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JORNADAS DE FORMACIÓN Y EJERCICIO PROFESIONAL EN

CIENCIAS PSICOLÓGICAS Y DE LA EDUCACIÓN

UNIVERSIDAD DEL MUSEO SOCIAL

LA VIOLENCIA INSTITUCIONAL Y SUS EFECTOS EN LA


SUBJETIVIDAD

Hablando de sujetos e instituciones

A través del tiempo se han ido modificando los alcances del término institución: no sólo se
trata de un edificio sino de una red simbólica, y ya no resulta útil pensar a la institución
como un objeto totalmente externo al sujeto.
La institución es una formación social. Se sitúa en un movimiento continuo entre el
“adentro” y el “afuera”, como una cinta de Moebius.
El movimiento va significando el modo en que la subjetividad participa de la producción
social y ésta a su vez es productora de subjetividad.
La institución ejerce una pluralidad de funciones entre ellas, funciones psíquicas. Por lo
tanto es potencialmente una instancia de articulaciones de niveles y formaciones psíquicas
heterogéneas.
René Kaes, denomina al vínculo que se establece entre el sujeto y las instituciones como
“vínculo instituído” y lo define así: “ Vinculo que se determina por efecto de una doble
conjunción la del deseo de sus sujetos de inscribir un vínculo en una duración y en una
cierta estabilidad y la de las formas sociales que de diversas maneras reconocen y
sostienen la institución de este vínculo”

Volviendo a Winicott

Este modo de conceptualizar a la institución, como una Cinta de Moebius, permite pensar a
la misma reproduciendo los distintos avatares que plantea Winicott cuando describe el
espacio transicional
Dicho espacio transicional puede estar albergando la posibilidad de encontrar una
satisfacción personal en la realización de una obra en común o inscribir autoritariamente
una modalidad única de satisfacción al modo del amo y el esclavo.
Así, la institución en su función de apoyatura puede dar lugar a un sujeto creativo, lúdico
donde la institución y el sujeto son vasos comunicantes de una estructura que los excede y
que a su vez ellos soportan o puede dar lugar a un sujeto aprisionado, al estilo de la
encerrona trágica de Fernando Ulloa, donde no hay allí tercero de apelación quedando el
sujeto a merced de la institución
Donald Winicott en su libro Realidad y Juego propone pensar a los fenómenos
transicionales como zonas intermedias de experiencia, territorio intermedio entre la realidad
psíquica interna y el mundo exterior. A su vez denomina a este espacio como zona de
alivio de la tensión en esta dialéctica mundo interno –mundo externo y pone como ejemplo
las artes, la religión, la creación.

Lic. Diana Markwald


E mail: dianamarkwald@fibertel.com.ar
Cuando Winicott habla de objetos y de fenómenos transicionales él pone el acento no tanto
en el objeto usado sino en el uso del objeto . Pienso que esta categoría de uso del objeto
está en sinergia con pensar qué tipo de satisfacción se juega para cada sujeto en la
institución .

De las relaciones entre los sujetos y las instituciones

Para pensar la modalidad vincular que se da entre el sujeto y la institución, me interesa


retomar los viejos conceptos de institución abierta e institución cerrada o total como los
planteara E. Goffman.
Institución abierta sería aquella cuya exigencia para pertenecer abarca sólo un sector de la
vida de los sujetos e institución cerrada aquella otra que exige una inclusión total y pone
como ejemplos la cárcel y el hospital psiquiátrico.
Hasta aquí se trata de distinguir la modalidad de pertenencia que los sujetos establecen con
la institución a partir de si están recluidos allí o no.
Propongo repensar este modo de diferenciación ya que creo que cualquiera de estas dos
modalidades se pueden dar independientemente de si el sujeto permanece allí las 24 horas
de los 365 días del año o no.
A veces no son necesarias las prisiones o los hospicios para dar cuenta de un tipo de
relación de institución total ya que hay instituciones que aplastan la subjetividad aún
cuando el sujeto esté allí sólo ocho horas diarias.. Y en forma inversa también, ya que a
veces aún cuando se permanece recluido, el tipo de relación es de institución abierta como
lo podemos ver en el ejemplo de la creación del Centro Universitario en al Cárcel de
Devoto.
Por lo tanto estamos pensando la categoría de abierta o cerrada por el uso que cada sujeto
hace de la institución en tanto posibilidad de alojar la satisfacción de cada uno, dentro de un
objetivo en común, o inhibiendo esta posibilidad.

