Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Judith Butler
El género en llamas:
cuestiones
de apropiación y
subversión
Título original:
“Gender is burning: questions of appropriation and
subversion”
Extraído de:
“Cuerpos que importan.”
1
una parte esencial de la formación jurídica y social del
sujeto. El llamado es formativo, si no ya performativo,
precisamente porque inicia al individuo en la condición
sojuzgada del sujeto.
EL TRAVESTISMO AMBIVALENTE
7
interpelantes responde Venus y cómo debe interpretarse la
reiteración de la ley en su manera de responder?
5
Si bien acepto la formulación psicoanalítica de que tanto el objeto como el
objetivo del amor se forman en parte en virtud de aquellos objetos y objetivos
repudiados, considero que sostener que la homosexualidad no es más que la
heterosexualidad repudiada es un empleo cínico y homofóbico de esa idea.
Dada la condición culturalmente repudiada de la homosexualidad como forma
de amor el argumento que apunta a reducir la homosexualidad a la inversión o
el desvío de la heterosexualidad sirve para reconsolidar la hegemonía
heterosexual. Es por ello también que se puede establecer una simetría entre el
análisis de la melancolía homosexual y el análisis de la melancolía
heterosexual. Este último se hace respetar culturalmente de un modo que el
primero claramente no consigue, salvo dentro de ciertas comunidades
separatistas que no pueden ejercer el mismo poder de prohibición que las
comunidades de heterosexismo obligatorio.
13
que tiene radicalmente otros orígenes que no son aquellos
que sustentan la heterosexualidad. O una podría sentirse
tentada a sostener que el travestismo no está relacionado con
el ridículo, la degradación ni la apropiación de las mujeres:
cuando se trata de hombres vestidos y maquillados como
mujeres, lo que se da es la desestabilización del género
mismo, una desestabilización que ha sido desnaturalizada y
que pone en tela de juicio las pretensiones de normatividad y
originalidad a través de las cuales a veces opera la opresión
sexual y de género. Pero ¿qué ocurre cuando la situación no
es exclusivamente una ni la otra? Ciertamente algunas
lesbianas han preferido conservar la idea de que su práctica
sexual se origina en parte en un repudio de la
heterosexualidad, pero también sostienen que este repudio no
explica el deseo lesbiano y, por lo tanto, no puede
identificarse como la "verdad" oculta ti original del deseo
lesbiano. En el caso del travesti es difícil además en otro
sentido, porque me parece bastante evidente que en el
vistoso travestí de París en llamas se advierte tanto un
sentimiento de derrota como un sentimiento de insurrección,
que el travesti que vemos, ese que, después de todo, se
enfoca para nosotros, se filma para nosotros, es alguien que
se apropia de las normas racistas, misóginas y homofóbicas
de opresión y a la vez las subvierte. ¿Cómo podemos
explicar esta ambivalencia? No es una apropiación y luego
una subversión. A veces son ambas cosas al mismo tiempo; a
veces se trata de una ambivalencia atrapada en una tensión
que no puede resolverse y a veces lo que se da es una
apropiación fatalmente no subversiva.
14
París en llamas (1991) es una película producida y dirigida
por Jennie Livingston sobre bailes de travestis realizados en
Nueva York, en Harlem, a los que asisten y de los que
participan "hombres" que son o bien afronorteamericanos o
bien latinos. Las fiestas consisten en una serie de certámenes
en los que los participantes compiten en una variedad de
categorías. Éstas incluyen una multiplicidad de normas
sociales, muchas de las cuales están establecidas en la
cultura blanca como signos de clase, como la del "ejecutivo"
y la del estudiante de la Ivy League (las universidades más
prestigiosas del noreste); algunas de estas categorías están
marcadas como femeninas y van desde la travesti sofisticada
a la marcadamente masculina y algunas, como la de "bangie"
están tomadas de la cultura callejera negra heterosexual. De
modo que no todas las categorías se inspiran en la cultura
blanca; algunas son imitaciones de una heterosexualidad que
no es blanca y algunas de ellas se concentran en la clase,
especialmente las que casi exigen que la costosa vestimenta
de las mujeres sea saqueada o robada para la ocasión. La
competencia en atuendo militar se desplaza hacia otro
registro de legitimidad que representa la conformidad
performativa y gestual con una masculinidad que encuentra
su paralelo en la producción performativa o reiterativa de la
femineidad característica de las demás categorías. La
"autenticidad" no es exactamente una categoría en la que se
compite; es una medida que se emplea para juzgar cualquier
representación dada dentro de las categorías establecidas. Y,
sin embargo, lo que determina el efecto de autenticidad es la
habilidad para hacer que el personaje parezca creíble, para
producir el efecto naturalizado. Este efecto es en sí mismo el
resultado de una corporización de las normas, una reiteración
15
de normas, una encarnación de la norma racial y de clase que
es a la vez una figura, la figura de un cuerpo, que no es
ningún cuerpo particular, y también el ideal morfológico que
continúa siendo el modelo que regula la actuación, pero al
que ninguna actuación puede aproximarse.
