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Segundo domingo de pascua

Jn 20, 19-31.

1. Anotaciones al texto

Este texto de hoy complementa la secuencia de testimonios de la resurrección que se inició


con María Magdalena en Jn 20, 1.18. La secuencia tiene el siguiente orden: aparición a
María (20, 16) – María anuncia a los discípulos: “he visto al Señor” (20, 18) – aparición a
los discípulos (20, 19) – los discípulos anuncian a Tomás: “hemos visto al Señor” (20, 24) –
aparición a Tomás quien estaba con los discípulos (20, 26) – confesión de fe de Tomás:
“Señor mío y Dios mío” (20, 28). El esquema que dirige esta secuencia es de aparición de
Jesús y anuncio de la resurrección de Jesús.

El relato tiene tres partes. La primera parte es la aparición de Jesús a sus discípulos (20, 19-
23). La situación es que los discípulos están con las puertas cerradas y tiene miedo a los
judíos (20, 19). Este contexto da “paso” a la alegría. Este “paso” es gracias al saludo de
Jesús: “la paz sea con ustedes” (vv. 20.21). “Los discípulos se alegraron de ver al Señor”
(v. 20). A continuación Jesús sopló sobre ellos. Este gesto cumple la promesa más repetida
de Jesús en su despedida: el don del Espíritu Santo. La expresión utilizada por el evangelio
(v.22) evoca a Gn 2, 7. Este soplo es el inicio de la vida nueva. La comunidad de discípulos
es transformada en comunidad del Espíritu Santo y de perdonados. Esta comunidad será de
hoy en adelante la que continuará obra de Jesús. Para el evangelio de Juan, la recepción del
Espíritu Santo es la segunda primicia de Jesús Resucitado.

La segunda parte es la aparición de Jesús a Tomás (20, 24-29). La situación de este


discípulo es que no cree si no ve y si no mete el dedo en el agujero (20, 25). Esta situación
de incredulidad da “paso” a una confesión de fe, tras encontrarse con Jesús (20, 28). Estas
dos partes están caracterizadas por este “paso” del miedo a la alegría y de la duda a la
confesión de fe en Jesús. A su vez, estas dos partes están unidas por el saludo de Jesús: “la
paz con ustedes”. Esta frase se repite en tres ocasiones (vv. 20. 21. 26). La paz es la primera
primicia de Jesús Resucitado. Vivir en paz, en el Espíritu Santo y en perdón permanente
constituyen los estilos de vida de cómo la comunidad de discípulos puede hacer resucitar al
Resucitado. El regalo de la paz refiere también a las promesas de Jesús en el momento de
su despedida: “…les dejo mi paz…me verán de nuevo y se alegrara el corazón de ustedes”
(Jn 14, 27; 16, 22).

Por último la conclusión del evangelio (20, 30-31), similar a la de 21, 24-25. Esta es obra
de la comunidad joánica, quien aclara que el evangelio está al servicio de este itinerario de
fe, se ha escrito para suscitar la fe en aquellos que no han visto a Jesús, como nosotros. Su
redacción establece el “paso” de lo visto a lo creído y de estos a lo escrito. En este caso el
evangelio que ha llegado hasta nosotros.

2. Sugerencias para la homilía

- “Los discípulos se llenaron de alegraron de ver al Señor” (v.20). Contemplemos las


acciones de Jesús: “se presentó en medio de ellos”, saluda “la paz con ustedes”, “les
mostró las manos y el costado”, y “sopló”. Con estas acciones Jesús inaugura la nueva
1
comunidad de discípulos. La Iglesia ya no es un grupo de gente sino que es Cristo
Resucitado que está medio del mundo, es su mismo Espíritu. La vivencia, en la Iglesia, de
la paz, la alegría, vida en el Espíritu Santo y en perdón permanente serán los signos que
acompañarán a esta Iglesia. Fijémonos que sólo a partir de la presencia de Cristo en medio
de los discípulos, estos superan el miedo, recuperan la alegría, reciben la paz y se sienten
enviados a vivir el perdón. Así ha sido la misión de Jesús. Ahora, esta misma, es la misión
de la Iglesia.

Mons. Romero afirmó: “Y la misión que esa Iglesia llevará al mundo… no será otra que la
de Cristo muerto y resucitado. La Iglesia celebra su liturgia, predica su palabra solamente
para… salvar del pecado, para salvar de las esclavitudes, para derribar las idolatrías,
para proclamar al único Dios que nos ama. Esta será la difícil tarea de la Iglesia. Y, por
eso, ella sabe que, al cumplir esta misión que a Cristo le hizo ganarse una cruz y unas
humillaciones, tendrá que estar dispuesta ella también a no traicionar ese mensaje y, si es
necesario, como Él, sufrir el martirio, sufrir la cruz, la humillación, la persecución”1.

Mons. Romero dijo: “Conviértanse, que Dios los quiere perdonar”, de ponerse solidaria
del lado de los que sufren para decirles: “Ánimo, Dios va con el que sigue a Dios”. Esta es
la misión del perdón, de la reconciliación, de la Iglesia: que en el fondo de su dureza,
como madre que no sabe alcahuetear las debilidades e injusticias de sus hijos, corrige,
enmienda, orienta, para que tenga buenos hijos, para que sean dignos de la filiación
divina”.

- “Señor mío y Dios mío” (v.28). Esta es la confesión de fe que Tomás hace en Jesús,
después que ha visto y tocado al Resucitado. Aparentemente, Tomás es incrédulo, sin
embargo su duda se convierte en principio de fe. Tomás es ejemplo de que para creer en
Jesús debe ser a partir de un encuentro con él; ver y tocar. Es posible que el testimonio que
sus hermanos le daban de Jesús no le convenciera, por ello les dice si no veo y toco, por
tanto exigía comprobación, encuentro con Jesús.

- El evangelio se ha escrito para que “crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para
que creyendo tengan vida” (v. 31). Así lo ha hecho María Magdalena, María, los discípulos
y Tomás. El evangelio es itinerario que nos debe llevar a la fe y a la vida en Cristo Jesús. Al
final se aclara que la fe pascual se despierta, como en Tomás, por la mediación de
testimonio de aquellos que han hecho la experiencia, como los discípulos.

1
Cfr. Óscar A. Romero. Homilías, tomo IV, 22 de abril de 1979, San Salvador 2007, 417.

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