cualquiera otra lectura espiritual, además de la Palabra de Dios, es moti-
vo de nuevas aperturas y crecimientos en el cultivo de la interioridad y de la
conciencia. Leer es fundamental y encontrar buenas lecturas, necesario. El
aprendiz se convierte en un buscador nato de lecturas con las que entrar en
diálogo de hondura. Has de aligerar la vida de las cargas que la oprimen y la
agostan y para ello has de abrirte a cuantos más mundos mejor. La lectura es
un modo privilegiado de entrar en contacto con el alma de otros seres huma-
nos, con sus luchas y sus esfuerzos por encontrar la gracia. Y, así, algún día,
podrás decir: “Tu gracia vale más que la vida”. La lectura de la Palabra y de la
vida de otros hermanos es un camino del que no puedes prescindir para
cultivar la interioridad.
14. Thomas Keating, op. cit. p. 41.
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diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve enfermo y me visitaste, en la cár-
cel y me viniste a ver”. Éstos son los que lograrán la eterna bienaventuranza.
“Entra al banquete de tu Señor”. Bienaventurados ellos. Ser menesteroso es
condición indispensable para entrar en el Reino y en la contemplación del
Misterio que se te desvela en la interioridad.
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comprarás. Cuando encuentres esta perla tan fina, venderás todas las perlas
acumuladas para poder comprarla. Cuando encuentres la moneda perdida
saldrás a la calle a vocearlo y comunicarlo a tus amigos y conocidos. Aprende
a reconocer significativamente, en la NADA de cada día, al TODO, que es
presencia de la comunión con todos y con todo.
“Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta
que descanse en Ti”.
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Aprender a llorar
Iosu Cabodevilla
8
“Yo de mi canto me espanto
porque es “canto de gemido”.
“Voz de dolor” que ha perdido
el encanto de su canto
por no llorar... “Pues, ¿a quién
suena la música bien,
pudiendo escuchar el llanto?”
José Bergamín.
INTRODUCCIÓN
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“... Poco después, cuando pasaste por delante de mí para ir a coger algo de
la nevera, viste que estaba llorando, pero no hiciste caso de ello. Sólo a la hora
de la cena, cuando volviste a salir de tu cuarto y dijiste ‘¿Qué hay para co-
mer?’, te diste cuenta de que todavía estaba allí y de que todavía lloraba. En-
tonces te fuiste a la cocina y empezaste a trajinar entre los fogones”.
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En general nos sentimos mal ante las lagrimas de los otros, y no sabemos
que hacer. A veces cuando alguien llora, no se habla de ello, se evita hasta el
mirarle, como si fuera de mala educación, como invadir su intimidad. Tal y
como ocurre en el pasaje que encabeza este apartado de la bonita novela de
Susana Tamaro.
Seguramente desde niños aprendimos a responder a cualquier señal abier-
ta de llanto con desaprobación, cuando no a una censura clara y explícita (“no
se llora”, “los niños no lloran”, “no seas llorón”).
El llanto de los niños pequeños suele causar muchas molestias e irritación
a los adultos. Por lo tanto la mayoría de ellos lo ven como algo indeseable e
intentan quebrar la voluntad del niño o de la niña. El resultado puede ser que
luego de adultos nos encontremos con personas que ignoran lo que les pasa,
y lo que sienten y hasta llegan a no saber llorar.
Se le dice al niño que sea amable, obediente, respetuoso. Para conseguir el
objetivo se suele apelar al miedo, o directamente al chantaje del deseo de ser
querido (“cuando dejes de llorar haremos tal cosa, o te daré lo que sea”,
“como sigas llorando no te querré”...).
Después de tantos mensajes que niegan nuestra experiencia, llega un
momento en que ya no sabemos lo que queremos, lo que nos pasa, ni cuales
son realmente nuestras emociones.
Viene al caso una situación de la que fui testigo hace algunos años mien-
tras paseaba con mis hijas Ioar y Olaia. Al acercarnos a un Kiosco de chuche-
rías un niño de unos cinco o seis años le decía a su madre.
—Ama, cómprame chuches, quiero chuches.
Y la madre le contestaba.
—No, no quieres.
Me dejaron atónito cuando comenzaron una discusión en la que el niño
reafirmaba “si, si quiero”, y la madre se mantenía en el “no, no quieres”.
La reflexión que hice fue evidente. Claro que el niño quería chuches (esa
era su experiencia interior), otra cosa es que la madre no quisiera comprarle
por muchas razones, y seguramente razones de peso. Pero lo que ya no era
saludable para el futuro psicológico del niño era negarle su experiencia inter-
na de desear chuches.
Recuerdo que el caso lo comenté con mi compañera, madre de mis hijas,
pronosticando que aquel niño era un firme candidato a ser un adulto que pu-
diera tener dificultades en ponerse en contacto con sus deseos y sentimientos.
El llanto es el lenguaje del bebé. A través de él, el niño, la niña se muestra
a sí mismo y se relaciona con los demás. Muchas veces demandando la aten-
ción, o empleado para conseguir sus necesidades o deseos, por lo tanto es un
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Cuando me encargaron escribir estas lineas los primeros días del mes de
julio acababa de regresar de un congreso sobre “Vivir es morir. Morir es vivir”
en Maspalomas (Gran Canaria). Me impresionó el relato emocionado ante
más de mil personas de una campesina superviviente de la matanza de El
Mozote (El Salvador), donde fueron violentamente muertos a manos del ejér-
cito todos los habitantes del poblado (hombres, mujeres y niños). Aún con la
imagen fresca de aquella mujer que lloraba ante la muerte injusta y violenta,
recibo el encargo de escribir sobre “aprender a llorar”.
¿De qué y cómo lloramos aquí, a tantos kilómetros de distancia y en unas
circunstancias tan distintas de las que venia ésta campesina Salvadoreña? Se
me ocurrió entonces interrogar a mis amigos y conocidos sobre qué les hace
llorar y cómo lo hacen. Las respuestas fueron muy variadas y seria inacaba-
ble el comentar todos los motivos por los que lloramos los seres humanos, no
en vano, hay tantas razones para llorar como para reír en la vida. A pesar de
las dificultades, no renuncio a señalar algunas de estas razones.
· Llorar de tensión. Recuerdo a una mujer de 37 años, casada, y con enor-
mes deseos de ser madre. Tras muchos intentos y diferentes tratamien-
tos consiguió quedarse embarazada. Su embarazo no fue fácil, y las
posibilidades de aborto espontáneo eran grandes. Así es que debía
guardar reposo y estar acostada casi todo el día. La tensión que fue acu-
mulando fue grande y ya casi al final del embarazo rompió a llorar
durante días enteros, días y noches sin ningún motivo aparente. Sin
embargo la explicación psicológica de dicho llanto era bastante eviden-
te. Primeramente había acumulado mucha tensión de su no embarazo,
después, y una vez conseguido este, continua acumulando tensión por
temor a perderlo, condimentado por el aislamiento, y las limitaciones
que le suponía el hacer reposo absoluto. Toda esta tensión sale en forma
de llanto una vez que el embarazo ya estaba llegando a su fin y no había
peligro para el feto.
· Llorar de emoción. Las lágrimas de Doña Bittori. Doña Bittori es una
señora de 76 años, soltera, de la montaña de Navarra donde vive en una
casa grande de un pueblecito pequeño de un valle próximo a la capital.
Se encuentra ingresada desde hace un mes y medio aproximadamente
en la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital San Juan de Dios,
aquejada de un cáncer de endometrio sin curación posible y con una
corta esperanza de vida.
Una calurosa mañana del mes de agosto, entré en su habitación, estaba
sola, y me senté en su cama. Noté que aproximó su mano y agarró la
mía con una ligera presión. Quería que me quedara un rato con ella y
así lo hice.
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ella hay que mantenerse en silencio, en soledad y en silencio, hay que estar
sobre la tierra desnuda. Hacernos conscientes de nuestras lágrimas. Lágrimas
exteriores que salen de nuestros ojos y corren por nuestras mejillas, y lágrimas
interiores que discurren como ríos interiores de aguas subterráneas.
El objetivo básico de cada persona, de cada uno de nosotros, es llegar a
ser quien realmente se es, realizarse, y para ello también tenemos que saber
llorar.
Cuando entramos en la quietud y escuchamos nuestras lágrimas, podemos
comprender su sentido y tenemos la oportunidad de sentir la vida que nos
envuelve con la que formamos un todo.
La quietud aporta una serenidad profunda a nuestros corazones y una
fuerza vital. Es como la montaña, silenciosa, majestuosa y tranquila.
En general, no queremos cosas nuevas, sobre todo cuando desajustan
nuestros viejos esquemas, especialmente cuando implican un cambio. Nos da
miedo la pérdida de lo conocido. No queremos ver, escuchar, escucharnos,
porque si lo hacemos podíamos cambiar.
Abre bien los ojos, deja sentir tus lágrimas, y tal vez, entonces podrás
empezar a entender algo de ti mismo, de ti misma.
Es fundamental que no perdamos el contacto con nuestros sentimientos,
con el significado de nuestras lágrimas.
Las lágrimas muchas veces nos ponen en contacto con el lado oscuro de
nuestra existencia. Es como la cara oculta de la luna, no está iluminada, no
hay luz en ella, pero existe. A través de nuestras lágrimas podemos llegar más
fácilmente al conocimiento de nuestro yo más profundo que la verbalización
intelectualizada a la que estamos acostumbrados.
Cada cual debe buscar, en todo caso, su verdad subjetiva, parcial y parti-
cular. No existe un camino único, cada persona tiene que encontrar su pro-
pia verdad.
Conocer significa mirar atentamente, observar lo que está pasando dentro
de ti y a tu alrededor.
Vivir sanamente, en plenitud, es conocer, es darse permiso para ser pletó-
rico, exuberante, para experimentar alegría, para sentir también el dolor, lo
que nos resulta amenazante, conmovedor, extraño. Vivir plenamente es abrir-
se también al llanto, abrazar lo que nos ofrece la vida. Vivir en plenitud es dis-
frutar, asimilar a fondo lo que está allí en cada momento, sin aferrarse a nada.
Vivir sanamente es celebrar la vida, las esencias, las capacidades y posibili-
dades de la persona. Todo lo contrario que las personas congeladas, enlata-
das, que por miedo a perderse, se ponen en conserva, sin saber que tienen
fecha de caducidad.
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José Bergamín
Tus ojos pueden derramar lágrimas que limpiarán tus heridas, permitien-
do que te cures. Afligirse es una parte del proceso de curación. El objetivo es
vaciar el dolor, llorar puede eliminar la carga. Verter las lágrimas, hablar y
expresar el dolor de nuestros sentimientos representa liberarnos.
Podemos sanar llorando y dando rienda suelta a ese dolor.
El tomar conciencia de nuestras lágrimas nos devuelve la integridad.
Cuando no se integran las lágrimas, saben a amargura. Es como el vino
rancio que no ha sido bien tratado y se amarga. El llanto puede ser una con-
vulsión purificadora que nos permite continuar.
Recientemente pude leer en el número 64 (agosto 1997) de la revista
CuerpoMente un reportaje sobre Maya Tiwari. La excepcional historia de una
diseñadora de modas que se enfrenta al cáncer en un retiro de silencio. Maya
Tiwari era una famosa diseñadora de modas en el corazón de Manhattan.
Mimada por el éxito y la fama desde muy joven, Jackie Onassis compraba en
su tienda, y medio Hollywood se vestía en ella. Con solo 23 años irrumpe en
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Pero no siempre es conveniente dejarse llevar por las emociones, hay que
discriminar con claridad para no caer en una trampa emocional que nos impi-
da entrar en contacto con sentimientos más profundos.
Una forma habitual de bloquearnos es la represión,el olvido mediante ella
no es liberador. Parece que nos aleja de lo que nos hace sufrir, pero no lo con-
sigue del todo, porque el recuerdo permanece enterrado en nosotros y sigue
influyendo en cada instante de nuestra vida.
Revivir lo vivido con la misma intensidad emocional, es una estrategia
terapéutica que ayuda al cierre de situaciones inconclusas. Ésta es la teoría
paradójica del cambio. Recordar algo profundamente significa olvidarlo.
Las lágrimas prisioneras de Miguel.
Recuerdo a un hombre de cuarenta y pocos años, emprendedor, con im-
portante éxito en el mundo laboral, aunque de origen rural y de clase social
baja, se había aupado a ese reducido grupo con grandes medios económicos,
adaptándose a los modales de la alta sociedad, tanto en su forma de vestir
como en su lenguaje refinado. Le llamaré Miguel.
Miguel acudió a consulta psicoterapéutica aquejado de unas lágrimas que
había tenido que ocultar y reprimir, y que no podía mantenerlas durante más
tiempo dentro de él. Casado y con tres hijas, una de ellas, la mayor, estuvo
enferma de leucemia durante los últimos años de su vida. La niña murió con
doce años. Miguel vivió intensamente todo el proceso de la enfermedad de su
hija, ocultando y simulando su desesperación ante el desenlace de la enfer-
medad. Al principio fue un enorme shock, que se convirtió en esperanza ante
la buena respuesta a los tratamientos médicos, pero poco después la enfer-
medad fue avanzando, y los tratamientos dejaron de hacer el efecto esperado.
Cada nuevo tratamiento era vivido con angustia, y un hilo de esperanza que
se truncaba a los pocos días a la vista de los resultados. Recuerdo la última
sesión que tuve con Miguel, fue tremendamente emotiva. En ella Miguel rela-
tó a veces derrumbado y otras ahogado por la rabia y por las lágrimas, que
muchas veces había deseado la muerte accidental de su hija para acabar con
el sufrimiento que le producía el verla que se iba apagando.
Aquella tarde, su voz aparecía quebrada en un gemido incontenible.
Sentado frente a mí, Miguel no pudo aguantar más. No pudo soportar por más
tiempo la angustia del eco lejano del aullido de dolor de su corazón. El recuer-
do de su hija estalló en su memoria deshecha en mil imágenes hirientes,
corrompidas por el dolor oculto que no pudo borrar el agujero sin fondo del
olvido. Habló con lágrimas en los ojos, de una conversación mantenida con su
hija en la que ella le preguntaba sobre qué era el amor, o estar enamorada.
