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SYSTEMS OF PSYCHOTHERAPY

James O. Prochaska & John C. Norcross

CAPÍTULO I:
DEFINIENDO Y COMPARANDO LAS
PSICOTERAPIAS:
UN MARCO INTEGRATIVO

El campo de la psicoterapia ha sido fragmentado por conmociones sucesivas y ha


quedado vacilante frente a la enorme cantidad de opciones que ofrece. Hemos
sido testigos de la hiperinflación de terapias con nuevos nombres durante las
tres décadas pasadas. En 1959, Harper identificó 36 sistemas distintos de
psicoterapia; en 1976, Parloff descubrió más de 130 terapias en el mercado
terapéutico o, quizás más apropiadamente, la “jungla terapéutica”. En 1979, la
revista TIME reportaba más de 200 terapias. Estimaciones recientes colocan el
número por encima de los 400 y creciendo. La proliferación de las terapias ha
estado acompañada por una avalancha de posturas rivales: cada sistema se
propone como diferencialmente efectivo y como el único aplicable. Quienes
desarrollan nuevos sistemas usualmente reclaman de un 80 % a un 100 % de
éxito, a pesar de la ausencia de resultados de investigación controlada. Una
diversidad saludable se ha deteriorado para convertirse en un caos poco
saludable. Estudiantes, practicantes, y pacientes son confrontados con la
confusión, la fragmentación y el descontento. Con tanta cantidad de sistemas
terapéuticos asegurando su éxito, ¿qué teorías deberían ser estudiadas,
enseñadas, o consumidas?

El libro de algún creador de un sistema particular de terapia puede ser bastante


persuasivo. Incluso podemos encontrarnos a nosotros mismos utilizando las
nuevas ideas y métodos en la práctica mientras leemos el libro. Pero cuando nos
convertimos en abogados de un enfoque radicalmente diferente, la confusión
retorna. Oír a los diferentes representantes comparar psicoterapias hace poco
por nuestra confusión, excepto confirmar la regla de que aquellos que no
acuerdan sobre asunciones básicas, a menudo están reducidos a insultarse.
Nosotros creemos que la fragmentación y confusión en psicoterapia pueden
disminuir bastante por medio de un análisis comparativo de los sistemas de
psicoterapia que resalte las similitudes a través de los sistemas, sin ocultar las
diferencias esenciales.

Un análisis comparativo requiere un entendimiento adecuado de cada uno de los


sistemas individuales de terapia que se va a comparar. Al discutir cada sistema,
presentaremos primero un ejemplo clínico breve e introduciremos a la persona
que ha desarrollado el sistema. Luego trazaremos la teoría de personalidad
del sistema, y veremos cómo llega a su teoría de la psicopatología,
culminando en sus procesos terapéuticos, contenido terapéutico, y

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relación terapéutica. Siguiendo un resumen de la investigación controlada


sobre la efectividad de cada sistema, revisaremos las críticas centrales que las
diversas perspectivas hacen sobre ese sistema de psicoterapia. Cada capítulo
concluye con un análisis del mismo paciente (la Sra. C.), y una revisión de las
direcciones futuras de ese enfoque particular. Esquemáticamente, nuestro
examen y análisis comparativo de cada sistema de psicoterapia, siguen el
formato siguiente:

➢ Un ejemplo clínico
➢ Un bosquejo del fundador del sistema
➢ La teoría de la personalidad
➢ La teoría de la psicopatología
➢ La teoría de los procesos terapéuticos
➢ El contenido terapéutico
➢ La relación terapéutica
➢ Las prácticas de la terapia
➢ Efectividad de la terapia
➢ Críticas a la terapia
➢ Análisis de la Sra. C.
➢ Direcciones futuras

Al comparar sistemas, utilizaremos un modelo integrativo, para demostrar


similitudes y diferencias. Fue elegido un modelo integrativo, en parte por su
espíritu de acercamiento mutuo, buscando qué es útil y valioso en cada sistema
de terapia, en vez de buscar principalmente los puntos por los que es más
fácilmente criticable. Además, la integración representa la orientación principal
de la psicoterapia contemporánea: la investigación demuestra consistentemente
que la integración-eclecticismo, es la orientación más popular de los
profesionales de la salud mental (Jensen, Bergin, y Greavis, 1990; Norcross y
Newman, 1992).

Lo que falta en la mayoría de las tentativas integrativas, es un modelo


comprensivo, adecuado, que provea un esquema intelectual para pensar y
trabajar a través de sistemas. Más adelante en este capítulo presentaremos un
modelo integrativo que es suficientemente complejo para hacer justicia a las
complejidades de la psicoterapia, aunque lo suficientemente simple como para
reducir la confusión existente en este campo. Más que tener que trabajar con
400 teorías, el modelo asume que hay diez procesos básicos de cambio que
subyacen a los sistemas contemporáneos de psicoterapia. El modelo, además,
demuestra cómo el contenido de la terapia puede ser reducido a cuatro niveles
diferentes de funcionamiento personal.

Los sistemas de psicoterapia se comparan sobre los procesos particulares, o


combinación de procesos, utilizados para producir cambios, y sobre el nivel de

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funcionamiento personal a ser cambiado. Los sistemas, además, son comparados


en relación a cómo conceptualizan los problemas más comunes que ocurren a
cada nivel de funcionamiento personal, tales como autoestima, falta de
intimidad, y descontrol de impulsos. Dado el hecho de que los clínicos están
principalmente preocupados por problemas reales de gente real, no limitaremos
nuestro análisis comparativo meramente a conceptos y datos. Nuestro análisis,
además, incluye una comparación de cómo cada sistema principal de
psicoterapia conceptualiza y trata al mismo cliente complejo.

Hemos limitado nuestro análisis comparativo a los 15 principales sistemas de


terapia. Se ha omitido a sistemas que parecen estar muriendo una muerte
natural, y mejor que los dejemos en paz; a sistemas que están tan pobremente
desarrollados que no tienen teorías identificables de personalidad y de
psicopatología; y a sistemas que son principalmente variaciones de temas ya
considerados en este libro. El criterio final de exclusión es empírico: ningún
sistema fue excluido si al menos el 1% de los profesionales de la salud mental
de Norte-América lo utiliza como su orientación teórica principal. La tabla 1.1
resume la auto-identificación teórica de más de 1000 psicólogos, psiquiatras,
asesores y trabajadores sociales de varios estudios representativos, incluyendo
dos realizados por nosotros.

Tabla 1.1 Orientaciones teóricas principales de los Psicoterapeutas Americanos

Orientación Psicólogo Psicólogo Psiquiatra Trabajadore Consejero


s clínicos s s s Sociales s
consejero
s
Adleriana 1% 2% 1% 1% 2%
Conductual 13 % 8% 1% 4% 6%
Cognitiva 24 % 11 % 1% 4% 10 %
Ecléctica- 27 % 40 % 53 % 34 % 37 %
Integrativa
Existencial- 3% 6% 1% 3% 13 %
Humanística
Gestáltica 1% 2% 1% 1% 2%
Interpersonal 5% 2% 3% 1% 1%
Psicoanalítica- 18 % 12 % 35 % 33 % 11 %
Psicodinámica
Rogeriana- 1% 8% 0% 2% 8%
Centrada en
el cliente
Sistémica 4% 5% 1% 13 % 7%
Otras 3% 4% 3% 4% 3%

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Fuentes: Norcross, Karg, & Prochaska (1997 a); Norcross, Strausser, & Missar
(1998); Watkins, Lopez, Campbell, & Himmell (1986).

DEFINIENDO LA PSICOTERAPIA

Un movimiento de apertura apropiado en un texto de psicoterapia debería ser


definir a la psicoterapia, el tema en sí. Sin embargo, ninguna definición de
psicoterapia ha ganado aceptación universal. Dependiendo de la orientación
teórica de uno, la psicoterapia puede ser conceptualizada como persuasión
interpersonal, educación psicosocial, auto-cambio profesionalmente guiado,
tecnología conductual, una forma de re-parentalidad, una amistad comprada,
una variante contemporánea del shamanismo, cuidado de la salud, y muchas
otras. Como Perry London (1986) dijo, es más fácil practicar la psicoterapia que
explicarla o definirla.

Desde nuestra perspectiva integrativa, una definición aceptable de psicoterapia


posee varios rasgos distintivos necesarios (Norcross, 1987 b). Primero, la
definición debería operacionalizar el fenómeno clínico en una manera
relativamente concreta. Segundo, debería ser teórica y, de ser posible,
semánticamente neutral. Tercero, debería ser eventualmente consensuada,
sujeta al acuerdo y verificación por psicoterapeutas de diversas perspectivas. Y
cuarto, nuestra definición genérica debería ser, a falta de una palabra mejor,
respetuosamente igualitaria. Esto es, debería tratar a las teorías equitativamente,
sin sacrificar la integridad de ningún enfoque particular.

La elaboración de nuestra definición es la siguiente (Norcross, 1990, p. 218):

La psicoterapia es la aplicación informada e intencional de métodos


clínicos y posturas interpersonales derivadas de principios psicológicos
establecidos, con el propósito de ayudar a las personas a modificar sus
conductas, cogniciones, emociones, y/u otras características personales,
en direcciones que los participantes consideren deseable.

