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1. Relación entre derecho y proceso.

2. El proceso de derecho.
3. Los sujetos procesales.
4. ¿Quiénes son sujetos procesales?
5. ¿Quiénes son los auxiliares judiciales?
6. Las partes en el proceso penal
7. El Ministerio Público como titular fundamental de la
acción Penal Pública
8. El imputado y sus defensores como parte del proceso
penal.
9.

Relación entre derecho y proceso.


El derecho sin el proceso no podría alcanzar su finalidad; en una
palabra no sería el derecho.
El conflicto de intereses, si no es frenado conduce al desorden, que es
la quiebra del derecho.
No hay espectáculo que de la impresión del choque entre los hombres
como el del proceso penal o civil. La impresión es, verdaderamente, la
de enemigos sujetos por el collar y la cadena. El contradictorio, que
constituye el secreto del mecanismo procesal, es absolutamente un
choque entre los contradictores; no es raro que, a pesar del collar y la
cadena, estos consigan desencadenarse. Los testigos, por otra parte,
que constituyen también una pieza indispensable del mecanismo, si
pudieran hacer lo que quisieran, se mantendrían lejos de la contienda;
aquí para poder servirse de ellos, en ves del freno hace falta un
impulso.
El juez también en el proceso tiene sus tentaciones, de las cuales debe
ser salvado. Sin el proceso, el derecho no podría alcanzar sus fines;
tampoco los podría alcanzar el proceso sin el derecho. La relación entre
los dos términos es circular. Por eso se constituye esa rama del derecho
que se llama derecho procesal.
Esta necesidad que tiene el proceso del derecho se ha intuido
fácilmente. Uno de los primeros resultados del saber científico
en torno al derecho ha sido saber distinguir entre el derecho procesal y
el resto del ordenamiento jurídico, al cual por contraposición, se da el
nombre de derecho material. Tal distinción tiene su reconocimiento
legislativo en la existencia de un código de procedimiento penal y un
código de procedimiento civil, conjunto de las normas que regulan el
uno y el otro proceso.
Más allá de la intuición, en el campo de la verificación racial,
nuestro conocimiento sobre este tema se halla todavía detenido. En
rigor, del iter de la verificación debería ser éste; puesto que el derecho
opera constituyen relaciones entre individuos, en los cuales se
componen sus conflictos de intereses, si existe un derecho procesal,
deben existir relaciones jurídicas procesales. Los dos términos
son indisolubles; o derecho procesal y relaciones jurídicas procesales o
bien, ni éstas ni aquéllas.
El proceso de derecho.
Es un mecanismo extremamente complicado, del cual estos hombres
son las piezas singulares; el mecanismo no podría funcionar si
su movimiento no estuviese combinado por vínculos, los cuales no son
ni pueden ser otra cosa que relaciones jurídicas. El trabajo para
desenredar la madeja de estas relaciones, análogo al que se realiza para
demostrar una maquina, o análogo también a la anatomía del cuerpo
humano, absolutamente necesario para hacer pasar el conocimiento del
proceso del estudio empírico a la fase científica.
El concepto empírico y simplistico del proceso como relación jurídica
correspondiente, como signo de una misma involución del saber
científico en torno al proceso, un concepto análogo de
la jurisdicción y de la acción, consideradas como potestad del juez y
como derecho de las partes: potestad la primera de hacer justicia, y de
derecho del segundo, de obtenerla; concepto de uno y el otro,
improvisados, sin el análisis necesario para desarrollar su contenido y
para aclarar sus implicaciones. Si, una relación jurídica no basta para
acotar el concepto de lo que se podría llamar el proceso de
derecho, es decir, el proceso regulado por el derecho, así también en
una sola facultad y en un solo derecho no se acota el concepto de la
jurisdicción ni el de la acción; estas son una suma, o mejor,
un sistema de facultades, y de derechos subjetivos, a los cuales
corresponden deberes e incluso poderes recíprocos de otras personas,
jueces, auxiliares, partes, defensores, terceros, que operan de modo
diverso en el proceso.
El proceso es el medio de poner en práctica las sanciones establecidas
por la ley; cuando esta dice que quien roba debe ir a la cárcel o quien
mata debe sufrir la misma suerte. La ley es aquel juicio de valor en
torno a un posible; el cumplimiento de la promesa, que accede a ella,
exige otro juicio para saber como están en realidad las cosas y después
si el hecho, tal como resulta del juicio, es o no es , aquel que la ley ha
previsto.
El conjunto de actos que conducen a este segundo juicio y a la
respectiva decisión, se llama proceso de cognición: porque sirve
para conocer si el posible previsto por la ley se ha traducido o no existe.
Los sujetos procesales.
Son sujetos procesales:
El tribunal, que es el Órgano de Control, de Juicio y de Ejecución de
Sentencia.
El Juez de Control, durante la fase preparatoria e intermedia, hará
respectar las garantías procesales, decretara las medidas de coerción
que fueren pertinentes, realizará la audiencia preliminar y aplicara el
procedimiento por admisión de los hechos.
El Juez de Juicio en las deferentes causas que le sean atribuidas, como
juez unipersonal o integrante de un tribunal mixto o de jurado, según el
límite superior de la pena imponible en cada caso, actuará así:
 Como Juez unipersonal en las causas por delito que no tengan
asignada la pena privativa de libertad y aquellas cuya pena privativa
no sea mayor de cuatro años; en el procedimiento abreviado y en el
procedimiento de faltas.
 Como Juez presidente de un tribunal mixto en las causas por
delito cuya pena privativa de libertad sea mayor de cuatro años y no
exceda de dieciséis. Dirigirá la audiencia oral y redactara la
sentencia respectiva.
 Como Juez presidente de un tribunal de jurado en las causas por
delito cuya pena privativa de libertad sea superior a dieciséis años.
Dirigirá la audiencia oral y dictara la sentencia conforme al
veredicto del jurado.

Los Jueces de Ejecución de Sentencia velarán por el cumplimiento de


las penas y medidas de seguridad.
El Ministerio Público, es el titular de la acción penal y parte en el
juicio. La titularidad de la acción penal le corresponde al Estado a
través de este, quien esta obligado a ejercerla, salvo las excepciones
legales.
La Defensa Pública, actúa cuando el imputado no designa defensor y
tiene a su cargo la responsabilidad de hacer efectiva la garantía
constitucional del derecho a la defensa, hasta tanto se dicte la ley
respectiva.
Los Órganos de Policía de Investigación Penales, son auxiliares
del Ministerio Público para adelantar las investigaciones, estos son los
funcionarios a los cuales la ley acuerda tal carácter, y todo otro
funcionario que deba cumplir las funciones de investigación que
el COPP establece, los cuales son:
-Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalisticas.
-Los Órganos Competentes de la Guardia Nacional.
-Las autoridades que las leyes de tránsito señalen en materia de
su competencia.
-La Oficina Nacional de Identificación y Control de Extranjeros,
conforme a las leyes que regulan su competencia.
La víctima, es la persona directamente ofendida por el delito.
El cónyuge o la persona con quien haga vida marital por más de dos
años, hijo o padre adoptivo, parientes dentro del cuarto grado de
consanguinidad o segundo de afinidad y al heredero, en los delitos cuyo
resultado sea la muerte del ofendido.
Los socios, accionistas o miembros, respecto de los delitos que afecten
a una persona jurídica, cometidos por quienes la dirigen, administran o
la controlan.
Las asociaciones, fundaciones y otros entes, en los delitos que afectan
intereses colectivos o difusos, siempre que el objeto de la agrupación se
vinculé directamente con esos intereses y se hayan constituido con
anterioridad a la perpetración del delito.
Si las víctimas fueren varias deberán actuar por medio de una sola
representación.
El Imputado, es la persona sospechosa de ser autor o participe del
hecho criminal. La condición de imputado perdurará hasta el momento
en que juez de control, admitida la acusación, dicte el auto de apertura
a juicio en la forma prevista en el COPP, en donde adquiere la
condición de acusado.
Auxiliares de la partes, son los asistentes no profesionales y los
consultores técnicos de las partes.
¿Quiénes son sujetos procesales?
Son todas las personas naturales y jurídicas, así como todos los órganos
estadales que intervienen en el proceso penal, cualquiera sea su rol o
grado de participación.
Sujetos de dicha relación pueden ser clasificados en:
a. fundamentales.
b. Connaturales.
c. Eventuales.

 Los sujetos procesales fundamentales: son aquellos que


integran la relación jurídico-procesal, sin los cuales no podría existir
el proceso. Estos son el órgano jurisdiccional y las partes.
 Los sujetos procesales connaturales: son aquellos que
tienen intervención habitual o decisiva en el proceso, aun cuando no
forma parte de la relación jurídico-procesal, tales como secretarios,
alguaciles, escribientes, policías, denunciantes, testigos y peritos. Se
les llama sujetos connaturales porque su intervención es cónsona
con la naturaleza del proceso penal.
 Los sujetos procesales eventuales: son aquellos que, como
su nombre indica, pueden tener una participación eventual en el
proceso, de manera tal que pueden estar o no presentes en un
juicio concreto. Tal es el caso del demandante civil, del tercero
civilmente responsable, del tercero excluyente y del público en
general.

Partes en el proceso penal: son el imputado, asistido de su


defensor o defensores, como parte acusada, y el Ministerio Público y la
víctima de delito, con sus abogados, como partes acusadoras.
¿Que es el órgano jurisdiccional?
Es el sujeto más importante del proceso penal, pues a él corresponde el
constatar la existencia o no del hecho punible, determinar las
consecuencias de aquél y las responsabilidades que de él se deriven y
propenden a restablecer la legalidad quebrantada. Para ello el órgano
jurisdiccional debe actuar como sujeto impulsor, director y decidor del
proceso.
Es al que le corresponde conocer en cualquier grado y estado del
proceso, pues, obviamente, el conocimiento de un tipo de órgano
jurisdiccional excluye el conocimiento de cualquier otro.
En realidad en el proceso penal, solamente en la primera instancia,
intervienen más de un órgano jurisdiccional, de ordinario dos, el juez
de instrucción y el juez o tribunal de conocimiento o de la causa. Sólo
en el caso de un procedimiento de fuerte sabor inquisitivo, como el
establecido en el CECvenezolano después de la reforma que eliminó los
jueces de instrucción, se concibe la existencia de un juez único en
primera instancia.
Una de las características esenciales del proceso penal, que lo distingue
de los procesos civiles, mercantiles, laborales y administrativos, y que
explicaremos con todo detalle más adelante, es que presenta una fase
de instrucción o introductoria, previa al debate penal propiamente
dicho, durante la cual debe comprobarse la existencia del hecho
punible y acopiarse los elementos de convicción que vinculen a las
personas sindicadas con dicho hecho punible.
Es de entender, que el juez que dirija o que supervise dicha fase de
instrucción, queda de alguna manera identificado o parcializado con
sus resultados, por lo cual resulta conveniente que dicho juez o tribunal
no sea el mismo que deba conocer de la etapa plenaria o de juicio del
proceso, ya que estaría de cierta manera prejuiciado o parcializado,
incluso por meras razones de amor propio. Por tal razón se comprende
el fracaso de la reforma venezolana que eliminó los jueces de
instrucción y los convirtió en jueces de primera instancia penal,
transformándolos en sujetos únicos del conocimiento del sumario y
plenario. Esta misma fue la causa del fracaso de la reforma española de
1978, que dispuso que los jueces de instrucción celebraran los juicios
orales de las mismas causas que habían instruido, en los casos de
delitos no graves.
¿A cargo de que jueces esta la dirección o supervisión de la
fase sumarial o preparatoria en los procesos tanto
acusatorios como inquisitivos?
Corre a cargo de los jueces unipersonales.
¿Cuál es la diferencia entre los sistemas inquisitivo y
acusatorio?
Es evidente que la diferencia es en cuanto al tipo de órgano
jurisdiccional que debe conocer y dirigir la fase plenaria o de juicio.
 En el sistema inquisitivo, el juez de conocimiento o de juicio es
casi siempre, por no decir siempre, un juez unipersonal que incluso,
como ya hemos dicho antes, puede ser diverso, pues dadas las
características del juicio escrito inquisitivo, un juez puede estar a
cargo del proceso durante la etapa probatoria y ser otro juez quien
sentencie.
 En el sistema acusatorio en materia penal, la forma del órgano
jurisdiccional que debe escuchar, dirigir y decidir el juicio oral es
sumamente variada.