De pactos, trueques y contratos

Desde que nacemos, desde el mismo momento en que la vida se nos hizo presente o desde
que nosotros nos hicimos presentes a la vida, estamos institucionalizados.
Tal vez por esto mismo, nos cuesta pensar en y a las instituciones. Somos arte y parte y
además ellas nos constituyen como sujetos.
Para poder desplegar la noción de violencia institucional al que se refiere el título del
presente trabajo, voy a intentar dar cuenta de esta noción en sus dos vertientes: la vertiente
estructurante y la que di en llamar “violencia en exceso” tratando de ver su impacto en la
subjetividad humana
Pensar en las instituciones, pensar en la relación sujeto-institución es pensar en la vida
cotidiana. Ya al nacer nos espera una institución, que es la familia.
Durante la “dulce espera” se generan expectativas, deseos, fantasías en relación al nuevo
integrante. Es esta una violencia que subjetiviza. Es la violencia en su vertiente
estructurante, necesaria y fundante de subjetividad, porque recorta de todas las posibles
subjetividades, una.

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Nuestra prematuración, le exige al entorno esta violencia. La necesitan para poder entrar en
el circuito del deseo y no ser un “mero cacho de carne” a los ojos de los otros.
Nacer no es garantía de constituirnos en sujetos. Necesitamos de la mirada y la presencia
del otro
Acceder a nuevos conocimientos, dejar que éstos nos penetren, no es sin violencia. José
Bleger decía:” Aprender es modificar pautas de conducta” y esto incomoda.
Tener un proyecto anticipatorio en relación al otro es poner en movimiento una violencia
necesaria y estructurante, es lo que le sucede a una mamá con su hijo, a un profesor con su
alumno.
Esta es la violencia que nos permite nacer a la vida psíquica.
Luego el niño irá creciendo, irá confirmando o no su coincidencia con aquello que el
discurso anticipatorio le ha propuesto y tendrá sus propias expectativas con respecto al
lugar asignado.
Pero ¿qué pasa con la violencia en exceso, con ese plus que avasalla al otro, que lo
desconoce al ponerle una condición inaceptable?
Fernando Ulloa habla de la “encerrona trágica” que “ se da cada vez que alguien para
amar, divertirse, trabajar, estudiar, transcurrir su vejez, depende de alguien que lo
maltrata o simplemente lo distrata, negándolo como sujeto”
¿Qué está sucediendo en esa relación sujeto – institución? Algo de un pacto se ha roto.
Siguiendo a René Kaes, una de las funciones principales de las instituciones es
proporcionar representaciones comunes y marices identificatorias. Cuando fracasa en su
objetivo, puede haber necesidad de atacar a la institución por haber sido traicionado y
abandonado.
Tal como dijéramos líneas más arriba, la institución cumple funciones psíquicas y para
llevar adelante esta misión, se establece entre el sujeto y la institución un trueque.
Trueque en el mismo sentido que Freud lo plantea en el Malestar en la Cultura. Trocar una
parte de felicidad posible a cambio de una parte de seguridad.
Freud plantea allí una paradoja inherente a la cultura. La misma produce sufrimiento pero a
su vez es dado de los recursos con los cuales los sujetos humanos nos defendemos de estos
sufrimientos.
La institución como formación de la sociedad y la cultura también es fuente de sufrimiento
pero condición de identidad.
Allí se instala un contrato entre lo que el sujeto cede y lo que la institución da.
Sujeto e institución en una relación paradojal planteada por una búsqueda de autonomía y
una necesidad de independencia.
¿Qué pasa cuando la institución no sostiene esta relación paradojal que todo sujeto
establece con ella? ¿Qué pasa cuando esta tensión entre la búsqueda de autonomía y la
necesidad de dependencia no tiene lugar para desplegarse? ¿En nombre de qué se hacen
renuncias pulsionales en una institución? En nombre de encontrar allí otros con los cuales
compartir una tarea, encontrar representaciones comunes y matrices identificatorias.
Pensar en términos de trueque es pensar en algún renunciamiento y en alguna
compensación.
Cuando algo de este pacto se diluye pueden aparecer dos tipos de respuestas: la violencia o
la fragilización yoica.