Esta definición es evidentemente amplia, pero, sin embargo, es razonablemente


equilibrada y relativamente neutral en términos de teoría, método y formato. No
hemos especificado, por ejemplo, el número ni composición de los participantes,
porque diferentes orientaciones teóricas y clientes necesitan diferentes formatos.
De un modo similar, el entrenamiento preciso y las calificaciones de los
psicoterapeutas no han sido delineados. Nosotros reconocemos los múltiples
procesos de cambio y la naturaleza multidimensional del cambio; aquí no
intentaremos delimitar los métodos o contenidos del cambio terapéutico. El
requerimiento de que los métodos sean “derivados de principios psicológicos

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establecidos” es suficientemente amplio como para permitir validación clínica y/o


de investigación.

La definición, además, incluye explícitamente posturas interpersonales y métodos


clínicos. En algunos sistemas de terapia, los mecanismos activos de cambio han
sido construidos como una técnica; en otros sistemas, la relación terapéutica ha
sido considerada el foco y fuente principales de cambio. Aquí, las posturas
personales y las experiencias del terapeuta son colocadas en un plano de
igualdad, junto con los métodos e intervenciones. Finalmente, creemos
firmemente que cualquier actividad definida como psicoterapia debería ser
conducida solo con el “propósito de ayudar a las personas” en la consecución de
objetivos mutuamente acordados. De otra manera (aunque se le pueda rotular
de psicoterapia) esto se convierte en coerción o castigo.

EL ROL DE LA TEORÍA

El término teoría tiene múltiples significados. En su uso popular, teoría es


contrastada con práctica, empirismo, o certeza. En círculos científicos, teoría es
generalmente definido como un set de declaraciones utilizadas para explicar los
datos en un área particular (Marx & Goodson, 1976). En psicoterapia, una teoría
(o sistema) es una perspectiva consistente sobre la conducta humana, la
psicopatología y los mecanismos de cambio terapéutico (Norcross, 1985 b). Éstas
parecen ser las cualidades necesarias, pero quizás no suficientes, de una teoría
psicoterapéutica. Las explicaciones de la personalidad y del desarrollo humano
son frecuentemente incluidas, pero, como veremos en los modelos conductuales
e integrativos, no son características de todas las teorías.

Cuando los colegas advierten que estamos revisando un texto sobre teorías
psicoterapéuticas, ocasionalmente cuestionan la utilidad de las teorías.
Preguntan ¿por qué no simplemente producen un texto sobre la práctica actual,
o los hechos acumulados en psicoterapia?

Nuestra respuesta toma muchas formas, dependiendo de nuestro humor, pero


es algo así: un modo fructífero de aprender acerca de la psicoterapia es
aprender lo que las mejores mentes han dicho sobre ella, y comparar lo que han
dicho. Además, la “verdad absoluta” probablemente nunca se alcanzará en
psicoterapia, a pesar de los avances impresionantes en nuestro conocimiento, y
a pesar del cuerpo creciente de investigación. En cambio, la teoría siempre
estará con nosotros para proveernos aproximaciones tentativas a “la verdad”.

Sin una teoría guía o un sistema de psicoterapia, los clínicos serían criaturas
vulnerables y sin dirección, bombardeadas con literalmente cientos de
impresiones y piezas de información en una sola sesión. ¿Qué es más importante

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preguntar en la primera sesión: colores preferidos, memorias tempranas,


relaciones con los padres, significados de la vida, emociones perturbadoras,
reforzadores ambientales, procesos de pensamiento, conflictos sexuales, ¿o
alguna otra cosa? En cualquier momento dado, deberíamos enfatizar, confrontar,
enseñar, modelar, apoyar, cuestionar, reestructurar, interpretar, ¿o permanecer
en silencio en la sesión de terapia? Una teoría de psicoterapia describe el
fenómeno clínico, delimita el monto de información relevante, organiza esa
información, e integra todo en un cuerpo coherente de conocimiento que priorice
nuestras conceptualizaciones y dirija nuestro tratamiento.

El modelo de humanidad que posea la orientación teórica de un sistema de


psicoterapia no es meramente una cuestión filosófica. Afecta qué capacidades
humanas van a ser estudiadas y cultivadas, y cuáles van a ser ignoradas y
menos desarrolladas. Las intervenciones terapéuticas inevitablemente se derivan
de las concepciones subyacentes del clínico sobre la patología, salud, realidad y
procesos terapéuticos (Kazdin, 1984). Los sistemas de terapia dan cuerpo a
diferentes visiones de la vida, lo cual implica diferentes posibilidades de
existencia humana (Mecer & Winokur, 1980).

A este respecto, nosotros queremos discutir la concepción equivocada de que


cualquier psicoterapeuta que posea una orientación teórica identificable es
dogmático y anticuado. Esta concepción sugiere que los psicoterapeutas
alineados con una teoría particular son incapaces de adaptar sus prácticas a las
demandas de la situación y del paciente. La confusión sobre este tema tiene que
ver con el proceso de seleccionar e identificar una orientación teórica. Una
decisión voluntaria de rotularse a uno mismo como adherente a una teoría
específica no constituye un compromiso de por vida, ni una adhesión estricta o
reverencia (Norcross, 1985 b). Los buenos clínicos son flexibles, y las buenas
teorías son ampliamente aplicables. Así, vemos teorías siendo adaptadas para su
uso en una variedad de contextos, y a los clínicos tomando prestados elementos
de teorías divergentes. Como Goldfried (1980) ha documentado, la preferencia
por una orientación no proscribe el uso de estrategias o intervenciones de otra.
Dicho de otro modo, el problema principal no es con los terapeutas estrechos y
limitados, sino con los terapeutas que imponen sus limitaciones a expensas de
sus pacientes (Stricker, 1988).

FACTORES TERAPÉUTICOS COMUNES

A pesar de las diferencias teóricas, hay un núcleo central y reconocible de la


psicoterapia. Este núcleo distingue a ésta de otras actividades, tales como
trabajar en un banco, en una granja o hacer terapia física, y aglutina variaciones
de la psicoterapia. Este núcleo está compuesto por factores comunes o
variables no específicas, comunes a todas las formas de psicoterapia y no

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específicas de una terapia en particular. Estos elementos comunes no son


especificados por las teorías como siendo de importancia central, pero la
investigación sugiere exactamente lo opuesto (Lambert, 1992).

Los profesionales de la salud mental han observado durante mucho tiempo que,
formas diferentes de psicoterapia comparten elementos comunes o cuestiones
centrales (Arkowitz, 1992ª; Goldfried & Newman, 1986; Thompson, 1987). Ya en
1936, Rosenzweig, notando que todas las formas de psicoterapia tenían curas
para reportar, invocó el veredicto del famoso Pájaro Dodo, de Alicia en el país de
las maravillas, “Todos han ganado, y todos deben tener un premio”, para
caracterizar los resultados en psicoterapia. Él propuso entonces, como una
explicación posible para resultados altamente equivalentes, un número de
factores terapéuticos comunes, incluyendo interpretaciones psicológicas, catarsis,
y la personalidad del terapeuta. En 1940, Watson reportó los resultados de un
encuentro realizado para determinar áreas de acuerdo entre sistemas de
psicoterapia (Sollod, 1981). Los participantes, incluyendo figuras tan diversas
como Rosenzweig, Adler, y Rogers, acordaron que el apoyo, la interpretación, el
insight, el cambio conductual, y una buena relación terapéutica, así como
también ciertas características del terapeuta, eran elementos comunes a los
enfoques de psicoterapia exitosos (Watson, 1940).

De hecho, la multitud de diferentes sistemas de psicoterapia, pueden todos


reclamar legítimamente algún éxito, por lo que quizás no sean tan diferentes
como parecen a simple vista. Probablemente compartan ciertas cuestiones
nucleares que sean las “curativas” (aquellas responsables por el éxito
terapéutico).

Pero, como uno podría esperar, los factores comunes que han sido planteados
son numerosos y variados tanto en composición como en caracterización
(Karasu, 1986; Patterson, 1989). Diferentes autores focalizan sobre diferentes
dominios o niveles del tratamiento psicosocial; como resultado, han surgido
diversas conceptualizaciones de estas cuestiones comunes.

Nuestra consideración de los factores comunes estará guiada por los resultados
de un estudio (Grencavage & Norcross, 1990) que revisó 50 publicaciones para
discernir convergencias entre factores terapéuticos comunes propuestos. En
total, se propuso un número de 89 elementos comunes. El análisis reveló que
los elementos comunes más consensuales eran las expectativas positivas de
los clientes y una relación terapéutica facilitadora, cada uno de los cuales
serán discutidos luego.

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Expectativas positivas.

Las expectativas son una de las variables no específicas más ampliamente


debatidas y fuertemente investigadas. Torrey (1972) describió este factor común
como el “edificio complejo” (la fe del paciente en la institución en sí, la puerta al
final de la peregrinación, la confianza en el terapeuta y en el tratamiento).
Nuestra investigación computarizada acerca de la literatura sobre el tema arrojó
al menos 150 estudios que han sido conducidos para determinar el monto de
resultado terapéutico que depende de las expectativas particulares que los
pacientes tienen hacia la terapia. La hipótesis de la mayoría de estos estudios es
que el tratamiento se fortalece en la medida en que los clientes esperan que el
tratamiento será efectivo. Algunos críticos sostienen que la psicoterapia no es
nada más que un proceso en el que nosotros inducimos en nuestros clientes la
expectativa de que nuestro tratamiento los curará, y que cualquier mejoría
resultante es función de las expectativas del cliente de mejorar. ¡Seguramente
muchos terapeutas desearían, en días difíciles, que el proceso fuese tan simple!