Aquella voz de niña que despuntaba a ser mujer, le producían más dolor si
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A MODO DE CONCLUSIÓN
“No pudo decir nada más. Estalló bruscamente en sollozos. La noche había caído.
Yo había dejado mis herramientas. No me importaban ni el martillo, ni el bulón, ni
la sed, ni la muerte. En una estrella, en un planeta, el mío, la Tierra, había un prin-
cipito que necesitaba consuelo. Lo tomé en mis brazos. Lo acuné. Le dije: “La flor
que amas no corre peligro... Dibujaré un bozal para tu cordero. Dibujaré una arma-
dura para tu flor... Di...”. No sabía bien qué decir. Me sentía muy torpe. No sabía
cómo llegar a él, dónde encontrarlo... ¡Es tan misterioso el país de las lágrimas...!”
(El Principito de Antoine de Saint-Exupéry)
Aprender a llorar. Aprender lo que nunca deberíamos haber olvidado.
Aprender lo que hicimos en una de nuestras primeras manifestaciones en la
vida. A lo largo de mi vida me he encontrado con muchas personas bloquea-
das, incapaces de llorar. Aunque sienten una sensación, no se dan cuenta del
significado de esta, no entienden qué significan esas sensaciones. Las señales
de su cuerpo le son extrañas y tal vez hasta las interpreten como amenazan-
tes. Facilitar el darse cuenta será un proceso lento.
A veces la energía está bloqueada por miedo a una gran excitación o a sen-
tir fuertes emociones. Tales emociones suelen tener que ver con la sexualidad,
con la ira, con el amor y con el llanto. El bloqueo fisiológico que normalmen-
te acompaña a este miedo se observa con frecuencia en la respiración. El indi-
viduo sin percibirlo respira superficialmente. La facilitación consistirá en
enfocar o encontrar a nivel corporal dónde está la energía interrumpida y esti-
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A p r e n d e r a l l o r a r
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1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
Las lágrimas, ya sean de rabia, frustración, ira... etc., que permitimos que
fluyan, hace que nos alejen del dolor, de la agresividad, humanizándonos y
acercándonos a nuestra esencia. Y en definitiva convirtiéndonos en más libres
y ligeros del pesado bagaje de la infelicidad.
Debemos dar la oportunidad de quién esconde una lágrima pueda com-
partirla, si ese es su deseo, y darle el justo significado.
Vive tus lágrimas e invita a quien está contigo a vivirlas, no las controles
más, es una nueva y maravillosa oportunidad para que la persona se haga res-
ponsable de ellas, reconociéndolas y aceptándolas como parte de su existencia.
Evita todo tipo de pensamientos, de juicios, de reflexiones, por muy certe-
ros que sean. Simplemente limítate a observar tus lágrimas.
Limítate a mirar, a escuchar sin prisas. (...) Y es posible que las lágrimas te
hablen.
Escúchalas. (...) Escucha en silencio, sin ruidos.
Te hablarán de la vida y de la muerte...,
del amor y de los demás...,
y también de si mismas, y tal vez...,
es posible que te hablen de Dios.
Dice Lao Tse: “Deja quieta el agua turbia y se hará clara”.
Ejercicio nº: 1.
Este ejercicio está especialmente indicado para los que tienen
alguna dificultad en llorar.
Coge un papel y un bolígrafo, y vete escribiendo todo lo que
crees, o imaginas que pueden pensar los demás si te vieran llorar.
Procura no censurarte ninguna idea por descabellada que te parezca
en este momento.
El objetivo de este ejercicio es posibilitar la toma de conciencia de
mensajes o introyectos que nos están influyendo en nuestra capaci-
dad de llorar.
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A p r e n d e r a l l o r a r
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A p r e n d e r a l l o r a r
Ejercicio nº: 9.
Cuándo y en qué situaciones te hubiera gustado llorar.
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Aprender a perdonarse a sí mismo
y dejarse perdonar
Juan Masiá Clavel
9
“Hasta una gota de agua sucia puede reflejar la luna”
(Anónimo budista)
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Aprender a perdonarse a sí mismo y dejarse perdonar
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HE SIDO YO
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Aprender a perdonarse a sí mismo y dejarse perdonar
ante el enigma de la culpa: “No hago el bien que quiero sino el mal que no quie-
ro. ¿quién me sacará de este lío?” (Carta a la iglesia de Roma 7,15).
El sujeto que despierta al fenómeno de la culpabilidad es un yo que se
percibe a sí mismo como contradictorio, al mismo tiempo vulnerado y vul-
nerable. Para decirse a sí mismo: “has sido tú quien lo ha hecho y lo hecho
está mal”, hay que comenzar a tomar cierta distancia con relación a sí
mismo. Pasamos, en ese momento, de decir “he sido yo” a dirigirnos en
segunda persona a nosotros mismos y tutearnos, diciendo: “has sido tú”.
Comienza ahí el sufrimiento de verse a sí mismo como no quisiera uno
verse ni le gusta verse.
El autor arriba citado, Hisashige, analiza en su estudio tres niveles del
“yo culpable”. En un primer nivel, el sujeto no llega a decirse a sí mismo “he
sido yo”. Quizás lo presiente vagamente o hasta huye de reconocerlo, pero
sigue como insensible ante la propia culpabilidad. Prosigue su vida cotidia-
na como un “yo dormido”. En un segundo nivel, ese yo se despierta. Ante
la pregunta ¿qué ha ocurrido? se responde a sí mismo: algo que no debería
haber ocurrido, algo que está mal. Y, ante la pregunta ¿quién ha sido?, res-
ponde “he sido yo”. Es el yo que ha despertado a la culpabilidad; le remuer-
de la conciencia. En un tercer nivel, el sujeto reflexiona sobre esa vivencia, la
describe para sí mismo y emite un juicio. Es el sujeto de lo que podríamos
llamar la reflexión fenomenológica, juzgándose a sí mismo como culpable.
Ya en el segundo nivel se había dicho a sí mismo lo que, más tarde, cuan-
do lo diga a otros, será el reconocimiento público de su culpabilidad. Pero, a
veces, desde este segundo nivel se regresa al primero para dormirse de
nuevo en la evasión sin reconocer lo hecho. Si, en vez de ese retroceso, se
avanza hasta el tercer nivel, comienza a constituirse el yo de la autoimputa-
ción: se vive como culpable porque se percibe a sí mismo como responsable
y fuente de sus actos. Se establece el “yo culpable” al imputarse a sí mismo
la responsabilidad, lo que supone que ha despertado ese sujeto como un “yo
personal”, relacionado con otros, fuente de sus propios actos y, por tanto,
responsable de ellos.
En este tercer nivel, junto a la ventaja de despertar a la conciencia del yo
como culpable, se da también el peligro de que ese descubrimiento degene-
re en una obsesión patológica y que el exceso de reflexión le conduzca a
encerrarse en la autoacusación, que le incapacitará para perdonarse a sí
mismo.
En resumen, en este fenómeno de decirse a sí mismo “he sido yo”, se ha
producido un despertar del sujeto a sí mismo, desdoblándose dentro de sí
mismo en los aspectos de juez y juzgado. El yo que dice “yo pienso que hice
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1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
La otra persona, herida por mí, padece a causa de ello, es el sujeto pasivo
de un sufrimiento infligido por mí. Aun en el caso de que no se haya dado
cuenta de que he sido yo, desde mi perspectiva ya está cambiada la relación
con esa persona, que pasa de ser un “tú” a ser un “él” o “ella”. Se ha debili-
tado la relación.
Pero cuando estoy considerando, desde mi perspectiva, esa relación debi-
litada, estoy conjeturando cómo se percibirá desde la otra persona. ¿Se habrá
dado cuenta? ¿Lo sabrá? ¿cómo reaccionará cuando lo sepa? En el reverso de
todas estas preguntas, sin embargo, estoy yo mismo presente, mucho más que
la otra persona. Me preocupa cómo me afectará a mí la reacción de esa per-
sona cuando descubra que he sido yo quien le ha hecho mal. Aunque no la
tengo delante de mí en este momento, con mi imaginación conjeturo sus reac-
ciones y la repercusión de éstas sobre mí.
De este modo, acaba pesando más mi conciencia de culpa y mi temor a las
consecuencias que la realidad misma de la otra persona vulnerada. Conjeturo
cómo me miraría la otra persona, que en este momento no me está mirando.
Imagino su mirada y la padezco. Se configura como “ambiente de la ver-
güenza” el espacio entre la persona herida y yo. Se subraya la distancia. Y
aparece el mal hecho como una traición a la confianza básica que consolida la
amistad entre las personas.
De nuevo aparece aquí el peligro de lo patológico de la culpabilidad y la
dificultad en perdonarse a sí mismo. Hay dos víctimas, agresor y agredido.
La víctima no es solamente la otra persona a la que yo he herido, sino yo
mismo. Al hacer mal a otra persona, me he perjudicado a mí mismo. Al ima-
ginar cómo me mirará cuando lo sepa, me siento como expulsado del espacio
común que vincula las relaciones entre las personas.
Ese espacio se convierte en el lugar en que se hace y se padece el mal. Y yo
soy uno de los que han contribuido a destruir ese espacio ético de la confian-
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Aprender a perdonarse a sí mismo y dejarse perdonar
Hay un aspecto más, en ese fenómeno de la culpa, que tiene que ver con el
transcurso del tiempo. Es el sentido de lo irreversible y lo irreparable. Mi acto
tuvo consecuencias irreparables para la otra persona, a quien vulneré.
También a mí, mi acto me cambió. Y lo terrible es que no puedo prever todas
las consecuencias del acto que deja huella en quien lo comete. La imaginación
conjetura y adivina consecuencias imprevistas para otras personas y para mí.
Nos atamos, como se dice en el budismo, con las cadenas de la propia acción.
Con el paso del tiempo comprendo la gravedad de la propia acción. Pero de
ahí surge de nuevo la posibilidad de un desenlace patológico. Prisionero del
acto del pasado, puedo llegar a obsesionarme con ello, deseando cambiar lo
que ya no se puede cambiar. Ya no está en mi mano el hacer que lo que ocu-
rrió no haya ocurrido. La imaginación reproductora, que hace presente el
pasado, junto con la imaginación conjeturadora, que anticipa el futuro y las
consecuencias, aumentan el peso de lo irreparable sobre el presente de la cul-
pabilidad.
Al decir que es irreparable el mal causado se pueden distinguir dos aspec-
tos: el mal moral del agente y el sufrimiento causado por ese mal. Sin negar la
gravedad de la transgresión de una norma moral, es importante fijarse en otro
origen de la culpabilidad: la ofensa a la vulnerabilidad de la otra persona. Al
percatarme de ello, cobro conciencia de que, en mi egocentrismo, olvidé a la
otra persona, aunque no tuviera intención de perjudicarla. No sólo he hecho
mal a otra persona sino que he sido causa de ese mal. Había en mi acción unas
consecuencias previsibles y otras imprevistas. Esto se repara, al nivel penal, con
un castigo. Políticamente, se repara dimitiendo. Eticamente, ¿cómo reparar?
A este nivel ético, la cuestión ya es más difícil. Fácilmente nos encontramos
en un atolladero sin salida. La conciencia acusa, me acuso a mí mismo y no
encuentro el modo de reparar lo que me parece irreparable e irreversible. No
sé cómo asumir la responsabilidad. Cuanto más se acentúa la conciencia de
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Al repetir en solitario la frase “yo pienso que he hecho mal a otra persona”, la
autoacusación conduce a que la conciencia de culpa se encierre en sí misma.
Si no rompo el círculo y hago por salir de él mediante la palabra dirigida a
otras personas, viviré llevando por dentro mi culpa y por fuera mi máscara.
Puedo definir el mal causado a otro de este modo: acto voluntario de haber
causado sufrimiento a otra persona, a pesar de darme cuenta de su vulnera-
bilidad. Es la ofensa a la vulnerabilidad de la otra persona lo que está en la
base de mi vivencia de culpabilidad. Si digo “yo soy estudiante, él es estu-
diante”, ambas frases se parecen. Si digo “yo soy bueno” o “yo soy malo” no
es lo mismo que si digo “la otra persona es buena, es mala”.
Al decir de mí mismo que soy bueno, puedo estar autojustificándome
orgullosamente. Al decir de mí mismo que soy malo, puedo estar autoacu-
sándome exagerada y patológicamente. Si lo digo ante los demás, de nuevo
cambia la situación. Puedo hacerlo con hipocresía o con fingida modestia o
con autenticidad. En el último caso estoy empezando a romper el circuito
cerrado de la culpabilidad.
Cuando he robado, puede resultar fácil, según los casos, el restituir y repa-
rar el daño; pero cuando he herido la vulnerabilidad personal ajena y tengo
conciencia de haberme hecho responsable de traumatizar a la otra persona,
no sé cómo puedo reparar.
La interiorización de la falta lleva a agudizar el desacuerdo con uno
mismo. Llevado esto al extremo desemboca en patologías, ya señaladas por
Nietzsche o por Freud. También Kierkegaard habló del “repliegue en sí mismo”.
Berdiaef habló del “infierno del yo” y Sartre de una especie de “secuestro de uno
mismo”. En definitiva, el exceso de autopunición conduce al fracaso de la
repetición obsesionada de la vivencia de culpa en un atolladero sin salida.
Cuanto más reflexionamos sobre esta situación, más se complica. Descu-
brimos, por ejemplo, que aún había mayor mal en la intención de dañar que
en el acto realizado.También, en otro sentido, descubrimos mayores males en
las consecuencias imprevistas de la acción.
Además, la pérdida que ha supuesto la distorsión en mis relaciones con el
“tú” de la otra persona ha sido el comienzo de otras muchas pérdidas. Perdí
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Aprender a perdonarse a sí mismo y dejarse perdonar
el lugar en que poder estar tranquilo ante la mirada de la otra persona. Perdí
el tiempo irrecuperable. Perdí el sentido de la vida, que ya no es sin más la
vida cotidiana, sino la vida culpable. Perdí, quizás, aspectos de la trascen-
dencia. Y, sobre todo, me perdí a mí mismo. Se produce una especie de melan-
colía, al verme escindido y como separado de mí mismo, tras haberme trai-
cionado a mí mismo.
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DEJARSE LIBERAR
Dejarse acoger y aceptar de ese modo sería la única actitud que nos capa-
citaría para poder recordar un mal pasado sin que sea morboso y patológico
su recuerdo. Supondría poder mirar cara a cara el mal sin justificarlo, pero sin
obsesionarse.
