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21º domingo tiempo ordinario

Jn 6, 60-69

1. Anotaciones al texto

El texto plantea la reacción de los discípulos 1 y de los Doce ante el discurso de Jesús en la
sinagoga en Cafarnaún. Este puede dividirse en dos escenas:

La primera (vv. 60-66) describe a “muchos de sus discípulos” presa de la duda (“¿quién
puede escucharlo?”) y la negación (“murmuraban”). El v.60a presenta la reacción de los
discípulos, “es duro este lenguaje”. Esta frase, por una parte, refiere al discurso precedente,
en particular, a la afirmación que “Jesús es el pan de vida bajado del cielo” (vv. 41-42); y,
por otra, denuncia el carácter intolerable de esta pretensión. La pregunta, (“¿quién puede
escucharlo?”, refuerza esta opinión y subraya, por parte de los discípulos, la imposibilidad
de admitir tal aseveración de Jesús. El v. 61 demuestra que Jesús conoce, totalmente, el
estado de ánimo de sus discípulos, a pesar que ellos no han ido directamente a él.

Los vv. 61b-62 ostentan la doble pregunta de Jesús dirigida a sus discípulos. La primera
identifica el escándalo al que ellos han sucumbido. Ellos no aceptan la pretensión de Jesús,
porque conocen su ambiente familiar. El escándalo de la encarnación no puede darse en
dicho entorno. Jesús, por ello, radicaliza la no aceptación de ellos con la segunda pregunta.
Esta cuestionante expone que los discípulos mucho menos entenderán al Crucificado. Ellos
son presa de incomprensión y de duda. Esta cuestión es retomada en el v. 63, que precisa la
oposición entre espíritu y carne. El texto deja evidenciado que sólo el Espíritu, o sea la
acción de Dios mismo, puede suscitar una comprensión adecuada de Jesús. Por tanto, sólo
el que se abre a la acción del Espíritu puede discernir en la persona de Jesús la presencia
real e inesperada de Dios. El discípulo, en lugar de juzgar según la carne, debe recibir las
palabras de Jesús, puesto que son espíritu y vida.

Los vv. 64-65 abordan el misterio de la incredulidad. En el v.64, Jesús conoce quién es el
que no cree y quién es el que lo traiciona. De modo que incredulidad es no creer las
palabras de Jesús y traicionarle. El v. 65 aclara que la fe, es decir, ir hacia Jesús, es un don
de Dios. Así la libertad de creer es un don de Dios. El v. 66, cierra la primera parte, y
expone una afirmación del narrador, en el que está involucrado el lector actual: “muchos de
sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él”. El lector actual está involucrado
porque el texto no dice quiénes son estos “muchos de sus discípulos”, por tanto también es
este lector, y es posible, que este, se haya escandalizado y ya no vaya más detrás del
Crucificado.

La segunda escena (vv. 67-69) describe la posibilidad contraria: para un pequeño grupo,
“los Doce”, es posible encontrar en las palabras de Jesús vida eterna. El v. 67 presenta la
pregunta de Jesús. Esta hace referencia al v.66, que evocaba el abandono de los discípulos a
Jesús. Esta se refiere a la fe de sus íntimos. La pregunta es retórica, puesto que tal como
está formulada se espera una respuesta negativa por parte de sus amigos.

1
Estos son los mismos que lo traicionan y lo entregan a los verdugos (6, 70).

1
Los vv. 68-69 constituyen la respuesta de Pedro, portavoz de los “Doce”. En el v. 68,
Pedro, sirviéndose del mismo verbo, “andar, ir de tras”, usado en el v.66, subvierte su
sentido para significar la locura que supone alejarse de Jesús. La razón de Pedro es que sólo
Jesús tiene palabras de vida eterna. Pedro ha reconocido que Jesús es el pan que da la vida.
El ser humano, representado en Pedro, debe seguir únicamente al que da la vida: Jesús de
Nazaret. Para finalizar, en el v.69, Pedro extrae la consecuencia de lo que ha dicho. Esta es
creer en Jesús y saber quién es él. La expresión “tú eres el Santo de Dios” es ambigua,
porque Jesús no le ha hablado de esto, sino de ser pan, de dar vida, en otras palabras les ha
hablado de la crucifixión. Por tanto Pedro sigue sin entender, quién es Jesús. Ello
constituye un drama más grande en el evangelio de Juan.