Los auxiliares judiciales como sujetos del proceso penal.


¿Quiénes son los auxiliares judiciales?
Estos son los secretarios, los escribientes y alguaciles.
Algunos autores: consideran que los secretarios, escribientes y
alguaciles forman parte del órgano jurisdiccional y como tal los
estudian. Si bien administrativamente esto es cierto, es obvio que son
absolutamente deslindadles las funciones de tales funcionarios de las
encomendadas a las personas que deben decidir el proceso, y por eso
nos parece conveniente separarlos al objeto de su estudio.
¿En que consisten las funciones de los llamados auxiliares
judiciales?
En apoyar la labor del juzgador, mediante la elaboración de las actas
judiciales, composición y control de los expedientes y práctica de
diligencias tales como toma de declaraciones, citaciones, notificaciones,
emplazamientos, así como llevar la secuencia general del proceso.
En cuanto a los sistemas con primado de la escritura:
Los secretarios y escribientes se convierten en los amos del proceso, ya
que la inmersa mayoría de las diligencias se realizan ante ellos, y son
ellos los que elaboran la sentencia, con la complicidad displicente del
juez quien, de no tener interés expreso en el asunto, se limita a
firmarla, pues el carácter escrito le permite semejante<<licencia>>.
En cuanto a los sistemas con primado de la oralidad:
El juez está obligado a presenciar los actos y a decidir in situ, por lo
cual la función del secretario se reduce a levantar el acta
correspondiente, en tanto que la del alguacil consistirá en hacer entrar
y salir a los declarantes de la sala y efectuar alguna que otra citación.
Aquí los escribientes salen sobrando.
LAS PARTES EN EL PROCESO PENAL:
Son el Ministerio público, la victima, el imputado y sus respectivos
abogados. Cuando antes nos referimos al principio de contradicción o
partes adversas en el proceso penal, hablamos de las dificultades
teóricas que para algunos autores presentaba el concepto de parte en
este campo del derecho procesal. Sin embargo allí dejamos sentado que
el enfoque de este problema dependía del tipo de procedimiento penal
de que se tratase, pues es obvio que en el sistema inquisitivo, donde el
juez no es árbitro neutral, sino sujeto activo de la incriminación y
decidor a la vez, no tiene sentido hablar de partes adversas ni de
contradictoriedad. Lo mismo ocurre en los sistemas mixtos que
mantienen un sumario o fase preparatoria escrita o secreta.
Pero en los sistemas donde los rasgos acusatorios tienen un peso
definitivo, la concepción de partes es plenamente vigente, en el
entendido de que es parte todo aquel que litigue frente a otro con
posiciones procesales propias y opuestas a otras partes. En estos
sistemas hay que diferenciar las partes respecto de la acción penal y las
partes respecto a la acción civil, cuando esta última es ejercida dentro
del proceso penal.
Partes respecto de la acción penal; son las partes acusadoras, que
son las que pueden ejercer la acción penal ( acusar) y entre las que
podemos encontrar al representante de la vindicta pública ( fiscal o
procurador del Ministerio Público, Fiscalía General, Ministerio Fiscal,
Fiscal de distrito, o como se llame en cada lugar concreto), la víctima
del delito, devenida o no en querellante (mediante acusación privada),
y los acusadores populares, allí donde se les permita; y la parte
acusada, que es aquella contra la que se dirige la acción penal, y esta
constituida por el imputado y sus defensores. Estas son las partes
esenciales de todo sistema acusatorio.
Partes respecto a la acción civil derivada del delito; tenemos a
las partes demandantes, entre las que puede figurar el Ministerio
Público o Fiscalía, la víctima como demandante civil y la comunidad en
general o el Estado, como demandante, civiles cuando la ley lo permite;
y las partes demandadas, entre las que se encontrará el imputado-
demandado y el tercero civilmente responsable.
Partes Procesales.
En noción preliminar, el litigio por iniciativa propia o por impugnación
de una acción ajena contra él; sea demandante, actor o reo y también
en el proceso criminal, el querellante y el acusador.
Para Chiovenda; parte es el que demanda en nombre propio (o en
cuyo nombre es demandada) una actuación de la ley, y aquel frente al
cual ésta es demandada.
Para Calamandrei; parte es la persona que pide la providencia ( el
actor en el proceso de cognición; el acreedor en el proceso de ejecución)
y aquella frente a la cual la providencia se pide (demandado en el
proceso de cognición; deudor en el proceso de ejecución. Admite que
las partes pueden ser más de dos, en cuyo caso existe litisconsorcio;
y que los actos procesales pueden ser realizados por terceros.
Para Rocco; por parte debe entenderse cualquier sujeto autorizado por
la ley procesal para pedir en nombre propio la realización de una
relación jurídica propia o ajena, mediante resolución jurisdiccionales
de diversa naturaleza.
Para Goldschmidt; en todo proceso civil han de intervenir dos partes;
porque no se concibe una demanda contra uno mismo, ni siquiera
en calidad de representado de otra persona. Centrándose sobre el
proceso civil, declara que llama actor al que solicita la tutela jurídica; y
demandado, aquel contra quien se pide. No se requiere que las partes
sean necesariamente los sujetos del derecho o de la obligación
controvertida.
La parte se caracteriza, pues, porque pueden ganar o perder algo según
le sea favorable o adversa la resolución del juicio. En el Proceso Penal,
son partes, por su forzosa intervención a efectos del fallo:
El Fiscal, por imperativo legal de proteger el orden jurídico y asegurar
la defensa social y la patria en los delitos que atenten contra ella.
El Acusador, por sujeto activo del delito.
La víctima, por agente pasivo de la infracción.
Cualquier lesionado en sus intereses materiales, como acreedor por
razón de la responsabilidad civil.
¿Quiénes no son partes?
Situándose como escenario, por mayor número de personajes, en el
procedimiento penal, con las exclusiones pertinentes en el proceso
civil, y dentro de las técnicas predominantes, no son partes pese a su
presencia ante los tribunales:
Los Defensores, sean abogados o sencillamente profesionales, como
los militares en el fuero castrense a los que, por designación libre del
proceso o por nombramiento de oficio, les incumbe el patrocinio del
reo; si bien son representantes de la parte acusada, y suelen ser
designados como parte.
Los Testigos, espectadores más o menos fortuitos de los hechos, cuya
imparcialidad teórica deberá apartarlos de sentirse gananciosos o
perjudicados con el resultado procesal y o los que no afectan ni penal ni
civilmente el fallo, a menos de haber incurrido en falso testimonio.
Los Peritos, por colaboración de los jueces en materias de
especialidad ajena a los mismos, o que exijan singular examen o
detalle.
Los Jueces, y demás auxiliares de la justicia, porque su función es de
conocer y resolver el caso.
La capacidad procesal en el proceso.
Respecto a la cualidad de parte en el proceso penal habrá siempre que
analizar las categorías de la capacidad procesal en general, capacidad
para ser parte y legitimación ad causam, conforme se entiende estos
conceptos en las ciencias del derecho procesal moderno, valorando
como capacidad procesal la condición potencial inherente a toda
persona, de participar en todo proceso judicial que es el equivalente
procesal de la capacidad de hecho civil, como capacidad para ser parte
la cualidad del poder ejercer por si mismos los derechos procesales, que
se asimilan a la capacidad de goce o de derecho, y por la legitimación
ad causam al interés en el proceso. Es obvio que estas categorías no
funcionan en el proceso Penal de igual manera a como se comportan en
el proceso Civil.
Las partes acusadoras en el proceso Penal Venezolano
Las partes acusadoras en el sistema acusatorio instituidos por
el COPP, son los siguientes:
El Ministerio Público, que es titular principal de la acción Penal en
los delitos de acción pública o perseguibles de oficio y en los delitos
públicos de instancia privada.
La victima, la que puede ejercer la acción Penal mediante querella
(acción privada), en los procesos por delitos de acción pública solo
cuando el fiscal del Ministerio Publico la ejerce.
Cualquier persona natural o asociación de defensa de los
derechos humanos, quienes podrán ejercer la acción Penal,
mediante querella, contra funcionarios o empleados públicos o agentes
policiales, que hayan violado los derechos humanos en el ejercicio de
sus funciones o con ocasión de ellas.
El Ministerio Público como titular fundamental de la acción
Penal Pública
La actuación del Ministerio Público en el proceso Penal venezolano
debe ser entendida de consumo, es decir, como órgano todo, de manera
tal que la titularidad de la acción penal pertenece al órgano y no a su
funcionario individualmente considerado, y está regulado por las
normas de la Constituciónde la Republica Bolivariana de Venezuela, El
COPP y las disposiciones de la ley orgánica del Ministerio publico en
cuanto sean aplicables.
El Ministerio Público está organizado a los efectos del
proceso penal, de la siguiente manera:
- El Fiscal General de la República, órgano unipersonal de rango
constitucional, con facultades reglamentarias internas, que encabeza y
dirige el Ministerio público y lo representa ante la Corte Suprema de
Justicia.
-Las Direcciones del Ministerio Público, creada por reglamento
Interno con facultades de orientación, supervisión y control de la
actividad de los fiscales respecto del proceso penal.
-Los Fiscales Superiores de cada Circunscripción Judicial,
creados por el COPP; que representan al Ministerio Público ante
los circuitosJudiciales Penales respectivos.
-Los fiscales del Ministerio Público con competencia en
materia penal.
Capacidad procesal.
La capacidad procesal del Ministerio Público venezolano dimana de sus
atribuciones constitucionales y legales, entre las cuales está la de
ejercer la acción penal pública. Por esta razón nadie puede recusar al
Ministerio Público como ente en el proceso penal ni oponerle falta de
cualidad o interés. Se puede recusar a un fiscal concreto a
titulo personal o pedir que se le separe del procedimiento por haber
cesado en su condición de tal, pero jamás puede excluirse al órgano
titular de la acción vindicativa.
La capacidad procesal, de los fiscales del Ministerio Público como
individuos, dimana del acto público y notorio del nombramiento, el
cual es publicado en la Gaceta Oficial de la República y por tanto,
para comparecer ante los tribunales de la jurisdicción penal
venezolana, los fiscales del Ministerio Público sólo tendrán que
identificarse por sus generales e invocar o alegar su condición de tales,
sin que deban acompañar ninguna constancia o autorización de los
niveles jerárquicos del Ministerio Público para actuar, correspondiendo
la larga de la prueba a quien impugne su cualidad.
La capacidad procesal de los fiscales del Ministerio Público dimana del
nombramiento, porque ante de ser nombrado como tal, el aspirante a
fiscal debe cumplir toda una serie de requisitos, tales como ser
venezolano, abogado, mayor de 21 años de edad, y otras que se
establezcan para cargos particulares dentro del Ministerio Público.
La víctima en el proceso penal venezolano.
El reconocimiento de los derechos de las persona o personas que son
víctima de un hecho punible, en los marcos del proceso penal donde
éste sea juzgado, constituye uno de los avances más notorios
del COPP, que lo pone a tono con las más modernas corrientes
doctrinales en materia de derecho procesal penal y de derechos
humanos y en consonancia con las obligaciones internacionales de la
República de Venezuela.
Según el COPP, la protección y reparación del daño causado a la
víctima del delito son objetivos del proceso penal. El Ministerio Público
está obligado a velar por dichos intereses en todas las fases. Por su
parte, los jueces garantizarán la vigencia de sus derechos y el respecto,
protección y reparación durante el proceso. Asimismo, la policía y los
demás organismos auxiliares deberán otorgarle un trato acorde con su
condición de afectado, facilitando al máximo su participación en los
trámites en que deba intervenir.
El COPP le confiere un tratamiento de amplísima decencia a la
posición procesal de la víctima, agraviado o perjudicado por el delito
que constituye el hecho justiciable. En esto el COPP está a la altura de
las más altas aspiraciones internacionales en la materia. Como se podrá
apreciar, la víctima, en muchos casos, no necesitará siquiera de
abogado para hacerse oír en el proceso, lo cual habla muy en alto del
papel que le asigna este Código. Es de resaltar lo referido a la
protección que el Estado debe dar a la víctima y sus familiares ante
amenazas de agresiones o atentados.
Las facultades de la víctima, en el orden práctico, le permiten perseguir
personalmente sus intereses en el proceso y actuar como factor de
choque contra posibles abstenciones de la fiscalía que pudieran
propender a la impunidad. La víctima al ser la parte doliente del delito,
hará lo imposible para que se establezca el delito y se castigue al
culpable. Por otra parte, la sociedad, al admitirle como sujeto procesal,
se descarga un tanto de responsabilidad colectiva respecto a las
posibles impunidades, pues si la víctima ha actuado por sí, no podrá
luego aducir que no se hizo lo humanamente posible.
Sin embargo, el COPP no es absolutamente liberal en el tratamiento de
las facultades de la víctima, pues en varios aspectos sujeta la actuación
procesal de aquélla a la actuación del Ministerio Público, al no darle la
posibilidad de acusar ni de recurrir con toda independencia.
El COPP considera víctima.
1. A la persona directamente ofendida por el delito.
2. Al cónyuge o lo persona con quien haga vida marital por más de
dos años, hijo o padre adoptivo, parientes dentro del cuarto grado
de consaguinidad o segundo de afinidad y al heredero, en los
delitos cuyo resultado sea la muerte del ofendido.
3. A los socios, accionistas o miembros, respecto de los delitos que
afecten a una persona jurídica, cometidos por quienes la dirigen,
administran o controlan.
4. A las asociaciones, fundamentales y otros entes, en los delitos que
afectan intereses colectivos o difusos, siempre que el objeto de la
agrupación se vincule directamente con esos intereses y se hayan
constituido con anterioridad a la perpetración del delito.