Para dejarse liberar así, la memoria del mal pasado no debería ser ni obse-
siva ni disimuladora, ni histérica ni neurótica. Debería conjugar la conciencia
de limitación y la aceptación de sí mismo.
Cuando se habla sobre este tema en algunas psicologías del crecimiento,
demasiado optimistas, se dificulta precisamente el cobrar conciencia de la
limitación conjugada con la aceptación de sí mismo. Nos dicen a veces: “saca
bien del mal”, o “verás cuánto aprendes por lo que te ha pasado”, o “tienes
que integrarlo y superarlo”...
Mejor papel puede hacer una sana incorporación de algunos elementos
psicoanalíticos, unidos a la aportación religiosa sobre el perdón. Hay mucho
que aprovechar de los aspectos de irracionalidad del ser humano, a los que
tanto tememos sin darnos cuenta. Muchas veces las llamadas “integracio-
nes”, “superaciones” u “olvidos” son formas de racionalización. Y lo que
necesitamos es, más bien, ser capaces de mirar cara a cara lo malo pasado
sin desfigurarlo, pero sin que nos produzca náusea, desánimo o desespera-
ción.
Hay un drama humano de autotraición y contradicción interior que nece-
sitamos mirar cara a cara, sin disimularlo con terapias fáciles de crecimiento
o con racionalizaciones ilustradas. Seremos más creativos y más capaces de
dejarnos perdonar y, por eso, de perdonar a otras personas, si cobramos a
fondo conciencia del propio límite y fomentamos la capacidad de asumir sin
disimular, de comprender sin justificar y de aceptar sin condescender.
Pero hay una gran incógnita en todo el párrafo anterior. ¿Será todo eso
posible si no hay una instancia absoluta de acogida incondicional? Si a pesar
de reconocer mi culpa y, a pesar de pedir perdón, la otra persona no me per-
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Aprender a perdonarse a sí mismo y dejarse perdonar
dona, ¿queda aún una salida? ¿O tengo que retornar al dilema entre autojus-
tificarme hipócritamente y autocondenarme?
Aquí es donde, desde la perspectiva religiosa habría que decir: Solamente
desde la aceptación de quien me acepte como soy, a pesar de lo que soy y
como soy, sólo desde ahí será posible que yo me perdone a mí mismo. Y sólo
si me dejo perdonar así y me perdono a mí mismo, seré capaz de abrirme a la
posibilidad de perdonar a otras personas, de no poder menos de perdonar
porque también yo estoy siendo siempre perdonado. Sólo desde la perspecti-
va de esa instancia absoluta es posible recordar el mal pasado, infligido a
otras personas por mí, sin que sea morboso ese recuerdo.
MAIOR 177
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
me a esta segunda verdad me hace pasar del “yo engañado” al “yo lúcido y
despierto”, que se reconoce capaz de lo peor, porque mira el lado de sombra
que hay dentro de sí mismo.
Pero si me quedo ahí, aún no he profundizado suficientemente. Si cuando
estaba engañado no reconocía mi fondo negativo y me creía mejor de lo que
soy, ahora que lo he reconocido tengo el peligro de desanimarme o desespe-
rarme por ello, creyéndome peor de lo que soy y, por tanto, incapacitándome
para perdonarme a mí mismo. Si en el primer caso no percibía la necesidad
de perdón, en el segundo tengo el peligro de no perdonarme a mí mismo.
Hay que dar un paso más.
La tercera verdad es la que nos ayuda a dar el paso a un optimismo que
no es nada superficial. Si dentro de mí hay raíces de mal, también dentro de
mí está la posibilidad de superarlo. No sólo soy peor de lo que me creo cuan-
do me autojustifico; ese era el paso de la primera verdad a la segunda.
También soy mejor de lo que me creo cuando me autocondeno; ése es el paso
de la segunda verdad a la tercera.
Pero esto no ocurre de la noche a la mañana, es un camino largo, como
ocurre con todas las terapias. Esta es la cuarta verdad, que me invita a pro-
seguir ese camino de terapia, lucidez y compasión para consigo y para con
los demás.
La tradición budista ha sabido poner estas realidades en ejemplos muy
concretos. Eres, nos dicen, como una gota de agua sucia, pero puedes reflejar
la luna. Mientras te crees gota de agua transparente, te engañas. Pero si te
desanimas o desesperas por verte como gota de agua sucia, no descubres que
puedes reflejar la luna. La luna entera cabe toda ella en una gota de agua,
tanto en la limpia como en la sucia.
Aprendiendo de este modo la verdad sobre uno mismo, se aprende a per-
donarse a sí mismo saliendo de sí. Me creo que soy estanque o espejo de agua
cristalina y, por eso, me engaño: no soy así, soy peor de lo que me creo en esos
momentos de autojustificación. Paso a mirar dentro de mí mismo y me per-
cato de que no soy estanque puro, sino charca cenagosa. Es que aún no he lle-
gado a la verdad sobre mí mismo. Tampoco soy tan malo como cuando me
autocondeno exageradamente, sin ser capaz de aceptarme a mí mismo.
Si me quedo solamente en verme como charco de agua sucia, nunca des-
cubriré que hasta ese charco puede reflejar la luna. Y si no lo descubro en mí,
mucho menos en los demás. Tampoco seré capaz de perdonar a otros, por-
que no me perdono a mí mismo. No seré capaz de compasión, porque ni
siquiera me compadezco de mí mismo. Mi ilusión de ser estanque no me ha
dejado percibir el aspecto cenagoso de mi realidad. Pero mi obsesión con la
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Aprender a perdonarse a sí mismo y dejarse perdonar
MAIOR 179
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
Hay un texto de San Pablo que resume muy bien toda la temática desa-
rrollada aquí, pero que a menudo ha sido malentendido de modos superfi-
ciales.
Dice así: “A los que aman a Dios todo se les convierte en bien”.
A los acostumbrados a manejar la traducción latina llamada vulgata les
sonaba la frase: “Diligentibus Deum omnia cooperantur in bonum”, es decir,
“para los que aman a Dios todo se torna en bien”. Alonso Schökel traduce:
“con los que aman a Dios, El coopera en todo para su bien”. La Biblia de San
Jerónimo dice: “En todo opera Dios para el bien de los que le aman”. Ya hace
muchos años que el famoso dominico P. Lagrange traducía así: “Dios hace
que todas las cosas conspiren para el bien de aquellos que le aman”.
Tras la apariencia de mal, todo coopera al bien, quieren decir estas frases
diversas, porque en el fondo de todo está Dios actuando de manera que
resulte el bien. Es decir, que, a pesar de todo, la realidad no es como la cree-
mos ver, sino que últimamente gana el bien.
Sin embargo, hay que reconocer que todas estas expresiones pueden ser
ambiguas, vagas y nos dejan insatisfechos.
“Los que aman a Dios” es una frase que arrastra una interpretación estre-
cha; se remonta al mismo San Agustín. El traducía: “los que son llamados
conforme al propósito divino” y se refería con eso a los cristianos. Pero esta
frase hay que entenderla más bien como complemento de la otra frase que
dice:”los que aman a Dios”.
Los que aman a Dios son, obviamente, los que responden con amor al
amor de Dios; por consiguiente, son los que se reconocen amados por Dios
primero; en efecto, sólo reconociendo que uno es amado por Dios se puede
responder a su amor con amor. Por tanto, hay que decir que “los que aman
a Dios” son “los que se dejan querer por El”. Esta lectura no es infundada; se
confirma porque, por ejemplo, en el versículo 29 del mismo capítulo se pre-
senta la iniciativa de Dios que nos llama e invita y nos ve como hijos, comu-
nicándonos su gloria (v.30).
180 MAIOR
Aprender a perdonarse a sí mismo y dejarse perdonar
Por consiguiente, dejarse amar, dejarse querer por Dios sería lo que nos
llevaría a verlo todo en y desde El. Así es como se abre la única posibilidad
de superar la amargura. el rechazo o la angustia que producen los males
pasados, presentes y futuros.
Pero, tradicionalmente, se ha hecho difícil esta lectura que acabo de suge-
rir. Este texto paulino suele ser difícil de interpretar, en parte por la carga de
lecturas más o menos habituales que conlleva.
Lo estorban las lecturas racionalistas. Entre ellas, por ejemplo, las que
dicen: “no hay mal que por bien no venga”.
Lo estorban también las lecturas providencialistas; por ejemplo, las que
dicen: “Dios saca bien hasta de los males”, como si fuera una especie de pres-
tidigitación a lo divino.
Lo impiden igualmente las lecturas moralizantes; por ejemplo, las que
dicen: “aguanta, ya verás como al final todo sale bien y se arregla”.
Lo dificultan las lecturas demasiado optimistas, como las de algunas psico-
logías del crecimiento, que dicen: “el pasarlo mal y el pasar por esto te ayu-
dará a crecer y madurar”.
Lo ponen peor algunas lecturas pretendidamente espirituales, más bien
“espiritualistas”, como las que dicen: “con esto ganarás en humildad y cono-
cimiento propio”.
Lo mismo habría que decir de lecturas pseudoascéticas o pseudomísticas, que
dicen: “con esto te acercas a Dios en tu noche oscura”. Todas estas lecturas
estorban para comprender la profundidad del citado texto paulino.
Hay otro intento de relectura, como la sugerida más arriba. Se inspira en
una teología de la “resurrección en la misma cruz”. Es una teología que, en
vez de poner la cruz como un medio –”por la cruz a la luz”–, ve la gloria en
la misma cruz, como en el Evangelio según san Juan. Cuando esta teología
se une con lo mejor de la tradición psicoanalítica, confronta la realidad sin
disimularla y la asume desde Dios.
Desde una perspectiva así, se puede parafrasear el texto paulino del
modo siguiente: “Sólo desde Dios es posible recordar el mal pasado, sin que
sea morboso el recuerdo; sólo desde Dios es posible afrontar el mal presen-
te, sin que el asco disuelva el buen humor; sólo desde Dios es posible prever
la amenaza del mal futuro, sin que el miedo nos deje bloqueados”.
Y solamente desde Dios sería posible dejar de creerse perseguido, o dejar
de ver las cosas como obstáculos y las personas como enemigos. En una
palabra, sólo dejándose amar y perdonar por Dios es posible perdonarse a
sí mismo y a los demás, “mirar cara a cara el mal sin que sea morboso el
recuerdo”.
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Aprender a contactar con Dios
Dolores Aleixandre
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CONTACTAR CON DIOS
Cuenta una vieja historia de la Biblia que una noche Jacob se echó a dor-
mir en medio del campo. Como de costumbre iba huyendo, en este caso de su
hermano Esaú que lo perseguía a causa del contencioso “lentejas por primo-
genitura” que los interesados pueden leer en Gen 25, 29-34. El caso es que
Jacob se pasaba la vida escapando y casi sólo cuando era de noche y se echa-
ba a dormir, podía Dios alcanzarlo. Aquella noche soñó con una escalera que,
plantada en la tierra, llegaba hasta el cielo y por la que subían y bajaban ánge-
les. Jacob se despertó lleno de estupor y llamó a aquel lugar “morada de
Dios” (Gen 28, 10-22). Mucho tiempo después lo encontramos diciendo: “Soy
yo demasiado pequeño para toda la misericordia y fidelidad que el Señor ha
tenido conmigo...” (Gen 32, 11): un hombre de “lo útil” había comprendido el
valor de “lo inútil”.
Al releer hoy esa historia podemos quedarnos tan estupefactos como Jacob
ante la noticia que la narración nos comunica: el mundo de Dios y el nuestro
están en contacto, la escalera de la comunicación con Él está siempre a nues-
tro alcance, existen caminos de acceso a Dios y posibilidad de encontrarlo y
de acoger sus visitas.
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Otra narración pintoresca del Antiguo Testamento nos cuenta que un tal
Jonás, de profesión profeta, había puesto también los pies en polvorosa para
escapar de Dios que quería enviarlo a anunciar salvación a Nínive. Pero
Jonás, como buen israelita, abominaba a los ninivitas que eran gentuza paga-
na y no estaba por la labor de colaborar con Dios en el disparate de conver-
tirlos. Así que, en vez de tomar el camino de Nínive, se embarcó en dirección
contraria, rumbo a Tarsis. Pero Jonás no contaba con la terquedad de Dios ni
con la gimkana de obstáculos que iba a encontrar en su huida: hay una tem-
pestad, los marineros le tiran al mar y se lo traga un inmenso pez. Y mira por
donde, a Jonás el fugitivo no se le ocurre mejor cosa que hacer en el vientre
del pez que ponerse a rezar.
Y cada uno de nosotros podría concluir acertadamente: “pues si alguien
oró en una situación semejante, quiere decir que cualquiera de los momentos
que yo vivo, por extraños que resulten, nunca serán tan insólitos como el inte-
rior de una ballena, así que, por lo visto, todos y cada uno de los lugares y
situaciones en que me encuentre: un atasco de circulación, la antesala del den-
tista, el vagón de metro, la cola de la pescadería o la cumbre de una montaña,
son lugares aptos y a propósito para contactar con Dios”.
Nada que objetar a templos, capillas, santuarios, ermitas o monasterios:
sólo recordar que Dios no necesita ninguno de esos ámbitos (quizá sí noso-
tros, por aquello del sosiego y de que nos dejen en paz), pero siempre que no
nos hagan olvidar que no existe ningún lugar ni situación “fuera de cobertu-
ra” para la comunicación con Dios.
Ese es el gran testimonio que nos dan los creyentes de la Biblia: al hojear
sus páginas los encontramos orando junto a un pozo (Gen 24) o en la orilla
del mar (Ex 15, 1ss); en medio del tumulto de la gente o en pleno desierto (Mt
4 1-11); al lado de una tumba (Jn 11, 41) o con un niño en brazos (Gen 21, 15);
junto al lecho nupcial (Tob 8,5) o rodeados de leones (Dan 6, 23).
Y tampoco parece que lo hacían desde las actitudes anímicas más idóneas:
se dirigen a Dios cuando se sienten agradecidos y también cuando están
furiosos; claman a El en las fronteras de la increencia, la rebeldía o el escepti-
cismo; lo bendicen o lo increpan desde la cima de la confianza o desde el abis-
mo de la desesperación.
