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Espasticidad en la patología
neurológica. Actualización sobre
mecanismos fisiopatológicos,
avances en el diagnóstico y
tratamiento
M.P. Sáinz-Pelayo, S. Albu, N. Murillo, J. Benito-Penalva
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Introducción
La espasticidad es un signo clínico que ocurre en
numerosas afecciones neurológicas, como ictus, esclerosis
múltiple, daño cerebral hipóxico, lesión cerebral traumática,
lesión medular, tumores y enfermedades degenerativas. La
espasticidad tiene una repercusión importante para el
individuo, por pérdida de funcionalidad y autonomía, y
también por su afectación de la calidad de vida. Además, la
espasticidad se asocia con costes sustanciales de
tratamiento farmacológico y rehabilitador, tratamiento de las
complicaciones y apoyo del cuidador [1]. El objetivo de la
presente revisión es estudiar los fenotipos clínicos y los
mecanismos fisiopatológicos de espasticidad en las
patologías neurológicas de origen cerebral y medular, e
identificar estrategias terapéuticas diferenciales que podrían
optimizar el control de la espasticidad.
Definición
La espasticidad fue definida por Lance como ‘un trastorno
motor caracterizado por un aumento dependiente de
velocidad en el reflejo de estiramiento muscular, también
llamado miotático, con movimientos exagerados en los
tendones, que se acompaña de hiperreflexia e hipertonía,
debido a hiperexcitabilidad neuronal, y es uno de los signos
del síndrome de la neurona motora superior’ [2]. En 2016,
una iniciativa internacional para la optimización del manejo
de la espasticidad incapacitante después de la lesión
medular introducía aspectos de impacto funcional en la
definición, considerando la espasticidad percibida por el
individuo o los cuidadores como una limitación en las
funciones corporales, las actividades o la participación [3].
Epidemiología
Las cifras de incidencia y prevalencia de la espasticidad son
variables. En el ictus, se estima que alrededor de un 38-
40% de los pacientes tendrá algún grado de espasticidad
[4,5] y el 16% requerirá tratamiento. Esto será diferente
dependiendo del tiempo transcurrido, y varía entre el 27% al
mes y el 42,6% en la fase crónica (> 3 meses) [6]. En la
lesión medular también hay cifras discordantes, pero se
estima que un 40% de las personas con una lesión medular
tendrá espasticidad. Sin embargo, los datos de los estudios
varían entre un 40% y un 78% [7].
Fisiopatología
El tono muscular es la constante actividad muscular
necesaria para mantener la actitud básica del cuerpo [11].
Las fibras musculares contienen los órganos sensoriales o
husos musculares, que responden principalmente al
estiramiento muscular. Estos envían señales inhibitorias a
las neuronas motoras situadas en el asta anterior medular,
que producen una discreta respuesta eferente y mantienen
un grado de contracción suficiente para mantener el tono
muscular [12]. La regulación de la actividad de la neurona
espinal se produce por mecanismos de inhibición
presináptica mediante neuronas gabérgicas que inhiben la
actividad de las aferencias sensoriales durante el
movimiento, inhibición recurrente en la cual la descarga de
la motoneurona alfa estimula una interneurona que inhibe
esa misma motoneurona alfa regulando su actividad,
inhibición recíproca del músculo antagonista e inhibición
inducida por el reflejo de estiramiento a través de la
actividad del órgano de Golgi [13]. La motoneurona superior
proyecta a neuronas espinales y controla los reflejos
espinales a través de una vía monosináptica excitatoria, que
es la vía piramidal, y de otras vías parapiramidales
excitatorias (reticuloespinal y vestibuloespinal) e inhibitoria
(dorsal reticuloespinal) [14].
Repercusión funcional
La espasticidad leve podría ser beneficiosa, porque
contribuye a que exista menos atrofia muscular, previene la
decalcificación ósea, permite la retirada de las extremidades
ante estímulos nocivos, favorece la bipedestación aportando
tono muscular y puede proporcionar beneficio
cardiovascular y disminuir la posibilidad de trombosis
venosa profunda [21]. Sin embargo, en otras ocasiones
tiene consecuencias físicas graves, pero también
emocionales y sociales. Las actividades básicas de la vida
diaria resultan difíciles, y esto incide no sólo sobre el
paciente, que puede tener sentimientos de frustración o
incluso enfermedades mentales, sino también sobre su
cuidador, que puede tener sobrecarga [17]. Los mayores
problemas físicos asociados a la espasticidad son la rigidez
articular, las contracturas, el dolor, las posturas anómalas
(distonía), la limitación del movimiento y el incremento del
riesgo de úlceras por presión, las cuales además pueden
incrementar la espasticidad [17,18,22].