La evidencia disponible sugiere que la solución no es tan simple. Los estudios


están divididos en aquellos que sostienen que las expectativas inducen en los
clientes una mejoría emocional, y en los que sostienen que las expectativas
determinan el resultado por sí solas (DuPont, 1975; Garfield, 1986; Wilkins,
1971, 1977, 1979). De los estudios que reportan los efectos de las expectativas,
virtualmente todos demuestran que las expectativas positivas y elevadas añaden
efectividad, aún a tratamientos como la desensibilización sistemática. Más de la
mitad de los resultados terapéuticos exitosos pueden ser atribuidos al hecho de
que tanto el “curador” como el paciente creen fuertemente en la efectividad del
tratamiento (Roberts, Kewman, Mercier, & Hovell, 1993).

Pero la psicoterapia no puede, desde ningún punto de vista, ser reducida


solamente a los efectos de las expectativas. Un análisis sofisticado de múltiples
resultados de estudios encontró que la psicoterapia era más efectiva que
condiciones de factores no específicos bien diseñadas, que por su parte eran
más efectivas que el no tratamiento (Barker, Funk, & Houston, 1988). El ranking
para el éxito terapéutico es: psicoterapia, placebo, y control (no hacer nada o
esperar). De hecho, la psicoterapia es cerca del doble de efectiva que los
tratamientos “no específicos” o “placebo”, que buscan inducir expectativas
positivas en los clientes (Grissom, 1996).

Sobre la base de las investigaciones, entonces, asumiremos que las expectativas


son un ingrediente activo en todos los sistemas de terapia. De cualquier modo,
más que ser el proceso central de cambio, las expectativas positivas son
conceptualizadas como una precondición crítica para que la terapia continúe. La
mayoría de los clientes no participaría de un proceso que les cuesta tiempo,
dinero y energía, si no esperaran que el proceso los ayude. En orden de que los

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clientes cooperen para ser desensibilizados, hipnotizados, o analizados, parece


razonable que la mayoría de ellos necesite esperar, al menos, alguna retribución
por su inversión. También es nuestra asunción de trabajo que los terapeutas
conscientemente se esfuerzan por cultivar esperanza y fortalecer expectativas
positivas.

La investigación en psicoterapia no necesita demostrar que los tratamientos


operan libres de tales factores no específicos o comunes. El tema es demostrar
que las técnicas de tratamiento específicas tenidas en cuenta para asumir la
carga del cambio de los clientes, van más allá de los resultados que pueden ser
obtenidos solamente por credibilidad (Kazdin, 1979). La investigación necesitará
definir operacionalmente el término general expectativas: En algunos planteos,
designa las expectativas de un cliente en relación con resultados positivos
obtenidos con un terapeuta particular; en otros planteos, se refiere a las
expectativas de los clientes acerca de los procedimientos de la psicoterapia, la
duración del tratamiento, el rol del terapeuta, y cuestiones relacionadas
(Garfield, 1986; Tinsley, Bowman, & Ray, 1988).

Relación terapéutica.

La psicoterapia es, en el fondo, una relación interpersonal. El área de mayor


convergencia entre psicoterapeutas en sus nominaciones sobre factores comunes
(Grencavage & Norcross, 1990) y en sus recomendaciones para tratamientos
(Norcross, Saltzman, & Guinta, 1990), es el desarrollo de una fuerte alianza
terapéutica.

La relación terapéutica ha emergido consistentemente como uno de los


determinantes principales del éxito terapéutico. A través de varios tipos de
psicoterapias, al menos el 10 % del resultado psicoterapéutico (por qué los
pacientes mejoran en psicoterapia), es debido a la relación terapéutica (Horvath
& Luborsky, 1993). Para resumir las conclusiones de una revisión exhaustiva de
la literatura sobre resultados en psicoterapia (Bergin & Lambert, 1978): La
mayor variación en los resultados terapéuticos tiene que ver con factores
preexistentes del cliente, tales como las expectativas de cambio y la
severidad del desorden. La relación terapéutica esta relacionada con la
segunda mayor porción de cambio, y las variables técnicas vienen en un distante
tercer lugar.

Sin embargo, el tipo deseable y la importancia relativa de la relación terapéutica,


son áreas de controversia teórica. En un extremo del continuo, algunos sistemas
de psicoterapia, como las terapias conductistas radicales, ven la relación

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terapéutica entre cliente1 y terapeuta como teniendo poca importancia; los


procesos y contenido que deben ocurrir en terapia podrían ocurrir igual de bien
solamente con una computadora programada, sin la presencia del terapeuta.
Para estos sistemas, un terapeuta se incluye solo por razones prácticas, porque
nuestra tecnología para programar procesos terapéuticos y contenidos no está
totalmente desarrollada como para permitir al terapeuta estar ausente.

Hacia el medio del continuo, algunas escuelas de terapia, como las terapias
cognitivas, ven la relación entre el clínico y el cliente como una de las
precondiciones necesarias para que la terapia proceda. Desde este punto de
vista, el cliente debe confiar y colaborar con el terapeuta antes de ser capaz de
participar en el proceso de cambio.

En el otro extremo del continuo, la Terapia Centrada en el Cliente, de Rogers, ve


la relación terapéutica como el proceso esencial que produce cambio. Como Carl
Rogers (1957) ha sido bastante articulado en sus descripciones sobre lo que él
cree que son las condiciones necesarias para una relación terapéutica,
brevemente delinearemos sus criterios, para que podamos utilizarlos para
comparar sistemas sobre la naturaleza de la relación terapéutica.

1. De las dos personas en la relación, el terapeuta debe ser más congruente


o emocionalmente más saludable que el cliente
2. El terapeuta debe relacionarse de un modo genuino
3. El terapeuta debe relacionarse con una consideración positiva incondicional
4. El terapeuta debe relacionarse con una empatía adecuada

Estas (y solo éstas) condiciones son necesarias y suficientes para obtener


resultados positivos, según Rogers.

Y luego están aquellos sistemas de psicoterapia, tales como el psicoanálisis, que


ven la relación entre el terapeuta y el paciente, principalmente, como la fuente
del contenido a ser examinado en la terapia. En esta visión, la relación es
importante porque trae el contenido de la terapia (la conducta interpersonal del
paciente) al consultorio mismo. Así, el contenido a cambiar puede ser realizado
durante la sesión de terapia, más que necesitar que la persona focalice en
contenidos que ocurren fuera del consultorio.

En vista de los diversos énfasis sobre el rol de la relación terapéutica en la


conducción de la psicoterapia, será necesario determinar para cada sistema de
terapia si la relación es concebida como (1) una precondición para el cambio, (2)
un proceso de cambio, y/o (3) un contenido a ser cambiado. Más aún, en cada

1
Emplearemos los términos cliente y paciente indistintamente a través del texto porque ninguno describe
satisfactoriamente la relación terapéutica y porque queremos mantenernos teóricamente neutrales en este difícil
punto. (Nota de los A.).
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capítulo que sigue, vamos a considerar la contribución relativa de la relación


terapéutica al éxito eventual, así como también las conductas de los terapeutas
diseñadas para facilitar tal relación.

Efecto hawthorne

Los psicólogos han conocido por años que muchas personas pueden mejorar en
conductas, tales como el rendimiento laboral, solamente como resultado de que
se les preste una atención especial. En los clásicos estudios de Hawthorne
(Roethilsberger & Dickson, 1939) sobre los efectos de una mejor iluminación
sobre la productividad en una fábrica, se descubrió que los participantes
incrementaban su rendimiento como resultado solamente de participar en el
estudio y que se les prestara atención especial. Usualmente se asume que tal
incremento se debe a un aumento en la moral y la estima que la gente
experimenta al haber otras personas prestándoles atención.

Un elemento común a todos los tratamientos psicosociales es que el terapeuta le


presta una atención especial al cliente. Consecuentemente, se ha asumido que la
atención es uno de los factores no específicos o comunes que impactan los
resultados de la terapia. Cualquiera que ha estado en terapia puede apreciar la
gratificación que resulta del tener un profesional competente dando atención
exclusiva por una hora. Esta atención especial puede, de hecho, afectar el curso
de la terapia (incluyendo aquellos casos ocasionales en que los pacientes no
mejoran porque no quieren perder tal atención especial).

Los investigadores han encontrado frecuentemente que la atención, de hecho,


conduce a mejoras, sin importar si la atención es seguida por algún otro proceso
terapéutico. Paul (1967), por ejemplo, encontró que el 50% de los fóbicos a
hablar en público, mostraron mejorías marcadas en sus síntomas siguiendo un
tratamiento con un placebo atencional dirigido a controlar variables no
específicas tales como la atención. Igualmente llamativo fue su hallazgo de que
un grupo recibiendo similar atención más terapia orientada al insight, no mostró
mejorías mayores que el grupo que recibió atención placebo solamente, mientras
que un grupo que recibió atención más desensibilización mostró mucho mayores
mejoras. Aunque hubo problemas con la imparcialidad de Paul al evaluar la
terapia orientada al insight, su estudio sugiere que la atención puede ser un
poderoso factor común en la terapia.

Para ser capaces de concluir que cualquier terapia particular es más que un
placebo atencional, es necesario que la investigación incluya controles para los
efectos de la atención. No es suficiente demostrar que una terapia particular es
mejor que el no tratamiento, porque la mejora de esa terapia particular puede
deberse enteramente a la atención brindada al paciente.