Y uno deduce: la cosa no puede ser tan difícil, muchos otros antes que yo
intentaron eso de rezar y lo consiguieron; parece que el secreto está en ensan-
char las zonas de contacto... ¿Y si probara yo también?
Uno de las causas de que algunos han desistido de hacerlo después de
haberlo intentado, es que se empeñaron en contactar con Dios desde otra
situación distinta de la que era realmente la suya en aquel momento (cuan-
186 MAIOR
A p r e n d e r a c o n t a c t a r c o n D i o s
DESDE EL CANSANCIO
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188 MAIOR
A p r e n d e r a c o n t a c t a r c o n D i o s
pegar ojo por las noches. Una amiga de toda la vida con un hijo drogata que
ha dejado cinco veces los programas de rehabilitación y la familia está al
borde de la locura. Gente que he visto en una exposición de fotografías de
Gervasio Sánchez sobre gente amputada por las minas.
Nos quedamos callados otra vez. El me sugiere que pongamos todo ese
cansancio entre las manos del Padre, que reclinemos la cabeza en su regazo,
como en esa escultura en que Adán descansa la cabeza sobre las rodillas de
su Creador que tiene puesta la mano sobre su cabeza. Lo hago y me quedo
dormida un ratito.
Me despierto y sigo cansada, pero es distinto. Vuelvo a respirar hondo.
Gracias. Hasta mañana.
DESDE LA PRISA
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A p r e n d e r a c o n t a c t a r c o n D i o s
tiene prisas, pero diferentes: la de que todos nos enteremos de que a Dios
podemos llamarle Padre y Madre; la de su apasionamiento por el sueño de
Dios que es un mundo de hijos y hermanos reconciliados; la de contagiarnos
la urgencia de que el pan y los bienes, que son de todos, lleguen a todos, por-
que en eso consiste eso que él llama Reino.
“Son 1.215, señora”. Hemos llegado. Pago al taxista y le doy una propina
espléndida: al fin y al cabo me ha llevado hasta Betania.
Doblo la esquina de la casa del médico y desde el bar de enfrente me llega
el aroma de bollos recién hechos. Cruzo la calle y entro a tomarme un café y
un croissant a la plancha.
Hace una tarde preciosa.
DESDE EL TANATORIO
Me desplomo sobre una silla del tanatorio después de mirar por el cristal
el rostro irreconocible de Mirentxu dentro de la caja y me pongo a llorar des-
consolada. La noticia de su muerte ha sido un mazazo que no esperaba.
Precisamente ella, que era un chorro de vitalidad, y de proyectos, y de sabi-
duría para disfrutar de la vida. Precisamente ella, que era un nudo de rela-
ciones, una de esas personas con el don rarísimo de establecer vínculos esta-
bles y únicos con montones de gentes de todo tipo y condición. Precisamente
ella, que nos hacía falta a tantas personas y que nos deja tan desvalidos, a Luis
y a los niños sobre todo. Y justo cuando parecía que estaba mejor y que el tra-
tamiento estaba surgiendo efecto.
No hay derecho, pienso. Y me suben oleadas de rebeldía y de preguntas.
¿Por qué ella, por qué? No entiendo nada ni quiero entenderlo; es injusto y
cruel e incomprensible y se me atascan las lágrimas en la garganta.
En el tanatorio abarrotado hay un silencio denso. Miro los rostros de tanta
gente, conocida y desconocida y leo en todos el mismo estupor y la misma
pena honda que nos quita hasta la gana de hablar.
Va a haber una misa y siento, junto a la necesidad de rezar, una especie
de bloqueo con Dios, una imposibilidad de dirigirme a El, porque en el
fondo le estoy pidiendo cuentas de esta muerte incomprensible. Espero que
el cura no se ponga a repetirnos una homilía de plástico de las de siempre:
que la muerte es un misterio insondable, que ella está ya gozando en el cielo
y que nos tiene que consolar mucho el que haya dejado de sufrir. Lo miro
con prevención, conminándole internamente a que se abstenga de decirnos
nada de eso.
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1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
192 MAIOR
A p r e n d e r a c o n t a c t a r c o n D i o s
DESDE LA MONOTONIA
“—Con esta es la décima vez en este mes que os explico que en el verbo
“hacer”, la a que va delante del infinitivo es preposición y no lleva h, pero si
va delante de participio sí la lleva porque es la forma compuesta del verbo: o
sea que no es lo mismo “voy a hacer” que “él ha hecho”... Treinta y dos caras
de chavales miran la pizarra sin verla, mucho más interesados en las Spice
Girls, los problemas de su acné o el fútbol que en los arbitrarios caprichos de
distribución de la H. Aborrezco dar clase los viernes por la tarde.
“—Paco, me va a poner tres rodajas de pescadilla y cuarto y mitad de bo-
querones. Y me los limpias, por favor”. Diez minutos más de cola en la pesca-
dería y aún me queda la de Dionisio, el pollero, que nunca tiene prisa y siem-
pre pregunta a la que le toca: “—¿Qué te pongo, bonita?”; y luego la de la fru-
tería barata, que está como siempre a tope. Cada viernes por la tarde, lo mismo.
“Y entonces fue mi sobrino y le dijo al médico: “—Oiga dostor ¿y cree Vd.
que voy a quedar bien de la operación de juanetes?”. La hermana Aurelia
tiene el don de ponerme irracionalmente frenética (será que es viernes por la
tarde), no sólo porque dice dostor y es inútil intentar que lo pronuncie bien,
MAIOR 193
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
sino porque no soporto escucharle, una vez más, la historia de los juanetes
de su sobrino.
¿Será que es esto lo que la vida da de sí? ¿O tendré yo alguna neurosis
oculta que me hace tan aburrida la monotonía de lo cotidiano y me la con-
vierte en una penitencia? Porque a veces me imagino el purgatorio como una
banda sonora en que se oye mi voz explicando, sin interrupción, las reglas de
la H; a Dionisio el pollero repitiendo como una cacatúa amaestrada: “¿Qué te
pongo, bonita? ¿Qué te pongo, bonita?”, y al sobrino de la hermana Aurelia,
tan inasequible al desaliento como su tía, haciéndole al dostor la trascenden-
tal pregunta acerca del porvenir de sus juanetes.
Albergo la sospecha de que el problema del rechazo al peso de lo cotidia-
no está en mí y no en todo eso que me produce tanto tedio; pero hay días, y
hoy es uno de ellos, en que me hundo en la miseria al verme tan incapaz de
mirar lo que me rodea sin encontrarlo desteñido, amorfo, repetitivo y sin ras-
tro de novedad.
194 MAIOR
A p r e n d e r a c o n t a c t a r c o n D i o s
MAIOR 195
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
César Vallejo
Al salir del geriátrico de visitar a una anciana demenciada con la que tengo
un parentesco lejano, estoy por darle la razón a César Vallejo. Porque lo que
vengo de ver me ha dejado los ánimos por los suelos y el corazón lleno de
agobio: he visto a personas que no es que van envejeciendo, sino que se des-
ploman mientras la vida los va deshabitando.
Pero me doy cuenta de que mi malestar desborda la situación concreta de
este aparcamiento para viejos: siento una especie de opresión en el pecho y
una marea negra que me va invadiendo. Noto que, de repente, se me ha esfu-
mado toda la ilusión que tenía por la vacaciones que empiezo pasado maña-
na con dos amigas (después de ahorrar durante años, por fin vamos a reali-
zar el sueño de ir a Grecia y recorrer las islas de Egeo).
Estoy en un momento de plenitud de mi vida: trabajo en lo que me gusta,
me siento querida y vinculada con mucha gente y estoy metida de lleno en
aprendizajes vitales que me dinamizan y me ayudan a disfrutar de la exis-
tencia. Y además he empezado un proceso de profundización creyente que
me está haciendo encontrar a Dios en lo más hondo de mí misma, dándome
una sensación nueva de armonía y serenidad.
Pero en este momento ni serenidad, ni plenitud, ni armonía: más bien caos
y desconcierto. Se ve que mis avances deben ser muy frágiles porque esta
tarde se me está descolocando todo. Hasta la fe. La siento como un torreón
que parecía fuerte pero que ahora está asediado por un ejército de dudas y
preguntas y deja ver la debilidad de sus cimientos y las brechas de sus muros.
Y casi lo de menos es lo que he visto esta tarde: lo peor es el aluvión de recuer-
dos, datos e imágenes que se han desencadenado en mi conciencia; como si,
al entreabrir mi puerta para dejar entrar a alguien que sufre, estuvieran apro-
vechando para irrumpir en mí no sólo tristes imágenes de geriátricos o psi-
quiátricos, sino las de esas multitudes heridas y empobrecidas del mundo,
todas esas situaciones que prefiero habitualmente relegar a zonas de olvido,
con el pretexto de que yo no puedo solucionar nada y de que se trata de pro-
blemas mundiales que me desbordan.
196 MAIOR
A p r e n d e r a c o n t a c t a r c o n D i o s
Así que aquí estoy, en plena calle y en víspera de mis vacaciones, viendo
desfilar por mi imaginación los rostros de los niños de aquel siniestro orfana-
to de China, los de los mendigos que piden en los vagones del metro, cara-
vanas de gente famélica en África y de indígenas expulsados de sus tierras y
la foto de aquel buitre acercándose a una niña etíope moribunda.
Y Dios ausente de todo ese dolor (lucho con la tentación de hacerle res-
ponsable...) Y su presencia, tan compañera de mis días, en paradero descono-
cido cuando más falta me hace. Y todas las explicaciones sobre el mal que leí
en el libro que me recomendó un cura amigo y en el que todo estaba clarísi-
mo, absolutamente inservibles. Sólo un peso agobiante del sin sentido de la
vida humana, mientras yo estoy con las maletas hechas para escapar de su
amenaza refugiándome en Corfú.
MAIOR 197
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
2. Gustavo Gutierrez, Lenguaje Teológico: plenitud del silencio, Páginas 137 Feb.1996, 67
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Aprender a ser creativo
Miguel de Guzmán
11
Lo importante es seguir preguntando siempre
Albert Einstein
MAIOR 201
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
Por supuesto que el camino ideal para aprender a ser más creativos en el
campo de nuestra elección consistiría en tener al lado permanentemente en
nuestro trabajo una de esas grandes figuras del tema a cuya forma de ser y
actuar pensamos se pudiera adaptar mejor nuestra idiosincrasia, que fuera
capaz de comunicarnos en cada momento su forma de mirar la tarea, la acti-
tud con que se enfrenta a ella, su propio talante, los orígenes de sus ideas, de
dónde las espera, cómo las suscita, cómo contempla las obras de otros, cómo
se pone a la escucha de su propia voz interior, cómo juzga que ha llegado el
momento de pasar de la etapa de preparación a la de su propia acción, cómo
es capaz de alejarse a ratos de ese torso inicial que es su propia obra a fin de
gustar lo bueno de ella y de rechazar lo que encuentra de defectuoso o sólo
parcialmente conseguido... Y de esta compenetración atenta por mi parte con-
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A p r e n d e r a s e r c r e a t i v o
MAIOR 203
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
El talante inicial de las personas creativas ante las tareas de su campo suele
presentar características que se podrían calificar como paz, confianza, curio-
sidad, entusiasmo, libertad inicial de bloqueos y de barreras...
La persona creativa, al percibir cierta connaturalidad con el objeto de su
tarea, no la mira como algo amenazante, perturbador, ante lo que se encuen-
tre sin recursos. Es simplemente una situación que le pide que ponga en ejer-
cicio sus propias capacidades naturales, que las siente ahí dentro precisa-
mente para eso, para ser ejercitadas. No es que piense que lo vaya a realizar
sin esfuerzo. Es como una invitación a un paseo por el monte, del que posi-
blemente terminará exhausto, pero que será de todos modos extraordinaria-
mente vitalizante. Posiblemente se encuentra al comienzo tan perdido como
cualquiera de nosotros ante una situación totalmente nueva. Pero precisa-
mente esa novedad no es causa de paralización, sino de estímulo y curiosidad
para su mente interrogante. La novedad de una tarea es acicate para ejercitar
la libertad y espontaneidad, que también implican novedad, en las respues-
tas que haya de construir.
La implantación de una actitud semejante en nosotros mismos puede ser
una tarea más o menos ardua, pero no imposible. Es preciso crecer en la auto-
confianza, que no auto-engaño, que hemos de suscitar en nosotros mismos
mediante nuestro enfrentamiento con tareas iniciales a nuestro alcance y la
insistente consideración de que nuestras capacidades, especialmente en aque-
llas tareas a las que de modo natural nos sentimos atraídos, no difieren tanto
de las de aquellos que consideramos expertos en el tema. Podemos pensar
que es una realidad, y no una mera ilusión, que los que consideramos virtuo-
sos en un determinado campo no están tan tremendamente lejos en sus capa-
cidades, sino que han tenido la oportunidad de colocarse bien pronto allí
donde sus cualidades naturales pudieron florecer de forma espontánea,
armoniosa, robusta y llena de satisfacciones, lo que retroalimentó su propio
crecimiento. Sus visiones y sus resultados nos señalan el camino a los demás.
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A p r e n d e r a s e r c r e a t i v o
SURCOS EN LA MENTE
MAIOR 205
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
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A p r e n d e r a s e r c r e a t i v o
MAIOR 207
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
Las que A.N. Whitehead llamaba ideas inertes en los sistemas mentales que
compartimos, y en especial en nuestros sistemas educativos, constituyen
pesadas rémoras que impiden nuestra creatividad individual y colectiva. Son
ideas “que son meramente recibidas en la mente sin ser utilizadas, o contras-
tadas, o incorporadas en combinaciones nuevas”. Un examen somero de cual-
quiera de nuestros sistemas educativos pone de manifiesto su presencia y es
algo natural que así suceda ya que la gran mayoría de quienes estamos encar-
gados de hacer que funcione un sistema educativo estamos inmersos en un
mundo de ideas y quehaceres que en buena parte se han quedado ya obsole-
tos. Es natural que tales ideas se conviertan en algo así como pesados mue-
bles antiguos que no hacen sino ocupar sitio en lo más recóndito de la buhar-
dilla mental de nuestros alumnos.
El antídoto contra las ideas inertes consiste en reconocerlas y tratar de
experimentar su ineficacia y la conveniencia de su sustitución, haciendo fuer-
za contra nuestra tendencia espontánea a mantenerlas por razón de la segu-
ridad que falsamente pensamos que nos proporcionan.
