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1. Anotaciones al texto
Lc 10, 1-24 es el envío de los otros setenta y dos. Es un consenso que este relato de envío
es el más antiguo. Es una narración correspondiente a la experiencia itinerante y radical del
Jesús real. En el texto, no aparece el término “apóstol” que corresponde al contexto pos-
pascual1. La cifra parece estar en relación con el número de pueblos gentiles, el proyecto
importante de la obra lucana. El envío destaca el desprendimiento total de los enviados 2. La
paz (10, 5) y el reino de Dios (10, 9), para Jesús, constituyeron la razón histórica del envío.
Los discípulos regresaron alegres por el éxito de su misión y Jesús dice: “Yo veía a Satanás
caer del cielo como un rayo” (10, 18). La afirmación describe, de modo claro, la actuación
presente del Reino. La caída de Satanás no es un acto puntual, sino obra del anuncio (dar
testimonio) del evangelio. Por tanto, constituye un proceso de cambio, puesto que la
práctica de este anuncio es la construcción del mundo según el modelo del Reino de Dios,
en el que ya no tiene cabida la injusticia, la cara histórica de Satanás.
- “Después de esto, designó el Señor a otros setenta y dos y los envió por delante” (v.1).
Este envío, sin exclusiones, es el recurso que las iglesias lucanas tenían cada vez que
querían actualizar el espíritu de Jesús en la tarea del anuncio. Mons. Romero actualizó, en
1
Cfr. Lc 9, 1-6.
2
Compárese Lc 10, 4 con 22, 35-36.
3
Cfr. 1Cor 9, 5-6.
1
su momento, estas palabras, cuando dijo: “es más bien un grupo… en el cual yo veo,
queridos hermanos, a ustedes los laicos, los bautizados, padres de familia, maestros de
escuela, profesionales, estudiantes. Ustedes son los setenta y dos que Cristo escoge y los
envía 4.
- “No llevan bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saluden a nadie para el camino” (v. 4). El
lugar de la misión está en el camino. Caminar despoja de seguridades y pone en contacto
con la realidad, es ir con lo mínimo necesario. La Iglesia, si desea cumplir el mandato de
anunciar el evangelio del Señor, debe volver a estar en el camino. La Iglesia no es una
institución que cuida y promueve una religión, sino que es, fundamentalmente, servidora
del Evangelio de Jesucristo Crucificado. La Iglesia necesita organización, pero el Evangelio
pide, como indica el principio de renovación eclesial, “tener el máximo posible de
espiritualidad y el mínimo indispensable de organización”.
- “En la casa que entren, digan primero paz a esta casa. Y si hubiere allí un hijo de paz, la
paz de ustedes reposará sobre él; si no, se volverá a ustedes” (vv. 5-6). La casa es un lugar
de la misión. La paz es el mensaje a anunciar en casa. Esta paz no es un lema ideológico,
sino la aceptación de la paz que Dios ofrece y la conversión al Reino de Dios. En El
Salvador, el vocablo paz tiene una connotación ambigua, puesto que para conseguirla se
normaliza la violencia como medio para lograrla, dejando de lado la conversión personal y
de las estructuras.
Mons. Romero dijo: “Esta es la gran angustia de nuestro tiempo, y aquí en El Salvador la
estamos sintiendo: no hay paz... nos preocupa si no quiere seguir los verdaderos caminos
para encontrar la paz….prediquen esto que es el resumen de mi redención: paz a esta casa.
Y si allí hay gente de buena voluntad, allí se quedará esa paz; pero si hay soberbia, si hay
orgullo, si hay rechazo de Dios, esa paz no se quedará allí, se irá con ustedes5.
- “En la ciudad donde entren… díganles: El Reino de Dios está cerca de ustedes” (v.9). La
ciudad es el otro escenario de la misión. La noticia a proclamar es que el reino de Dios está
presente. Este anuncio tiene como realidad histórica, hacer la paz. La Iglesia es servidora
del reino de Dios y de la paz entre las comunidades. Ella está llamada a dar esperanza y
conciencia al pueblo que sufre la ausencia de paz. Esta es la misión a retomar, la misma que
ha dado el Señor Jesús.
4
Cfr. Óscar A. Romero. Homilías, 3 de julio de 1977, tomo I, San Salvador 2005, 168.
5
Ibid. 168-169.