Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
BARBABELLA, Marina y CALVET, Mónica (1998) para Pensar La Infancia.
BARBABELLA, Marina y CALVET, Mónica (1998) para Pensar La Infancia.
AUTORAS: Prof. Marina R Barbabella. Prof. Mónica Calvet Universidad Nacional del Comahue Facultad de
Ciencias de la Educación. Departamento de Psicologia 1998
Introducción
Este artículo tiene como objetivo introducirnos en la problemática de la infancia con la finalidad de ubicar la
óptica con la que la ciencia psicológica la aborda.
Para ello se hace necesario previamente realizar un breve recorrido histórico de la construcción de este
concepto, en tanto portador de distintos significados.
Esto supone aceptar que no hay hechos ni fenómenos de la realidad capaces de ser capturados o explicados
definitivamente, de una vez y para siempre, desde ningún discurso teórico; por el contrario cada fenómeno se significa
siempre en espacios sociales-históricos desde donde el saber científico elabora su propias teorías y de esto obviamente
no es ajena la infancia.
La niñez tal como es entendida desde el sentido común en la sociedad occidental de este final de siglo, parece
ser aquel estado del ser humano que por estar en inferioridad de condiciones respecto del adulto merece atenciones
especiales. El sentimiento de protección hacia la infancia instalado en la sociedad occidental actual, es el que permite
horrorizarse frente a los porcentajes de mortalidad infantil, de los índices de abandono o maltrato de niños y otros
“flagelos” que son moneda corriente en nuestra sociedad y que aparecen como noticias cotidianas ocupando grandes
espacios en los medios de comunicación.
Imágenes del hambre, desnutrición y muerte de niños en el mundo, violación a derechos fundamentales para su
supervivencia, - que afectan a todas las clases sociales y países-, dejan al hombre contemporáneo ubicado en el espanto
y la perplejidad, y desde allí se ve convocado a generar acciones para palear esa realidad en la que está incluida su
propia culpa. Prueba de esto es el creciente número de organizaciones públicas y privadas que denuncian los daños que
se ocasionan a los niños y claman por la defensa de sus derechos.
Ahora bien, cabe la pregunta: ¿siempre el hombre ha tenido este interés y esta convicción?. O será necesario
rastrear cuándo y por qué comenzó a constituirse la niñez como una etapa de la vida que merece una consideración
particular.
Esta fue la inquietud tanto de Phillippe Aries (1960) como de Lloyd de Mause (1991), dos de los más
reconocidos historiadores de la infancia, quienes rastreando el pasado y desentrañando la realidad de las condiciones
sociales de otras épocas, brindaron un valioso aporte para conocer las “vicisitudes” de los niños a lo largo de los siglos.
Tal como lo señala Wilhem Brinkmann (1986): “La niñez en cuanto hecho biológico es ubicua e igual en todos
los niños; en ella se manifiestan las constantes de la naturaleza humana...En cambio, la niñez en cuanto hecho social
refleja las variaciones de la cultura humana y data de poco más de 400 años”.
Esta afirmación contrasta con convicciones del conocimiento de sentido común que dan por supuesto que
nuestra mirada hacia los niños, nuestra sensibilidad o nuestras actitudes hacia ellos han sido siempre las mismas, aún
midiendo el tiempo en siglos, como si la idea de niño y la categoría de infancia pudieran ser pensadas por fuera de la
historia.
Es frecuente considerar como vana, la pregunta acerca de lo que es la niñez dado que se considera que su
significado es claro, definido por su propia naturaleza y por lo tanto carente de toda historicidad. "Este carácter de
obviedad ha dejado sentado un concepto de infancia como objeto dado desde siempre e inmutable, ahistórico y simple...."
(Carli, 1994).
Sin embargo las investigaciones que se ocuparon de la historia de la infancia señalan que la manera de
considerar a los niños, los sentimientos y actitudes hacia ellos, tanto como su lugar en la estructura familiar y social, no
han permanecido inmutables a lo largo de los siglos, demostrando así que dicha noción empírica no es tan " natural "
como parece, ni es independiente de su origen e historia propia, por el contrario admite variaciones culturales, actitudes
sociales y cambios en distintas épocas.
