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1. Temas eclesiológicas
Por un lado, La relación de las comunidades joánicas con Israel se ha roto, vivieron el
rechazo del Evangelio por parte de la Sinagoga. Por otro, no se perdió la conciencia de
la relación teológica con Israel.
a--Vale la pena indicar que la unidad de la nueva asamblea, la unidad de la
comunidad constituye una preocupación importante del evangelio. En las imágenes de
la reunión del rebaño o de los hijos dispersos de Israel la idea de unidad se presenta
revestida teológicamente. Su unión, su unidad, que debe reflejar la unidad del Padre y
del Hijo, se convierte en criterio de credibilidad de su envío (17,21-23) de los
discípulos, después de la pascua.
b--Las imágenes que sirven para representar la nueva asamblea proceden del
Antiguo Testamento o tienen un sello marcadamente veterotestamentario. En este
sentido se manifiesta la importancia primaria de la idea de pueblo de Dios. A esta idea
se reducen esencialmente las dos imágenes del rebaño y de la vid (Jn 10 y Jn 15). Los
elementos típicos de su elaboración:
1.°) Se hallan orientadas cristológicamente. La eclesiología está determinada por la
cristología. Cristo es tanto el pastor como la vid. A la comunidad se accede mediante la
vinculación a él, tanto si se viene del judaísmo como de la gentilidad. Éstos son en
términos figurados los dos rediles desde los cuales se tiene que sacar y reunir el rebaño.
Sólo Cristo es el buen pastor, que se ha adquirido el rebaño mediante la entrega de su
vida.
2.°) El primer plano lo ocupa la relación del individuo —en la comunidad— con Cristo.
El pastor llama a cada una de las ovejas por su nombre (10,3). Ellas lo conocen; él las
conoce (10,14). La relación personal se expresa con más fuerza todavía en la imagen de
la vid. Cada uno de los sarmientos tiene que permanecer unido a la vid, debe dar fruto,
se poda o se corta.
aparece por primera vez en cuanto tal en la Última Cena. Aunque a Pedro se le
encomienda el ministerio que abarca a todos (apacentar las ovejas), la personalidad más
importante para la comunidad joánica es el Discípulo Amado. Él se quedará (21,22s.).
En los textos en que se contrapone a los dos discípulos, que en último término
mantienen con Jesús una relación triangular, Simón Pedro aparece como aquel que
posee mayor autoridad, mientras que el Discípulo Amado mantiene la relación personal
con Jesús. Tras llegar al sepulcro antes que Pedro por haberlo adelantado corriendo,
deja que aquél entre primero, pero sólo él accede a la fe en ese mismo momento (20,3-
8). Con ocasión de la aparición a los discípulos junto al lago, el Discípulo Amado es el
primero que reconoce al Señor (21,7). Él es también el único discípulo que está junto a
la cruz (19,26). Con ello, ha dado el testimonio verdadero y ha contribuido a que la
comunidad sea conducida a la verdad plena.
Queda la cuestión de por qué el Discípulo Amado y Simón Pedro aparecen
confrontados de forma tan singular en el evangelio. Ambos son autoridades para la
Iglesia, el Discípulo Amado lo es en el ámbito de sus comunidades. Estas comunidades
se hallan instaladas al margen de la gran Iglesia. Muy probablemente se esforzaron por
ser reconocidas por ella. Y dicho esfuerzo lo realizan de modo que ellos por su parte
reconocen la autoridad de la gran Iglesia, representada por Simón Pedro, pero hacen
valer al mismo tiempo la autoridad de su representante.
Es probable que ya en tiempos del Discípulo Amado se estableciera un círculo, cuya
importancia se reforzó tras su muerte y en el que se siguieron cultivando y estudiando
sus tradiciones; en él habrían surgido los escritos joánicos. Este círculo de teólogos,
maestros, al que se le da actualmente el nombre de «escuela joánica», se revela en las
repetidas afirmaciones en primera persona del plural: "" «Sabemos que su testimonio es
verdadero» (Jn 21,24; 1). Especial interés ofrece el comienzo de la primera carta: «Lo
que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos,
lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida [...], eso os
lo anunciamos» (1,1-13).
d--La comunidad joánica está caracterizada por la guía del Espíritu y cada uno de sus
miembros debe tomar conciencia de ello. El autor confía en que el Espíritu los
fortalezca en la verdad y les haga descubrir la mentira.
e--Los encargados de la transmisión de la doctrina, de la tradición en un sentido
amplio, desempeñan un servicio, un ministerio en la comunidad, la segunda y la tercera
carta lo llaman Presbítero. Pero en este caso no se trata de la denominación habitual del
ministerio presbiterial, sino de algo más. El presbítero desempeña una función que va
más allá de la comunidad local. El nombre tiene que ver con la edad; o, más
precisamente: con la capacidad para garantizar la tradición.
