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En materia de seguridad estar informado no es ver la televisión, escuchar la radio,

ver las redes sociales o simplemente leer los diarios. En estos medios, si acaso,
nos logramos enterar de lo que sucedió. Incluso pareciera que los medios arriba
citados han encontrado con el tema de la inseguridad un producto con el cual
elevar su "rating", ya que explotan el morbo de la gente. No obstante, elevan
asimismo el nivel de percepción de la inseguridad, lo cual no es benéfico, pues se
genera miedo y éste no nos sirve para nada porque nos detiene, nos paraliza.
Se dice que "El fin justifica a los medios", ¿Debemos entonces justificarle, a los
medios, los miedos que nos generan? Desafortunadamente su fin informativo más
que informarnos se deforma al elevar los niveles de percepción de inseguridad y
conforma irremediablemente una sociedad con miedo, con tendencias
paralizantes.

Para la prevención, se requiere educación y para la educación una correcta


información.

Por ello, es preciso darle una nueva connotación a la nota roja y hacerla, además
de informativa, educativa en materia de prevención.
El informar respecto de lo que sucedió a una víctima es importante, pero más
importante sería el informar a la gente, cómo pudo haber evitado dicha persona
haber sido victimizada. Es decir, la típica nota roja da cuenta de quién, cómo,
cuándo, dónde y, en algunos casos, por quién fue victimizada una persona; sería
muy valioso si al final de la misma nota se mostrase la recomendación de algún
experto en seguridad, opinando en relación al caso.
Darles ese nuevo enfoque a las noticias no es imposible y, no obstante que en
muchos casos se estarían dando recomendaciones de manera a priori sin conocer
las causas últimas verdaderas del caso, el ejercicio no dejaría de ser altamente
pedagógico en materia de prevención, pues el lector conocería las dos caras de la
moneda: lo que desafortunadamente ya sucedió, pero más importante aún, de qué
manera se pudo evitar.
El tema de la prevención, seguramente, algún día será impartido dentro de los
centros escolares como una asignatura en los distintos niveles educativos. Los
riesgos que la sociedad enfrenta podrían ser manejados de una mejor forma si las
personas contaran con una preparación adecuada que les permitiera disminuir su
vulnerabilidad ante ellos.

El concepto de seguridad, desafortunadamente, ha sido asumido como algo que


se le debe proveer a la sociedad por parte de las autoridades o bien de las
organizaciones en cuyas instalaciones se desenvuelvan las personas, lo cual tiene
mucho de razón.
Caemos en cuenta, y sobre todo cuando sucede algún hecho generalmente grave,
que éste pudo haber sido evitado o no haber tenido el mismo nivel de impacto, si
las personas hubiesen tenido una dosis mínima de cultura de prevención.

Los tiempos actuales exigen una revisión exhaustiva en los aspectos de forma y
de fondo que rigen en torno a los centros habitacionales, laborales, sociales y,
especialmente, los educativos, pues en la medida no solo de que se equipen con
la gama de dispositivos y medidas de seguridad, sino que se eduque a las
personas que se desempeñan en su interior, se podrá elevar sus niveles de
seguridad.

Consideremos, para ello, los siguientes 5 aspectos:

1. Creación de un comité de seguridad.

Resulta fundamental el crear un comité que involucre tanto a las autoridades


del plantel, como a las gubernamentales, pues buena parte de los riesgos se
encuentran asociados al contexto socio demográfico en el que se encuentra el
centro educativo. Asimismo, es importante contar con la ayuda de un grupo de
padres de familia, alumnos y ex alumnos, asistidos por expertos en
criminología y seguridad.

2. Auditoría de seguridad y evaluación de riesgos.

Con el fin de conocer las condiciones en las que se encuentra el lugar en


cuestión y detectar e identificar las deficiencias o vulnerabilidades. Este
ejercicio debe contemplar aspectos tales como: seguridad física, personal, de
la información y políticas y procedimientos de seguridad.

3. Plan de seguridad.

Consiste en la creación de un documento que detalle los lineamientos y


directrices a seguir dentro de la institución, con el fin de prevenir, mitigar o
contener incidentes o casos de emergencia y restablecer a la mayor brevedad
las condiciones que permitan continuar con las actividades académicas.

4. Equipamiento de seguridad.

De acuerdo con la auditoría realizada, y basado en el presupuesto que se


tenga, se deberán adquirir e implementar sistemas que incluyan protección
perimetral, iluminación, detección, intrusión y alarma, cámaras con circuito
cerrado de televisión, identificación y controles de acceso, cerraduras y
candados, equipos de radio comunicación, letreros y señalamientos, así como
productos y equipos de seguridad. Un elemento importante a considerar es el
establecimiento de un buzón de quejas y sugerencias, que sirve además para
denuncias anónimas de hechos, personas o situaciones que constituyan un
riesgo para la comunidad estudiantil.
5. Hábitos de seguridad.

La conformación de una cultura de prevención y seguridad se basa en los


hábitos que desarrollen las personas en torno a ellas mismas y de su
comunidad estudiantil dentro y fuera de las instalaciones. Es preciso motivar
esta cultura, a través de la difusión y participación de cursos y programas de
prevención de delitos, adicciones, fomento deportivo y cultural.

Las instituciones de enseñanza tienen, hoy más que nunca, el reto no solo de
lograr la excelencia educativa, sino además la de garantizar a sus alumnos un
ambiente seguro en el cual hacerlo.

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