DESBLOQUEO
No es éste el lugar adecuado para proponer con detalle algunas de las téc-
nicas que se han diseñado para crear hábitos que contrarresten la influencia
de aquellos tipos de bloqueos específicos que percibimos más importantes en
nuestra capacidad creativa. Me limitaré a insistir en un par de aspectos, a mi
parecer fundamentales, relativos a la actitud de base en torno a la creatividad,
de los que puede resultar una disipación de muchos de nuestros bloqueos
concretos. Para adquirir información sobre algunas de las técnicas concretas
que se han diseñado para tratar de restar influencia a diversos bloqueos espe-
cíficos me remito a mi trabajo titulado Para pensar mejor. Desarrollo de la creati-
vidad a través de los procesos matemáticos (Pirámide, Madrid, 1994), donde
muchas de las ideas que aquí se exponen brevemente aparecen desarrolladas.
Allí se puede encontrar información útil sobre temas tales como el brainstor-
ming, que surgió en los años 60, y sobre las posteriores modificaciones que
han tratado de mejorar el método en diversas direcciones.
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A p r e n d e r a s e r c r e a t i v o
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1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
de modo eficiente, pero también es verdad que más importante que la canti-
dad de ellos es la manera en que se encuentran estructurados en su mente.
El conocimiento bien estructurado nos ayuda extraordinariamente en
diversos aspectos:
– Facilita extraordinariamente la asimilación de nuevos conocimientos, así como
su conservación e integración en nuestro mecanismo mental. Nuestra memoria es
bastante frágil, pero nuestra fuerte capacidad de relacionar datos, especial-
mente cuando están impregnados por vivencias especiales en torno a ellos,
puede venir en su ayuda. El conocimiento nuevo, como el que ya poseemos,
tiene ganchos mediante los cuales se ordena adecuadamente en la estructura
global de nuestro conocimiento previo.
– El acceso a un conocimiento con rica estructura es mucho más fácil que la recu-
peración de una información aislada. Cuando intentamos acceder a un conoci-
miento que se nos evade momentáneamente nos apoyamos en las conexiones
de muy diversos tipos, cognitivas, afectivas, que éste puede tener dentro de
nuestra mente. Si tal conocimiento entró aisladamente, su recuperación en el
momento oportuno será mucho más difícil.
– La utilización de un conocimiento podrá ser tanto más versátil y fructífero cuan-
to mejor integrado esté en nuestra red global de operaciones mentales de todo tipo.
Por esta razón resulta tan importante que logremos involucrar en nuestra
actividad mental alrededor del campo en el que tratamos de actuar de modo
creativo toda nuestra personalidad, que es lo que parece suceder de modo
espontáneo en las personas que sobresalen en él. Toda su persona, percepcio-
nes, conocimientos, emociones, sentido estético... giran en torno de aquello
hacia lo que se sienten arrastrados de forma natural.
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A p r e n d e r a s e r c r e a t i v o
MAIOR 211
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
212 MAIOR
A p r e n d e r a s e r c r e a t i v o
cha. Las formas concretas para conseguir este objetivo son muy variadas y
personales, pudiendo consistir en irse a jugar al billar y esperar la ilumina-
ción viendo rodar las bolas, como solía hacer Mozart, o bien en sumergirse en
la bañera y ponerse a jugar con barquitos de papel, como al parecer prefería
Shelley. Hay gustos para todo.
MAIOR 213
Aprender a vivir con el
propio dolor
Jesús Burgaleta
12
Yo he aprendido a arreglarme en toda circunstancia:
sé vivir con estrechez y sé tener abundancia; ninguna
situación tiene secretos para mí...; para todo me siento
con fuerzas, gracias al que me robustece.
(Flp. 4, 11-13)
MAIOR 215
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
YO ESTOY ENFERMO
Francisco Umbral1
El sufrimiento es humano.
216 MAIOR
A p r e n d e r a v i v i r c o n e l p r o p i o d o l o r
Se rechaza la enfermedad
porque no se conoce ni admite uno a sí mismo.
Cuando la perdemos,
haberla tenido nos parece un privilegio.
MAIOR 217
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
Antonio Machado2
II
218 MAIOR
A p r e n d e r a v i v i r c o n e l p r o p i o d o l o r
Somos dados:
“muchas gracias”.
Somos dados:
“te me doy”.
Somos dados:
“me acepto como don”.
Somos dados:
mi vida es mía y recibida.
Somos dados:
nos culminamos siendo arrebatados y dándonos.
Antonio Machado3
En la enfermedad se experimenta
la expropiación de uno mismo.
La enfermedad encarcela:
aunque quieras liberarte no puedes.
MAIOR 219
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
III
La enfermedad te aparca
–eres un humano en el taller de reparación–.
La enfermedad te desarraiga
–eres un humano sin tierra firme–.
La enfermedad te aplana
–un viento ha derrumbado el castillo de tus sueños–.
La enfermedad te inutiliza
–los demás ocupan tu puesto–.
El enfermo no cuenta
–tiene poco futuro–.
220 MAIOR
A p r e n d e r a v i v i r c o n e l p r o p i o d o l o r
IV
E. Prados5
MAIOR 221
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
Cuando sufrimos
todos nos quejamos de la misma manera,
todos sentimos lo mismo,
todos decimos lo mismo.
No es más edificante
narrar la experiencia del sufrimiento que la del placer.
VI
222 MAIOR
A p r e n d e r a v i v i r c o n e l p r o p i o d o l o r
B. Sh. Lukeman, 6
Si uno no se frena
el sufrimiento puede ser un túnel sin final.
MAIOR 223
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
Se sufre tanto
cuanta capacidad se tiene.
El dolor es abismal;
negro y rugiente como el vientre de la mar nocturna.
Dámaso Alonso7
224 MAIOR
A p r e n d e r a v i v i r c o n e l p r o p i o d o l o r
VII
VIII
MAIOR 225
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
Es humano quejarse;
pero hay quienes pierden las fuerzas quejándose,
en lugar de poner remedio a su mal.
Oscar Wilde8
226 MAIOR
A p r e n d e r a v i v i r c o n e l p r o p i o d o l o r
Por eso, hay enfermos que reconocen que su dolor les ha hecho bien.
II
En la enfermedad se experimenta
la ineludible fugacidad de la vida.
El sufrimiento descubre
la cara “ocultada” de la vida.
MAIOR 227
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
III
También en la enfermedad
se nos da la posibilidad de madurar como persona.
228 MAIOR
A p r e n d e r a v i v i r c o n e l p r o p i o d o l o r
Antonio Machado9
IV
MAIOR 229
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
En la enfermedad se ve
que no eres nada de lo que tienes.
230 MAIOR
A p r e n d e r a v i v i r c o n e l p r o p i o d o l o r
Si uno es egoísta
no hay más dolor que el suyo.
Tenemos la tendencia a dar vueltas en torno al propio dolor.
Se oye decir:
“Ahora estoy mejor que antes,
peor que esta mañana,
más dolorido que ayer
y temo por cómo estaré esta tarde”.
MAIOR 231
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
232 MAIOR
A p r e n d e r a v i v i r c o n e l p r o p i o d o l o r
VI
El dolor ablanda;
es buena ocasión para comenzar a darnos otra forma.
MAIOR 233
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
Después de curarse
la salud sigue estando en arriesgar la vida por los otros.
En mi sufrimiento se realiza
el irremediable sufrimiento del mundo.
Se sufre en el mundo,
se sufre con el mundo,
se sufre por el mundo,
se sufre por ser mundo.
234 MAIOR
A p r e n d e r a v i v i r c o n e l p r o p i o d o l o r
VIII
El dolor te muestra
que no hay regazo materno
ni brazo paterno que te ayuden.
El dolor es el cuchillo
que corta definitivamente el cordón umbilical.
El sufrimiento madura
porque hace morir al “niño” que exige la ayuda de fuera.
MAIOR 235
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
La enfermedad es un “des-vientramiento”.
IX
R. Hart Davis13
Francisco Umbral14
Francisco Umbral15
236 MAIOR
A p r e n d e r a v i v i r c o n e l p r o p i o d o l o r
MAIOR 237
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
XI
Antonio Machado16
238 MAIOR
A p r e n d e r a v i v i r c o n e l p r o p i o d o l o r
II
MAIOR 239
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
Dios, en la enfermedad,
no puede hacer con nosotros otra cosa
que amarnos amándose
y, por lo tanto, respetar lo que somos.
No sé si esto es un consuelo;
pero, no incordia a Dios
y nos respeta a nosotros.
Yo, en mi fragilidad,
soy debilidad de Dios.
240 MAIOR
A p r e n d e r a v i v i r c o n e l p r o p i o d o l o r
Dámaso Alonso18
Dios palidece
con la blancura mortal de quienes tanto sufrimos.
MAIOR 241
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
Su palabra es el silencio
–largo y profundo silencio
que no puede llenar sonido alguno–.
D. Alonso19
III
Me sorprendo coaccionándole;
pretendo ofrecerle mis sufrimientos
para que me premie y me cure.
242 MAIOR
A p r e n d e r a v i v i r c o n e l p r o p i o d o l o r
Hágase tu voluntad.
MAIOR 243
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
IV
¿Por qué intenta uno recordarle a Dios todo lo que ha hecho por él,
cuando se encuentra enfermo?
244 MAIOR
A p r e n d e r a v i v i r c o n e l p r o p i o d o l o r
Él vive lo que yo
y yo vivo lo que él viviera.
Mirarle, consuela;
–no es consuelo de tontos;
es presencia mutua bienhechora–.
MAIOR 245
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
El Crucificado es el Hombre
que, en el dolor, se rompe con la explosión de la Vida.
246 MAIOR
A p r e n d e r a v i v i r c o n e l p r o p i o d o l o r
Miguel. de Unamuno21
El enfermo desinstala.
MAIOR 247
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
Tú me mirarás llorando
–será el tiempo de las flores–
Tú me mirarás llorando
y yo te diré: No llores.
Mi corazón, lentamente,
se irá durmiendo... Tu mano
acariciará la frente
sudorosa de tu hermano...
Tú me mirarás sufriendo,
yo sólo tendré tu pena;
tú me mirarás sufriendo,
tú, hermana, que eres tan buena.
J. R. Jiménez22
248 MAIOR
A p r e n d e r a v i v i r c o n e l p r o p i o d o l o r
II
MAIOR 249
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
III
IV
250 MAIOR
A p r e n d e r a v i v i r c o n e l p r o p i o d o l o r
Vicente Aleixandre23
23. V. Aleixandre, Enferma, Antología total, Seix Barral, Barcelona 1977, p.345.
MAIOR 251
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
A mí me las dijeron
y continúo estando agradecido.
252 MAIOR
A p r e n d e r a v i v i r c o n e l p r o p i o d o l o r
(Quien) puede hablar en primera persona y decir en voz alta “voy a morir” no
sufre muerte como paciente, sino que la vive como sujeto... Aquel a quien se le
permite decir “voy a morir” se le da la oportunidad de ser actor de su despedida.
24. M. de Hennezel, La muerte íntima, Plaza & Janés, Barcelona 1996, p. 43.
MAIOR 253
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
254 MAIOR
Aprender a convivir
en pareja
Mª. José Carrasco
13
“El amor ha de ser aprendido y
reaprendido; nunca existe final”
Baltasar Gracián
CONSIDERACIONES PREVIAS
Es un hecho evidente que los seres humanos a lo largo de sus primeras eta-
pas de vida adquieren numerosos recursos y habilidades con el objetivo de
llegar a ser adultos maduros y responsables. En el tema de las relaciones
interpersonales, desde la infancia aprendemos a comunicarnos con los
demás, a establecer relaciones de amistad, a relacionarnos con los compañe-
ros del aula y posteriormente con los compañeros de trabajo. En el ámbito
laboral, por ejemplo, hay una constante preocupación en la búsqueda de
recursos y posibilidades que proporcionen el mejor rendimiento de los indi-
viduos ya que se ha constatado que unas relaciones cordiales y agradables
dentro del grupo son un buen caldo de cultivo para un trabajo eficaz y fecun-
do. Surgen así departamentos de “recursos humanos” orientados a prevenir
y allanar las posibles dificultades, y nadie se extraña de ello.
Cuando nos centramos en el mundo de las relaciones de pareja se pone de
manifiesto la dificultad existente para poder llevar a cabo algún tipo de pre-
MAIOR 257
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
258 MAIOR
A p r e n d e r a c o n v i v i r e n p a r e j a
FACILITANDO LA CONVIVENCIA
Gregorio Marañón
Aunque existe una creencia bastante arraigada que basa la felicidad o infe-
licidad de una vida en común en cuestiones relacionadas fundamentalmente
con la compatibilidad e incompatibilidad de los cónyuges, las investigaciones
y estudios llevados a cabo para contrastar esta hipótesis muestran que el éxito
de una relación no se basa tanto en las similitudes y diferencias entre los cón-
yuges sino en cómo se manejan estas diferencias cuando surgen. En la convi-
vencia cotidiana se pueden poner en marcha dinámicas que enriquecerán y
afianzarán la relación, frente a otras que la minarán y deteriorarán. Dentro de
esas dinámicas, la comunicación, el cuidado mutuo y la reflexión personal
ocupan lugares preferenciales.
La comunicación
Los problemas de comunicación son una de las principales quejas que pre-
sentan las parejas con relaciones maritales insatisfactorias. Feliu y Güell
comentan a este respecto: “La comunicación es la vía de entendimiento entre
dos personas”. Sin embargo, puede convertirse en la vía por la cual logren
MAIOR 259
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
260 MAIOR
A p r e n d e r a c o n v i v i r e n p a r e j a
final de la intervención de uno es el pie para el inicio del monólogo del otro.
No hay conexión entre una información y la siguiente. El cónyuge, cuando su
pareja termina de hablar, comienza a su vez con un “por cierto...”, que da
lugar a que el otro en su turno diga: “ahora que me acuerdo...”. En la charla
de la pareja no hay nada que refleje que los cónyuges se han escuchado, la
información rebota y no es recogida. Al escuchar realmente, uno se interesa
por lo que el otro transmite y ese interés se refleja en su intervención. Ya lle-
gará su turno cuando en la conversación se desplace el punto de mira y ahora
sea el otro, fundamentalmente, el que escuche y atienda.