El imputado y sus defensores como parte del proceso penal.


El Imputado.
Es la persona contra quien se dirige la acción penal y que tiene la
necesidad de defenderse. El COPP, considera imputado a toda persona
a quien se le señale como autor o participe de un hecho punible, por un
acto de procedimiento de las autoridades encargadas de la persecución
penal conforme lo establece este código.
Los actos de procedimiento que confieren la nada deseable
cualidad de imputado son básicamente cinco:
 La instructiva de cargos.
 La orden de aprehensión o detención librada por un juez de
control a petición del Ministerio Público.
 La requisitoria.
 La citación librada por el Ministerio Público para comparecer a
declarar como acusado en libertad en los delitos de acción Pública.
 La citación librada por el juez del juicio para comparecer como
acusado en los delitos de acción privada.

Efectos jurídicos de la cualidad de imputado.


La cualidad de imputado produce ipso iure una serie de efectos, entre
los cuales los principales son el nacimiento de los derechos del
imputado en el proceso y la necesidad de su defensa.
El defensor.
La necesidad del abogado defensor surge desde el mismo momento de
la instructiva de cargos y subsiste incluso hasta la ejecución de la
sentencia, pero en este momento interesa conocer cuáles son
las fuentes de designación del abogado defensor del acusado y las
modalidades que esta designación pueda asumir.
Las fuentes de la designación de abogado a todo imputado o acusado
son dos: el mismo imputado y el Estado. Es bien sabido que
modernamente nadie niega el derecho de todo acusado a tener un
abogado defensor y mucho menos a que éste sea el de la preferencia del
acusado.
En dependencia de los diversos sistemas legales, el abogado que el
Estado le suministra al procesado puede tratarse de un jurista a sueldo
del propio Estado, como es el caso de los llamados Defensores de
Oficio o Defensores Públicos.
Como regla general, los acusadores no vienen obligados a satisfacer los
honorarios de los abogados asalariados del Estado que asumen su
defensa de oficio. Cuando el ordenamiento procesal encomienda su
defensa oficiosa a abogados de ejercicio privado, es usual que el
acusado condenado se le imponga como parte de las costas procesales,
la obligación de satisfacer los honorarios del defensor de oficio.
Pues la defensa de oficio se realiza en beneficio de la justicia misma y
por tanto no existe relación de trabajo ni contractual entre el acusado y
su defensa.
El COPP no distingue, como lo hacía el CEC entre defensor provisorio
y defensor definitivo, el defensor que asista al imputado desde el
primer momento lo seguirá siendo hasta tanto este último no lo
revoque.
Legitimación procesal de los defensores.
El COPP, establece que para ejercer las funciones de defensor en el
proceso penal se requiere ser abogado, no tener impedimento para el
ejercicio libre de la profesión conforme a la Ley de Abogados y estar en
pleno goce de sus derechos civiles y políticos.
El nombramiento del defensor por el imputado no está sujeto a
ninguna formalidad, por lo cual la designación puede hacerse
verbalmente, incluso porteléfono, y recogerse en acta, aun sin haber
comparecido el defensor.
Clases de defensa.
a. defensa de oficio.
Es la que se realiza en beneficio de la justicia misma y por tanto no
existe relación de trabajo ni contractual entre el acusado y su defensa.
b. Defensa privada.
Es el defensor que es nombrado por el imputado no está sujeto a
ninguna formalidad, por lo cual la designación puede hacerse
verbalmente, incluso por teléfono, y recoge en acta, aun sin haber
comparecido el defensor.
c. Defensa pública.
La Dirección Ejecutiva de la Magistratura desarrollará el servicio de
Defensa Pública, en concordancia con las exigencias de este Código.
La relación jurídica-material civil en el proceso penal.
El delito es una variedad particular de hecho ilícito, distinto del simple
hecho ilícito civil por cuanto genera, además de la responsabilidad civil,
una responsabilidad civil, una responsabilidad mucho más grave,
personal y estigmatizarte, generalmente redimible con pena corporal:
la responsabilidad penal. Sin embargo, la comisión del hecho punible
genera siempre una relación jurídico-civil entre el sujeto activo y las
víctimas o perjudicados por el delito, en la cual el primero deviene
deudor o sujeto pasivo y los segundos resultan acreedores o
sujetos activos.
La exigencia o reclamación de la responsabilidad civil deriva del delito
ha sido tratada históricamente de tres maneras: de forma
independiente, después de la firmeza de la sentencia condenatoria y
durante el juicio penal.
La responsabilidad civil derivada del delito se puede reclamar, en
algunos ordenamientos jurídicos como los del Common Law, de
manera absolutamente independiente del juicio penal a que pudiera
haber lugar.
La reclamación civil puede intentarse ante los tribunales de esa
jurisdicción en todo tiempo, incluso antes de que se haya incoado causa
penal contra el demandado y cuando de la demanda se infiera
claramente que el hecho en que ésta se funda es constitutivo de delito.
En este caso la víctima no le interesa para nada la represión penal de
que pueda ser objeto el demandado, sino solamente la reparación,
compensación o indemnización que pueda obtener de aquel.
La acción civil en el proceso penal puede ejercerse de dos formas
posibles: una, de manera conjunta con la acción penal, y otra, de forma
independiente. La acción civil puede ser ejercida conjuntamente con la
acción penal, ya sea por el fiscal público o por un acusador privado o
popular, en tanto que la víctima o los perjudicados pueden erigirse sólo
en parte civil en el juicio penal, mediante el nombramiento de un
abogado que los represente sólo a los efectos de reclamar la
responsabilidad civil. A este abogado se le suele denominar, acusador
civil.
El ejercicio conjunto de la acción civil con la penal, es sencilla
porque ambas se hacen derivar de los mismos hechos y por tanto sólo
se les tiene que describir una vez y pueden probarse con los
mismos medios de prueba. Para que la acción civil se considere ejercida
conjuntamente con la penal, basta incluir en el escrito de calificación o
acta de acusación una referencia a las normas sustitutivas que regulan
el hecho ilícito y la responsabilidad civil derivada del delito, bien estén
contenidas en el Código Civil, en el Código Penal, o en ambos, o en
legislación especial, así como una estimación de la indemnización
restitutoria o compensatoria que deba satisfacer el acusado una vez
demandado. En cambio en el ejercicio de la acción civil de forma
independiente, consiste en un libelo de demanda al estilo civil, pero
que debe interponerse en la fase intermedia del proceso ante el tribunal
penal o luego de la firmeza de la sentencia condenatoria ante el tribunal
de juicio.
Es necesario señalar que el ejercicio de la acción civil dentro proceso
penal sólo puede admitirse en cuanto atañe a la responsabilidad civil
derivada del delito y por tanto no es posible admitir en este proceso
situaciones tales como demandas reconvencionales o de defensas por
compensación, ya que el tribunal penal no es competente para conocer
dichas cuestiones. La compensación, por ejemplo, sólo podrá ser
opuesta como incidencia durante la ejecución de la sentencia si la causa
de pedir del condenado consta de sentencia firme civil.
Sin embargo, el Código Orgánico Procesal Penal recorrió, en sus
diversos anteproyectos, toda la historia de la prejudicialidad hasta
determinarse ante la barrera del estado civil de las personas, al que
muchos teóricos consideran infranqueables por su efecto sobre el orden
público.
Los sujetos de le relación jurídico-civil en el proceso penal
son:
a. El acusado, quien será el demandado en el proceso civil
subsumido en el proceso penal.
b. La víctima o los perjudicados, que jugarán el papel de
demandantes civiles en el proceso penal.
c. El tercero civilmente responsable, es la persona natural o
jurídica que tiene una responsabilidad civil solidaria con el
acusado, de origen legal o convencional.
d. El Ministerio Público cuando reclame la indemnización civil a
favor del Estado o cuando actúe en representación de las
víctimas.

La acción civil y su ejercicio en el COPP.


El legislador venezolano, siguiendo la inspiración alemana de este
ordenamiento, pero con un claro tinte criollo, escogió para COPP una
forma muy sencilla y eficiente de procedimiento para la reclamación de
la acción civil.
De acuerdo con el COPP la acción civil se ejercerá, conforme a las
reglas establecidas en él, después que la sentencia penal quede firme;
sin perjuicio del derecho de la víctima de mandar ante la jurisdicción
civil. Lo anterior significa, que durante el juzgamiento penal
propiamente dicho, no podrá la víctima deducir pretensiones civiles de
ninguna índole, hasta que haya recaído sentencia firme condenatoria.
El acusador.
Es absolutamente necesario para un juicio, ya que, que siendo la
inocencia su estado natural y condición ordinaria de todos los
ciudadanos, no puede surgir dudas o pesquisas a cerca de la cualidad
excepcional del culpable en órganos de ellos si no es afirmado. La
necesidad de tal afirmación nos lleva a la necesidad de una persona que
afirma. El acusador es pilar fundamental para la existencia del juicio,
pues sin acusación no puede haber condena teniendo que ser absuelto
el imputado.
El titular de la acción puede o no ejercerla. Esta en sus manos el poder
de solicitar o no el castigo del delito investigado en la causa. De su
pericia y rectitud dependerá el sostenimiento sucesivo de la acción
penal y la suerte de los procesados. La naturaleza pública o la privada
del delito objeto de la investigación será lo que determinará si la
acusación la asume el Fiscal del M.P o la víctima del hecho o su
representante, todo de conformidad con lo previsto en el COPP.
CONCLUSIÓN.
"En el sistema acusatorio el juez queda dispensado de la iniciativa de la
persecución penal y por consiguiente, a diferencia del juez instructor
inquisidor no se auto propone la materia del juicio, la cual, por el
contrario, se le presenta como contenido de la acusación que se postula
y sostiene por persona distinta del juez. El acusador y el acusado,
concurren ante el juez en igualdad de derechos y obligaciones, y el
juzgamiento generalmente se hace en libertad hasta el
pronunciamiento de la sentencia".
I. Principios orientadores.
1.- Dualidad de partes: el acusador y el acusado. El juez actúa como
un tercero imparcial.
2.- Audiencia: nadie puede ser condenado sin ser oído
3.- Igualdad: las partes disponen de los mismos derechos,
oportunidades y cargas para defensas de sus intereses.
II. Principios que determinan el carácter especifico de alguna
de las instituciones del proceso.
1.- Oficialidad: control de la persecución penal a través de órganos
estadales, naturalmente diferentes, que deberán ocuparse de aquella y
del enjuiciamiento.
2.- Oportunidad y legalidad:
Oportunidad: El Ministerio Público estará obligado a ejercer la
acción por todo hecho que revista los caracteres de delito, siempre que
la investigación practicada resulten elementos de cargo suficientes para
mantener la acusación.
Legalidad: Supone la posibilidad de abstenerse de perseguir
determinadas conductas delictivas, o de suspender el procedimiento en
curso, con o sin condiciones para ello, en atención a factores diversos
inmersos en una concreta policía criminal rectora en un momento y
lugar dados.
3.- Valoración de las Pruebas: libre convicción: los medios
probatorios deberán ser apreciados por el tribunal según su libre
convicción, observando las reglas de la lógica, los conocimientos
cinéticos y las máximas de experiencia.
4.- Prohibición de la "reformatio impeius".
Constituye también una manifestación del sistema acusatorio la
imposibilidad de que la situación del recurrente sea agravada en una
instancia superior.
III. Principios relativos al procedimiento vinculados con la
naturaleza acusatoria del proceso:
1. Oralidad: El proyecto prevé la realización de la audiencia
preliminar y del juicio en forma verbal, y la practica en este de
las pruebas de testigos y experticias.
2. Inmediación: Este principio postula que el juez llamado a
sentenciar haya asistido a la práctica de las pruebas y base en
ellas su convicción, esto supone que haya estado en relación
directa con las partes.
3. Concentración: Los actos procesales de adquisición de pruebas
deben desarrollarse bien sea en una sola audiencia o en
audiencias sucesivas.
4. Publicidad: Los actos del proceso, salvo las excepciones legales,
han de efectuarse en público.