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Varios diseños de investigación están disponibles para medir o controlar los


efectos de la atención en psicoterapia. El diseño más popular es usar la atención
placebo en grupos, como en el estudio de Paul, donde a los sujetos control se les
dio tanta atención como a los clientes en terapia, pero no participaban en
procesos diseñados para producir cambio. Finalmente, en tales estudios
comparativos, si ambas terapias llevan a mejorías importantes, pero ninguna
terapia es mejor que la otra, no podemos concluir que las terapias son algo más
que efectos Hawthorne, aunque se haya incluido en el estudio un control de
atención placebo. Para que sea considerado adecuado el control realizado en las
evaluaciones sobre la eficacia de las psicoterapias, los estudios deben incluir
controles para el efecto Hawthorne y factores relacionados.

OTROS ELEMENTOS COMUNES.

En su clásico Persuasión and Healing2, Jerome Frank (1961; Frank & Frank,
1991) plantea que todos los métodos psicoterapéuticos son elaboraciones y
variaciones de procedimientos antiguos de cura psicológica. Los rasgos
distintivos que diferencian a una psicoterapia de otra, sin embargo, son aquellos
que reciben un énfasis especial en esta sociedad Americana pluralista y
competitiva. Por el hecho de que el prestigio y la seguridad financiera de los
psicoterapeutas dependen de que sean capaces de demostrar que sus enfoques
particulares son más exitosos que los de sus rivales, poca gloria se les ha dado
tradicionalmente a la identificación de los factores comunes o compartidos.

Frank arguye que el cambio terapéutico es predominantemente una función de


factores comunes a todos los enfoques terapéuticos. Estos factores incluyen una
relación confidente y emocionalmente cargada; un setting saludable; un
esquema racional o conceptual; y un ritual terapéutico. Otros elementos
comunes consensuados incluyen un terapeuta cálido, inspirador y socialmente
reconocido; oportunidad para la catarsis; adquisición y práctica de nuevas
conductas; exploración del “mundo interno” del paciente; sugestión; y
aprendizaje interpersonal (Grencavage & Norcross, 1990). Muchos observadores
ahora concluyen que cuestiones compartidas por todas las terapias son
responsables por un monto apreciable de mejoría observable en los clientes.

Estos elementos terapéuticos comunes son tan poderosos para algunos clínicos
que se han propuesto, explícitamente, terapias de “factores comunes”. Garfield
(1980, 1992), para tomar un ejemplo prominente, encuentra los mecanismos de
cambio en virtualmente todos los enfoques; y éstos tienen que ver con la
relación terapéutica, el alivio emocional, la explicación e interpretación, el
refuerzo, la desensibilización, la confrontación del problema, y el entrenamiento
2
Traducido al castellano como “Salud y Persuasión” (Nota del T.)
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en habilidades. Otros clínicos de factores comunes estructuran los determinantes


más poderosos de un modo ligeramente diferente, pero todos están
impresionados con los elementos comunes de la psicoterapia (Arkowitz, 1992ª,
1992b; Beitman, 1986, 1992; Orlinsky & Howard, 1987; Palmer, 1980).

FACTORES ESPECÍFICOS.

Al mismo tiempo, los teóricos de los factores comunes reconocen el valor de los
factores únicos (o específicos) en diferentes psicoterapias. La investigación en
psicoterapia ha demostrado efectividad diferencial de unas pocas terapias con
trastornos específicos, tales como terapia de conducta para síntomas específicos,
terapia cognitiva para la depresión, y terapia sistémica para conflictos maritales
(Lambert & Bergin, 1992).

Ahora veremos los procesos de cambio (las contribuciones únicas o


relativamente específicas de un sistema de terapia).

PROCESOS DE CAMBIO

1-Consciousness-raising – Aumento de conciencia


2-Social Liberation
3-Emotional arousal- Catarsis
4-Self-reevaluation
5-Commitment – Elección
6-Countering – contracondicionamiento (actúa ajustando las respuestas del
individuo)
7-Enviroment Control (actúa regulando los estímulos- control de estímulos) –
Estímulos Condicionados
8-Rewards – Control de Contingencias
9-Helping Relationships

Hay, como dijimos en la introducción a este capítulo, una ciénaga en expansión


de teorías psicoterapéuticas, y una proliferación similarmente inacabable de
técnicas específicas. Consideremos el caso relativamente simple de dejar de
fumar: en uno de nuestros primeros estudios, identificamos más de 50
tratamientos formales empleados por profesionales de la salud, y 130 técnicas
diferentes utilizadas por personas que cambiaron por su cuenta para dejar de
fumar exitosamente. ¿Es que no hay un esquema de trabajo menor e inteligible
con el que examinar y comparar las psicoterapias?

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El modelo transteórico (a través de teorías) reduce el número de técnicas


terapéuticas a diez procesos básicos de cambio. Probablemente nunca
alcancemos un terreno común en cuestiones teóricas o filosóficas y, una
búsqueda de elementos comunes a través de los enfoques en el dominio de
técnicas específicas, probablemente no revele mucho más que puntos menores
de similitud. Por contraste, los procesos de cambio representan un nivel medio
de abstracción entre teorías globales (tales como el psicoanálisis, conductismo y
sistémica), y técnicas específicas (tales como el análisis de los sueños, o la
relajación muscular progresiva), en donde encontramos los principales puntos de
convergencia y de disputa entre sistemas de psicoterapia. La tabla 1.2 (adaptada
de Goldfried & Safran, 1986), ilustra este nivel intermedio de abstracción
representado por los procesos de cambio.

Tabla 1.2: Niveles de abstracción

Nivel Abstracción Ejemplos


Alto Esquemas teóricos Psicodinámica, Gestalt,
Conductual
Medio Procesos de Aumento de conciencia,
cambio auto-liberación, contra-
condicionamiento
Bajo Técnicas clínicas Interpretación, técnica de
las dos sillas, auto-
monitoreo

Fuente: Adaptado de Goldfried & Sefran (1986).

Los procesos de cambio son las actividades abiertas y encubiertas que la gente
realiza para alterar tanto afectos como pensamientos, conductas, o relaciones,
en lo relativo a un problema particular o un patrón de vida más general. Los
procesos de cambio son utilizados dentro de la psicoterapia, sin psicoterapia, y
entre sesiones de terapia. Estos procesos fueron derivados teóricamente de un
análisis comparativo de los principales sistemas de psicoterapia (Prochaska,
1979).

AUMENTO DE CONCIENCIA (consciousness-raising)

Tradicionalmente, el incremento en la conciencia de un individuo, ha sido uno de


los principales procesos de cambio en psicoterapia. Aunque los programas de
aumento de conciencia suenan tan contemporáneos, terapeutas de una variedad
de posturas han estado trabajando por décadas para incrementar la conciencia
de sus clientes. Comenzando con el objetivo básico de Freud “hacer consciente
lo inconsciente” todas las llamadas “psicoterapias verbales” comienzan
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trabajando para elevar el nivel de concientización del individuo. Es adecuado que


las terapias verbales trabajen con el aumento de conciencia, ya que la conciencia
frecuentemente ha sido asumida como una característica humana que emerge
con la evolución del lenguaje.

Aunque aún queda mucho por descubrir acerca de la expansión de la conciencia,


algunos aspectos de la concientización son directamente relevantes a los
sistemas de psicoterapia. Con el lenguaje y la conciencia no respondemos de un
modo reflejo a la energía en un estímulo. Así, por ejemplo, la energía mecánica
de una mano golpeando nuestra espalda no hace que reaccionemos con
movimiento. En vez de eso, respondemos a la información contenida en el
estímulo, ya sea que la mano que nos toca es la de un amigo palmeándonos la
espalda, un ladrón que nos agarra por la espalda o, nuestra pareja pegándonos.
En orden de responder con efectividad, debemos procesar la información
adecuada para que nos guíe en dar una respuesta apropiada al estímulo. Las
terapias que incluyen el aumento de la conciencia asumen que lo que se
incrementa es la información disponible para el individuo, para que de esta
forma pueda realizar las respuestas más efectivas frente al estímulo.

Para cada uno de los procesos de cambio, el foco del psicoterapeuta puede estar
en producir cambio al nivel de la experiencia individual o al nivel del contexto del
individuo. Cuando la información dada a los clientes está contenida en la
estimulación generada por las propias acciones y experiencias del individuo,
llamamos a esto feedback. Un ejemplo del proceso de feedback ocurrió en el
caso de una mujer de mediana edad que no era conciente de lo enojada que
parecía. No podía conectar la evitación de sus hijos hacia ella, o los recientes
accidentes automovilísticos, con su enojo, porque ella seguía insistiendo que no
estaba enojada para nada. Luego de ver videotapes de ella interactuando con
miembros del grupo de psicoterapia, se sorprendió. Todo lo que pudo decir fue
“¡Por Dios cuán enojada parece que estoy!”3.

Cuando la información dada en terapia está contenida en la estimulación


generada por eventos ambientales, llamamos a esto educación. Un ejemplo de
movimiento terapéutico debido a educación ocurrió en el caso de un hombre
mayor que estaba estresado por el hecho de que su tiempo para lograr
erecciones y alcanzar orgasmos había incrementado notablemente en los últimos

3
En el caso de esta mujer, como con muchos clientes, no podemos demostrar que el modo en que
nosotros conceptualizamos el problema de la persona, es, de hecho, el modo en que las cosas realmente
son. No podemos, por ejemplo, demostrar en un modo empírico que los problemas de esta mujer se
debían a sentimientos de ira que estaban fuera de su conciencia. Sin embargo, igual puede ser útil en
terapia hacer asunciones acerca de los orígenes de los problemas de los clientes. Como veremos en los
casos posteriores, éstos serán descriptos en la manera que nosotros encontramos más útil para los
propósitos del tratamiento, sin asumir alguna validez última de las interpretaciones clínicas. (Nota de los
A.)
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años. Se sintió aliviado cuando aprendió que esta demora era lo que Masters y
Johnson (1966) encontraron que era normal en hombres mayores.