Es importante resaltar que este tipo de habilidad se combina, de manera
especial, con un reparto equitativo del tiempo de habla. En un intercambio de
información, el que las dos partes dispongan de tiempo para exponer sus
posiciones y que cada uno pueda escuchar relajadamente al otro es funda-
mental. Cuando esto no es así y uno de los cónyuges monopoliza la conver-
sación, el otro se siente desplazado y puede intentar interrumpir para poder
expresar su parecer. Esto, a su vez molesta al que habla, que no se siente escu-
chado y repite de nuevo su discurso en busca de una mayor aclaración, lo que
en muchos casos supone la renuncia del otro a expresarse y en consecuencia
la desconexión de lo que se le está contando, confirmando la opinión del otro
de que no se le entiende y así hasta el infinito. Si un cónyuge manifiesta que
su pareja es muy callada y que no habla, conviene reflexionar sobre el propio
comportamiento.
Un tercer elemento importante en la comunicación hace referencia al con-
tenido del mensaje, es decir la manifestación clara, honesta y directa de las opi-
niones, deseos y sentimientos. La charla se enriquece cuando se abordan aspec-
tos personales, emitiéndose pareceres u opiniones, sin dogmatismos ni des-
calificaciones frente a otras posiciones discordantes, procurando no actuar
como un conferenciante que se limita a dar su lección magistral o como un
“terapeuta” que, cuando su pareja le cuenta algún problema o dificultad,
rápidamente emite su diagnóstico junto con una exposición detallada de los
pasos a seguir. Existen parejas en las que uno, o ambos cónyuges, parten de
la premisa de que el otro tiene que poder adivinar lo que necesita, le gusta o
disgusta, desea, le molesta o quiere. Los cónyuges con este tipo de creencia
suelen, además, complementarla con una dificultad importante para comuni-
car sus aspectos más íntimos y personales por lo que colocan a las personas
que conviven con ellos en una situación de indefensión. El fracaso es vivido
por ambos de manera negativa y frustrante, generándose sentimientos de
enfado, tristeza e incomprensión. Sólo puede darse “adivinación” cuando se
complementa con un buen proceso de comunicación entre ambos cónyuges.
MAIOR 261
1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
El cuidado mutuo
Toda relación de pareja se enfrenta, con el paso del tiempo, a una dismi-
nución del valor gratificante de aquellas actividades que, en su inicio, eran
vividas como placenteras. El fenómeno responsable de esta situación es la
habituación. En la medida en que una pareja no altere su repertorio para com-
petir con el desgaste y se aferre a sus rutinas iniciales, sus interacciones irán
progresivamente volviéndose aburridas y monótonas. Esto afectará a cual-
quier área de la relación como el intercambio de información, las actividades
lúdicas o las relaciones sexuales. Una vida marital satisfactoria lleva a la bús-
queda de actividades que puedan ser compartidas de manera satisfactoria por
ambos cónyuges, que posibiliten momentos de diversión, de descanso y de
placer. El sociólogo Francesco Alberoni ha escrito: “intentar cosas nuevas a dúo
es una forma de recrear el estado de enamoramiento” (Alberoni, 1994).
Conviene, además, por agitada que sea la vida que lleve la pareja, que en
la convivencia se promueva la oportunidad de complacerse mutuamente con gene-
rosidad y consideración. El hacer pequeños favores, ofrecer ayuda, pensar en
pequeños detalles cotidianos que facilitan el día a día y ponerlos en práctica,
irán dando forma a una vida en pareja grata y estimulante. Es importante
aquí tener en cuenta dos consideraciones. Por un lado, las personas tienen
tendencia a dar lo que desean recibir y se olvidan de las preferencias del otro.
Es necesario por lo tanto colocarse en el lugar del otro y ofrecer aquello dese-
able o apetecible para el cónyuge. En segundo lugar, hay que recordar que lo
más apreciado suele ser lo inesperado y no solicitado. No se requieren gran-
des gestos o sacrificios en esta búsqueda de la sorpresa y la demostración de
amor; pequeños actos cargados de afecto y hechos pensando en la pareja
darán a la relación un empuje vivificador y confortante.
Además, dentro de este cuidado mutuo, es importante que los cónyuges
estén atentos para no confundir espontaneidad con descortesía y malos moda-
les. Algunas personas piensan que en el matrimonio la consideración y corte-
sía, que se considera necesaria en toda relación social, dejan de tener impor-
tancia por lo que emiten conductas que suelen tener un impacto negativo en
la convivencia. Comportamientos del tipo: interrumpir al cónyuge cuando
está contando una anécdota para “dar su versión”, corregir algún fallo o des-
liz del cónyuge en público o comentar “jocosamente” con familiares o amigos
los errores o despistes cometidos por nuestra pareja, suelen ser vividos por el
otro con irritación y desagrado. Cómo señala Cáceres: “no importa la intención
con que hacemos las cosas, sino su impacto en el otro” (Cáceres, 1986). La cortesía y
el respeto, dispensados al otro desde el afecto y el cariño, son algunos de los
ingredientes básicos a considerar para una convivencia gratificante.
262 MAIOR
A p r e n d e r a c o n v i v i r e n p a r e j a
La reflexión personal
La vida en pareja supone el acomodo de dos individualidades de tal forma
que entre ambos conformen una convivencia satisfactoria. En este proceso de
construcción es conveniente que cada miembro dedique algún tiempo a valo-
rar, de forma individualizada, su forma de actuar en la relación, sus reaccio-
nes y sentimientos ante los comportamientos del otro, qué espera de esa rela-
ción y de su cónyuge, qué proporciona a la relación y al cónyuge, de tal forma
que de ese examen puedan surgir algunas revelaciones que proporcionen luz
y sirvan de ayuda en este proceso de construcción de la relación, que obliga
a tomar en cuenta a la otra persona a la vez que se renuncia a cierto grado de
control autónomo sobre la propia vida.
De entre todos aquellos aspectos personales que pueden ser objeto de
reflexión y análisis, merece la pena destacar, por su relevancia, las expectativas
y creencias que se pueden tener respecto a la relación y al cónyuge. Las creen-
cias poco realistas acerca de la relación son un predictor potente de conflicto
en la pareja cuando son inflexibles, dictan funcionamientos imposibles de
mantener y son tan extremas que su cumplimiento lleva implícito un alto
coste para la persona. Algunas parejas con relaciones conflictivas mantienen
creencias del tipo: “Cualquier forma de desacuerdo es destructiva”; o “Si hay
verdadero amor no debe haber comportamientos desagradables”; o “Mi pare-
ja, si me quiere, debería de conocer de forma intuitiva mis necesidades y sen-
timientos”. Muchas de estas creencias están apoyadas en la no aceptación del
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A p r e n d e r a c o n v i v i r e n p a r e j a
ANTE EL CONFLICTO
Miguel de Cervantes
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1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
Otra de las estrategias posibles y que está más relacionada con insatisfac-
ción y malestar implica la utilización de métodos “coercitivos” para generar
los cambios deseados. Normalmente, las parejas llegan a utilizar este tipo de
pautas cuando el empleo de otros métodos no ha resultado eficaz y se enfren-
tan a los problemas con una carga de sentimientos negativos hacia el otro,
buscando resolver la situación a expensas de la pareja. Se parte de la idea de
que lo único que puede lograr que el conflicto se resuelva es que el otro cam-
bie de actitud y comportamiento ya que es “la causa de que las cosas no fun-
cionen”. Tales cónyuges intentarán mediante la coacción, la amenaza, el
menosprecio o, también, mediante la retirada afectiva, los “silencios” y los
reproches que el otro miembro de la pareja cambie.
Cuando se analizan las formas en que parejas bien avenidas abordan sus
discusiones, frente a parejas con relaciones más conflictivas, se observan una
serie de pautas o comportamientos que facilitan el entendimiento mutuo, y
favorecen la búsqueda de soluciones. Así, la discusión se vuelve útil y enri-
quecedora cuando los cónyuges tienden a “validar”, es decir, a expresar, a tra-
vés de sus comportamientos tanto verbales como no verbales, el reconoci-
miento del derecho que el otro tiene a sentir lo que siente, viendo el mundo
como lo ve. Cuando se trata de una pareja con una relación conflictiva es fre-
cuente que se utilice “la contraqueja”, es decir, el defenderse frente a lo que es
vivido como una acusación del otro, con una queja-acusación propia. Esto
transforma la discusión en un rosario de queja-contraqueja, en donde el tema
de origen queda abandonado y la pareja corta la discusión por agotamiento sin
saber de qué se estaba discutiendo y sin haber resuelto nada tras la discusión.
A la hora de centrarse en las soluciones, las parejas más armoniosas tien-
den a entremezclar acuerdos con propuestas de solución, buscando el com-
promiso y la cooperación. Por su parte, en las parejas con relaciones más insa-
tisfactorias es frecuente que las propuestas no vayan acompañadas de acuer-
dos y tiendan a hacerse en tonos negativos. Las soluciones, cuando se esta-
blecen, vienen a través de la imposición o la incapacidad para seguir argu-
mentando, se da un sometimiento aparente pero, al no implicar compromiso,
no suelen ser llevadas a la práctica o se abandonan al poco tiempo de su
implantación. “Sólo pueden discutir correctamente dos personas que estén
dispuestas a: tomarse tiempo para hablar con el otro de las dificultades, adap-
tarse al otro y satisfacer recíprocamente las necesidades, y cuestionarse la pro-
pia conducta y modificarla” (Mager, 1995).
Una interacción en resolución de problemas implica distinguir dos fases
claramente diferenciadas. La primera centrada en el planteamiento del problema
y la segunda centrada en la solución del problema. Durante la fase de plantea-
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A p r e n d e r a c o n v i v i r e n p a r e j a
Planteando el problema:
· Discutir los problemas de uno en uno. Aunque en una relación es fácil que
los problemas estén conectados, sin embargo es más sencillo intentar
resolver un problema, que varios a la vez.
· Parafrasear. Es conveniente que cada cónyuge comience sus respuestas a
los planteamientos del otro presentando un resumen de lo que el otro
ha dicho. Así el interlocutor tiene posibilidades de comprobar si está
siendo entendido y si el resumen es exacto. El llevar a cabo esta tarea,
aunque a veces puede parecer absurdo y mecánico, permite que cada
persona escuche atentamente, evita las interrupciones e incrementa las
posibilidades de que cada cónyuge adopte las perspectivas del otro.
· Evitar hacer inferencias sobre motivaciones, actitudes o sentimientos del otro.
El achacar al otro malas intenciones cuando se comporta de una forma
que es vivida como molesta, desagradable o que genera malestar lleva
en ocasiones a que el centro de la discusión se desplace a las intencio-
nes ya que el otro miembro se siente obligado a defenderse de la acusa-
ción que se le hace y, la queja planteada, queda relegada a un segundo
plano.
· Evitar la utilización de cualquier forma de expresión punitiva o aversiva. Si el
objetivo de la comunicación es la colaboración y el compromiso, cual-
quier forma de castigo o intento de venganza impedirá que dicho pro-
pósito se alcance. La discusión se transformará, más bien, en una pelea
en la que el interés fundamental se centra en mostrar el propio enfado
o en humillar al otro.
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1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
Buscando soluciones:
· Centrar la discusión en las soluciones. Es conveniente que se intenten
generar el mayor número de soluciones posibles, sin descartar en este
punto ninguna. La idea fundamental es ser imaginativo y no censor.
Esto es útil ya que hace que la pareja salga de los caminos trillados,
busque nuevas formas de abordar las posibles soluciones y, en algunas
ocasiones, permite que surjan soluciones creativas, ingeniosas e incluso
divertidas lo que facilita un ambiente más distendido.
· El cambio debe basarse en el compromiso y la cooperación. Es conveniente
que en la solución se impliquen los dos cónyuges. El que los dos miem-
bros de la pareja se impliquen en el cambio posibilita que ambos se sien-
tan comprometidos en el acuerdo alcanzado, viviendo la situación
como un paso para una vivencia más enriquecedora y no como una
imposición o exigencia. Es difícil que se acepte cambiar algún aspecto
del propio comportamiento, si no se percibe una aceptación y afecto
que facilite el coste que ello implica.
· Las soluciones deben ser específicas y enunciadas en términos claros y descrip-
tivos. Cuando se especifica muy claramente lo que cada uno se compro-
mete a hacer, es mucho más sencillo llevarlo a cabo. Si la solución se
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A p r e n d e r a c o n v i v i r e n p a r e j a
Manejando sentimientos
Los sentimientos en las relaciones humanas son un tema de gran impor-
tancia. Los seres humanos respondemos emocionalmente ante el comporta-
miento tanto propio como ajeno, disfrutando en algunos casos de toda una
serie de emociones gratificantes que nos hacen sentirnos bien con nosotros
mismos y con los demás o experimentando, en otros casos, toda una gama de
sentimientos negativos que nos generan estados afectivos desagradables. Si la
expresión de los sentimientos positivos es deseable de cara a una mayor
armonía y bienestar en la convivencia, no lo es menos la expresión de los sen-
timientos negativos.
Los sentimientos negativos son valiosos y es necesario prestarles atención.
La tristeza, la irritación, el enfado, la frustración, el mal humor o la rabia apa-
recen periódicamente en la convivencia diaria cuando, por ejemplo, otras per-
sonas no hacen lo que se espera o se necesita de ellos. La expresión en la pare-
ja de estos sentimientos facilitará la comprensión entre los cónyuges y la rela-
ción se verá fortalecida o debilitada dependiendo de cómo se manifiesten y
cómo se responda ante ellos.
“El enfado puede ser vehículo para intimar y amar” (Sellner y Sellner, 1989).