f--La comunidad entiende la relación recíproca de sus distintos miembros en
términos de fraternidad:
Es frecuente el apelativo de hermano, como muestran las dos cartas e incluso Jn 21,23:
«Esta voz corrió entre los hermanos». Tampoco en este caso falta el enraizamiento
cristológico. Aunque sólo lo hace en una ocasión, Cristo llama a los discípulos sus
hermanos; y se trata de un texto decisivo. Al poner este apelativo en labios del
ULISES LLAMO MEJÍA
Resucitado se da a entender que ellos, que lo habían negado en la Pasión, vuelven a ser
aceptados por él (Jn 20,17). El apelativo «hermanos» sitúa los escritos joánicos en la
línea de otras comunidades neotestamentarias (cf. especialmente Mt 23,8; Mc 3,34)
Pero un elemento específicamente joánico es la concepción de la comunidad como un
círculo de amigos, como manifiestan los saludos en 3 Jn 15: «Los amigos te saludan.
Saluda a los amigos, a cada uno en particular». Un saludo así presupone que las
comunidades constituyen realidades visibles numéricas.
Jesús a sus discípulos; hacia el final se convierte además en ocasión para dar a conocer
al que iba a entregar a Jesús.
Del lavatorio de los pies (13,1-15). El servicio que deben realizar todos se refuerza
mediante una argumentación: Lo que el Maestro y el Señor ha hecho están llamados a
hacerlo también los esclavos y enviados, es decir, lavarse los pies unos a otros. Lo cual
no es otra cosa que seguir entregando el amor recibido. El lavatorio de los pies es
expresión de su amor entregado, que se realiza en la muerte de cruz.
Eucaristía. Nada se dice de la presentación de los dones eucarísticos. El lavatorio de los
pies y la tradición eucarística se introducen en el mismo momento: «Y mientras estaban
comiendo, tomó pan» (Me 14,22); «Se levanta de la mesa, se quita sus vestidos...», etc.
(Jn 13,4). A Juan le interesa presentar a Jesús al final de su vida prestando a sus
discípulos el servicio que realizaban los esclavos, es decir, lavar los pies.
c. Bautismo y la Eucaristía,
Bautismo. En las comunidades joánicas se consideraba y se practicaba el bautismo
como el sacramento de iniciación. El texto más importante para el bautismo es Jn 3 5. El
bautismo no otorga sólo la nueva vida divina, sino también el Espíritu Santo.
Eucaristía. En este sentido, hay que referirse de un modo especial a la imagen de la
sangre y del agua, o, lo que es lo mismo, a la del agua y la sangre. En el relato de la
crucifixión leemos la escena de la lanzada del soldado: «Y al instante salieron sangre y
agua». La referencia más amplia y más clara al sacramento en los escritos joánicos la
constituye la «parte eucarística» del discurso sobre el pan: el que come mi pan y bebe
mi sangre tiene vida eterna.
Se puede suponer con bastante probabilidad que el agua y la sangre se refieren a los
sacramentos del bautismo y de la eucaristía. Éstos son los testigos continuadores y
permanentes de la salvación realizada por Jesús. Que se mencione primero el agua se
debe a que el bautismo se contempla como sacramento de iniciación. En la muerte real
del Hijo en la cruz se ofreció el testimonio permanente de la salvación. Ese testimonio
sigue viviendo y ofreciéndose en los sacramentos de la eucaristía y del bautismo.
Lo más llamativo de la concepción de la eucaristía es que se orienta completamente a la
salvación individual, es decir, al individuo. En él desaparece del todo la idea, subrayada
por Pablo (1 Cor 10,17; ll,20s.), de que también los que participan en la comida se unen
entre sí. Participando en la comida, comiendo y bebiendo, el individuo obtiene la unión
personal con Cristo: «Permanece en mí y yo en él» (6,56). Participando en la comida,
comiendo y bebiendo, el individuo obtiene la unión personal con Cristo: «Permanece en
mí y yo en él» (6,56).
Una característica especial de dicha tradición es el hecho de designar el pan como «mi
carne» (en lugar de mi cuerpo); en Ja orientación general de Jos escritos joánicos esa
designación subraya la verdadera humanidad de Cristo, es decir, introduce un acento
antidoceta. La concepción reflejada en esta parte del discurso pretende hacer valer el
significado salvífico del sacramento de la eucaristía para el individuo y la exacta
inteligencia del mismo frente a posibles interpretaciones que se desviaran de ella.
ULISES LLAMO MEJÍA