Valoración de la espasticidad
El término ‘espasticidad’ es multifactorial, por lo que resulta
difícil el proceso de evaluación. Existen diferentes métodos
de medición, que se pueden dividir en métodos de
evaluación clínica o no instrumentales y métodos
cuantitativos o instrumentales, basados en estudios
neurofisiológicos de los reflejos espinales [23-25].
Tratamiento de la espasticidad
El tratamiento de la espasticidad es multidisciplinario e
implica médicos, fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales,
técnicos ortopédicos y enfermeras.
Fisioterapia
El tratamiento fisioterapéutico de la espasticidad tiene como
objetivos reducir el tono muscular excesivo, dar al paciente
sensación de posición adecuada y facilitar los movimientos,
y evitar las limitaciones articulares. Los movimientos activos
pueden ser asistidos por estimulación eléctrica funcional.
Este tipo de terapia adyuvante tiene especial utilidad en
pacientes con síndrome de pie equino en el contexto de una
lesión de la motoneurona superior. La estimulación aplicada
sobre la musculatura parética (tibial anterior) asiste la
dorsiflexión mientras determina el estiramiento de la
musculatura antagonista espástica (gastrocnemio), y
también activa los mecanismos espinales de inhibición
recíproca [49].
Uso de ortesis
Las férulas y las ortesis son dispositivos flexibles o rígidos
utilizados para mantener el segmento del cuerpo
desplazado o móvil en una determinada posición con el fin
de prevenir lesiones, corregir deformidades o ayudar a
realizar actividades motoras. Las férulas posturales tienen
mayor utilidad para prevenir las deformidades articulares,
mientras que las férulas seriadas normalmente se usan para
mejorar la extensibilidad de la musculatura espástica.
Terapia farmacológica
Existe una variedad de medicamentos antiespásticos de
administración oral principalmente indicados para la
espasticidad generalizada o multisegmentaria, aunque su
uso podría ser apropiado también para el tratamiento de la
espasticidad focal.
Cannabinoides
Baclofeno intratecal
Tratamiento quirúrgico
El alargamiento de tendones o su trasposición son las
técnicas quirúrgicas más importantes de abordaje de la
espasticidad focal. Incluyen la neurectomía selectiva (la
ablación selectiva de los nervios motores que provoca una
disminución de la activación muscular) y la rizotomía dorsal
selectiva (la ablación de las raíces espinales sensitivas que
reduce las aferencias espinales que mantienen la
hiperexcitabilidad medular). Existe un nivel bajo de
evidencia de su eficacia, limitado a estudios de pacientes
con espasticidad secundaria a la parálisis cerebral o con
importante dolor farmacorresistente asociado [65].
Conclusión
La espasticidad es un signo clínico asociado a lesiones del
sistema nervioso central, más concretamente de la vía
motora. Es frecuente y depende de la patología de base.
Las bases fisiopatológicas para explicarla no están claras, si
bien parece existir una alteración en los mecanismos de
regulación de los reflejos espinales excitatorios. Su
importancia radica en que produce dolor, contracturas,
disminución de la movilidad y de los rangos articulares, y
afecta a la calidad de vida, a la funcionalidad y a la
afectividad del paciente. La valoración de la espasticidad
tiene una importancia notable, y existen escalas diseñadas
para ello dependiendo de la patología. Su correcto
diagnóstico y valoración tienen gran importancia para
mejorar la eficacia terapéutica. El tratamiento de la
espasticidad es multidisciplinario y complejo, con un
abordaje complejo (no farmacológico, farmacológico o
quirúrgico) que depende principalmente de la gravedad de
la espasticidad, su localización (focal, multisegmentaria o
generalizada), la patología subyacente y su evolución
natural (aguda, crónica), y también de las comorbilidades y
las complicaciones derivadas de la espasticidad.
Bibliografía