La tesis central de P. Aries (1960), expuesta en su obra “L' enfant et la vie familare sous l' Anciene Regimen”,
es que los cambios operados a lo largo de los siglos marcan el pasaje de momentos caracterizados por la indiferencia y
el desinterés por el niño a situarlo en un lugar central en la estructura social, sosteniendo entonces que fue necesaria una
larga evolución para que el concepto de infancia se arraigara en la humanidad.
1
Los relatos literarios, los textos con recomendaciones sobre el trato que debe prodigarse a los niños, así como
las investigaciones que se ocuparon de indagar prácticas familiares revelan “una historia penosa salpicada de
atrocidades”: la anticoncepción, los abortos indiscriminados, el infanticidio, la negligencia, el abandono, el maltrato, la
inanición deliberada, etc, - hechos aún vigentes-, fueron en algunas épocas prácticas usuales, legales y hasta
recomendadas que muestran esta desconsideración por los niños.
Si bien excede los alcances de este trabajo realizar un minucioso análisis histórico de las formas que adquirió el
trato a los niños, algunos fragmentos extraídos del texto “Historia de la Infancia” de Buenaventura Delgado (1998) bastan
para corroborar lo antes mencionado.
Menciona el autor:
“La imagen de Abraham dispuesto a sacrificar a su único hijo Isaac, concebido en su ancianidad y heredero de
su nombre, de sus riquezas y, lo que era más importante para él, de las promesas de Yavé, se nos hace más
comprensible a la luz de una sociedad que valoraba el infanticidio como un acto, quizá heroico, de sentido religioso y de
sumisión a la divinidad ” ( Buenaventura Delgado, 1998:23)
“Grecia no fue una excepción en la exposición o abandono de niños recién nacidos y en el sacrificio de niños en
honor de los dioses. Algunos de ellos fueron rechazados por sus madres- no por sus padres inexistentes en los primeros
años de vida- por diversas razones. Unas veces debido a su deformidad física, otras por ser fruto de una violación o de
unas relaciones ilícitas, por ejemplo, del incesto, o debido a un oráculo adverso” ( Buenaventura Delgado, 1998:35).
En Esparta ....”nada más nacer los niños eran lavados con vino para conocer su resistencia. Posteriormente eran
examinados por una comisión de expertos, que dictaminaba si merecía o no la pena dejar vivir al recién nacido. Los
débiles y defectuosos eran arrojados a las llamadas Apóteyas (literalamente expositorios), sima en las laderas del monte
Taigeto. Ni se les ponían fajas ni se atendían sus llantos y miedos en la oscuridad de la noche. Si sobrevivían, les
esperaba la vida triste de los cuarteles sometidos a los campeonatos de resistencia, a los azotes y al caldo negro de la
comida colectiva” ( Buenaventura Delgado, 1998: 27)
Por su parte los derechos del paterfamilias fijados en el Derecho Romano dan cuenta también del modo de
pensar y ver a los niños. “El poder del padre de familia era ilimitado: “El derecho a exponer al hijo recién nacido (iux
exponendi) facultaba al padre a abandonarlo con cualquier pretexto. En estos casos los niños eran depositados ante la
columna lactaria, o en los estercoleros públicos, donde podían ser recogidos por cualquiera o morían de frío, de hambre o
eran devorados por animales. Era el destino de gran número de niñas y de los bastardos” ( Buena-ventura Delgado,
1998: 45)
Durante la Edad Media los niños no eran otra cosa que “adultos pequeños”, seres inacabados que sólo se
diferenciaban de los adultos por su estatura. Excepto en los primeros años de vida en que dependían de los mayores
para su supervivencia física y para su sustento no existía ninguna separación entre las generaciones ni nada que se
considerara específicamente infantil.
Esta forma particular de ver a los niños es la idea central de la teoría “homunculista” del desarrollo, según la cual
el niño es como un adulto en miniatura o lo que es lo mismo un hombrecito dentro de un cuerpo infantil. Coherente con
esta concepción era la inserción temprana de los pequeños en el mundo del trabajo como seres autónomos,
independientes y productivos, que los enfrentaba con exigencias que iban más allá de sus propias posibilidades.