Algunas personas no son capaces de expresar los sentimientos negativos
de una manera positiva o constructiva, bien por temor, o por no considerar
adecuado exponer de forma explícita algo tan íntimo y personal o incluso por
no saber cómo hacerlo. Una manera de manejar de forma destructiva los sen-
timientos negativos es la que se identifica como agresión-pasiva. En este tipo
de conducta las personas, cuando experimentan enfado, malhumor o se sien-
ten agraviados, reprimen sus emociones, las ocultan y van acumulando una
carga de hostilidad y rencor hacia el otro. Esas emociones ocultas se exterio-
rizan normalmente a través de una serie de comportamientos no verbales
como “los silencios”, las “caras largas”, o determinados tonos de voz. El cón-
yuge que se enfrenta a estas señales percibe el malestar y la hostilidad sub-
yacente, pero cuando quiere hacerlo explícito preguntando qué es lo que le
sucede, ve como el otro niega sus sentimientos y se encierra en un silencio
culpabilizador. La pareja se ve así imposibilitada para abordar de forma fran-
ca y esclarecedora aquello que está generando conflicto y malestar y los cón-
yuges se irán aislando emocionalmente uno del otro al no saber cómo hacer
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BIBLIOGRAFÍA
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Aprender a despedirse
Ana Gimeno-Bayón
14
El madurar implica, entre otras cosas, una
serie de tropiezos contra las partes duras del
mundo: las orillas de las mesas, las estufas
calientes, el pavimento áspero y los límites de la
tolerancia de los adultos. Ninguna de estas cosas
en sí mismas hacen daño al autodesarrollo, en tanto
puedan ser asimiladas apropiadamente dentro del
funcionamiento corriente.
INTRODUCCIÓN
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1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
Hemos empezado con una cita que señala el papel de “los tropiezos con
las partes duras del mundo” en la maduración como personas. Ciertamente
es así, pero hay quien prefiere no madurar con tal de no pagar ese precio. Ese
será un rasgo común en las despedidas insanas: la negativa a pasar por el
dolor de la realidad (a veces se busca un dolor de fantasía con el que distraer-
se de aquélla). Con la paradoja de que la evitación del dolor nos mantiene en
la lucha “contra” él, y esa lucha es en sí trabajosa y dolorosa. Como señala
García Monge:
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A p r e n d e r a d e s p e d i r s e
I. Creencias disfuncionales:
a) Puedo hacer algo que me evitará pasar por el dolor
b) No hay derecho a que esto me pase a mí
c) Si me empeño, lograré que no me deje
d) Me sentiré mejor si encuentro un culpable de la pérdida
e) No podré soportarlo. Sin esto (sin él, sin ella) no podré seguir
adelante
f) Si me encastillo en el enfado, sufriré menos
g) Si no me entero de la despedida, es como si no se hubiera dado
h) Si doy la lata al otro, con el culpa, el rencor o la sobreprotección,
no se podrá despegar de mí
i) Nunca será como antes
j) Yo me lo he buscado (y por lo tanto debo sufrir)
k) ¡Ya era hora de que se decidiera a romper (o a echarme)!
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“Más o menos bien” significa que no se puede evitar el paso del dolor y la
tristeza ante la despedida, tanto si es impuesta por la vida como si es elegida
desde la renuncia. A cambio, queda la riqueza interior del aprendizaje.
Perdiendo aprendí: más vale lo que aprendí que lo que perdí, dice el refrán popular.
Queda también la constante vibración de la vida, ofreciendo nuevas melodías
y senderos por los que andar, con el leve, aromático y luminoso equipaje del
recuerdo entrañable.
Despedirse no es un acto, sino un proceso similar al de una herida: hemos
de reconocernos heridos –el dolor también significa que estamos vivos–, gri-
tar y llorar si hace falta, pedir socorro si es preciso, desinfectar la herida,
curarla y esperar a que cicatrice. Algunos autores se han ocupado especial-
mente de un determinado tipo de heridas: Gullo y Church (1989) de la rup-
tura traumática de la pareja; Kübler Ross (1989, 1991) del morir y el acompa-
ñamiento del morir; Goulding y Goulding (1979) del tratamiento de las des-
pedidas en psicoterapia; Viorst (1990) de las despedidas que algunas etapas
de la vida comportan. Por encima de la especificidad de cada tema, todos
ellos coinciden en su carácter procesual, con unas fases diferenciadas (aunque
no rígidas y uniformes).
Algunas pistas que pueden ayudar a una despedida que nos haga crecer
pueden ser las siguientes:
a) Valorar los regalos de la vida, aunque tengan taras. En algunas tiendas
de artesanía advierten que las irregularidades de los objetos que venden no
son defectos, sino características del trabajo artesano. La vida es un tejido
artesano, con nudos y desigualdades que resaltan su cualidad de producto
humano. Las relaciones con los más cercanos –familia, amigos, compañeros
de trabajo– suelen ser lugares sensibles donde se acusa más ese tipo de desi-
gualdades. Por ello, uno de los acontecimientos importantes que conlleva el
crecimiento es “la despedida de Disneylandia”, de un mundo maravilloso,
completo y feliz. O sea, de las expectativas de que esas relaciones sean impo-
siblemente perfectas.
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A p r e n d e r a d e s p e d i r s e
Esa nada que nos sostiene en nuestras pérdidas –la llamemos Vacío, Vida,
Dios, Destino, Azar, Realidad, Naturaleza o cualquier otro nombre con que
hablemos de esa dimensión misteriosa de la existencia– es también la nada de
la que brota la esperanza. Aceptarla es abrir en nosotros un surco donde aco-
ger esa semilla de futuro. Negarla, elegir la esterilidad.
Notas:
Lee estas sugerencias en solitario, en un lugar tranquilo y con
tiempo suficiente. A algunos les irá bien tener un pañuelo a mano.
Es aconsejable, para sacar el máximo partido de los ejercicios que
siguen, hacerlos punto por punto, según las unidades marcadas por
cada letra, sin haber leído previamente el contenido del apartado
señalado con la siguiente letra.
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Repite este paso para cada estación hasta llegar a la estación del
presente.
k) Abre tu maleta. En ella encontrarás una serie de objetos, tantos
como estaciones. Cada uno de ellos es un regalo simbólico que la
vida te ha dejado en relación con esa época. Ve descubriéndolos, des-
cifrándolos y disfrutándolos con tranquilidad, asimilando el mensa-
je que cada uno de ellos te aporta.
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A p r e n d e r a d e s p e d i r s e
BIBLIOGRAFÍA
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Colaboradores
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C o l a b o r a d o r e s
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1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
Pablo, Madrid, 1994; Psicología de la fe, Sígueme, Salamanca, 1997; Historia sis-
témica de los dioses, Ed. Fundación, 1988; Abordaje terapéutico de ancianos, Ed.
Fundación, 1988.
Sus intereses profesionales tienen que ver con las relaciones de la psicote-
rapia y la antropología; con la reflexión filosófica acerca del conocimiento y la
comunicación y con la visión del hombre y la gente a través de la terapia, la
enseñanza y la fe.
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C o l a b o r a d o r e s
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C o l a b o r a d o r e s
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C o l a b o r a d o r e s
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1 4 A p r e n d i z a j e s v i t a l e s
304 MAIOR
DIRECTORA: OLGA CASTANYER
1. Relatos para el crecimiento personal. CARLOS ALEMANY (ED.). (6ª ed.)
2. La asertividad: expresión de una sana autoestima. OLGA CASTANYER. (31ª ed.)
3. Comprendiendo cómo somos. Dimensiones de la personalidad. A. GIMENO-BAYÓN. (5ª ed.)
4. Aprendiendo a vivir. Manual contra el aburrimiento y la prisa. ESPERANZA BORÚS. (5ª ed.)
5. ¿Qué es el narcisismo? JOSÉ LUIS TRECHERA. (2ª ed.)
6. Manual práctico de P.N.L. Programación neurolingüística. RAMIRO J. ÁLVAREZ. (5ª ed.)
7. El cuerpo vivenciado y analizado. CARLOS ALEMANY Y VÍCTOR GARCÍA (EDS.)
8. Manual de Terapia Infantil Gestáltica. LORETTA ZAIRA CORNEJO PAROLINI. (5ª ed.)
9. Viajes hacia uno mismo. Diario de un psicoterapeuta en la postmodernidad. FERNANDO JIMÉNEZ
HERNÁNDEZ-PINZÓN. (2ª ed.)
10. Cuerpo y Psicoanálisis. Por un psicoanálisis más activo. JEAN SARKISSOFF. (2ª ed.)
11. Dinámica de grupos. Cincuenta años después. LUIS LÓPEZ-YARTO ELIZALDE. (7ª ed.)
12. El eneagrama de nuestras relaciones. MARIA-ANNE GALLEN - HANS NEIDHARDT. (5ª ed.)
13. ¿Por qué me culpabilizo tanto? Un análisis psicológico de los sentimientos de culpa. LUIS ZABALEGUI.
(3ª ed.)
14. La relación de ayuda: De Rogers a Carkhuff. BRUNO GIORDANI. (3ª ed.)
15. La fantasía como terapia de la personalidad. F. JIMÉNEZ HERNÁNDEZ-PINZÓN. (2ª ed.)
16. La homosexualidad: un debate abierto. JAVIER GAFO (ED.). (3ª ed.)
17. Diario de un asombro. ANTONIO GARCÍA RUBIO. (3ª ed.)
18. Descubre tu perfil de personalidad en el eneagrama. DON RICHARD RISO. (6ª ed.)
19. El manantial escondido. La dimensión espiritual de la terapia. THOMAS HART.
20. Treinta palabras para la madurez. JOSÉ ANTONIO GARCÍA-MONGE. (12ª ed.)
21. Terapia Zen. DAVID BRAZIER. (2ª ed.)
22. Sencillamente cuerdo. La espiritualidad de la salud mental. GERALD MAY.
23. Aprender de Oriente: Lo cotidiano, lo lento y lo callado. JUAN MASIÁ CLAVEL.
24. Pensamientos del caminante. M. SCOTT PECK.
25. Cuando el problema es la solución. Aproximación al enfoque estratégico. RAMIRO J. ÁLVAREZ. (2ª ed.)
26. Cómo llegar a ser un adulto. Manual sobre la integración psicológica y espiritual. DAVID RICHO. (3ª ed.)
27. El acompañante desconocido. De cómo lo masculino y lo femenino que hay en cada uno de nosotros
afecta a nuestras relaciones. JOHN A. SANFORD.
28. Vivir la propia muerte. STANLEY KELEMAN.
29. El ciclo de la vida: Una visión sistémica de la familia. ASCENSIÓN BELART - MARÍA FERRER. (3ª ed.)
30. Yo, limitado. Pistas para descubrir y comprender nuestras minusvalías. MIGUEL ÁNGEL CONESA FERRER.
31. Lograr buenas notas con apenas ansiedad. Guía básica para sobrevivir a los exámenes. KEVIN
FLANAGAN.
32. Alí Babá y los cuarenta ladrones. Cómo volverse verdaderamente rico. VERENA KAST.
33. Cuando el amor se encuentra con el miedo. DAVID RICHO. (3ª ed.)
34. Anhelos del corazón. Integración psicológica y espiritualidad. WILKIE AU - NOREEN CANNON. (2ª ed.)
35. Vivir y morir conscientemente. IOSU CABODEVILLA. (4ª ed.)
36. Para comprender la adicción al juego. MARÍA PRIETO URSÚA.
37. Psicoterapia psicodramática individual. TEODORO HERRANZ CASTILLO.
38. El comer emocional. EDWARD ABRAMSON. (2ª ed.)
39. Crecer en intimidad. Guía para mejorar las relaciones interpersonales. JOHN AMODEO - KRIS WENTWORTH.
(2ª ed.)
40. Diario de una maestra y de sus cuarenta alumnos. ISABEL AGÜERA ESPEJO-SAAVEDRA.
41. Valórate por la felicidad que alcances. XAVIER MORENO LARA.
42. Pensándolo bien... Guía práctica para asomarse a la realidad. RAMIRO J. ÁLVAREZ.
43. Límites, fronteras y relaciones. Cómo conocerse, protegerse y disfrutar de uno mismo. CHARLES L.
WHITFIELD.
44. Humanizar el encuentro con el sufrimiento. JOSÉ CARLOS BERMEJO.
45. Para que la vida te sorprenda. MATILDE DE TORRES. (2ª ed.)
46. El Buda que siente y padece. Psicología budista sobre el carácter, la adversidad y la pasión.
DAVID BRAZIER.
47. Hijos que no se van. La dificultad de abandonar el hogar. JORGE BARRACA.
48. Palabras para una vida con sentido. Mª. ÁNGELES NOBLEJAS. (2ª ed.)
49. Cómo llevarnos bien con nuestros deseos. PHILIP SHELDRAKE.
50. Cómo no hacer el tonto por la vida. Puesta a punto práctica del altruismo. LUIS CENCILLO. (2ª ed.)
51. Emociones: Una guía interna. Cuáles sigo y cuáles no. LESLIE S. GREENBERG. (3ª ed.)
52. Éxito y fracaso. Cómo vivirlos con acierto. AMADO RAMÍREZ VILLAFÁÑEZ.
53. Desarrollo de la armonía interior. La construcción de una personalidad positiva. JUAN ANTONIO BERNAD.
54. Introducción al Role-Playing pedagógico. PABLO POBLACIÓN KNAPPE y ELISA LÓPEZ BARBERÁ Y COLS.
55. Cartas a Pedro. Guía para un psicoterapeuta que empieza. LORETTA CORNEJO. (3ª ed.)
56. El guión de vida. JOSÉ LUIS MARTORELL. (2ª ed.)
57. Somos lo mejor que tenemos. ISABEL AGÜERA ESPEJO-SAAVEDRA.
58. El niño que seguía la barca. Intervenciones sistémicas sobre los juegos familiares. GIULIANA PRATA;
MARIA VIGNATO y SUSANA BULLRICH.
59. Amor y traición. JOHN AMODEO.
60. El amor. Una visión somática. STANLEY KELEMAN.
61. A la búsqueda de nuestro genio interior: Cómo cultivarlo y a dónde nos guía. KEVIN FLANAGAN. (2ª ed.)
62. A corazón abierto.Confesiones de un psicoterapeuta. F. JIMÉNEZ HERNÁNDEZ-PINZÓN.
63. En vísperas de morir. Psicología, espiritualidad y crecimiento personal.IOSU CABODEVILLA ERASO.
64. ¿Por qué no logro ser asertivo? OLGA CASTANYER Y ESTELA ORTEGA. (6ª ed.)
