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Pensamiento disruptivo

Por Mauro D. Ríos


17/12/2017

Resumen

We usually associate disruptive thinking with the empowerment of the


imagination, including innovation. A disruption is what produces a
sudden break or interruption. Of course in this case we speak of a
symbolic meaning.

They say, and I share, that thinking is the basis disruptive innovation, but
here should be accurate and that innovation is not synonymous with the
new, the modern and the latest technology.

Disruptive thinking is an innovation in the application of knowledge,


which is translated into learning, usually outside the usual training
institutions. To think disruptively is a process of re-education to return to
be the free human being that we all knew to be when we were children.

Desarrollo

Solemos asociar el pensamiento disruptivo al empoderamiento de la


imaginación, incluso a la innovación. Una disrupción es aquello que
produce una ruptura o interrupción brusca. Por supuesto en este caso
hablamos de un sentido simbólico.

Ahora bien, de qué interrupción brusca hablamos cuando a


pensamiento nos referimos. Esta interrupción no es más que un
simbolismo al modo tradicional de pensamiento, el famoso “click” que
se produce en nuestra psiquis al interrumpir un anquilosado modo de
pensar y pasar a hacerlo, como suele decirnos el cliché, “fuera de la
caja”.

En el mundo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación


(TIC), una tecnología disruptiva es aquella que ingresa dando por tierra
lo actual y provocando en el inmediato o corto plazo, otra tecnología. Es
decir, se traduce en la sentencia de muerte de una tecnología o técnica
anterior. Siempre en un sentido simbólico, muchas veces las tecnologías
disruptivas continúan conviviendo hasta decenas de años con sus
predecesoras en una mixtura que muchas veces no tiene otra razón de
ser que fundada en costos, temas operativos, intereses comerciales o
hasta políticos.
Si vamos a otro campo de aplicación del concepto de disrupción,
podemos ver que en materia eléctrica y de conductores, se suele
denominar descarga disruptiva cuando la diferencia de potencial entre
dos conductores eléctricos es notoria y produce lo que vemos
normalmente como una chispa.

Como vemos la interrupción brusca, salvo excepciones precisas de


aplicación, es más bien un sentido simbólico ante un modo de
pensamiento que desafía los estadíos históricos, esas imposiciones
mecanicistas e industriales de un modelo educativo muy arraigado en
nuestras mentes y que ha condicionado desde siempre nuestra
capacidad de abordar la vida y sus situaciones.

Se suele decir, y comparto, que el pensamiento disruptivo es la base de


la innovación, pero aquí debe hacerse una precisión y es que la
innovación no es precisamente sinónimo de novedoso, moderno o
tecnológico de última generación.

Innovación es un cambio que introduce aspectos nuevos sí, pero se


refiere a la modificación de elementos con el propósito o el fin último
de hacerlo mejores, innovar no es otra cosa que agregar valor, en todo
su sentido, aun revirtiendo algo a su estado anterior.

Algo que poco se sabe o advierte es que innovar estrictamente también


significa volver algo a su estado anterior, si bien esta definición se ha
dejado de usar por la avalancha de marketing que ha significado el
transformar equivocadamente el concepto de innovación como
sinónimo de nuevo.

Siendo estrictos podríamos decir que estamos innovando cuando


volvemos algo a su estado anterior, tal vez porque no funcionó, no dio
los resultados previstos o simplemente porque fue un cambio
momentáneo. Seguro encontramos muchos de estos ejemplos como el
famoso caso de una bebida gaseosa que cambió su fórmula sólo para
volver a la original poco después.

El pensamiento disruptivo y sus procesos de elaboración, no surgen sino


bajo entrenamiento, debemos aprender a pensar de nuevo, estamos
programados desde la educación formal para no imaginar, no innovar,
no salirse de la caja (salvo excepciones y modelos ensayados en
instituciones de por si disruptivas).
Es así que podemos concluir que el pensamiento disruptivo es una
innovación en la aplicación del conocimiento, que se traduce en
aprendizaje, por lo general, fuera de los ámbitos usuales de formación.

Podemos ver y constatar que las empresas u organizaciones que han


experimentado el sabor de la disrupción en el pensamiento de sus
empleados, ya sean jerárquicos u operativos, buscan y así lo
promueven, un mejor retorno económico, esto si bien es lógico y por
supuesto no es criticable desde una perspectiva económica de un
negocio que obviamente debe abogar por su supervivencia, si es un
modo simplista de ver el punto.