Una de las áreas más importantes para educación y feedback en psicoterapia


es la información relativa a las estructuras cognitivas que los individuos utilizan
para mantener alejada información amenazante acerca de ellos mismos. Estas
estructuras defensivas son como anteojeras o los “anteojos color rosa” que
alguna gente utiliza para atender selectivamente sólo a la información positiva
acerca de ellos mismos y el mundo, e ignorar el ingreso de información negativa.
Las anteojeras cognitivas previenen al individuo de ser capaz de aumentar su
conciencia con feedback o educación provenientes del exterior. Por ejemplo, mi
(JOP) esposa que también es psicoterapeuta, me confrontó con la siguiente
información que me hizo dar cuenta de un set de anteojeras que yo estaba
usando. Estábamos tratando de ver si podíamos anticipar quien estaría en una
lista de individuos sexualmente atractivos para el otro. Yo estaba absolutamente
seguro que mis primeros tres nombres estarían primeros en la lista de mi
esposa. Cuando dije el nombre de un amigo, mi esposa se rió y dijo que ella
sabía que yo siempre había pensado eso pero que a ella no le parecía atractivo,
además, ella me dijo que ahora estaba segura que la esposa de mi amigo estaba
en mi lista. Mis dos siguientes nombres también estuvieron mal, pero mi esposa
rápidamente fue capaz de averiguar que yo encontraba atractivas a sus esposas.
Me quedé asombrado al darme cuenta de cuánto yo había estado proyectando
los últimos años, y cómo mi proyección impedía que me hiciera conciente de las
cualidades de los hombres que mi esposa encontraba atractivos.

Por el hecho de que nuestra conceptualización del aumento de conciencia


focaliza en el procesamiento de la información, parece preferible utilizar el rótulo
de enfoques cognitivos más que el de enfoques de fortalecimiento de la
conciencia. El concepto de cambios en la conciencia también es utilizado, en
parte porque tiene una historia mucho más larga en psicoterapia. Aún más
importante, el término procesos cognitivos puede ser engañoso si implica que la
información procesada en terapia produce sólo una respuesta cognitiva en los
clientes. Obviamente la información en terapia es usualmente muy personal y
probablemente produzca una reacción afectiva fuerte, tanto como una respuesta
cognitiva.

Esto ocurrió durante una sesión con una familia que había ingresado en terapia,
en parte porque el padrastro había golpeado a su hijastro de 16 años de edad
cuando lo encontró fumando marihuana. Durante varios años el padrastro había
leído al chico material acerca de los peligros de la bebida y las drogas, pero el
chico no podía entender por qué su padrastro se había enojado tanto con el
tema. Finalmente, el padrastro reveló que él había sido alcohólico durante diez
años, y que había pasado un año en un hospital luchando para sobreponerse de
su trastorno. El padrastro dijo que había mantenido oculta esta información por

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el efecto que podría producir sobre los sentimientos y acciones de su hijastro


hacia él. Nosotros asumimos que información como ésta, central en conflictos
personales, siempre conlleva el potencial para producir cambios emocionales y
conductuales, tanto como cambios cognitivos.

¿Cómo puede nuestro aumento de conciencia sobre tal información producir


cambios en nuestras acciones o experiencias? Sin respuestas definitivas de la
investigación, debemos a veces depender de analogías que aumenten nuestro
entendimiento. Si nosotros pensamos en nuestra conciencia como si ésta fuera
un rayo de luz, entonces la información no disponible es como la oscuridad en la
que nos podemos perder, podemos retroceder, o podemos ser dirigidos sin
conocer la fuente de la influencia. En la oscuridad, somos como individuos
ciegos, reconociendo que un amplio rango de estímulos puede estar
influenciándonos, pero sin tener la suficiente luz sobre el estímulo como para
guiarnos más efectivamente en nuestras vidas. Por ejemplo, sin estar conciente
de cómo el envejecimiento normalmente afecta las respuestas sexuales de los
hombres, el hombre mayor no podría saber si la mejor dirección era admitir que
estaba terminado, y renunciar al sexo, comer dos huevos crudos por día como
afrodisíaco, o disfrutar su habilidad presente para responder, sin tratar de vivir
algún estereotipo de sexualidad masculina.

Como veremos, muchos sistemas de psicoterapia están de acuerdo con que la


gente puede cambiar como función del aumento de conciencia. Una nueva
versión de los términos tradicionales también demostrará que estos sistemas
están involucrados en el proceso de hacer disponible información experiencial o
contextual que previamente no estaba disponible para el individuo. El
desacuerdo entre algunos de estos sistemas de aumento de conciencia tiene que
ver con las técnicas concretas que son más efectivas para ayudar a la gente a
procesar la información que pueda afectarlos profundamente.

CATARSIS (emotional arousal)

La catarsis tiene una de las tradiciones más largas como proceso de cambio
terapéutico. Está bien establecido que los griegos antiguos creían que evocar
emociones era uno de los mejores modos de proveer alivio personal y mejora
conductual.

Históricamente, la catarsis ha estado basada sobre un modelo hidráulico de las


emociones; en el que afectos inaceptables, tales como la ira, culpa o ansiedad,
son bloqueados de la expresión directa. El bloqueo de tales emociones resulta en
una presión de los afectos buscando alguna forma de liberación, aunque sea
indirecta, como cuando la ira es expresada a través de dolores de cabeza. Si las
emociones pueden ser liberadas más directamente en terapia, entonces su

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reservorio de energía se descarga, y la persona es liberada de la fuente de sus


síntomas.

En una analogía diferente, el paciente con emociones bloqueadas es visto como


emocionalmente constipado. Lo que estos pacientes necesitan para liberarse del
stress es un buen movimiento emocional. En esta analogía, la psicoterapia sirve
como un enema psicológico que permite a los pacientes hurgar sus emociones y
ser libres de la lucha contra tales sentimientos. El proceso terapéutico está
dirigido a ayudar a los pacientes a quebrar sus bloqueos emocionales. Al
expresar el lado oscuro de ellos mismos en presencia de otra persona, los
individuos son presumiblemente más capaces de aceptar tales emociones como
un fenómeno natural que no necesita ser controlado tan severamente en el
futuro.

Más a menudo, este proceso terapéutico se encuentra al nivel de la experiencia


individual, en el que el estímulo que elicita las reacciones catárticas proviene
desde dentro del individuo. Podríamos llamar a esta forma de catarsis
experiencias emocionales correctivas.

Un colega amigo me relató una experiencia catártica hace varios años cuando él
estaba tratando de ganar una lucha con la depresión. No había sido capaz de
entrar en contacto con la fuente de su depresión, así que se tomó un día libre de
su trabajo para su salud mental. Solo en su casa, puso algo de música y
comenzó a expresar alguno de sus sentimientos por medio de una forma libre de
danza que él llevaba a cabo sólo cuando no había nadie más presente. Luego de
varios movimientos muy relajantes, comenzó a experimentar una ira de su niñez
hacia su padre, por estar éste siempre acosándolo. Pronto comenzó a expresar
su ira intensa rompiendo hasta hacer tirar la remera que tenía puesta. Cuando
llegó su esposa el se sentía muy aliviado, aunque ella pensó que él había
enloquecido cuando vio su remera.

La creencia de que las reacciones catárticas pueden ser evocadas al observar


escenas emotivas en el ambiente se remonta al menos a los escritos de
Aristóteles sobre teatro y música. En honor de esta tradición, llamaremos a esta
fuente de catarsis alivio dramático. Un paciente que sufría de dolores de cabeza,
insomnio, y otras expresiones de depresión se encontró él mismo llorando con
fuerza durante la película de Ingmar Bergman Scenes from a Marriage4. Él
comenzó a experimentar cuán desilusionado estaba consigo mismo por haber
cambiado la posibilidad de un matrimonio satisfactorio por seguridad. Sintió que
su depresión comenzaba a desaparecer por la inspiración que sintió de Bergman
para dejar su desesperanzado y desvitalizado matrimonio.

4
“Escenas de un matrimonio” (Nota del T.)
18
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ELECCIÓN (commitment)

El rol de la elección en la producción del cambio individual se encuentra en el


trasfondo de muchos sistemas de psicoterapia. El concepto de elegir ha carecido
de respetabilidad en la cosmovisión altamente determinista de la mayoría de los
científicos. Muchos clínicos no han discutido abiertamente los conceptos de
libertad y opción para no alimentar las acusaciones de mentalidad sensible que
hacen sus críticos.