IV. Participación ciudadana:


La participación popular se concreta en el proyecto mediante dos
formulas: un tribunal en el que los ciudadanos deciden conjuntamente
con los jueces profesionales. Y en un tribunal integrado por ciudadanos
no profesionales en derecho que actúan presididos por un juez
profesional.
V. Estructura del Proyecto:
El Proyecto del Código Orgánico Procesal Penal consta de un Título
Preliminar, de cinco libros y un libro final. El Titulo Preliminar
comprende los principios generales llamados a regular el ejercicio de la
jurisdicción penal. La materia cubierta por cinco libros del Código se
divide de la manera siguiente: el Libro Primero trata la parte general
del procedimiento penal y todo lo relativo al régimen de la acción penal
y a la acción civil; el Libro segundo se refiere al procedimiento
ordinario; el Libro tercero a los procedimientos especiales.; el Libro
cuarto a los recursos; y el Libro quinto a la ejecución de la sentencia.
El Libro Final, se refiere a la vigencia, el régimen procesal transitorio;
la organización de los tribunales, del Ministerio Público y de la defensa
pública, para la actuación en el proceso
En este apartado
hallarás estudios referidos a la
teoría general del proceso y al
derecho procesal penal, por
ejemplo, la finalidad del
proceso penal y sus principios
fundamentales, la
competencia, el sistema de
recursos, procedimientos
especiales, etc. 
"¿Partes en el proceso penal?". 4-2-
2019
Hablar del tema de las "partes" en el proceso penal, en el fondo
plantea la misma cuestión sobre si cabe admitir la existencia de una
"teoría general del proceso" aplicable a todas las ramas del derecho
procesal, es decir, la cuestión de si debe admitirse una doctrina que
comprenda los principios generales, instituciones y categorías
comunes a toda clase de proceso o procedimiento, sea de índole
penal, civil o administrativo. 

Aunque en el derecho procesal en general se acepte ampliamente  tal


planteamiento, algunos procesalistas penales han expresado críticas
a su aplicabilidad al derecho procesal penal, argumentando que este
tiene una distinta naturaleza al derecho procesal civil o al
administrativo, tanto en sus principios como en los intereses en
conflicto en cada clase de proceso. Cabe citar en este sentido a
Vincenzo Manzino y Eugenio Florian, entre otros. 

Por este camino se ha rechazado también determinadas categorías o


instituciones procesales en particular, considerándoseles
inconciliables con el derecho procesal penal, por ejemplo, como la
carga de la prueba, la cosa juzgada, e incluso, el concepto mismo de
"parte".

Se cuestiona que aquellas no cabrían en el proceso penal, a menos


no de la misma forma en que se les concibe en el proceso civil, que
es donde habrían tenido origen.

Se supedita su aplicabilidad en derecho procesal penal, a que se les


conciba de una manera diferente a su formulación originaria en el
ámbito civil, que pudiera ser más amplio o más restringida que en el
área penal.

Por ejemplo, Florian rechazaba terminantemente concebir a las


"partes" como sujetos que “actúan para defender intereses de
carácter privado y que están constantemente o casi siempre en
posición de antagonismo entre ellas”, forma en la que entendía se les
concibe en el derecho procesal civil, argumentando que en el área
penal se debaten intereses públicos, y aunque pudieran
excepcionalmente confrontarse intereses privados, estos se
confundirían con el interés colectivo.

Añadía Florian, la ausencia de antagonismo entre quienes


intervienen en el proceso penal, a diferencia del proceso civil, en
que el concepto de “parte” se asocia con interés, por lo que si en este
hubiera "partes", ellas tendrían intereses contrarios o contrapuestos,
es decir, pretensiones contrarias, litigio o controversia.

Para Florian, esto no ocurre en el proceso penal, ya que el Ministerio


Público podría incluso solicitar la absolución del imputado, dada su
condición de garante de las leyes.

Florian concluía así que el concepto de "parte" en el proceso penal


era distinto, entendiendo como “parte”, “aquél que deduce… o
contra el que es deducida una relación de derecho substantivo, en
cuanto esté investido de las facultades procesales necesarias para
hacerla valer o, respectivamente, para oponerse (contradecir)”.

Sin embargo, a pesar de lo autorizada de esta opinión, el que se


conciba a las "partes" en el proceso civil, de manera distinta a como
se hace en el proceso penal, no niega que existen elementos
comunes aplicables al concepto de "parte" tanto en el proceso penal
como en el proceso civil, etc., por lo que  podría admitirse en toda
clase de proceso, al menos en sus elementos más básicos, no
importando la naturaleza o características especiales que pudiera
tener el determinada área. Igual cabe decir de otras instituciones o
categorías procesales.

Me parece irrefutable la tesis de que existe un conjunto de


principios, instituciones y conceptos básicos inherentes a toda clase
de proceso o procedimiento, es decir, que existe una “teoría general
del proceso”, la cual fundamenta a todas las ramas del derecho
procesal. Así, en todo proceso son aplicables categorías como la
acción, la jurisdicción y el proceso mismo. Igualmente instituciones
como los recursos, las pruebas, la “cosa juzgada”, etc. Igual me
parece ocure con el concepto de “parte”.

Sin embargo, como vimos, existe la objeción de que tales institutos


no son admisibles o hay que entenderlos de manera distinta en el
proceso penal. Por ejemplo, como lo decía Florian respecto del
concepto de "parte". Sin embargo, tampoco es que este negare por
completo la categoría, sino que supeditaba su admisibilidad a que se
adaptare a la naturaleza del proceso penal.

Pero de ser así, no existirían motivos para rechazar la “teoría general


del proceso”, la cual, se edificaría con lo más elemental de los
componentes del proceso, sin importar la naturaleza del mismo. No
importará su forma específica de manifestación sino solo el molde
común.

Partiendo de esta premisa, no habría por qué negarse el concepto de


"parte" en el proceso penal. No obstante, cabría de todos modos
precisarla un poco más, específicamente distinguiéndola del
concepto de sujeto procesal, el cual estrechamente relacionado con
ella.

Las “partes" son “sujetos procesales”, pero no todo “sujeto procesal”


es “parte”.

El concepto de “sujeto procesal” es más amplio que de “parte”.


Existe entre ellos una relación de género a especie. El género es el
“sujeto procesal”, la especie, la “parte” procesal.
“Sujetos procesales” son todas las personas que intervienen en el
proceso ejerciendo un rol, a fin de que pueda dictarse una decisión
sobre el fondo de la controversia. Por ejemplo, el juez, el
demandante, el demandado, los testigos, expertos, terceros
intervinientes, etc., constituyen sujetos procesales.

En la medida que alguno tenga o ejerza derechos, cargas u


obligaciones en el proceso, será un “sujeto procesal”.

En cambio, las “partes” son sujetos procesales que ejercen una


pretensión, la cual, podría ser acogida en la sentencia. Así, si se
tratare de varias partes, podrán ser contradictorias, tal como ocurre
con la pretensión del demandante en contraposición con la
pretensión del demandado. En fin, el que es “parte” trata de obtener
algo, persigue un objetivo a través del proceso, cualquiera que sea
este.

Más allá de la polémica, acerca de si cabe admitirse el concepto de


parte en el proceso penal, el Código Orgánico Procesal Penal
(COPP) se refiere expresamente a los “sujetos procesales” y a las
“partes”. En cuanto a los “sujetos procesales”, en el Titulo IV de su
Libro 1º, mientras que recurrentemente menciona a las “partes” en
varias disposiciones (por ejemplo, en los artículos 12, 28, 30, 32, 36,
64, 81, 86, 87, 88, 89, 94, 103, etc. 22.- La ley admite entonces el
concepto de “parte” en el proceso penal. Por tanto, inicialmente la
doctrina no tendría por qué negar dicho concepto en el mismo.

En síntesis, en el COPP, “sujetos procesales” serán el juez, el


Ministerio Público, el imputado y su defensor, la víctima, el
acusador particular, testigos, perito, terceros intervinientes, etc. En
cambio, “partes”, en sentido estricto, será el Ministerio Público, el
imputado, el defensor, la víctima y el acusador particular.
Antes de continuar hablando de las partes, me gustaría destacar que
de hacerse una interpretación literal de las regulaciones del COPP
sobre los “sujetos procesales”, solo podrían considerarse como tales
al Tribunal, al Ministerio Público, a la víctima, al imputado y su
defensor. No serían sujetos procesales, los testigos, expertos,
terceros que intervengan, etc.

Incluso, el defensor o el acusador particular o privado, etc., al no


estar regulados expresamente como “sujetos procesales”, podría
conducir erróneamente a sostener que no tienen tal condición, siendo
que son los representantes del imputado y de la víctima. 

No obstante, como dije anteriormente, el concepto de “sujeto


procesal” abarca inicialmente a cualquier persona que participa en el
proceso. Por ello catalogué como sujetos procesales, a los terceros
que intervinieren, a los testigos, expertos, etc.

Incluso, los “sujetos procesales” podrían clasificarse, entre los que


son necesarios para constituir la relación procesal, y los que son
contingentes o accesorios. Son “necesarios” para la constitución de
la relación procesal, el juez, el imputado y su defensor, la víctima y
el Ministerio Público. Por su parte, serán “accesorios” o
“contingentes”, el querellante o acusador particular, los testigos, los
expertos o peritos, los terceros intervinientes, etc.

A modo de resumen de lo hasta ahora dicho, una cosa es ser parte y


otra sujeto procesal. No todo “sujeto procesal” es “parte”, pero si
toda “parte” es un “sujeto procesal”. Sujeto procesal es cualquier
persona que participe en el proceso, ya sea de manera principal o en
forma accidental o contingente, teniendo derechos, cargas u
obligaciones. Partes son aquellos sujetos procesales que hacen
solicitudes (manifiestan pretensiones) al juez, a fin de que sean
acogidas en la sentencia, por medio del procedimiento.
Hechas las anteriores consideraciones, volveremos ahora al tema
que nos ocupa, el de si cabe hablar de “partes” en el proceso penal.

Para esto es importante referirse nuevamente a la forma en que se


edifica el concepto en el proceso civil, ya que la teoría general del
proceso, en gran medida tuvo su origen en los estudios que hicieron
procesalistas civiles, de manera que muchas de sus instituciones o
categorías básicas tuvieron un origen civilista.
Pero que las instituciones o conceptos tengan distinta naturaleza en
el proceso penal, no puede verse como la negación de determinada
institución o concepto. En esto creo que existe cierto acuerdo.

Por tanto, en cuanto al concepto de "parte", no es que se niegue


realmente la existencia de “partes” en el proceso penal. Lo que se
discute es si el concepto de “parte” del derecho procesal civil cabe
usarlo igualmente en el proceso penal.

No es negar un concepto amplio de parte procesal, sino rechazar uno


restringido, en razón de la distinta naturaleza del proceso civil en
comparación con el proceso penal. Si se entiende este
planteamiento, pues estaría resuelta de una vez la problemática.

La pregunta que de todos modos podríamos hacernos, es la de por


qué el concepto de "parte" en el proceso civil es más restringido o
distinto al del proceso penal, cuestión que ahora trataré de
responder.

Sin embargo, antes de hacerlo, y aunque sea evidente señalarlo, es


de destacar que el juez no es "parte" en el proceso, sino un "sujeto
procesal". Independientemente del concepto de parte que llegue a
postularse, el órgano jurisdiccional no es "parte", no tiene intereses
particulares en el proceso, sino es más bien a quien corresponde
decidir entre las pretensiones o intereses controvertidos. Por esto es
que se dice que el juez es super partes, es decir, está por encima de
las partes.