2. Sugerencias para la homilía

El texto del evangelio constituye un instrumento de evaluación, auténtico, sobre el


discipulado con Jesús hoy. La actitud que puede ayudar es, verse reflejado tanto en los
discípulos como en Pedro. Buena parte de la Iglesia actual (personas, ministerios y
estructuras), cada uno a su medida, sigue sin entender y sin creer en Jesús, tal como él lo
quiere. Lo más fácil es abandonar la cruz de Jesús.

Las palabras de Mons. Romero, pueden ayudar a iluminar el momento actual que vive El
Salvador:

“Hay momentos en que la tempestad de la historia se agiganta y crea confusión y angustia,


desaliento, pesimismo. Hasta algún pastor, que debía de ser signo de tranquilidad, de seguridad
y de orientación, se muestra también desorientado, como si le fallara la fe. Hay violencia, hay
desorden y hay vicio también. Y hay la honradez de los que se creen buenos porque no hacen
ningún mal, olvidándose que ser bueno no es algo negativo, sino hacer todo el bien que se
puede hacer. En fin, hay, en nuestro ambiente, un ambiente de tempestad, de confusión. Se oye,
a veces: “¡Ya no hay salvación!”. “¡Este es un callejón sin salida!”. Hermanos, ante ese
pesimismo y desorientación, gracias a Dios que los cristianos contamos con una voz…“Él tiene
palabras de vida eterna”, nos dice el Evangelio de hoy. Es una voz de calma y de luz. Es como
cuando uno sabe que, más allá de las nubes del temporal, hay un cielo claro donde el sol brilla y
que ha de pasar el temporal y las nubes pasarán y brillará ese cielo y ese sol. Tengamos fe” 2.

El texto del evangelio presenta por un lado el mensaje de Jesús con claridad y el riesgo, y,
por otro, desarrolla la dificultad que este mensaje tiene para ser aceptado. Jesús deja en
evidencia la comodidad del discípulo cuando siente dura su palabra y no quiere escucharla.
Este tipo de discípulo busca un Jesús que no se meta en sus intereses personales. El
discípulo de Jesús hoy, debe encarar la existencia humana con la radicalidad de Jesús,
aunque ello signifique dureza y escándalo. El Dios que ofrece Jesús parece inaceptable,
puesto que si hacemos su voluntad, el resultado será la cruz. Por eso es que muchos de sus
discípulos lo abandonaron. Así sucede hoy. El evangelio exige ser una Iglesia radical en la
opción por la cruz de Jesús.

Esta es la Iglesia que Pedro encarna. La que a pesar de lo duro que signifique poner en
práctica el evangelio, está dispuesta a confesar: “Señor ¿a quién vamos a ir? Pedro no era
más virtuoso que los que abandonaron a Jesús, sino que a pesar de los escándalos, fue

2
Cfr. ÓSCAR A. ROMERO. Homilías, tomo V, 26 de agosto de 1979, San Salvador 2008, 239.

2
sincero con Jesús. La Iglesia debe ser experta en honestidad. Las palabras de Jesús que dan
vida, no siempre son las que suenan bien al oído, sino aquellas que ayudan a entender el
compromiso apostólico hoy, las que configuran con su cruz.

Al respecto, los cristianos católicos debemos examinar con honradez, si estamos sirviendo
“a Yahvéh, porque él es nuestro Dios” (Jo 24, 18). Igualmente, si podemos reafirmar con
sinceridad, aquella fe: “Señor ¿a quién vamos a ir? Estas palabras, deben ayudar a discernir
el papel del cristiano hoy.

Mons. Romero hizo “un llamamiento aquí a la intimidad de la Iglesia. La Iglesia está
señalando al único Dios verdadero y advirtiendo contra los falsos dioses… La Iglesia no
está para ser un capitán de un ejército, la Iglesia no está para llevar una revolución. La
Iglesia está para ser madre de unidad y se mantiene autónoma, entre dos partidos que
pelean, para poderle decir, a uno y a otro, lo justo y lo injusto, y para poder reclamar, a la
hora de los pecados de guerra, lo que no se debe de hacer ni en situaciones conflictivas.
La Iglesia quiere ser siempre la voz de Cristo, el pan que baja del cielo para la vida, para
la luz, para la salud del mundo”3.

Pregunta para la profundización. Al revisar la diversidad de respuestas que aparecen en el


texto del evangelio, ¿con cuál me identifico?

3
Ibid. 256.

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