Consecuentemente, veremos que muchos sistemas de terapia parecen asumir


que los clientes elegirán cambiar como resultado del tratamiento psicológico,
pero no articulan los modos por medio de los cuales los clientes podrán utilizar el
proceso de elegir. Por el hecho de que se le ha dado tan poca consideración
abierta a la elección como proceso de cambio fundamental (con la excepción de
los existencialistas), es predeciblemente difícil sugerir de qué es función la
elección. Algunos teóricos sugieren que las opciones son irreductibles, porque
reducir una tas alternativas disponibles para un individuo. Si está disponible sólo
una respuesta, entonces no hay opción. Desde una perspectiva humanística, el
número de respuestas disponibles puede aumentar radicalmente si nos volvemos
más concientes de las alternativas que no habíamos considerado previamente.
Así, para una variedad de sistemas terapéuticos, un aumento en las opciones
resulta de un aumento en la conciencia.
ección. Algunos teóricos sugieren que las opciones son irreductibles, porque
reducir una tas alternativas disponibles para un individuo. Si está disponible sólo
una respuesta, entonces no hay opción. Desde una perspectiva humanística, el
número de respuestas disponibles puede aumentar radicalmente si nos volvemos
más concientes de las alternativas que no habíamos considerado previamente.
Así, para una variedad de sistemas terapéuticos, un aumento en las opciones
resulta de un aumento en la conciencia.
cción. Algunos teóricos sugieren que las opciones son irreductibles, porque
reducir una tas alternativas disponibles para un individuo. Si está disponible sólo
una respuesta, entonces no hay opción. Desde una perspectiva humanística, el
número de respuestas disponibles puede aumentar radicalmente si nos volvemos
más concientes de las alternativas que no habíamos considerado previamente.
Así, para una variedad de sistemas terapéuticos, un aumento en las opciones
resulta de un aumento en la conciencia.

La libertad para elegir ha sido construida tradicionalmente como una respuesta


humana única, hecha posible por la adquisición de la conciencia que acompaña
el desarrollo del lenguaje. La responsabilidad es la carga que acompaña al
aumento de conciencia acerca de que somos capaces de responder, de hablar
por nosotros mismos. Si las opciones y la responsabilidad son posibles por la
emergencia del lenguaje y la conciencia, parece entonces natural que los

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procesos terapéuticos dirigidos a volverse más libres para elegir, sean procesos
verbales o concientes.

Las opciones más fáciles en psicoterapia se derivan de un procesamiento preciso


de la información, vinculado a la concientización de las consecuencias de las
alternativas particulares. Si una mujer, por ejemplo, fuera informada que las
pastillas anticonceptivas eventualmente causan cáncer en todas las mujeres,
entonces su mejor alternativa sería seguir la información que acaba de procesar.
Con las pastillas, sin embargo, como con muchas decisiones vitales, no somos
concientes de todas las consecuencias de cada opción, y las consecuencias
raramente son absolutas. En estas situaciones, no hay guías externas claras
acerca de qué es sobre lo que hay que ser más conciente, y nos vemos
confrontados con la posibilidad de elegir una alternativa que pueda ser un error
terrible. Entonces nuestra habilidad para optar es más claramente una función
de nuestra habilidad para aceptar la ansiedad inherente a tomar responsabilidad
por nuestro futuro.

Un ejemplo de la así llamada ansiedad existencial se vio en una estudiante de


una de mis clases que vino a verme por los ataques de pánico que estaba
teniendo desde que informó a sus padres que estaba embarazada. Ellos
insistieron en que abortara, pero ella y su pareja querían tener al bebé. Ambos
eran estudiantes, y dependían completamente del apoyo financiero de los padres
de ella, que eran ricos. Sus padres le informaron que la consecuencia de tener al
bebé sería desheredarla, porque creían que ella no terminaría sus estudios luego
de tenerlo. En 21 años, ella nunca había diferido abiertamente de sus padres, y
aunque era controlada por ellos, también se había sentido protegida siempre.
Luego de unas pocas sesiones, se volvió más conciente que sus ataques de
pánico reflejaban su necesidad de optar. Su elección básica no era si iba a
sacrificar su feto por la fortuna de su familia, sino si iba a continuar
sacrificándose a ella misma.

A un nivel experiencial, entonces, un aumento en las elecciones implica que el


individuo se vuelva más conciente de nuevas alternativas, incluyendo la creación
conciente de nuevas alternativas para vivir. Este proceso, además, involucra la
experimentación individual de la ansiedad inherente a ser responsable por la
alternativa que se seguirá. A este nivel experiencial de aumentar opciones lo
llamaremos un movimiento hacia la auto-liberación. Cuando los cambios en el
contexto generan más alternativas disponibles para los individuos, como por
ejemplo más trabajos disponibles para gente homosexual, llamaremos a esto un
movimiento hacia la liberación social. Los terapeutas que trabajan por tales
cambios sociales usualmente son llamados abogados.

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ESTÍMULOS CONDICIONADOS (Enviroment Control)

En el extremo opuesto del cambio por medio de elecciones, se encuentra el


cambio generando modificaciones en los estímulos condicionados que controlan
nuestras respuestas. Se requieren alteraciones en los estímulos condicionados
cuando la conducta de un individuo es elicitada por un estímulo condicionado
clásicamente (EC), o cuando el estímulo es una ocasión discriminada (ED) para
que el individuo emita respuestas condicionadas operantemente. Cuando las
respuestas problemáticas estén condicionadas a estímulos tales, entonces ser
conciente del estímulo no producirá cambios, ni tampoco el condicionamiento
puede ser superado sólo con elegir cambiar.

Nuevamente, nosotros podemos modificar el modo en que nos comportamos


frente a estímulos particulares, o podemos modificar el ambiente para minimizar
la probabilidad de ocurrencia del estímulo. Cambiar nuestras respuestas frente al
estímulo se refiere, en nuestro modelo, al contra-condicionamiento, mientras
que cambiar el contexto incluye el control de estímulos.

El contra-condicionamiento fue utilizado en el tratamiento de una mujer recién


casada con fobia a la penetración, quien respondía al acto sexual con espasmos
musculares involuntarios. Esta condición, conocida como vaginismo, impedía la
penetración. Ella no quería modificar el contexto, sino cambiar su respuesta
frente a su marido. Como en la mayoría de los casos de contra-
condicionamiento, el procedimiento incluyó un acercamiento gradual al estímulo
condicionado del acto sexual, mientras experimentaba alguna respuesta, tal
como la relajación o la activación sexual, que son incompatibles con la respuesta
indeseada de ansiedad y espasmos musculares que previamente eran elicitadas
por el acto sexual.

El procedimiento de control de estímulos incluye reestructurar el contexto para


que se reduzca significativamente la probabilidad de que un estímulo
condicionado particular ocurra. Un estudiante muy nervioso tenía una serie de
síntomas ansiosos, incluyendo estrés considerable cuando manejaba su auto.
Siempre que su auto comenzaba a temblar mínimamente, el estudiante también
comenzaba a temblar. Él atribuía este problema particular a un episodio
atemorizante que había experimentado a comienzos de ese año, cuando un
engranaje en su auto se rompió haciendo un ruido estruendoso. No una, sino
tres veces se rompió antes de que un mecánico descubriera que la causa real era
un eje torcido en el motor. Por el hecho de que el problema parecía ser función
del condicionamiento, el enfoque de contra-condicionamiento era el tratamiento
de opción. Pero de todas formas, antes de que el tratamiento comenzara, el
estudiante cambió su auto por una camioneta. Como la respuesta de ansiedad
no se generalizó a su camioneta, el joven resolvió su problema a través de su
propio procedimiento de control de estímulos.

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CONTROL DE CONTINGENCIAS (rewards)

Para muchos terapeutas de la conducta, es casi axiomático que la conducta se


encuentra bajo el control de las consecuencias a las que ésta lleva. Como la
mayoría de nosotros ha aprendido, si un refuerzo es contingente a una respuesta
particular, entonces la probabilidad de que la respuesta aparezca aumenta. Por
el otro lado, si un castigo es contingente a una respuesta particular, entonces
disminuye la probabilidad de emisión de esa respuesta en el futuro. Cambiando
las contingencias que gobiernan nuestra conducta, cambiamos nuestros
comportamientos, incluyendo los psicopatológicos. El grado en que
consecuencias particulares controlan la conducta, es función de muchas
variables, incluyendo la inmediatez, prominencia y número de consecuencias.
Desde una perspectiva humanística y cognitivo-conductual, la valoración que el
individuo haga de las consecuencias particulares es también una variable
importante que afecta el control de contingencias.

Si los cambios en un individuo se generan modificando las contingencias en el


contexto, llamamos a esto manejo de contingencias. Por ejemplo, un estudiante
graduado con un problema de “vejiga tímida” quería incrementar su habilidad
para utilizar baños públicos; además, quería más dinero para mejorar su estilo
de vida. Entonces realizó un contrato conmigo (JOP), en el que ganaría dos
dólares por cada vez durante la semana que orinara en un baño público. Estoy
orgulloso en decir que en ese caso perdí dinero.

Muy raras veces los terapeutas de la conducta consideran la alternativa, pero


hay importantes modos por los cuales los individuos pueden modificar sus
experiencias o respuestas a consecuencias anticipadas, sin cambiar las
consecuencias en sí. Modificar las respuestas a las consecuencias sin cambiar las
contingencias será denominado reevaluación.

Un hombre muy tímido continuaba deseando una relación con una mujer, pero
evitaba invitarlas a salir porque anticipaba que sería rechazado. Luego de varias
discusiones intensivas, comenzó a aceptar que cuando una mujer rechaza una
cita, es una declaración acerca de ella y no acerca de él. No podemos saber si es
que ella está esperando a que otra persona la invite a salir, si es que no le
gustan los bigotes, si le teme a los hombres, o si es que no lo conoce lo
suficiente (simplemente no sabemos qué es lo que su negativa dice acerca de
él). Luego de reevaluar cómo él podía interpretar el ser rechazado en una cita, el
paciente comenzó a invitar a salir a mujeres, aún siendo rechazado en su
primera invitación.