El juez ha de ser imparcial e independiente, a diferencia de las


partes, las cuales serán parciales a favor de su interés particular. Al
menos de la forma en que tradicionalmente se concibe el concepto
de parte, las partes por definición n tendrán que se ser imparciales.
Esta condición solo será exigible al tribunal o juez de la causa.

Ahora bien, volviendo al tema principal, la cuestión de fondo está en


qué ha de entenderse como “parte”, ya que dependiendo del
significado más o menos amplio que se le asigne, podrá aceptarse su
existencia en el proceso penal, incluso aunque la ley no utilizare el
término en forma expresa.

En la doctrina tradicionalmente se ha hecho la distinción entre “parte


en sentido formal” y “parte en sentido material”. Partes en “sentido
formal” vendrían a ser los sujetos de la relación procesal, mientras
que partes en “sentido material” serían los sujetos de la relación de
derecho sustantivo, por ejemplo, en el caso de un delito, por un lado
la victima del hecho y, por el otro, el autor o partícipe en el mismo.

En otras palabras, serán partes en “sentido formal” las personas que


en el proceso ejercen una pretensión, a fin de que el juez la declare
con lugar, a diferencia de las partes en “sentido material”, quienes
vendrán a ser los sujetos titulares de los derechos o intereses cuya
satisfacción se persigue en el proceso, como también quienes
constituirían titulares de las obligaciones o deberes
correspondientes.

Partiendo de esta distinción, podría decirse que en el proceso civil,


parte en “sentido formal” vendrán a ser el demandante y el
demandado por el cumplimiento de una obligación, mientras que
partes en “sentido material” serían el acreedor y el deudor
respectivamente en esa determinada relación jurídica.

En el fondo de esta de concepción está también el requisito de la


legitimación en la causa o cualidad que debe tener la parte en el
proceso. Para ser parte no bastará haber demandado o contestar la
demanda, sino que también debe tenerse un interés en los resultados
del proceso. En el caso de una obligación, el demandante que su
pretensión de pago sea satisfecha, mientras que el demandado
pretenderá que no se le obligue a pagar, simplemente porque ya
cumplió con la obligación o la misma está prescrita o no existe. Esta
exigencia sería propia del concepto de parte en “sentido material”.

La interrogante aquí es si realmente cabe utilizar los conceptos de


parte en “sentido formal” y parte en “sentido material” en el proceso
penal, o si solo serían aplicables al proceso civil.

Me parece que no habría problemas en cuanto al concepto de parte


en “sentido formal”. Donde existen mayores dificultades es en lo
que respecta a concepto de parte en “sentido material”.

Así, en el proceso penal constituyen partes en “sentido formal”, el


Ministerio Público, la víctima (independientemente de que se
hubiera querellado o introducido acusación particular) al igual que el
imputado con su defensor.

Lo controversial, como señalé, es que pueda utilizarse el concepto


de parte en “sentido material”, ya que no necesariamente el
imputado tiene que ser el autor o participe en el delito que le imputa
el Ministerio Público. Ni tampoco la victima necesariamente tiene
que ser en realidad el titular del bien jurídico, cuestión que tendría
que ser comprobada durante el juicio. Esto más claramente se
observa con la situación del Ministerio Público, ya que este ni forma
ni puede formar parte de la relación sustancial, es decir, ni es autor o
partícipe del hecho punible, ni tampoco es víctima del delito
cometido, no es titular de ninguna manera del bien jurídico
lesionado o puesto en peligro por la acción delictiva. 

A esto cabria añadir el argumento de Manzini, según el cual, el


Ministerio Público no es parte en “sentido material” (u
“ontológico”), dado que no solicita nada en su propio nombre,
actuando más bien como órgano del Estado ejerciendo una función
pública para la aplicación del derecho penal sustantivo. Para
Manzini, la pretensión punitiva ejercida por el fiscal, no estaría
vinculada a un derecho subjetivo, sino al poder-deber del Estado de
aplicar la ley cuando se ha cometido un delito. 

Otro argumento que podría alegarse para negar el concepto de parte


en el proceso penal, al menos el de parte en “sentido material”, es la
aparente falta de "legitimación en la causa" (legitimatio ad causam),
es decir, la falta de interés o cualidad particular para el ejercicio de
la acción penal. El fiscal, precisamente por no ser la víctima del
delito imputado, no tendría un interés particular para perseguir
penalmente u solicitar la imposición de una pena al acusado.

En el derecho procesal civil, la "legitimación en la causa" constituye


un presupuesto esencial para poder dictar sentencia. De no haber
correspondencia entre las partes en “sentido formal” y las partes en
“sentido material”, es decir, si quienes participan en el proceso
solicitando al actuación de la ley, no ocupan al mismo tiempo una
posición en la relación de derecho sustancial, si no son
efectivamente los titulares de los derechos y obligaciones que se
debaten, no podrá dictarse una decisión de fondo sobre el asunto. 

Otra objeción al concepto de parte en proceso penal provendrá del


requisito que para muchos es consustancial al concepto de parte, que
es el encontrarse en una relación de antagonismo o controversia en
el proceso. Dicho de otra manera, si se entiende que el concepto de
parte es aplicable al proceso penal, pues debería poder afirmarse que
los intervinientes en el mismo tienen intereses contrapuestos, de
manera que sus posiciones habrían de ser contradictorias. Si bien
esto podría aceptarse que sucede entre el imputado y la víctima, el
problema se plantea es por la posición que tiene el Ministerio
Público, el cual, como bien decía Florian, podría incluso solicitar la
absolución del imputado. Esto evidentemente no podría esperarse de
una parte “parcializada” hacia la idea de que el imputado sea
condenado. 

El Ministerio Público puede solicitar la absolución del imputado o el


sobreseimiento de la causa, en razón que de acuerdo a la
Constitución y la Ley Orgánica del Ministerio Público, este ha de ser
garante de la Constitución y de las leyes en el proceso penal, es
decir, que el Ministerio Público ha de velar en el proceso penal de
que el condenado sea efectivamente quien hubiera cometido el
delito, debiendo además vigilar el respeto del conjunto de derechos
y garantías constitucionales del imputado durante la totalidad del
procedimiento.

Teniendo esta posición especialísima, la de constituir una parte


"imparcial" o de “buena fe”, no podría decirse que Ministerio
Público estaría en una posición antagónica con el imputado, sino
más bien que estaría en una posición similar a la del juez, ya que
tendría la obligación de ser imparcial. Es por esto que no solo podría
solicitar la absolución o el sobreseimiento de la causa a favor del
imputado, sino que también, durante la investigación, por mandato
legal, no solo estará obligado a averiguar lo que perjudique al
imputado, sino también lo que pueda favorecerlo. Siendo así,
pareciera entonces que difícilmente podría considerársele como
parte procesal, al menos en el sentido expuesto hasta ahora.

También se ha sostenido para negar el concepto de parte en el


proceso penal, el que en este no hay posibilidad de disponer sobre el
objeto del proceso, algo que sí podría hacerse en el proceso civil.
Esto ocurrirá en virtud de los distintos intereses contrapuestos en
cada clase de proceso. Mientras que en el proceso civil se discutirán
intereses privados, generalmente disponibles, en el proceso penal
está en juego el interés público, cuestión que no quedaría en poder
de las partes en el proceso.

 Dicho de otra forma, podría negarse la existencia de partes en el


proceso penal, al menos no en el sentido del derecho procesal civil,
en virtud de que en dicha clase de proceso, las partes no tendrían las
mismas facultades de disposición sobre la continuación del
procedimiento, mediante cualquier medio de autocomposición
procesal, esto por no debatirse intereses meramente privados, los
cuales siempre podrían ser dispuestos por sus titulares. 

Esto no podría suceder en el proceso penal, ya que el ius puniendi no


es simplemente una potestad del Estado, sino que también constituye
una obligación de su parte. El Estado no tiene entonces solo la
potestad sino que está jurídicamente obligado, tiene el deber jurídico
de castigar penalmente al que hubiera cometido un delito, siendo
para ello requisito obligatorio adelantar contra el imputado un
proceso penal. 

No obstante, cabe indicar que cuando el proceso penal se rige por el


principio del acusatorio, las facultades de disposición de las partes,
en cuanto al objeto del proceso, aumentan notablemente,
estableciéndose de este modo figuras como los acuerdos
reparatorios, el principio de oportunidad, la suspensión condicional
del proceso, la admisión de los hechos, etc., los cuales de alguna
manera atenúan la diferencia que pretende hacerse en el sentido
expuesto en el párrafo anterior, ya que las partes podrían terminar el
procedimiento mediante acuerdos, por la propia decisión o
autorización, etc.
Tampoco esto puede entenderse en el sentido de que haya una plena
identificación entre el proceso civil y el proceso penal, en cuanto a
los intereses en conflicto, ya que en el proceso penal, el interés
debatido será generalmente de carácter público, de manera que la
concesión a las parte de la facultad de disponer del objeto del
proceso, solo opera por vía de excepción, solo en determinados
casos es que podrá aceptarse.
Por otra parte, en lo que respecta al rol que desempeña el Ministerio
Público en el proceso penal, específicamente por aquello de que no
tiene una relación antagónica con el imputado, motivo por el cual no
podría considerársele como “parte”, estrictamente en el sentido de la
palabra, debo destacar que si esto es así, es por mandato
constitucional, específicamente por lo señalado en el artículo 285 de
la Constitución de la República, en cuyo numeral 1º se le señala
como garante de la Constitución y las leyes, razón por la cual tiene
el deber de ser imparcial e independiente en la administración de
justicia penal.

Asimismo, según la referida disposición, deberá garantizar la


celeridad y la buena marcha de la administración de justicia,
respetándose de este modo las garantías inherentes debido proceso y
el juicio previo (numeral 2º).

La posición del Ministerio Público se justifica mucho más cuando la


propia Ley Orgánica del Ministerio Publico, en su artículo 16,
establece como deberes u obligaciones del Ministerio Público, entre
otras, la de garantizar el cumplimiento de la Constitución y los
tratados internacionales suscritos por nuestro país, además de que se
respeten las garantías del debido proceso, el respeto de los derechos
y garantías constitucionales, como también de los tratados
internacionales suscritos por la República (numeral 2º).
Precisamente, en virtud de esta naturaleza especial del Ministerio
Público, es que durante la investigación, como dije arriba, tendrá el
deber de recabar los elementos de convicción tanto que incriminen
al imputado, como los que pudieran exonerarlo de responsabilidad
penal. Incluso, estará obligado a suministrarle al imputado los datos
o informaciones que le favorezcan (artículo 263 COPP).

Igualmente, al Ministerio Público se le dan amplias facultades de


favorecer la situación procesal del imputado, como la del principio
de oportunidad, la solicitud de sobreseimiento, o la petición de
absolución durante el juicio. Si el Ministerio Público no fuere parte
de buena fe, garante de la Constitución y de las leyes, etc., la ley no
contemplare para él tales competencias, debiendo siempre tener el
deber de acusar y solicitar la condena del imputado, esto por
encontrarse en una situación de antagonismo con sus pretensiones.

Es evidente que con una posición como esta, desde el punto de vista
constitucional y legal, el Ministerio Publico no se encontrará en una
relación contradictoria con el imputado y su defensor, esto por ser
garante de que sus derechos sean totalmente respetados, en especial,
sus derechos al juez natural, a la defensa y a la presunción de
inocencia, entre otros, todos dentro de las garantías del debido
proceso. Por esto la opinión de Florian, de que el Ministerio Público
podría solicitar la absolución del acusado, de manera que no estaría
con él en una relación antagónica, es perfectamente aplicable al
ordenamiento venezolano.

-El resultado de las reflexiones que he hecho hasta ahora, es que el


concepto de parte es aplicable al proceso penal, pero no entendido
en forma sustancial o material, sino solo como parte en “sentido
formal”. Este es precisamente el concepto de parte aplicable a
cualquier clase de proceso, independientemente de la naturaleza o
características particulares que tuviere. En todo proceso, sea civil,
penal o administrativo, parte es aquel que tiene derechos, cargas y
tiene obligaciones, haciendo valer una determinada pretensión, con
independencia del contenido de la misma, y de si efectivamente
tiene o no tiene el derecho alegado.
No es aplicable al proceso penal el concepto de parte en sentido
material, en virtud de las razones que antes señalé,
fundamentalmente porque el Ministerio Público no forma parte de la
relación sustancial (no es autor ni víctima del delito), a lo que ha de
sumarse que tampoco necesariamente el imputado o el acusador
particular o privado tienen que serlo, pudiendo en la sentencia
definitiva determinarse que no fue autor del delito o que el
accionante no fue realmente la víctima del hecho punible. Incluso,
podría declararse que ni siquiera hubo hecho punible, del cual
pudiera deducirse alguna víctima.