Significativamente, ésta es una representación que surte
efecto, que produce el efecto de autenticidad, en la medida
en que no pueda leerse. Porque la "lectura" significa
degradar a alguien, exponer lo que no funciona en el nivel de
la apariencia, insultar o ridiculizar a alguien. Porque una
buena actuación significa pues que ya no es posible hacer
una lectura o que la lectura, la interpretación, se presente
como una especie de mirada transparente, en la que
coinciden lo que aparece y lo que significa. En cambio,
cuando divergen lo que aparece y el modo en que se lo "lee",
el artificio de la representación puede interpretarse como
artificio; los distanciamientos ideales de su apropiación. Pero
la imposibilidad de lectura significa que el artificio surte
efecto, parece que se logra la aproximación a la autenticidad,
el cuerpo que representa y el ideal representado se hacen
indistinguibles.
6
Kobena Mercer ofreció un valioso trabajo sobre esta cuestión y su relación
con una noción psicoanalítica de "ambivalencia". Véase "Looking for
Trouble", reeditado en Henry Abelove, Michele Barale y David M. Halperin
(comps.), The Lesbían and Gay Studice Reader, Nueva York. Routledge,
1993, págs. 350-59. Originalmente publicado en Transition, 51, 1991; "Skin
Head Sex 'I'hing: Racial Difference and the Homoerotic Imaginary", en Bad
Objet-Choices (comp.), How Do I Looh? Queer Film and Video, Seattle, Bay
Press, 1991, págs. 169-210; "Engendered Species", Artforum, vol. 30, n° 10,
verano de 1992, págs. 74-78. Véase asimismo sobre la relación entre
psicoanálisis, raza y ambivalencia, Homi Bhabha, "Of' Mimicry and Man: The
Ambivalence of Colonial Discourse", October, 28, primavera de 1984, págs.
125-133.
18
Este doble movimiento de intentar aproximarse y al mismo
tiempo exponer la condición fantasmática de la norma de
autenticidad, la norma simbólica, se refuerza mediante un
movimiento diegético del filme en el que se yuxtaponen
escenas de gente "auténtica" entrando en tiendas costosas y
saliendo de ellas y escenas del salón de baile de los travestis.
7
Véase Linda Singer, Erotic Welfare: Sexual Theory and Politice in the Age
of Epídemic, Nueva York, Routledge, 1992.
21
también lo es de las mujeres negras y latinas pobres quienes
son las figuras de la abyección que el escenario del baile
travesti eleva a la condición de sitio de identificación
idealizada. Creo que sería demasiado simplista reducir este
movimiento identificatorio a la misoginia masculina negra,
como si ésa fuera una categoría separable, pues la
feminización del hombre negro pobre y, más mordazmente,
del gay negro pobre, es una estrategia de abyección que ya
está en marcha y se origina en el conjunto de construcciones
racistas, homofóbicas, misóginas y clasistas que
corresponden a hegemonías de opresión más amplias.
23
Yale", una interpelación que, de un plumazo, también
implica a esta autora), en relación con la comunidad del baile
travesti que entró a filmar. hooks observa que:
REITERACIONES SIMBÓLICAS
8
Sobre un argumento en contra de la construcción del simbolismo lacaniano
como estático e inmutable, véase Teresa Brennan, History after Lacan,
Londres, Routledge, 1993.
32
El falo funciona como una sinécdoque, porque en la medida
en que es una figura del pene, constituye una idealización y
el aislamiento de una parte del cuerpo y, además, la
investidura de esa parte con la fuerza de la ley simbólica. Si
los cuerpos se diferencian de acuerdo con las posiciones
simbólicas que ocupan y esas posiciones simbólicas
consisten en tener el falo o ser el falo, los cuerpos se
diferencian y conservan esa diferenciación al someterse a la
Ley del Padre que dicta las posiciones de "tener" y de "ser";
los hombres llegan a ser tales aproximándose a la posición
de "tener el falo", lo cual equivale a decir que están
obligados a aproximarse a una "posición" que, en sí misma,
es el resultado de una sinécdoque en la que la "parte"
representa la masculinidad y, como corolario, una
idealización de esa sinécdoque como símbolo que gobierna
el orden simbólico. En el plano simbólico, la asunción del
sexo se produce pues aproximándose a esta reducción basada
en una sinécdoque. Éste es el medio a través del cual un
cuerpo asume la integridad sexuada como masculina o
femenina: la integridad sexuada del cuerpo se alcanza,
paradójicamente, mediante una identificación con su
reducción en una sinécdoque idealizada ("tener" o "ser" el
falo). De modo que el cuerpo que no logra someterse a la ley
ti ocupa esa ley en un modo contrario a su dictado, pierde pie
-su centro de gravedad cultural- en lo simbólico y reaparece
en su tenuidad imaginaria, su dirección ficcional. Esos
cuerpos se oponen a las normas que gobiernan la
inteligibilidad del sexo.
35