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INTEGRACIÓN INICIAL DE LOS PROCESOS DE CAMBIO

Se presenta un resumen de los procesos básicos de cambio en la tabla 1.3. Los


procesos de aumento de conciencia, catarsis y de elección representan el
corazón de las psicoterapias tradicionales verbales o de concientización,
incluyendo las tradiciones psicoanalítica y humanística. Estas escuelas focalizan
principalmente sobre los aspectos subjetivos del individuo (los procesos que
ocurren dentro de la piel del organismo). Esta perspectiva individual ve gran
potencial en el cambio dirigido al interior, que puede contrarrestar algunas de las
presiones externas del ambiente.

Los procesos de estímulo condicionado y control de contingencias representan el


núcleo de las psicoterapias de acción o conductuales, incluyendo aquellas en las
tradiciones conductual y sistémica. Estas escuelas focalizan principalmente sobre
las fuerzas externas y ambientales que establecen límites al potencial individual
para el cambio dirigido al interior. Es lo que los existencialistas llamarían el nivel
más objetivo del organismo.

Nuestro modelo integrativo y transteórico sugiere que focalizar solamente sobre


los procesos de concientización tales como el aumento de conciencia, catarsis y
elección, es actuar como si la dirección hacia lo interno fuese todo el panorama,
y sería ignorar los límites genuinos que al ambiente puede establecer para el
cambio individual. Por otro lado, el énfasis en la acción y en los proceso más
objetivos, ambientales, selectivamente ignora el potencial para el cambio
subjetivo que poseen los individuos. Un modelo integrativo sostiene que una
síntesis de los procesos de acción y de concientización provee una mirada más
balanceada que se mueve a lo largo de dimensiones continuas desde el control
interno al control externo, desde el funcionamiento subjetivo al objetivo, y desde
los cambios auto-iniciados, a los cambios inducidos por el ambiente. Estas
dimensiones continuas proporcionan un panorama más completo de los
individuos, aceptando su potencial para el cambio interno mientras reconoce los
límites que el ambiente y las contingencias pueden establecer a tales cambios.

Tabla 1.3 Procesos de cambio a niveles experienciales y ambientales.

Procesos de Nivel Nivel


cambio experiencial ambiental
Terapias de Aumento de Feedback Educación
concientizació conciencia
n Experiencia Alivio dramático
Catarsis emocional
correctiva
Elección Liberación social
Auto liberación
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Terapias de Estímulos Contracondiciona Control de


acción condicionados miento estímulos

Control de Reevaluación Manejo de


contingencias contingencias

CONTENIDO TERAPÉUTICO

Los procesos de cambio son las contribuciones distintivas de un sistema de


psicoterapia. El contenido a ser cambiado en cualquier terapia particular es
principalmente un derivado de la teoría de personalidad y psicopatología de ese
sistema. Muchos libros con el propósito de focalizar sobre la psicoterapia
frecuentemente confunden el contenido y los procesos, y terminan examinando
el contenido de la terapia, con poca explicación acerca de los procesos. Como
consecuencia, realmente son libros sobre teorías de personalidad, más que
teorías de psicoterapia.

La distinción entre procesos y contenido en psicoterapia es fundamental


(Held, 1991). Como veremos, los sistemas de psicoterapia que carecen de
teorías de personalidad son principalmente teorías sobre procesos, y poseen
pocos conceptos predeterminados acerca del contenido de la terapia. Las teorías
conductual, ecléctica, sistémica, y centrada en la solución, intentan capitalizar los
aspectos únicos de cada caso, restringiendo las imposiciones del contenido
formal (Held, 1991). Otros sistemas, como el adleriano, el existencial, y las
terapias de sensibilización cultural, que adoptan procesos de cambio de otros
sistemas de terapia, tendrán cosas para decir principalmente acerca del
contenido de la terapia. Muchos sistemas de terapia difieren principalmente en el
contenido, mientras que acuerdan sobre los procesos de cambio. Para decirlo
con otras palabras, las teorías de personalidad y sicopatología nos dicen qué
necesita ser cambiado; las teorías de los procesos nos dicen cómo ocurre el
cambio (Arkowitz, 1989).

Por el hecho de que los sistemas de psicoterapia tienen muchas más diferencias
en lo que respecta al contenido de la terapia, es mucho más difícil aportar algún
orden e integración en este campo tan fragmentado. Una guía refrescante es el
modelo comparativo entre teorías de personalidad de Maddi (1972, 1996).
Hemos adaptado parte del modelo de Maddi para sintetizar y priorizar el vasto
campo de los contenidos en psicoterapia.

En términos de Maddi (1972, 1996), la mayoría de los sistemas de terapia


asumen una mirada conflictiva de la personalidad y la psicopatología. Las teorías
orientadas al conflicto difieren en el nivel del funcionamiento de la personalidad
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en el que focalizan. Algunos ven los problemas personales como el resultado de


conflictos dentro del individuo. Maddi llama a esto conflictos intrapsíquicos, pero
nosotros utilizaremos el término conflictos intrapersonales, indicando que los
conflictos son entre fuerzas dentro de la persona, como por ejemplo un conflicto
entre deseos de ser independiente y el miedo de dejar el hogar. Otras teorías
focalizan sobre los conflictos interpersonales en la personalidad, tal como los
desacuerdos crónicos entre una mujer que gusta de ahorrar dinero y su marido
quien gusta de gastarlo. Otro grupo de teorías focaliza principalmente sobre los
conflictos que ocurren entre un individuo y la sociedad. Llamaremos a éstos
conflictos individuo-sociedad; un ejemplo es la tensión de un individuo que
quiere vivir una vida abiertamente gay, pero tiene miedo del ostracismo que
pueda resultar de la desconfianza social hacia la homosexualidad. Finalmente, un
número cada vez mayor de terapias está preocupado en ayudar a los individuos
a ir más allá de los conflictos, hacia la plenitud o realización.

En nuestro modelo integrativo, asumimos que los diferentes grupos de clientes


tienen disfunciones que provienen de conflictos a diferentes niveles de
funcionamiento de la personalidad. Algunos pacientes expresan conflictos
intrapersonales, otros evidencian conflictos interpersonales, y otros están en
conflicto con la sociedad. Algunos clientes han resuelto sus conflictos principales
y han vuelto a psicoterapia con inquietudes relativas a cómo pueden crear mejor
una existencia más plena y realizada.

Debido a que diferentes pacientes tienen problemas a diferentes niveles de


funcionamiento, compararemos los sistemas de psicoterapia y determinaremos
cómo cada uno conceptualizaría y trataría los problemas que más comúnmente
ocurren a cada nivel de desarrollo y de conflicto. A un nivel intrapersonal,
examinaremos el enfoque de cada terapia en relación con los conflictos sobre la
ansiedad y las defensas, la autoestima, y la responsabilidad personal. A un nivel
interpersonal, consideraremos los problemas con la intimidad y la sexualidad,
comunicación, hostilidad, y control interpersonal. A un nivel individuo-sociedad,
compararemos sus perspectivas sobre el ajuste versus la trascendencia y el
control de impulsos. Al nivel de la trascendencia de los conflictos hacia la
realización y plenitud personal, examinaremos los enfoques terapéuticos sobre
las cuestiones fundamentales del significado de la vida y la persona ideal que
emergería de una terapia exitosa. La tabla 1.4 resume los contenidos
terapéuticos más comunes que ocurren a diferentes niveles de personalidad.

Abundan diferencias genuinas sobre si un problema particular, como una


adicción, o un trastorno sexual o familiar son preferentemente conceptualizados
como conflictos intra o interpersonales, y esperamos desacuerdos sobre nuestra
asignación de los problemas a un nivel particular de funcionamiento de la
personalidad. También reconocemos que cualquier teoría viable de la
personalidad puede reducir todos los problemas a un solo nivel de

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funcionamiento que la teoría asuma como crítico para la personalidad. Por


ejemplo, una teoría intrapersonal de la personalidad puede presentar un caso
convincente en que los trastornos sexuales se deban principalmente a conflictos
dentro del individuo, tales como conflictos entre deseo sexual y ansiedad por el
desempeño. Por contraste, una teoría individuo-social podría citar un argumento
coherente de que los desordenes sexuales se deben principalmente a las
tensiones inevitables entre los deseos sexuales individuales y las prohibiciones
sexuales de la sociedad. Nuestra asunción integrativa es que un análisis
comparativo de las terapias demostrará que los sistemas particulares han sido
especialmente efectivos en conceptualizar y tratar los problemas relativos al nivel
de personalidad de su teoría.

Las terapias que focalizan sobre conflictos individuo-sociales trabajarán para


cambiar al individuo, si los valores del terapeuta están del lado de la sociedad.
Por ejemplo, al trabajar con un paidofílico que no tenga conflictos internos sobre
tener relaciones sexuales con niños, un terapeuta trabajaría para cambiar al
individuo, asumiendo que los valores del terapeuta convergen con los valores de
la sociedad, en lo inaceptable de su conducta sexual. De cualquier modo, si los
valores del terapeuta se encuentran del lado del individuo en un conflicto
particular, como por ejemplo una persona gay buscando liberarse para ser
abiertamente homosexual, es probable que el terapeuta trabaje con o apoye a
movimientos que estén trabajando para cambiar la sociedad. Al comparar
terapias, entonces, examinaremos qué niveles de funcionamiento de la
personalidad enfatizan, y si tal énfasis conduce a trabajar principalmente con el
individuo solamente, con dos o más individuos juntos, o con grupos que buscan
cambiar la sociedad.