En efecto, como dije, en primer lugar, al Ministerio Público y el


imputado (y su defensa) no subyace una relación sustancial, en la
cual el primero sea titular del bien jurídico tutelado por ley, y el otro
sea autor o partícipe del delito. El Ministerio Público no es "parte
sustancial” porque no es víctima del delito. Si fuera así, no podría
ejercer las funciones que le contempla la Constitución y la ley. Al
Ministerio Público se le concede legalmente la facultad de ejercer la
acción penal en representación del Estado, no porque sea titular del
bien jurídico tutelado.

Pero también, en segundo lugar, es posible que el delito que se le


atribuye al imputado, este realmente no haya sido quien lo cometió,
es decir, que puede ser que no sea realmente parte en sentido
material, aunque si lo sería en sentido formal. Igual sucedería en
caso de que se demostrase, como señalé, la inexistencia del delito
mismo, declarándose así en la sentencia. El imputado habría sido
parte en el proceso, habría sido parte de la relación procesal, pero no
de la relación sustancial, la cual, no siquiera habría existido. Lo
mismo podría decirse del acusador particular o del acusador privado.
Ciertamente, si se demuestra que no hubo delito, es que realmente
aquél no habría sido la víctima del mismo.
Sintetizando, puede decirse que el concepto de “parte” en el ámbito
procesal no ha de deducirse de la relación de derecho sustancial,
sino únicamente del puesto que ocupa el sujeto en la relación
jurídico procesal. Así, será “parte” en el proceso, como anticipé,
todo el que en el mismo procure una determinada pretensión,
ejerciendo para lograrla, determinados derechos, cumpliendo
además ciertas cargas y obligaciones. Que estas notas generales
adquieran matices diferentes en el proceso penal o en el proceso
civil, o en el administrativo, en razón de los distintos intereses que
se debaten, no tendrá ninguna relevancia, al menos en su
consideración como “parte”. Que el interés perseguido sea o no
contradictorio respecto de los otros que participan en el proceso, no
tendrá tampoco importancia, ya que eso precisamente dependerá de
las particularidades de cada clase de proceso.

Es por esto que el Ministerio Público tendrá en el proceso penal una


posición especialísima, pudiendo actuar incluso a favor de los
intereses del imputado.

En suma, entenderemos como “parte” en la totalidad del ámbito


procesal, al que actúa en el proceso, solicitando al juez una decisión
judicial en un determinado sentido, argumentando, probando,
ejerciendo recursos, etc.

Como bien decía Chiovenda, “parte” será aquél que pide en nombre
propio, o en cuyo nombre se pide, la actuación de una voluntad de la
ley, así como aquél contra quien es pedida. 

La cualidad de parte es de naturaleza estrictamente procesal, no


dependerá de la relación de derecho sustantivo. Se tendrá la
condición de parte siempre que se ocupe una determinada situación
en el proceso, sea como actor o como demandado (entendiendo esta
última expresión en el sentido amplio de la palabra, es decir, como
aquél al que se le “demanda” o solicita algo), así como quien actúa a
nombre o representación de aquellos.

Como he venido señalando, no puede confundirse la condición de


“parte”, con el ser titular de un derecho o de una obligación, ni
tampoco con la legitimación o en la causa para actuar. 

Es verdad que contra la definición de parte que he dado, cabe afirma


que el Ministerio Público en el proceso penal no es parte, en virtud
de su deber de actuar imparcialmente, del mismo modo que le
corresponde actuar al juez.

No obstante, que tenga que ser imparcial en sus actuaciones, no


excluye que tenga una pretensión y que realice actividad procesal
para conseguirla, independientemente de que sean a favor del interés
público del Estado o que sean a favor de los intereses del imputado
(lo cual de todos modos redundaría a favor del interés público).

La condición especial que tiene el Ministerio Público en el proceso


penal, es solo una de las particularidades que adopta el concepto de
parte en el derecho procesal, pero no una condición que excluya su
correspondencia al concepto de parte en el sentido procesal amplio
de la palabra, propio de una teoría general del proceso.

Que el Ministerio Público sea parte en el proceso penal, no puede


ser entonces negado, ni siquiera bajo el argumento de que carecería
de legitimación en la causa, ya que si la tiene, solo que esta no se
manifiesta de la misma manera que lo hace en el proceso civil.

Al Ministerio Público, le otorgan dicha legitimación, la


Constitución, la Ley Orgánica del Ministerio Público y el Código
Orgánico Procesal Penal. Por ello sería un contrasentido afirmar que
aquel no tendría interés o cualidad para actuar en el procedimiento,
ya que la tendrá por imperio de la ley.
Para terminar, quisiera destacar la importancia que tiene el concepto
de parte en el derecho procesal penal, sobre todo cuando nos
referimos un proceso penal acusatorio.

Precisamente, es esta clase de proceso en el que se desenvuelve


plenamente el concepto de parte, a diferencia de los sistemas
inquisitivos puros, en los que el juez asume las funciones de las
partes, es decir, que no solo juzga y decide, sino que también acusa
y defiende. En cambio, en los sistemas acusatorios estos roles están
repartidos en el Ministerio Público (acusar), el defensor (defender),
limitándose el juez, únicamente a juzgar y decidir la controversia.

A diferencia de los sistemas acusatorios, en los sistemas inquisitivos


puros no podrá admitirse la existencia de partes, en virtud de que en
ellos, como he señalado, el juez concentrara las funciones de acusar,
defender y juzgar. En los procesos penales inquisitivos puros podría
por tanto no considerarse necesario un defensor, como tampoco un
Ministerio Público, en virtud de que las pretensiones y el impulso
probatorio les corresponderán únicamente al órgano jurisdiccional.
Aunque en estos sistemas se previera la figura del defensor y del
Ministerio Público, las funciones que ejercerán estarán minimizadas,
en virtud de que principalmente serían ejercidas por el tribunal.

Cabe añadir también que en los sistemas inquisitivos puros,


históricamente no se concebía ni trataba al imputado como sujeto
procesal (mucho menos como parte), sino más bien como objeto del
proceso, como si fuera una cosa, sobre todo a fines probatorios.

La investigación recaía así sobre el imputado, utilizándosele como


objeto y como medio de prueba, sin de ninguna manera reparar en
los derechos que se le reconocen como derechos inherentes a la
condición de ser humano. En cambio, en los sistemas acusatorios,
aunque el imputado siga siendo objeto de la prueba, no se le
desconocerán tales derechos, de manera que la misma no podrá
obtenerse de cualquier forma, so pena de nulidad en caso de
violación de derechos fundamentales del individuo.

Importante es entonces destacar, que cuando se trata de un proceso


penal acusatorio, cuando se separa claramente quien acusa y quien
ha de defender, el proceso penal se constituye en un proceso
contradictorio, es decir, un proceso de “partes”, las cuales tendrán
distintas pretensiones, independientemente de que alguna de ellas,
como ocurre con el Ministerio Público, en virtud de su especial
condición, pueda en determinados casos favorecer con sus
actuaciones la situación procesal del imputado,pero sin por ello dejar
de representar el interés público.

En definitiva, en el proceso penal, al igual que en toda forma de


proceso, existirá siempre un contradictorio, por lo que las partes
postularán pretensiones contrarias, al menos como regla general,
debiendo el juez limitarse a tomar una decisión con base en lo
alegado y probado por las partes.

Pero esto no significa que dicho contradictorio no pueda en cierto


modo decaer, en virtud del rol que cumple el Ministerio Público, ya
que a la vez debe garantizar los derechos del imputado.

En conclusión, el concepto de parte en el proceso penal seguirá


siendo el mismo que de manera general indiqué para toda clase de
proceso, solo que en razón de los intereses debatidos en el proceso
penal, al mismo se añadirán ciertas características particulares (como
la de la imparcialidad que podría tener el Ministerio Público),
aunque sin perder las características generales que tiene toda parte
procesal, independientemente de la clase de proceso.

Por último, en lo que respecta al proceso penal venezolano, es


importante destacar que, tal como está estructurado en el COPP
vigente, al mismo no puede considerársele como un sistema procesal
acusatorio puro, sino como un sistema de naturaleza mixta, en la que
confluyen características del sistema acusatorio y características del
sistema inquisitivo, aunque con preponderancia de las primeras. 

Es de advertir que los sistemas inquisitivos puros constituyen solo


una referencia histórica, al igual que los sistemas puramente
acusatorios, ya que en la actualidad predominan los sistemas
procesales son mixtos, dándole preponderancia, ya sea al aspecto
inquisitivo o al aspecto acusatorio. . Por ejemplo, en el derogado
Código de Enjuiciamiento Criminal venezolano se consagraba un
sistema mixto, en cual preponderaban los elementos del sistema
inquisitivo.

Al contrario, el sistema mixto del COPP, como dije, pone mayor


énfasis en el aspecto acusatorio, aunque manteniendo características
del del sistema inquisitivo. Por ejemplo, conforme al segundo aparte
de su artículo 339, el juez podrá interrogar ampliamente a los
testigos, peritos, intérpretes, etc., e incluso, al propio imputado, a los
efectos de formarse convicción para decidir, es decir, el juez no
tendrá obligatoriamente conformarse con la “verdad” que le
muestran las partes, no tendrá que conformarse con lo alegado y
probado en autos para tomar una decisión, pudiendo en juicio de
alguna manera indagar la verdad mediante el interrogatorio.
Asimismo, conforme al artículo 342 del COPP, durante o al final del
juicio, el juez podrá también ordenar la práctica de cualquier prueba,
esto a fin de tomar una decisión sobre el objeto del debate.

Sin embargo, salvo excepciones como estas, en el hallazgo de la


verdad, el juez estará limitado por la actividad probatoria de las
partes, deberá ajustarse a lo alegado y probado en autos, en caso
contrario incurrirá en el vicio de extra o de ultra petita, al
pronunciarse sobre algo distinto o más allá de lo solicitado.

Mis conclusiones sobre el tema planteado son las siguientes:


1.- Las expresiones “parte” y “sujeto procesal” pueden ser utilizados
indistintamente en la práctica judicial.

2.- En el derecho procesal penal cabe el mismo concepto de “parte”


que en el derecho procesal civil, solo que en cada rama en
específico, podrán tener ciertas particularidades.

3.- En el proceso penal, el Ministerio Público no necesariamente


tendrá una relación antagónica con el imputado, esto en virtud de su
condición de garante de la Constitución y las leyes, pudiendo por
ello solicitar el sobreseimiento o pedir la absolución del imputado.

4.- Ha de entenderse como “parte” en el derecho procesal, a todos


aquellos que intervienen en cualquier clase de proceso, sea civil
penal, administrativo, etc., ejerciendo una determinada pretensión,
realizando además derechos, cargas u obligaciones a fin de lograrla.

5.- No es lo mismo ser titular de la relación sustancial, tener la


condición de parte o tener legitimación procesal para actuar. En el
caso del Ministerio Público, su legitimación para actuar en el
proceso penal derivará del mandato de la Constitución, de la Ley
Orgánica del Ministerio Público y del COPP.

Yván José Figueroa Ortega.

"Competencia penal por la materia".


20-12-2018
1.- Definición y criterios generales.

Describiré aquí las regulaciones del COPP sobre la competencia por


la materia, concordándolas y comparándolas con las regulaciones
constitucionales y de leyes especiales.

Empezaré definiendo esta clase de competencia. Luego iremos


estudiando las normas que la regulan, así como otras
particularidades.

En el área penal, podríamos definirla como la distribución de las


causas que serán conocidas por los jueces, según la clase o la
gravedad que tengan. La "clase" podrá depender del delito de que se
trate, de su naturaleza jurídica o, incluso, del autor o la víctima del
mismo. La "gravedad" se determinará en virtud de la pena aplicable.

En el Código Orgánico Procesal Penal se utilizan ambos criterios.