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No poder garantizar la posibilidad de desplegar la propia palabra, puede engendrar
violencia.
Violencia como respuesta a la ruptura del pacto inconsciente. “ Cuando la institución no
sostiene más el narcisismo de sus sujetos, la institución es atacada a su vez”
Violencia que responde a la violencia institucional
En muchos casos el trabajo institucional consiste en ir trabajando con los actores
institucionales cómo desde cada singularidad se puede ir negociando la manera de no
someterse y sí de desarrollar creativamente su tarea.
Esta idea es subsidiaria de un concepto actualmente muy escuchado en el ámbito de las
organizaciones que es la resilencia (elasticidad). Este concepto viene del campo de la física
y apunta a la cualidad que tienen los cuerpos de rebotar. Estos cuerpos no se fragmentan
sino que sufren una deformación momentánea, pero luego recuperan su forma. La intención
no es recuperar la misma forma una y otra vez sino una forma propia para cada sujeto.
La otra forma de respuesta a la ruptura del pacto se juega en el interior del sujeto y su
consecuencia es un sujeto fragilizado.
Este es el sujeto de la posmodernidad, que se caracteriza por la falta de garantías. Pérdida
de garantía del trabajo no solo como posibilidad del sustento sino como bien lo señala
Robert Castel como pérdida de lo relacional, vincular y de la realización personal.
¿ Qué efectos tiene en el plano de lo subjetivo el monto de exclusión social existente?
Es un ataque a la identidad y esto no solo se juega en los extremos de la exclusión y la
marginación sino también en el estar a merced.
Si el sujeto es negado o devaluado en su función esencial de productor tiende a darse un
impacto subjetivo que se expresa en la pérdida de la autoestima, la desconfianza,
crecimiento de la violencia en las relaciones interpersonales y el rechazo a las diferencias.

Quién dijo viva la diferencia?

Cuando desde una lectura institucional se intenta homogeneizar al estilo de “en esta escuela
son todos…” ¿no se está violentando ese contrato singular que cada sujeto establece con la
institución? Ese contrato singular que da lugar a que cada uno haga un uso personal de ella
aunque esto se enmarque dentro de una tarea en común.
¿Qué es lo que produce violencia, las diferencias o que se sostenga que hay una sola
diferencia que divide y reina?
Supervisando una tarea de talleres realizados en una escuela de las llamadas “de riesgo” se
pudo ver cómo la institución con su tendencia homogeneizadora barría con las diferencias
abriéndole así las puertas a la discriminación
La dirección de la escuela rotulaba a todos con un “todos tienen mala conducta”
La apuesta allí a través de los talleres, fue intentar crear dispositivos que permitieran
desplegar todas las diferencias posibles con la intención de mostrar el valor que ellas
tienen.
Que las diferencias enorgullezcan y no que arrasen subjetividades: el bolita, el paraguayo,
el porteño, etc.
A través de diferentes consignas se fueron tomando diferencias arbitrarias que engloban de
otra manera las diferencias existentes. Así podían quedar en cada grupo niños que se
diferenciaban por la nacionalidad pero que al mismo tiempo compartían el mes de
nacimiento.

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Las instituciones muchas veces intentan sostener la ilusión de la coincidencia hasta que
alguna irrupción viene a desarmar ese supuesto consenso, mostrando las lógicas diferentes
que allí se juegan. Cuando la institución puede albergar esas heterogeneidades se puede
desplegar su función metafórica.
¿Cómo reestablecer la capacidad metaforizante en una institución donde se impone una ley
única y arbitraria?
Tal como dice Fernando Ulloa: “ Cuando los sujetos dejan de ser hacedores y son solo
hechuras, se instaura un malestar hecho cultura: la cultura de la mortificación.
Desaparece la tensión y los sujetos terminan naturalizando la intimidación. Una
comunidad mortifcada es fácil presa de cualquier embaucador y sus falsas promesas”

Para un final abierto

Presiento que la tensión institución-sujeto es irresoluble pero que intentar seguir


entendiendo tiene efectos.
Quisiera terminar contraponiendo dos ideas, ambas valederas.
“ El cronómetro institucional es un reloj de exactitud burocrática y administrativa.
Afectado por paros y atrasos irreparables. Mientras los tiempos del aprendizaje, los
tiempos del saber y los tiempos grupales son inexactos. Porque las subjetividades son
irregulares y caprichosas. Porque el orden de la subjetividad es irregular y caprichoso”
(Marcelo Percia, Una subjetividad que se inventa)

“… Y a lo mejor mucho más tarde, pero siempre a base de avanzar muy lentamente, nadie
nos dice que no hubiéramos inventado algún día los instrumentos de una civilización
avanzada, el equivalente a nuestros tranvías actuales, nuestros aviones, nuestra radio, los
cuales en vez de ser préstamos ajenos ,habrían sido objetos adaptados realmente a
nuestras propias necesidades….” (Un fragmento de una obra de la literatura japonesa “El
Elogio de la Sombra de Junichiro Tanizaki donde muestra la lucha de Oriente por
preservar su modo de hacer las cosas, su apego a las sombras en desmedro de la luz y la
insistencia de Occidente por hacerse presente con su resplandor cegador y su iluminación
artificial.)

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