Tabla 1.4 Contenidos terapéuticos a diferentes niveles de la personalidad

Nivel de la personalidad Contenido terapéutico


1- Conflictos intrapersonales a. Ansiedades y defensas
b. Problemas de autoestima
c. Responsabilidad personal
2- Conflictos interpersonales a. Intimidad y sexualidad
b. Comunicación
c. Hostilidad
d. Control de otras personas
3- Conflictos individuo sociales a. Ajuste versus trascendencia
b. Control de impulsos
4- Más allá de los conflictos, a. Significado de la vida
hacia la plenitud b. La persona ideal

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EL CASO DE LA SEÑORA C.

Los sistemas de psicoterapia no son meramente una combinación estática de


procesos de cambio, contenidos terapéuticos, y estudios sobre investigaciones.
Los sistemas están, primero y principalmente, preocupados con los serios
trastornos de gente real. Al comparar los sistemas, es esencial presentar un
panorama de cómo las psicoterapias conceptualizan y tratan los problemas que
presenta un cliente real. El cliente que hemos seleccionado con propósitos
comparativos es la Sra. C.

La Sra. C. es una mujer de 47 años, madre de seis chicos: Arlene, 17; Barry, 15;
Charles, 13; Debra, 11; Ellen, 9; y Frederick, 7. Sin avanzar en la lectura, un
observador astuto puede ser capaz de discernir la configuración de la
personalidad de la Sra. C.

El orden de los chicos, nombrados alfabéticamente y nacidos cada dos años son
consistentes con otros indicadores de un Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC).
Durante los últimos diez años, la Sra. C. ha realizado un lavado compulsivo. Sus
registros de línea base, en los que ella registró su comportamiento de cada día
antes de que el tratamiento comenzara, indicaron que se lavaba las manos entre
25 y 30 veces al día, entre 5 y 10 minutos cada vez. Su ducha matinal diaria
duraba cerca de dos horas con rituales incluyendo cada parte de su cuerpo,
comenzando con su recto. Si perdía la cuenta del lugar en que iba en el ritual,
entonces tenía que comenzar todo nuevamente. Algunas veces esto dio como
resultado que su marido, George, se fuera a trabajar mientras su esposa
permanecía en la ducha, sólo para volver ocho horas después con ella aún
realizando el largo ritual. Para evitar duchas tan largas, George había comenzado
a ayudar a su esposa a llevar la cuenta de su ritual, por lo que a veces ella
gritaba “¿Qué brazo, George?”, y él le gritaba “Brazo izquierdo, Martha”. Su
participación en el ritual de la ducha requería que George se levantara a las 5:00
A.M., para que así su esposa estuviera fuera de la ducha antes de que él se
fuera a trabajar a las 7:00 A.M. Luego de dos años de esta rutina, George estaba
listo para explotar.

Comprensiblemente, George estaba volviéndose cada vez más impaciente con


muchos de los síntomas de su esposa. Ella no dejaba que nadie vistiera la misma
ropa interior más de un día, y a menudo no dejaba que la ropa interior se lavara
siquiera. Había pilas de ropa interior sucia en cada esquina de la casa. Cuando
nosotros le pedimos al esposo que juntara la ropa interior para hacerla lavar,
también le pedimos que la contara, pero abandonó luego del par número mil. Él
se sintió deprimido al darse cuenta que había más de US$ 1.000 invertidos en
ropa interior utilizada una sola vez.

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Otros objetos estaban esparcidos a lo largo de la casa, porque un tenedor o una


lata de comida tirados en el piso no podían ser levantados en presencia de la
Sra. C. La Sra. C. no había hecho trabajo doméstico (cocinar, lavar o limpiar) los
últimos dos años. Uno de sus hijos describió su casa como un “basurero estatal”,
y mi visita al hogar confirmó esta impresión.

La Sra. C. trabajaba medio tiempo. ¿Cuál sería un trabajo a su gusto? Algo


relacionado con lavar, por supuesto. De hecho, era asistente dental, que incluía
lavar todos los equipos de los dentistas.

Como si estas no fueran preocupaciones suficientes, la Sra. C. se había vuelto


bastante poco atractiva en su apariencia. No se había comprado un vestido en
siete años, y sus ropas se estaban poniendo andrajosas. Nunca en su vida había
ido a un salón de belleza, y ahora rara vez se peinaba. El lavado incesante de su
cuerpo y su cabello la fue llevando a una apariencia intermedia entre una ciruela
y una langosta hervida.

El ritual de lavado de la Sra. C., además, incluía el caminar por la casa desnuda
de la cintura para arriba mientras iba desde el baño de su dormitorio hasta el
baño de la planta baja para completar su lavado. Esto era especialmente molesto
para el Sr. C. debido a la vergüenza que esto estaba produciendo en sus hijos
adolescentes. Los chicos, además, estaban molestos por los frecuentes regaños
que la Sra. C. les hacía para que se lavaran sus manos y se cambiaran su ropa
interior, además de que no les permitía que ingresaran amigos en la casa.

Consistente con los indicadores del TOC, la Sra. C. tenía dos placard llenos con
cientos de toallas y sábanas, docenas de aros sin usar, y su guardarropa
completo de los últimos veinte años. Ella no consideraba esto como un problema
porque era una característica familiar, que ella creía que había heredado de su
madre y de la madre de su madre.

La Sra. C., además, sufría de un trastorno en la activación sexual, o en palabras


comunes, era frígida. Ella dijo que nunca había sido excitada sexualmente en su
vida, pero al menos los primeros trece años de su matrimonio estuvo dispuesta a
tener relaciones sexuales para satisfacer a su esposo. De cualquier modo en los
últimos dos años habían tenido relaciones sexuales sólo dos veces, porque el
sexo se había convertido para ella en algo sumamente displacentero.

Para completar la lista, la Sra. C. tenía una depresión clínica. Había intentado
suicidarse tomando un frasco de aspirinas porque tenía la sospecha de que su
terapeuta estaba dándose por vencido, y que su marido probablemente la iba a
enviar a un hospital mental.

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Los rituales compulsivos de la Sra. C. giraban alrededor de una obsesión con los
parásitos. Su hija mayor había llegado a casa con parásitos diez años antes
durante una severa epidemia de gripe. La Sra. C. tuvo que cuidar a toda la
familia enferma mientras estaba embarazada, ella también con gripe, y cuidando
de un demandante hijo de un año de edad. Su médico le dijo que para evitar
que los parásitos se contagiaran a toda la familia, la Sra. C. debía ser
extremadamente cuidadosa con la ropa interior, vestimenta y sábanas de sus
hijos, y que debía hervir todos estos artículos para matar los huevos de los
parásitos. El Sr. C. confirmó que ellos estuvieron más que ansiosos acerca de la
epidemia de parásitos en el hogar y que ambos estuvieron preocupados con la
limpieza durante ese tiempo. Sin embargo, las preocupaciones de la Sra. C. con
la limpieza y los parásitos continuaron aun luego de que se confirmó que los
parásitos de su hija se habían terminado.

La pareja C. reconocía un relativamente buen matrimonio antes del episodio de


los parásitos. Ambos querían una familia extensa, y los ingresos del Sr. C. como
un ejecutivo de negocios les permitieron afrontar una familia numerosa y un
hogar confortable sin limitaciones financieras. Durante los primeros trece años
de su matrimonio, la Sra. C. había demostrado algunos rasgos obsesivo-
compulsivos, pero nunca en un grado en que el Sr. C. los considerara un
problema. El Sr. C. y el mayor de los hijos recordaban muchos momentos felices
que habían tenido con la Sra. C., y ellos parecían ser capaces de mantener vivo
el amor y la calidez que alguna vez habían compartido con esta, ahora,
preocupada persona.

La Sra. C. provenía de una familia católica estricta, autoritaria, y sexualmente


reprimida. Ella era la del medio de tres hijas, todas dominadas por un padre que
medía casi 1,90 m. de alto, y que pesaba más de cien kilos. Cuando la Sra. C.
era adolescente su padre la esperaba luego de sus citas para preguntarle qué
había estado haciendo; él una vez inclusive llegó tan lejos como para seguirla en
una cita. Él no toleraba absolutamente ninguna expresión de enojo,
especialmente hacia él, y cuando ella trataba de explicar su punto de vista
cortésmente, él a menudo le decía que se callara la boca. La madre de la Sra. C.
era una mujer frígida y compulsiva que a menudo planteaba sus hijas su
desagrado con el sexo. A demás frecuentemente prevenía a sus hijas sobre
enfermedades y la importancia de la limpieza.

Al desarrollar un plan psicoterapéutico para la Sra. C., una de las cuestiones


críticas del diagnóstico diferencial era si la Sra. C. tenía un desorden obsesivo-
compulsivo severo, o si sus síntomas estaban enmascarando un proceso
esquizofrénico latente. Completó una batería completa de tests psicológicos, y
los resultados de los tests proyectivos fueron consistentes con los resultados de
tests previos que no habían encontrado evidencia de un desorden de
pensamiento u otros signos de procesos psicóticos.

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La Sra. C. previamente había realizado un total de seis años de tratamiento de


salud mental, y a través de esos años, los clínicos siempre habían considerado
sus problemas como severamente neuróticos en su naturaleza. La única vez que
se había diagnosticado esquizofrenia fue luego de una psicoterapia individual
extensa que había fallado en lograr algún avance. El consenso en nuestra clínica
fue que la Sra. C. estaba demostrando una neurosis obsesivo-compulsiva severa
que iba a ser extremadamente difícil de tratar.

Al final de cada uno de los capítulos siguientes veremos cómo cada uno de los
sistemas de psicoterapia podría explicar los problemas de la Sra. C. y cómo sus
tratamientos podrían ayudarla a sobreponerse de estas preocupaciones
devastadoras.

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