La competencia se distribuye por la clase o la gravedad del hecho
punible.
No obstante, en el primer caso, la ley no utiliza el vocablo
"competencia" sino el de "jurisdicción". Se habla así de distintas
clases de "jurisdicción", cuando en realidad se trata de diferentes
clases de competencia (por la materia). Por ejemplo, de "jurisdicción
militar", "de niños y adolescentes", o "de violencia contra la mujer".

Si se trata de delitos en general, es decir, de hechos que no tuvieran


una especial naturaleza o característica, se hablará de la "jurisdicción
ordinaria" (las otras serían "jurisdicciones especiales"). 

Según la gravedad del hecho,  nuestro legislador reparte la


competencia dependiendo de que se trate de un "delito grave" o
"menos grave". 

"Delitos graves" serán aquellos con penas superiores a ocho años en


su límite máximo, mientras que "delitos menos graves", serán los
que tengan penas inferiores a ocho años. Los primeros admitirán
privación judicial preventiva de libertad, los segundos no.  

La ley también hace la distribución de la competencia dependiendo


de la etapa del procedimiento de que se trate. Se distingue así, entre
Tribunales de Primera Instancia Municipal en Funciones de Control,
Tribunales de Primera Instancia Estadal en Funciones de Control,
Tribunales de Primera Instancia en Funciones de Juicio y Tribunales
de Primera Instancia en Funciones de Ejecución.

La competencia por la materia, al igual que la competencia


territorial, es de derecho público. Está referida a la conformación
misma del proceso, atañe a la propia esencia de la función
jurisdiccional del Estado. En ningún caso es derogable por
convenios entre particulares.
2.- La competencia de los tribunales de control.

He dicho que de acuerdo a la fase procesal, los tribunales penales se


clasifican en tribunales de control, tribunales de juicio y tribunales
de ejecución.

Esta clasificación responde a las características propias del sistema


acusatorio. El juez que conoce de la investigación, que se pronuncia
además sobre la acusación fiscal, admitiéndola o no, no puede ser el
mismo juez que le corresponda decidir sobre el fondo del asunto,
condenar o absolver al imputado. Lo primero corresponderá a los
jueces de control, lo segundo a los jueces de juicio. 

 En nuestro sistema vigente los jueces de control no investigan los


delitos, lo hace el Ministerio Público con ayuda de la policía de
investigación penal. Pero cumplen una importantísima función
durante la fase investigativa e intermedia del procedimiento, ya que,
sean jueces de control estatales o municipales, entre otras cosas,
garantizarán los derechos fundamentales del imputado, aunque
también podrán autorizar injerencias en los mismos, como
allanamientos, interceptación de comunicaciones, privación de
libertad, etc. 

En la fase intermedia, al final de la audiencia preliminar, decidirán


sobre las excepciones que hubieren interpuesto las partes, podrán
admitir o desestimar la acusación del Ministerio Publico, dictar
sobreseimiento, etc.

3.- Diferencia entre tribunales de control estadales y municipales.

La diferencia entre tribunales estadales de control y los tribunales


municipales está en que los primeros tendrán competencia para
conocer las causas por los delitos más graves, es decir, aquellos con
penas mayores de ocho años, sean de acción pública o privada
(artículo 66 COPP), mientras que los municipales, conocerán de los
delitos de menor gravedad, es decir, delitos con penas inferiores a
ocho años en su límite máximo, siempre y cuando fueren de acción
pública (artículo 65 ejusdem).

Sin embargo, los tribunales de Municipio no tienen competencia de


modo general para conocer cualquier delito con pena inferior a ocho
años, ya que el único aparte del citado artículo 65, establece diversas
excepciones a dicha regla, señalando que independientemente de la
pena aplicable, aquellos tribunales no conocerán de las
investigaciones por el delito de homicidio doloso, el delito de
violación, delitos contra la libertad, integridad e indemnidad sexual
de niños o adolescentes; secuestro, corrupción, delitos contra el
Patrimonio Público y la Administración Pública, tráfico de drogas de
mayor cuantía, legitimación de capitales, contra el sistema
financiero y delitos conexos, delitos con multiplicidad de víctimas,
delincuencia organizada, violaciones a los derechos humanos, lesa
humanidad, delitos contra la independencia y seguridad de la nación,
además de crímenes de guerra.

Como puede verse entonces, la ley reparte la competencia, no solo


en virtud del criterio de la gravedad o cantidad de la pena aplicable,
sino que también se basa en criterios cualitativos, asociados
definitivamente a la importancia del bien jurídico tutelado. De esta
manera, sea cual sea la pena aplicable a determinados hechos, la
competencia únicamente la tendrán los tribunales estatales de
control.

Sin embargo, es de observar que inicialmente la enumeración


pareciera innecesaria, esto porque la mayoría de los delitos
mencionados, tienen señaladas en la ley penas superiores a ocho
años, por lo que no haría falta su señalamiento expreso. No obstante,
algunos de los hechos enumerados aún conservan penas inferiores al
límite señalado por la ley, por ejemplo, el delito de corrupción, y
otros delitos contra el Patrimonio Público y la Administración
Pública.

En todo caso, la intención del legislador es no darle competencia a


los Tribunales de Municipio para conocer de la investigación de los
delitos que considera tienen mayor gravedad, esto
independientemente de que tengan penas inferiores a ocho años.

4.- Competencias comunes a los tribunales de control.

Los Tribunales de Control tanto municipales como estadales


coinciden en ciertas competencias, esto por tratarse igualmente de
tribunales de control, con determinadas competencias específicas
durante la fase de investigación y la fase intermedia del proceso
penal.

A esto se refiere la ley al hablar de las “competencias comunes” de


los tribunales de control, sean estatales o municipales, es decir, a las
atribuciones que comparten como tribunales de control, durante las
fases de investigación e intermedia del proceso penal, no importando
la mayor o menor gravedad del delito imputado.

Así, señala el artículo 67 del COPP, como atribuciones de todo


tribunal de control:

a) Velar por el cumplimiento de las garantías procesales;

b) Decretar medidas de coerción (privaciones de libertad, medidas


cautelares sustitutivas, etc.);

c) Realizar la audiencia preliminar;


d) La aplicación del procedimiento por admisión de los hechos, y de
las medidas alternativas a la prosecución del proceso; y

e) Otras actuaciones establecidas en el COPP o en el ordenamiento.

Igualmente, tendrán competencia para conocer de la acción de


amparo a la libertad y seguridad personal, con excepción de aquellos
casos en que el presunto agraviante sea un tribunal de primera
instancia.

El ejercicio de estas competencias comunes, está estrictamente


limitado la competencia que tienen por la materia. Los tribunales
estatales de control conocerán de todos los delitos que no pueden
conocer los tribunales municipales, y viceversa.

5.- Competencia de los tribunales de juicio.

Los Tribunales de Primera Instancia en Funciones de Juicio, según


el artículo 68 del COPP, tendrán competencia para conocer:

a) La fase de juicio en las causas que provienen de tribunales


municipales de control;

b) la fase de juicio de las causas que provienen de tribunales


estadales de control;

c) las causas por delitos en los que puede proponerse el


procedimiento abreviado; y

d) la acción de amparo constitucional cuando la naturaleza del


derecho o garantía violado sea afín con su competencia, con
excepción del derecho o la garantía a la libertad o seguridad
personal.
Por último, a los Tribunales de Primera Instancia en Funciones de
ejecución les corresponde “ejecutar o hacer ejecutar las penas o
medidas de seguridad” (artículo 69 COPP), impuestas en una
sentencia definitivamente firme, es decir, pasada en autoridad de
cosa juzgada.

6.- Incompetencia por la materia.

Cuando un tribunal es incompetente por la materia, este tiene el


deber de declararse oficiosamente, pero también podrá hacerlo a
solicitud del Ministerio Publico o del imputado o su defensor, hasta
el inicio del procedimiento principal, esto es, del juicio oral y
público (artículo 71 COPP).

Los actos procesales realizado por un tribunal incompetente por la


materia, la ley señala expresamente que serán nulos, salvo aquellos
que no pudieran ser repetidos (artículo 72 COPP).

7.- Las clases de "jurisdicción". 

a) “Jurisdicción ordinaria” y “jurisdicción militar”.

Como dije anteriormente, otro aspecto de la competencia por la


materia que debe analizarse, es el que tiene que ver con el reparto de
la misma en el conocimiento de delitos de especial naturaleza, como
ocurre con los delitos militares.

En estas hipótesis, incluso prefiere legalmente no hablarse de


competencia sino de jurisdicción, diferenciando de este modo una
supuesta “jurisdicción ordinaria” de la denominada “jurisdicción
militar”. No obstante, en realidad la jurisdicción es una sola, lo que
existen es distintas competencias, en este caso, en virtud de la
materia.
Sin embargo, la misma Constitución contribuye a la confusión de los
términos, esto al distinguir las “jurisdicciones ordinarias” de las
“jurisdicciones especiales” al referirse en el numeral 4º de su
artículo 49, a la garantía del juez natural.

Asimismo, el artículo 261 de la Constitución hace la referida


separación, dividiendo la jurisdicción penal militar de la jurisdicción
de los tribunales ordinarios. Incluso, esta distinción es reafirmada
por el COPP, separando también “tribunales ordinarios” de
“tribunales especiales”, así como la “jurisdicción penal ordinaria” de
la “jurisdicción especial” (como ocurre en el artículo 7°, al referirse
igualmente a la garantía del juez natural, o en el artículo 78, donde
se señala que, tratándose de delitos conexos, el fuero de atracción
será la “jurisdicción ordinaria”).

Pero como he señalado, aunque la Constitución y el COPP hablen de


“jurisdicción”, a lo que se refieren es a la “competencia” de los
tribunales por la materia. Así, la distinta “competencia por la
materia” es lo que realmente separará la “jurisdicción penal
ordinaria”, de la “jurisdicción penal militar”, o de la “jurisdicción de
niños y adolescentes”, o de los tribunales de violencia contra la
mujer, etc.

Así, tratándose de conflictos con la denominada “jurisdicción


militar”, lo que se plantearán es conflictos de competencia en el
conocimiento de delitos especiales, es decir, delito en que hubiere
participado un extraneus, un individuo no cualificado, o también, en
el conocimiento de delitos comunes, en los que hubiere participado
un intraneus, esto es, un sujeto cualificado. Por ejemplo, un delito
común realizado por un militar, o un delito militar realizado por un
civil.

Es de señalar que cuando existe un conflicto de competencia entre la


denominada “jurisdicción ordinaria” en contraposición a la
“jurisdicción militar”, el principal criterio para resolverlo, será el
indicado por el artículo 261 de la CR. Por lo tanto, la resolución de
este espinoso problema dependerá de la interpretación que deba
darse a la citada disposición constitucional.

Según tal dispositivo, la “jurisdicción penal militar” forma parte del


poder judicial, señalando también que corresponderá a los tribunales
ordinarios el juzgamiento por delitos comunes, violaciones de
derechos humanos y delitos de lesa humanidad, limitándose la
competencia de los tribunales militares estrictamente a los delitos
de naturaleza militar (cursivas mías).

Lo primero que debe advertirse aquí, es que esta regulación tiene


carácter prevalente sobre cualquier otra norma de menor rango
contemplada en el Código Orgánico de Justicia Militar (COJM) u
otra ley especial.

Esto lo digo porque una interpretación literal, por ejemplo, del


artículo 123 del COJM, sin tomar en cuenta aquél precepto
constitucional, le otorgaría competencia a los tribunales militares de
conocer, no solo las causas por delitos militares, sino también
aquellas que se sigan por delitos comunes, sean cometidos por
militares o civiles, siempre y cuando se configuren los requisitos
establecidos por la ley. Por ejemplo, los delitos militares ejecutados
por civiles y militares conjuntamente, o los delitos comunes
ejecutados por militares en cuarteles, guarniciones, dependencias
militares, etc. (numerales 2° y 3°artículo 123 COJM).

Incluso, según el artículo 124 del COJM, no solo militares estarán


sometidos a la jurisdicción militar, sino también los empleados u
operarios “que presten sus servicios en los establecimientos o
dependencias militares, por cualquier delito o falta cometidos dentro
de ellos”, es decir, que los tribunales militares conocerían, incluso,
de las causas seguidas por delitos comunes y no estrictamente
militares.