La disrupción aplicada al pensamiento y donde este pensamiento se


traduce en ideas y por consiguiente puede derivar en acciones,
proyectos, procesos, productos o servicios, conlleva una tasa muy alta
de error, de fracasos, de fallas y de experimentación. Si esta realidad no
es asumida como parte de los abordajes disruptivos en las
organizaciones, pueden sucederse situaciones de frustración, pero peor
aún, puede derivar en cuestionamientos de quienes llevan adelante
dichos procesos e innovación.

Cómo se entrena en pensamiento disruptivo, sin dudas es la pregusta de


quienes han advertido el valor de ello. No hay respuestas fáciles ni
verdades reveladas, existen modos muy sencillos que pueden llevar a un
individuo a ensayar ante situaciones que lo fuercen a enfrentarse a la
falta de lógica, de racional, que lo enfrenten a situaciones que lo
obliguen a salir del molde de formación y educación al cual está
acostumbrado.

Siempre me pareció interesante escuchar a Luke Williams cuando nos


dice que el principal asesino de la innovación es el “sentido común”. Ya
que el sentido común proviene precisamente de la formación
tradicional y de los estamentos societarios clásicos, por lo cual dicho
sentido común no es innato sino adquirido. Es claro que el sentido
común rige mucho de nuestras vidas y así debe ser, es un factor de
supervivencia primordial del hombre moderno. No obstante en materia
evolutiva de nuestro Ser como co-creadores de un mundo que aún no
imaginamos, éste se vuelve un inhibidor condicionante del accionar, nos
paraliza y se transforma en los muros de esa caja de la cual nos cuenta
salir para pensar.
Volviendo al entrenamiento, podemos comenzar con un ejercicio que
denomino “La merienda animal”, donde nos obligamos o sugerimos si
es que estamos moderando un grupo, que imaginen un animal que no
exista, luego pongámosle un color extremadamente ridículo, démosle
ropa de verano, y supongamos que este animal va a la escuela y
necesita una merienda. Deberemos imaginar cada elemento de esa
merienda y argumentar por qué comerá o beberá esos elementos, las
justificaciones deben ser lo más extensas posibles y aplicando
argumentos científicos desde la perspectiva de lo que sepamos, aún no
siendo científicos.

Con este tipo de ejercicios, saldremos de la caja. La recurrencia de esta


práctica logra implantar una manera de pensar que extiende nuestras
capacidades rompiendo en parte el sentido común. Existen personas,
grupos y hasta organizaciones que desde lo estrictamente profesional
hasta lo trivial, cuentan con una asombrosa capacidad para que el
pensamiento disruptivo sea su modo de vida.

Algo que no podemos presumir es que el pensamiento disruptivo es o


será sinónimo de éxito, ni en lo personal ni en lo profesional, pero si es
factible que sea un factor determinante en los resultados positivos y
hasta exitosos que obtengamos.

Cómo ya he dicho, la disrupción y el pensamiento disruptivo rompe


códigos, da por tierra paradigmas y esto no es sencillo. No resulta fácil
sustentar ideas fuera de la caja, pero no imposible. Podemos encontrar
mil maneras disruptivas de revolver una taza de café, pero eso no
quiere decir que resulten prácticas o posibles, es decir, no es
garantizada la viabilidad de la disrupción.

Sólo para distender el análisis, les invito a conocer la organización


“Improv Everywhere”, casi podríamos decir que no es más que un grupo
de personas disruptivas, que han llevado a otro nivel lo que una década
atrás se viralizó como “intervenciones urbanas”. Este grupo, entre
muchos experimentos, se propuso un día congelar la mítica Estación
Central de New York, el resultado habla de cómo el sentido común está
distante en nosotros para racionalizar este tipo de acciones colectivas
cuando no somos parte de ellas (https://youtu.be/jwMj3PJDxuo).
Ahora bien, el pensamiento disruptivo se relaciona con otro elemento
que conocemos bien y es la “zona de confort”, aquella donde nos
sentimos seguros, a salvo, donde dominamos el ambiente, es allí donde
vive, entre otros inhibidores, el sentido común. La puerta de esta zona
tiene una cerradura muy buena y la llave es diferente para cada uno de
nosotros, para algunas personas la llave se llama “valor”, para otros se
llama “necesidad” o “motivación”.