Haciendo un salto en la historia, la indiferencia por los niños también se patentizaba en una costumbre muy
generalizada en países de Europa durante el siglo XVIII: era “raro” que las madres criaran a sus hijos y para ello
empleaban amas de cría. Esto fue una práctica usual en Francia donde las madres entregaban a sus hijos para ser
criados por nodrizas lejos de la casa paterna. “...en Francia era casi general la costumbre de enviar a los niños nacidos
en las ciudades al campo para que los criasen allí. Más del 80 por 100 de los de los 21.000 niños nacidos en París en el
decenio de 1780 fueron encomendados a amas de cría profesionales” (Robertson, 1991:447). Este tipo de crianza que
redundaba en altos índices de mortalidad infantil- muchos niños morían sin haber conocido nunca la mirada de su madre-
abre un gran interrogante sobre el “instinto materno”. Al respecto Volnovich (1993: 21) señala que el “mito del amor
materno” como valor social en el que se basa el cuidado, la preservación de los niños (aunque esto sea más un ideal que
una realidad) es una construcción reciente en la historia de la humanidad.
La envoltura con fajas es otro de los testimonios que sirven para ver el modo de considerar a los niños, como lo
muestran estos dos fragmentos del trabajo de P. Robertson (1991):
“En 1877, Frazer’s Magazine describía al niño alemán como “un ser digno de lástima”, maniatado y trabado como una
momia con metros de vendas que se le quitaban una vez o a lo sumo dos veces al día. Raras veces se bañaba a los
niños. Se les mantenía fajados hasta los seis meses, y después se les solía dejar arrastrarse por el suelo con una patata
en la mano para que no lloraran”
“...en Italia los niños llevaban envueltas tan apretadas que la presión hacía subir la sangre a la cabeza y las
caritas se les ponían rojas...”
Los historiadores han dado diversas interpretaciones acerca de estas prácticas con los niños, algunos
fundamentan que estas formas de trato a la infancia anteriores al siglo XIX se deben a la falta de afecto por los niños,
mientras que otros consideran que antes del siglo XVIII no se concebía a la infancia como una etapa de la vida con
entidad propia que justificase un trato especial.
Si no existen diferencias entre el niño y el adulto tampoco existe la infancia concebida como una etapa con
características específicas -tal como la entendemos hoy- que hagan necesario una consideración especial. Aries señala
que con anterioridad al siglo XVIII el término niño se aplicaba incluso a los adolescentes y marca este siglo como el
surgimiento de la acepción moderna de la infancia. Añade que no es hasta ese siglo que las actitudes y sentimientos
2
frente al niño signadas por el desinterés y la indiferencia comienzan a cambiar dando lugar a una consideración distinta.
Varios autores coinciden en señalar que es en ese momento que se produce una especie de revolución copernicana en el
sentido que comienza a expandirse un movimiento destinado a evitar la masacre de niños, a protegerlos y garantizar su
supervivencia. Así, la preocupación por el niño comienza a tener un papel preponderante, y se impone el valor afectivo
que gesta la “moderna” concepción de infancia.
Entre muchos pedagogos, es quizá J.J. Rousseau quien más contribuyó a gestar una nueva imagen del niño
diferenciándolo del adulto. En su popular obra “Emile ou sur l’ education”,( El Emilio) (1762) queda plasmado su interés
por aproximarse al conocimiento del mundo infantil y su afirmación sobre la originalidad de la vida psíquica del niño. “El
niño ni es un pequeño animal ni un hombrecito. Sólo es un niño, nada menos que todo un niño, que nace débil y
dependiente en todo lo demás, pero con “modos de ver, de pensar, que les son propios”. ( Buenaventura Delgado, 1998:
143)
Desde esta visión roussoniana se revitaliza esta consideración de los niños como seres dependientes, aislados
del mundo adulto, necesitados de protección, y sin responsabilidades hasta llegar a la mayoría de edad,
contraponiéndose a la autonomía que caracteriza al niño medieval. Y también surge la idea de niño como ser "inocente",
"asexuado", "natural", un niño que es bueno por naturaleza, contraponiéndolo a la naturaleza viciada y corrupta de los
adultos. Visión contraria a la de la Iglesia: nacemos sin pecado. La que pervierte es la sociedad.