No obstante, teniendo en cuenta el artículo 261 de la CR, las


referidas disposiciones del COJM vendrían a estar derogadas o, por
lo menos, no deberían ser aplicadas por los jueces, ya que según la
Constitución, la competencia de los tribunales militares se limitará
estrictamente a los delitos de naturaleza militar. Por lo tanto, desde
la perspectiva constitucional, un civil nunca podría ser juzgado en
tribunales militares, ya que delitos de naturaleza militar solo pueden
ser cometidos por militares y, en el caso de las disposiciones citadas
del COJM, las mismas serían inaplicables, esto por entrar en colisión
con el artículo 261 de la Constitución. Es de recordar que, conforme
al artículo 19 del COPP, es deber de los jueces preservar la
incolumidad de la Constitución, debiendo así atenerse a las normas
constitucionales, desaplicando aquellas que colidieren con las
mismas.

Deberá entonces dársele preeminencia al artículo 261 de la CR,


como proyección del principio del juez natural, como garantía
derivada del debido proceso (numeral 4° artículo 49 CR).. Así, en
virtud del mandato constitucional, en causa seguida por un delito
común, sea que el imputado fuere militar, o fuere un civil,
independientemente también del lugar y del momento en que el
mismo se hubiere ejecutado, la jurisdicción competente será siempre
la ordinaria, y nunca la jurisdicción militar.

En conclusión, la jurisdicción militar solo podrá conocer de los


delitos exclusivamente militares cometidos por los sujetos señalados
en el artículo 124 del COJM, los cuales siempre estarán sometidos a
la jurisdicción militar, en cualquier tiempo, esto es, los militares en
servicio activo, o excepcionalmente aquellos considerados
equivalentes por la ley, en razón de los estudios o funciones que
desempeñan. En pocas palabras, bajo ninguna circunstancia, los
tribunales militares tendrán competencia para conocer de delitos
comunes, sea que fueren cometidos por civiles o por militares en
servicio activo, haciendo abstracción del lugar o del momento en
que fueran ejecutados.

Pero ¿en alguna hipótesis podría tener la “jurisdicción militar”


competencia para conocer del juzgamiento de civiles que hubieren
participado en la comisión de delitos de naturaleza militar, tal como
plantea la posibilidad el numeral 2° del artículo 123 del COJM, así
como también el numeral 5° del artículo 124, el cual, como vimos,
dispone que por “cualquier delito o falta” cometidos por sujetos que
no son militares (operarios, empleados, etc.) conocería la
jurisdicción militar si ellos prestaren servicios en establecimientos o
dependencias militares.

Este caso igualmente podría plantearse cuando se tratare de delitos


conexos, siempre y cuando, el delito militar tuviere igual mayor
pena que el delito común (numeral 4° artículo 123 COJM). No
obstante, respecto de delitos conexos, el artículo 78 del COPP tiene
prevalencia sobre el COJM, en razón de que es más reciente. Según
este dispositivo, en caso de delitos conexos que pudieran ser
asignados a distintas competencias, el fuero de atracción será
siempre la jurisdicción ordinaria. 

La cuestión igualmente podría formularse respecto de la comisión de


delitos militares en tiempo de guerra o de suspensión de garantías
constitucionales, conforme a lo dispuesto en el artículo 125 del
COJM. En efecto, con base en esta disposición, se extiende la
jurisdicción militar a los prisioneros de guerra, así como a “todas las
personas que por cualesquiera razones o motivos acompañen a los
ejércitos”, o las “personas extrañas al ejercito”, que en zonas de
operaciones cometan alguno de los delitos del Título III del Libro
Segundo del COJM, o incluso, cualquier hecho “que los
Comandantes en Jefe prohíban y castiguen, en órdenes dictadas con
anterioridad a la comisión de tales hechos”.

¿Será qué en tiempos de guerra, la jurisdicción militar tendrá


competencia de juzgar a civiles, siempre que se tratare de delitos
militares en que intervinieren de las formas señaladas en la ley? 

Por delitos comunes, es claro que no podrá hacerlo, pero qué


ocurrirá si son delitos estrictamente militares en tiempo de guerra, o
incluso, no siendo tiempo de guerra, el delito militar es cometido en
grado de participación por un civil en un establecimiento o
dependencia militar.

Si nos quedásemos con el sentido literal del artículo 261 de la CR, la


jurisdicción militar pareciera ser la competente, ya que dicha
disposición solo estaría referida al conocimiento de causas de delitos
estrictamente de naturaleza militar, independientemente de quién
hubiere sido el autor, sea un civil o un militar. Si esta fuera la
interpretación, no habría dudas de que la jurisdicción militar en estos
casos conocería de causas seguidas a civiles por delitos militares.

Sin embargo, esto no podría ser la forma correcta de interpretar el


citado dispositivo constitucional, debiendo más bien interpretársele
en consonancia con las garantías que establece la misma
Constitución, en especial, la garantía del juez natural (“toda persona
tiene derecho a ser juzgada por sus jueces naturales), establecida en
los citados numeral 4° del artículo 49 CR y artículo 7° COPP).
Siendo de este modo, como antes lo he señalado, la denominada
“jurisdicción militar” solo estará reservada a los que tengan la
condición de militares, de manera que no es aplicable a los civiles,
independientemente de la naturaleza del delito que se le impute. 

En definitiva, como he destacado antes, la “jurisdicción militar” es


de aplicación exclusiva a los militares, en ningún caso a los civiles,
no importando la naturaleza del delito, ni el lugar en que fuere
cometido. Sin embargo, si el delito juzgado es de naturaleza común,
incluso tratándose de un militar, serán competentes los tribunales
ordinarios.

En ningún caso puede aceptarse a los jueces militares como “jueces


naturales” de los civiles. Los jueces militares están destinados a
juzgar a sus pares, es decir, a quienes que por su formación,
estudios, etc., le competen similares deberes, funciones, etc. Los
civiles no estamos formados para ser obedientes, disciplinados, etc.,
y por eso solo podemos ser juzgados por nuestros iguales, esto es,
por los tribunales ordinarios.

Una norma procesal de distribución de la competencia en ningún


caso puede equiparar a militares y civiles sin vulnerar la garantía del
juez natural.

Incluso, a mi manera de ver, el artículo 261 constitucional, cuando


hace referencia a los delitos de naturaleza militar, debería ser
interpretado en el sentido de tales delitos serán únicamente aquellos
cuya descripción típica exige tener la condición de militar para ser
autor, es decir, “delitos especiales propios”, no “delitos especiales
impropios”, que si bien podrían ser ejecutados por un extraneus (en
este caso, por un civil), no son estrictamente delitos especiales, ya
que la condición de intraneus (en este caso, la condición de militar),
solo tendría carácter de agravante.

Es que en realidad, el deber quebrantado en los delitos especiales


impropios, no sería un deber especialísimo, sino atinente a cualquier
ciudadano, solo que si lo quebranta un sujeto con ciertas
características, el hecho se castigará con más severidad, ya que se
espera más de él.
En otras palabras, los denominados “delitos especiales impropios”,
vendrían a ser “delitos comunes”, es decir, en este caso, no serían
delitos estrictamente de naturaleza militar. Así, desde mi punto de
vista, la jurisdicción militar estaría únicamente reservada al
juzgamiento de “delitos especiales propios”, en las que para ser
autor, deba tenerse la condición de militar. 

Por otra parte, aunque en los “delitos especiales propios” un


extraneus podría actuar como partícipe, planteándose igualmente el
problema de si puede ser juzgado en la jurisdicción militar (no como
autor sino como partícipe en sentido estricto), a mi juicio, aún en
este caso, deberá dársele preponderancia a la garantía constitucional
del juez natural, derivada de la idea del debido proceso, por lo que
deberá dividirse la continencia de la causa del autor respecto de la
del partícipe.

En conclusión, ni siquiera en tiempos de guerra, ni de suspensión de


garantías, deberá admitirse que civiles sean juzgados ante la
jurisdicción militar, no sólo cuando se trate de delitos comunes, sino
también de delitos militares. La “jurisdicción militar” está reservada
únicamente al juzgamiento de delitos militares, esto es, de delitos
especiales propios, en los que tenga que tenerse la condición de
militar, es decir, delitos en que para ser autor (intraneus)
obligatoriamente ha de serse militar.

Si se trata de delitos comunes, sean militares o civiles a quienes se


les imputen, sea cual fuere las circunstancias en que se cometieron,
en virtud de lo dispuesto en el artículo 261 de la CR, dichos hechos
siempre deberán ser juzgados ante la jurisdicción ordinaria, incluso a
pesar de lo señalado en el COJM.

b) “Jurisdicción ordinaria” y “Jurisdicción de violencia contra la


mujer”.
El conflicto de competencia también podría producirse entre los
tribunales ordinarios con los tribunales de violencia contra la mujer
o con los de niños o adolescentes. Los primeros tienen
exclusivamente competencia para conocer de los delitos previstos en
la Ley Orgánica Sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida libre de
Violencia, de los cuales sólo podrá ser víctima una niña, adolescente
o mujer adulta, y autor exclusivamente una persona del sexo
masculino.

De tal manera, vendría a ser una jurisdicción especialmente creada


para el juzgamiento de hombres que cometan delitos de violencia de
género. En consecuencia, si se trata de un delito distinto a los
contemplados en la citada ley, independientemente de que la víctima
fuere una niña, adolescente o mujer, de la causa conocerá los
tribunales ordinarios. Igualmente, conforme lo dispuesto en el
artículo 78 del COPP, cuando se trate de delitos conexos, la
competencia la tendrá los tribunales ordinarios. Por ejemplo, cuando
en el delito cometido por un hombre, hubiere participado una mujer,
le corresponderá conocer de la causa a la jurisdicción ordinaria.

c) “Jurisdicción ordinaria” y “Jurisdicción de niños y adolescentes”.

Cuando en la comisión de un hecho punible, aparezca como autor o


partícipe un inimputable, por tratarse de ser un niño o adolescente, el
conocimiento de la causa corresponderá a la jurisdicción especial de
menores, debiendo el juez ordinario ordenar la remisión al tribunal
competente (artículo 79 COPP). En tales hipótesis se dividirá la
continencia de la causa, procediéndose conforme lo señalado en el
artículo 535 de la LOPNA, el cual dispone que, cuando en un mismo
hecho punible, o tratándose de hechos punibles conexos, concurran
al mismo tiempo adultos y adolescentes, las causas serán separadas
conociendo en cada caso el tribunal competente. Asimismo, en estos
supuestos, con el objeto de mantener en lo posible la conexidad, se
dispone que los funcionarios policiales o los tribunales deberán
remitirse recíprocamente copias certificadas de las actuaciones
pertinentes que se llevaren a cabo.

Asimismo, se señala que “las actuaciones que se remita en razón de


la incompetencia, tanto en la jurisdicción penal de la adolescencia
como la de adultos, serán válidas para su utilización en cada uno de
los procesos, siempre que no hayan resultado violados derechos
fundamentales”. Por otra parte, cuando se trate de la concurrencia de
un niño en el hecho punible, se remitirá copia de lo conducente al
correspondiente Consejo de Protección, conforme a lo señalado en el
artículo 532 de la LOPNA

 La audiencia preliminar. 

La audiencia preliminar podríamos definirla como aquél acto


procesal en que el juez de control examinará los fundamentos
fácticos y jurídicos de la acusación fiscal; evalúa la condiciones de
admisibilidad del juicio; escucha la defensa y decide la excepciones
que hubieran opuesto las partes, además de admitir las pruebas que
se hubieren promovido para ser evacuadas en el juicio oral y
público. En esta audiencia también podrá decidirse, por ejemplo,
respecto de la procedencia de la suspensión condicional del proceso,
acuerdos reparatorios, procedimiento de admisión de hechos, etc.

Sin embargo, probablemente la decisión de mayor importancia que


puede ocurrir en la audiencia preliminar, es que sea admitida total o
parcialmente la acusación, como también que el Tribunal considere
que no existe fundamento serio para acusar, es decir, que no habrían
suficientes elementos de convicción para sospechar fundadamente
que el imputado hubiere cometido el delito o, incluso (podría
suceder también) hasta para afirmar que se hubiera cometido un
delito por cualquiera. Evidentemente, en estos casos el tribunal
decidirá no admitir la acusación, o lo que es igual, no darle apertura
al procedimiento de juicio, dictando más bien un sobreseimiento.

Es claro que estas no serán las únicas decisiones posibles durante


dicha audiencia, pudiendo incluso ponérsele término al proceso
mediante el procedimiento de admisión de los hechos.

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