En lo personal prefiero ver esta cerradura como si fuera de


combinación, donde hay varios números, varios factores, que
combinados correctamente logran abrir esta puerta, por ejemplo la
combinación puede ser “valor”, “necesidad”, “confianza”, “autoestima”.

Fuera de esta zona está lo que algunos especialistas denominan “zona


de aprendizaje”, es allí donde vivimos la mayor parte del tiempo
mientras crecemos desde niños hasta adolescentes. Más allá de la zona
de aprendizaje se encuentra la “zona mágica”. Esta zona es la que cobija
el pensamiento disruptivo, mientras no lleguemos allí, no estaremos
preparados para aprehender este nuevo modo de concebir las cosas.
Obviamente el mayor logro es poder trazar caminos de ida y vuelta de
una a otra de estas zonas a lo largo de la vida y tener pleno control
sobre estos viajes.

Es bueno recordarnos que el pensamiento disruptivo es innato en


cuanto a la experiencia de vida en los niños, y es la educación actual en
su modelo la que poco a poco inhibe esta capacidad, donde también
nosotros los adultos en nuestros roles de padres o simples referentes en
los ambientes donde los niños se desenvuelven, contribuimos a esa
inhibición. Sobre este aspecto y sin pretender invitarlos a filosofar o
lecturas profundas, recomiendo escuchar a Ken Robinson
(https://goo.gl/HzPcJZ ; https://goo.gl/oDATpx).

En la segunda charla que les referencio de Ken Robinson, nos dice algo
que suena muy duro, y que me ha llevado innumerable veces a
reflexionar al respecto, nos dice que los títulos (titulaciones
universitarias) ya no importarán en el futuro.

Esto podrá ser un supuesto, una teoría o un planteo arriesgado sobre


bases que hoy estamos obteniendo de las investigaciones, sin embargo
es claramente la conclusión de un pensamiento disruptivo que
contradice el sentido común, la naturaleza más tradicional de la
formación tanto académica como la de ámbitos empresariales,
gerenciales y directrices.
Casi al cierre, se hace necesario abordar un último aspecto, el temor a al
pensamiento disruptivo, esto podemos traducirlo en manos de las
organizaciones como el temor a la innovación. Aquí me detengo un
momento en aquella frase que dice que uno debe estar cerca de los
amigos pero más cerca de sus enemigos; así es como algunas
organizaciones introducen la idea de innovación como parte de su
accionar, sus estrategia o de su planificación, incluso crean estructuras o
roles asociados a la idea.

Y aquí sucede la perniciosa magia, estas organizaciones temen


exponerse a la disrupción porque sabemos que implica riesgos, costos y
hasta el peligro latente de advertirnos que hemos estado equivocados
en productos, servicios, estilo de dirección, procesos o procedimientos.
Es entonces cuando las organizaciones montan escenarios quiméricos
donde la innovación pareciera fomentarse pero siempre bajo un control
que la restringe al momento de concretarse, al momento de traducirse
en acción o convertirse en implementación. La innovación se desvanece,
se esfuma, pero siempre está fomentada y se generan espacios, grupos
de trabajo, actividades inspiradoras, motivación y hasta declarativas
llevadas al papel, pero a la hora de la concreción, estas organizaciones
siguen pasos firmes en lo tradicional.

Claro está, este modo de actuar conlleva poco tiempo de vida y a la


larga se acrecentan las frustraciones, los enojos en el personal y por
supuesto, la propia organización al no innovar, al no permitirse ser
disruptiva.

El pensamiento disruptivo no es la panacea, es un modo de abordar


situaciones o motivar las mismas, fuera de los usuales moldes del
comportamiento humano. Somos sujetos biológicamente predispuestos
a seguir el sujeto Alfa, pre dispuestos a seguir órdenes o a dejar que
otros asuman riesgos o la toma de decisiones. Nos sumamos a las
mayorías en una actitud simplista de convivir y actuar.

Pensar disruptivamente es un procesos de re educación para volver a


ser el ser humano libre que todos supimos ser de niños. Volvamos a ser
disruptivos.

Mauro D. Ríos
https://www.linkedin.com/in/maurodrios/

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