Más allá del aporte realizado por el pedagogo ginebrino este énfasis puesto en la naturaleza, al considerar como
naturales las capacidades, necesidades y potencialidades dio lugar a un “niño universal” y por lo tanto a una imagen
homogénea que no tienen en cuenta “ la multiplicidad de realidades que significa ser niño en la sociedad”. (Ochoa-
Santibañez; 1983:128). Lo cierto es que un concepto renovado de niño, redescubierto a la luz de Rousseau y de los
pedagógos modernos se inserta en la trama social.
Aún reconociendo que es a partir del discurso pedagógico que se genera la "infancia" como categoría de
estudio, como así también los sentimientos modernos de protección y amparo hacia los niños, será este el punto de
partida para que otras disciplinas desde “otra mirada” realicen sus propios aportes. “El cambio de mentalidad respecto del
niño ha sido el fruto de la aportación de campos científicos diversos, como la pedagogía, la medicina, la psicología, la
biología, la psiquiatría, la sociología, etc,.” (Buenaventura Delgado, 1998: 10)
La niñez se constituyen como un problema o un tema de central preocupación tanto para la Psicología como
para la Medicina o el Derecho, por citar sólo algunos campos, desde donde se generan nuevos conocimientos y una
resignificación de la niñez. La infancia se convierte así en un lugar de “saberes”.
Tal como señala Volnovich (1993): " El siglo del niño es la imagen de una época en que la preocupación por la
infancia ha adquirido una importancia relativamente preponderante y una nueva orientación. El siglo XX ha de ser el siglo
del niño es la profecia con la que Eduard Claparede ....quiso sintetizar un movimiento de reivindicación de la infancia".
Una de las mayores conquistas del siglo XX , y que reflejan por lo menos en la aspiración del hombre
contemporáneo, la “centralidad” otorgada a la infancia proviene del ámbito Jurídico. La Declaración de Ginebra del año
1924 en la que “ por primera vez se conceptualiza a la niñez en su conjunto como un grupo que debe ser objeto de
medidas especiales de protección para garantizar su normal desarrollo material y espiritual”, sirvió de antecedente a la
Declaración de los Derechos del Niño que fue aprobada por las Naciones Unidas en 1959.
3
En 1979, declarado el “Año Internacional del Niño”, se inició el trabajo de redacción de la “Convención
Internacional por los derechos del Niño” que culminó con la realización de la “Primera Cumbre Mundial en favor de la
Infancia”, llevada a cabo en nueva York en Septiembre de 1990, y en la que la mayoría de los países del mundo se
comprometen a dar cumplimiento a las disposiciones de la Convención.
“La Convención constituye un hito en la historia de la humanidad ya que en ella, por primera vez, los niños y
niñas de todo el mundo son considerados - en tanto que Grupo Vulnerable- no sólo objeto de protección especial por
parte de los adultos y del Estado, sino sujetos titulares de un conjunto de derechos civiles y políticos, que los
equiparan a la condición de ciudadanos al otorgarles, por ejemplo, la libertad de expresión, de participación, de
asociación y de información veraz y adecuada.” (Manual sobre los Derechos del Niño- Progarama Nacional por los
Derechos del Niño-Ministerio de Cultura y Educación de la Nación).
Considerar a los niños sujetos de derechos supone no sólo una nueva mirada hacia ellos sino un compromiso
de padres, educadores y fundamentalmente del Estado por el respeto y cumplimiento de esos derechos.
Este breve recorrido por la historia nos muestra la relación cambiante de la cultura respecto a los niños y el
surgimiento de la infancia como un concepto que se ha construido a lo largo del tiempo. Conocer este pasado para ver la
historia de la infancia equivale a levantar la tapa de la caja de Pandora, no para dejar libres los males que han afligido a
lo largo de los siglos a la infancia, sino para poder conocerlos y evitarlos”. (Buenaventura Delgado, 1998: 9)
1) por el interés acerca de la diferencia entre las conductas del niño y las del
adulto, desde el punto de vista de su evolución
2) por el interés en conocer la infancia para educarla mejor, es decir
investigaciones con una finalidad pedagógica; y
3) por el interés en indagar lo que representa la infancia en la constitución del
psiquismo humano.