65. El diario íntimo: buceando hacia el yo profundo. JOSÉ-VICENTE BONET, S.J. (2ª ed.)
66. Caminos sapienciales de Oriente. JUAN MASIÁ.
67. Superar la ansiedad y el miedo. Un programa paso a paso. PEDRO MORENO. (8ª ed.)
68. El matrimonio como desafío. Destrezas para vivirlo en plenitud. KATHLEEN R. FISCHER y THOMAS N. HART.
69. La posada de los peregrinos. Una aproximación al Arte de Vivir. ESPERANZA BORÚS.
70. Realizarse mediante la magia de las coincidencias. Práctica de la sincronicidad mediante los cuentos.
JEAN-PASCAL DEBAILLEUL y CATHERINE FOURGEAU.
71. Psicoanálisis para educar mejor. FERNANDO JIMÉNEZ HERNÁNDEZ-PINZÓN.
72. Desde mi ventana. Pensamientos de autoliberación. PEDRO MIGUEL LAMET.
73. En busca de la sonrisa perdida. La psicoterapia y la revelación del ser.JEAN SARKISSOFF.
74. La pareja y la comunicación. La importancia del diálogo para la plenitud y la longevidad de la pareja.
Casos y reflexiones. PATRICE CUDICIO y CATHERINE CUDICIO.
75. Ante la enfermedad de Alzheimer. Pistas para cuidadores y familiares. MARGA NIETO CARRERO. (2ª ed.)
76. Me comunico... Luego existo. Una historia de encuentros y desencuentros. JESÚS DE LA GÁNDARA MARTÍN.
77. La nueva sofrología. Guía práctica para todos. CLAUDE IMBERT.
78. Cuando el silencio habla. MATILDE DE TORRES VILLAGRÁ. (2ª ed.)
79. Atajos de sabiduría. CARLOS DÍAZ.
80. ¿Qué nos humaniza? ¿Qué nos deshumaniza? Ensayo de una ética desde la psicología.
RAMÓN ROSAL CORTÉS.
81. Más allá del individualismo. RAFAEL REDONDO.
82. La terapia centrada en la persona hoy. Nuevos avances en la teoría y en la práctica. DAVE MEARNS y
BRIAN THORNE.
83. La técnica de los movimientos oculares. La promesa potencial de un nuevo avance psicoterapéutico.
FRED FRIEDBERG. INTRODUCCIÓN A LA EDICIÓN ESPAÑOLA POR RAMIRO J. ÁLVAREZ
84. No seas tu peor enemigo... ¡...Cuando puedes ser tu mejor amigo! ANN-M. MCMAHON.
85. La memoria corporal. Bases teóricas de la diafreoterapia. LUZ CASASNOVAS SUSANNA. (2ª ed.)
86. Atrapando la felicidad con redes pequeñas. IGNACIO BERCIANO PÉREZ. CON LA COLABORACIÓN DE ITZIAR
BARRENENGOA. (2ª ed.)
87. C.G. Jung. Vida, obra y psicoterapia. M. PILAR QUIROGA MÉNDEZ.
88. Crecer en grupo. Una aproximación desde el enfoque centrado en la persona. BARTOMEU BARCELÓ.
89. Automanejo emocional. Pautas para la intervención cognitiva con grupos. ALEJANDRO BELLO GÓMEZ,
ANTONIO CREGO DÍAZ.
90. La magia de la metáfora. 77 relatos breves para educadores, formadores y pensadores. NICK OWEN.
91. Cómo volverse enfermo mental. JOSÉ LUÍS PIO ABREU.
92. Psicoterapia y espiritualidad. La integración de la dimensión espiritual en la práctica terapéutica.
AGNETA SCHREURS.
93. Fluir en la adversidad. AMADO RAMÍREZ VILLAFÁÑEZ.
94. La psicología del soltero: Entre el mito y la realidad. JUAN ANTONIO BERNAD.
95. Un corazón auténtico. Un camino de ocho tramos hacia un amor en la madurez. JOHN AMODEO.
96. Luz, más luz. Lecciones de filosofía vital de un psiquiatra. BENITO PERAL.
97. Tratado de la insoportabilidad, la envidia y otras “virtudes” humanas. LUIS RAIMUNDO GUERRA. (2ª ed.)
98. Crecimiento personal: Aportaciones de Oriente y Occidente. MÓNICA RODRÍGUEZ-ZAFRA (ED.).
99. El futuro se decide antes de nacer. La terapia de la vida intrauterina. CLAUDE IMBERT. (2ª ed.)
100. Cuando lo perfecto no es suficiente. Estrategias para hacer frente al perfeccionismo. MARTIN M. ANTONY
- RICHARD P. SWINSON. (2ª ed.)
101. Los personajes en tu interior. Amigándote con tus emociones más profundas. JOY CLOUG.
102. La conquista del propio respeto. Manual de responsabilidad personal. THOM RUTLEDGE.
103. El pico del Quetzal. Sencillas conversaciones para restablecer la esperazanza en el futuro. MARGARET
J. WHEATLEY.
104. Dominar las crisis de ansiedad. Una guía para pacientes. PEDRO MORENO, JULIO C. MARTÍN. (8ª ed.)
105. El tiempo regalado. La madurez como desafío. IRENE ESTRADA ENA.
106. Enseñar a convivir no es tan difícil. Para quienes no saben qué hacer con sus hijos, o con sus alum-
nos. MANUEL SEGURA MORALES. (11ª ed.)
107. Encrucijada emocional. Miedo (ansiedad), tristeza (depresión), rabia (violencia), alegría (euforia).
KARMELO BIZKARRA. (4ª ed.)
108. Vencer la depresión. Técnicas psicológicas que te ayudarán. MARISA BOSQUED.
109. Cuando me encuentro con el capitán Garfio... (no) me engancho. La práctica en psicoterapia gestalt.
ÁNGELES MARTÍN Y CARMEN VÁZQUEZ.
110. La mente o la vida. Una aproximación a la Terapia de Aceptación y Compromiso. JORGE BARRACA
MAIRAL. (2ª ed.)
111. ¡Deja de controlarme! Qué hacer cuando la persona a la que queremos ejerce un dominio excesivo
sobre nosotros. RICHARD J. STENACK.
112. Responde a tu llamada. Una guía para la realización de nuestro objetivo vital más profundo. JOHN P.
SCHUSTER.
113. Terapia meditativa. Un proceso de curación desde nuestro interior. MICHAEL L. EMMONS, PH.D. Y JANET
EMMONS, M.S.
114. El espíritu de organizarse. Destrezas para encontrar el significado a sus tareas. PAMELA KRISTAN.
115. Adelgazar: el esfuerzo posible. Un sistema gradual para superar la obesidad. AGUSTÍN CÓZAR.
116. Crecer en la crisis. Cómo recuperar el equilibrio perdido. ALEJANDRO ROCAMORA. (2ª ed.)
117. Rabia sana. Cómo ayudar a niños y adolescentes a manejar su rabia. BERNARD GOLDEN, PH. D. (2ª ed.)
118. Manipuladores cotidianos. Manual de supervivencia. JUAN CARLOS VICENTE CASADO.
119. Manejar y superar el estrés. Cómo alcanzar una vida más equilibrada. ANN WILLIAMSON.
120. La integración de la terapia experiencial y la terapia breve. Un manual para terapeutas y consejeros.
BALA JAISON.
121. Este no es un libro de autoayuda. Tratado de la suerte, el amor y la felicidad. LUIS RAIMUNDO GUERRA.
122. Psiquiatría para el no iniciado.RAFA EUBA. (2ª ed.)
123. El poder curativo del ayuno. Recuperando un camino olvidado hacia la salud. KARMELO BIZKARRA. (3ª
ed.)
124. Vivir lo que somos. Cuatro actitudes y un camino. ENRIQUE MARTÍNEZ LOZANO. (4ª ed.)
125. La espiritualidad en el final de la vida. Una inmersión en las fronteras de la ciencia. IOSU CABODEVILLA
ERASO.
126. Regreso a la conciencia. AMADO RAMÍREZ.
127. Las constelaciones familiares. En resonancia con la vida. PETER BOURQUIN. (6ª ed.)
128. El libro del éxito para vagos. Descubra lo que realmente quiere y cómo conseguirlo sin estrés. THOMAS
HOHENSEE.
129. Yo no valgo menos. Sugerencias cognitivo- humanistas para afrontar la culpa y la vergüenza. OLGA
CASTANYER. (2ª ed.)
130. Manual de Terapia Gestáltica aplicada a los adolescentes. LORETTA CORNEJO. (3ª ed.)
131. ¿Para qué sirve el cerebro? Manual para principiantes. JAVIER TIRAPU.
132. Esos seres inquietos. Claves para combatir la ansiedad y las obsesiones. AMADO RAMÍREZ VILLAFÁÑEZ.
133. Dominar las obsesiones. Una guía para pacientes. PEDRO MORENO, JULIO C. MARTÍN, JUAN GARCÍA Y
ROSA VIÑAS (2ª ed.)
134. Cuidados musicales para cuidadores. Musicoterapia Autorrealizadora para el estrés asistencial. CONXA
TRALLERO FLIX Y JORDI OLLER VALLEJO
135. Entre personas. Una mirada cuántica a nuestras relaciones humanas. TOMEU BARCELÓ
136. Superar las heridas. Alternativas sanas a lo que los demás nos hacen o dejan de hacer. WINDY DRYDEN
137. Manual de formación en trance profundo. Habilidades de hipnotización. IGOR LEDOCHOWSKI
138. Todo lo que aprendí de la paranoia. CAMILLE
139. Migraña. Una pesadilla cerebral. ARTURO GOICOECHEA
140. Aprendiendo a morir. IGNACIO BERCIANO PÉREZ
141. La estrategia del oso polar. Como llevar adelante tu vida pese a las adversidades. HUBERT MORITZ
142. Mi salud mental: Un camino práctico. EMILIO GARRIDO LANDÍVAR
143. Camino de liberación en los cuentos. En compañía de los animales. ANA MARÍA SCHLÜTER RODÉS
Serie MAIOR
1. Anatomía Emocional. La estructura de la experiencia somática STANLEY KELEMAN. (8ª ed.)
2. La experiencia somática. Formación de un yo personal. STANLEY KELEMAN. (2ª ed.)
3. Psicoanálisis y análisis corporal de la relación. ANDRÉ LAPIERRE.
4. Psicodrama. Teoría y práctica. JOSÉ AGUSTÍN RAMÍREZ. (3ª ed.)
5. 14 Aprendizajes vitales. CARLOS ALEMANY (ED.). (13ª ed.)
6. Psique y Soma. Terapia bioenergética. JOSÉ AGUSTÍN RAMÍREZ.
7. Crecer bebiendo del propio pozo.Taller de crecimiento personal. CARLOS RAFAEL CABARRÚS, S.J. (11ª
ed.)
8. Las voces del cuerpo. Respiración, sonido y movimiento en el proceso terapéutico. CAROLYN J.
BRADDOCK.
9. Para ser uno mismo. De la opacidad a la transparencia. JUAN MASIÁ CLAVEL
10. Vivencias desde el Enneagrama. MAITE MELENDO. (3ª ed.)
11. Codependencia. La dependencia controladora. La depencencia sumisa. DOROTHY MAY.
12. Cuaderno de Bitácora, para acompañar caminantes. Guía psico-histórico-espiritual. CARLOS RAFAEL
CABARRÚS. (4ª ed.)
13. Del ¡viva los novios! al ¡ya no te aguanto! Para el comienzo de una relación en pareja y una conviven-
cia más inteligente. EUSEBIO LÓPEZ. (2ª ed.)
14. La vida maestra. El cotidiano como proceso de realización personal. JOSÉ MARÍA TORO.
15. Los registros del deseo. Del afecto, el amor y otras pasiones. CARLOS DOMÍNGUEZ MORANO. (2ª ed.)
16. Psicoterapia integradora humanista. Manual para el tratamiento de 33 problemas psicosensoriales,
cognitivos y emocionales. ANA GIMENO-BAYÓN Y RAMÓN ROSAL.
17. Deja que tu cuerpo interprete tus sueños. EUGENE T. GENDLIN.
18. Cómo afrontar los desafíos de la vida. CHRIS L. KLEINKE.
19. El valor terapéutico del humor. ÁNGEL RZ. IDÍGORAS (ED.). (3ª ed.)
20. Aumenta tu creatividad mental en ocho días. RON DALRYMPLE, PH.D., F.R.C.
21. El hombre, la razón y el instinto. JOSÉ Mª PORTA TOVAR.
22. Guía práctica del trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Pistas para su liberación. BRUCE M. HYMAN Y
CHERRY PEDRICK.
23. La comunidad terapéutica y las adicciones Teoría, Modelo y Método. GEORGE DE LEON.
24. El humor y el bienestar en las intervenciones clínicas. WALEED A. SALAMEH Y WILLIAM F. FRY.
25. El manejo de la agresividad. Manual de tratamiento completo para profesionales. HOWARD KASSINOVE Y
RAYMOND CHIP TAFRATE.
26. Agujeros negros de la mente. Claves de salud psíquica. JOSÉ L. TRECHERA.
27. Cuerpo, cultura y educación. JORDI PLANELLA RIBERA.
28. Reír y aprender. 95 técnicas para emplear el humor en la formación. DONI TAMBLYN.
29. Manual práctico de psicoterapia gestalt. ÁNGELES MARTÍN. (6ª ed.)
30. Más magia de la metáfora. Relatos de sabiduría para aquellas personas que tengan a su cargo la
tarea de Liderar, Influenciar y Motivar. NICK OWEN
31. Pensar bien - Sentirse bien. Manual práctico de terapia cognitivo-conductual para niños y adolescen-
tes. PAUL STALLARD.
32. Ansiedad y sobreactivación. Guía práctica de entrenamiento en control respiratorio. PABLO RODRÍGUEZ
CORREA.
33. Amor y violencia. La dimensión afectiva del maltrato. PEPA HORNO GOICOECHEA. (2ª ed.)
34. El pretendido Síndrome de Alienación Parental. Un instrumento que perpetúa el maltrato y la violencia.
SONIA VACCARO - CONSUELO BAREA PAYUETA.
35. La víctima no es culpable. Las estrategias de la violencia. OLGA CASTANYER (COORD.); PEPA HORNO,
ANTONIO ESCUDERO E INÉS MONJAS.
36. El tratamiento de los problemas de drogas. Una guía para el terapeuta. MIGUEL DEL NOGAL TOMÉ.
37. Los sueños en psicoterapia gestalt. Teoría y práctica. ÁNGELES MARTÍN.
38. Medicina y terapia de la risa. Manual. RAMÓN MORA RIPOLL.