Respecto a la primera clase de investigaciones las producciones teóricas se vinculan con la denominada
Psicología Evolutiva. Tratados de significativa repercusión, incluso en otras disciplinas como la Medicina, se han
elaborado en torno a la idea evolucionista de Darwin, donde lo complejo es derivación de lo simple. Así la vida infantil
constituye el eslabón inicial del desarrollo humano. Será, entonces, menester de estos trabajos describir y explicar las
características relevantes de este peldaño de ascenso hacia la adultez, como así también dar cuenta de las
modificaciones hacia la ancianidad.
Este enfoque es el más frecuente en los denominados Manuales de Psicología infantil, como así también son de
habitual aparición en las publicaciones de distribución masiva, tales como revistas de uso corriente, sirviendo la mayoría
de las veces a estigmatizar las conductas como esperables o no esperables para distintas etapas de la vida del sujeto.,
En relación a la segunda clase de investigaciones la Psicología produce un discurso que en alguno de sus puntos
se intersecta con el interés pedagógico.
Un ejemplo de esto lo constituye la investigación en el campo de la Psicologia educacional que se ocupa de
enlazar las investigaciones propiamente psicológicas con las problemáticas del campo educativo, fundamentalmente con
el aprendizaje. La finalidad de estas investigaciones es evitar transpolar y aplicar a los procesos educativos escolares
conocimientos generados en contextos de investigación estrictamente psicológica, tales como las explicaciones acerca
del desarrollo y el aprendizaje; por el contrario su objetivo es generar nuevos conocimientos sobre cómo los procesos de
cambio y el aprendizaje se producen como consecuencia de la participación de los sujetos en el contexto escolar y de
clase.
" La psicología de la educación aparece en la actualidad como una disciplina puente entre la psicología y
la educación que ha renunciado definitivamente a la aplicación mecánica de unas supuestas soluciones -
que la realidad de las aulas demuestra una y otra vez que no son tales - dictadas por la investigación
psicológica para resolver los problemas educativos. Que ha renunciado, por lo tanto, al reduccionismo
4
psicologizante en su aproximación a los fenómenos educativos reconociendo en la complejidad de los
mismos la exigencia de una aproximación interdisciplinaria.
Situada en este espacio intermedio entre, por una parte, las disciplinas que estudian los procesos
psicológicos básicos y por otro, las disciplinas que estudian los procesos educativos, la psicología de la
educación participa de las características de ambos tipos de disciplinas. Los procesos educativos
constituyen su centro de interés, y en este sentido comparte los objetivos y problemas de las ciencias de la
educación...” (Coll, 1988)
La tercera postura mencionada rechaza desde sus supuestos de análisis la explicación de los fenómenos
psíquicos más complejos como efecto evolutivo de fenómenos más simples. Por el contrario consideran aquellos
aspectos de la vida psíquica propios de la infancia como de igual complejidad que los propios de la vida adulta.
Además no concuerda con aquellas extrapolaciones que se realizan de sus propios campos de investigación al
campo educativo, dado que las mismas se construyen en encuadres estrictamente psicológicos. Reconocen que sus
construcciones teóricas tienen incidencia en otros campos pero no avalan una aplicación sin mediaciones de análisis
con encuadre pedagógico, en el caso de las situaciones educativas.
Estas teorías que cobran su máxima importancia a partir de mediados de este siglo parten de significar a la
niñez como un momento de la vida humana que tiene valor en sí misma, y que aún cuando constituya cronológicamente
una época previa a la adultez no por ello es una etapa de incompletudes, ni de faltas que luego "el tiempo" reparará por
efecto de la educación o la maduración.
Abordar el estudio de la niñez desde esta perspectiva significa reconocer, por un lado la diferencia que existe
entre la vida adulta y la vida infantil, y por otro, comprender que la complejidad de lo infantil explica la complejidad adulta.
Además es preciso destacar que cabalgan entre el valor de lo biológico (factor madurativo) y el valor de lo social
(factor educativo) para otorgarle un estatuto diferente a lo psíquico y desde allí estudiar los primeros años de la vida.
Aunque con considerables diferencias dentro de estas teorías contemporáneas pueden mencionarse la teoría
Genética, el Psicoanálisis y la teoría de Vigotsky.
BIBLIOGRAFIA: